Esperanza para El Mundo - Primeras Paginas
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ISBN: 978-84-17407-00-1
Depósito legal: M-2306-2018
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1 «Por una parte existe una interpretación que podría llamar “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura”; a menudo
ha contado con la simpatía de los medios de comunicación y también de una parte de la teología moderna. Por otra parte,
está la “hermenéutica de la reforma”, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha
dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de
Dios en camino.
La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar.
Afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio. Serían el resultado
de componendas, en las cuales, para lograr la unanimidad, se tuvo que retroceder aún, reconfirmando muchas cosas antiguas
ya inútiles. Pero en estas componendas no se reflejaría el verdadero espíritu del Concilio, sino en los impulsos hacia lo nuevo
que subyacen en los textos: sólo esos impulsos representarían el verdadero espíritu del Concilio, y partiendo de ellos y de
acuerdo con ellos sería necesario seguir adelante. Precisamente porque los textos sólo reflejarían de modo imperfecto el
verdadero espíritu del Concilio y su novedad, sería necesario tener la valentía de ir más allá de los textos, dejando espacio a
la novedad en la que se expresaría la intención más profunda, aunque aún indeterminada, del Concilio. En una palabra: sería
preciso seguir no los textos del Concilio, sino su espíritu.
De ese modo, como es obvio, queda un amplio margen para la pregunta sobre cómo se define entonces ese espíritu y, en
consecuencia, se deja espacio a cualquier arbitrariedad. Pero así se tergiversa en su raíz la naturaleza de un Concilio como tal.
De esta manera, se lo considera como una especie de Asamblea Constituyente, que elimina una Constitución antigua y crea una
nueva. Pero la Asamblea Constituyente necesita una autoridad que le confiera el mandato y luego una confirmación por parte
de esa autoridad, es decir, del pueblo al que la Constitución debe servir. (…)
A la hermenéutica de la discontinuidad se opone la hermenéutica de la reforma, como la presentaron primero el Papa Juan
XXIII en su discurso de apertura del Concilio el 11 de octubre de 1962 y luego el Papa Pablo VI en el discurso de clausura el 7 de
diciembre de 1965. Aquí quisiera citar solamente las palabras, muy conocidas, del Papa Juan XXIII, en las que esta hermenéu-
tica se expresa de una forma inequívoca cuando dice que el Concilio “quiere transmitir la doctrina en su pureza e integridad,
sin atenuaciones ni deformaciones”, y prosigue: “Nuestra tarea no es únicamente guardar este tesoro precioso, como si nos
preocupáramos tan sólo de la antigüedad, sino también dedicarnos con voluntad diligente, sin temor, a estudiar lo que exige
nuestra época (...). Es necesario que esta doctrina, verdadera e inmutable, a la que se debe prestar fielmente obediencia, se
profundice y exponga según las exigencias de nuestro tiempo. En efecto, una cosa es el depósito de la fe, es decir, las verdades
que contiene nuestra venerable doctrina, y otra distinta el modo como se enuncian estas verdades, conservando sin embargo
el mismo sentido y significado” (Concilio ecuménico Vaticano II, Constituciones. Decretos. Declaraciones, BAC, Madrid 1993,
pp. 1094-1095)». [N.d.T.]
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2 El antinomismo (del griego άντί, «contra», y νόμος, «ley») es, propiamente, un movimiento cristiano del siglo XVI consi-
derado herético que defendía que la fe lo llenaba todo y era lo único necesario, y que como la ley de Moisés era inútil para la
salvación, es indiferente que un creyente «persevere en pecado para que la gracia abunde» (en contradicción con Rm 6, 1-2).
Esta doctrina fue propagada por su fundador Johannes Agricola, quien comenzó a desarrollar sus doctrinas en el año 1537,
hallándose en Wittenberg como profesor, por lo cual a sus partidarios se les conoce también con el nombre de los reformado-
res de Wittenberg. En esta ciudad tuvo controversias con Lutero y Melanchthon, huyendo luego a Berlín donde escribió una
retractación. [N.d.T.]
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3 Doctrina teleológica que surgió por la necesidad de fundamentar las normas de la vida moral y justificar sus exigencias.
Se originó en moralistas del ámbito cristiano tomista que encontrándose con la dificultad en el cumplimiento de las normas
morales propusieron unos cambios a la doctrina clásica del acto humano. Uno de sus fundamentos es la tendencia natural del
hombre hacia el bien. Afirma que en el actuar humano existe una proporción, es decir, los actos se justifican por el hecho de
que el sujeto actúa con la intención de conseguir un fin bueno. Lo que busca el proporcionalismo es beneficiar al mayor número
de personas y minimizar los males. [N.d.T.]
4 En ética, el consecuencialismo hace referencia a todas aquellas teorías de la ética normativa y está basado en el hecho
de que todas las acciones son permitidas siempre y cuando la acción a realizar sea la «mejor» opción del agente; nunca está
permitido que la acción elegida sea la que haga menos «bien». Así, siguiendo esta doctrina, una acción moralmente correcta es
la que conlleva buenas consecuencias o crea un bien. Entre las éticas consecuencialistas podemos encontrar muchas formas de
utilitarismo (las mejores consecuencias para el mayor número), el egoísmo moral (las mejores consecuencias para mí mismo)
y la ética del altruismo de Auguste Comte. [N.d.T.]
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