Bloque 1 (Apuntes)
Bloque 1 (Apuntes)
Bloque 1 (Apuntes)
A partir del años 1000 a.C empieza la llegada a la Península de fenicios, griegos y
cartagineses (en el sur y el este) y pueblos indoeuropeos en el norte y la Meseta (que
dieron lugar a la cultura de los castros en Galicia y Asturias). Los fenicios provenían del
actual Líbano y fundaron colonias comerciales en el sur peninsular, como Gadir, en busca
de metales como el estaño que utilizaban para acuñar las monedas que empleaban en los
intercambios comerciales. Los griegos fundaron a partir del siglo VIII a.C enclaves
comerciales en la costa mediterránea como Ampurias (Girona) y Rhodes. Posteriormente,
a partir del siglo VI, se asentaron los cartagineses en Ebusus (Ibiza) tras hacerse con la
hegemonía en el Mediterráneo occidental se asentaron. No obstante, tras la derrota
frente a Roma en la primera Guerra Púnica (siglo III a.C.), se extendieron por el territorio
peninsular fundando Kart-Hadast (Cartagena). La llegada de los cartaginenses coincide
con el declive y desaparición de Tartessos, una civilización casi mitológico cuyo
emplazamiento real se desconoce, pero que se cree que ejerció una importante influencia
económica en el sudoeste peninsular (desde donde comerció con los fenicios) y alcanzó
su máximo apogeo durante el reinado del rey Argantonio. Testimonio de su paso son
importantes tesoros como el de Aliseda (Caceres) o el de Carambolo (Sevilla).
Entre el período que va desde el declive de Tartessos a la entrada de los romanos, celtas
e íberos se convirtieron en el siglo V a.C en las principales culturales peninsuares. Los
íberos se asentaron en el sur y el este peninsular. Aunque nunca existió una unidad
política entre ellos, contaban con una lengua y una cultura en común. Habitaban poblados
amurallados y en altura; basaban su economía en la agricultura, la ganadería, el comercio
y las manufacturas; y gracias al contacto con griegos y cartaginenses llegaron a acuñar
moneda propia. Su sociedad era compleja y jerarquizada con importantes expresiones
artísticas entre las que destacan la Dama de Elche, la Dama de Baza o la Bicha de
Bazalote. Los celtas se asentaron en el norte y en la Meseta. La ganadería era la
actividad económica más importante y desarrollaron también la metalúrgica del hierro.
Habitaban castros (poblados elevados y fortificados) y su sociedad era tribal, poco
compleja y desconocían la escritura. En la zona de frontera entre celtas e íberos
habitaban pueblos conocidos por las fuentes antiguas como celtíberos.
La conquista fue un proceso largo (III a. C.- I a.C.), las causas fueron: contrarrestar a los
cartagineses, y explotar las riquezas encontradas en la Península. Etapas de la conquista:
- 1ª etapa: conquista del este y el sur peninsular (218-197 a.C.). Coincide con la Segunda
Guerra Púnica y las campañas de Publio Cornelio Escipión cuyo objetivo era impedir la
entrada de las tropas de Aníbal a Italia (218-201 a.C.). Tras la toma de Sagunto, Cartago
Nova y Gades, ocuparon la costa mediterránea y los valles del Ebro y Guadalquivir. - 2ª
etapa: conquista del centro y el oeste peninsular (155-29 a.C.). Lucharon contra lusitanos
(Viriato) y celtíberos (Numancia). Hacia el 133 a.C. la frontera se situó al sur de la
Cordillera Cantábrica y las operaciones militares se interrumpirán hasta el 29 a.C. - 3ª
etapa: conquista del norte peninsular (29-19 a.C.). El fin de la conquista llegó en tiempos
de Augusto, primer emperador romano, con la dominación de galaicos, astures, cántabros
y vascones (guerras cántabras). Toda la PI queda integrada en el Imperio romano, hasta
el siglo V, y se intensifica el proceso de romanización.
En el 197 a.C los romanos organizaron sus dominios entre la Hispania Citerior (valle del
Ebro y Levante) y la Ulterior (valle del Guadalquivir). En época de Augusto, tras finalizar la
conquista, el territorio se dividió en tres provincias: Tarraconensis, Baetica y Lusitania. A
finales del siglo III d.C se añadieron otras dos provincias, Carthaginensis y Gallaecia, a las
que posteriormente se sumó Balearica. En cuanto a la economía, se implantó un sistema
esclavista que destacó por los grandes latifundios en los que se cultivó la tríada
mediterránea (trigo, vid, y olivo), la ganadería ovina y equina, la explotación de recursos
minerales y la introducción de Hispania dentro del circuito comercial imperial.
-El latín se impuso y desplazó a las lenguas prerromanas (sólo subsistió el vascuence).
Se impuso como lengua oficial y privada. Escritores de Hispania realizaron importantes
aportaciones literarias (Marcial, Quintiliano), filosóficas (Séneca), etc. Del latín surgieron
durante la Edad Media las lenguas romances (castellano, gallego, catalán, etc.).
-El derecho romano, sistema jurídico que regulaba las relaciones económicas, políticas y
sociales dentro del Imperio romano. Sirvió para cohesionar la sociedad y dotó a todo el
mundo romano de una legislación común, que constituye uno de los cimientos del actual
sistema jurídico.
-Las calzadas: el ejército construyó una red de caminos empedrados que comunicaban
las ciudades y por los que transitaban mercancías. Las más importantes eran la Vía
Augusta y la Vía de la Plata. De este proceso derivan algunas de las características
esenciales en el desarrollo histórico de España: las lenguas romances, la religión cristiana
y los principios políticos y judiciales.
A partir del siglo III d.C el imperio Romano se ve afectado por una crisis de carácter
general provocada en gran medida por el agotamiento del sistema esclavista (afectado
por el fin de las conquistas) que llevó a un deterioro generalizado de la administración y el
ejército. Se produjo además una importante devaluación de la moneda (con el fin de
sufragar los gastos del Estado) que incrementó aún más los precios. Esta situación llevó a
que gran parte de la población abandonase las ciudades y se estableciese en zonas
rurales en busca de sustento, a la par que los grandes aristócratas latifundistas se
beneficiaron de esta afluencia de mano de obra que ponían bajo su protección y vieron
crecer sus propiedades. La ruralización de la sociedad acentuó la crisis económica, pues
con el abandono de las ciudades se redujo la producción manufacturera y el comercio.
Es en este contexto de debilidad en el que tienen lugar las invasiones del siglo V por parte
de los pueblos germanos. Si bien muchos de ellos atraviesan la frontera con el fin de
saquear las grandes ciudades, otros firman foedus o pactos con un Estado romano
incapaz de financiar su propia defensa: a cambio de protección, se le permite a estos
pueblos germanos asentarse en el territorio. A Hispania llegan los suevos a la Gallaecia,
los vándalos a la Bética, y los alanos a la Lusitania y Cartaginense. Los emperadores
romanos intentaron contener la invasión recurriendo a otro pueblo bárbaro, los visigodos,
un pueblo romanizado al haber asimilado la lengua y costumbres romanas. Su entrada en
la Península señala en inicio de la Edad Media en España. En principio los visigodos se
concentraron en el sur de la Galia (reino de Tolosa) pero al ser derrotados por los francos
(507, batalla de Vouillé) entraron masivamente en Hispania creando el reino visigodo de
Toledo. En principio se mantuvieron al margen de la población hispanorromana aunque
más tarde unificaron ambos pueblos: Leovigildo (siglo VI) unificó el territorio peninsular,
sometiendo a los suevos y vascones y expulsando a los bizantinos. Recaredo impuso la
doctrina católica sobre la arriana (III Concilio de Toledo, 589). Recesvinto (siglo VII) unificó
la legislación con el Fuero Juzgo (Liber Iudiciorum, 654) que fundió el derecho romano
(escrito) y el germánico (consuetudinario). Estas medidas, si bien pretendían incrementar
el poder de una monarquía débil y electiva, contribuyeron a acrecentar el descontento
entre las élites nobiliarias. Estas conspiraron contra los sucesivos monarcas y apoyaron
candidatos alternativos. La inestabilidad constante vivida al interior del reino visigodo
favoreció la entrada y rápida conquista por parte de los musulmanes procedentes del
norte de África a partir del 711. A nivel social, este período se caracteriza por el declive de
los centros urbanos y por una sociedad dirigida por la aristocracia militar visigoda y las
viejas élites hispanorromanas, que tendieron a fusionarse. La esclavitud perdió peso y los
campesinos libres fueron progresivamente convirtiéndose en siervos sometidos al señor y
adscritos a la tierra.
La institución política más importante era la Asamblea de los hombres libres (formada por
los hombres con mayor prestigio social, cultural, político…) que cedía su poder al
monarca. El carácter electivo de la monarquía debilitó su poder y creó una permanente
inestabilidad. El rey gobernaba con ayuda del Oficio Palatino, dividido en el Aula Regia o
Consejo Real, que asesoraba al rey en asuntos políticos, militares y en la elaboración de
leyes, y los Concilios de Toledo que inicialmente eran asambleas religiosas pero tras la
conversión de Recaredo adquieren una dimensión política. Eran convocados y presididos
por el rey, y en ellos se tomaban decisiones políticas y religiosas. Las continuas luchas
por el poder entre los nobles debilitaron a la monarquía visigoda, lo que explica en parte la
fácil conquista musulmana en 711.