Nietzsche
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FIRMASJULIETA LOMELÍ
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La filosofía de Nietzsche es un canto optimista a la vida. Paradójicamente, y a pesar de la poca
congruencia con su circunstancia personal, la obra nietzscheana muestra las ilimitadas
oportunidades para decirle sí a la existencia en todo momento: hay que afirmar la vida interior,
combatir las patologías del espíritu. Imagen de dominio público distribuida por Flickr (Pascal).
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Leer a Nietzsche es enfrentarse a un pensamiento caótico, plasmado
en una prosa fragmentaria. A pesar de la densidad etérea de sus
palabras, su estilo aforístico no naufraga en el sinsentido. El timón
nietzscheano siempre se dirige hacia algo, su escritura no pierde el
puerto, ni siquiera en altamar.
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La filosofía de Nietzsche es una obra de amor, del profundo amor por vivir
Amar la nada
Sin embargo, este tipo de afición por el vacío, mora desde el “inicio” el
bosque en el cual nos enraízanos, el invierno occidental. El nihilismo
se remonta a una interpretación muy determinada sobre el mundo, al
platonismo y su posterior adaptación para fortalecer el cristianismo.
«Los sentidos engañan, la razón corrige los errores (…) De los sentidos
provienen la mayor parte de los infortunios”, escribe Nietzsche
Amarse a sí mismo
Desde tal lógica, quien desee estar libre de cualquier grillete jamás
pretenderá tomar por propiedad a nadie, ni engancharse en una
pasión dolorosa o no correspondida hacia un prójimo, porque esto
podría dejarlo en la ruina. Al final, el espíritu heroico sabrá de
antemano que, como sostendrá Nietzsche, “toda persona es una
cárcel y también es un rincón”.
Al final, la regla básica del espíritu libre es disolver la subordinación ya
sea a una patria, a una comunidad, a una ciencia particular u objeto de
estudio que lo haya deslumbrado, también deberá desprenderse del
prójimo y de cualquier idea fija de existencia. El hombre que logra
dominarse a sí mismo podrá también dominar su medio sin quedar
endeudado con su exterior, porque tan sólo le deberá su satisfacción y
sus penas a sí mismo.