Alfabetizar en Los Inicios de La Escolaridad
Alfabetizar en Los Inicios de La Escolaridad
Alfabetizar en Los Inicios de La Escolaridad
Introducción
En este módulo se desarrollan un conjunto de situaciones de lectura por sí mismos centradas
en la reflexión del sistema de escritura que se derivan de situaciones habituales, secuencias o
proyectos en el ámbito literario. De este modo, las prácticas de lectura que se despliegan dan
sentido al acto de leer y vinculan simultáneamente, desde el comienzo de la alfabetización, el
aprendizaje del sistema de escritura y el lenguaje escrito.
Las situaciones propuestas presentan variaciones como el grado de conocimiento de los textos
a leer, las características del texto y la forma en que se organiza el grupo con el propósito de
plantear diferentes desafíos a las alumnas y los alumnos.
A partir de una selección de registros de clase analizaremos las condiciones didácticas, los
diversos problemas de lectura y las intervenciones docentes necesarias para que las pequeñas
y los pequeños aprendan a leer. Se trata de clases llevadas adelante en instituciones
educativas de la provincia de Buenos Aires.
Objetivos
● Reflexionar sobre las relaciones entre las prácticas de lectura literaria y la
alfabetización, fundamentales para la formación de las niñas y los niños como lectores.
● Reconocer los saberes infantiles sobre el sistema de escritura en situaciones de
interpretación.
● Reflexionar, a partir del análisis de situaciones de lectura por sí mismos, sobre las
condiciones didácticas e intervenciones docentes fructíferas para promover avances en
los conocimientos de las niñas y los niños.
Contenidos
La formación literaria de las niñas y los niños: relaciones entre lectura literaria, lectura en torno
a lo leído y alfabetización. Hipótesis infantiles en situaciones de interpretación. Situaciones de
lectura por sí mismos en torno a lo literario con diferentes criterios. Condiciones didácticas e
intervenciones docentes.
Cada vez que se presenta la ocasión mi mamá me regala un libro de cuentos infantiles.
Conozco todos los clásicos. Ella se acuesta a mi lado y los lee, con su uña larga y pintada
de rojo con el esmalte saltado de tanto lavar ropa, de tanto lavar platos, de tanto limpiar
la casa y cocinar, me señala lo que va leyendo. Así la lectura se mete en mi cabeza, sin
aviso, sin decirlo.
[…]
Yo estoy al fondo de la galería entretenida con la biblia de los niños leída una y otra vez
por mi mamá, para mí y de repente abro la boca, y empiezan a correr las palabras. Lo
hago en voz alta, como todos los niños que aprenden a leer, con muchísima torpeza,
como los primeros pasos. Leo sin saberlo. Simplemente sigo mi cuerpo. Mi mamá se da
vuelta sorprendida como si hubiera visto un fantasma. Desde lejos, encima de los
fuentones con sus guantes de goma todavía puestos me pregunta qué estoy haciendo.
La miro, sin poder responderle. ¿Estás leyendo?, me pregunta. Pero yo no puedo afirmar
ni negar. No sé lo que estoy haciendo. ¿Estás leyendo, hijo? Me pregunta otra vez y se
me acerca, espía sobre mi hombro, y me pide que continúe lo que estoy haciendo. ¡Estás
leyendo! Grita. Me besa, me alza se emociona. ¡Estás leyendo!, vuelve a gritar.
(Sosa Villada, 2018)
La escena es contundente: atrapa ese instante mágico de la toma de conciencia de saber leer,
que no es un instante ni se da mágicamente. Aprender a leer es un proceso que lleva tiempo y
posee un valor incalculable para las personas, causa emoción, alegría porque se presiente que
un mundo nuevo se abre, saber leer permite entrar al bosque y perderse para siempre… La
escuela tiene la responsabilidad de ponernos en ese lugar.
Desde esta concepción de lectura los datos provistos por el texto y el contexto pueden ser
interpretados de una u otra manera dependiendo de los esquemas interpretativos disponibles
por el lector y no puede confundirse con un simple dato perceptivo-visual (Ferreiro, 1997).
Quien lee coordina dicha información visual con un conjunto de conocimientos disponibles
acerca del sistema de escritura, del tema tratado en el texto que lee, del género, del léxico y la
Cuando un niño que todavía no lee solo se enfrenta al universo de las letras
organizadas en escritos, tiene hipótesis acerca de lo que puede estar escrito y cómo
puede estar escrito. Hipótesis que tendrá que confirmar o rechazar cotejándolas con lo
que encuentra en ese entramado de “marcas” inicialmente incomprensibles. ¿De dónde
provienen esas hipótesis? De sus interacciones con lo escrito y con quienes leen y
escriben. Un niño podría, por ejemplo, anticipar que en alguna parte de la etiqueta del
envase de salsa de tomates debe decir “tomate” y en la de arvejas, “arvejas”, porque
está el dibujo, aunque no sepa exactamente dónde; es posible que sepa que en alguna
parte del cuento de “Los tres chanchitos” dice “lobo” (aunque no esté en el dibujo)
porque la señorita lo leyó, y lo dijo haciendo salir esas palabras de las letras del libro, de
tal manera que “debe estar” escrito. Pero todavía, eso no significa que pueda leer solo;
significa que puede prever, tener ideas, hipotetizar qué puede decir en aquellos
materiales con los que ha interactuado a través de la lectura de otros. Es en estas
hipótesis de los niños sobre lo que puede estar escrito donde el docente se apoya para
enseñarles a leer. De no ser así, los alumnos solo podrían descifrar, sonorizar cada una
de las letras, pero no leer.
Cuando las niñas y los niños participan de situaciones de lectura por sí mismos resuelven el
problema de anticipar significados posibles del texto a partir de la coordinación inteligente de
las informaciones disponibles. Se trata de que puedan coordinar lo que creen o saben que está
escrito con los datos que el texto provee. Dichas anticipaciones podrán ser corroboradas o
rechazadas a partir de la consideración de índices cuantitativos y/o cualitativos observables en
lo escrito. Así, las chicas y los chicos cuando leen palabras, enunciados o textos interactúan
directamente con las letras y reflexionan sobre las relaciones entre la oralidad y la escritura.
Cuando las pequeñas y los pequeños aún no leen convencionalmente, las situaciones de
lectura por sí mismos deben asegurar ciertas condiciones didácticas para que dispongan
de informaciones para coordinar y así elaborar hipótesis sobre lo que puede estar escrito.
Una condición didáctica fundamental es garantizar que las escrituras que las niñas y los niños
exploren estén siempre incluidas en un contexto que favorezca la elaboración de
anticipaciones. Este contexto puede ser material o gráfico y/o verbal o lingüístico (Molinari,
1999; Kaufman, Lerner y Castedo, 2015).
El contexto gráfico se entiende como toda la información visual que rodea al texto. Los
materiales escritos de circulación social se presentan, generalmente, acompañados de
imágenes o fotos que aportan información sobre el contenido de lo escrito, que ofrecen pistas
sobre lo que puede decir. Del mismo modo, el portador habitual en el que se presentan los
textos (libros, revistas, diarios, envases, carteles, folletos…) y la disposición espacial de lo
escrito en la página también constituyen informaciones gráficas que colaboran en la
anticipación de significados posibles.
Entonces, cuando proponemos situaciones de lectura por sí mismos, lo escrito (sean palabras,
enunciados breves o textos más extensos) debe estar acompañado de algunos de estos
contextos para que las chicas y los chicos dispongan de más información para coordinar y no
queden solos frente a las letras.
¿Qué valor tiene el conocimiento de las letras para leer por sí mismos? ¿Por qué no
enseñamos las letras aisladas antes de proponer situaciones de lectura por sí mismos?
Saber el repertorio de letras no significa saber leer, un niño puede conocer todas las letras y
sus nombres, e incluso sus sonidos, pero esa información no resulta suficiente para
comprender las relaciones entre la oralidad y la escritura y mucho menos para construir
significado sobre un texto. Además, nuestro sistema de escritura no presenta una
correspondencia unívoca entre fonema y grafema de manera perfecta, puesto que hay
grafías que carecen de fonemas (la ‘h’) y otras tienen más de uno (la ‘x’), y otras “poseen o
carecen” de fonema dependiendo “del lugar que ocupan”, porque, por ejemplo, la ‘u’ en
determinadas ocasiones tiene correspondencia con el fonema /u/ y otras veces no,
precisamente cuando se encuentra entre la ‘g’ o ‘q’ y la ‘e’ o ‘i’ (‘que’/’qui’ // ‘gue’/’gui’).
Disponible aquí.
La agenda de cuentos acumulativos suele ser especialmente propicia para los primeros meses
del año, ya que presentan estructuras narrativas regulares muy accesibles a las pequeñas y los
pequeños. A partir de una fórmula inicial que se va reiterando a lo largo de la historia, se
despliegan elementos o personajes que se van ligando entre sí.
Por la presumible conformación de los elementos de las listas que se acumulan, estos cuentos
posibilitan a las y los primeros lectores hacer anticipaciones acerca del avance de la historia y
recordarlos con cierta facilidad. Por este motivo, estas obras resultan propicias para diseñar
propuestas de lectura y escritura por sí mismos a partir de los nombres que estructuran el
texto.
¿Por qué leer nombres? Las situaciones de lectura de palabras para enseñar a leer suelen
proponer la lectura de sustantivos comunes o propios, palabras que designan objetos,
animales, personas o lugares, frecuentemente llamados como “nombres”. Los nombres
constituyen una unidad de sentido y son palabras “seguras” para iniciar el trabajo de reflexión
sobre el sistema de escritura, porque son las primeras palabras que los niños consideran que
se leen en un texto y que se pueden escribir. Cuanto mayor similitud presenten entre sí los
nombres en los índices cuantitativos y cualitativos, mayor dificultad de lectura presentará para
las chicas y los chicos; inversamente, cuanto mayor diferenciación presenten, menor dificultad
tendrá el problema de lectura.
1
Los fragmentos seleccionados del registro de clase corresponden a un primer año a cargo de la
docente Mónica García del Colegio Sagrada Familia de la ciudad de Tandil.
La maestra recuerda los nombres de las frutas a partir de las imágenes y comparte el
problema de lectura: “los nombres de las frutas de Nandi se mezclaron con los nombres de
otras frutas. Tenemos que encontrar dónde dice ‘mandarina’ ‘naranja’, ‘banana’, ‘piña’ y
‘mango’”.
Lo primero que hace Mónica es asegurarse de que las chicas y los chicos recuerden los
nombres de las frutas. Como ya planteamos, la posibilidad de realizar anticipaciones se apoya
centralmente en que las pequeñas y los pequeños conozcan los nombres que se van a leer de
antemano, de manera que tengan que localizar dónde dice lo que saben que está escrito.
Delfina, Simón y Milo se animan a hacer anticipaciones sobre dónde dice “mandarina”
tomando en cuenta el inicio. Delfina “ma, ma”; Milo “la de mama”; Simón “la eme con la a”. El
grupo, de diferente forma, logra dar cuenta de cierta información disponible acerca del inicio
de “mandarina”, información que les sirve para hacer anticipaciones ajustadas acerca de dónde
creen que está escrito el nombre. Se animan porque saben que la maestra no espera
respuestas correctas para validar rápidamente, por eso se atreven a opinar, a pensar y a dudar
en voz alta. La palabra circula por el grupo y las chicas y los chicos se esfuerzan por justificar,
reformular y ajustar sus anticipaciones sobre lo escrito tomando en cuenta índices provistos
por el texto.
Delfina confunde el cartel MANDARINA con MANGO porque como ella muy bien señala,
“tienen las mismas letras”, de manera que cree que “mandarina” puede estar escrito en el
cartel de MANGO. Simón, por su parte no duda dónde dice “mandarina” porque ya es capaz de
considerar no solo los indicios cualitativos del inicio, sino también los del final, información que
es coordinada con lo que sabe que puede estar escrito: “Pero mandarina no termina con o
(mientras señala con un dedo el cartel de MANDARINA). No, si no sería man-da-ri /nnnnn/ no”.
Veamos ahora en el siguiente fragmento cómo las diferencias en las propiedades cuantitativas
de los nombres le permiten a Milo, que no está tan avanzado como Simón y Delfina, hacer
anticipaciones sobre lo escrito.
Docente: (señalando el cartel de MANGO) ¿y este no puede ser? ¿Vos qué pensás, Milo?
Milo: yo digo con este (señalando MANDARINA).
En primer lugar, es importante reconocer la importancia y la función central que las fuentes
de información segura disponibles en el aula cumplen en el proceso de alfabetización.
Para anticipar dónde dice “piña”, Milo recurre con mucha autonomía a escrituras conocidas por
él, en este caso el nombre de una compañera. Sabemos que la maestra desde principios de año
propone situaciones de lectura y escritura por sí mismos de los nombres de las compañeras y
compañeros, se trata de escrituras muy frecuentadas por las alumnas y los alumnos, por eso
Milo sabe muy bien cuáles letras son las de Pilar.
A pesar de que Milo no solo anticipa correctamente dónde dice “piña”, sino que además ofrece
una justificación pertinente, la maestra no valida la respuesta de forma inmediata y a partir del
cartel de PERA le propone un nuevo problema que hará que el niño busque nuevas
justificaciones fundadas en el texto que confirmen su anticipación: no puede decir “piña”,
“porque no tiene la i”.
Milo esta vez toma en cuenta indicios cualitativos para realizar las anticipaciones, a diferencia
de cuando lee “mandarina” que solo repara en lo cuantitativo. Señala que “piña” lleva la p y la i
de Pilar, pedacito o parte de lo escrito que él puede leer (“pi”) ante el pedido de la maestra.
Finalmente, Mónica escribe “Pilar” como una forma de corroborar la anticipación de Milo y
validar que allí dice “piña” y que tienen las mismas que “Pilar”.
El trabajo con canciones suele ser una propuesta muy frecuente en las aulas, especialmente en
la primera mitad de año. Durante un período que puede durar algunas semanas la o el docente
propone participar en diversas situaciones con el propósito de familiarizarse con estos textos y
disfrutar del ritmo, musicalidad y la fuerza expresiva del lenguaje. En este contexto se propone
entonces desarrollar un proyecto2 cuyo propósito social es seleccionar y reescribir canciones
para elaborar una recopilación de las letras de canciones preferidas para compartir con sus
familiares y con otras niñas y otros niños de la escuela.
En el marco de estos propósitos claros de lectura y escritura, las niñas y los niños ingresan a la
cultura escrita de la mano de las canciones, las rondas, las nanas y tienen oportunidades de
2
Un proyecto de este tipo puede leerse en Proyecto Escuelas del Bicentenario (p. 53). Disponible en:
https://portaldelasescuelas.org/wp-content/uploads/2016/03/Lengua_Ciclo1_OEI.pdf
¿Por qué las canciones? Las canciones son textos importantes para la alfabetización inicial.
Su estructura sintáctica que se reitera y la repetición de ciertas partes (a veces rimadas) que
otorgan musicalidad ayudan a la memorización al cantarlas o recitarlas varias veces.
La situación de lectura por sí mismos de un texto memorizado plantea a las niñas y los niños
el desafío de leer poniendo en correspondencia las partes de aquello que ya se sabe que
dice con las partes de lo que está escrito. Precisamente, el trabajar con un texto que se
sabe de memoria evita que tengan que desarrollar dos procesos complejos al mismo tiempo:
conocer dónde dice y conocer qué dice y cómo lo dice exactamente. El saber el contenido y la
forma del texto permite que focalicen la atención en dónde dice lo que ya se sabe que está
escrito (Castedo y otros, 2001; Kaufman, Lerner y Castedo, 2015).
La maestra selecciona la canción “Mi barba tiene tres pelos” para enseñárselas a las niñas y los
niños. La presenta y a continuación la canta.
Enseguida las y los invita a cantarla varias veces con el propósito de que la aprendan. También
les enseña los gestos que acompañan la canción y el juego que la misma propone (cantarla
omitiendo barba y pelos). ¿Por qué la maestra destina tiempo a que las chicas y los chicos
memoricen la canción? Porque saberla de memoria permite que puedan hacer
correspondencias entre lo que saben que está escrito y la escritura misma.
Como es la primera vez que leen canciones la maestra propone una situación de lectura
colectiva. Transcribe la canción completa en el pizarrón –con letra mayúscula y bien espaciados
sus versos– e invita a seguir la lectura mientras la va cantando.
Docente: Ahora que ya la aprendimos, se las voy a escribir en el pizarrón. (…) Vamos a
tratar de leer la canción. (Lee y canta la canción con señalamiento continuo).
Nene: ¡Es muy larga!
Algunos: ¡¡¡Sí!!!
3
Los fragmentos seleccionados del registro de clase corresponden a una sala de 5 años, a cargo de la
docente Evangelina Mosca del Jardín de Infantes N.° 905 del Distrito de Chascomús.
Evangelina canta la canción y va siguiendo con el dedo por dónde va diciendo con la intención
de mostrar las relaciones entre la oralidad y la escritura. Se asegura que chicas y chicos sigan
con la vista el señalamiento que realiza. Luego, propone encontrar cuántas veces dice
“barba” y buscar dónde lo dice.
La maestra lee el primer verso con señalamiento continuo con la intención de circunscribir en
un enunciado dónde dice “barba”. Las chicas y los chicos se animan a hacer anticipaciones. En
el caso de Sergio lee “barba” en PELOS en el final del verso, mientras que Daniela de manera
más ajustada señala MI BARBA. La maestra sin desestimar ninguna de las respuestas recupera
ambos aportes y nuevamente lee con señalamiento el verso completo e insiste con el
problema de lectura ofreciendo una nueva pista: “¿Dónde dirá ‘barba’? ¿Al principio o al final?
Cuando lo cantamos ¿lo decimos al principio o lo decimos al final? (repite el verso de la
canción)”.
De este modo, su intervención tiene la intención de que las chicas y los chicos empiecen a
pensar acerca de las relaciones entre la emisión oral y la cadena gráfica, cómo lo dicho
está escrito y que si se dice primero se escribe primero.
Para que las niñas y los niños puedan confirmar o rechazar las anticipaciones realizadas la
maestra escribe BÁRBARA, BARATO Y BARCO. Luego, señala: “Fíjense cómo empiezan (repite
las palabras mientras señala dónde inicia y dónde termina), entonces ¿dónde dirá acá (señala
el verso) ‘barba’?”. Se trata de ofrecer varias escrituras como fuentes de información seguras
que tienen una parte en común –en este caso el inicio– con la palabra que se intenta leer. La
maestra las escribe, pues no se trata de establecer las partes comunes entre palabras orales,
sino de establecer relaciones entre partes de la oralidad y partes de lo escrito. Las chicas y los
chicos encuentran dónde dice “barba” porque se dan cuenta que tiene las mismas letras que
las escrituras proporcionadas por la maestra. Pasan al pizarrón para dejarlo señalado, en ese y
los otros versos.
Algo parecido sucede cuando Evangelina propone contar cuántas veces dice “pelos” y buscar
dónde lo dice.
Docente: (…) ¿Vamos a buscar “pelos” en la canción? Voy a leer el primer verso: “Mi barba
tiene tres pelos”.
Varios: Acá (señalan TIENE).
Nene: No, acá (señala PELOS).
Docente: A ver, algunos dicen que acá (TIENE) dice “pelos” y otro compañerito opina que dice
acá (PELOS). Fíjense si lo digo al principio o lo digo al final (repite el verso).
Varios: Acá, acá (señalan TIENE).
Otros: Acá, acá (señala PELOS).
Docente: A ver, díganme algo que empiece como “pelos”.
Nene: ¡Pepe!
Esta vez, para confirmar o rechazar las anticipaciones de las niñas y los niños la maestra les
solicita pensar palabras que empiecen como “pelos”. Las chicas y los chicos proponen “Pepe”,
“pelota” y “papá” y encuentran “pez” en el abecedario ante el pedido explícito de la maestra:
“Fíjense en el abecedario si hay alguna que empieza como ‘pelos’”. Como vemos, Evangelina
aprovecha la situación para usar las palabras que forman parte del ambiente alfabetizador,
escrituras disponibles en el aula a las que refiere y deriva una y otra vez para, en este caso,
interpretar nuevas escrituras. Ella sabe que esta intervención propiciará la autonomía de sus
alumnas y alumnos en futuras situaciones en las que tengan que leer.
Con las palabras PEPE, PELOTA y PEZ escritas en el pizarrón las niñas y los niños logran
localizar dónde dice “pelos”. Finalmente, la maestra les entrega una copia de la canción para
pegar en el cuaderno.
¿Por qué las chicas y los chicos pueden realizar anticipaciones sobre lo escrito? ¿Por qué
pueden confirmar o rechazar esas anticipaciones tomando en consideración los índices
provistos por el texto? La situación de lectura asegura que las alumnas y los alumnos
dispongan de la información necesaria para coordinar; cuentan no solo con el texto escrito,
sino que también saben lo que dice porque lo conocen de memoria. De este modo, tener el
texto memorizado funciona como un contexto verbal que suministra una información
necesaria para interactuar con su forma escrita.
Como pudimos ver en la clase registrada, para leer no es necesario que las chicas y los chicos
sepan las letras de antemano. Avanzan en la construcción del sistema de escritura, mientras
interactúan con todas las letras juntas en el contexto de los textos –no de forma aislada ni a
partir de sus nombres o sonidos–, al tiempo que se ejercen prácticas sociales del lenguaje.
Disponible aquí.
Aimée es una alumna de 2.o año. Sabe el poema de memoria porque su maestra lo ha leído
varias veces. ¿Por qué este texto resulta propicio para enseñar a leer? ¿Qué intervenciones
podría hacer la docente para que Aimée siga reflexionando sobre la escritura?
Desde el primer día de clases las y los docentes promueven el acercamiento de las niñas y los
niños a las narraciones a partir de la circulación de gran diversidad de textos. La lectura y
escritura de cuentos suele organizarse en secuencias o proyectos que implican la articulación
de diversas situaciones didácticas.
La reescritura de “Caperucita Roja” es una propuesta muy visitada por las maestras y maestros
de la provincia. Se trata de un proyecto cuyo propósito social es reescribir una nueva versión
y editarlo para su “publicación”. En este marco, las alumnas y los alumnos tienen
oportunidades de ejercer prácticas del lector y del escritor que se instalan al leer varias
versiones de un mismo cuento y al participar de un acto de escritura. Pueden además
apropiarse del lenguaje escrito de los cuentos tradicionales con lobos y avanzar en la lectura y
escritura convencional.
En el marco de este proyecto una de las situaciones posibles de lectura por sí mismos consiste
en leer ciertos fragmentos del cuento. En esta oportunidad, compartimos la lectura del diálogo
entre Caperucita y el lobo cuando se encuentran en el bosque.
¿Por qué leer diálogos? Los diálogos presentan determinadas marcas gráficas que anuncian
que un personaje “está hablando” (raya de diálogo, los signos de preguntas o exclamación) de
modo que esa diagramación del texto colabora en la anticipación de significados. Asimismo, en
los libros infantiles cada parlamento de los personajes está gráficamente dispuesto uno debajo
del otro, lo que permite “saber” que entre raya y raya hay un cambio en el turno de habla.
También suelen dejarse espacios más despejados en relación con el resto del texto.
—VOY A LA CASA DE MI ABUELITA, QUE VIVE DEL OTRO LADO DEL BOSQUE. LE LLEVO
ESTAS FRUTAS Y PASTELITOS PORQUE ESTÁ ENFERMA.
—SI QUIERES, JUGAREMOS UNA CARRERA. TÚ IRÁS POR ESE CAMINO, QUE ES EL MÁS
CORTO, Y YO IRÉ POR EL CAMINO MÁS LARGO.
La docente dedica un breve momento colectivo a intercambiar con sus alumnas y alumnos
sobre ese episodio de la historia para asegurarse que el grupo recuerde que es el momento en
que el lobo engaña por primera vez a Caperucita. Luego, les propone leer individualmente el
diálogo con una copia del texto en sus manos. Veamos cómo se produce la interacción que la
maestra sostiene con Ámbar.
Docente: (Señalando el primer parlamento). En esta parte habla el lobo. ¿Quién te parece que
hablará acá? (En el segundo parlamento).
Ámbar: Acá, Caperucita.
Docente: … ¿Y acá? (Señala el último parlamento).
Ámbar: ¿El lobo?
Docente: Así es. En la primera parte el lobo le habla a Caperucita, después contesta
Caperucita y al final vuelve a hablar el lobo (señalando cada parte).
4
El registro de clase y algunos de los análisis realizados están tomados de Kaufman, Lerner y Castedo
(2015).
¿Por qué la maestra realiza esta primera intervención? Saber qué personaje habla en cada
parlamento (el lobo o Caperucita) le permitirá a la niña anticipar lo que puede decir y lo que no
puede decir de ningún modo.
Docente: Ahora vas a tomarte un ratito para leer qué empieza a decir el lobo en este pedacito
de texto. (Señala BUENOS DÍAS, HERMOSA NIÑA, ¿A DÓNDE VAS?)
Ámbar: (Se apura y señala BUENOS DÍAS, HERMOSA NIÑA) Dice: “Buenos días, Caperucita”.
Docente: ¿Dónde dice “Caperucita”?
Ámbar: (Busca en el texto repitiendo “Caperucita”) No dice…
Docente: ¿Qué dirá entonces?
Ámbar: No sé.
Docente: A ver, acá (¿A DÓNDE VAS?) el lobo le pregunta algo a Caperucita. Tratá de leer qué
le pregunta.
Ámbar: ¿Que vaya por el camino más corto?
Docente: Acá está preguntando (Vuelve a señalar el texto). Fijate si alguna letra te ayuda a
leer qué pregunta.
Ámbar: ¡La “a”! A… ¿a dónde vas? Sí, la “o” (Señala DÓNDE).
Docente: ¿Desde dónde hasta dónde pregunta a dónde vas?
Ámbar: (Señala ¿A DÓNDE VAS?)
Docente: ¡Muy bien, Ámbar, pudiste leer qué le pregunta el lobo!
La docente le propone a Ámbar leer lo que dice el lobo en el primer parlamento. Decide
comenzar acotando el pedido de lectura a la primera intervención del lobo (BUENOS DÍAS
HERMOSA NIÑA, ¿A DÓNDE VAS?) para circunscribir las posibilidades de anticipación y
búsqueda de indicios en el texto. La niña tiene una idea bastante aproximada del contenido,
pero ignora de qué manera está expresado. Entonces, el problema que se le presenta es
decidir cómo dice lo que ya sabe que dice, cómo dice el lobo en esa parte, tomando en
consideración los indicios provistos por el texto.
Ámbar anticipa de forma ajustada que lo primero que hace el lobo cuando se encuentra con la
niña es saludarla. Pero el desajuste se produce en la anticipación acerca de cómo llama el lobo
al personaje; lee “Caperucita” en lugar de “hermosa niña”. La docente interviene para que
verifique dicha anticipación, seguramente porque sabe que ella ya está en condiciones de
tomar en cuenta indicios de la escritura para descartarla. Entonces le pregunta: “¿Dónde dice
‘Caperucita’?”. Esa intervención hace que la alumna vuelva al texto y repare en algún indicio
cualitativo (letra) que le permita verificar o rechazar que ahí dice “Caperucita”. Ámbar se da
La docente decide no insistir y continúa con el siguiente enunciado (¿A DÓNDE VAS?) porque
considera que es más anticipable a partir del conocimiento de la trama del cuento ya que en
ese diálogo la pregunta sobre a dónde va Caperucita es central. Con la intención de ofrecer
más información para coordinar le indica que es una pregunta. “El lobo le pregunta algo a
Caperucita. Tratá de leer qué le pregunta”.
Ámbar sabe que en ese diálogo el lobo engaña a Caperucita con los caminos y por eso
insegura anticipa y pregunta: “¿Qué vaya por el camino más corto?”. La docente, le ofrece
información recordándole que se trata de una pregunta. Así explicita una estrategia lectora al
pedir a su alumna que localice indicios que la ayuden a anticipar “Fijate si alguna letra te ayuda
a leer qué pregunta”.
Veamos ahora otra parte del registro en el que la interacción sucede en torno al parlamento
siguiente en el que habla Caperucita Roja. Antes de comenzar a leerlo, la docente lee el primer
parlamento del lobo, completando la parte que la niña no había podido interpretar.
Docente: Entonces hasta acá el lobo dice “Buenos días, hermosa niña, ¿a dónde vas?”.
Veamos ahora qué le contesta Caperucita. (Señala la respuesta: VOY A LA CASA DE MI
ABUELITA QUE VIVE DEL OTRO LADO DEL BOSQUE. LE LLEVO ESTAS FRUTAS Y
PASTELITOS PORQUE ESTÁ ENFERMA).
Ámbar: A la casa de mi abuela.
Docente: ¿Podés marcar con tu dedito dónde dice eso?
Ámbar: (Marca globalmente el renglón).
Docente: Buscá dónde dice abuela.
Ámbar: (Repite mientras busca: “aaa”, “abuelaaa”) ¡Acá! (Señala ABUELITA.)
Docente: ¿Abuela tiene “i”?
Ámbar: (Mira sorprendida.) ¡¡¡Ah, no!!! Dice abuelitaaaaa…
Docente: ¡Sí, Ámbar. Dice “abuelita”!
Ámbar: Yo sé leer (festeja), porque tengo cuentos de historias. Me encantan los libros.
La niña hace una anticipación muy cercana a lo que dice el texto, aunque considera que dice
“abuela” en lugar de “abuelita”. La maestra tiene la oportunidad de presentar un problema
bien interesante que consiste en decidir qué dice entre dos posibilidades muy parecidas
(“abuela” o “abuelita”). Entonces le pide que identifique dónde dice “abuela” colocando a la
Las sostenidas intervenciones de la docente que apuntan a identificar en el texto dónde dice
una palabra específica permiten que la niña se vaya apropiando de esa estrategia lectora que
implica anticipar/ tomar indicios cualitativos en el texto/ corroborar o desechar lo anticipado,
cada vez con mayor autonomía. Tanto es así que cuando la docente le propone leer el último
parlamento Ámbar busca pistas en el texto por sí sola.
Docente: Ahora pensemos qué puede decir acá (Señala LE LLEVO ESTAS FRUTAS Y
PASTELITOS PORQUE ESTÁ ENFERMA).
Ámbar: (Permanece en silencio.)
Docente: ¿Te acordás qué le llevaba a la abuelita?
Ámbar: Comida y flores. Sí, mirá, acá diceee. (Señala frutas.) Dice “flores”, tiene esta (Señala F.
Duda.) No, no dice… Tiene esta (Señalando RU) La “uuuu”. ¿Dice “fruta”?
Docente: Sí, ahí dice “frutas”. Pensaste muy bien, Ámbar.
Ámbar: Mi papá me dice que no sé leer y que soy boba porque adivino…
Docente: Pero no adivinaste. Pensaste que si había una U no podía decir “flores” y sí “fruta”.
Está muuy bien cómo pensaste.
Como hemos visto, leer fragmentos implica un problema de lectura más difícil. En esta
situación de lectura por sí mismos de parlamentos de personajes las chicas y los chicos
enfrentan el desafío de descubrir qué dirá en un texto continuo del que cuentan con menos
información que en las situaciones descritas anteriormente. La situación resguarda una
condición importante: las alumnas y los alumnos conocen el contenido del texto a leer aunque
no lo saben de memoria, contexto que les permite efectuar anticipaciones pertinentes.
Para desarrollar en el aula cualquiera de las situaciones analizadas es preciso que las y los
docentes conozcan qué saben las chicas y los chicos acerca de la lectura. A partir de
ciertos instrumentos es posible diagnosticar el conocimiento inicial de las alumnas y
alumnos y evaluar sus avances a lo largo del año escolar. Se
trata de conocer en qué medida despliegan las estrategias de
coordinación de datos y de anticipaciones precursoras de la
lectura convencional (Kaufman, 2015).
De este modo, estas evaluaciones, que pueden llevarse a cabo
en dos o tres momentos del año, resultan de utilidad para el
docente ya que le permitirán desarrollar situaciones de
enseñanza en diálogo con las ideas de las chicas y los chicos.
Disponible aquí.
A modo de cierre
Como desarrollamos a lo largo de este módulo promovemos situaciones para que chicas y
chicos aprendan a leer leyendo. Resguardamos que en todas ellas el texto a leer resulte más o
menos previsible y les permita, desde sus esquemas interpretativos disponibles, elaborar
estrategias lectoras con el fin de construir significados. Como hemos visto en los ejemplos, las
docentes no esperaron a que todas y todos conozcan las letras o sus sonidos para proponer
situaciones de lectura por sí mismos. Desde el inicio, y asegurando ciertas condiciones las
alumnas y alumnos se enfrentan al desafío de leer textos.
Las situaciones de lectura por sí mismos desarrolladas y analizadas en este módulo están
diseñadas teniendo en cuenta en simultáneo ciertos criterios (variables didácticas) que
permiten ofrecer problemas de lectura diferentes y que es necesario contemplar en la
planificación:
➔ Las características del texto que se solicita leer. La organización del texto
–continuo o discontinuo– presenta una disposición gráfica que ofrece mayores o
menores posibilidades de advertir indicios para coordinar con lo que se sabe o se cree
que está escrito. Así, para las niñas y los niños resulta más fácil leer dónde dice un
nombre en una lista que leerlo en un fragmento. Además, textos como las canciones o
los diálogos presentan una estructura que ofrece “pistas” (palabras repetidas y
rimadas y guiones de diálogo respectivamente) que colaboran en la anticipación que
realizan las chicas y los chicos.
- Pide que ubiquen dónde dice algunas palabras o partes de palabras específicas.
- Ofrece información indirecta para localizar algunos enunciados escribiendo las palabras
mientras las dice.
-Pide que anticipen qué dice en una parte no leída a partir de otra cuyo significado ya se
conoce.
- Solicita que busquen una escritura que tiene una parte en común con otra.
- Hace reparar en indicios cuantitativos o cualitativos del texto (inicio y final) para verificar o
rechazar las anticipaciones.
López, A.; Peret, L., Wallace, Y. (Col, Castedo, M.) (2013). Leer poesía en el aula. Tema
I. Didáctica de la Alfabetización inicial II. Maestría en Escritura y Alfabetización.
UNLP.
Castedo M. y otros. (2001). Propuestas para el aula. Material para docentes. Lengua.
Primer Ciclo. Actividad N.o 2 “Lectura de un texto que se sabe de memoria”.
Programa Nacional de Innovaciones Educativas. Ministerio de Educación de la
Nación.
Kaufman, A. M.; Lerner, D.; Castedo, M. (2015). Documento transversal N.o 2. Leer y
aprender a leer. Alfabetización en la Unidad Pedagógica. Especialización docente de
nivel Superior. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
Videos