Iii Sesion
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Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre
los espíritus inmundos. Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente
bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto, sino que calzasen sandalias, y no vistiesen
dos túnicas. Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que
salgáis de aquel lugar. Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y
sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo
que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que
para aquella ciudad. Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban
fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los presbíteros de la iglesia, y oren por él,
ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.
Aquí se ve:
El Rito: enfermos, presbíteros, ungir; y,
Los Efectos: salvar (en sentido amplio, sanar, salvar), lo levantará se traduce por aliviar
confortar, y perdonar los pecados.
La Iglesia ha resumido esta historia diciendo que el sacramento de la unción fue instituido
por Cristo (sanando enfermos), insinuado por Marcos, y promulgado por Santiago.
1514 La Unción de los enfermos "no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto
de morir. Por eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel empieza a
estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez"
1515 Si un enfermo que recibió la unción recupera la salud, puede, en caso de nueva
enfermedad grave, recibir de nuevo este sacramento. En el curso de la misma enfermedad,
el sacramento puede ser reiterado si la enfermedad se agrava. Es apropiado recibir la
Unción de los enfermos antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a
las personas de edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan.
En los aspectos pastorales nos podríamos ahora detener en una adecuada pastoral de
enfermos -cada vez más necesaria por la longevidad que experimentamos- y dentro de ésta
el momento de la unción.
Existe todavía en muchos lugares un temor a llamar al sacerdote, pues la unción vine
identificada con la extremaunción o sea ya con el momento de la muerte: parecería que el
sacerdote es el causante de la muerte en el imaginario de muchas personas. Y se le tema,
cuando deberías llamársele a tiempo cuando, en lo posible, el enfermo pueda recibirla en
estado de lucidez y confesar previamente sus pecados. En el llamado rito continuo se
administra primero la confesión, luego la unción y finalmente el viatico.
Una adecuada pastoral de enfermos, en la que también pueden participar laicos, incluye la
visita la enfermo, una adecuada catequesis acerca del sentido de la enfermedad y de la
muerte. El fiel bautizado por su sacerdocio común puede ofreces víctimas espirituales (y en
este caso sensibles, su enfermedad) por los pecados de todo el mundo, unirse a la pasión de
Jesucristo y vivificar con su dolor a todo el cuerpo de la Iglesia: como dice S. Pablo: sufro
en mi carne lo que le falta a la Pasión de Cristo en favor de su cuerpo que es la Iglesia.
En estas visitas se puede rezar por y con el enfermo, confortarlo y acompañarlo: muy
necesaria hoy en día cuando la eutanasia cunde en la mentalidad de muchos y
frecuentemente la desean por la soledad más que por el dolor.
La Unción se practica con el óleo bendecido por el obispo el jueves santo, llamado oleo d
ellos enfermos (distinto del santo crisma que se usa para la confirmación), aplicándolo a la
frente y manos del enfermo haciendo en ellas la señal de la cruz y diciendo una sola vez:
POR ESTA SANTA UNCIÓN Y POR SU BONDADOSA MISERICORDIA, TE AYUDE
EL SEÑOR CON LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO, PARA QUE, LIBRE DE TUS
PECADOS, TE CONCEDA LA SALVACIÓN Y TE CONFORTE EN TU
ENFERMEDAD.»
Hagamos notar que como en todo sacramento está presente no solo el sujeto y el sacerdote,
el signo sacramental, la gracias, sino el Espíritu Santo y la Iglesia. Toda ella mediante la
comunión de los santos está junto al enfermo para ayudarlo y al moribundo especialmente.
Y él está unido a toda la Iglesia para ayudarla con sus dolores a ser más santa. Esto se hace
ms visible si la familia compaña el rito de la unción ya sea en la casa o en el hospital.
Las otras alianzas que Dios va restaurando -cada vez que el hombre rompe con
Dios, Éste lo busca de nuevo, para preparar la alianza nueva y eterna en Jesucristo. Esas
son: la alianza llamada proto evangelio después del pecado, la de Noé, la de Abraham, la de
Moisés, la de los variados profetas, la de David y finalmente la de Jesucristo. Ocurren en
los montes: Edén, Ararat, Moria, Sinaí, Carmelo, Sion y finalmente el monte Calvario.
Alianza en hebreo se dice BERIT.
La misericordia: a través de esta historia se va revelando la misericordia de Dios. El
término bíblico es RAHAMIN/ RAHUM, que hace referencia al seno materno, a las
entrañas. Como una madre se apiada por su hijo así Dios tiene misericordia de nosotros.
b) La conversión
Es la misericordia como don la que provoca en el hombre la conversión del corazón, es
la llamada del Amor que hace que el hombre responda con el arrepentimiento. La palabra
hebrea es SHUB y hace referencia tanto a un sentido físico cambiar de ruta, volver a
rehacer el camino, como aun sentido interior, cambiar el corazón, las disposiciones.
La llamada a la conversión es el gran ministerio de los profetas: han roto las relaciones
con Dios, han quebrantado la alianza, han dejado de lado la ley, hay que convertirse y
volver a vivirla.
La penitencia: fruto de la conversión, o señal de ella, es la penitencia: en la historia de
Israel tenemos tres tipos de penitencia, la misma circuncisión, aunque era el ingreso al
pueblo tenía un carácter penitencial por el derramamiento de sangre o el dolor. Así se va a ir
preparando el derramamiento de sangre del Único que puede borrar realmente los pecados,
Jesucristo. La sangre es signo de vida, es ofrecer algo de la vida a Dios.
Luego están los múltiples sacrificios u ofrendas de victimas animales, derramando su
sangre y finalmente el gran día de la Expiación o Yom Kippur en la que el sumo sacerdote
entraba en el santuario (sancta Sanctorum) para ofrecer reparación por todos los pecados
del pueblo.
La secuencia de eventos para entender el marco en el que se dará el sacramento de la
Penitencia es: Alianza, pecado, misericordia, conversión y penitencia.
2.2. Jesucristo y la nueva alianza.
Jesús vine a establecer la definitiva alianza de Dios con la humanidad. En el monte
calvario, derramando su sangre. El pecado viene ahora expresado con la palabra griega
HAMARTIA, errar en el blanco, desviarse del camino, fallar, pero que en el lenguaje de
San Pablo y de San Juan (ANOMIA) significa como una fuerza contraria a la fuerza de vida
de Dios, del amor de Dios, del E. Santo, que domina al hombre, como Satanás que lo
domina y lo hace esclavo. Será principalmente la ausencia de Espíritu, la muerte del alma,
el rechazo del amor, de la comunión con Dios.
Pecado de muerte y no de muerte: ya el levítico hablaba de pecados de muerte que
merecían la pena de muerte y la exclusión del pueblo y otros que no y podían ser expiados
con sacrificios reparatorios. San Juan también nos habla de pecado de muerte que matan el
alma, rompen totalmente la comunión Dios y pecado no de muerte. A la luz de estos textos
y de la experiencia humana, San Agustín ya habla de pecado leves o veniales y lo letales o
mortífera crimina, los pecados graves. Unos conlleven solo pena temporal y los otros, pena
eterna.
Frente e a toda esta dura realidad del pecado humano, Jesucristo nos llama a la
conversión.
a) La metanoia en el N. Testamento
La voz SHUB es ahora traducida por METANOIA, conversión, cambio de mente,
arrepentimiento. Lo hace San Juan Bautista y después con una fuerza y sentido totalmente
nuevos el mismo Jesucristo., que se presenta a sí mismo como Mesías, pero no como Rey
sino como el Siervo doliente que carga con los pecados de todos
El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios está al llegar: convertíos y creed en el
Evangelio
La nueva alianza y el pecado
Cristo llama a la conversión: la metanoia a la que llama Jesús es un don, un don de
la misericordia de Dios. Una llamada de Dios, un don provocado no tanto por el temor
(como en los profetas y todavía en Juan Bautista) sino por el amor.
Entonces si es un nuevo don, la clave será la revelación de la misericordia del Padre
a) Jesús se solidariza con la suerte del hombre, asumiendo en todo su condición
(menos el pecado). Vive y sufre con el género humano. Vive como un gran don de
Dios a la humanidad
b) Jesús acoge al pecado, son innumerables escenas del evangelio: la mujer adultera,
Zaqueo, el buen ladrón, Leví, la mujer pecadora,
c) Y además perdona los pecados como al paralitico de Cafarnaúm, la mujer pecadora,
la adúltera, etc.
d) Jesús finalmente revela la misericordia del Padre, especialmente en las llamadas
parábolas de la misericordia, oveja perdida, dracma perdida y el hijo pródigo.
La confesión frecuente
El Catecismo enseña que “sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los
pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la Iglesia (cfr. Concilio de
Trento: DS 1680; CIC c. 988, §2). En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales
ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por
Cristo, a progresar en la vida del Espíritu” (n. 1458).
Es lo que suele denominarse “confesión frecuente” en la literatura espiritual (vid.
Benedikt Baur, La confesión frecuente), sin que se especifique la magnitud de la frecuencia
―semanal, quincenal, mensual, etc.―, que sería la adecuada para cada alma en particular.
En las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia pueden encontrarse algunas
afirmaciones sobre la confesión frecuente y los beneficios que reporta al cristiano que la
practica con buenas disposiciones. Por ejemplo:
a) Pío XII, en la Encíclica Mystici Corporis (29-VI-1943) afirmó que “el piadoso
uso de la confesión frecuente, introducido por la Iglesia no sin una inspiración del Espíritu
Santo, (…) aumenta el justo conocimiento propio, crece la humildad cristiana, se
desarraigan las malas costumbres, se hace frente a la tibieza e indolencia espiritual, se
purifica la conciencia, se robustece la voluntad, se lleva a cabo la saludable dirección de las
conciencias y aumenta la gracia en virtud del sacramento”.
b) Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Reconciliatio et paenitentia (2-XII-
1984), escribió: “Aun sabiendo y enseñando que los pecados veniales son perdonados
también de otros modos —piénsese en los actos de dolor, en las obras de caridad, en la
oración, en los ritos penitenciales—, la Iglesia no cesa de recordar a todos la riqueza
singular del momento sacramental también con referencia a tales pecados. El recurso
frecuente al Sacramento —al que están obligadas algunas categorías de fieles— refuerza la
conciencia de que también los pecados menores ofenden a Dios y dañan a la Iglesia,
Cuerpo de Cristo, y su celebración es para ellos «la ocasión y el estímulo para conformarse
más íntimamente a Cristo y a hacerse más dóciles a la voz del Espíritu» (Ordo
Paenitentiae, 7b). Sobre todo hay que subrayar el hecho de que la gracia propia de la
celebración sacramental tiene una gran virtud terapéutica y contribuye a quitar las raíces
mismas del pecado” (n. 32).
La práctica de la confesión frecuente: Contrición y examen.
Tanto para la confesión de los pecados mortales como para la de los veniales y otras
faltas, es condición imprescindible la contrición, que “es «un dolor del alma y una
detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar» (Conc. de
Trento, Doctrina sobre el sacramento de la Penitencia, c. 4: DS 1676)” (Catecismo, n.
1451).
Se trata de un dolor de carácter sobrenatural ―tanto en la llamada contrición
perfecta como en la imperfecta (Catecismo, nn. 1452-1453) ―, que conlleva el deseo
también sobrenatural de solicitar el perdón y la ayuda divina a través del sacramento de la
Penitencia. Este dolor sobrenatural puede tener un reflejo en la sensibilidad humana o no
tenerlo, según las particularidades del penitente, en forma de deseo o incluso de rechazo,
que se presentan de muy diversos modos según cada persona y sus circunstancias. Este
reflejo en la sensibilidad humana ni aumenta ni disminuye el dolor sobrenatural: es este
último el que rige el comportamiento del cristiano para acercarse a recibir el sacramento de
la Penitencia. Aun sintiendo en sí mismo el deseo o la falta de él en su sensibilidad humana
―por vergüenza, por la sensación de rutina, de no encontrar materia en el examen, de que
son siempre los mismo pecados y faltas, etc.―, el penitente se mueve por la fe y el amor a
Dios para acercarse al sacramento, sin dejarse frenar por las sensaciones humanas.
Un buen examen de conciencia es, junto a la gracia de Dios, un medio
imprescindible para que el cristiano vaya descubriendo lo que hay en él y en sus obras que
no se corresponde con su vocación de hijo de Dios en Cristo, llamado a la santidad. “Si
luchas de verdad, necesitas hacer examen de conciencia. Cuida el examen diario: mira si
sientes dolor de Amor, porque no tratas a Nuestro Señor como debieras” (Surco, n. 142). El
examen de conciencia conduce a la finura de alma y con ella a la casi necesidad para el
alma enamorada de acudir a Jesús en busca de su perdón y de su ayuda mediante la
confesión frecuente.