Los Reyes

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Entre los siglos X y XIII, gran parte del territorio europeo permaneció fragmentado en poder de

múltiples señores feudales, quienes rivalizaban con los antiguos monarcas. Si bien los reyes no
desaparecieron, su influencia había disminuido en beneficio de la nobleza feudal (condes,
duques, marqueses). Sin embargo, esta situación comenzaría a cambiar bruscamente a partir
del siglo XIV.

El monarca y sus fuerzas asedian y toman una ciudad: "todos dependen del rey y el rey no
depende de nadie".

Por una parte, el creciente poderío de las ciudades sustrajo a muchas personas de las áreas
rurales, que se liberaron de los lazos de vasallaje y, por lo tanto, de la tutela de sus señores.
Esto debilitó a la sociedad feudal y permitió el surgimiento de nuevos tipos sociales, como
burgueses, artesanos y villanos. Por otra, esa gran empresa colectiva que fueron las Cruzadas,
unió a la Cristiandad contra los "infieles" y motivó el traslado de numerosos contingentes
armados, dirigidos por sus señores, hacia el Oriente. Los sangrientos combates contra los
turcos selyúcidas significaron una merma poblacional aún mayor y en especial la desaparición
de muchos nobles feudales.

En este contexto, las viejas casas monárquicas comenzaron a resurgir. Hacia el siglo XIV, los
reinos de Inglaterra, Francia, Portugal, Castilla, Aragón, Hungría, Polonia, entre otros, habían
recobrado tierras que habían quedado vacantes, robusteciendo de esa manera el poder de los
reyes. También se despojó a nobles por la fuerza. Así, progresivamente el Estado monárquico
se separó del mundo señorial y se impusieron las grandes unidades territoriales a los más
pequeños feudos. Como señala Maurice Crouzet, el Estado monárquico "por el debilitamiento
político y económico de los antiguos cuadros sociales, como en el apoyo de las burguesías y de
las nuevas noblezas, encuentra los medios de reducir a la obediencia a los miembros del
cuerpo social y de convertirlos en súbditos".
Mientras que la caída del Imperio Romano de Occidente simboliza a la perfección el tránsito de
la Edad Antigua a la Edad Media, no es tan fácil elegir un acontecimiento que sirva como
referencia del tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. Los más populares son la caída de
Constantinopla, que puede ser considerada como la caída del Imperio Romano de Oriente, y el
descubrimiento de América, pero, simbolismos aparte, es razonable considerar que la Edad
Media termina en el siglo XV: Europa era esencialmente medieval a principios del siglo XV y era
esencialmente moderna a finales del siglo XV. Y aun dándonos este amplio margen, no está de
más insistir en que se trata de un tránsito tan gradual que hay que tener presente que muchos
aspectos modernos están ya presentes en los últimos siglos medievales, al igual que algunos
aspectos medievales pervivirán en los siglos modernos. Por otro lado, también hemos de
señalar que esta evolución no se produjo al mismo ritmo en todos los países, sino que en cada
momento hubo países más modernos y países más medievales en unos u otros aspectos.

En el plano político, el paso a la Edad Moderna se caracteriza por la formación de grandes


estados centralizados. Según hemos visto, en la Alta Edad Media Europa era un mosaico de
pequeños territorios, sometidos únicamente a la autoridad del señor feudal de turno. Estos
territorios se organizaban en una estructura feudal piramidal que culminaba en el rey, pero la
autoridad de éste era muy limitada, y no iba más allá de dirigir una rudimentaria política
exterior (que consistía esencialmente en reunir a sus caballeros para guerrear contra el reino
vecino, o contra los musulmanes, o contra algún vasallo especialmente rebelde, etc.). Además,
los reyes consideraban sus dominios como una propiedad personal que podían repartir entre
sus hijos, que luego trataban de recomponerlos para volver a repartirlos, en un proceso
bastante traumático. A lo largo de la Edad Media esto había ido cambiando. La autoridad de
los reyes había ido creciendo a la vez que surgía el concepto de estado indivisible, cohesionado
por el sentimiento nacional de sus habitantes. Para acrecentar su autoridad, los reyes se
valieron de los conflictos de intereses entre la nobleza, la burguesía y el clero, apoyándose en
uno u otro estamento según las circunstancias, pero éstos también obtenían contrapartidas
por su apoyo a la monarquía. Estos procesos se canalizaron a través de parlamentos que
conferían legitimidad y autoridad a los reyes a la vez que las limitaban. El siglo XV contempló la
última etapa de esta evolución que terminó de consolidar monarquías más o menos
tambaleantes.
Los reyes no podían imponerse a los señores feudales, ya que no tenían suficiente poder
económico como para mantener el ejército. A partir del siglo XII los monarcas aprovecharon el
crecimiento económico para imponea monarquía absoluta o absolutismo es una forma de
gobierno en la que el monarca tiene el poder absoluto.

En ella no existe la división de poderes (poder ejecutivo, legislativo y judicial). Aunque la


administración de la justicia pueda tener una autonomía relativa en relación con el rey, o
existan instituciones parlamentarias, el monarca absoluto puede cambiar las decisiones o
dictámenes de los tribunales en última instancia o reformar las leyes a su voluntad (La palabra
del rey es ley). Nombra y retira a sus asistentes en el gobierno a su voluntad. La unidad de
todos los poderes suele considerarse justificada por estimar que la fuente del poder es Dios y
que los monarcas ejercen la soberanía por derecho divino de los reyes. No hay mecanismos
por los que el soberano (que no reconoce superiores) responda por sus actos, si no es ante
Dios mismor su autoridad sobre los señores feudales.

Los reyes consolidan su poder" es una afirmación general que se refiere al proceso mediante el
cual los monarcas fortalecen y afianzan su autoridad y control sobre un territorio o reino. Este
proceso puede involucrar la adopción de medidas políticas, sociales, económicas y militares
para asegurar su dominio y estabilidad.

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