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C h a pter 4

René Descartes

0 PTICS

Primer discurso: la luz

H ¥ C O N D U C T o r nuestra vida depende enteramente de nuestros sentidos, y


puesto que la vista es A el más noble y más completo de los sentidos, las invenciones que
sirven para aumentar su poder están indudablemente entre las más útiles que puede haber.
Y es difícil encontrar inventos que contribuyan más a aumentar el poder de l a vista que
esos maravillosos telescopios que, aunque en uso desde hace poco t i e m p o , ya han
revelado un mayor número de nuevas estrellas y otros nuevos objetos por encima de la
tierra que los que habíamos visto antes. Llevando nuestra visión mucho más lejos de lo
que nuestros antepasados podían normalmente extender su imaginación, estos telescopios
p a r e c e n habernos abierto el camino para alcanzar un conocimiento de la
naturaleza mucho mayor y más perfecto del que ellos poseían... Pero los inventos de
cualquier complejidad no alcanzan de inmediato su más alto grado de perfección, y éste
sigue siendo lo suficientemente problemático como para darme pie a escribir sobre él. Y
puesto que la construcción de las cosas de las que hablaré debe depender de la habilidad
de los artesanos, que por lo general tienen poca educación formal, trataré de hacerme
inteligible para todos; y procuraré no omitir nada, ni suponer nada que requiera
conocimientos de otras ciencias. Por eso empezaré explicando la luz y los rayos
luminosos; luego, tras describir brevemente las partes del ojo, daré cuenta detallada de
cómo se produce la visión; y, tras señalar todas las cosas q u e pueden hacer más
p e r f e c t a la visión, mostraré cómo pueden ser ayudadas por los inventos que
describiré.
Ahora bien, como mi única razón para hablar aquí de la luz es explicar cómo
entran sus rayos en el ojo y cómo pueden ser desviados por los diversos cuerpos que
encuentran, no necesito intentar decir cuál es su verdadera naturaleza. Creo que
bastará con que me sirva de dos o tres comparaciones para facilitar la concepción de
la luz que me parece más adecuada para explicar todas las propiedades que
conocemos de ella.
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a través de la experiencia y para deducir después todas las demás propiedades que no
podemos observar tan fácilmente. En esto imito a los astrónomos, cuyas suposiciones
son casi todas falsas o inciertas, pero que, sin embargo, extraen de ellas muchas
consecuencias muy ciertas y seguras porque están relacionadas con diversas
observaciones que han realizado.
Sin duda habrás tenido la experiencia de caminar de noche por un terreno
accidentado, sin luz, y de tener que utilizar un bastón para g u i a r t e . Entonces habréis
podido notar que por medio de este bastón podíais sentir los diversos objetos situados a
vuestro alrededor, y que incluso podíais decir si eran árboles o piedras o arena o agua o
hierba o barro o cualquier otra cosa semejante. Es cierto que esta clase de sensación es
algo confusa y oscura en aquellos eco no tienen una larga práctica con ella. Pero
consideradla en los ciegos de nacimiento, que han hecho uso de ella toda su vida: con
ellos, encontraréis, es tan perfecta y tan exacta que casi se podría decir que ven Cth sus
manos, o que su bastón es el órgano de algún sexto sentido que se les ha dado en lugar
de la vista. Para establecer una comparación, quiero que consideréis que la luz de los
cuerpos que llamamos "luminosos" no es otra cosa que un cierto movimiento, o una
acción muy rápida y viva, que pasa a nuestros ojos por medio del aire y de otros
cuerpos transparentes, así como el movimiento o la resistencia de los cuerpos que
encuentra un ciego pasa a su mano por medio de su b a s t ó n . En primer lugar, esto os
evitará encontrar extraño que esta luz pueda extender sus rayos instantáneamente desde
el sol hasta nosotros. Porque sabes que la acción por la que movemos un extremo de un
palo debe pasar instantáneamente al otro extremo, y que la acción de la luz tendría que
pasar del cielo a la tierra de la misma m a n e r a , aunque la distancia en este caso sea
mucho mayor que la que hay entre los extremos de un palo. Tampoco te parecerá
extraño que mediante esta acción podamos ver toda clase de colores. Tal vez incluso
estés dispuesto a creer que en los cuerpos que llamamos "coloreados" los colores no
son otra cosa que las diversas formas en que los cuerpos reciben la luz y la reflejan
contra nuestros ojos. No hay más que pensar que las diferencias que un ciego percibe
entre los árboles, las rocas, el agua y cosas semejantes por medio de su bastón, no le
parecen menos de lo que nos parecen a nosotros las diferencias entre el rojo, el
amarillo, el verde y todos los demás colores. Y, sin embargo, en todos esos c u e r p o s
las diferencias no son otras que las diversas maneras de mover el bastón o de resistirse
a sus movimientos. Por lo tanto, tendrás razones para concluir que no hay necesidad de
suponer que algo material pasa de los objetos a nuestros ojos para hacernos ver los
colores y la luz, o incluso que hay algo en los objetos que se asemeja a las ideas o
sensaciones que tenemos de ellos. Del mismo modo, xs'cuando un ciego siente los
cuerpos, nada tiene que salir de los cuerpos y pasar a lo largo de su bastón hasta su
m a n o ; y la resistencia o movimiento de los c u e r p o s , que es la única causa de las
sensaciones que tiene de ellos, no se parece en nada a las ideas que se forma de ellos.
Por este medio, tu mente se librará de todas esas pequeñas imágenes que golpean en el
aire, llamadas "formas intencionales", que tanto ejercitan la imaginación de los
filósofos. Incluso te resultará fácil resolver el actual debate filosófico sobre el origen
de la acción que causa la percepción visual. Pues, así como nuestro ciego puede sentir
los cuerpos que le rodean no sólo por la acción de estos cuerpos cuando se mueven
contra su b a s t ó n , sino también por la acción de su mano cuando no hacen más que
resistirse al bastón, así debemos reconocer que
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los objetos de la vista pueden ser percibidos no sólo por medio de la acción que en
ellos se dirige hacia nuestros ojos, sino también por la acción que en nuestros ojos se
dirige hacia ellos. Sin embargo, como esta última acción no es otra cosa que la luz,
debemos observar que sólo se encuentra en los ojos de las criaturas rosas que pueden
ver en la oscuridad, como los gatos, mientras que el hombre normalmente sólo ve por
medio de la acción que proviene de los o b j e t o s . Pues la experiencia nos muestra
que estos objetos deben ser luminosos o estar iluminados para ser vistos, y no que
nuestros ojos deban ser luminosos o estar iluminados para v e r l o s . Pero como el
bastón de nuestro c i e g o difiere mucho del aire y de los demás cuerpos transparentes
por cuyo medio vemos, debo valerme de otra comparación más.
Consideremos una cuba de vino en tiempo de vendimia, llena hasta el borde de
uvas a medio prensar, en cuyo fondo hemos hecho uno o dos agujeros a través de los
cuales puede fluir el vino no fermentado. Observad ahora que, no existiendo vacío en
la naturaleza (como lo reconocen casi todos los filósofos), y existiendo, sin embargo,
muchos poros en todos los cuerpos que percibimos a nuestro alrededor (como la
experiencia puede demostrarlo muy claramente), es necesario que estos poros estén
llenos de alguna materia muy sutil y muy fluida, que se extienda sin interrupción desde
los cuerpos celestes hasta nosotros. Nou , si comparas esta materia sutil con la que está
en la cuba, y comparas las partes menos fluidas o más groseras del aire y de los otros
cuerpos transparentes con los racimos de uvas que se mezclan con el vino,
comprenderás fácilmente lo siguiente. Las partes de vino en un lugar tienden a bajar en
línea recta a través de un agujero en el mismo instante en que se abre, y al mismo
tiempo a través del otro agujero, mientras que las partes en otros lugares también
tienden al mismo tiempo a bajar a través de estos dos agujeros, sin que estas acciones
sean impedidas entre sí o por la resistencia de l o s racimos de uvas en la cuba. Esto
sucede a pesar de que los racimos se sostienen entre sí y, por lo tanto, no tienden en
absoluto a bajar por los a g u j e r o s , como lo hace el vino, y al mismo tiempo pueden
incluso ser movidos de muchas otras maneras por los racimos que presionan sobre
ellos. De la misma manera, todas las partes de la materia sutil en contacto con el lado
del sol que mira hacia nosotros tienden en línea recta hacia nuestros ojos en el mismo
instante en que se abren, sin que estas partes se impidan unas a otras, e incluso sin que
se lo impidan las partes más groseras de los cuerpos trans-parentes que se encuentran
entre ellas. Esto sucede tanto si estos cuerpos se mueven en otros sentidos -como el
aire, casi siempre agitado por el viento- como si están inmóviles -como el vidrio o el
cristal-. Y nótese aquí que es necesario distinguir entre el movimiento y la acción o
tendencia a moverse. Porque podemos concebir muy fácilmente que las partes de vino
en un lugar tiendan hacia un agujero y al mismo tiempo hacia el otro, aunque no
puedan moverse hacia ambos agujeros al mismo t i e m p o , y que tiendan exactamente
en línea recta hacia uno y hacia el o t r o , aunque no puedan moverse exactamente en
línea recta debido a los racimos de uvas que están entre ellos. De la misma m a n e r a ,
considerando que la luz de un cuerpo luminoso debe ser considerada no tanto como su
movimiento sino como su acción, debes pensar que los rayos de luz no son otra cosa
que las líneas a lo largo de las cuales tiende esta acción. Así, hay una infinidad de tales
rayos que vienen de todos los puntos de un cuerpo luminoso hacia todos los puntos de
los cuerpos que ilumina, del mismo modo que se puede imaginar una infinidad de
líneas rectas a lo largo de las cuales las acciones que vienen de todos los puntos de la
superficie del Uno tienden hacia un agujero, y una infinidad de otras a lo largo de las
cuales
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S
las acciones procedentes de los mismos puntos tienden también hacia el otro agujero,
sin que ninguna impida la otra.
Por otra parte, siempre hay que imaginar que estos rayos son exactamente
rectos cuando atraviesan un solo cuerpo transparente y uniforme. Pero cuando se
encuentran con otros cuerpos, pueden ser desviados por ellos o debilitados, de la
misma manera que el movimiento de una pelota o de una piedra lanzada al air e
es desviado por los cuerpos que encuentra. Pues es muy fácil creer que la acción o
tendencia a moverse (que, según he dicho, debe tomarse por ligera) debe obedecer
a este respecto a las mismas leyes que el movimiento mismo. Para que pueda dar
cuenta completa de esta tercera comparación, considérese que una pelota que pasa
por el aire puede encontrarse con cuerpos blandos o duros o fluidos. Si los cuerpos
son blandos, detienen completamente la pelota y frenan su movimiento, como
cuando choca contra sábanas de lino, arena o barro. Pero si son duros, envían la
pelota en otra dirección sin detenerla, y lo hacen de muchas maneras diferentes.
En efecto, su superficie puede ser completamente plana y lisa, o rugosa e
irregular; si es plana, puede ser 1)a o curva; si es irregular, su irregularidad puede
consistir simplemente en que está compuesta de muchas partes curvas diferentes,
cada una de ellas bastante lisa en sí misma, o también en que tiene muchos
ángulos o puntos diferentes, o algunas partes más duras que otras, o partes que se
mueven (sus movimientos pueden variar de mil maneras imaginables). Y hay que
tener en cuenta que la bola, además de moverse de la manera simple y ordinaria
que la lleva de un lugar a otro, puede moverse de otra manera, girando sobre su
eje, y que la velocidad de este último movimiento puede tener muchas relaciones
diferentes con la del primero. Así, cuando muchas bolas que vienen de la misma
dirección se encuentran con un cuerpo cuya superficie es completamente lisa y
uniforme, se reflejan uniformemente y en el mismo orden, de modo que si esta
superficie es completamente plana guardan entre ellas, después de haberse
encontrado, la misma distancia que tenían de antemano; y si está curvada hacia el
interior o hacia el exterior, se acercan o se alejan unas de otras en el mismo orden,
más o menos, a causa de esta curvatura. . Es necesario considerar, del mismo
modo, que hay cuerpos que rompen los rayos luminosos que se encuentran con
ellos y les quitan toda su fuerza (a saber, los cuerpos llamados "negros", que no
tienen más color que el de las sombras); y hay otros que hacen que los rayos se
reflejen, unos en el mismo orden en que los reciben (a saber, los cuerpos con
superficies muy pulidas, que pueden servir de espejos, tanto planos como curvos),
y otros en muchas direcciones en completo desorden. Entre estos últimos, de
nuevo, algunos cuerpos hacen que los rayos se reflejen sin provocar ningún otro
cambio en su acción (a saber, los cuerpos que llamamos "blancos"), y otros
provocan un cambio adicional similar al que sufre el movimiento de una pelota
cuando la rozamos (a saber, los cuerpos que son rojos, o amarillos, o azules o de
algún otro color). Creo que puedo determinar la naturaleza de cada uno de estos
colores y revelarla experimentalmente, pero esto va más allá de los límites de mi
tema.
Basta con señalar aquí que los rayos luminosos que inciden sobre cuerpos coloreados
y no pulidos se reflejan generalmente en todas las direcciones, aunque procedan de
una sola dirección. .. Por último, consideremos que los rayos también se desvían, del
mismo modo que la bola que acabamos de describir, cuando caen oblicuamente sobre
la superficie de un cuerpo transparente y penetran en este cuerpo más o menos
fácilmente que en el cuerpo del que proceden. Este modo de desviación se denomina
"refracción".
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Discurso cuarto: Los sentidos en general

Ahora debo deciros algo sobre la naturaleza de los sentidos en general, para explicar
más fácilmente la de la vista en particular. Sabemos con certeza que es el alma la que
tiene conciencia sensorial, y no el cuerpo. Pues cuando el alma está distraída por un
éxtasis o una contemplación profunda, vemos que todo el 'cuerpo permanece sin
sensación, aunque tenga varios objetos que la tocan. Y sabemos que no es,
propiamente hablando, por su presencia en las partes del cuerpo que funcionan como
órganos de los sentidos externos por lo que el alma tiene conciencia sensorial, sino por
su presencia en el cerebro, donde ejerce la facultad llamada sentido "común" . Pues
observamos lesiones y enfermedades que atacan sólo al cerebro e impiden todos los
sentidos en general, aunque el resto del cuerpo continúe animado. Sabemos, por
último, que es a través de los nervios como las impresiones formadas por los objetos
en las partes externas del cuerpo alcanzan el alma en el cerebro, porque observamos
varios accidentes que causan lesión sólo a un nervio, y destruyen la sensación en todas
las partes del cuerpo a las que este nervio envía sus ramas, sin causar su disminución
en otras partes. . Debemos tener cuidado de no suponer
- como hacen comúnmente nuestros filósofos- que para tener conciencia sensorial el
alma debe contemplar ciertas "imágenes" transmitidas por los objetos al c e r e b r o ; o,
e n todo caso, debemos concebir la naturaleza de estas imágenes de una manera
completamente distinta a la de los filósofos. Puesto que su concepción de las imágenes
se limita a la exigencia de que se asemejen a los objetos que r e p r e s e n t a n , los
filósofos no pueden mostrarnos cómo las imágenes pueden ser formadas por los
objetos, o cómo pueden ser recibidas por los órganos de los sentidos externos y
transmitidas por los nervios al c e r e b r o . La única razón por la que creían que
existían tales imágenes era que veían con qué facilidad una imagen puede estimular
nuestra mente para concebir los objetos representados en ella, por lo que les parecía
que la mente debía ser estimulada para concebir los objetos que afectan a nuestros
sentidos de la misma manera, es decir, mediante pequeñas imágenes formadas en
nuestra cabeza. Debemos, sin embargo, recordar que nuestra mente puede ser
estimulada por muchas cosas distintas de las imágenes -por signos y palabras, por
ejemplo, que en nada se parecen a las cosas que significan. Y si, para apartarnos lo
menos posible de las opiniones aceptadas, p r e f e r i m o s sostener que los objetos que
percibimos por nuestros sentidos envían realmente imágenes de sí mismos al interior
de nuestro cerebro, debemos observar al menos que en ningún caso una imagen tiene
que parecerse en todos los aspectos al objeto que representa, pues de lo contrario no
habría distinción entre el objeto y su imagen. Basta con que la imagen se parezca a su
objeto en algunos aspectos. De hecho, la perfección de una imagen depende a menudo
de que no se parezca a su objeto todo lo que podría. Esto se ve en el caso de los
grabados: consistentes simplemente en un poco de tinta colocada aquí y allá sobre un
trozo de papel, nos representan bosques, ciudades, personas, e incluso batallas y
tormentas; y aunque nos hacen pensar en innumerables cualidades diferentes de estos
objetos, sólo hay verdadera semejanza en lo que respecta a la forma. E incluso esta
semejanza es muy imperfecta, ya que los grabados nos representan cuerpos de variado
relieve y profundidad sobre una superficie totalmente plana. Además, de acuerdo c o n
las reglas de la perspectiva, a menudo representan círculos con óvalos mejor que con
otros círculos, cuadrados con rombos mejor que con otros cuadrados, y lo mismo
ocurre con otras formas. Así, sucede a menudo que para ser más perfectos como
imagen y
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S
para representar mejor un objeto, un grabado no debe parecerse a él. Ahora debemos
pensar en las imágenes formadas en nuestro cerebro de la misma m a n e r a , y observar
que el problema es saber simplemente cómo pueden permitir al alma tener conciencia
sensorial de todas las diversas cualidades de los objetos a los que c o r r e s p o n d e n ,
no saber cómo pueden parecerse a estos objetos. Por ejemplo, cuando nuestro ciego
toca los cuerpos con su bastón, ciertamente no l e transmiten nada, excepto en la
medida en que hacen que su bastón se mueva de diferentes maneras según l a s
diferentes cualidades que hay en ellos, poniendo así también en movimiento los
nervios de su mano, y luego las regiones de su cerebro donde se originan estos nervios.
Esto es lo que hace que su alma tenga conciencia sensorial de tantas cualidades
diferentes en estos cuerpos como diferencias hay en los movimientos causados por
ellos en su cerebro.

Notas

Referencia a la doctrina escolástica según la cual los objetos materiales transmiten


al a l m a "formas" o "imágenes" (fr. especes, lat. species) parecidas a ellos.
Se omiten aquí los discursos segundo y tercero.
A continuación se describe la función de los nervios y de los espíritus animales en la
producción de sensaciones y movimientos. Cf. Tratado del hombre, AT XI 1 32 ss. y
Pasiones.
Véase l a nota 1.

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