Alma en Desorden Vol. 2
Alma en Desorden Vol. 2
Alma en Desorden Vol. 2
El alma en desorden
Alineándose con los movimientos del amor
Jan Crawford © 2018 Signos Ediciones © 2018
INDICE
Prólogo ............................................................... 5
La visita de Cristina ................................................... 7
Las almas optativas .................................................. 19
La niña de hielo ...................................................... 25
Mi madre ............................................................ 35
Mi padre ............................................................. 43
La tierra lejana ....................................................... 49
El movimiento feminista.............................................. 53
Trabajando y amando ................................................ 59
Bert Hellinger: el maestro ............................................ 71
La copa de la vida .................................................... 81
Las corrientes profundas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
93
La terapeuta difícil ..................................................111
Fuerzas superiores ..................................................131
Reconocimientos....................................................142
Bibliografía .........................................................145
Acerca de la autora ..................................................148
Para A y H
Las siguientes mejores chances
PRÓLOGO
Dios, tampoco podía saber entonces que sufriría de reumatismo por tener que
ocultarme de las turbas que por ser mormones incendiaron nuestra casa y nos
obligaron a huir en las noches heladas. Ni que debido a eso, mi inquieta bebé
Sarah Ann caería de entre mis manos en la chimenea y que tendría que
arrastrarla fuera de las llamas con los dientes… ni de las cicatrices que dejaría. Y
es que sí, aunque mi Robert y yo cuidamos a nuestros pequeños lo mejor que
pudimos, no estábamos en condiciones de asegurar que sobrevivieran al día
siguiente o de prever qué podría venir tras nosotros.
Ni que la vida de nuestra tataranieta Jan hubiera sido la más dura de conjurar.
No pareciera que hubiese nada en ella semejante a nosotros. Nosotros tuvimos
quienes se dieron a la bebida e incluso quienes cometieron crímenes realmente
graves, pero reconozco que aún así, quizás fuera ella la más extraviada de todos.
Y no fue por sus religiones ajenas o, por lo que hubiéramos pensado entonces,
fuera su vida alejada de Dios. Fueron más bien sus modales atrevidos y
descuidados, y no tener en consideración a la familia de su padre y aún a su fe.
Eso fue difícil de soportar. Pero sobre todo nos entristecía lo poco que ella hacía
por recibir los dones que muchos de nosotros disfrutamos.
Pero veo ahora que, como cada uno de nosotros, ella estaba encontrando su
camino. Y este libro suyo es acerca de su visión de que podemos hacer mucho
más que estudiar los hechos sobre quienes nos precedieron. Resulta que cada
uno puede ocupar su justo lugar entre ellos, y al hacerlo favorecer que ellos
también lo hagan.
Así que el libro de nuestra Jan es el gentil y realista relato de nuestra familia.
Pero ella no lo hubiera escrito si no fuera porque muchos otros semejantes sufren
algún tipo de trastorno en sus fuerzas y en sus afectos. Hablando sobre lo que la
gente en su tiempo llama “psicología” y “espiritualidad”, ella nos describe como
algunos, de certeros y hermosos intelectos y corazones, están enseñando cómo
volver a sanar esos lugares dañados, en un viaje en el cual quienes lo emprenden
pueden encontrar su camino de regreso a todos nosotros y luego seguir adelante
recuperados.
Y resulta que muchos otros amigos -en lugares de los que nunca antes escuché,
como “Mongolia” o “Sri Lanka”- están contando sus propias historias por lo que
ellas nos dicen acerca de un nuevo tipo de felicidad, una clase de felicidad por la
que nosotros y muchos otros aún en su tiempo sólo pueden orar y añorar.
Mary Smallman Watkins Alpine, Utah
LA VISITA DE CRISTINA
sta es la historia de la fuerza vital que insiste en surgir con más energía aún,
según voy dejando un nivel de verdad por otro, más esencial. La belleza en este
movimiento es que ocurre sin importar los obstáculos en su fluir. Y, en esencia,
este libro constituye una memoria íntima de cómo esa fuerza viaja a través de
generaciones en mi propia familia hasta mí y, con menos obstáculos ahora, a
través de mí a aquellos que seguirán.
Con apenas disimulado desdén, yo rechacé a mis dos padres y sus familias por
casi toda una vida. Incapaz de mencionar siquiera el temor de que las historias
de ambos fueran demasiado peligrosas aún para conocerlas, inconscientemente
reaccioné con el sentimiento de que había lugares irrevocablemente desolados en
ellos y, en consecuencia, también dentro de mí. Conociendo muy poco acerca de
las realidades de cada ascendiente en ese momento, sentía que estaban cargados
de una tragedia e indiscriminada vergüenza demasiado grandes como para poder
soportarlos.
Ella colocó una de las figuras de dos pulgadas sobre la mesa frente a nosotros y
dijo: “Esta figura representa a tu padre”. Al poner una de las figuras más altas de
frente a su espalda una pulgada por detrás, dijo: “Esta figura representa a su
padre”, un misteriosamente nunca mencionado alguacil de Missouri que fue
asesinado en un tiroteo en 1916, cuando mi padre tenía dos años de edad. Luego,
ella puso los brazos del padre sobre los hombros del mío.
Dados mis sentimientos hacia mi padre, me sorprendió estar tan repentinamente
conmovida. Y al seguir contemplando las figuras, apenas podía soportar la
intensidad deuna reacción creciente en mí. Me encontré diciéndole a Cristina:
“No, mi abuelo solo puede tener un brazo en el hombro de mi padre!”.
Realmente yo no tenía idea si lo que estaba experimentando era un inesperado
sentimiento de protección hacia mi padre -la sensación de que eso sería más de
lo que podría soportar— o si simplemente se trataba de un desborde emocional.
Entonces ella bajó uno de los brazos, y yo sentí un inmediato alivio y una mejor
disposición para absorber la realidad que estaba comenzando a ver y sentir.
Luego ella preguntó, “Te pondrías de pie, y estaría bien para ti si yo también lo
hago para representar a tu padre?” Yo asentí con cautela pero dije con firmeza,
¨Si tú me miras a los ojos representando a mi padre, no sería acertado. Con
excepción de haber apoyado nuestras cabezas uno en el otro en nuestros últimos
momentos juntos, no recuerdo que él haya tenido nunca ningún tipo de contacto
personal conmigo.¨
Incómoda, a medida que caminaba hacia el centro del ambiente, noté que no
podía mirar en dirección a “mi padre” que estaba parado a unos pocos piesy de
frente hacia mí. Obviamente él tampoco podía mirarme, Cristina me comentó
luego que como mi padre, sintió su mirada fuertemente llevada a volverse y
dirigirse hacia el piso, detrás de ella. En ese momento, quedó aún más claro al
observar las figuras de plástico juntas, que mi padre con todo su ser estaba -y
siempre había estado- impulsado a estar con su padre. Y a medida que yo
aceptaba todo lo que estaba sucediendo, un cambio comenzó a permitirme sentir
por vez primera la bien disimulada pérdida y el anhelo de toda una vida de mi
padre. Como más tarde fui capaz de articular, resultó que él no estaba, según yo
llegué a caracterizarlo, tan “disociado”, sino que estaba asociado en otro lugar.
Igualmente importante: lo que me fue dado aquel día también vendría a resolver
el gravemente distorsionado vínculo con mi madre y mi ascendencia materna, y
en consecuencia con la plenitud de mis posibilidades como mujer. Acerca de ese
vínculo Bert Hellinger, el hombre cuyo trabajo me presentó Cristina ese día,
escribió en su libro “Success In Life” (El Éxito en la Vida):
Aceptando (a nuestra madre) como la fuente de nuestra vida, con todo lo que
fluye a través de ella hacia nosotros, aceptamos nuestra propia existencia; en la
medida en que aceptamos a nuestra madre, aceptamos nuestra vida como un
todo… Aquellos que tienen reservas acerca de sus madres, también tienen
reservas acerca de la vida y de la felicidad. Tal como sus madres se retraen de
ellos como resultado de sus reservas y rechazo, así la vida y el éxito se retraen
de ellos también. (p. 11-12)
Como lo es para tantos otros, también es cierto que inicialmente, cuando empecé
a experimentar esta vívida dimensión de sanación, fue en principio
desconcertante, no importa cuán destructivos fueran para nosotros los antiguos
puntos de referencia. Pero con la ayuda de Suzi, varias otras inspiradas guías y
colegas miembros de los grupos, aún los obstáculos más fosilizados para éste
amor mayor comenzaron a quitarse y disolverse.
A tal punto que, sentada junto a Hellinger en Austria seis años después, él tomó
gentilmente mi levemente temblorosa mano entre las suyas cuando le entregaba
la primera versión de éste libro. Pocos minutos más tarde, cuando me disponía a
irme, le dije por sobre mi hombro: “Esta es mi historia de amor”. El respondió:
“Si lo es, será un éxito.” Por entonces, entendí que el éxito a que él se refería
consistía en que contribuiría a la vida si estuviera escrito desde el amor. Y
tomando muy seriamente esas palabras, a mi regreso a los Estados Unidos decidí
escribir una segunda versión para asegurarme de que lo que le había expresado
era completamente verdadero.
Y la persona más responsable por esta gran autenticidad es Suzi. Una mujer muy
agradable, de 1 metro 60 centímetros de altura, con faldas de diseñador vintage y
botas vaqueras, Suzi Tucker es escritora, pintora, editora de Hellinger en Estados
Unidos, facilitadora experta de Constelaciones Familiares, y realiza una
significativa contribución a la divulgación de sus ideas. En nuestro trabajo ella
me ha ayudado a mí y a tantos otros a tener una confianza en la vida más allá de
lo que podríamos haber anhelado y, en mi caso particular, en ese camino,
también revelar la enormidad del precio pagado por haberme separado tan
radicalmente del corazón común de mi familia.
Aunque aplacada y justificada por años de catarsis y empatía hacia mis heridas
reales y percibidas, pude concluir algo acerca de mi proceso terapéutico: había
llegado a convencerme que el distanciamiento de mi familia era justificado, y
que podría y debería encontrar nuevos y mejores madre o padre en mis
terapeutas o, en una instancia tan última como irreal, en mis parejas. Y como lo
describo en La Terapeuta Difícil, ahora reconozco que al igual que mis propios
terapeutas, con las mejores intenciones y justificaciones terapéuticas, también yo
fui sin saberlo un instrumento del distanciamiento de mis pacientes de su
familia, y en consecuencia también de su curación profunda.
Soy afortunada mas allá de las palabras de que mi trabajo haya estado
fuertemente influenciado por el inspirado genio del traumatólogo Dr. Peter
Levine. El trabajo de Levine continúa enseñándome que la felicidad y aún la
claridad espiritual resultan insostenibles a menos que uno aprenda a facilitar que
el sistema nervioso libere el trauma y encuentre puntos de resiliencia y bienestar
en el propio cuerpo. Aún más que eso, fue una introducción hacia la confianza
en una inteligencia en el cuerpo mucho más allá de cualquier intervención
terapéutica que yo pudiera imaginar.
Y al igual que una cantidad de médicos en todo el mundo que está descubriendo
y escribiendo acerca de esto (ver Schmidt y St. Just), también yo encontraría que
el entendimiento de Levine acerca de la capacidad natural del organismo para
guiarnos hacia la salud física y psicológica, tiene una extraordinaria
compatibilidad con el abordaje generacional de Hellinger sobre las capacidades
del alma para guiarnos fuera del trauma y hacia su plenitud.
Creo ahora que esa fuerza es más apoyada por medio de un juiciosamente
arbitrado conocimiento de que la persona que el cliente ha elegido para trabajar
también está en un camino continuo de auto-descubrimiento de quiénes y qué
somos. Al ser simplemente, como dijera Heinz Kohut, “un humano entre
humanos” estoy reconociendo implícitamente la madurez de ambas personas en
lugar de alentar la falsa expectativa de que reside sólo en mí como terapeuta.
Como Suzi escribió en un poema inédito:
“Alzado el pesado velo del secreto nuestros íntimos anhelos revelados se tornan
en puntos de encuentro”
Estaba en Barcelona con Carmen, una mujer catalana con la cual no teníamos
idioma en común, cuando me ocurrió uno de estos pasos gigantescos de
resolución. A través de su silenciosa representación de mi madre, vislumbraría
por primera vez quién fue mi madre, y qué son todas las madres. Como
innumerables otros, dediqué muchos años de sincero trabajo terapéutico a
desentrañar el conflicto con mi madre. Sin embargo, no fue sino hasta la
representación de Carmen pasados mis sesenta años que fui capaz de dar los
primeros pasos auténticos para poder al final completar lo que los psicólogos del
desarrollo llaman la crucial “movimiento interrumpido hacia la madre”.
Puede ser que haya gente realmente afortunada que pueda hacer sin reservas ni
idealizaciones una afirmación como la siguiente: “Todos quienes me
antecedieron, incluyendo a mi madre y a mi padre, han sido un éxito completo
en todo el sentido del término, tal como fueron. He recibido la vida plenamente
de cada uno de ellos y de sus ascendientes, y he sido impulsado por su fuerza y
por su amor en un movimiento sin obstáculos hacia el futuro”. Mi experiencia
personal y profesional, sin embargo, es que la mayoría de nosotros respondemos
a nuestros padres y ascendientes -y en consecuencia a la vida misma- en el
marco de un difícil continuo que tiene el categórico rechazo en un extremo del
espectro y la idealización y dependencia infantiles en el otro.
Sin embargo, para aquellos que se encuentren interesados en el por qué somos
capaces de sentir cosas acerca de gente que jamás hemos conocido o que ha
existido en el pasado, muchos consideran que el “inconsciente colectivo” de Carl
Jung, o la “resonancia mórfica” de Rupert Sheldrake son conceptos que
contribuyen a esa comprensión. Y en su nuevo libro Trauma: Time, Space and
Fractals (Trauma: Tiempo, Espacio y Fractales) la especialista en traumatología
social Anngwyn St. Just hace una fundamentación convincente para aquellos
científicos que proponen que en lugar de ser lineal, el tiempo se contrae y
expande en función de patrones fractales de diseño y validez intrínsecos.
Además, como un aspecto de los traumas globales creados por la interferencia
con los patrones naturales, ella describe la forma en la cual conceptos del tiempo
específicos de una cultura han sido impuestos sobre naciones conquistadas.
Cualquiera sea la naturaleza del espacio o el tiempo, aquellos que han observado
y experimentado los patrones reiterados y la no linealidad del tiempo en los
movimientos dentro de las constelaciones sistémicas, podrán convenir en que es
evidente que ciertas formas de expansión y de inclusión ocurren en su
transcurso. Afortunadamente, en este trabajo no es necesario desarrollar un
completo entendimiento racional de lo que está ocurriendo en dichas
dimensiones para poder confiar en lo que uno está viendo y sintiendo.
ada uno de nosotros tiene su propio vocabulario para entender nuestras travesías
a través de la vida. Y para la lectura de este libro, o para trabajar con la técnica
de Hellinger, la creencia en un alma,
En estas páginas uso el término “alma” para representar el centro de nuestro ser
que tiene lugar y propósito específicos en un universo ordenado. Y podemos
pensar en ella como una vía de expresión para la fuerza vital. Cuando excluimos
y perdemos nuestro sentido de alineación con este centro, se contrae; cuando
recibimos y respondemos a la vida en una forma crecientemente inclusiva, el
alma se expande y nuestra entrega se expande naturalmente. Asimismo, aunque
me referí al alma “individual”, nunca estamos realmente aislados, no importa
qué tanto podamos sentirnos como si lo estuviéramos. En este proceso de recibir
y contribuir a la vida, como los protones, el alma puede sentirse a la vez como
una partícula y una ola que es inseparable del océano.
La superficie
Continuando con la metáfora, nos sentimos más como ola que como partícula a
medida que nos identificamos con las corrientes mas profundas del océano en el
segundo nivel. Estas corrientes son más lentas, más potentes y abarcadoras. Este
es el nivel de pertenencia incondicional, y a medida que resolvemos conflictos
en el nivel superficial, nos sentimos crecientemente menos como individuos
rígidamente definidos y más como parte integrante de una ola perpetua. Aquí los
detalles de la vida se tornan menos y menos interesantes o relevantes en tanto las
imágenes y estructuras interiores se hacen más transparentes y fluidas.
Asimismo, mientras pueden existir barreras objetivas en el presente en términos
del contacto con algunos miembros de nuestras familias, cuando permanecemos
aquí podemos reconocer a cada uno de los miembros de nuestra familia actual e
histórica tal como son y fueron.
El alma familiar
común que guía al grupo entero, no sólo a lo individual. Lo individual, por así
decirlo, es parte del alma familiar” (“No waves without the ocean” No hay Olas
sin Océano 2006, p.39). Sus estudios también le han mostrado que el alma
familiar es atrapada en la repetición y que “los destinos en la familia son
replicados” hasta que “en el reino espiritual, somos tomados por otra fuerza.
Ella nos conduce, y luego no podemos seguir como lo hacíamos antes” (“Rising
in love” Creciendo en el Amor 2008, p.151).
En los términos que estoy proponiendo, uno podría decir que el alma familiar
está en conflicto repetitivo -patrones fractales de conflicto- en el nivel de la
superficie. En cambio, esos conflictos pueden ser resueltos en las corrientes
profundas, y cuando están solucionados luego nos deslizamos naturalmente a la
vastedad del silencio. Aquí todas las dicotomías y distinciones se disuelven,
incluyendo el alma individual y familiar, y la funcionalidad ocurre con fluidez
como amor.
LA NIÑA DE HIELO
“Aceptando a nuestra madre como la fuente de la vida, con todo lo que fluye a
través de ella hacia nosotros, aceptamos nuestra propia existencia; en la medida
en que aceptamos a nuestra madre, aceptamos nuestra vida como un todo…”
ecuerdo tres momentos en que fui capaz de estar verdaderamente con mi madre.
El primero ocurrió sentada sobre su falda durante una de las varias sesiones
fotográficas a las que me llevó cuando
era niña. Yo tenía unos 3 años y recuerdo estar mirando hacia arriba, a sus labios
brillantes cubiertos con lápiz labial y estar conmovida, sintiéndome asombrada
por su belleza.
Pero ese día mi madre habló casi más al éter que dirigiéndose directamente a mí
acerca de la pobreza en la cual crecieron ella y sus once hermanos y hermanas
sobrevivientes. Comenzó a sollozar al contar que su madre sólo tenía un
pequeño catre para dormir. Luego relató las raras ocasiones cuando de alguna
manera conseguía comprar un helado y lo compartía con ella cuando le llegaba
el turno de sentarse a su lado en el catre. Era una experiencia acerca de la cual,
poco antes de su muerte a fines de los años ‘80, escribiría uno de sus hermanos,
que sólo tenía nueve años a la muerte de su madre: “Cuando mamá tenía algo de
dinero extra, lo gastaba en su gusto favorito, helado. Yo, mi hermano, Ruth y
Goldie nos sentábamos junto a ella. Mamá nos daba un bocado por turno hasta
que se terminaba por completo. Tomaba ella su parte? Tras pensar en esto, el
gusto aún persiste en mi boca.” Y mientras ella revivía sus memorias de aquellos
momentos y de la dolorosa pérdida de su madre, sin pensar me encontré
cruzando el cuarto, rodeándola con mis brazos y llorando en silencio con ella,
por su madre y por ella misma.
Fue 40 años más tarde que sucedió la tercera experiencia de puro amor entre mi
madre y yo. Sería uno de los momentos compartidos más felices de nuestra vida,
pero volveré a esto en el capítulo final de este libro. Puedo decir aquí, no
obstante, que si no hubiese comenzado ya en el año 2005 el trabajo que me
permitiría recuperar a mi madre, la carta que accidentalmente descubrí en 2009
habría sido más de lo que hubiera podido soportar. Escrita en su hermosa
caligrafía, estaba escondida en una vieja libreta de racionamiento de la Segunda
Guerra Mundial, en el álbum de bebé de diez pulgadas de espesor que había
hecho para mí con evidente esmero.
Mami y Papi.
Con mucha menor reserva, quise a mis jóvenes amigas, a varios de mis 36
primos y a mis perros. Y aunque estaba demasiado a la defensiva como para
demostrarlo en los momentos en que nacieron, sentí una secreta ternura hacia
mis hermanos y una preocupación por el mayor de ellos, sobre quien a menudo
recayó la violencia de mi padre. De todos modos el sentimiento que más viene a
mi memoria es el tibio reflejo del anhelo por estar con alguna otra familia. Y esta
reacción de huída se presentaba siempre acompañada por la disociación. Ambas
eran mi “normalidad” aunque en algún lugar profundo en mi interior me sentía
como si mi sangre debiera estar tan helada como los vientos del Ártico.
Por motivos que no comprendía, ser parte de mi familia no era una opción para
mí. Aunque yo hubiera rechazado el hecho de parecerme a él de cualquier forma,
tal como mi padre yo me tornaba más humana fuera de casa. Al concentrar mi
necesidad de afecto en aquellos frente a mí en lugar de hacerlo en quienes
estaban detrás de mí, las relaciones con amistades y más tarde con la secretaria
de mi padre adquirieron una importancia exagerada. Día a día dejé a mi familia
cada vez más atrás en la aridez del desierto: un lugar que por muchos años
fastidiosamente describí como “olvidado de dios donde nada puede crecer”. Para
mi temprana adolescencia, taciturna y retraída, ya había rechazado a mis tías,
tíos y a la mayor parte de mis 36 primos, todos los cuales siempre habían sido
amables y cariñosos conmigo.
empecé a sentir que la vida iba a ser una batalla por ser aceptada y una batalla
contra mi propia ambivalencia al respecto.
Muchos años después, un poeta me describió como teniendo “un ojo fijo
mirando hacia Dios,” una explicación que me resultó atractiva. Como fuera,
además de una profunda confusión acerca de mi atractivo, viví constantemente a
la defensiva, siempre sin saber cuándo tendría que responder a la pregunta de un
extraño acerca de mi ojo. Cuando estaba en mis cuarenta años, un doctor me
contó que sólo había visto un caso peor que el mío en Bangkok. Para
convencerme de permitirle operarme, me dijo: “estás en negación tanto como
debe haberlo estado el hombre-elefante”, y resultó. Tuve varias cirugías bastante
grotescas, que no ayudaron estéticamente pero sí disminuyeron el dolor físico
por algunos años.
Con una alineación inconsciente con mi padre cuya existencia yo habría negado,
traté a mi madre de la misma forma en que él lo hizo durante los primeros
cuarenta años de su matrimonio de sesenta: con total desdén a menos que
quisiera algo. Ya desde el inicio de la secundaria, tras hacerme otro hermoso
vestido para un baile o una fiesta, cuando ella estaba ansiosa de saber si lo había
pasado bien, yo le respondía con indiferencia sólo sí o no. Más allá de ser una
clásica mocosa mimada, yo temía que ella estuviera intentando aferrarse a mi
alma como a un salvavidas, cuando yo apenas podía mantenerme a flote.
Como Suzi señalara años más tarde, “el desdén es el punto de apoyo de los
impotentes.”
Pero esa era el arma defensiva más poderosa a mi disposición. Dado que mi
madre estaba tan aislada y sobrecargada por secretos que no podía contar, yo
sentía que si hubiera elegido entrar en su esfera de desesperación sentimental,
tendría que renunciar al mundo como lo había hecho ella. Y defendiéndome, yo
no sólo era una niña de hielo, me convertí más bien en hielo seco: tratar de
tocarme podía quemar. Y en un mundo en el que me sentía impotente de tantas
maneras, de algún modo disfrutaba esta superficial sensación de poder.
Sin embargo, también recuerdo desear que mi madre se defendiera con ambos,
con mi padre y conmigo. Yo ansiaba secretamente que ella demandara respeto.
Recuerdo sentirme tan aliviada la única vez que sentí que ella mantuvo su
posición con mi padre. Él se había ido arrancando bruscamente el auto después
de una gran pelea, posiblemente acerca de otra mujer. Sin miedo de perder a mi
padre pero atemorizada de que nos dejara desamparadas, le pregunté a mi madre:
“¿Qué vamos a hacer?”. Y con una
decisión que nunca había visto, ella respondió: “Todo estará bien”. Y por un
instante, yo confié en que ya fuera que él volviera o no (y sí volvió) ella tenía la
entereza para afrontar las consecuencias. Poco después ella recayó nuevamente
en consentir nuestro desdén, pero yo había podido ver brevemente el coraje que
ansiaba que ella tuviera, y que volvería a ver hacia el fin de su vida.
Años más tarde entendería que cuando un niño siente que el vínculo con uno de
los padres es demasiado peligroso y es rechazado por el otro padre, vive en un
estado de sentirse continuamente abrumado. Quizás para proteger al niño la
memoria no funciona con normalidad en ese estado de desapego. Yo no recuerdo
cuándo o cómo comencé a rechazar a mis padres o al sentimiento de ternura
hacia ellos que podía verse en mi lenguaje corporal en fotografías tempranas. Y
la mayor parte de los niños intentarán salvar a un padre cuando sienten una
necesidad y sufrimiento terribles en ese padre, incluso si eso significa un total
sacrificio de sí mismos. No obstante yo no tuve memoria de esfuerzo alguno en
ese sentido hasta hace muy poco tiempo. Lealmente alineada con la parte más
indefensa de mi madre, yo estaba tratando de salvarla uniéndome a ella en no
vivir plenamente. Desde la perspectiva problemática del nivel superficial de la
vida, haber vivido con mayor plenitud hubiera significado que la estaba
abandonando.
MI MADRE
del tema, su voz tembló tenuemente. Dijo: “La maestra realmente simpatizaba
conmigo y me dejaba hacer algunos mandados para ella. Lo recibí dos semanas
antes de la muerte de mi madre y de tener que abandonar la escuela para
siempre”. Por la tierna manera en que ella habló acerca de la maestra, estaba
claro que la adoraba y que había estado muy emocionada de ser su favorita
durante esos últimos meses de su vida escolar. Y más de 70 años después pude
escuchar un conmovido agradecimiento por el hecho de que alguien la hubiera
tenido en cuenta en medio de tanta pena e incertidumbre.
Sólo en los años más recientes tomé consciencia de cuánto amor y fortaleza tuvo
que tener para sobrevivir. Ya cerca de sus 80 años y en un coma profundo
después de una cirugía mayor, tomé su mano y la estrechó con fuerza tal que
pensé que literalmente podría romperme el brazo. Tras 60 años de depresión
clínica y medicación, estaba asombrada por su fuerza y por el poderoso esfuerzo
que estaba haciendo por aferrarse a la vida. Y de hecho, llegó a recuperarse. Y
pude ver que después de años de agorafobia y de una profunda dependencia de
mi padre, ella había recuperado en parte el sentidode sí misma, inclusive una
cierta confianza en su atractivo. Fue encantador para mí verla tratar de seducir,
aún tímidamente, al galán del grupo en la residencia asistida.
Pero yo no pude ver esas fortalezas por casi una vida entera. Aunque fue escrito
recientemente, el siguiente poema es lo que podríahaber dicho a los 12 años si es
que hubiese podido expresarme sobreponiéndome a una opresión abrumadora:
Mi Madre Espera
El álbum infantil en el que encontré la carta para mí, por ejemplo, tenía cada
invitación que recibió, cada tarjeta de cumpleaños o San Valentín que yo recibí
por años, cientos de fotografías y una lista de cada nueva palabra que yo decía y
cada alimento que incorporaba. Pienso que en muchas formas estos fueron
buenos años para ella, adornando con bordados mi ropa, haciendo ingeniosos
disfraces y pequeñas fiestas para mí.
Y como joven pareja, mis padres pudieron finalmente disfrutar cuando terminó
la Segunda Guerra Mundial. Cuando yo tenía alrededor de 10 años mi madre
tuvo lo que en ese momento llamaron una “crisis nerviosa.” Lo que yo recuerdo,
además de los vómitos y llantos por horas, es a mi padre, a mi hermano y a mí
sentados en el auto en el calor del desierto, esperando que ella saliera de una
consulta con una misteriosa persona. Ella volvió 50 minutos después luciendo
aún más triste. Y por cierto que no hubo explicación ni conversación mientras
íbamos de regreso las 40 millas a casa, donde ella continuó vomitando y llorando
y apenas se sostenía. Ella recordaría más tarde que por no poder abandonar el
lecho, se había atado a mi hermano con una cuerda para que él no pudiera
meterse en problemas. En ese momento los verdaderos orígenes de su
sufrimiento permanecían ocultos: el impacto de la pérdida de su madre y los
crímenes que su padre cometió contra ella.
Bert eventualmente fue a San Quintín por acosar a una de sus nietas y por otros
crímenes contra niños.
Y yo guardé el secreto por 15 años, hasta que a inicios de la década de los ‘90 no
lo soporté más y se lo conté a mi hermano menor. Pasados mis 50 años, en otra
extraña visita a casa, mi madre me formuló la pregunta que por décadas yo temí
me pudiera hacer: “Jan por qué no te agrado?” Era obvio por la forma en la que
lo preguntó, que ella estaba demasiado frágil emocionalmente como para recibir
una respuesta tan sincera como la que yo podía darle en ese momento. En ese
punto, yo llevaba 25 años de hacer terapia, años de entrenamiento como
psicoterapeuta y varios años de práctica como psicoanalista.
Yo pensaba que tenía una cierta comprensión acerca de lo que había ocurrido y
estaba ocurriendo entre nosotras. Sin embargo, con todo esto e incluso habiendo
asumido parte de la responsabilidad por mi comportamiento hacia ella, no podía
pensar en ninguna forma de responder a esa pregunta que no la hiriera aún más.
Tan cariñosamente como pude, le dije: “Yo era una niña muy egoísta. También
pienso que los inicios de tu vida hicieron difícil para ti tener una imagen fuerte
de tí misma”. Y aunque algo en mí quería gritar, “Necesitabas demasiado de
mí!”, dije amablemente algo acerca de cómo pensaba que sus terribles pérdidas y
las condiciones de su vida temprana habían hecho las cosasdifíciles para ella. Mi
madre bajó la cabeza y se replegó aún más en su inestable y narcotizado
ensimismamiento.
Hoy, varios años después de su muerte, comprendo más claramente que fue el
más joven y herido Yo en ella el que hizo la pregunta, el que nunca podría
entender ésta, o cualquier respuesta. Sin embargo, a pesar del esfuerzo que
estaba haciendo en intentar evitarlo, en ese momento me sentí como si hubiera
dado otro golpe. No llegaría a comprender mi miedo y también mi sentimiento
de superioridad sobre mi madre y su linaje hasta 15 años más tarde.
MI PADRE
revelara algo que yo no conociera. Y es justo decir que hasta unos pocos años
antes de que falleciera en 1999 a los 86 años, a mí tampoco me gustaba mi
padre. De niña yo me había convertido en una pequeña guerrera, que finalmente
enfrentaba su desdén hacia nosotras con el mío propio hacia él. Y hasta que
comencé mi labor con la técnica de Hellinger seis años atrás, este desprecio pudo
ser fácilmente justificado y fue apoyado por cada terapeuta que tuve en mi vida
adulta.
Hasta que perdió su negocio por el crecimiento de los shopping centers, cerca de
sus 70 años y tuviera que volverse hacia su familia, mi padre parecía ser infeliz
pero, sin quejarse, absolutamente responsable. De cualquier modo, salvo
momentos excepcionales, estaba completamente desinteresado de su familia.
Pero como la esperanza es eterna primavera en los niños, cerca de los 9 años y a
pesar de todas las indicaciones de que no sería una buena idea, me sentí lo
suficientemente valiente para tratar de tener una conversación con él sobre Harry
Truman.
Así, aislada y solitaria más allá de lo que se pueda describir, dejé de comer con
mi familia a los 11 años en parte porque los ansiosos y humillantes esfuerzos de
mi madre para convertirnos en una familia eran demasiado tristes para
presenciarlos. Aún más doloroso era el hecho de que mi padre parecía estar
completamente contrariado por tener que estar con nosotras, replegándose detrás
del periódico y luego escapando a una de sus organizaciones. Y mis pobres
hermanos pequeños estaban sencillamente extraviados en todo esto. Así que fue
una completa conmoción cuando mi padre entró en mi cuarto un atardecer
mientras yo estaba cenando.
Al igual que con el padre de mi madre, nadie habló nunca de mi abuelo paterno
James. Mi padre tenía 2 años de edad cuando James fue baleado y asesinado en
Campbell, Missouri. Y aunque yo no sabría la magnitud y las condiciones en que
estas pérdidas acaecieron hasta años recientes, mi abuela paterna Betha perdió
una hermana cuando tenía 3 años, a su madre a los 5, uno de sus propios niños, a
su esposo cuando tenía 36 y un hijo adolescente no mucho después. La única
abuela que conocí era parecida a un ave y delgada como una tabla, muy tímida,
remilgada y sólo hablaba cuando se la interpelaba, y aún entonces sólo lo
indispensable.
Recuerdo que cuando ella tenía más de 70 años, la primera vez que vio a Las
Rockettes3 en el show televisivo de Ed Sullivan, lo encontró tan vergonzoso que
casi tuvo un ataque de apoplejía. Posteriormente se apegó a Billy Graham4. Es
sólo ahora que yo puedo empezar a comprender cuán
ta humillación y pesar ella sobrellevó cuando tuvo que dejar a su familia, amigos
y a su amada iglesia para venir a los campos petroleros de California en 1928,
buscando desesperadamente un trabajo para mantener a sus hijos durante la
depresión5.
celestial como, en parte, una forma de disociación traumática hasta años más
tarde. Y tomaría años y una sorprendente constelación el poder ver que mi dulce,
casi muda abuela también encontraba algún tipo de consuelo real en su Dios.
Aunque ella tuvo el silencioso cuidado y la fortaleza para vivir bien hasta
entrados los 90 años, dadas sus pérdidas no estuvo disponible para darle una
contención emocional a mi padre, huérfano de su progenitor.
Y aún con limitaciones en sus recursos emocionales, dos crisis cuando estaba en
sus 60 años le dieron a mi padre la oportunidad de volver hacia su familia, y lo
hizo. La primera crisis tuvo que ver con su tienda y su status en la comunidad.
Al igual que mi madre, él tuvo que abandonar la escuela a los 11 años cuando su
familia emigró a California. Inteligente y trabajador, luego de su servicio en la
Segunda Guerra Mundial, pasó de conducir un camión a eventualmente ser el
propietario de la tienda de muebles para la que trabajaba. Completamente
transformado cuando trasponía la puerta de nuestra casa, se convirtió en uno de
los hombres de negocios más populares en el pueblo. Ético en los negocios,
presidió varias logias y la cámara de comercio, fue “Hombre de Negocios de la
Semana” y cosas así.
La segunda crisis tuvo lugar no mucho después de la primera. Mis padres habían
ido de vacaciones al lago Tahoe, y mi padre fue hospitalizado allí con una severa
dolencia estomacal. Sus hijos condujeron hasta el lugar para traerlo a casa.
Cuando estuvieron en casa, recuerdo que él estaba muy débil, sentado en el
cuarto del frente con su esposa y sus tres hijos a su alrededor. Sollozando, dijo:
“No sabía que a alguno de ustedes les importara”. Relajando mis defensas, al
mismo tiempo que él se hacía vulnerable al moverse hacia la pertenencia a su
familia, yo di un pequeño paso en el mismo sentido, en lo que sería quizás el
más bello momento familiar que compartiéramos.
30-5-78
Feliz Cumpleaños Bill.
No compré una tarjeta porque no expresan lo que siento por ti. Hemos tenido un
largo tiempo juntos (casi 40 años) como para
LA TIERRA LEJANA
que una persona, no importa cuán pecadora sea, no puede ser excluida de la
familia sin causar dolor a todo el resto. Habiendo partido a una “tierra lejana”
donde malgastó su herencia con una “vida descontrolada” y “devoró (el dinero
proveniente de la labor de su padre) con prostitutas”, volvió porque literalmente
se estaba muriendo de hambre. Cuando lo hizo, el padre dice a sus amigos y
vecinos, “Regocíjense conmigo, porque he encontrado a mi oveja que estaba
extraviada.”
San Francisco fue la tierra lejana a la que yo huí a los 18 años. Una ciudad
hermosa, fue
una buena decisión en varios aspectos. Por supuesto la dificultad principal no fue
que me mudara allí, sino cómo y por qué lo hice. Muy rápidamente casi olvidé a
mis padres y a mis dos hermanos. Y estuve bien allí en el sentido de que tuve
magníficas amistades, algunos romances con hombres y, contra las
probabilidades como mujer a mediados de la década de 1960, fui capaz de
desarrollar una carrera en gerenciamiento inmobiliario. Me sentía muy bien
aprendiendo, y parecía que podía arreglármelas sola.
Durante estos primeros años en San Francisco, no obstante, ya había empezado a
creer que la bruma de la disociación, o los períodos de ansiedad o depresión que
experimentaba, eran debilidades personales o, como la terminología de moda de
la época sugería, manifestaciones de “baja autoestima”. Al haberme
desconectado de una forma tan crítica y radical, yo no tenía absolutamente
ninguna intuición de la enorme carga ni de la fortaleza de pionero que estaba
acarreando hacia el futuro. Y aunque tendría alguna terapia de excelencia por
años, hasta que hallé la labor del Dr. Peter Levine alrededor de mis 55 años, no
entendí ni pude empezar a resolver lo que ocurría en mi psiquis y en mi cuerpo.
Y eso provenía de experiencias tan abrumadoras que no podía reconocerlas ni
expresarlas con claridad.
Afortunadamente, en paralelo con esta realidad hubo muy buenos momentos
pasados en bailes, tomando tragos y sintiéndome atraída, relacionándome y
teniendo romances con algunos hombres muy agradables. Y con dos años de
universidad en mi pueblo, una corta temporada en la Estatal de San Francisco, y
unos pocos años de estudio nocturno en gerenciamiento inmobiliario en la
Universidad de California Berkeley detrás, luché mi ascenso desde el
secretariado, obtuve mi licencia de venta inmobiliaria y había comenzado a
gerenciar la comercialización inmobiliaria para uno los principales bancos.
Como fui la primera mujer en viajar en representación de este banco, mi
promoción indignó a varios de mis superiores influyentes. Ardiendo de rabia
mientras me llevaba en su auto para tomar posesión de un edificio de oficinas en
otra ciudad, uno de ellos me dijo con irritación “Yo no le permitiría a mi hija
hacer nada como esto hasta quizás después de haberse casado y criado a sus
hijos”. También descubrí que otro superior podía llevar a cabo la amenaza de
hacerte despedir si no tenías sexo con él. Más aún, pronto aprendería que no
importa qué tan profesional fueras, qué tan duro trabajaras o con cuánta sutileza
procuraras negociar líbidos y egos, esto siempre podía pasar.
Tras la abrumadora pérdida de ese trabajo, me forcé a recomponerme y me mudé
a Londres donde había concertado un empleo como secretaria temporaria por un
año. Me mudé a la ciudad de Nueva York durante la llamada era “Mad Men”6 y
por los siguientes cinco años trabajé recorriendo nuevamente el camino del
ascenso en la escala hasta llegar a la posición de asociado senior en dirección de
medios, con una oficina en la Avenida Madison. Aunque había comenzado mi
psicoterapia en ese punto, a causa de todos los excesos era fácil disimular la
mayor parte de mi pena interior detrás de las aventuras amorosas y las fiestas de
negocios. Y era lo sufi
6. NdelT: “Mad Men” era un término del argot acuñado en la década de 1950 por
los publicistas que trabajaban en Madison Avenue para referirse a sí mismos. El
alma desordenada
cientemente eficaz en esa estratagema como para que un colega me dijera una
vez, “si tuvieras fuera de la pista de baile la confianza que tienes en ella, podrías
gobernar el mundo”.
Las mujeres pueden, por supuesto, ser violadas cualesquiera sean las
circunstancias emocionales o físicas. Realmente, debe haber habido algo acerca
de la radical separación de toda mi historia que me hiciera más proclive a ser
violada dos veces en citas en mis primeros seis meses en la ciudad de Nueva
York. Y no era simplemente que fuese nueva y estuviera sola en la ciudad, yo
estaba sola en un sentido mucho más profundo, un sentido que nunca podría
disimularse totalmente. Ni intoxicada ni en actitud seductora en esas citas,
apenas en el nivel instintivo es posible que el perfume de esa vulnerabilidad
fuera percibido desde cierta distancia.
En parte porque disociaba con tanta facilidad, aunque mi vida fue amenazada en
ambos casos, continué teniendo placer en la intimidad con los hombres durante
esos años. Incluyendo una breve y políticamente riesgosa aventura con un muy
atractivo, encantador pero casado ciudadano inglés que era miembro del
Parlamento. Y aunque después de eso yo rehusé salir con hombres casados, la
experiencia, que incluyó elegantes cenas de gala, me ofreció un contrapunto al
menos temporal a la violencia y la falta de respeto que intentaba superar.
Dos años después, sin embargo, descubrí que un hombre de quien me había
enamorado profundamente -y con quien me había estado viendo por un año-
había creado una elaborada falsa identidad para ocultarme el hecho de que era
casado. Él simulaba ser un agente de la C.I.A. asignado a infiltrarse en un grupo
de científicos británicos que estaban trabajando en el país. Cuando finalmente
encontré el modo de abordar la terrible confusión respecto de todas las cosas que
carecían de sentido y descubrir la verdad, también tuve la fuerza para dejarlo
inmediatamente. Pero sentada por muchos días en el parque, sacudida, aturdida y
al borde de una profunda depresión, tuve que decidir cómo continuar.
EL MOVIMIENTO FEMINISTA
También por esta época el hecho de que había empezado a alcanzar un techo en
ventas de publicidad me mantuvo confrontándome con hombres solamente,
muchos de ellos menos calificados, que eran contratados para puestos de venta
más lucrativos.
Pocos meses más tarde dejé una nota al Comité de Medios de la sede de Nueva
York de la Organización Nacional de Mujeres. En la nota ma
Jan - el movimiento feminista
nifestaba que estaba dispuesta a “hacer algo para colaborar”. Para comienzos de
1972 el movimiento feminista era mi vida.
Hubo también, sin embargo, acciones que sentí necesarias pero que fueron
extremadamente incómodas para mí, incluyendo teatro callejero cerca de mi
oficina en la Avenida Madison. Organicé también una sentada pacífica de cientos
de hombres y mujeres por 18 horas en la Catedral de St. Patrick tras el intenso
lobby que se realizara desde el púlpito, que ocasionó que fracasara una vez más
la aprobación de una carta de derechos humanos básicos para gays en el Consejo
de la Ciudad deNueva York. Recuerdo cuán conmovedor fue escuchar a cientos
de personas cantando para nosotros desde fuera de las grandes puertas de la
Catedral, apoyándonos para pasar la noche.
Debido a que los programas que planifiqué para la sede de la Ciudad de Nueva
York de N.O.W. atrajeron pacíficamente y reunieron a moderados y radicales,
me sentí muy complacida de poder ser una de las personas que contribuyeron
para subsanar algunos de los conflictos del momento entre esas alas del
movimiento. Y finalmente estaría involucrada en muchas áreas de cambio, varias
de las cuales se describen en el libro de Barbara Love, Feminists Who Changed
America (Feministas que Cambiaron América), 1963-1975.
Dada esta teórica falta de generosidad hacia los hombres a principio de la década
de 1990, estuve de hecho en capacidad para trabajar bien clínicamente con mis
clientes varones y con parejas. En parte, pienso que esto era verdad porque como
mis afectos cambiaron hacia las mujeres, no era atrapada en peleas entre hombre
y mujer en mi vida amorosa, y así, como observadora externa, podía a menudo
ser más objetiva. De todas maneras, finalmente fueron necesarias mis
experiencias en muchas constelaciones años más tarde para poder apreciar más
completamente la verdadera naturaleza de ambos, hombres y mujeres,
particularmente en el nivel de las corrientes profundas.
TRABAJANDO Y AMANDO
Estudié trabajo corporal y concientización por varios años y llegué a obtener una
licencia en masaje terapéutico y Shiatsu. Y aunque nunca había sido una persona
atlética ni con una cultura física, disfrutaba realizando esa práctica. Una
experiencia especialmente gratificante durante este período fue la de mi trabajo
con Anne Bancroft en su demandante representación de Golda Meir en
Broadway. Afortunadamente ésta práctica también me proveyó los medios para
financiar la finalización de mi licenciatura y la realización de maestrías.
Por años, con la esperanza de ser amada si ofrecía apoyo ilimitado a mis parejas,
yo esperaba impacientemente que el amor prosperara según mis expectativas.
Además, ni antes ni después de mi decisión de estar con mujeres yo había
considerado tener hijos. De hecho sólo ahora entiendo que la temprana fragilidad
de la conexión con mi familia en el nivel superficial de la existencia me privó de
la fortaleza para imaginar siquiera tener un niño. Como tantos, en una dolorosa
forma inconsciente todavía estaba en la búsqueda de los padres ideales.
Una de esas relaciones tuvo lugar varios años después de un difícil rompimiento
con Carol. Comencé una relación con “Andrea”, una mujer cordial que resultó
estar en el Consejo Nacional de Alcohólicos Anónimos. Hubo una gran dosis de
desastre -y descubriría que hasta fatal- de alcoholismo en mi historia familiar, y
yo misma lo era en un estado temprano. Así que su trabajo en el programa me
ayudó para dejar de tomar, sin demasiado esfuerzo, 35 años atrás. Además
durante ese año felizmente más estable con ella, terminé mi licenciatura y
comencé a enfocarme en una maestría. Y como ya había comenzado a hacer
counseling informal con varios de mis clientes, mi práctica de terapia corporal
empezó a convertirse casi sin solución de continuidad en una de psicoterapia.
Ella había sido terriblemente traumatizada por un gran desastre cuando era una
niña, y si yo hubiese estado capacitada como para ayudarla en Experiencia
Somática ® y en la técnica de Hellinger que practicaría más tarde, hubiese sido
enormemente positivo para ambas. De todas maneras, considerando todo lo que
estábamos tratando de manejar individualmente, siento una tierna gratitud por el
afecto y la delicadeza de Andrea.
Durante este tiempo me enamoré de “Ann”. Cuando nos encontramos, ella era
una madre divorciada de dos hijas de 16 y 20 años, y había sobrevivido a la
muerte de su hijo menor y a una doble mastectomía por cáncer. Sorprendida de
inmediato por el amoroso y digno lugar que ella pudo hallar para sobrellevar
esas pérdidas y el fin de su matrimonio, su radiante belleza y su gran sonrisa
reflejaban todo lo que ella había dado y estaba tomando de la vida.
que no tuve mucho contacto con ella. La menor vivía con ella y le tomé un gran
cariño. Y aun cuando Ann y yo tuvimos un difícil final de nuestra relación, no
hay duda de que ella y su hija embellecieron mi vida.
Cuando era niña Ann tuvo polio y fue confinada en una férula por muchos
meses. Y tal vez fuera ese trauma el que la hacía sujeto de ataques de ira que a
menudo me dejaban exhausta por días. Para ése momento yo había
perfeccionado mi rol como víctima y era bastante convincente, mostrándome a
nuestro terapeuta y creyendo yo misma ser “la buena”. Ahora sin embargo,
puedo percibir que en gran medida mi hipersensibilidad y tendencia a la
frustración, ocasionadas por necesitar demasiado, contribuían a nuestros
problemas.
Cuando fui diagnosticada con mi primer cáncer de mama en 1989, estaba claro
que más allá de lo tierno que el apoyo y el amor de Ann fuera, yo no sería capaz
de sostenerme contra la fuerza de sus ataques de ira durante la cirugía, la
quimioterapia y la radioterapia que tenía por delante. Tras el primer incidente
que siguió a la operación, yo estaba desesperada. También nuestro terapeuta
parecía sentirse bastante impotente y le consulté a Ann si estaría dispuesta a
intentar algún otro tipo de terapia personal. Como ella también quería
fervientemente permanecer conmigo, tuvo una sesión con otro terapeuta. Sin
embargo no faltaba mucho tiempo para que yo comenzara el tratamiento y se
hizo evidente rápidamente que el nuevo abordaje no iba a poder lograr un
cambio sustancial en ella en el tiempo de que disponíamos.
Cuando estaba bajo anestesia durante la cirugía oncológica unas pocas semanas
antes, había experimentado uno de los atisbos de lo que yace tras la realidad
cotidiana a los que me referí anteriormente. Suena increíble aún para mí, pero
durante la cirugía ocurrió una conversación seria y totalmente lúcida entre algún
tipo de ser etéreo, obviamente no en la esfera humana, y yo. Con gran seriedad y
tristeza ese ser y yo estábamos hablando de algo que ambos sabíamos: que yo
estaba paralizada en cuanto a lo que había venido a aprender y hacer aquí;
bloqueada en mi relación con Ann. Y por más que yo no quisiera que eso fuera
cierto, era una conclusión innegable. Más tarde cuando salí de la anestesia pude
recordar el claro sentido verdadero de lo que fue hablado, pero no el contenido
literal acerca de cuál era mi propósito aquí.
Sobre labase detodo lo que tenía que tener en cuenta para sobrellevar físicamente
mi tratamiento y seguir adelante con mi vida, tuve que poner fin a la relación con
Ann. Esta fue una de las decisiones más difíciles que tuve que tomar. Además,
todavía en mi postura “inocente” en ese momento, yo no estaba aún lo
suficientemente fuerte como para saber y reconocer que yo era más responsable
por su frustración conmigo de lo que estaba aceptando. Extrañándola
terriblemente, cuando recuperé algo de mi salud física ocho meses después, traté
de contactarme con ella pero era muy tarde. Varios años antes ella había tenido
una recurrencia de cáncer, y me dijeron que la noche previa a su muerte en 1993,
pareció perdonarme cuando le leían las Bienaventuranzas de la Biblia. Saberlo
también me trajo algún alivio a mí.
Fue también durante estos años juntas, mientras hacíamos algún trabajo de
indagación en un retiro Almaas, que repentinamente me di cuenta que la
estridente risa de una estudiante en particular que siempre me había molestado
mucho no me estaba perturbando en lo más mínimo. De hecho, aún cuando
deliberadamente lo intenté, no pude separarla de un ilimitado y ahora armonioso
campo de conciencia. Sin poder localizar un yo personal para rechazar el suyo, a
medida que esto continuó, repentinamente comencé a reír yo misma casi con la
misma estridencia. No había modo de excluirla, o a alguien o algo de aquello
que estaba prevaleciendo. Y aunque fueron sólo unas horas hasta que volví al
frágil equilibrio de mi ser material, juzgador, ambivalente, en algún lugar de mí
yo había sentido esta verdad más profunda.
Por esta época pude participar varios días del Retiro Callejero de Roshi Bernie
Glassman, en la ciudad de Nueva York. Para tratar de atestiguar la vida de la
gente sin vivienda, no nos fue permitido lavarnos el cabello por una semana, y
sólo podíamos llevar un cuarto de dólar y una identificación a la estación Grand
Central donde dormimos en el suelo y se nos requirió pedir limosna. Además de
adquirir una mirada espeluznante de mi apego al confort y mis identidades, esta
experiencia me ayudó a comprender algo importante acerca de la bondad de
tanta gente con quienes viven en la calle, y la frecuente generosidad entre ellos
mismos. Tristemente, sin embargo, en mi derrotero mi propia familia estaría
entre las últimas personas que comenzaría a incluir o aún a entender mi inclusión
en ella.
India me mostró una vez más que con apoyo, parece ser un instinto
-y un amor- del alma reconocer su propia naturaleza. Como sea, la intensidad de
la experiencia en la cueva como era previsible se fue escapando y el
“movimiento perpetuo” comenzó a llevarme en una nueva dirección.
estido con un espléndido traje tirolés, Hellinger estaba al principio algo inseguro
al levantarse para recibir el aplauso y el reconocimiento de los cientos de
asistentes provenientes de 47 países al
Escribiendo varios libros por año, viajando y enseñando a través del mundo,
Hellinger continúa refinando sus ideas. Su vida comenzó, sin embargo, en lo que
los budistas llaman el “reino infernal.” Conscripto en el ejército alemán cuando
joven, eventualmente escapó de un campo de prisioneros de guerra aliado a
través de un terreno minado. Luego se convirtió en misionero Católico con los
Zulúes por 16 años, de quienes aprendió un significado muy distinto de los
ancestros y de la contribución que puede devenir del tiempo. Tras dejar el
sacerdocio, estudió psicoanálisis y varias formas de psicoterapia. La historia de
sus primeros estudios y el actual posicionamiento de su obra en filosofía y
psicología se describen en varios textos, incluyendo el bien documentado y
conmovedor libro de Dan Cohen I Carry Your Heart in my Heart (2009, Llevo tu
Corazón en el Mío).
Finalmente, desde luego, aceptar una verdad más favorable llega a ser un
extraordinario alivio y una liberación. En este trabajo, la relajación de estos
bloqueos en el cuerpo y la psiquis tiene lugar dentro de lo que muchos refieren
como “campo”. Esto alude a la inteligencia en nuestro interior y a la que nos
rodea, algo sobre lo cual los humanos se han preguntado y acerca de lo que han
especulado desde el nacimiento de la conciencia. Algunos han observado que
este campo se torna más palpable y reconocible cuando ponemos nuestra
atención abiertamente en él en cualquier relación. Y esto puede ocurrir en algo
tan mundano como una llamada telefónica o una conversación con un amigo.
Comenzamos a ver algo nuevo o largamente olvidado acerca del diseño humano.
Esta “pieza faltante” es más determinante de lo que habíamos imaginado nunca
sobre nuestra vida y nuestra felicidad. Cuando ingresamos para representar a
alguien en una constelación, éste otro conocimiento puede manifestarse en algo
tan simple como un sentimiento de mayor fortaleza o debilidad. Nuestros ojos
pueden ser atraídos hacia algo fuera de la familia, o podemos percibir una
extraña sensación en nuestra espalda. Nos podemos sentir adormecidos o
ansiosos, tristes u orgullosos, grandes o pequeños.
En una constelación uno puede sentir muchas cosas, o ninguna. Ya sea como
representante o cliente, puede haber emoción por hallazgos, lágrimas de alivio y
reencuentro, un sorpresivo sentimiento de amor, nostalgia, o un nuevo nivel de
profundidad en la comprensión. A medida que nuevas imágenes y sensaciones se
encuentran con las antiguas, otros pueden sentir tristeza, ira, lealtad, temor, la
liberación de algún duelo no resuelto, adormecimiento o incluso una inicial
incredulidad en el proceso mismo. O pueden sentir dudas de su capacidad de
sentir. Y todavía otros pueden tomar conciencia de un sentimiento de
desconexión o disociación de lo que está ocurriendo.
Todo esto constituye información relevante. Porque las fuerzas a cuyo influjo
nos exponemos son finalmente benévolas. Lo que sea que experimentemos, con
el tiempo esas nuevas imágenes lo transforman en otro movimiento del alma,
pleno de gracia. Y cualquiera sea la pregunta o el problema, la respuesta está
probablemente en ambos, pasado y presente. Comprender y trabajar con nuevas
imágenes o respuestas puede a veces ser inmediatamente obvio, o tomar un
tiempo para ser incorporado.
Por ejemplo, durante la visita de Hellinger a los Estados Unidos cinco años atrás,
un cliente que había recorrido el largo camino desde China, fue interrogado:
“Por qué has venido?”. Con una voz suplicante, el hombre respondió, “Bueno,
he tenido un año difícil”. Hellinger miró a la audiencia y dijo, “No puedo
trabajar con él. Está buscando empatía, y eso no es lo que yo hago”. Todavía
muy orientada a la empatía automática en el nivel superficial, al principio yo
estaba desencantada por la reacción de Hellinger. Y no comencé a cuestionar esa
impresión hasta el día siguiente, cuando el joven pidió participar en el trabajo
nuevamente. Sin embargo, esta vez respondió a la misma pregunta con mayor
fuerza y claridad.
Además, hay ciertas dinámicas reiteradas que ocurren en estos movimientos que
sugieren lo siguiente:
Todos tenemos un lugar, tal cual somos, dentro de nuestras familias históricas y
en el mundo.
Si alguien es excluido, generaciones en el futuro pagan un precio por esa
exclusión.
Estos movimientos tienen un sentido de orden.
Nos relacionamos con la vida y con nuestros cuerpos en la forma en que nos
relacionamos con nuestras madres, que representan la vida.
Más allá del individuo y la familia, esta sanación del alma es posible también
entre las culturas y naciones que han estado atrapadas por generaciones -quizás
eones- por la guerra. Y esa reconciliación puede ocurrir sollo cuando nosotros
como individuos, grupos o naciones comenzamos a enfrentar la manera en que
nuestros intentos por eludir las consecuencias de nuestras acciones nos condena
a infinitas repeticiones de la violencia y a un sentimiento de impotencia. Creo
que uno de los más importantes pensamientos de Hellinger es ¨La inocencia no
puede crecer.” (Peace Begins in the Soul 2003, p.15 - La Paz Comienza en el
Alma) Más aún, dice, “(la paz) demanda de nosotros que dejemos atrás el ideal
de inocencia. La inocencia no estimula ni sirve de apoyo, y prefiere el
sufrimiento a la acción: prefiere permanecer infantil a crecer”. (p. 9)
La más reciente obra de St. Just, en particular, aporta aún otra dimensión al
creciente conocimiento acerca de como éstos patrones no reconocidos e
irresueltos de violencia continúan amenazando nuestro futuro colectivo en los
Estados Unidos y en todo el mundo. En una comunicación personal, ella también
propone que aunque “el trauma es inherente a través del universo fractal a
nuestro ADN, tejidos corporales y sistemas nerviosos, y parece integrar los
patrones de la fuerza vital universal”, esos patrones fractales también “incluyen
el amor.”
La emocionante obra Notes from the Indigenous Field (Notas desde el Territorio
Indígena) de Francesca Mason Boring, ofrece una valiosa perspectiva de las
constelaciones familiares desde un punto de vista influenciado por las
tradiciones de los pueblos indígenas. Además, bajo la influencia de Hellinger,
Lisa Iverson ha escrito Ancestral Blueprints (Diseños Ancestrales) donde
también propone movimientos de resolución hacia la reconciliación y hacia las
trágicas consecuencias de no encontrar un camino sanador para reconocer la
historia de América.
Y dado que uno sólo puede imaginar acerca de los conflictos a causa de su
propia historia, los primeros trabajos de Hellinger se enfocaron en la pregunta
sobre qué permite a la conciencia consentir con las aparentemente ciegas fuerzas
que nos alinean en uno u otro lado de esta realidad dividida. Sus ideas sobre la
conciencia, y la teoría que él desarrolló, tienen implicancias de largo alcance y se
describen en muchos de sus escritos, incluyendo Rising in Love (Creciendo en el
Amor).
Una de sus contribuciones es que el alma, que tantos han descrito por siglos, es
visible y palpable en su trabajo. Podemos empezar a tener una verdadera
sensación visceral de que somos llevados por la vida misma en la misma forma
en que somos movidos en el campo de las constelaciones. Soy feliz en el grado
en que soy receptiva y concuerdo con esos movimientos. Y aunque experimenté
aspectos de la naturaleza de esta fuerza durante muchos años de meditación e
indagación fenomenológica, comencé a ver que el alma familiar es parte de la
fuerza inclusiva que me guía también. Sin esa inclusión (al fin) los
reconocimientos de una mayor unión eran insostenibles.
LA COPA DE LA VIDA
“Reunimos a toda la gente que fue parte de nosotros y aún lo es, y la llevamos
con nosotros al futuro. Quizás es precisamente al revés. Los dejamos que nos
guíen. Los seguimos, así ellos pueden llevarnos junto a ellos a ese futuro, así
ellos pueden llevarnos exitosamente. Purificados, como una bendición para
muchos, los dejamos llevarnos a la vida plena, en este movimiento de reunión y
renovada identidad”.
Yo, por supuesto, no sabía por qué era tan severa para juzgar a mis ancestros.
Cuando pensé alguna vez en ello, atribuí culposamente mi actitud de
superioridad hacia ellos a lo que mi madre implicaba en forma consistente: yo
era una consentida y desagradecida. Y esta fue, de hecho, una verdad, aunque
también un triste componente de otra verdad mucho más compleja. Debido a su
desesperada necesidad de ser querida, mi madre se permitió asumir el rol de
inferioridad de sus hijos y de su esposo, y esto fue influyente también. Y, dado
que la pena que ocasionaba a mis padres era abrumadora, mis abuelos maternos
y mi abuelo paterno y sus ascendientes eran muy rara vez -si alguna-
mencionados, y eso facilitó el ignorarlos. Yo aprendería que el excluir a sus
ascendientes de la conciencia, formaba parte de una ciega lealtad hacia mis
padres, expresando un ¨Mami, Papi, yo me comportaré como ustedes”.
Todavía yo estaba tratando de escalar a una clase económica y social más alta
para establecer una sensación de mayor seguridad y valoración. Con la
excepción de la generación de mis padres, todas las precedentes fueron de
“granjeros” hasta donde yo supe o me importó. La pobreza determinó que
ninguno pudiera acceder a ser educado más allá de séptimo o noveno grado, y
esto en los casos en que pudieron ir a la escuela. Debido a que tenían que
trabajar para contribuir a la supervivencia de sus familias, uno de los hermanos
de mi padre y otro de mi madre, ambos tíos muy cariñosos para conmigo, no
sabían leer ni escribir. Y como buena niña ambiciosa que era, me distancié de lo
que inconscientemente temía podía determinar mi destino y capacidad de
sobrevivir.
Todo este rechazo fue exacerbado por el hecho de que yo fui una niña y luego
una mujer completamente confundida acerca de mi atractivo y del impacto que
la desfiguración física tendría en mi futuro. Y si trataba de esforzarme en ocultar
el secreto de no amar a mi familia, no había forma de esconder mi problema de
apariencia. Incapaz de expresar nada de esto ni siquiera a mí misma, tenía una
innegable urgencia -común en quienes se sienten excluidos- de asegurarme de
pertenecer al grupo de mis amigas populares y exitosas, por más tenue que esa
pertenencia pareciera.
Eclipsando todo esto había un doble vínculo: yo estaba desesperada por evitar
caer en el destino de mi madre, y aún obligada por un amor ciego a actuar como
ella lo había hecho. Yo sentía con certeza, aunque no podía expresarla en
palabras, la sensación de que no se me permitía conocer algo que era obscuro,
mortal y demasiado triste aún para imaginarlo en ambas ramas de mi familia.
La historia que descubrí pocos años atrás acerca de mi bisabuela materna, Mary,
es uno de los relatos personales que ha tenido el más profundo impacto en mí.
En una desvanecida foto tomada en Alpine, Utah, probablemente a fin de la
década de 1890, su rostro aparentemente insensible es agobiante y al principio
yo no quería mirarla. Sin embargo, a medida en que paulatinamente pude
observar sus ojos, vi en ellos una combinación de insondable dolor y fuerza.
Debido a la pobre calidad de la impresión fotográfica, uno sólo puede tener una
vaga sensación de las cicatrices por las quemaduras en su frente, donde perdió su
cabello. Cuando era una sirviente, Mary se convirtió a la religión Mormona en
Inglaterra en 1840. Dejando a su familia para emprender un viaje en barco a
América, como Hannah pocos años más tarde, ella se esperanzaba en encontrar
una vida mejor en “Sión” y poder practicar su credo sin las persecuciones que
estaban teniendo lugar en Europa. Su ciudad natal, Dudley en Inglaterra, fue
reportada en 1852 al Consejo General de Salud por haber sido “el lugar más
insalubre del país”, y la vida como sirviente o en las fábricas o los molinos desde
los 12 años de edad no podían haber sido algo a lo que aspirar. Maltratada por la
familia con la cual viajó a América -también Mormones conversos-, en su
primer invierno ella tuvo que caminar descalza en la nieve y dormir sobre la tapa
de un baúl sólo con su abrigo para cubrirse. A veces no la alimentaban, y ella se
veía forzada a robar leche cuando ordeñaba sus vacas para poder sobrevivir.
contrajo reumatismo y quedó lisiada de por vida, por lo que en adelante debió
usar dos bastones y a menudo tenía que arrastrarse. Mientras vivían en Iowa, su
pequeña Sarah Ann se resbaló de sus manos y cayó en la chimenea. Dado que
sus manos también estaban dañadas, Mary se dejó caer sobre sus rodillas y
desesperadamente se lanzó de cara al fuego y arrastró a su bebé fuera de las
llamas con los dientes. Llamó a dos chicos que pasaban casualmente y ellos
hicieron rodar a la pequeña sobre masa de harina, pero ambas sufrieron
quemaduras graves. La niña se
Viudo, Robert tenía un hijo de su esposa anterior y otros siete con Mary. Y
aunque la poligamia era recomendada por sus líderes, parece que Mary fue la
única esposa de Robert. Sus hijas Sarah Ann y Rhoda, sin embargo, desposaron
al mismo hombre al mismo tiempo. Robert falleció en 1869. Mary vivió hasta la
edad de 82 años y murió en 1900 en Alpine, Utah, un pueblo que ella y Robert
contribuyeron a desarrollar. Su hijo Joseph es mi bisabuelo por parte de madre.
Joseph Watkins
Las escuelas no fueron establecidas en Alpine hasta que Joseph tuvo veinte años.
El aprendió por su cuenta a leer y escribir, y llevaba un diario. Tuve la fortuna de
obtener una copia. El diario abarca desde 1878 hasta 1888, el año en que murió a
causa de una neumonía a la edad de 34 años. Aunque había algunas contiendas
en la comunidad, las notas en general parecen un testimonio de algo escrito en
The Gathering (La Reunión) en 1996 acerca de estos primeros pioneros:
“Ellos aprendieron a dar sin restricciones y a compartir las cargas unos con
otros en el horno de la aflicción.”
Si bien las primeras anotaciones eran breves y fácticas, encontré que leyendo el
diario completo otra vez cuidadosamente, podía comenzar a tener una visión más
clara de las vidas de Joseph y su esposa Tear, y de su comunidad.
Buen tiempo, fuimos al fuerte a las 9:30 y tomamos todo el helado que quisimos
en lo de Beck. Joe lo hizo, nosotros pusimos los 3 huevos la leche y el azúcar
para prepararlo. Fuimos a la huerta de los Bishop a las 10:30 y pasamos un
muy buen rato hablando de la Biblia, entonando canciones y opinando, cenamos
en lo de Riley ellos hicieron canciones y recitados y carreras con los chicos.
(Hubo) baile y al atardecer todos nos fuimos bien. Vinimos a casa e hicimos
tareas domésticas.
El 19 de diciembre de 1886:
El 7 de febrero de 1888:
Buen tiempo. Fuí al fuerte, llevé 74 lbs de avena a la tienda, pagué 75 cts que
debía ahí, fuí amenazado por J. Moyle .15 aceite .10 apare
Joseph Watkins / Fines de la década de 1880
ció una bolsa de avena y salvia, hicimos tareas de la casa. Nuestro Jim vino al
atardecer y dijo que Lewis acababa de morir, bajé con él estuvimos una hora y
tratamos de consolar a Christina y ayudarla con sus quehaceres. Br Walton y
Jody Bateman recién terminaban de acostarlo. Vet y el hermano y la hermana
Beck estaban allí. El había estado enfermo desde la mañana pero no mal, estuvo
mal solo 2 o 3 minutos y falleció muy rápido sin nadie allí más que su esposa.
Y había una cantidad de notas sobre miembros de la iglesia de paso por Alpine
con noticias de la continua persecución a los Mormones por el gobierno de los
Estados Unidos. Esto incluyó la única orden de exterminio jamás librada contra
un grupo por el gobernador de Missouri pocos años antes.
George Edwards
Me atemorizaban las fotos de este bisabuelo por parte del padre de mi madre.
Parece tan patriarcal como Moisés, y basada en unas pocas historias familiares,
yo asumí que él había sido muy cruel con mi abuela, Betha. Por consiguiente, la
constelación acerca de su relación vendría a resultar en otra sorpresa.
George tuvo tres esposas y 17 hijos. Con su mano descansando justamente sobre
su Biblia, tenía una mirada acerada y era muy apuesto, pero se veía como si
fácilmente pudiera desencadenar la terrible ira de Dios sobre uno en un instante.
Descrito por su nieta Maddie, como “un austero y retraído predicador Bautista”,
ella dijo que tomaba su licor ilegal todos los domingos por la noche. Con resaca
los lunes, golpeaba a sus muchachos para asegurarse que trabajaran duro para él
en su granja toda la semana. Y aunque Maddie dijo que su conducta era normal
en aquellos días, dado lo que yo pensaba era la fragilidad de mi abuela Betha,
era sencillo catalogarlo como un sucio bastardo.
George Edwards/ Aproximadamente 1850
Hasta una constelación en particular, yo fui poco conmovida por las historias de
sus actos de gentileza hacia sus granjeros arrendatarios y vecinos, siendo él un
diácono en la Iglesia Bautista local -construida sobre
terrenos cedidos por sus padres- o el hecho de que Maddie dijera también que él
era justo y generoso. Ni siquiera el conocimiento de lo mucho que contribuyó
para la construcción de Campbell, Missouri, hizo diferencia alguna para mí. Sin
embargo, debo admitir que me sensibilizó un poco un artículo en el periódico
local de Missouri en 1928 donde cuenta que vio el primer barco de vapor en
1856 o que fue un viejo soldado “rebelde” confederado que “nunca fue azotado,
capturado o dado de baja” y que “llegó a casa justo antes de que se hiciera la paz
en 1865.” Y de hecho no es poca cosa que él fue el responsable de financiar la
mudanza de mi abuela y sus niños a California durante la Depresión.
Genograma
Nota: los datos debajo de las primeras líneas indican los primeros ancestros
conocidos. La segunda parte corresponde a la inmigración (conocida) hacia
Estados Unidos.
Palabras clave
Line: línea (linaje)
Married: casados
One of whom has a daughter and son:
Inmigrated:inmigrantes Three sons: tres hijos uno de los cuales tuvo una hija y
un hijo
Uno puede darse cuenta de que el alma parece amar los cambios de nivel y
prefiere ir en espiral hacia una mayor claridad en lugar de seguir un trayecto
lineal. Algunas constelaciones, en consecuencia, representan un paso hacia atrás
y luego otro hacia adelante en pos de otro nivel de resolución. Además,
contrariamente al procesamiento verbal que ocurre en muchos grupos orientados
a la sanación, Hellinger ha sugerido, “Deja que tu alma se ocupe de los ejercicios
guardando una experiencia en el espacio interior atemporal”. Al principio
incómodo para alguien tan habituado al procesamiento intensivo como era yo,
luego se sintió absolutamente bien porque estaba claro que algo se estaba
moviendo en el nivel del silencio, en lugar del más conocido nivel del
pensamiento.
Constelaciones
***
La segunda constelación fue facilitada por Sophie Kramer que ubicó a mi abuelo
paterno James y a cinco miembros no identificados de su linaje en el campo.
También se ubicó a una persona representando al hombre que le disparó a James
en 1916 en un tiroteo, y una representante de su esposa Betha, y se solicitó a
todos que sigan sus movimientos en el campo. James y Betha caminaron
lentamente el uno hacia el otro. Mientras ellos permanecían mirándose triste
pero también dulcemente, yo inicialmente rechacé lo que estaba viendo: no
conocía las circunstancias que rodearon su muerte en ese punto, y además mi
abuela siempre me había parecido muy lejana al contacto humano íntimo. Tras
unos momentos, James se volvió y caminó despacio hacia el hombre que le
disparó, y quedaron de pie frente a frente por algún tiempo. Luego ambos se
tendieron lentamente sobre el suelo uno al lado del otro, y cerraron sus ojos
pacíficamente.
***
Amé y compartí mucho con Liz. Sin embargo, luché con un conocimiento de que
no importa cuánto ambas quisiéramos resolver nuestros problemas, éstos no
tenían solución. Y enfrentando la decisión más difícil de mi vida, Suzi dispuso
una representante de Liz.
Yo comprendería más tarde que esto no era sólo por el vacío que dejó en mi
interior el rechazo a mi familia, sino también por la forma en que el amor estaba
distorsionado por lo mucho que yo acarreaba conmigo del dolor de mi madre. Y
aunque confrontar estas verdades sería muy doloroso y tuvo consecuencias
difíciles, también probó ser un movimiento inevitable para acceder a mi propio
lugar de pertenencia tanto con aquellos que me precedieron, como quienes me
sucedieron y en el mundo.
***
Y como me vio luchando para continuar confrontando con él, Suzi aumentó la
presión de la mano que en actitud de apoyo mantenía en mi espalda, y me instó a
que continuara mirándolo. Bert, dijo entonces, “Yo también he sufrido!” Y yo
pensé, “Como te atreves a comparar tu sufrimiento con el que causaste a tu
esposa, 13 niños y a muchos de nosotros desde entonces!”. No obstante, con la
mano firme de Suzi en mi espalda, muy reticentemente continué sosteniendo su
mirada con enfado.
Entonces ocurrió una de las cosas más extraordinarias que me han pasado.
Mientras miraba sus ojos una emoción más rápida que la velocidad de la luz y
casi imperceptible incluso para mí, destelló a través mío: fue el repentino y fugaz
recuerdo de que su madre falleció de gangrena cuando él tenía 2 años.
Suzi entonces pidió a todos en la constelación que buscaran sus lugares en una
línea detrás de mí, mientras me ubicaba al frente mirando hacia el futuro. Un
momento más tarde, me preguntó si sabía quién se había alineado
inmediatamente detrás de mí para respaldarme. Sin mirar, yo dije, “Mi abuelo” y
ella confirmó, “Sí, tu abuelo.”
Aunque yo aún sentía cierto recelo sobre su presencia detrás de mí, también
había una extraña calma y sensación de pertinencia al respecto. Más tarde yo
comenzaría a pensar acerca de los 700.000 convictos y muchos más no
enjuiciados delincuentes sexuales en este país, el único grupo al que la sociedad
considera aceptable -e incluso requiere- despreciar. Y cuando pensaba en los
millones de personas en sus familias, y las familias de sus víctimas atrapadas en
esta red de estigma y desprecio, sentí una enorme gratitud. Los muchos dones
que mi familia me brindó me estaban permitiendo estar en posición de
comprobar cómo tanto dolor puede ser resuelto, y que aún los más marginados
entre nosotros pueden ser precavidamente incluidos para bien de todos.
***
En esta constelación facilitada por Annie Block Pearl, quería explorar la relación
de mi madre con su padre, Bert. Semiconsciente en su lecho de muerte en 2002,
se mencionó que mi madre sonrió cuando supo a través de uno de sus hermanos
que se rumoreaba que su padre había sido muerto por la policía en 1950, poco
después de su liberación de San Quintín. Hasta entonces, ella creía que él había
fallecido a causa de miocarditis. Sin conocer la historia, Annie dispuso
representantes para mi madre, su madre que falleció cuando ella tenía 11 años, y
Bert.
Mis abuelos permanecieron de pie uno al lado del otro a unos 30 centímetros de
distancia y de frente a mi madre, que miraba hacia ellos alejada unos tres metros.
Muy despacio, ella comenzó a caminar tímidamente hacia ellos, deteniéndose
aproximadamente a un metro. Había una triste y pesada energía en el triángulo,
pero era muy claro que eran parte de un mismo núcleo. Como Suzi diría más
tarde, Bert renunció a sus derechos pero no a su lugar. Y fue la primera vez que
vislumbré que había algo más profundo que eldesprecio que mi madre sentía
hacia su padre: ella quería estar con sus dos padres.
***
Nuevamente trabajando con Annie Block, quise mirar la relación entre Bert y su
madre Laura, que falleció cuando él tenía 2 años de edad, aunque no le mencioné
su muerte a Annie. Ella ubicó representantes para Laura y Bert en el campo.
Laura inmediatamente se acostó en el suelo de espaldas, con su mirada fija en el
techo. Mostrándose muy joven en su afecto, Bert fue rápidamente de rodillas al
lado de su madre, rogando silenciosamente que ella lo mirara. Era evidente que
ella no podía resistir ver su dolor o sentir su pérdida, y una trágica sensación de
impotencia llenó la sala. Dándome una noción de lo que esto pudo haber sido
para él, la constelación terminó en lugar de moverse hacia una resolución.
Aunque sin condonar jamás sus acciones, esta constelación fue otro paso en el
deterioro del monumento a mi ira y a la exclusión de mi abuelo, no sólo de
nuestra familia sino también de la humanidad. Y como comprendí más tarde que
en algún nivel uno se convierte en aquello que excluye, esta fue una constelación
muy importante para mí.
***
***
***
***
Pocos días después Suzi me envió un correo electrónico con la foto de una
hermosa flor dorada rodeada de salvia, recordándome cuán bella puede ser una
flor del desierto.
***
A pesar de haber sido informada de que habría un traductor y luego que no,
decidí asistir al Entrenamiento Intensivo con Hellinger en Barcelona en
Septiembre de 2009. Aunque yo no hablo ni español ni alemán, los idiomas en
que se desarrolló el taller de 9 días, fue durante ese entrenamiento que tuve la
tercera visión más allá de mi terror de las demandas de mi madre, de hecho
mucho más allá de esa imagen interior.
Una mujer sentada cerca de mí explicó que Hellinger había pedido que cada uno
de nosotros ubicara dos representantes frente a nosotros, e imagináramos una
línea invisible aproximadamente a medio camino entre ellos y nosotros. Una vez
que nos desplazamos para hacerlo así, se nos invitó a cruzar esa línea y
adelantarnos en dirección al representante hacia quien fuéramos más atraídos.
***
Estudiando con Hellinger en Austria, hizo que todos nos moviéramos para
formar pequeños grupos donde cada uno pudo hacer este ejercicio. La persona
que hacía el trabajo elegía representantes para cada uno de sus dos linajes. A
estos dos representantes se les solicitaba que se pararan uno al lado del otro
detrás de la persona y mirando su espalda. Una línea era trazada en el suelo
aproximadamente a un metro y medio por delante de la persona, y moverse hacia
el frente sobre esta línea significaba ir desde el pasado hacia el futuro. Cuando la
persona estaba lista, se le solicitaba atravesar la línea y volverse para decirle a
los representantes de sus dos linajes que entonces estaban del lado del “pasado¨
de la línea, “Y ahora los dejo con paz.”
Cuando fue mi turno, yo estaba dubitativa porque sentía que no había terminado
de trabajar con la distorsión en los sentimientos hacia mi familia, pero a pesar de
esa vacilación dispuse la constelación. Para gran sorpresa de mi parte, cuando
finalmente caminé para atravesar la línea hacia el futuro y dije, “Y ahora los dejo
con paz”, sentí la paz descender sobre mis linajes y sobre mí. Esa paz nunca me
abandonó y todo el trabajo ulterior que haría con mi familia estaría en adelante
sutilmente influenciado por la experiencia de esta nueva posibilidad final.
***
De regreso a las clases con Suzi en Nueva York, quise continuar observando la
relación con mi padre. Ella me ubicó en el campo y eligió un colega miembro
del grupo para representar a mi padre. Por algún tiempo yo lo seguí enfadada y a
la distancia, mientras él parecía dar vueltas sin objeto en la niebla. Diagnóstico
de mi infancia, mi padre no me veía, y yo estaba enojada y fría, reflejándolo en
gran parte. Suzi ubicó entonces representantes para mi madre, sus padres, y
varios de sus hermanos en la constelación. Mi madre parecía muy joven e
inmediatamente quiso ir hacia su padre. Su padre se movió hacia ella, pero
cuando comenzaba a abrazarla, él se detuvo y dijo, “No siento que sea
apropiado”. Suzi inmediatamente lo ubicó a un lado, y dispuso otro
representante masculino cerca de él. Ése representante respetaba que él tenía su
lugar, pero como un amenazante ángel guardián, mantenía sus brazos en alto
evitando que su padre pudiera acercarse desde la periferia.
Triste, mi madre dijo, “Yo ansiaba tanto sentarme en su falda”. Entonces ella
notó que su madre estaba tranquila detrás suyo. Mientras esto se revelaba, mi
padre y yo, parados uno próximo al otro, observábamos a la distancia. Sin
mirarme, mi padre tendió sus brazos hacia mí, atrayéndome hacia sí. Yo me
moví inmediatamente hacia él, apoyé mi cabeza en su pecho y finalmente me
relajé sobre la suavidad de su suéter. Luego, desde el abrazo levanté la vista
hacia mi madre que aún parecía confusa acerca de su deseo de ir con su padre.
Apuntando a mi padre, le dije a mi madre, “Mami, este es tu esposo”. Luego
retrocedí unos pasos, y ella lentamente comenzó a reconocerlo como su marido,
se movieron uno hacia el otro y se abrazaron.
Sería algo de gran significación para mí cuando unas semanas después de esta
constelación el representante de mi padre me dijo que se había sentido muy
honrado al desempeñar ese rol. Y fue también muy significativo que trajera a mi
memoria a mis padres finalmente juntos, de la manera en que de hecho
estuvieron más frecuentemente los últimos 20 años de su matrimonio.
***
cio y empezó a emanar una fuerte y bella vitalidad y sexualidad, que me recordó
mucho a una foto suya a los 14 años. Y mientras mi limitada imagen de Mary
comenzaba a incluir la alegría y vivacidad que estaba viendo, Suzi se volvió
hacia mí nuevamente y dijo enérgicamente, “Jan, tú no tienes derecho a su
pena!”. Y como una bofetada con la vara de un maestro Zen, el impacto de esa
ahora evidente verdad desalojó algo intenso y extraño del trasfondo de mi
corazón.
Yo había dado por sentada su completa absorción religiosa como una clase de
insanía, así que me sorprendió ver la presencia de una sabiduría trascendente que
igualaba lo que también había visto en los ojos de mi madre en Barcelona. Y
dando unos pasos hacia ella, Betha me abrazó y acarició tiernamente mi cabello.
Aunque yo recordaba que ella me peinaba cuando niña, nunca imaginé que me
tuviera en consideración como lo hacía. Ahora yo percibía su conciencia de mí,
y su amor por mí, y sentí entonces que podía abrirme a mi amor por ella.
Mi abuela Betha.
La verdad paralela a la que accedí.
Además, el hecho de que viviera hasta los 96 años adquirió un nuevo significado
para mí. Y aunque ella debe haber querido reunirse con su madre y todos
aquellos que perdió tan tempranamente, se quedó con nosotros. Yo podía ahora
comenzar a reconocer que el amor a su Dios podía
ser al menos en parte una forma de reencuentro con todos a quienes había
perdido. Y desde entonces, cuando pienso en mis abuelas siento dulzura y un
nuevo respeto. Los antiguos sentimientos han sido reemplazados por una
felicidad y una energía que se transmite desde sus almas a la mía.
***
***
***
Me sentí bastante satisfecha por algún tiempo, pero una serie de eventos
particularmente penosos me habían llevado a un ahora inusual lugar de conflicto.
Al comentarle a Suzi acerca de esto, ella me sugirió “no apoyarme en la
debilidad en mi sistema, sino en cambio en la perspectiva mayor”. Aceptando
ese consejo, me volví hacia mis ancestros y les pedí su ayuda para sentir con
mayor claridad su bondad, generosidad e inteligencia. Y cuando lo hice me sentí
crecientemente reconfortada y segura de apoyarme en ellos. Sin embargo,
todavía percibiendo cierta desconfianza residual acerca de recibir su ayuda,
solicité al círculo de Aprendizaje Guiado realizar una constelación para explorar
lo que estaba sintiendo.
Cuando caminamos juntas hasta la primera mujer, sentí que había visto cierto
recelo en su mirada. No obstante, como pude aceptarlo sin retraerme, su
desconfianza se tornó en una cauta sonrisa compartida entre las dos. Cuando
pasé a la siguiente mujer, hubo una calidez sin reservas en el contacto, y algo en
mí se relajó un poco más. Cuando me volví al hombre a su lado, sin embargo,
me miró con lo que parecía un intenso temor y quizás hasta repugnancia.
Atemorizante al principio, mi fortaleza fue aumentando y sorpresivamente pude
aceptar esa forma en la que él parecía sentir hacia mí.
Cierta objetividad y compasiónsurgió en mí mientras también cruzaba por mi
mente la idea de que sus sentimientos eran demasiado intensos para ser
completamente sobre mí, y me sentí más dispuesta para limitarme a
contemplarlos y recibirlos. Mientras tanto, apenas advertida por mí, había una
tercera mujer que estaba de pie, en calma pero en actitud protectora junto a un
joven que se había deslizado despacio al suelo. Y cuando me acerqué a ella, me
sonrió alegremente y hubo un relajado afecto entre ambas. Entonces me volví
para hacer más contacto con el joven, y quedé asombrada. Aunque
evidentemente él estaba herido profundamente de algún modo, yo nunca había
visto semejante dulce amor fluir en ojos humanos. Eran como inspirados en
alguna pintura renacentista de un muchacho no enteramente de este mundo. Y
mirando en esos ojos, mi corazón sintió el deseo de honrar y proteger a este
chico a toda costa.
LA TERAPEUTA DIFÍCIL
-Bert Hellinger, Peace Begins in the Soul (La Paz comienza en el Alma)
E
n los círculos clínicos, el cliente con el que uno se siente impotente, o el cliente
que no acepta graciosamente y coopera con la “sabiduría” de uno, es a veces
llamado “un paciente difícil”. Pues bien, es justo
decir que en los años recientes algunos clientes han sentido al comienzo que yo
era una “terapeuta difícil”.
Grace
No obstante, dado que los recursos de su propio cuerpo y la conexión tanto con
su familia biológica como con la adoptiva eran para ella comprensiblemente
difíciles, ambas fueron suavemente deslizadas para experimentar como
posibilidades. Y en la medida en que se abrió a éstos niveles de trabajo, como
sugirió Suzi en la supervisión del caso, Grace comenzó a “ser impulsada y
cuidada por todas. No quién fuera bueno o malo, padre biológico o adoptivo,
sino respondiendo a la pregunta: “Qué elijo recibir ahora?’” Experiencia
Somática se tornó una herramienta importante en el trabajo con la energía densa
y crónica que se había concentrado en su cabeza y cuello, por años de intentar
manejar su mundo y sus sentimientos. Al describir el acto de malabarismo
interno y externo que ella sentía que tenía que hacer a lo largo e su vida, en un
punto dijo, “sentía que mi cabeza iba a explotar y mi rostro hacerse trizas”.
Asistiendo a uno de los talleres de Suzi, tuvo lugar una constelación con
representantes para los padres adoptivos y biológicos de Grace y el orfanato
donde estuvo algunos meses antes de la evacuación de su país. Sorpresivamente,
mientras había evidente amor emanando hacia Grace de ambos, sus padres
biológicos y adoptivos, el representante del orfanato fue el más intensamente
atento. Todo esto, desde luego, se sentía opuesto a las dolorosas imágenes
concretizadas esencialmente de soledad y abandono. Y ella estaba visiblemente
asombrada mientras lentamente comenzaba a recibir lo que podía de ésta
profundamente fortalecedora realidad paralela.
Debido a que ella había escuchado algo acerca del trabajo con constelaciones,
después de conversarbrevemente le pedí que ubicara en el suelo pisadas de felpa
representando a su madre, dónde lo sintiera adecuado. Cuando lo hizo, noté que
su cuerpo se contraía y se alejaba de las pisadas. Animándola a seguir cualquier
movimiento que se sintiera inclinada a hacer, ella describió un sutil impulso en
sus brazos de empujar a su madre lejos. Diciendo que le gustaría empujar a su
madre a un barco de Circle Line en el río Hudson, empezó a hablar acerca de
distintas maneras en que ella la había herido. Sus palabras tenían, sin embargo,
la característica de la repetición insatisfactoria. Se sentían como si ella hubiese
repetido esta historia una y otra vez a lo largo de los años, recibiendo empatía
por su dolor, pero sin hacer progreso alguno en resolverlo.
Tan suavemente como pude, orienté su atención a notar que ella continuaba
haciendo el gesto de alejar a su madre con los brazos mientras hablaba de ella.
Aunque molesta por verse interrumpida en su relato, ella hizo consciente el
gesto, repitiéndolo aún con mayor firmeza cuando le pregunté si se sentía
dispuesta a intensificarlo. Luego le pedí que buscara la distancia exacta a la cual
le gustaría ubicar a su madre, y mientras exploraba esto su cuerpo comenzó a
relajarse. Desde el punto de vista de su sistema nervioso primitivo, su madre
estaba ahora a una distancia y cercanía óptimas: ahora ella podía respirar mejor,
literalmente. No obstante, como ocurre con frecuencia cuando una persona
finalmente logra comenzar a expresar lo que siente como peligrosos instintos
primitivos de ataque o fuga, el temor y la tristeza surgen como reacción. Ella
comenzó a entrar en un colapso familiar, diciendo, “Me siento muy mal, y muy
sola”.
También era una capacidad inicial para tolerar el reconocimiento de lo que había
perdido. Explorando la anatomía de esta posición muy familiar, ella vio más
claramente que desde ese lugar de colapso no podía extenderse hacia su madre ni
tampoco seguir adelante de un modo agradable. En contacto con el pesar pero
siendo guiada ahora para volver a los recursos de su yo actual corporeizado, ella
podía ver que los sentimientos dolorosos podían pasar a través de ella más
sencilla y naturalmente.
Saul
Uno de mis grupos de constelaciones más breve tuvo lugar con un psicólogo
judío de 85 años con una historia familiar relacionada con el Holocausto. Un
hombre fuerte y amado por muchos, “Saul” había trabajado con una cantidad de
abordajes espirituales y se había beneficiado profundamente con ellos. Sin
embargo, encontrándose extremadamente mal de salud, estaba atemorizado de la
muerte. Y aunque había hecho muchos años de trabajo acerca de este temor,
continuaba en un estado de gran dolor emocional y confusión acerca de su
relación con su madre, que había fallecido cuando él era bastante joven, y con su
padre, que había cometido suicidio.
La Supervisión de Andrea
Cuando Andrea y yo comenzamos a trabajar juntas, ella comentó que uno de sus
temores era el de no poder solventar al Dr. M. en el futuro. Ella temía que no
podría sobrevivir, ni qué mencionar prosperar, sin él. A diferencia de su padre,
que había abandonado a su madre y a ella cuando tenía 6 años, su relación con el
Dr. M. le había brindado la guía de un hombre estable y afectuoso.
Anthony
En los años recientes, tomé consciencia dolorosamente de que es muy fácil para
mí apoyar lo nuevo y borrar lo que estaba antes. Esta es una de varias razones
por las que me siento en deuda con el reciente libro de Beaumont, Toward a
Spiritual Psychotherapy: Soul as a Dimension of Experience (Hacia una
Psicoterapia Espiritual: el Alma como una Dimensión de la Experiencia). En él
se describen muchas de las contribuciones que la teoría y práctica
psicoterapéutica han hecho a nuestras vidas. Y me recordó cuán en deuda
estamos con ambas aquéllos que hacemos trabajo de constelaciones familiares
por el rol que han tenido en su continuo desarrollo. Pienso, no obstante, que
necesitamos estar advertidos acerca de cómo cualquier sistema de pensamiento -
incluyendo la perspectiva que estoy describiendopuede menoscabarnos si no
continúa siendo refinada y expandida.
Este diagnóstico habría sido no sólo más preciso y útil, sino también más
humano. De escaso valor, las denominaciones actualmente en uso
inevitablemente agregan humillación al daño.
Alguna vez, las únicas enfermedades que podría ser útil nomenclar serán
diferentes tipos y niveles de traumas, sencillamente definidos como rupturas de
la fuerza vital que abruman el sistema nervioso y el alma. En mi propio
vocabulario yo pienso sobre todos los traumas como alguna forma de lo que
llamo Desorden de Insubstancialidad (ID). Más aún, dado que la vida en éste
planeta es a la vez bella y peligrosa, no es cuestión de si uno tiene o no ID, sino
de qué tanto está afectado por el ID y cómo resolverlo. Y debido a que el ID es
una consecuencia natural de ser humano, no es intrínsecamente patológico. Es
simplemente un reflejo de los desafíos de la travesía humana en la vida, y ocurre
en el nivel superficial y no en las corrientes profundas de la realidad.
Esto puede, sin embargo, sonar atemorizante al principio a cualquiera que siente
que estoy proponiendo la pérdida de uno mismo en lo que los psicólogos llaman
“fusión” o “inmersión” con la madre, cosa que no hago. O puede sonar extraño
para quien no haya experimentado aún pararse sin esfuerzo sobre el suelo en la
plenitud de su cuerpo, sintiéndose fuerte, en su lugar apropiado y sintiendo su
pertenencia como una bendición. Ciertamente, alguna vez me hubiera sonado de
esa forma a mí. No obstante, desde ésta nueva perspectiva uno puede comenzar a
preguntar, porque tratamos tan arduamente de cumplir la fantasía de la
separación absoluta? La realidad parece ser que en éste trance de soledad,
paradójicamente, uno nunca puede triunfar en la “madurez” porque una
separación de tal naturaleza es una ficción innecesaria. Y a menudo nos
sentamos en un consultorio de terapia o en un cojín de meditación por muchos
años para buscar un sentimiento de pertenencia, o, en el último de los casos,
unión.
Un ejemplo de un lapsus de este tipo fue un caso que escribí alrededor del año
2000, y que apareció en una publicación de psicoanálisis en 2005. Ahora me
siento apenada por una frase que dice, “Él siente menos como si necesitara
cumplir demandas de objeto-self para mí, y está más consciente cuando se
adentra a sentirme en una transferencia como su madre narcisista.” Siento ahora
que desestimar a la básicamente amorosa y comprensiva madre de éste cliente a
un diagnóstico tan reduccionista fue arrogante. Me he disculpado con ese cliente
y, en forma póstuma, con su madre.
Por ejemplo, una cliente adulta que había sido secuestrada y acosada
sexualmente cuando niña, describió a su familia de origen de este modo: “Mi
madre era una bocona, mi padre un perdedor y mi hermano un idiota”. Yo supe
que a causa de que ella había sido muy profundamente herida y había organizado
su vida en derredor a este relato, sería un largo camino hacia el encuentro de una
salida para esta ira. De todas maneras yo estaba preocupada porque si ella dejaba
la terapia con esta visión unidimensional, tendría un peligroso refuerzo de su
imagen de estarsola, cuando no lo estaba. Y afortunadamente con la ayuda de
este trabajo, aunque haya sido una lucha crítica por momentos, pudimos tratar su
trauma físico, escuchar su indignación y no reforzar su cortarse en pedazos al
destruir la senda hacia sí misma y hacia los recursos de todos aquellos por detrás
y al lado de ella.
Mientras escribo esto, recuerdo con tristeza a una cliente que se trató por muchos
años con un prominente psicoanalista. Su madre había sido uno de los “niños
escondidos” durante el Holocausto y había perdido a toda su familia. Durante
una de las sesiones, tras muchos años de análisis, mi cliente le dijo, “Me he
sentido más cerca de mi madre últimamente. He llegado a sentir que hizo lo
mejor que pudo.” Él replicó, “No, no fue así.” Y a pesar de la importancia que él
tenía para ella, mi cliente siguió su más profundo saber y finalizó esa terapia
poco después.
A partir de ése momento, ella ha visitado Auschwitz y presentó sus respetos por
aquéllos que perecieron allí, por ella misma y por su madre con quien ahora está
mucho más cercana. Y desde que hay más amor abiertamente expreso para con
su madre, ella descubrió que eso estaba ayudando a que su hija encontrara mayor
facilidad para recibir de sus abuelos lo mucho que ellos tienen para darle. Es
difícil, desde luego, saber qué pensaba ése analista, pero yo he cometido errores
tan terribles como ése, a veces erigiéndome en la justa protectora, la nueva
madre, o simplemente teniendo una empatía insuficiente con todos los miembros
de la familia del cliente.
De todas formas, para mis clientes y para mí, la verdad dentro de las corrientes
profundas puede al principio ser atemorizante. Aún la presencia de un gran amor
donde uno creía que sólo existía desinterés o desdén puede a veces sentirse como
una amenaza para la estructura concretizada del yo interior. Esto es
especialmente cierto cuando está edificado sobre estructuras de creencias
internas como ser, “Ahora sé qué pasó y a quién culpar, aún cuando no pueda
hacer nada al respecto, aunque eso me mate.” En el punto donde éste
“entendimiento” se encuentra afianzado, la empatía tradicional puede actuar en
la dirección de reforzar involuntariamente la ruptura de conexiones mucho más
importantes que las que se han creado entre el terapeuta y el cliente.
“Volvemos a nuestro origen con el mismo amor que nos dio nuestra existencia
allí previamente? O volvemos con un amor enriquecido, un amor purificado? En
nuestra travesía aprendemos a formar nuestro amor a la imagen de este gran
amor, a amar más como el amor que nos dio nuestra existencia?”
o soy el fin de mi línea materna. Por cientos, si no por miles deaños, cada mujer
en mi ascendiente materno dio a luz a una niña que a su vez tuvo una hija. Y
aunque hay una antigua sensación de tristeza en
Una de las revelaciones que surgieron durante esas semanas fue algo que nunca
había considerado antes. A medida que mi cuerpo salió lentamente del shock y
comencé a sentir mi columna contra la cama del hospital, me di cuenta por
primera vez que cada célula de mi cuerpo era un regalo de mis ancestros y que,
en algún nivel, les pertenecía. Y fue además un pensamiento de consuelo el que
esas células habían sobrevivido a amenazas más grandes. Aunque lo que yo
estaba atravesando era atemorizante, a diferencia de Mary Smallman Watkins yo
nunca me había arrojado de cara al fuego para sacar de allí a mi niña con los
dientes. Yo nunca había caminado descalza a campo traviesa como Hannah,
Christian y mi bisabuela Tear lo hicieron. No tuve que vivir con la pérdida de un
hijo o, como mis dos padres, con la pérdida temprana de uno de los progenitores.
Tampoco tuve que sobrellevar estar en continuo riesgo a causa de un padre como
tuvo que hacerlo mi madre. Recordar su fortaleza y compromiso con la vida hizo
más fácil para mí poder imaginar la tarea de recuperación.
Una segunda revelación durante mi recuperación fue algo que pude extraer del
CD de Hellinger titulado Journeys to the Core (Viajes al Centro). Una de las
meditaciones, “Consenting” (Consintiendo), me ayudó a aceptar
conscientemente en un nivel profundo lo que me estaba sucediendo físicamente,
mientras al mismo tiempo hacer todo lo posible para superarlo. Y algo en esa
aceptación me preservó de sufrimiento innecesario.
También supe que aunque describo varias experiencias de otro nivel de realidad
para el cual no todos pueden tener un marco o referencia -o del cual pueden
tener un entendimiento diferente-, éstas necesitaban ser incluidas ya que cada
una me mostró algo acerca de un aspecto de la naturaleza esencial de nuestra
experiencia.
El cuerpo adora deslizarse por las vías plateadas El tren un velero navegando
sin viento por la costa mientras las fábricas que se derrumban
de espaldas a las vías
callan lo que nace entre sus muros
En camino a entrar en los lugares
donde el alma aún vive
fuerte en esos condenados y en mí
la memoria de mi abuelo
en su celda en San Quintín
a punto de ser liberado
para ser golpeado hasta morir
en un terraplén del tren en California
por aquellos que sabían muy bien
Que no dejas a alguien así
regresar a las calles
El hombre cuyos ojos de dos años
rogaban a su madre Laura
sólo mírame
mientras la gangrena llevaba la muerte por su cuerpo Pero ella no podía resistir
el pesar de ese adiós
aunque nada justifica sus crímenes sacrílegos años más tarde como tantos antes
el licor quemando en su vientre
desvaneciendo toda memoria
tomó lo que no pudo tener
de la manera que pudo
en los únicos brazos
más indefensos que los suyos
Dejando la vergüenza y la tristeza
retumbando en sus trece hijos
y a las muchas generaciones
que no sabían
que sabían
Apurando esta costa
a su lado esa fuerza
cuyas alas desplegadas ahora
lo protegen de sí mismo
al fin ocupando su lugar
largamente reservado por la vida para él Dando lo que puede
a su hija Ruth una fila adelante
que ahora siente segura
lo que toda pequeña ansía y ella nunca pudo tener Fortalecida ahora
volviéndose hacia adelante
apoya una mano en mi hombro
afirmando mi columna y mirando adelante mientras recibo esta plena fuerza de
amor de todas las maneras que puedo
Las puertas de la prisión se dejan ver
Respetando su privacidad y dado que pueden pasar muchos años antes que ellos
o sus hijos deseen conocer más acerca de éste linaje, puedo decir que viven en
otro país y que trabajan con los más pobres, en relativa pobreza ellos mismos.
Haciendo una peligrosa labor para traer la armonía entre gente de tres religiones
en conflicto en el mundo, ellos son una continua fuente de inspiración para mí
cuando procuran hallar puntos de encuentro con las otras religiones con que
trabajan. Y a pesar de los malentendidos entre sus padres y yo, ahora puedo
decirle con toda sinceridad a mi sobrino que tiene los padres perfectos para él y
que me siento profundamente agradecida por la contribución que ellos han hecho
a nuestra familia. Además, dado que he sido estudiante de las religiones con las
cuales mi sobrino y su esposa trabajan, también puedo apoyarlos en esa labor.
La Nueva Eucaristía
Pocos días antes de terminar este libro, se hizo una constelación para mí que
probó ser otro movimiento que me llevó a ser aún más receptiva hacia lo que ha
estado allí siempre, a la espera. Se eligió un representante para mi madre, y se
me pidió que yo ingresara a la constelación. Cuando mi madre se acercó a mí
con un amor radiante e innegable, me moví sin dudas hacia ella. Permitiéndole
amarme, no oculté más la intensidad del amor hacia ellaque había mantenido en
secreto aún para conmigo misma.
Mi cuerpo comenzó a relajarse de una forma nueva al diluirse una nueva capa de
temor. Sentí, sin embargo, que había aún alguna sutil barrera que impedía recibir
en plenitud la fuerza de éste amor. Me di cuenta entonces que ése abrazo era
recibido tanto por la Jan de 69 años, como por la atemorizada y ya la defensiva
pequeña de 4 o 5 años. Cuando la duda surgió en la pequeña, me encontré
preguntando escépticamente, “Tú eres mayor?” Y cuando mi madre respondió
con firmeza, “Sí, yo soy mayor,” en ese momento ambas partes de mí se
fundieron en una y yo supe que era verdad.
Hasta Hoy
Citado con permiso de The Knowing Field (El Campo del Conocimiento - Enero
de 2010)
Este particular camino adelante ofrece más, requiere más. Esto significa ser
capaz de mirar mucho más lejos en la distancia que antes, no sólo hacia
adelante sino también a la derecha, a la izquierda y hacia atrás. Para que eso
suceda aún debemos poder dejar atrás todos nuestros pequeños países y
religiones y nuestros plazos hasta que el Tibet o el Mediterráneo sean sólo
manchas en un mapa; hasta que una extensión de tres mil años sea sólo un juego
de niños.” ( p. 61-62 A Story Waiting to Pierce You: Mongolia, Tibet and the
Destiny of the Western World - Una Historia Esperando para Penetrarte:
Mongolia, Tibet y el Destino del Mundo Occidental)
El Libro de Mi Vida
RECONOCIMIENTOS
i querida difunta amiga, quien fuera monja benedictina, Ruth Wilson, dijo una
vez que pensaba que la gravedad fue el primer regalo de Dios. Sin embargo,
cuando ahora pienso acerca de ello,
el regalo de un humano que pone en riesgo su vida para dar a luz a otro puede
preceder aún a eso. Un cercano segundo o tercer regalo puede ser que se nos ha
dado la elección de permitirnos ser movidos hacia adelante por la vida,
discriminando gradualmente su nivel superficial de sus corrientes profundas.
Uno de los propósitos de este libro ha sido reconocer a aquellos que me guiaron
o guían hacia el aprecio de la naturaleza de éstos y todos los dones de la vida. Y
Bert Hellinger y Suzi Tucker son los primeros entre esos guías. Este libro nunca
podría haber sido escrito sin su sabiduría y, en el caso de Suzi, su apoyo
personal.
A mis maestros más formales, lo que me han obsequiado es de gran valor para
mí. Algunos de los maestros no honrados todavía son Roshi Richard Baker,
Thich Nhat Hanh, Toni Packer, Sensei Jishu Glassman, y Mary Abrams. Otros
fueron mis amables y calificados psicoterapeutas, particularmente Marjorie
Greenberg, Diane Heller, Janet Pfunder y el difunto Sensei Lin Aston.
BIBLIOGRAFÍA
ACERCA DE LA AUTORA