CONTAMINANTES
CONTAMINANTES
CONTAMINANTES
Irritantes: Los que provocan una reacción inflamatoria de la piel o de las mucosas del tacto respiratorio y tejido
pulmonar.
Corrosivos: Los que en contacto con la piel, pueden destruir los tejidos sobre los que actúan. Asfixiantes:
Capaces de impedir el suministro de oxígeno.
Anestésicos y narcóticos: Depresores del sistema nervioso.
Neumoconióticos: Sustancias particuladas que, a través de la deposición o acumulación en los pulmones,
provocan alteraciones de naturaleza fibrótica en el tejido pulmonar.
Sensibilizantes: Provocan reacciones alérgicas, principalmente en el sistema respiratorio.
Tóxicos sistémicos: Los que atacan a un órgano específico (hígado, riñones, etc.). Cancerígenos: Los que
pueden provocar cáncer o un aumento de su frecuencia.
Mutágenos: Producen alteraciones en el material genético de las células (ADN).
FÍSICOS:
Ruido: Es una energía ondulatoria producida en el medio elástico, el aire, por una vibración. El desplazamiento de
las moléculas del aire se traduce en una sucesión de muy pequeñas variaciones de presión, que el oído humano
es capaz de percibir. Los efectos que el ruido puede producir son los conocidos como sordera o hipoacusia.
Estrés Térmico: Se produce cuando la cantidad de calorías que el cuerpo genera para mantener sus funciones
fisiológicas, más las que genera al ejercer una actividad física y la que absorbe del medio ambiente, no son
adecuadamente evacuadas al exterior. Efectos: calambres, síncope calórico, y golpe de calor.
Iluminación: Factor ambiental cuyo fin es facilitar la visualización de las cosas dentro de su contexto espacial, de
modo que el trabajo se pueda realizar en las condiciones aceptables de eficiencia y seguridad. Si es deficiente
puede ser causa de accidentes o fatiga visual.
Vibraciones: Oscilación de una partícula o cuerpo alrededor de una posición de referencia, que al trasmitirse al
cuerpo humano puede afectar a la salud.
Radiaciones: Energías radiantes, producidas por distintas fuentes. Se clasifican en:
No ionizantes o electromagnéticos: infrarrojas, ultravioletas, microondas o láser. Pueden quemar la piel o las
estructuras fundamentales.
Ionizantes: Dañan la estructura celular (Rayos Gamma y Rayos X).
BIOLÓGICOS:
Bacterias: Organismos unicelulares, visibles al microscopio, y capaces de vivir en un medio sin necesidad de
valerse de otros organismos. Infecciones (tuberculosis, etc.)
Virus: Agentes no celulares, parásitos, sólo visibles con microscopio electrónico (hepatitis, sida, etc.).
Hongos: Formas complejas de estructura vegetal (micosis, asma, etc.).
Parásitos: Organismos animales que se desarrollan en el interior del organismo humano. (Malaria, etc.)
Contaminante: Gas cloro, fosgeno y agente naranja.
Desde la eclosión industrial a finales del siglo XIX se vienen empleando múltiples sustancias químicas con diversos fines.
Todas estas sustancias, en mayor o menor medida, tienen una potencial capacidad lesiva sobre los organismos vivos y, por
consiguiente, sobre el hombre. Sólo durante el siglo XX se han llegado a utilizar 70 diferentes productos químicos como
arma en diferentes guerras. Durante la Primera Guerra Mundial fueron desarrollados el gas cloro y el fosgeno, siendo
utilizados por Alemania y Francia, produciendo múltiples bajas. Las mostazas fueron utilizadas también durante la Primera
Guerra Mundial y en posteriores guerras más recientes, como en la guerra entre Egipto y Yemen en la década de los 60s,
durante la guerra entre la extinta URSS y Afganistán o el conflicto entre Irán e Irak en los años 80s. Irak también empleó
mostazas contra el pueblo kurdo en los años 80s, produciendo un elevado número de muertos entre la población civil.
Durante la Segunda Guerra Mundial
se desarrollaron los llamados gases
nerviosos, aunque no llegaron a ser
utilizados. Estados Unidos utilizó las
mostazas y un defoliante llamado
agente naranja durante la guerra de
Vietnam.
No obstante, la población civil no sólo está expuesta a sufrir agresiones químicas durante conflictos bélicos o a raíz de
ataques terroristas, sino que se encuentra expuesta de forma continua a numerosos productos químicos utilizados en
diferentes industrias, o que son transportados de un lado a otro, o que, simplemente, se guardan en los domicilios. Así,
cabe recordar que durante el siglo XX se han producido numerosas intoxicaciones en masa debidas a accidentes
industriales, como, por ejemplo, el escape de gas cloro producido en una industria en Rumanía en 1939 que causó 68
muertos o el accidente en 1984 en una planta química de Bhopal (India), donde un escape de metil isocianato produjo una
nube tóxica, con el resultado de 200.000 afectados y alrededor de 5.000 muertos. Además, hoy en día existen numerosos
lugares, sobre todo en Estados Unidos, donde están almacenadas armas químicas de destrucción masiva, como agentes
nerviosos (tabun, sarín, agente VX) o agentes vesicantes (mostazas, lewisita), muchos de ellos con mucha antigüedad y
continuamente se están transportando por carretera o ferrocarril importantes cantidades de productos tipo fosgeno, gas
cloro o cianuro. Es decir, que nos encontramos constantemente expuestos a un probable daño producido por productos
químicos durante su transporte o manipulación, bien a nivel
industrial o doméstico. Pero, además, hoy día parece que también
estamos ante una hipotética agresión deliberada con productos
químicos, muchas veces de naturaleza desconocida. En la tabla 1
se enumeran los diferentes productos con capacidad de ser
utilizados como armas químicas.
Volatilidad
La volatilidad es la tendencia que tiene una sustancia química a evaporarse o a formar gas. Así, cuanto más
volátil sea un producto su capacidad de agresión por vía inhalatoria será mayor. Por ejemplo, el fosgeno y el
cianuro son muy volátiles, menos volátiles el sarín, el tabún y el somán y muy poco volátiles el agente VX y las
mostazas.
Persistencia
La persistencia es la capacidad de un producto químico para permanecer en el lugar donde se ha arrojado o
vertido. Esta característica tiene una relación inversa a la volatilidad. Cuanto más persistente es un producto
mayor tiempo podrá estar en contacto con la piel. Los agentes químicos militares tienden a ser persistentes para
así aumentar su capacidad lesiva. Son muy persistentes las mostazas, así como el agente VX14, poco
persistente el sarín y muy poco el cianuro.
Toxicidad
La toxicidad es la capacidad que tiene un producto químico de producir daño en el organismo. El cianuro es uno
de los químicos más tóxicos, al igual que el agente VX. Frente a ellos, otros químicos son menos tóxicos, pero
más incapacitantes, como las mostazas, que tienen una alta morbilidad con una baja mortalidad.
Latencia
La latencia se relaciona con el tiempo transcurrido entre la exposición al químico y la aparición de los primeros
síntomas. Las mostazas tienen una latencia prolongada, entre 6-8 horas de media, con un rango de 2-48 horas.
Por el contrario, el cianuro y los agentes nerviosos tienen un tiempo de latencia corto.
Agentes nerviosos
Los denominados agentes nerviosos fueron desarrollados durante la Segunda Guerra Mundial por Alemania y
Estados Unidos, aunque, al parecer, nunca llegaron a utilizarse durante aquel conflicto. Sí se han utilizado
posteriormente en acciones terroristas en Japón. La característica común de todos ellos es su capacidad para
inhibir la enzima acetilcolinesterasa una vez absorbidos, produciendo un síndrome colinérgico similar al producido
por los productos organofosforados. De hecho, estos insecticidas fueron desarrollados a partir de los agentes
nerviosos. Los principales productos dentro de los agentes nerviosos son el gas tabún (agente GA), el sarín
(agente GB), el somán (agente GD) y el agente VX, siendo este último el más potente, por ser el más persistente
y el menos volátil. El tiempo de latencia de todos ellos es corto. Se absorben por vía inhalatoria, digestiva y
cutánea. Las formas líquidas pueden absorberse fácilmente a través de la piel intacta. Como ya hemos
comentado, la clínica se caracteriza por un síndrome colinérgico, más o menos intenso, dependiendo de la
cantidad absorbida, con miosis, lagrimeo, disminución de la agudeza visual, como síntomas más precoces,
seguido de rinorrea, sialorrea, broncorrea, hiperhidrosis, vómitos y diarreas, con incontinencia fecal. La
bradicardia y la hipotensión suelen estar presentes en este cuadro, así como bloqueos cardíacos. Pueden
aparecer temblores y fasciculaciones y a veces acompañarse de cuadros convulsivos.
Agentes vesicantes
Los agentes vesicantes son productos químicos cuya característica fundamental es su capacidad de producir
lesiones ampollosas en la piel. Los principales compuestos de este grupo son las mostazas, la lewisita y la oxima
fosgeno.
Las mostazas se desarrollaron durante la Primera Guerra Mundial y han sido utilizadas en múltiples ocasiones
como arma química. Existen dos grupos de mostazas, las sulfuradas y las nitrogenadas, siendo las primeras las
únicas que se han llegado a emplear como arma química. Las mostazas son productos lipofílicos, con una alta
persistencia y una alta latencia, pudiendo transcurrir desde la exposición a la aparición de los síntomas una
media de 6-8 horas, con un rango de 2 a 48 horas. Una vez absorbidas por la piel, las mostazas actúan sobre las
células con mayor poder de división,
como los epitelios y las células precursoras sanguíneas, formando un ión sulfuro que produce daño celular
irreversible. Todo esto se traduce en la aparición de ampollas a nivel de la piel y de cuadros de pancitopenia. Las
mostazas tienen una alta morbilidad, con una baja mortalidad que ronda el 2-3%1,3.
La lewisita es un agente vesicante de acción inmediata, que produce daño multiorgánico, sobre todo a nivel
cutáneo, ocular y de vías respiratorias aunque, al contrario que las mostazas, respeta la médula ósea.
La oxima fosgeno, o agente CX, es un producto cuya acción es más irritante y urticariante que vesicante.
Agentes axfixiantes
Dentro de estos agentes encontramos el cianuro, producto ya empleado por los alemanes en las cámaras de gas
durante la Segunda Guerra Mundial, implicado en uno de los accidentes químicos más importantes ocurridos
hasta la fecha en la década de los 80 en Bhopal (India), al producirse un escape de metil isocianato, con 5.000
muertos y 200.000 afectados. El cianuro se emplea principalmente en la industria del metal y los plásticos. Su
toxicidad es elevada y su mecanismo de acción se basa fundamentalmente en la alta afinidad por la enzima
mitocondrial citocromooxidasa, lo cual produce un bloqueo de la respiración celular.
Fenol
El fenol, también conocido como hidroxibenceno, benzofenol o ácido carbólico, es un producto utilizado en la
industria química como disolvente o para la fabricación de resinas y herbicidas. Es un potente corrosivo cutáneo,
absorbiéndose con facilidad y dando lugar a un cuadro general caracterizado por fallo hepático y renal, así como
por edema pulmonar y cerebral.
Ácido clorhídrico
También llamado ácido muriático, es utilizado como reactivo químico o en procesos de limpieza y de elaboración
de algunos alimentos. Es un importante irritante cutáneo y a nivel corneal puede llegar a producir necrosis.
Ácido sulfúrico
También llamado aceite de vitriolo, ácido de baño, ácido electrolítico o ácido de decapado, es utilizado en
industria para la fabricación de fertilizantes, explosivos y en el refinado del petróleo. Es fuertemente caústico para
la piel y sus vapores pueden producir necrosis dental.
Amoníaco
También llamado hidróxido amónico o agua amoniacal, es un álcali empleado en la fabricación de fertilizantes y
como producto de limpieza. Produce quemaduras cutáneas leves y, a veces, lesiones corneales permanentes.
Ácido fluorhídrico
Es un ácido débil, fuertemente corrosivo a nivel de la piel, comportándose, fisiopatológicamente hablando, como
un álcali, ya que, a nivel tisular, produce licuefacción de las proteínas. Se utiliza principalmente en la industria del
vidrio y en la limpieza industrial de cobre y bronce.
Fósforo blanco
También se le denomina fósforo amarillo. Se emplea principalmente en la industria pirotécnica y en la fabricación
de cerillas y de venenos (raticidas). Es sólido e insoluble en agua, pegándose literalmente a la piel.
TRATAMIENTO
Además de las lógicas medidas de soporte vital, la descontaminación cutánea es la parte fundamental del
tratamiento tras la exposición a un producto químico. Debido a que el tiempo de exposición es el factor de riesgo
principal en este tipo de agresiones, la neutralización del químico va a ser la primera medida a tomar. De tomas
formas hay que tener presente que la
descontaminación química no se reduce a la simple eliminación o neutralización del producto en la piel, sino que
debe centrarse simultáneamente en la disminución o retirada total del producto químico de las ropas, así como en
el control del material contaminado y en la evitación de la contaminación secundaria del personal que atiende al
paciente. Todo esto se traduce en una serie de medidas fundamentales que deberían tener a punto todos los
servicios de emergencias, comenzando por el entrenamiento del personal de emergencias, siguiendo por la
existencia de planes de actuación, para evitar contaminaciones secundarias de personal y del propio servicio de
urgencias y teniendo medios adecuados de protección personal y de los materiales contaminados.
CONCLUSIONES
Para afrontar correctamente una situación en la que debamos realizar una descontaminación química, bien sea a
una persona o a varias, se deberían cumplir una serie de requisitos esenciales, comenzando por el entrenamiento
del personal sanitario que vaya a intervenir, así como la planificación precisa de los centros asistenciales y en
concreto los servicios de urgencias ante una posible situación de accidente o agresión química, intentando evitar
la situación de falta de preparación que se observa en la mayoría de hospitales de diferentes países, mediante la
creación de protocolos.
Además, en los servicios de urgencias se debería contar con el material de protección necesario para el personal
que deba realizar la descontaminación, estando este personal entrenado en las incomodidades que supone la
realización de las maniobras de descontaminación con estos equipos. Igualmente debería existir un lugar bien
aireado y que pueda aislarse del resto del servicio para realizar la descontaminación sin peligro de
contaminaciones secundarias del resto de personal y pacientes que se encuentren en ese momento en el
servicio, con el consiguiente riesgo de tener que clausurar el servicio de urgencias.
Por último, no hay que olvidar que el riesgo de contaminación química no es sólo un problema del hospital, sino
que afecta también a la capacidad de intervención de los servicios de emergencias. Por tanto, además de que
todo servicio de urgencias debería conocer con exactitud a qué tipos de peligros químicos está expuesta la
población a la que atiende (industrias locales, transporte de productos químicos, etc.)8, debería contar con planes
de actuación en coordinación con el resto de niveles implicados en este tipo de sucesos, bien a nivel hospitalario,
como extrahospitalario, al igual que como ocurre en otros lugares, para evitar en la medida de lo posible
actuaciones defectuosas, debería contar en su arsenal terapéutico con todos los antídotos posibles necesarios
para hacer frente a un accidente químico, bien individual o colectivo.
BIBLIOGRAFÍA