Nuestro Lugar en El Universo (Historia)

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Nuestro lugar en el Universo

¿Cómo y cuándo empezó a existir el Universo? ¿ha sido


siempre como le conocemos ahora? ¿es infinito o finito?, ¿qué
es la Tierra?, ¿qué son los planetas?, ¿cuál es nuestro lugar en
el Cosmos?, ¿estamos en el centro?, ¿qué son las luces que
observamos en el cielo?, ¿se mueven?, si es así, ¿cómo lo
hacen?
Desde hace mucho tiempo, las más antiguas civilizaciones han
mirado al cielo maravillados. El movimiento de los astros, la salida y puesta del Sol, la Luna y
sus fases, los eclipses y la aparición de cometas, entre otros, son fenómenos astronómicos que
han acompañado a la humanidad desde sus inicios. Sin importar el lugar geográfico ni su
cultura ni sus creencias, todos los pueblos antiguos reconocieron la importancia del cielo en la
predicción de las estaciones del año y su relación con los cambios en las formas de vida
terrestres.
Dado que los antiguos no podían explicar lo que observaban
del cosmos, creaban historias de seres mitológicos que se
ocupaban de su diseño y de la formación de los astros. Esto se
conoce como Cosmogonía. Especulaban en muy diversas
formas acerca del nacimiento del Universo.
Para empezar a resolver el enigma del origen del Universo, la civilización tuvo que intentar
aclararse primeramente la forma del lugar tan vasto en el que vivía y se desarrollaba, es decir,
nuestro planeta la Tierra (el pequeño gran vecindario). En un principio se imaginaron a la Tierra
como un disco, con un final aparente allá a lo lejos en el horizonte, y flotando o apoyado sobre
distintos elementos. Así que, tenemos que ir atrás en el tiempo para ver cómo el ser humano,
dotado de potente inteligencia, fue descubriendo los misterios del cosmos y respondiendo a
sus propias preguntas. Comenzaremos yéndonos hacia atrás 3722 años.
Los antiguos babilonios (1700 a.C.), creían que la Tierra
era plana, y flotaba sobre el agua, y que además estaba
cubierta por una bóveda celeste metálica de la que
colgaban las estrellas. Por encima de esta bóveda,
decían, había una capa de agua que a veces se filtraba
provocando así la lluvia.
Los antiguos griegos, egipcios y mesopotámicos
pensaban que la Tierra era un enorme disco rodeado por un gigantesco cuerpo de agua. Los
antiguos nórdicos decían que en ese mar inmenso vivía una gran serpiente.
En los años 600 a.C. en la imaginación griega, el planeta
todavía era un disco plano rodeado por un océano, pero
además estaba cubierto con una cúpula semiesférica,
pues el camino que recorrían las estrellas tenía forma
de arco.
Lo que les intrigaba era que día tras día las estrellas, el
sol y la luna, tuvieran los mismos recorridos.
Algunos pensaban que cuando las estrellas se hundían en el horizonte, sencillamente
desaparecían, y las que aparecían el día siguiente eran nuevas que habían sido encendidas en
algún lugar del planeta; otros creían que se sumergían en el mar y retornaban al lugar del que
salían diariamente.
¿UNA TIERRA ESFÉRICA?
Pero en algún momento los griegos comenzaron a pensar que si la Tierra fuera plana no se
podrían explicar ciertos eventos cotidianos. Por ejemplo, la Tierra no podría ser plana si
cuando se alejaba un barco en el horizonte lo primero que se dejaba de ver era la popa del
barco y al final el mástil, y esto en todas las direcciones en las que el barco se alejara. Así, la
desaparición paulatina del barco era evidencia de que la Tierra se iba curvando a lo lejos.
Otra evidencia contundente de la redondez de la Tierra es lo que
ocurre en los eclipses lunares. La Tierra se interpone entre el Sol y
la Luna y así podían ver la sombra de la Tierra proyectarse sobre
nuestro satélite y no había dudas de que ésta sombra era circular.
Estos dos ejemplos llevaron a pensar a los griegos que la Tierra sí
podría ser esférica y no plana como se había pensado durante mucho tiempo.
Otro argumento que consideraron los griegos es que la Tierra bien podría ser esférica porque
ellos tenían por cierto que la esfera era la figura perfecta y entonces si el Universo era perfecto
entonces la Tierra y los demás astros en el firmamento debían ser esferas perfectas.
De hecho, el griego Pitágoras (569-475 a.C.) fue quien al
parecer originó esta idea de que todo en el universo debía ser
esférico, por lo que se presume que la escuela pitagórica fue
la responsable de crear la teoría de la armonía de las esferas,
según la cual todos los cuerpos celestes conocidos debían ser
esféricos. Por lo tanto, se había creado algo así como un
prejuicio geométrico para apuntar que todo en el cielo debía
tener esta forma, incluyendo además que los astros se debían mover en círculos perfectos y
con velocidades uniformes.
EUDOXO
Un discípulo del filósofo Platón de nombre Eudoxo, introdujo la idea de que los planetas
estaban “clavados” en esferas y que estas se movían de tal manera que los planetas se movían
con ellas.
Eudoxo afirmaba que existía una esfera mayor, en la que estaban
insertadas las estrellas y que de ahí hasta la Tierra había una serie
de al menos 27 esferas concéntricas que albergaban a los
planetas, el Sol e inclusive la Luna, y que se movían de como un
engranaje que con ellas se podían explicar las trayectorias
retrógradas de algunos planetas como por ejemplo Marte. Cada
planeta tenía, según Eudoxo, alrededor de 4 o 5 esferas que en
conjunto lo movían.

ARISTÓTELES
Otro discípulo de Platón, Aristóteles, era un hombre decidido a obtener un esquema completo
de la naturaleza del Universo. Postuló que todo en el Universo estaba compuesto de 5
elementos y que todo lo que ocurría en la Tierra podía explicarse en función de estos
elementos que a decir de él eran: tierra, agua, aire, fuego y el éter, que el acomodo se debía a
la “ligereza” de un elemento en relación a los otros.
Así, Aristóteles decía que la Tierra se “acomodaba” en el centro del Universo porque
justamente estaba hecha del primer elemento y era el más pesado de todos, por lo tanto, la
Tierra al estar en el centro terminaba siendo una esfera. Explicaba que el agua se acomodaba
arriba de la tierra y enseguida el aire y finalmente el fuego en la parte más alta, porque era el
más ligero.
Finalmente se encontraba el éter, la sustancia de que estaban hechos el Sol, la Luna y las
estrellas; y el éter decía Aristóteles, no le “gustaba caer” hacia el centro del Universo, sino que
su función era dar vueltas alrededor de él, por eso el Sol, la Luna y las estrellas daban vueltas
alrededor de la Tierra.
El modelo del Universo de Aristóteles estaba entonces en función de estos cinco elementos,
pero también concebía esas esferas de cristal en las que estaban insertos los astros; pero
Aristóteles no conforme con las 27 esferas de Eudoxo, agregó algunas más para poder explicar
el movimiento planetario y estas terminaron siendo alrededor de 35 a 55. Para este filósofo
griego las esferas estaban hechas de un material sólido y entonces definió que tenían que ser
de cristal.
Aristóteles afirmaba que la Tierra no se podía mover, que estaba totalmente fija, y
fundamentaba esto argumentando que si la Tierra girara el aire “se quedaría atrás”, así
también decía que si la Tierra girara, un ave que se levantara a volar se iría hacia atrás y se iría
alejando a cierta velocidad. Evidentemente no se conocía el principio de inercia que salió a la
luz allá por en el siglo XVI.
Estos argumentos de Aristóteles no pudieron ser rebatidos por nadie ya que este filósofo tenía
un gran peso en el conocimiento de aquella época, y así, sus ideas estuvieron vigentes casi dos
mil años, no permitiendo que el conocimiento del cosmos y de los modelos celestes avanzara.

ARISTARCO DE SAMOS
El griego Aristarco de Samos (310-230 a.C.) también afirmó que la Tierra bien podía, además
de ser esférica, girar sobre su propio eje y junto con los demás planetas conocidos girar
alrededor del Sol. Aristarco tenía argumentos significativos para su época para postular esta
teoría, no decía esto por mera intuición sino basado en cálculos matemáticos y trigonometría.
Aristarco construyó el primer modelo heliocéntrico (el Sol al centro del Universo).
También fue la primera persona que sugirió que las estrellas eran soles que estaban a gran
distancia.
Escribió un libro llamado “Tamaños y distancias del Sol y la Luna”. Aristarco era un astrónomo
observacional y medía lo que observaba.
Estableció una relación entre las distancias de la Tierra al Sol y a la Luna mediante una idea
ingeniosa, que fue el punto de partida de sus razonamientos.
Supuso que cuando un observador veía
iluminada exactamente la mitad del disco
Lunar, los rayos de la luz emitidos por Sol que
iluminaban la Luna formaban con la visual
Tierra-Luna un ángulo de 90º. En ese
momento, Aristarco realizó la medida del
ángulo que formaban las visuales desde la
Tierra al Sol y a la Luna, lo que le resultó en un
ángulo de 87º.
Se sabía en ese entonces que el Sol estaba más lejos que la Luna de la Tierra simplemente por
los eclipses de Sol, cuando la Luna se interpone entre nosotros y el Sol,
pero la intención de Aristarco era estimar cuánto más lejos se
encontraba el Sol de la Tierra que la Luna de la Tierra, es decir, una
aproximación relativa.
Mediante el teorema de Pitágoras y como Aristarco no tenía tablas trigonométricas, aproximó
la relación mediante fracciones, deduciendo así que el Sol se encontraba 19 veces más lejos
de la Tierra que la Tierra de la Luna. Aunque esto no es así, fue un
intento muy peculiar e ingenioso para estimar por primera vez el
tamaño y distancias entre los astros más cercanos a nosotros.
También pensó Aristarco que, si en apariencia la Luna y el Sol desde nuestra perspectiva se ven
del mismo tamaño, entonces consecuentemente el Sol es 19 veces más grande que la Tierra.
Y éste es el argumento en el que Aristarco basó su idea de que la Tierra gira alrededor del Sol,
es decir, si la Tierra es más pequeña que el Sol, entonces el más pequeño debe girar alrededor
del más grande, por lo tanto, establece su modelo heliocéntrico en donde todo giraba
alrededor del Sol.
Pero ¿y qué tan lejos se encontraba la Luna de la Tierra?
Aristarco ahora se dedicó a estimar esta distancia
mediante observaciones y mediciones en un eclipse de
Luna. Aristarco relacionó las medidas el radio de la
Tierra con los radios de la Luna y el Sol analizando un
eclipse de Luna. Para ello midió del tiempo que
empleaba la Luna en atravesar el cono de sombra proyectado por la Tierra. El astrónomo había
observado que en un eclipse lunar que el diámetro de la sombra circular que arrojaba la Tierra
a la distancia en que se encontraba la Luna era doble que el diámetro de la Luna.
Con estos datos estimó que la Luna era 2.8 veces más chica que la Tierra (en realidad es 3.5
veces más chica). Aristarco de Samos había logrado una relación de tamaños, pero para poder
obtener distancias reales se requería saber qué tan grande era la Tierra.

ERATÓSTENES
Y aquí es donde hace acto de presencia el griego Eratóstenes
de Cirene, que vivió entre el 276 y 195 a.C., director de la gran
biblioteca de Alejandría.
Eratóstenes sabía que, en el solsticio de verano al mediodía en
Siena, el Sol se hallaba directamente por encima de la ciudad
(en el cenit). Esto se debe a que Siena se encuentra en el
trópico de Cáncer. También sabía que, al mismo tiempo en
Alejandría, el Sol se hallaba desplazado 7 grados respecto del
cenit (el punto más alto en el cielo). Es así como Eratóstenes utiliza esta información y la
distancia entre Siena y Alejandría, para calcular la circunferencia de la Tierra: 39,691 km por los
40,075 km reales (impresionantemente preciso para un astrónomo de la antigüedad sin utilizar
herramientas modernas).
Habiéndose calculado por Eratóstenes la circunferencia de la Tierra, pudo estimarse el tamaño
de la Luna y el Sol con base en las relaciones de Aristarco de Samos, así como las distancias de
estos dos cuerpos celestes a la Tierra, aunque con algunos errores, pero utilizando ya
argumentos matemáticos.
Por tanto, estas estimaciones ya eran conocidas por allá del 200 antes de Cristo. Ya se contaba
entonces con la primera escala del Sistema Solar que al menos indicaba que este era bastante
grande.
Desafortunadamente, el modelo heliocéntrico de Aristarco de Samos no progresó dado el peso
que significaban los argumentos de Aristóteles acerca de la composición del universo por los 5
elementos y su acomodo hacia el centro y por los razonamientos del filósofo del por qué la
Tierra no debía girar, sino que tendría que estar quieta para el que aire y las aves del cielo no
se “quedaran atrás”.
El siguiente paso era conocer nuestro lugar en el entorno inmediato, el Sistema Solar, así como
la relación con los demás cuerpos celestes del firmamento.

CLAUDIO PTOLOMEO
Claudio Ptolomeo, astrónomo griego
que vivió entre 165-85 a.C., creía que
la Tierra era el centro del Universo
(modelo Geocéntrico), y que el resto
de los cuerpos de la bóveda celeste
giraban a su alrededor; creó una
teoría en la que establecía que los
cuerpos celestes que giraban
alrededor de la Tierra describían
círculos perfectos, influenciado por
las ideas de Eudoxo y Aristóteles (384-322 a.C.).
Ptolomeo construyó un modelo mucho muy complejo el cual tenía que hacer uso de los
llamados “epiciclos”, los cuales eran giros adicionales de los planetas además de sus vueltas
alrededor de la Tierra, esto para poder explicar movimientos retrógrados (loops) que ellos
observaban en algunos planetas. Este modelo de Ptolomeo fue aceptado porque respondía
con cierta precisión los movimientos de los planetas y ciertas predicciones de sus posiciones;
por estas razones prevaleció durante 1500 años.
De aquí en adelante poco o nada fue nuevo en la explicación del modelo del cosmos,
prácticamente el modelo de Claudio Ptolomeo era suficiente para explicar más o menos de
forma precisa lo que ocurría en el firmamento con el Sol, la Luna, las estrellas y los planetas.
Podemos concluir que, en las primeras décadas de nuestra era, finaliza la antigüedad clásica en
relación a la astronomía.
LA EDAD MEDIA
En este entorno surge la Edad Media, la que muchos historiadores piensan que dio inicio en el
476 d. C., con la caída del Imperio Romano de Occidente y finalizó con el descubrimiento de
América en 1492.
En esta etapa de la vida humana, la sociedad se hizo más rural y aumentó la importancia de la
aristocracia, siendo estos dos elementos la clave del feudalismo. La religión católica se
convirtió en el eje de toda la sociedad. La Iglesia y el resto de las instituciones religiosas
adquirieron un gran poder, muchas veces superior al de los propios reyes y nobles. El control
de las creencias religiosas era utilizado como una forma de evitar que la población se revelara.
El sistema de gobierno durante la Edad Media era la monarquía, aunque esta institución
perdió parte de su poder con la implantación del feudalismo.
En el comienzo de este periodo, los monarcas gozaban de casi todas las atribuciones y algunos
extendieron sus territorios hasta formar grandes imperios.
Sin embargo, a partir del siglo XI (1000-1100 n.e.) la situación fue cambiando con la llegada del
sistema feudal. Aunque el rey mantenía su posición, el poder fue repartiéndose con los
señores feudales. Estos eran nobles que gobernaban sus tierras de manera independiente y
que rendían vasallaje al monarca. La defensa de los territorios estaba en manos de estos
nobles, con lo que las casas reales tenían una posición de debilidad frente a ellos.
Los castillos fueron uno de los símbolos de este tipo
de organización. En cinco siglos, entre el año 1000 y
el 1500, se construyeron un gran cantidad de este
tipo de estructuras, destinadas a servir como
residencia de los señores feudales y como defensa
ante posibles ataques.
Hubo un retroceso y estancamiento importantes en
muchas áreas del conocimiento durante esta “etapa
oscura” de la historia de la humanidad, lo que
influyó ciertamente en los avances de la astronomía porque las autoridades religiosas habían
“adoptado” plenamente las creencias de los griegos en cuanto a que la Tierra debería ser el
centro del Universo y de que todo giraba en torno a ella.
Así, las cosas se ponían complicadas para todo aquél que quisiera retomar ideas contrarias a
estos dogmas religiosos.
Pero esta situación se recrudeció cuando surgió la Santa Inquisición, una institución creada en
el siglo XIII cuya lucha contra los herejes se extendió durante más de seis siglos por países
como Francia, Italia, España o Portugal. Ideada para combatir a todo aquel que se alejase de la
fe que por entonces se proclamaba como oficial (además de aquellos que cometían algunos
actos considerados como amorales), esta institución vivió su esplendor y su mayor barbarie
durante la Edad Media.
En 1252 el Papa Inocencio IV permitió oficialmente el uso de la tortura para lograr que aquellos
«desviados de la religión oficial» cantasen su confesión a sus sacerdotes. Aquella cruel norma
fue proclamada mediante la siguiente bula:
«El oficial o párroco debe obtener de todos los
herejes que capture una confesión mediante la
tortura sin dañar su cuerpo o causar peligro de
muerte, pues son ladrones y asesinos de almas y
apóstatas de los sacramentos de Dios y de la fe.
Deben confesar sus errores y acusar a otros
herejes, así como a sus cómplices, encubridores,
correligionarios y defensores».
Para entonces ya no solo se consideraban herejes las órdenes religiosas que se desviaban de la
Iglesia oficial, sino también los judíos, los apóstatas, los excomulgados, los falsos apóstoles, las
brujas, los blasfemos, y otros tantos. Lo que se buscaba mediante la tortura era que, haciendo
uso de este dolor, toda esta inmensa lista de herejes admitiesen aquello por lo que eran
acusados y pudiesen ser castigados por ello.
Cuando se administraba la tortura y no se obtenía confesión, la conclusión lógica era que el
acusado era inocente. Según la frase legal, había purgado la prueba y merecía la absolución.
Sin embargo, en la mayoría de los casos los reos acababan diciendo cualquier cosa a cambio de
que parase aquel horror.
La Sagrada Congregación del Santo Oficio o Sagrada Congregación del Santo Oficio de la
Romana y Universal Inquisición debe su fundación al papa Pablo III allá por el año 1542.
La Inquisición romana o Congregación del Santo Oficio estaba compuesta por seis cardenales y
actuaba como un órgano judicial encargado de juzgar las herejías y las manifestaciones
demoníacas. El objetivo era mantener el catolicismo más puro en todos los territorios
cristianos, identificando y sometiendo a juicio a todos los llamados “herejes” y poner freno al
protestantismo creciente en Italia.
La Inquisición romana desmanteló y atacó toda suerte de organizaciones, corrientes de
pensamiento y posturas religiosas que no comulgaran o se mostraran dubitativos o reflexivos
con la fe católica. La literatura que se planteara como una ofensa al estatus religioso, también
era perseguida y prohibida.
Los procedimientos de la Inquisición romana no fueron más justos que los de las inquisiciones
anteriores, e incluso las ejecuciones se hicieron más comunes que en España. Tortura,
ejecución, quema de libros como práctica habitual.
Este tribunal del Santo Oficio fue el responsable
de quemar al filósofo más destacado del
Renacimiento italiano, Giordano Bruno, en el año
1600; y a presionar al científico más destacado de
la época, Galileo Galilei a retractarse, bajo
amenaza de tortura, de su teoría heliocéntrica de
que la Tierra se movía junto con el resto de los
planetas del sistema solar alrededor del Sol,
La persecución a los “herejes” y sus actividades continuaría durante siglos, hasta llegar a
límites insospechados. Finalmente, la Iglesia decidió enmendar el error, o al menos presentarse
ante el público con la intención de cambiar las cosas y el papa Pío VII afirmó querer prohibir el
uso de la tortura ya en 1816, aunque lo cierto es que siguieron torturando a los ciudadanos
muchas décadas más.
Como referencia diremos que en España el 4 de diciembre de 1808, Napoleón Bonaparte
abolió la Inquisición y la Inquisición romana fue abolida finalmente en 1965.
Justamente en este contexto social-religioso de alto riesgo se desarrollan los trabajos y las
ideas de los siguientes personajes científicos.
Nicolás Copérnico (1473-1543),
astrónomo polaco, estableció un
modelo que contradecía al de
Claudio Ptolomeo. En este modelo
el Sol aparecía en el centro del
Universo y los planetas, incluyendo
a la Tierra, giraban alrededor de él.
Este modelo es conocido como Heliocéntrico. El modelo asimismo indicaba que la Tierra giraba
una vez al día sobre su eje y completaba una vuelta alrededor del Sol cada año. El modelo de
Copérnico resolvía el movimiento retrógrado de Marte, pero insistía en que el movimiento de
los planetas eran círculos perfectos y lo hacían con velocidad constante. Pero ni los planetas se
mueven en círculos ni su velocidad es constante, por lo tanto, Copérnico tuvo que recurrir
como lo hizo Ptolomeo, a epiciclos (círculo sobre círculo), los que en total sumaban alrededor
de 30. Esto hacía a este nuevo modelo poco práctico.
Copérnico ofreció una firme base matemática, en la que defendía la idea del Sol como centro
del Universo, mientras los planetas giraban alrededor del astro en órbitas, decía él,
perfectamente circulares. Aun así, en este nuevo modelo todo seguía estando contenido en
cristalinas esferas concéntricas, aunque esta idea estaba a punto de desaparecer.
El poner al Sol al centro del universo fue un gran avance en la comprensión de la estructura
celeste, pero todavía quedaba por debatir sobre las esferas de cristal y las órbitas
supuestamente circulares perfectas de los astros. El trabajo, por lo tanto, no había terminado.
Copérnico estaba convencido de que el Sol debía estar en el centro del Universo, pero
seguramente esto le iba a provocar problemas con la Iglesia, por lo que retrasó por muchos
años la publicación de su obra “Sobre los giros de los orbes celestes”, tal que recibió el primer
ejemplar impreso de su obra justo en el lecho de muerte.
TYCHO BRAHE, EL ASTRÓNOMO DE LA OBSERVACIÓN
Tycho Brahe, astrónomo y matemático danés nació en 1546, tres años después de la muerte
de Copérnico.
Tycho construyó su propio modelo del Universo, un
modelo híbrido entre el de Ptolomeo y Copérnico, algo
así como un sistema “geo – heliocéntrico” en el que el
Sol y la Luna orbitaban alrededor de la Tierra, mientras
que los otros planetas orbitaban alrededor del Sol…,
algo complejo este sistema….
Pero la gran virtud de Tycho Brahe fue que durante 35 años se dedicó a recabar datos muy
precisos de los movimientos de los planetas y las estrellas mediante el uso de instrumentos
que él mismo diseñó y fabricó (excluyendo al
telescopio que todavía no se descubría), inclusive
construyó el observatorio más grande del mundo
en ese entonces.
Tycho Brahe tuvo la fortuna de descubrir una
estrella nueva en 1572; esta estrella apareció de
repente en el cielo y Tycho la observó durante un
tiempo en el cual estuvo inclusive más brillante que
el planeta Venus y poco a poco fue disminuyendo
su brillo hasta desaparecer. Tycho no lo supo, pero
en realidad descubrió una super nova, es decir, la explosión de una estrella. Para la astronomía
fue una revelación porque descubrió que el cielo no era inmutable, sino que también ocurrían
fenómenos que suponían movimiento más allá de lo observable.
Tycho tuvo tiempo para otra observación muy
importante, avistó el gran cometa del 13 de
noviembre de 1577 desde su observatorio y se
propuso determinar su trayectoria. Sus cálculos
indicaban que el gran cometa estaba atravesando
la órbita de Venus, pero de acuerdo con el saber
aceptado en aquella época de que todos los
cuerpos celestes estaban limitados por esferas de
cristal, el gran cometa no podría físicamente estar
atravesando la esfera de cristal del propio Venus.
Por tanto, Tycho Brahe razonó que no sería posible para el cometa seguir esa trayectoria, las
esferas cristalinas deberían haberlo detenido en su avance. Se dio cuenta de que la única
posibilidad de que el gran cometa siguiera esa trayectoria era que las esferas cristalinas en
realidad no existieran. Y así, después de casi 2000 años la concepción de la existencia de las
esferas cristalinas se había derrumbado ante los hechos científicos observables así, la
astronomía se adentró en una etapa completamente nueva.
Sin embargo, todavía persistía una idea ancestral, la creencia de que todo lo que se movía en el
cielo lo hacía en círculos perfectos. Así fue hasta la llegada de un nuevo astrónomo.
JOHANNES KEPLER Y LOS MOVIMIENTOS PRECISOS DE LOS PLANETAS
Johannes Kepler nació en Alemania en 1571 y murió en 1630. Se convirtió en un gran
matemático en su época y a solicitud de Tycho Brahe, Kepler se unió a él para intentar juntos
darle solución al verdadero acomodo y mecánica celestes, algo en lo que los dos soñaban.
Tycho era el genio de la observación más grande de la época y Kepler era el teórico más
grande, ninguno por sí solo hubiera podido descifrar los misterios del universo, para tal tarea
se requería de los dos talentos.
Tycho, un personaje extravagante con interminables reuniones sociales murió en 1601 por sus
excesos en el comer y en el beber.
Después de su lamentable muerte, Kepler consiguió, no sin insistir arduamente, que la familia
de Tycho le cediera los registros de todas sus observaciones celestes.
Enseguida Kepler se dedicó apasionadamente a estudiar las observaciones de Tycho, en
especial los registros del movimiento de Marte ya que era un movimiento realmente singular y
se enfocó a descifrar dicho movimiento y a determinar la forma de la órbita de este gigante
rojo.
Después de ocho años de incesante estudio, Johannes Kepler determinó matemáticamente
que la órbita que describía Marte no era un círculo perfecto como se pensaba en ese
entonces, sino que era una elipse; esta elipse se ajustó maravillosamente a todas las
observaciones que Tycho Brahe había hecho de Marte durante años. El descubrir Kepler que
tanto Marte como todos los demás planetas se movían con órbitas elípticas delineó su primera
ley del movimiento celeste: “Los planetas se mueven en órbitas elípticas, con el sol en uno de
los focos de dicha elipse”.
Al moverse el planeta en su órbita durante cierto periodo de tiempo, cubre una área
imaginaria en forma de cuña. Cuando el planeta está lejos del Sol esta área es larga y angosta y
cuando está cerca es corta y ancha. Aunque las forma de estas cuñas eran diferentes, Kepler
descubrió que sus áreas eras exactamente iguales. Esto proporcionó una descripción
matemática precisa de la relación entre la velocidad un planeta y su distancia al Sol.
Entonces la segunda ley de Kepler es ésta: “Un planeta cubre áreas iguales en tiempos de
movimiento iguales”.
A partir de su descubrimiento de las órbitas elípticas que describían los planetas, Kepler
identificó que estos se movían más rápidamente cuanto más cerca del Sol se encontraban y
más lentamente cuanto más alejados del Sol se ubicaban, y así con astucia matemática
estableció su tercera ley del movimiento planetario que dice: “Para cada planeta, el cuadrado
del tiempo que tarda en darle una vuelta al Sol es proporcional al cubo de su distancia
promedio al Sol”.
Con estas tres leyes, Kepler fue el primer ser humano que expuso de manera clara y precisa
cómo se mueven los planetas y cómo funciona el sistema solar, aunque él mismo no las
consideró leyes, sino parte de una armonía celestial que reflejaba la influencia de Dios en el
universo. Pudimos tener leyes que nos permitían relacionar la velocidad de los planetas
alrededor del Sol con su distancia al mismo; aunque todavía no teníamos datos de una
distancia real ni de una velocidad real. Una de las grandes virtudes de las leyes de Kepler fue
que desapareció de un golpe las teorías de los epiciclos, que ya no eran necesarios para
describir el movimiento planetario.
Kepler pensó, derivado de su segunda ley, que debía haber una fuerza mayor en el Sol que
provocaba movimientos más rápidos en los planetas interiores (los más cercanos al sol) y una
fuerza más débil del Sol que provocaba movimientos más lentos en los planetas exteriores (los
más alejados del sol).
Los estudios y conclusiones de Johannes Kepler sin duda marcaron un antes y un después en el
conocimiento matemático del cosmos, sin embargo, aunque el alemán había descubierto con
precisión matemática cómo se movían los planetas en el sistema solar, todavía quedaba otra
pregunta importante qué resolver, ¿qué los hace moverse y mantenerse en sus órbitas?
El italiano Galileo Galilei (1564-1642) contemporáneo de Kepler con el cual tuvo comunicación
por cartas, tuvo noticias en 1609 de que en Holanda habían inventado un tubo amplificador, a
base de lentes. A los tres meses construyó su primer telescopio, que inmediatamente utilizó
para la observación astronómica. Fue el primer ser humano que vio el cielo con un telescopio,
por lo que está considerado como el padre de la astronomía moderna.
Galileo estaba convencido de la veracidad del modelo heliocéntrico del Universo de Copérnico,
donde el Sol estaba situado en el centro.
Observando por su telescopio, dibujó los relieves de la Luna.
Lo primero que observó es que la Luna tiene valles y
montañas, cuya altura calculó a partir de sus sombras sobre
la superficie lunar. Era tan parecida a la Tierra que a partir
de estas observaciones muchos pensaron que la Luna podría
ser un lugar con vida. Galileo también descubrió que el planeta Júpiter tenía lunas.
En el verano de 1612, Galileo observó, con ayuda de su telescopio,
la presencia y evolución de las manchas solares, que por cierto le
produjo a la larga problemas en su vista (no se debe ver al sol ni de
manera directa ni mucho menos a través de un telescopio). Uno de
los principales descubrimientos de Galileo es el de la rotación del
Sol, que vino a refutar los principios sostenidos por el filósofo
griego Aristóteles de perfección e inmutabilidad (sin cambios) de
los objetos celestes incluido el Sol. También descubrió las fases del
planeta Venus, quien era considerado hasta ese entonces un
punto luminoso en el cielo sin estructura. Galileo observó en él la forma de un disco. Descubrió
los anillos de Saturno (que le parecían como orejas). Descubrió las 4 Lunas principales de
Júpiter, las cuales observó que le daban vueltas al planeta, lo que le sugirió que efectivamente
no todo daba vueltas a la Tierra, esto confirmó el modelo heliocéntrico de Copérnico.
Galileo fue el primero en hablar de relatividad, decía que el movimiento era relativo, es decir,
diferente de acuerdo al punto de vista del observador. Hizo estudios que después retomó
Newton como la idea de la inercia, es decir, que los cuerpos tienden a mantener su estado de
movimiento o de reposo. Estudió también la caída libre de los cuerpos. Tuvo problemas con la
Iglesia Católica en 1615 y posteriormente fue enjuiciado por sus argumentos heliocéntricos y
lo condenaron a arresto domiciliario los últimos 10 años de su vida y sus libros fueron
prohibidos.
Posterior a Galileo, aparece en escena Isaac Newton (1643-1727),
quien, basado en los trabajos del físico italiano y en las observaciones
y leyes del movimiento planetario del astrónomo alemán Johannes
Kepler, crea las leyes del movimiento universal, y en ellas explicó el movimiento de los planetas
alrededor del Sol y con precisión matemática pudo predecir la posición de ellos y el
movimiento de otros cuerpos celestes.
Con todas las aportaciones de Galileo, Kepler y Newton, una nueva teoría del Universo tomó
fuerza, aquella en la que todos los planetas incluida la Tierra, giraban alrededor del Sol en
trayectorias no circulares perfectas, sino en trayectorias elípticas, debido a la fuerza de
gravedad que el Sol imprimía sobre ellos. Además, en esta teoría se aceptaba
contundentemente que ni el Sol ni la Tierra estaban en el centro del Universo.
ISAAC NEWTON, EL GENIO DE LA FUERZA
Isaac Newton nació en Inglaterra en 1643, tocaba a él completar los esfuerzos científicos de
Copérnico, Tycho Brahe, Kepler e inclusive Galileo. Newton descubriría la fuerza que mantiene
al universo unido. Isaac fue un científico profundamente religioso que creía que la ciencia
podía revelarnos el gran plan de Dios para el universo.
Newton comenzó a construir sobre la base de estos grandes de la ciencia, si bien ellos habían
descubierto el cómo funciona la mecánica celeste, tocaba a Newton descubrir el por qué de
todo esto, por ejemplo, que la Luna gira alrededor de la Tierra, el por qué los objetos caen
hacia la Tierra y el por qué la Tierra describe una órbita elíptica armónica alrededor del Sol.
Nadie pensó que estos fenómenos estuvieran relacionados, solamente Newton lo intuyó
porque pensaba que el universo entero se regía por una misma ley, la ley de la gravedad. La
gravedad es la fuerza de atracción que ejercen entre sí todos los cuerpos por el solo hecho de
poseer masa, es decir, una cantidad de materia.
Newton demostró su teoría de que la gravedad actúa en cualquier parte del universo ayudado
por la aparición del cometa de 1680.
Este cometa fue motivo de polémica en el círculo de científicos de esa época porque habían
visto pasar uno en 1680 y nuevamente otro en 1681.
Newton se dio cuenta de que su teoría de la
gravedad contenía la solución al problema. Los
cometas de 1680 y 1681 eran el mismo
cometa. Argumentó que el cometa había
viajado por el sistema solar antes de que la
fuerza de gravedad del Sol lo obligara a
regresar de nuevo.
Newton comprendió que la gravedad del Sol
había hecho que el cometa trazara una órbita elíptica a través del cosmos. Entonces, la teoría
de que los planetas se movieran en órbitas elípticas que había descubierto Kepler también
podría sustentarse en la misma fuerza de gravedad que había “empujado” al cometa a
describir esa misma trayectoria. La gravedad impulsaba las órbitas elípticas de los cuerpos
celestes y era el pegamento que mantenía unido al cosmos. De hecho, Newton descubrió su
Ley a partir de las tres leyes de Kepler.
Así, en 1687 Newton publicó su obra maestra, los “Principia” en donde desarrolló toda su
teoría del movimiento planetario y también terrestre. Por esta obra es considerado el más
grande científico de todos los tiempos.
Y así, por fin teníamos un modelo preciso de nuestro sistema solar, y además, leyes que podían
predecir el movimiento tanto de objetos aquí en la Tierra como objetos de cualquier tamaño
lejos de la Tierra como los demás planetas, lunas, asteroides, cometas, la caída de los cuerpos
en la Tierra, la trayectoria de una bala de cañón, etc. Fue el principio de la Física Moderna y
además, por si fuera poco, Newton se dio tiempo de inventar el cálculo integral.
Sin lugar a dudas, se habían dado saltos importantísimos en el conocimiento del cielo. Se pasó
de la concepción de una Tierra plana vagando por aguas infinitas y como centro del Universo,
a una Tierra esférica girando alrededor del Sol, con una serie de planetas también
moviéndose, cuyas posiciones ahora podían calcularse y predecirse matemáticamente y
confirmarse mediante la observación en telescopios. Todo esto sentó las bases de la
Astronomía moderna.
Pero todas las preguntas no estaban resueltas, porque, aunque las leyes de Newton
permitieron matematizar el movimiento celeste, no sabíamos todavía cuál era la distancia por
ejemplo de la Tierra al Sol o cuán grandes eran las órbitas de los planetas y los planetas
mismos. Por tanto, surgió la pregunta: ¿cuán inmenso sería el tamaño del Sistema Solar?

GIOVANNI CASSINI Y CÓMO SE CALCULÓ LA DISTANCIA AL SOL POR PRIMERA VEZ


La medida de la distancia al Sol siempre ha sido uno de los grandes interrogantes desde
tiempos remotos. La primera persona de la que tenemos constancia que abordó esta cuestión
fue el griego Aristarco de Samos en el 280 a. C. Aunque su estimación no fue acertada (obtuvo
una distancia 20 veces inferior a la real), su método de estudiar las fases de la Luna para hallar
la distancia sentó precedente. Siguiendo la misma idea, Christian Huygens utilizó las recién
descubiertas fases de Venus para determinar la distancia al Sol en 1659. Su valor fue 1,07 veces
el actual, muy preciso, pero sus razonamientos no eran científicos y se apoyaban en
pensamientos relativos a los horóscopos.
La primera persona en aportar una
distancia correcta al Sol con un
método científicamente robusto fue
Giovanni Cassini en 1672. Para ello, usó el método de la paralaje. Levanta tu pulgar derecho
en señal de aprobación hacia una fuente luminosa. A continuación, guiña cada ojo
alternativamente en la dirección de tu pulgar. Observarás que tu pulgar se mueve, pero, en
realidad, está quieto. Conociendo la distancia entre tus ojos, el “ángulo de movimiento” del
pulgar y aplicando trigonometría básica, podemos calcular la distancia hasta tu pulgar.
Este movimiento aparente es lo que se denomina paralaje y es muy útil para calcular la
distancia a objetos celestes. Esta idea es la que tuvo Cassini para calcular la distancia al Sol.
Para ello, primero calculó la distancia de la Tierra hasta Marte, cosa que no se conocía
entonces. Una vez conocida la distancia hasta Marte, podía aplicar la 3ª ley de Kepler para
hallar la distancia de la Tierra al Sol.
El cálculo de la distancia a Marte es, sin duda, uno de los experimentos más bonitos de la
historia de la astronomía. El plan era observar Marte en oposición al Sol desde dos puntos de
la Tierra muy alejados entre sí (análogo a la distancia entre tus ojos). Para ello, Cassini envió a
su colega Jean Richer a la Guyana Francesa mientras que él se quedó en París.
Sincronizados gracias a las lunas de Júpiter y sus eclipses, ambos anotaron la posición de
Marte en el mismo instante. Haciendo uso de trigonometría y la 3ª ley de Kepler, Cassini logró
establecer que la distancia al Sol era de aproximadamente 150 millones de kilómetros.
Actualmente, sabemos que la distancia al Sol varía entre 147 y 152 millones de kilómetros. La
medida de Cassini fue la primera medida de la distancia al Sol correcta desde un punto de vista
formal y sirvió para establecer cuáles eran las dimensiones reales del Sistema Solar.
Cassini fue y continúa siendo uno de los grandes astrónomos de la historia, no sólo por
obtener la primera medida correcta de la distancia al Sol, sino por sus estudios sobre Saturno,
sus anillos y sus lunas. Como reconocimiento a su trabajo, la UAI (Unión Astronómica
Internacional) nombró un cráter lunar y otro marciano con su apellido, además de un
asteroide.
Con este cálculo de Cassini, se pudo estimar toda la escala del Sistema Solar utilizando las leyes
de Johannes Kepler, solo había que estimar una distancia astronómica significativa y Cassini lo
logró.
WILLIAM HERSCHEL y EL UNIVERSO COMIENZA A HACERSE GIGANTE
En 1781, una noticia sacudió el mundo científico: un músico había descubierto un nuevo
planeta más allá de Saturno. Por primera vez desde la Antigüedad, cuando tan solo se conocían
seis planetas, incluyendo la Tierra, el sistema solar se veía ampliado con un nuevo cuerpo
celeste, que recibió el nombre de Urano. El realizador de la hazaña era William Herschel
(nacido el 15 de noviembre de 1738), un organista aficionado al estudio del cielo que se
convirtió en uno de los mayores astrónomos de todos los tiempos.
Herschel heredó de su padre una notable carrera musical. Tocaba violonchelo, oboe, violín,
piano, arpa y órgano y era un excelente artesano que hacía sus propios instrumentos. Gracias a
la música, empezó a estudiar la relación entre las matemáticas y la acústica. Luego pasó a la
física y llegó a la óptica, hasta encontrar lo que se convertiría en su pasión, la astronomía. A los
35 años leyó su primer libro sobre esa ciencia y se quedó tan fascinado que decidió dedicarse
al estudio de las estrellas. Pasó a vivir como músico durante el día y astrónomo por la noche.
Como su sueldo no le permitía comprar los instrumentos
necesarios para la observación del cosmos, Herschel
construyó su propio telescopio reflector, de 15,5 cm de
diámetro y casi dos metros de longitud focal. El 13 de
marzo de 1781, cuando examinaba la constelación de
Géminis, vio una “una curiosa estrella difusa” que era
“visiblemente más grande que el resto”, según sus
apuntes. No tardó en descartar la posibilidad de que se
tratara de una estrella porque tenía forma de disco y,
además, se desplazaba en el fondo de estrellas fijas.
Como las posiciones de los planetas eran bien conocidas,
Herschel anunció el descubrimiento de un cometa. Las siguientes observaciones mostraron, sin
embargo, que aquel cuerpo celeste tenía un contorno nítido y definido, al contrario de los
cometas, y su movimiento tampoco seguía las órbitas alargadas de esos astros, sino que era
lento y casi circular, lo que indicaba que estaba muy lejos del Sol.
Los matemáticos de la Royal Society concluyeron que Herschel había descubierto un nuevo
planeta, el primero no visible a simple vista y más lejano del Sol que Saturno. El hallazgo
cambió la percepción del sistema solar: era más grande y podría ocultar planetas aún más
alejados.
Gracias al reconocimiento como astrónomo, Herschel
pudo dejar la música para dedicarse exclusivamente a
la Ciencia. Siguió fundiendo y puliendo espejos y pasó
a construir telescopios cada vez más grandes, hasta
montar, en 1789, uno verdaderamente gigante para
la época: un espejo de 1,22 metros de diámetro en
un tubo de 12 metros de largo, que apuntaba al cielo
como un cañón. Con él, descubrió los satélites de
Urano, las lunas Mimas y Encélado de Saturno y se convirtió en un pionero de la astronomía
estelar.
Su mayor proyecto fue estudiar la
estructura de la Vía Láctea. A lo largo de
20 años, contó 90,000 estrellas en 2,400 áreas de muestra por el telescopio e hizo
descubrimientos que cambiaron la concepción del cosmos, que se hacía cada vez más amplio.
Reveló, por ejemplo, que nuestra galaxia es discoidea y dibujó un mapa de ella, pensó que
después de ella no había nada más.
Otro descubrimiento importante realizado por Herschel fue el movimiento del Sol en el
espacio. Tomando como referencia el movimiento propio de trece estrellas, encontró que el
Sol se mueve con respecto de sus vecinos estelares hacia un punto localizado en la
constelación de Hércules, cerca de la estrella Vega. También realizó observaciones de las
manchas solares y confirmó la naturaleza gaseosa del Sol.
En la época en que vivió Herschel, la astronomía era solo la ciencia que estudiaba el sistema
solar y aunque se conocía la existencia de nebulosas, nadie sabía exactamente lo que eran. Su
trabajo fue la base para determinar la naturaleza y características de esos cuerpos. Esa
investigación llevó al descubrimiento en el siglo pasado de que el universo se mueve y está
repleto de galaxias. Él también estudió las estrellas dobles, probando que son sistemas
binarios y no meras asociaciones de la línea de visión. Por primera vez los científicos pudieron
probar que se podía aplicar la ley de la gravedad de Newton al Universo como un todo.
Sus observaciones de Marte permitieron que los astrónomos pudieran diferenciar sus
estaciones y él fue uno de los primeros científicos en escribir sobre los casquetes polares del
planeta. Y en 1800, sus estudios sobre la luz y la temperatura del sol le hicieron detectar una
nueva forma de radiación electromagnética, hoy conocida como infrarroja.
Por sus importantes aportaciones se le considera a Herschel como un astrónomo de fama
internacional; el músico alemán murió a los 83 años, el 25 de agosto de 1822. Su hermana
Caroline y su hijo John continuaron su legado y perpetuaron el nombre Herschel en la historia
de la astronomía.
NEPTUNO Y SU PREDICCIÓN TEÓRICA
El descubrimiento de Neptuno no fue 'accidental' sino que obedeció a predicciones realizadas
por cálculos matemáticos. En efecto, tras el descubrimiento de Urano, los astrónomos se
aplicaron a determinar los parámetros de su órbita elíptica.
Sin embargo, según se obtenían más datos, quedaba más claro que el movimiento real del
planeta se desviaba considerablemente de la órbita predicha por la teoría de la gravedad de
Newton. Dado que esta teoría se encontraba firmemente establecida, pronto se generalizó la
idea de que las anomalías de Urano sólo podían deberse a las perturbaciones ejercidas por
otro planeta desconocido más lejano.
Le Verrier en París y Adams en Cambridge
realizaron los cálculos de la posición del nuevo
planeta. El astrónomo alemán Johann Galle lo observó desde el observatorio de Berlín el 23 de
septiembre de 1846, muy próximo a la posición predicha.
Debido al color azul verdoso que presentaba el planeta, Galle lo bautizó con el nombre del dios
del mar: Neptuno.
Los descubrimientos de Urano (Herschel 1781) y de Ceres que es el objeto astronómico más
grande dentro del cinturón de asteroides (Piazzi 1801) habían sido 'accidentales', es decir, se
realizaron cuando sus descubridores estaban realizando observaciones de estrellas que no iban
encaminadas a la búsqueda de ningún planeta.
Sin embargo, el descubrimiento de Neptuno tuvo una naturaleza muy diferente, pues fue una
de las primeras veces que se realizó un descubrimiento físico siguiendo las predicciones de
cálculos matemáticos. Le Verrier había sido "el hombre que descubrió un planeta con un
lápiz".
Estimulado por el éxito logrado con Neptuno, Le Verrier intentó explicar las anomalías del
movimiento de Mercurio mediante la existencia de un hipotético planeta "intramercurial" al
que se denominó Vulcano. Tal planeta nunca se encontró. Las anomalías del movimiento de
Mercurio se explicarían, ya en el siglo XX, mediante un efecto de la Teoría de la Relatividad
General de Einstein, con lo que la existencia del hipotético Vulcano quedó completamente
descartada.
Hasta este momento de la historia de la humanidad, el cielo se había observado a través de la
observación directa o a través de los telescopios construidos por los hombres de ciencia. Estos
telescopios conocidos como ópticos recogen la luz visible proveniente de ellos pudiéndose
observar una imagen a través de las lentes. Pero la historia de la ciencia es una historia sin
terminar, todavía se encontrarían los científicos con sorpresas provenientes de la luz no visible
para el ojo humano.
LAS ONDAS ELECTROMAGNÉTICAS, UNA RADIACIÓN CON MUCHA INFORMACIÓN.
A Isaac Newton se le adjudica el descubrimiento del espectro visible (los 6 colores del espectro
total que el ser humano puede ver) en 1666. En 1800 William Herschel descubrió la primera
onda electromagnética no visible para el ojo humano, el infrarrojo. Un año después, en 1801,
Johann Wilhelm Ritter (1776-1810) físico y fisiólogo alemán, descubrió la segunda onda
electromagnética invisible al ojo humano (el ultravioleta), al investigar la descomposición del
cloruro de plata por la luz.
Hacia la mitad del siglo XIX el científico escocés James Clerk Maxwell (1831-1879) estudiaba
fascinado los fenómenos eléctricos y magnéticos descubiertos, entre otros, por Michael
Faraday.
Ayudado por la contemplación de las líneas de fuerza del campo magnético, que de manera
ingeniosa había hecho visible el científico Faraday usando limaduras de hierro y un imán,
dedujo un sistema de ecuaciones (las ecuaciones de Maxwell) que describían la estructura y
relación de estos campos eléctricos y magnéticos. Son cuatro ecuaciones que condensan todo
el cuerpo de doctrina del electromagnetismo a nivel clásico. En otras palabras, todo fenómeno
en el que participen la electricidad y magnetismo se puede describir a nivel de la Física clásica
utilizando las ecuaciones de Maxwell. Hoy en día se considera que la teoría electromagnética
de Maxwell y la teoría de Newton sobre el movimiento y gravedad, constituyen los pilares
maestros de la Física clásica.
Las ondas de radio se predijeron por primera vez en un trabajo matemático realizado en 1867
por el físico matemático Maxwell.
En la época de Maxwell no se conocía ninguna carga oscilante que pudiera producir luz. Esto se
consiguió muchos años más tarde. Así pues, nadie creyó la teoría de Maxwell hasta que un
físico alemán Heinrich Hertz (1857-1894) descubrió las ondas de radio mediante una serie de
experimentos, confirmando así la teoría de Maxwell de la radiación electromagnética.
Hertz hizo su descubrimiento en 1888 cuando ya
era profesor de Física en la Universidad de
Karlsruhe. El montó un circuito eléctrico
oscilante el cual generó una chispa de alto
voltaje, este oscilación provocó una onda
electromagnética que viajó por el aire y produjo
otra chispa eléctrica en otro circuito (detector)
que se encontraba a cierta distancia de él.
En su experimento Hertz pudo mover el detector
colocándolo en varias posiciones y distancias del
transmisor y así calcular la longitud de onda de la radiación que resultó ser de 66 centímetros.
Con estos experimentos y otros adicionales Hertz demostró que estas ondas eran de origen
electromagnético y que su velocidad era la de la luz según había predicho años antes Maxwell.
El 8 de noviembre se celebra cada año el Día Internacional de la Radiología. La fecha
conmemora el día en el que el Profesor Wilhem Conrad Röntgen descubrió, en 1895, los rayos
X.

Fue el propio Röntgen el que hizo la primera


radiografía a la mano de su mujer quien,
horrorizada por el resultado, se negó a
participar en los estudios posteriores de su marido.
A Röntgen le costó 20 minutos conseguir la considerada como primera imagen radiológica
pero, sin duda, marcó un hito en la historia de la ciencia y de la medicina, ya que su
experimento supuso el inicio de la radiología y del diagnóstico por imagen.
La radiactividad fue descubierta por el científico francés
Antoine Henri Becquerel en 1896 de forma casi ocasional al
realizar investigaciones sobre la fluorescencia del sulfato doble
de uranio y potasio. Descubrió que el uranio emitía
espontáneamente una radiación misteriosa. Esta propiedad del
uranio de emitir radiaciones, recibió el nombre de
radiactividad.
Las investigaciones más importantes fueron las realizadas por
el matrimonio Pierre y Marie Curie, quienes descubrieron el polonio y el radio, ambos en
1898.
Los descubrimientos de todas estas ondas electromagnéticas sentó las bases para que la
astronomía moderna diera un salto enorme en el estudio del cosmos. Veamos cómo sucedió
esto.
¿Cómo inició la Radioastronomía? (estudio de los cuerpos celestes mediante la luz no visible)
Este camino comenzó de manera casi accidental en 1931, cuando el ingeniero estadounidense
Karl Jansky hiciera sus primeras observaciones de radiofuentes extraterrestres. Durante esos
años, los Laboratorios Bell le habían encomendado investigar la banda de onda corta para
posibles usos de comunicación y necesitaba
evaluar posibles interferencias que pudieran
presentarse en la atmósfera.
Mediante una antena diseñada y construida por
él mismo, se dedicó a recibir ondas de radio
generadas por fuentes naturales como tormentas
eléctricas y rayos.
La antena estaba montada en una plataforma
giratoria que permitía detectar señales de radio
provenientes de cualquier dirección.
Cerca de la estructura de la antena
había un cobertizo, en el que se
mantenía un sistema de registro
análogo de “lápiz y papel” —similar al
funcionamiento de un sismógrafo— con el cual Jansky pudo registrar señales de tormentas
cercanas, tormentas eléctricas distantes y una señal constante y débil de origen desconocido.
Durante varios meses en que registró los datos, la señal desconocida siempre estuvo presente.
Jansky había considerado inicialmente al Sol como fuente de esta señal desconocida, pero
posteriormente concluyó que la fuente que emitía estas ondas de radio se encontraba en
nuestra Vía Láctea, cuya mayor intensidad se ubicaba en su zona central, en la constelación
de Sagitario. Este descubrimiento fue ampliamente divulgado
a través de diversos medios.
Jansky tenía intenciones de continuar con las mediciones para
investigar estas fuentes del espacio exterior, sin embargo, los
Laboratorios Bell no consideraban estas señales como
importantes y le asignaron otro proyecto, quedando esta tarea
en manos de futuros astrónomos.
Afortunadamente, muchos científicos estaban interesados en
continuar con el trabajo iniciado por Jansky, entre ellos
destacaron el ingeniero estadounidense Grote Reber, quien,
en 1937, construyó para este efecto un radiotelescopio casero
en el patio de su casa.
Para 1945 y 1963 ya se habían
construido los radiotelescopios
más grandes del mundo. Pero en
el año 2013 fue inaugurado el
más grande y moderno en la
actualidad, el observatorio
astronómico ALMA, el cual cuenta
con 66 antenas que en conjunto
permiten ser un observatorio muy
poderoso para escudriñar el Universo.

¿Qué es un radiotelescopio?
A diferencia de los telescopios ópticos -como el construido por Galileo Galilei hace más de 400
años- que captan sólo imágenes del espectro de luz visible, los radiotelescopios están
diseñados para captar ondas de radio emitidas por fuentes en el espacio. Esta es una porción
del espectro electromagnético que nos permite indagar el Universo frío, ya que corresponde a
procesos físicos de baja energía.
¿Qué es lo que “ve” el observatorio ALMA?
La luz visible es sólo una pequeña parte del espectro electromagnético y se caracteriza
justamente por ser observada por el ojo humano. Las ondas de radio, en cambio, pertenecen a
un grupo más amplio de ondas, como, por ejemplo, las que se captan en una radio FM común.
En el caso de ALMA, las ondas detectadas se conocen como radiación milimétrica y
submilimétrica, ya que sus longitudes de onda se encuentran en ese rango de medida (de
milímetros a milésimas de milímetro).
Para que tengas una idea de lo que sucede con las antenas de ALMA repasemos lo siguiente:
Tus ojos están conectados a tu cerebro a través de espesos manojos de neuronas. Estos nervios
ópticos transportan las señales desde tus dos retinas hasta tu cerebro. Tu cerebro procesa las
señales y las convierte en una linda vista tridimensional de lo que te rodea. Desde luego, es
importante que las señales de tu ojo izquierdo lleguen al mismo tiempo que las señales de tu
ojo derecho, de lo contrario, ¡tu visión del mundo sería algo borrosa!
Con ALMA sucede más o menos lo mismo. Los ojos de ALMA (las 66 antenas) están conectadas
a su cerebro (una supercomputadora gigante), no por neuronas, sino por decenas de
kilómetros de cables de fibra óptica. Estos cables transportan las señales de los receptores de
ALMA hasta la computadora principal, llamada correlacionador.

El correlacionador es una
computadora gigante que ocupa una
habitación entera del edificio técnico
ubicado en el llano de Chajnantor, a
5000 metros de altura. Este es el
segundo edificio situado a mayor
altura en todo el planeta. La
computadora que estás usando para
leer esto tiene unos pocos
procesadores, mientras que el
correlacionador de ALMA tiene 134
millones de procesadores. Juntos,
realizan 17 mil billones de cálculos por segundo. Por lo tanto, en cierto sentido, ¡el cerebro de
ALMA es mucho más rápido que el tuyo!
¿Pero por qué necesita ALMA un cerebro tan poderoso? Pues porque es muy complicado
combinar las señales de las 66 antenas. No se trata solo de juntarlas, como si juntaras 66 tazas
de agua en una olla. Si se hiciera solo eso, las señales de los 66 “ojos” de ALMA se mezclarían
por completo. ALMA seguiría siendo muy sensible; al fin y al cabo, las 66 antenas componen
una superficie tan grande como la de una cancha de fútbol, por lo que de todas formas
captarían muchas ondas milimétricas. Pero el observatorio no produciría imágenes muy
detalladas.

En cambio, hay que saber con precisión qué señal


proviene de qué antena. Por lo tanto, hay que
saber a la perfección la ubicación de cada antena.
Y también es muy importante saber con mucha
precisión en qué momento se recibió cada señal.
De hecho, no puede haber un error de más de
una millonésima de millonésima de segundo en
el cálculo de los tiempos.

Con toda esta precisión y esta capacidad de procesamiento, el correlacionador de ALMA logra
una verdadera proeza: trata los 66 “ojos” del observatorio como si fueran pequeñas partes de
un gran ojo de varios kilómetros de diámetro. Resultado: ALMA no solo es muy sensible, sino
que además tiene una visión muy aguda,
incluso mejor que la del telescopio
espacial Hubble.
Si tu cerebro pudiera hacer lo mismo, es
decir, tratar tus ojos como si fueran parte
de un ojo gigante de seis centímetros de
diámetro, ¡tu vista sería 12 veces mejor y
serías capaz de leer este texto a 20 metros
de distancia!
Tanto un telescopio óptico como una antena de ALMA utilizan una superficie parabólica para
recolectar las ondas que estudiarán (visibles y de radio, respectivamente). Sus apariencias
difieren en el material que recubre sus superficies parabólicas: en el caso de un telescopio
óptico se utilizan componentes similares a los espejos, mientras que una antena de ALMA
usa paneles que permiten reflejar las ondas de radio con una alta eficiencia.
En ambos casos las superficies reflectantes deben ser prácticamente perfectas, ya que
cualquier imperfección impediría que el telescopio obtenga datos correctamente.
¿Cómo ver lo invisible?
ALMA mide las ondas milimétricas provenientes del cielo. Estas ondas son emitidas por frías
nubes de polvo esparcidas por el Universo. Son nubes tan frías que no emiten luz visible, por lo
que son totalmente oscuras. Con un telescopio normal no se pueden ver, pero ALMA logra
captar su radiación invisible.
Pero si las ondas milimétricas son invisibles para los humanos, ¿cómo pueden los astrónomos
ver lo que ALMA observa? ¿Cómo puede ALMA producir imágenes de calidad como las del
telescopio espacial Hubble? Es simple: los astrónomos usan colores “falsos”. Es decir, los
colores que se ven en las imágenes de ALMA no son reales. Aun así, contienen mucha
información.
Si tienes un atlas en casa, probablemente ya has visto colores falsos. Busca en el atlas un mapa
físico del país donde vives. Los mapas físicos también usan colores falsos. Los terrenos más
bajos aparecen en verde, mientras que los terrenos más altos son amarillos y las montañas son
cafés o rojas. Se usan estos colores para indicar la altura del terreno. No son los colores reales
que ves en tu país; son colores falsos que contienen mucha información.
Con las imágenes de ALMA, se hace más o menos lo
mismo. Supón que ALMA observó una galaxia
distante en el Universo. Para cada parte de la galaxia,
los astrónomos ya saben qué tipo de onda
milimétrica se emite y en qué cantidad. Con esta
información, pueden crear un mapa de la galaxia con
colores falsos.
Para las ondas milimétricas más largas, se usan
tonalidades rojas, mientras que las ondas milimétricas un poco más cortas se colorean en
naranja, amarillo y verde. Las ondas milimétricas más cortas de todas se representan en
tonalidades azules. Si las ondas son muy tenues, se usan tonalidades oscuras, mientras que
una zona que emite muchas ondas milimétricas se representa en tonalidades claras. El
resultado es una imagen hermosamente colorida de la galaxia. ¡Pero no son colores reales!
Claro está, los astrónomos buscan cotejar las imágenes de ALMA con fotografías reales de las
galaxias para saber qué partes de las galaxias emiten muchas ondas milimétricas y que parte
son oscuras, incluso para ALMA. Para hacer este cotejamiento, muchas veces se combina la
imagen en colores falsos de ALMA con una fotografía de la luz visible tomada por un telescopio
de grandes proporciones situado en la Tierra o con el telescopio espacial Hubble.
Es imposible reflejar directamente en una fotografía las ondas de radio captadas por los
radiotelescopios, tal como se haría con una cámara fotográfica. Por eso, los astrónomos
colorean sus imágenes de radio con colores “visibles” para nosotros.
Por cuatros siglos, telescopios de todo tipo nos han deleitado con imágenes del Universo que
intrigan y sorprenden. Hemos conocido explosiones de estrellas, nacimiento de planetas y
muchos otros objetos y fenómenos. Con ALMA está apareciendo la misteriosa luminosidad del
Universo más frío y oculto. Podemos contemplar con vívida claridad lo que nadie ha visto.
Espectro electromagnético
El espectro electromagnético es la distribución de las energías del conjunto de las ondas
electromagnéticas. Este se extiende desde la radiación de menor longitud de onda -como
los rayos gamma y los rayos X, pasando por la ultravioleta, la luz visible y los rayos
infrarrojos- hasta las ondas electromagnéticas de mayor longitud de onda: las ondas de
radio.
Los procesos físicos que ocurren en el Universo emiten radiación electromagnética que puede
ser captada usando diferentes instrumentos. Para captar algo similar a lo que ven nuestros ojos
(luz visible) se usan los telescopios ópticos; para captar rayos gamma se usan los telescopios
espaciales (no se pueden observar en la Tierra porque la atmósfera las bloquea para
protegernos de su alta energía); y, finalmente, para captar ondas de radio se utilizan los
radiotelescopios.
Como podemos observar en las imágenes, un mismo objeto -en este caso la Galaxia Centaurus
A- puede verse de distintas formas dependiendo de las ondas que observemos. Al incluir
información de distintos instrumentos se logra tener una imagen mucho más completa de lo
que se observa.
Nuestros ojos pueden captar una pequeña porción del espectro electromagnético,
correspondiente a la luz visible. El Universo emite luz cubriendo todo el espectro recién
descrito, desde las ondas de radio hasta los rayos gamma. De esta forma los estudios realizados
en cada porción del espectro contribuyen al conocimiento del Universo.
Gracias a ALMA, que observa la porción de ondas de
radio en longitudes de onda milimétricas y
submilimétricas (que se encuentran entre las ondas
del infrarrojo lejano y las ondas de radio) podemos
cumplir el sueño de abrir una nueva veta de
exploración del Universo en alta resolución. Se trata
de un tipo de investigación clave para la astronomía
del futuro.

Con el conocimiento que tienen ahora los científicos y astrónomos acerca de la radiación
electromagnética, no solo construyen radiotelescopios que recogen las ondas de radio
provenientes de los cuerpos celestes del universo conocido, sino que también construyen
telescopios que captan los rayos x, rayos gamma, infrarrojos, ultravioleta además de las
microondas. Con esta información construyen una visión jamás antes vista de las maravillas del
universo. Algunos de los telescopios que recogen estos tipos de radiación son:

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