Resumen SCHELER

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Cristina Florido Tallafigo

Resumen del capítulo 6. La relatividad histórica de las valoraciones éticas y sus dimensiones,
de la Ética de Scheler

Scheler busca hacer un aparato apriórico de conceptos para comprender la historicidad de las
valoraciones morales humanas. Separa en su análisis los hechos históricos morales de la
historia del conocimiento intelectual y de la técnica, porque bien pueden cambiar las
conductas por una variación material, por una variación en los bienes, o bien, por un
sentimiento moral. Para explicarlo, pone el ejemplo de la monogamia: bien puede darse en la
historia una tendencia a la monogamia en un momento dado por haber un menor número de
población femenina, o por pobreza, pero no por eso se supera la poligamia en una sociedad en
concreto. No por eso ya no se toma como un valor de más alta apreciación, sino que la
monogamia es entonces un cambio en la expresión de la moralidad, pero no un cambio en el
sentir moral mismo.

Para no confundir las condiciones morales con la expresión de esas valoraciones y otros velos
que puedan empañar los problemas de las dimensiones de la relatividad de lo moral, distingue
cinco estratos para considerar históricamente los objetos morales desde su particular
perspectiva, a saber: 1) el ethos, que en la esfera intelectual le corresponde la “concepción del
mundo” de una cultura o un pueblo determinado. 2) El juicio y las reglas de apreciación de los
valores y sus relaciones de jerarquía. Es la “ética” en sentido amplio. 3) Los tipos de
instituciones, bienes y acciones. 4) La moralidad práctica, que tiene que ver con el valor de la
conducta de las personas. Y, por último, 5) el uso y la costumbre, a través de los cuales
podemos traducir elementos positiva y negativamente valiosos.

Scheler sostendrá que los valores deben estudiarse atendiendo a estos cinco estratos para no
caer en los errores del relativismo ético ni en los que comete la ética formal absoluta. El
relativismo ético no aprecia las variaciones históricas del “ethos” porque transfiere los valores
morales actuales a los sujetos morales del pasado histórico. De esta manera, entiende que los
valores morales actuales son el final, y ve las variaciones históricas del “ethos” como una
adaptación progresiva a los valores morales actuales del que los estudia. Luego, se le escapan
los cambios que pueden ocurrir y cómo y por qué, porque lo ve todo como un encaminarse a
los valores morales que se sostienen en el momento de estudiar ese cambio en el ethos. Toma
sus propios valores morales de su propia época como absolutos, ignorando así todo lo demás.
De esa manera, no ve una historia como tal, con todo lo que ello conlleva, sino que ve la
historia de cómo se progresa hacia los valores del momento del que estudia esto, que se
consideran, como se ha dicho, absolutos. Dice Scheler, que así, << “proyecta
sentimentalmente” su vivencia dentro de los hombres del pasado, en lugar de (…) quitarse las
anteojeras que le pone la estructura vivencial de los valores de su tiempo.>>

Por su parte, la Ética formal absoluta comete un error de otro tipo: no tiene en cuenta las
variaciones que se dan a lo largo de la historia en el ethos porque toma el ethos como algo
absoluto y no cambiante, como si las personas fueran las mismas en todos los tiempos y
lugares del mundo y sabiendo siempre lo que es bueno y lo que es malo.

A través de la crítica a estas dos maneras de estudiar los valores y poniendo distintos ejemplos,
Scheler, establece que los valores son realidades objetivas y a priori y explora la historicidad de
las valoraciones morales mostrando con ello cómo los valores fundamentales permanecen
constantes mientras que las interpretaciones y prácticas humanas son las que varían a lo largo
del tiempo. De esa forma, sostiene la importancia de comprender la esencia de los valores y las
acciones para evitar interpretaciones superficiales y relativistas.

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