Casa de Sombras STANDARD

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Casa de Sombras
Salvar un reino olvidado y convertirse en leyendas.
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This novel is entirely a work of fiction. The names, characters


and incidents portrayed in it are the work of the author’s
imagination. Any resemblance to actual persons, living or
dead, events or localities is entirely coincidental.

First edition

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Para los que al ver un bosque, también ven a todas las hadas que se
esconden en él.
Para los que saben que tras una nube, se oculta un dragón.
Poesía, belleza, romance, amor… esas
son las cosas por las que nos manten-
emos con vida.
La sociedad de los poetas
muertos.
Contents

Foreword iii
Preface iv
1 El bosque 1
2 Ruinas 21
3 Profecía 37
4 Visión 54
5 Casa de Sombras 63
6 Elementos 79
7 Niebla 96
8 Torre 112
9 Grayson 127
10 Canalizador 143
11 Chapter 11 154
12 Chapter 12 156
13 Chapter 13 157
14 Chapter 14 159
15 Chapter 15 160
16 Chapter 16 163
17 Chapter 17 166
18 Chapter 18 167
19 Chapter 19 170
20 Chapter 20 174
21 Chapter 21 179
22 Chapter 22 181
23 Chapter 23 183
Epilogue 184
Also by . 188
Foreword

iii
Preface

—¡Arcane, ve mi espalda! —gritó el rey Cronos corriendo direc-


tamente a la horda de criaturas de sombras que se aproximaban
hacia ellos. Llevaban varias horas peleando sin ver ningún
cambio. A estas alturas, agradecía que la población se hubiese
refugiado y no estuvieran ahí para morir en el campo de batalla.
Levantó a Titian, su espada invocada, y recibió el golpe de la
espada atacante. Sintió su eco reverberar en cada centímetro
de su cuerpo.
—Hecho —respondió el rey Arcane a la vez que preparaba tres
flechas en su arco, soltándolas al mismo tiempo y haciendo caer
tres malveola que iban en picada directamente para asesinar
a su amigo. —¡Ya! —gritó a la Casa del Halcón, y un centenar
de flechas salieron disparadas desde las murallas del palacio
imperial.
Estaba temblando por el esfuerzo de disparar una flecha tras
otra. Sus brazos se quedaban sin fuerzas y jadeaba cada vez que
tenía que cargar una nueva. El hedor de sangre y sudor calando
en sus pulmones como humo en un incendio.
Fue cuando casi los tenían rodeados que sintió como la tierra
temblaba bajo sus pies y se abría, literalmente, para dejar caer
batallones completos de enemigos. El río no tardó en hacer lo
mismo, cada gota de la caudalosa corriente tomó la labor de
ahogar a la Casa de Sombras. Soldados que caían de rodillas
arañando su garganta, luchando por aspirar un ápice de oxígeno
iv
sin lograrlo.
—Esa es Iris —reconoció Arcane la labor de su compañera,
corriendo junto a Cronos sin dejar de disparar sus flechas. El
acero contra acero resonó en todo el alrededor del Palacio
Imperial, el césped que había sido verse se tornaba de un intenso
rojo por la sangre derramada —¿La has visto?
—Al fondo —indicó Cronos. Las tropas Priamies hacían todo
lo que podían, aun cuando eso no fuese suficiente. El general de
su Casa ya había muerto a manos del enemigo. Y no perdería a
uno de los monarcas, no a las personas que más amaba luego
de su esposa e hija.
Mientras tanto, en el fondo del campo de batalla, controlado
la tierra, agua y aire; se encontraba la reina Iris.
El rey Cronos sintió su espada resbalosa por la sangre que
goteaba de ella. Su armadura cada vez más pesada a medida que
la batalla no cesaba. Aun así volvió a alzar a Titian por sobre
su cabeza, un golpe preciso y seco en la cabeza del soldado de
sombras, encubriéndose a su vez, con el escudo de la familia
real de Priamos.
—Los niños se fueron por los portales —tanto Cronos como
Arcane se giraron ante la voz de la última monarca. La reina
Olimpia había aterrizado como un enorme águila junto a ellos
antes de transformarse a su forma humanoide.
—¿Grayson? —preguntó Cronos.
—No hay rastro de él. Ragnar probablemente lo habrá
escondido.
A Olimpia se le alivió un poco el Alma al no encontrar al
pequeño y pensar que estaba a salvo. Él no merecía castigo por
todo lo que estaba pasando.
Iris se acercó a los monarcas; su corazón martilleaba al
percibir en la distancia muchas más tropas aproximándose
v
mientras que su poder se debilitaba con cada segundo —Son
centenares… millones.
—¿Soldados? —arriesgó Olimpia
—Batallones. —Iris había perdido el control sobre el fuego
horas antes; su movimiento con la tierra fue el último. Y tanto
su control del aire como del agua se debilitaban a paso veloz.
—Varias casas fueron robadas. Gente de mi pueblo masacrada.
Toda la familia del general.
Suspirando y drenada de magia; Olimpia tomó su espada
como su única defensa.
—Podemos —aseguró Cronos, pese a que no estaba seguro
de ello. Sin dudar, se introdujo en el campo de batalla.
—¡Reformen líneas!
Las tropas amigas lo estaban intentando, intentaban seguir
las órdenes de su rey al pie de la letra. Pero ni siquiera lo
que quedaba de las cuatro casas unidas podían contra la magia
oscura que la Casa de Sombras había conjurado. Sin contar que
la magia elemental estaba erradicada.
Solo había un hechizo lo suficientemente poderoso, y los
cuatro monarcas lo sabían.
—¡Conjura luz! —le gritó el arquero a la hechicera. El corazón
de ella se saltó un latido, no podía hacerlo. Daría la vida por
su pueblo, pero aunque quisiese, no tenía ni energía ni tiempo
para intentarlo.
Ragnar había escondido a la mayoría de sus fuerzas en algún
lugar. Nadie lo vio venir, ni siquiera La Visión de Iris. Ni
siquiera Arcane, que en ese momento estaba siendo rodeado
por las filas de sombras.
Matar o morir. Arcane nunca olvidaría el carnoso golpe de
sus flechas de grafeno atravesando armaduras de sombras. El
sonido de cada lanza que se hundió en el pecho de sus oponentes
vi
hasta perforar su esternón y directamente a su corazón.
Arremetió disparando flechas a centímetros de distancia y
usándolas como cuchillas. Cortó el intestino de un hombre
mientras esquivaba la hoja de otro. Con una patada en la rodilla,
enterró la flecha en el estómago de su atacante y la sacó en un
movimiento fluido.
Iris atacó con sangre, sudor y lágrimas. Sin magia, dependía
completamente de las navajas que portaba siempre con ella.
Tomando su arma mientras se levantaba, la reina hizo retro-
ceder al soldado de sombras antes de cortarle la mano a la altura
de la muñeca. El oponente gritó, su sangre le salpicó la cara
cuando chocó con los soldados que habían venido detrás.
Entre gritos, sollozos y caos, más y más tropas llegaban y el
agotamiento hacía temblar las rodillas de la reina elemental.
Con un grito de guerra y cortando gargantas mientras avanzaba,
la Iris corrió por el campo de batalla hacia el adversario.
—Se supone que sin magia eras inútil —gruñó una criatura
escupiéndole a la hechicera. Ella sonrió con altanería; sus
dientes brillando de rojo sangre, por los golpes que había
recibido, dándole una apariencia aún más espeluznante.
—Mala suerte para ustedes, entonces. —luego arrojó sus
cuchillos en rápida sucesión. Los soldados cayeron con las
hojas en la garganta.
Al otro lado de la batalla, Olimpia pasó su espada a través
de la garganta de un soldado, antes de que pudiera lanzar un
golpe mortal hacia ella. Y luego empezó a cortar camino hacia
Arcane, hacia la línea frontal rota más allá de él y las flechas que
disparaba sin detenerse, su mojado cabello dorado era un rayo
de luz del sol entre el lodo y sombras.
Los soldados empezaron a gritar a medida que Olimpia corría
entre ellos. Gritaron un poco más cuando Cronos, con Titian
vii
centellando luz azul, cayó al lado de la reina. Juntos, surcaron un
camino hacia Arcane o lo intentaron. Su avance interrumpido
por una re-formación en los batallones oscuros.
La noche seguía en lo alto, propiciando a la magia negra; con
el amanecer probablemente a unas dos horas de distancia.
Sintieron el aire arremolinarse a su alrededor, alejando a los
soldados y elevándolos por los aires hasta que… no lo sintieron
más.
—¡Iris! —rugió Arcane.
La reina cayó de rodillas con una flecha atravesando su
estómago.

viii
1

El bosque

—¡Eco! ¡Cui…! —pero la chica detuvo la pelota con la mano


antes de que esta pudiese impactar contra su frente.
—¿Por qué no aprendes a lanzar, Eros? —replicó ella molesta,
volviéndose nuevamente hacia el libro que Arabella le había
prestado.
—Sé lanzar, es el primer tiro que fallo. —el joven se encogió
de hombros, con una sonrisa pícara de diversión —Se supone
que llegaría a tu estómago, me pasé varios centímetros.
—Gracioso —Eco puso los ojos en blanco con molestia. Por
lo general, Eros enfocaba toda su personalidad burlona en
Arabella. Pero ahora que la pelirroja no se encontraba por
ninguna parte, al parecer era el turno de ella.
Y es que estaba de mal humor, se aburría como una os-
tra cuando Arabella estaba castigada y se le daban trabajos
especiales. Todavía pensaba que era ridículo que pudieran
castigarlos a los diecisiete años, sin embargo, a la señorita
Kirigan, no parecía importarle.
—¿Por qué está castigada Arabella? —preguntó Atlas cami-
1
CASA DE SOMBRAS

nando hacia la entrada de la casona en donde Eco se encontraba


sentada. El pelinegro había estado dando un paseo por el bosque
a caballo y venía saliendo de los establos. Eco ya se había
acostumbrado a que él y Arabella dijeran cosas que ella estaba
pensando, era como si ambos pudiesen leer mentes.
—Apestas a animal. —respondió la chica en su lugar —Date
un baño y échate algo de perfume
—A eso iba. —se acercó a Eco y agitó su cabello haciéndola
gruñir —Y para que lo sepas, no hace falta que te bañes en
perfume, Eco. Tu aroma marea, se huele desde el bosque.
—¡Izquierda! —la rubia reaccionó lo suficientemente rápido
para moverse a la derecha y esquivar la pelota que lanzó Eros
esta vez.
—Son lo peor —cerrando su libro de golpe y girándose hacia
ambos chicos. Eco se puso de pie con rabia.
—¡Eh! ¿Por qué castigaron a Arabella? —preguntó Eros otra
vez, antes de que Eco entrase a la casona.
—Por impulsiva.
La señorita Kirigan nunca disfrutó de la impulsividad de
Arabella. Constantemente intentaba suprimirla y se esforzaba
al máximo porque la chica lograra actuar a base de la lógica y
el razonamiento. La mayoría de las veces, resultaba lo opuesto,
y Arabella terminaba haciendo o diciendo lo primero que se
le metía en la cabeza. Actuar y luego pensar, ese era el común
razonamiento de la pelirroja.
—Volviste temprano de tu paseo —comentó Eros repentina-
mente, observando a Atlas con una ceja alzada —¿Pasó algo?
—Yo… —Atlas frunció el ceño y negó con la cabeza —Nada,
no tenía ganas de pasar por el bosque.
Eco bufó en voz alta —Arabella no para de hablar de ese
bosque —negó con la cabeza y miró a Eros —¿Practicaste
2
EL BOSQUE

arquería?
Recordándolo en ese momento, el castaño se quejó con un
gemido en voz alta. Le gustaba practicar el deporte, pero luego
de hacerlo cada día de cada semana, durante cuatro años… Sí,
la situación se volvía algo tediosa.
—No sé por qué tengo que seguir haciendo eso. —refunfuñó
caminando hacia la bodega junto a la entrada de la casona y
volviendo con su pesado arco en la mano y un carcaj de flechas
en la otra. —Literalmente, no hay diana que no acierte y tengo
que seguir practicando.
—Agradece que no tienes que memorizar poemas en latín
como Arabella. —le recordó Eco.
Eros hizo una mueca de disgusto.
—Ya, no me quejaré.
Poco después de su llegada a la casona -sin tan solo un
recuerdo en sus cabezas, pero siete años de edad- la señorita
Kirigan se enfocó en que cada uno de los niños desarrollara
una habilidad en cierta área. Eros se enfocó durante los cuatro
años que llevaban a la arquería y se había convertido en un
completo experto en ella; el chico no alardeaba, no había una
sola diana que él fallase. A Eco se le especializó en el esgrima,
hasta el punto de desarrollar una agilidad del nivel de cualquier
soldado.
Por otra parte, Atlas se dedicó a la equitación, y básicamente,
a cualquier actividad que involucrase establecer un vínculo con
animales. Todo eso mientras Arabella memorizaba poemas.
La pelirroja podía recitar poemas de diez páginas en latín,
griego antiguo e incluso sánscrito. Su memoria no tenía
comparación. Hablaba cuatro idiomas, incluyendo alemán,
inglés, francés y ruso. Conocía cada capital de cada país, y
podía indicar y leer cualquier lugar de cualquier plano o mapa
3
CASA DE SOMBRAS

que le pusieran en frente.


Y si bien con el tiempo encontró el amor por las lenguas y la
cartografía, para Arabella, su área nunca se comparó con los
deportes que practicaban sus amigos.
—No me molestaría ser políglota —acotó Atlas continuando
con la conversación de sus amigos.
Eros se dispuso a disparar a un árbol con un círculo dibujado
que se encontraba, a por lo menos, cien metros de distancia
de él. Eco no sabía siquiera como lograba ver el círculo al que
tenía que apuntar.
—Porque tienes diecisiete —soltó la flecha y esta dio justo
en el centro —Te aseguro que una niña de siete años prefiere
andar a caballito que leer sánscrito.
—Vale, buen punto.
—Maravilloso punto —ninguno de los chicos notó el mo-
mento en que Eco se había puesto de pie y caminado hasta
la bodega nuevamente. Con una armadura de esgrima y dos
floretes consigo. —Entonces Atlas, te toca a ti luchar conmigo.
La rubia le lanzó la armadura a su amigo, ella ni siquiera se
molestaba en usar una. Ninguno de sus compañeros podría
lograr tocarla siquiera con el florete, por más que lo intentarán.
Si la memoria de Arabella era un don digno de admirar, también
lo era la agilidad de Eco, la puntería de Eros, y la relación de
Atlas con los animales.
Ambos chicos se prepararon con sus respectivos floretes
en las manos. Mientras Eros seguía disparando a distintos
blancos que estaban dispersos por todo el terreno -cuidando
no tropezarse con ninguna raíz- entre Atlas y Eco se desarrolló
el duelo de esgrima.
Todos los chicos aprendían un poco de las habilidades de los
otros; los cuatro podrían disparar una flecha y acertar, pero
4
EL BOSQUE

jamás con la agilidad y precisión de Eros. Todos hablaban


al menos dos idiomas, pero solo Arabella hablaba cuatro y
entendía dos lenguas prácticamente extintas.
Eco se puso en posición para iniciar el combate.
—Venga, comienza tú —animó a Atlas. Su compañero atacó.
Eco bloqueó su ataque con una facilidad envidiable y golpeó
su estómago con el codo. Con fuerza, no estaba para entrenar
a medias.
Atlas maldijo sujetándose el abdomen —¿Estás segura de que
no eras soldado antes de venir acá?
No lo recordaba. Ninguno recordaba lo que eran antes
de llegar a la casona. Los recuerdos de los cuatro jóvenes
comenzaban desde el momento en que subieron al carruaje
para llegar a la enorme casa de campo.
La señorita Kirigan les había explicado que todos ellos
sufrieron cuando más pequeños. Probablemente debido a los
estragos que dejó la primera guerra mundial en el contiene
europeo, y por tanto, en su infancia y salud mental. Su cerebro
recurrió a la amnesia como método de defensa para el trauma.
Lo único de lo Eco estaba completamente segura, era de que
los movimientos de batalla siempre le salieron naturalmente.
Todo era familiar para ella, cada ataque y guardia.
—Cállate y lucha. —Eco volvió a la postura inicial—De nada
sirve entrenar contigo si lo haces mal.
—Amargada —murmuró Atlas antes de hablar en voz alta
—¿Por qué me tienes a mi como muñeco de guerra?
—Atlas —gruñó ella con una mirada que demandaba obedien-
cia. Más de una vez Atlas había pensado que esa chica también
podría haber pertenecido a la realeza, tan solo basándose en el
respeto que inspiraba.
El chico atacó hacia delante, esta vez con molestia pese a
5
CASA DE SOMBRAS

que eran pocas las veces en que él se enfadaba. Ella bloqueó


nuevamente, y con tan solo tres movimientos; un finta, una
zancadilla y un golpe en diagonal, tuvo a su compañero en el
piso jadeando de cansancio.
—Te desafío a una carrera a caballo —suspiró el chico y sonrió
con inocencia. La última vez que Eco subió a un caballo, se
arrojó a si misma de él, ya que el animal salió corriendo sin
dirección alguna con ella montada en él.
Con la misma expresión estoica de siempre, Eco declinó la
oferta dándole la espalda a Atlas y caminando hacia dentro de
la casona.
—Sabes que no acepto desafíos que no puedo ganar —dijo
antes de desaparecer por la puerta.

***

Arabella suspiró con los ojos cerrados y la cabeza inclinada


hacia el alto techo de la cocina; detestaba fregar pisos y eso
jamás cambiaría.
Estaba harta de la señorita Kirigan. Si no le guardara afecto
por ser una especie de madre durante diez años -la única figura
materna que ella conocía- creía que incluso podría llegar a
detestarla.
—Eficacia, Arabella. —la señorita Kirigan se paseaba por
alrededor de la chica pecosa mientras ella tallaba el piso de la
cocina —Sé eficaz; productiva y ágil. Cualquier señorita debe
aspirar al comportamiento de una reina.
La “señorita” volteó lo ojos. Era como si el propósito de vida
de esta mujer fuese que Arabella perteneciese a la alta alcurnia
del Imperio Austro-Hungaro.
6
EL BOSQUE

—Pero. Yo. No. Soy. Una. Reina —Arabella remarcó cada


palabra con un furioso refriego de la esponja en las blancas
baldosas de la cocina.
Se levantó limpiándose el sudor de la frente y acercándose a
su institutriz
—Como dije, una mujer de la alta alcurnia austriaca debe
aspirar a actuar como una reina.
—¿Eso es todo? —Arabella estaba exhausta. Solo quería
entrar a su habitación y dormir eternamente, o aún mejor,
dar un paseo por el bosque. Aunque claramente y como
de costumbre, su boca tenía otros planes —Si su idea de
convertirme en el ejemplo de mujer austriaca es tenerme
limpiando pisos, no me imagino la estima que debe tener por
el sexo femenino.
La pelirroja vio como la señorita Kirigan enrojecía de rabia
por su comentario al mismo tiempo que escuchó a Eros
maldecir a su espalda. Ella apretó los labios y se arrepintió
de inmediato por hablar desde el cansancio y el enojo. Aún así,
no se retractaría de su comentario. Pese a lo mucho que quería
hacerlo, su orgullo no se lo permitía.
Kirigan alzó el mentón. —¿Cuál es la capital de Zambia,
Arabella?
—¿Disculpe? —Eco, Atlas y Eros se habían detenido justo
detrás de la pelirroja para observar el enfrentamiento.
—¿Conoces o no conoces la capital de Zambia?
—Si, Lusaka. —respondió reticente. No sabía si sería algo
bueno o contraproducente responder a las preguntas de su
institutriz.
—¿La de Kasajistán? —la expresión de Kirigan era completa-
mente seria. Aún furiosa.
—Nursultán.
7
CASA DE SOMBRAS

—Salúdame en ruso, Arabella.


—¿Para qué….?
—Hazlo.
—Dobroye utro, kak samochuvstviye? —recitó la ella en un
perfecto ruso.
—Despídete en francés.
—À bientôt. c’était un plaisir de vous rencontrer.
—Como acabas de notar te he preparado con muchos más
conocimientos que limpiar pisos para educarte. —fue el turno
de Arabella para sonrojarse de la vergüenza. Kirigan sonrió —Y
si por tan solo un segundo piensas que la habilidad que trato
de darte es dejar una casa reluciente, realmente eres más tonta
de lo que pensé. —la pelirroja apretó la mandíbula de furia
—Intento que como en tu cabeza se metieron cuatro idiomas y
mitad de griego antiguo y latín, se te meta también el hecho de
que si no piensas antes de actuar, la mayoría de las cosas que
hagas para ti se van a tornar en tu contra.
—¿Qué pasa con la espontaneidad de la persona? —se burló
la pelirroja.
—Déjale la espontaneidad a los artistas. ¿Quieres ser una
líder, Arabella? Utiliza. La. Cabeza.
Después de varios segundo manteniendo la mirada de la
mujer en la suya, y en contra de su voluntad, Arabella terminó
asintiendo —Vale —gruñó dando media vuelta para marcharse
del lugar. Únicamente la detuvo la voz de su institutriz
nuevamente.
—¿Sigues teniendo pesadillas?
La joven volvió a girarse para enfrentar a la señorita Kirigan.
Solo dudó unos segundos antes de decidirse a decir la verdad.
Kirigan la había acompañado durante las largas noches de
insomnio cuando era más pequeña, y escuchaba cada relato
8
EL BOSQUE

de la pelirroja sobre las extrañas cosas que le sucedían en la


casa.
La primera vez que había puesto un pie en la casona, a los
siete años, Arabella se sentía extrañamente en casa, como si
todo fuese familiar. Recorrió los largos pasillos, las enormes
habitaciones, jardines incontables y, sobre todo, exploró el
bosque hasta que no quedó rincón que le resultase extraño.
Ese mismo día, la niña quedó completamente embelesada con
una pintura que se encontraba colgada solitariamente al fondo
de uno de los pasillos. Retrataba el mismo bosque de sus sueños
y pesadillas, pero lleno de luz. Se notaban las aguas de los ríos
y cascadas fluyendo por él, al igual que pequeños destellos en
donde la luz del sol se reflejaba.
—¿Qué estás viendo? —le había preguntado Eros. Al igual
que hacia el lugar, también había sentido cierta atracción hacia
los tres chicos que la acompañaban. Como si ya los conociese.
—Me gusta esta pintura, es… rara. —era rara. A Arabella le
parecía completamente antinatural que alguien lograse pintar
un río cristalino de manera que pareciera que el agua fluía por
el cuadro.
—¿Rara? —preguntó el chico acercándose al cuadro y
ladeando la cabeza para observarlo mejor. Él no notaba nada
creativo y mucho menos raro en el lienzo —Si piensas que un
plato de frutas es raro.
Y fue en ese momento Arabella dedujo que algo no estaba
en completo orden, ya sea con su mente o con la casa, ya que
efectivamente, al volver a mirar, el paisaje encantado se había
esfumado, dejando a su paso un aburrido y común plato con
frutas.
—A veces —respondió finalmente hacia su institutriz,
volviendo de vuelta al presente.
9
CASA DE SOMBRAS

—¿Y visiones?
Arabella hizo una mueca; sonaba como si tuviese que estar
encerrada en un manicomio. En su última visita al bosque con
Atlas y Eco, ella podría haber jurado que una especie de cántico
la guiaba a adentrarse mucho más en la espesura del frondoso
bosque. Eco no escuchó nada, y Atlas, aunque sí lo hizo, lo
adjudicó a sonidos de animales silvestres.
—Sonidos, pero nada de que preocuparse.
La señorita Kirigan asintió —Tus tareas están completas por
hoy. —le dijo a Arabella antes de mirar a los otros tres chicos
—¿Ustedes terminaron con sus actividades?
Asintieron al unísono.
—Bien, entonces a comer y a la cama.
Cómo todas las mañanas, tardes y noches, los muchachos
tomaron un plato cada uno y se sirvieron la ración correspondi-
ente. En este caso; un trozo de pollo, dos cucharadas de arroz,
cuatro rodajas de tomate.
Para Atlas, el pollo quedaba descartado y en su lugar, con-
sumía cualquier tipo de legumbre. No soportaba ver la pata
de un pollo en su plato, embadurnada con salsa y lista para ser
devorada.
Los cuatro chicos y la señorita Kirigan comieron en silencio,
tanto como porque morían de hambre como porque les daba
recelo provocar otro de los castigos de su institutriz.
—¿Han progresado con sus labores? —preguntó ella —¿Qué
tal el esgrima, Eco?
—Bien. —respondió la rubia escuetamente —Aunque ya no
tengo con quien practicarlo.
—¿Que hay de tu maestro? —la institutriz había contratado
un maestro de esgrima para ayudar a Eco cuando la misma
señorita Kirigan no podía.
10
EL BOSQUE

—Durante el último mes lo he vencido en cada lección. Usted


es la única que me da pelea.
—Es verdad —interfirió Atlas —Hoy casi me saca un ojo.
Eco puso los ojos en blanco —Es imposible que haya estado
siquiera cerca de sacarte un ojo. Traías la máscara de protec-
ción.
Atlas se encogió de hombros —Yo vi una espada demasiado
cerca de mi ojo.
—Es un florete. Si fuera una espada estarías muerto y no
quejándote.
—La agresividad, niña —rio Arabella.
—¿Por qué los dos más inestables practican con armas?
—preguntó Atlas a la señorita Kirigan —La que más nos odia,
obtiene una espada, y el que no se toma nada en serio, obtiene
un arco.
—No… —comenzó a decir Eco antes de que Eros la inter-
rumpiese.
—No nos odias, lo sabemos. Pero…
—Iba a decir que no es una espada —Interrumpió de vuelta
Eco a su amigo —Es un estúpido florete. Ni punta tiene.
—Bueno, él si tiene flechas con punta. —el pelinegro señaló a
Eros —Bastante reales, debo decir.
—Venga, jamás te he apuntado con una.
—¡Me lanzaste una roca ayer! —se quejó Arabella.
—Exacto, no una flecha. Además, siempre las esquivan. Tú
y Atlas tienen esta cosa rara de predecir el futuro. Sobre todo
tú. Y Eco tiene demasiados reflejos como para no esquivar
cualquier cosa que le lance.
—¿Así que supongo que el tiro al blanco va bien? —le
preguntó la mujer a Eros.
—Todos al centro.
11
CASA DE SOMBRAS

—¿La equitación?
—Pues si a ningún caballo le llega un rocaso próximamente…
—Atlas le dio una mirada significativa a su compañero—
entonces todo bien.
—No le lanzaría rocas a un caballo —murmuró Eros re-
volviendo la poca comida que quedaba en su plato.
La señorita Kirigan suspiró y observó el plato de todos —Si
terminaron, cada uno tome su plato y llévelo a la cocina. Hora
de dormir.
Ninguno se opuso a la orden de la institutriz, jamás lo hacían.
Todos los días recibían tantas lecciones y tareas que para la hora
de la cena, todos estaban exhaustos excepto Eros.

***

Arabella sabía perfectamente como se oía el repiqueteo de los


pasos de su amiga en la añeja madera del suelo, las pisadas
de Eco siempre eran suaves, como una pluma que lentamente
rozaba el suelo entes de caer completamente.
La puerta de su habitación se abrió con un rechinido y la
pelirroja ni siquiera se molestó en levantar la vista de su libro
para reconocer la presencia de Eco.
Tenían una rutina perfectamente balanceada. Como la
“maniática de limpieza” que Eco era según Arabella, ella se qued-
aba a preparar la habitación antes de ir a dormir; perfumándola
y asegurándose que ningún animalillo -más específicamente
ratas- hubiese entrado al dormitorio. Mientras tanto, Arabella
se cambiaba y lavaba sus dientes en el baño que ellas compartían.
Al volver la pelirroja, todo estaba impecable y era turno de Eco
para utilizar el baño.
12
EL BOSQUE

—Cambié la vela —le informó Eco al entrar a la habitación y


ver a su amiga observando la vela que reposaba sobre la mesa
de noche que compartían —La otra se consumiría a mitad de
noche.
—Gracias —murmuró Arabella algo avergonzada.
Como solo podría saber una persona que había dormido en la
misma habitación que Arabella desde los siete años, Eco estaba
hiperconsiente de la dependencia de su amiga hacia la luz.
Por lo general pasaban la noche con las cortinas abiertas y
la luz de luna era suficiente para Arabella. El problema eran
noches como esa, en que el cielo se mantenía tan nublado por la
inminente lluvia y ni un solo haz de luz entraba por la ventana.
Esas noches era más que probable que Arabella no pudiese
dormir por los ataques de pánico y las pesadillas.
Eco había presenciado varios de ellos y no le gustaba lo que
veía que le provocaban a su amiga, desde entonces, y pese a los
reclamos de la señorita Kirigan, mantenían una vela encendida.
Estaban consientes de la probabilidad de causar un incendio,
pero mantenían la vela en un candelabro estable para que no se
moviera por la noche.
—Buenas noches —se despidió Arabella.
—Descansa —contestó Eco mientras separaba las capas de su
cama y se introducía en las frías sabanas.

***

—¡Atlas! —susurró-gritó Eros hacia el chico que descansaba al


otro lado de su habitación —¡Atlas, imbécil!
—¿Qué quieres? —preguntó él, cansadamente. Su voz
sonando amortiguada por la almohada.
13
CASA DE SOMBRAS

—No puedo dormir.


—¿Y ese por qué sería mi problema?
—Por qué si yo no duermo tú tampoco lo harás. —Atlas se
mantuvo en silencio y cerró los ojos. «Tal vez si cree que me
dormí, no me molestará más»
—¡Atlas!
—¿Qué tal si te noqueo con un sartén? —preguntó Atlas
removiéndose para mirar a su amigo, la paciencia se le resbalaba
de las manos poco a poco —A esa situación le veo ganar-ganar
—Violento viniendo de alguien que se cree Blancanieves
hablando con tanto animal. —replicó Eros con burla.
—Yo no me creo Blancanieves.
—Hablas con los conejos.
—Hablo contigo y no soy psiquiatra.
—¿Insinúas que estoy loco?
—¡Insinuó que quiero dormir! —exclamó tapándose hasta
la cabeza con las sabanas. A su pesar, el castaño continuó
hablando.
—¿Por qué me considerarías alguien loco? Soy guapo,
carismático…
—Eros, duérmete. Ya. —presionó Atlas aún desde debajo de
las ropas de su cama.
—… amable, bondadoso…
—Humilde…
—Ja, ja. Observa como rio —Atlas asomó la cabeza lo
suficiente para observar a su amigo poner los ojos en blanco
—No sé como puedes discutir tanto conmigo.
—¡Eros, cierra el pico y duerme!
—Sé que prefieres a lo animales que a la gente, pero no te
haría mal practicar esa paciencia, querido.
—¡DUÉRMETE SI NO QUIERES MORIR!
14
EL BOSQUE

—¿Una partida de ajedrez?


—Si hubiese nacido chica no tendría que compartir
habitación contigo —murmuró el pelinegro, cubriéndose la
cara con las manos.
—Oh, no serías una chica muy linda —comentó Eros lev-
antándose de su cama y encendiendo una vela en la mesa de
ajedrez. Lentamente, ordenó cada una de las piezas en sus
espacios correspondientes —Serías como una niña troll con los
rasgos tan toscos. Eres guapo como varón, quédate así. Ahora
venga, una partida.
Atlas suspiró pesadamente.
—¿Si juego contigo, te callarás al acabar?
—Empiezo a pensar que no disfrutas de mi compañía, Atlasito.
—¿Tú crees, hermanito? —ironizó él mientras se levantaba
de su cama y se sentaba frente a su compañero. —¿El mejor de
tres?
—Tú comienzas.
Y así comenzó una estúpidamente larga partida de ajedrez.
Ambos habían pasado cuatro años juntos, entreteniéndose en
su mayor parte a jugar ajedrez en sus tiempos libres. Conocían
perfectamente los movimientos y estrategias del otro, cada
táctica o método para ganar. Cuando Eros iba a hacer un
movimiento Atlas lo predecía fácilmente, y cuando Atlas estaba
a una jugada de hacer caer uno de los alfiles de Eros, este se le
adelantaba y expulsaba uno de los suyos.
—Esto va a durar para siempre —se lamentó Atlas, quien a
estas alturas quería con la misma ambición dormir y vencer a
su contrincante.
—Es que eres una porquería en este juego —señaló Eros
después de un rato observando el tablero sin saber como
proseguir. Sabiendo en su mente que si amigo adelantaría
15
CASA DE SOMBRAS

cualquier cambio que Eros realizara en su juego —¿Por qué


no te comes a alguno de mis alfiles?
—¿Disculpa? ¿Por qué no lo haces tú con uno de los míos?
—Pues si dejaras de bloquear mis movimientos podría.
—O tú podrías rendirte.
—En tus sueños.
—Ojalá hubiese podido soñar algo esta noche —señaló Atlas
apretando los dientes —Pero el señorito aquí presente se
encargó de que tuviera insomnio solidario.
—Es un buen nombre, deberías practicarlo más seguido.
Casi cada noche Eros no podía dormir y Atlas era consiente de
ello. Sabía que no ser capaz de dormir era algo que molestaba a
Eros, así que las veces que él le pedía que se entretuviesen juntos,
luego de insistir un poco en que intentara dormir, terminaba
cediendo. Era así desde que habían llegado a la casona y se
había vuelto de lo más similar a un hábito.
Fue tan solo cuando escucharon pasos acercándose a la
habitación que se miraron con ojos gigantes antes de soplar la
vela y, literalmente, saltar de clavado a sus camas, abandonando
por completo la partida. Eros no alcanzó la suya y cayó al piso
justo cuando la puerta se abría.
—Mamá —masculló como si fuese sonámbulo. La señorita
Kirigan no era tonta y él lo sabía, aun así decidió fingir —¿Mamá,
eres tú?
—Arabella no está.
Pero la voz que no pertenecía a la señorita Kirigan, sino que a
Eco. No sabía si fue el tono asustado de la chica que casi nunca
mostraba un atisbo de emociones, o el nombre de la pelirroja
susurrado por su boca con miedo, lo que hizo que Eros dejara
de lado su actuación y todo su cuerpo se pusiera en tensión. Al
igual que él, Atlas se incorporó sobre la cama.
16
EL BOSQUE

—¿Qué has dicho? —preguntó Eros.


—Que Arabella no está —repitió Eco preocupada. La rubia
había despertado por el frío que entraba por la puerta abierta
de la habitación; puerta que siempre se mantenía cerrada para
mantener el calor dentro del pequeño dormitorio. Al mirar a
la cama del lado, la encontró vacía, así que desesperadamente
se paseó por toda la casa en busca de Arabella. No la encontró.
Eco sabía que, en el caso de que fuese un intento de escape de
la pelirroja, la señorita Kirigan no era una buena opción para
recurrir. Hela ahí pidiendo ayuda a Eros y Atlas. —La busqué
por toda la casa, no está.
—No puede no estar —farfulló Eros a la vez que agarraba
una capa del armario, como la que Eco ya tenía sobre los suyos
propios, y la ponía sobre sus hombros; segundos después Atlas
hizo lo mismo —¿Estás segura de que buscaste bien?
—Claro que estoy segura ¿Creen… creen que podría haberse
marchado? Ella prácticamente odia este lugar.
—No lo haría —respondió Atlas seguro —No es tonta, no
tiene a donde más ir.
—Vamos —indicó Eros mientras dejaban la habitación de
los chicos. Eco corrió a la suya propia para agarrar una capa
para Arabella por si la encontraban. Debían encontrarla, Eco
podría morir si algo le sucedía a cualquiera de ellos, sobre todo
a Arabella.
Se unió a sus amigos cuando ellos pasaban por en frente de su
dormitorio y bajaron rápida, pero silenciosamente las escaleras.
—¿Recorriste todas las habitaciones de la casona? —volvió a
preguntar Atlas y Eco asintió. —¿Todas y cada una? Esta casa
tiene millones de pasillos.
—Cada pasillo, de verdad. A no ser que este lugar tenga un
pasadizo, no está aquí.
17
CASA DE SOMBRAS

Eros buscó con la mirada hasta que dio con una vela a poco
de estar completamente consumida.
—Afuera hay un viento que fácilmente podría sacar a
cualquiera de nosotros volando, por no mencionar que está a
punto de llover torrencialmente —apuntó Atlas —¿Y tú quieres
salir con una vela?
—Claro, buen punto —así que el chico tomó de la mesita de
noche un farol dentro del cual acomodó la vela —Salgamos.
Con pasos suaves, intentando hacer el menor ruido posible,
se dirigieron hacia la cocina, rogando para que los sirvientes
estuviesen todos dormidos. Eros, perdido por la oscuridad,
se dio en la rodilla con la esquina de la mesa del comedor; se
alejó de ella dando saltitos mientras sujetaba su articulación
adolorida. Eco solo suplicó por que el estrépito no hubiese
despertado a nadie.
—¡Aprende a caminar! —gritó-susurró ella.
—¡No es mi culpa! —se defendió Eros en el mismo tono.
—¿¡Cómo no va a ser, si tú chocaste la mesa?!
—Viene alguien —los alertó Atlas al escuchar pasos desde la
cocina, con dirección a la puerta que daba directamente hacia
el comedor. Los otros dos chicos los oyeron más tarde.
Eco, como la más pequeña, abrió uno de los miles de estantes
que poseía la habitación, ocultándose dentro de uno.
Atlas, como el más alto, corrió bajo la enorme mesa que aún
tenía el mantel de la cena sobre ella.
Eros, «como el más idiota» reflexionó Eco al ver donde se
escondió su amigo, corrió detrás de las cortinas, dejando sus
pies completamente a la vista.
«Por suerte apagó la vela antes de esconderse» pensó Atlas antes
de gritar-susurrar hacia su amigo: —¡Pies!
Los pies de Eros automáticamente desparecieron tras la tela
18
EL BOSQUE

que caía pesadamente en el suelo de madera.


La puerta crujió al ser abierta y todos escucharon los pasos
transitando por el comedor. Una de las sirvientas tendría
que haberse levantado para ir al único baño en la planta baja;
cruzando el comedor.
Al escuchar otra puerta cerrarse a lo lejos, Eco salió de su
escondite luego de revisar que no hubiese nadie más alrededor.
—Vamos.
Caminando de puntillas, los tres chicos pasaron por el umbral
con dirección a la cocina y hacia la puerta trasera de la casona.
Lo primero que los recibió al salir fue el fuerte viento y el
leve goteo del cielo que pronosticaba tormenta. Sin luz para
iluminar el lugar, caminaron prácticamente a ciegas por el
terreno, intentando no caer por el terreno fangoso y lleno de
raíces salidas.
Eros no lo logró.
—¿¡De nuevo?! —lo volvió a reprender Eco, arrastrándolo
para volver a ponerlo de pie —Tiene que ser una broma.
—A mi también me molesta ¿bien? —se justificó él, sacudi-
endo la tierra de su capa —No es como si disfrutara cada vez
que un moretón nuevo me aparece en el cuerpo.
—Es que la cosa va en que no te “aparecen” —Eco remarcó
las comillas con un movimiento de sus dedos —Tú te los ganas
a pulso.
—Cierra la boca.
—El bosque —habló de repente Atlas pensando a donde
podría haber ido su amiga mientras los otros dos discutían.
Eco se reprendió mentalmente por permitir desconcentrarse
en esa situación —A ella le encanta ir, le gusta ayudarme con
los animales.
Solo pasaron dos segundos antes de que la rubia jadease en
19
CASA DE SOMBRAS

voz alta.
—Arabella… —abrió y cerró varias aveces la boca buscando
las palabras —Ella… siempre me dijo que el bosque la atraía,
pero de una manera… fisiológica. Era como si la arrastrara
hacia él. Nunca… no pensé que lo dijera en serio.
—Vamos —interrumpió Atlas comenzando el trayecto a paso
veloz.

20
2

Ruinas

—Vuelvan —cantaron los pájaros —Vamos, vuelvan. Algún día


volverán con sus padres.
Arabella ni siquiera notaba la llovizna que mojaba su cara o
cabello. Conocía a las liras, las aves que repetían casi cualquier
sonido humano, si no era eso ¿Qué era?
Podría jurar que los árboles bailaban. Sus ramas se movían se
una manera armoniosa, atrayente. Se arqueaban y amoldaban
un camino para ella, para que ella lo siguiese.
—Los herederos deben volver —continuó la melodiosa voz del
bosque. El aroma de la lluvia y aire fresco llenaba sus pulmones.
Necesitaba avanzar más rápido , necesitaba llegar —Debes volver,
alteza. Vuelve con tu pueblo.
Siguió caminando por el túnel de ramas, los susurros incre-
mentaron su volumen y esta vez venían de todas partes. Los
oía detrás de las rocas, lo oía en las copas de los arboles.
Un rayo retumbó en el cielo justo cuando escuchaba que
gritaban su nombre.
—¡Arabella! —la pelirroja no reaccionó al grito de su amiga, y
siguió su curso. Eco, Atlas y Eros echaron a correr al momento
21
CASA DE SOMBRAS

en que divisaron la silueta hechizada de su amiga —¡Arabella,


espera!
La tormenta era cada vez mayor, los truenos resonaban en el
cielo y cada vez se introducían más en el frondoso bosque. A
Arabella le llegaba a doler el pecho de emoción; la necesidad de
saber qué es lo que la llamaba se la estaba comiendo viva.
—¿Qué está pasando? —preguntó Atlas en un susurró de
inquietud observando los árboles a su alrededor.
—No importa —Eco negó con la cabeza, igual de intranquila,
pero con un propósito fijo en su mente —Debemos alcanzar a
Arabella y ya veremos qué hacer.
Eros tan solo asintió siguiendo a sus amigos. Desde pequeños
había sido así; si Eco no tenía miedo, entonces él tampoco lo
tendría. O al menos, lo intentaría.
Los chicos corrieron por entre las raíces y ramas, pasando por
sobre montículos de tierra. Con cada metro que se introducían
en el bosque sus pisadas se sentían más ligeras, el sonido de la
tormenta apagándose y dejando paso a la sinfonía del bosque,
que para ellos, cada vez parecía más mágico.
No fue hasta que alcanzaron a Arabella que lo oyeron. Los
cuatro jóvenes, igual de confundidos, pusieron atención al
llamado incesante.
—Hasta aquí llegué. —murmuró Eros con los ojos muy
abiertos —Me he vuelto loco.
—¿Lo sienten verdad? —preguntó Arabella a quienes se
habían convertido en sus hermanos.
Agua de lluvia caía del largo cabello de Eco. Apenas podía
ver por las gotas que chocaban contra sus ojos, aunque de todas
formas no necesitaba su vista; ella también sentía algo. La
calidez, la sensación de que estaban en el lugar correcto, que
debían llegar al fondo de todo eso. El bosque los llamaba, era
22
RUINAS

indudable. El bosque necesitaba que ellos llegaran a donde él


quería que estuviesen.
Siguieron caminando, esta vez pausadamente; escuchando
con cuidado cada llamado y buscando si lograban ver algo entre
la pesada vegetación del lugar. Los cuatro se quedaron sin
respiración al mismo tiempo al ver las ruinas.
Altas rocas formando una especie de laberinto. Altos pasillos
de piedra con musgo crecido en ellos, completamente rodeados
por arboles.
—Tengo miedo de ir —habló Eros —Pero realmente necesito
entrar ahí.
Respirando profundamente, Arabella fue la primera en dar
un peso al interior del laberinto; el enorme pasillo de roca y
vegetación guiándola al corazón de las ruinas. Se mantuvieron
cerca los unos de los otros, sin separarse más de un metro en
caso de cualquier cosa.
Una escalinata de caracol fue lo que tuvieron frente a ellos al
terminar el camino. Eros tomó la delantera bajando escalón por
escalón, agachándose para intentar ver que les deparaba el piso
inferior al que se estaban dirigiendo. Escucharon los zumbidos
de los insectos, y pese a que la voz se había detenido en su
totalidad, el calor en el pecho de los chicos fue aumentando a
medida que bajaban.
—No hay nada aquí —avisó Eros, los demás se apresuraron a
terminar el recorrido.
—Vaya —susurró Atlas observando a su alrededor. No tenía
idea de lo que había sido alguna vez ese lugar, pero sospechaba
que era algo importante. La piedra tenía delicados tallados y
los toscos pilares que vieron antes de bajar la escalera, se habían
convertido en complejos pilares de piedra lisos.
—¿Qué es esto? —preguntó Eco.
23
CASA DE SOMBRAS

Arabella se arrodilló junto a un tallado en el suelo, su


respiración se entrecortó al reconocer un arco y flecha grabados.
Pasó sus dedos por la roca para limpiar el polvo acumulado y
descubrió que al hacer un poco de presión, esta se hundía como
si fuese una placa o un botón gigante.
—Esto no… —la pelirroja se puso de pie observando el suelo
a su alrededor y encontrando tres placas más. La cámara en la
que se encontraban no era grande, pero sí alta; como si hubiesen
bajado más de un solo piso. —Eco ¿qué grabado tiene esa roca?
La rubia siguió la dirección que su amiga apuntaba y se agachó
deprisa junto a la roca. Con su mano sacudió la tierra que la
cubría —Una espada. —hizo presión con su mano y la piedra
brilló azul. Eco retiró su mano de súbito cayendo de espaldas.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó la pelirroja apenas respi-
rando.
—Quizás cada grabado…—comenzó Eros reticente a termi-
nar su pensamiento —¿Llama a uno de nosotros? Dios mío,
enciérrenme en un manicomio. —se giró hacia su amigo —Atlas,
si estoy loco después de todo.
—No, no —lo cortó Eco —Tiene sentido.
—Ella es la racional —se lamentó Eros —Si ella se vuelve loca,
ya no nos queda nada.
—Este de aquí tiene un lobo con alas de águila —Arabella
se quedó un rato observando la imagen de la cabeza del lobo,
justo por su cuello, dos grandes y emplumadas alas de águilas
emergían en lugar de su cuerpo —Ese no lo entiendo.
—El último tiene a los elementos —avisó Atlas, quien había
desempolvado la última placa. Hizo presión con la mano y
ninguna luz mágica salió de ella esta vez. —¿Esta está rota o
soy yo el problema?
—¿Desde cuándo una roca está rota por no emitir luz?
24
RUINAS

¡Son rocas! —ninguno se molestó en discutir con Eros. Lo


conocían desde hace diez años, y sabían que al mínimo indice
de nerviosismo, se ponía a hablar sin parar.
Eco se acercó y presionó la roca que Atlas había tocado. Nada
pasó. Volvió a la primera que oprimió y la luz azul surgió
nuevamente. Esta vez no se sobresaltó; solo sentía un cosquilleo,
nada que le hiciese daño.
—Eros, ven acá —lo llamó Atlas.
—¿Y poner mi hermosa piel en una roca que brilla? No,
gracias.
El joven volteó los ojos y se volvió hacia su amiga —¿Arabella?
La pelirroja caminó reticente hacia Atlas. Con cuidado, posó
su mano sobre la placa e hizo presión. La luz verde iluminó la
recamara como si fuese el océano refractado.
—No puede ser —susurró. —Atlas, ve a la que yo estaba hace
un momento.
Él asintió y caminó hacia la roca. Directamente se puso de
pie sobre ella, esta vez el rojo lo llenó todo.
—Eros, ponte ahora mismo de pie sobre esa roca. —le ordenó
Eco, el corazón le latía desbocado. Ella misma se puso de pie
sobre la roca que tenía a su lado, al igual que Arabella. Los tres
colores se mezclaban en las paredes de piedra.
—Pero… —empezó él.
—¡Ahora!
Con una mueca, Eros caminó hacia la ultima placa. Respiro
hondo antes de saltar con los ojos cerrados sobre ella. Esta bajó
debido a su peso y brilló en naranjo.
—De repente creo que podría desmayarme —murmuró Eros.
—No entiendo —Eco negó con la cabeza —Tal vez el arco
y la espada es por la arquería y el esgrima de Eros y mía
respectivamente. Pero ¿los elementos y el agui…?
25
CASA DE SOMBRAS

Eco no pude seguir antes de que las luces de las placas


de mezclaran en una sola. Tan brillante y cegadora que
obligó a los cuatro jóvenes a cerrar sus ojos. No tan solo
iluminó la recamara, sino que la señorita Kirigan, que en ese
momento observaba el bosque desde la casona y sonreía, estaba
presenciando el espectáculo de luz que los brillantes rayos
creaban subiendo por la escalera y saliendo del laberinto hacia
el cielo.
Después de algunos segundos, la luz se apagó. Todos abrieron
los ojos parpadeando lentamente y mirando a su alrededor en
busca de qué es lo que había pasado.
Eros abrió los ojos hasta que casi podrían haberse salido de
sus cuencas —Ahora si me voy a desmayar.
Una puerta. Una real puerta de roca se encontraba en
una de la paredes, en la que anteriormente, no había habido
absolutamente nada.
Eco salió de la placa y caminó rápidamente hacia la puerta.
—¿¡Qué crees que haces?! —chilló Eros.
—Llegamos hasta aquí —respondió la rubia toqueteando la
puerta para averiguar cómo abrirla. Empujó de una de las orillas
y escuchó el sonido de roca siendo arrastrada —¡Ajá!
Arabella y Atlas se acercaron a ella inmediatamente, ayudán-
dola a empujarla hasta que abrieron lo suficiente para que sus
cuerpos cupieran. Sin dudar, entraron por la abertura.
—¡Eh, no me dejen! —Eros se unió corriendo a sus amigos.
Al cruzar la puerta, se recargó contra ella para cerrarla a su
espalda. Al estudiar el panorama que tenia delante soltó un
quejido en voz alta —Otro pasillo oscuro, no puede ser.
No se escuchaba sonido alguno, tan solo las pisadas de sus
amigos. Ninguno podía ver sus propias mano frente a ellos, la
oscuridad tan pesada que a Arabella se la aceleró el pulso.
26
RUINAS

—Tranquila —Eros tomó la mano de Atlas —Solo está un


pelín oscuro.
—Soy Atlas.
—Ah, claro. Con razón la mano de Arabella me parecía tan
enorme —se sujetó firme de la mano de su amigo —De todas
formas no me sueltes. si es posible, seré el primero en caer por
un acantilado.
—¿Arabella? —preguntó Eco
—Aquí. —habló ella con voz suave. Atlas extendió su mano
hasta donde provino el quejido. Así también lo hizo Eco, y
terminaron los cuatro tomados de la mano.
—Vale, si uno cae por algún lugar, no se suelten ¿sí? —ordenó
Eco. Todos asintieron —¡¿Sí?! No puedo ver sus gestos, trio de
idiotas.
—Ah, sí. —respondieron los dos muchachos. Arabella
respiraba profundamente para evitar un inminente ataque
de pánico y tenía los ojos apretados fuertemente intentando
imaginar que la oscuridad solo estaba detrás de sus párpados y
no en todo lo que la rodeaba.
Avanzaron muy lentamente. Eco llevaba el mando toquete-
ando paredes para saber en donde pisar a continuación. De-
spués de algunos minutos, a lo lejos lograron ver un pequeño
círculo de luz que iba creciendo con cada paso que daban para
acercarse a él.
Mientras más iluminado se volvía el pasillo, más rápido se
movían; en los últimos metros, terminaron corriendo a toda
velocidad, desesperados por abandonar la oscuridad.
Y en ese momento, llegaron a un tronco de árbol. La luz se
colaba por pequeños agujeros en la corteza, y al salir de él, se
introdujeron en un nuevo bosque, pero esta vez, uno mucho
más apagado.
27
CASA DE SOMBRAS

Se podían ver ramas cortadas y caídas en el piso, altos árboles


o más bien troncos, ya que no lograban ver las copas de ellos
debido a una espesa niebla que rodeaba todo el lugar.
Eros rodeó el árbol para encontrar que desde afuera se veía
completamente común. Volvió a entrar en él y el túnel había
desparecido, dejándolo hueco.
—Genial —gruñó —estamos atrapados aquí.
—¿Es el bosque que rodea la casona? —preguntó Atlas
girando sobre si mismo, mirando todo a su alrededor.
—No lo creo —respondió Arabella, el pánico olvidado. Se
sentía alucinada por la sensación de ya haber vivido esto antes
—Es el bosque con el que sueño.
—Vale, una pesadilla viviente —ironizó Eros mirando alrede-
dor —¿No es eso magnífico? Atrapados en un sueño de la niña
que solo tiene pesadillas.
Despacio y con incertidumbre, los chicos se pusieron las
capuchas de sus respectivas capas sobre el cabello mojado y
avanzaron por el hermoso camino. Pese a que el bosque estaba
sumido en una especie de penumbra, el sol lograba abrirse paso
por algunos huecos al igual que la vegetación y musgosidad que
rodeaba el suelo y algunas paredes de piedra.
Todos se mantenían cautelosos y alerta a su entorno, ninguno
sabía muy bien donde estaban o que estaba pasando, por lo
que siguieron caminando hacia donde la calidez en su pecho se
hacía más fuerte.
—Paren —llamó Atlas y los demás se detuvieron —¿Escuchan
eso?
Los jóvenes lo escucharon segundos después de Atlas, igual
que siempre. Intentaron con todas sus fuerzas detectar que era
el murmullo que se escuchaba bajito a su alrededor; decidieron
adjudicar la razón a un riachuelo cercano. Lo que ellos
28
RUINAS

ignoraban era que en ese momento, las pequeñas hadas y trolls


escondidos en los árboles, se asomaban y murmuraban entre
ellos asustados, por lo que creían, era otra de las rondas de
soldados de la Casa de Sombras para cazarlos.
Los pequeños seres se movilizaron inmediatamente, compro-
bando las trampas que tenían dispersas a lo largo del bosque.
Todo en caso de emergencias; situaciones en que el ejército de
Ragnar, por alguna razón, rodeara áreas por las que no solían
pasar.
—Los murmullos se están haciendo más fuertes —avisó Eco
—Creo que nos estamos… —la frase se vio interrumpida por
el grito de la misma muchacha al ser atrapada en una red y
levantada por un mecanismo que se apoyaba en los árboles.
—¡Eco! —gritaron los tres chicos desde el piso antes de ser
cazados de igual forma; terminando todos colgantes en bolsas
de redes desde las copas de los árboles.
—¡No puede ser! —se lamentó Eros, por milésima vez en
menos de dos horas —¡¿A dónde nos trajiste, Arabella?! ¡Lo que
faltaba! ¡Ahora una tribu nos va a comer vivos!
—¡No te atrevas a culparme! —se defendió la pelirroja
balanceándose en su red y apuntando acusatoriamente a su
amigo —¡Ustedes me siguieron por voluntad propia!
—¡¿Qué se supone que debíamos hacer?! ¡¿Esperar a que te
cayera un rayo?! ¿¡O ver como te metías en un laberinto hacia
la dimensión desconocida!?
—No finjas que te metiste aquí por mi. te dio miedo volver
solo. ¡Con tus dos pies izquierdos, probablemente te habrías
desbarrancado!
—¡No te metas con mi agilidad!
—¡Como si tuvieras un ápice de agilidad!
—Eros, Arabella, cállense —advirtió Atlas, intranquilo
29
CASA DE SOMBRAS

—Miren, por allá.


Con la mirada, siguieron el dedo que apuntaba hacia las
plantas que crecían por el borde del camino. Vieron aparecer las
criaturas que tanto barullo habían hecho intentando capturar
a los cuatro jóvenes con mucho éxito. Dos pequeños ratones,
tres duendecillos y tres hadas.
Lo primero que Eco pensó fue en un plan para salir de allí.
No tenía nada con lo que pudiese cortar las sogas de las redes
para liberarse y liberar a sus amigos.
Lo primero que Arabella pensó fue que las hadas no se
parecían en nada a como las planteaban en los cuentos. No
eran bonitas mujercitas con vestidos de colores. Tenían dientes
afilados y ojos negros, sin iris ni pupilas; cuerpos alargados -sin
ropa en ellos aunque sus estos fuesen en su totalidad lisos- y
cabezas sin un solo cabello en ellas.
Lo primero que Eros pensó fue que jamás volvería a entrar
en un túnel.
La cabeza de Atlas estaba tan ocupada intentando procesar
todo lo que estaba viendo que no quedaba espacio para un solo
pensamiento más.
—¿Ratones? —cuestionó Eco casi indignada —¿Los ratones
nos atraparon?
—Muy ratón seré, pero soy más que capaz de degollarte,
soldado. —respondió la curiosamente humana voz del roedor.
—Por supuesto que el ratón habla —murmuró Eros frotán-
dose la sien.
—¿A estas alturas eso te sorprende? —le preguntó Eco
bajándose la capucha, atrayendo inmediatamente la atención de
las criaturas a las angulosas facciones de su rostro —Preocúpate
porque lo primero que dijo fue una amenaza de muerte.
—Es ella.
30
RUINAS

—Los herederos.
—La profecía. —murmuraron la hadas con sus agudas voces
una y otra vez. Revolotearon entre las redes sin parar de repetir
esas tres frases.
Cortando una sola cuerda con su espada, el ratón dejó caer
de golpe las cuatro redes, logrando que los chicos se azotaran
contra el piso.
—Bájense la capucha —habló esta vez uno de los duendes
—Bájensela y mostradnos vuestros rostros.
—Voy a llorar —el castaño se bajo la capucha al igual que los
otros tres jóvenes —De verdad voy a llorar.
Las criaturas respiraron audiblemente, sorprendiendo a los
chicos. Los miraban alucinados, como si estuviesen viendo un
espejismo.
—No son soldados de la oscuridad —murmuraron los ratones.
Los ratones y duendes se arrodillaron ante los jóvenes. Las
hadas siguieron revoloteando a su alrededor. Los chicos no
entendían que demonios estaba pasando.
—Nuestras más sinceras disculpas, altezas. —dijo uno de los
duendes bajando su cabeza en señal de respeto.
Atlas, Eros, Eco y Arabella se miraron los unos a los otros y
luego a las criaturas que yacían, literalmente, a sus pies. Por
varios segundos, el silencio reinó en el ambiente hasta que,
como siempre -pensó Eco- Eros tuvo que romperlo.
—¿Alte…? Yo me largo —dio media vuelta dispuesto a volver
al tronco por donde llegaron a este “bosque de la demencia”,
como él le había apodado en su mente. Comenzó a caminar
por el mismo camino, mas fue detenido por la mano de Atlas
en su capucha, lo devolvió a su sitio.
—Tú te quedas aquí quietito —le indicó antes de volverse a
los duendes —Se equivocan, no somos parte de ninguna realeza
31
CASA DE SOMBRAS

ni…—Atlas miró a su alrededor —Ni siquiera sabemos donde


estamos. Y por favor párense, no es necesaria la reverencia.
—Se encuentran en Priamos, altezas. Su reino.
—Vale, nota del día: Si entras a un laberinto, terminas siendo
dueño de un reino —Eros se volvió hacia Atlas —¿No crees que
es buen momento para largarnos de aquí?
—¿A qué se refieren con “nuestro reino”? —preguntó Eco
al duende, ignorando radicalmente a su amigo e intentando
no inquietarse por la apariencia que tenía la mágica criatura.
Orejas largas y puntiagudas al igual que la nariz y rostro
arrugado.
—¿De verdad no saben quiénes son? —preguntó el otro ratón
intrigado. Negó con la cabeza —Vamos, no es seguro hablar
aquí.
—¿A dónde exactamente? —se adelantó Eco poniendo un
brazo frente a Arabella quien había empezado a caminar,
totalmente dispuesta a seguir a las criaturas que previamente
los habían amenazado con degollarlos. La pelirroja solo podía
pensar en que los libros y cuentos que tanto había soñado por
fin se estaban haciendo realidad.
—El refugio, los soldados de la oscuridad podrían atacar en
cualquier momento, princesa Eco.
—Soldados de oscuridad —repitió Eros con un hilo de voz.
—Les explicaremos todo, altezas. Por favor, sígannos,
no lastimaríamos a quienes son nuestra última esperanza.
—aseguraron movilizándose por entre las ramas. Ninguno
superaba la altitud de ellas, excepto las hadas que revoloteaban
entre las cabezas de los jóvenes.
—Es muy bella, princesa Arabella —le dijo un hada completa-
mente azul a Arabella, quien sonrió.
—Muchas gracias.
32
RUINAS

Arabella hacía su mayor esfuerzo por darle un sentido a toda


la situación, no caer por el revoltijo de ramas en el piso mientras
avanzaban, y mantener a la vista a sus tres amigos.
Eros estaba fallando espectacularmente en todas.
Mientras se quejaba y murmuraba de lo demente y surreal de
la situación, por poco se mata al tropezar con ocho ramas y no
dejaba de mover la cabeza de un lado a otro como un verdadero
psicótico.
—¿Quieres calmarte? —le preguntó Eco volteándose hacia
él. Eros tenía plantada en el rostro una mirada furibunda y un
hada había tomado asiento en su hombro.
—¡Oh, lo siento ALTEZA ECO! —remarcó la voz en las
últimas dos palabras —Pero vuestro humilde compañero no
se encuentra en su zona de confort siguiendo a ratones que
hablan para escapar de soldados de la oscuridad mientras un
hada rosada está sentada en mi hombro.
—Hemos llegado —anunció uno de los duendes. El que vestía
chaleco verde, los diferenció Atlas.
Los cuatro jóvenes se alinearon mientras observaban la
pequeña puerta de madera enchapada en una gran pared de
roca y cubierta de enredaderas.
Uno de los ratones golpeó la madera rítmicamente. Se
escucharon pasos y un tintinear de llaves desde dentro del lugar.
La cerradura de la puerta dio varios giros antes de abrirse con
un suave rechinido.
—Traemos compañía —anunció uno de los duendes mientras
en fila pasaban por la puerta hacia el interior del lugar. Desde
fuera, los chicos podían observar como un tibio fuego chispeaba
en una chimenea y como todo el lugar estaba construido en
base a madera. —Pasen, no sean tímidos.
Se agacharon para pasar por la puerta, aunque una vez dentro,
33
CASA DE SOMBRAS

pudieron ponerse de pie en toda su altitud. Todo el interior se


encontraba muy bien amueblado; con mesas, sillas y comedores,
una cocina que parecía perfectamente funcional y la cálida
chimenea. Un pasillo se extendía hacia algún lugar justo frente
a ellos. Podría haber sido una especie de cabaña rústica de no
ser por la asombrosa variedad de especies que habitaban en el
lugar.
—Sean bienvenidos a mi hogar —se presentó el mismo
duende que los invitó a pasar —Mi nombre es Nylak y ellos son
mis hermanos, Knox —el duende con chaleco rojo y cabello
rubio —y Anori —el con chaleco negro y cabello castaño—Es
placer recibiros, altezas.
Los tres duendes se parecían mucho, aunque tenían facciones
distintas. En cierta medida, era fácil diferenciarles.
—¿Altezas? —preguntó una voz masculina viniendo desde
el pasillo que llegaba hasta el recibidor donde se encontraban.
Un hombre de una incalculable belleza apareció en el salón,
con orejas y dedos puntiagudos y alargados. Su cabello oscuro
como la noche misma ondeaba por sobre sus orejas.
El hombre se paró junto a Nylak y se cruzó de hombros. Lo
observó con una ceja alzada esperando respuesta.
—Son los herederos originales. —confirmó el duende.
—Ya, claro —respondió con sarcasmo.
—Míralos —indicó el roedor —A la rubia al menos. Es la
replica exacta de Cronos.
El hombre vestía un traje de cuero. Parecía una especie de
armadura, aunque no se veía tan pesada como una real. Estudió
a Eco de pies a cabeza, aceptando internamente el enorme
parecido con el monarca de Priamos. Posteriormente, analizó
a cada uno de los recién llegados.
Leonas había visto demasiados intentos de suplantación de
34
RUINAS

faes menores para hacerse pasar por los cuatro herederos.


Aunque estos… parecían humanos.
—¿Dónde nacieron? —preguntó cortante.
Atlas abrió la boca para responder, aunque se calló de
inmediato cuando Eco habló por todos.
—Eso no te importa.
El general sonrió amenazadoramente —Si no quieres que te
eche a patadas de aquí, si que me importa.
—¡Leonas! —lo reprendió Knox.
—No lo recordamos —respondió Arabella.
—El sol vahugan —mencionó uno de los ratones a Leonas.
—Hola, soy Baton —saludó con una sonrisa que enseñó sus dos
dientes frontales.
Las fosas de nasales del general se inflaron con furia, si eran
ellos…
—¿Alguno sabe tiro con arco? —preguntó entre dientes.
—Eros —respondieron Atlas y Arabella apuntando a su amigo.
Eco permaneció en silencio de brazos cruzados.
—Oh, claro. Díganle mi nombre al matón.
—No sabes si es matón —susurró Arabella, avergonzada por la
falta de educación de su amigo.
—Tan solo mira la cara que me está haciendo.
—Esa es su cara siempre, no te preocupes —desestimó Nylak
con un encogimiento de hombros.
Atlas rio en voz alta —Es como Eco.
La rubia le dio una mirada de muerte al chico a su lado.
—Llegan tarde —Leonas caminó hacia la mesa en donde
estaba sentadas las hadas y se sirvió un liquido ámbar en un
vaso—Llegan estúpidamente tarde.
Bebió un trago del jarabe de manzana y volvió a ponerlo sobre
la mesa suavemente. Observó con resentimiento a los cuatro.
35
CASA DE SOMBRAS

Su odio no tenía un sustento lógico, pero sí uno emocional. La


guerra con la Casa de Sombras se llevo a sus padres y hermana.
Todo porque sus estúpidos monarcas confiaron en la persona
equivocada y no pudieron ver venir la amenaza.
No consiguieron proteger su reino, no consiguieron man-
tener a la familia de Leonas con vida.
No era culpa de estos chicos. Tenían siete años cuando todo
ocurrió, pero el ahora general -título heredado tras la muerte
de su padre- necesitaba alguien a quien odiar.
Eco estaba realmente perdida, como… real realmente perdida.
Aún así, no lo demostró. Se mantuvo con expresión fría y
altanera observando al rarito de orejas puntiagudas a los ojos.
Incluso si el rarito parecía tener la fuerza para vencer a un
ejercito él solo, y la pasaba por al menos tres cabezas de altura.
Aunque si unía lo poco que había escuchado, era hija de un tal
Cronos, y el chico de ahí en frente, la detestaba profundamente.
—Sí, bueno —intervino Eros —Gracias por la cálida bien-
venida, la amenaza de muerte y el odio reprimido. Pero ¿alguien
podría explicarnos qué es lo que está sucediendo aquí? Porque
hace menos de una hora estaba corriendo por el bosque, me
metí en una roca, salí por un árbol, y ahora resulta que soy una
príncipe, que posee un reino, al cual, tiene que salvar junto a
tres chicos más ¡Que están igual de perdidos que yo!
—Concuerdo totalmente —agregó Atlas al arrebato de Eros
—Es la primera queja de Eros con la que estoy completamente
de acuerdo.
—¿Entonces? —presionó Eco —¿Qué hacemos aquí?

36
3

Profecía

T
odos se habían acomodado alrededor de la mesa.
Arabella y Atlas aceptaron el té ofrecido por Knox.
El único que seguía de pie y de brazos cruzados, era
Leonas. Necesitaba moverse para procesar todo lo que estaba
pasando.
—El cataclismo ocurrió hace cinco Eras Priamíes —empezó
Nylak. Su voz era grave para venir de un ser tan pequeño
—diez años vahugans aproximadamente. El tiempo se mueve
muy distinto aqui y en el mundo mortal. Priamos era un reino
de luz. La espesa niebla que vieron al llegar no existía; era
ríos y cascadas que fluían por todo el lugar. Cada criatura, sin
importar la Casa a la que perteneciese podía rondar por todo el
reino.
»No existía la pena ni el dolor mientras el reino estaba regido
por cinco monarcas justos, benévolos y valientes.
—Ya, claro —bufó Leonas —Por eso mismo es que uno no
puede ir a Nakoa sin terminar muerto.
—¿Nakoa? —preguntó Arabella.
—La capital de Priamos. —contestó el general paseándose
37
CASA DE SOMBRAS

de un lado a otro por la habitación —Allí es donde ustedes


nacieron; en el Palacio Imperial.
—Cada uno de los reyes y reinas contrajo matrimonio y
se formó la siguiente generación de la realeza Priamí. Los
herederos originales, se decía, creados por los Elementos.
—Priamos está organizado en cinco Casas —explicó el
duende Vaden sirviendo un poco más de té en los vasos de
Arabella, Atlas y el suyo propio —Cada Casa está encargada
de regular a ciertas criaturas de Priamos. Una separación del
poder para evitar abusos de él.
—Que bien funcionó. —gruñó Leonas.
—Ustedes son herederos de las Casas de Luz. —Vaden se
volvió hacia Eco mirándola directamente a los ojos —Princesa
Eco, heredera de la Casa de Hierro. La Casa de Esgrima y
Guerra. Se encarga de los faes que nacen con la habilidad de
luchar y que en algún minuto se unirán a las tropas Priamies. Su
padre es el rey Cronos, y todo su linaje pueden invocar a Titian;
la espada imperial. Forjada por los mismos elementos. Ese de
ahí…—con un gesto de cabeza, apuntó a Leonas —… sirve a tu
Casa. El general del ejercito.
Eco asintió sonriendo con desgana y observando al general
que le lanzaba dagas por los ojos. —Tú.
—Yo —asintió Leonas —Y no me mires con esa expresión,
princesa. He hecho más por tu gente de lo que tú jamás llegarás
a hacer.
Eco apretó la mandíbula hasta que sintió que sus dientes se
podrían romper.
—Príncipe Eros. —Nylak desvió la atención de la batalla de
miradas que mantenían la princesa y el general. Dos de los
miembros más altos de la Casa de la Guerra, después de todo.
—Usted será el jefe de la Casa del Halcón. La Casa de Arquería
38
PROFECÍA

y Precisión. Su padre es el rey Arcane.


—¿Él es arquero?
—Lo es. —Baton asintió con la cabeza sin parar. Su
admiración por sus monarcas no había decaído ni un poco
en la última Era. El contrario de la situación de Leonas. —El
mejor que ha visto Priamos. Según el linaje, usted debería ser
excepcional al igual que él, y todos sus antepasados.
—Princesa Arabella —continuó Knox —Su madre es la reina
Iris, la hechicera imperial. Será dirigente de la Casa Elemental.
La Casa de magia y deidades.
—¿Qué deidades? —preguntó la pelirroja.
—En Priamos lo elementos son nuestras deidades. —le
susurró un hada al oído. Sintió lo afilado dientes rozar con
el arco de su oreja, aunque decidió actuar como si no hubiese
pasado.
—Entiendo —le sonrió al hada verde —Gracias.
—Quienes pertenecen a la Casa Elemental pueden manejar
un elemento de la naturaleza; ya sea aire, agua, fuego o tierra.
Por lo general, quienes manejan fuego o tierra suelen ser de
rangos más altos. A todos sus habitantes se les vincula a
ciertas constelaciones. En Priamos, cada periodo dentro de
una Era refleja una constelación distinta en el cielo. Según
la constelación que sea, los poderes de los habitantes de la
Casa se verán potenciados o debilitados. Solo usted, princesa,
tiene control de todos los elementos, no está ligada a ninguna
constelación en especifico, y tiene la habilidad de conjurar luz.
—negó con la cabeza —Aunque jamás se ha hecho lo último, es
el hechizo creado más complejo.
—Y príncipe Atlas, usted pertenece a la Casa de Criaturas.
La Casa de Vida y Especies. Cada habitante de esta casa es un
metamorfo; tiene la habilidad de adoptar la apariencia de un
39
CASA DE SOMBRAS

animal en especifico. Además, de que también pertenecen todos


los híbridos y animales del reino.
—¿Híbridos como… sirenas? —el cerebro de Atlas seguía
trabajando a toda marcha para entender la situación.
—Exactamente. Faunos, centauros, ninfas, hadas. La madre
de la princesa Eco pertenece a la Casa de Criaturas; es una
sirena.
—¡Nosotros somos de su Casa!—informaron los ratones con
entusiasmo.
—¿Soy mitad sirena? —jadeó Eco.
—De ahí el aroma a pez —se burló Leonas, Eco lo observó
con odio.
—Su madre es la reina Olimpia —prosiguió Nylak hacia
Atlas —Usted y ella pueden transformarse en absolutamente
cualquier animal o criatura mágica que desee, siempre y cuando,
pertenezca a la Casa de Criaturas.
—¡Por eso tu complejo de Blancanieves! —reaccionó Eros
—¡Eres un conejo en cuerpo de hombre!
—¿Blancanieves? —preguntó Vaden sin saber de que hablaba
el principe Eros.
Atlas negó con la cabeza. —Nada, no importa
—Dijiste cinco Casas —intervino Arabella y los rostros de
todas las criaturas se ensombrecieron. —¿Cuál es la última?
—La Casa de Sombras. Casa de Oscuridad y Noche.—dijo
Vaden, después de algunos segundos de silencio —Todas las
criaturas del reino que puedan hacer magia oscura, automáti-
camente pertenecen a esa Casa. El rey Ragnar es su dirigente;
sus poderes son desconocidos; todo lo que sabemos es que es
magia negra y que puede conjurar sombras.
—¿Como conjurar luz pero al revés? —preguntó la pelirroja.
—Exactamente.
40
PROFECÍA

—Hace una Era conjuró sombras y se reveló contra los


monarcas de luz. Con un hechizo bloqueó las constelaciones,
dejando a la Casa Elemental sin poder alguno. —Leonas se sentó
en una silla con el respaldo por delante. Tomó los vasos vacíos
para representar la batalla que tuvo lugar una Era atrás. —De
esa Casa tan solo dejaron luchar a la reina Iris —miró a Arabella
—Tu madre. Y a quienes tuviesen un mínimo de habilidad con
armas, es decir, menos de un cuarto de los faes mágicos. Las
Casas de Hiero y Halcón tomaron todo el mando de la batalla.
Los atacaron por dos flancos, rodearon y destruyeron todo el
Palacio Imperial. La Casa de Criaturas cayó fácilmente. Con la
espesa neblina, ningún metamorfo alado pudo hacer mucho. En
tierra eran pocos comparados al enorme ejercito de Sombras.
—¿Cuatro casa juntas no fueron suficiente contra una? —Eco
alzó una ceja con verdadera curiosidad.
Leonas tomó un puñado de nueces que descansaban en un
plato para comer. Las esparció sobre la mesa —Una porción de
cada Casa fue enviada a protegerlos a ustedes cuatro mientras
se transportaban hacia el mundo mortal. —quitó un puñado
de nueces —Otra porción fue enviada para encontrar a Ragnar,
él no atacó en persona ni se le vio cerca de la batalla —otro
puñado menos. En el centro de la mesa cada vez quedaban
menos nueces. —Otra porción se trasladó para proteger a los
habitantes en sus casas. Soldados y hechizos tenían la orden de
acabar con la mayor cantidad de población posible.
—¿Por qué? —preguntó Atlas indignado, sin aliento.
—Eliminar resistencia —Eco había estudiado estrategias de
combate, de guerra y ataque. Hizo contacto visual con el general
—¿Me equivoco?
—No —Leonas agarró varias nueces más dejando nueve
en el centro de la mesa —Y el último batallón luchó con lo
41
CASA DE SOMBRAS

reyes contra soldados de oscuridad. Seres que eran capaces de


multiplicarse gracias a la magia negra.
—Ya, se oye bien feo —masculló Eros.
—Si mi madre era la hechicera suprema —comenzó Arabella
lentamente —¿No pudo hacer “abracadabra” y matarlos a todos?
—La magia tiene su precio —explicó el otro ratón, quien no
había hablado hasta ahora. —El cansancio venció a la reina Iris.
—¿Cómo te llamas? —preguntó el arquero.
—Delilah.
Ambos compartieron una sonrisa.
—¿Que hay de Ragnar? ¿Por qué el cansancio no lo venció a
él?
—Otra cosa que nadie sabe de él.
—¿Dónde están nuestros padres ahora? —Eco observó entre
las criaturas.
Leonas apretó los labios con algo de remordimiento por el
odio que desprendía. Ellos también perdieron a sus padres con
la guerra —Fueron convertidos en gigantes de piedra.
—Hasta que las sombras retrocedan al bosque Blizzard, en
donde pertenecen, los reyes permanecerán en su cárcel de
piedra. Con la llegada de la oscuridad, las flores dejaron de
florecer, la niebla es cada vez más espesa, y si una criatura es
encontrada por alguna tropa de la oscuridad, es ejecutada al
instante.
—¿Cómo se hace para que derrotar a la Casa de Sombras?
Vaden apuntó al umbral de la puerta de entrada. El día de
la batalla final. Cuando los monarcas vieron todo perdido y
decidieron enviar a su pueblo a los refugios en lugar de que
siguieran ahí para morir. La visión de la reina Iris se había
tallado con su magia en el umbral de todas las puertas del reino.
«Para reclamar el trono, los herederos regresarán, a la oscuridad
42
PROFECÍA

alejarán y a su pueblo liberarán»


—A los siete años de edad, los padres de los herederos
decidieron enviarlos al mundo mortal para mantenerlos a salvo
y lejos del alcance de Ragnar. Confiándolos a sus faes más
cercanos para mantener a sus hijos a salvo, los mantuvieron en
una casa junto al portal a Priamos más cercano.
—No es posible. —Eros negaba con la cabeza. «Como si algo
de todo lo que está pasando fuese posible» pensó —¿Cómo podría
olvidar algo así?
—La luz del brillante sol del mundo mortal cegó a los niños
borrando cualquier recuerdo que tuviesen de Priamos, sus
verdaderos padres o el ataque de la oscuridad. Todo para
evitar que quisiesen volver al reino antes de tiempo y fuesen
asesinados.
—¿Nuestra institutriz era…?
—¿Fae? —terminó Knox por Eco —Sí, lo era. La consejera
real, mejor dicho. Es en quien sus padres más confianza tenían
para criarlos.
—Paren el mundo —intervino Eros provocando que todas las
miradas se posaran en él —Ellos no pueden ser nuestros padres.
Somos humanos, si tuviésemos sus genes…
—¿Humanos? —Leonas estaba genuinamente sorprendido,
su resentimiento bajando un poco de nivel al pensar que estos
chicos de verdad no tenía idea de nada. Él tenía once años y
su hermana cuatro cuando fueron atacados por el ejército de
las sombras; su padre, el general de división de Nakoa, murió
en las filas de guerra. Su madre y hermana, lo hicieron. en un
ataque directamente en su casa. Leonas se había escapado justo
en ese momento con la intención de ayudar a su padre.
Por eso odió a los reyes y reinas; enviaron guardias a las casa
de los habitantes de Priamos. Solo que a su casa, nunca llegó
43
CASA DE SOMBRAS

nadie. Por esperar por la solución lenta de la profecía, que hasta


ahora, los había condicionado a diez años de miedo, guerra y
escondites.
—Claro que no son humanos —Vaden sonrió genuinamente
—Ustedes son faes.
—Pero no… —Eros abrió y cerró la boca —Ustedes… tú
—señaló a Leonas —Tus orejas… nosotros…
—Estan usando un glamour permanente —Leonas arrugó la
nariz —Apestan a magia. Fue Nylak quien murmuró una serie
de palabras antes de mover las manos circularmente. La luz
comenzó a emanar de sus dedos y estirando los brazos, se la
arrojó a los cuatro jóvenes.
—No más luz mágica —murmuró Eros quejándose.
Eco vio como sus manos se alargaban y un tenue brillo
exudaba de su piel. Cuando Arabella tocó sus orejas casi pudo
chillar al sentir las puntas puntiagudas, tal como las de Leonas.
Todos aumentaron de estatura notablemente.
—Los faes crecen mucho más que los vahugans —explicó
Knox sonriendo al ver como Atlas toqueteaba desesperada-
mente sus rodillas —Eso también fue cubierto por el glamour.
—¿Vahugans?
—Humanos.
—Esto no me gusta —Eco negaba frenéticamente con la
cabeza —Quiero mi forma normal de vuelta.
—Esta es su forma normal, princesa Eco. —habló Knox
lentamente
—No me llames princesa. Con Eco basta.
Leonas bufó analizando a la rubia. No era mal parecida como
vahugan, pero la belleza fae le sentaba de maravilla. A todos
a decir verdad, no era ningún secreto que los monarcas de
Priamos por generaciones tuvieron buenos dotes físicos.
44
PROFECÍA

—Pensé que la Casa Elemental solo hacia magia de elementos.


—Arabella ladeó la cabeza analizando sus largos dedos.
—El glamour es la magia más básica que existe —Nylak le
quitó importancia con un gesto de mano —Cualquiera con una
pizca de ella, puede realizar ese hechizo.
Se miraron entre si largos minutos. Eros soltó una risa algo
desesperada.
—¡Soy hermoso!
—Que idiota —murmuró Eco.
—Duda —interrumpió Atlas —¿Cómo es que nacimos en
Priamos antes de que la sombra llegara? Fue hace seis Eras ¿no
seríamos ancianos?
—El tiempo del mundo vahugan y Priamos pasa distinto. Aca
fueron sesenta años, allá tan solo doce.
—¿Qué tamaño tiene Priamos? —la pelirroja, desde que
aprendió a leer mapas, se interesó en la cartografía de la mayor
parte de los lugares que visitaba. No demasiados, pero algo era
algo.
—Es bastante extenso —respondió Leonas sorprendido por
la pregunta de la princesa. Él conocía la geografía de su reino al
derecho y al revés. Había calculado todos los lugares posibles
en los que los flancos de la Casa de Sombras podrían ser más
débiles o fuertes según la ocasión —Para llegar a otro reino
habría que cruzar el mar Neto.
—¿Qué otros reinos hay?
—Los más importantes son el Reino de Ceniza; por poco
inician una guerra con Priamos, pero al ver que el reino era
azotado por la oscuridad prefirieron hacerse a un lado. Y Alaria,
aún nuestros enemigos, pero también del Reino de Ceniza.
—¿Y cómo se supone que salvaremos el reino? —cuestionó
Eco.
45
CASA DE SOMBRAS

Leonas suspiró cansadamente. Si supieran la de veces que él


se había hecho la misma pregunta. —La opción más viable es
conjurar luz. Derrotar al ejercito de sombras en una batalla a
campo abierto es prácticamente imposible, y Ragnar jamás se
muestra en persona a criaturas que no pertenecen a su Casa
como para planear un asesinato.
—Ragnar… —repitió Atlas en voz baja para sí mismo, cada
vez más alucinado —Recuérdenme ¿quien era Ragnar?
—A estas alturas tengo una pregunta mejor —intervino Eros
—¿Qué era Ragnar?
—Un hechicero de magia oscura. Pongan atención —los
reprendió Eco como siempre. Leonas suprimió una sonrisa.
Nylak se puso de pie para estirar sus extremidades. Atlas se
quedó viendo la silla en la que estaba sentado. Largas patas
para que pudiesen levantar el corto cuerpo del duende hasta la
altura de la mesa.
—Para conjurar luz necesitarán el Libro Elemental. Un libro
de hechizos que contiene como se debe hacer. La única que
sabía hacerlo era la reina Iris.
—¿Como…? —Arabella sacudió la cabeza para ordenar sus
pensamientos —Me acabo de enterar que tengo poderes ¿cómo
esperan que realice un hechizo que nunca se ha hecho?
—No lo sabemos —Leonas respiró profundamente —Lo
único que tenemos es esa profecía. Sobre la marcha veremos
que hacer. Hasta entonces, Nylak te enseñará lo básico sobre la
magia.
—¿Qué hay de nosotros? —preguntó Atlas. Se supone que
él también tenía poderes y no terminaba de entenderlos. Ni
siquiera en la parte teórica.
El general se frotó la cara con la mano estresado —Yo le
ayudaré a la de mi Casa. —se encogió de hombros —Aunque
46
PROFECÍA

de todas formas debemos viajar al refugio de Nakoa.


—¿No es eso una leyenda? —preguntó Baton.
—Es real —confirmó Leonas; estaba seguro de ello.
Al morir su familia, se metió en la casa abandonada en
donde su madre y hermana murieron asesinadas. Pasó las frías
noches allí, arropado hasta el cuello en su cama, al borde de la
desnutrición. En ese estado lo encontró un grupo de rebeldes.
Se habían metido en su casa en busca de provisiones para el
camino.
Al escuchar ruido, corrió a la antigua habitación de sus
padres, y utilizando una de las antiguas espadas de quien
alguna vez fue el general de Priamos, se dispuso a matar a
los intrusos. Rebeldes que se dirigían al refugio de Nakoa;
un campamento de sobrevivientes ubicado justo sobre las
montañas que rodeaban el Palacio Imperial.
Leonas había oido del glamour, y aunque no sentía el olor
característico de la magia, no quiso fiarse de desconocidos que
podrían ser soldados de sombras disfrazados. Hizo caso omiso y
aguardó a su suerte en esa casa congelada en el olvido. Mantuvo
la espada de su padre consigo en todo momento; hasta el día de
hoy la conservaba.
—¿Qué es el refugio de Nakoa?
—Un campamento de rebeldes, sobrevivientes del ataque.
—asintió con la cabeza diseñando un plan automáticamente
—Debería funcionar, se supone que allí habitan las cuatro Casas
de Luz. Podrán enseñarles lo que deben saber de sus poderes.
Atlas respiró profundamente —¿Por dónde empezamos,
entonces?
—Comenzamos por dormir —replicó Knox —Es tarde, todos
debemos descansar. —el duende le dio una mirada significativa
a Leonas —Les enseñaré las habitaciones.
47
CASA DE SOMBRAS

Knox se encaminó por el largo pasillo esperando que los


demás los siguiesen.
—A estás alturas, ya me dan miedo los pasadizos —murmuró
Eros ganándose una colleja de Atlas. Ambos rieron bajito.
Llegaron a una de las habitaciones sobrantes de la cabaña;
pequeña, pero tibia y con algunos cojines y mantas. Con la
transformación mágica del glamour, sus ropas se habían secado;
y si bien no tenían problema con el espacio reducido -eran como
hermanos, después de todo- lo único que complicó a Arabella
fueron las ventanas tapadas con madera martillada. Nada de
luz entraba por ahí.
—Lamento no tener nada más para ofrecerles… —las mejillas
del duende se tiñeron de rojo. Se sentía avergonzado de no
tener una cama para prestarle a quienes lo salvarían a él y a
todo su reino. —Si desean, pueden utilizar mi habitación y yo…
—No, no. Esto está bien —le tranquilizó Eros sonriendo
—Muchas gracias por su amabilidad, Knox
El duende asintió con una sonrisa tímida y cerró la puerta tras
él. A Atlas le llamó la atención que la puerta tenía dos manillas;
una en el lugar típico -el centro de la puerta- y otra más abajo,
al alcance de las criaturas de menor tamaño.
Apenas estuvieron a solas en la habitación, Arabella no tardó
en lanzar uno de los cojines a la cara de Eros.
—¡Eh! —se quejó él por el repentino ataque. «Loca y agresiva»
pensó.
—“Muchas gracias por su amabilidad” —le imitó la pelirroja
engrosando su voz, sacándole carcajadas a los otros dos chicos.
Incluso a Eco.
—Se llama cortesía, Arabella. —respondió Eros con expresión
de sabelotodo —Podrías aprenderla.
—Pero si tú nunca eres cortés —saltó Atlas, buscando entre
48
PROFECÍA

las mantas las más cálidas para cubrirse y entregando las dos
más gruesas a sus amigas.
—Por favor, soy un príncipe. —con sus manos apuntó su
propio cuerpo —Y soy hermoso, además.
—Raro —Arabella hizo una mueca.
—¿Que yo sea hermoso?
—No, idiota. Que seremos reyes, compartiremos una nación.
—No me imagino a nosotros jugando de bebes —complementó
Atlas sentándose junto a Arabella —O viviendo juntos en un
palacio.
—¿Se dan cuenta de que no tenemos nada a que volver?
—preguntó por último Eco tomando asiento entre Atlas y su
amiga. —No somos humanos.
—Y tenemos padres —susurró Eros —Padres que son monar-
cas. Bueno, en este momento son piedras, pero existen de todas
formas. Y la señorita Kirigan lo sabía todo.
—Tenemos poderes —Arabella recostó la cabeza en el hombro
de Eros, quien a su vez, descansó la suya sobre la de ella mientras
hablaba. —Por eso aprendimos lo que aprendimos. Arquería,
esgrima…
—Vamos a una guerra. —masculló Eco —Con espadas y
escudos.
—Fue una noche… rara.
—¿No me digas? —se burló Eros de Atlas —Y yo que pensé
que pisar una roca rara y terminar saliendo de un árbol era de
lo más común.
—Hilarante —Arabella se puso de pie y caminó hasta el otro
lado de Eros. Tomó asiento junto a la pared, amoldó sus
almohadas y se recostó.
—¿Qué haces? —le preguntó el castaño —¿Cual es la diferen-
cia de mis dos lados?
49
CASA DE SOMBRAS

—Yo duermo en la orilla —aclaró la pelirroja mullendo un


poco más el cojín para no sentir la madera solida del suelo
contra su cabeza —Prefiero dormir pegada a una pared y un
cuerpo que a dos cuerpos.
—Buena idea —concedió Eco cambiándose de lado, imitando
a Arabella. Se apachurró en la otra esquina y dejó a los dos
príncipes al medio.
Atlas suspiró resignándose a lo que estaba por venir. Eco
sopló la vela y Arabella dio su mayor esfuerzo por mantener la
calma ante la inminente oscuridad. La pelirroja se giró hacia
las murallas, dándole la espalda a sus amigos.
—¿Cómo se encuentra, príncipe Atlas? —preguntó Eros
quien se encontraba cara a cara con su amigo —¿Fue una linda
jornada la de hoy?
—Oh, calla, imbécil. Duérmete ya.
—Pero no tengo sueño.
Atlas pensó seriamente en cambiar de posición y dormir
con la cabeza hacia el lado inferior de su improvisada cama
de mantas y cojines, pero realmente no quería tener su rostro
cerca de los pies de sus amigos.
—No empecemos de nuevo. —Atlas se giró de cara hacia Eco.
Ella dormía de espaldas, por lo que no tenía problema. —Al
menos cierra los ojos e inténtalo.
Suspirando, Eros se acomodó hacia el otro lado quedando
demasiado cerca de la espalda de su amiga pelirroja.
—¿Qué crees que haces? —murmuró ella —Soy una princesa,
más respeto. Dormiremos espalda con espalda, voltéate.
—Pero entonces quedo abrazando al imbécil del mapa.
—Que chiste más aburrido, déjame decirte.
—Al imbécil de Atlas —corrigió Eros
—¡El “imbécil” está de más!
50
PROFECÍA

—¡Cállense, par de subnormales! —gritó-susurrando Eco.


—Ni dormir dejan —murmuró el príncipe arquero molesto.
—¡Ja! Mira quien lo dice —soltó Atlas con sarcasmo
Arabella no iba a ceder —Voltéate.
—A mi espalda no te pegas —amenazó el cambiaformas.
—Duerme boca arriba, genio —murmuró la rubia.
—¡Pero es incómodo!
—Boca abajo, entonces.
—Así me ahogo.
—Entonces definitivamente debes dormir boca abajo
—farfulló Atlas
—Incómodo va a ser el golpe que te dé, duérmete ya. —replicó
Eco ignorando a sus amigos —Yo estoy boca arriba y no me
quejo.
—Ya, porque eres rara. —suspirando frustrado, Eros se
acomodó boca arriba. —Atlas.
—¿¡Que quieres ahora?!
—¿Puedes tú dormir boca arriba?
—Noup.
—Venga, por favor.
—No lo haré. Cierra los ojos y cuenta ovejitas, yo qué sé, pero
duérmete ya.
Uno a uno, fueron cayendo en la inconsciencia, excepto Eros.
Su insomnio estaba más vivo que nunca y el imaginar todo lo
que este mundo podría contener; criaturas fantásticas de los
cuentos, barcos y dragones, sirenas y magia; no ayudaba.
Cuando recién habían llegado al internado, recordaba robarle
los libros a Arabella. Ella tenía una asombrosa colección
de novelas de cuentos de hadas y se pasaba su tiempo libre
imaginando un mundo mucho más interesante que en el que
vivía. Quizás por eso no tuvo tanta aversión a quedarse aquí.
51
CASA DE SOMBRAS

Mientras que Eros imaginaba lo mejor de Priamos, Arabella


soñaba con lo peor de él. La chica veía un bosque, distinto
al de siempre, con árboles marchitos y secos, sin flores, pasto
ni verdor. Un cuerpo asomándose desde detrás de un tronco;
intentó retroceder, pero no pudo. Vio una boca que se abría
casi hasta las orejas, una corona sobre su cabeza y saltones ojos
completamente blancos; no sabía como lo sabía, pero estaba
completamente segura de que estaba viendo a Ragnar.
En un pestañeo la imagen cambió; vio un libro dorado y
rojo, una habitación de piedra en una alta torre completamente
negra. Hecha de obsidiana, inhibiendo los poderes de quien
osara a poner un solo pie en ella. ¿Cómo tenía esa información?
Tampoco lo sabía.
Una última vez y el enfoque se trasladó a una cabellera castaña,
la piel muerta y el alma rota, el hedor de la sangre, la sensación
de barro en sus pies… y un grito masculino desgarrador.
—¡Iris!
Despertó igual que siempre; perlada por el sudor, con la
respiración agitada. Sus extremidades temblaban, su corazón
iba a mil por hora y las saladas lagrimas surcaban sus mejillas.
Movió sus brazos frenéticamente, esta vez no había una vela
encendida, no había la más mínima luz que entrase a la
habitación.
El ataque de pánico llegó como una ola imparable. Apenas
podía respirar y sentía que su cabeza iba a explotar por
hiperventilar. Tenía frio, pero sudaba; en cualquier momento
se desmayaría.
—Arabella —Eros puso una mano fría en la frente de ella.
Hizo una mueca de sopresa al sentir el sudor —¿Qué pasa?
—Luz —jadeó —Necesito luz.
Eros empezó a entrar en pánico también. Nunca había visto
52
PROFECÍA

a Arabella en uno de sus ataques; sabía que los tenía, pero de


ellos siempre se había encargado Eco.
El príncipe se levantó rápidamente y abrió la puerta. Del
pasillo se coló un halo de luz suficientemente brillante para
calmar a la pelirroja.
Arabella suspiró con alivio. Ni Eco ni Atlas habían desper-
tado.
—Ara —Eros la llamó por el apodo que casi nunca usaba,
pero que le recordaba cuando apenas llegaron a la casona y él
se aburría de llamarla por su extenso nombre completo —¿Qué
soñaste?
Respiró profundamente y solo después de varios segundos
respondió.
—El libro —murmuró ella —El libro que escondió Ragnar, sé
donde está.

53
4

Visión

A
rabella y Eros pasaron la noche en vela intentando
descifrar la visión que la pelirroja había tenido.
Con todo lo que habían pasado, no les quedaba
absolutamente ninguna duda de que aquello no fue una simple
pesadilla.
—Bueno, linda; te dirías que estás loca, pero ayer crecí siete
centímetros en un segundo, así que creo que no soy quien para
hablar.
Ambos debatían en la habitación en la que durmieron. Atlas
y Eco ya se habían marchado a desayunar con los demás y estos
dos aún intentaban llegar a un acuerdo sobre como soltar la
bomba, sin demasiado éxito.
—No me interesa tu opinión sobre mi salud mental. ¿Qué tal
si estoy equivocada y solo les doy esperanzas falsas?
—Por eso daremos la asombrosa noticia con cuidado —Eros
paseaba de un lado a otro pensando —Amortiguaremos el golpe,
una pequeña insinuación, hay que dejar que ellos armen el
rompecabezas.
—¿Rompecabezas?
54
VISIÓN

—Que ellos construyan la historia solos, así tú no dirás nada


de lo que se puedan decepcionar, ya que técnicamente, no dirás
nada.
—Llevo viviendo contigo desde los seis años y aún no te
entiendo cuando hablas ¿Crees que ellos si lo harán?
—Eres una pesimista.
—Soy realista.
—Pues antipática entonces.
—Tengo amabilidad selectiva.
—Histérica.
—¿Te gustaría dejar de insultarme y concentrarte en el plan?
—¿Cuál plan? —Eros se acercó a ella con las manos en los
bolsillos de su pijama, el cual, traía desde que llegaron a Priamos
—Rechazas todo lo que te digo.
—¿Sabes qué? —Arabella se dirigió a la puerta de la habitación,
decidida —Nos quedamos con tu rompecabezas.
—¿Con el rompecabezas? ¿En serio? —la persiguió mientras
ambos salían al pasillo —Porque dudo que eso funcione
—Somos dos, pero temo que mis neuronas mueran por falta
de uso si esta conversación sigue.
—Chistosita.
Ambos se acercaron a los murmullos que llegaban desde la
sala en donde desayunaban las criaturas. En ese momento,
Leonas estaba ocupado sirviendo una porción de lo que
parecían ser huevos revueltos en cada plato. Sin nada de
delicadeza, cabía destacar.
Arabella y Eros manoteaban en el aire y gesticulaban con la
boca intentando acordar cómo empezar la conversación que,
obligatoriamente, debía suceder. Cómo es que le dirían a todos
estas esperanzadas criaturas, que habían vivido en una tiranía
por sesenta años, que solo dos chicos de diecisiete y dieciocho
55
CASA DE SOMBRAS

años tenían la solución.


—Sabemos donde está el libro —terminó admitiendo el
príncipe, sin filtro alguno. Arabella se apretó el puente de la
nariz con los dedos intentando guardar paciencia mientras que
todos en la mesa se callaron inmediatamente y voltearon a verlo.
—¿E-el libro? —los ojos de Nylak parecían que iban a salir
de sus cuencas.
—Excelente forma de hacer explotar el rompecabezas
—murmuró la pelirroja entre dientes.
—¿El libro? —Atlas los miraba con las cejas enarcadas —¿El
del hechizo que rompe la oscuridad?
—No, el de recetas de mi abuela —respondió Eros con ironía
—Sí, el libro Elemental. Arabella lo vio en su sueño. También
había visto Priamos a través de ellos antes de que llegásemos
aquí.
—La visión —reconoció Delilah y sus dudas se evaporaron
—Tu madre era la única que tenía ese don. Eso fue lo que le
permitió ver su profecía.
La pelirroja se quedó un minuto en silencio, procesando
información
¿¡Cómo que “La visión”?!
—¿Veo… el futuro? —lo único que le sorprendía era que
siguiera extrañándose por cada revelación que obtenía.
—Las visiones funcionan de distintas formas. —explicó la
señora Ratón —La reina Iris puede ver el futuro. Al parecer, tú
ves el presente. Puedes ver cosas, encontrarlas o divisarlas
aunque estén lejos de ti. Con entrenamiento empezarás a
controlar aquello y no vendrán a ti solo en sueños.
—¿Entrenamiento de magia? —no iba a mentir, para Arabella
eso sonaba emocionante.
—Exactamente —Nylak asintió.
56
VISIÓN

En ese momento, Leonas recordó que el también había sido


asignado como instructor de la nobleza. Volteó los ojos y con
cansancio de dirigió a la princesa Eco.
—¿Cuánto sabes de esgrima?
Ella entrecerró los ojos —Sé lo suficiente, muchas gracias.
Leonas estuvo a punto de gruñir de rabia —Déjame adivinar
¿Uno de esos palillos vahugans? Esas cosas no serian capaces
ni de asesinar a la criatura mágica más débil. El hierro fae es
mucho más pesado y macizo, además de que tu espada es mucho
más poderosa que una Priamí ordinaria.
—Ni siquiera sé como invocar esa espada.
Sus miradas se sostuvieron hasta que Delilah dejó sobre la
mesa un grueso tomo que había traído en completo silencio
desde los estantes. Y fue Nylak quien abrió el gran libro
justo por la mitad y comenzó a pasar páginas y páginas a gran
velocidad
—Aquí, la espada Titian. Dentro de la Casa de Hierro, los
Mesmeric son los únicos que pueden invocar semejante arma
—¿Mesmeric?
—Tu familia, princesa.
Los cuatro príncipes se acercaron al libro para observar
mejor. La página estaba completamente escrita en un idioma
desconocido para los jóvenes, excepto para Arabella.
—¿Eso es… Griego Micénico?
Leonas hizo una mueca, una muy parecida a una sonrisa
—¿Sabes Griego Micénico?
Arabella asintió —¿Lo es?
El general movió la cabeza de lado a lado —Casi, es una
variante; es la lengua antigua de los faes. Viene de los dioses de
Grecia, las primeras deidades de los primeros faes.
—¿Los primeros faes?
57
CASA DE SOMBRAS

Leonas asintió —En el mundo mortal son conocidos como


semidioses —se encogió de hombros —En realidad son hadas,
hijos de deidades quienes les heredaron sus poderes y facultades;
control de elementos, como Demeter; habilidades de guerra,
como Ares; o cambiaformas; como innumerables metamorfos
de la mitología.
—Venga —suspiró Eros alucinado —¿Por eso tengo nombre
de Cupido?
—Y Eco tiene nombre de la ninfa de los bosques. —agregó
Arabella.
—Y de una reverberación del sonido —murmuró ella con
desagrado. Nunca le había gustado mucho su nombre. —¿Pero
no se supone que sus dioses son los elementos?
—Así es, los “dioses” griegos son tan solo nuestros ancestros.
Son muy tangibles para nosotros como para considerarlos
dioses.
De vuelta en la pagina se veía una figura humana, sin nariz ni
boca, tan solo la silueta como modelo. Lo que estaba sumamente
detallado era el brazo del cuerpo; totalmente cubierto de metal,
como si hubiesen despedazado una armadura y solo dejaran el
brazo metálico.
Luz azul recorría la extremidad y de la punta, en lugar de una
mano o guante del mismo material que el brazo, se alzaba una
impresionante espada. La hoja azul ancha, pero afilada, y tan
brillante como los ojos del la silueta, los cuales, eran el único
detalle que mostraba la figura.
—¿E-eso… le va a pasar a mi brazo?
—«La espada Titian… —leyó Arabella —…exclusivamente invo-
cada por el linaje Mesmeric. Capaz de romper cualquier material; y
atravesar carne, musculo y hueso»
—No inventes —Eros miraba alucinado entre la imagen y su
58
VISIÓN

amiga —¡Vas a ser una mutación asombrosa!


—¿¡Mutación?!
—Cuesta bastante trabajo invocarla —advirtió Nylak
—Requiere mucha práctica y concentración, y en medio de un
campo de batalla esas dos cosas no suelen ser comunes; al igual
que Astrella. Haremos todo lo posible para lograrlo. Mientras,
utilizaras una de las espadas Priamies de Leonas.
—¿Astrella? —preguntó Eros
El duende volteó la página, mostrando la misma silueta, pero
que esta vez sostenía un arco naranjo. Intricados tallados en
formas de hojas y picos que lo hacían lucir enorme, y justo en
el centro acorralado por el metal, una esfera de magia naranja.
—El arco de la familia real Hawksley —Nylak miró a Arabella
—¿Quieres traducir?
Ella sonrió —«Astrella, arco legendario que jamás erra una sola
flecha y dispara con la fuerza de todos los arqueros que la han
invocado antes. Característica del linaje Hawksley»
—Vaya —murmuró Eros.
—¿Qué hay de mi —preguntó Atlas
—Príncipe Atlas, ninguno de nosotros es un cambiaformas
—explicó Delilah —No sabemos como es el proceso de cambio.
Arabella miró a su alrededor otra vez analizando la in-
fraestructura de la casa cuando divisó a Delilah mirándoles
con ojos entrecerrados.
—¿Qué pasa? —le preguntó intrigada a la ratona.
—No quiero… hum… sonar grosera, pero… ¿Les gustaría que
les prestásemos algo de ropa y cosas para el aseo?
—De hecho, sí apreciaría en cantidad algo de ropa, no me
entusiasma mucho emprender algún tipo de viaje en ropa para
dormir.
—Vengan conmigo príncipes —se apresuró Nylak —Le en-
59
CASA DE SOMBRAS

tregaré algo de ropa. Delilah se ocupará de las princesas.


Delilah no necesitó una palabra más. Asintió con alegría
y entusiasmo y arrastró a las dos chicas por varios angostos
pasillos hasta una pequeña habitación. Le alegraba haber
confeccionado bastante ropa durante su tiempo libre.
—Un riachuelo pasa cerca, solemos tomar baños allí —les
informó a las princesas —Pero mientras tanto, esto tendrá que
servir. ¿Prefieren vestidos o pantalones?
—¿Pantalones? —preguntaron ambas al mismo tiempo.
Pocas, por no decir que contadas con una sola mano las veces
que habían visto a una mujer usando pantalones.
—Así es. —Delilah trepó una cómoda y abrió uno de los
cajones ayudándose con sus patas inferiores —Bueno, princesa
Eco, creo que para un entrenamiento con armas te serán mucho
más cómodos. Princesa Arabella ¿Pantalones? ¿Vestido?
—Vestido —respondió la pelirroja con la esperanza que usar
su típica ropa le diera algo de normalidad a la surrealista
situación que estaba viviendo. Delilah asintió y rebuscó entre
sus últimos trabajos; lanzó al piso un vestido, una blusa y un
pantalón.
—Perfecto. Las dejo para que puedan cambiarse. Tomen
cualquier cosa que necesiten.
—Gracias.
La ratona salió de la habitación y ambas chicas quedaron solas
por primera vez desde que llegaron allí.
—Cámbiate tú —indicó Eco —Yo cierro los ojos.
Arabella asintió y se apresuró a quitarse su pijama y pasar
todas las prendas por su cabeza. Un vestido delgado y blanco
con anchas mangas, por sobre el cual se ponía otra capa de color
burdeo, abierta en la falda y anudada en el pecho.
—Tu turno —dijo mientras se giraba y terminaba de arreglarse
60
VISIÓN

la ropa.
Eco estaba inquieta, jamás había usado pantalones y Delilah
le había entregado un par en el que ni siquiera sabía si entraría.
Le dio un vistazo a su amiga y por un minuto sintió envidia de
lo bien que le sentaba el vestido y de que ella podía usar uno,
sin embargo, la ratona tenía razón. Si iba a intentar invocar
una espada y luchar con ella, un vestido no era la mejor opción.
La rubia se calzó los ajustados pantalones negros, los cuales,
sentía como una segunda piel y pasó por sobre su cabeza la
abultada blusa blanca para luego esconderla en la cinturilla del
pantalón. Por último tomó una especie de ancho cinturón de
cuero y lo pasó por sobre su cintura.
—Puedes ver —le avisó a Arabella mientras ella se calzaba
una botas planas que estaban junto a la cómoda.
—Vaya ¿Qué se siente?
—Es… extraño. Puedo dar pasos más largos —Eco extendió
sus piernas probando. Quizás los pantalones no eran del todo
malos.
—¿Son cómodos?
Eco se encogió de hombros —No está mal. ¿Salimos?
Arabella asintió y caminó hacia la puerta. Al abrirla se
toparon con los chicos saliendo de la habitación. enla que se
habían estado cambiando. Ellos no llevaban nada distinto; las
vestimentas eran similares a las que usaban usualmente; camisas
anchas y pantalones rectos.
—¿Y cuál es el plan entonces? —preguntó Arabella cuando
regresaron a donde estaban todos reunidos —¿Tienen alguna
idea de por donde podremos comenzar?
—Debemos encontrar el libro y averiguar como lograrás
conjurar luz. ¿Dónde dices que lo viste?
—Era una torre. Una muy alta, era negra creo que de
61
CASA DE SOMBRAS

obsidiana, todo estaba oscuro.


El general asintió con reconocimiento.
—Hoy partimos hacia la Casa de Sombras.

62
5

Casa de Sombras

—Claro ¿Por qué no ir justamente al epicentro que las criaturas


de este mundo llevan evitando más de una década? —replicó
Eros con burla.
Desde hace mucho tiempo, y solo él sabía, había utilizado
el sarcasmo y la ironía para esconder cualquier emoción que
pudiese resultar “perjudicial”. Ya fuese la tristeza, el temor o la
rabia.
—Te recuerdo que si queremos liberar este lugar, ese libro
es la única opción a no ser que te pongas en modo asesino y
quieras matar a un hechicero oscuro supremo ¿es correcto?
—En resumen así es —confirmó Nylak encogiéndose de
hombros. Su cabello oscuro deslizándose por sobre su hombro
izquierdo.
—¿Qué tan lejos está la Casa de Sombras?
—Un día a pie; si salimos ahora, deberíamos llegar mañana
por la mañana. Entretanto, tenemos que hacer florecer su magia
—Leonas fijó su vista en Arabella —Sobre todo en la tuya si vas
a conjurar algo que pueda romper un hechizo como este.
—Vale —Arabella intentó recordar mentalmente todo lo que
63
CASA DE SOMBRAS

habían hablado el día pasado. Ella recordaba haber leído


algún tiempo atrás un artículo en algún periódico sobre la
ejercitación de la memoria; y si era cierto, empezaba a estar
aunque sea un poco agradecida de que la señorita Kirigan la
hubiese tenido encerrada días completos memorizando poemas.
—¿No involucraremos a las otras cortes?
Leonas negó con la cabeza mientras salía de la choza con
la princesa caminando a su espalda. Por la mente del general
pasaban todas las víctimas que había tenido el ascenso de la
corte oscura al poder; sus padres, amigos o faes y criaturas con
las que había crecido en Priamos desde que tenía memoria y
que habían luchado con garras y dientes en contra Ragnar y su
gente
—No, intentaremos resolver esto con hechizo sin involucrar
a nadie más. No queremos más muertos.
—¿Cómo llegaron aquí? —cuestionó Nylak mientras salía de
la choza junto con todos.
Él solo había escuchado rumores y leyendas sobre el mundo
de los vahugans y le intrigaba inmensamente. No se imaginaba
cómo podría ser el camino desde allí hasta el mundo mágico,
ni siquiera se imaginaba como podría ser el mundo Vauhgan.
—Seguimos a Arabella. —respondió la princesa Eco cami-
nando a su lado. —Ella escuchó que el bosque la llamaba o algo
así.
Arabella, quien había estado oyendo la conversación lev-
emente, esperó pacientemente que Nylak reaccionara con
extrañeza, sorpresa al menos basándose en que el duende vivía
en un mundo de hadas y que bueno… era un duende. Por
el contrario, Nylak tan solo asintió lentamente, como si eso
tuviese sentido antes de decir:
—Interesante.
64
CASA DE SOMBRAS

—¿Interesante? —preguntó la princesa hechicera, siendo ella


la sorprendida. En parte porque cada vez que escuchaba algo la
trataban de loca, segundo porque desconocía completamente
el alcance de su poder y porque ni siquiera sabía si las alucina-
ciones tenían algo que ver con él. —¿Qué es lo interesante?
—Es porque eres hechicera.
—¿Estoy loca porque soy hechicera?
Nylak rio, agraciada del rostro de confusión de su princesa
—No, claro que no estás loca. Priamos en un reino de magia,
todos ustedes la tienen, pero un hechicero la siente con mayor
fuerza, sobre todo el de una hechicera tan poderosa. Junto con
Atlas, ustedes deberían ser los más conectados fisiológicamente
con Nakoa y Priamos en general.
Los engranajes en el cerebro de Arabella empezaron a girar
uniendo todas las piezas que había reunido durante cuatro
años. Los sueños con el bosque, tergiversar pinturas, escuchar
llamados y sonidos extraños.
—Las voces y los ruidos…
—Eran manifestaciones de tu magia, de tu conexión con
Priamos. —Nylak miró un momento al cielo, cubierto por
nubes completamente grises y la espesa niebla, e intentó
formular la siguiente pregunta —El lugar por el que llegaron a
Priamos ¿Estaba en los límites o cerca de su… hum… refugio?
—En el jardín del lugar —especificó Eco dándole la razón a
Nylak.
—Eso también juega un papel importante. Ustedes se encon-
traban, de alguna forma, cerca del mundo mágico. Quizás tu
magia reaccionó con mayor fuerza y simplemente se exteriorizó.
Eso es bueno —agregó la fae —Nos asegura que tienes magia y
que ya ha hecho acto de presencia en el otro mundo; no debería
ser tan difícil de hacerla aparecer aquí.
65
CASA DE SOMBRAS

—Vaya —la pelirroja procesó todo a velozmente. Su expresión


tornándose cada vez más orgullosa, justo antes de soltar una
carcajada regocijante —¡Eh, burro! —le gritó a Eros caminando
hacia él. Nylak dio un respingo ante el pronombre que usó la
pelirroja; él jamás imaginó a alguien de la familia real llamando
“burro” a uno de sus hermanos —¡Te dije que no estoy loca! ¡Soy
más poderosa que tú, tarado!
—¿Usualmente se tratan entre ustedes de esa forma?
—susurró el duende hacia la princesa que quedaba a su lado. Eco
tan solo le sonrió algo tensa por la impresión que estaban dando,
sin embargo, se relajó al pensar que estaban, literalmente, en
otro mundo. Ya eran de la realeza ¿A quién le importaba que no
se comportasen como perfectas damas y caballeros mientras
liberaran a su reino de las sombras?
—Solo ellos dos. Y a veces Atlas y… hum… Eros, o Eros y yo
—se lo pensó un momento —Eros es básicamente el problema.
—Entiendo. —replicó Nylak.
Se esperaba a los futuros gobernantes de Priamos mucho más
cerrados, aburridos, estirados. Había conocido a Siwalyn, la
consejera real y esos tres adjetivos eran su definición. Para nada
con lo que se había topado. Eco hablaba sin tapujo o vergüenza
alguna a quien sea sobre lo que sea. Atlas estaba constantemente
dándole collejas o amonestando a Eros, y él por su parte, vivía
para ironizar y burlarse de los demás, sobre todo de Arabella. La
princesa hechicera era absolutamente amable, aunque tampoco
perdía el tiempo a la hora de usar el sarcasmo, aunque fuese
mucho más leve que el de su amigo.
Por su parte, a la cabeza del grupo, el general de división
comenzó a envainar varias espadas y dagas en las correas de
su pecho y cinturón. Grandes y afilados pedazos de metal con
tallados completamente definidos y meticulosos en los mangos,
66
CASA DE SOMBRAS

y piedras brillantes y coloridas incrustadas contrastaban con


su armadura de cuero completamente negra.
—Toma.
Eco no dudó un segundó en recibir la espada que él le ofrecía,
sin embargo, el peso de esta por poco le arranca el brazo. Una
advertencia no habría estado de más, pensó la princesa.
—Gracias. —dijo en su lugar.
Eros había charlado un poco con Nylak antes de dejar la
choza; al parecer, solo él viajaría junto a ellos, los demás se
quedarían asegurados en la frontera. Leonas se preocupó
solamente de llevar lo indispensable a la travesía.
Eros movió un poco los hombros intentando acomodar el
enorme arco que el general le había entregado junto con el
carcaj de flechas; ambos colgados de sus hombros. Aunque
aun con todo el peso del mundo, el príncipe marchaba con
una sonrisa engreída y una enfurruñada Arabella a su lado; ella
había perdido la competencia de insultos y se negaba a hablar
con él.
—Eres una mala perdedora —la pelirroja mantuvo su si-
lencio, caminando diligentemente por donde Leonas había
seleccionado el camino rodeando el bosque de las pesadillas,
una de las pocas cosas con las que Eco había estado de acuerdo.
El nombre real de la parcela era el bosque Blizzard, pero se
le llamaba bosque de las pesadillas debido a que aquellos que
entraban en sus limitaciones nunca salían. Que en sus entrañas
todo es confuso. Que te vuelves loco en el laberinto de árboles,
y que ves y oyes cosas que la gente corriente no está preparada
para enfrentar.
Eros también agradeció el rodeo que darían, la verdad, no le
entusiasmaba para nada la idea de atravesar por ahí, pero nunca
lo admitiría en voz alta y menos frente a Arabella.
67
CASA DE SOMBRAS

—Cabeza de fogata —la llamó y la chica se volteó a verlo con


la mirada furiosa. Eses apodo la había acompañado desde que
tenía memoria; primero de parte de los niños del pueblo en
el que creció hasta los trece años y luego de parte de Eros, e
incluso Atlas algunas veces.
—¡Que no me llames así!
El príncipe sonrió ante el mal carácter de la chica. Arabella
tenía conciencia de que mientras más reaccionase ella, él más la
molestaria, sin embargo, sentía que al no decir nada lo dejaba
ganar de algún modo.
—Te enfadas rápido y es divertido hacerte enfadar.
Ahí estaba.
—”Es divertido hacerte enfadar” —repitió ella, engrosando la
voz e imitando a su amigo.
Cuando él soltó una risa ronca y ella se sonrojó de furia, se
alejó a paso veloz y se acercó a Nylak. Temía que si no lo hacía,
le daría un buen puñetazo a Eros en la nariz.
—¿Por qué discuten ahora? —le preguntó al duende obser-
vando a Eco y Leonas.
—Creo que ni siquiera lo entiendo. —Nylak se encogió de
hombros —El general es algo… mandón.
—Sí, bueno, Eco puede ser algo difícil. Digo, solo es terca, le
gusta hacer las cosas a su manera y nosotros nunca le pusimos
demasiados problemas por ello. En general, ella siempre era la
más cuerda de los cuatro.
Caminaron un rato en silencio escuchando como la discusión
de Eco y Leonas tomaba cada vez más fuerza. A Arabella se le
ocurrió una idea que, para ella, era magnífica.
—Dime algún hechizo —pidió a Nylak —El que sea, quiero
intentar conjurarlo.
El duende hizo una mueca, dudoso. No quería bajarle la
68
CASA DE SOMBRAS

moral a su princesa, ya que dudaba demasiado que ella pudiese


conjurar un hechizo la primera vez.
—Son complicados —intentó razonar —enrevesados y al-
gunos bastante extensos.
—Tengo buena memoria —presionó la pelirroja. Nylak pensó
que ella había comentado que Eco era terca, sin embargo,
empezaba a notar que la princesa Arabella podría ser bastante
similar en eso.
—Bien —cedió —pero es complicado. Los faes los trabajan
desde los seis años de edad, si no puedes hacerlo a la primera…
—Sé que no podré hacerlo a la primera —reconoció la
pelirroja encogiéndose de hombros —Hace un día no sabía que
la magia existía. Probablemente fracasaré estruendosamente,
me enfadaré porque odio no poder hacer las cosas, pero eso
sucederá me digas o no el hechizo ¿Qué tienes que perder? No
me enfadaré contigo, por si acaso.
Era audaz, eso le tenía que reconocer.
—Mai i te tapahanga ka hinga te maunga.
La princesa se le quedó mirando con las cejas enarcadas y la
boca abierta, como si estuviese procesando que responder a
ello.
—No hablo chino ¿Puedes decirlo en español?
—¿Chino? —Nylak puso una mueca de confusión —No sé lo
que eso, este es el hechizo, Arabella.
Vale, quizás si era más complicado que el latín, pensó la pelirroja.
—¿Qué hace?
—Es el hechizo de corte simple. Lanza una onda que corta
todo a su paso. La tuya debería ser bastante fuerte, depende
de la magia del hechicero. —Nylak hizo detener a su princesa
—Concéntrate en ese árbol. Visualízalo partido por la mitad y
recita las palabras.
69
CASA DE SOMBRAS

—¿Podrías repetirlas, por favor?


Nylak recitó una vez más el hechizo y las mezcló con
movimiento de manos. Una onda de color verde nació de sus
palmas y se extendió hasta lo primero que encontró, en este
caso, un arbusto, y lo partió en un corte limpio justo por donde
interceptó la onda.
Arabella intentó hacer lo mismo, dijo las palabras a la per-
fección, se concentró todo lo que pudo en ese árbol. Nada
pasó.
—Es complicado al principio. Lo harás, lo sé. —la animo
Nylak, y Arabella le respondió con una sonrisa que pareció
mucho más una mueca.
—Gracias, pero… ¿Cada vez que quiera lanzar una onda de
corte debo decir todo eso?
Nylak negó con la cabeza —La magia se siente. Diciendo
los conjuros con un correcto movimiento corporal es la única
forma de lanzar un hechizo sin sentirlo. Yo puedo hacerlo
recreando la sensación de cada hechizo, sin embargo tú no
sabes lo que se siente hacer magia.
—O sea que cuando me salga un hechizo con el conjuro, y
memorice la sensación, seré capaz de recrearla sin tener que
hablar.
—Solo con la sensación —asintió Nylak —Exactamente.
—Vaya, es…
Arabella no pudo seguir hablando, ya que el estruendoso
bufido de enfado de parte de la princesa esgrimista los inter-
rumpió. Todos, incluyendo al ratón y duende, dirigieron su
atención a la disputa que se llevaba a cabo a la cabeza del grupo.
Contrincantes: Leonas vs. Eco
—¿Pero tú eres tonta o te haces? —soltó el general. Arabella
observó a su amiga descubriendo su cuello y mejillas rojos de
70
CASA DE SOMBRAS

furia.
—¿¡Disculpa?! —Eco no podía creer la desfachatez del general.
Estaba acostumbrada a soportar a Eros, pero este tipejo era
demasiado para cualquiera. ¿Tonta? Quizás no era la más
inteligente, pero, hasta el momento, no había hecho nada para
que el fae pensase que era tonta.
—Si tomas el camino por el valle de Delfos, atraerás a todas
las criaturas de la zona. —Leonas cada vez se arrepentía más de
haber traído a los cuatro inútiles con él. Un cambiaformas sin
magia, una hechicera que no podía conjurar un simple corte, la
esgrimista histérica y el arquero sarcástico. No tenían ni idea
de tácticas de guerra, o de estrategias y si la princesa Eco no
hubiese pasado toda la mañana estudiando mapas, tampoco
sabrían nada de Priamos.
—Ah, bueno ¿Y por qué no paramos a tomarnos un cafecito
también? —preguntó ella, algo más parecido a un gruñido
—¡¿Tú te crees que tenemos todo el tiempo del mundo?!
—¿Qué sabrás tú? Acabas de llegar hace como, no sé ¡Siete
horas!
Eco se acercó hacia él. Era mucho más bajita, sin embargo,
exudaba poderío.
—Siete horas y estoy mucho más consiente de que tenemos
que quitar a Ragnar del poder lo antes posible.
Leonas también se acercó amenazante a la princesa apuntán-
dola con un dedo, ella, lejos de echarse hacia atrás, levantó la
cabeza y mantuvo su mirada.
—No me vengas con eso. No sabes ni la mitad de lo que he
hecho por tu reino, en lugar de ustedes.
—Y curiosamente el reino sigue bajo una maldición —gruñó
ella.
—Disculpen… —intentó interrumpir Nylak, pero siendo
71
CASA DE SOMBRAS

ignorado rotundamente por ambos.


—Me está hartando tu arrogancia, sirral.
—¿Qué significa sirral? —susurró Atlas al duende.
—Mocosa. —Atlas hizo una mueca
—Que bueno que Eco no sabe eso.
—¿Yo soy la arrogante? ¿Te has mirado en algún espejo mágico
últimamente? Y es princesa, no sirral.
—Oigan…
—Ahora eres una princesa ¿no? Entonces deja de comportarte
como una maldita arpía maniática.
—Apuesto por Eco —susurró Eros en el oído de Arabella, se
había acercado a ella mientras ambos observaban el intercambio
de insultos como un partido de tenis.
—Creo que yo también —respondió la pelirroja.
—¿No es irónico que esta arpía haya sido tu última esperanza?
—prosiguió la esgrimista. Su mandíbula tensa, los dientes
apretados y las manos cerradas en sendos puños.
—¿No es irónico que…? —continuó Leonas, pero se vio
interrumpido por el grito de su hermana.
—¡Cállense! —chilló finalmente Nylak atrayendo la atención
de ambos —Han estado caminando todo este tiempo y no hemos
tomado ninguna de las dos rutas.
Los dos al mando miraron a su alrededor cayendo en cuenta
de lo que Nylak había mencionado. Discutieron un poco
más el camino que habrían de tomar, mientras que Atlas
examinaba cuidadosamente el bosque. Tenía la sensación de
que cuanto más lejos se aventuraran de la frontera con el mundo
humano, menos probable era que su suerte durara. Peor aún, el
cielo oscuro por la niebla hacía más fácil para los monstruos
aventurarse a salir de día.
Eros estaba exhausto de la discusión; ni siquiera él y Arabella
72
CASA DE SOMBRAS

peleaban tanto. Muy seguro de sí mismo, decidió tomar las


riendas.
—Vamos por allá —tomó una ruta al azar y comenzó a
caminar con toda la determinación del mundo. Eco y Leonas
parecieron intentar protestar, pero de inmediato se quedaron
en silencio, lo cual, el arquero tomó como una buena señal.
No se pudo sorprender más cuando empezaron a seguirlo
y, halagado, siguió internándose en el bosque con paso firme.
Contemplo hacia el cielo, las copas de los enormes árboles
apenas visibles por la niebla que se espesaba cada vez más. Ya
llevaba varios minutos caminando, dirigiendo a su tropa, a su
hueste, su batallón…
Y aún no tenía ni la más mínima idea de hacia donde estaba
yendo, aunque, los demás no tenían que enterarse de ello.
—No tienes ni idea donde estás yendo —murmuró Atlas,
quien había adelantado a los demás posicionándose a su lado.
Bueno, además de Atlas, nadie debía saberlo.
—Cállate, me están siguiendo de todas formas. —susurró
Eros de vuelta, casi sonando indignado por su cuestionamiento,
aunque su amigo tuviera toda la razón. Atlas lo conocía demasi-
ado bien y podía reconocer perfectamente sus expresiones. La
expresión del arquero era de confusión total.
—Sí, porque las dos personas con más sentido común aquí,
están bajo un hechizo.
¿Un hechizo?
—¿De qué hablas?
—Mira detrás de ti, Cristóbal Colón.
Eros volteó y pudo ver perfectamente a Eco y Leonas, ambos
flotando y con los ojos como platos sin poder hablar, debido a
que Nylak los mantenía bajo un hechizo de inmovilización.
Ignorando las caras de espanto de su amiga y el general,
73
CASA DE SOMBRAS

siguió su camino algo más reticente. No quería pensar que


las expresiones de horror fueran debido a su liderazgo.
—Eco parecía saber perfectamente a donde ir —murmuró el
arquero hacia su amigo.
—Lleva toda la mañana estudiando mapas, obviamente sabía
hacia donde ir.
—Llevo toda mi vida siguiendo mi instinto.
—Y mira como eres.
—Tranquilo. Estaremos bien, es más, mira esto… ¡Nylak!
—Eros se detuvo y se dirigió a la fae —¿Podrías bajar por favor
a los dos? Me gustaría consultarles algo.
—Como ordene —el diligente duende aplacó su hechizo; la
princesa Eco bajó lentamente al suelo, mientras que Leonas lo
golpeó con un estruendo.
—¿Y eso por qué? —le preguntó su general.
—Por maleducado. —respondió el duende enojado —Te crié
mejor que esto. No para que le digas arpía a la princesa.
—Tú, maldito burro leproso —Eco se acercaba furibunda
hacía Eros quien retrocedía con la mano en alto alejándose
algunos pasos de la rabiosa princesa.
—Relájate. —murmuró el temeroso principe con las manos
en alto alejando a su amiga —Es probable que tengas razón,
pero relájate ¿quieres? Recuerda que somos como hermanos.
—¿¡Tienes idea de a donde nos trajiste?! —prosiguió la
furibunda princesa.
—Pues claro.
—Claro que no —bufó Atlas quien estaba cruzado de brazos
observando el intercambio.
—¿De qué lado estas?
—¡Nos metiste directamente en el bosque Blizzard! —reveló
por fin Eco en un chillido maniático.
74
CASA DE SOMBRAS

Eros asintió lentamente con una mueca, hasta él reconocía


que lo había arruinado.
—Bueno, nunca fue mi intención tomar el camino del bosque,
pero supongo que algún defecto tenía que tener y que entre
todas mis grandes virtudes, los Elementos no quisieron darme
la de la orientación.
—O la inteligencia —gruñó Eco enojándose cada vez más
porque su amigo no le tomara el peso al asunto. Ahora sí que lo
estrangulo, pensó ella —Ya que es imposible tener orientación
¡cuando nunca habías pisado este reino antes!
—¿Tú no dirás nada? —susurró Nylak al general quien,
sorprendentemente, se había mantenido en silencio, cuando él
estaba completamente en contra de pisar el bosque.
—La princesa lo está manejando bien —admitió él.
Ahora si que me estrangulan, pensó Eros, antes de salir en su
propia defensa.
—Disculpa, pero tú no te creas la gran cosa —contraatacó
Eros hacia Eco —Me equivoqué, bien, pero tú estás tan perdida
como yo.
—Tal vez, pero yo no nos habrá metido en un…
La princesa no pudo terminar su frase cuando una enorme
figura pasó volando junto a ellos.
Casi automáticamente, Eco alzó su espada como si no pesara
nada. Por su parte, Eros cargó una flecha en su arco, tensando
la cuerda lo más posible; ambos esperando que las respectivas
lecciones que habían recibido durante doce años hicieran algo
de efecto.
Por favor, que sea un pájaro. —se mentalizaba Eros —Uno raro,
pero un pájaro al fin y al cabo
Arabella sintió un escalofrío, el mismo calor en el pecho que
la había traído aquí la primera vez. El bosque era oscuro y la
75
CASA DE SOMBRAS

criatura los sobrevoló tan rápido que nadie pudo definirlo bien.
—Es un malveola —murmuró Nylak mirando las copas de los
árboles con precaución. El pequeño roedor estaba asustado, lo
admitía. Los malveola lo habían atormentado en sus pesadillas
desde que era apenas un duendecillo, y ahora se enfrentaría a
la inmensa criatura.
—Algo más de información sería útil —murmuró el arquero
moviendo la punta de su flecha y apuntando a las copas de los
árboles hacia donde, creía, se movía la bestia
—Es un monstruo de Sombras —describió rápidamente
Nylak, sorprendiéndose a sí mismo de que su voz saliese
sorprendentemente firme y libre de tartamudeos —Alas de mur-
ciélago, piel pálida y colgante, y unas garras negras demasiado
afiladas.
—Bonito ¿no? —Eros se concentró en su respiración para que
la mano con la que apuntaba el arco no temblara. Un vistazo
a Eco y la encontró pálida de miedo, uno a Atlas y su amigo
se veía molesto, uno a Arabella y la pelirroja tenía una mano
puesta en su pecho.
—¡Ahí! —gritó ella apuntando a un lugar en las copas de los
árboles.
—¿De qué hablas? No hay…
Un segundo después, la horripilante criatura atravesó el
espacio en donde la princesa había apuntado. Un sonido como
trueno retumbó en el ambiente, el sonido que emitían las
enormes alas del malveola al cortar el aire por donde pasaba.
—¡Es la visión! —advirtió Nylak —Ella ve cosas, verá a la
criatura donde sea que esté.
Y justamente eso es lo que había pasado; Arabella, en un
solo parpadeó, visualizó la silueta del enorme murciélago
atravesando los árboles y escondiéndose sigilosamente entre
76
CASA DE SOMBRAS

ellos.
—¡Eros, al árbol a tu derecha! —gritó nuevamente y esta
vez el príncipe no lo pensó dos veces; tenían visión limitada
y solo les quedaba confiar en el poder de la pelirroja; por
suerte, le confiaría su vida a Arabella. Disparó, y con gemido
escalofriante, un fuerte estrépito resonó a pocos metros frente
a ellos. La tierra se levantó y Eros se sorprendió de que el suelo
no hubiese temblado con la caída del monstruo
—Le diste —murmuró impactado Leonas. —Le tuviste que
haber dado en el ojo o no habría caído tan rápido.
—Nunca fallo —respondió el príncipe casi sin aliento por
el peso del arco y las flechas. No estaba siendo arrogante ni
alabándose a sí mismo, solo constataba un hecho. La diana era
su mejor amiga.
—Hay que seguir avanzando —anunció el general intentando
movilizar a todo el grupo lo más rápido posible —Existen cosas
peores aquí, lo mejor es terminar esto rápido y salir. Estamos
yendo hacia el este, llegaremos a la Torre de Grayson en cuanto
salgamos del bosque.
Desde muy pequeños, a los ciudadanos priamies no se les
permitía entablar relaciones con la Casa de Sombras debido a
la alta peligrosidad de esta. Sus habitantes eran usados como
advertencias para que los niños hiciesen caso a sus padres, o de
los pescadores de Nakoa para explicar por qué zonas de pesca
se quedaban sin pez alguno.
Malvadas criaturas, feas bestias y temibles monstruos habita-
ban toda la zona por la que en estos momentos caminaban, y
no podía esperar para salir de allí.
Otro aleteo, el mismo sonido del viento siendo atravesado
a gran velocidad, el ruido de las pocas hojas de los árboles
moviéndose y todo supieron que no estaban a salvo todavía.
77
CASA DE SOMBRAS

El príncipe arquero cargó otra flecha y ambos esgrimistas


caminaban mirando en todas direcciones. Avanzando con
precaución y con el corazón a mil, todos esperaban que otra de
esas bestias apareciera de la nada y lo engullera a todos.
—No… —Arabella se interrumpió tras la imagen que se posó
delante de sus ojos. malveola, cientos y cientos revoloteando
por el aire sobre el bosque. Vio algunos entre grandes rocas, uno
escondido tras un árbol. Una melena rubia a su lado. —¡Eco,
izquierda!
La esgrimista blandió su espada justo al momento en que
la criatura saltó de su escondite en los árboles. Atravesó al
monstruo con su espada perfectamente por el centro del pecho,
Eco jadeaba en busca de aire por el terror que sentía al asimilar
semejante criatura, la cual, ahora yacía muerta en la tierra.
—¡Cazan en grupo! —alertó Leonas.
—Están por todo el cielo —complementó Arabella revelando
su visión, temerosa —La manada completa

78
6

Elementos

C
uando el murciélago gigante aterrizó frente a ellos y
fijó en la mira a la pelirroja que había estado hablando,
ella extendió las manos. No sabía exactamente para
que, pero de corazón, esperaba que si había aunque fuera un
poquito de magia en ella, la salvara esta vez.
—¡Eh, bichejo! —el propio grito del príncipe Eros le dejó
la garganta en carne viva, se movió en redondo alejándose un
poco del grupo para desviar la atención del malveola. Una cara
sin ojos, con dos agujeros como fosas nasales y blanca como la
leche, repugnante, sin un solo vestigio de cabello y caracterizada
por piel colgante, le devolvió la mirada—. ¿Por qué no te metes
con alguien de tu tamaño?
Teóricamente, tendría que haber dos como el príncipe para
considerarse aproximado siquiera a su envergadura. En la
práctica, sin embargo, él era uno de los más altos de sus
compañeros, así que tendría que sacrificarse por el bien de
la gloria.
Incluso si esta no la cuento, pensó.
El monstruo se giró hacia Eros y abrió la boca mostrando tres
79
CASA DE SOMBRAS

filas de afilados colmillos, una copia de una boca de tiburón. Por


su parte, Atlas estaba al borde de la desesperación por inutilidad;
no tenía ni siquiera un indicio de como controlar su magia, y, a
diferencia de Arabella, él ni siquiera sabía si de verdad la tenía.
Solo le quedaba confiar en el testimonio esperanzador de las
criaturas.
Y no de todas, cabía recalcar, ya que el general de su propio
reino ni siquiera tenía fe en él.
—¡¿Cómo es que esa cosa puede ver?! —gritó Eco a nadie
en particular, mientras apuntaba con su espada a la bestia que
seguía mirando a Eros, él aún con la flecha cargada. Había
susurrado plegarias a sí misma para que su “super-brazo-
espadachín” hiciese acto de presencia, sin embargo, todo lo
que sentía en el brazo derecho, era el peso del hierro priamí de
una espada completamente común.
—Es mágico, no entiendo la mitad de las cosas de este mundo
—fue la vaga respuesta de Leonas que también había sacado su
propia espada. Muy general podía ser, pero hasta él admitía
que nunca se acababa el miedo. Sí, sabía controlarlo y sí, sabía
como comportarse y luchar aun sintiéndose despavorido, pero
no se acababa.
Después de un segundo, uno a uno se escucharon fragores en
la tierra, el piso se sacudió como si varios árboles estuviesen
cayendo en fila, tal como un dominó. Solo que esta vez, no eran
árboles, y ojalá lo hubiesen sido. Los malveola iban aterrizando,
rodeando al grupo y preparándose con garras y dientes para
atacar, comer y matar.
Cinco en total, cuatro los que habían aterrizado y uno al que
se enfrentaba el arquero, el más grande de todos, al menos en
complexión. El general no lo pensó dos veces, se lanzó hacia
delante cargando con su espada y decapitando a dos de los
80
ELEMENTOS

monstruos de una sola vez.


Por su parte, Eco hizo acopio de todos los movimientos y
tácticas de esgrima que había aprendido a lo largo de los años;
atacó y dio una vuelta en guardia hacia delante. Cuando el
malveola se abalanzó hacia ella con la boca abierta y los dientes
al aire, hizo una finta, cambió de guardia y volvió al ataque.
En su lado, Eros disparó a su propio monstruo, casi pudo
haberse desmayado de impotencia cuando la flecha no atravesó
la piel del murciélago gigante. Como si tuviese puesta una
armadura de hierro forjado, la puntiaguda punta ni siquiera
causó el más mínimo rasguño en la piel de la bestia.
Bestia que, enojada, atacó.
—Tan solo las flechas de grafito dañan al malveola —gritó
Nylak, quien agradecía a los Elementos por haber tenido clases
de magia toda su vida cuando arrojó un corte lo suficientemente
preciso para decapitar al malveola que iba a por él —Esas flechas
no harán nada, su piel es gruesa y dura.
—¡Haberlo dicho antes de que me entregara como carnada!
—gritó Eros pensando que moriría sin haber tenido una sola
mascota e intentando apañárselas para disparar una flecha
directamente en el ojo del monstruo que no dejaba de moverse.
La criatura cargó hacia delante, como un furibundo toro, solo
que de un tamaño exagerado. Todo lo que Eros pudo hacer fue
esquivarlo y patear la espalda del monstruo al momento en que
pasó por su lado. La bestia no se vio afectada físicamente, sin
embargo su furia solo aumentó.
El malveola se elevó con sus enormes alas, Eros tuvo que
cubrirse un poco los ojos para evitar que la tierra que desprendía
el viento entrase en ellos. El enorme murciélago realizó un arco
en el cielo para luego caer en picada sobre el príncipe con todas
su fuerza; sus afiladas y oscuras garras clavándose en ambos
81
CASA DE SOMBRAS

brazos del arquero y provocando que este soltase un aullido


desgarrador.
Eros sintió sus brazos en llamas, la sangre burbujeando desde
las profundas heridas que el malveola había causado y que no
estaban cerca de sanar con la velocidad fae, ya que el monstruo
alado seguía presionando y presionando sus garras, cada vez
más profundo cada vez más doloroso. Al príncipe le sorprendía
que las negras navajas aún no tocasen el hueso de sus brazos y
hombros.
Asustada por el grito desgarrador que soltó su amigo, los ojos
de la princesa brillaron verdes luminosos, un verde neón que
podría iluminar una habitación completa. Y justo al momento
en que Arabella extendió sus manos para hacer cualquier cosa
que su magia decidiese por ella, una poderosa columna de
viento salió despedida de sus manos empujando fuertemente al
malveola fuera de Eros. Movida por su propio hechizo, Arabella
avanzó y, aún no sabía como, girando un poco sus manos, el
monstruo quedó rodeado por un círculo de fuego.
Leonas aprovechó ese preciso momento para traspasar la
barrera de llamas. Su armadura siendo a prueba de fuego y
las quemaduras de su rostro sanándose rápidamente. De un
salto que solo se podía lograr con años de entrenamiento, pasó
su enorme espada por sobre su cabeza, sujetándola con ambas
manos y enterrándola de plano en la nuca del murciélago.
Se escuchó el aullido de dolor del malveola y el estruendo de
su cuerpo sin vida al caer al piso.
Arabella hizo un movimiento de equis con sus manos y las
llamas se extinguieron tan rápido como habían aparecido, sus
ojos volviendo al verde usual. Miró con asco el cuerpo sin vida
de la bestia alada y la perforación que la espada del general había
dejado en el cuello blaquecino de la bestia. Marca de donde
82
ELEMENTOS

líquido negruzco emanaba, y desgarros por todo el cuerpo que


exudaban el mismo brebaje.
—¡Eco, levanta la espada! —gritó repentinamente la pelirroja.
Todos pusieron su completa atención en la rubia y en el
malveola que bajaba en picada hacia ella con la boca abierta.
Eco levantó su espada justo en el momento que el muercielago
se empalaba directamente en el filo de esta. Los brazos de
la princesa cedieron, cayendo bajo el peso monumental de la
bestia.
Leonas y Atlas levantaron el peso del monstruo de sombras
y se lo quitaron de encima a Eco. Atlas le tendió la mano para
ayudarle a levantarse mientras ella respiraba pesadamente.
—Eros —suspiró Eco atropelladamente antes de caminar a
toda velocidad hasta el lugar en que su amigo apretaba fuerte-
mente los ojos y la mandíbula al tiempo que Nylak recitaba un
hechizo sobre él. Arabella ya estaba ahí observabandole con
preocupación, más palida que un fantasma y con la piel perlada
por el sudor.
—Es todo lo que puedo hacer —dijo el duende limpiando
sudor de su propia frente—Los hechizos de sanación son
complejos y dolorosos para quien es sanado. —al instante en
que bajó las manos, el arquero dejó de retorcerse y empezó a
respirar más calmado —Detuve la sangre y con la cicatrización
de fae sus brazos deberían sanar rápido. Agradezcamos a los
elementos que los malveola no son venenosos o inhibirían la
curación. Ahora si me disculpan, iré a vomitar.
Eros, lentamente, se sentó moviendo sus hombros circular-
mente para aflojar los músculos. Lo que había sido un desgarro
de sus brazos se transformó casi en un mero dolor muscular,
como si hubiese pasado un día entero ejercitándolos. Y aunque
la curación fue en extremo dolorosa, el príncipe estaba dichoso
83
CASA DE SOMBRAS

de tener ambos brazos completos.


—¿¡Pero qué demonios acaba de pasar?! —exhaló con una
voz mucha más aguda que la suya propia.
—La princesa Arabella… —intentó explicar Nylak saliendo
detrás de un árbol; mas se vio interrumpido por el inminente
desmayo de dicha princesa. —Vaya, se mantuvo consiente más
tiempo del que esperé.
Por suerte Atlas logró agarrar la tela del vestido de Arabella y
evitar que se diera en seco contra el suelo rocoso y dejarla con
cuidado en él.
—¿Qué pasó ahora? —preguntó Eros arrodillándose en
pánico junto a ella.
—Resulta que la princesa —continuó el duende —solo los
elementos saben como, invocó aire y fuego en menos de cinco
minutos. El fuego es el elemento que drena más energía, se
descompensó, es todo.
—Pero…
—En esta época, el león está en el cielo. Es una constelación
de fuego. Si bien la princesa no está conectada a ninguna
constelación, estas si potencian su poder.
—No entiendo —Eco negó con la cabeza mientras observaba
a una durmiente Arabella—Se supone que con el cataclismo las
constelaciones quedaron bloqueadas por las sombras ¿Cómo
es que a ella le afectan?
—Ni yo lo entiendo —admitió Nylak —Pero la princesa era
capaz de sentir Priamos estando en otro mundo, sin saber un
solo hechizo conjuró aire y fuego, no me soprendería que su
conexión con la magia fuese tan fuerte que lograra captar las
constelaciones aún estando bloqueadas.
—¿Es normal? —preguntó Leonas al duende —¿Su madre
podía hacer los mismo?
84
ELEMENTOS

—No lo sé. La reina Iris luchó con las constelaciones


bloqueadas y desfalleció por el cansancio. Llevaba una vida
de entrenamiento, no creo que de haber detectado las constela-
ciones aquello hubiese pasado.
—¿Dices que Arabella es más poderosa que su madre?
—preguntó el arquero sacando el cabello de la cara de la
pelirroja.
—Estoy suponiendo solamente. La reina Iris era hija de un
hechicero elemental y una fae menor, sin embargo, Arabella es
hija de la hechicera elemental y la identidad de su padre jamás
fue descubierta.
—¿Ara no tiene padre? —preguntó Eco
—Obviamente lo tiene —el duende se encogió de hombros
—Tan solo nadie sabe quien es.
Leonas suspiró audiblemente, habían pasado demasiadas
cosas en muy pocas horas —Vamos, hay que seguir movién-
donos.
—¿Qué hacemos con la princesa? —preguntó el duende
—Cualquiera puede cargarla. Ahora son faes, su fuerza se
potenció.
Atlas arrugó la frente intrigado. Paso sus brazos por la espalda
y rodillas de Arabella y la levantó sin esfuerzo alguno —No
puede ser. No pesa nada, como… nada de nada.
—Vamos —reiteró el general, todos obedecieron.

***

Fue después de varias horas, que Arabella despertó desorien-


tada.
—¿Qué pasa? —le preguntó a Atlas mirando a su alrededor
85
CASA DE SOMBRAS

intentando enfocar la mirada —¿Por qué me quedé dormida?


Eros sonrió sin observarla —Linda, te moriste, no dormiste.
—¿Yo qué?
—Que en un minuto estabas de pie y luego caíste desmayada.
Con cuidado la bajó para que pudiese ponerse de pie, el
principe mantuvo un brazo por sus hombros mientras ella
intentaba estabilizarse.
—¿Por qué?
Los demás detuvieron la marcha al escuchar a la princesa
despertar.
—Invocaste fuego —le dijo Nylak lentamente —Lo recuerdas
¿verdad? —Arabella asintió —¿Cómo lo hiciste?
Ella negó con la cabeza —Fue como dijiste, una sensación.
Quizás lo había soñado, pero tenía la certeza de como invocar
fuego y aire. No lo recordaba al llegar aquí, fue como si el
recuerdo se hubiese desbloqueado de la nada.
—¿Crees saber romper el embrujo sin el libro? —preguntó
Leonas directamente. Fue Nylak quien respondió.
—Es demasiado fuerte, es antiguo y está arraigado en Priamos
desde su creación. Además ni siquiera sabemos que es lo que
hay que hacer específicamente. Levantar la niebla, acabar con
la corte oscura, o qué.
—¿Invocar aire me agotó? —le preguntó la princesa al duende.
—Fue el fuego. El elemento que más energía absorbe es el
fuego, luego la tierra, el agua y por ultimo el aire. Debes tener
cuidado con eso, una vez que la magia absorbe toda tu energía
comienza a absorber vida.
—¿Sanar absorbe energía también? ¿Por qué vomitaste?
—Sanar utiliza salud. Si una persona sana a otra, la salud del
sanador empeora.
—Vaya, lo lamento —se disculpó Eros.
86
ELEMENTOS

—No hay cuidado. Soy pequeño, la magia me afecta más.


—Nylak se volvió nuevamente hacia Arabella —Con entre-
namiento iras manejando tu energía, distribuyendola correcta-
mente.
—Vale ¿Cuanto tiempo llevan caminando?
—Nos quedan unas trece horas a paso continuo para llegar,
más descanso, llegaremos mañana por la tarde.
—¿Cómo sabes eso? —Arabella miró a su alrededor y todo
lo que encontró fueron arboles secos —¿Cómo sabes si quiera
donde ir?
El general había recibido entrenamiento de soldado desde
muy pequeño. Fue preparado para ser el próximo general de
división del ejército Priamí y tenía instrucción en varias tácticas;
desde orientación, a defensa personal y combate en el campo
de batalla.
—El sol —respondió apuntando hacia el cielo. Tras la espesa
niebla se veía una especie de círculos de luz más brillante, como
si estuviesen iluminando con una linterna a través de una sabana
—Está cayendo, falta poco para que sea de noche y el camino
se tarda un día a pie. Sale por el este y se esconde por el oeste,
debemos viajar en contra del camino del sol.
—Listillo —masculló Eco sacándole una sonrisa engreída al
general.
—El sarcasmo no aplica cuando se señalan hechos, princesa.
—Lo sé, no vi que ningún hecho fuera señalado.
—No empiecen —habló Eros. No era lo que se llamaba un
“pacifista”, pero hasta él estaba cansado de las discusiones de
los dos —Sigamos de una vez antes de que otra criatura llegue
y me quede sin brazos.
Caminaron alerta; a medida que la noche aumentaba lo
hizo la intranquilidad de Arabella; la oscuridad en un bosque
87
CASA DE SOMBRAS

embrujado no era el mejor panorama que le podían plantear.


Enorme fue su sopresa cuando la oscuridad total jamás llegó.
—No puede ser —suspiró.
Apenas el sol se escondió por completo, todo brilló. Los
riachuelo y ríos que antes se veían grises por la falta de luz,
se iluminaron de mezclas de azul, celeste y violeta neón. Los
brotes que se abrían lentamente hechos para la noche y no
para el día, arbustos y plantas, iluminaban el camino con
bioluminiscencia.
—Es bellisimo —admitió Eros a su lado —Nunca había visto
tantos colores en mi vida.
—Esa es la idea —respondió Nylak —El bosque utliza esto
para atraer presas faciles, el color atrae a todas las criaturas del
reino. El bosque Blizzard fue el único terreno que mantuvo su
brillo, antes todo Priamos lucía así por la noche.
—¿Por qué este bosque se mantuvo así?
—La magia negra no es nada nuevo para este lugar, no se vio
afectado por ella.
Eco levantó la vista hacia los enormes hongos que se alzaban
como árboles milenarios, los había visualizado todo el camino
grises y ahora brillaban de colores rosados y verdes neón.
—¿Cómo están tus brazos? —le preguntó a Eros acercandose
hacia donde estaba junto a Arabella.
Él levantó ambos brazos, brazos a los cuales, ya se les
estaban cerrando las heridas. Sentía la típica picazón de
una cicatrización normal y sus brazos hormigueaban como
si suficiente sangre no llegara a ellos, por lo demás, el proceso
era perfecto.
—Creo que he estado mejor. —respondió él empujándola
suavemente hombro con hombro —Al menos ya se están
curando.
88
ELEMENTOS

—Eso es demasiado raro —dijo la pelirroja.


—¿A que si? Ya quiero que me corten otra vez —replicó Eros
mirando sus antebrazos —La próxima vez le pondré mayor
atención a la curación
—Estupendo —masculló ella —Priamos tiene a un masoquista
por príncipe. Grata sorpresa.
—No te olvides de la princesa pirómana.
—Imbécil
—Pirómana.
—Idiota
—Pirómana
—Estúpido.
—Pirómana
—¡Que no soy pirómana! ¡Soy más poderosa que tú!
Eros soltó una risa arrogante, que solo aumentó el enfado de
la hechicera.
—Ya te gustaría
—Hmm —la pelirroja se golpeó la barbilla lentamente con
fingido cuestionamiento —¿Me recuerdas otra vez quien evitó
que un monstruo-murciélago te comiera con arco incluido?
—No me salvaste —bufó el príncipe con un gesto de mano
para quitarle importancia —Lo tenía todo bajo control.
—Por supuesto que lo hice —se regodeó ella. Eco volteó los
ojos y los dejó a ambos discutiendo como siempre —Tu engreído
trasero fue salvado por una chica que mide dos cabezas menos
que tú ¿Cómo pinta la situación?
—Vale, quizás me salvaste.
—¿Quizás? Tu penoso arquito no pudo atravesar ningún
malveola
—Primero que nada, mi arquito no es penoso, y segundo, tu
tampoco fuiste quien lo mató.
89
CASA DE SOMBRAS

Atlas paseó su vista por los enormes hongos, las ruinas en el


piso que alguna vez fueron un camino.
—Existían lugares preciosos. —comentó Nylak al observar
a los herederos sin poder dejar de mirar el páramo. El lugar
en donde habitaba la mayor parte de su especie, y de su orden
en general, fue a donde la enorme sombra y espesa niela llegó
primero; desbaratando absolutamente todo a su paso. —En la
Casa de la Criaturas, su orden, príncipe Atlas; los habitantes se
separaban en tres grupos; terrestres, aéreos y marinos. Aéreos y
terrestres compartían tierras, pero las criaturas marinas tenían
la mejor vista. La entrada que llevaba a su hogar que era
tan hermosa como un lienzo y tan tranquila como un árbol
meciéndose con la briza.
—¿Y qué hay del Uziel? —recordó Leonas en voz baja y
nostalgica, pero con suficiente volumen para que el duende
lo oyera
—El Uziel es la casa de los sin casa. Hay faes en Priamos que
no tiene magia ni habilidades, no son zoomorfos, por lo que
no califican en la Casa de las Criaturas, así que viven en sus
propias tierras dentro del reino. Un pueblo diminuto, a orillas
del mar con altas casas de madera en palafitos, exclusivamente
para ellos, y tan hermoso como casi ningún otro.
—Silencio —amonestó Leonas cuando escuchó el movimiento
de las hojas a su lado —Hay cosas peores que los malveola en
este bosque.
—¿Peores? ¿Peores que la cosa que me quiso sacar el brazo…
—Eros hizo un gesto de garra con su mano —…de un jalón?
—Peores al nivel en que no dudarán en comerte el brazo
—respondió simplemente el general. —Y como tu habilidad
requiere la posesión de ambas extremidades superiores, no
sería de lo más convenientes que una bestia te desmembrara.
90
ELEMENTOS

Con su espada, Leonas rompió una de las ramas que estaban


muy abajo intentando abrirse camino entre piedras y brotes, y
a su vez, dejar el paso marcado por si necesitaban regresar.
El príncipe intentaba seguir el paso de los demás, pero con
su arco enganchándose de cada hongo, árbol y rama, y sus
flechas cayendo al piso en cada salto, la tarea como que se le
complicaba. Cuando quedó enganchado de otra rama que le
hizo como resortera, empujándolo hacia atrás, bufó molesto.
—Eres un torpe desastre —masculló Atlas con algunas flechas
en la mano que había recogido por el camino. Igual que Arabella
y Nylak, que traían una cada uno.
—¡Eh, los dos con los cuchillitos! —Eco y Leonas, ambos
con sendas espadas Priamies, voltearon a ver al príncipe que
se encontraba histérico intentando zafar el arco de un árbol,
mientras que casi todas sus flechas caían al suelo —¿¡Podrían
intentar despejar el camino tamaño arco?! Porque si un maldito
hongo me empuja otra vez juro que no me hago cargo de mi
reacción.
—Cállate y deja de quejarte —respondió Eco simplemente,
sacándole una sonrisa al general.
—Es fácil para ti decirlo, señorita espada-brazo-retráctil.
—siguió discutiendo el príncipe, desenredando por fin su
arma del hongo —Pero no todos usamos armas más angostas
que nuestros cuerpos.
Y es que el arco Priamí no se comparaba con Astrella en
tamaño, pero aún así, era monumental. No es que las espadas
fueran pequeñas, pero al menos eran angostas.
—Por lo que veo no todos tenemos coordinación en los pies
tampoco.
—Callada, reverberación del sonido
La princesa se giró, con espada en mano y actitud amenazante,
91
CASA DE SOMBRAS

hacia el arquero, quien no tardó un segundo en levantar sus


manos a ambos lados de su cabeza en una muestra de rendición.
—Llámame así una vez más y yo misma te arranco el brazo.
—Uy, que agresiva.
—No quiero interrumpir—interrumpió Leonas —Pero acam-
paremos aquí.
Era un lugar relativamente plano, sin tantos arbustos y más
arbole y hongo que les servirían como una especie de techo en
caso de que comenzara a llover.
—Vale —Eros examinaba cuidadosamente el roquero que se
encontraba a un lado junto ellos —¿Qué crees que será mejor
para el cuello, príncipe mapa? ¿Granito puro o grava sólida?
—No lo sé —respondió Atlas, fingiendo la misma expresión
de pregunta, parándose junto a su amigo —¿Qué será mejor
para tu estupidez? ¿Un golpe en la nuca o en la frente?
—Puedes ser muy antipático a veces ¿lo sabías?
Atlas se encogió de hombros —¿De verdad quieres dormir
con la cabeza sobre una piedra? Apóyate en tu brazo, o en una
rama, aunque sea. —el cambiaformas frunció el ceño pensando
—Trajimos ropa incluso, reposa sobre una camisa ¿Por qué una
roca es lo primero que se te viene a la cabeza?
—Es lo que hacían los aventureros en los libros de Arabella
—respondió Eros sentándose en el piso y volteando su capa
para que lo cubriera como una manta.
—¿Leías sus libros? —cuando Atlas se sentó junto a él, ambos
se pusieron a admirar el paisaje que los rodeaba y observan
como Eco discutía nuevamente con Leonas; Arabella intentaba
encender fuego con magia, mientras que Nylak, sin que la
pelirroja notara, lo encendía exitosamente con dos varillas en
otro monticulo de varas. Nylak se acomodaban con su capa
—A veces. Por el insomnio o por si me aburría.
92
ELEMENTOS

—Bueno, ahora estás viviendo uno.


—Es… exótico ¿Recuerdas…—preguntó él mismo, sonriendo
—… cuando intentamos convencer a la señorita Kirigan de
adoptar un cerdito?
Atlas soltó una risotada que llamó la atención de Eco, sin
embargo, la princesa volvió a sumergirse inmediatamente en la
discusión.
—Cuidamos un huevo por un mes completo, esa cosa olía fatal
la última semana. —Al final, lograron mantener al huevo en
una sola pieza, pero la señorita Kirigan terminó comprándoles
un cerdito de peluche una de las ferias del condado anuales.—
Fue injusto.
—Lo fue —coincidió el arquero con su amigo —¿Crees que
podremos tener un cerdito aquí?
—Somos príncipes ¿verdad? —Atlas se encogió de hombros
—Según la historia, nadie nos dice que no.

***

—¡Que no! ¿¡Es que no entiendes?! ¡NO! ¡Tonta histérica!


—¡Eres tú el que no entiende! ¡Y no me digas tonta! La hora
antes del amanecer es la más oscura del día. La luminiscencia
no alejará ninguna bestia, si es que no las atrae más a nosotros
¡Nos comerán vivos!
Como era predecible, Leonas y Eco llevaban ensartados en
una discusión desde que encontraron el lugar par asentarse.
El problema comenzó al minuto en que tuvieron que pactar
una hora de salida, y es que uno quería salir rápido del bosque
y la otra quería evitar la hora de más riesgo.
—¿No eras tu misma la que quería ahorrar tiempo?
93
CASA DE SOMBRAS

—¿Y tú el que quería evitar a las bestias?


—Sí, evitando el bosque, pero resulta que tu querido amigo
bueno para nada nos metió en él. —Leonas no lo sentía de
verdad. Sí, fue culpa del príncipe que ellos entraran en primer
lugar al bosque, pero a la hora de enfrentarse a los malveola lo
hizo bastante bien y con una puntería y valentía envidiable.
—No hables así de Eros y menos cuando no puede defenderse
—gruñó la princesa —Y te recuerdo que de no ser porque Nylak
nos silenció a ambos, podríamos haberle advertido que la ruta
era incorrecta —a Eco le supieron amargas esas palabras. El
duende no había sido otra cosa más que amable y altruista con
los herederos, y aquí estaba ella, culpándolo de que hubiesen
llegado al bosque.
—Cierra el pico de una vez por todas —Leonas, repentina-
mente tan furioso como Eco —Nylak no tiene nada que ver con
esto, no te atrevas a culparlo. Y si nos hechizó, fue porque tú
no puedes aceptar que otros tienen razón en tu lugar.
—¡Cállense y dejen dormir! —chilló Arabella desde debajo de
su capa, quien había estado escuchando todo el enfrentamiento
e intentando contenerse de unirse a ella —Si se duermen, más
rápido pasa el tiempo y más rápido saldremos de aquí, tal como
quiere el soldadito de plomo —Leonas se amurró ante el apodo,
Eco le dio una sonrisa engreída antes de seguir escuchando la
reprimenda de su amiga —… y menos bestias atraerá la voz de
la princesa pez.
—¡Solo tengo un cuarto de pez!
—¡Y eso a mí que me importa! —la pelirroja se sentó para
ver a su amiga a los ojos —Haz la maldita guardia ¡y dejen de
discutir por amor a todo lo que es bueno!
Ambos, a regañadientes, hicieron caso a Arabella. Leonas se
dirigió a un lado de su hermana y se recostó dándole la espalda.
94
ELEMENTOS

Eco se sentó contra un árbol para empezar con la guardia. Los


príncipes ya habían caído rendidos, al igual que Nylak; Leonas
no tardó en hacerlo.
La última en dormirse fue Arabella, con los ojos cerrados
bajo la manta no lograba sucumbir al cansancio que volvía sus
parpados pesados y los forzaba a cerrarse. Se sorprendió de que
Eros pudiese hacerlo debido a su recurrente insomnio, pero
supuso que era cosa de la sanación de sus brazos o algo así, al
menos esa era la única variable.
Arabella pensaba en sus padres, en sus padres biológicos. No
le habian contado nada de su padre, pero sabía que su madre
era la hechicera imperial ¿Tendría ella también el pelo rojo?
¿Sería tan tímida como Arabella? ¿O dura como Eco? ¿Serían
sus padres reales igual de fríos? ¿La reconocerían si la vieran?
Mil y una preguntas pasaron por su cabeza cuando el sueño
empezó a volver todo más confuso y atraer las típicas visiones
a las que la hechicera ya estaba acostumbrada.
Niebla moviéndose, un rio fluyendo con fuerza…
Y antes de que cayera en la inconsciencia, todo se borró de
golpe cuando un desgarrador grito hizo a todos levantarse de
salto.
Miró hacia todas partes intentando ubicar la procedencia del
agudo sonido. ¿Se había quedado dormida al fin y al cabo? El
fuego estaba apagado, debía llevar bastante rato o soñando o
muy perdida en sus pensamientos.
Otro grito, aún peor, y se puso de pie al instante.
—¿Qué es eso?
Observó como todos miraban a su alrededor en busca de
algo… o alguien. Cayó en cuenta al mismo tiempo que Atlas,
puesto que ambos lo dijeron al mismo tiempo.
—Eco no está.
95
7

Niebla

—Claro que se robaron a la arpía —masculló Leonas, genuina-


mente molesto, recibiendo una reprimenda de los otros tres
herederos. —Venga, piensan lo mismo que yo. Andando, antes
de que la maten.
Uno a uno, toda la tropa, que hace unos minutos yacía o
al borde o sumidos en el profundo sueño, se levantaron con
sus respectivas armas preparadas para cualquier caso que se
presentara.
—¿Qué más hay en este bosque? —preguntó Eros, completa-
mente serio —¿Que se la pudo haber llevado?
—La pregunta es ¿que no hay en este bosque? —respondió
Nylak.
Fue en ese momento que una imagen voló a la mente de
Arabella. No podía ver nada más que eso, más que a Eco
caminando envuelta en niebla y adentrandose cada vez más
en el bosque. Comenzó a hiperventilar.
—Arabella —escuchó la voz familiar de Nylak —Es una visión,
tranquila.
Notó el temblor en sus extremidades y apretó los puños para
96
NIEBLA

controlarlo.
—La niebla —murmuró la pelirroja con la garganta atascada
por el temor —La niebla la esta… controlando.
—¿Es real? —la visión desapareció y observó a Leonas
mirando interrogante al duende —Se supone que era un maldito
cuento para que lo niños no se metieran a los bosques.
—Lo era —suspiró Nylak. Por suerte la niebla se había
disipado —Al parecer ya no.
—¿Les molestaría explicar de que hablan antes de que a mi
mejor amiga se la trague un monstruo? —gruñó Arabella.
—La niebla de las pesadillas. Al inhalarla muestra una ilusión,
tu peor miedo. —Leonas siguió caminando a paso veloz,
cortando las ramas de su paso. Eros caminaba detrás con una
flecha ya cargada.
—¿A donde va? —preguntó Eros.
—Es como si estuviera en otra realidad. La niebla agudiza
tus sentidos pero inhabilita la reacción ante ellos. Eco no tiene
voluntad en este momento, hará todo lo que la niebla quiera
que haga.
—¡Eco! —gritó la princesa hechicera, desesperada. Las luces
de neón haciendo su piel brillar de distintos colores.
—Arabella —Leonas la sujetó por los hombros —Tienes la
visión. Puedes encontrarla, pero debes concentrarte.
—¡No puedo! —chilló ella con las mejillas sonrosadas —¡¿No
entiendes que no se como usar magia?!
—Piensa en Eco. Tus poderes se han activado con emociones
fuertes; piensa en ella.
La princesa no dejaba de temblar y tenía ganas de vomitar.
Cerrando los ojos y pensando con todas sus fuerzas en quien
consideraba una hermana, Arabella sintió calidez en su pecho.
Vio como sus ojos se llenaban de luz azul antes de convertirse
97
CASA DE SOMBRAS

en la imagen de Eco.
—Árboles —jadeó al salir de la visión lloriqueando de deses-
peración —Solo veo árboles.
Leonas pensó a toda velocidad. Si la princesa se caía y
ahogaba, la profecía se rompería, y con ella, toda esperanza
de salvar al reino. Echó a correr.

***

—Eco
Eco quería correr, necesitaba correr. Sus piernas no reac-
cionaban, Sus brazos tampoco. No podía luchar, ni siquiera
alcanzar su espada.
Solo escuchaba el rio amplificado, el enorme caudal arras-
trando absolutamente todo. Solo veía ese monstruoso rio y
sentía que iba a morir. Iba a caer en el, pero no podía dejar de
acercarse, no podía dejar de caminar.
Ella no sabía nadar; si entraba ahí, no volvería a salir.
—Vamos. —susurró aquella voz nuevamente y Eco empezó a
llorar.
Seguía sin poder controlar su cuerpo y sus pies ya estaban en
el agua.
Gritaba, ella sentía que gritaba, pero ningún sonido aban-
donaba su garganta. No podía pedir ayuda, no podía correr ni
moverse,
El agua llegó a su cintura y sintió que podría vomitar del
terror. cada vez se hundía más en el agua. Eco no sentía el agua
tocar su cuerpo, solo frio en sus extremidades. Mientras que el
pánico le cerraba la garganta.
Cuando vio que el agua estaba en su cuello, tomó aire y se
sumergió.
98
NIEBLA

Intento moverse, intento salir a flote o llegar a la orilla, seguía


sin lograr moverse y no sentía nada en sus pies ni a su alrededor.
No sentía el agua tampoco, solo un espació sin oxigeno y el
punsante dolor de su pecho aclamando por aire.
Intentó gritar y nada pasó.
Intentó patear y nada pasó.
Y cuando sintió todo el oxigeno que había tomado salir de su
boca, supo que iba a morir.

***

Corrieron pesadamente, por suerte, ningún malveola apareció


para atacar. Era imperativo llegar a Eco lo antes posible.
—¡Ahí! —gritó Arabella. Al mirar al frente, Eros divisó el
delgado cuerpo de su hermana apresado por las ramas de un
árbol.
—La está asfixiando —suspiró Leonas.
Eros no lo pensó dos veces y disparo su flecha a la parte más
delgada y frágil del árbol por la que tenia sujeta a Eco. La flecha
dio justo en el blanco y las ramas se retrajeron como los ojos
de un caracol al ser tocados.
El cuerpo de la princesa cayó inconsciente al suelo. Un peso
muerto golpeando contra la tierra.
Atlas cayó de rodillas junto a su amiga seguido por Arabella y
Nylak.
—Eco —repitió el cambia formas mientras la movía por los
hombros —Eco.
Los árboles habían vuelta a su estado normal. El pálido rostro
de Eco contrastaba con la tierra multicolor.
Fue después de varios segundo que la princesa reaccionó de
99
CASA DE SOMBRAS

golpe; respirando pesadamente en busca de todo el aire que no


había conseguido antes. Sus pupilas estaban dilatadas al igual
que sus venas, las cuales eran divisables a través de su pálida
piel.
Miró desesperada a su alrededor; ya no estaba en el rio, no se
ahogaba.
—No entiendo —masculló.
—Se llama niebla maldita —le explicó Nylak mientras Ara-
bella secaba el sudor de la frente de su amiga —Te muestra tu
peor miedo.
—Te hace vivirlo, mejor dicho —contribuyó Leonas anal-
izando de arriba a abajo a la princesa —¿Estas bien?
Ella asintió poniéndose de pie con piernas temblorosas. Su
estomago seguía revuelto y aún sentía la piel fría, pero al menos
respiraba un poco más tranquila y se encontraba a varios metros
del rio.
—Volvamos al campamento —sugirió Nylak, y paso ligero,
caminaron de vuelta a su lugar de descanso.
Sentada junto al fuego y arrebujada con varias mantas, Eco
recibió un pequeño recipiente que Nylak le ofrecía.
—¿Qué es? —preguntó la rubia observando la espesa sustan-
cia color ámbar.
—Melasa de flor lunar, viene de esa planta —indicó el duende
a una hermosa flor brillando de un color violeta fluorescente
—Es dulce, pruebala, te ayudará a desacelerar tu corazón.
También sirve para curar heridas.
Untando con cuidado el dedo en la pegajosidad ambar, lo
llevó a su boca explosionando el sabor dulce en su lengua.
—Vaya. —dijo.
—¿Es rica? —preguntó Eros sentándose junto a ella y untando
su dedo sin permiso. Los demás habían vuelto a dormir, excepto
100
NIEBLA

Leonas, quien se encontraba haciendo guardia.


—¿Nos podrías hablar sobre Priamos? —le preguntó la
princesa a Nylak.
—¿Qué quieren saber?
—De donde sacas esta miel —dijo Eros
—Sobre el cataclismo —respondió Eco al unisono.
—Con lo que hay ahí es suficiente —le respondió al príncipe
—No vaya a ser que después te duela el estomago, no estas
acostumbrado a la comida fae. —Nylak miró a Eco —¿Que te
interesa sobre el cataclismo?
—¿Como fue?
El duende suspiró observando el fuego —La reina Iris lo había
visto venir varias eras antes de que ocurriera; la destrucción
casi completa del reino. Cuenta la leyenda que acudió al árbol
legendario a orar por una solución que salvara Priamos, nadie
sabe que fue lo que obtuvo de respuesta.
»Durante ese tiempo los monarcas empezaron a reclutar
batallones, a organizar una defensa para el reino. Supusieron
que la visión de la reina Iris se refería a una guerra inminente,
el reino tenía y tiene enemigos que son potencias en la con-
quista. Apostaron por el Reino de Ceniza, reforzaron todas
las fronteras marítimas y puestos en donde buques de ceniza
podrían atracar. No imaginaron que la conquista sería dentro
del mismo Priamos.
—¿Cómo no notaron que la Casa de Sombras se iría en contra
del resto del reino? —preguntó la princesa —Los monarcas
convivían juntos ¿no?
—La Casa de Sombras siempre se mantuvo algo más relegada
de las otras Casas, las Casa de Luz conformaban un sesenta
por ciento de los habitantes de Priamos. Si un fae nacía con
la capacidad de invocar magia negra, el sello de la Casa de
101
CASA DE SOMBRAS

Sombras, por lo general se mantenía alejado de los habitantes


de luz y viceversa.
—¿Por qué? —preguntó Eros
Nylak se encogió de hombros —No lo sé, principe. Siempre
ha sido así. Los cuatro monarcas de luz dirigen Priamos solar;
y un monarca más se encarga de la parte lunar. Eran como dos
naciones dentro de una.
—¿Ragnar atacó para hacerse con todo Priamos?
—Al rey Ragnar nunca le pareció muy justo esta repartición
de sesenta-treinta.
—¿Que hay del diez restante?
—El Uziel, los habitantes sin casa. En su momento de
esplendor fue sector más tranquilo y bello de Priamos. Hoy se
encuentra abandonado y en ruinas.
—¿Y sus habitantes? —preguntó Eco.
—¿Crees, princesa, que sin habilidad alguna es posible so-
brevivir a la magia negra? El Uziel es como una ciudad de
vahugans, son seres sin ninguna cualidad intrínseca fae, además
de su físico.
—Lo siento.
—Fue casi llegado el momento del propio cataclismo que la
reina Iris, nuevamente a través de su visión, logró dar con la
profecía. Para vencer a Ragnar era esencial hacerse con los
herederos.
—¿Por qué? ¿Qué tenemos nosotros que nuestros padres no
tenían?
—No sabemos todo, princesa. Encontramos respuestas por
el camino.
—Vale —aceptó la rubia finalmente. Se puso de pie y observó
a su hermano —Iré a dormir ¿tú?
—No estoy cansado —respondió el arquero mientras se
102
NIEBLA

encogía de hombros. —Me quedaré aquí otro rato.


La rubia asintió y caminó hacia donde estaban las mantas
para cubrirse con ellas. Cerró los ojos y contando hasta cien,
cayó en la inconsciencia.

***

—Seguimos, levántense. —avisó Leonas vociferando y levan-


tando a todo quienes seguían durmiendo; en ese caso Arabella
y Eco.
La pelirroja apenas abrió los ojos con una maraña de cabello
rojo sobre su cabeza. Miró a su alrededor y refunfuñó por ver
a todos listos para partir.
—Es muy temprano —se quejó
—No me digas —respondió el general con ironía mientras
empacaba nuevamente las mantas en la bolsa en donde las
habían llevado.
Suspirando, Eco se puso de pie. De corazón, esperaba que
lo que quedaba hasta la torre fuese un poco más tranquilo; sin
niebla maldita al menos.
—¿Cuanto queda desde aquí? —preguntó Arabella, doblando
sus mantas y guardándolas en la bolsa.
—Deberíamos llegar poco después de medio día.
Las dos princesas se pusieron de pie juntando toda la energía
que les quedaba. La de una agotada por usar magia y la de la
otra por ser victima de ella.
El grupo caminó sin hablar ni detenerse a contemplar el bello
y tétrico paisaje. Llegaron al comienzo un puente colgante
hecho de madera y cubierto por musgo, el cual, cruzaba sobre
un enorme abismo. A su alrededor se veían grandes rocas con
musgos entre la niebla y al final de dicho puente, la entrada a
103
CASA DE SOMBRAS

una cueva que expelía luz azul.


—Esto no se caerá ¿verdad? —preguntó Arabella observando
los tablones añejados del puente.
Leonas fue quien se acercó y pisó el primer tablón; ni siquiera
puso su peso completo sobre él antes de que cayera hacia el
fondo del cañón.
—Eso es un no —respondió Atlas lanzando una pesada roca
hacia el puente.
El puente completo cayó.
—Venga ya —se quejó Eros —Ahora ni puente hay. Muchas
gracias, Atlas.
—Eso hubiese pasado con personas encima —se defendió el
cambiaformas —Merezco un agradecimiento sincero
—Eros —llamó Eco —Ven acá.
La princesa sacó una flecha del carcaj de su amigo, puntual-
mente, una que en vez de un culatín normal, tenía un circulo
metálico.
—Tienes una cuerda —le preguntó al general. Él, entendiendo
lo que la princesa deseaba hacer, sacó la cuerda de la bolsa,
pasándola por el circulo metálico de la flecha y haciendo un
firme nudo. La tironeo un par de veces para comprobar la
firmeza.
La dejó a un lado e hizo lo mismo con el otro extremo de la
cuerda, solo que esta vez, amarrándolo a la gruesa rama de uno
de los arboles que se encontraban al borde del peñazco.
—Vale, arquerito —le dijo a Eros bajándose del árbol y
entregándole la flecha —Necesitamos cruzar por esta cuerda.
Esta es una flecha de fresno fae, si disparas con suficiente fuerza,
se clavará en la roca de la cueva.
—Como digas —respondió el arquero. Tomó la flecha de
fresno en menos de un segundo había disparado. NI siquiera
104
NIEBLA

tuvo la necesidad de acercarse un poco al borde o alinearse con


el blanco. tan solo disparo desde el lugar que se encontraba y la
flecha se clavó hasta la mitad en la roca.
—¿¡Con cuanta fuerza disparaste eso?! —preguntó Atlas
asombrado.
Eros se encogió de hombros —Un poco más de la usual.
Arabella se acercó a la cuerda y usando ambas manos se colgó
de ella. Se removió un poco sin soltarse, pero no hubo ningún
indicio de que fuera a ceder.
—Supongo que eso sirve —dijo ella tragando en seco
—Aunque hubiese preferido un puente.
—Por favor, por favor no mueran —pidió Leonas sacando
mantas y capas de la bolsa de viaje —La cuerda quedó atada en
pendiente —explicó mientras entregaba una capa a cada uno.
—Solo sujeten bien la tela y deberían deslizarse. La cuerda no
es rugosa, no debería haber roce que los detuviese.
—¿Por qué vinimos por aquí? —se quejó Arabella —Gracias
EstupidEros
—Eh —discutió el príncipe —sin mi flecha nadie cruzaría
—Sin ti no habría necesidad de cruzar, porque no estaríamos
en este bosque en primer lugar.
—Dejen de discutir y concéntrense en no morir —les dijo Eco
pasandoles por el lado. Sin titubeo alguno enganchó la capa
que ella tenía en la cuerda y tironeó un poco para comprobar
si estaba bien. Exteriormente se veía muy valiente y todo; por
dentro quería ser la primera en cruzar para que el pánico que
sentía pasase lo más rápido posible.
Respirando profundamente, envolvió la tela en sus muñecas
y se sujetó con firmeza. Lentamente se acercó al borde del
peñazco, no miró atrás pero sentía el nerviosisimo y la mirada
de todos en ella. Finalmente, la heredera de la Casa de la batalla
105
CASA DE SOMBRAS

y la guerra, levantó sus pies del suelo y se deslizó por la cuerda


velozmente.
Era un largo tramo, y la princesa sintió la fuerza que estaban
haciendo sus músculos potenciados por el cuerpo fae. Un
humano, sobre todo una joven de dieciocho años, ya habría
caído hacia la nada.
Contó hasta diez repasando con reverencia cada número
e ignorando el sudor que le recorría la espalda, orando para
que este no hiciera a sus manos resbalar. Suspiró de alivió
cuando vio la cueva acercarse y tierra bajo sus pies, contando
nuevamente hasta tres, se soltó cayendo en seco hacia las piedras
del camino. Respiró pesadamente varias veces antes de ponerse
de pie con piernas temblorosas y observar hacia donde se
encontraban sus hermanos, el general y el duende.
—¡Todo bien! —gritó escuchando el eco de su voz resonar en
las cumbres rocosas que la rodeaban
Uno a uno fueron cruzando procurando que Eros fuese el
último en caso que tuviese que disparar la flecha de nuevo.
Arabella se deslizó con los ojos cerrados, pero ciertamente
aterrizó con mucha más gracia de la que lo hizo Eco.
Después de ella vino Eros, quien logró llegar sin ningún
problema. Todos respiraron aliviados.
—¿Dejamos la cuerda ahí? —preguntó Nylak.
—Yo lo hago —saltó Eros. Esta vez disparando una flecha
comun y corriente hacia el nudo de la cuerda que estaba sujeto
al árbol. Era diminuto y desde la distancia que se encontraban
apenas se distinguía algo; eso no fue impedimento alguno, ya
que de un solo tiro, la cuerda cayó. Solo faltó desenterrarla de
la roca, trabajo de Leonas que de un tirón lo logró.
—¿Cómo hizo eso? —preguntó asombrada Arabella a Nylak
en un susurro.
106
NIEBLA

El duende sonrió —Es un fae adulto de la Casa de Hierro, que


en su tiempo fue apodado El brazo de los mil hombres, algo de
fuerza tiene.
—Vale, entiendo —asintió la pelirroja siguiendo al general y
a los demás dentro de la cueva.
Se encontraron con una enorme escalera hecha de piedra.
Era realmente monumental, y a sus lados solo había vacío, mas
eso no era lo más sorprendente, pues la luz que se veía desde
fuera de la cueva era producto de un enorme árbol en el centro
de todo.
Sus follaje brillaba con azul bioluminiscente y por su tronco
caían pequeños caminos de agua del mismo color. Mas este
tronco no era uno normal, sino que estaba partido por la mitad;
flotaba separado creando un espacio a la mitad de él, como si la
corteza se hubiese astillado y separado por la fuerza, así residía
en pie.
Justo en ese hueco la luz azul era más brillante, casi tornán-
dose blanca, y en donde pequeños brillos azules flotaban, al
igual que la isla de piedra flotante en donde se encontraba dicho
árbol y que estaba conectada directamente con la escalera.
La cueva era enorme, gigantesca y hecha completa de roca;
con estalactitas y estalagmitas del mismo material que reflejaba
toda la luz del árbol milenario.
Al otro lado de la cueva se veía lo que parecía ser una salida,
mas esta vez, no había absolutamente nada por donde cruzar y
esta se encontraba en alto; como si hubiese habido otra escalera
faltante que también cedió y cayó a la nada.
—Vaya —suspiró Eco.
—¿Donde estamos? —preguntó Atlas.
—Qué necesidad de Priamos de tener tanto barranco
—comentó finalmente Eros asomándose hacia el, nuevamente,
107
CASA DE SOMBRAS

enorme vació que rodeaba la escalera y el árbol.


Por otro lado, Arabella estaba demasiado ensimismada en
la belleza de aquel lugar como para hacer preguntas. Estaba
hipnotizada, su corazón latía veloz al igual su pulso, el cual, se
había disparado apenas había puesto un pie en la cueva.
Se sentía como cuando había llegado a Priamos, podría jurar
que incluso escuchaba un silbido que la guiaba e instaba a
caminar hacia el árbol.
—Ara —Atlas tocó su hombro asustado, mas ella no reaccionó
—¡Ara!
—Príncipe —Nylak alejó suavemente a Atlas de Arabella.
—Está bien
—¿¡Bien?! —preguntó él con molestia causada por el pánico
—Mira sus ojos, no reacciona.
Los ojos de Arabella brillaban verdes, expedían esa luz como
el árbol expedía luz azul.
—Son los Elementos—insistió el duende.
Pasaron dos segundos antes de que Arabella comenzase a
caminar. Eco intentó detenerla del brazo, mas ella mismo fue
detenida por el general.
—Primera regla de Priamos —habló el general —Confía en
las deidades.
Eco tragó en seco observando a su mejor amiga de la vida
caminar inconsientemente por la escalera directamente hacia
el árbol.
—¿Esto es porque es hechicera? —preguntó Eros a nadie en
particular.
—N-no —Nylak intentaba procesar todo lo que estaba
pasando —Estamos en la puerta de la Casa de Sombras. Un
nacido de la magia debe tocar el árbol legendario y la puerta
se revelará. Él es el que alimenta toda la magia del reino, es la
108
NIEBLA

cosificación de los elementos, es indestructible y… y no puede


ser alterado por nada ni nadie.
—Sin él —agregó Leonas —Nadie en Priamos tendría magia,
ni siquiera el propio bosque.
—Es el árbol de la leyenda —reconoció Eco.
—Así es —dijo Nylak. Se supone que la reina Iris acudió aquí
mismo antes del cataclismo.
Arabella casi había llegado al árbol. Su mente estaba en blanco,
tan solo el impulso de alcanzar el árbol, de tocarlo, sentía la
necesidad, como si al hacerlo desbloquease una parte de ella
que estaba perdida.
—¿Por qué el árbol está aquí? —preguntó Eco —Tan alejado
del palacio o del centro de Priamos.
—Este es el lugar en donde oscuridad y luz se tocan. La
frontera de las Casas de luz y la Casa de Sombras.
Observaron como Arabella entraba al tronco y empezaba a
flotar, sus ojos ya no tenían iris ni pupilas, tan solo luz verde.
Nadie se atrevió a mover un solo musculo, sobre todo, cuando
toda la luz del árbol cambio para combinar con la luz en los
ojos de la princesa.
—¿Qué pasa? —las antorchas que había en toda la cueva
y que hasta entonces permanecían apagadas, se encendieron
inmediatamente. Sus llamas no perecieron con el fuerte viento
que azotó el lugar circularmente, como rodeando al árbol
legendario.
La cueva crugió, como si la roca estuviese acomodándose y
el agua que caía por el árbol de pronto aumentó su caudal. No
había que ser demasiado inteligente para notarlo; tanto fuego
como aire, tierra y agua, estaba reaccionando a la presencia de
Arabella.
Los cuatro elementos reconocían a su princesa.
109
CASA DE SOMBRAS

Las rocas que hasta entonces crujían, se movilizaron; una a


una formaron una escalera hacia la salida de la cueva, y cuando
esta estuvo lista, todo cesó.
Arabella tocó nuevamente el piso, el árbol volvió a su color
azul normal al igual que el causal de las aguas y las antorchas se
apagaron.
Corrieron hacia la pelirroja, cuyo cabello había pasado de
estar atado perfectamente en un moño, a disperso por toda
su cara. Los bucles desordenados al igual que su desastrosa
respiración. Estaba temblando y las palabras no salían de su
boca.
—Yo… yo no… —abrió y cerró la boca y la cerró varias veces
hasta que por fin ordenó sus pensamientos.
—¿Que pasó? ¿Estas bien? —preguntó Atlas analizando todo
el cuerpo de la pelirroja con preocupación; buscando heridas o
algo que estuviese mal.
—La vi. Vi a… vi a mi madre. —los ojos de Arabella se
conectaron con los de Nylak, ambos brillantes —La reina Iris,
orando.
—Eso fue antes del cataclismo
—Están tristes, los elementos… —Arabella peinó su cabello
hacia atrás sin dejar de hiperventilar —Están…
—¿Cómo están? —preguntó Leonas con cuidado —¿Qué les
pasó?
—Su líder… —tragó recordando todas las imágenes que
pasaron por su cabeza —Su líder murió. Mi madre no sobre-
vivió a la batalla por Nakoa.
Hubo un silencio sepulcral durante lo que pareció una
eternidad.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Nylak con precaución sin-
tiendo sus estomago retorcerse, era una declaración muy fuerte.
110
NIEBLA

—Lo vi —respondió Arabella mirando a la nada—Me


mostró… Los elementos estaban unidos a ella, la protegían,
pero… recibió un disparo, perforó su estomago y murió
desangrada en medio del campo de batalla.
Nylak y Leonas compartieron una mirada; fue el primero
quien habló finalmente.
—Eres la única heredera de la reina Iris.
Todos sabían lo que significaba, nadie emitió un solo sonido.
—A los ojos de Priamos, no de sus habitantes, sino de Priamos
intrínsecamente —continuó Leonas —Eres la reina de la Casa
de Elementos y la hechicera suprema del reino.

111
8

Torre

—¿Es por eso que le pasa todo esto? —preguntó Eros —¿Por
qué ya es reina? ¿A Iris le ocurrían cosas similares?
—Es probable —respondió Nylak —Pero eso solo podrán
responderlo los monarcas cuando liberen el reino.
Leonas asintió solemne —Salgamos de aquí, estamos ad
portas de la torre.
Arabella fue la primera en seguir al general. Sabía que sus
hermanos estarían preocupados por ella, pero no quería esa
preocupación.
No quería sentirse aún más débil de lo que ya se sentía.
Avanzaron callados; los cuatro herederos miraban fijamente a
Arabella, esperando algún signo de desmayo o desvanecimiento
como la primera vez que vieron su magia en acción. Mas no
encontrarían nada, ya que la pelirroja no había agotado una
sola pizca de vida o magia, fue el árbol quien lo hizo.
Fue el árbol legendario quien se conectó a ella, lo elementos;
ellos usaron su magia para transmitir el mensaje de la muerte
de la reina Iris.
Su madre estaba muerta, Arabella sentía de cierta forma la
112
TORRE

decepción, la trizteza. Sentía como esa esperanza de conocer a


su madre biológica se esfumaba poco a poco. Esto sumado a
que ya no había otra hechicera elemental en Priamo, solo ella.
N había nade que hubiese vivido todo lo que Arabella viviría y
pudiese instruirle.
La entrada de la enorme fortaleza se alzó ante sus ojos. Todo
hecho de lo que parecía ser obsidiana, todo negro y oscuro;
como si las sombras no le diesen ya un aire aterrador, la enorme
puerta con calaberas talladas le daba el toque.
—¿Realmente quieren entrar ahí? —preguntó Eros con
nerviosismo—¿Por qué no vamos hacia otra parte? hay muchos
vacíos, sí, pero apuesto a que al menos uno tiene agua en el
fondo; podríamos saltar, si caemos con el cuerpo recto dudo
que muramos. Es más, hagamos una competencia, el que no se
quiebra la espalda gana ¿que les parece?
—Eros —Arabella se acercó a él con una sonrisa suave
—Tranquilo, estaremos bien.
La princesa, al igual que Atlas y Eros, reconocían perfecta-
mente las divagaciones del arquero cada vez que estaba nervioso
por algo.
—Sí —respondió él —Vamos.
Movió sus brazos para aflojarlos, no dolieron ni un poco. Aun
no se sacaría las vendas que llevaba puestas desde el ataque del
malveola, pero sabía que estaba completamente curado.
La piedra resonó apenas ingresaron a la fortaleza, a todos
les sorprendió que no hubiese nadie haciendo guardia, aunque
con lo efectos del cataclismo, Leonas pensó, le parecía aun más
extraño que alguien se aventurara a viajar hasta el corazón de
la Casa de Sombras.
Eco desenvainó su espada cuando su piel se crispó; siguiendo
su ejemplo, Eros hizo acopio de una de sus flechas.
113
CASA DE SOMBRAS

Atlas los observó con envidia ¿por qué él no podía ser útil?
Se encontraron en un enorme salón de entrada; con una
escalera en el centro de él que si bien se vaía igual de brillante y
con la misma textura que el marmol, era completamente negro.
Una enorme lampara de cristales colgaba desde el alto techo,
las velas en ella hacian relucir los cristales y los enchapados de
oro en todo el lugar.
Quien sea que vivía ahí, tenía dos obsesiones; el negro y el
oro.
Subieron despacio la escalera que parecía subir eternamente
a medida que se enrollaba en las paredes como un caracol.
Habían subido por lo menos cuatro pisos cuando empezaron a
distinguir voces.
—Tú realmente te pegaste en la cabeza al nacer —decía una
voz masculina. No muy amable, pensó Arabella.
—Señor…
—Señor, señor señor —se burló la primera voz. Se observaron
los unos a los otros mientras escucharon el sonido de una silla
moverse y pisadas al caminar por la habitación —Soy apenas
mayor que tu, Kylo, no me avejentes más.
—No quería…
—¿Ser tarado?
—Ofenderle, se… Grayson.
—Vale, hombre, tranquilo ¿Por qué lloras?
—No quiero morir —se escuchó el sollozo del chico, cuya voz
aguda daba indicios de su corta edad; aunque no tan corta como
para asustarse tan fácil. A no ser que ese tal Grayson fuese tan
horripilantes que asustaba con la mirada, o tan despiadado que
eran las historias sobre él las que daban pesadillas.
—Bueno, sabes que a eso vamos todos. Si eres medio idiota,
mueres antes; pero tranquilo, que antes no quiere decir joven.
114
TORRE

Eco miró con extrañeza al general, la conversación era


demasiado extraña. Él solo se encogió de hombros.
—¿Podemos concentrarnos? —dijo esta vez una voz femenina,
de inmediato se podía dedcuir que era la mayor de las que se
habían oído hasta ahora. —Kylo, deja de llorar.
—Vale.
—Entonces —dijo la mujer —Intentamos crear una estrategia
contra el Reino de Ceniza. Desde el comienzo de la era em-
pezaron a dar indicios de un posible ataque, las consecuencias
del cataclismo ya no parecen ser un obstáculo para ellos.
—¿Quieren conquistar un reino roto? —preguntó Grayson.
—¿Por qué no se limitan a tomar Alaria en lugar de Priamos?
Con una señal, Leonas movilizó el grupo a subir sigilosamente
por la escalera; la puert de la sala de donde venía la conversación
estaba abierta de par en par. Mas necesitaban registrar la torre
para poder encontrar el libro.
Se separaron en parejas; Eco y Arabella fueron las encargadas
de registrarel piso siguiente al que se encontraban. Leonas y
Atlas el superior al de ellas, y Eros y Nylak uno por encima de
ellos.
No se arriesgarían a revisar el piso de la sala de reuniones, al
menos por ahora.
Las princesas llegaron a un espacio abierto, completamente
repleto de libros.
—Esto no puede ser —suspiró Eco —¿Cómo sabremos ahora
cual es el bendito libro?
—Es rojo —replicó Arabella recordando la visión —Rojo
sangre, y enorme.
Sin tardar un segundo más se dispusieron a encontrar el
libro, comenzando por orden. Revisaron uno por uno; desde
el estante más alto al que se tenía que acceder por una enorme
115
CASA DE SOMBRAS

escalera, hasta el más bajo, luego pasarían por los montículos


de libros despatarrados en el suelo.
—¿Quien trabajará aquí? —preguntó Eco analizando un
escritorio con varios documentos encima, incluyendo una taza
de té ya frío.
—Alguien a quien le gusta leer.
—No me digas —respondió Eco haciendo a Arabella reír.
Suspirando, Eco subió la escalera hasta el lugar más alto, le
parecía lógico que un libro de tal importancia de encontrase en
puesto con más difícil acceso.
No encontró nada.
Arabella mientras tanto revisaba los millones de libros tirados
en el piso. Dudaba que fuera uno de ellos, pero tenía la
esperanza de quien sea que pasaba su tiempo en esa habitación
hubiese estado revisando el libro Elemental.
Revisó páginas y páginas de anatomía fae, de la historia de
Priamos y de arquitectura antigua. Incluso un poco de magia
negra y blanca, ese fue el que la emocionó, más después de pasar
casi una hora leyéndolo no encontró nada acerca de un conjuro
de luz como tal,
Por su parte Eco ni siquiera se molestó en recibir los libros que
no eran rojos; trabajaron en silencio como hormiguitas durante
mucho tiempo. Así que cuando encontró un libro enorme y
rojo con decoraciones doradas casi le da un paro.
—Arabella
—¿Si?
—¿Este? —apuntó con los ojos enormes. El corazón de
Arabella se aceleró por la emoción.
—Ese. Pero Eco, cuidado con…
Fue demasiado tarde. Para entonces la princesa ya había
sacado el libro, y la magia de seguridad se había activado.
116
TORRE

—Ara…
—Vienen guardias de oscuridad

***

—Nylak
—Alteza
—¿Como se supone que vamos a encontrar un libro que no
sabemos como es?
Nylak se mantuvo un segundo en silencio procesando la
pregunta.
—Pues busca un libro para empezar —aconsejó el duende
mientras habría cajones en el salón —Si lo haces, ábrelo. Si no
lo entiendes, pues es posible que ese sea.
—Vale.
Eros, tranquilamente, se dirigió hacia el estante de la estancia,
le parecía común guardar un libro en un estante.
Y es que ese no fue el problema, sino la alfombra ubicada
justo en el camino del príncipe más torpe de los tres reinos.
Al acercarse, su pie se enganchó con dicha alfombra, y en
un intento de salvar la caída para no hacer resonar el piso con
todo su peso, tan solo atinó a sujetarse de la cortina que se
encontraba a su lado.
El heredero cayó con cortina y todo.
—Príncipe —Nylak corrió junto a Eros —¿Esta usted bien?
—Yo… —escuchó las fuertes pisadas que corrían hacia donde
ellos se encontraban —Vienen los guardias —se lamentó

***

—Aquí hay un libro —le dijo Atlas a Leonas observando su


117
CASA DE SOMBRAS

interior —No se si realmente será este pero esta en un idioma


que no entiendo.
Leonas se acercó al príncipe para observar el libro.
—Esta en fae antiguo. Podria ser. —volvió a buscar en las
estanterías —Quiero ver si encuentro algo…
En ese momento se oyeron pisadas correr por el pasillo
con dirección a la habitación en que los dos muchachos se
encontraban. El general desenvainó su espada y Atlas el cuchillo
que había conseguido de la bolsa.
Fueron Eros y Nylak los que entraron como un torbellino
cerrando la puerta a su espalda.
—¿Qué…?
—¡Nos siguen los guardias!

***

Arabella sacó la pequeña daga que deslizó en su bota cuando


dejaron la casa por primera vez, tenía mucha más experiencia
con una espada, al menos en esgrima, pero ese cuchillo tendría
que servirle de algo. Sobre todo considerando que sus poderes
no tenían ganas de aparecer.
Las herederas se ubicaron espalda con espalda para cubrirse,
cada una observando a al menos dos soldados de oscuridad, y
varias sombras rodeándolas. El cerebro de Eco trabajaba a toda
velocidad mientras intentaba hacer un recuento del número de
hombres a los que se enfrentaban; contó ocho en total, contra
ellas dos.
—Ríndanse en este momento. —gruñeron la sombras.
—¿No? —respondió Arabella
—¿Le estas preguntando? —le preguntó Eco
—¡No! —volvió a contestar la pelirroja, esta vez a su amiga
118
TORRE

—¡Ríndans!
—¡Que no, sordo! —chilló la princesa, estresada.
Eco sujetó la pesada espada en posición de ataque. Podían
hacerlo si actuaban con inteligencia.
Arabella no lo pensó; estirando su brazo y actuando por
impulso, tomó la taza que se encontraba sobre el mesón
arrojándole el contenido al soldado.
—¿Crees que eso fue inteligente? —el soldado se limpia los
ojos con la
parte de atrás de la manga.
Claro que no lo fue, pensó Eco
—Tal vez no —dijo Arabella. Al menos lo reconoce —, pero fue
gracioso.
Estupendo, vamos a morir.
—¿Gracioso? —se acercó un poco más a ella,se podía ver la
ira brotar de él como
humo. Mortalmente quieto, sus labios se curvaron hacia
arriba. —Pensar —dijo—que te iba a permitir que conservaras
tu apéndice más valioso cuando te torturara.
Todo comenzó en ese instante
El soldado atacó y Arabella procuró esquivar antes de atacar.
Eran fuertes por la magia negra que corría por sus venas, y la
hechicera tenía un pesado libro en un brazo y una diminuta
daga en el otro; no era tan estúpida para creer que ganaría.
Mientras tanto, otro soldado baja su pesada espada, listo
para asesinar sin miramientos a Eco, las chispas son cegadoras
cuando el hierro de sombras y el hierro fae chocan.
La pelirroja le da una patada en la rodilla a alguno de
los soldados, son todos iguales y no puede reconocerlos, se
tambalea hacia atrás con un siseo, pero en unos segundos ya
está otra vez sobre ella, blandiendo y golpeando con su espada.
119
CASA DE SOMBRAS

Golpes letales preparados para matar. Salta hacia atrás, pero


aún así su espada se desliza sobre el hombro de la princesa.
—¡Ara! —chilla Eco al ver la sangre cubrir el vestido de
su hermana. No puede acercarse a ella, pero al menos corta
cabezas como si rebanara verduras. una, tras otra y otra.
Arabella no aparta su atención del soldado que no ha termi-
nado su movimiento. Está loco por intentarlo. Atacar no sólo a
una princesa, sino a la hechicera elemental. Derramar sangre
de quienes serían los únicos que podrían liberar el reino de su
maldición.
La pelirroja lanza su brazo hacia delante, apuntando su daga
al estómago. El soldado se aparta, apenas, y la princesa siente
que su pie se resbala. Clava la hoja en el muslo del caballero y
siente la sacudida del hueso cuando penetra su pierna.
Al menos salvar algo de dignidad, pensó la pelirroja.
El soldado se aprieta la pierna donde está el cuchillo. Parece
inhumano, es inhumano, como si el dolor estuviera demasiado
asustado para tocarlo. Sin ceremonia, jala de la empuñadura
con fuerza, y surge la cuchilla; apenas la mira antes de arrojarla
hacia un lado.
Arabella aún no soltaba el libro y agradecía que Eco fuese tan
buena con una espada que siente guardias fuesen a por ella y
solo uno por Arabella, quien ahora yacía acorralada en el rincón
de la habitación.
—¿Y ahora qué? —pregunta el soldado enseñando sus dientes
afilados como navajas—. No más trucos.
—¿Matarías a un chica desarmada? —en contra de su pánico,
Arabella levanta un dedo provocador. Si iba a morir, no lo iba
a hacer como una cobarde.
—Creo que ambos sabemos que tú nunca estás desarmada,
bruja. Y cuando te mate, será un maldito espectáculo mucho
120
TORRE

más agónico que esto.


Hace un gesto con la cabeza hacia alguien detrás de él. La
princesa mira por última vez a Eco, observa la luz cegadora de
sus ojos, el ardor de su advertencia y rabia. Su hermana era
una maquina de matar, no cabía duda alguna. Antes de que una
sombra se dirija hacia Arabella, ella lanza su cabeza hacia atrás
un segundo demasiado tarde, y un dolor cegador estalla en su
cráneo.

***

Eros llevó la lengua al corte en su labio. Sus manos estaban


aseguradas a una gran viga, a su lado en la habitación; todo el
resto de su escuadra se encontraba en las mismas condiciones.
—¿Cómo esto se fue a la basura de un modo tan completo?
—preguntó a nadie en particular.
Atlas escupió sangre antes de responder —¿Qué…? ¿Como los
atraparon a ustedes? —Eros enrojeció notablemente —Eros…
—Me tropecé —murmuró por lo bajo —Y rompí una cortina.
—Maravilloso. Podrías controlar tus piernas algunas veces.
—Cállate, imbecil
Todos oyeron la exclamación de Eco al despertar
—Ara —fue lo primero que dijo en un lamento
Todos tomaron consciencia en ese momento y voltearon a
ver a la princesa que seguía inconsciente. En ese momento,
Grayson entró a la mazmorras a conocer a sus prisioneros.
Había escuchado todo el revuelo que causaron y a decir
verdad, soportaron bastante considerando que se enfrentaron a
hechiceros y soldados de la magia negra sin protección alguna;
bastante estúpido o valientes, como sea.
Observó a los herederos, al que reconocía como el huérfano
121
CASA DE SOMBRAS

general de guerra y a un duende que no había visto en su vida.


Lo observaron callados y con recelo.
Todos despiertos excepto por la heredera de la Casa Elemen-
tal.
Se veía como la preciosa princesa que era, centímetro a
centímetro, incluso con la cabeza apoyada contra la madera
astillada y la herida enmarañando su cabello y hombro.
Pero la cubría mucha sangre y no despierta. Su respiración
era irregular y eso no era bueno.
Eco mira sus manos, manchadas con la sangre de su hermana.
Apenas cayó inconsciente, ella degolló al atacante de Arabella.
Puso su mano en el cuerpo de ella para evitar que saliera mucha
más sangre.
—Bienvenidos, príncipes y princesas —la sonrisa de Grayson
era diversión pura —General y duende. Si me disculpan,
necesito a su compañera un momentito.
—No se te ocurra tocarla —gruñó Eco cuando vio al peli-
blanco acercarse a Arabella.
—¿Y quien va a impedirlo? —preguntó con burla —¿Tú y tus
cuerdas?
Observaron con impotencia como las sombras rodeaban a
Arabella y Grayson, rompiendo las cuerdas y todo a su paso.
Despues de un segundo, desaparecieron.
—¡No! —gruñó Eros. Tiró de la cuerda otra vez, torciendo su
brazo en los ángulos más extraños para escapar de sus amarres.
Se movia como una anguila, deslizándose, demasiado rápido.
Atlas por su parte tira de las cuerdas con una nueva ferocidad.
Cierra sus ojos y se escucha un sonoro pop. El general mira
con incredulidad mientras el cambiaformas intenta sacar su
mano de sus ataduras, con su pulgar izquierdo ahora libre.
Milagrosamente, se desliza a mitad de camino antes de que
122
TORRE

la cuerda se incruste en su piel.


—Maldición —escupe—. Está muy apretado. No consigo
liberarme.
—Suficiente —dijo Leonas solemne, cuando vio que la cuerda
comenzaba a enrojecer la piel de ambos —. No están ayudando.
Eros lo miró con molestia —Siéntete libre de dislocar tu
propio
pulgar en cualquier momento.
—No. Logras. Nada
—¿¡Al menos lo intento, si!? ¡Intento salir de aquí para ir a
buscar a mi hermana que está inconsciente y con el hombre
que nos atrapó a todos!
—Si mantienes la mente fría…
—¿¡Mente fría!? ¿¡Y como se supone que haga eso?! ¡Es fácil
decirlo cuando no es tu jodida hermana a la que van a asesinar!
—No —gruñó el general con ira —Porque a mi hermana
esta gente ya la asesino, igual que a mis padres. Sé que estás
preocupado, príncipe estúpido, pero sin pensar las cosas no
llegarás a ningún lado.
Nadie se atrevió a responder a eso, por lo que Eros solo se
limitó a apretar la mandíbula para no contestar nada más.

***

Arabella sentía la boca seca y los ojos pesados a medida que los
abría lentamente.
—Por fin despiertas —observó como un chico de pelo blanco
y ojos violeta se acercaba a ella, las sombras se arremolinaban
tras él—Me estaba empezando a preocupar.
Estaba vestido con un chaquetón que llegaba hasta sus
tobillos, una camisa blanca con los primeros botones abiertos
123
CASA DE SOMBRAS

guardas dentro de un pantalón negro.


El dolor de cabeza la estaba volviendo loca, pero respiró
profundamente e hizo lo imposible por ocultarlo.
—¿Donde estoy?
—Mis aposentos —respondió el muchacho mientras
humedecía un paño en agua.
Arabella intentó ponerse de pie, más la sombras que la ataban
a la silla no se lo permitieron. Al menos, a diferencia de las
guardas, esta no le magullaban la piel.
—¿Donde están mis hermanos?
—¿Dónde estás herida? —preguntó Grayson a cambio
—¿Donde. Están. Mis hermanos?
—Hasta donde yo se, eres hija única.
—Te mataré por esto —gruñe la pelirroja entre dientes. Nunca
había sentido tanta rabia; la impotencia y la preocupación solo
aumentaban el sentimiento.
La risa de Grayson salió natural.
—No puedes ir matando por ahí a todas las personas que no
te caen bien, primor.
—Cierra el pico
—¿Dónde estas herida? —insistió
Arabella tan solo le escupió a los pies del chico. Él hizo una
mueca
—Encantadora. ¿Que te parece si me muestras tus heridas y
yo te aclaro todo? ¿Suena a un buen plan?
Ara apretó los dientes, realmente no quería aceptar su ayuda,
pero saber donde se encontraban Eros, Eco y Atlas la estaba
matando.
—En el hombro derecho y la cabeza.
Sin miramiento alguno, Grayson abrió un poco su chaquetón
y sacó una daga con una amatista incrustada. Procedió a romper
124
TORRE

el hombro del vestido de Arabella dejando a la vista la herida.


—¡Eh! —chilló ella.
Puso el paño con agua en el hombro de la chica y comenzó a
limpiar el enorme tajo lentamente. Ella siseó al sentir el frío en
la herida.
—Quédate quieta —gruñó Grayson intentando no acabar
con su paciencia —De todas formas el vestido está cubierto de
sangre.
Apenas el chico se alejó para enjuagar el paño, Arabella
intentó conjurar algo desesperadamente, solo que no sintió ni
una chispa de magia en su interior. El característico cosquilleo
que solía sentir había desaparecido por completo.
Arabella sabía que debía de verse ridicula haciendo muecas
para intentar hacer algo de magia, apretando los dientes y
arrugando la frente.
—¿Terminaste? La obsidiana inhibe tus poderes —comentó
Grayson que la observaba de brazos cruzados. Las sombras se
movieron por la piel de la princesa —Pero no la magia negra.
—Suéltame —exigió. El muchacho hizo una mueca de
confusión.
—¿Por qué la gente prisionera tiene tanta seguridad en que
con decir eso los soltarán?
—No tengo tu estúpido libro, déjame ir.
—Pensé que querías una explicación
—¡Suéltame, maldita sea!
Grayson sonrió con malicia. Sus ojos violeta brillaban
creando un enorme contraste con su cabello prácticamente
blanco —¿Cómo crees? No eres una hechicera cualquiera; ese
cabello solo lo lleva un linaje en Priamos. —mordiendo su labio
con diversión, agregó —Princesa Arabella, moría por conocerte.
Apretó los labios sin querer responder, mas vencida por su
125
CASA DE SOMBRAS

curiosidad preguntó —¿Quien eres?


El joven caminó con parsimonia a una mesa dentro de la
estancia, dejó el trapo a un lado. Ambas heridas estaban sanando
bien, las revisó y no había de que preocuparse. Se sirvió un
liquido color jade en un vaso —Grayson
—No te pregunté como te llamas, te pregunté quien eres.
El muchacho volvió a sonreír.
—¿Quieres mi titulo nobiliario?
—¿Tienes uno siquiera?
—Podría decirse.
—Ilumíname
—Todo lo contrario, brujita —lanzándole un guiño a la
princesa agregó —Príncipe de sombras, encantado.

126
9

Grayson

—Tu eres hijo… —comenzó a decir Arabella aún sin salir de


su estupor. Este mundo se le hacía cada vez mas extraño. No
empezaba a comprender como era posible que simples sombras
la mantuvieran inmovilizada, porqué el chico este la había
separado de sus hermanos.
—Sí. —Grayson no dejaba sonreír, se encogió de hombros
con sarcasmo —Soy el quinto heredero, el más guapo, pero el
de quien nadie habla.
Era guapo, al menos desde la perspectiva de Arabella. A su
pesar, evaluó el cabello blanco, el chaquetón negro, la postura
altiva en un cuerpo delgado, pero tonificado. Aún así Arabella
alzó una ceja.
—¿Tú has visto a mi hermana? Esa chica es más guapa que
cualquiera.
—¿La hija de Cronos? Por favor.
Conteniendose de responder, Arabella se concentró en no
desviarse de lo importante—Como sea, quiero ir con ella, con
todos.
—Sigues sangrando
127
CASA DE SOMBRAS

—¿Y que con eso?


—Que muerta, no sirves de mucho.
—¿Servir para qué?
Grayson usó sus manos para apretarse el puente de la nariz.
La chica era testaruda, demasiado. Si tan solo lo dejara hablar
no tendría tantas preguntas que hacerle.
Sacó la silla del escritorio y se sentó frente a ella. La sanación
fae estaba empezando a hacer su trabajo así que su necesidad
de curarle el tajo en el hombro a la chica había disminuido.
—¿A que vinieron? —preguntó Grayson intentando que la
pelirroja armara el rompecabezas solita. Él sabía perfectamente
que la misión del escuadrón era robar el Libro Elemental; claro
que sus planes se vieron frustrados cuando los guardias oyeron
el enorme estruendo en uno de las habitaciones, y la alarma
activada en otra.
El sigilo no era lo suyo, se notaba con creces; igual que la
falta de entrenamiento de los herederos; lo cual, retrasaba sus
planes.
—No me fio de ti. —respondió la princesa observándolo con
ojos entrecerrados.
—Joder —suspiró el muchacho poniendose de pie con impa-
ciencia. —Querían el libro Elemental para conjurar luz ¿no?
—el silencio de Ara le dio la razón —Vale, yo estoy aquí para
ayudarles a acabar con las sombras y desde ya te digo que su
plan era una mierda.
La pelirroja frunció el ceño con disgusto. ¿Cómo que una
mierda? Vale, tal vez no era el plan más calculado o detallado,
pero tampoco era necesario ofender.
—Primero, tu eres el príncipe de sombras ¿por qué querrías
acabar con el dominio de ellas? Segundo, si se te ocurre un plan
mejor, estamos abiertos a sugerencias. Y tercero, ¿por qué te
128
GRAYSON

pones en mala con nuestro plan?


Grayson cerró los ojos un segundo para repasar cada una de
las respuestas que fueron hechas a toda velocidad.
—Primero, mi padre es un tirano, si muere, yo me hago
con el trono —se recargó relajadamente contra su asiento
—Segundo, tengo un plan mucho mejor que el suyo. Y tercero,
me pongo en mala con su plan, porque habrías terminado
muerta intentándolo y por tanto habrían destruido la profecía
épicamente ¿que te parece?
Ella lo observó un segundo con los ojos entrecerrados —Vale,
ahora tengo curiosidad. ¿Te importaría quitarme tus sombras
de encima? No me iré ni te atacaré, si eso es lo que temías.
—¿Atacarme? —preguntó burlón.
—¿Crees que no puedo? Porque estoy bastante segura de que
maté uno o dos de tus guardias.
Negó con la cabeza, aún sonriendo con mofa —No voy a
discutir en este momento quien de nosotros dos ganaría en un
duelo, creo que ambos sabemos la respuesta.
—Ególatra. —murmuró Arabella. —Ahora ¿cómo que
conjurar sombras me iba a matar?
Con un chasquido las sombras desaparecieron —Arabella
se miró ambas muñecas antes de volver a dirigirse al principe
sentado en frente de ella —Gracias
—¿Cuanto sabes de magia? —Grayson se recargó con los
antebrazos en las rodillas sin dejar de mirarla a los ojos. La
pelirroja tuvo tiempo de notar como las sombras se movían
en las iris violetas del muchacho. Como olas de oscuridad que
hacían cambiar sus ojos.
—Lo básico.
—¿Sabes que consume energía? —ella asintió —Conjurar
luz consume vida, una gran cantidad, más de la que una sola
129
CASA DE SOMBRAS

persona puede poseer.


—Ah, bonito. —respondió con sarcasmo —Y entonces ¿que
propones?
—Matar a Ragnar.
—No puedes ir por ahí matando a todas las personas que no
te caen bien —repitió la pelirroja con dulzura fingida, sacándole
una sonrisa genuina a Grayson.
—Sobre mi cama hay ropa limpia para ti, que no está cubierta
de sangre. Cambiate.
—No estoy para tus ordenes, principito,
Grayson se pasó la lengua por los dientes —Si prefieres
quedarte apestando a sangre y con un vestido roto, adelante.
La princesa apretó los labios y soltó un leve gruñido. Caminó
pesadamente tomó la ropa y se escondió atrás de una biombo
que estaba en la habitación —Si miras, te saco los ojos.
—No me atrevería —respondió él, burlón como de costum-
bre.
Mientras Arabella se cambiaba, Grayson analizó la situación
en la que se encontraban. Habían dado lucha con sus solda-
dos, Arabella tenía razón. Era una pelea desproporcionada
y estuvieron a punto de ganar. Sabían tácticas de batalla
indudablemente, pero no tenían el sigilo ni la experiencia de un
soldado por lo que tendrían que aprenderla si deseaban entrar
al palacio imperial sin terminar asesinados.
La pelirroja salió de detrás del biombo con los pantalones de
cuero calzados, iguales a los de Eco, con la diferencia de que
Arabella traía todo el torso tambien cubierto con él, junto con
un corset del mismo material pero de color café que contrastaba
con su atuendo negro. Agradeció la banda en su muslo para
guardar dagas, al igual que los pantalones; en un principio
había preferido el vestido, pero no tenía idea de lo que se estaba
130
GRAYSON

perdiendo.
El pelo rojo y crespo le caía suelto por la espalda con algunos
mechones sobre la frente; Grayson no logró evitar echarle un
repaso. Todas sus curvas se marcaban mucho más que son su
andrajoso vestido.
—Les gusta el cuero ¿eh?
—Son atuendos de guerra —comentó el principe poniéndose
de pie y caminando hacia ella —El cuero es mejor armadura
que la tela. —le tendió la mano.
—¿Qué? ¿Te choco los cinco? —la princesa miró de la mano
a los ojos de Grayson —¿Para que quiero tu mano?
Él volteó los ojos —Vamos donde tus queridísimos “her-
manos”
—Puedo caminar sola, muchas gracias. —respondió ella
mientras se cruzaba de brazos.
Él se arregló el cuello del chaquetón mientras respondía
—Como quieras. me había ofrecido a tamizarte hacia las
mazmorras, pero si te apetece bajar mil peldaños, allá tú.
Las sombras se empezaron a arremolinar alrededor del
príncipe, pero se detuvieron cuando Arabella lo llamó
—¿Sí?
—Vale, me tamizo contigo. —él volvió a ofrecer su mano y
esta vez la pelirroja la tomó aún reticente. Caminó despacio
hacia él —¿Eso es como teletransportarse?
—Exacto —Grayson tiró del brazo de la princesa acercandola
a su cuerpo; pasó un brazo por su cintura, mas Arabella se alejó
todo lo que el firme agarré en su cintura le permitía. —Sujétate.
En un segundo las sombras los envolvieron y a Arabella la in-
vadió un repentino marea. Sintió su estomago voltearse y luego
como si estuviese cayendo por un barranco. Orgullosamente
no chilló, pero no pudo evitar aferrarse al cuello y hundir la
131
CASA DE SOMBRAS

cara en el hombro del príncipe, quien soltó una risa.


Más pronto que tarde, sintieron suelo bajo sus pies. Arbella
se soltó al igual que el agarre de Grayson. Se tambaleó con poco
intentando enfocar la vista en cuanto escuchó que coreaban su
nombre.
Vio a todos sus compañeros que seguían atados en las
mazmorras.
—Sueltalos —le dijo a Grayson quien alzó una ceja.
—¿Ahora se supone que te obedezco a ti?
—¿Tienes miedo de que te ataquen si es que los sueltas?
—Arabella lo observó con actitud desafiante, y el príncipe no
soportaba ser desafiado. Las sombras se extendieron por la
habitación, de alguna forma, como si estuviesen introducién-
dose en los grilletes, los cuales, se abrieron en un segundo.
—Si alguno intenta atacarme lo vuelvo a atar. —amenazó
Grayson viendo como Eros intentaba ponerse de pie. Sin
embargo, fue Eco quien de la nada arrojó un gran pedazo de
roca con dirección a la cara del heredero.
Todo lo que tuvo que hacer fue levantar la mano y una sombra
envolvió la roca, haciéndola pedazos.
—¿Que haces aquí? —gruñó Leonas.
—¡General! —soltó el peliblanco con fingida y repentina
alegría—Que gusto verte. Venía a comentarte la mierda de plan
que han creado.
—¿Qué le hiciste a mi hermana? —preguntó Eros con furia
contenida.
—No me hizo nada. Él dice que tiene un plan para levantar
la oscuridad.
—¿Quien es? —Eco lo miró con los ojos entrecerrados
—Controlas a las sombras ¿cómo?
—Vale, haremos todo esto rápido —replicó Grayson cam-
132
GRAYSON

inando hasta el centro de la habitación —Hola, me llamo


Grayson, controlo las sombras porque soy el heredero de la
Casa en la que se encuentran y mi propósito es asesinar a mi
padre. ¿Preguntas?
—No te creo nada —respondió Leonas mientras todo el resto
procesaba información.
—¿Por qué siempre tienes que ser tú el problemático?
—Porque tú no eres de fiar. Eres el príncipe de las sombras
¿Por qué querrías acabar con su dominio?
—Lo mismo pregunté yo —acotó Arabella —Quiere hacerse
con el trono.
El general elevó las cejas y volvió la vista desde Arabella a
Grayson —Estás demente.
—No, el demente eres tú que querías que la hija de Iris
conjurase luz, el hechizo es mortal.
—Claro que no lo es, tu padre lo hizo.
—No sé como lo logró, pero te puedo asegurar que si ella lo
intenta va a terminar enterrada junto con la profecía.
Nadie intervino, entre intentar ordenar sus pensamientos
decidieron que lo mejor era dejar a Leonas resolver el asuntillo.
—No mientas.
—A ver discúlpame —soltó Grayson con molestia cuando su
paciencia comenzaba a agotarse —No tienes una sola pizca
de magia en tu estúpido cuerpo, yo soy el príncipe de ella
¿Realmente quieres darme lecciones de magia a mi? —Leonas
apretó los dientes —Vale, deja que haga el conjuro, sella tu
destino y el de todo el reino, y deja que la pelirroja muera.
—¿Cual es tu idea, entonces? —preguntó Eco —No importa
lo que diga Leonas, si estas mintiendo o no, no tenemos como
saberlo. Pero ante la duda, Arabella no hará ese hechizo.
—Eco… —gruñó Leonas, irritado por la intromisión y aún
133
CASA DE SOMBRAS

más porque le diera el gusto al príncipe de tener la razón.


—No lo hará —respondió nuevamente hacia el general.
Se volteó hacia Grayson aguardando por una respuesta
—¿Entonces?
—El aniversario del cataclismo es en un mes. Se hará un baile
en conmemoración en el que yo debo estar presente al igual
que Ragnar. Es el único momento en que se muestra en público
y esa es la oportunidad de asesinarlo.
—¿Esperas que siete pelagatos se metan al castillo imperial
y acaben con un hechizo que todo un reino no pudo impedir?
—Atlas lo observó con incredulidad —Realmente te va eso de
tener fe.
—Ragnar no esta preparado para un ataque. Y esta vez no
hay a quien proteger —el príncipe se cruzo de brazos mientras
recargaba la espalda en la pared que se encontraba detrás de él.
Todos tenían los ojos puestos en él —No hay a quien defender en
Priamos, las tropas de Nakoa estarán completamente dispuestas
a atacar, sin la distracción de intentar salvar a los habitantes.
Todo ocurrirá en el palacio.
—Las tropas están ocultas y dispersas por todo el reino —le
recordó el general, ignorando el retozo de ira que le generó
escuchar que se refirieran a el acto de defender a los habitantes
como una distracción. Pasando una mano por sobre su muñeca,
se puso de pie; no le gustaba sentirse inferior al príncipe.
Luego del cataclismo, las pocas tropas que sobrevivieron se
ocultaron para no volver a ser vistas, tardarían meses si es que
no años en formar un ejercito digno de tal batalla; ya fuese
entrenando nuevos soldados o encontrando a los antiguos.
—Por eso haremos sonar el Campanario de la Concordia.
—Eso es un mito.
—No lo es —respondió Nylak, poniéndose de pie también.
134
GRAYSON

—Las antiguas escrituras relatan como se usó el Campanario


para llamar a los aliados a la guerra.
—¿Te fías de un puñado de papeles?
—¿Cuantas veces las escrituras han tenido razón? La propia
Iris dejó una profecía por escrito, Platón escribió de la Atlantida
cuando jamás había visitado este mundo.
—Espera ¿la Atlantida es real? —preguntó la pelirroja con
asombro. Dedicó una enorme parte de su vida a leer Platón y
todo lo que se relacionara con la Atlantida, Lemuria y Agartha.
Los continentes hundidos y la ciudad que se encontraba en el
centro de la tierra.
—Es un reino como Priamos o Alaria. —explicó el duende
—No me parecería raro que el Campanario también fuese real.
—¿Qué es el Campanario de la Concordia? —preguntó Eco a
nadie en particular.
—Una leyenda —explicó Grayson —Campanas legendarias
que al ser tocadas por alguien con sangre real Priamí traerían
a la vida a los antiguos generales y batallones del reino para
ayudar en caso de guerra.
—¿Por qué nuestros padres no las usaron el día del cataclismo?
—Porque no son reales —repitió Leonas.
—Porque nadie sabe como hacer que suenen —corrigió
Grayson.
—¿Y te quieres dar el tiempo de averiguarlo? —el general
se adelantó un par de pasos hacia el príncipe, quien lejos de
amedrentarse, se acercó quedando a pocos centímetros de
distancia.
—¿Se te ocurre algo mejor? Porque si mal no recuerdo, tu
plan consistía en asesinar a la hechicera elemental y una de las
actuales reinas de Priamos.
—Sabes que esta muerta —habló Leonas entre dientes. No
135
CASA DE SOMBRAS

una pregunta, sino un reconocimiento; aún así, Grayson


respondió.
—La reina Iris murió en el campo de batalla. —nos observó
con los ojos entrecerrados —Ustedes como lo saben.
Eros abrió la boca para responder, el general se le adelantó.
—Era una sospecha.
Grayson no se tragó la excusa, todos lo notaron, pero
permaneció en silencio. Leonas se detuvo a pensar la situación,
el plan a gran escala no sonaba como una mala idea; podía
funcionar indudablemente, pero también podía resultar desas-
troso.
Y aunque le diera asco aceptarlo, le creía al príncipe cuando
decía que conjurar luz era mortal. Era cierto, tal vez junto
con Ragnar, Grayson, era el ser con el conocimiento de magia
más profundo en reino. O al menos, de entre las personas que
conocía, y no se iba a dar el tiempo de buscar más catedráticos
en ello.
Observó a Eco. Sí, también le molestaba admitirlo, pero
la princesa sabía de guerra. Si los habían educado en algo
durante su tiempo fuera del reino, no estaba dentro de sus
conocimientos, sin embargo era indudable la dotación de la
princesa para la estrategia y el manejo de armas.
Ella asintió. El plan le parecía bien.
—Iremos al refugio de Nakoa —intervino la esgrimista
hablándole a Grayson. Necesitamos algo más que siete personas
y fe en unas campanas antes de entrar a la boca de lobo. —lamió
sus labios pensando a toda velocidad mientras juntaba todos los
resquicios de información que había obtenido desde su llegada
al reino —Si es un campamento de rebeldes, estarán dispuestos
a generar una revolución. Eso es lo que necesitamos.
Grayson le mantuvo la mirada a la rubia analizando la
136
GRAYSON

situación. Él tenía claro que la oposición al régimen era


insentivo suficiente para que los resistentes marcharan hacia el
castillo.
Que tan bien podía salir, eso era lo que le preocupaba. No
le interesaba poner a más personas en peligro aunque nadie
le creyera. Mucho menos a los pocos sobrevivientes del
cataclismo.
—¿Entonces? —preguntó mirando alrededor de la habitación.
Leonas apretó los labios.
Atlas bufó en voz alta —Haremos eso, es solo que entre ellos
dos —apuntó a Eco y Leonas —No se cual es más orgulloso. Y
no te darán la razón.
—Por eso Atlas es mi favorito —soltó Arabella sonriendo.
—¡Eh! —exclamaron Eros y Eco al unísono.
—¿Como empezamos? —Leonas los ignoró y se dirigió a
Grayson.
—Los tengo que sacar de aquí sin que nadie los vea. Aquí
todos son leales a Ragnar.
—Inteligente, príncipe sombra —se burló Arabella —nos
atrapas y no sabes como liberarnos.
Al menos encontró a alguien más para discutir, pensó Eros
—Los voy a tamizar, pero me gastaría mucha energía hacerlo
uno por uno. Tendrá que ser todos juntos.
—¿Eso funciona?
—Algo así
—¿Como que algo así? —Grayson rodó los ojos sin hacerle
caso a Arabella. Tomó su mano y le indicó que ella tomase la
de Eros y así sucesivamente.
—Espera —intervino el arquero cuando todos se encontraban
tomados de la mano en un círculo —¿Qué es tamizarse?
—Esto —en menos de un segundo desaparecieron en som-
137
CASA DE SOMBRAS

bras.

***

Sintieron la sensación de caída antes de que las sombras se


dispersaran y pudiesen ver a su alrededor el enorme vacio por
el que caían, lleno de vegetación y cascadas, pero sin una sola
vista del suelo.
—¡Vamos a morir! —chilló Eros. Seguían cayendo tomados
de la mano en forma de circulo.
—¡Grayson, nos vas a matar! —Arabella le movió con fuerza
el brazo al príncipe para que notase que no se encontraban en
la mejor situación posible.
Grayson apretaba los ojos en un intento de controlar el
intenso dolor de cabeza que lo consumía.
—Cierra el pico de una vez. No tengo la fuerza suficiente
para uno tramo tan largo, debo esperar que estemos más cerca
del piso o ya no podré tamizarnos.
Aguantaron lo mejor que pudieron, Leonas sentía un pánico
profundo, pero jamás lo admitiría. El brazo de los mil hombres,
un nombre ganado a pulso, un nombre que se susurró por
todo Priamos con reverencia los primeros años después del
cataclismo y que ya era recordado tan solo como otra leyenda.
Eras después del cataclismo, ocurrió otro levantamiento de
sombras para terminar de asesinar a los habitantes de luz;
Leonas lucho prácticamente solo, con unos pocos soldados que
dirigió a la batalla, había nacido para eso; para estos campos de
batalla, para el caos, la brutalidad.
Se contaba sobre cómo Leonas había asesinado sin dudar a
un centenar de soldados de sombra sin una sola pizca de magia
en sus venas, cómo los había segado como si fueran tallos de
138
GRAYSON

trigo, cómo había luchado igual que Ares…, su más antiguo dios
guerrero y la deidad más importante para la Casa de Hierro.
Se comenzó a divisar el agua del fondo del barranco y el
sonido del final de la cascada se hizo más fuerte. No cabía
duda que si llegaban a tocar el agua desde la altura que llevaban
cayendo morirían en el acto.
Grayson respiró profundamente y volvió a envolverlos con
sombras. Lo siguiente que sintieron fueron sus cuerpos
rodeados de agua, estáticos, ya no caían y habían sobrevivido.
Uno a uno salieron a la superficie respirando pesadamente
en un intento por regular el latido de sus corazones.
—¡Hacia la orilla! —gritó Ecó —¡La corriente los llevará hacia
allá, déjense arrastrar!
Pero Arabella no podía, le faltaba algo, ese peso que sintió
junto a ella al tocar el agua, esa mano que los había sacado de
la torre. Sin detenerse demasiado a pensar, tomó una gran
bocanada de aire y se sumergió, tomada desprevenida por
una fuerte corriente que la arrastro justo hacia donde había
arrastrado al inerte cuerpo del príncipe de las sombras.
Pero ni la fuerza fae fue suficiente para nadar fuera de la
corriente con Grayson a rastras. La princesa sintió como poco
a poco se le acababa el oxígeno, no tenía control de su cuerpo,
tan solo se movía hacia donde la corriente la llevaba, pero sin
soltar jamás la mano de Grayson. No podía, hasta donde sabía,
si lo dejaba morir, la profecía se rompería y con ellos perecería
todo Priamos.
De pronto, sintió un fogonazo y todo se detuvo. Su mano
quemó allí donde había entrado en contacto con el anillo del
príncipe y de pronto, todo fue paz. No había más corriente, el
agua estaba en completa calma, y Arabella ni siquiera se molestó
en preguntar como; todo lo que hizo fue arrastrarse a si misma
139
CASA DE SOMBRAS

y a Grayson hasta la superficie.


Tan pronto como emergieron sintió que unos brazos los
arrastraban a la orilla; estaba agotada y apenas podía moverse.
—¿¡Qué pasó ahora?! —escuchó que gritaba Eco —A este
paso, la magia va a terminar matándola.
Arabella movió trabajosamente la cabeza para toparse a
Leonas presionando el pecho de Grayson para reanimarlo,
quien después de cuatro compresiones más, se volteó para
vomitar todo el agua que había ingresado en su organismo.
Arabella volvió la vista hacia arriba, la luz cada vez se volvía
más brillante.
—Solo ella puede decirnos. —respondió Nylak con paciencia.
El rostro de Grayson apareció en el campo de vista de la
pelirroja; con el cabello blanco goteando y los ojos morados
centellando.
—¿Por qué…? —comenzó a decir tomando una pausa para
respirar; las palabras le salían sin aliento— ¿Por que nos hiciste
caer de tan alto?
El príncipe alzó las cejas —Oh, es que siempre me pregunté
que se sentiría morir por una caída. ¡Pues porque mi querida
energía no da para cargar con siete faes! Y no te quejes, nos
saqué de ahí.
—Luego de que tu nos secuestraras, tonto estúpido —siguió
discutiendo la princesa.
—Más respeto, soy tu príncipe.
—Y yo tu reina, y te acabo de salvar.
—Se le subió a la cabeza —murmuró Eros —Pero al menos
parece que está mejor.
Con cuidado, Arabella se sentó lentamente y estrujó su cabello
para no sentirlo tan pesado
—¿Como lo hiciste, Arabella? —le preguntó finalmente
140
GRAYSON

Grayson
—¿Como hice qué? —el príncipe se acuclilló frente a ella para
quedar a su altura.
—Conjuraste agua ¿cómo? Es el segundo elemento más
complejo.
—Ya ha conjurado fuego —informó Nylak
—Eso da igual. Era prácticamente imposible conjurar algo
allí abajo; ya estabas agotada por nadar contra la corriente y
cargar con mi peso.
—Y aun así, todavía no escucho un gracias.
El resto los observaba en silencio, con cada momento que
pasaba, otra cosa sucedía que escapaba de su conocimiento.
—Arabella…
—No lo sé, no entiendo todo lo que pasa.
—No te estoy pidiendo que lo entiendas —replicó el príncipe
mirándola firmemente a los ojos —Solo que me digas que hiciste
para entenderlo yo.
—Yo no… —automáticamente la princesa dirigió la vista a
la mano de Grayson —Tu anillo, lo toqué y quemó, después la
corriente desapareció.
—Mi… —el príncipe se puso de pie y le tendió una mano a la
pelirroja —Vale, potenciaste tu magia.
Ella acepto la mano y se puso de pie —¿Como que “potencié
mi magia”?
—Mi anillo es un canalizador de magia; hace que las sombras
y la magia que poseo en general sea más fácil de manejar y
obedezca mucho mejor mis ordenes. Al tocarlo usaste parte de
mi magia para potenciar la tuya y conjurar agua.
—¿Eso es posible?
—En bajas escalas sí. Para hacerlo con más fuerza y poder se
deben usar otros métodos.
141
CASA DE SOMBRAS

—¿Como cuales? —preguntó Atlas, pero el príncipe negó con


la cabeza
—Eso no importa, ahora debemos encontrar un canalizador
para Arabella y lograr que tú te transformes al menos en un
bicho.
—Y llegar al refugio de Nakoa —agregó Leonas y Grayson
volteó los ojos.
—Tremenda obsesión que tienes con tu plan
—¿Verdad que si? —respondió Eco
—¿A que hora se quedan callados? —reclamó el general
—Debemos movernos, andando.

142
10

Canalizador

E
scurriendo agua, el grupo caminó pesadamente por el
bosque; por suerte el cuero no absorbía agua como las
telas de la ropa que llevaban Nylak, Eros y Atlas, de
lo contrario; Arabella y Grayson no podrían mantener el paso
mientras su energía se recargaba.
—¿Cómo se consigue un canalizador de magia? —preguntó
Arabella al peliblanco jadeando. Grayson estaba acostumbrado
al desgaste de la magia, no obstante, Arabella apenas comenzaba
a conocer el precio de usar sus poderes.
—Depende de que magia se debe potenciar —explicó el
príncipe mientras se abría paso en la tupida parte del bosque
por la cual se estaban introduciendo, soltando las ramas sin
preocuparse que la princesa fuese justo por detrás de él y estas
le impactaran en la cara una y otra vez. Arabella gruñó—En
tu caso, necesitamos encontrar la piedra que representa tu
constelación de nacimiento. Debería ser la esmeralda, y eso
explicaría que el agua haya respondido tan deprisa a tu orden.
Tu nacimiento está ligado a la constelación de Altarf.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó con confusión, se habían
143
CASA DE SOMBRAS

alejado un poco del grupo, pero no lo suficiente para perderlos


de vista.
—Tus ojos ¿has escuchado que los ojos son el reflejo del alma?
Un cliché que los Vaughan robaron de los faes. Los ojos de los
faes de verdad reflejan su alma; muestran su constelación de
nacimiento.
—Los tuyos son violeta.
—No me digas —respondió Grayson con sarcasmo
—¿por qué tu anillo no lo es? —preguntó la princesa amino-
rando un poco el paso. Apenas conocía al tipo y no le
entusiasmaba demasiado alejarse del grupo
—Porque potencian mi sombras, no los elementos.
—¿De que está hecho el tuyo?
Él se volteó y se sorprendió al ver a Arabella algunos metros
por detrás, Grayson sonrió maliciosamente al reconocer la
desconfianza y una pizca de miedo en los ojos de la heredera.
—Me guardaré algunos trucos para mi, primor ¿qué te parece?
—le guiñó un ojo a Arabella y sin moverse un centímetro se
dirigió al general —¡Eh, mil hombres! ¿sabes donde conseguir
esmeralda?
Fue completamente observable el gesto de cansancio del
pobre general. Restregó con fuerza su rostro; apenas llevaban
días de travesía y ya quería dormir para siempre, o al menos,
hacer la travesía solo.
Ninguna de las dos opciones era viable —¿Para que necesitas
ahora esmeraldas?
—Para potenciar y ayudarle a manejar la magia a la bruja
aquí presente. Y no te estreses tanto, que también sería
bueno toparnos con alguna de las cinco criaturas bestiales para
conseguir un canalizador para el niño simio.
—¡Eh! —se quejó Atlas.
144
CANALIZADOR

—Me cago en todo —masculló el general antes de respirar


profundo —Si crees que puedes domar un dragón tendremos
las dos de un tirón.
—Oh, yo no debo domarlo —Grayson se detuvo para darle
tiempo al resto de sus acompañantes para que se acercaran
—Él sí —respondió apuntando con la cabeza a Atlas, quien tan
solo asintió actuando como si el enfrentarse a un dragón no
le removiera nada por dentro ¿Que diferencia tenía con un
caballo? Ambos se montan ¿no?
—¿Qué son las criaturas bestiales?
Esta vez fue Eco quien siguió caminando mientras dirigía el
grupo. Arabella enseguida se puso a caminar a su lado mientras
el resto las seguía.
—El dragón, la hidra, la quimera, el basilisco y el fénix.
Son algo así como los animales nacionales; las criaturas más
poderosas y peligrosas de Priamos. —explicó Leonas —El
canalizador de un sangre noble de la Casa de las Criaturas
puede ser otorgado tan solo por alguna de estas cinco; y resulta
que el dragón también nos podría proveer del canalizador de
nuestra hechicera aquí presente.
—¿Y cómo encontramos un dragón?
—Debemos llegar a las montañas de Venus.
Ni a Grayson ni a Leonas les entusiasmaba mucho la idea de
adentrarse en esas montañas. Eran conocidas por ser peligrosas
y el lugar más bello en todo el mar Neto, incluyendo a Alaria y
el Reino de ceniza, pero a diferencia del resto de Priamos, estas
ya lo eran antes del cataclismo. No había fieras ni soldados de
sombra como en el resto del reino, sino que la geografía del
lugar era lo que la convertía en una parada que cualquier viajero
querría evitar. Enormes barrancos cubiertos de niebla, portales
que jamas te dejaban salir del lugar y la perdida completa de
145
CASA DE SOMBRAS

la noción del tiempo eran solo algunas de las amenazas que


presentaban las montañas de Venus, luego de que según la
leyenda, la diosa de la que llevan el nombre las maldijera; algo
tan bello que resultaba mortal.
Llevaban un buen tramo de viaje cuando Arabella se detuvo
junto a una gran roca grabada que llamo su atención —Camino
de la luz —leyó en fae antiguo. —¿Qué es eso? Ciertamente el
camino por donde iban no tenía nada de luminoso; con todo
seco y lleno de niebla; la única vegetación que se veían eran las
lejanas copas de los enormes árboles.
—Antes del cataclismo —explicó Grayson acercándose a
Arabella—este camino llevaba directamente al palacio imperial
y en el, por toda su extensión, existían millones de refugios
pixies; las hadas iluminaban el camino, e incluso si tenias suerte
y eras amable con ellas, podrías lograr conseguir algo de polvo
de hadas. Ahora fue consumido por la naturaleza muerta y los
monstruos de sombra.
—Tus monstruos —gruñó Leonas mientras cortaba ramas
para abrirse paso por el bosque.
—Los monstruos de mi padre —corrigió el heredero de
sombras mientras retomaban el paso. Se volvió hacia Arabella—
¿Y tú como sabes leer fae antiguo?
—Se parece al griego antiguo, tiene pocas diferencias que
pueden sacarse por contexto ¿Ya no se habla aquí?
—Desde hace siglos, ni siquiera sus padres, exceptuando a
Iris, lo entendían. Pero…
—Shh —Atlas los hizo guardar silencio repentinamente. A
Arabella y Grayson se les puso la piel de gallina.
—Hay alguien siguiéndonos —susurró la pelirroja que de-
seaba controlar su visión para saber quien los seguía.
—Es algo, no alguien —corrigió Leonas desenvainando su
146
CANALIZADOR

espada —Siento la magia como si pudiese tocarla.


—Tiene razón —respondió Grayson —Príncipe animal, es tu
momento.
Eco desenvainó su espada en le momento en que su espalda
se contrajo con un escalofrió al sentir la magia circundando el
lugar. Eros preparó su arco más que nada porque todo el resto
hacia lo suyo.
—¿Como que mi momento? _preguntó Atlas tragando en
seco para que no se le notara que cualquier cosa que involucrase
magia lo traía más que un poco preocupado.
—Arabella ya apenas tiene magia y si sigue usándola empezará
a utilizar vida. Además, es más probable que tu poder se
manifieste con magia su alrededor.
Una sombra voló por entre los árboles, veloz como un rayo.
—¿Que tu no controlas a las sombras? —preguntó Leonas a
Grayson con las dientes apretados. Su espada no haría mucho
contra un monstruo de sombras, tan solo la magia, supuso,
podría hacerle algún tipo de daño.
—Aunque esta claro que soy o más cercano a un dios
—replicó el principe comenzando a juntar todos sus poderes
en sus manos al tiempo que estas eran envueltas en sombras
—controlo las sombras, no los monstruos hechos de ellas, y
mucho menos a un Skät.
Fue en ese momento que Eros colapsó en el suelo gritando.
Arabella corrió hacia el arrodillándose a su lado y observando
con puro terror como las venas de su hermano se volvían
completamente visibles a través de su piel y negras como la
noche. Igual que sus ojos y sus manos, ahora convertidas en
garras.
—¿Que…? —suspiró ella, y por un pelo, alcanzó a saltar fuera
del camino de los enormes colmillos de la bestia.
147
CASA DE SOMBRAS

La bestia en la que se había transformado Eros, controlado


por el Skät.
—¡Lo poseyó! —chilló Eco con el corazón yendo a mil
mientras apuntaba con su espada a Eros para alejarlo de su
hermana, pero… Eros era su hermano también, no podía
apuntarlo, no podría…
—Algo así —contestó Grayson, que observaba a Eros con
suma concentración mientras Eros cargaba una flecha apun-
tando nuevamente a la pelirroja. Ella era su objetivo, la magia
llamando a la magia, y ella… por alguna razón tenía la magia
más pura que él jamás había visto. —Arabella, detrás de mi
—gruñó sin dar espacio para la replica. La princesa seguía
recuperando su magia y no era una opción que muriese. Por
suerte valoraba su vida más que su orgullo, y le obedeció de
inmediato ocultándose tras Grayson, pero no sin, sigilosamente,
sacar tres cuchillos que el peliblanco llevaba atados al cinturón.
Si lo notó, el príncipe no dio muestras de ello.
Eros soltó la flecha tan rápido como la sombra se había
paseado minutos antes por el bosque, solo que de ultimo minuto,
cambió la dirección disparando directamente al corazón de Eco.
El sonido del hierro de la espada contra la punta de la flecha
resonó en los huesos y en cada uno de los árboles; un segundo
después, Eros enseñó la sonrisa más diabólica que cualquiera
de los tres recién llegados había visto en sus vidas, salida de sus
pesadillas más profundas. Arabella vio el hambre en sus ojos
cuando dijo con voz gutural, muy lejana de la que recordaba
salida de su hermano:
—Creada de Priamos, jamás invocarás luz.
Un segundo después desapareció entre el tupido bosque,
rodeando al grupo, acechandolo. Mientras esperaba por el
mínimo despiste para acabar uno a uno con la profecía que
148
CANALIZADOR

confinaría al Skät a la parte más oscura del bosque.


—Mas vale que sepas usar esos cuchillos, primor. —murmuró
Grayson —odiaría que te mataras a ti misma en el intento.
—Gracias por la consideración.
—¿Que hacemos? —preguntó Eco mirando a todas partes a
su alrededor —¿Lo atacamos?
—Si quieres matar a tu hermano, entonces adelante
—contestó Leonas con la mandíbula tensa —La leyenda dice
que solo el fuego de fénix puede matar a la sombra. La luz más
pura de Priamos luego de un conjuro de luz.
—¿Y donde sacamos un fénix? —preguntó Arabella con el
cuchillo preparado para arrojarlo ante cualquier movimiento
de una flecha volando en su dirección.
—El pequeño Atlas se convertirá en uno —dijo Grayson con
burla —Por eso más vale que hagas aparecer la magia, porque
es nuestra única oportunidad de salvar esa maldita profecía.
Intentaré despejar un poco las sombras del cielo para darte más
poder desde las constelaciones; eso debería servir para algo.
—¿Puedes hacer eso? —preguntó Leonas intentando disim-
ular su sorpresa —¡Nylak! —el pequeño elfo se lanzó al suelo
esquivando la flecha de Eros por los pelos.
—Mi hermano no habría fallado ese tiro —masculló Arabella.
—Porque no es Eros quien dispara, es el Skät
Arabella lanzó un cuchillo que desvió una flecha que volaba
directo hacia la espalda de su hermana. Gracias a los cielos;
era buena con los cuchillos, pero hasta ella sabía que era poco
probable que le atinara a una flecha en movimiento.
—Vale, necesito que me cubran mientras me encargo de las
sombras —Grayson observaba a todos, sin embargo tan solo
miraba a Leonas. Era un general después de todo, confiaba en
que pudiese organizar la defensiva el tiempo necesario para
149
CASA DE SOMBRAS

darle tiempo al príncipe de la Casa de Sombras.


Leonas asintió y Grayson cerró los ojos. El suelo se estreme-
ció mientras un caudal de sombras fluía por la tierra como
riachuelos hasta llegar a sus manos llenas de oscuridad. sus
antebrazos descubiertos se tornaron negros, al igual que su
cabello anteriormente blanco.
—¿Que co…?
—Atlas, atención —gruñó Eco hacia su hermano mientras
desviaba otra dos flechas con sus espadas. tenía los brazos
entumecidos y Eros les estaba disparando hasta de tres flechas
por vez. El príncipe observó el potente rayo de sombras que
expulsó Grayson hacia el cielo, potente como una erupción
volcánica, prácticamente sus sombras chocaron contra el cielo
lleno de ellas. Más y más espesura llegaba a las manos del chico
que luego era disparada hacia donde por apenas un hueco se
lograba ver el cielo estrellado.
Grayson gritó de dolor y cansancio al tiempo que Atlas sintió
una oleada de poder recorriéndole los huesos. De pronto lo
sabía, había nacido con ello, podía convertirse en cualquier
animal o criatura que deseara.
Se concentró en el fénix, en su cuerpo naranja y sus plumas
de fuego, las poderosas alas y sintió que ese calor familiar se
arraigaba en él. Era él. Ya había hecho eso, de pequeño, en otra
vida. Su vida en el palacio, los primeros años de su existencia
cuando su madre le enseñaba la transformación de un animal a
otro, a un tritón y un centauro.
Y de pronto; estaba volando. Sobrevolaba el bosque y su
fuego dispersaba las sombras por las que pasaba, se sentía tan
fuerte gracias a las constelaciones, más vivo de lo que nunca se
había sentido.
Entonces lo vio, el Skät que poseyó a su hermano subido en
150
CANALIZADOR

un árbol, preparando tres flechas para dispararle a la espalda de


Arabella, mientras que ella estaba de rodillas junto a Grayson
prácticamente agonizando de dolor. Si disparaba esas flechas,
ni Leonas ni Eco podrían salvarla; ella yacía en el piso amarando
un torniquete a su pierna sangrante con una flecha clavada en
ella, mientras que él, combatía una a una las tres flechas que
Eros había lanzado segundos antes hacia él y Eco. Así que justo
cuando la sombra tensaba la cuerda del arco hasta el tope de
esta, Atlas rugió fuego.
Un grito desgarrador salió del Skät mientras se fundía por
el fuego fénix, cayendo Eros inconsciente al suelo. Tan pronto
como Atlas aterrizó sintió toda esa ráfaga de poder escapar
de su cuerpo; Grayson había dejado de enviar ese torrente de
poder para despejar las sombras del cielo; y su poder se había
ido junto con las constelaciones.
—Eros —gimió Eco desde donde estaba intentando arras-
trarse por el piso. La flecha había atravesado de un laso a otro
la parte baja de su muslo y le dolía como el infierno.
—Tu quédate quieta —gruñó Leonas arrodillándose junto a
ella. —¿Nylak, puedes hacer algo con los príncipes?
—Si, general. —diligentemente el elfo se dirigió primero
hacia Grayson, ya que estaba seguro de que el heredero había
usado más que un poco de vida despejando, aunque fuese un
minuto, el conjuro de sombras de su padre. Mientras tanto,
Leonas le habló a Eco:
—Si no te saco la flecha de ahí, no se curará.
—No se te ocurra —gruñó ella entre dientes —Hasta donde
sé, podrías sacarla y esperar a que me desangre. Lo haré sola.
—Bueno —suspiró él sin quitarle los ojos de encima con la
misma expresión seria de siempre —hazlo, no tenemos todo el
día.
151
CASA DE SOMBRAS

Eco volvió a gruñir, pero esta vez, al momento en que


sus dedos rozaron la flecha, un dolor tan intenso le cortó la
respiración y su brazo se apartó al instante, como si se opusiese
a infligirle semejante dolor al cuerpo al que estaba conectado.
—Está bien, hazlo tú —dijo ella entredientes —Solo no lo
disfrutes tanto
Leonas ni siquiera cambio su semblante a una sonrisa, o una
mueca; permaneciendo completamente serio. Lo ultimo que
quería era causarle dolor a nadie, y por alguna razón, que la
princesa sufriera era un dolo un poco más agudo. Como si el
hecho de verla débil, cuando ella siempre era fuerte cual roca,
fuese una señal de alerta.
Con un corte preciso, el general abrió parte del pantalón de
la princesa para ver directamente la piel en donde se alojaba la
flecha. Ella sostenía la pierna doblada para que la parte trasera
de su muslo no tocase el piso y no empujara la flecha más atrás.
—Ponte de lado —ordenó Leonas con el corazón latiendo
desbocado. No sabía que le pasaba, había atendido a un millón
de soldados moribundo en el campo de batalla. Nada se
comparaba a esto.
—Tendré que empujar la flecha hasta el final —informó él
—No puedo sacarla si no.
—¿Cada momento contigo es un placer, no? —masculló la
princesa sudando.
—Apóyate en mi. Lo único que me falta es que te retuerzas y
empeores la lesión.
La mano de la princesa se aferró a la camisa de Leonas que
sobresalia por donde el se había desamarrado la armadura de
cuero para darle más libertad de movimiento. Sintio su mano
temblar.
—Esto dolerá, pero relájate, no seas una bebé —gruñó él con
152
CANALIZADOR

lo que ella pensó que era disgusto, casi asco. Sin embargo,
se sorprendió cuando el general posó una suave mano en su
cintura y la movía hasta su cadera cuando sostuvo con firmeza
la flecha. Eco dejo caer su cabeza contra la hierba húmeda, sin
soltar jamas la camisa a la que se aferraba como un salvavidas.
Leonas empujó.
La princesa gritó con los dientes apretados; todas las venas del
cuello marcándose por el dolor, al igual que algunas de su frente.
La sangre salió a borbotones en cuanto la flecha estuvo fuera y
el general se apresuró a anudar de nuevo el torniquete que Eco
se había hecho minutos antes. Él lo apretó, y la rubia soltó otro
gruñido, sin embargo el dolor insoportable cesó, dando paso a
un leve zumbido.
Eco respiró profundamente una y otra vez; aún aferrando la
camisa del general, y el general aún con la mano en la cintura
de la princesa.
Notando ese pequeño detalle, él se puso de pie de inmediato
—No morirás —le dijo sacando de una bolsa que traían, ropa
nueva para un desnudo Atlas que se escondía detrás de un árbol
—La magia fae se encargará de eso.
—Gracias —masculló ella de malos modos.
Atlas recibió gustoso la ropa que Leonas le ofrecía mientras
que Nylak se hallaba sobre Eros, quien poco a poco recuperaba
el color habitual de sus brazos, y cuyas manos y dientes habían
dejado de ser garras y colmillos.
—SEr

153
11

Chapter 11

L
a pelirroja estaba tan perdida en sus poderes, y los
demás tan atónitos por la misma razón, que ninguno
se percató de la transformación de Atlas. De como sus
manos cambiaron a peludas patas con afiladas garras, y de como
el cabello brotó por todo su cuerpo. Sintió calor recorrer sus
venas, una cierta tensión en los músculos que desapareció para
cuando el príncipe tomó su nueva forma.
Lo próximo que supo fue que cruzó la pared de llamas,
convertido en un majestuoso y gigante león, que desgarró con
dientes y garras al malveola y acabó completamente con la vida
del alfa de aquellas criaturas, tal como sus amigos lo habían
hecho antes con los malveola menores.
La transformación de Atlas fue desapareciendo también,
hasta dejarlo recostado contra un árbol con los ojos cerrados,
totalmente cansado por usar su poder por primera vez de esa
manera; invocando a un animal tan grande.
—Estoy desnudo ¿no? —murmuró el príncipe. Su voz sonó
rasposa por el cansancio y sentía como la suave briza acariciaba
piel al aire.
154
CHAPTER 11

—Al menos te convertiste, de eso no queda duda.—el general


extendió su mano y ayudó a Atlas a ponerse de pie cuando él
ya había anudado la capa a su cintura. —Destrozaste tu ropa al
momento del cambio.
—Gracias por la capa

155
12

Chapter 12

156
13

Chapter 13

W
ren tiró al sobresaltado Ferrett contra Utreck, y
Synové dio una patada a Langston en la espalda
para hacerlo caer al otro lado de la hoguera. Antes
de que pudiera moverse, Wren le puso el ziethe contra el
estómago. Los demás ya estaban desenvainando.
Cain se lanzó contra mí como un lobo hambriento antes de
que me diera tiempo a levantarme. Me aplastó con todo su peso
y trató de clavarme el puñal en el cuello. Me temblaron los
brazos con el esfuerzo de detenerlo, con la cabeza al lado del
fuego. Vi el hambre en sus ojos.
Cazadores. Eran cazadores. Y, entonces, un cuchillo le acertó
en la mejilla.
Synové se había lanzado a por su cinturón de armas y estaba
lanzando cuchillos arrojadizos. Cain cayó hacia atrás entre
aullidos rabiosos, escupiendo sangre, y yo le
clavé su propio puñal. Casi al mismo tiempo, Hagur se tiró
contra Synové. Yo estaba en el suelo, pero conseguí coger la
espada y le acerté en la pantorrilla. Lanzó un aullido y cayó de
bruces, y, en ese momento, Ferrett se lanzó contra mí con el
157
CASA DE SOMBRAS

hacha en alto. Rodé hacia un lado para esquivarlo, y Wren, con


la precisión de un halcón que desciende sobre su presa, se giró
y le cortó la cabeza de un solo tajo.
Arman fue el último en caer cuando se abalanzó haciendo
girar la maza con un grito ensordecedor. Le lancé el puñal de
Cain, que se le clavó en el cráneo. La maza fue a estrellarse
contra los restos de una pared.
Habían caído todos.
-¿Estáis bien? —pregunté.
Cojeé hacia el cuerpo inmóvil de Utreck para asegurarme de
que estuviera muerto. Había oído a Synové luchar con él, pero
no había ni rastro de sangre…, hasta que vi que tenía el cráneo
hundido, tal vez de un golpe con el tacón de la bota.
Synové se inclinó hacia delante, con las manos sobre las
rodillas, para recuperar el aliento.

—¿Como es que vuelas sin alas?


—¡Oye que te pasa! Si tengo alas o no eso no te importa
¡idiota!
—¿Para los cambiaformas de aves es una verguenza no tener
alas.
—¿Y como es que vuela? Es la ayuda que da la corte magia,
los ayuda a volar para no sentirse fuera de lugar.

158
14

Chapter 14

—Arreglale el collar.
—¿Y como quieres que lo haga? ¿Vomito las perlas? Por si no
lo habias notado no soy una ostra
—No, eres un estupido ignorante que no sabe que las otstras
no son las que producen las perlas.
—Como sea, me entiendes igualmente.

159
15

Chapter 15

P
orque ver la carnicería, la fina línea de control…
no había lugar para mí en aquellas líneas frontales,
donde los Ilirianos luchaban por la fuerza de su
espada, su poder, y la confianza en el hombre de al lado de.
Incluso los soldados de Keir lucharon como uno, obedientes
e inquebrantables, azotando con sombras y acero. Yo hubiese
sido una figura en esa impenetrable armada, y lo que Cassian
y los Ilirianos soltaran sobre Hiberno… Cassian se lanzó
contra ese flanco izquierdo. Los Sifones empezaron a soltar
estallidos de poder que a veces rebotaban en los escudos, a
veces encontraban su blanco y destrozaban carne y hueso.
Pero había escudos mágicos de Hiberno desplegados… Rhys,
Azriel y Cassian enviaron explosiones de su propio poder
para destrozarlos. Dejándolos vulnerables a aquellos Sifones,
o al acero puro Iliriano. Y los que no cayeron… Keir y sus
Brujos Oscuros se encargaron de estos. Con precisión. Con
frialdad. El campo se volvió un pozo de barro manchado de
sangre. Cuerpos brillaban en el sol de la mañana con la luz
rebotando sobre su armamento. Hiberno entró en pánico ante
160
CHAPTER 15

la inquebrantable línea Iliriana que los empujaba y empujaba


hacia atrás. Que los estaba machacando. Y cuando ese flanco
izquierdo se rompió, cuando sus nobles cayeron o se giraban
y huían… los demás soldados de Hiberno también empezaron
a llenarse de pánico. Hubo un comandante en su caballo que
no se fue fácil. Que no volteó su caballo hacia el río tras ellos
para hacer su escape. Cassian lo seleccionó como su oponente.
Mor apretó mi mano lo suficientemente fuerte para hacer daño
cuando Cassian salió de ese frente inquebrantable de escudos
y espadas, los soldados al lado de él cerraron inmediatamente
la brecha. Había lodo y sangre salpicada en el casco negro de
Cassian y en su armamento. Se deshizo de su escudo para la
primera ronda y agarró la espada que mantenía en la espalda
labrada del mismo negro metal. Y luego se lanzó en una carrera.
Podría haber jurado que incluso Rhys se detuvo al otro lado de
la batalla para observar a Cassian abrirse camino a través de
aquellos soldados enemigos, apuntando hacia el comandante
de Hiberno sobre su caballo. Quien se dio cuenta de qué y
quién estaba viniendo a por él y empezó a buscar una mejor
arma. No dejó de moverse, parecía saber en dónde luchaba
cada oponente tanto adelante como atrás, parecía respirar el
flujo de la batalla a su alrededor. Incluso dejó que el escudo de
sus Sifones cayera para acercarse, para sentir el impacto de las
espadas que chocaba contra ese escudo negro. Si lanzaba ese
escudo contra un soldado, su otro brazo ya estaba balanceando
su espalda ante el siguiente oponente. Nunca había visto nada
igual: la habilidad y la precisión. Era como un baile. Debo
haberlo dicho en voz alta porque Mor dijo: —Eso es la batalla
para él. Una sinfonía. —Sus ojos no se quitaron del baile de
muerte de Cassian. Tres soldados fueron lo suficientemente
valientes o estúpidos para tratar de ir contra él. Cassian los
161
CASA DE SOMBRAS

tuvo caídos y muertos con cuatro maniobras. —Santa Madre


—exhalé. Era él quien me había estado entrenando. Era el
motivo por el que los Fae temblaban ante su nombre. Porqué
los guerreros Ilirianos habían estado suficientemente celosos
para quererlo muerto. Pero ahí estaba Cassian, nadie entre él
y el comandante. El comandante había encontrado una lanza
descartada. La lanzó. Rápido y seguro. Me quedé sin aliento
mientras ésta volaba en espiral hacia Cassian. Sus rodillas se
doblaron, sus alas se apretaron, su escudo se retorció… Recibió
la lanza en el escudo con un impacto que podría haber jurado
escuchar, luego quitó el eje y siguió corriendo. En un segundo,
Cassian había enfundado tanto el escudo como la espada en
su espalda. Y hubiese preguntado porqué pero él ya había
agarrado otra lanza caída. Ya estaba lanzando, su cuerpo entero
sincronizado con el lanzamiento, con movimiento tan perfecto
que supe que un día lo pintaría. Ambos ejércitos parecieron
detenerse por el lanzamiento. Incluso a tal distancia, la lanza
de Cassian llegó a su objetivo. El pecho del comandante fue
alcanzado de una forma tan fuerte que lanzó al hombre fuera de
su caballo. Para el momento en que éste cayó al suelo, Cassian
estaba allí. Su espada atrapó la luz del sol mientras la levantaba
y la bajaba. Cassian había escogido bien su objetivo. Hiberno
ahora estaba escapando. Se dieron la vuelta y escaparon hacia
el río. Pero Hiberno encontró el ejército de Tarquin esperando
al otro lado, en el lugar exacto que Cassian le había ordenado
que apareciera. Atrapados entre los Ilirianos y los Portadores
de Oscuridad de Keir a sus espaldas, y doscientos soldados de
Tarquin al otro lado del estrecho río…

162
16

Chapter 16

E
co fue a por él, corrió por la hierba y dejó un rastro
de niebla azul. Al invocar Titian, su magia hacia acto
de presencia, lo que provocaba que la princesa fuera
rápida de una forma inhumana. Y fuerte, también, como un
toro que cargara contra su enemigo.
Cargo con toda la fuerza que puso reunir hacia delante, justo
hacia donde Ragnar había bloqueado perfectamente el golpe
con una enorme espada conjurada por su propia magia. La
princesa se separó sorrendida.
—No tienes mi poder, no puedes…
—He tenido tiempo para practicar, princesa.
Esta vez fue el turno de Ragnar para atacar, sin embargo,
Eco no se movió. Incluso cuando el líder de la corte Umbra
estaba tan solo a un metro y medio de distancia, la esgrimista se
quedó quieta. Segundos antes de que Ragnar hiciera descender
su espada, Eco giró bruscamente y golpeó con el pomo de su
espada la nuca de él.
Él trastabilló, pero no sin antes lanzar una fuerte ola de poder
que envió a la princesa por los aires y estampándola contra el
163
CASA DE SOMBRAS

muro.
Arabella, cada vez más desesperada se apresuraba con su
tarea.
Con más de un poco de esfuerzo, Eco Mesmeric volvió a
ponerse de pie y posicionarse en ataque. Fue a por Ragnar de
nuevo, el aura a su alrededor brillaba todavía más.
Le lanzó un tajo hacia arriba. Ragnar lo esquivó. Un giro
lateral y una arremetida y entonces finalmente dejó que su
espada se encontrara con la de la rubia. El peso tenía que ser
importante. Con la fuerza mágica que poseía ambos, debía de
ser como enfrentarse al peso de un grifo.
Las espadas brillaban con las luces azules y negra que
proyectaban. El rostro de Eco, perlado en sudor y era
inquietante, pensó la princesa, como la expresión del brujo
estaba completamente en blanco. Ni orgullo, preocupación o
victoria se asomaba en su cara.
Pero cuando Ragnar lanzó con su espada una onda de corte
hacia la princesa, ella gritó de dolor al no poder esquivarla del
todo y terminar con una quemadura severa en la mano.
—¡Eco! —gritó la pelirroja desesperada por llegar lo antes
posible. Lanzó uno de sus hechizos más poderosos cuando vio
que el brujo se acercaba a Eco, haciéndolo que quedara inmóvil
en su lugar, mientras luchaba por liberarse del encantamiento.
Arabella no pensaba en otra cosa más que en que los chicos
pudiesen hallar el libro, ya que veía más posibilidades en
conjurar el hechizo de liberación que matar al general al que se
enfrentaban.
Las llamas treparon por los pilares de mármol del castillo
de Nakoa. Llamas negras y grises como el humo que no
desprendían. A Arabella cada vez le costaba más trabajo
mantener el hechizo por la cantidad de magia que empleaba
164
CHAPTER 16

Ragnar para romperlo y le daba tiempo a su esgrimista para


ponerse de pie

165
17

Chapter 17

—Leal Eco, gladiadora divina. Eros oportuno, cuya flecha, dicen,


podría atravesar corazón de un colibrí. Sabia Arabella con el
cabello en llamas, y gran Atlas señor de la vida. Pensé que jamás
encontraria con ustedes
—Ragnar —dijo Eros —Idiota de penunmbras.

166
18

Chapter 18

E
ros extendió una flecha en su arco, el calor de la sangre
recién derramada dentro de estos pasillos le provocó
náuseas en la boca del estómago y el fuerte aroma
metálico solo lo mareó más de lo que estaba.
Había necesitado cada gramo de su autocontrol para con-
tenerse de no hacer ninguna estupidez cuando el malveola cortó
a Atlas con sus garras, cuando Arabella golpeó tan fuertemente
la pared que lo sorprendió que esta no se derrumbase.
Una ola de agotamiento golpeó a Eros repentinamente. Su
cuerpo imposiblemente pesado, sus músculos se aflojaron y
cedieron. Su corazón se desaceleró y sus pulmones se apretaron.
Sus pensamientos se volvieron lentos. Y cuando uno de los
hechiceros de la corte Umbra apretó aún más su poder sobre el
príncipe, cayó de rodillas. Las manchas estallaron ante sus ojos.
No podía ver. No podía respirar.
Pero él era el encargado de dar la señal y lo haría.
Eros cerró los ojos, tensó aún más la cuerda, y concentrándose
en todo el poder del fénix, disparó.
El grito del hechicero se cortó bruscamente. Es arquero
167
CASA DE SOMBRAS

tropezó hacia atrás, agarrándose el costado mientras un hilo de


sangre bajaba por su barbilla.
El control sobre los órganos y músculos de Eros se apaciguó
y desapareció. Respiró hondo y se puso de pie.
Ragnar se sentó en su trono, sin sonreír más. Sus fuerzas se
acercaron a él, y el principe dragón advirtió que varios de ellos
habían recurrido a sus habilidades. Un hombre sostenía orbes
de agua flotando sobre sus palmas, gotitas que se unían a los
arroyos que rodeaban el estrado. Otros se habían convertido a
sus fomras vestiales y los demás sostenían sus armas cargadas.
Todos esperando la orden de su monarca para acabar con la
matanza en las ruinas que iban quedando del palacio de Nakoa.
Si era así como querían jugar, Atlas les daría la pelea que
querían. Batió sus alas por el salón y envió una ola de fuego
rojo brillante por el pasillo. Los gritos de las bestias y criaturas
calcinadas solo parecieron alterar más al líder de la corte oscura.
—¡Ahora! — gritó y todas las criaturas demoniacas volvieron
a atacar. ¿Por qué Eros aún no daba la señal?
—¡Ríndete, Ragnar! —exclamó Eros sujetándose el costado
sangrante. —¡Tenemos mayor cantidad, las fuerzas de Priamos
vendrán en cualquier minuto!
Pero había algo diferente en la expresión del brujo cuando se
enderezó para mirarlo. No fue la furia o el fracaso lo que torció
su rostro.
Parecía… triunfo.
Demasiado tarde, el príncipe captó el destello de movimiento.
Demasiado tarde, su magia captó la firma de sangre que cortaba
entre la multitud y se movía. Eros apenas se había vuelto cuando
sintió el puñal estamparse en su estómago. Un dolor agudo
atravesó su carne y luego la sangre estalló, su olor envolviéndolo
nuevamente.
168
CHAPTER 18

Pudo sentir todo, como si hubiera dividido el mundo en


pedazos y hubiera visto desde las mayores alturas de los cielos
hasta las partes más profundas de los océanos, batiéndose bajo
las olas. Cada mancha de sangre, cada gota de carmesí.
Todo estaba rojo, todo ardía, la sangre tan brillante que
quemaba. Su mente y su cuerpo estaban en llamas, el dolor
eléctrico le desgarraba los huesos. Como desde la distancia,
podía escuchar a alguien gritar, o tal vez era su propia voz,
entrelazada con el sonido de una risa maníaca.
En medio del rojo ardiente había espirales de oscuridad,
pequeños al principio y luego acercándose a él, sin embargo,
con su último esfuerzo, cargó en su arco otra flecha, y usando
el resto de su poder, la soltó.
Y solo cuando las campanas de guerra comenzaron a sonar y
las reverberaciones de sus grandes y sonoros tonos tararearon
en el aire, permitió al carmesí retroceder y su mundo se volvió
negro.

—¡El mató a mi madre! Recuerdas cuando escapamos de la torre,


cuando usaste mi magia para conjurar agua. El hizo eso, solo
que uso la magia de mi madre. una fae común, para hacer un
conjuro mortal. Ocupó más que su energía y magia, utilizó su
vida.

169
19

Chapter 19

—Te reto —gruñó Arabella, deleitándose con los ensordecedores


sonidos de las campanas haciendo eco —Heriste uno de mis
brazos. Ve si puede conseguir el otro.
Haciendo acopio de una concentración y fuerza que jamás
pensó obtener usó el hechizo de campo de fuerza enviando uno
por el aire hacia el otro hechicero dejándole inconsciente en el
piso.
En el segundo que tuvo de tranquilidad, de un fuerte tirón
cortó la tela de su vestido y la amarró en un nudo improvisado
alrededor de su brazo. Eso tendría que servir por el momento
para inmovilizarlo, ya que no perdería tiempo en un hechizo
de sanación.
Con su brazo sano, conjuró los círculos de fuego y lanzó uno
por uno hacía las bestias que corrían para abalanzarse sobre
ella. Por el rabillo de los ojos veía como Kylo Kalani luchaban
espalda con espalda, de vez en cuando Atlas sobrevolaba su
cabeza y Eco seguía luchando por llegar a Ragnar y encajarle la
espada en el pecho.
Ocupada con los monstruos que tenía de frente, olvidó cubrir
170
CHAPTER 19

su espalda. Arabella volvió a aterrizar a varios metros de


distancia. El dolor estalló en su hombro lesionado cuando
lo usó para frenar su caída, doblando y rodando.
Observó con pánico como las criaturas que deberían haber
muerto incineradas volvían a ponerse de pie, pero con sus
cuerpos quemados y llenos de ampollas. Además de furiosos;
sus rasgos retorciéndose más allá del reconocimiento, los
dientes al descubierto como los animales salvajes que eram
—¡Tú! —gritó una de las criaturas con voz gutural, sacada del
mismo infierno —¡Te mataré!
Mientras lo que reconocía como un liling cargaba contra ella,
escupiendo espuma por la boca y el rostro enrojecido de furia,
Arabella se preparó para lo inevitable.
Y luego, escuchó el sonido de la magia como un rayo. Se
forzó a abrir los ojos encontrándose a su mejor amiga sacando
la espada del pecho de varias criaturas y matándolas en el acto
con Titian.
—¡Corre! —jadeó la princesa guerrera —¡Ayuda a Eros!
Arabella no necesitaba que se lo dijeran dos veces. Se puso de
pie y se dirigió directamente al emblema de Nakoa. El palacio
se había vaciado ahora. Los que quedaban eran las fuerzas
de la corte Umbra, los herederos que poco a poco estaban
siendo masacrados, además de los hermanos que apenas podían
mantenerse en pie. Los cuerpos cubrían el salón, la sangre, el
hielo y otros elementos de la batalla estaban manchados contra
el suelo, pero Arabella apenas vio nada de eso.
Cayó de rodillas ante el chico que yacía contra la pared del
salón
—Eros —su nombre salió de sus labios como una oración
mientras ponía las manos contra su costado, lugar del que
cantidades anormales de sangre emanaba. Su piel normalmente
171
CASA DE SOMBRAS

leonada estaba cenicienta y había sombras oscuras debajo de


sus ojos. Tenía los labios casi grises, como si alguien le hubiera
quitado toda la vida y el color. —Eros, por favor.
Empezó en silencio a conjurar el hechizo de sanación igno-
rando todo lo que estuviese a su alrededor.
Incluyendo las pisadas retumbantes y el enorme estruendo
de la puerta del palacio al abrirse y dejarle el paso libre a las
criaturas de todas las órdenes de Priamos.
Centauros, leones, y faes entraron al palacio sin preocuparse
por nada más que acabar con la tiranía en la que estaban
viviendo.
—¡Ataquen!
Empezaron a masacrar a las criaturas de la oscuridad; ar-
queros dando tiros certeros, esgrimistas luchando cuerpo a
cuerpo, hechicero y animales atacando a cualquier oscuro que
se le cruzara.
Arabella murmuraba palabras a toda velocidad, sentía como
sus dedos cosquillaban por la magia, como el pulso del príncipe
era cada vez más fuerte y su pecho se movía con mayor
normalidad.
Grifos ingresaron al salón dirigido por el príncipe Atlas,
quien había cambiado su forma convirtiéndose en uno de ellos.
Alzaron a los arqueros casi rozando el enorme techo del castillo,
y desde las alturas fueron matando, uno a uno a las criaturas
terrestres.
Cuando la magia se acabó y la pelirroja vio que Eros comenz-
aba a mover sus ojos aun cerrados, fue consiente de la presencia
que se acercaba a ella; sin pensárselo dos veces,
apoyó las palmas de sus manos en el suelo haciéndolo temblar
hasta formar una enorme grieta en la que monstruos fueron
cayendo.
172
CHAPTER 19

—Lo revivió ¡Maten a la hechicera! ¡Sin ella no pueden


conjurar ningún hechizo poderoso!
**Toman a Sapphiar Eros dispara***

173
20

Chapter 20

H
abía sangre por todas partes. Cuerpos por todas
partes. Varios miembros de la
guardia de honor habían caído y el estómago de
Lara se hundió mientras buscaba
a los que quedaban, en busca de Aren.
Lo encontró luchando contra un hombre enorme que em-
puñaba una cadena.
La ropa de Aren estaba ensangrentada, sus movimientos una
vez precisos ahora
eran lentos y descuidados. El guerrero amaridiano balanceó
su cadena con fuerza
y Lara siseó cuando golpeó a Aren en las costillas, haciendo
que se doblara sobre
su estómago. Instintivamente dio varios pasos en su direc-
ción, tenía su cuchillo en
mano, lista para intervenir, pero Aren se acercó, golpeó al
hombretón en la cara con
el puño y luego le clavó un cuchillo en el estómago. Ambos
cayeron como una pila.
174
CHAPTER 20

Antes de que Aren pudiera volver a ponerse de pie, otro


soldado amaridiano
arremetió contra su espalda expuesta.
Sin pensarlo, Lara se lanzó entre ellos, su cuchillo se hundió
debajo del esternón
del soldado y lo inclinó hacia arriba para perforar el corazón
del soldado.
Su peso la derribó, el viento salió de sus pulmones cuando
sus hombros
golpearon el suelo, el soldado moribundo cayó encima de ella.
Se retorcía y agitaba,
la empuñadura del cuchillo se clavaba en su estómago y no
podía salir de debajo
de su cuerpo.
No pudo respirar cuando la masa carnosa de su pecho
presionó contra su cara.
El peso se levantó abruptamente.
Lara jadeó, respiró hondo y después se apoyó sobre sus manos
y rodillas, vio que
Aren deslizaba innecesariamente un cuchillo por la garganta
del soldado muerto.
Con las manos resbaladizas por la sangre del otro hombre,
Aren la agarró por los
brazos y la atrajo hacia sí.
—¿Estás bien? ¿Estás herida? —La sujetaba de su ropa, la
sangre del marinero
muerto ocultó misericordiosamente la de sus víctimas ante-
riores.
—Estoy bien —jadeó, finalmente fue capaz de respirar—. Pero
tú no lo estás. —
Sangraba mucho por una herida en el antebrazo, pero
175
CASA DE SOMBRAS

sospechaba que eso no era


lo peor. Zoya cargó contra él, rindiéndose al frenesí de la
lucha, al
desafío, ignorando el dolor que le atenazaba los brazos
cuando la espada de
Juris chocaba contra la suya una vez tras otra. Ella era más
menuda y ligera,
así que se mantuvo dentro de la guardia de Juris, con el peso
en las puntas
de los pies.
La espada de Juris silbó al hacerle un corte en el brazo; el
dolor era
como una quemadura. Zoya sabía que estaba sangrando, pero
no le importó.
Solamente quería averiguar si él también podía sangrar.
Acometida. Desvío. Ataque. Reacción. Reacción. Reacción.
Su corazón
palpitaba con la fuerza de un trueno. Sentía en su sangre el
rugido del
viento. Notaba que su cuerpo se movía antes de que ella se lo
ordenara; el
aire silbaba en sus oídos y a través de ella. Su sangre estaba
cargada de
relámpagos. Soltó un tajo, y en el golpe percibió la fuerza
imparable del
huracán, capaz de arrancar árboles de raíz.
La espada de Juris se partió.
—Ahí estás —dijo él con su sonrisa de dragó
Al principio los leones y los perros se dedicaron a olfatear en
todas direcciones; pero luego, de improviso, un gran sabueso
encontró la pista y lanzó un ladrido. No se perdió ni un minuto
176
CHAPTER 20

a partir de entonces. En seguida todos los perros, leones, lobos y


otros animales de presa estuvieron corriendo a toda velocidad
con los hocicos pegados al suelo, mientras todos los demás,
repartidos a lo largo de aproximadamente un kilómetro por
detrás de ellos, los seguían tan de prisa como podían. El ruido
que producían recordaba el de la caza del zorro inglesa, sólo que
mejor, porque de vez en cuando con el cántico de los sabuesos
se mezclaba el rugido del otro león y en ocasiones el rugir
mucho más profundo y terrible del mismo Aslan. Corrieron
cada vez más rápido a medida que el rastro resultaba más fácil
de seguir, y luego, justo cuando llegaban a la última curva de un
estrecho y sinuoso valle, Lucy oyó por encima de todos aquellos
ruidos otro ruido; un ruido distinto que le produjo una curiosa
sensación en su interior. Era un sonido de gritos y alaridos y
del entrechocar de metal contra metal. Salieron entonces del
estrecho valle y en seguida vio el motivo del ruido. Allí estaban
Peter, Edmund y el resto del ejército de Aslan combatiendo
desesperadamente con la multitud de criaturas horribles que la
niña había visto la noche anterior; sólo que en aquel momento,
a la luz del día, parecían aún más inusitadas, más diabólicas
y más deformes. También daban la impresión de ser muchos
más. El ejército de Peter —que se encontraba de espaldas a
ella— parecía tremendamente pequeño. Además, había estatuas
desperdigadas por todo el campo de batalla, de modo que por lo
visto la bruja había estado utilizando su varita. No la usaba en
aquellos momentos, pues peleaba con su cuchillo de piedra. Era
contra Peter contra quien lo hacía —los dos estaban enzarzados
en una pelea tan enconada que Lucy apenas conseguía distinguir
lo que sucedía—, pero la niña sólo veía el cuchillo de piedra
y la espada de su hermano moviéndose a tal velocidad que
parecía como si fueran tres cuchillos y tres espadas. Ellos dos
177
CASA DE SOMBRAS

se encontraba en la parte central, y a su alrededor se extendía la


hilera de combatientes. Sucedían cosas horribles dondequiera
que ella mirara. —Fuera de mi lomo, niñas —gritó Aslan, y las
dos saltaron al suelo. Entonces, con un rugido que sacudió
toda Narnia desde el farol situado al oeste hasta las costas
del mar oriental, el enorme animal se arrojó sobre la Bruja
Blanca. Lucy vio como el rostro de la mujer se alzaba hacia él
durante un segundo con una expresión de terror y asombro. A
continuación el león y la bruja rodaron por el suelo pero ella
estaba debajo; y al mismo tiempo todas las criaturas guerreras
que Aslan había conducido allí desde la casa de la bruja se
arrojaron violentamente sobre las filas enemigas, los enanos
con sus hachas como armas, los perros con los colmillos, el
gigante con el garrote —aunque sus pies también aplastaron a
docenas de adversarios—, los unicornios con los cuernos, los
centauros con espadas y pezuñas. El agotado ejército de Peter
los recibió con aclamaciones, y los recién llegados rugieron,
mientras el enemigo chillaba y farfullaba hasta que el bosque
volvió a resonar con el estrépito de aquella arremetida.

178
21

Chapter 21

U
nas nubes borrascosas se arremolinaron en torno a
los luchadores, y
los truenos hicieron temblar el suelo. El osezno se
marchó, tapándose las
orejas con las zarpas como si huyera del sonido.
Durante un instante, y por improbable que fuera, ambos
parecieron estar
igualados. Pero Nikolai sabía que entre los talentos de Zoya
no se
encontraba aquella clase de enfrentamiento, y en efecto,
cuando Juris
realizó una finta por la izquierda, Zoya cometió el error de
intentar seguir
su movimiento.
—¡No descuides el flanco! —exclamó Nikolai.
Juris giró bruscamente y descargó su mandoble en un amplio
arco. Zoya
levantó las hachas, que parecieron brillar con un fuego azul.
Cuando las
179
CASA DE SOMBRAS

armas se cruzaron con la espada de Juris, brotaron relámpa-


gos de las hachas
y el gran guerrero soltó un rugido mientras su armadura de
escamas negras
empezaba a humear.
¿Qué acababa de hacer Zoya? ¿Y cómo había logrado resistir
la fuerza
del ataque de Juris?
—¡Bien! —dijo Juris mientras se apartaban el uno del otro.
Rotó los
hombros distraídamente, como si estar a punto de ser asado
vivo fuera una
experiencia cotidiana. Tal vez lo fuera para un antiquísimo
dragón.
El cabello de Zoya estaba húmedo de sudor, tenía la camisa
pegada a la
piel y su sonrisa era de puro júbilo; una sonrisa que Nikolai
nunca había
visto en ella. Se dio cuenta de que se estaba poniendo de mal
humor.

180
22

Chapter 22

—Creo que… Sip, estoy segura de que este sería un muy buen
momento para arrojarme por la ventana.
—Oh, vamos, Arabella. Te ves bien, todo está bien.
—¿Pero tú viste cuantas criaturas hay allí?
—Luchaste codo a codo con esas criaturas —dijo Eros
repasando con la mirada el pomposo vestido esmeralda de
Arabella —Y las gobernaremos a todas.
—¿Dónde está…?
—Aquí —se presentó Atlas con la boca llena de pastelillos
—Estos dulces mágicos son maravillosos.
—Agh, que asco, creo que te vi hasta la comida del esófago.
—replicó Eco con una mueca. Su vestido mucho más simple
que el de su amiga; blanco con detalles dorados.
Por otra parte, ambos príncipes vestían similar, pero en
distinto color; mientras que el chaleco de terciopelo y la larga
capa del príncipe Eros era de un fuerte color rojo, el conjunto
de Atlas se lucía con azul.

—Te coronó a ti princesa Eco como majestad imperial del reino


181
CASA DE SOMBRAS

de Priamos, emperatriz de Nakoa y dirigente de la orden Bellum,


lo que te convierte en general del ejército Priamí
Que tu lealtad siempre os mantenga unidos en tiempos
difíciles

—Te corono a ti príncipe Atlas, como majestad imperial del


reino de Priamos, emperador de Nakoa y dirigente de la orden
Iseda, lo que te convierte señor de la gente del bosque y la
naturaleza.
Que tu instinto siempre os guíe por el camino correcto

—Te corono a ti princesa Arabella, como majestad imperial del


reino de Priamos, emperatriz de Nakoa y dirigente de la orden
de Andaluk, lo que a su vez te convierte en suprema hechicera
elemental
Que tu sabiduría siempre se refleje en vuestro liderazgo

—Te corono a ti príncipe Eros, como majestad imperial del reino


de Priamos, emperador de Nakoa y dirigente de la noble orden
Sokol
Que tu precisión siempre os acompañe en vuestras decisiones.
Y que vuestro reinado nos bendiga a todos hasta que no queden
más estrellas por contar. Vosotros que liberaste a Priamos de la
oscuridad. Larga vida a nuestros monarcas
—¡Larga vida a nuestros monarcas!

182
23

Chapter 23

U
n mes después…
Los pasos de Eco resonaban por el mármol del
palacio. Después de la coronación habían tenido
que hacer largas visitas a diversas partes del reino como
presentación para las diversas cortes de Priamos.

Priamos, prepárate para el ataque. El Reino de Ceniza se ha


levantado fuerte y determinado. La oscuridad iluminó como sol
naciente, sin embargo, una nueva sombra está por caer en el reino.
Los ejércitos de ceniza están listos ¿Los tuyos?
Atentamente; Khione, reina de cenizas.
—No puede ser.
—¿Eso es…?
—Sí —respondió Kylo sin dejar a Eco terminar. No hacía
falta, todos sabían muy bien lo que estaba pasando —El Reino
de Ceniza acaba de declararle la guerra a Priamos.

183
Epilogue

Everly caminaba a toda prisa por el palacio, llevaba un mes


guardándose las noticias de Priamos y necesitaba urgentemente
consultar con su hermano.
Subió las enormes escaleras de mármol del palacio Cair; su
vestido lila revoloteando detrás de ella y el repiqueteo constante
de sus zapatos contra el piso la incitaba a ir más de prisa
—¿Rylan? —preguntó al aire en el estrecho pasillo sin obtener
respuesta alguna —Rylan ¿Dónde estás?
—¿Princesa Everly? —preguntó uno de los guardias a su
espalda. Ella volteó rápidamente, su larga trenza castaña
girando al mismo tiempo —Su hermano la espera en la sala
de guerra.
Everly asintió ocultando su confusión.
¿La sala de guerra? Rylan jamás le permitía entrar allí. A nadie
en realidad, tan solo a su mejor amigo y consejero, Caelum y a
sus soldados más confiables.
Cuando llegó a las enormes puertas que se extendían hasta el
alto cielo raso, golpeó tres veces la madera.
—Pasa. —dijo la voz de su hermano.
Con algo de esfuerzo, la princesa empujó el centro de las
puertas haciendo el camino para ingresar. Caelum y Rylan se
encontraban allí, ambos apoyados en una mesa redonda con un
mapa extendido sobre ella.
—Rylan ¿Tienes noticias sobre los reinos vecinos? —su
184
EPILOGUE

hermano mayor, actual rey de Alaria, la miraba con actitud


seria, pocas veces demostrada de su parte hacia ella —¿Algo va
mal?
—El Reino de Ceniza le declaró la guerra a Priamos, pero
creo que eso ya lo sabes ¿no?
Los ojos violetas de su hermano eran fríos, calculadores;
obviamente ya se había planeado todas las cosas que llevaban
carcomiendo el cerebro de Everly por semanas. Particular-
mente, desde que se había enterado de la declaración.
—Sí, lo sé. ¿Pero por qué querías verme? Nunca quieres que
me entrometa en asuntos políticos del reino
—Lo sé y no es la excepción. Pero esta vez necesitaré de tu
activa participación.
—¿De la mía? —la princesa estaba cada vez más confundida
—¿Cómo?
—Como sabrás, Priamos acabó con el régimen que llevaban
desde hace Eras. Los herederos originales regresaron a su reino
y lograron acabar con la tiranía de Ragnar, he ahí la razón por
la que el Reino de Ceniza ataca hasta ahora. Tuvieron todo este
tiempo para prepararse y temo que Priamos solo sea el primer
paso antes de intentar dominar todos los reinos colindantes
con el mar Neto, uno de ellos, Alaria. —explicó con ayuda del
mapa
—Eso lo entiendo ¿Pero qué tengo yo que ver?
—Yo me pregunto lo mismo —gruñó Caelum por primera
vez.
—Priamos cuenta con la magia más poderosa junto con el
Reino de Ceniza —reconoció Rylan encogiéndose de hombros
—Los herederos originales ascendieron al trono, y un mes y
medio atrás, fueron coronados como los nuevos reyes. He
tenido varias conversaciones con ellos, con sus consejeros y
185
CASA DE SOMBRAS

general de guerra, y hemos tomado la decisión de que una


alianza entre ambos reinos podría ser suficiente para derrotar
y conquistar al Reino de Ceniza, y repartir las ganancias en
cincuenta a cincuenta.
Everly cada vez quería saber menos del plan de su hermano.
Su vista se movió hacia Caelum, pero él solo observaba con
expresión fastidiada al rey.
—¿Alianza? Pero son nuestros enemigos, sus tropas…
—Las tropas que asesinaron a nuestros padres estaban dirigi-
das por los antiguos reyes. Confío en los nuevos monarcas para
establecer la paz entre naciones.
—¡Eso no lo sabes! ¡Atacaron Alaria! ¡Tuviste que ascender al
trono con dieciséis años, Rylan!
—Everly… —advirtió Caelum. Él sabía cuanto le afectaba a su
amigo hablar del pasado de Alaria con Priamos. Sin embargo,
la princesa no quería escuchar razones.
—¡Tú fuiste quien me crio desde los doce, ya que Priamos
asesinó a los reyes de Alaria por un estúpido tratado!
—¡No me queda otra opción! —explotó Rylan —Alaria no
tiene oportunidad contra el Reino de Ceniza, sería una masacre
y no me arriesgaré ni pondré a mi pueblo en peligro. Priamos
es poderoso, nuestra salida es una alianza de paz con ellos.
Everly lo miró con la mandíbula apretada. Amaba a su
hermano más que a nada y en este momento él se veía tan
cansado que decidió que discutir no era o mejor.
—Si Nakoa tiene tanto poder ¿Para qué querría una alianza
con Alaria?
—Le faltan números. Ellos tienen el poder, pero Alaria
cuenta con los mejores estrategas en guerras y el ejército más
numeroso.
La princesa asintió lentamente. En cierta forma tenía sentido.
186
EPILOGUE

—¿Qué tipo de alianza exactamente? —la pregunta de oro.


Everly se debatía internamente si de verdad quería escuchar la
respuesta
—Ahí es donde entras tú.
—¿Dónde entro yo?
—Que sepas que no quería llegar a esto, sin embargo, la
amenaza es demasiado fuerte y…
—Rylan, habla claro ¿Qué pasa conmigo exactamente?
Su hermano suspiró pasándose la mano por el rostro en un
gesto cansado. La corona dorada en su cabeza brillaba con la
luz que entraba por la ventana y Everly estaba segura de que la
delicada tiara que llevaba en su propia cabeza, que asemejaba
las ramas de un árbol trenzadas sobre ella, hacía lo mismo.
Dentro de su subconsciente, la princesa sabía que se estaba
concentrando en nimiedades para evadir las siguientes palabras
que serían pronunciadas. Sin embargo fue Caelum quien habló
primero, amargura en su tono de voz.
—Everly de Alaria, serás princesa consorte de Nakoa. Desde
hoy, estás comprometida con el nuevo rey de Priamos

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