Agua Vien To
Agua Vien To
Agua Vien To
AGUAVIENTO
ISBN: 978-607-7996-94-1
Producción editorial:
Dirección de Publicaciones y Literatura
Cuidado de la edición: Olimpia Badillo Iracheta
Edición y diseño: Beatriz Gaytán
Dolores Castro
Aguaviento. Variaciones desde una misma sangre,
de Olimpia Badillo, es un poemario que desde
el título mismo alude a los elementos primor-
diales de la vida, a su raíz hecha de tiempo y
memoria, fugacidad y dolor; al viento que em-
puja nuestra frágil embarcación por meandros
imprevistos y barre la existencia; a la sangre
enardecida, enamorada, amotinada: insurrec-
ción e incandescencia, dolor de la caída, la pér-
dida y la desolación.
Libro de gran aliento y hondura poética, de
resonancias teológico-cosmogónicas, particular-
mente, en la sección Hombre humo. Se narra aquí
la génesis del hombre, criatura altiva, ser de
palabras que enciende una tea libertaria y em-
prende una rebelión condenada al fracaso y la
caída. El poeta, sin embargo, alcanza a través de
ese gesto la grandeza; sabe clamar a Dios des-
de el fondo del abismo, atisba la luz y se redime:
Protégeme, Señor: / amanecí poeta
(«Con el vaho de Dios»)
La voz poética asume resonancias profundas,
hay algo aquí del gran aliento de Whitman y el
salmista. Voz de poeta y de profeta, voz que no
trina: truena; voz que se alza sobre el tiempo de
la historia para contar un relato cosmogónico e
instaurar un tiempo mítico:
Y entonces Él, habiendo terminado
[su obra dijo:
Escúchense en una sola voz todos
[los sonidos:
los del viento y de la noche
los del agua y de las aves
los del llanto y del silencio.
Reúnanse todos en Mi nombre
Y nazcan los poetas en el mejor
[de mis días.
(Epígrafe inicial)
Aguaviento es también la celebración de la
sensualidad y del deseo, del fuego que nos deja
bienheridos, nos consume y purifica. Olimpia Ba-
dillo escribe desde la memoria del placer, desde
la ronda del deseo, desde el lugar donde el placer
y la felicidad se intersectan y confunden:
He visto huir de mí la cordura
cada que el amanecer llega.
He roto el hilo del pudor cada verano
y cada noche escucho cómo canta
[de placer mi cuerpo
¡Soy feliz!
(«Otra vez cualquier historia»)
Vemos a la poeta arder e iluminarse, recibir el
don del éxtasis y el fuego como un regalo remiso,
como un presente de la vida cuando parecía ya
que la yesca no ardería: «me hizo suya cuando
todos miraban en mí/ piel-lagos hundidos/ en
la sumisión de mis aguas/ de mi orgullo/ de mi
destejida tela». Sus poemas nacen del fuego que
arrasa las praderas de su piel y de su cuerpo, por
eso nos tocan y nos queman. Olimpia rememora
y conmemora sus incendios, los evoca y los con-
voca, y así como el viento aviva las pavesas, ella
hace florecer la llama en el poema. Olimpia co-
noce y ejerce el poder de las palabras, un poder
capaz de reconstruir un mundo o conjurarlo. La
palabra poética es palabra de poder, dijo la ar-
gentina Olga Orozco.
Sus poemas dictados por el amor son conmo-
vedores y bellos. Escribe Olimpia: «Hice de
todo/ Me soñé luna y bajé a los ríos cada noche/
murmuré tu nombre/ bañé junto conmigo a
todas las que lloran/ no por los hijos que
perdieron en sus aguas/ sino por el hombre que
encontraron/ y no atrapan» («Insistencia»). En
otra parte del poema, dice: «y me descubrí a tus
pies/ a tus rodillas/ a tus muslos/ y un poco más
arriba…».
¿Erotismo? Sí, erotismo, cerco de fuego, se-
milla de incandescencia; pero también medita-
ción sobre la pérdida del amor y la desolación:
Y ahora
qué hago con este amor que nadie quiso
dónde lo pongo
a quién se lo ofrezco
con qué luna lo cobijo
a cuál sol se lo encargo para que lo seque
en la penumbra de esta larga noche
en que no muero.
Raíz de amor, raíz de dolor: pulsión de vida
y pulsión de muerte. Y después de los incendios,
más allá de la estela de humo y las cenizas, la
contemplación del campo devastado, el orgullo
triste, el sabor de la traición, el recuento de lo
ganado y lo perdido, la mirada final del sobre-
viviente, del último testigo. Especialmente duele
la traición. La poeta quisiera retirar su propio
nombre de los labios del amado:
Todos los nombres menos el mío
[que te pesa
No el que te acuse de engaño
No el que te recuerde mi olvido
ni aquel con el que confundiste
[la oscuridad
de otras manos que mienten con uñas
[de artificio
para dejarte sólo cicatrices en la piel.
Y más adelante, en el mismo poema:
y repetirás mi nombre ahora que te pido
que me inventes el nombre de la muerte
y me llames por amor
sólo ceniza.
(«Todos los nombres»)
Hay también en el poemario de Olimpia, en
la sección Mujeres más/ Mujeres menos, una asun-
ción radical de la vivencia de lo femenino y de la
condición de género; una asunción a través de
la cual la poeta mira el mundo, lo siente y lo
interpreta. Olimpia trasciende su yo particular
para universalizar su yo poético, se vuelve la mu-
jer genérica, la mujer que escribe, que libra su
combate, que es una y que es muchas a la vez,
todas las mujeres que acometen las palabras y
ponen de manifiesto su diferencia a través de la
escritura. Mujer con doble don: dadora de la vi-
da y del lenguaje.
Olimpia mira a la mujer negada, relegada a
una condición subalterna, sometida, pero siem-
pre esencial, primordial, imprescindible; no hace
una denuncia: se reconoce a sí misma, se rebela,
siente, testifica. Como contraparte, nuestra poeta
es consciente de los poderes de atracción y se-
ducción que poseen las mujeres, del poder de su
canto que esclaviza a los hombres y los somete
día y noche a los «abrazos de agua-madre» de
ellas, a «su carne y a su polvo», a su «luz y a su
muerte», a sus «llagas y perfumes». Olimpia da
nombre exacto a la experiencia femenina, des-
cribe el significado de la presencia de lo masculino
desde la piel de las mujeres, recrea lo mascu-
lino visto y sentido desde la mirada femenina.
Olimpia, capaz de dotar a su poesía de reso-
nancias cosmogónicas, bíblicas y homéricas, de
encarnar en una voz universal a la mujer gené-
rica, de dar voz a la condición femenina y a la
mujer que escribe, se permite la ligereza y la gra-
cia, el sarcasmo y el humor, jugar con las pala-
bras. En las secciones Trociscos dedicados, A los que
bien escriben y Epílogo breve, escribe poemínimos, a
la manera de Efraín Huerta, pequeñas pincela-
das irónicas, humorísticas, gestuales que le sir-
ven para nombrar las variadas circunstancias de
la vida desparpajadamente, sin solemnidad. Fór-
mulas breves, directas, coloquiales e ingenio-
sas, a veces no exentas de profundidad y de un
humor amargo. Aquí dejo unos ejemplos: A un
sabio: «¿Follaje es follar/ o faje?»; A la luna: «A la
única luna que le temo/ es a la del espejo»; Para
los renegados: «Yo no escribo poesía para niños/
porque los niños son poesía»; «Ni voy a escribir
un poema a mis manos/ porque ellas están apren-
diendo a decir mi edad».
Aguaviento. Variaciones desde una misma san-
gre, es el libro de una poeta dotada de talento
que sabe blandir la palabra con hondura, que es
capaz de abrasarse en el fulgor de sus palabras y
conmovernos profundamente. El libro es tam-
bién el testimonio de una mujer que escribe sin
embozo la confesión del placer que llegó a su
vida como una flor tardía; de una poeta que
otorga resonancias universales a su experiencia
personal. Don de poeta verdadero.
Eudoro Fonseca
A dos mujeres de palabra
Enriqueta Ochoa
Porque desde su otra dismensión
aún me envía la claridad de sus lecciones
y el poder de su poesía.
Dolores Castro
Por seguir celebrando la vida,
compartiendo su poesía y formando
nuevas generaciones de poetas.
A Eudoro Fonseca Yerena
Por su sangre sereña de poeta
y su lealtad con la palabra
AGUAVIENTO
Hombre humo
La creación extasiada
enredaba su música en la tez de un espejo.
¡Oh, certeza del alba!
Enriqueta Ochoa
Uno
Y sopló el viento
lo mismo que si la mano de Dios
se hubiera puesto a hacer justicia.
25
el miedo a la sequía del alma
al de las manos sin líneas ni destino
miedo a carecer de lágrimas
miedo a las heridas sin dolor
a la luz que no encuentra la noche,
miedo al tiempo
miedo a rezar sin miedo
miedo al vacío que se abre más allá del vacío
miedo a la aurora y al ocaso cuando suenan a
doble las
[campanas
miedo al equilibrio que vela por el hombre lejos
del infierno
miedo al fondo del infierno
miedo a no poder explicarse el hombre mismo
esa testarudez que lo volvió pasivo frente al niño
sicario
que esperaba asirse a su mano
y a la mujer sobreviviendo otro holocausto
con una rosa huérfana de tumbas.
Dos
26
Tierra
agua
aire
fuego y sequía lo bañaron por fuera y por dentro.
27
sin sonrisas
ni liturgias para amasarse hombre.
Tres
Ni un asomo de pena
ni una señal de apuro
sólo él
y su exilio en el tumulto
dándose la cara.
Sólo él
hombre desierto
hombre fusil
hombre oro-verde
hombre-humo
hombre
humo.
28
Con vocación de sed
Cuándo
y para quién cedió el fuego que le hizo inmune
[la sinraíz
y el sinorigen
hasta lamer la hostia envenenada.
El sudor ya no es de su frente
ni de la sangre
el sudor es de hambre y de hombre
que en cada línea
de la frente
aumenta su vocación de sed.
29
Todos los gritos
30
y apagó la luz de Dios
que ya era nuestra?
Quién se apropió mi grito de vergüenza.
Quién.
31
A Javier Sicilia
32
Verticales de sangre
Tu desnudo esplendor.
Tu cuerpo que es el mío, mi Señor.
Tu cuerpo que es el del otro.
Tu cuerpo, el de mi padre,
/ simplemente el tuyo
Tu cuerpo cuerpo, oscuro potro.
Tu cuerpo, cual arrullo
Javier Sicilia
33
un montón de piedras no libres de pecado
y he picoteado las más de siete llagas de su hijo
porque en su escrutinio me encontró culpable
de querer ser
Confieso que desde que vendí su túnica
[a los tuertos
vivo la vida leve, con todo el goce de mi cuerpo.
y la gracia de mi piel
II
34
a sufrir el juicio
en el horóscopo del fuego
cuando junio era un beso del alba
y Pellicer volvía a las andadas
a tientas
buscando cuarenta y tantas voces párvulas
que cantaron con Él los versos de la estación
[en llamas
«Mambrú se fue a la guerra
qué dolor / qué dolor / qué pena
Mambrú se fue a la guerra
y nunca más volvió».
Su Nombre de origen carcomido
taladrando mi piel con su pureza
esperando que por cada poro se me escape Dios
Pero no
Dios no quiere saber de mí ni de nadie
Dios con todo y su tristeza busca sufrir más
para desmoronar su conciencia
para no confesarse
para seguir refugiándose dentro de nosotros
III
35
Su rostro fragmentado en verticales
es sangre
sangre por espinas
espinas / sangre / barrotes que bajan de su frente
y lo veo
desde mi cárcel de luna llena
tras la reja
lo veo
en su calidad del primogénito que busca
[las espinas
para hollarlo
para lavarse en Él hasta hacerlo feliz
IV
36
V
37
Rendición de cuentas
Me pregunto:
¿quién se divierte
con nuestros sobresaltos?
José Emilio Pacheco
Quién sabe
38
Con el vaho de Dios
Hay espejos
que debieron haber llorado
de vergüenza y espanto
Pablo Neruda
Protégeme, Señor:
amanecí poeta
amenazo con reventar las vísceras del alma
soltar el aullido de mi entraña
desconjugar Tu Verbo hasta la excomunión
y hacer que de mi vientre nazca una voz
menos caduca
Hace siglos
Señor
que amaneciste a la intemperie
alguien quiso entonces tejer para ti
[todos los versos
con la mirra, el oro y el incienso como señal
[de luz
para sí mismo
y hoy siento que me estoy pareciendo
[a ese alguien
por eso te pido
Señor
que me protejas
que no muevas mano alguna para el tatuaje
de amanecer poeta
mea culpa
39
que me lleve a amanecer así
con tu sentencia para mi negra voz
mea culpa / mea culpa
Tengo urgencia, Señor
sí
de escribir el verbo único en modo infinitivo
de tener conciencia severa e infinita
[–para recuperarte–
Tengo urgencia de ganar una batalla
en la que no me he inscrito
para decir palabras malsonantes
para estar a la altura de los árboles suicidas
Urgencia por describir con llanto
la sonrisa de una madre cuando sabe
que su hijo murió en la cruz sin madera
de los niños-sicarios
Urgencia de crear una línea irreverente
en la que Tú seas el centro, Señor
y yo tu imagen de luz
coqueteando con los verbos
Amanecer poeta es algo así
como pintar con grafiti la pared
de la conciencia
tatuar el silencio con la voz y el nombre
de Dante
Salomón
y Benedetti
abrazados a Vallejo –el César–
y sus sus «heraldos negros»
gritar con ellos en todos los idiomas
y una sola lengua Señor
40
la de la sangre de tus siete llagas
la de tu rebeldía en el templo / por qué no, Señor
tiritar de miedo al oír Tu Palabra
y humedecer los espejos con el vaho de Dios
que eres
para que Tu Voluntad se haga
y yo
no sea poeta.
41
Tic-tac, sin retroceso
42
Sobrevive en mí la nostalgia de Tonantzin
lloviendo sobre Itzcalli.
Me recorre la infidelidad oculta de Malintzin
en el escándalo de la vejez.
Nadie me reconoce
Nadie sabe de mis sueños
ni de la terquedad con que aparecen
–aun en el insomnio– mis padres
cuando me soltaron de su mano
y me heredaron el olvido de la sangre.
Él: con el cuento de que «hubo un rey
que vivía»
en no recuerdo dónde,
ni cuando
ni con quién.
Ella: buscándome en su diestra
confundiendo nuestras líneas de la vida
con las del amor y el adulterio.
Por mi ventana no entra ya ninguna luz
y mi pecho
por más que se reclina para ver llegar a alguien
es tan sólo un remedio
una réplica del marco
por donde se asomó mi cara
inventando un retrato para el amor
que se tardó en llegar.
La memoria se revuelve generosa
va y viene
viene y va
43
Me desarraigo
soy un murmullo en el río redondo
que ha perdido su afluente.
Soy el ti-tac de mi destiempo
tic-tac
tic-tac
tic-tac sin retroceso.
44
Mujeres más
mujeres menos
Todas en un espejo
Me alimento.
Lo que me da vida
son pedazos de luz que aderezan mi voz
y afianzan mis pasos.
47
Eva, la de siempre
II
III
48
IV
Epílogo
Erguido él
dolida tú
caminarás otra vez hacia la puerta
la abrirás como antes
de par en par
reconocerás a tu verdugo
49
y entonces
sin cuestionarlo
volverás a comer del fruto compartido
para gozarte en el pecado único
y a largo plazo
de ser por voluntad muy tuya
y a gusto pleno:
Eva.
50
Briseida
No he podido crecer
y la luz me agota hasta cerrar el día.
Creo que me faltó el impulso de unos brazos
que de niña me lanzaran al cielo
o tal vez se posó en mi cabeza la mano
[del tiempo
antes del tiempo
para que ni la voz del aire
conociera mi palabra
ni la medida de ella.
51
Penélope
52
Quién jugará con tu silencio,
el silencio que a un grito pleno te heredó Eva
a pesar de Lilith.
53
Circe
Canto en cinco tiempos
Introito
El océano aguarda,
con un olor a sexo espera al hombre,
lo busca
lo espía
lo llama en la oración del Ángelus
y te ofrece flores nuevas
que brotan de arrecifes en coral dormidos.
Tu perfil se ofrece
un color luna baña tu desnudez
y con la espuma, una ola te ciñe el cuerpo
Eres sol
eres la sima donde otro sol penetra y te bendice
con estallido nuevo que traspasa el agua
54
Vuelve tu canto y el de todas las sirenas
II
III
55
IV
56
Árbol en desierto
A las muertas de Ciudad Juárez
57
Todo suena a ti floreciendo en la sequía
a ese sol que sabe a la madera de tu voz
al fruto sembrado con tu grito
al regazo de mujer en que te veo hija
semilla
madre
amanecer
surco
tierra y viento nuevo
sienes de luz y pensamiento justo
ojos mirando extenso y alto
pasos hollando el camino-mujer-camino-vida
espalda donde la carga ajena a ti
era tan leve como el grito y el dolor
que no quisiste para otros
Cuál es tu historia
¿la que repite el viento por los cientos de cruces
que habitan el desierto?
¿La que escribe tu nombre con el número equis
como quedó escrito el de tu hija
y el de tu hermana laboral de doble tiempo?
Cuál
sino la misma historia escrita cada día
en las redes cibernéticas
donde se grita sin conciencia
de papeles impresos
que son ya papeles de retrete
y en la voz de todos los nortes y sures de la tierra
donde se guarda la verdadera historia
para los libros que los niños sin juguetes
aprenden ya a escribir.
58
Variaciones
desde una misma sangre
1. Otra vez cualquier historia
61
2. He visto huir de mí la cordura
cuando el amanecer llega
He roto el hilo del pudor cada verano
y cada noche escucho cómo canta de placer
[mi cuerpo
5. Me visto de agua
para recorrerte el cuerpo
y dejarme beber por cada uno de tus poros;
de aire para acariciar tu vuelo
de fuego para purificar el miedo
que tienes de perderme
y de tierra para envolver el último
de tus silencios.
6. A golpe de cincel
Me he quedado en la trastienda del tiempo
mutilando a golpe de cincel las horas
los días
62
y cada día bisiesto que me cuenta los segundos
con el hacha mellada
sin piedad
sin música
cayendo despacio
certera y contundente
hasta la oquedad de mis huesos
8. Lo siento
No hay lustro que me apague
y menos lustro de bisiesto.
Todo es contradictorio en un solo grito:
el aire,
el sol
la cara variante de la luna
la redondez del mundo
las órdenes de Dios.
Todo se contradice menos la forma de engañar
que tiene el tiempo
él se contradice en su eternidad
y se duerme en la palabra.
63
9. Mi madre protegía de mis ojos
[sus gardenias
de mis manos los cristales de su boda
de mis sueños sus jardines vende-siempre
y acomodaba mis pasos cuando empecé a oír
[su canto.
Parafraseando a
Enriqueta Ochoa
64
Los con sentido
Sin permiso y sin limosna
67
el tiempo congela los sonidos
y se corre el riego de morirse mudo
por no saber que la palabra vale
cuando se escucha y crece
sin pedir permiso
ni limosna
68
Con la misma ropa
Así
amontonada, con la misma sonrisa
sabemos que es la sangre encendida
de una mañana que fue ayer
tan simétrica en la desnudez de hoy
que vuelve a desvestirnos.
69
Aguaviento
Uno
Dos
70
recoge mis harapos consonantes
mis lunas descansando en tus junturas.
71
Eroticolúdicos
Prolongado ayuno
Yo te buscaba y llegaste
y has refrescado mi alma
que ardía de ausencia.
SAFO
75
Míreme de frente
así
desnuda.
Venga.
Acérquese.
Traigo hierbas de muy temprano tiempo
para persignar su talle con el olor de ellas
para dejarle precisa la urgencia de mí
para que le modele mi deseo
a gusto suyo
y la bese con los labios
no con la mirada, como ahora.
Venga.
Así me dijo
y a mis cincuenta años
comencé a podar el pasto nuevo.
76
Dionisios
A las dos de la tarde
77
En caso de extravío
78
De la cabeza a la cintura
fuiste generoso con las líneas:
mi boca aparece diminuta y fresca
ofreciendo un beso
La otra mitad
o sea yo, de la cintura a los pies
resulta grato el broquelado que hiciste;
en él soy toda pudor
en actitud de espera
toda deseo en el discreto asomo
[de una entrega perfecta
con los brazos caídos
las manos abiertas a la altura debida
para sellar el hallazgo
o recibir la recompensa
por si acaso me pierdo
por si alguien me encuentra
–por si acaso–
79
Limosna
80
En subasta
Y ahora
qué hago con este amor que nadie quiso
dónde lo pongo
a quién se lo ofrezco
con qué luna lo cobijo
a cuál sol se lo encargo para que lo seque
en la penumbra de esta larga noche
en que no muero.
Quién lo quiere
tan sin fiesta y turbado está
que ni a robar se atreve
un traje nuevo que lo vista o lo disfrace
de alegría
tan desguardado quedó, tan sin amparo
que hoy que lo llevé a la calle
y lo puse en subasta
nadie dijo: «esta mano es mía,
[haz un descuento».
Dónde lo dejo
a quién le grito: «ven por él»
si hasta el río que estaba quieto
echó a correr sus aguas
atropellándolas en su prisa
para huir de un amor
que nadie quiso.
81
Con derecho a morir
82
Todos los nombres
María
Isabel
Magdalena
Ruth
Santana
83
como hoja en sepia
harta de sol y aguaseca.
84
llénate de mí
así
hasta la raíz de tus pecados
hasta la lentitud de tus neuronas
hasta el sin-entendimiento y la sin-razón
con que sabes contar cuando eres nada.
85
Hasta la rendición
86
una flora silvestre que vive la aparente sequía
de mi piel
cuando anda en celo.
87
Post-data
¿Y si mañana muriera?
Enhorabuena:
he limpiado mi casa
he puesto oídos a todos mis adentros
más allá de los muros.
Post-data
¡Ah, se me olvidó hacer el testamento!
88
Soneto iv
89
Trociscos dedicados
A mi médico
Al pasado pasado
93
A una sábana
Botellita de Jerez
todo lo que suceda en ti
sucederá otra vez.
Al cuerpo nuestro
Amo mi cuerpo
casto y salvaje
cada vez que te amo.
Amo tu cuerpo cuando se gasta a gusto
entre el hervir de la savia temblorosa
de los cuerpos
degustándose.
A la mano izquierda
94
A María santísima
A la comodidad y al gusto
95
A un sabio
¿Follaje es follar
o faje?
A la luna
A Alfonsina Storni
96
A la mantis religiosa
¡Vamos!
no me he casado
ni me casaré
porque si de algo tengo la certeza
es que en la noche de boda que me pides
–sin acta nupcial–
los siete velos que me cubren
te quitarán las siete vidas de lo gato que eres.
A quien le quede
97
A mi mejor amante
98
A los que bien escriben
Era un dios alado
un dio salado
un dios salado
un dios al lado
Mi cabeza estalla
mi cabeza es talla
mi cabeza está allá
mi cabeza está ya.
101
Para los renegados
5° Y ya no escribo poesía
porque cuando quise hacerlo
me atrapó Narciso.
102
Epílogo breve
Olvidos
Penetración divina
105
Índice
23 / Hombre humo
45 / Mujeres más, mujeres menos
59 / Variaciones de una misma sangre
65 / Los con sentido
73 / Eroticolúdicos
91 / Trociscos dedicados
99 / A los que bien escriben
103 / Epílogo breve
Aguaviento, de Olimpia Badillo Iracheta,
se terminó de imprimir
en la ciudad de San Luis Potosí, S.L.P.,
en el mes de octubre de 2016, en los talleres de Roland Impresiones,
[Flor de Cerezo núm. 101-A, Col. Las Flores, C.P. 78364]
Se tiraron 500 ejemplares