No Me Quieres, No Te Quiero - Victoria Vilchez
No Me Quieres, No Te Quiero - Victoria Vilchez
No Me Quieres, No Te Quiero - Victoria Vilchez
ZAC
Playablanca, Lanzarote. Víspera de Nochebuena.
—¿Qué tal, hermanito?
Teo salta sobre el muro de piedra y se sienta a mi lado. Me he
marchado de casa sin decirle a dónde iba para poder estar solo un rato, pero
parece que no voy a tener esa suerte. Había pensado en coger el coche de
mis padres e irme a dar una vuelta por la isla, perderme por ahí, pero al
final he acabado sentado en el paseo marítimo del pueblo, observando el
mar. Tal vez porque este lugar me recuerda a ella. Aquí hemos acabado en
multitud de ocasiones cuando venimos a la isla juntos. Tessa suele tumbarse
sobre la piedra y apoyar la cabeza en mi regazo mientras deja que el sol le
caliente el rostro y yo leo algún capítulo de cualquier libro que hayamos
traído con nosotros. Siempre dice que le tranquiliza escuchar el sonido de
mi voz mezclado con las olas del mar, y yo me meto con ella porque no
sería la primera vez que se queda dormida.
La echo de menos más incluso de lo que creí que lo haría. No puedo
dejar de pensar en que, en cierta medida, la he abandonado a su suerte. Que
me he marchado justo cuando más me necesitaba. Pero no podía soportar
ver cómo se entregaba por completo a un tipo que no la valora en absoluto,
y no estoy ciego para no darme cuenta de que ella tampoco deseaba tenerme
rondando a su alrededor. Lo peor es que sabía que no podía decirle nada de
su relación con Álex. Creo que es algo que ella necesita hacer, convencerse
por sí misma, o nunca será capaz de soltarlo del todo.
—No sabía que fueras de los que huyen —comenta mi hermano,
apartándome de mis cavilaciones.
Lleva preguntándome por los motivos de mi visita desde que llegué,
aunque se ha vuelto más insistente al regresar de Tenerife. Ha ido solo para
ver a Marta, aunque lo niegue. Igual llevamos en la sangre eso de negarnos
a admitir lo que sentimos.
—No estoy huyendo —replico, pero él se ríe.
—Sigue repitiéndolo a ver si así te lo crees.
Aparto la vista del mar para fulminarlo con la mirada, aunque no
parece afectarle en lo más mínimo.
—Mira, no seré yo quién te diga lo que tienes que hacer en cuestión
de relaciones, todavía me estoy acostumbrando a eso de que te vaya la
carne y el pescado…
—Joder, Teo, de verdad que sigo esperando a que papá y mamá
confiesen que te adoptaron —señalo, pero él se encoge de hombros.
Me pregunto si alguna vez se tomará algo en serio. Aun así, me
resisto a enfadarme con él. Desde que salí del armario y le conté que era
bisexual, siempre me ha apoyado. Sé que en realidad no piensa ninguna de
las chorradas que suelta por la boca.
—No cambies de tema —me dice. Apoya un pie sobre el muro y le
echa un vistazo al móvil antes de continuar hablando—. No me digas que
no preferirías estar consolando a cierta morenita pequeña y resultona en vez
de aquí.
—Es más complicado que eso —replico, pero él ya ha emprendido
su particular cruzada.
—¿Quieres decirme cómo cojones has hecho para vivir casi dos
años con una preciosidad como Tessa y no decirle que te pone a mil? ¿Y
cómo has permitido que se enrollara con ese impresentable?
Una pareja de guiris que pasa se nos queda mirando y Teo le dedica
una sonrisa a la chica. Un día de estos le van a partir la cara. Al menos,
mientras mi hermano observa sus largas piernas, tengo tiempo para pensar
en la respuesta a sus preguntas. No es que no me las haya hecho yo mismo
ya, pero explicárselo a Teo es algo bastante más difícil.
—Ella quería estar con él —señalo, por no decir que estaba
completamente enamorada, algo en lo que no quiero pensar—. ¿Qué crees
que hubiera pasado si me meto por medio?
—¿Y fueron felices y comieron perdices?
Niego, muy a mi pesar.
—Lo de Tessa y Álex es una de esas historias que sabes cuando
comienzan, pero no cuando acaban. Para bien o para mal, tenía que dejarla
que hiciera lo que deseaba hacer.
No le confieso que, además de eso, me siento demasiado inseguro.
He vivido esa relación más de cerca de lo que desearía. Sé cuánto ha amado
Tessa a Álex, ¿cómo podría yo competir con eso?
—Pues ese tío la ha jodido bien, deberías saberlo.
Esbozo una mueca de dolor. Solo con pesar en lo mal que lo puede
haber pasado Tessa me dan ganas de coger el primer avión y plantarme en
Tenerife. Estoy harto de echarla de menos. Sin embargo, no tengo claro
cómo recibiría ella mis atenciones después de dejarla tirada y de lo tirante
que se mostraba conmigo antes de marcharme. Y no solo eso, ¿podremos
seguir siendo amigos después de lo mucho que nos hemos distanciado?
—Bueno, a lo que íbamos, ya la tienes para ti solito.
Estiro las piernas y dejo que cuelguen por el borde del muro. Me
gustaría que todo fuera tan sencillo como lo pinta Teo.
—No creo que sea el momento.
—¿Qué pasa? ¿Ahora que la puedes tener ya no te gusta?
Le doy un codazo.
—A ver, imbécil, yo no busco tener a nadie, y dudo mucho que
Tessa esté pensando en comenzar una relación tras lo que le ha sucedido. —
Le he dado tantas vueltas que ya no sé qué pensamientos son míos y cuáles
fruto de la frustración—. ¿Tú te has planteado alguna vez cómo hacer feliz
a alguien al que le han roto el corazón?
—Pues no sé, no se me dan bien esas cosas, pero supongo que
intentándolo. Sin más. O al menos estando a su lado.
—Aún lo sigue queriendo —comento, porque estoy seguro de que
es así.
No se deja de amar a alguien de la noche a la mañana, por muy mal
que te lo haga pasar, y yo sé lo enamorada que ha estado Tessa de ese tío.
—Joder, Zac, ¿cuándo te has vuelto tan cobarde, tío?
—Desde que me importa tanto esa chica como para no cagarla y
hacerla sufrir más aún —replico, sin pensarlo dos veces—. Ya ha pasado
suficiente. Es mi mejor amiga, no espero que lo entiendas.
Mi hermano suelta un gruñido y vuelve a mirar el teléfono. Me dan
ganas de arrancárselo de las manos y lanzarlo al mar, a ver si así deja de dar
el coñazo con él.
—Bueno, pues vete pensando qué demonios es lo que quieres de tu
mejor amiga, porque está aquí y quiere verte.
Le da la vuelta al móvil y me muestra un mensaje de Tessa que solo
dice: «Estoy aquí».
—¿Aquí? ¿Aquí en Lanzarote? —pregunto, repentinamente
nervioso.
Teo suelta una carcajada y niega. Se pone de pie sobre el muro y
mira hacia el comienzo del paseo.
—Aquí —replica, señalando a una chica que camina decidida
directamente hacia nosotros.
CONTINUARÁ...
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Libros de este autor
Una boda, una oferta indecente y una única regla que cumplir: No te
enamores de Blake Anderson.
Travis Anderson es, con toda probabilidad, el tipo más arrogante, bocazas e
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