Cartas Paulinas

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Cartas Paulinas

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Índice

1 El apóstol Pablo

1.1 Pablo en los Hechos de los Apóstoles

1.2 Pablo en las cartas paulinas

2 El epistolario paulino

2.1 Las cartas auténticas

2.2 Las cartas discutidas

3 La teología paulina

3.1 El poder de Dios para la salvación

3.2 Seres humanos nuevos

3.3 El cuerpo de la Iglesia

4 Interpretación de las cartas paulinas en América Latina

Referencias

1 El apóstol Pablo

¿Cuándo y dónde nació Pablo? ¿En qué momento se hizo seguidor de Cristo? La cronología de la vida de
Pablo tiene dos fuentes: los Hechos de los Apóstoles y sus propios escritos. Estas dos fuentes no coinciden
siempre entre sí. La descripción de los Hechos se le atribuye a Lucas y corresponde a la perspectiva
evangelizadora de toda su obra. Pablo, por su parte, no nos ofrece una autobiografía completa, sino eventos
aislados a partir de los cuales se pueden reconstruir algunas partes de su vida. Hay dos tipos de cronología,
las relativas y la absoluta. Las relativas se entienden como “relativa a Lucas” y “relativa a las cartas de
Pablo”. Según esta aproximación cada obra literaria refleja una “historia” diferente del apóstol. La
cronología absoluta busca hacer coincidir dentro de un solo cuadro histórico los datos de los Hechos, de las
cartas y algunos acontecimientos extrabíblicos que podrían coincidir con los mencionados en el Nuevo
Testamento.

1.1 Pablo en los Hechos de los Apóstoles

Pablo es el protagonista de la segunda parte de los Hechos de los Apóstoles; su caracterización corresponde
al proyecto narrativo y misionero de la obra lucana: “para que ustedes sean mis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaría, hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8; cf. Is 41,9). Lucas narra tres viajes misioneros
del apóstol y tres veces el encuentro del apóstol con Jesús resucitado en la vía hacia Damasco.

Los viajes de Pablo descritos en la segunda parte del libro describen un apóstol que se prodiga llevando el
Evangelio de Jesucristo a las fronteras de la diáspora judía. El recorrido del primer viaje lleva a Pablo y a
Bernabé, por encargo de la iglesia de Antioquia, hasta Licaonia, Listra y Derbe (14,1-6), centro sur de la
Turquía actual. Su predicación tiene lugar inicialmente en la sinagoga judía (14,1) y tiene como consecuencia
el rechazo e incluso la lapidación (14,19). Ante el rechazo de los judíos se dirigen a los gentiles (13,46). El
recorrido del segundo viaje lleva a Pablo, a Silas y en parte a Timoteo, hasta la Galacia antigua, un poco más
al norte del primer viaje. Las dificultades (16,6-10) los empujan a ir hacia Macedonia, pasando por Neapolis
y Filipos, centros urbanos romanos. Esta transición señala un momento crucial en el proyecto misionero
lucano: la evangelización de Europa. El recorrido del tercer viaje lleva a Pablo desde Antioquía hasta
Corinto, pasando por la mayoría de las iglesias fundadas en el Asia Menor y costas de la Tesalia, y de regreso
hacia Jerusalén. El anuncio evangélico a lo largo de estos viajes se realiza generalmente en la sinagoga judía;
Lucas reitera, además, los obstáculos de la primera predicación, la guía del Espíritu Santo y el ejemplo de
Pablo como primer testimonio personal de identificación con el destino de Jesús. Se discute mucho las fechas
de estos viajes. Si se tiene en cuenta la mención de Galión (18,12-17) y su tiempo como procónsul en Acaya,
se pueden conjeturar los siguientes plazos: primer viaje entre los años 47-48 d.C., segundo entre 49-52 d.C. y
tercero entre 53-57 d.C. Se discute igualmente si el cuarto viaje o de la cautividad se puede considerar un
viaje apostólico. Es muy posible que estos viajes correspondan más a un “esquema teológico” de difusión del
testimonio sobre Jesús resucitado, partiendo desde Antioquía y Jerusalén, pasando por Roma y desde allí
hasta los confines de la tierra.

Los relatos de conversión de Pablo constituyen un tríptico. Cada escena propone una imagen diferente del
apóstol, con un objetivo específico. El primero se narra en tercera persona, el segundo como un testimonio
personal y el tercero como una defensa ante el tribunal de Agripa. En Hch 9,1-19 Lucas describe un
encuentro entre Pablo y Jesús resucitado. Este relato concluye con el bautismo de Pablo por manos de
Ananías. En Hch 22,1-21 Pablo mismo describe lo sucedido en el camino hacia Damasco como un
testimonio personal. En este caso el “Dios de nuestros Padres” lo constituye en testigo privilegiado de la
resurrección del Señor. Este relato concluye con una visión en el templo de Jerusalén (vv. 17-21) en la cual
se confirma su misión como testigo. En Hch 26,12-23 Pablo se defiende de las acusaciones de algunos judíos
ante el tribunal de Agripa. Aunque esta defensa se realiza ante un tribunal romano, Pablo esgrime argumentos
característicos de los profetas. Su defensa consiste en reafirmar su vocación profética. El objetivo de estas
tres narraciones diferentes consiste en mostrar de forma gradual cómo Pablo fue tomando conciencia de su
vocación a ser testigo de Jesús resucitado. Entre los capítulos 9,22 y 26 se describen sus actividades
misioneras y, lo más importante, las persecuciones y los rechazos de los cuales fue objeto. La imagen de
Pablo que nos da Lucas es la de un apóstol misionero, testigo personal de la persecución, muerte y
resurrección del Señor, porque él mismo lo ha experimentado así durante su itinerario apostólico y espiritual.

1.2 Pablo en las cartas paulinas

¿Cómo se describe Pablo a sí mismo en sus cartas? ¿Cómo un siervo inútil semejante al descrito en el
Evangelio (Lc 17,10)? ¿Cómo un apóstol y evangelizador? Pablo habla de sí mismo en los siguientes
pasajes: Gal 1,15­–2,14; Flp 3,5-6; 1Cor 7,7. Su testimonio escrito demuestra que fue un hombre de fe
enraizado en dos culturas, la del judaísmo de la diáspora y la grecorromana del Mediterráneo.

En Flp 3,5-6 Pablo pareciera definirse a sí mismo como uno que subvierte el orden establecido. El “vivir en
Cristo” determina un antes y un después; todo lo anterior se juzga una pérdida si se compara con el valor de
conocerlo. Entre algunos judíos la fidelidad a la ley de Moisés tenía una importancia sin igual; un mérito que
Pablo pone en tela de juicio después de su encuentro con el Señor. En el ámbito grecorromano el prestigio o
el poder gloriarse eran imprescindibles. Los motivos más significativos eran el linaje, la educación, los éxitos
alcanzados. Pablo relativiza su linaje, su formación farisea y su celo como perseguidor, mostrando con su
ejemplo que la fe en Cristo constituye un motivo incomparable de orgullo e introduce así un nuevo modo de
estar en el mundo. En Rm 1,1 Pablo se presenta a sí mismo como esclavo – de Cristo Jesús – y en 1Cor 9,19
como un hombre libre que se ha hecho esclavo. Él renuncia voluntariamente a sus derechos para dar ejemplo
de cómo se debe instruir a una asamblea. Esta comprensión de su ministerio, como servidor humilde del
mensaje de Cristo, y de su trabajo evangelizador, como servicio a una comunidad, modifica los parámetros
del discipulado grecorromano, cuyo objetivo era superar al maestro. El hecho de ser “separado” para la
difusión del evangelio (Rm 1,1) sigue, además, el modelo de consagración de Israel característico de la
tradición profética en el AT (cfr. Ez 45,1.4; 48,9.20).

En Gal 1,15–2,14 Pablo describe su transformación de perseguidor de la Iglesia a evangelizador de los


gentiles. Él justifica su ministerio y su ser apóstol por una llamada divina, sin intervención humana. Después
de haber tenido esta experiencia del Señor, él menciona un intervalo de tres años (1,18), antes de una visita
breve a Jerusalén y después otro intervalo de catorce años hasta una nueva visita a Jerusalén (2,1),
identificada con el Concilio de Jerusalén. Estos diecisiete años no son fáciles de explicar, si se adjudica valor
histórico a los itinerarios propuestos en los Hechos de los Apóstoles. Para compaginar estos años con los
transcurridos antes del primer viaje misionero se tendría que forzar un poco el cómputo de los años. A pesar
de las dificultades señaladas para establecer una cronología absoluta, las dos fuentes principales, la carta a
los Gálatas (2,1-10) y los Hechos de los Apóstoles (15,2-29), coinciden en mencionar el encuentro de Pablo
y Bernabé con los Apóstoles, pilares de Jerusalén, así como los acuerdos allí establecidos: no imponer la
circuncisión a los cristianos de origen pagano – no judío – y cuidar especialmente de los pobres. Si se tienen
en cuenta, además, algunas fuentes históricas extrabíblicas (Suetonio y Tácito) y el cálculo retroactivo de los
años pasados por Pablo en Corinto según Hch 18,11-22, antes de comparecer ante el procónsul L. Junio
Galión Eneo en Acaya (aprox. 52 d.C.), se podría datar su participación en el Concilio de Jerusalén alrededor
de los años 49-50 d.C.

2 El epistolario paulino

Las cartas paulinas se pueden agrupar de muchas maneras: protopaulinas, deuteropaulinas, tritopaulinas.
Algunos distinguen, además, sus cartas de la cautividad y las pastorales, es decir, aquellas que mencionan sus
cadenas (Filipenses, Filemón, Efesios y Colosenses) y aquellas que se dirigen a ministros de la Iglesia
(Timoteo y Tito). Por razones de claridad y brevedad se expondrán en dos grandes grupos: aquellas cuya
autenticidad es prácticamente unánime y aquellas discutidas o atribuidas a la escuela paulina.

2.1 Las cartas auténticas

2.1.1 Romanos

La carta a los Romanos fue escrita hacia finales del 57 d.C. o comienzos del 58 d.C., desde Acaya
(Macedonia) o desde Corinto. Se considera la “suma teológica” del apóstol. En ella se explica el cómo y por
qué Dios transforma a los seres humanos por medio de la fe en Cristo. De acuerdo con las promesas hechas a
Israel, Dios capacita a los creyentes para obrar con justicia y rectitud. La justicia por la fe en Cristo está al
alcance tanto de judíos como de no judíos.

2.1.2 Primera Corintios

La primera carta a los Corintios fue escrita entre los años 54-56 d.C., durante el “tercer viaje misionero” (cf.
Hch 18,18-28) y posiblemente desde Éfeso. En esta carta Pablo cuestiona duramente la comunidad por las
divisiones que la aquejan. Discordias por el tipo de bautismo recibido o por los carismas que abundaban en la
comunidad indican que los destinatarios eran neófitos o todavía inmaduros en la fe. A todos ellos el Apóstol
los instruye en la verdadera sabiduría del Evangelio de Cristo.

2.1.3 Segunda Corintios

La segunda carta a los Corintios fue escrita posiblemente hacia mediados del año 57 d.C. desde Macedonia,
después del reencuentro entre Pablo y Tito (2Cor 7,6-7) y antes de viajar de nuevo hacia Jerusalén (cf. Hch
19,21-22). Los temas de la consolación y de la reconciliación aparecen como los hilos conductores de gran
parte de la carta. En las secciones 8–9 Pablo promueve una colecta para la comunidad de Jerusalén y en 10–
13 se defiende anunciando cuál es su único motivo de orgullo: predicar a Cristo.

2.1.4 Gálatas

La carta a los Gálatas fue escrita en algún momento entre los años 55-57 d.C., desde Corinto o desde Éfeso,
después del “Concilio de Jerusalén”, pero antes de la carta a los Romanos. En esta carta Pablo reprocha la
incoherencia e insensatez de los miembros de la comunidad que quieren ceder a las presiones de un grupo de
agitadores judaizantes. El Apóstol les recuerda que en cuanto discípulos de Cristo han sido llamados a la
libertad. La libertad verdadera se reconoce porque capacita para amar.

2.1.5 Filipenses

La carta a los Filipenses se atribuye a un Pablo “anciano” y prisionero. La mención de “mis cadenas”
(1,7.14.17) indica que el Apóstol escribió esta carta desde Roma aproximadamente entre los años 60-62 d.C.
En ella Pablo propone dos ejemplos a seguir, el de Cristo que se humilla y el de Pablo mismo que se despoja
de sus antiguos privilegios. La invitación a la alegría completa este compendio de la vida cristiana que
sintoniza al creyente con los mismos sentimientos de Cristo.

2.1.6 Primera Tesalonicenses


La primera carta a los Tesalonicenses se considera el escrito más antiguo del epistolario paulino y de todo el
NT; pudo haber sido escrita alrededor de los años 50-51 d.C. En ella Pablo intenta dar respuesta al temor de
quienes esperaban la venida del Señor como un suceso inminente: si aquellos que murieron antes de esta
venida participarán del “día del Señor”. El Apóstol confirma a los creyentes recordándoles que no sabemos
ni el día ni la hora y los exhorta a la sobriedad en el presente.

2.1.7 Filemón

Se discute si esta carta fue escrita en los años 56-57 d.C., desde Éfeso (cf. Aristarco en Flm 34 y Hch 19,29)
o alrededor del año 60 desde Roma. El Apóstol solicita a Filemón que reciba al esclavo Onésimo como si se
tratara del mismo Pablo. Se trata de una pequeña obra maestra de persuasión en la cual Pablo busca formar la
conciencia del cristiano, para que se comporte de acuerdo con el amor y la fe en Jesús.

2.2 Las cartas discutidas

2.2.1 Efesios

La carta a los Efesios fue escrita entre los años 60-90 d.C., en algún lugar de Asia Menor, alrededor de una
“escuela paulina” que preservó el pensamiento y el estilo del Apóstol. En ella se menciona la condición de
Pablo “prisionero” (4,1), “embajador entre cadenas” (6,20). El corazón de la carta es el misterio de Cristo, el
cual se define como la unidad indisoluble entre la cabeza, que es Cristo, y su cuerpo, que es la Iglesia. La
carta promueve, además, la coherencia moral con el conocimiento de este misterio.

2.2.2 Colosenses

La carta a los Colosenses fue escrita entre los años 60-90 d.C., en algún lugar de Asia Menor, quizá un poco
antes de la carta a los Efesios. Se atribuye a una “escuela paulina” que conservó el estilo y la enseñanza del
Apóstol. Esta carta comparte muchas características con la carta a los Efesios, pero a diferencia de ésta no
subraya tanto el papel de la Iglesia cuanto el de Cristo. Es posible que haya sido la respuesta a algunas ideas
erróneas que proliferaron en las comunidades de Colosas y Laodicea.

2.2.3 Segunda Tesalonicenses

La segunda carta a los Tesalonicenses fue escrita entre los años 80-90 d.C., en algún lugar de Asia Menor en
el seno de una “comunidad paulina”. Esta carta fue elaborada sobre el molde de la primera y trata
aparentemente la misma cuestión: la venida del Señor y el final de los tiempos. Sin embargo, a diferencia de
la primera, enfatiza la prevención de los engaños del maligno y de cualquier otra forma de maldad. Se
discute mucho si su contenido apocalíptico es paulino.

2.2.4 Primera Timoteo

La primera carta a Timoteo fue escrita hacia finales del Siglo I d.C., en algún lugar de Asia Menor. Pablo
asoció a Timoteo a su labor apostólica, según el testimonio de Hch 16,1-3; 18,5; 2Cor 1,19. La carta refleja
una comunidad en transición de la misión a la institucionalización. En ella se caracteriza la conducta
intachable de los ministros (obispos, diáconos, presbíteros) y del resto de la comunidad. La fe se entiende
como un combate que involucra el amor, la paciencia y la bondad.

2.2.5 Segunda Timoteo

La segunda carta a Timoteo fue escrita hacia finales del Siglo I d.C., en algún lugar de Asia Menor. Esta carta
se considera el testamento y la despedida del Apóstol al final de su vida: “he peleado una buena pelea, he
terminado la carrera, he mantenido la fe” (4,7). En ella se exhorta a la fidelidad, firmeza y fortaleza ante las
adversidades. También se prevé la persecución para todos aquellos que quieran llevar una vida auténtica en
Cristo.

2.2.6 Tito

La carta a Tito fue escrita hacia finales del Siglo I d.C. Tito aparece como compañero apostólico de Pablo en
algunas de sus cartas (2Cor 2,13; Gal 2,1-3), en el contexto de la misión a Macedonia (2Cor 7,6.13) y de la
colecta para los pobres de Jerusalén (2Cor 8,6.16). Por esta razón la escritura de la carta se ubica entre las
iglesias de Macedonia o Acaya. La carta ofrece un resumen de la redención y del bautismo cristianos;
redención entendida como purificación y bautismo como renovación en el Espíritu Santo.

2.2.7 Hebreos

El autor de la Primera Epístola de Clemente (a finales del Siglo I o comienzos del siglo II d.C.) se refiere ya
a esta carta como parte del NT; su fecha de composición, sin embargo, es incierta (entre el 65 y 90 d.C.). La
autoría paulina de la carta se aceptó en las iglesias de Oriente, pero se puso en duda en las de Occidente; ella
no se incluye, por ejemplo, en el Canon de Muratori (Siglo II d.C. aprox.). Su contenido se parece mucho al
de una homilía antigua elaborada a partir de textos del AT con el fin de demostrar el primado del sacerdocio
de Cristo.

3 La teología paulina

3.1 El poder de Dios para la salvación

Pablo describe en sus cartas la acción de Dios a favor de los hombres por medio de ciertas nociones
conocidas en el AT. Dios, por ejemplo, justifica, salva, perdona, expía los pecados de la humanidad. A estas
nociones el Apóstol añade otras más propias del mundo grecorromano. Dios reconcilia, concede la paz, une
los ánimos. La teología de Pablo, sin embargo, no se diferencia sustancialmente de su cristología, porque
todas las acciones de Dios se realizan por medio de Jesucristo. Todos los seres humanos, además,
independientemente de su raza y origen, ya sean judíos o no judíos, acceden a estos beneficios divinos por
medio de la fe en Cristo.

En la carta a los Romanos y a los Gálatas Pablo realiza un esfuerzo enorme por demostrar con la ayuda de las
mismas Escrituras del AT que las promesas de Dios a Israel preveían también la inclusión de los no-judíos.
Para ello el Apóstol tiene que explicar su comprensión personal, o reinterpretación, de la alianza entre Dios e
Israel y de la ley de Moisés. La alianza establecida entre Dios y Abraham incluía la tierra y la descendencia
para todo Israel. El sello de tal alianza por parte de los israelitas consistía en la circuncisión de los varones.
Pablo demuestra que antes de la alianza y de la prescripción de la circuncisión, Dios hizo una promesa
incondicional a Abraham, en la cual Abraham creyó antes de hacerse israelita o judío. La precedencia de la
promesa (para todos los creyentes) con relación a la alianza (circunscrita a los circuncisos) es así un punto de
fuerza de la teología paulina. La consecuencia inmediata de esta comprensión del modo de actuar de Dios es
la derogación de la validez de la ley de Moisés para quienes creen en Cristo. Si Cristo es el único
intermediario entre Dios y los hombres, la ley no puede ocupar este lugar. Pablo aclara que la ley de Moisés
es santa, justa y buena (Rm 7,12) y que fue la pedagoga de la humanidad para enseñarle el Cristo (Gal 3,24).
Ahora, en Cristo, todos los preceptos de la ley se sintetizan en el mandamiento del amor.

El poder del Evangelio de Cristo tiene repercusiones cósmicas. Pablo describe la actividad de Dios a favor de
la humanidad como capacitación para que ellos lleguen a ser hijos de Dios en plenitud. Para lograr este
objetivo, Dios, por medio de Cristo, traslada a quienes están bajo el dominio del pecado y los reubica bajo el
dominio de la gracia. Esto significa que, en Cristo, Dios derrota al poder del pecado, su antiguo adversario.
En las cartas discutidas, especialmente en Efesios y Colosenses, la acción de Dios y la mediación de Cristo
tienen también una dimensión cósmica. Esta dimensión ya se sugiere en Rm 8,38-39 cuando se afirma que
nada, ni siquiera el poder del pecado, nos puede separar del amor de Dios. En Efesios y Colosenses la
soberanía de Cristo, y con ella la del Dios bueno, alcanza a todas sus criaturas, tanto las que están sobre la
tierra como en los cielos.

3.2 Seres humanos nuevos

Pablo explica la vida en Cristo mediante contrastes temporales, oposiciones lógicas y paradojas humanas.
Antes de la venida de Cristo éramos esclavos del poder del pecado, ahora, en Cristo, somos “esclavos” de la
justicia (Rm 6,18). Antes, bajo el régimen de la ley estábamos expuestos a los caprichos del egoísmo humano
(la carne), ahora en Cristo, hemos muerto a tales caprichos y podemos vivir según el Espíritu. Pablo subraya
el cambio entre el antes y el después de los creyentes con la ayuda de la imagen del bautismo (inmersión).
¿Qué sucede en los creyentes que pasan de estar bajo la ley, expuestos al pecado, a estar bajo la gracia? La
respuesta del Apóstol es contundente: sucede una muerte. El creyente se sumerge en la muerte de Cristo, es
con-sepultado, se hace uno con la sepultura de Cristo, y se une así a su muerte (Rm 6,3-5). A esta
identificación con su muerte no corresponde una identificación igual con la resurrección del Señor: ésta se
pospone para el futuro; seremos resucitados, así como seremos salvados. La reflexión del Apóstol se
concentra, de hecho, en las consecuencias morales de esta inmersión en el presente: ahora caminamos en
novedad de vida (Rm 6,4). La participación en esta muerte separa al creyente del poder del pecado, de
manera que pueda poner sus cualidades al servicio de la justicia (Rm 6,12-14).

En 1 Cor 11,23-26 Pablo relata uno de los testimonios más antiguos de la Última Cena del Señor y la explica
como misterio de unidad y comunión con la misma entrega de Jesús en la cruz. Pablo también describe esta
unidad íntima del creyente con Cristo por medio de las virtudes fe, esperanza y caridad. La fe en Cristo se
traduce en la esperanza de la resurrección con él; estas virtudes se materializan, a su vez, en manifestaciones
de amor para con los demás, sean miembros de la comunidad o no.

En las cartas discutidas la descripción de la identificación con el creyente cambia ligeramente. En ellas se
conserva el esquema temporal para esclarecer los efectos de la muerte y resurrección. Sin embargo, a
diferencia de las cartas auténticas en las cuales se acentúa el “ya pero todavía no” (ya fuimos justificados,
pero todavía no salvados), en las cartas discutidas se insiste en la unión presente con Cristo: “por gracia
ustedes ya han sido salvados” (Ef 2,5). No sólo salvados, sino glorificados con Cristo, sentados a la derecha
de Dios Padre (Ef 2,6). ¿Quiere decir esto que no falta nada en el camino hacia la salvación? Para que el
creyente llegue a ser perfecto, es decir, adulto o maduro en Cristo hace falta que conozca su misterio y crezca
armónicamente hasta identificarse con él mismo (Ef 4,13-16).

3.3 El cuerpo de la Iglesia

Pablo define a la Iglesia como comunión en el Espíritu. Él subraya curiosamente la diferencia de sus
miembros. Mediante la comparación con el cuerpo humano (1Cor 12,14-26) el Apóstol muestra que cada
miembro es diferente por naturaleza y por función. Esta comparación le permite exhortar a sus oyentes a
proteger con cuidado a los miembros más débiles (1 Cor 12,22-24). Durante su experiencia misionera y
apostólica Pablo tuvo que enfrentar muchas divisiones comunitarias; algunas por motivos religiosos e incluso
espirituales, como la proliferación de carismas; otras de tipo moral, como escándalos (1Cor 6,12-20; 7,1-2);
otras de tipo étnico, como discriminaciones entre judeocristianos y cristianos de origen pagano, entre ricos y
pobres. En todos estos casos el Apóstol busca ir a la raíz de la vida cristiana, evitando dar a menudo
directrices particulares. El vínculo de la caridad está por encima de cualquier división. La presencia del
Espíritu Santo en la comunidad garantiza, además, que su unidad sea corporativa y orgánica, más que mera
uniformidad.

En las cartas discutidas la comprensión de la Iglesia gana en densidad. En ellas la Iglesia no se identifica en
primer lugar con las comunidades locales sino con el cuerpo de Cristo, con su cuerpo místico. Si Cristo
resucitado es la cabeza, la Iglesia es su cuerpo glorificado. La Iglesia es así el misterio de unidad entre esta
cabeza y este cuerpo. Estas cartas ahondan en los múltiples ministerios que se insinúan ya en la segunda
generación apostólica: apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores, maestros (Ef 4,11). En las cartas
pastorales (Primera y Segunda a Timoteo, Tito) se describe cierta organización institucional de las
comunidades cristianas, como también la caracterización de ciertos ministerios instituidos: obispos (1Tim
3,1-7; Tit 1,7-9) diáconos (1Tim 3,8-13), presbíteros (1Tim 4,17-22; Tit 1,5-6). Al Apóstol se le atribuye, por
ejemplo, el nombramiento de los responsables de la comunidad (2Tim 1,6-8). Se trata de una Iglesia que
crece y se organiza para difundir el Evangelio y promover la caridad.

4 Interpretación de las cartas paulinas en América Latina

La interpretación de las cartas paulinas en América Latina (AL) se ha caracterizado por su tenor pastoral. La
lectura popular de la Biblia ha descubierto tanto en las narraciones de los viajes misioneros de los Hechos
como en la descripción de algunas cartas un modelo de construcción de pequeñas comunidades. Siguiendo
este modelo se descubre la palabra de Dios que se abre camino en el continente americano (Mesters). La
invitación paulina a vivir la libertad con la que Cristo nos hizo libres constituye un desafío para las iglesias
de todos los tiempos. Un reto que incluye, además, la afirmación de la igualdad de la mujer en todos los
niveles de la sociedad y de la Iglesia (Tamez). El contexto del libro del Éxodo y de Moisés como líder de
Israel ha sido igualmente inspirador para leer los textos paulinos en AL (Inostroza). Las cartas paulinas han
servido, en fin, como fuente de reflexión para los procesos de reconciliación que tienen lugar en AL
(Granados).
Juan Manuel Granados Rojas SJ, Pontificio Instituto Bíblico – original castellano.

Referencias

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1999, p. 1416-1458.

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Becker, J. “Cuestiones cronológicas sobre la vida de Pablo”. En: Pablo, el apóstol de los paganos.
Salamanca: Sígueme, 1996, 31–49.

Brown, R. Introducción al Nuevo Testamento. Biblioteca de Ciencias Bíblicas y Orientales. Madrid: Trotta,
2002.

Córdova González, E. 1 y 2 Corintios. 1 y 2 Tesalonicenses. Estella: Verbo Divino, 2016.

Fitzmyer, J.A. Teología de San Pablo: síntesis y perspectivas. Madrid: Ediciones Cristiandad, 2008.

Granados Rojas, J.M. La teología de la reconciliación en las cartas de San Pablo. Estella: Verbo Divino,
2016.

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Publicaciones Universidad Pontificia, 2000.

Mesters, C. Vivir y anunciar la palabra: las primeras comunidades. Estella: Verbo Divino, 2001.

Pastor-Ramos, F. Para mí, vivir es Cristo: teología de San Pablo: persona, experiencia, pensamiento,
anuncio. Estella: Verbo Divino, 2010.

Sánchez Bosch, J. Maestro de los pueblos: una teología de Pablo, el apóstol. Estella: Verbo Divino, 2007.

Tamez, E. “Gálatas”. En: W. Farmer et al. (e.d). Comentario Bíblico Internacional. Estella: Verbo Divino,
1999, p. 1508-1520.

TEOLOGÍA BÍBLICA
El libro del profeta Joel
Los orígenes del mesianismo davídico en la Biblia
Biblia y Ciencia
La sapiencia en Israel
La sapiencia en el antiguo oriente próximo

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