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LECTURA SEMANA 3

El renacimiento

Si bien puede considerarse que ya en el siglo XIV empiezan a tomar


cuerpo las ideas y formas de vida renacentistas, es en el siglo XVI y
comienzos de XVII cuando adquieren carácter revolucionario. En este
periodo surgen hombres de una valía extraordinaria y cuyas ideas
ejercieron y en algunos casos incluso siguen ejerciendo una influencia muy
marcada.
En el renacimiento se inicia una desvalorización de la especulación
ontológica y empieza a otorgarse cada vez más valora la observación,
con todo lo que ésta conlleva de experiencia y de objetividad y que había
sido muy poco utilizada e incluso menospreciada durante la edad media.
En Copérnico se encuentran ya los dos grandes puntales sobre los que se
apoya toda la ciencia moderna: la creencia de que la naturaleza tiene
una ordenación natural y que mediante la observación se pueden deducir
leyes naturales que deben ser probadas y demostradas. Su teoría de que el
sol era el centro del universo y no la tierra, fue el comienzo de la moderna
astronomía, que sería continuada y perfeccionada, también ateniéndose
a la rigurosa comprobación de hechos, por Tycho Brahe (1546-1601), por
Kepler (1571-1630) y por Galileo (1564-1642), quien extendió el método
experimental a problemas fundamentales de la óptica y de mecánica.

También en ésta época surge Luis Vives (1492-1540), uno de los


precursores de la psicología como ciencia autónoma, preconizando que,
más importante que estudiar la naturaleza o el fin del alma, era estudiar sus
funciones.

La obra de Vives, a pesar de su trascendencia, apenas tuvo eco y lo


mismo sucedió con las aportaciones de Huarte de San Juan (1530-1591),
Francisco Valles (1524-¿?) y otros pensadores españoles del siglo XVI, que
fueron los iniciadores del renacimiento psicológico e ibérico que tienen
influencia en México principalmente por el descubrimiento de América en
1492.
Lo típico de los hombres de ésta época de gran fermentación
ideológica y de grandes avances que fue el renacimiento, era su
polifacetismo, por lo cual se hace difícil hablar de ellos en cuanto filósofos,
y menos aún como puros psicólogos.
El siglo XVII: Descartes, Spinoza, Leibniz

Consecuencia de la nueva mentalidad renacentista es la obra de


Descartes (1596-1650). En él se encuentra el doble aspecto del metafísico y
del empírico. El problema del dualismo
humano (de cuyo dogmatismo metafísico
parte) está en poder llegar a saber cómo
estas dos sustancias heterogéneas, el
espíritu, privilegio exclusivo del hombre, y el
cuerpo, pueden unirse para formar juntas el
hombre concreto. A pesar de su dualismo
metafísico la realidad está integrada por
sustancias materiales y por sustancias
espirituales. El atributo capital de la materia
es la extensión; el del espíritu, el
pensamiento. Descartes estudia los seres
vivos en una perspectiva fisicoquímica, para
lo cual se encontraba perfectamente
capacitado por su conocimiento profundo de las matemáticas, la
psicología, la medicina y la química, estableciendo que todos los
fenómenos que no proceden directamente del alma son de orden físico.

Para Descartes, las primeras causas o principios son el punto de


partida de la investigación filosófica. Utilizando la duda como un recurso
metódico, Descartes encontró el primer principio sólidamente establecido,
"pienso, luego existo". A partir de éste reflexionó sobre las condiciones que
le permitirían afirmar una proposición como verdadera. La regla general
dice que todas las cosas que concebimos muy claras y distintas son
verdaderas. Esta regla se basa en la existencia de Dios, así como desechar
la posibilidad de que el engaño y el error procedan de Él.

Por medio de la duda metódica, Descartes afirmó que puede


concebirse a sí mismo como una cosa pensante. Pero, una vez que
estableció la existencia de Dios y su papel como garantía del
conocimiento verdadero, considero que era posible reconocer con
claridad y distinción la idea de cuerpo. La distinción entre cuerpo y alma
da origen a la concepción de dos substancias universales separadas: la
extensión y el pensamiento.

Ahora, Descartes afirma que las substancias universales


(pensamiento y materia) pueden existir separadamente. Esto, no significa
que, de hecho, se encuentren siempre separadas. En el hombre, el cuerpo
y el alma existen unidos e interactúan. La unión del alma y el cuerpo en el
hombre tiene un carácter sustancial, ya que sin ella un hombre sería tal.
Así, por un lado, se afirma la existencia separada e independiente de las
substancias extensa y pasante, como fundamento ontológico para la
ciencia física. Pero, por otro lado, en el hombre estas substancias se
encuentran unidas e interactuando sustancialmente.

Para caracterizar, dentro de una teoría del conocimiento, la manera


como el entendimiento hace posible el conocimiento verdadero,
Descartes recurre a un acontecimiento psicológico. Las ideas innatas,
constitutivas del entendimiento humano, son una facultad psicológica y
permiten al hombre alcanzar la verdad. Descartes otorga un lugar
privilegiado a la razón, en términos no sólo epistemológicos, sino también
ontológicos. Por medio de la razón se conoce con certeza y el hombre es
distinto de los animales.

En la ontología cartesiana todos los cuerpos siguen la lógica del


mecanismo. El cuerpo humano no es la excepción. Descartes describe los
mecanismos corporales que hacen que funcione el organismo humano; se
refiere a las actividades circulatorias, motoras, cerebrales y sensoriales.
Podría decirse que, dada la concepción dualista, existen dos clases de
aspectos que hoy llamamos psicológicos. Por una parte, se encuentran los
aspectos psicológicos racionales, por otra parte, los psicofisiológicos.

Los primeros se encuentran presentes en la razón bajo la forma de


ideas innatas. Los segundos se consideran como ideas adventicias
adquiridas a través del cuerpo por medio de la experiencia, o como ideas
facticias, construidas por la imaginación. En efecto, el organismo humano
es concebido como un autómata, como una máquina, igual a cualquier
otro cuerpo. No obstante, debe enfatizarse que en la concepción global
del hombre, el radicalismo mecanicista tiene un límite: la razón.
En el Traité de l’homme traza un esquema del acto reflejo y se
manifiesta de forma patente su esfuerzo por explicar las reacciones
orgánicas por mecanismos fisiológicos apoyados en teorías mecanicistas
en las cuales se pueden encontrar los primeros fundamentos de los trabajos
de Pavlov y las restantes escuelas reflexológicas. Mas su espíritu dogmático
le empujó a atenerse por principio a unos postulados metafísicos y a
consecuencia de ello algunas de sus conclusiones, a pesar de estar
fundadas en observaciones y derivar de ellas consecuencias lógicas, eran
erróneas. Por ejemplo, para Descartes los impulsos nerviosos estaban
producidos por movimientos de espíritus animales, cuya acción y
movimiento se engendraban por la acción del alma sobre ellos, por
intermedio de la glándula pineal, punto en el cual Descartes creía que se
asentaba el alma y que podía también considerarse como el gozne entre
el alma y el cuerpo. Finalmente en Les Passions de l’alme encontramos
también un tratado de psicofisiología de las pasiones, así como una teoría
del libre albedrío y su papel como moderador y regulador de aquellas.

Si para Descartes tenía importancia la cuestión de localizar el alma,


para Spinoza (1632-1677) esta cuestión estaba desprovista de sentido, ya
que el hombre, bajo su doble aspecto de espíritu y de cuerpo, no es más
que una manifestación de esos dos atributos de la sustancia que ya
mencionamos antes, el pensamiento y la extensión. Si el espíritu, pues, es el
mismo organismo, es preciso admitir que a todo cambio en el cuerpo
corresponde un cambio correlativo en el espíritu. Spinoza considera las
facultades del alma como ilusorias y bajo este punto de vista la memoria
no sería nada más que la sensación de las improntas que están en el
cerebro y este pensamiento, en tanto que no es más que la mera duración
de la sensación, no es la memoria propiamente dicha sino que ésta es el
registro cerebral previo. En lo tocante al entendimiento considerado como
tal, no hay ni memoria ni olvido. En cuanto a las facultades de inteligencia
y voluntad son simples signos designando una serie de ideas, una serie de
voliciones. Una idea, una volición no serían más que una idea que (por
riqueza de asociaciones o por ausencia de ideas contrarias) ha
permanecido el suficiente tiempo en la conciencia como para
transformarse en acción. Spinoza considera que las leyes de la naturaleza
que rigen los procesos materiales del organismo o sus modificaciones, a las
cuales corresponde el encadenamiento de los actos psíquicos,
condicionan el espíritu humano hasta el punto de que no es más que el
reflejo consciente del devenir cósmico.

El siglo VII aportó todavía otra figura genial que abordaría el


complejo problema espíritu- cuerpo. Esta figura es la de Leibniz (1646-1716),
espíritu de una penetración y amplitud excepcionales, creador del cálculo
diferencial e integral, metafísico, químico, teólogo, paleontólogo, lingüista,
biólogo. Todo lo conoció este hombre
extraordinario. Al interaccionismo de Descartes
y al monismo de Spinoza, Leibniz añade su
teoría de la armonía preestablecida fundada
sobre el paralelismo psicofisiológico. Existe un
cuerpo y existe un alma. Los actos del cuerpo
son tan mecánicos como lo puedan ser los de
cualquier animal y son de causa física. Los
actos del alma, en cambio, deben explicarse a
partir de causas mentales, y sin que éstas estén
relacionadas con el cuerpo. Alma y cuerpo
pueden actuar simultáneamente, pero sin estar
interrelacionados. No existe ninguna relación causal entre lo anímico y lo
físico y viceversa. Puede considerarse a Leibniz como el descubridor del
inconsciente, si bien da a este concepto un valor ontológico, en el sentido
de que el hombre es un microcosmos y todo lo que se produce en el
universo repercute en nuestro orcanismo suscitando (en virtud de su
postulado metafísico de la armonía preestablecida) alguna percepción.
Leibniz utilizó el siguiente ejemplo: el ruido del mar es producido por
multiplicación de los ruidos de cada ola, que constituyen cada uno en si
pequeñas percepciones que llegan hasta nosotros, pero de las que nos
damos cuenta solamente cuando se producen con una cierta intensidad.

Los empiristas ingleses

El fundador del empirismo inglés fue Thomas Hobbes (1588-1679). Su


punto de partida estriba en considerar que todos los actos humanos
provienen de una naturaleza humana objetivamente cognoscible, por lo
cual son posibles el análisis, la predicción y el control. Seducido por la física,
creyó que la mecánica había de explicar el conocimiento de la naturaleza
última de las cosas naturales. Y lo redujo todo a movimiento, soslayando
por completo la cuestión del interaccionismo y no viendo más que la
materia a la manera de la concepción de La Mettrie del hombre máquina
o bien en el sentido del behaviorismo de Watson, sistema éste que puede
considerarse como un desarrollo más sólido y científico de las ideas de
Hobbes.

Suele calificarse a Hobbes como mecanicista-agnóstico. A pesar de


que parte de sus ideas provienen de su propio autoanálisis, en líneas
generales su obra puede calificarse de empírica, puesto que se apoya en
hechos y en experiencias. Hobbes considera la sensación como la puerta
de entrada o punto de arranque de las ideas (la memoria y el
pensamiento) y al respecto sus teorías psicológicas están ligadas al
asociacionismo. La figura más representativa del racionalismo empírico es
la de J. Locke (1632-1704) su contribución más importante consistió en
hacer todavía más patentes que Hobbes las teorías asociacionistas
elaborando las leyes que las rigen y conexionan. Locke se muestra
particularmente atraído por todo lo que sea concreto
y por toda clase de ideas o descubrimientos que sean
de utilidad para el mejoramiento del hombre. Se sintió
muy interesado por las cuestiones educativas y en su
obra La educación de los niños expone ideas que
ejercieron una considerable influencia en el siglo XVIII.
Postula que se debe estudiar la vida mental como tal,
rompiendo deliberadamente con cualquier clase de
preocupación ontológica, invirtiendo el camino
clásico de la metafísica psicológica.

Locke fue el primero en postular y sentar las bases del principio


general empirista. Sobre este principio y en el contexto de la filosofía
moderna, se construyó el empirismo clásico. El principio general empirista
afirma que todas nuestras ideas tienen su origen en la experiencia. A partir
de esto, Locke elaboró su trabajo filosófico más importante, el Ensayo sobre
el Entendimiento Humano. Dedicó este trabajo a investigar la mente
humana, sus alcances y limitaciones. Con esta obra dio inicio al combate
del concepto de ideas innatas. Locke considera que la crítica al innatismo
es un paso precio necesario para limpiar el camino antes de sentar los
fundamentos del conocimiento.
La idea es definida como el objeto del acto de pensar. La mente es
considerada, en un principio, como un papel en blanco, limpio de toda
inscripción, sin idea alguna. No obstante, el hombre llega a poseer una
variedad casi infinita de ideas. Para Locke resulta fundamental demostrar
cómo es posible que todo ese material de la razón y del conocimiento
provenga, única y exclusivamente de la experiencia.

La experiencia como fuente y origen de todas las ideas debe ser


investigada. La cuestión de cómo es posible que todas las ideas, que están
presentes de forma consciente en la mente humana, tengan su origen
exclusivamente en la experiencia.

Las demandas propias de esta concepción obligan a Locke a


buscar una explicación de ciertos fenómenos y procesos psicológicos,
como son: la constitución del entendimiento, el origen de las ideas,
facultades como la percepción, la memoria, el juicio. Locke señaló todas
éstas como cuestiones básicas para fundamentar el conocimiento. Si la
experiencia es el origen de nuestro conocimiento sobre el mundo físico y, si
es el componente principal del entendimiento, entonces la experiencia y
su origen debe conocerse. Locke describe con rigor metódico cómo
nuestro intelecto puede llegar a un tipo de conocimiento y sabiduría muy
distinto de la creencia o de la opinión; este tipo de sabiduría es suficiente
para comprender y resolver las cuestiones de la conducta humana, pero
es insuficiente para penetrar en la esencia de las cosas. Aunque no llegó a
afrontar teóricamente el problema de la unión del alma y el cuerpo como
Descartes y los filósofos postcartesianos, se hizo la trascendental pregunta
¿Por qué Dios no habrá conferido a la materia la facultad de pensar?

El siglo de las luces en Gran Bretaña

Si Locke fue el promotor de un empirismo que parecía (al menos en


aquel tiempo) amenazar los principios cristianos, el obispo irlandés Berkeley
(1685-1753) quiso oponer a estas tendencias materialistas una doctrina
irrefutable para la mayor gloria de la religión anglicana. Su objetivo fue
establecer que la espiritualidad e inmortalidad del alma, lejos de ser
concepciones de una época ya superada, expresaban la verdad filosófica
profunda. Contra los que sostenían que el alma humana no era más que
un sistema de espíritus animales. Berkeley quiso demostrar que el alma era
indivisible, inmaterializable e inmortal. El alma o el espíritu es para él
esencialmente una actividad libre de la que el hombre tiene un
conocimiento directo, intuitivo, distinto del de las ideas. En tanto se
perciben las ideas, el espíritu es intelecto; en tanto produce o actúa de
alguna manera sobre ellas, es voluntad. Más, a pesar de que en esencia
Berkeley sea un metafísico, el carácter experimental de su doctrina le
otorga un gran interés psicológico. La teoría de Berkeley, que plantea
numerosas dudas sobre ciertos problemas, como por ejemplo: ¿qué son y
que hacen en el mundo los seres no humanos?, ¿De qué manera el espíritu
creador produce en nosotros las ideas sensibles?, es particularmente
interesante por la atención que presta a las fuentes de la experiencia
vivida.

En el escocés David Hume (1711- 1776)


encontramos, como en Berkeley, una primicia de
los datos inmediatos de la experiencia, pero sin el
trasfondo religioso y apologético de Berkeley; al
contrario. Hume manifiesta la reserva,
escepticismo y a veces hostilidad en lo tocante a
las cuestiones psicológicas relacionadas con la
religión. Hume pretende explicar la complejidad
de la vida del espíritu por asociaciones de
sentimientos y de ideas, admitiendo una segunda
clase de impresiones que él denomina impresiones de reflexión. Las ideas,
según Hume, no presentan, por relación a las impresiones, más que una
diferencia de grado, siendo a modo de copia de las mismas. Si Berkeley
había necesitado un alma para dar cohesión a las experiencias aisladas,
Hume tomando actitud en lo tocante a las contradicciones que surgen en
lo referente a la unión de la res cogitans y la res extensa, que justificarían la
existencia de un alma inmaterial, opina que el hecho de que existan
impresiones localizables permite suponer la existencia de un alma que
pertenece no solamente al cogito, sino también a la res extensa, en otras
palabras, que es materializable. Hume niega así toda validez al concepto
del alma como sustrato o ligazón sustancial de las cualidades sensibles o
de nuestras propias percepciones. Mientras que Berkeley manifiesta
plenamente la necesidad de una sustancia espiritual y atribuía al espíritu
divino el orden de las ideas, Hume, ciñéndose al terreno de la experiencia,
intentó explicar este orden por leyes asociativas, afirmando que la
complejidad de la vida del espíritu puede explicarse por la combinación
de elementos simples: es a este punto de vista lo que se le ha denominado
atomismo psíquico de Hume.
La tendencia a simplificar y mecanizar los procesos mentales y en
particular la corriente del escepticismo desencadenada por las ideas de
Hume, puso en marcha en las universidades escocesas el movimiento que
se caracterizó por tener como objetivo primordial la defensa de los
principios religiosos que corrían peligro de ser socavados por las nuevas
corrientes ideológicas.

El siglo de las luces en Francia


La Mettrie

La obra de Julien Offray de la Mettrie (1709-1751) es necesario citarla


como preludio al enciclopedismo, ya que ejerció una indudable influencia
en varios de los más destacados representantes de este movimiento. En su
Traité de l’âme, La Mettrie afirma que el materialismo no tiene más que un
adversario, a saber: la fuerza de los prejuicios y esta fuerza es tal que,
aunque se llegue a probar que el hombre es como una máquina, la gente
no lo creerá. El mismo instinto que empuja al hombre a aferrarse a la vida,
le envanece de tal forma que ha llegado a creer que su alma es inmortal y
es demasiado loco y demasiado ignorante para poder desprenderse de
estas ideas. En esta obra el autor se plantea numerosas cuestiones que
quedan completamente dentro del campo de la psicología experimental
y de la psicopatología: órganos de los sentidos, memoria, amnesias,
lesiones traumáticas cerebrales, obsesiones, etc. La Mettrie aconsejaba
como método de conocimiento la aproximación a la naturaleza, seguirla
paso a paso mediante la observación y la experiencia y no otorgar crédito
más que a los grandes grados de probabilidad y semejanza. Consumado
fisiólogo, describió minuciosamente los órganos de la vista, del olfato, del
sistema nervioso y el cerebro. Los estados del alma son siempre correlativos
con los del cuerpo (LHomme machine). Por lo que en definitiva, toda la
vida del espíritu se explicaría por las características y estructuras
particulares del cerebro humano.

Fue también La Mettrie una de las primeras personas en alzar su voz


clamando por el tratamiento de los alienados mentales, considerándolos
como enfermos y no como culpables o posesos. La dirección
psicopatológica iba a recibir 50 años más tarde un fuerte impulso con la
figura de Pinel (1745-1826), quien tanto con su actuación como con sus
tratados iba a sentar las bases de la psiquiatría científica y asistencial. Sin
embargo el primer hospital psiquiátrico de Europa fue fundado por los
mercedarios en 1409 en Valencia.

La psicología en la en Enciclopedia

El primer tomo de la Enciclopedia apareció en 1751 y en su prólogo


ya se indicaba que el objetivo de esta publicación era dar una
información completa del saber de la época en todas sus ramas.

Pero la Enciclopedia no se proponía solamente facilitar una


información, sino que tenía como uno de sus principales objetivos la
renovación social. En lo que se refiere a la psicología, ya en el primer
volumen el artículo sobra la palabra alma pone de manifiesto este
carácter revolucionario; su autor, después de revisar los principales sistemas
filosóficos sobre la naturaleza del alma y su inmortalidad, hace hincapié en
que las funciones del alma está íntimamente ligadas a las del cuerpo e
indica al lector que consulte los artículos cerebro, cerebelo y médula. En el
artículo animal, escrito por Diderot (1713-1784), se tiende asimismo a
disminuir la distancia entre el animal y el hombre, insinuando que el
hombre es simplemente un animal, más evolucionado, preludiando así ya
las ideas evolucionistas.

La reacción espiritualista y las aportaciones médicas

No se pueden terminar estas notas sobre el panorama de la


psicología francesa de esta época sin referirnos a la psicología espiritualista
de E. B. Condillac (1714-1780). Este autor se declara partidario de la
observación y de la experiencia para fundar una ciencia psicológica, lo
cual es posible salvaguardando los dogmas cristianos. En Condillac
encontramos uno de los más remotos antecedentes de las escuelas
psicológicas científicas del catolicismo actual. Sin embargo su intento no
fue del todo feliz tal y como bien lo expone Balmes en su Filosofía
Fundamental.
El siglo de las luces en Alemania

A pesar de que las discusiones en torno a la naturaleza del alma eran


frecuentes al comenzar el siglo XVIII, en Alemania la filosofía de Leibniz era
la que prevalecía, ya que representaba una armoniosa síntesis de tales
oposiciones. El representante más importante era CH. Wolff (1679-1754)
quien publicó en 1732 su Psicología Empírica y en 1734 su Psicología
Racional. Wolff dividela psicología en dos ramas: la empírica es la ciencia
de los fenómenos psíquicos accesibles a la experiencia y no se ocupa de
los problemas inherentes a la existencia de un principio espiritual, la
psicología racional es la ciencia del alma y tiene por objeto este principio
espiritual irreductible a la materia.

En 1781 se publica en Alemania la primera edición de la Crítica de la


razón pura de E. Kant (1724-1804). Aunque su contribución psicológica en
comparación a su monumental obra filosófica, es pequeña, sus ideas
produjero una perceptible influencia en la psicología que se desarrolló
después de él. Kant concede una singulas importancia a la mitad de la
experiencia. Cualquier acto de conocimientos de lo que nos ha llegado a
través de los sentidos dentro de una experiencia unitaria. Este punto de
vista atacaba a fondo las corrientes asociacionistas y las impugnaciones
que durante el siglo XIX iban a dirigirse a estos sistemas tienen origen Kant,
quien, formado en el clima del racionalismo wolffiano, según su propia
confesión, debe a Hume su impulso inicial, ya que fueron sus ideas las que
le hicieron pasar de una postura de aceptación dogmática a una posición
escéptica. Kant profesa un racionalismo crítico y antepuso a toda
construcción sistemática razonada el examen de la razón en sí misma. La
realidad pura y simple es incognoscible y para que resulte cognoscible el
espíritu humano ha de hacer una elaboración, una síntesis. En la medida
en que las cosas en sí mismas son incognoscibles y en que el conocimiento
es una elaboración del sujeto, su filosofía es un idealismo. Según Kant, es
imposible demostrar mediante métodos deductivos tanto la realidad del
alma como su irrealidad. Para Kant el conocimiento de orden metafísico
en sí no tiene validez demostrativa. es cierto que no hay nada en Kant que
se parezca a una psicología empírica, pero de hecho, por sus críticas sobre
la psicología racional, por su clara delimitación de los dominios respectivos
de la filosofía y de la ciencia, parece haber en él una incitación a la
construcción de una psicología objetiva, en tanto que pone en guardia en
cuanto las condiciones de un conocimiento válido del hombre por el
hombre y porque prepara el terreno para la instauración de
investigaciones psicológicas objetivas.

Actividad:
En un documento de Word responde:
 En un cuadro comparativo enlista 10 diferencias entre la época
clásica y el renacimiento en cuanto a la concepción del alma
 Investiga y contesta ¿Cuáles son los pasos del método cartesiano? y
¿por qué es importante para la psicología?
 En un esquema enlista a los autores del texto y con una sola frase
corta, escribe su aportación principal a la psicología
 En un párrafo, reflexiona y con tus propias palabras contesta:
¿Cuáles son los avances científicos que observas en este texto en
comparación con el de los filósofos?

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