Casa de Sombras STANDARD
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Casa de Sombras
Salvar un reino olvidado y convertirse en leyendas.
Copyright © 2022 by .
First edition
Foreword iii
Preface iv
1 El bosque 1
2 Ruinas 21
3 Profecía 37
4 Visión 54
5 Casa de Sombras 63
6 Elementos 79
7 Niebla 96
8 Torre 112
9 Grayson 127
10 Canalizador 143
11 Chapter 11 154
12 Chapter 12 156
13 Chapter 13 157
14 Chapter 14 159
15 Chapter 15 160
16 Chapter 16 163
17 Chapter 17 166
18 Chapter 18 167
19 Chapter 19 170
20 Chapter 20 174
21 Chapter 21 179
22 Chapter 22 181
23 Chapter 23 183
Epilogue 184
Also by . 188
Foreword
iii
Preface
viii
1
El bosque
arquería?
Recordándolo en ese momento, el castaño se quejó con un
gemido en voz alta. Le gustaba practicar el deporte, pero luego
de hacerlo cada día de cada semana, durante cuatro años… Sí,
la situación se volvía algo tediosa.
—No sé por qué tengo que seguir haciendo eso. —refunfuñó
caminando hacia la bodega junto a la entrada de la casona y
volviendo con su pesado arco en la mano y un carcaj de flechas
en la otra. —Literalmente, no hay diana que no acierte y tengo
que seguir practicando.
—Agradece que no tienes que memorizar poemas en latín
como Arabella. —le recordó Eco.
Eros hizo una mueca de disgusto.
—Ya, no me quejaré.
Poco después de su llegada a la casona -sin tan solo un
recuerdo en sus cabezas, pero siete años de edad- la señorita
Kirigan se enfocó en que cada uno de los niños desarrollara
una habilidad en cierta área. Eros se enfocó durante los cuatro
años que llevaban a la arquería y se había convertido en un
completo experto en ella; el chico no alardeaba, no había una
sola diana que él fallase. A Eco se le especializó en el esgrima,
hasta el punto de desarrollar una agilidad del nivel de cualquier
soldado.
Por otra parte, Atlas se dedicó a la equitación, y básicamente,
a cualquier actividad que involucrase establecer un vínculo con
animales. Todo eso mientras Arabella memorizaba poemas.
La pelirroja podía recitar poemas de diez páginas en latín,
griego antiguo e incluso sánscrito. Su memoria no tenía
comparación. Hablaba cuatro idiomas, incluyendo alemán,
inglés, francés y ruso. Conocía cada capital de cada país, y
podía indicar y leer cualquier lugar de cualquier plano o mapa
3
CASA DE SOMBRAS
***
—¿Y visiones?
Arabella hizo una mueca; sonaba como si tuviese que estar
encerrada en un manicomio. En su última visita al bosque con
Atlas y Eco, ella podría haber jurado que una especie de cántico
la guiaba a adentrarse mucho más en la espesura del frondoso
bosque. Eco no escuchó nada, y Atlas, aunque sí lo hizo, lo
adjudicó a sonidos de animales silvestres.
—Sonidos, pero nada de que preocuparse.
La señorita Kirigan asintió —Tus tareas están completas por
hoy. —le dijo a Arabella antes de mirar a los otros tres chicos
—¿Ustedes terminaron con sus actividades?
Asintieron al unísono.
—Bien, entonces a comer y a la cama.
Cómo todas las mañanas, tardes y noches, los muchachos
tomaron un plato cada uno y se sirvieron la ración correspondi-
ente. En este caso; un trozo de pollo, dos cucharadas de arroz,
cuatro rodajas de tomate.
Para Atlas, el pollo quedaba descartado y en su lugar, con-
sumía cualquier tipo de legumbre. No soportaba ver la pata
de un pollo en su plato, embadurnada con salsa y lista para ser
devorada.
Los cuatro chicos y la señorita Kirigan comieron en silencio,
tanto como porque morían de hambre como porque les daba
recelo provocar otro de los castigos de su institutriz.
—¿Han progresado con sus labores? —preguntó ella —¿Qué
tal el esgrima, Eco?
—Bien. —respondió la rubia escuetamente —Aunque ya no
tengo con quien practicarlo.
—¿Que hay de tu maestro? —la institutriz había contratado
un maestro de esgrima para ayudar a Eco cuando la misma
señorita Kirigan no podía.
10
EL BOSQUE
—¿La equitación?
—Pues si a ningún caballo le llega un rocaso próximamente…
—Atlas le dio una mirada significativa a su compañero—
entonces todo bien.
—No le lanzaría rocas a un caballo —murmuró Eros re-
volviendo la poca comida que quedaba en su plato.
La señorita Kirigan suspiró y observó el plato de todos —Si
terminaron, cada uno tome su plato y llévelo a la cocina. Hora
de dormir.
Ninguno se opuso a la orden de la institutriz, jamás lo hacían.
Todos los días recibían tantas lecciones y tareas que para la hora
de la cena, todos estaban exhaustos excepto Eros.
***
***
Eros buscó con la mirada hasta que dio con una vela a poco
de estar completamente consumida.
—Afuera hay un viento que fácilmente podría sacar a
cualquiera de nosotros volando, por no mencionar que está a
punto de llover torrencialmente —apuntó Atlas —¿Y tú quieres
salir con una vela?
—Claro, buen punto —así que el chico tomó de la mesita de
noche un farol dentro del cual acomodó la vela —Salgamos.
Con pasos suaves, intentando hacer el menor ruido posible,
se dirigieron hacia la cocina, rogando para que los sirvientes
estuviesen todos dormidos. Eros, perdido por la oscuridad,
se dio en la rodilla con la esquina de la mesa del comedor; se
alejó de ella dando saltitos mientras sujetaba su articulación
adolorida. Eco solo suplicó por que el estrépito no hubiese
despertado a nadie.
—¡Aprende a caminar! —gritó-susurró ella.
—¡No es mi culpa! —se defendió Eros en el mismo tono.
—¿¡Cómo no va a ser, si tú chocaste la mesa?!
—Viene alguien —los alertó Atlas al escuchar pasos desde la
cocina, con dirección a la puerta que daba directamente hacia
el comedor. Los otros dos chicos los oyeron más tarde.
Eco, como la más pequeña, abrió uno de los miles de estantes
que poseía la habitación, ocultándose dentro de uno.
Atlas, como el más alto, corrió bajo la enorme mesa que aún
tenía el mantel de la cena sobre ella.
Eros, «como el más idiota» reflexionó Eco al ver donde se
escondió su amigo, corrió detrás de las cortinas, dejando sus
pies completamente a la vista.
«Por suerte apagó la vela antes de esconderse» pensó Atlas antes
de gritar-susurrar hacia su amigo: —¡Pies!
Los pies de Eros automáticamente desparecieron tras la tela
18
EL BOSQUE
voz alta.
—Arabella… —abrió y cerró varias aveces la boca buscando
las palabras —Ella… siempre me dijo que el bosque la atraía,
pero de una manera… fisiológica. Era como si la arrastrara
hacia él. Nunca… no pensé que lo dijera en serio.
—Vamos —interrumpió Atlas comenzando el trayecto a paso
veloz.
20
2
Ruinas
—Los herederos.
—La profecía. —murmuraron la hadas con sus agudas voces
una y otra vez. Revolotearon entre las redes sin parar de repetir
esas tres frases.
Cortando una sola cuerda con su espada, el ratón dejó caer
de golpe las cuatro redes, logrando que los chicos se azotaran
contra el piso.
—Bájense la capucha —habló esta vez uno de los duendes
—Bájensela y mostradnos vuestros rostros.
—Voy a llorar —el castaño se bajo la capucha al igual que los
otros tres jóvenes —De verdad voy a llorar.
Las criaturas respiraron audiblemente, sorprendiendo a los
chicos. Los miraban alucinados, como si estuviesen viendo un
espejismo.
—No son soldados de la oscuridad —murmuraron los ratones.
Los ratones y duendes se arrodillaron ante los jóvenes. Las
hadas siguieron revoloteando a su alrededor. Los chicos no
entendían que demonios estaba pasando.
—Nuestras más sinceras disculpas, altezas. —dijo uno de los
duendes bajando su cabeza en señal de respeto.
Atlas, Eros, Eco y Arabella se miraron los unos a los otros y
luego a las criaturas que yacían, literalmente, a sus pies. Por
varios segundos, el silencio reinó en el ambiente hasta que,
como siempre -pensó Eco- Eros tuvo que romperlo.
—¿Alte…? Yo me largo —dio media vuelta dispuesto a volver
al tronco por donde llegaron a este “bosque de la demencia”,
como él le había apodado en su mente. Comenzó a caminar
por el mismo camino, mas fue detenido por la mano de Atlas
en su capucha, lo devolvió a su sitio.
—Tú te quedas aquí quietito —le indicó antes de volverse a
los duendes —Se equivocan, no somos parte de ninguna realeza
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CASA DE SOMBRAS
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3
Profecía
T
odos se habían acomodado alrededor de la mesa.
Arabella y Atlas aceptaron el té ofrecido por Knox.
El único que seguía de pie y de brazos cruzados, era
Leonas. Necesitaba moverse para procesar todo lo que estaba
pasando.
—El cataclismo ocurrió hace cinco Eras Priamíes —empezó
Nylak. Su voz era grave para venir de un ser tan pequeño
—diez años vahugans aproximadamente. El tiempo se mueve
muy distinto aqui y en el mundo mortal. Priamos era un reino
de luz. La espesa niebla que vieron al llegar no existía; era
ríos y cascadas que fluían por todo el lugar. Cada criatura, sin
importar la Casa a la que perteneciese podía rondar por todo el
reino.
»No existía la pena ni el dolor mientras el reino estaba regido
por cinco monarcas justos, benévolos y valientes.
—Ya, claro —bufó Leonas —Por eso mismo es que uno no
puede ir a Nakoa sin terminar muerto.
—¿Nakoa? —preguntó Arabella.
—La capital de Priamos. —contestó el general paseándose
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CASA DE SOMBRAS
las mantas las más cálidas para cubrirse y entregando las dos
más gruesas a sus amigas.
—Por favor, soy un príncipe. —con sus manos apuntó su
propio cuerpo —Y soy hermoso, además.
—Raro —Arabella hizo una mueca.
—¿Que yo sea hermoso?
—No, idiota. Que seremos reyes, compartiremos una nación.
—No me imagino a nosotros jugando de bebes —complementó
Atlas sentándose junto a Arabella —O viviendo juntos en un
palacio.
—¿Se dan cuenta de que no tenemos nada a que volver?
—preguntó por último Eco tomando asiento entre Atlas y su
amiga. —No somos humanos.
—Y tenemos padres —susurró Eros —Padres que son monar-
cas. Bueno, en este momento son piedras, pero existen de todas
formas. Y la señorita Kirigan lo sabía todo.
—Tenemos poderes —Arabella recostó la cabeza en el hombro
de Eros, quien a su vez, descansó la suya sobre la de ella mientras
hablaba. —Por eso aprendimos lo que aprendimos. Arquería,
esgrima…
—Vamos a una guerra. —masculló Eco —Con espadas y
escudos.
—Fue una noche… rara.
—¿No me digas? —se burló Eros de Atlas —Y yo que pensé
que pisar una roca rara y terminar saliendo de un árbol era de
lo más común.
—Hilarante —Arabella se puso de pie y caminó hasta el otro
lado de Eros. Tomó asiento junto a la pared, amoldó sus
almohadas y se recostó.
—¿Qué haces? —le preguntó el castaño —¿Cual es la diferen-
cia de mis dos lados?
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CASA DE SOMBRAS
53
4
Visión
A
rabella y Eros pasaron la noche en vela intentando
descifrar la visión que la pelirroja había tenido.
Con todo lo que habían pasado, no les quedaba
absolutamente ninguna duda de que aquello no fue una simple
pesadilla.
—Bueno, linda; te dirías que estás loca, pero ayer crecí siete
centímetros en un segundo, así que creo que no soy quien para
hablar.
Ambos debatían en la habitación en la que durmieron. Atlas
y Eco ya se habían marchado a desayunar con los demás y estos
dos aún intentaban llegar a un acuerdo sobre como soltar la
bomba, sin demasiado éxito.
—No me interesa tu opinión sobre mi salud mental. ¿Qué tal
si estoy equivocada y solo les doy esperanzas falsas?
—Por eso daremos la asombrosa noticia con cuidado —Eros
paseaba de un lado a otro pensando —Amortiguaremos el golpe,
una pequeña insinuación, hay que dejar que ellos armen el
rompecabezas.
—¿Rompecabezas?
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VISIÓN
la ropa.
Eco estaba inquieta, jamás había usado pantalones y Delilah
le había entregado un par en el que ni siquiera sabía si entraría.
Le dio un vistazo a su amiga y por un minuto sintió envidia de
lo bien que le sentaba el vestido y de que ella podía usar uno,
sin embargo, la ratona tenía razón. Si iba a intentar invocar
una espada y luchar con ella, un vestido no era la mejor opción.
La rubia se calzó los ajustados pantalones negros, los cuales,
sentía como una segunda piel y pasó por sobre su cabeza la
abultada blusa blanca para luego esconderla en la cinturilla del
pantalón. Por último tomó una especie de ancho cinturón de
cuero y lo pasó por sobre su cintura.
—Puedes ver —le avisó a Arabella mientras ella se calzaba
una botas planas que estaban junto a la cómoda.
—Vaya ¿Qué se siente?
—Es… extraño. Puedo dar pasos más largos —Eco extendió
sus piernas probando. Quizás los pantalones no eran del todo
malos.
—¿Son cómodos?
Eco se encogió de hombros —No está mal. ¿Salimos?
Arabella asintió y caminó hacia la puerta. Al abrirla se
toparon con los chicos saliendo de la habitación. enla que se
habían estado cambiando. Ellos no llevaban nada distinto; las
vestimentas eran similares a las que usaban usualmente; camisas
anchas y pantalones rectos.
—¿Y cuál es el plan entonces? —preguntó Arabella cuando
regresaron a donde estaban todos reunidos —¿Tienen alguna
idea de por donde podremos comenzar?
—Debemos encontrar el libro y averiguar como lograrás
conjurar luz. ¿Dónde dices que lo viste?
—Era una torre. Una muy alta, era negra creo que de
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CASA DE SOMBRAS
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5
Casa de Sombras
furia.
—¿¡Disculpa?! —Eco no podía creer la desfachatez del general.
Estaba acostumbrada a soportar a Eros, pero este tipejo era
demasiado para cualquiera. ¿Tonta? Quizás no era la más
inteligente, pero, hasta el momento, no había hecho nada para
que el fae pensase que era tonta.
—Si tomas el camino por el valle de Delfos, atraerás a todas
las criaturas de la zona. —Leonas cada vez se arrepentía más de
haber traído a los cuatro inútiles con él. Un cambiaformas sin
magia, una hechicera que no podía conjurar un simple corte, la
esgrimista histérica y el arquero sarcástico. No tenían ni idea
de tácticas de guerra, o de estrategias y si la princesa Eco no
hubiese pasado toda la mañana estudiando mapas, tampoco
sabrían nada de Priamos.
—Ah, bueno ¿Y por qué no paramos a tomarnos un cafecito
también? —preguntó ella, algo más parecido a un gruñido
—¡¿Tú te crees que tenemos todo el tiempo del mundo?!
—¿Qué sabrás tú? Acabas de llegar hace como, no sé ¡Siete
horas!
Eco se acercó hacia él. Era mucho más bajita, sin embargo,
exudaba poderío.
—Siete horas y estoy mucho más consiente de que tenemos
que quitar a Ragnar del poder lo antes posible.
Leonas también se acercó amenazante a la princesa apuntán-
dola con un dedo, ella, lejos de echarse hacia atrás, levantó la
cabeza y mantuvo su mirada.
—No me vengas con eso. No sabes ni la mitad de lo que he
hecho por tu reino, en lugar de ustedes.
—Y curiosamente el reino sigue bajo una maldición —gruñó
ella.
—Disculpen… —intentó interrumpir Nylak, pero siendo
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CASA DE SOMBRAS
criatura los sobrevoló tan rápido que nadie pudo definirlo bien.
—Es un malveola —murmuró Nylak mirando las copas de los
árboles con precaución. El pequeño roedor estaba asustado, lo
admitía. Los malveola lo habían atormentado en sus pesadillas
desde que era apenas un duendecillo, y ahora se enfrentaría a
la inmensa criatura.
—Algo más de información sería útil —murmuró el arquero
moviendo la punta de su flecha y apuntando a las copas de los
árboles hacia donde, creía, se movía la bestia
—Es un monstruo de Sombras —describió rápidamente
Nylak, sorprendiéndose a sí mismo de que su voz saliese
sorprendentemente firme y libre de tartamudeos —Alas de mur-
ciélago, piel pálida y colgante, y unas garras negras demasiado
afiladas.
—Bonito ¿no? —Eros se concentró en su respiración para que
la mano con la que apuntaba el arco no temblara. Un vistazo
a Eco y la encontró pálida de miedo, uno a Atlas y su amigo
se veía molesto, uno a Arabella y la pelirroja tenía una mano
puesta en su pecho.
—¡Ahí! —gritó ella apuntando a un lugar en las copas de los
árboles.
—¿De qué hablas? No hay…
Un segundo después, la horripilante criatura atravesó el
espacio en donde la princesa había apuntado. Un sonido como
trueno retumbó en el ambiente, el sonido que emitían las
enormes alas del malveola al cortar el aire por donde pasaba.
—¡Es la visión! —advirtió Nylak —Ella ve cosas, verá a la
criatura donde sea que esté.
Y justamente eso es lo que había pasado; Arabella, en un
solo parpadeó, visualizó la silueta del enorme murciélago
atravesando los árboles y escondiéndose sigilosamente entre
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CASA DE SOMBRAS
ellos.
—¡Eros, al árbol a tu derecha! —gritó nuevamente y esta
vez el príncipe no lo pensó dos veces; tenían visión limitada
y solo les quedaba confiar en el poder de la pelirroja; por
suerte, le confiaría su vida a Arabella. Disparó, y con gemido
escalofriante, un fuerte estrépito resonó a pocos metros frente
a ellos. La tierra se levantó y Eros se sorprendió de que el suelo
no hubiese temblado con la caída del monstruo
—Le diste —murmuró impactado Leonas. —Le tuviste que
haber dado en el ojo o no habría caído tan rápido.
—Nunca fallo —respondió el príncipe casi sin aliento por
el peso del arco y las flechas. No estaba siendo arrogante ni
alabándose a sí mismo, solo constataba un hecho. La diana era
su mejor amiga.
—Hay que seguir avanzando —anunció el general intentando
movilizar a todo el grupo lo más rápido posible —Existen cosas
peores aquí, lo mejor es terminar esto rápido y salir. Estamos
yendo hacia el este, llegaremos a la Torre de Grayson en cuanto
salgamos del bosque.
Desde muy pequeños, a los ciudadanos priamies no se les
permitía entablar relaciones con la Casa de Sombras debido a
la alta peligrosidad de esta. Sus habitantes eran usados como
advertencias para que los niños hiciesen caso a sus padres, o de
los pescadores de Nakoa para explicar por qué zonas de pesca
se quedaban sin pez alguno.
Malvadas criaturas, feas bestias y temibles monstruos habita-
ban toda la zona por la que en estos momentos caminaban, y
no podía esperar para salir de allí.
Otro aleteo, el mismo sonido del viento siendo atravesado
a gran velocidad, el ruido de las pocas hojas de los árboles
moviéndose y todo supieron que no estaban a salvo todavía.
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6
Elementos
C
uando el murciélago gigante aterrizó frente a ellos y
fijó en la mira a la pelirroja que había estado hablando,
ella extendió las manos. No sabía exactamente para
que, pero de corazón, esperaba que si había aunque fuera un
poquito de magia en ella, la salvara esta vez.
—¡Eh, bichejo! —el propio grito del príncipe Eros le dejó
la garganta en carne viva, se movió en redondo alejándose un
poco del grupo para desviar la atención del malveola. Una cara
sin ojos, con dos agujeros como fosas nasales y blanca como la
leche, repugnante, sin un solo vestigio de cabello y caracterizada
por piel colgante, le devolvió la mirada—. ¿Por qué no te metes
con alguien de tu tamaño?
Teóricamente, tendría que haber dos como el príncipe para
considerarse aproximado siquiera a su envergadura. En la
práctica, sin embargo, él era uno de los más altos de sus
compañeros, así que tendría que sacrificarse por el bien de
la gloria.
Incluso si esta no la cuento, pensó.
El monstruo se giró hacia Eros y abrió la boca mostrando tres
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CASA DE SOMBRAS
***
***
Niebla
controlarlo.
—La niebla —murmuró la pelirroja con la garganta atascada
por el temor —La niebla la esta… controlando.
—¿Es real? —la visión desapareció y observó a Leonas
mirando interrogante al duende —Se supone que era un maldito
cuento para que lo niños no se metieran a los bosques.
—Lo era —suspiró Nylak. Por suerte la niebla se había
disipado —Al parecer ya no.
—¿Les molestaría explicar de que hablan antes de que a mi
mejor amiga se la trague un monstruo? —gruñó Arabella.
—La niebla de las pesadillas. Al inhalarla muestra una ilusión,
tu peor miedo. —Leonas siguió caminando a paso veloz,
cortando las ramas de su paso. Eros caminaba detrás con una
flecha ya cargada.
—¿A donde va? —preguntó Eros.
—Es como si estuviera en otra realidad. La niebla agudiza
tus sentidos pero inhabilita la reacción ante ellos. Eco no tiene
voluntad en este momento, hará todo lo que la niebla quiera
que haga.
—¡Eco! —gritó la princesa hechicera, desesperada. Las luces
de neón haciendo su piel brillar de distintos colores.
—Arabella —Leonas la sujetó por los hombros —Tienes la
visión. Puedes encontrarla, pero debes concentrarte.
—¡No puedo! —chilló ella con las mejillas sonrosadas —¡¿No
entiendes que no se como usar magia?!
—Piensa en Eco. Tus poderes se han activado con emociones
fuertes; piensa en ella.
La princesa no dejaba de temblar y tenía ganas de vomitar.
Cerrando los ojos y pensando con todas sus fuerzas en quien
consideraba una hermana, Arabella sintió calidez en su pecho.
Vio como sus ojos se llenaban de luz azul antes de convertirse
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CASA DE SOMBRAS
en la imagen de Eco.
—Árboles —jadeó al salir de la visión lloriqueando de deses-
peración —Solo veo árboles.
Leonas pensó a toda velocidad. Si la princesa se caía y
ahogaba, la profecía se rompería, y con ella, toda esperanza
de salvar al reino. Echó a correr.
***
—Eco
Eco quería correr, necesitaba correr. Sus piernas no reac-
cionaban, Sus brazos tampoco. No podía luchar, ni siquiera
alcanzar su espada.
Solo escuchaba el rio amplificado, el enorme caudal arras-
trando absolutamente todo. Solo veía ese monstruoso rio y
sentía que iba a morir. Iba a caer en el, pero no podía dejar de
acercarse, no podía dejar de caminar.
Ella no sabía nadar; si entraba ahí, no volvería a salir.
—Vamos. —susurró aquella voz nuevamente y Eco empezó a
llorar.
Seguía sin poder controlar su cuerpo y sus pies ya estaban en
el agua.
Gritaba, ella sentía que gritaba, pero ningún sonido aban-
donaba su garganta. No podía pedir ayuda, no podía correr ni
moverse,
El agua llegó a su cintura y sintió que podría vomitar del
terror. cada vez se hundía más en el agua. Eco no sentía el agua
tocar su cuerpo, solo frio en sus extremidades. Mientras que el
pánico le cerraba la garganta.
Cuando vio que el agua estaba en su cuello, tomó aire y se
sumergió.
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NIEBLA
***
***
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8
Torre
—¿Es por eso que le pasa todo esto? —preguntó Eros —¿Por
qué ya es reina? ¿A Iris le ocurrían cosas similares?
—Es probable —respondió Nylak —Pero eso solo podrán
responderlo los monarcas cuando liberen el reino.
Leonas asintió solemne —Salgamos de aquí, estamos ad
portas de la torre.
Arabella fue la primera en seguir al general. Sabía que sus
hermanos estarían preocupados por ella, pero no quería esa
preocupación.
No quería sentirse aún más débil de lo que ya se sentía.
Avanzaron callados; los cuatro herederos miraban fijamente a
Arabella, esperando algún signo de desmayo o desvanecimiento
como la primera vez que vieron su magia en acción. Mas no
encontrarían nada, ya que la pelirroja no había agotado una
sola pizca de vida o magia, fue el árbol quien lo hizo.
Fue el árbol legendario quien se conectó a ella, lo elementos;
ellos usaron su magia para transmitir el mensaje de la muerte
de la reina Iris.
Su madre estaba muerta, Arabella sentía de cierta forma la
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TORRE
Atlas los observó con envidia ¿por qué él no podía ser útil?
Se encontraron en un enorme salón de entrada; con una
escalera en el centro de él que si bien se vaía igual de brillante y
con la misma textura que el marmol, era completamente negro.
Una enorme lampara de cristales colgaba desde el alto techo,
las velas en ella hacian relucir los cristales y los enchapados de
oro en todo el lugar.
Quien sea que vivía ahí, tenía dos obsesiones; el negro y el
oro.
Subieron despacio la escalera que parecía subir eternamente
a medida que se enrollaba en las paredes como un caracol.
Habían subido por lo menos cuatro pisos cuando empezaron a
distinguir voces.
—Tú realmente te pegaste en la cabeza al nacer —decía una
voz masculina. No muy amable, pensó Arabella.
—Señor…
—Señor, señor señor —se burló la primera voz. Se observaron
los unos a los otros mientras escucharon el sonido de una silla
moverse y pisadas al caminar por la habitación —Soy apenas
mayor que tu, Kylo, no me avejentes más.
—No quería…
—¿Ser tarado?
—Ofenderle, se… Grayson.
—Vale, hombre, tranquilo ¿Por qué lloras?
—No quiero morir —se escuchó el sollozo del chico, cuya voz
aguda daba indicios de su corta edad; aunque no tan corta como
para asustarse tan fácil. A no ser que ese tal Grayson fuese tan
horripilantes que asustaba con la mirada, o tan despiadado que
eran las historias sobre él las que daban pesadillas.
—Bueno, sabes que a eso vamos todos. Si eres medio idiota,
mueres antes; pero tranquilo, que antes no quiere decir joven.
114
TORRE
—Ara…
—Vienen guardias de oscuridad
***
—Nylak
—Alteza
—¿Como se supone que vamos a encontrar un libro que no
sabemos como es?
Nylak se mantuvo un segundo en silencio procesando la
pregunta.
—Pues busca un libro para empezar —aconsejó el duende
mientras habría cajones en el salón —Si lo haces, ábrelo. Si no
lo entiendes, pues es posible que ese sea.
—Vale.
Eros, tranquilamente, se dirigió hacia el estante de la estancia,
le parecía común guardar un libro en un estante.
Y es que ese no fue el problema, sino la alfombra ubicada
justo en el camino del príncipe más torpe de los tres reinos.
Al acercarse, su pie se enganchó con dicha alfombra, y en
un intento de salvar la caída para no hacer resonar el piso con
todo su peso, tan solo atinó a sujetarse de la cortina que se
encontraba a su lado.
El heredero cayó con cortina y todo.
—Príncipe —Nylak corrió junto a Eros —¿Esta usted bien?
—Yo… —escuchó las fuertes pisadas que corrían hacia donde
ellos se encontraban —Vienen los guardias —se lamentó
***
***
—¡Ríndans!
—¡Que no, sordo! —chilló la princesa, estresada.
Eco sujetó la pesada espada en posición de ataque. Podían
hacerlo si actuaban con inteligencia.
Arabella no lo pensó; estirando su brazo y actuando por
impulso, tomó la taza que se encontraba sobre el mesón
arrojándole el contenido al soldado.
—¿Crees que eso fue inteligente? —el soldado se limpia los
ojos con la
parte de atrás de la manga.
Claro que no lo fue, pensó Eco
—Tal vez no —dijo Arabella. Al menos lo reconoce —, pero fue
gracioso.
Estupendo, vamos a morir.
—¿Gracioso? —se acercó un poco más a ella,se podía ver la
ira brotar de él como
humo. Mortalmente quieto, sus labios se curvaron hacia
arriba. —Pensar —dijo—que te iba a permitir que conservaras
tu apéndice más valioso cuando te torturara.
Todo comenzó en ese instante
El soldado atacó y Arabella procuró esquivar antes de atacar.
Eran fuertes por la magia negra que corría por sus venas, y la
hechicera tenía un pesado libro en un brazo y una diminuta
daga en el otro; no era tan estúpida para creer que ganaría.
Mientras tanto, otro soldado baja su pesada espada, listo
para asesinar sin miramientos a Eco, las chispas son cegadoras
cuando el hierro de sombras y el hierro fae chocan.
La pelirroja le da una patada en la rodilla a alguno de
los soldados, son todos iguales y no puede reconocerlos, se
tambalea hacia atrás con un siseo, pero en unos segundos ya
está otra vez sobre ella, blandiendo y golpeando con su espada.
119
CASA DE SOMBRAS
***
***
Arabella sentía la boca seca y los ojos pesados a medida que los
abría lentamente.
—Por fin despiertas —observó como un chico de pelo blanco
y ojos violeta se acercaba a ella, las sombras se arremolinaban
tras él—Me estaba empezando a preocupar.
Estaba vestido con un chaquetón que llegaba hasta sus
tobillos, una camisa blanca con los primeros botones abiertos
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CASA DE SOMBRAS
126
9
Grayson
perdiendo.
El pelo rojo y crespo le caía suelto por la espalda con algunos
mechones sobre la frente; Grayson no logró evitar echarle un
repaso. Todas sus curvas se marcaban mucho más que son su
andrajoso vestido.
—Les gusta el cuero ¿eh?
—Son atuendos de guerra —comentó el principe poniéndose
de pie y caminando hacia ella —El cuero es mejor armadura
que la tela. —le tendió la mano.
—¿Qué? ¿Te choco los cinco? —la princesa miró de la mano
a los ojos de Grayson —¿Para que quiero tu mano?
Él volteó los ojos —Vamos donde tus queridísimos “her-
manos”
—Puedo caminar sola, muchas gracias. —respondió ella
mientras se cruzaba de brazos.
Él se arregló el cuello del chaquetón mientras respondía
—Como quieras. me había ofrecido a tamizarte hacia las
mazmorras, pero si te apetece bajar mil peldaños, allá tú.
Las sombras se empezaron a arremolinar alrededor del
príncipe, pero se detuvieron cuando Arabella lo llamó
—¿Sí?
—Vale, me tamizo contigo. —él volvió a ofrecer su mano y
esta vez la pelirroja la tomó aún reticente. Caminó despacio
hacia él —¿Eso es como teletransportarse?
—Exacto —Grayson tiró del brazo de la princesa acercandola
a su cuerpo; pasó un brazo por su cintura, mas Arabella se alejó
todo lo que el firme agarré en su cintura le permitía. —Sujétate.
En un segundo las sombras los envolvieron y a Arabella la in-
vadió un repentino marea. Sintió su estomago voltearse y luego
como si estuviese cayendo por un barranco. Orgullosamente
no chilló, pero no pudo evitar aferrarse al cuello y hundir la
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CASA DE SOMBRAS
bras.
***
trigo, cómo había luchado igual que Ares…, su más antiguo dios
guerrero y la deidad más importante para la Casa de Hierro.
Se comenzó a divisar el agua del fondo del barranco y el
sonido del final de la cascada se hizo más fuerte. No cabía
duda que si llegaban a tocar el agua desde la altura que llevaban
cayendo morirían en el acto.
Grayson respiró profundamente y volvió a envolverlos con
sombras. Lo siguiente que sintieron fueron sus cuerpos
rodeados de agua, estáticos, ya no caían y habían sobrevivido.
Uno a uno salieron a la superficie respirando pesadamente
en un intento por regular el latido de sus corazones.
—¡Hacia la orilla! —gritó Ecó —¡La corriente los llevará hacia
allá, déjense arrastrar!
Pero Arabella no podía, le faltaba algo, ese peso que sintió
junto a ella al tocar el agua, esa mano que los había sacado de
la torre. Sin detenerse demasiado a pensar, tomó una gran
bocanada de aire y se sumergió, tomada desprevenida por
una fuerte corriente que la arrastro justo hacia donde había
arrastrado al inerte cuerpo del príncipe de las sombras.
Pero ni la fuerza fae fue suficiente para nadar fuera de la
corriente con Grayson a rastras. La princesa sintió como poco
a poco se le acababa el oxígeno, no tenía control de su cuerpo,
tan solo se movía hacia donde la corriente la llevaba, pero sin
soltar jamás la mano de Grayson. No podía, hasta donde sabía,
si lo dejaba morir, la profecía se rompería y con ellos perecería
todo Priamos.
De pronto, sintió un fogonazo y todo se detuvo. Su mano
quemó allí donde había entrado en contacto con el anillo del
príncipe y de pronto, todo fue paz. No había más corriente, el
agua estaba en completa calma, y Arabella ni siquiera se molestó
en preguntar como; todo lo que hizo fue arrastrarse a si misma
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CASA DE SOMBRAS
Grayson
—¿Como hice qué? —el príncipe se acuclilló frente a ella para
quedar a su altura.
—Conjuraste agua ¿cómo? Es el segundo elemento más
complejo.
—Ya ha conjurado fuego —informó Nylak
—Eso da igual. Era prácticamente imposible conjurar algo
allí abajo; ya estabas agotada por nadar contra la corriente y
cargar con mi peso.
—Y aun así, todavía no escucho un gracias.
El resto los observaba en silencio, con cada momento que
pasaba, otra cosa sucedía que escapaba de su conocimiento.
—Arabella…
—No lo sé, no entiendo todo lo que pasa.
—No te estoy pidiendo que lo entiendas —replicó el príncipe
mirándola firmemente a los ojos —Solo que me digas que hiciste
para entenderlo yo.
—Yo no… —automáticamente la princesa dirigió la vista a
la mano de Grayson —Tu anillo, lo toqué y quemó, después la
corriente desapareció.
—Mi… —el príncipe se puso de pie y le tendió una mano a la
pelirroja —Vale, potenciaste tu magia.
Ella acepto la mano y se puso de pie —¿Como que “potencié
mi magia”?
—Mi anillo es un canalizador de magia; hace que las sombras
y la magia que poseo en general sea más fácil de manejar y
obedezca mucho mejor mis ordenes. Al tocarlo usaste parte de
mi magia para potenciar la tuya y conjurar agua.
—¿Eso es posible?
—En bajas escalas sí. Para hacerlo con más fuerza y poder se
deben usar otros métodos.
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Canalizador
E
scurriendo agua, el grupo caminó pesadamente por el
bosque; por suerte el cuero no absorbía agua como las
telas de la ropa que llevaban Nylak, Eros y Atlas, de
lo contrario; Arabella y Grayson no podrían mantener el paso
mientras su energía se recargaba.
—¿Cómo se consigue un canalizador de magia? —preguntó
Arabella al peliblanco jadeando. Grayson estaba acostumbrado
al desgaste de la magia, no obstante, Arabella apenas comenzaba
a conocer el precio de usar sus poderes.
—Depende de que magia se debe potenciar —explicó el
príncipe mientras se abría paso en la tupida parte del bosque
por la cual se estaban introduciendo, soltando las ramas sin
preocuparse que la princesa fuese justo por detrás de él y estas
le impactaran en la cara una y otra vez. Arabella gruñó—En
tu caso, necesitamos encontrar la piedra que representa tu
constelación de nacimiento. Debería ser la esmeralda, y eso
explicaría que el agua haya respondido tan deprisa a tu orden.
Tu nacimiento está ligado a la constelación de Altarf.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó con confusión, se habían
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CASA DE SOMBRAS
lo que ella pensó que era disgusto, casi asco. Sin embargo,
se sorprendió cuando el general posó una suave mano en su
cintura y la movía hasta su cadera cuando sostuvo con firmeza
la flecha. Eco dejo caer su cabeza contra la hierba húmeda, sin
soltar jamas la camisa a la que se aferraba como un salvavidas.
Leonas empujó.
La princesa gritó con los dientes apretados; todas las venas del
cuello marcándose por el dolor, al igual que algunas de su frente.
La sangre salió a borbotones en cuanto la flecha estuvo fuera y
el general se apresuró a anudar de nuevo el torniquete que Eco
se había hecho minutos antes. Él lo apretó, y la rubia soltó otro
gruñido, sin embargo el dolor insoportable cesó, dando paso a
un leve zumbido.
Eco respiró profundamente una y otra vez; aún aferrando la
camisa del general, y el general aún con la mano en la cintura
de la princesa.
Notando ese pequeño detalle, él se puso de pie de inmediato
—No morirás —le dijo sacando de una bolsa que traían, ropa
nueva para un desnudo Atlas que se escondía detrás de un árbol
—La magia fae se encargará de eso.
—Gracias —masculló ella de malos modos.
Atlas recibió gustoso la ropa que Leonas le ofrecía mientras
que Nylak se hallaba sobre Eros, quien poco a poco recuperaba
el color habitual de sus brazos, y cuyas manos y dientes habían
dejado de ser garras y colmillos.
—SEr
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Chapter 11
L
a pelirroja estaba tan perdida en sus poderes, y los
demás tan atónitos por la misma razón, que ninguno
se percató de la transformación de Atlas. De como sus
manos cambiaron a peludas patas con afiladas garras, y de como
el cabello brotó por todo su cuerpo. Sintió calor recorrer sus
venas, una cierta tensión en los músculos que desapareció para
cuando el príncipe tomó su nueva forma.
Lo próximo que supo fue que cruzó la pared de llamas,
convertido en un majestuoso y gigante león, que desgarró con
dientes y garras al malveola y acabó completamente con la vida
del alfa de aquellas criaturas, tal como sus amigos lo habían
hecho antes con los malveola menores.
La transformación de Atlas fue desapareciendo también,
hasta dejarlo recostado contra un árbol con los ojos cerrados,
totalmente cansado por usar su poder por primera vez de esa
manera; invocando a un animal tan grande.
—Estoy desnudo ¿no? —murmuró el príncipe. Su voz sonó
rasposa por el cansancio y sentía como la suave briza acariciaba
piel al aire.
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CHAPTER 11
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Chapter 12
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Chapter 13
W
ren tiró al sobresaltado Ferrett contra Utreck, y
Synové dio una patada a Langston en la espalda
para hacerlo caer al otro lado de la hoguera. Antes
de que pudiera moverse, Wren le puso el ziethe contra el
estómago. Los demás ya estaban desenvainando.
Cain se lanzó contra mí como un lobo hambriento antes de
que me diera tiempo a levantarme. Me aplastó con todo su peso
y trató de clavarme el puñal en el cuello. Me temblaron los
brazos con el esfuerzo de detenerlo, con la cabeza al lado del
fuego. Vi el hambre en sus ojos.
Cazadores. Eran cazadores. Y, entonces, un cuchillo le acertó
en la mejilla.
Synové se había lanzado a por su cinturón de armas y estaba
lanzando cuchillos arrojadizos. Cain cayó hacia atrás entre
aullidos rabiosos, escupiendo sangre, y yo le
clavé su propio puñal. Casi al mismo tiempo, Hagur se tiró
contra Synové. Yo estaba en el suelo, pero conseguí coger la
espada y le acerté en la pantorrilla. Lanzó un aullido y cayó de
bruces, y, en ese momento, Ferrett se lanzó contra mí con el
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CASA DE SOMBRAS
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Chapter 14
—Arreglale el collar.
—¿Y como quieres que lo haga? ¿Vomito las perlas? Por si no
lo habias notado no soy una ostra
—No, eres un estupido ignorante que no sabe que las otstras
no son las que producen las perlas.
—Como sea, me entiendes igualmente.
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Chapter 15
P
orque ver la carnicería, la fina línea de control…
no había lugar para mí en aquellas líneas frontales,
donde los Ilirianos luchaban por la fuerza de su
espada, su poder, y la confianza en el hombre de al lado de.
Incluso los soldados de Keir lucharon como uno, obedientes
e inquebrantables, azotando con sombras y acero. Yo hubiese
sido una figura en esa impenetrable armada, y lo que Cassian
y los Ilirianos soltaran sobre Hiberno… Cassian se lanzó
contra ese flanco izquierdo. Los Sifones empezaron a soltar
estallidos de poder que a veces rebotaban en los escudos, a
veces encontraban su blanco y destrozaban carne y hueso.
Pero había escudos mágicos de Hiberno desplegados… Rhys,
Azriel y Cassian enviaron explosiones de su propio poder
para destrozarlos. Dejándolos vulnerables a aquellos Sifones,
o al acero puro Iliriano. Y los que no cayeron… Keir y sus
Brujos Oscuros se encargaron de estos. Con precisión. Con
frialdad. El campo se volvió un pozo de barro manchado de
sangre. Cuerpos brillaban en el sol de la mañana con la luz
rebotando sobre su armamento. Hiberno entró en pánico ante
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Chapter 16
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co fue a por él, corrió por la hierba y dejó un rastro
de niebla azul. Al invocar Titian, su magia hacia acto
de presencia, lo que provocaba que la princesa fuera
rápida de una forma inhumana. Y fuerte, también, como un
toro que cargara contra su enemigo.
Cargo con toda la fuerza que puso reunir hacia delante, justo
hacia donde Ragnar había bloqueado perfectamente el golpe
con una enorme espada conjurada por su propia magia. La
princesa se separó sorrendida.
—No tienes mi poder, no puedes…
—He tenido tiempo para practicar, princesa.
Esta vez fue el turno de Ragnar para atacar, sin embargo,
Eco no se movió. Incluso cuando el líder de la corte Umbra
estaba tan solo a un metro y medio de distancia, la esgrimista se
quedó quieta. Segundos antes de que Ragnar hiciera descender
su espada, Eco giró bruscamente y golpeó con el pomo de su
espada la nuca de él.
Él trastabilló, pero no sin antes lanzar una fuerte ola de poder
que envió a la princesa por los aires y estampándola contra el
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CASA DE SOMBRAS
muro.
Arabella, cada vez más desesperada se apresuraba con su
tarea.
Con más de un poco de esfuerzo, Eco Mesmeric volvió a
ponerse de pie y posicionarse en ataque. Fue a por Ragnar de
nuevo, el aura a su alrededor brillaba todavía más.
Le lanzó un tajo hacia arriba. Ragnar lo esquivó. Un giro
lateral y una arremetida y entonces finalmente dejó que su
espada se encontrara con la de la rubia. El peso tenía que ser
importante. Con la fuerza mágica que poseía ambos, debía de
ser como enfrentarse al peso de un grifo.
Las espadas brillaban con las luces azules y negra que
proyectaban. El rostro de Eco, perlado en sudor y era
inquietante, pensó la princesa, como la expresión del brujo
estaba completamente en blanco. Ni orgullo, preocupación o
victoria se asomaba en su cara.
Pero cuando Ragnar lanzó con su espada una onda de corte
hacia la princesa, ella gritó de dolor al no poder esquivarla del
todo y terminar con una quemadura severa en la mano.
—¡Eco! —gritó la pelirroja desesperada por llegar lo antes
posible. Lanzó uno de sus hechizos más poderosos cuando vio
que el brujo se acercaba a Eco, haciéndolo que quedara inmóvil
en su lugar, mientras luchaba por liberarse del encantamiento.
Arabella no pensaba en otra cosa más que en que los chicos
pudiesen hallar el libro, ya que veía más posibilidades en
conjurar el hechizo de liberación que matar al general al que se
enfrentaban.
Las llamas treparon por los pilares de mármol del castillo
de Nakoa. Llamas negras y grises como el humo que no
desprendían. A Arabella cada vez le costaba más trabajo
mantener el hechizo por la cantidad de magia que empleaba
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Chapter 18
E
ros extendió una flecha en su arco, el calor de la sangre
recién derramada dentro de estos pasillos le provocó
náuseas en la boca del estómago y el fuerte aroma
metálico solo lo mareó más de lo que estaba.
Había necesitado cada gramo de su autocontrol para con-
tenerse de no hacer ninguna estupidez cuando el malveola cortó
a Atlas con sus garras, cuando Arabella golpeó tan fuertemente
la pared que lo sorprendió que esta no se derrumbase.
Una ola de agotamiento golpeó a Eros repentinamente. Su
cuerpo imposiblemente pesado, sus músculos se aflojaron y
cedieron. Su corazón se desaceleró y sus pulmones se apretaron.
Sus pensamientos se volvieron lentos. Y cuando uno de los
hechiceros de la corte Umbra apretó aún más su poder sobre el
príncipe, cayó de rodillas. Las manchas estallaron ante sus ojos.
No podía ver. No podía respirar.
Pero él era el encargado de dar la señal y lo haría.
Eros cerró los ojos, tensó aún más la cuerda, y concentrándose
en todo el poder del fénix, disparó.
El grito del hechicero se cortó bruscamente. Es arquero
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Chapter 20
H
abía sangre por todas partes. Cuerpos por todas
partes. Varios miembros de la
guardia de honor habían caído y el estómago de
Lara se hundió mientras buscaba
a los que quedaban, en busca de Aren.
Lo encontró luchando contra un hombre enorme que em-
puñaba una cadena.
La ropa de Aren estaba ensangrentada, sus movimientos una
vez precisos ahora
eran lentos y descuidados. El guerrero amaridiano balanceó
su cadena con fuerza
y Lara siseó cuando golpeó a Aren en las costillas, haciendo
que se doblara sobre
su estómago. Instintivamente dio varios pasos en su direc-
ción, tenía su cuchillo en
mano, lista para intervenir, pero Aren se acercó, golpeó al
hombretón en la cara con
el puño y luego le clavó un cuchillo en el estómago. Ambos
cayeron como una pila.
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Chapter 21
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nas nubes borrascosas se arremolinaron en torno a
los luchadores, y
los truenos hicieron temblar el suelo. El osezno se
marchó, tapándose las
orejas con las zarpas como si huyera del sonido.
Durante un instante, y por improbable que fuera, ambos
parecieron estar
igualados. Pero Nikolai sabía que entre los talentos de Zoya
no se
encontraba aquella clase de enfrentamiento, y en efecto,
cuando Juris
realizó una finta por la izquierda, Zoya cometió el error de
intentar seguir
su movimiento.
—¡No descuides el flanco! —exclamó Nikolai.
Juris giró bruscamente y descargó su mandoble en un amplio
arco. Zoya
levantó las hachas, que parecieron brillar con un fuego azul.
Cuando las
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Chapter 22
—Creo que… Sip, estoy segura de que este sería un muy buen
momento para arrojarme por la ventana.
—Oh, vamos, Arabella. Te ves bien, todo está bien.
—¿Pero tú viste cuantas criaturas hay allí?
—Luchaste codo a codo con esas criaturas —dijo Eros
repasando con la mirada el pomposo vestido esmeralda de
Arabella —Y las gobernaremos a todas.
—¿Dónde está…?
—Aquí —se presentó Atlas con la boca llena de pastelillos
—Estos dulces mágicos son maravillosos.
—Agh, que asco, creo que te vi hasta la comida del esófago.
—replicó Eco con una mueca. Su vestido mucho más simple
que el de su amiga; blanco con detalles dorados.
Por otra parte, ambos príncipes vestían similar, pero en
distinto color; mientras que el chaleco de terciopelo y la larga
capa del príncipe Eros era de un fuerte color rojo, el conjunto
de Atlas se lucía con azul.
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Chapter 23
U
n mes después…
Los pasos de Eco resonaban por el mármol del
palacio. Después de la coronación habían tenido
que hacer largas visitas a diversas partes del reino como
presentación para las diversas cortes de Priamos.
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Epilogue
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Also by .
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