Lecturas Ebau Habitaciones Separadas

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Lecturas Ebau habitaciones separadas

Habitaciones separadas

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Habitaciones separadas poema a poema

El título nos sitúa en un plano analítico y reflexivo. Por un lado, el


sustantivo “razones”, lleva implícita la intención d examinar el "camino"
del poeta. Por otro lado, el término "viajero" tiene un valor simbólico
cargado de connotaciones literarias (intertextualidad con Jorge
Manrique, Antonio Machado...) En este caso, se trata de un viajero
solitario que va de ciudad en ciudad sin hacer nada o muy poco; un
hombre vencido y derrotado que parece huir de sí mismo para
encontrase; un hombre herido por el amor (“Una vez dijo amor. Se
poblaron sus labios de ceniza”) y por una realidad que le negó el futuro
por el que había apostado. (“Dijo mañana […] y sólo tuvo sombras que
apretar en la mano") y que, probablemente, actuó como detonante de esa
huida hacia sí mismo (“Sus huellas tienen hoy las quemaduras de los
sueños vacíos”), como punto de inflexión en la vida del yo poético que
"debe aprender a vivir en otra edad/ en otro tiempo / en otro amor"). En
estos tres versos se articula la organización estructural del poemario
(Explic.)

Esta reflexión se plantea desde una distancia crítica ("desapegado de las


cosas") que permite al yo poético enfrentarse con su conciencia y sus
fantasmas utilizando el filtro de la 3ª persona. El autor proyecta su
intimidad en un personaje, el “viajero”, lo que le permite expresar sus
inquietudes desde una perspectiva aparentemente más objetiva.

Dos palabras resuenan en la composición: "Soledad y libertad”. La


primera explica la condición del poeta: "Está solo". La segunda es quizás
lo único positivo que ha obtenido de su viaje, pero, al mismo tiempo se
trata de una libertad teñida de melancolía, ya que su destino, si es que
hay destino para ese viaje, es un tiempo de “habitaciones separadas”.

EN OTRA EDAD

Fotografías veladas por la lluvia

Poema de tono melancólico ("lo recuerdo"). Las "fotografías" a las que


alude el título se materializan en un doble escenario geográfico y
temporal. El topónimo “Genil "nos sitúa en la Granada natal del autor,
mientras que el tiempo queda más o menos precisado en el primer verso:
“los merenderos de septiembre”, postrimerías de un verano inconcreto,
que puede ser cualquier verano y el verano de cualquiera. A partir de
este verano sobre el que casi se precipita ya el otoño, se organiza un
discurso que entrelaza la descripción de unos territorios reales y
emblemáticos que circunscriben la historia privada del autor y la
meditación existencial y nostálgica. En este sentido, los escenarios
reales (“merendero”, “noches de calor”, “noches de alcohol”, “Paseo de
la Bomba, 18”) evocan distintas etapas en la vida del autor: la infancia, la
adolescencia y la presente de un adulto que busca certezas en el buceo
incierto entre los recuerdos. Estos momentos de la trayectoria vital del
yo poético se presentan de forma dislocada, sin seguir un orden
cronológico. Con cuidadoso esmero, Montero consigue crear la impresión
de que transcribe los recuerdos según acuden a su memoria, como si se
tratase de un monólogo interior. Este rasgo responde a una de las formas
de composición características de este autor.

Otro rasgo organizativo y estilístico propio del poeta que aparece de


manera clara en este poema es el uso de versos sentenciosos, como si
se tratara de aforismos (“Los pecados del tiempo son pecados
mortales”). No se trata de simples adornos con una finalidad efectista,
sino que resultan claves en la presentación de los recuerdos y
reflexiones superpuestas.

En definitiva, este poema nos muestra el impacto del pasado impreciso


que invita a una reflexión existencial que se revela como fuente de
conocimiento y que aporta, en ocasiones, un consuelo doloroso (“La
leyenda arruinada del nosotros más puro/ una memoria de la felicidad/
que duele.”) condicionado por una realidad incuestionable para Montero:
“Se ama solamente lo que envejece”.

Unas cartas de amor

Mirada retrospectiva sobre el mundo familiar. En él subyace una especial


búsqueda de sus orígenes.

Se trata de un poema biográfico que se sitúa de forma muy precisa en el


tiempo, entre noviembre y diciembre de 1957, un año antes del
nacimiento de Montero. En su origen está la curiosidad infantil o
adolescente por leer unas cartas que duermen en un cajón: sus padres,
recién casados, deben separarse a causa de una extraña guerra colonial,
la de Sidi Infi, silenciada entonces por los medios de comunicación del
régimen franquista.

El escenario que se presenta en las dos primeras estrofas establece una


continuidad en el tiempo; nada parece haber cambiado. En este sentido,
cabe señalar que el enfoque del poeta se proyecta hacia un pasado
inmediatamente anterior (“y es el mismo amarillo de un noviembre que yo
conocí); hacia una geografía próxima que favorece el reconocimiento.

Los objetos que envejecen forman parte de ese pasado que no es ajeno y
que se interioriza igual que una ciudad (“barrio antiguo/nobleza/entre
vulgares edificios sórdidos...) trazando así una clara conexión con los
versos que cierran el poema anterior: “Nos duele envejecer, pero
resulta/más difícil aún/comprender que ama solamente/aquello que
envejece”.

Preocupado por matizar los sentimientos que afectan al ámbito familiar,


el poeta establece la distancia necesaria para unir el pasado y el
presente en una dimensión histórica: “Yo puedo regresar hasta
vosotros, / porque se crece siempre en busca del pasado”.

Después formula una pregunta clase: "¿Pero, cómo se vive la humillación


del tiempo?". El tiempo ha cambiado a los protagonistas, pero también al
poeta que está tomando conciencia de “vivir en otra edad”.

Por último, los versos finales revelan el peligro de las relaciones


amorosas idealizadas, el espejismo de los primeros momentos y se
decantan por los finales dignos: “En vosotros aprendo que la vida tiene
menos que ver con los principios que con la dignidad de los finales”.

Nuestra noche

El poeta rememora las noches de amistad, camaradería, de alcohol y


confesiones.

Desde el primer verso, de reminiscencias becquerianas, Montero aspira a


encontrar en la poesía la esencia de aquellas noches entre amigos, de
aquellas noches de confianza y de intimidad. Si la Una búsqueda que
prosigue con otra intertextualidad: "Escribir, por ejemplo, puedo
cerrarlos ojos..."; verso que señala al poeta chileno Pablo Neruda y con el
que García Montero carga de nostalgia la composición.

La noche se presenta como el contexto idóneo para esa relación afectiva


en la que todo los invitados saben lo que el otro es y así, por ejemplo,
conocen “lo que bebe cada uno”.

Reincidir es imposible. El poeta lo sabe, por ello, grita por una noche
eterna. Sólo el recuerdo se eterniza. Lo demás se mueve, cambia, se
corroe, se difumina, se acaba, se transforma, se va. El recuerdo lo
complementa, pero siempre es dolor. Por ello llega el poema. Porque el
dolor es siempre insatisfacción y la insatisfacción siempre será materia
prima de la poesía.

El final del texto es el resultado de ese deseo de perennizarse en el


tiempo. Tanto el poeta como los habitantes de este poema: los que
hicieron esa noche inolvidable.

Enero

El título tiene una fuerte carga simbólica. “Enero” es el primer mes del
año. El mes de los nuevos propósitos que anuncian cambios y la
intención de una nueva vida. El yo poético se encuentra en un momento
de inflexión. Toma conciencia de lo que ha sido y de lo que es o empieza
a ser.

El sentido del poema conecta con el espíritu que cruza el poemario. El


poeta ya no es el mismo, el de sus libros anteriores y es consciente de
ello. Ese reconocimiento se proyecta sobre el paisaje urbano, aquel que
le “hizo”, pero donde ya no encuentra acomodo. Él, que se forjó en la
España de la dictadura y la transición (“edificios que guardan en sus
ojos/órdenes de silencio”) tiene ante él la misma ciudad, pero con formas
muy distintas.

Se interroga “¿Dónde estoy?". En una nueva realidad que ya no es la


historia de su juventud; una historia que son "recuerdos heridos" y que
avanza hacia una nueva etapa que simboliza con un nuevo icono: “¿Y por
dónde corre el coche que acabo de comprarme?”. Es la dictadura del
mercado.

Ciudad

El viajero sigue caminando por su ciudad “no tuve más remedio que
seguirla”. Recuerda lo que ésta significaba para él cuando era joven, una
ciudad acogedora “la ciudad nos llama” y humana “conversaciones de
palabras lentas”. En la actualidad “pero de pronto…” la ciudad ya no va
con él, “va con ellos” con los jóvenes, y ya no es una ciudad acogedora ni
humana “tiene prisa”.

Tiene que aprender a adaptarse a los cambios, a “cómo ladran ahora los
fantasmas del tiempo y la poesía”.

Los viajes

En este poema, García Montero consigue una forma de reconciliación con


lo que el viaje tiene de peligrosa caída en el precipicio de la soledad,
porque el que viaja deja atrás su casa, sus amigos, sus amores, su
identidad. Viajar tiene dureza y tiene melancolía. El que viaja quiere
regresar y quiere traer regalos: “Junto a la ropa sucia el papel de regalo”.
El que viaja siempre a lo desconocido. En este poema, parece que el
poeta firma la paz con esa etapa de su pasado, tal vez donde ocurrieron
los actos más oscuros de una vida. Así lo sugiere el final del poema:
“color de mi silencio, mi camino”.

El paisaje cotidiano se redescubre en los viajes. La distancia, tan


presente en la composición, permite recuperar el color de esos objetos
cotidianos que pierden algo de brillo en la proximidad, pero que cobran
una voz y una luz en la lejanía. La evocación y la nostalgia los hacen más
verdaderos, más necesarios. Por eso, el que viaja siempre desea
regresar.

Cuando viajamos, algo de nuestra casa se va con nosotros a los viajes y


algo de nuestros temores y de nuestra tristeza se queda en “las llamadas
a cobro revertido”, “las direcciones anotadas en periódicos” y en “el
color de los escaparates”.

Todo poema también es un viaje. Y en este, García Montero deja


constancia de que el paisaje del poeta no es el idealismo, sino su vida
diaria, su mundo de todos los días, con sus asuntos y sus rituales.

Escala en Barajas

Es un ejemplo de poesía social, una poesía a ras de suelo, que no aparta


la mirada de esa realidad menos agradable. La secuencia se repite en el
aeropuerto de cualquier ciudad: personas de un lado para otro, con la
atención robada por las pantallas y los billetes donde se especifica la
hora y puerta de embarque. Un cruce de caminos; un cruce de vidas y de
destinos. De pronto, irrumpe un personaje, un hombre que pide dinero
para el taxi y esgrime que le han robado el equipaje: “Esto me cuenta”.
Montero no dice nada más, pero con esas tres palabras consigue trazar
el dibujo de un drogodependiente que representa esa parte marginal de
nuestra sociedad para la cual los únicos paraísos posibles son siempre
artificiales: "...se aleja/en busca de su isla/donde química y muerte
resultan naturales/y las altas palmeras son de plástico."

EN OTRO AMOR

Dedicatoria

Es un poema de despedida en el que esta no se produce con despecho. Al


contrario, aquí quien se despide parece proponer casi un reencuentro,
aunque sin ocultar que el reencuentro difícilmente llegará a producirse.
Puede ofrecer tan sólo su ternura, sus buenos deseos, quizás en las
últimas horas o momentos de un amor que ya nació amenazado por la
separación. Estos cuatro versos contienen el impulso bondadoso del
amante, un impulso que consigue convertir la fascinación de la mirada en
una presencia cuando la vida la haga necesaria.

La brevedad del poema golpea al lector, le provoca una conmoción


inmediata, ya no sólo por la identificación, sino porque se emplean las
palabras justas y un orden preciso para empatizar con el lector, que no
puede hacer nada para no conmoverse.

“Si la vida alguna vez te maltrata”: este endecasílabo advierte de algo


inevitable. El uso del condicional suaviza el tono sentencioso, pero la
realidad es que nada se podrá hacer para evitar ese dolor inherente al
hecho de estar vivo. Ante esa realidad, un salvavidas “acuérdate de
mí/que no puede cansarse de esperar/ aquel que no se cansa de mirarte".

Canción de brujería
En este poema encontramos tres de los motivos fundamentales de la
poesía de García Montero: la amistad, la noche y el amor. El primer verso
anuncia los dos primeros: “Señor compañero, señor de la noche”. A partir
de ahí, el amor irrumpe con el rostro y los ojos de una misteriosa mujer
por la que vale la pena empezar a medir el tiempo según su voluntad: “El
tiempo que ella tarde en decidirse”

La anécdota transciende hasta convertirse en algo universal. Todos


estamos en ese barm todos esperamos que se acerque a nosotros y que
pregunte nuestro nombre.

Life vest under your seat

En los versos de este poema se condensan los rasgos estéticos más


reconocibles de las dos primeras décadas en la obra de García Montero.
Se combinan aquí la pulsión lírica y el diseño narrativo, experimentación
formal y dicción clásica.

En “Life vest under your seat” asistimos a la recreación de un motivo


tradicional en un marco contemporáneo: la despedida de los amantes,
que, en este caso, se produce a 12000 pies de altura y a 900 km/h.

A través de un peculiar dispositivo estructural, las instrucciones de la


azafata van impregnándose de connotaciones afectivas y convirtiéndose
en el intertexto de una crónica sentimental.

Además de la evocación del lance amoroso, hay otras muchas cosas en


el poema: una tarjeta de embarque, cuatro ventanillas de emergencia y el
Skyline de Nueva York, en cuyo tejido se dan cita las contradicciones de
la condición urbana. La ciudad cómplice que aparece aquí es una
cartografía del deseo, un paisaje anímico donde confluyen los
rascacielos, los acordes del piano del Bar Andalucía y las torres de
Manhattan. Estos ingredientes se confabulan para provocar un efecto de
reconocimiento que mezcla la sugerencia con la experiencia y la realidad
con el realismo.

Deconstrucción del poema: El propio García Montero desvelaba en una


entrevista la impostura del pacto autobiográfico. No existió historia de
amor, sino una simple relación de amistad. El encuentro no fue en Nueva
York, sino en Alburquerque (Nuevo México), un territorio que carece de la
densidad miológica de la Gran Manzana. Y, finalmente, el collage estaría
inspirado en un modelo neoclásico: la “Epístola heroica de Jovino a sus
amigos de Sevilla”, donde el alter ego de Jovellanos se despide de la
ciudad.

En definitiva, este poema compendia las características más


reconocibles de Habitaciones separadas: la fusión de clasicismo y
modernidad, la defensa de una narratividad fragmentaria y la
reivindicación de la ternura como forma de rebeldía.

Octubre
El puerto, el hotel, los buques anclados en un mar de calma metafísica,
sugieren un estado de tránsito y de contemplación en el sujeto poético,
un estado de nostálgica clausura. Es el octubre del amor, de la memoria
de aquello preterido que se deja a la espalda., “en el otro país" y ese
paso que quizás anuncie nuevas revelaciones. El atardecer del amor se
consigna con meditativa desafección. Ese juego de espejos lo es también
de miradas, miradas extinguidas entre la “niebla” y “distancia”.
Transmite el poema la impresión de un olvido sereno, potenciado su
sentido por el lenguaje: “quietud”, “triste”, “atardece”, “cerrado”,
“silencio”. “Octubre” es ese tránsito que media entre lo que sella la tarde
y lo que habrá de llegar mañana.

Un amor difícil

La situación de partida no está clara: ¿Amor no correspondido?


¿Abandono? ¿Amor a primera vista a una, todavía, desconocida? No se
sabe y no importa, porque el común de todas esas hipotéticas
situaciones es la desolación. La desolación se proyecta en la grisura del
escenario y en un viento. Que es elemento destructor. Tres ráfagas de
viento aparecen en el texto. La primera: "el viento/ pensó que era piedra/
y quiso con mi cuerpo destruirse". En la segunda, sentencia que “cuando
el viento quiere destruirse/ me busca por la puerta de tu casa”. Y, en la
tercera, en la última estrofa, el viento se convierte en el interlocutor del
poema: “Yo le repito al viento...”

En cuanto al desarrollo argumental, como en tantos poemas de García


Montero, hay un relato, una historia. En este caso la búsqueda del poeta
acaba de forma infructuosa y con dolor.

El paisaje es urbano: calles, bares, estaciones, barrios; una geografía


urbana con la que expresa la búsqueda y la ausencia, el recuerdo y el
dolor.

El tono del poema es coloquial. El poeta habla sin estridencia, con tono
quedo, seguro de que su dolor no necesita énfasis.

Por último, la influencia de Pedro Salinas ni se reduce al epígrafe que


encabeza el poema, sino que se observa también en el uso alterno de
heptasílabos y endecasílabos. También encontramos ecos de Ángel
González en la enumeración de lugares en los que el poeta busca el
rostro de su enamorada, que parecen una confirmación del "Inventario de
lugares propicios para el amor”.

Garcilaso 1991

El verso décimo del Soneto V de Garcilaso de la Vega se convierte en el


verso inicial de este poema. García Montero va sustituyendo las
circunstancias de la poética del Renacimiento por las de nuestra época,
pero señaladamente, adopta otras formas y otro lenguaje: ya el verso que
le sucede al del soneto de Garcilaso es un heptasílabo.
García Montero mediante el contraste entre esas dos épocas, la de
Garcilaso y la nuestra, pretende lograr una visión de la poesía como una
criatura capaz de ir por la calle, por nuestras calles.

Durante todo el poema seguimos a un profesor (“preparando la clase de


mañana”) ¿enamorado de una alumna?, no a un caballero de la corte
renacentista; no asistimos a batallas con armadura, sino a bombardeos
televisados a civiles (“Junto a Bagdad herido por el fuego”); no
presenciamos declaraciones de amor eterno, sino temores sobre la
naturaleza de un amor muy frágil; y, por último, la enamorada no aparece
endiosada: “te imagino/ en la ciudad, tu coche, tus vaqueros, / la ley de
tus edades y tengo miedo de quererte en falso”.

Destaca el verso “la ley de tus edades”, que nos da la juventud de la


amada y nos permite intuir el amor del que trata el poema.

Las menciones a 1991 en el título y de Bagdad incendiada nos sitúan en


la Guerra del Golfo, pero el topónimo también remite a una historia más
antigua: Las mil y una noches.

La última estrofa del poema vincula la poesía con la vida. Esta y aquella
son indisociables y las transformaciones que se producen en una
encuentra su reflejo en la otra. Por eso la poesía ajusta su expresión a
los nuevos tiempos.

Aunque tú no lo sepas

El amante de “Aunque tú no lo sepas" es un amante de los amares


imposibles. Memoria de un ensueño, evocación de aquello que pudo ser y
se escapó en la noche de un bar, este poema nos sumerge en el mundo
de aquello que está siempre pudiendo ser y se escapa a la vuelta de la
esquina y vuelve a aparecer con un brillo enigmático cuando menos lo
esperamos. La corporeidad de lo imaginado y lo pensado en un asunto
recurrente en la poesía de García Montero.

“Iluminando esa parte de ti que no conoces”: El amor es inseparable de


esa mirada sombría que descubre en el otro la parte que el otro ignora de
sí. Amamos en el otro, sobre todo, su falta de conciencia sobre sí mismo.
Por eso, en el fondo de todo amor subyacen las palabras que son título y
estribillo de este poema: “Aunque tú no lo sepas".

El amante es un testigo invisible de una vida que lo tiene deslumbrado,


impotente, reducido a una sombra. No inventa nada, sólo recuerda lo
vivido y le da un énfasis que le otorga un realce alucinante: "como la luz
de un sueño". Mientras, el ser amado nada conoce, nada recuerda y se
limita a vivir y, por ser vivo y real, es inalcanzable. Como lo sugieren los
versos que cierran el poema: Así he vivido yo, como la luz de un
sueño/que no recuerdas cuando te despiertas”. Sólo se ama velando el
sueño del otro, ese otro que sólo es amado en la medida que nos ignora,
porque despierta siempre en otra vida, la verdadera vida.
Tantas veces el mundo

Narra el encuentro del yo poético con una estudiante de español en


Alburquerque. El texto informa que los padres de esta chica se
separaron, que ella vivió con su padre en París hasta que cumplió los 18
años y que, entonces, pudo reunirse con su madre en Dakota del Sur.
También nos da a entender que esta estudiante no tiene una buena
situación económica, ya que alquila un apartamento por 400 dólares y
tiene un coche viejo. Incluso nos da un detalle físico que evoca una vida
difícil: "una pequeña cicatriz". Pero la narración realista, basada
ciertamente en la experiencia, tiene un marco que hace que, en última
instancia, el poema rebase los linderos del realismo y se adentre en la
escritura dialógica: "ella contó su vida/como quien tiene un árbol a un
lado del camino".

Mujeres

El poema nos sitúa desde el principio en un lugar cotidiano, un espacio


ciudadano y común: una mañana cualquiera en un suburbio de una ciudad
indeterminada, Una ciudad que despierta mientras la gente camina hacia
sus lugares de trabajo y espera el autobús que cada día le lleva a sus
ocupaciones.

Ya en el autobús, aparecen las mujeres. Primero las de todos los días, las
que van a trabajar: “con los ojos de sueño” y “sin brillo”. Una visión de la
mujer que se contrapone de inmediato con las mujeres fantásticas que
aparecen en el anuncio de la marquesina. Después, aparece la
protagonista de la historia, junto al protagonista que la cuenta. Se trata
de la historia de una noche compartida, de un encuentro íntimo, y
también de despedida. Es precisamente esta despedida, la que lleva al
poeta al recuerdo y nos habla, entonces, de las emociones de esa noche
y del amanecer compartido con una mujer que ahora perderá de vista
para siempre: "Que tengas un buen día/que la suerte te busque/ en tu
pequeña casa pequeña y ordenada, / que la vida te trate dignamente”.

El poema, como es constante en la poesía de García Montero se


convierte en una reflexión moral. "Mujeres "nos habla desde el principio
de una determinada visión masculina sobre la mujer. Mirada de respeto
frente al desdén y desprecio que las mujeres han sufrido durante tanto
tiempo. Nos habla también de la mujer persona contraponiéndola a la
mujer objeto cosificada y utilizada como reclamo comercial. Y, por
último, tenemos a la "mujer musa", que no es una mujer inaprehensible,
sino una mujer de carne y hueso.

Afirmación
“Afirmación" de gratitud ante la vida en un tono claramente machadiano,
de lenguaje conciso y discurrir sereno. El poema nos presenta a una
pareja que, ajena a los horarios laborales, se sale del contexto urbano
para pertenecerse en exclusividad “más cerca del paisaje”, un paisaje
que se mimetiza con quienes lo ocupan. La pareja se proyecta en lo que
ve y viceversa. Nadie ni nada puede interrumpirlos ahí. Ni siquiera el
tiempo. "Afirmación" es una declaración de fe en la compañía. Así, los
amantes del poema desaparecen por ese camino para "perdernos en
nosotros mismos” porque “el mundo con todas sus ciudades/ está
siempre en el sitio donde estamos nosotros”. Es decir, los dos se bastan
vayan donde vayan.

EN OTRO TIEMPO

En llamas

Poema que vuelve los ojos al pasado marcado por la guerra y la


dictadura. Un pasado con consecuencias muy presentes (“Me persiguen
las ascuas de los enemigos”) que provocan un doloroso vacío, una herida
abierta aún que el poeta trata de suturar mediante la palabra. De este
modo, funda su realidad dentro del poema, construye un mundo que no
pudo ser en su propio tiempo al cantar “aquellas canciones que no
pueden ser cantadas”, al mostrar esas manos reales que escriben en el
presente el poema “manchadas con la sangre de las banderas aquellas”

El poeta vive en un “bosque incendiado” y en sus ojos persiste el “brillo


de unas llamas extrañas”. El campo semántico del fuego pone énfasis en
la vigencia de aquel dolor que otros sufrieron en primera persona y que el
poeta hace suyo presentándose y sintiéndose víctima presente de
aquellos verdugos del pasado.

Si nos desplazamos del plano histórico-social al cultural-literario,


podemos interpretar que García Montero canta por aquellos que fueron
privados de voz y grita el profundo vacío que la dictadura abrió en la
tradición literaria.

Historia de un teléfono

Este poema es una buena prueba de la narratividad en la poesía de


García Montero. “Historia de un teléfono" nace en medio de una noche y
es una sucesión de fragmentos, una suma de imágenes y de voces que
parecen conducirnos a un todo, pero que nunca llegan a armar el
rompecabezas completo, porque hay unas piezas que se han perdido o se
nos escatiman.

La llamada en medio de la noche es inesperada y, por eso, activa en


nosotros, cuando la recibimos, todos los resortes de alerta. En este caso,
esa llamada sirve para llevar al poeta a “la vida recordada”.
El interlocutor del poeta se da a conocer en la segunda estrofa: esa “voz
inútil y muy bebida". Sin embargo, nada queda claro: ¿es solamente la
voz de un borracho triste o es la voz que afirma de forma lapidaria “es
una roca sin árboles la vida"

La llamada nocturna ha abierto un agujero del que brotan frases


inconclusas que remiten a historias del yo poético, que rememora una
historia de amor, la comunicación entre los amantes a través del
teléfono. Entonces nos surgen las preguntas: ¿Quién habla en cada una
de esas frases? ¿Cuántos años tenían aquellos a los que unió la poesía
de Gil de Biedma? ¿De qué manera están unidad las voces?

La historia que ha motivado la llamada es la historia de otro, pero


también son las historias del poeta. Él ha sido testigo o protagonista y de
esa consciencia suya, de esa comprensión suya nace el poema: "Yo
conozco ese frío de la voz/ esa esa herida en el agua...” El pasado se
presenta, como siempre, irreversible y aparecen versos cargados de
nostalgia: “Lo que pudo existir brilla un instante/ luego deja sus sombras
marcadas para siempre. / Fue tiempo de soñar, y sim embargo/estaban ya
las cartas repartidas.” Con este final, el poema nos devuelve
abruptamente al presente y a la naturaleza implacable del tiempo.

El poder envejece

El poeta se encuentra en la calle con una pareja de presuntos amigos,


posiblemente antiguos compañeros de partido, que ahora ocupan algún
puesto en algún organismo dle poder. No sabemos cuál es el cargo,
porque lo que importa es la tremenda distancia entre el oeta que sigue
fiel a sus ideales y la pareja de amigos. De estos dos antiguos
compañeros, el peor parado en el dibujo que presenta el poeta es el
hombre, incansable en el arte de fingir amistad y de emitir señales
estereotipadas de cariño. A la mujer tampoco se le da mal lo de fingir
cariño y amistad, pero sale algo mejor parada, quizás porque el poeta
haya tenido un affaire con ella en su juventud y a la hora de presentarla,
en su mirada pesa la nostalgia de cómo era ella entonces.

No sabemos cuál de los dos dice que ha visto a Luis García Montero por
televisión, porque lo que importa es que el poeta se convierte en un
personaje más que habita el poema. Tampoco sabemos quién es el
emisor de “no vas a cambiar nunca”, porque, como decíamos antes, lo
que importa es la diferencia entre los que han traicionado sus valores y
el poeta, que no lo ha hecho.

Los versos finales del poema son la clave del mismo. La parejita se ha
eclipsado y el poeta sigue caminando por la calle. Se detiene delante de
un escaparate, ve su imagen reflejada en el cristal, marcado aún por la
melancolía del encuentro y se repite a sí mismo: “no vas a cambiar
nunca”. Lo que quiere decir que no se apeará jamás de sus creencias y
de sus convicciones.
Compañero

Combinación de alejandrinos, endecasílabos y heptasílabos que de modo


natural y con una dicción cercana y cómplice responde y pregunta,
celebre y lamenta, afirma y niega sobre la propia condición humana, es
decir, sobre sí mismo y sus compañeros de generación, con un final que
invita al compromiso con nosotros mismos y con los demás: "Puede
seguir soñando, pues también hay motivos".

Después de cinco años

Esos versos nos muestran una foto antigua: una fiesta melancólica,
muebles y conversaciones. En el cuarto, hay una palmera, pero le viene
estrecha esa geografía doméstica. Cinco años después de su llegada, la
naturaleza se ha abierto paso por sus cuatro paredes llenas de música,
libros y humo y su dueño decide liberarla. Puede ser que la palmera sea
un símbolo, una metáfora del alma del poeta que ha decidido escapar del
reducto de una maceta o de una sociedad domesticada que necesita
recobrar su antiguo instinto de selva o de desierto. Podría también
ejemplificar la fe que, según confiesa, le falta a su dueño: "No viven las
palmeras en la sierra/ pensé". Si ella es capaz de sobrevivir entre pinos,
¿no podríamos todos y cada uno de nosotros vencer el desamor o la
injusticia?

El poema podría interpretarse como una reflexión sobre todo aquello que
es distinto a lo habitual, pero que es capaz de encontrar su lugar: "Allí
sigue creciendo/en un lugar extraño, silenciosa,/ extranjera en la nieve
después de tanto tiempo.”

Intertextualidades: el verde árbol del huerto de "El viaje definitivo", de


Juan Ramón Jiménez. El olmo viejo, de Antonio Machado.

El despertar de un nómada

El título del poema sugiere dinamismo: "Despertar" anuncia un


movimiento que "nómada" ratifica".

El poema nos enfrenta a la aventura más complicada: despertar a lo que


uno es en lo mas profundo de sí mismo, despertar al ser más auténtico
que teníamos dormido, olvidado al fondo de nosotros.

El poema se divide en dos partes. En la primera, el nómada protagonista


no realiza la acción de los verbos que aparecen. Cede su puesto al coche
y a otros elementos que lo rodean o están dentro. El despertar no
traslada la placidez de elementos esperados en una alborada. Es, como
nos dice “un tiempo difícil”, como sugiere el “azul morado” del cielo. La
comparación (“la noche se deshace/ como papel de cartas en el agua de
un río") alude a un sustrato sentimental, del que está saliendo a un nuevo
estadio. En la última estrofa de esta primera parte, la luz se abre paso
entre la soledad y la muerte y conecta con los ojos del poeta. De este
modo, halla, por fin, el destino al que dirigirse fatalmente.

En la segunda parte nos situamos en un desierto. Los “cristales rotos”


nos indican el final de una historia, Pronto nos encontramos con un verso
crucial: “Yo amanezco de pronto”. Frente al pasado, se dibuja,
débilmente todavía, un horizonte. A continuación, el verbo "recuerda"
inicia un proceso de introspección, un rápido examen de conciencia:
"Poco a poco recuerdo situaciones/palabras,/ desafíos."

Frente a la inacción que muestra en la primera parte, surge ahora una


imagen del deseo que lo impulsa hacia delante: “el coche parte la
mañana/con la respiración de un animal en celo". El nómada ha
despertado ha amanecido, ha nacido a su yo más verdadero, y una
prometedora luz primaveral, que antes le sirvió de capa y abrigo, ahora
directamente le sonríe. Su meta resulta bastante pobre. No tiene nada
ante sí más que “la humilde soledad del horizonte”. Pero le impulsa ya el
motor con más caballos que existe, que nos es otro que la conquista de
su propia conciencia.

El lector

El hombre en el balcón, sentado con su libro, somos nosotros mismos


asomados a la vida que discurre bajo esa mirada privilegiada. El libro que
ese hombre lee en el momento de asomarse puede hacernos ver más allá
de la realidad que observamos y permitirnos distinguir entre la multitud
que vuelve a casa “a un loco en su caballo, /un monarca asesino/una
mujer adúltera de sueños descompuestos...”. Todos son realidades
paralelas, la que se esconde en el libro que lee el hombre sentado en el
balcón y la que en verdad regresa a casa al caer la tarde “lejos del rumor
de los talleres”. La realidad se transforma en literatura; la literatura se
confunde con la realidad.

Figura sin paisaje

El personaje de “Figura sin paisaje” es un sujeto literario plagado de


contradicciones y fuera de lugar, desencajado, escindido, en conflicto
con los amigos, con la ciudad, con la relación sentimental, con los años
que pasan y con su pasado.

No nos queda más remedio que adaptarnos a lo que hay, a lo que


tenemos, pero eso no significa que tengamos que renunciar a nuestros
sueños.

De las contradicciones que organizan el poema se desprende una


frustración que nos corroe por dentro. La figura, ese sujeto lírico, está
desprovisto de identidad, y se presenta "sin paisaje", lo que añade mayor
peso a esa situación de inestabilidad.

Ese final: “Así te va" concluye diciéndonos que vivimos como podemos,
con prisa, de un lado a otro, sin ser dueños de nuestras opiniones. Casi
como figuras o marionetas.

El insomnio de Jovellanos

El 13 de marzo de 1801, el ministro de Estado Manuel Godoy, quien es un


periodo de gobierno anterior designa a Jovellanos embajador de Rusia,
cargo que éste rechaza, ordena la detención del ilustrado asturiano y su
destierro a Mallorca. Allí guarda prisión, primero en el Monasterio de la
Real Cartuja de Jesús de Nazaret y luego en el castillo de Bellver. En
1808 es liberado, tras el motín de Aranjuez, ocurrido entre los días 17 y
19 de marzo, que dio inicio a la caída del Antiguo Régimen en España. El
poema parte de este suceso vital de Jovellanos para construir un poema
que se revela como la emoción de la reconquista de la libertad de este
hombre de ideas ante la imagen del mar.

El poema no se detiene en una muestra de gratitud hacia lo más cívico


del XVIII español. Lo que asoma en él es el desengaño del que sabe que
el sueño ilustrado se ha corrompido en favor de las "hogueras y las
supersticiones". García Montero habla a través de Jovellanos. Es el
ciudadano reflexivo del último tramo del siglo XX que busca resituarse en
el espacio de la dignidad una vez que todas las certezas se han
corrompido y la Historia es nuestro peor retrato. La Historia es un pacto
que demasiadas veces se ha firmado mal: “Vas a durar muy poco, ya lo
sé/nada más un momento/El mar nos cubrirá/pero han de ser las huellas
de hombre más feliz/un país más libre". La libertad. Ese es el acuerdo que
empuja hacia delante.

EPÍLOGO

Poética

Poema final que es una confesión con su pasado, con su historia


personal. En él confluyen los elementos que han ido apareciendo en el
poemario: el amor, las separaciones, las llanas nocturnas a horas sólo
concebibles para los amantes, el sueño ilustrado de Jovellanos... Un
arte poética en el que se nos descubren las líneas maestras de la poesía
de García Montero al tiempo que el poeta habla a su pasado.

Como comienzo y detonante, una metáfora: el río. Un río por donde


antaño corría agua y que ahora está seco. Se presenta como un lugar
anónimo donde el poeta vivió todo lo suyo, ese pasado con el que
establece un diálogo. La memoria , como en el resto de partes del libro,
vuelve a revelarse como pilar esencial del ser humano: “Y sobre el cauce
vuelan muchas tardes/ pájaros y miradas, solitarios/ rostros que se
persiguen en el agua, /. buscando un tiempo vivo y detenido, /una
memoria/en la que sujetarse”. La memoria es necesaria para seguir
viviendo. Y la palabra poética es el arma más valiosa para retener el
tiempo. La realidad puede mostrarse vacía y estéril como un "río seco",
como el "silencio" alrededor de "la casa"; sin embargo, la poesía puede
devolverle el sonido del agua, su brillo de espejo y la vida que ya no
tiene: “pájaros", "miradas", "labios jóvenes". Memoria y palabra son el
refugio del poeta. Por eso concluye su poemario así:"Yo no le debo
besos, /pero quise deberle este poema”. Son palabras de agradecimiento
al tiempo vivido, que ya fue pero todavía es.

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