La Evolución Del Mapa de Barcelona A Través de Los Siglos

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La evolución del mapa de Barcelona a través de los siglos

Por Gonzalo Prieto / Ciudades / Barcelona / 30 mayo, 2017 / 7 minutos de lectura

Las huellas históricas de Barcelona se extienden hasta el 4.000 aC. Concretamente desde finales del Neolítico. De
entonces datan algunos restos encontrados en el subsuelo de la ciudad. Por la capital catalana han pasado
numerosos pueblos. Desde los íberos a los romanos, pasando por los musulmanes o los visigodos. No hay restos de
ese mapa de Barcelona.

En las faldas de Monjuïc se encontraba Barkeno desde el siglo IV antes de Cristo. Era uno de los poblados ibéricos
más importantes de la zona. Controló el comercio marítimo y fluvial del río Llobregat y acuñó monedas con la
leyenda del enclave. También entró en contacto con las potencias económicas del momento, entre ellas la Roma
republicana. Así lo aseguran los estudios más recientes. Hasta ahora, se sabía que había un poblado íbero, pero se
desconocía su importancia.

Los romanos se habrían asentado primero en la montaña y después en el llano en el siglo I aC. Por eso, cuando se
fundó la colonia se le dio el nombre de Barcino, adoptando así el del poblado íbero y su moneda.

Fundada en tiempos de Augusto, Barcino fue próspera aunque pequeña. La ciudad tenía por entonces una superficie
de unas trece hectáreas. Era pues pequeña si la comparamos con las 60 hectáreas con que contaba Tarraco o las 100
de Emérita Augusta.

Cuando los romanos decidieron fundar la ciudad, el lugar elegido fue el denominado Mons Taber. Era una pequeña
elevación cerca del mar, de fácil defensa y con un excelente control sobre el llano que enlaza con la cordillera litoral.

A partir del siglo III se introdujo el cristianismo y, entre los siglos V y VIII, la ciudad formó parte del reino visigodo,
pasándose a llamar Barchinona. Tras una breve ocupación musulmana, Barcelona entró en la órbita del Imperio
Carolingio. Una situación que duró hasta que se constituyó como condado y se independizó en el siglo X.

Primeros asentamientos extramuros

Durante el siglo XI, el Condado de Barcelona se convierte en el centro político, económico, social y comercial de la
zona y la ciudad va creciendo en importancia. Una vez las incursiones musulmanas se van desvaneciendo, se
producen los primeros asentamientos extramuros.

Se crean así diversos núcleos de población, generalmente en torno a iglesias y monasterios. Es el caso de la iglesia de
Santa Maria del Mar, donde se creó un barrio de carácter portuario. Lo mismo ocurrió con la iglesia de Sant Cugat,
en la zona del Besós, de carácter agrario, o el barrio de Sant Pere en torno a Sant Pere de les Puel·les. La creación de
estos nuevos asentamientos acabaría obligando a ampliar el perímetro amurallado.

Un total de tres cinturones de murallas han rodeado la ciudad desde la antigüedad hasta los tiempos modernos. Y
esas murallas fueron dibujando el mapa de Barcelona. Los romanos comenzaron el primero de estos cinturones en el
siglo I dC y lo reconstruyeron sucesivamente hasta el siglo IV (es la línea naranja del mapa inferior).

Las otras dos murallas consolidaron nuevos espacios urbanos en círculos concéntricos para incorporar nuevos
asentamientos que se fueron formando fuera de la ciudad romana original. Ambas datan de la Edad Media. La
primera fue construida durante el siglo XIII (línea azul y parte del sector de la derecha en verde), y la segunda, ya a
finales del siglo XIV (línea verde).

El perímetro amurallado del siglo XIII se extendía durante unos 5 kilómetros. Dejaba un frente abierto al mar, para
no entorpecer el movimiento portuario ni el tráfico marítimo. Delimitaba un área de unas 131 hectáreas y
multiplicaba por diez la extensión de la ciudad romana.

Las murallas seguían las actuales Ramblas, la Ronda de San Pedro, el actual Arco de Triunfo, el Paseo Lluis Companys
y los parque de la Ciutadella. Este trazado englobaba en su interior gran parte de las «villas nuevas». Se trataba de
una muralla de ochenta torres, de las cuales 27 correspondían al tramo de la Rambla.

De 1357 datan las primeras disposiciones reales encaminadas a continuar la segunda muralla por la parte oriental.
Asimismo se inicia la muralla que se llamará del Raval. Rodeaba Barcelona por poniente, para englobar instituciones
religiosas (Sant Pau del Camp) y hospitalarias (Hospital de la Santa Cruz) que se habían quedado fuera del recinto
amurallado.

El nuevo recinto amplió el perímetro en más de 6 kilómetros y acotó una superficie de 218 hectáreas. Los trabajos de
construcción duraron aproximadamente un siglo, desde mediados del siglo XIV hasta mediados del siglo XV.

Durante los siguientes siglos, las murallas delimitaron el crecimiento de la ciudad y fijaron el mapa de Barcelona.
Pero ya a mediados del siglo XIX el aumento de la población y el consiguiente riesgo para la salubridad hacía
aconsejable el derribo de las murallas medievales. Este hecho se produjo en 1854.

El Ensanche de la ciudad

La ciudad medieval se vió a partir de entonces sobrepasada y en 1855 se preparó un proyecto de ensanche, dirigido
por Ildefonso Cerdá. El proyecto se estructuró en torno al casco viejo y la Barcelona antigua.

Apareció un nuevo mapa de Barcelona. Vio la luz una nueva ciudad totalmente diferente, basada en un plano
ortogonal, con calles paralelas al mar y otras perpendiculares. Formaban una retícula de cuadrados uniforme o
manzanas de 113 metros de distancia, con calles de 20 metros de anchura.

Los vértices o picos de las manzanas se limaron con un chaflán. La monotonía se veía rota por algunas calles que
cruzaban el «damero» en un sentido diagonal. Es el caso de las avenidas Diagonal y Meridiano. Esto favorecía la
rápida comunicación entre el centro y la periferia.

La Barcelona medieval en negro. El ensanche de Cerdá, en marrón.

Se dio de este modo inicio a la expansión territorial de la ciudad con el Ensanche o Eixample que cambió por
completo el mapa de Barcelona. Se produjo la apertura de nuevas vías en el lugar de las murallas, como las rondas
de San Pablo, San Antonio, Universidad y San Pedro.

Sin duda, el siglo XIX fue una época de un gran crecimiento para la ciudad y eso se refleja en la evolución del mapa
de Barcelona. Crecimiento tanto a nivel demográfico como económico y urbanístico. El plan de Ensanche y la
anexión de varios municipios colindantes supusieron una gran ampliación del perímetro urbano.

Original del plan Cerdá. 1859.

Uno de los grandes impulsos urbanísticos que vivió la Ciudad Condal en esta época fue la Exposición Universal de
1888. Se mejoraron las infraestructuras y Barcelona dio un importante salto hacia la modernización y el desarrollo.

Se construyeron un buen número de edificios en torno a la exhibición, como el Mercado del Born o el complejo
residencial de los pórticos de Fontserè. Entre 1900 y 1930, Barcelona pasó de medio a un millón de habitantes.

La llegada del metro a Barcelona

Coincidiendo con este momento álgido para la ciudad, vio la luz la primera línea de metro, que se inauguró en 1924.
Unía las estaciones de Plaza de Cataluña y Lesseps. Un tramo de apenas 2,7 kilómetros de longitud con tres paradas
intermedias: Aragón, Diagonal y Fontana.

Primigenio mapa de metro de Barcelona

Un antiguo plano de metro de Barcelona

Posteriormente la línea quedaría prolongada bajo las Ramblas hasta el Liceo y bajo la Vía Layetana hasta
Urquinaona, Jaime I y Correos. Ya en 1961 el Ayuntamiento de Barcelona fusionó el Gran Metro con el Ferrocarril
Metropolitano de Barcelona, empresa conocida como la del ” Transversal”.

El siglo XX: Barcelona global

La Exposición Internacional de 1929 transformó la plaza de España y las laderas de Montjuïc. La actuación urbanística
más importante en estos años fue la apertura de la Vía Layetana, que conectaba el Ensanche con el mar.
De la primera década del siglo XX datan las grandes obras del modernismo catalán. La labor creativa de Antonio
Gaudí y Lluís Domènech i Montaner, dio lugar a monumentos como el Parque Güel, la Casa Milà, la Casa Batlló o el
Palacio de la Música Catalana.

Entre 1936 y 1939, la ciudad vivió más de 200 bombardeos que provocaron 2.500 muertes y decenas de miles de
heridos. El Ayuntamiento aprovechó los destrozos de la guerra para mejorar las zonas urbanas más deterioradas y
proyectar nuevas avenidas. A tal efecto se llevó a cabo una reforma de las ordenanzas municipales. Efectuada en
1942, favoreció la especulación inmobiliaria.

La construcción de viviendas se llevó a cabo, en muchos casos, sin una planificación urbanística previa. Además, se
aumentó la altura de los edificios respecto al ancho de las calles. Esto provocó unas diferencias notables entre
edificios construidos en diferentes épocas. También la presencia de numerosas paredes medianeras que afeaban el
espacio urbano, problema que aún padece la ciudad.

La dictadura franquista significó un período de cierta decadencia, aunque la posterior llegada de la democracia
revitalizó de nuevo la ciudad. Barcelona logró situarse como ciudad de gran relevancia tanto en el contexto español
como europeo. En este sentido, los Juegos Olímpicos de 1992 situaron a la Ciudad Condal como la metrópoli de
reconocido prestigio internacional.

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