Etnografía Ubaque

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Etnografía.

LOS ENCUENTROS Y DESENCAJAMIENTOS

Una etnografía, es una estructura y técnica investigativa que busca el acercamiento de los y
las investigadoras a los contextos y las territorialidades; parece un ejercicio de extracción
de los sentires emocionales, sintientes de las subjetividades, habitantes de lugares y
constructores de realidades. Pero implica una conexión distinta, una que no se encuentre
ligada a focos organizativos del análisis de las relaciones sociales, de las deducciones
lógicas sobre la racionalidad de los contexto, pero sobre todo del desvinculamiento corpo
sintiente del investigador en sus espacios analítico, teóricos y reflexivos.

Siendo así que las corporalidades caminantes investigativas viajan a espacios de escucha,
transitan por las palabras, por las miradas, por las sonrisas, por los cuerpos expresivos de
agobiantes pensamientos, por historias inquietas y ansiosas por ser contadas, por recorridos
acompañados por asombrosos panoramas de la naturaleza, juntando un investigador
pensante – sintiente a los hilos trenzantes de las ideas y experiencias de una comunidad.

Llegar a un lugar y lograr inquietarse de los momentos no es sencillo, debes permitirte


saltar en los charcos y gritar juntos a las oscuras y silenciosas noches lunares, pero sobre
todo hacer volteretas en el húmedo pasto de Ubaque, al lado de vidas siempre significativas
para las tonalidades pintorescas de colores infinitos emocionales de una experiencia
entrecruzada por el afecto y la amistad.

Los segundos y minutos no hubiesen sido los mismos sin Oriana y Vio, quienes esparcieron
sus auras de pensamientos, ideas, sonrisas y corporalidades por cada paso hacia los
indescifrables caminos de las territorialidades, en medio de jugos audaces de lo irracional y
lo absurdo, acompañaron las indicaciones del manual de instrucciones para montar una
carpa que con el tiempo simbolizó un lugar de camaradería, inauguraban las mañanas
lúcidas de canticos de la naturaleza, siempre dispuestxs a desacomodar los lugares rígidos
de la adultez. También acompañaron las lágrimas en medio del dolor que puede generar una
pérdida en la lejanía del hogar y la nostalgia de una despedida, en definitiva, sus manos y
sus palabras fueron un alivio para el corazón y para el alma.
Los comienzos, historias bellas que relatan conexiones mágicas traídas del mundo de los
espíritus, momentos que logran encajarse y un inesperado clic que ensambla circuitos
emocionales de unos cuerpos y cuerpas a otros y otras, tejidos por una unión de nudos y
puntadas que permiten la trayectoria de energía, pero sobre el todo el movimiento de las
corporalidades.

Allí estábamos cada día que pasábamos, en los comienzos de una historia, Vio, Oriana,
Carolina, Mafe y yo, sin olvidar a los amores genuinos de la naturaleza, los animales,
perros y perras que caminaban a nuestro lado en búsqueda de afecto, amor y por supuesto
alimentación, éramos una manada de aventuras, las ocurrencias siempre misteriosas y
fantásticas de Vio y Oriana, apasionades por querer siempre mostrarnos el sendero de sus
ideas, las espumosas y peludas piles de los animales quienes movían sus colas, sus cuerpos
y sus cabezas en una incesante danza de amor, las conversaciones mañaneras y nocturnas
entre amigas, lenguajes que se entremezclaban, se integraban, se distorsionaban y se
amasaban en una delicada y cuidadosa creación de los pensamientos.

Aquellos fugaces encuentros se gestaron en un sitio, en un espacio, en una casa familiar que
resulto curiosa en su composición dado que ocupa el lugar de un docente, el rol de
autoridad que se ha cimentado y estructurado basados en posición jerárquica de poder, pero
sobre todo de diferenciación y distanciamiento entre el docente y el estudiante. Lograr
encontrar un lugar de acogimiento donde puedas hacer parte de otras dinámicas relacionales
entre docente y estudiante resulta desbordante de desencajamientos.

Siendo así, que los desencajamientos permiten desorganizar las bases, los cimientos, las
estructuras y te encuentras allí, elaborando nuevamente las piezas de las prácticas sociales,
encajando y reacomodando los pensamientos sobre el papel relacional docente y estudiante
y resignificando la persona desde sus facetas tan diversas como los paisajes de un mismo
lugar, así que, lograr acompañar las facetas docente y estudiantado es una implacable
hazaña de reorganización y encajamiento constante.
DÍAS DE INCERTIDUMBRE.

Inés una mujer de ojos grandes y verdes, en su tez se denota cansancio y frustración, quizá
porque su tránsito vital ha estado vinculado a cambios y golpes que la han llevado a querer
exponer su mejor rostro, sin embargo, su amabilidad y ganas de contar su historia no fueron
impedidas por esto, pues nuestra conversación se tornó un espacio de desahogo y de
denuncia, que quizá necesitaba dadas las últimas y persistentes situaciones de engaño que
relata.

Inés es una extranjera nacida en Andalucía, España, quien llegó a Colombia enamorada,
con la esperanza e ilusión de haber encontrado el amor de su vida, ¿el afortunado? un actor
colombiano que con su simpatía y amabilidad la encantó, tanto como para convencerla de
dejar su país y atravesar el Atlántico, ¿detrás de qué? De un ideal de familia.

Al poco tiempo de llegar a Colombia, Inés se casó con este hombre y con él tuvo su
primera hija, una joven esbelta, de ojos grandes, expresivos de color azul, camina descalza
por su casa, la cual se encuentra en construcción, un lugar labrado por las manos de su
madre con la tierra del lugar, material que le brinda un color achocolatado, que en conjunto
con su diseño e insumos de elaboración: el bahareque un material de construcción
compuesto por guadua, barro y paja; le da el aspecto de un sincretismo entre los diseños
urbanos modernos y su imagen precolonial.

Pareciese este lugar la semilla que su madre intenta sembrar bajo el ideal de cumplir sus
más íntimos sueños, un lugar que, así como tiene su sudor y que se llevó la suavidad de sus
manos, mantiene la esperanza viva de construir y llevar a cabo su proyecto de vida, que en
conjunto con el desarrollo y crianza de sus hijos se enlaza con el baile y la naturaleza.

Sin embargo, no todo es ilusión y danza, pues al observar la interacción entre madre e hija,
se denota que esta última se mantiene ausente, evita el contacto visual y se mantiene
retraída durante nuestra estancia en el lugar, al momento se retira rápidamente del lugar, su
madre comenta que esto se presenta a causa de un tipo de alienación parental en su contra
por parte del padre de la niña, seguidamente , al tratarse del día de la celebración de la
madre, Inés realiza el comentario: “ni el feliz día me han dado, no me han dicho te ayudo
en algo mamá” mientras tanto recuerda a su madre en Andalucía y se pregunta ¿Por qué no
me he ido para que mi mamá me cuide?” y con esta expresión refleja una posición infantil
en su cuerpo, expresa que la extraña y se interroga reiteradamente, ¿Por qué sigo aquí?.

A continuación, se grafica a través de un genograma la conformación familiar de Inés, con


lo cual se puede observar sus dos separaciones, lo que genera una familia mono marital, así
como sus relaciones conflictivas con los padres de su hija e hijo, del mismo modo, se
expone una relación estrecha con su madre, así como con su hijo menor.

Gráfica 1. Genograma familia de Inés.

En este sentido, la base económica de este lugar tiene como desencadenante las dos
separaciones con el padre de su hija mayor y con el de su hijo menor, de quien evitó
realizar algún comentario, sin embargo, la expresión de su cara al relatar o hacer algún tipo
de mención al respecto, expone tristeza y enojo, porque a pesar de lidiar con la pérdida
emocional que caracteriza a las separaciones maritales, ha tenido que batallar sola con el
sustento económico de sus hijos, que en conjunto con el trabajo doméstico que esto atañe,
le ha generado cansancio pero no sólo físico, sino emocional y que es visible en su rostro y
cuerpo. Su corporalidad expresa dolor, sobrecarga y agotamiento.

Es allí donde entran en conflicto dos posturas y líneas que la atraviesan, su desarrollo como
mujer, en términos tanto profesionales como personales y su papel como madre, para lo
cual comenta “una tiene que ser buena en lo que hace, estar siempre bonita, hacer las
labores de la casa, cuidar bien los niños, pero también desarrollarte como profesional” y
con esto ella realiza un exposición de las presiones sociales basadas en el género que
caracterizan las exigencias hacia las mujeres y que las subordina bajo un postulado de doble
explotación.

Pero a pesar de ser consciente de esta situación y de su rol como cuidadora, cuando su hijo
Samuel le habla, un niño de 4 años, ella no duda en parar la conversación y centrar toda su
atención ante la solicitud del pequeño, por más mínima que se considere para la percepción
de un adulto, su tono de voz y el que se coloque a su nivel para darle alguna explicación o
enseñarle algo, permite visualizar su otra manera de interactuar con el mundo, que
justamente intenta proyectar a partir de la construcción de su casa con sus propias manos, el
lugar que eligió para ello y la forma en la que interactúa con su entorno.

Sin embargo, no todo es felicidad, encontrarse en un lugar que se desliga de las maneras en
las que le enseñaron, en su lugar de origen, a interactuar con los otros, le ha generado
grandes choques emocionales, en su relato se destacan varias situaciones en las que sus
posturas éticas difieren con las de los residentes del lugar donde habita y que coinciden con
el imaginario del “vivo vive del bobo”, situación que, además de la desconfianza, le genera
enojo y frustración lo que atraviesa la percepción que tiene de las personas que trabajan con
ella en la construcción de su casa, pero no solo con ellas sino a los colombiansxs en
general.

Mientras ella relataba sus experiencias de engaño, yo no dejaba de pensar y decir que esos
comportamientos, imaginarios y representaciones podrían ser herencia del fenómeno
colonial que justamente emprendió su país en contra de nosotrxs, pero bueno… intentando
nuevamente, conectarme con su sentir consideraba que ella directamente no es la culpable
de ello.
Sin embargo, venir con la lógica de comprender las prácticas ancestrales como lo pueden
ser la siembra o la construcción de su casa en materiales precoloniales ¿podría ser
considerado como una nueva forma de expropiación, pero ya no del oro, sino de
conocimiento? Puede que no… quizá sea necesario dejar mi resentimiento e intentar
reconocer su papel en el territorio que habita y admirar la manera en la que se expresa del
agua, notar la ilusión y el asombro en su rostro, comentando lo importante de impulsar el
ecoturismo con el fin de que las personas conozcan la belleza natural que caracteriza el
lugar, es como si quisiera que la gente pudiese ver lo que ella a través de sus ojos.

Aun así, la intencionalidad de ello es poder además de visibilizar la belleza natural del
lugar, lucrarse, pues actualmente la invade una preocupación que de alguna manera
oscurese su estado emocional y es el hecho de que no tiene en este momento un sustento
económico fijo, pues no tiene una labor de donde obtenga ingresos constantes, aspecto que
le genera una sensación de incertidumbre y temor frente a su futuro.

Y que, de acuerdo con su interpretación, se acrecienta por su condición femenina, con lo


que hace referencia a lo necesario e importante del apoyo de un compañero sentimental,
con el que podría distribuirse tanto el trabajo doméstico como el laboral, lo que ella percibe
como fundamental y como un aspecto a favor de las mujeres de su comunidad, quienes ella
cree que si se distribuyen las labores con sus familias, no obstante, cuando se entra en
contacto con las demás mujeres habitantes del lugar, tal y como lo puede ser con la señora
Martha, es posible notar que mientras ella se encarga de las labores domésticas, como
cocinar, hacer el amasijo y atendernos a nosotrxs, su esposo se encuentra al interior de la
casa, sentado viendo televisión; es decir, nuevamente se denota una doble explotación
femenina, que además se replica en la interacción entre su hijo y su novia, quien era quien
vestía el delantal, mientras su compañero bebía cerveza, al parecer su labor era encender el
fuego en el horno, aún así, esta práctica no es desconocida por su madre, es decir, las
mujeres ejercen labores económicas y domésticas al tiempo. Lo que sustenta una
interacción basada en el dominio patriarcal.
SER MADRE

Ser un alguien para otros y otras, una composición de afectos, cuidados, respetos y sobre
todo entregas, ser el crecimiento de una vida y el acompañamiento de experiencias
compartidas, el primer lugar de recibimiento, atención y protección, pero también el de
formación de relacionamientos actuantes con la alteridad, ser madre, brindar cobijo,
seguridad y amor.

Madrugadas mañanas de organización, preparando la indumentaria de cariño, el papel de


benefactora de necesidades para el crecimiento de una vida, tardes y noches creando las
bases de un hogar, de una casa protectora, de un vinculo de comprensión, de conexión y
reciprocidad, crear la escenografía corporal y emocional de un habitar madre que se
expande por las corporalidades sintientes de sus hijos e hijas, un trabajo constante de
siembra, siembra y siembra, que se obstruye en la cosecha, en el recogimiento.

Llegamos el día de las madres a un habitar madre devastado, agotado, extenuante y


quebrado por los asares injustos de las experiencias de vida de una mujeres soltera,
extranjera y madre, su rostro consumido por el trabajo constante de un ideal de familia que
se fue a las profundidades de un barrando corporal una y otra vez, un cuerpo enérgico
pasible, susceptible y sensible de las sensaciones corporales de sus manos, que guiaba los
incesantes pensamientos de dolor, angustia y agonía, una mirada penetrante que buscaba el
llanto constante refugiado por una imparable fuerza interna de seguir, seguir los senderos
de un pensar confuso de incertidumbre pero armado por el valor del ser madre.

Sus manos de mujer amasaban una y otra vez la greda, un amasijo de ingredientes que
serían el recubrimiento de su hogar, de su casa, de su familia, mientras conversábamos su
hijo se imponía con vehemencia sobre la atención siempre dispuesta de una madre que
buscaba escuchar las experiencias sensitivas y verbalizantes de esa figura infante deseante
por explorar, ella atendía con cuidado y retroalimentaba con paciencia cada uno de los
actuares de su hijo, con el amor que no se podía evitar sentir en el encuentro.
Con la paciencia y el cuidado de progenitora de amor, sacaba de sí todas las frustraciones
de ser madre soltera y sin apoyo, una y otra vez nombraba su madre como su lugar de
refugio y cercanía, su distancia laceraba su tristeza interna, mientras recubría nuevamente
su cuerpo de coraje, pedía una compasión de las diosas del universo, parecía que la vida
estaba chocando con fuerza sobre ella y solo quería salir corriendo nuevamente a un sitio de
seguridad como era Andalucía, lugar donde nació y creció con su familia, así que, confusa
se preguntaba una y otra vez si su deber era regresar nuevamente, dejar todo y darse por
vencida y volver a esparcir las semillas de la familia y la seguridad.

UNA CASA HECHA EN BAHAREQUE.

A lo lejos una casa, encima de una montaña, paredes de un café oscuro, bahareque en los
internos muros de barro, palos de guaduas que sostienen la estructura de la casa y un patio
al aire libre, la brisa entraba por doquier mientras la mirada se quedaba fija en la secuencia
de montañas distantes, pero a la vez tan cercanas a la piel, ese olimpo de dioses y diosas de
la naturaleza se embelesaba entre nuestros ojos, inquietos por permanecer horas enteras
simplemente allí contemplando su composición de colores, texturas y emociones.

Estábamos allí, junto a ella, escuchando sus pensamientos y a la vez perplejas del diseño de
una casa que simbolizaba el lugar más cercano a los significados de la armonía de un hogar,
era un día caluroso, el sol se internaba por cada orificio de apertura hacia el interior, aun
así, la casa emanaba la frescura de un de un alma dispuesta a brindar un espacio acogedor y
espiritual al mundo.

Sus manos se enredaban una y otra vez entre el barro, la greda y demás ingredientes que
funcionarían como el recubrimiento de su casa, de su hogar, sus dedos tenues y a la vez
fuertes se frotaban entre la mezcla intentando descomponen pedazos sólidos que debían
reaccionar y dejarse fluir en el agua. Unas manos que han trabajado arduamente en la
construcción de esas paredes, manos que han transmitido desde su interior un amor
profundo por ese espacio, un lugar que no es sólo una casa es el encuentro de la
tranquilidad, la defensa de un hogar y el símbolo de una madre dispuesta a brindar
seguridad y protección.
La casa construida desde un cuerpo corposintiente, corpopensante y corpofantástico e
imaginativo, edificada a partir de interminables dibujos reelaborados uno encima de otros,
trazos iban, trazos eran tachaban y una propuesta de hogar se visibilizaba a la vista. Ines la
mujer constructora de esa casa, de ese hogar, diseño y dispuso su corporalidad para idear la
composición de una estructura que iba funcionar como su hogar, pero no sólo el hogar
donde habitaría con sus hijxs sino el espacio donde lograría encontrar la tranquilidad para
ella y para brindar a otredad.

Por esa razón se desgastaba en pensamientos, rumiando cada día, esperando que su casa ya
estuviese lista, moldeada, compuesta y terminada, era necesario ese lugar físico donde
poder habitar, donde poder expandirse, donde poder sentirse en plenitud o por lo menos en
conformidad, no era cualquier cosa, era el espacio que territorializaba un cuerpo sintiente
por echar raíz y que requería de esas bases físicas para poder sentirse en el lugar que es, en
el lugar indicada, por ende, no tener su casa aun la ubicaba en una incertidumbre infinita,
en enredos sobre lo correcto de su actuar, en nubosidades sobre la finalidad de su vida y las
bases de su existencia.

La casa representaba el simbolismo de su cuerpo, la apertura de su vida y por tanto las


particularidades de sus experiencias, cada minucia de la casa esta perfectamente diseñada
con una intencionalidad, los detalles simbólicos recubrían la edificación, conchas de mar se
integraban en el baño, bahareque, greda, barro, guaduas y demás ingredientes
confeccionaban una estructura de la naturaleza, un vínculo con el cosmos, el patio que
reflejaba días enteros en pensamientos y admiraciones y un cuarto refugio del cuerpo
deseoso por desnudarse y ser uno con el paisaje.

Echar raíces, enraizarse en los suelos de Ubaque, significo apartarse de una territorialidad
significante para ella en Andalucía, España, llego a Bogotá a la edad de 24 años ilusionada
por conocer y explorar los países colombianos conoce al papá de su hija y se enamora, ese
amor que te conquista y te descompone hasta quedar nuevamente allí sola y confusa, sin
terreno fértil para volverse a reconstruir. Durante cada momento de la conversación se
percibía un aire de decepción hacia las masculinidades con quienes había intentado echar
raíces, al parecer la habían utilizado y luego se habrían alejado silenciosamente entre
mentiras y embustes.
Eso la hizo más fuerte y aguerrida ante las intrepideces de quienes se ostentaban en
ayudarla, pero la dejaban desvinculada y sin redes de apoyo, precisamente porque su vida
se fundamentaba en las cercanías, en los circuitos con la otredad que no dejaba de
sorprenderla por su evidente oportunismo, en la reciprocidad de su hogar y el apoyo de su
familia.

El tener un hogar significaba la base de su vida emocional, por ello sus experiencias en
relaciones afectivo-emocionales de pareja la había dejado sin cimientos para poder entender
nuevamente ese vinculo de familia, con sus dos hijxs intentaba reconstruir las ilusiones, los
deseos y los planes desechos, precisamente por que allí, a Ubaque, había llegado
acompañada de esos planes de un hogar.

La territorialidad de Ubaque la hacia permanecer por su naturaleza, por lo que significaba


el medio ambiente para ella, por esa razón, una casa en una zona rural significaba lo que
ella deseaba, primero por el crecimiento personal, segundo por sus redes sociales y
familiares de relacionalidad y reciprocidad de afecto energético y tercero una naturaleza
despampanante que la devolvía una y otra vez a los tejidos ancestrales de la tierra como
conexión espiritual.

Por ende sus raíces en Ubaque simbolizaban una camino de conexiones espirituales, un
camino de intencionalidades con el universo y el cosmos y un camino de entrega y
recibimientos, siembras y cosechas, si bien eso constituía sus tejidos con el territorio, el
miedo y la incertidumbre acechaban en su morada constantemente, le aterraba un espacio
no espacio habitado, teniendo en cuenta que sus tentáculos simbólicos del hogar se
encontraban aun en cajas, arrinconadas en una casa ajena, pareciese que aun sus raíces no
podían ser trenzadas en las tierras áridas y a veces fértiles de Ubaque, sentía miedo de no
encontrar su sitio, pensaba una y otra vez si Ubaque realmente era el lugar de crecimiento,
el lugar sus transmutaciones corporales y el lugar donde podría expandir su entrega al
mundo, puesto que, las situaciones que se encontraba viviendo la dejaron sin sustento
monetario y no tener con que vivir y sostener a su familia era algo que rondaba su cuerpo
sintiente emocional herido y por último la ansiedad, la búsqueda por encontrar redes de
apoyo fundamentaban un sendero de inseguridades por el no saber, el no saber cómo sería
su vida, el no saber si lo lograría y el no saber si era la decisión adecuada, para ella, su
familia y su relación espiritual con la naturaleza y el universo.

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