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Patio Cuadrado

El documento cuenta la historia de unos personajes que ven a un hombre a punto de suicidarse en el patio de una casa. Luego entran a una habitación llena de ropa donde encuentran a una mujer muerta. Finalmente hablan con dos hombres sobre sus pesadillas.

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Patio Cuadrado

El documento cuenta la historia de unos personajes que ven a un hombre a punto de suicidarse en el patio de una casa. Luego entran a una habitación llena de ropa donde encuentran a una mujer muerta. Finalmente hablan con dos hombres sobre sus pesadillas.

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FREDY JAFET LOPEZ CRUZ

EL PATIO CUADRADO

EXTRADIEGETITO
Atardecía y desde el patio descubierto podían ver un crepúsculo tan enrojecido
como un incendio o como un par de purpura. Era uno de esos patios de provincia,
cuadrados, con corredores y habitaciones a cada lado, Horacio estaba junto a
ellos viendo el atardecer.
De pronto descubrieron la silueta de unos hombres que se recortaba contra el
fondo rojísimo del cielo con un puñal negro clavados en el borde mismo de la
cornisa del patio, un mínimo impulso bastaba para que se precipitaran al vacío.
Se va a matar le gritábamos a Horacio
El hombre permanecía sin que diera un paso atrás como si estuviera dispuesto a
lanzarse, buscamos con la con la mirada a Horacio, pero ya no estaba junto a
nosotros. Nos tranquilizó saber que había comprendido nuestro mensaje y lo iba a
salvar. Ansiosamente esperamos verlo llegar detrás del hombre; pero los minutos
pasaban y Horacio no aparecía. Mientras el atardecer se desgaja en jirones
sangrantes. Entonces supieron que Horacio estaba frente al suicida en el otro
extremo del patio, en idéntica actitud: como dos dagas clavadas frente a frente,
como dos neones en un tablero de ajedrez.

-Se va a matar-dijimos, ya sin esperanza, mirando todos al desconocido. En ese


mismo instante Horacio se precipitó al vacío. Los embozados que habían
permanecido inmóviles todo el tiempo lanzaron un graznido siniestro y se arrojaron
voraces sobre el cuerpo caído, cubriéndolo con sus alas parduzcas y
membranosas. Entonces comenzaron a retroceder, a retroceder....

Entraron en el cuarto donde se guardaban los juguetes de la infancia, pero aquella


habitación llena siempre de muñecas, pelotas, osos, patines, era ahora un enorme
vestidor con percheros repletos de ropa. Una vez que se entraba ahí ya no era
posible ver sino prendas de vestir por todos lados, como si fuera una tienda de
empeño o de esas en que se alquilan trajes para toda ocasión. Había cientos,
miles de vestidos lindos y costosos de los estilos y olores más diversos; cualquier
prenda de ropa que uno pudieran desear estaba allí. Con gran entusiasmo se
dedicaron a probarse todas las cosas, pero nada les quedaba bien, o era grande o
era chico, largo, apretado. No había nada a su medida, nada. Comenzaron
desesperarse y a sufrir verdaderamente por no encontrar algo de su talla, pero no
cesaba en su empeño y se medía vestidos y más vestidos, y abrigos y sacos y
capas, blusas y faldas y negligés.
Estaban muy atareadas cuando oyeron que nos llamaban por nuestros nombres
una y otra vez. Reconocimos la voz de Olivia que salía de entre la ropa. -Olivia,
¿dónde estás? No hubo respuesta a mi pregunta, pero volví a oír el mismo
llamado.

-Olivia, Olivia, ¿dónde estás? - Aquí estoy, en el centro del cuarto -contestó
entonces con una voz muy queda, como si la ropa la sofocara. Nos pusimos a
remover trajes y más trajes tratando de apartarlos y despejar el camino hacia ella.
Lográbamos pasar entre un perchero y encontrábamos otro y después otro y luego
otro y otro, como si la ropa y los percheros se multiplicaran y no nos dejaran nunca
llegar hasta Olivia. Por fin conseguimos salir de aquel mundo de ropa y verla
vestida toda de negro y velado el rostro por gasas también negras. Estaba de pie
en el centro de un circulo, una circunferencia pequeñísima que parecía
pertenecerle.
- ¿Qué haces aquí? -le preguntamos. Ella avanzó un paso, o nada, pero sentimos
que se encaminaba hacia nosotros, mientras sus manos apartaban las gasas que
la velaban.

-Estoy muerta -dijo, ¿no te has dado cuenta de que estoy muerta, de que hace
mucho tiempo que estoy muerta? Y al apartar los velos que la cubrían tuvimos
ante un rostro hueco, una cavidad donde ya mirábamos al vacío.

-Estoy muerta, muerta... Y siguió avanzando lentamente hacia su dirección. Se


lanzaron entre aquella maraña de vestidos, que ahora volaban y eran negros
murciélagos y búhos y buitres y telarañas que sus manos arrancaban en la huida...
comenzaron a retroceder, a retroceder....
Se precipitaron dentro de una habitación donde había dos hombres de edad,
sentados frente a una mesa triangular, leyendo un gran libro bajo la luz
blanquísima de una lámpara de látigo. Su súbita aparición los sobresaltó y
levantaron la vista del volumen para observarme con todo detenimiento. Alcance a
ver que leían La interpretación de los sueños, por lo que encontraron muy
conveniente y oportuno consultarles algo que los preocupaba mucho desde hace
tiempo. Accedieron a mi súplica y los invitaron cortésmente a tomar asiento frente
a la mesa en el tercer ángulo que estaba desocupado.

-Un hombre, el mismo siempre, los persigue con un enorme puñal todas las
noches cuando duermen. Es un tormento indecible el temor con que viven de que
algún día les dé alcance y ya no despierten más.
-Bien saben lo que es eso-dijo el menos viejo de los dos-, yo sufro la persecución
diaria, constante, de una nube de mariposas negras que aparecen siempre en
cualquier momento, en cualquier parte donde me encuentre. Es una nube espesa
que se cierne sobre mi cabeza y que, si corro, se desplaza con el mismo ritmo de
mi carrera no dejándome sitio donde protegerme y librarme de ella; me persigue
sin descanso como una sombra delatora proyectada hacia arriba; a veces la siento
ya tan cerca de mí que tengo que llevarme las manos sobre la cabeza y correr
agachado, casi pegado al suelo, para evitar el roce de sus alas tamizadas de un
polvo parduzco y rancio...-Imágenes, símbolos,

persecución siniestra -gritó el más viejo, interrumpiendo al otro - no hay


escapatoria posible al huir de nosotros mismos; el caos de adentro se proyecta
siempre hacia afuera; la evasión es un camino hacia ninguna parte..., pero no hay
que sufrir ni atormentarse, iniciemos el juego; el ambiente es propicio, sólo la
magia perdura, el pensamiento mágico, el sortilegio inasible de la palabra...
Vengan conmigo, les mostraré dónde se encuentra el Rabinal Achi. Lo siguieron y
pasaron a otro salón donde había una piscina en el centro.
-Miren al fondo.
En el fondo de la piscina que estaba iluminada como si fuera un escaparate había
muchos libros. Las letras fosforescentes de los títulos bailaban en el agua:
r...ab...i...n...a...la...ch...í... sí, Rabinal Achí, ahí estaba.
-Pero, ¿qué hacen los libros dentro de la piscina? -le preguntaron sorprendidos
¿No se mojan? -Nada les pasa, el agua es su elemento y ahí estarán bastante
tiempo hasta que alguien los merezca o se atreva a rescatarlos.
-¿Por qué nos saca uno? -¿Por qué no va ustedes por él? -dijo mirándolos de una
manera tan burlona que me fue imposible soportar.

-¿Por qué no?-contestaron al tiempo en que me zambullía en la piscina. Al tirarse


pensaron que habría como dos metros de profundidad y que con la sola
zambullida llegarían hasta el fondo, pero la piscina resultó más honda y los libros
estaban mucho. más abajo de lo que calculaban. Siguieron sumergiéndose y
cuando ya creían que susmanos tocarían los libros se daban cuenta de que
estaban aún más abajo, todavía más, y así hundiéndose más y más, cada vez
más, en el agua iluminada y fosforescente, hasta que sintieron que ya no tenían
casi aire, que solamente les quedaba el necesario para salir y respirar. Comenzó
entonces a nadar hacia arriba con toda la rapidez de que era capaz, no deseando
ya ni libros ni ninguna otra cosa sino respirar, respirar hondo, llenar los pulmones,
respirar una vez más, una vez más, y subía y subía ya sin aire, desesperados por
respirar un poco de aire, de aire, de aire... hasta que sus manos chocaron con
algo duro y metálico, algo como una tapa, como la tapa de un enorme sarcófago.

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