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Santidad Encarnada

Este documento describe la vida de San Antonio de Padua, incluyendo su nacimiento en una familia acomodada en Portugal, su entrada en la orden franciscana y su trabajo como predicador y teólogo, llegando a ser conocido como el 'Arca del Testamento'.

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Santidad Encarnada

Este documento describe la vida de San Antonio de Padua, incluyendo su nacimiento en una familia acomodada en Portugal, su entrada en la orden franciscana y su trabajo como predicador y teólogo, llegando a ser conocido como el 'Arca del Testamento'.

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Santidad encarnada: vida de San Antonio de Padua

La palabra santidad ha dejado de brillar en la mente de muchos de nosotros, ya no es


aliento y meta, sino mera palabrería que pasa desapercibida. La sociedad en la que
vivimos olvida que nuestro designio es el cielo, que somos llamados para algo mucho
más grande, que las pequeñeces de la tierra no son comparables a la gloria eterna que
nos espera. Vivir con la fe y la confianza de que nuestra andadura no es más que una
subida a la cima de una montaña sabiendo que allí Alguien nos espera cambia nuestro
modo de ver el mundo y lo que a priori nos puede parecer catastrófico pasa a ser valioso
porque todo lo que Dios permite es necesario y todo lo que viene de Él es don y regalo.

Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían
con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el
pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo.
En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia
militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos
que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar
otra expresión, «la clase media de la santidad». 1

La santidad es una vocación común, un compromiso de vida al que todos estamos


llamados. Como bien nos exhorta el Papa Francisco la santidad de la Iglesia militante
que con constancia sigue adelante en el día a día haciendo de los momentos ordinarios
algo extraordinario es reflejo de la Presencia de Dios. Lo que antes parecía para unos
pocos elegidos hoy, los católicos, lo vemos como el sentido completo de nuestra
existencia. Fuimos soñados por alguien que nos dio nombre concreto, que nos amó y
nos creó para que ese amor recibido fuera extendido por todos los confines de la Tierra.
El padre que ama a su hijo, la mujer que prepara el lonche a su marido, la niña que
juega con otra que está sola en el patio, la religiosa que cuida al enfermo, el director de
un banco que busca el beneficio para sus clientes olvidando su ganancia…. Todos ellos
son los santos de la puerta de al lado, luces en la noche de un mundo que necesita
resplandores nuevos, destellos que muestren el camino como lo hizo la estrella a los
Magos de Oriente.

1 J.M. Bergoglio, Los santos de la puerta de al lado, en Gaudete et exultate, San Pablo, 2018.
https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-
ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html
Durante la historia de la humanidad estos hombres y mujeres que han vivido con
plenitud su llamada a pesar de sus fragilidades, de su pecado e incluso de su pasado han
conseguido tocar el corazón de muchas gentes e incluso cambiar el rumbo de la
sociedad que transitaban. Todas estas figura que han llegado ya al abrazo deseado y
están gozando de la Presencia “mantienen con nosotros lazos de amor y comunión2. Son
vehículo que nos acerca a Dios, que estrecha la relación y nos une en mayor intimidad
con Él, ya que sus vidas cuestionan y direccionan nuestro horizonte hacia una vivencia
radical del Evangelio. Son perfección imperfecta, es decir, hombres de carne y hueso
que como veremos en San Antonio de Padua tuvieron un pasado lleno de vanagloria,
lucharon contra los deseos de la carne, el egoísmo y todos los pecados que robaban la
paz a su alma. Sin embargo, no se conformaron con la mediocridad, siempre estuvieron
en búsqueda y esa sed insaciable fue la que les llevó a encontrar su verdadero camino.
Son amigos desconocidos, pero conocidos, ya que cuando nos adentramos en sus vidas
no nos dejan indiferentes, algunos nos causan admiración, otros sorpresa, cercanía…
Son hilos conductores que dan coherencia y sentido a la Iglesia, que la acercan a la
voluntad de Dios. Son brújula segura que marca el rumbo que debemos navegar, al igual
que la lectura y reflexión del Evangelio nos ayuda a conocer a Jesús y nos muestra qué
actitudes tener, es la vida de los santos la que nos hace más tangible esta vivencia
evangélica.

Con esta breve reflexión sobre la santidad nos adentramos en la vida de Fernando
Martim de Bulhoes, en religión Antonio. Nació en Lisboa el 15 de agosto de 1195 en el
seno de una familia acomodada que se relacionaba estrechamente con la corte
portuguesa. A pocos días de ser nombrado caballero ocurre en su vida un echo que no le
dejará indiferente, en una disputa con su primo llega a herirle de muerte y viendo que su
situación de salud era muy delicada le ofrece a Dios su vida. Y así fue, con paso firme
decide dejar los amores mundanos, los planes familiares, el honor y seguir tras las
huellas de su Maestro porque quiere servir a Cristo con la palabra que es más fuerte que
la espada. Entra en la abadía agustina suburbana de San Vicente a las afueras de Lisboa,
allí estudiará con profundidad las Sagradas Escrituras, la teología de alguno de los
doctores de la Iglesia, y los clásicos latinos. Apasionado del saber pide a sus superiores
su traslado en 1210 al monasterio agustiniano de Santa Cruz en Coímbra para poder
2 J.M. Bergoglio, Los santos que nos alientan y acompañan, en Gaudete et exultate, San Pablo, 2018.
https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-
francesco_esortazione-ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html
continuar sus estudios, ampliar sus conocimientos de Biblia y poder profundizar en el
ejercicios de la Lectio divina.

Cuando creía haber conocido el deseo de Dios para su vida se topa con las reliquias de
tres sacerdotes y dos hermanos legos de la orden franciscana que habían sido asesinados
en Marruecos, al conocer su historia siente el deseo de llevar a Jesucristo hasta los
confines de la Tierra y poder continuar la obra de estos hermanos. Con el único anhelo
de ser fiel a Dios pide su entrada en 1220 en la Orden de los Frailes Menores y adopta el
nombre de Antonio en honor a San Antonio Abad:

Fernando se había transformado en Antonio y con este nombre significativo lo


conocerá el mundo contemporáneo y la posteridad. El nuevo fraile traía dentro
de su ardiente alma el generoso e incondicional anhelo de extender hasta los
confines del mundo el fúlgido esplendor de la Cruz de Jesucristo.3

Su primer contacto con el Santo de Asís fue en un Capítulo general de la Orden, desde
ese momento le encomendó la prédica y enseñanza de teología a los frailes, ya que entre
ellos la formación era más bien escasa. Como nos indica una revista de Universidad
Pontificia Bolivariana:

Francisco adivinó en Antonio las capacidades del magisterio y columbró en


lontananza las grandezas de su futuro e inmenso destino. Nombróle Lector de
Sagrada Teología en la fundación reciente de Bolonia y se regocijó ante las
visiones de una elocuencia que había de conmover al mundo e iluminar las
edades del porvenir”.4

En todos sus discursos vamos a ver el acervo de las doctrinas agustinianas, los primeros
años de formación religiosa dejarán huella en una personalidad que con sus múltiples
sermones, tratados sobre virtudes morales, los orígenes del mal moral o pecado, la carga
original del hombre, las consecuencias ruinosas de los vicios como la soberbia, envidia,
gula:

3 Padua Barona, F. A. de . (2020). San Antonio de Padua. Revista Institucional | UPB, 12(45-46), 319–
335. Recuperado a partir de https://revistas.upb.edu.co/index.php/revista-institucional/article/view/
4145, p. 322.
4 Padua Barona, F. A. de . (2020). San Antonio de Padua. Revista Institucional | UPB, 12(45-46), 319–
335. Recuperado a partir de https://revistas.upb.edu.co/index.php/revista-institucional/article/view/
4145, p. 322.
Hemos visto que como teólogo dogmático el hijo ilustre de Padua inmortal es
discípulos perfecto de San Agustín por la solidez doctrinal acerca de la fe, la
esperanza y la caridad, por la especulación profunda acerca del misterio
insondable de la Trinidad Beatífica, por la visión amorosa acerca de aquel otro
misterio de profundidad arcana cual es el de la Encarnación del verbo (…)5.

Después de introducirnos un poco en su vida nos parece admirable su humildad y cómo


vivió constantemente revisándose para que el hecho de escribir o dar sermones no fuera
un buscarse así mismo. Tenía claro que para llegar a Dios debía amar a los demás y para
ello no hacía falta nada más que un corazón dispuesto y bondadoso. Sin embargo,
aunque le era difícil sentirse pobre y simple cuando mostraba su capacidad de prédica
decidió sujetarse a la obediencia tanto de su Orden como eclesial. Con el tiempo fue
descubriendo que esas palabras que pronunciaban llevaban consuelo al mundo y eso fue
colmando su corazón. Fue tal la admiración que despertó que el mismo Papa Gregorio
IX llegó a llamarlo con el epíteto de “Arca del Testamento”.

“El espíritu de un hombre que puso toda la finalidad de su propia vida en asemejarse
totalmente a Jesucristo Crucificado”6 nos cuestiona hasta tal punto que nos lleva a
preguntarnos si Dios no puede querer lo mismo de nosotros y si estamos respondiendo
fielmente a su llamada como Antonio lo hizo poniendo todas sus cualidades al servicio
de los otros. Realmente la vida de los santos nos exigen un revisar continuo de nuestra
propia vivencia, un vivir en constante examen de conciencia, un no conformarse para
que Cristo sea verdaderamente en cada uno de nosotros. El testimonio de este gran
hombre nos habla de radicalidad, de entrega hasta el extremo, de pobreza absoluta, nada
necesitaba porque todo lo llevaba dentro, de la importancia de bucear en las obras de los
Padres de la Iglesia para poder llevar a otros la salvación y para poder convertirnos en
testimonios veraces porque no se puede trasmitir lo que no se conoce en profundidad.

Aquejado por continuas enfermedades murió a los treinta y seis de edad a causa de una
enfermedad letal. Su fama de santidad ya se había extendido en vida, realizaba con

5 Padua Barona, F. A. de . (2020). San Antonio de Padua. Revista Institucional | UPB, 12(45-46), 319–
335. Recuperado a partir de https://revistas.upb.edu.co/index.php/revista-institucional/article/view/
4145, p. 325.
6 Padua Barona, F. A. de . (2020). San Antonio de Padua. Revista Institucional | UPB, 12(45-46), 319–
335. Recuperado a partir de https://revistas.upb.edu.co/index.php/revista-institucional/article/view/
4145, p. 322.
frecuencia milagros y tenía apariciones como la visita del niño Jesús en brazos cuando
era fraile y se encontraba rezando en su habitación solo. También, se le atribuyen
diferentes episiodios de carácter místico como la bilocación y el ser entendido por los
peces cuando las personas despreciaban sus predicaciones. Todo ello aceleró su proceso
de canonización convirtiéndose en el más breve de la historia. Trescientos cincuenta y
dos días después de su muerte fue elevado a los altares y la ciudad de Padua,
posteriormente, le dedicó una Basílica donde aún se conservan sus restos. Algo que
causa mucha impresión es que cuando fueron a exhumar sus restos todo su cuerpo
estaba corrupto excepto su lengua, cosa que provocó una nueva oleada de devociones.
En 1946 Pío XII lo proclamó Doctor de la Iglesia bajo el título especial de Doctor
evangélico. Además se ha convertido en el patrón de numerosas ciudades, localidades y
diócesis en todo el mundo sobre todo en Latinoamérica.

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