Política Social
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Política Social
VALLE DE MEXICO
Política social
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Nombre del alumno: Brenda Yamileth Nava Baltazar
Profesora: Ibarra Velázquez Laura
Matricula:190176693
Política social
¿QUÉ POLÍTICA SOCIAL?
La política social constituye un fenómeno moderno. Preguntarse sobre las políticas públicas su origen, su finalidad es casi
tanto como preguntar por qué existen los gobiernos, paraqué nacieron en el seno de la sociedad humana. Preguntarse sobre la
política social mueve a reflexionar sobre las responsabilidades que un gobierno puede tener.1 Más allá de las funciones
gubernamentales tradicionales e indisputables (seguridad, justicia y orden público), la realidad política y económica de las
sociedades y los gobiernos representativos de este siglo ha hecho de las políticas públicas instrumentos complejos y dedicados
a la atención de múltiples problemas. Ahora bien, si alguna política pública rebasa los límites de ese gobierno mínimo esencial
es la política social.
Ante un sistema político y económico profundamente transformado por la creciente pluralidad de actores y por la fuerza
descentralizadora de los mercados, los nuevos gobiernos están obligados a encarar y resolver los dilemas de la política social.
Un sistema democrático depende de manera crucial de la existencia de una población educada, saludable y capaz de contribuir
a la marcha del país.
La política social es uno de los instrumentos con que cuenta la autoridad para ofrecer respuesta a la aspiración y los reclamos
de la sociedad por una mejor calidad de vida; pero en la procuración de esa tarea, la política social puede también ser el
mecanismo que consolide, o cuya ausencia revierta, los procesos de transformación y progreso social en los que persevera
toda sociedad. No se trata únicamente, aunque sí en esencia de combatir las condiciones de desigualdad e injusticia social,
que por siglos han caracterizado a la estructura social mexicana, sino también de dar viabilidad al proyecto económico, que
no tiene ningún futuro si cerca de la mitad de los mexicanos son incapaces de contribuir a realizarlo. El combate a la pobreza
es precondición para el crecimiento y desarrollo económicos equilibrados, pero también el mecanismo más robusto y seguro
de progreso social.
Existen dos métodos para medir la pobreza: el directo y el indirecto. El primer método busca determinar el grado de
satisfacción de necesidades básicas que los individuos efectivamente logran. El otro, indirecto o del ingreso, supone un ingreso
mínimo que potencialmente satisface las necesidades básicas y considera pobre a aquel que no cuente con esos medios para
enfrentar el costo de satisfacer las necesidades básicas. El método indirecto tiende a ser empleado con mayor frecuencia debido
a que su parámetro de medición, el ingreso, constituye un dato relativamente más fácil de determinar.
El método directo resulta más certero para medir el fenómeno debido a que su objetivo no es estimar la posibilidad monetaria
de satisfacer necesidades básicas, sino la satisfacción concretamente realizada de éstas. Boltvinik señala que los estudios que
emplean el método directo hacen un mapeo de indicadores que involucran la alimentación, la vivienda y el grado de
hacinamiento, servicios sanitarios, escuelas primarias y el nivel educativo del jefe de familia; luego se fija el nivel mínimo de
satisfacción para cada indicador y se define como pobres a aquellos individuos que no cumplen con el conjunto de estos
mínimos.La medición directa de la pobreza no está exenta de problemas, como la dependencia de este método respecto a la
información censal, que en el peor de los casos es escasa o poco confiable, y en el mejor, inconsistente en la desagregación
de los datos o poco relevante en el tipo de variables registradas.
Una abrumadora mayoría de los estudios refiere resultados cuantitativos que no necesariamente dan cuenta del estado
verdadero de la situación. Por ejemplo, es común que la educación sea evaluada de acuerdo al nivel de escolaridad de la
población, en lugar de emplear resultados cualitativos de rendimiento académico; o que la salud se evalúe según el número de
camas de hospital o médicos por habitante. No obstante, este punto débil del método directo se corrige en la medida que se
consigue sustituir los parámetros cuantitativos por otros cualitativos.
En 1990, El Consejo Consultivo de PRONASOL presentó un estudio que daba cuenta de la evolución de la pobreza en México
entre 1960 y 1987; los resultados aparecen en el cuadro de la página anterior, al que se agregó el dato de 1996 para presentar
la última cifra oficialmente reportada. Con algunas variaciones (atribuibles a consideraciones metodológicas) respecto de otros
estudios contemporáneos, estos datos ofrecen la oportunidad de evaluar la dinámica del fenómeno a lo largo de la segunda
mitad de este siglo. Es claro que de 1960 a 1981, la pobreza total en México disminuyó en términos relativos (31%). Sin
embargo, la caída es fundamentalmente un descenso en la proporción de indigentes; y este resultado fue consecuencia de la
migración del campo a las ciudades, de los subsidios urbanos generalizados y del crecimiento sostenido que experimentó la
economía mexicana durante el desarrollo estabilizador y el auge petrolero.
La estabilización y la liberalización económicas en México han tenido lo mismo efectos positivos que negativos sobre la
pobreza y la distribución del ingreso. Sin embargo, los últimos datos disponibles (1996) arrojan un balance negativo en términos
del efecto social neto. Desde 1984, la distribución del ingreso registra una notoria polarización, y la desigualdad entre regiones
se ha incrementado. La mayor parte de los estudios realizados sobre el tema concluye que los niveles de pobreza aumentaron
ligeramente entre 1982 y1992; y, de modo concluyente, todos los indicadores de bienestar social sufrieron un deterioro a partir
de la crisis que estalló en diciembre de 1994. Para 1996 las estimaciones gubernamentales contabilizaban 15 millones de
mexicanos bajo la línea de indigencia (aproximadamente 16% de la población total del país), y 30 millones más dentro de la
categoría de pobreza moderada.6 La conclusión evidente es que la política social no ha sido un instrumento eficaz para
compensar las desigualdades entre la población, menos aún para atacar la pobreza. Y ello se debe a que su propósito original
fue otro.
En términos operativos, bajo este último gobierno la política de combate a la pobreza conducida por el poder ejecutivo federal
se ha caracterizado por estar concentrada en la pobreza extrema. El llamado Programa Integral para Superar la Pobreza Extrema
se dio a conocer hasta 1998, pero en realidad formaliza las acciones emprendidas desde principios de 1995, cuyo objetivo se
refiere, por primera vez de manera específica, al enfoque de fortalecimiento de capacidades básicas. El propósito central del
programa es contribuir a una reducción significativa de la pobreza extrema en el mediano plazo, a partir de acciones integrales
que apoyen a las personas y familias durante los ciclos esencialmente formativos de su vida, y les permitan romper el círculo
de la transmisión generacional de la pobreza. El objetivo central del PROGRESA es eliminar el subsidio a los alimentos
tradicionales (leche y tortillas) y transformar estos recursos (0.5% del PIB) en transferencias de ingreso la población específica
para mejorar sus condiciones de nutrición, salud y educación; las acciones del programa contemplan, al día de hoy, 2,300,000
familias de once regiones que viven en condiciones de pobreza extrema. Los recursos se entregan de la manera más directa
posible ya como apoyos monetarios para el hogar, becas y útiles escolares, o como suplementos alimenticios para niños menores
de cinco años y mujeres embarazadas o en lactancia, y atención médica periódica. Esto constituye un drástico rompimiento con
la visión que hasta hoy tuvo la política social de combate a la pobreza, que se fundaba en una estrategia de subsidios universales.
PROGRESA, sin embargo, no está exento de problemas; técnicamente, se le critica su umbral de aplicación (hogares con
ingresos menores de un salario mínimo) porque se dice que subestima la magnitud de la pobreza extrema y deja fuera de su
cobertura a una proporción importante de esa población, pues con la actual infraestructura de servicios médicos y educativos
públicos resulta muy difícil que el programa llegue a la población más necesitada; también se dice que su énfasis individualista
choca con la organización tradicional comunitaria de muchos pueblos indígenas que, casi por definición, constituyen la enorme
mayoría de la población en extrema pobreza; y, además, la viabilidad financiera del programa depende, en gran parte, de la
gradual eliminación de los subsidios alimentarios en las ciudades, la cual genera enormes resistencias por parte de poderosos
grupos de interés. No obstante, todo ello, el programa parece tener el fundamento más sólido que hasta hoy haya presentado
ninguno otro, los recursos se dedican de modo preciso a objetivos cualitativos y su apuesta es a mediano y largo plazo.
Representa la opción por el criterio de focalización. Habiendo argumentado hasta aquí a favor de la focalización, es
indispensable reconocer las enormes consecuencias políticas de este esquema. Consecuencias ineludibles, porque la política
social funciona como una suerte de bien público: a todos los ciudadanos les conviene que el gobierno nacional establezca
programas a favor de los más pobres para mejorar la productividad y las perspectivas de crecimiento económico, pero si se les
consultase en referéndum sobre la mejor alternativa de política social, la mayoría votaría racionalmente por la política
universalista, de la que posiblemente se podrían beneficiar incluso aquellos que no lo necesitasen.