Negroni-Objeto Satie

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objeto satie

Proyecto financiado por el Fondo


Nacional de Fomento del Libro y
la Lectura, convocatoria 2022.

Primera edición: Objeto Satie


© María Negroni
Buenos Aires: Caja Negra, 2018

De esta edición
Objeto Satie
© María Negroni
isbn 978-956-6105-16-9
Primera edición
Santiago de Chile, 2023

Colección Prosa
Editorial Bisturí 10
[email protected]
www.bisturi10.com
objeto satie
maría negroni
À Monsieur Teste
«Oh, Sócrates, haz música».
11

Yo, que soy artista de variétés, nací en la Côte de Grâce,


como Flaubert. Una media hora después de las nueve de la
mañana del 17 de mayo del año de Nuestro Señor 1866 apa-
recí a la luz, empapado en sangre y sin gran oxígeno. Llevo
siete veces seis años, hora más hora menos, observando el
mundo. ¡Qué proposición tan coja!
Fui miope de nacimiento, dandi de nacimiento, misántropo
12 con el tiempo, esto último con fruición y alevosía. Dicen que
hablé el argot de mañana, que cometí muchas faltas, por no
decir crímenes. Más tarde, amé los cantos llanos y el laberinto
de Knossos. Nadie entendió nunca la ansiedad que me llevaba
a Versailles los domingos, ni mi pasión por la amnesia, la
tinta roja, las miniaturas, la rue Condorcet y los tinglados de
circo. ¡Menuda profesión tan magnífica!, decían de mi voca-
ción de músico, sin entender un rábano: alababan mi cabeza
los lunes por la noche y el resto de la semana me atribuían
flirteos con la Exposición Universal de la Infamia, mientras
yo me encerraba en mi placard para fumar, beber, descreer
de la Historia del Arte, soñar con Genoveva de Brabante y
buscar la puerta heroica del cielo. Por entonces hasta creé mi
propia vanguardia, de un solo miembro, el art repugn, con
manifiestos. Siempre fui un joven con inquietudes, incluso
de joven. No iban a pararme así nomás. Seguí adelante.
Una noche de invierno fundé mi propia religión y deambulé
por las calles en sotana, ofreciendo a la gente monsergas.
Otra, para ser más exactos, el sábado 14 de enero de 1893,
tuve la mala idea de enamorarme, o de creerme enamorado,
y fue como una caída repentina en una enfermedad de los
nervios que ni siquiera curé completamente con mis dotes
de cabalista (me duró seis meses). No pasé, en una palabra,
desapercibido. Tuve enemigos, fieles naturalmente. Me
llamaron «loco», «farsante», «Monsieur le Pauvre» y otras
vaguedades por el estilo. Respondí con varios duelos y una
sola consigna: compongo para que me oigan en 1598. Todo
lo demás se los contaré otro día en minúscula. El pasado es
un mundo pequeño.
Un músico, es sabido, se hace en décadas. Por eso, durante
diez años analfabetos y exactos, encallé en un villorrio de las
afueras de París, el Soviet de Arcueil. Allí alquilé un piano
con sucucho, me inscribí en el Partido del Porvenir, fundé
la Sociedad del Gusano de Seda, la Liga contra el Mareo y el
Comité Misterioso del Índice Estético, tanto que recibí las

14

Palmas Académicas por méritos cívicos. También colaboré,


durante años, con el periódico local, llevé de excursión a los
niños del barrio, sin mirarlos (porque me daban miedo).
Cuando cumplí los cuarenta, regresé al Conservatorio como
un pariente olvidado y estudié contrapunto y composición.
Lamentable idea.
rutina

De 7:00 a 9:00 me despierto.


De 9:00 a 9:15 me inspiro y me estanco, alternativamente.
De 9:15 a 11:30 pongo en funcionamiento alguna cosa.
De 11:30 a 11:45 almuerzo. (Por lo general, como legumbres
de postre, ¡me encanta la repostería!).
De 11:45 a 13:46 me olvido de lo que estoy haciendo (si estoy
haciendo algo).
15
De 13:46 a 16:09 salgo a cabalgar por mis propiedades,
reflexiono, pienso en la máquina ilusa de Ramon Llull: es
bueno para la digestión.
De 16:09 a 16:09 pergeño sátiras, libelos, cartas venenosas.
De 16:10 a 18:35 todo me indispone, en especial el art pompier.
A las 19:22 siento nostalgias del latín.
A las 20:01 pienso en las épocas nefastas (todas).
A las 21:20 abandono familia, propiedad y pulgas y escucho
al Paganini de la selva paraguaya (alguno debe haber).
A las 21:22 apuesto a la neurosis del genio y hago listas de
palabras con equis.
A las 21:46 entro en el recinto de mis obsesiones y en la
huelga general de las caricias, que evita sufrimientos, cuando
no los causa.
Et ainsi de suite…
Damas,
caballeros:

16 Me encantan los animales. Me gustan los pollos, las ovejas,


los patos, el salmón ahumado, el pavo relleno con avellanas,
incluso sin avellanas, con trufas. Pasemos ahora a la música.
Los animales aman la música. La practican también. Basta
con oírlos maullar, rebuznar, silbar, croar, rugir o cacarear.
Nada sabemos de sus obras didácticas. A lo mejor no las
tienen. A lo mejor superaron el comunismo sonoro, sin vi-
virlo. Los músicos de la especie humana deberían imitarlos.

Esto es todo lo que tenía para decirles.


Créanme, damas y caballeros,
su devoto servidor.
17
Lo que hicieron los Satie en la guerra de los Cien Años (o
en la de los Treinta, mi guerra favorita), lo ignoro. Supongo
18
que no formarían parte de la nobleza ni de la servidumbre.
Ignoro también su talla, sus ojos presumiblemente saltones
y su melancolía de plomo. Mejor cambiemos de tema. Sí.
Muy deplorable todo.
IDEA 1

Un joven canta una melodía del siglo xv. Se dirige a sí mismo


un elogio lleno de mofa. ¿Quién se atrevería a decir que no
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es el más gallardo de todos? ¿Acaso no es ducho su corazón?
¿No limpia sus gafas todos los días? ¿No aparece desnudo
en los baños públicos? ¡Qué bellos recuerdos!
20

En esta época de incertidumbre y orgullo, os suplico, Indignos


Hermanos, que os unáis a nosotros por el Triunfo Narrativo
del Orgasmo, que es una de las vías de la Providencia.
Recordad que toda erección, fiebre y emoción no satisfe-
cha es, en potencia, insurreccional. Recibid, con gracejo y
donaire, el ósculo santo en la Paz y Fraternidad de Jesús
Cristo Nuestro Señor.

Dada en París, octubre de 1893, el 15


Bonjour, Biqui, bonjour

Acabo de componer para usted, hoy, 2 de abril de


1893, una música de bienvenida. Todavía estoy ante
el piano, temblando, visiblemente iracundo, con
manto negro, como si fuera un empleado de pom-
pas fúnebres. Para que no diga que solo compongo
preludios para perros.

21
P. D.: Cuando venga esta noche, además de sus benditas
peinetas, no olvide traer la Revue des Deux Mondes y
su colección de dípteros, aunque tengan mala prez.
Llegué a la música después de haber descartado varias pro-
fesiones serias: paje, sargento, tesorero, detective, médico,
poeta, vividor. ¡Atchís! De todas mis obras, la que más me
gusta es Pièces froides. Me hace pensar en la clownerie de
Jack-in-the-box.

22

Alto, no confundir. Mi reclusión fue un modo de aumentar


mi fama. A veces, con mucho esfuerzo, lograba tomar envión
y apersonarme en los cabarets L’Enfer, Au Lapin Agile, Le
Chat Noir. Pasé largas temporadas allí, ebrio, empeñado en
mejorar mi prontuario. Ah, caramba, ¡qué lejos queda ahora
todo aquello! ¡Qué lejísimos de mi fiesta a solas!
interludio john cage

Si alguien tiene sueño, que se vaya a dormir.


Si alguien tiene sueño, que se vaya a dormir.
23
Si alguien tiene sueño, que se vaya a dormir.
Si alguien tiene sueño, que se vaya a dormir.
Si alguien tiene sueño, que se vaya a dormir.
Si alguien tiene sueño, que se vaya a dormir.
IDEA 2

Un caballo acaba de hacer la primera comunión, relamiéndose


el oído. ¿Qué dirá la bella marquesa? ¿Saldrá a las cinco, a
24
pesar de todo? ¿O morirá de estranguria? Nunca se sabe.
Tantas opciones cansan, sobre todo cuando está claro que el
centro de París es Francia, que la mitad de un error es peor
que un error entero y que el mar está lleno de agua. ¡Si es
para volverse loco! ¡Qué papelón!
Baila usted como un ángel, Biquí, tan bien del dere-
cho como del revés, y eso que ni siquiera la vi bailar
descalza o en puntas de pie. No se desanime. Baile
como si estuviera incierta. O alta de tanto ímpetu.
Métase a la sombra. Imite a los crustáceos. Y otras
más cosas, que su petit cheval de bois apreciará con
el ojo izquierdo. Ya tendrá tiempo de estar en un
camposanto.

P. D.: La espero esta noche a la hora del té. Traiga


sus besos primorosos.

25
itinerario de mi caminata diaria

Diez kilómetros, debidamente provistos de café-tabacs,


perros que orinan, veredas arrasadas por vientos alisios,
notables campanarios, etcétera.

Partida del 10 de la rue Cauchy (Arcueil).


Giro a la izquierda en dirección a rue Montmort.
Otra vez a la izquierda hacia avenue Laplace.
Giro a la derecha en dirección a avenue Vladimir Ilitch Lénine.
Giro a la izquierda en avenue Paul Vaillant-Couturier.
A la derecha en avenue Lucien-Descaves.
26
Derecho por avenue David Weill.
Después por rue Émile Deutsch de la Meurthe.
Después por rue Nansouty.
Giro a la izquierda en dirección a avenue René Coty.
Otra vez a la izquierda en dirección a Place Denfert-Rochereau.
Giro a la izquierda en dirección a Boulevard Raspail.
A la derecha en dirección a rue du Bac.
Llegada a Pont Royal.
Giro a la izquierda hacia Place des Pyramides.
Giro a la izquierda en dirección a avenue de l’Opéra.
Giro a la izquierda en Boulevard des Italiens.
Otra vez a la izquierda en rue des Martyrs.
Giro a la derecha en dirección a Boulevard de Rochechouart.
Llegada al 84 del Boulevard de Rochechouart.
(Montmartre–Le Chat Noir)
Para componer, me visto de riguroso luto y hago un nudo
gordiano en la corbata. Mido la longitud de mis dedos y me
29
esfuerzo por olvidar el Cisne de Pesaro. A veces, muy pocas,
escribo instrucciones para el intérprete: que toque con sin-
déresis, que deje ser, por una vez, lo que no es. Anoche vi un
si bemol. Cosa más repugnante. La limpieza de los sonidos
es sucia. Llamé a mi criado para que lo viera. ¡Asombroso!
¡Casi se muere del susto!
A usted, Prince Frivole, lo conocí
cuando yo rondaba los cincuenta
y usted, con suerte, la veintena.
Su experiencia era minúscula:
había probado solo algunos pe-
cadillos (muy pocos, en verdad).
Pero me pareció que no era avaro
de prudencia. No lo mareaba la
ambición ni se codeaba con aves
de presa. ¡Lástima que tiró esas
pocas intuiciones por la borda!
Toda obra humana es deleznable,
Cocteau, incluso en la época de
Carlomagno, y usted lo sabía y
lo olvidó. Debo reconocer, amigo,
30
que nuestro siglo, que ideó todas
las técnicas, inventó también la
estupidez. ¡Qué pereza!
Billet-doux

Para el aniversario de su natalicio, Biquí, va esta doce-


na de rosas, metáforas de tanta cosa. Aprovechando
la efeméride, recuerde que todo pasa, todo cambia,
todo cansa. (No me llevará la contra, supongo.) 31
Después, imagine un alféizar con una paloma
errada, asesinada por el viento. Verá usted, ese es-
queleto emplumado le hará pensar en las delicias
de la vida en la tumba, la irá habituando al país de
los topos, gusanos y hormigas. La espero esta noche
con todas mis galas puestas.

Su desquiciado servidor
Odio las corrientes dominantes, los jóvenes generalmente
potables, las originalidades (incluso las originales). Siempre
supe contar bien, resolví arcanos de mayor a menor y asumí
con tesón los sucesivos grados de la Rosa Cruz, incluyendo
el de Gran Maestro Arquitecto. Pero eso no me llevó a la
euforia. Al revés, me cuidé de introducir, en la materia fan-
tasma, un vaso de leche, un molino, un cepillo de dientes,
un manojo de llaves. Lo preferí a Puvis de Chavannes, qué
sé yo. ¡Qué talento para la confusión! ¡Un zapato viejo se
32 vería hermoso en esta habitación!

—¿Es usted homosexual?


—No tengo la menor idea.
IDEA 3

33

Aparecen, de pronto, dos piernas deliciosas. ¡Mire usted bien,


señor! Por las noches se visten de negro. Enérgicamente
rehúsan las rodilleras. Una prisión serían. Quien las lleva
está solo a dos pasos. Sus labios tiemblan. El antro estalla
en pedazos. Los socios, muy sorprendidos. Pero ella finge no
ver. Impertérrita, piensa: «¡Zanguangos, no me molesten!».
¿Qué contarle de mí a una persona como usted,
Biquí, por naturaleza confusa pero jovial? Alguna
vez me llamé Nadie, como todo el mundo. Fui rama,
doncella, puente que atraviesa tres ríos. Mi texto de
cabecera, que figura en el tomo falso de un autor
falso, se titula Misceláneas e incluye todo tipo de
diálogos entre personas si no obtusas, más bien
odiosas. ¿Hubiera sido feliz en otro mundo? Quién
sabe. Mejor me concentro ahora en el Parque de las
34 Gacelas que no se ve desde mi ventana.
Mon cher Crin Crin:
No me atormente con preguntas capciosas. Se lo he
contado todo: debuté de niña en el Cirque Médrano,
posé para Degas, Toulouse-Lautrec, Renoir, alguno de
ellos fue el padre de mi hijo, alguno me vio pintar por
primera vez. Entonces dejé de ser Marie-Clémentine
para ser Suzanne, la más joven entre los viejos.
Muy pronto me respetaron todos por mentirosa y
bebedora. Hasta el genial gnomo me tenía miedo:
siempre le gané en las juergas. No tema: a partir de 35

ahora, seré su mejor pequeña.

Se lo prometo: nadie me verá, salvo usted.

Biquí
36
París, mayo de 1917

Pa r a d e

Picasso, Satie y yo lamentamos anunciar a esa turba que no


entiende nada y cuestiona nuestra genial idea de trasladar
el circo al teatro que, cuanto más nos reprochen la idea, más
nos empeñaremos en llevarla a cabo.
Cocteau

Señoras y señores, lo declaro y lo vuelvo a declarar: ¡un bi-


jou de boulevard! Picasso, Satie y Cocteau han incendiado
37
el pasado y también el futuro. L’esprit nouveau encuentra
novedades en sus paréntesis, en los espacios que dejan en
blanco para que pueda aflorar la nada, al margen de la pa-
labra nada. Tres maníacos, a cuál más encantador.
Apollinaire

¡Ignominia! ¡Escarnio! Los vi silbar al terminar la obra. Y


todo para descompensarme. Después vinieron las críticas
en los diarios. Dijeron que El silencioso preludio del caballo
era lo mejor de todo. Trascartón, se lanzaron a la elucidatio
de la partitura. Cielo santo. ¿Quién les enseñó a escribir a
esos pelafustanes? Estoy hasta el moño de sus hallazgos,
sus morgues renovadas entre signos claros de putrefacción.
¡Eterna vergüenza a esos descerebrados!
Satie
Si no se apura a llegar, Biquí, encontrará un cadáver,
completamente helado por el aire báltico. ¿Por qué
no llega? ¿Puede haber sufrido un ataque ontológi-
co? ¿Qué o quién pudo haberla atrasado, en forma
tan ingrata, a las tantas de la noche? De seguro,
alguien sin más ideas propias que las ajenas. O un
espía. O un alma (es un decir) representativa de su
generación. Apresúrese. Me portaré muy recatado,
lo prometo. El pequeño mirlo azul y el tordo minu-
cioso la extrañan por razones idénticas.

38
Hablemos de mi personalidad. ¿Acaso tengo personalidad?
Un día me sentí atraído por la distancia. El mundo no
tenía espesor o yo no estaba ahí, lo mismo da. Ni miraba.
Solo buscaba una música para morir mejor. Algo así como
una partitura sujeta a cualquier ataraxia. Como una liebre
repentinamente transformada en liebre, ni siquiera fija en
sus ideas fijas. ¡Qué descalabro!

En mi familia éramos todos enfermos (mentales, aunque


graciosos). Mis padres desestimaban el conocimiento, inclu-
so la propensión a él. De ahí esa mezcla de insania y pesar
que siempre nos afectó. Nunca pertenecí a la cáfila de los
músicos, ni siquiera a la de los seres que tienen cuerpo. Soy 39
un objeto sinóptico, autodidacta y retórico, un poco háptico.
Aprecio la gastronomía, con límites. Los defectos teologa-
les, faltaría más. El resto es perseverancia presupuestaria.
Notifíquese, archívese.

Nunca hice mal a nadie, ni bien tampoco (hasta donde es


decente hablar). Pero no puedo probarlo: no traigo encima
mis huellas dactilares. Aparte de eso, me han acusado de
todo: impertinencia en los modales, nulidad financiera, neu-
rastenia. Lo cierto es que pienso y escribo musicalmente. No
sé qué significa eso. ¡Palabra que no tengo la menor idea!
A veces, la vida se me hace tosca, tan insufrible el contacto
con otros, que decido hurtarme, sustraerme a mi caverna.
Da pena verme. Se me queda todo atragantado, incluso el
hipo. ¡Qué rudimentario! ¡Qué poca estatura en la bajeza!
40
IDEA 4

41

Un grillo delincuente de perfil romano, con la memoria de


un cuervo y el ingenio de un búho, se hace pasar por com-
positor. Lleva una boîte en valise con varios temas futuros:
a) Fatídico incendio en cabaret. b) Joven prepara nécessaire
para morir. c) Ataque de celos, seguido de coro de niños.
Cosas así. ¡Ah vache!
En algún tiempo, aposté a la grandeza de nada: compuse
aires para hacer huir y danzas al revés. Socrate fue mi
42
apoteosis de la línea pura. (Nada de Apolos Musagetas.) Mi
común denominador fue cero. Por lo demás, no soy cojo, no
canté en el coro escolar, no me casé, ni feliz ni infelizmente,
y siempre hui de las mujeres predispuestas, que suelen ser
embusteras (aunque no puedo afirmarlo, no tengo tradición).
Seguramente me acusarán de lunático, pero al menos no
moriré de escorbuto como los que estudian de más. No dirán
que no tengo pedigrí.
43
Ay, Cocteau, ni mi hermano, que es el más mitómano de los
hombres, el más descuartizador de ideas, el más ducho en
44
vilezas, ha pensado jamás que mi música fuera el producto
intelectual de un loco. Y eso que no sabe griego, ni una
pizca. ¿Será posible que se le hayan cosido las ideas? Me
duele que me deteste en público. ¿Habrá olvidado que lo
defendí cuando el tout-Paris se le puso en contra? Su falta
de gratitud me angustia. Su gusto por el mal gusto salta
a los ojos y hasta a la pantorrilla. ¿Qué más decirle de su
contumacia? Usted me parece un mamerto. Mejor quédese
en la noche de su preexistencia.
45
Querido Satie:

La carta que acaba de enviarme, de una vileza innecesaria,


me deja mudo. Nunca dije que su música fuera para orejas
miopes, ni lo acusé de delirium tremens, ni hablé de usted
como un pierrot lunaire desafinado. No lo convenceré, sea.
Pero sepa que sus gestos nocivos no lograrán hacerme olvi-
dar lo esencial: usted nunca cayó en la trampa de disolver
el ritmo. Hizo otra cosa. Buscó la obra pequeña y aprovechó
la luz. Fue más refinado y más inactual que nadie. Trataré
de no guardarle rencor.
46

Jean Cocteau
Mi buen Cocteau:

Siempre le reconocí una aptitud para las frases memorables:


«Un poeta es alguien que escribe sin ser escritor» es una de
ellas. Se ve ahí la hechura holgada, un poco letal, de su inte-
ligencia. Por lo demás, valía indispensable, no ha producido
usted basuras. Solo, a veces, alguna adorable estupidez, que
simulaba el talento. ¿Cómo prever que acabaría, con tan bue-
nos albores, volviéndose un mastuerzo? Sepa conservarme
entre sus ilusiones perdidas.
Lo siento por usted.
47

Erik Satie
IDEA 5

Una muchacha sufre. Pardiez, ¿eso es todo? No, no es todo.


Tozuda y malcriada como es, reclama cortesías, no entiende
48
la relación de los hechos, increpa por cualquier nonada, así
y asá. ¡Qué modales! ¿Nadie le enseñó nunca el andar del
mundo? Oh, fragmento inútil de Naturaleza. Será usted
reina de su pesar, señorita. O si no, no será nada.
Antes de empezar una pieza, me paseo por ella varias veces
en habit de cheval. Voy y vengo como un loco de alta cali-
49
dad, abandonado al narcótico de pensar. A veces, hago de
cuenta que tendré que tocar en una matinée artistique ¡para
paralizarme mejor! O mezclo el arte con la indisciplina, si
ambas cosas no son lo mismo. Me pregunto cuánto podría
emprender, de ser un hombre más apto (para qué, no sé).
Todos esos aperçus acaban por deprimirme tanto que sería
capaz de componer varios preludios fofos.
Biquí, locuela mía:

Su gentileza vigorosa me agobia un poco. ¿Podría


insuflarle a su constancia algo de hastío? ¿Quedarse,
por un tiempo, oscura en sus asuntos? La espero
esta noche, en mi cuartito del trasmuro, pero no se
confunda, la invito solamente por veinte minutos
y cincuenta y seis segundos, incluso menos. Mi
perímetro interior está ansioso; mi piano, también.
Traiga de beber. Cuídese de las sombras, que siempre
espeluznan a las muchachas por las calles, sobre
todo si avanzan distraídas, sin saber que, al final
del camino, las espera un lobo perezoso dispuesto
al detalle y la brevedad.

50

P. D.: Se lo dije de entrada, Biquí, deme lo que pueda


darme y déjeme soñar el resto. El resto son las ojivas
de Notre Dame, mis cabriolas frente a un vaso de vino,
mi recorrido incansable entre Arcueil y la música.
La forma ideal de una ojiva ¿cuál sería? Tengo que indagar-
lo, o bien consultando a Kropotkin, o bien a L’Encyclopédie
méthodique par ordre des matières. No puedo confiar en
la bonhomía de mis contemporáneos, tan insensibles a los
tiempos idos. El lector podrá esperar el dictamen, o bien
retirarse y pensar: otra vez será.

51

Queridos oyentes: ¿conocen ustedes el lema tempus edax


rerum? Si no lo conocen, corran a estudiarlo. O, al menos,
cópienlo cien veces en su cuaderno de castigo, con mucho
ahínco. Les apetezca o no, el tiempo devora las cosas. Peor
aún, solo hay palabras para lo ya muerto. Fíjense: hasta es
posible que, al escribir estas líneas, yo los esté borrando de
la vida de un plumazo.
art repugn i

Por una música sobre la que se pueda caminar, una música


que distraiga, comparable a un buen sillón (como quería
52
Matisse). Una música para no ser escuchada, que desactive
el templo mismo de la expresión y satisfaga a Sócrates y
Platón, que me parecen dos caballeros magníficos y tres co-
laboradores perfectos. ¡A respirar por el oído, camaradas! ¡A
cuidar la escualidez y el mal humor! ¡A encontrar las rutas
blancas, llenas de sombra negra, de silencio negro!
IDEA 6

53

Un hombre se cruza con su sombra. Célibe, imposible, gra-


tuita y delirante. Brevísimo temblor. Petit ron ron que, sin
embargo, no basta para asustarlo. ¡Qué miseria de vida!,
dice, y acto seguido inventa el bosque, los números primos,
las apofonías y los seis infinitos del latín. ¡Qué limitado el
repertorio humano! Cuanto más se acerca a la inexistencia,
más hambre tiene de todo.
interludio max jacob

Pieza teatral Ruffian toujours, truand jamais. En los inter-


medios, habrá una música pobre, capaz de producir bur-
54
bujas que, aposentadas en la base del cráneo, revelarán el
secreto de la felicidad.
Se aconseja no concurrir.

Galerie Barbazanges, París,


8 marzo de 1920, 15 horas.
Queridos camaradas:

Componer es perder sonidos. Nada de fugas, preludios,


sinfonías, en voz baja o por escrito. Nada de convertirse,
consciente o inconscientemente, en artistas. (Son todos
farsantes.) Basta con una pequeña dosis de insidia. Y una
octava de aproximación y error. Les prometo que saldrán
de la experiencia más morrudos que antes y menos caballe-
ros. Que acabarán más activos que un melancólico heroico.
Emmerdez l’art. 55

Buenas noches.

En París nadie trabaja. Yo menos que nadie. Pero no por eso


estoy esquivo o redundante. Pienso, intensamente, como si
fuera un hombre de talento incierto, perteneciente al ham-
pa de la literatura. De tales desatinos, a veces surge alguna
trama: deudos enlutados, por ejemplo, que llegan a cargar
el féretro y no encuentran el cadáver.
¡Qué chistosa es usted, Biquí! ¿Cómo se le ocurre pintar
con las dos puntas del pincel? Nunca pensé que sería
afecta al hexagrama de la gracia. ¡Cuidado! En el país
más viejo de este siglo, lo mejor que puede pasarle es
que la ignoren. Gáneles de mano: suprímase usted
misma. A lo sumo, enamórese, como yo, del vacío.
Coleccione objetos sin valor: un sileno sin flauta, un
camafeo de Madame Lafarge, las piedritas de Hansel
y Gretel. No se arrepentirá. No será más sabia a los
cincuenta, pero quién sabe, sí, menos lingüística.

56
interludio man ray

El individuo era extraño y en nada afín al público, joven y


maledicente, de mi galería. Hice un retrato mental con dos
detalles: unos quevedos gastados y una sonrisa de fauno.
Me invitó al café de la esquina y pidió dos grogs. Hubo un
silencio. «Me llamo Erik Satie», dijo con voz pequeña, «para 57
no servirlo». Me pareció divertido e inexorablemente triste,
como si fuera a la vez altanero y muy tímido.
Me habló de escalas griegas y también de secuencias
de incertidumbre tonal. Su deseo era escribir de rodillas,
dijo, con un pie en el templo y otro en el cabaret. Al parecer,
quería inventar el arte de arruinar la música. La experien-
cia, me aseguró, conduce a la parálisis, y la complacencia a
la muerte. Y él era terco, aunque buena gente. Un hijo del
desprendimiento. Cuando volvimos a la galería, se despi-
dió con la frase «¡qué bien se está a los veinte años!» y yo
volví a salir en el acto a comprar una plancha, a la que esa
misma noche pegué tachuelas en la base y llamé para mis
adentros Mi objeto Satie. Con el tiempo, he pensado que su
mejor perfil es el que muestra, a punto de disparar el cañón
contra el espectador, en el film Entr’acte.
58
Siempre dije, y lo repetiré mil veces después de muerto:
Stravinsky es un magnífico pájaro y su música pura trans-
parencia. Ni atractiva por fuera, ni por dentro tampoco, pero
dotada de tal escasez que todo lo compensa. Y eso que no es
posible escucharla todos los días, ni siquiera cada dos días.
Hmmm. No suena muy halagador. Idiotas, lo es.

Decidido: en la próxima guerra, en medio de obuses así de


largos, Ravel será otra vez aviador, en camión o en carroma-
to. De ese modo, bajito y todo, logrará su objetivo y nadie
podrá acusarlo de ruin. ¡Qué noticia seminal! ¡Bienvenido 59
sea! ¡Felicitemos al señor Ravel por el ingenio! ¡A aprender
con el ejemplo!

Mi muy apreciado Debussy:


Le escribo desde la casa de una muchacha bonita. ¿Podría
usted decirme qué es una intención musical sin intenciones?
Estoy pasando un desconcierto. Según creo entender, la
música es avío que no lleva a lo que viene, pero menos aún
a lo que va. ¿No sería mejor no escribir ninguna partitura?
¿No tocar ningún piano? Espero su respuesta. Deme un
punto de apoyo y moveré el mundo.
Lo saludo sin la menor idea de lo que ocurre en La Butte,
con un ferviente buenos días entre peces.
interludio marcel duchamp

61

Yo, el estudiante más viejo del Conservatorio, en pleno ejer-


cicio de mis fantasías, dedico a su Fontaine esta música de
amoblamiento. Sé que su inteligencia aviesa sabrá apreciarla,
que se atreverá, como ella, a vivir por su cuenta. Le ruego que
siga con sus chanzas de negrísima especie, que vaya como
ahora a ningún lado, en otro idioma. ¿Anda bien su reloj?
Recuerde lo que usted mismo enseñó: «Hay que volverse
anacrónicos. Componer, pintar, urdir retrasos».
art repugn ii

Por una música blanca, vestibular, en estado de salto, que


desemboque en una infradicción y produzca un tedio
62
hipnótico, hecho de anulación y desánimo. Me suicidaré
si no logro infligir, al menos una vez, un golpe mortal a la
institución musical, incluyendo en ella a todos los zopencos
que le rinden pleitesía al Premio de Roma. Que nada me lo
impida, ni siquiera un tremendo dolor de cabeza. ¡No me
hagan decir más taradeces!
Biquí, ma chère créature délicieuse:

Debo decir que esta tarde me pareció usted una


síntesis de intromisión y horror. Tanta estridencia
en su fervor labial me desanima. Mi talento se re-
siente: necesita un poco de aterida soledad. Debo
avanzar, milímetro a milímetro, hacia mi propia
nada y hacerlo a secas, sin más compañía que mi
parapluie.

63
64

Mire, Crin Crin, siempre odié a los hombres que dicen


adiós demasiado pronto. No trate de imponerme
ahora sus reglas de inframundo. Necesito saber si
usted, no yo, está dispuesto a divagar en brazos de la
dicha, antes del aniquilamiento. (Son sus palabras.)
No me empuje a las sobredosis de láudano.

Biquí
supercinéma–música muda

65

Hice toda la música de rabo a cabo, sin olvidar bemoles ni


sostenidos. Ya sé: algunos dirán que no es música, otros que
es la cosa más tonta del mundo, que escribo sin afilar los
cuchillos y con faltas de ortografía. ¡Cabezas de mirlo! No
cualquiera conduce un cortejo fúnebre con un camello en
cámara lenta. ¡Larga vida a lo inmaterial! ¡Qué divertido!
IDEA 7

De pronto, sin que nada lo anuncie, la vida, tan falta de


vida siempre la pobre, roza la esquina de la noche. Pasa en
66
persona un silencio, un viejo antagonismo se revela, un no
de vaciamiento y adiós. La soledad se sube a la cabeza. A
eso se le llama: borrador de un mundo nunca visto. ¡Qué
regalo más difícil!
¡No digan que no les avisé! Un contemporáneo, incluso
visto de lejos, o de muy lejos, digamos a un kilómetro o dos,
es un auténtico monstruo. Feísimo. Cuando aparece, uno
intercambia ideas con él y todo empeora. Estrategias para
paliar los daños: entrenar la sordera, volverse experto en
criminología, memorizar las Disputaciones tusculanas. ¿A
quién le importa lo que pase después? A mí, no. Váyanse
todos con la música a otra parte.

67

Me preocupa (muy poco, en verdad) a qué hora, adónde,


quieren llegar mis colegas con esa costumbre de exhibir sus
piojos en los vernissages, las premières, los débuts, riendo
con un solo ojo, elogiando sus propios méritos, agrícolas
y personales, con la copa en alto. En fin. La vida es atroz.
Mejor me aplico a interpretar mis cuervos.
68

No intente que me conmisere, Biquí. Ya sé que el


sufrimiento le sale bien. El chismerío de sus amigos,
reverendos si los hay, no le servirá. Evite acumular
cargos que la mandarían a la cárcel, incluso con
padres escoceses, de viciado talento y acento ran-
cio. Nadie la salvará del escándalo. Mucho menos
esos decaídos de juicio, todos fumistas. Cuando me
equivoco, lo hago sin dudar, aunque me equivoque
por error.
IDEA 8

Un hombre compone una naturaleza muerta, llena todo de


estatuas de agua, huesos que cantan, carteles que rezan:
69
¡larga vida a Platón! Bah, lo que busca es arrastrarse hacia
la Gran Fatiga, al Gabinete Negro del Tiempo, donde mora
Olympia, la Jefa del Reino. ¡Acérquese quien pueda!
Como se imaginan, no conozco personalmente, por varios
motivos, a quienes oirán mi música en el porvenir (si es
que existen) pero, en cambio, guardo de ellos un recuerdo
intenso. Puedo verlos, alegres y desorientados, y eso me
excita (decentemente, claro) y no me disgusta, ni siquiera a
escondidas. ¡Brindemos por este vieux souvenir!

70

A mis geniales amigos François Denys Bartholomée Bouvard


y Juste Romain Cyrille Pécuchet, que inventaron, en algún
rincón de la vida humana, y tal vez de la animal, unos deso-
pilantes gorgoritos para celebrar lo Impresente, dedico Sports
et divertissements cuyo interés, me consta, es raquítico, por
no decir esquelético, perdón.
Déjenme decirlo como lo hubiera dicho Poe: los sonidos son
sepulcros animados. Uno ejerce, con ellos, ritos de resurrec-
ción, deambula por panteones, alza monumentos a ruinas
venideras. Y así interrumpe, o cree interrumpir, el fin que
al final fenece. Y lo hace con gracia, lanzándose al vacío
como esas hormigas de pompas fúnebres, sin saber que no
se avanza hacia adelante sino hacia atrás. El único discurso
legítimo es la pérdida. La única insolencia, la infancia. La
única certeza, la invisibilidad del presente.

Mi muy despreciable e hipócrita oyente:

Los taxónomos civiles (¡vade retro!) pretenden, como


siempre, encasillarme. Me acusan de promover el caos y la
71
falsa pista. Dicen que soy propenso a lo
contrahecho, las danzas obligatorias y
las esculturas de cuatro sílabas. En
fin, que tengo apego a componer
sentado. ¡Qué gente! ¡Háganme
el favor!

Ustedes me disculparán pero,


hoy por hoy, todos los conciertos
tienen vicios redhibitorios. ¿Que
qué son los vicios redhibitorios?
No sé. Pero seguro que es algo que
tiene mal olor y se para como un
vigilante, incluso como el vigilante
de Breton. Sí. Mejor quedarse en
casa y cuidarse los sabañones.
IDEA 9

Una joven duquesa tararea un aire remolón. ¿Habrá encon-


trado el modo de expresarse? Quién sabe. Su habitación de
72
ideas carece de ideas generales o particulares, pero eso no es
grave. Lo grave es que su paraguas la extravió ayer y nunca
más volverá a encontrarla. ¡Qué desolación más bonita! ¡Qué
gran comedia tan triste!
¡No me malinterprete, Biquí! ¡No se quede pasmada
como las nubes! Nuestro lugar en el mundo fue uno
de esos palacios cretenses de Minos, hace millones
de años. Anoche compuse en su honor cincuenta y
dos compases, ni uno más ni uno menos, de trece
medidas de largo, que deben repetirse 840 veces en 73
la ejecución. Fue como erigir en su honor una tumba
infinita y periódica. Dichosa usted. No cualquiera
accede así al pico del menosprecio.
Componer es caer. Lo entendí tarde. Tan tarde que, cuando
renuncié por fin a ese goce odioso, ya estaba muriéndome en
un hospital, no se sabe si de pena, de pleuresía o de cirrosis.

Cualquiera que tenga un oído fanático como el mío podrá


apreciar que es muy triste todo, tal como está. Sabrá también
que su choza real engendra su mansión imaginaria. Por lo
demás, un pequeño asombro y eso basta para que todo cam-
bie y nada cambie. El círculo siempre acaba donde empezó.
Lo demás es la música recta, que hace un siglo está muerta
y no piensa en beber, ni siquiera a sorbos.

Arcueil-cercueil.
Ya lo dijo Alejandro: uno siempre sueña solo.
74
Si lo sabré.
Diantres, Biquí. Al fin me siento bien, vivo e impar-
cial, mental y agradablemente. Incluso me llevé a mí
mismo a un restaurante. Uno nunca ve lo suficiente
hasta que se queda solo. No sé cuánto me durará
este estado –han pasado solo siete horas y cuarenta
y tres minutos y medio, desde que usted se fue– pero
confío en la salud del mal tiempo, aunque el terreno
esté lleno de ortigas y cardos. ¡No me vencerán!
¡Nunca seré el Empédocles del Etna!
Saludos vagabundos. 75

¡Monstruo! ¡Ingrato! ¡Deficiente mental!


¡Fui yo la que le hizo descubrir a Ingres!
No solo cuando escribí Socrate. También en las piezas tísicas
y bolcheviques, instantáneas y afectas al canto gregoriano,
Platón ha sido un colaborador perfecto, nunca insufrible
o dado a las reyertas. Un sueño, les digo. Un gran festival
de mayéutica, completamente errado, libertino y maníaco.

76

La premisa es que la armonía ilumina a medias. Propongo,


en cambio, un súbito eclipse al fondo de un hervor sonoro.
El compositor leerá en voz alta el Elogio de la mosca de
Luciano de Samósata; lo olvidará de memoria; dispondrá su
teclado mental a favor del andrajo, y solo al final, escribirá
una partitura, sin barras ni claves de tiempo, que apunte
a un plano absoluto. Tan solo unas pocas notas. Díscolas.
Abocadas a la controversia.
¡Ah, Biquí, qué amena es usted cuando se descom-
pensa! Parece las mil y dos noches de un folletín
de banlieue. Me sorprende. ¿Habrá creído que, por
apersonarse en mi vida, se volvería mi noche de
Génova? Por la luz que la alumbra, nunca conocí a
una bestia tan dúctil. Pero estoy en horas bajas, a
punto de sucumbir a un catarro y cualquier com-
pañía me estorba. Nos vemos próximamente, en
doscientos o trescientos años, por lo menos.

77
Si tuviera que darle un consejo, Biquí, incluso gratuitamente,
le sugeriría que evite a la Policía. Si la llevaran presa, chérie,
no podría ir más al Cabaret du Néant, ni al mercado, ni al
teatro, no podría ver a su notario, ni excederse en el alcohol
y después tambalearse hasta su cama. Ni siquiera concurrir
a los baños de mar en familia, aunque no tenga familia.
Tome nota y no sufra.

Me doy las gracias, tan merecidas. De nada.

78
IDEA 10

La sombra marca las nueve y diez. Dos sapos disertan de


pie, tan concentrados que no parpadean por meses. Están
79
soñando con su deber: hacer surgir, en su pobre mundo, al
menos un charco real. Entre los dos, hacen buen trío, aunque
siempre llegan a nada e, incluso, a menos. ¡Qué barbaridad!
80
No me hable con malcriadez, Biquí. Le guste o no,
no la veré más. Aunque me mire con esos ojos, no
me persuadirá: odio la testarudez. Quién sabe si en
adelante mis composiciones serán de un minuto y tres
cuartos, y se las dedicaré, trocando los sentimientos
de hoy por los sentimientos de ayer o de mañana.
Siga los consejos del amigo Debussy: no hay como
los días zonzos para amansar el dolor. Exactamente.
Ahora déjeme. Estoy muy impresionado.
petición

Deseo ser enterrado en una ciudad (por el amor de Dios, ¡no


en el campo!), con una placa que diga:
81
inspección ocular de la
maison du maître
al momento de su muerte
Arcueil
2 de julio 1925

Mezcla de cueva y telaraña orientada a la frontera belga.


Una escalinata conduce a la única estancia. Se observan:
82
una cama, una mesa, una silla, un piano roto, un ejemplar
de Las flores del mal, sombreros, bastones, 98 pañuelos y
una docena de trajes de terciopelo, comprados en la Belle
Jardinière. Por lo demás, desparramados por el piso, más
de cuatro mil papelitos, con apuntes para pequeños ruidos,
personajes, réplicas, dibujos de edificios mentales e instru-
mentos musicales absurdos. Nada, en síntesis, que pertenezca
al Libro de la Realidad.
interludio picabia

83

Si te mueres, querido amigo, haré que los viejos de Arcueil,


y también los niños, acompañen en procesión tu carroza,
primero en cámara lenta y después saltando. No habrá
entreacto más imponente. La carroza, cual nave errante, se
deslizará por el empedrado, de riguroso luto, ebria y mara-
villosa. Amén.
84
85
Confíen. En este momento, estoy trabajando en mi presa
más honda (yo). Quisiera hacer una vivisección y volver a
salir al mundo, como un aliéné voyageur, con el volumen
muy roto y el desacato intacto. Si todo sale bien, vendré a
visitarlos más tarde que tarde, acompañado de miniaturas y
encierros varios. ¿Quién dijo que hay un lugar llamado fin?

86

fine
87
historial de piezas
(incompleto)

1885 Valse-ballet (piano)


   Fantaisie-valse (piano)
1886 Ogives (piano)
1887 Trois sarabandes (piano)
1888 Trois gymnopédies
1890 Trois gnossiennes
1891 Le fils des étoiles (música incidental)
1892 Uspud (ballet cristiano)
1893 Danses gothiques (piano)
1894 Prélude de la porte héroïque du ciel (piano) 89
1895 Messe des pauvres (piano)
   Vexations (piano)
1897 Pièces froides
1899 Jack-in-the-box (payasada para piano)
   Geneviève de Brabant (pequeña ópera para marionetas)
1900 Quatre mélodies (Je te veux; Tendresse; Poussière d’or; La
   diva de l’empire)
1903 Trois morceaux en forme de poire (piano a cuatro manos)
1904 Le Piccadilly (piano)
1906 Prélude en tapisserie (piano)
1908 Aperçus désagréables (piano a cuatro manos)
1911 En habit de cheval (piano a cuatro manos)
1914 Sports et divertissements (preludio coral para quitar el ape-
   tito y veinte miniaturas pianísticas)
1915 Avant-dernières pensées (piano)
   Cinq grimaces pour Le songe d’une nuit d’été
1916 Choses vues à droite et à gauche sans lunettes (piano y violín)
1913 Descriptions automatiques (piano)
   Trois embryons desséchés (piano)
   Chapitres tournés en tous sens (piano)
   Croquis et agaçeries d’un gros bonhomme (piano)
   Menus propos enfantins (piano)
   Enfantillages pittoresques (piano)
   Le piège de Méduse
1917 Parade (ballet realista)
   Sonatine bureaucratique (piano)
1918 Socrate (drama sinfónico)
1920 La belle excentrique (piano a cuatro manos)
   Musique d’ameublement (en colaboración con Darius Milhaud)
   Nocturnes
1921 Sonnerie pour reveiller le bon gros Roi des Singes (fanfarria)
1923 Ludions: Air du rat, Spleen, La grenouille américaine, Air du
   poète, Chanson du chat (canto y piano)
1924 Mercure (ballet)
90    Relâche (ballet instantaneísta)
   Entr’acte (música para film homónimo)
procedencia de las imágenes

Página 11
Carta astral de Erik Satie.

Página 12
Fotografía de la Exposición Universal de París de 1889.

Página 13
Monograma de Erik Satie.

Página 20
Sello de la Église Métropolitaine d’Art de Jésus Conducteur.
91
Página 21
Partitura de Bonjour, Biqui, bonjour.
Suzanne Valadon, autorretrato.

Página 25
Fotograma del film Entr’acte (1924) de René Clair.

Página 27
Plano antiguo de París.

Página 30
Pablo Picasso, caricatura de Jean Cocteau.

Página 33
Suzanne Valadon, dibujo.
Página 34
Toulouse-Lautrec, Cirque, 1887.

Página 36
Afiche de la obra Parade.

Página 38
Fotografía de Erik Satie.

Página 40
Erik Satie, dibujo del Hôtel de la Suzonnières, 1893.

Página 41
Marcel Duchamp y Man Ray jugando ajedrez en un fotograma
del film Entr’acte de René Clair.

Página 44
92 Carta autógrafa de Erik Satie a Ricardo Viñes, a propósito de
Véritables préludes flasques (pour un chien). Archivos de la
Fundación Erik Satie, Colección Robert Caby, París.

Página 45
Fotograma del film Entr’acte.

Páginas 46-47
Fotograma del film Orphée de Jean Cocteau.

Páginas 48-49
Sesiones de linterna mágica con público.

Página 50
Suzanne Valadon, dibujo.

Página 51
Erik Satie, dibujo gótico con gárgola y órgano.
Página 53
Francis Picabia, boceto en lápiz y acuarela para la publicidad del
ballet Relâche.

Página 56
Man Ray, La poire d’Erik Satie, 1969. Litografía. Colección parti-
cular, París.

Página 58
Man Ray, plancha con clavos.

Página 60
Transparencias pintadas sobre placa de vidrio para linterna mágica.

Página 61
Man Ray, retrato de Marcel Duchamp, 1930.

Página 63 93
Colección de paraguas de Erik Satie, dibujo de la autora.

Página 64
Suzanne Valadon, autorretrato.

Página 65
Fotograma del film Entr’acte de René Clair.

Página 67
Serguéi Diáguilev, fundador y director de los Ballets Russes, con
Léonide Massine y Léon Bakst. Dibujo de la autora.

Página 68
Suzanne Valadon, autorretrato.

Página 70
Tanaka Tatsuya, miniatura.
Página 71
Erik Satie, autorretrato.

Página 74
Foto antigua de Arcueil.

Página 76
Erik Satie, cuaderno con partitura de Socrate, 1919.

Página 77
Caricatura de Erik Satie.

Página 78
Cabaret du Néant, París-Montmartre. Salle d’Intoxication.

Página 80
Imagen extraída de maquinariadelanube.wordpress.com
94
Página 83
Satie por Francis Picabia.

Página 85
Erik Satie, dibujo de Suzanne Valadon sobre pentagrama.

Página 87
Gerardo Gandini, Lamento di Tristán, ceremonia fúnebre para
Erik Satie (1975). Fondo Gerardo Gandini, Biblioteca Nacional,
gentileza Pablo Fessel.

Nota: La mayoría de las imágenes fueron extraídas del libro de


Ornella Volta y Juan Manuel Bonet, Erik Satie: del Chat Noir a
dadá. Valencia: Editorial IVAM, 1996. Gentileza Fernanda Morello.
EPÍLOGO
por Pablo Gianera
Cuando Erik Satie murió, el 1 de julio de 1925 en el hospital
Saint Joseph, los amigos decidieron entrar en su habitación
de Arcueil, inaccesible hasta entonces para el mundo. Ese
recinto de clausura era un poco el correlato en el espacio
de la interioridad de Satie. Igual que muchos de nosotros
que acumulamos las latas del té o del tabaco para pipa
(aunque después no tengamos nada digno con que volver
a llenarlas), Satie acumulaba las cajas de sus puros, pero en
su caso con un propósito, que fue el descubrimiento que
hicieron sus amigos. 97
Repartidos en esas cajitas encontraron, según nos cuen-
ta Ornella Volta, la editora de los escritos del compositor,
cuatro mil rectángulos mínimos de papel manuscrito en los
que Satie había ido consignando en secreto descripciones
de paisajes imaginarios, órdenes religiosas inexistentes,
instrumentos musicales imposibles de tocar. Era una vida
nueva que nacía tras el hombre muerto. Tiendo a pensar y
a leer cada una de las páginas de María Negroni como uno
de esos rectángulos de papel; incluso, con toda probabilidad,
lo sean, aun sin habérselo propuesto ella.
Claro que el objeto (el Objeto Satie) se colma no solo de
Satie como causa, digámoslo así, sino también de Satie como
efecto. Satie, el artista póstumo por excelencia. Póstuma fue la
realización de sus invenciones, póstumos fueron sus escritos.
No fue Satie ni el primer ni el único músico que escri-
bió. Lo hicieron también Schumann, Wagner, Debussy…
Podríamos seguir, pero no hace falta porque Satie no se parece
a ninguno de ellos. Schumann o Wagner practicaron una
escritura crítica de alto vuelo destinada en última instancia
a propiciar condiciones de recepción para su música. Nada
de eso pasaba por la cabeza de Satie.
Sports et divertissements, por ejemplo, es un objeto en sí
mismo. Puede ser un objeto puramente musical, si se lo usa
para la interpretación en piano, pero también puede no ser
musical en absoluto. Lo dijo el propio artista en el prefacio:
«Esta publicación consta de dos elementos artísticos: dibujo,
música. La parte de dibujo se compone de trazos –trazos de
ingenio [traits d’esprit]–; la parte musical está representada
por puntos –puntos negros–. Las dos partes reunidas –en
98
un solo volumen– forman un todo: un álbum». Sports et
divertissements se contempla como un objeto; un objeto
que, si bien Satie omite decirlo, parece también verbal. Las
palabras y las partituras de Satie respiran en la misma at-
mósfera poética pero no tienen una existencia mutuamente
dependiente. Traits d’esprit es una hermosa manera de de-
finir esa indistinción y, a la vez, su existencia como objetos.
«La cuestión no es la relevancia de Satie. Él es indis-
pensable». Eso dijo John Cage en una de las conferencias
reunidas en Silencio. Satie fue su maestro a la distancia, su
mayor obsesión. ¿Pero exactamente qué aprendió Cage de
Satie? También Cage tiene sus propios traits d’esprit. Negroni
lo sabe y lo invita a su libro, a su salón, con la mejor «tarjeta
doblada»: «Si alguien tiene sueño, que se vaya a dormir»,
anota. Ese motivo de la Conferencia sobre nada es oportuno
por más de una razón. Para empezar, la propia Conferencia
sobre nada es un objeto del que no podemos predicar un
funcionamiento musical, prosódico o visual.
Hacia fines de la década de 1940, Cage organizó en el
Black Mountain College, donde dictaba clases, un festival
alrededor de la figura de Satie que incluyó, entre otras ac-
tividades, una representación de Le piège de Méduse. «En
medio del festival», contó después el compositor, «dicté una
conferencia que oponía a Satie y Beethoven y descubrí que
Satie, y no Beethoven, tenía razón». ¿Cuál era para Cage la
razón que tenía Satie y que le faltaba a Beethoven? Es evi-
dente que la cuestión no se dirime en el terreno craso del
gusto. Uno y otro compartían una idéntica manera de ser
artista sin las evidencias y supersticiones que esa tradición
trae consigo. Satie «enmierdaba» el arte y decía también:
99
«Seamos artistas sin quererlo. La Idea puede arreglárselas
sin el arte. No nos fiemos del Arte: muchas veces no es más
que Virtuosismo».
À propos de virtuosismo. En 1893, Satie escribió una
pieza de solamente 153 notas, una simple paginita que lla-
mó Vejaciones. Esto no tendría nada de raro salvo porque,
como explicó Satie, «ese motivo debe tocarse 840 veces se-
guidas». Así concebida, con esa prescripción, la ejecución de
Vejaciones puede durar horas y horas. La pieza es mínima y,
a la vez, casi inextinguible. Un caso de «grave inmovilidad».
Esos pocos compases (un tema y dos variaciones) suponen
necesariamente la intervención de varios pianistas. Por
supuesto, la obra no llegó a estrenarse en vida de Satie.
Pero Cage la descubrió en París, en los años cincuenta, y
quiso estrenarla de inmediato. No pudo en ese momento,
pero consiguió finalmente hacerlo en 1963, en un concierto
a beneficio en el Pocket Theatre. En el afiche del estreno
puede leerse una asombrosa aclaración como «reglas de la
casa»: los asistentes (convertidos en cierto modo en patro-
cinadores) debían pagar cinco dólares la entrada y fichar.
Luego, cada veinte minutos que se quedaran, recibirían un
reembolso de cinco centavos y veinte centavos de bonus si
permanecían hasta el final. La interpretación duró dieciocho
horas y cuarenta minutos. Según el escritor y periodista
George Plimpton, Andy Warhol asistió al concierto y, pare-
ce, estuvo allí las más de dieciocho horas. El propio Warhol
haría después documentales interminables y estáticos; por
ejemplo Sleep, de 1963, en el que filmó el sueño de su amigo
John Giorno durante cinco horas y veinte minutos. (En el
estreno de Sleep, hubo nueve personas y dos se fueron a
100
los pocos minutos). Digámoslo de una vez: con Vejaciones
nace el aburrimiento como fuerza estética. No es que antes
no existieran obras aburridas (del tipo que fueran), pero lo
eran defectivamente, sin quererlo. Satie dio el gran salto y
conquistó voluntariamente para el arte ese territorio. Está
dicho ya en las absurdidades irónicas de Sports et divertis-
sements, en cuyo inicial Choral inappétissant puso (en sus
palabras) «todo lo que sabía sobre el aburrimiento». Satie
no fue un músico; fue un esteta.
Este libro de Negroni puede leerse como la división
prismática del esteta y de su estética. Médium, Negroni hace
hablar a Satie: lo hace hablar consigo mismo (monólogo
incesante), con su amante, con Debussy, con Cocteau, con
sus contemporáneos y con nosotros, sus contemporáneos
a la distancia. Negroni es la primera de ellas. En su ensayo
sobre Cage en el libro Ciudad gótica había hecho ya una
declaración de principios: «Cuando se cree, como creía Cage
y sin duda también Satie, que el arte es un puente de ningún
lado a ningún lado, cruzarlo puede ser una aventura».
Satie quería –y Negroni no omite la frase– «una música
para no ser escuchada, que desactive el templo mismo de la
expresión y satisfaga a Sócrates y Platón». Hay humor en
Satie, pero no chistes: es un humor con graves consecuen-
cias estéticas.
Satie miró el arte –el suyo, y el que se escribe en ma-
yúsculas– con ojos nuevos. Solo con ojos nuevos podía
también mirarse esa vida y con esos ojos la mira Negroni.
Ni biografía, ni ensayo, ni poema, ni documento: objeto. El
libro de Negroni se da su propia forma y, por eso mismo, no
hay ningún otro con el que pueda compararse, salvo acaso
101
con otros de ella misma como Elegía Joseph Cornell, con el
que comparte un cierto principio de montaje: la disposición
de lo desemejante en un plano (la página) desemejante:
fotogramas, sobres manuscritos, partituras intervenidas
(y no hay partitura de Satie que no lo sea de algún modo),
mapas, grafismos.
El estado adánico ya no existe en el arte –y habría que
ver cuándo existió después de las cavernas– y ningún artista
inventa nada. No inventa nada salvo una cosa: su propia
familia. Como antes con Cornell y con Cage, María Negroni
se encuentra con otro de sus parientes y lo hace hablar con
su voz. La genealogía se colma de estos traits d’esprit.
Objeto Satie de
María Negroni se impri-
mió en junio del año 2023 en
los talleres de Alerce. Para su com-
posición se utilizaron las tipografías
Celeste Pro, Abril Fatface y Kartago,
papel bond ahuesado de 80 g y car-
tulina couché opaco de 300 g. Este
título corresponde al número 1
de la colección Prosa.

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