Psicologia Del Desarrollo Ninez 2edicion 2018 Completo

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CAPITULO 5

Período Prenatal
Faas, A.E. y Ferrero, M.J.

1. El desarrollo prenatal

1.1. Principios del desarrollo


El organismo humano normalmente se desarrolla aproximadamente
9 meses dentro del vientre materno hasta su alumbramiento entre las 38
y 40 semanas de gestación. El desarrollo del nuevo ser comienza con la
fecundación, cuando un espermatozoide fecunda el óvulo. Allí se forma
la primera célula denominada huevo o cigoto que contendrá la
información genética necesaria para el desarrollo del bebé humano
(Langman, 2004).
Dos principios fundamentales guían el desarrollo del organismo
humano tanto antes como después del nacimiento:
Principio Céfalo-Caudal: según el cual el desarrollo progresa
desde la cabeza hasta la parte inferior del cuerpo o “cola”. Cefálico
refiere a cabeza y caudal a cola por lo que desde este principio el
desarrollo va “de la cabeza a la cola”. Cuando las células comienzan a
diferenciarse en estructuras y órganos, la forma del embrión termina en
su parte inferior en algo parecido a una cola (véase figura de embrión
de 6-7 semanas). De hecho, a los pocos días de fecundado se observa la
aparición de una estructura que más tarde será el cerebro, mientras que
el resto del cuerpo se va armando posteriormente. De acuerdo con este
principio, mientras más cerca de la cabeza esté el órgano, con mayor
rapidez logrará su madurez. El ritmo del desarrollo es más veloz en el
extremo cefálico que en el caudal. En consecuencia, cuando el niño
nace, la estructura más desarrollada es la cabeza, mientras que las más
inmaduras son las extremidades. Puede claramente observarse el gran
tamaño de la cabeza que caracteriza al embrión humano, siendo el
cerebro y los ojos exageradamente grandes.A las ocho semanas de
gestación aproximadamente la cabeza del embrión ocupa prácticamente
la mitad del cuerpo y al nacer mide la cuarta parte del tamaño del
recién nacido. A medida que el desarrollo avanza el cuerpo se va
proporcionando y van tomando protagonismo otras partes del cuerpo
como tronco y porciones inferiores como lo muestra la figura:
http://3.bp.blogspot.com/-GHE7tm0JI_Q/Ud3eZPxNRkllDi4/CvsnxGHQw/s160/r2.jpg

Principio Próximo-Distal: en función del cual el desarrollo avanza


desde el tronco o centro del cuerpo a las extremidades,“de cerca a lejos”.
En el embrión, cabeza y tronco se desarrollan antes que las extremidades así
como brazos y piernas lo hacen antes que los dedos de manos y pies. Según
este principio, los órganos que están más próximos al eje del cuerpo se
desarrollan primero que los más distantes. Este principio explica porque se
adquiere primero la motricidad gruesa y después la fina.

1.2. Fases del Desarrollo Fetal


Durante el desarrollo in-útero se pueden distinguir períodos o fases
que cara y pueden resumirse como sigue:
Período germinal: Este período comienza con la fecundación y
culmina con la implantación del huevo aproximadamente a los 14 días.
Paulatinamente el huevo se divide, complejiza, atraviesa la trompa de
Falopio e implanta en la pared del útero. A los dos días y medio luego de la
fertilización el huevo o zigoto se divide rápidamente, lo que se denomina
mitosis. Este período de división celular implica el más rápido crecimiento
de todo el ciclo vital humano. A las 72 horas de su implantación la división es
de 16 a 32 células, a las 96 horas es de 64 y así continua la división hasta que
la única célula original se convierte en más de 800 mil millones de células
especializadas que constituyen el cuerpo humano. El viaje del óvulo al útero
dura aproximadamente 3 días, al llegar su forma ha cambiado a una esfera
llena de líquido denominada blastocito que se implantará en la pared del
útero. En uno o dos días más, y gracias al proceso de diferenciación celular,
las paredes del blastocito se engrosan y se desarrolla el embrión. A partir de
allí se da un proceso de diferenciación que implica:
1. Una capa superior o ectodermo: piel, uñas, cabello, dientes,
órganos de los sentidos y sistema nervioso se derivan de esta capa.
2. Una capa inferior o endodermo: sistema digestivo, hígado,
páncreas, glándulas salivales y sistema respiratorio se derivan de
esta capa.
3. Una capa intermedia o mesodermo: esta capa se desarrolla
posteriormente y de ella se derivan capa interna de la piel,
músculos, esqueleto, sistema excretor y circulatorio.
Otras partes del blastocito se convierten en placenta, cordón umbilical
y saco amniótico. El cordón umbilical (unido a la placenta) lleva al bebé el
oxígeno y nutrientes que necesita, la placenta está relacionada con la
inmunidad interna y produce las hormonas que sostienen al bebé durante la
gestación, las que entre otras cosas, estimulan las contracciones uterinas
durante el parto y preparan el pecho materno para la lactancia. El saco
amniótico protege al bebé y le brinda un medio óptimo para el movimiento y
el registro de estímulos.
Período embrionario: Va de los 14 días a las 8 semanas de gestación.
Aquí los principales órganos y sistemas corporales se desarrollan. Por ello,
las influencias externas como enfermedades, agentes tóxicos o infecciosos
pueden ser críticas en este período. Muchos abortos espontáneos
ocasionados por anormalidades severas ocurren en este período.
Período Fetal: Va de la 8va semana gestacional hasta el parto. Aquí el
feto aumenta sustancialmente su tamaño y complejiza sus órganos y
sistemas corporales. El feto crece desde 8 gramos en la octava semana hasta
aproximadamente 3.400 gramos al nacimiento, un aumento de 425 veces. La
mayor parte de la masa se adquiere en el tercer trimestre (del séptimo al
noveno mes); si bien, el feto crece en longitud fundamentalmente en el
segundo trimestre (del cuarto al sexto mes). El crecimiento del feto se
acompaña de cambios drásticos en las proporciones, sobre todo, en la
relación de la cabeza con el resto del cuerpo. Es así como la cabeza es
grande con respecto al cuerpo, en los primeros 4 meses de gestación, y
normaliza las proporciones gradualmente entre el quinto y noveno mes. Es
en este período cuando comienzan los latidos cardíacos y los movimientos
fetales. Paulatinamente el feto se va tornando más activo exhibiendo
conductas que involucran diferentes reflejos, movimientos de rotación y
flexión y, cuando comienza el último trimestre, hasta habilidades de
procesamiento de estímulos de diversas modalidades sensoriales (véase Tabla
I).
Tabla I: Evolución del desarrollo fetal mes a mes

Fin
Tamaño y masa
del Cambios representativos
aproximado
me
s
El tamaño del organismo es 10.000 mayor que el
zigoto exhibiendo el mayor crecimiento pre o posnatal.
En la cabeza aparecen las prominencias que darán
lugar a ojos, nariz y oídos y en el cuerpo a las
1 0.6 cm. extremidades. Comienza a formarse el corazón que ya
late, la columna vertebral y el sistema nervioso central,
cuyos indicios pueden apreciarse a partir de la 3°
semana. Los grandes sistemas y órganos también
comienzan a formarse como el aparato digestivo,
riñones e hígado.
El feto tiene gran cabeza, que ocupa la mitad de su
cuerpo. Se distinguen las partes de la cara aunque los
ojos están todavía muy separados y los párpados se
hallan fusionados. La nariz es plana. Se inicia la
osificación y los vasos sanguíneos principales. Se
2 3 cm. 8 g. distinguen las extremidades superiores e inferiores y
los dedos están bien formados. Ya lo reviste una fina
capa de piel que es sensible al tacto. Continúa el
desarrollo de muchos órganos internos. El estómago
ya produce jugos digestivos, el hígado produce células
sanguíneas y los riñones eliminan ácido úrico.
Su cabeza ahora ocupa la tercera parte de su cuerpo y
su frente es amplia. Aunque los ojos se han
desarrollado casi por completo, los párpados todavía
se encuentran fusionados, se desarrolla el puente
nasal, las cuerdas vocales, se observan los labios y los
oídos externos. Ya se puede determinar el sexo. Están
3 7.5 cm. 30 g. formadas por completo las extremidades y se
desarrollan las uñas. Es detectable el latido cardiaco.
Continúa la osificación y el desarrollo de los sistemas
orgánicos y corporales. Ya es detectable la respiración,
la deglución de líquido amniótico y la producción de
orina. Comienzan los movimientos y responde a la
estimulación con reflejos como el palpebral, succión,
prensión, babinski. Estos movimientos aún no puede
sentirlos la madre.
La cabeza ocupa la cuarta parte del cuerpo respetando
la proporción que tendrá al nacer. La cara adquiere
rasgos humanos y aparece pelo en la cabeza. El
cordón umbilical crece rápidamente y la placenta está
4 20 cm. 150 g. completamente desarrollada. Muchos huesos están
osificados y se inicia la formación de las articulaciones.
Ocurre con rapidez el desarrollo de los aparatos
corporales y aumenta el tono muscular, mostrando
movimientos y reflejos más intensos. La madre ya
puede sentir los movimientos fetales.
Fin
Tamaño y masa
del Cambios representativos
aproximado
me
s
La cabeza está menos desproporcionada en relación
con el resto del cuerpo. Ya se observan ritmos de
sueño- vigilia. Adquiere una posición fetal y está más
activo. Aparecen las cejas, las pestañas, crece más
25 a 30 cm. 300 cabello y el cuerpo se reviste de un vello fino (lanugo).
5
a 450 g. Se forma la grasa parda, que es el sitio de producción
del calor y comienzan a funcionar las glándulas
sudoríparas y sebáceas. Es frecuente que la madre
sienta los movimientos fetales. Continúa el desarrollo
acelerado de los aparatos corporales.
Disminuye la velocidad de crecimiento. Se separan los
párpados y puede abrir los ojos y mirar en diversas
direcciones. Sus movimientos son constantes, empuña
27 a 35 cm. 550
6 y abre sus puños, rota y se estira. Ya puede oír los
a 800 g.
sonidos que pasan filtrados a través del líquido
amniótico. El sistema respiratorio no está maduro por
lo que, en general, no vive fuera del útero.
El feto de siete meses (prematuro) puede sobrevivir
fuera del útero. Ya tiene patrones reflejos
completamente desarrollados y responde a una
35 a 45 cm.
7 variedad de estímulos. Su SNC es funcional para
1500 a 2500g adquirir información de su medio uterino. Por lo
general, ya adquiere la posición de cabeza (con los
pies hacia la cabeza materna) que colaborará en el
parto. Su piel se arruga y puede comenzar a perder
lanugo. Su cabello seguirá creciendo.
Comienza a estrecharse su espacio por lo que se
reducen sus movimientos. Se deposita la grasa
45 a 50 cm. 2500 subcutánea que le permitirá ajustarse a las diferentes
8
a 3000g temperaturas fuera del útero. Disminuyen las arrugas
de la piel. Tiene altas chances de sobrevivir fuera del
útero aunque debe controlarse la madurez pulmonar.

Deja de crecer. Los varones tienden a ser más


grandes. Se acumula más grasa subcutánea y los
50 cm. sistemas orgánicos operan de manera eficiente,
9 aumenta la frecuencia cardíaca y elimina más
3000 a 3500g desechos por el cordón. Se desvanece el color rojizo
de la piel Se esfaceta el lanugo. Las uñas crecen hasta
el extremo de los dedos e incluso más allá.
2. La transición a la maternidad/paternidad
Cuando la llegada de un bebé se anuncia en la familia ocurren una
serie de ajustes, adaptaciones y cambios que no sólo son a nivel físico y
biológico en la madre sino que implican todo un repertorio de
transformaciones a nivel psicológico y social que afectan a ambos padres y a
la familia toda. Brazelton sostiene que estos cambios ocurren desde el
momento mismo del embarazo y que evolucionan con el desarrollo
progresivo del feto, quien no sólo aumenta en tamaño y crecimiento sino
también en capacidades. Los padres transcurren por la adaptación a la
noticia al comienzo del embarazo, la percepción de los movimientos fetales
entre el 4° y 5° mes que los conecta con el niño de una manera particular
hasta que finalmente, en el último trimestre, ya son capaces de brindarle
una individualidad distintiva al niño que está por nacer (Brazelton y Cramer,
1993).
Desde la antigüedad hasta nuestros tiempos se puede apreciar que
existieron diversos modos de relación madre-hijo, pero a pesar de los
avatares de las distintas épocas, existió una fuerza prevalente: la necesidad
de nuestra especie de preservar a los bebés a través del cuidado y de la
comunicación humana. En el ser humano, el fenómeno de la maternidad
excede el hecho biológico y tiene un significado a nivel social, cultural y
psicológico. Muchos autores lo denominan maternalización o maternaje.
De acuerdo a Oiberman (2008) la maternidad como fenómeno
psicobiológico, y crisis vital evolutiva, reactiva conflictos del pasado y
potencia las problemáticas presentes, sobre todo las relacionadas con los
vínculos con los otros. En este sentido, representa una crisis que afecta a
todo el grupo familiar, que es atravesada por la mujer en función de:
— Su historia personal.
— La estructura de su personalidad.
— Su situación presente (conyugal, familiar y social).
— Las características del bebé.
— La ubicación de ese niño en el encadenamiento histórico de su familia.

Durante mucho tiempo, la psicología evolutiva limitó su campo de


estudio a los procesos de desarrollo durante la infancia y adolescencia. A
partir de que la adultez y la senectud empezaron a ser objeto de estudio, los
investigadores se interesaron por aquellas experiencias vitales que, más allá
de la infancia, parecían tener un gran impacto en el desarrollo;
acontecimientos que desencadenaban momentos de desequilibrio y conflicto,
que requerían adaptarse a nuevos roles y nuevas exigencias.
Convertirse en padres es uno de los acontecimientos que puede ser
definido en estos términos. De este modo, la maternidad y paternidad es
considerada como una transición evolutiva desencadenante de procesos de
cambio, de tensiones y redefiniciones de la propia vida y de las relaciones
personalmente significativas.
La transición a la maternidad y la paternidad se inicia cuando mujer y
hombre saben que van a convertirse en madre y padre. A partir de ese
momento comienza un período de duración variable que supone la
adaptación a una situación que plantea
importantes demandas y requiere la adopción de nuevos roles. Algunos de
estos cambios son más transitorios y otros tendrán efectos más permanentes.
Se considera que la transición termina cuando los cambios se estabilizan.
Teniendo en cuenta las diferencias familiares, hay un cierto acuerdo en
situar el final de esta transición en torno a los dos años después del
nacimiento del bebé.
Durante la segunda mitad del siglo XX se inician las primeras
investigaciones en este campo, procedentes de sociólogos centrados en el
estudio de la familia. Estos primeros estudios abrieron el debate respecto a
si la transición a la maternidad y la paternidad debía considerarse como una
crisis o como una transición normal del ciclo familiar. Es en las décadas de
los ochenta y de los noventa cuando se da una importante proliferación de
investigaciones y publicaciones. Si bien, los resultados de estos estudios no
apoyan la idea de que el hecho de convertirse en madre y padre supone una
crisis inevitable para la pareja, hay un amplio consenso en considerar este
período como un proceso potencialmente estresante (Cowan y Hetherington,
1991; Maldonado-Duran y Lartigue, 2008).
Las tareas relacionadas con el cuidado y la crianza de un bebé, los
posibles cambios en las relaciones conyugales, la necesidad de
compatibilizar distintos roles, los cambios de hábitos, las restricciones a la
libertad personal, las repercusiones sobre la actividad profesional o los
costos económicos, son algunos de los aspectos que pueden resultar
problemáticos.
Si bien es cierto que la llegada de un bebé requiere importantes
cambios, no es menos cierto que la maternidad y paternidad conllevan
indudables satisfacciones y efectos positivos tanto a nivel personal como
social. Los lazos emocionales que se crean con el cuidado y contacto directo
con el bebé, los sentimientos de desarrollo y realización personal, el sentido
de cohesión familiar y el valor social que siguen teniendo los hijos,
continúan siendo razones argumentadas por los adultos a la hora de decidirse
a afrontar con ilusión la compleja tarea de convertirse en padres (Brooks,
1996).
Brazelton y Cramer (1993) efectúan importantes aportes en relación a
los diversos factores que intervienen en el establecimiento del vínculo
temprano entre padres y bebés. De acuerdo a estos autores, el vínculo con
un recién nacido se construye sobre relaciones previas con un hijo imaginario
y con el feto en desarrollo que ha formado parte del mundo de los padres
durante los nueve meses de embarazo. Distinguen dos etapas en el
establecimiento de esta relación temprana:
— Prehistoria del vínculo: hace referencia al conjunto de fuerzas
biológicas y am- bientales, que llevan a mujeres y hombres a desear
tener hijos, y las fantasías que estos deseos suscitan.
— Albores del vínculo: donde describen la progresión de etapas durante
el embara- zo, y los nueve meses de adaptación al feto en
crecimiento.
En la prehistoria del vínculo, los autores analizan las transformaciones
causadas por el embarazo mismo y las reacomodaciones emocionales y
fantasías que aparecen a medida que la mujer desarrolla su nueva identidad
como madre.
El deseo de una mujer de tener un hijo es producto de muchos motivos
e impulsos diferentes. Entre ellos encontramos:
— Identificación: todas las mujeres han experimentado alguna forma de
cuidado ma- terno durante su desarrollo, han aprendido por imitación
los comportamientos maternales. El contexto fomenta este proceso
de identificación inconsciente con la madre y las figuras maternales,
reforzando este tipo de aprendizaje por ejemplo en los juegos
dramatizados que implican roles maternos.
— El deseo de ser completa y omnipotente: se corresponde con el deseo
narcisista de conservar una imagen idealizada de una misma como
persona completa y omnipotente, el deseo de duplicarse y de cumplir
los propios ideales. Este deseo encuentra satisfacción tanto durante
el embarazo como ante la llegada del hijo. El embarazo ofrece una
oportunidad de ser plena, de ser completa, de experimentar su
cuerpo como potente y productivo. En el deseo narcisista de
completarse a través del hijo la madre contemplará al niño como una
exten- sión de sí exhibiéndolo con orgullo.
— El deseo de fusión y unidad con otro: hace referencia a la fantasía de
la simbiosis, de la fusión de una misma y el hijo, que a su vez está
asociado al deseo de volver a la unidad con la propia madre. Para el
autor, este deseo constituye una fase vital del desarrollo normal,
fundamental para el mantenimiento de la autoesti- ma. Después del
parto, el desarrollo y mantenimiento de actitudes maternales de
vínculo, van a depender de que la mujer recobre estas fantasías de
unidad con su propia madre.
— El deseo de reflejarse en el hijo: se relaciona con la sensación de
inmortalidad, el hijo representa una promesa de continuidad.
Reflejarse es una dimensión fundamental del narcisismo, del
desarrollo y mantenimiento de una autoimagen sana. El hijo amado
implicará amar la propia imagen reproducida. El hijo desea- do
implica la esperanza de duplicarse generando una sensación de
inmortalidad en la continuación. El hijo es visto como el siguiente
eslabón de una cadena que une a cada progenitor con sus propios
padres y antepasados.
— Cumplimiento de ideales y oportunidades perdidas: el futuro hijo
representa la oportunidad de superar transigencias y limitaciones. El
hijo imaginario entraña el ideal del yo del progenitor y sólo puede
imaginársele perfecto. Este tipo de deseos se tornan indispensables
ya que favorecen el establecimiento del vín- culo de apego: la mamá
debe ver a su hijo como algo único, como un potencial redentor de
esperanzas perdidas y como un ser con pleno poder para cumplir sus
deseos. Ella puede dejar de lado después del parto, sus propias
necesidades narcisistas, porque ahora están depositadas en el bebé.
— El deseo de renovar viejas relaciones: la expectativa de recobrar
vínculos pasados también constituye un incentivo para desear un hijo.
Al hijo fantaseado se le atribuyen poderes mágicos: el poder de
reparar viejas separaciones, de negar el paso del tiempo y el dolor de
la muerte de seres queridos. Los embarazos tras la pérdida de
familiares cercanos son frecuentes. En muchos casos, la expecta- tiva
de recobrar vínculos pasados es un incentivo para tener un hijo y el
futuro niño actúa como “reparador” reviviendo en la familia viejos
lazos perdidos.
— La oportunidad tanto de reemplazar como de separarse de la propia
madre: en su deseo de tener un hijo, la madre experimenta una
singular forma de doble identificación. Se identifica simultáneamente
con su propia madre y con su feto. Sobre la base de experiencias
pasadas con su madre y ella misma como bebé, construirá el conjunto
de ideas y creencias en relación a los roles y atributos de cada uno.

Estos deseos que acabamos de enumerar juegan un papel fundamental


en el establecimiento del vínculo, preparando las condiciones para que el
mismo se materialice tras el nacimiento del hijo.
Por otro lado, durante los albores del vínculo, los autores ubican el
nacimiento del apego parental y distinguen durante el embarazo tres tareas,
cada una de ellas asociada con una etapa del desarrollo físico del feto.

1. Primera Etapa: Aceptación de la noticia.


Los padres se adaptan a la noticia del embarazo, iniciando una nueva
etapa en sus vidas. La relación de “uno a uno” que tienen entre ellos deberá
evolucionar para convertirse en un triángulo. Se reactivan conflictos de la
infancia, la primer fantasía que aparece es la de evitar los conflictos de su
propia niñez y convertirse en padres perfectos. También surgen sentimientos
de temor y ambivalencia, frente a la fantasía de tener un hijo con
problemas. Como recurso defensivo, es frecuente que la mamá, comience a
idealizar a su hijo en esta etapa. Teniendo en cuenta este tumulto de
emociones ambivalentes que se despiertan en esta etapa, se torna necesario
el acompañamiento y apoyo afectivo, ya sea en la familia o en el ámbito de
los equipos de salud.
En este sentido; la ley nacional N°25.929 de Parto Humanizado
contempla estas necesidades al establecer el derecho de todas las mujeres a
transitar un embarazo,parto y posparto respetado. Esto es, a grandes rasgos,
que ella decida desde quién la acompañará durante el proceso, pasando por
en qué posición parir, hasta si quiere o no recibir anestesia. La legislación
indica que toda mujer, en relación con el embarazo, el trabajo de parto, el
parto y el postparto, tiene los siguientes derechos: a) A ser informada sobre
las distintas intervenciones médicas que pudieren tener lugar durante esos
procesos de manera que pueda optar libremente cuando existieren
diferentes alternativas, b) A ser tratada con respeto, y de modo individual y
personalizado que le garantice la intimidad durante todo el proceso
asistencial y tenga en consideración sus pautas culturales, c) A ser
considerada, en su situación respecto del proceso de nacimiento, como
persona sana, de modo que se facilite su participación como protagonista de
su propio parto, d) Al parto natural, respetuoso de los tiempos biológico y
psicológico, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no
estén justificados por el estado de salud de la parturienta o de la persona
por nacer, e) A ser informada sobre la evolución de su parto, el estado de su
hijo o hija y, en general, a que se le haga partícipe de las diferentes
actuaciones de los profesionales, f) A no ser sometida a ningún examen o
intervención cuyo propósito sea de investigación, salvo consentimiento
manifestado por escrito bajo protocolo aprobado por el Comité de Bioética,
g) A estar acompañada por una persona
de su confianza y elección durante el trabajo de parto, parto y postparto, h)
A tener a su lado a su hijo durante la permanencia en el establecimiento
sanitario, siempre que el recién nacido no requiera de cuidados especiales, i)
A ser informada, desde el embarazo, sobre los beneficios de la lactancia
materna y recibir apoyo para amamantar,
j) A recibir asesoramiento e información sobre los cuidados de sí misma y del
niño, k) A ser informada específicamente sobre los efectos adversos del
tabaco, el alcohol y las drogas sobre el niño y ella misma.
Tanto las obras sociales como las empresas de medicina privada
deberán instrumentar las medidas y ejecutar los cambios necesarios para
garantizar el cumplimiento de la ley. Para luego fijar que “cada persona
tiene derecho a elegir de manera informada y con libertad el lugar y la
forma en la que va a transitar su trabajo de parto (deambulación, posición,
analgesia, acompañamiento) y la vía de nacimiento” y “el equipo de salud y
la institución asistente deberán respetar tal decisión, en tanto no
comprometa la salud del binomio madre-hijo/a. Asimismo, toda mujer
“tiene derecho a estar acompañada por una persona de su confianza y
elección”. Asimismo, la norma prevé que “con el objeto de favorecer el
vínculo precoz, el equipo de salud deberá fomentar desde el momento
mismo del nacimiento e independientemente de la vía del parto, el contacto
del recién nacido con su madre y familiares directos o acompañantes que
ésta disponga”. Asímismo,“la institución deberá brindar a la mujer las
condiciones necesarias y adecuadas para que pueda amamantar, desde la
sala de partos y durante toda su internación”.
En definitiva, la ley viene a poner de relieve la importancia de generar
un espacio familiar donde la mamá y su bebé sean los protagonistas y donde
el nacimiento se desarrolle de la manera más natural posible.

1I. Segunda Etapa: Los primeros indicios de un ser separado.


Los padres comienzan a reconocer al feto como un ser separado de la
madre, que se confirma con la percepción de los primeros movimientos
fetales. Esto suele ocurrir durante el quinto mes de embarazo cuando los
primeros movimientos del bebé son percibidos por la madre. Desde el punto
de vista psicológico el bebé ha comenzado a adquirir autonomía. Es posible
afirmar que es aquí donde empieza el vínculo más temprano, ya que ahora
hay un ser separado, y por lo tanto la posibilidad de una relación. Al tiempo
que se producen cambios visibles en su cuerpo, surgen nuevas fantasías en la
madre basadas en la relación infantil con su propia madre, de esta manera
puede identificarse con el feto ahora perceptible, y también revivir sus
propios deseos de fusión y simbiosis con su madre. Por otra parte, otro factor
que colabora en favor de la percepción del bebé como ser independiente, es
el reconocimiento por parte de la madre, del rol del padre. Reconocer el rol
del padre no sólo ayuda a la futura madre en la tarea de separarse del feto y
de diferenciarlo de sus fantasías, sino que también le da la tranquilidad de
que no será la única responsable de cualquier éxito o fracaso.
II1. Tercera Etapa: El aprendizaje sobre el futuro bebé.
Durante los últimos meses de embarazo, los padres comienzan a
personificar al bebé, a verlo como un individuo separado y real. Comienzan a
elegir nombre, preparar la casa y planificar la nueva vida cotidiana que
implicará la llegada del niño. La personificación del feto por parte de los
padres y la creciente actividad de éste durante los últimos meses colaboran
en la construcción del vínculo entre ambos. Mientras el feto es más y mas
activo crece en la mamá la capacidad de reconocer los ciclos y patrones de
movimientos y actividad de su hijo. Cómo se ajustan las respuestas a ello
puede considerarse como las primeras formas de interacción temprana. Se
sabe que los movimientos fetales evolucionan en intensidad y forma, desde
unos 200 movimientos en la semana 20 hasta un máximo de 575 en la semana
32. Por lo general, los informes de las madres coinciden con las mediciones
objetivas de los movimientos en el feto. En relación a los ciclos de actividad,
la mayoría de las madres predice que los picos de movimiento fetal ocurrirán
durante momentos de inactividad para ella. Es posible que el feto se adapte
al descanso-actividad de la madre. Cuando la madre está activa, el feto
permanecerá quieto. Cuando ella está quieta, el feto empezará a moverse
por las paredes uterinas.
Que la madre pueda predecir los movimientos del feto y su adaptación
a sus propios ritmos de sueño-vigilia con precisión implica considerar al hijo
como persona separada, que se ajusta a ella y viceversa, lo que va
construyendo el vínculo entre ambos. Finalmente, en el último trimestre, el
feto responde a diversos tipos de estimulación como la visual, auditiva y
cinestésica. Con técnicas de estimulación específicas y no invasivas hoy se
sabe que cerca de los 6 meses los fetos responden a sonidos, presiones y
vibraciones y hasta luces de distinta intensidad que se colocan sobre el
abdomen de la madre. El feto aprende sobre estos estímulos, no sólo
respondiendo abiertamente a la información que registra sino también
demostrando habituación cuando estos se repiten en el tiempo. La no
habituación puede indicar signos de estrés fetal e irritabilidad del sistema
nervioso. Las variaciones observadas en la respuesta a estímulos dependen
no sólo de la frecuencia y familiaridad que para el feto tienen los mismos,
sino también de la intensidad con la que se presentan y de cómo modula el
niño sus estados de sueño vigilia. Estas respuestas diferenciadas a los
estímulos externos son percibidas como señales por la madre, la que ajusta
sus respuestas de manera concomitante, lo que inicia la sincronía entre
madre e hijo.

Cuando se produce el parto, entonces, la madre ya está preparada


para afrontar la conmoción de la separación anatómica, la adaptación a un
bebé particular y, sobretodo, una nueva relación que combinará sus propias
necesidades con las del niño. Winnicot describió como una forma de
“enfermedad normal” a esta situación en la que se ve envuelta la madre
cuando debe “calzarse los zapatos del bebé”. Señala que, al momento del
nacimiento, la madre tiene las misiones de asumir:
— El abrupto término de la sensación de fusión con el feto y las
fantasías de inte- gridad propiciadas por el embarazo
— Los sentimientos de extrañeza que implican la adaptación a un nuevo
ser
— Las características del bebé real llorando al hijo “perfecto” imaginario
— El temor de dañar al bebé indefenso (común en madres primerizas)
— La total dependencia del bebé, tolerando y disfrutando de las
exigencias que esto implica (en particular si da el pecho)

Esta “conmoción” implica una nueva identificación maternal, una


focalización de los afectos de la mujer y la capacidad de reconocer y
adaptarse a una nueva realidad ineludible. Estos cambios en la madre no son
ajenos a los que debe experimentar el padre. En ambos, el recién nacido
constituirá una poderosa fuerza en su nueva vida, capaz de contribuir desde
el principio a la relación en desarrollo (Brazelton y Cramer, 1993).
CAPITULO 6
El recién nacido
Faas, A.E.

1. Etapas del parto

Aproximadamente 15 días antes del nacimiento comienza lo que se


denomina “trabajo de parto”. El parto es el proceso expulsivo del feto que
se inicia mediante contracciones uterinas graduales y progresivas que ayudan
a que éste descienda por el canal de parto. Cuando el descenso se produce,
la progesterona, que durante la gestación mantiene relajados los músculos
uterinos y le da firmeza al cuello uterino, cambia su equilibrio en relación al
nivel de estrógenos, los que al aumentar rápidamente contraen el útero y
aportan laxitud al cuello. Al mismo tiempo, la placenta produce la
denominada “hormona liberadora de corticotropina” (CRH) que promueve la
maduración de los pulmones del feto, hecho fundamental para la adaptación
del medio acuático intrauterino al medio aéreo en el cual deberá sobrevivir.
Como puede verse, una serie de factores se conjugan para colaborar con el
nacimiento de un niño por parto normal o vaginal. Cuando se analizan los
momentos del parto, se identifican 4 etapas:
1. Primera Etapa: Implica contracciones uterinas regulares de
frecuencia creciente que ensanchan o dilatan el cuello del útero.
Es la más prolongada del parto y su extensión puede superar las 12
hs. en la madre primípara.
2. Segunda Etapa: Aquí la cabeza del bebé comienza a pasar por el
cuello del útero. Esta etapa termina cuando el bebé abandona el
cuerpo de la madre y dura entre una y dos horas. Más allá de este
tiempo el bebé necesitará atención.
3. Tercera Etapa: En esta etapa se expulsa la placenta y se corta el
cordón umbilical, realizándose los procedimientos médicos
necesarios para curar el remanente del mismo que posteriormente
formará el ombligo del bebé. Estos procedimientos suelen tomar de
15 a 20 minutos.
4. Cuarta Etapa: La recuperación de la madre durante las dos horas
posteriores al alumbramiento constituyen esta etapa con los
procedimientos médicos necesarios que monitorean su
recuperación.

Sin embargo, un número considerable de partos ocurre por cesárea. A


partir de 1970, el aumento del peso promedio al nacer y la tendencia a las
maternidades tardías han aumentado el número de cesáreas. Muchas veces
la cesárea es un procedimiento innecesario sumando a esto que el parto
natural estimula la producción de hormonas
que colaboran con la adaptación del bebé fuera del útero. Más aún, el
procedimiento por cesárea puede ser incluso perjudicial para el niño.
Aproximadamente un 4% tiene complicaciones como hemorragias o
infecciones.
Cuando un parto natural ocurre, diversos factores anatómicos,
fisiológicos y psicológicos pueden influir facilitando o dificultando el mismo.
Entre los primeros podemos mencionar la conformación anatómica tanto de
la madre como del hijo, la posición del feto en el útero materno, el estado
de salud materno, entre otros. Entre los factores psicológicos, la preparación
de la madre para el parto y los temores asociados a él revisten una
importancia fundamental.
A principios del siglo XX el Dr. Grantly Dick-Read relacionó el dolor del
parto fundamentalmente con el temor materno ante esta situación y
fomentó el parto natural combinado con estrategias de educación a las
madres sobre respiración y relajación. A mediados de siglo, el Dr. Lamaze
introdujo el “parto preparado” que implica la orientación hacia toda una
serie de respuestas físicas voluntarias y aprendidas ante el dolor al tiempo
que se trabaja con información certera sobre la anatomía y fisiología del
parto. Las actuales estrategias de “psicoprofilaxis obstétrica” se basan en los
principios fundamentales de este método. La psicoprofilaxis obstétrica
implica un conjunto de estrategias que conjugan información sobre los
cambios biológicos del embarazo, la práctica de ejercicios físicos y técnicas
psicoterapéuticas de grupo para lograr que la mujer embarazada y su pareja
tengan plena conciencia del proceso que atraviesan y puedan actuar en
consecuencia en el momento del parto, evitando la administración
innecesaria de analgésicos o anestesia. Los cursos suelen comenzar en la
semana 30 de embarazo y su dictado está a cargo de equipos
interdisciplinarios conformados principalmente por obstetras y psicólogos
quienes brindan conocimiento de los fenómenos fisiológicos del embarazo y
el parto, entrenamiento en ejercicios prácticos de tipo obstétrico
(respiración, relajación y pujidos) y entrenamiento psicológico (relajación,
autocontrol emocional, reducción de la ansiedad, el miedo, de los
pensamientos en torno al embarazo y habilidades para encarar situaciones
de estrés en el ámbito hospitalario) reduciendo de esta manera el estrés y/o
el temor ante el parto. Como se mencionara, las consecuencias psicológicas
asociadas al proceso de parto también pueden mitigarse hoy con un mayor
protagonismo de la mujer en lo que se denomina “parto humanizado” que
implica la participación activa de la mujer en el proceso de embarazo, parto
y puerperio pudiendo estar acompañada de quien elija, recibiendo la
información adecuada para la toma de decisiones y siendo considerada una
persona sana. Un parto respetado implica respetar los tiempos biológicos y
psicológicos evitando prácticas invasivas innecesarias.
Como puede verse, el nacimiento del bebé representa un momento
crítico tanto para la madre como para el niño. Si pensamos en el nuevo ser,
el parto implica la separación abrupta de su órgano vital y nutricio, la
placenta, debiendo poner en funcionamiento sus pulmones y comenzar a
respirar. El llanto inicial es el indicador de que los pulmones se han inflado,
marcando la vitalidad del neonato. A partir de este momento, muchas
funciones que cumplía la madre deberán estar a cargo del bebé, el que no
sólo deberá ajustar su respiración al medio aéreo sino también su oscilante
temperatura. La protección y amortiguación característica del útero materno
se reemplazará por un cúmulo de estímulos externos que suscitarán en él
variadas reacciones físicas y comportamentales. El corte del cordón
umbilical lo llevará a incorporar y digerir por sí mismo su alimento.
Comenzará por primera vez a eliminar desechos hacia el exterior y
modificará su circulación sanguínea, que ahora pasará por los pulmones para
oxigenarse. Todo ello hacen del recién nacido un ser complejo y particular
con funciones y capacidades que le son propias.

2. Funciones y Capacidades del Recién Nacido


El recién nacido viene al mundo provisto de unas características físicas
particulares que, junto a un vasto repertorio de funciones y capacidades, lo
preparan para adaptarse exitosamente al mundo que lo rodea.
Siguiendo a Delval (1996) las capacidades del recién nacido se pueden
agrupar en tres sistemas: para recibir, para actuar y para transmitir
información.
— El sistema para recibir información involucra todas las capacidades
sensoriales que colaboran con la percepción del entorno: sistema
visual, auditivo, táctil, gustativo y olfativo. Como se verá mas
adelante, estos sistemas están media- namente preparados al nacer
pero irán evolucionando y madurando a medida que el bebé se
desarrolla e interactúa con su mundo circundante. La experien- cia
repetida y la familiarización cotidiana con los objetos y personas de
su en- torno facilitan la discriminación sensorial y el recién nacido
pronto aprenderá a distinguir una cara de otra, o una cara de un
objeto o un objeto de otro. Sabrá las características particulares del
olor de su mamá a diferencia del de otras personas y también podrá
anticiparla al escuchar su voz. Las capacidades crecientes de
integración sensorial le ayudarán a incorporar lo que sucede a su
alrededor posibilitándole comportamientos cada vez más adaptativos.
— El sistema para transmitir información involucra justamente estas
conductas y comportamientos seleccionados útiles para la
supervivencia. Comportamien- tos como el llanto, las diversas
expresiones faciales, la activación de los movi- mientos del rostro y
del cuerpo e incluso las variaciones (aceleración o des- aceleración)
en su ritmo cardíaco y respiratorio son conductas a través de las
cuales el niño nos transmite qué le está sucediendo o cómo está
registrando información proveniente de su entorno.
— El sistema para actuar involucra para Delval los reflejos, que en
principio son conductas innatas de respuesta a estímulos ambientales
(internos o externos), pero luego muchos de ellos se complejizan
tornándose comportamientos aprendidos modulados por la
experiencia. Muchos de los comportamientos reflejos aparecen por
dolor, hambre, es decir motivados por estímulos inter- nos, pero otros
lo son en respuesta a contacto físico, sonidos intensos, etc. La
succión es uno de los reflejos fundamentales del recién nacido ya que
no sólo le asegura la supervivencia sino que también, y como se verá
más adelante, es el medio que el niño utiliza para explorar el mundo
durante los primeros meses. Cuando un bebé nace necesitará
identificar al pecho que lo alimenta así como a la persona que lo
provee de él y esto asegurará su supervivencia.
Así, los reflejos de orientación y prensión, que colaboran con la
identificación y el “agarre” a la madre así como el de succión, que
colabora con la conducta de alimentación mediante el pecho
materno, son fundamentales para la sobre- vivencia del niño y tienen
un gran valor adaptativo para el recién nacido. Más adelante veremos
cómo estos reflejos también son de gran importancia desde el punto
de vista psicológico resultando de gran valor en el establecimiento
del vínculo de apego. Otros reflejos como gatear, nadar e incluso
caminar (reflejo de marcha automática) desaparecen luego de unos
meses apareciendo mucho más tarde como conductas aprendidas.

Para comprender las características de un recién nacido debemos


considerar el interjuego dinámico entre sus sistemas físicos y corporales, sus
sistemas comportamentales y sus capacidades de aprendizaje y memoria
sobre su entorno particular.

2.1. Sistemas Físicos y Corporales


El peso al nacer de un neonato ronda los 3.000 gr promedio y su talla
media es de 50 cm. Los varones suelen tener más peso y talla que las niñas y
estas diferencias tienden a mantenerse a medida que el bebé crece.
Pueden verse estas diferencias en la tabla I que se presenta a
continuación:
Tabla I a y b: Diferencias por género en peso y talla durante el primer año de vida

Edad Peso (g) Longitud (cm)


Bajo (3) Medio (50) Alto (97) Baja (3) Media (50) Alta (97)

36 semanas 1.890 2.950 3.820 44,00 47,40 50,80

37 semanas 2.220 3.110 3.990 45,30 48,60 51,90

38 semanas 2.330 3.230 4.130 46,10 49,80 43,20

39 semanas 2.410 3.330 4.260 47,00 50,30 53,50

40 semanas 2.750 3.510 4.480 46,54 50,16 53,78


1 mes 3.600 4.400 5.700 50,20 54,00 57,60
2 meses 4.390 5.380 6.650 53,25 57,09 60,92
3 meses 5.100 6.200 7.700 56,40 60,40 64,40
4 meses 5.600 6.880 8.450 58,45 62,25 66,45
5 meses 6.100 7.600 9.200 60,60 65,00 68,90
6 meses 6.550 7.990 9.740 62,75 66,74 70,74
7 meses 6.830 8.450 10.380 63,80 68,01 72,10
8 meses 7.180 8.830 10.920 65,11 69,60 73,90
9 meses 7.520 9.240 11.360 66,70 71,11 75,53
10 meses 7.750 9.580 11.750 67,92 72,30 77,02
11 meses 8.000 9.780 12.080 68,98 73,65 78,30
12 meses 8.260 10.150 12.470 70,39 75,01 79,63
b. Niñas
Edad Peso (g) Longitud (cm)
Bajo (3) Medio (50) Alto (97) Baja (3) Media (50) Alta (97)

36 semanas 1.930 2.820 3.700 44,00 47,40 50,80

37 semanas 2.120 3.000 3.890 45,30 48,60 51,90

38 semanas 2.260 3.150 4.050 45,70 49,10 52.50

39 semanas 2.360 3.260 4.170 46,40 49,60 52,80

40 semanas 2.600 3.300 4.200 45,60 49,10 52,40


1 mes 3.200 4.300 5.200 49,50 53,10 57,00
2 meses 4.100 5.000 6.100 52,90 56,50 60,00
3 meses 4.800 5.700 6.900 55,70 58,90 62,20
4 meses 5.100 6.200 7.800 58,00 62,00 65,50
5 meses 5.700 7.000 8.500 59,80 63,90 67,50
6 meses 6.100 7.400 9.100 61,60 65,30 68,80
7 meses 6.400 8.000 9.800 63,00 67,00 71,00
8 meses 6.700 8.200 10.200 64,10 68,10 72,60
9 meses 6.800 8.600 10.800 65,40 69,40 73,40
10 meses 7.100 8.900 11.100 66,50 71,00 75,30
11 meses 7.500 9.100 11.600 67,80 72,10 76,90
12 meses 7.700 9.600 11.900 68,90 73,30 77,80

Si se observa un recién nacido


normal se notará en un cuerpo
rollizo una gran cabeza (que puede
presentar deformidades por las
presiones ocasionadas en el canal de
parto cuándo este ocurre de forma
vaginal), una mandíbula retraída
(que facilita la lactancia), una
delgada piel rosada muchas veces
cubierta de lanugo y vernix caseosa
(sustancia oleosa que cubre la piel y
lo protege de las infecciones) y unas
áreas blandas llamadas “fontanelas”
en la parte superior del cráneo
debidas a que los huesos craneales
aún no se han unido y de hecho no lo
harán para posibilitar el crecimiento
del cerebro hasta que cumpla sus 18
meses de vida.

Lo que se denomina “periodo neonatal” implica las primeras cuatro


semanas de vida. Este periodo es muy importante ya que ocurren cambios y
adaptaciones muy importantes con consecuencias para el resto de la vida del
niño. Es durante este período que se identifican gran parte de las
enfermedades y defectos que pueden alterar de por vida el desarrollo del
niño. Las enfermedades congénitas se adquieren
durante el desarrollo gestacional y están presentes en el nacimiento. La
exposición durante el periodo fetal a fármacos o sustancias químicas,
radiaciones o agentes infecciosos se mencionan como factores etiológicos de
anomalías congénitas. Estos son llamados teratógenos y son responsables de
muchas malformaciones del desarrollo. Las enfermedades genéticas son
afecciones causadas por alteraciones del genoma. Pueden ser hereditarias o
no, dependiendo de si la alteración está en los óvulos y espermatoziodes
(gametos) o en las células somáticas. Durante los primeros 30 días de vida,
se pueden descubrir la mayoría de los defectos congénitos y genéticos.
Existen numerosos fenómenos transicionales, derivados de la
adaptación del neonato al nuevo entorno en el que se desenvuelve. Este
hecho conlleva una serie de cambios, la mayoría predecibles, que establecen
la norma del desarrollo y crecimiento infantil. Los primeros minutos después
del nacimiento son cruciales para el desarrollo e indicarán el estado de
adaptación del recién nacido a su nuevo entorno.
La Escala de Apgar es considerada la prueba de excelencia para
valorar la adaptación del recién nacido de su medio acuático al aéreo en el
que deberá pasar el resto de su vida. Se toma al primer y luego a los 5
minutos del nacimiento. Esta escala valora color de la piel, ritmo cardíaco y
respiratorio, reflejos y tono muscular (véaseTabla III). Se califica cada una de
estas dimensiones con 0, 1 o 2 en función de su optimalidad. La escala, por
lo tanto, arroja un puntaje máximo de 10. Un puntaje de 7 a 10 a los 5
minutos indica que el bebé en excelentes condiciones de adaptación. Menos
de 7 puntos es indicativo de necesidad de asistencia para el bebé en su
función respiratoria, mientras que menos de 4 puntos indica que el bebé
requiere inmediato tratamiento para salvar su vida. No necesariamente un
bajo puntaje de Apgar significa procesos de asfixia. Los signos vitales pueden
afectarse por los medicamentos administrados a la madre, las condiciones
neurológicas del bebé o sus condiciones cardiorespiratorias. Puntajes
menores de 3 a los 10, 15 y 20 minutos se asocian a problemas neurológicos
que pueden correlacionarse o no con la falta de oxígeno.Véanse estos
indicadores y su valoración en tabla II.

Tabla II: Indicadores presentes en la Escala Apgar de valoración del RN


Escala de Apgar
Dimensiones 0 1 2
Color Cianótico, Cuerpo rosado, Completamente
pálido extremidades rosado
cianóticas
Frecuencia Ausente Lento (menor de Rápido (mayor de
Cardíaca 100) 100)
Irritabilidad Sin Muecas leves Vigorosa: Tose,
Refleja respuesta estornuda, llora
Tono muscular Flácido Débil, inactivo Fuerte, activo
Ritmo Ausente Irregular, lento Adecuado, llanto
Respiratorio
Fuente: Adaptado de V. Apgar (1953)
2.2. Las Capacidades Sensoriales
Las capacidades para registrar información desde diversos sistemas
sensoriales aparecen durante el desarrollo fetal y tienen una continuidad
posnatal. El desarrollo temprano de los sistemas sensoriales:
— Permite al feto y recién nacido el registro, la codificación y retención
de estímu- los que colaboran con su supervivencia. Los componentes
sensoriales del líquido amniótico relacionados con los olores maternos
favorecen el reconocimiento temprano de quien será nuestro
principal cuidador, la percepción y discrimina- ción fetal de los
sonidos del lenguaje humano y de la voz materna favorecen la
comunicación y el reconocimiento materno temprano, la
discriminación táctil y de presión ayuda al feto a diferenciar
estimulación placentera y dolorosa, etc.
— Colabora con la adquisición de aprendizajes tempranos que sentarán
las bases para su desarrollo social y emocional posterior.Actualmente
se habla del rol que juegan en el recién nacido los aprendizajes
sensoriales tempranos relativos, por ejemplo, a los olores y sonidos
maternos percibidos in-útero en los primeros vínculos
comunicacionales madre-hijo, habiéndose establecido como
verdaderas bases psicobiológicas del apego y la comunicación
temprana (Faas, 2011).

Evolución de los sistemas sensoriales:


Tacto
Sin duda alguna es el sentido fundamental de interacción entre el bebé
y sus padres o cuidadores. De aparición prenatal (aproximadamente a la 8va
semana gestacional), parece ser el primero en aparecer y está muy
desarrollado al nacer.
La interacción táctil ayuda al desarrollo físico temprano y al desarrollo
emocional (por ej. está comprobado que fomentar los contactos piel a piel
mediante el método “mamá canguro” en niños prematuros aumenta sus
chances de sobrevivencia ayudando a estos bebés a ganar peso y a exhibir un
desarrollo más saludable).
Dos meses luego de la concepción ya puede observarse en el feto el
reflejo de succión cuando se estimula la zona La sensibilidad en zona oral,
genital, manos y pies madura primero y luego se extiende hacia todo el
cuerpo.
La reacción a los cambios de temperatura aparece prenatalmente
respondiendo más a las temperaturas frías que a las calientes. El recien
nacido es sensible al dolor y puede discriminar diferentes formas de tacto.

Gusto y Olfato (sentidos químicos)


De aparición prenatal, estructuralmente maduros al nacimiento. Los
neonatos los usan para distinguir sabores básicos como el dulce, salado,
amargo o ácido, al comienzo prefieren los sabores dulces (posiblemente para
aceptar la leche materna). También distinguen olores agradables y
desagradables. Expresan estas preferencias con el comportamiento facial.
Las respuestas de los recién nacidos al olor son muy similares a la de
los adultos, lo cual sugiere que algunas preferencias son innatas. Olores y
sabores agradables: relajación facial, succión. Olores y sabores
desagradables: fruncir el ceño, girar la cabeza.
Aunque menos desarrollado que en otros mamíferos, se vinculan con
dos funciones básicas de supervivencia:
— Sirve para la alimentación
— Ayuda a la madre y a su cría a identificarse mutuamente.

Los recien nacidos prefieren los olores lacteos y de secreciones


maternas. Estas preferencias ayudan a localizar la fuente de alimentación y
a identificar a la madre, base para el apego posterior.

Oído
De aparición prenatal, completamente desarrollado al nacimiento.
Los recién nacidos oyen una gran variedad de sonidos, prefieren los
sonidos complejos como la voz frente a tonos puros, los agudos frente a los
graves y pueden distinguir una variedad de sonidos vocales humanos.
Tienen ciertas preferencias auditivas y la más importante es la de la voz
humana.
Biológicamente preparados para responder a sonidos del lenguaje
humano, pueden responder a los sonidos de cualquier idioma hasta
aproximadamente el año de vida.
Prefieren su propia lengua frente a otras lenguas y la voz materna
frente a otras
voces, la que reconoce y distingue claramente. Esto colabora con:
— aprendizaje del lenguaje
— vinculo de apego posterior madre-bebe.

Vista
Los recién nacidos ven al nacer, pero es el sentido menos maduro en
comparacion con los otros.
Debido a esta inmadurez los bebés no enfocan los objetos bien y su
agudeza visual es limitada.
A diferencia de los adultos ven con la misma poca claridad los objetos
cercanos y los lejanos, lo cual le impide diferenciar lo que está lejos de lo
que está cerca.
La evolución y la maduración de la vista es rápida.A los 3 meses
enfocan objetos igual que los adultos y a los 2 años su visión ya es tan
perfecta como la de los adultos.
La exploración visual cambia rápidamente durante los primeros 2
meses. Al comienzo responden a las partes separadas de un modelo. Si se les
enseña un triángulo o una cara humana miran los contornos o las partes
donde hay más contraste.
A partir de los 2 meses llevan a cabo una visión en conjunto de los
contrastes del triángulo o de los rasgos internos complejos de la cara
humana, a la vez que el contorno (García-Alix y cols.; 2012)
2.3. Los Sistemas Comportamentales
Además de la apariencia física particular y de la adaptación al medio
que el recién
nacido pone en marcha mediante un complejo mecanismo de sistemas
regulatorios como los que mencionamos anteriormente, una red de
comportamientos definen lo que pueden denominarse sus “índices de
expresión” en el entorno, o para Delval, las capacidades de las que dispone
para “actuar” en su medio ambiente. Ya se ha mencionado que aún desde la
vida fetal el neonato posee la capacidad de registrar, procesar y discriminar
información del medio en el cual se desenvuelve. En organismos no parlantes
como los bebés, la expresión de lo que sienten y perciben puede detectarse
no sólo por variaciones neurovegetativas y autonómicas de su estado basal
(como modificaciones en el ritmo cardíaco y respiratorio) sino también por
un conjunto de comportamientos que implican la regulación de los estados
conductuales de sueño y vigilia, los patrones de llanto, las respuestas
reflejas y un variado repertorio motriz que involucra movimientos corporales
y faciales con diferente expresividad.

2.3.1. Los Estados de Comportamiento del Recién Nacido


Los estados de comportamiento del recién nacido se describen como
una combinación de variables fisiológicas y conductuales (por ej. ojos
cerrados, ausencia de movimientos corporales y respiración regular) que se
mantienen estables durante un tiempo determinado, que se repite
secuencialmente y que puede reconocerse en forma similar en todos los
infantes (Prechtl, 1969). Un “estado de comportamiento” refleja el estado
del SNC del feto a término o neonato. La alternancia del recién nacido entre
su estado de vigilia y sueño los lleva a estar de a ratos despiertos y calmos,
activos y en movimiento continuo, llorando o amodorrados. Todas estas
reacciones no son casuales ni desorganizadas sino que reflejan verdaderos
patrones de conducta organizados que reflejan el estado de su SNC. La
interacción de un RN con un adulto varía de acuerdo a estos estados de
alerta. Para que un bebé reaccione positivamente a los estímulos con
atención y curiosidad idealmente debería encontrarse en el estado de alerta
tranquilo o activo. Prechtl (1977) identifica 5 estados de conducta que
definen los estados de alerta del bebé yendo del sueño profundo al llanto
activo. Los estados 1 y 2 corresponden a estados de sueño tranquilo y sueño
activo, respectivamente. Los estados 3 y 4 corresponden a estados de alerta
tranquilo o alerta activo, respectivamente. El estado 5 corresponde al
llanto. Wolf identifica 6 estados, el primero corresponde a sueño regular o
profundo, en el que los ojos cerrados se acompañan de respiración profunda,
regular y rítmica y ausencia de movimientos. En el recién nacido este estado
se repite en ciclos breves, aproximadamente cada 4 hs. El segundo estado
corresponde a sueño irregular o activo donde nuevamente los ojos están
cerrados pero hay pequeños movimientos en extremidades, muecas,
respiración rápida e irregular. En esta fase es cuando se producen
movimientos oculares rápidos (período REM del sueño). Los bebés en este
estado son más vulnerables al mundo exterior. El estado 3 implica la
somnolencia que implica cierta intermitencia en la apertura y cierre de ojos,
con respiración regular y estado de quietud. No se observan respuestas
claras a los estímulos aunque el bebé puede sobresaltarse con un estímulo
de alta intensidad. Los estados 4 y 5 implican al bebé despierto. En el
primero de ellos el niño está alerta pero quieto y relajado. Suelen ser muy
breves en el recién nacido incrementando paulatinamente su duración. Al
mes de vida un niño puede permanecer por más de media hora en este
estado y las respuestas a los estímulos
serán regulares y predecibles. En el segundo los movimientos corporales
aumentan, la respiración se vuelve irregular y en general antecede al llanto.
Los estímulos actúan atenuando o exacerbando este estado, por lo que niño
puede calmarse o irrumpir en llanto frente a un estímulo externo. El sexto
estado implica el llanto.
El grado de reacción de un RN a los estímulos depende en gran parte
de en cuál de estas seis fases está. Wolf estableció que los bebés que
estaban en la fase de vigilia con actividad alerta respondían a la
estimulación con un incremento de la actividad. Por el contrario los bebés
que ya estaban en vigilia activa, reaccionaban a la estimulación
aquietándose un poco. De modo similar los bebés que estaban en fase de
sueño regular respondían al sonido con un sobresalto, pero los que estaban
en un estado de sueño irregular (período REM) respondían al mismo sonido
sólo con un ligero movimiento. Un bebé en estado de alerta tranquila
(estado 4) prestará atención a cualquier objeto que se coloque justo a su
vista (a unos 30 o 40 cm.), pero no lo hará si está llorando.
Estos estados de conducta son observables en el feto y en el recién
nacido y como podrá observarse en la tabla comparativa, ambos autores los
plantean de manera muy similar (véase Tabla III)

Tabla III: Comparación de estados de conducta neonatal según Prechtl y Wolf


Prechtl Wolf
Sueño Profundo:
Estado 1 ● Ojos bien cerrados y quietos
● Respiracion lenta y regular
● Sin movimientos
● No lo despiertan estímulos leves

Sueño Activo (MOR):


Estado 2 ● Ojos cerrados
● Respiración irregular
● Movimientos pequeños de
rotación lentos, contracciones
musculares
● Movimientos faciales
● Los estímulos o luz evocan sonrisas y gestos
Alerta Tranquilo:
Estado 3 Ojos abiertos Somnolencia
Aspecto relajado
Movimientos ausentes o leves
Respiración regular
Alerta Activo: Alerta Tranquilo
Estado 4 Ojos abiertos y vivaces Ojos abiertos
Movimientos generales Máxima capacidad de
Sin llanto atención
Cuerpo y cara quietos e Escasa actividad motora
inactivos
Llanto o vocalización Alerta Activo
Estado 5 Ojos abiertos
Movimientos generales
Sin llanto
Estado 6 Llanto o vocalización
Fuente: Adaptado de Prechtl 1969
2.3.2. El llanto
El llanto es un estímulo auditivo que varía en intensidad y en
significado, atrae la atención de los adultos, provoca su respuesta y alivia el
malestar del bebe. El primer llanto del bebé tiene una funcionalidad
biológico-adaptativa ya que permite la expansión de los pulmones, los llena
de aire y alienta la respiración autónoma. De allí en más todos los llantos
posteriores tendrán alguna finalidad comunicativa, por lo que se lo considera
como “la primera forma de comunicación de los bebes”. Es mediante esta
primer forma de comunicación que el bebé regula su conducta y aprende a
demandar alimento, consuelo o estimulación.
El estado de dependencia en el que el recién nacido viene al mundo le
requieren de mecanismos de supervivencia que promuevan el contacto con
el cuidador. En este sentido, el llanto es el mecanismo primario, que unido
fuertemente a la respiración, se irá modificando para servir a los propósitos
del lenguaje. Algunos autores lo han mencionado como “el cordón umbilical
acústico” del que se vale el bebé durante los primeros meses postpartum,
para generar señales sociales que llaman la atención y que se relacionan con
su dependencia (Ostwald, 1972).
Murray (1979) se refiere al llanto como un “liberador” de patrones de
comportamiento de cuidados y como un “activador” de motivos egoístas y
altruistas. El llanto se incrementa con los estados de malestar y disminuye
con la nutrición u otros efectos al tiempo que moviliza al adulto en función
de la naturaleza que compulsa el llanto y sus diferentes formas de
presentación (dolor, hostilidad, etc.).
Según Wolff (1969) hay cuatro tipos de llantos:
— El llanto básico regular y rítmico, generalmente asociado al hambre.
— El llanto de cólera (rabia/enfado).
— El llanto de dolor.
— El llanto de atención que aparece a las 3 semanas y que sirve para
atraer la aten- ción del cuidador y con el cual los bebes empiezan a
controlar su entorno social.

Desde el punto de vista fisiológico, el llanto está vinculado con el


control autonómico de los mecanismos del despertar y la inhibición y la
coordinación de la actividad cardio-respiratoria, así como los músculos
relacionados con la laringe. El llanto también implica un patrón de
comportamiento mediante el cual el niño comunica sensaciones,
percepciones y diversos estados emocionales lo que se ha demostrado posee
gran relación en relación al desarrollo del lenguaje. El llanto contiene en sí
aspectos biológicos y sociales por lo que puede considerarse un fenómeno
biosocial en el cual hay efectos directos e indirectos sobre el subsecuente
desarrollo del niño. El llanto como medida de la integridad del sistema
nervioso es considerado dentro de los efectos directos. Los efectos
indirectos se deben a cómo el llanto es determinante en la interacción del
niño con las personas que le rodean, que de hecho, es una medida del
desarrollo cognitivo y social del niño.
Con el llanto el niño expresa requerimientos internos o externos que
demandan atención, es adaptativo y conlleva a la solución de estos
requerimientos. Así el llanto es parte de un sistema de regulación en el cual
existe interrelación entre procesos del
comportamiento y fisiológicos que funcionan para mantener el balance de la
homeostasis, regular la vigilia, la atención y atraer a quien propicia
cuidados. En este sistema regulador el llanto es la primera línea de defensa
del niño (Lester & Boukydis, 1985)
El llanto infantil tiene gran significado y su interpretación implica gran
cantidad de información para el adulto. Se han planteado diversas teorías en
relación a los efectos del llanto en el adulto. El llanto del niño genera en el
adulto sentimientos fuertes de excitación fisiológica (ritmo cardíaco) e
incomodidad, es probablemente un efecto programado de forma innata para
asegurar el cuidado y la atención que el bebé necesita para sobrevivir.
Los padres terminan construyendo una cierta habilidad para reconocer
no sólo el llanto de su hijo, sino la causa de éste. En la percepción del llanto
se conjugan las relaciones entre el niño y sus padres. A través del llanto, el
niño comunica necesidades, sentimientos, emociones, usando una variedad
de patrones pero refleja, además de sus sensaciones y percepciones
internas, un ambiente a su alrededor. El comportamiento de los adultos en
respuesta al llanto del bebé está modulado por las características acústicas
del llanto, su percepción e interpretación y el tipo de conducta que genera
en consecuencia. Esto explica cómo la percepción se traslada en la acción o
cómo las experiencias son fijadas y percibidas (Lester, 1984)
La percepción de un llanto como negativo no implica necesariamente
relación negativa de los padres al niño, aunque es favorable conocer bajo
qué circunstancias este criterio puede ser válido y, en ese caso, es necesario
considerar si hay mezclados aspectos de personalidad, stress, factores
socioeconómicos, etc. Por ello, correlacionar mediciones acústicas de
parámetros del llanto infantil con la percepción del llanto por parte del
adulto es una vía para ayudar a discriminar qué es oído y qué es percibido.
Por ejemplo, niños con complicaciones prenatales y perinatales tienen
llantos con altos valores tonales. Aparentemente estos tonos altos actúan
como activadores del alerta (arousal) siendo éstos percibidos como urgencia,
trastorno y angustia, lo que permite a los padres reaccionar rápidamente
(Lester & Boukydis, 1985).
El llanto, por lo tanto, no sólo es un precoz sistema de comunicación
con valor funcional en la adquisición del lenguaje sino que además es un
valioso predictor del estado del SNC del recién nacido. Diversos síndromes
genéticos tales como el “Maullido de Gato” (Cry du Chat) y el Síndrome de
Down se han correlacionado con patrones específicos en el llanto del recién
nacido. La desnutrición, el bajo peso al nacer, la prematuridad, la hipoxia
fetal o perinatal, el consumo de drogas, entre otros factores de riesgo para
el desarrollo neurocomportamental del niño, afectan también las
características acústicas y fonológicas del llanto infantil (Pinyerd, 1994).
Las áreas del conocimiento relacionadas con el tema del análisis del
llanto infantil se han desarrollado a la par del avance de la tecnología.
Actualmente existen diversas técnicas que son aplicadas al análisis acústico
del llanto infantil como el análisis auditivo, el análisis en los dominios del
tiempo y la frecuencia de la señal de llanto, análisis espectrográfico,
algoritmos y técnicas de procesamiento de señales. A partir de 1995, el
análisis del llanto infantil mediante la utilización de modelos de redes
neuronales artificiales y el análisis espectral toman cada vez más fuerza.
Todas estas técnicas se
encuentran potencializadas por la aplicación de computadoras cada vez más
sofisticadas.
(Petroni et al, 1995)

2.3.3. El comportamiento motor


La reactividad motora global y facial

Aproximadamente a partir de la octava semana de vida pueden


observarse la aparición de los primeros movimientos fetales. Los
movimientos espontáneos son patrones específicos de movimientos
endógenamente generados y que involucran todo el cuerpo del bebé. En un
bebé normal los movimientos generales (M.G.) evolucionan hacia
movimientos elegantes, fluídos y complejos, variables en secuencia y
complejidad. Cabeza, cuello, tronco, brazos y piernas intercalan en
secuencias complejas y variables movimientos gruesos, de rotación,
extensión y flexión. Estos movimientos duran desde pocos segundos hasta
varios minutos y presentan un inicio y un final graduales. Crecen y
disminuyen en intensidad, fuerza y rapidez, con rotaciones que se
superponen y con frecuencia hay pequeños cambios en la dirección del
movimiento realizado (Prechtl, 1997).
Los M.G han sido clásicamente utilizados como índice de expresión en
la valoración de la respuesta a estímulos presentados al recién nacido. Una
de las formas que el bebé tiene para indicar orientación a la estimulación
del mundo externo es con la activación de su comportamiento motor. Incluso
a nivel fetal, frente a estimulación auditiva o vibrotáctil se ha demostrado
activación de los movimientos generales en respuesta a este tipo de
estimulación. Las variaciones a nivel neurovegetativo como aceleraciones o
desaceleraciones del ritmo cardíaco y respiratorio acompañados de cambios
en la actividad comportamental motora pueden considerarse excelentes
índices de expresión a la hora de entender cómo el recién nacido incorpora y
registra la información de su entorno. Este importante índice de expresión se
ha revelado de gran utilidad cuando se valoran diferentes capacidades de
aprendizaje y memoria en el recién nacido.
Asímismo, una gama amplia de conducta facial no verbal está
disponible para los recién nacidos.De acuerdo a Oster y Ekman (1978) la
musculatura facial del recién nacido ya se encuentra desarrollada de manera
suficiente para formar todas las expresiones faciales básicas (feliz,
interesado, sorprendido, asustado, disgustado, de ira, enojado y
triste).Algunas de estas expresiones faciales básicas, incluyendo feliz, triste,
sorprendido (Field y col., 1982), interesado y disgustado (Steiner, 1979), se
han observado en los recién nacidos mediante presentación de estímulos
visuales, olfativos, gustativos. En relación a estos últimos, los recién nacidos
poseen la capacidad de distinguir sabores dulces y amargos realizando
expresiones faciales de placer o displacer; respectivamente (Rosenstein y
Oster 1998).
Para el estudio de las expresiones faciales humanas, se ha mantenido,
desde Darwin y hasta la actualidad, una perspectiva comparativa. Ya en
1873, cuando Darwin publica “La expresión de las emociones en el hombre y
animales” se presentan las continuidades entre especies y los fenómenos
únicos de cada especie. Hoy está bien estudiado que las expresiones faciales
que se observan en el hombre también pueden
observarse en otras especies (Berridge, 2000). Analizando la reactividad
facial al gusto en diversas especies de monos (gran mono, viejo mono
mundo, mono de nuevo mundo y bebés prosimios y adultos) se observó que
prácticamente en todos estos primates se encuentran reacciones faciales que
se correlacionan con las reacciones faciales humanas ante los sabores
amargos, dulces u otros gustos y que son similares a reacciones de los bebés
humanos (Steiner, 1997; Steiner & Glaser, 1995).
Vick y colaboradores (2007) señalan que la investigación de la
comunicación facial humana se ha facilitado en gran medida por el
desarrollo del Sistema de Codificación de Acciones Faciales (FACS). Este
sistema parte del sistema de codificación de Ekman para las unidades de
acción facial del rostro (Ekman y Friesen; 1978, Ekman, Friesen, y Hager,
2002) analizando minuciosamente la gestualidad que originan las diversas
emociones. Este método permite la medición objetiva y estandarizada del
movimiento facial basado en la musculatura mimética subyacente. Si bien
muchos estudios miden las inferencias hechas por observadores cuando se
realizan visualización de caras, algunas preguntas se abordan mejor
mediante la medición de lo que la propia cara hace (Ekman y Rosenberg,
2005). El FACS tiene como base un sustrato anatómico y describe unidades
mínimas de movimiento facial llamadas Unidades de Acción (UA) con
detalladas descripciones de los cambios resultantes en la apariencia facial,
pudiendo este ser adaptado a adultos o bebés.
Hasta hace poco tiempo atrás prevalecía una importante discusión
teórica sobre la medición de acciones faciales en neonatos humanos y en
adultos humanos, específicamente en relación a la existencia o no de
equivalencias en su medición. Sin embargo, Fridlund y colaboradores (1987)
compararon las acciones faciales de los neonatos humanos con las de los
adultos y concluyeron que todas las acciones faciales del neonato pueden ser
observadas en el rostro adulto, lo cual indicaría una equivalencia funcional
(neonato-adulto) en el rostro humano.
Observar lo que un bebé realiza con su rostro para conocer si un
estímulo resulta agradable o desagradable permite discriminar aquello que le
resulta aversivo o apetitivo. Se toma como conductas indicadoras de
aversividad: abrir verticalmente la boca (la mímica de la arcada), apretar
fuertemente los ojos, fruncir el ceño y arrugar la nariz y como conductas
indicativas de apetitividad: la mueca de la sonrisa (relajación de la parte
inferior del rostro), la succión y los lengüeteos. Bebés recién nacidos y de
pocos días de vida ya muestran discriminar los componentes hedónicos de los
estímulos que reciben exhibiendo claramente este tipo de gesticulación
(véase Faas, 2001; tesis doctoral).

2.3.4. Los Reflejos


Los reflejos son comportamientos innatos e involuntarios que implican
el funcionamiento de ciertos centros cerebrales inferiores (tales como los
que gobiernan la respiración y frecuencia cardíaca) y ocurren en respuesta a
diferente tipo estimulación, sea ésta intero o exteroceptiva. La estimulación
brinda mensajes sensoriales que llegan al cerebro el que emite la orden
motora de manera automática. Al comienzo del desarrollo motor se
encuentra en el movimiento reflejo. Desde
etapas prenatales tempranas el sistema nervioso desarrolla estrategias
derivadas de la herencia y de aferencias sensoriales que se hacen
manifiestas en el momento del nacimiento y permanecen como soporte de
las funciones motoras a lo largo del ciclo vital. Se considera que el reflejo es
un movimiento automático, realizado sin voluntad consciente y normalmente
desencadenado por cuenta de un estímulo sensorial; es una respuesta
inmediata, y estereotipada que fundamenta la construcción del movimiento
y la regulación del tono postural. El sobresalto frente a un fuerte ruido, el
parpadeo frente a una luz brillante, la succión frente a un elemento que
roza los labios del bebé son comportamientos reflejos (Pimentel, 1996).
La mayoría de los reflejos neonatales tienden a desaparecer cuando
comienzan a aparecer formas más maduras de comportamiento y muchos de
ellos sobreviven como comportamientos aprendidos, modificándose con la
práctica a medida que el niño interactúa con su entorno. Algunos autores
consideran los reflejos neonatales como capacidades de auto-organización
temprana que preparan al niño para actividades posteriores manifestándose
a través de ajustes tónicos que permiten controlar la postura y el
movimiento.Actividades como la bipedestación, la marcha y la manipulación,
poseen un sustrato neurológico primitivo ó pre funcional a partir del cual se
da lugar a procesos de regulación y maduración que potencializan de manera
particular dichas actividades. Las reacciones de moro, las tónicas cervicales
y la prensión palmar entre otras, constituyen parte del sustrato neuromotor
para todas aquellas actividades de destreza que incluyan manipulación y
liberación de los miembros superiores.
La gran mayoría de los reflejos neonatales tienen origen fetal.
Finalizando las 14 semanas de gestación, casi la totalidad de los reflejos
neonatales se encuentran presentes dentro del sistema de acción fetal, los
que pasan a ser parte de la base neuromotriz desde la cual se soporta el
movimiento corporal.
Se calculan aproximadamente dos docenas de reflejos principales en el
bebé. Pueden clasificarse en: Reflejos Primitivos como el de succión,
búsqueda y el de Moro se relacionan con el instinto de supervivencia y
protección.También el de prensión, que podría ser un legado evolutivo de
cuando los bebés primates se “aferran” al pelo de su mamá. Reflejos
Posturales: aquí tenemos las reacciones a los cambios de posición como el
reflejo de paracaídas (movimiento de extender los brazos cuando se inclina
súbitamente el bebé hacia abajo). Reflejos Locomotores: que simulan
movimientos voluntarios como el de marcha y natación. Los reflejos
neonatales desaparecen durante los primeros meses y son señal de
mielinización de las vías motoras de la corteza, permitiendo el movimiento
voluntario. Es por ello que la valoración de los reflejos se utiliza para la
valoración del estado del SNC del bebé.
Véase una síntesis de los principales reflejos con su funcionalidad
aparente y su
edad de inicio y desaparición aproximada en la tabla IV.
Tabla IV: Principales reflejos en el bebé, funcionalidad y edad de desaparición
Reflejos Estimulación Respuesta Edad de Función
desaparición
ROTACIÓN Acariciar la mejilla La cabeza del 3 semanas Sirve para orientar la
BÚSQUEDA u del bebé cerca de bebé se dirige ( d e s p u é s se boca hacia la fuente
HOZAMIENTO su boca hacia la fuente vuelve de alimentación
de estimulación voluntario) (pezón, biberón, etc.)
SUCCIÓN Poner el dedo o El bebé 4 meses Permite la
introducir un succiona el dedo alimentación
objeto en la boca u objeto
del bebé rítmicamente
NATACIÓN Poner al bebé en Movimientos 4-6 meses Ayuda al bebé a
una piscina sincronizados de sobrevivir si cae en
brazos y piernas. una psicina
Chapoteo y
patadas con
movimientos de
natación
PARPADEO Hacer brillar una El bebé Permanente Protege al bebé de
luz en los ojos del rápidamente la estimulación visual
bebé o dar una cierra los intensa o fuerte
palmada cerca de párpados
su cabeza
RETIRADA Pinchar la planta El bebé retira el Se debilita a los Protege al niño de
del pie del bebé pie con flexión 10 días una estimulación
con un objeto con de la rodilla y de táctil desagradable
punta la cadera
MORO Sostener al bebé El bebé realiza 6 meses Ayudar al bebé a
boca arriba y movimientos de expulsar o alejar
dejar que la apertura abrupta potenciales fuentes
cabeza caiga un de brazos cercanas de peligro
poco o realizar un hacia afuera y
golpe fuerte extendiendo
repentino sobre la las piernas,
superficie o base luego arquea la
que sustenta al expalda y como
niño en un “abrazo”
acerca los
brazos otra vez
hacia el cuerpo
BABINSKI Presión suave Los dedos de los 8-12 meses Desconocida
sobre la planta pies del bebé se
del pie del bebé abren en forma
desde el talón de abanico y se
hacia los dedos contraen al
mismo tiempo
que el pie se
retuerce
PARACAÍDAS Tomar al bebé por El bebé extiende Permanente Permite al niño
los costados de los brazos y abre protegerse de las
forma vertical e las manos caídas
inclinarlo realizando un
bruscamente movimiento
hacia adelante brusco para
protegerse de la
caída
PRENSIÓN Tocar la palma de El bebé cierra la 3-4 meses Permite al niño ma-
PALMAR la mano del bebé mano con netenerse agarra-
prensión del do. Ha ayudado a la
objeto cría a adherirse a su
madre en el pasado
evolutivo humano
PRENSIÓN Tocar la planta del El bebé flexiona 12 meses Asociado
PLANTAR pie del bebé los dedos del pie con conductas
con prensión del arcaicas propias del
objeto pasado evolutivo
TÓNICO- Acostar al bebé El bebé adopta 5-6 meses Relacionado con el
CERVICAL boca arriba y girar la postura desarrollo de la
ó su cabeza hacia de esgrima, lateralidad cerebral y
TÓNICO un lado extendiendo el la integración
ASIMETRICO brazo y la pierna bilateral
DEL CUELLO del lado preferido
y flexionando las
extremidades
opuestas
MARCHA Sostener al bebé El bebé inicia 2-3 meses Tiene funciones en el
de forma vertical movimientos de tono muscular pero
con los pies en marcha. no se relaciona con
contacto con una su capacidad
superficie dura posterior para la
marcha
REPTACIÓN Apoyar al bebé El bebé inicia 4 meses Permite al
sobre el vientre movimientos niño desplazarse
en una superficie coordinados de
y generar una brazos y piernas
resistencia en sus para reptar
pies
PATELAR Golpear debajo El bebé extiende Permanente Permite al niño
de la rotula del la pierna hacia movimientos
bebé adelante extensores en
miembros inferiores

Los reflejos de parpadeo, estornudo, bostezo, escalofrío, nauseoso y


pupilar permanecen toda la vida por sus funciones protectoras mientras que
muchos otros como el de succión sobreviven en el bebé como conductas
aprendidas (García-Alix y cols., 2012)

2.4. Más allá de los reflejos: Aprendizaje y memoria fetal y


neonatal
El progreso más notable en el campo del aprendizaje y la memoria
infantil se ha desarrollado a partir de la década del 80. No hace mucho
tiempo atrás, considerar capacidades de aprendizaje y memoria en el recién
nacido podía parecer un hecho absurdo.Varias razones argumentan en favor
del desarrollo relativamente lento en este campo de investigación. Por un
lado, el recién nacido humano, al igual que neonatos de muchas otras
especies de mamíferos, se encuentra fisiológicamente inmaduro al momento
de nacer. Esto lo define como un organismo altricial, necesitando de los
cuidados maternos para asegurar su sobrevivencia. Esta característica podría
explicar por qué tradicionalmente el recién nacido ha sido considerado como
un ser pasivo y
limitado desde el punto de vista neurocomportamental. Por otro lado, este
limitado repertorio conductual y neuromuscular ha llevado a pensar que el
neonato sólo era capaz de responder a la estimulación proveniente de su
entorno con patrones de naturaleza reflexiva. Desde este punto de vista,
pensar que el neonato era capaz de adquirir y retener información
proveniente de su entorno interactuando con él mediante respuestas
aprendidas, parecía un hecho imposible que sólo podría lograrse una vez que
se alcanzara cierta madurez. Sin embargo, actualmente se conoce que a
pesar de su inmadurez, el recién nacido es mucho más complejo que una
mera colección de reflejos, siendo efectivamente capaz de discriminar,
orientarse, habituarse y deshabituarse frente a estímulos familiares y
recuperar la atención frente a la novedad, modificar sus acciones en el
medio ambiente y adquirir respuestas condicionadas de orden clásico e
instrumental que implican distintas modalidades sensoriales e índices de
expresión comportamental (Weiss & Zelazo,1991).

2.4.1. Aprendizaje no asociativo y capacidades tempranas de


discriminación de estímulos
Capacidades de aprendizaje no asociativo como la “habituación”, que
implica la disminución progresiva de la respuesta a medida que un estímulo
se repite, han sido demostradas ya a nivel fetal. Esta forma simple de
aprendizaje aparece muy temprano en la ontogenia y no debe confundirse
con procesos de fatiga motora o adaptación del receptor sensorial ya que
involucra procesos de retención y memoria a corto plazo que se dan a nivel
central. Cuando el estímulo cambia en calidad o intensidad la respuesta se
“deshabitúa” y el organismo vuelve a activarse. Estos aprendizajes son
indispensables para la adaptación del organismo a su medio ambiente y
ocurren en prácticamente todas las especies y sistemas de respuesta,
representando cambios conductuales fundamentales resultantes de la
experiencia (Domjan y Burkhard, 1986, Domjan, 1998, 1999).

Respuestas a Estimulación vibroacústica


Capacidades de habituación en neonatos de distintas edades posnatales
han sido demostradas en prácticamente todos los sistemas sensoriales
confirmando la capacidad del sistema nervioso neonatal de almacenar,
recuperar y comparar representaciones mentales de eventos. Más aún,
distintos estudios realizados con estimulación vibroacústica han demostrado
que estas capacidades de aprendizaje no asociativo estarían ya presentes en
el plano fetal (Lecanuet, Granier-Deferre, De Casper, Maugeais, Andrieu &
Busnel, 1987). En la mayoría de estos estudios, las técnicas vibroacústicas
han sido aplicadas directamente sobre el vientre materno. Uno de los
métodos más utilizados consiste en aplicar un cepillo de dientes eléctrico
sobre el abdomen de la madre, lo cual brinda al mismo tiempo estimulación
acústica y táctil debido a la vibración (Leader et al., 1982 a, b; 1995). Las
variables dependientes en general involucran registros del ritmo cardíaco y
respiratorio fetal, como así también el movimiento del prenato frente a la
estimulación, todo registrado mediante monitoreo o ultrasonografía en
tiempo real.Todos los estudios realizados a partir de la década del 80 con
este tipo de estimulación pudieron demostrar que el bebé humano mostraba
habituación de las respuestas conductuales y autonómicas en función de la
presentación repetida de la estimulación ya a las 28 semanas de edad
gestacional, ya que el fenómeno efectivamente ocurría en el 90% de los fetos
evaluados.
Para investigar la continuidad fetal-posnatal en estos procesos, se
indagó si durante los primeros días de vida los neonatos respondían de
manera similar al mismo procedimiento de estimulación repetida que se
empleó a nivel fetal. Para ello una serie de estudios realizados en la década
del 90 adaptaron la estimulación vibroacústica al medio extrauterino
comprobando que los bebés responden a este tipo de estimulación de una
forma muy similar a la observada en los fetos durante el último trimestre
gestacional (Kisilevsky & Muir, 1991). Otros estudios han empleado también
sonidos de cascabel y diversas palabras emitidas por adultos (Zelazo, Brody
& Chaika, 1984).

Respuestas a Estimulación Visual


En neonatos de diferentes edades también se ha demostrado
habituación y deshabituación a estimulación visual. Como se mencionara, la
habituación implica integración de la información a nivel central y varias
escalas de desarrollo infantil, como la Escala Brazelton de Comportamiento
Neonatal o la Escala Bayley de Desarrollo Infantil utilizan pruebas de
habituación visual en bebés de alrededor del mes de vida para valorar el
estado de la funcionalidad del SNC. Más aún, diferentes estudios han hecho
esfuerzos en distinguir este proceso de la mera adaptación del receptor
como por ejemplo el de Slater y colaboradores (1983) donde se habituaba a
los neonatos a la presentación repetida de claves visuales pero manteniendo
un ojo tapado con un parche. Luego, cuando la conducta del bebé alcanzaba
el criterio de habituación, se cambiaba el parche de tal manera de dejar
libre el ojo anteriormente tapado y se presentaba nuevamente el estímulo
familiar y un estímulo novedoso. Los neonatos mostraron preferencias
significativas por el estímulo novedoso, lo que indicaba que los criterios de
habituación también habían sido alcanzados por el ojo que había
permanecido tapado mientras se presentaba repetidamente la clave visual.
Los resultados sugerían que el modelo de la adaptación retinal podía ser
rechazado (Slater, Morison & Rose, 1983b). Otros trabajos han demostrado
respuestas de discriminación de la orientación en el espacio (vertical,
horizontal u oblicuo) entre distintas claves visuales habituando, por ejemplo,
a los neonatos a un estímulo visual en una determinada orientación (vertical)
y posteriormente deshabituando con el mismo estímulo pero presentado en
una orientación nueva (oblicuo). Los bebés siempre pasaban más tiempo
mirando la orientación novedosa (Slater, Morison & Somers, 1988).
Todos estos estudios demuestran que los neonatos pueden crear
representaciones mentales para la administración repetida de estimulación
de diversas modalidades sensoriales, retener las señales en la memoria y
comparar activamente nueva información con la representación mental del
estímulo original (Zelazo, 1988a, 1988b, 1989).
Respuestas a Estimulación Quimiosensorial (olfato-gustativa)
Actualmente, numerosos trabajos argumentan a favor de la capacidad
neonatal de responder a estímulos quimiosensoriales. Hasta los años sesenta
existían grandes controversias con respecto a la posibilidad de
funcionamiento del sistema olfativo en el recién nacido. Algunos
investigadores pensaban que no podía existir en el neonato olfacción en
sentido estricto y que éste sólo reaccionaría a los olores de gran intensidad
que estimularían las terminaciones del nervio trigémino. Otros pensaban que
la función olfativa sería activa ya desde los primeros minutos de vida
posnatales (Schaal & Porter, 1989). Hoy se conoce que el bebé recién nacido
no sólo detecta y discrimina gran variedad de olores sino que también es
capaz de formar memorias olfativas desde el nacimiento. A principios de los
60, distintos trabajos han puesto de manifiesto que, desde los primeros
minutos de vida, el bebé puede detectar olores como el anís, el petróleo, la
rosa, los alcoholes o los aromas alimentarios artificiales. Se observó que los
bebés evaluados respondían a los olores con reacciones comportamentales
como modificaciones motrices generalizadas o localizadas en los miembros o
en el rostro, movimientos de orientación de la cabeza, de succión, de
lamidos y mediante variaciones neurovegetativas a nivel cardíaco y
respiratorio (Engen y Lipsitt, 1963). Utilizando un procedimiento de
habituación y deshabituación, se demostró que el recién nacido puede
diferenciar estos olores y expresar memorias olfativas funcionales desde el
período neonatal. A los 3 días de vida, los bebés mostraban decrementos
progresivos de las respuestas motrices y respiratorias frente a la
presentación repetida de olor a anís y cuando, a continuación se les
presentaba un olor distinto (Asa foetida) se registraba un aumento en la
respuesta motriz y neurovegetativa lo que indicaba la discriminación de los
olores (Engen y Lipsitt, 1965). Otra serie de experimentos realizados con
recién nacidos de 2 a 10 días de vida alimentados con pecho materno
demuestran, mediante la técnica de preferencia de doble elección,
capacidades de orientación y discriminación de olores durante el período
neonatal. Con esta técnica se ubica por encima de la cabeza del bebé un
dispositivo en forma de U invertida que suspende a ambos lados del rostro
una almohadilla de gasa embebida con un determinado olor. Una almohadilla
se impregnaba con el olor del pecho de la propia madre y la otra con el de
una madre lactante no familiar al niño. Siempre el bebé se orientaba
preferencialmente hacia la almohadilla impregnada con el olor del pecho de
su propia madre (Schaal, Montagner, Hertling, Bolzoni, Moyse & Quichon,
1980).
Con estos experimentos se demostró que las capacidades de
orientación del neonato hacia el pecho materno están presentes desde muy
temprano y posiblemente con bases adquiridas en el reconocimiento de las
claves sensoriales del líquido amniótico materno a nivel fetal. De hecho,
durante los primeros episodios de succión, los neonatos prefieren succionar
de un pecho materno que ha sido bañado con líquido amniótico frente al otro
pecho que conserva su olor natural. Estas preferencias irán cambiando en
función del tiempo y la experiencia con los sucesivos amamantamientos,
tendiendo posteriormente a preferir el olor natural del pecho de la madre
frente a otros olores biológicos (Varendi, Porter & Winberg, 1997). Utilizando
una metodología similar también se comprobó que bebés de la misma edad
eran capaces de diferenciar el olor del cuello (Schaal, 1988) y de la axila
(Cernoch & Porter, 1985) de la propia madre de los de otra madre no
familiar. Más aún, cuando los bebés eran alimentados con biberón, también
se orientaban preferencialmente hacia el olor del pecho de su madre frente
al de otra madre lactante al ser evaluados a las dos semanas de vida (Makin
& Porter, 1989).Todos estos estudios revelan que los bebés poseen desde muy
pequeños finas capacidades para diferenciar entre estímulos olfativos
homólogos, por ejemplo, los recogidos de dos mujeres con un estado
fisiológico comparable (la propia
madre y otra madre, ambas en período de lactancia), tendiendo siempre a
preferir aquellos provenientes de la propia madre.
Aparentemente los componentes quimiosensoriales del líquido
amniótico se procesarían a nivel fetal colaborando con el reconocimiento
posterior de la madre. Aunque sin olor para el adulto, tan saliente es el olor
del líquido amniótico para el recién nacido quien ha permanecido bañado en
él durante todo su desarrollo uterino, que sólo una gota presentada al bebé
de pocas horas de vida es suficiente para generar una respuesta de
activación motora generalizada (Faas et al., 2013). Cuando el líquido
amniótico materno se contamina con alcohol (en madres que beben en el
embarazo) el bebé de pocas horas también reaccionará a este olor
preferentemente y en contraste con un olor para él novedoso, gesticulando
de manera apetitiva cuando es expuesto al mismo (Faas et al, 2015)

2.4.2. Capacidades de aprendizaje asociativo: condicionamiento


clásico y operante
Los procesos de aprendizaje asociativo que se describirán a
continuación tienen por objetivo ilustrar capacidades complejas de
aprendizaje que implican la asociación entre dos estímulos por la
contigüidad entre los mismos.
El denominado “aprendizaje asociativo” implica la asociación entre
eventos para lograr una respuesta. En este tipo de aprendizaje el cambio en
la conducta ocurre en función de la asociación entre estímulos y lo que
ocurre en respuesta a uno de los estímulos depende de cómo haya sido
presentado previamente en relación con el otro. De esta manera, puede
decirse que el aprendizaje asociativo representa lo que aprendemos acerca
de combinaciones entre estímulos (Domjan, 1999). Dos paradigmas básicos lo
definen: “Condicionamiento Clásico” y “Condicionamiento Operante”.
El mecanismo por el cual los organismos aprenden a hacer nuevas
respuestas a los estímulos y aprenden sobre las relaciones entre estímulos se
denomina “condicionamiento clásico” (Domjan y Burkhard, 1986, Domjan,
1998, 1999). En el condicionamiento clásico se presenta al niño un estímulo
neutro (estímulo condicionado) en asociación con un estímulo efectivo en
cuanto a la generación de una respuesta observable (estímulo
incondicionado). Luego de una serie de presentaciones donde los estímulos
están apareados, el estímulo neutro comienza a generar respuestas de orden
condicionado.
Capacidades de aprendizaje asociativo han sido demostradas en recién
nacidos de pocas horas (Sullivan, Taborsky-Barba, Mendoza, Itano, Leon,
Cotman, Payne & Lott, 1991; Wilson y Sullivan, 1994). Los bebés eran
expuestos a 10 asociaciones entre un olor cítrico (estímulo condicionado) y
una estimulación táctil vigorosa en la piel (estímulo incondicionado). Como
respuestas condicionadas se evaluaban el giro de la cabeza y la actividad
motriz generalizada. Los bebés claramente mostraban respuestas
condicionadas de actividad generalizada y giro de la cabeza frente a la
presentación del olor. Un trabajo de Slater y colaboradores también ha
brindado evidencias que los recién nacidos pueden aprender relaciones
intermodales arbitrarias. Los autores familiarizaron bebés de 2 días de vida a
dos estímulos visuales (diferentes en color y orientación) cada
uno acompañado por un sonido particular. El estímulo visual estaba
constituído por una línea diagonal verde y una línea vertical roja presentados
en una pantalla blanca a 30 cm de los ojos del niño. Los estímulos auditivos
estaban constituídos por la palabra “teat” pronunciada por una voz femenina
y la palabra “mum” pronunciada en voz masculina. La mitad de los niños
fueron familiarizados con el estímulo auditivo/visual “green teat” y la otra
mitad con “red mum”. La presentación del sonido era contingente con la
mirada del niño al estímulo visual. Cuando el experimentador consideraba
que el niño no miraba la clave visual, el sonido se detenía. En los ensayos de
post-familiarización los bebés experimentaban tanto la combinación familiar
como la nóvel. Los bebés mostraron una fuerte preferencia por la
combinación nóvel, lo cual brindaba una clara demostración de que los
neonatos pueden aprender combinaciones visuales-auditivas arbitrarias
(Slater, Brown & Badenoch, 1997). La asociación de elementos de distintas
modalidades sensoriales ayuda al bebé en el aprendizaje de ciertas
configuraciones como sonido de la voz de su madre con la imagen de su
rostro o en la asociación de pares rostro-voz de mujeres extrañas
(Hernández-Reif, Cigales & Lundy, 1994).
En el “condicionamiento operante o instrumental” la probabilidad de
ocurrencia de las respuestas varían principalmente debido a las
consecuencias que producen. La respuesta instrumental está gobernada
principalmente por los eventos que produce, es decir, ocurre debido a que la
consecuencia no podría ser alcanzada sin ella. La consecuencia buscada que
motiva la conducta del sujeto ocurre siempre después de que la respuesta
instrumental ha sido emitida (Domjan & Burkhard, 1986; Domjan, 1998,
1999). A partir de la década del 80, gran parte de la investigación relativa a
aprendizaje y memoria infantil se enriquece con los aportes de C.
Rovee-Collier y colaboradores. Los autores han demostrado que ya a partir
de los 2 meses de vida los bebés pueden aprender, por ejemplo, a activar un
móvil suspendido sobre su cuna. La conducta operante bajo consideración
son pequeñas pataditas que mueven el móvil, dado que el pie del bebé está
atado con una cinta al mismo. El movimiento del pie del niño produce, por lo
tanto, un movimiento contingente del móvil. El juguete móvil,
específicamente su movimiento y el sonido que puede generar, actúan en
calidad de reforzador positivo. Como puede esperarse, los bebés aprenden la
tarea más rápidamente y la retienen por más tiempo en función de la edad.A
los dos meses de edad, aprender la tarea lleva entre 6-9 minutos de
adquisición (Davis & Rovee-Collier, 1983;Vander Linde, Morrongiello &
Rovee-Collier, 1985); a los tres meses lleva sólo la mitad del tiempo y a los 6
meses el aprendizaje se realiza en el primer minuto (Hill, Borovsky &
Rovee-Collier, 1988).
Mediante el conjunto de técnicas de habituación, preferencia y
condicionamiento, evaluando a los bebés mediante distintas modalidades
sensoriales, los investigadores actuales han podido adentrarse en la mente
del bebé demostrando que nace mucho más “equipado” de lo que se creía
para comprender el mundo físico y social que lo rodea. Desde que nace, el
bebé humano observa y aprende sobre su entorno de manera permanente. La
inmadurez prolongada característica de la primera infancia se asocia con una
paternidad más rica en comparación con otros primates. El andamiaje
psicológico que realizan los padres en los bebés humanos está presente
desde el nacimiento y propicia que la infancia sea un período de juego,
enseñanza, exploración y experimentación. La paternidad humana implica
una empatía y conexión que no tiene
equivalente en ninguna otra especie de primates. Madre y padre se
comprometen espontáneamente en el desarrollo psicológico de sus hijos,
participan de la experiencia del niño, reflejan sus expresiones, le hablan con
una entonación particular. En las rutinas de alimentación o aseo el contacto
visual sostenido entre la madre y el niño es una conducta natural. Las
madres humanas, sin que nadie les “enseñe” su oficio, demuestran una
sintonía afectiva acompañando al bebé en sus estados de angustia o
satisfacción de manera concomitante. Lo estimulan en sus primeros
aprendizajes y refuerzan sus logros con expresiones emocionales a tono con
las del bebé (Stern, 1985). Cuando un bebé aprende a caminar primero se lo
anima a ponerse de pie, luego a que camine tomado de las manos, luego sólo
de una mano y al final solo pero con un adulto que lo espera de rodillas y
con los brazos abiertos para sostenerlo. Las expresiones de éxito del bebé se
acompañan de expresiones faciales y exclamaciones ruidosas por parte de los
padres. Todo esto forma parte de la paternidad “intuitiva” que acompaña el
desarrollo de los bebés y constituye la “marca de fábrica” de la infancia
humana para la incursión en la cultura (Rochat, 2001). A su vez, los primeros
intercambios sociales del bebé son favorecidos por contactos “cara a cara”
que la madre propicia en la alimentación, en los juegos y estas son
características destacadas y exclusivas de la interacción humana. La primera
infancia humana es la más prolongada y aculturada que la de cualquier otro
primate. Mientras los bebés pasan su tiempo observando y experimentando
el mundo que les rodea, se los controla y cuida de manera intensiva. Reciben
apoyo, ayuda cuando la necesitan, se les enseña y estimula a aprender cosas
nuevas y se les advierte del peligro.
El bebé cuenta con un gran número de capacidades para responder y
aprender sobre el mundo que lo rodea, pero los bebés no se desarrollan
aislados y son sus cuidadores los que no sólo aseguran su supervivencia sino
que los sumergen en la cultura como ser social.

3. La evaluación del recién nacido


La Escala Brazelton de Comportamiento Neonatal (NBAS)
La Escala Brazelton de Comportamiento Neonatal examina el neonato
de manera interactiva con el evaluador y la madre realizando un examen
clínico y neurológico del mismo pero cuya parte esencial es la evaluación del
comportamiento. Es considerada una de las más indicadas tanto para la
detección de déficits como para la identificación de las capacidades
emergentes del neonato, aspectos claves para el inicio de una intervención
temprana. Quienes la utilizan han notado también que colabora en crear en
los padres la capacidad de observación de su hijo recién nacido, de forma
que sean ellos mismos quienes detecten, ya desde los primeros días, cuáles
son las estrategias o formas de actuación más convenientes en cada
momento de su desarrollo.
Como se mencionara en la sección anterior, hoy es un hecho
ampliamente conocido que los recién nacidos, aún desde los primeros días
de vida, poseen vastas capacidades para interactuar con su entorno y que
gran parte de sus conductas son complejas, organizadas y no suceden por
azar. Más aún, muchas de estas serán las que formarán las bases de su
desarrollo físico, cognitivo y social.
La NBAS en la evaluación del desarrollo evolutivo de los neonatos se
base fundamentalmente en la idea de que los recién nacidos contribuyen de
una forma significativa a su propio desarrollo, dejando de esta manera atrás
el concepto de neonato como un receptor pasivo ante los estímulos
ambientales.

Cómo trabaja
La Escala Brazelton (Neonatal Behavioral Assessment Scale: NBAS),
examina un amplio rango de conductas en los niños desde el nacimiento
hasta los 2 meses de edad. La premisa de la escala es que los bebés nacen
listos para comunicarse. No pueden usar palabras pero sus movimientos
corporales, llanto y respuestas visuales son su manera de comunicación.

Cómo está compuesta


Las capacidades del recién nacido, anteriormente expuestas en
capítulos anteriores, son las que se articulan en esta escala en la forma de
ítems de evaluación.
El contenido de la Escala Brazelton consta de 28 items
comportamentales y 18 items sobre reflejos. A través de los mismos, revisa
las capacidades del bebé en diferentes areas del desarrollo: autonomica,
motora, regulación de estados y los sistemas de interactivos de regulación
social. El resultado no es un score sino más bien ayuda a entender cómo los
niños integran estas áreas para adaptarse a su ambiente. Más allá de
colaborar en la detección de patologías, ayuda a entender la particular
forma de actuar del neonato con su entorno brindando un perfil de las
características conductuales del niño y los primeros esbozos de sus rasgos
temperamentales.
En la segunda edición de la NBAS (1984) se añadieron una serie de 7
ítems suplementarios con la intención de captar mejor el grado de fragilidad
y la calidad de la conducta de niños de alto riesgo. Estos siete ítems intentan
resumir la calidad de respuesta del niño y la cantidad de estimulación que
necesita por parte del examinador para organizar sus respuestas.
Fundamentalmente la evaluación del niño gira en torno a:
Habituación
— Habilidad para responder y luego inhibir una respuesta hacia un
estímulo dis- creto como estímulos visuales y auditivos mientras se
encuentra relajado
Orientación
— Calidad del estado de alerta y la habilidad para atender estímulos
visuales y auditivos mientras se encuentra activo
Sistema Motor
— Performance motora (activación tanto como inhibición) y la calidad
del movi- miento y tono.
Rango de alerta
— Nivel general del arousal (activación) del niño
Regulación del estado
— Refiere a cómo el niño responde cuando está alerta mediante
mecanismos
endógenos para deprimir o activar el arousal
Estabilidad autonómica
— Registra signos de estrés relacionados con la homeostasis del SNC
como tem- blores, sobresaltos, color de la piel
Reflejos
— Registra el número de respuestas hacia los estímulos anormales

A modo ilustrativo, se presentan los ítems valorados por la escala en la


tabla V.
Tabla V: Items valorados por la NBAS
ITEMS DE COMPORTAMIENTO ITEMS SUPLEMENTARIOS
Disminución de la respuesta: Calidad de la alerta
Esfuerzo por mantener la
- a la luz atención
- al sonajero Ayuda por parte del examinador
- a la campanilla Irritabilidad general
- a estimulación táctil Vigor y resistencia
del pie Regulación del estado
Orientación: Respuesta emocional del
- visual inanimada examinador
- auditiva inanimada
- visual y auditiva
inanimada ITEMS DE REFLEJOS
- visual animada Prensión plantar
- auditiva animada Babinski
- visual y auditiva animada Clonus aquíleo
Alerta De búsqueda
Tono general Succión
Madurez motora Glabela
Incorporación por tracción Movimientos pasivos brazos
Movimientos defensivos Movimientos pasivos piernas
Nivel de actividad Prensión palmar
Momento de máxima exitación Del escalón
Rapidez de reacción Enderezamiento
Irritabilidad Marcha automática
Labilidad de los estados Reptación
Respuesta al abrazo Incurvación del tronco
Capacidad de ser consolado Desviación tónica de cabeza y
Capacidad de consolarse ojos
Habilidad mano-boca Nistagmo
Temblores Tónico del cuello
Sobresaltos De moro
Labilidad del color de la piel
Sonrisas

Cuando la escala se administra es importante que el examinador sea


flexible y esté atento a la actitud y disponibilidad del bebé, el que debe
estar en un estado alerta, activo y mostrarse cooperativo. Por lo general se
sugiere una secuencia de aplicación de los ítems, agrupándolos en
“módulos” que siguen un orden establecido y los tornan fácil de recordar.
Los módulos son:
— módulo de habituación: comprende los ítems de disminución de la
respuesta. Este grupo se administra primero y sólo se omitirá si el
niño no está en un estado de alerta apropiado
— módulo motororal: comprende los reflejos del pie y el de búsqueda,
los ítems de succión y glabela
— módulo troncal: comprende los ítems moderadamente estimulantes
como des-t vestir y manipular y también la desviación tónica de
cabeza y ojos
— módulo vestibular: comprende los ítems de máxima manipulación y
estimulación:
movimientos defensivos, reflejo tónico del cuello y Moro
— módulo social interactivo: comprende todos los ítems de orientación
y va ligado al estado de conciencia del niño. No debe administrarse
cuando no está en un en un estado adecuado de alerta, por lo que es
un grupo movible. La evalua- ción de la capacidad de ser consolado y
de la capacidad para consolarse puede asimismo interrumpir la
secuencia estándar si el neonato irrumpe en un estado de llanto.

Como se mencionara, a utilización clínica de la NBAS trata


permanentemente de incorporar a los padres como participantes activos en
el proceso de observar y aprender más del comportamiento de sus hijos.
Además de presentar una valoración del comportamiento del recién nacido,
la escala se revela de gran utilidad para: a) sensibilizar a los padres en la
individualidad de su hijo y promover una relación positiva entre ellos; b)
compartir las preocupaciones de los padres acerca del futuro desarrollo de
su hijo; y c) promover una colaboración positiva entre la persona que cuida
al niño y el clínico o servicio de la salud que continuará atendiendo al niño y
a la familia. Es por ello que resulta fundamental que el examinador esté
atento a las expresiones de los padres, tanto verbales como no verbales, y
que las preguntas que reflejen ansiedad sepan utilizarse como punto de
partida para la indagación de preocupaciones subyacentes.
Generalmente, las preocupaciones de los padres giran en torno a la
“normalidad” del niño o a su propio desempeño. Además del clásico enfoque
dimensional en el que se describe el comportamiento de los sistemas
autónomo, estado motor e interactivo del recién nacido, y el nivel de
integración de estos sistemas; se recomienda orientar la devolución a los
padres en torno a las áreas o puntos fuertes/débiles del niño. El examinador
debe ser capaz de explicar tanto la conducta “difícil” como la llamada
conducta “positiva”. Si aparece algún problema se comparte con los padres
ayudándolos a resolverlo. En las familias de neonatos de bajo riesgo, brindar
información sobre las características normales del período neonatal puede
ser suficiente, pero cuando se sospecha un problema en el niño se vuelve
necesario tratar el problema concreto planificando la intervención y
seguimiento con los servicios o dispositivos más adecuados para la familia.
La valoración clínica que plantea la escala parte de una postura
centrada en el niño y enfocada en la familia al mismo tiempo. El objetivo es
conseguir captar toda la riqueza del comportamiento del niño y mostrarlo a
los padres y, al mismo tiempo, ofrecer una
oportunidad para compartir sus preocupaciones acerca de su hijo y acerca de
ellos mismos como padres. Conociendo las características de su hijo los
padres fortalecen su parentalidad y desarrollan una variedad de respuestas
adecuadas para estimular y orientar el desarrollo del pequeño. Los padres
comenzarán a darse cuenta que su niño es un individuo y responde como tal
al mismo tiempo que puede responder de maneras diferentes en momentos
diferentes. Comenzarán a estar atentos a la aparición de diferentes
conductas, observarán cómo protege su estado de sueño sabiendo que, si se
perturba, se puede recuperar del llanto por sí solo. Entenderán también que
aún desde muy pequeño, su niño ya demostrará habilidades para controlar y
coordinar movimientos. Sabrán también que desde que nace su hijo ya ve,
oye y responde a una variedad de estímulos del ambiente y esto alentará su
relación con él. Conocer sobre su bebé vuelve a los padres menos atrapados
por miedos injustificados y más dispuestos emocionalmente para las
interacciones con su hijo (Brazelton & Nugent, 1997)
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