A Los Pies de Jesus

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A LOS PIES DE JESÚS EN

HUMILLACIÓN (Lucas
7:47-48)
Hay diversas razones por las cuales
aparecen las lágrimas en nuestros ojos,
desde una gran alegría hasta una profunda
tristeza, pasando por el ardor de la cebolla.
Pero sin duda cuando adoramos y
entramos en la presencia de Dios es inevitable derramar nuestro corazón como aguas
delante de él, pues Su gloria, poder y amor nos envuelven.

Creo que es difícil describir lo que experimentamos en un momento así. De igual


manera cuando recordamos Su perdón, y cómo ha preservado nuestra vida y la de
nuestra familia de grandes peligros, nuestras lágrimas caen a los pies de Jesús.
Gracias Dios por tu amor y protección.

“Entonces una mujer en la ciudad, que era pecadora, como entendió


que estaba a la mesa en casa de aquel fariseo, trajo un vaso de
alabastro con perfume; Y estando detrás de él a sus pies, comenzó
llorando a regar con lágrimas sus pies, y los limpiaba con los
cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume”
(Lucas 7:36-38).

Debemos considerar las actitudes del fariseo. Vemos por ejemplo que él no
recibió al Señor Jesús cómo era digno. Pues en la cultura judía tenían como
práctica atender a los invitados al banquete con las siguientes acciones o protocolo:
sus pies eran lavados, eran recibidos con un beso como saludo de cortesía, su cabeza
era ungida con aceite perfumado (preparado con especies aromáticas, era un
perfume especial). Vemos entonces que ni siquiera trató a Jesús como un
invitado normal.
El fariseo juzgó el acto de humillación de la mujer, y a Jesús por
recibir la adoración de una pecadora (Lucas 7:39). La vida religiosa (llena de
rituales y formalismos) y la hipocresía eran características evidentes de los fariseos,
ellos siempre buscaban las maneras de ser vistos y reconocidos por las demás
personas. El espíritu fariseo juzga y cuestiona lo que el Señor Jesús hace (como
maestros de la Ley, ellos consideraban que eran tan santos que una mujer pecadora
no los podía tocar). Vemos que éste fariseo no creía en Jesús como el Mesías
(pues piensa: “sí éste fuera profeta”), sin embargo lo invitó a su casa,
seguramente quería mostrar sus influencias al tener al Maestro del cual
todos hablaban, en su casa.

En contraste veamos ahora las actitudes de nuestro Señor Jesucristo. En


primer lugar, Él recibe el servicio de una “pecadora”; esto nos enseña que para
Jesús tiene mayor valor un corazón sincero, que los títulos, posiciones y todas las
prácticas religiosas que podamos hacer y conocer. Las lágrimas a los pies de Jesús
son una expresión de humildad y reconocimiento de nuestra condición y necesidad
de él. En segundo lugar, vemos que Jesús enseñó al fariseo lo que es la verdadera
humillación. Ésta va más allá de llorar, levantar las manos o alzar la voz, le enseña
que la verdadera humillación nace en el corazón que con sencillez y
honestidad reconoce su condición, y recibe por la fe en Jesús la gracia de Dios al
perdonar sus pecados y darle el privilegio de entrar en Su gloriosa presencia. Ante
todo esto es inevitable que caigan las lágrimas a los pies de Jesús. En tercer lugar,
vemos que el Señor Jesús defiende a quien se humilla (Lucas 7:44-46, 50). Jesús
le dice: “No mediste agua para mi pies, no me diste beso, no ungiste mi cabeza con
aceite… pero ésta con sus lágrimas ha regado mis pies y con su cabello los ha secado,
ha besado también mis pies y con su perfume los ha ungido” y finalmente le dice a
ella “Tu fe te ha salvado, ve en paz”.

Recordemos que para el fariseo era una pecadora indigna de tocar al Maestro, pero
Jesús la honró delante de todos los que allí estaban, porque Jesús defiende y honra a
quienes le honran.

CONCLUSIÓN-
Vemos en cuarto lugar, que Jesús enseña algo muy importante: El grado de
revelación de tu perdón, determina tu nivel de humillación (Lucas 7:47). El fariseo no
adoró al Señor Jesús, porque su justicia estaba basada en actos humanos y religiosos.
La mujer que llegó lo adoró, porque solo en Jesucristo el ser humano encuentra la
gracia del perdón. Cuanto más entendemos el perdón del Señor, más
grande es tu amor por él, más profundo será tu nivel de humillación, tu
entrega a él.
A LOS PIES DE JESÚS EN
ADORACIÓN (JUAN 12:3)

Todos sabemos lo que significa pasar junto


a un lugar donde hay un mal olor, como un
montón de basura, un zorrillo muerto o una
granja, y el instinto nos mueve a alejarnos de allí lo más pronto posible. También
sabemos que el aroma del pan recién horneado o la fragancia de un ramo de rosas
frescas tiende a atraernos y aspiramos profundo para deleitarnos con la
fragancia. Bien, imagínese cómo habrá sido el aroma que se propagó en el lugar
donde la mujer ungió a Jesús. El Evangelio según San
Juan nos dice que “toda la casa se llenó del aroma del
perfume”
Juan 12:3- “Entonces María tomó una
libra de perfume de nardo puro, de
mucho precio, y ungió los pies de
Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y
la casa se llenó del olor del perfume.”
Cabe señalar que esta mujer llamada Maria no
es la misma que hablamos ayer. ¿Por qué? La que hablamos ayer dice que era
pecadora. Maria de la que leímos en este pasaje es la hermana de Lazaro y ella no
era considerada pecadora. Esta no solo ungió sus pies sino que también ungió su
cabeza. También la conversación que tuvo Jesus es muy diferente al relato que
leímos ayer.
Pero hoy quiero enfocar este mensaje en los resultados de una máxima
adoración. Es importante señalar también que la adoración no es algo que te
obligan a ofrecer, la adoración no es llorar, cantar tu canción favorita, tampoco es
danzar y correr por toda la congregación todo eso es parte de las expresiones que
acompañan la alabanza. pero la adoración va mucho más allá. Nace de tu corazón,
No porque te lo están pidiendo sino porque hay agradecimiento en tu vida. Esto
fue lo que le sucedió a María (hablar de la resurrección de Lázaro y porque
Jesús los visitaba ese día) Ella sintió un deseo de expresar agradecimiento y

tomó lo que más valor tiene y lo quebró para ofrecerlo a Jesus en ofrenda y esto es
adoración.
La adoración provoca que la casa se llene del olor de tu perfume. Quiere
decir que cuando tu eres un adorador tú perfumas el área donde tu llegas. ¿Qué
huele en tu hogar?¿A qué hueles? Hay muchos que huelen a rencor, a muerte,
2 Cor 2:15-16- 15 “Porque para Dios somos grato olor de
Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos
ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor
de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es
suficiente?”
Pero para eso estamos aquí porque queremos postrarnos en adoración, y te
pregunto qué estás dispuesta a ofrecer, Maria ofreció lo más valioso que ella tenía.
Pues si Jesus quiere tu corazón, tus deseos, tus emociones que se los entregues en
sacrificio de alabanza. Hebreos 13:15- Así que, ofrezcamos
siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es
decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Porque
sacrificio porque es una adoración que cuesta, que requiere renuncia, y entrega.
Es donde muere tu yo y Cristo es exaltado en tu vida para que donde quiera que
vayas otros puedas oler tu perfume.
DIOS BUSCA ADORADORES
De esos que se entregan, de esos que adoran con todas sus fuerzas. Juan 4:23-
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;
porque también el Padre tales adoradores busca que le
adoren.”
Cuando eres de las que adoran esto traerá como resultado que cambien la
atmósfera donde estas, que se hable bien de ti y que te recuerden por tu nivel de
adoración.

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