ABORTO

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¿Qué es el aborto y por qué es necesario?

El aborto es un procedimiento médico que pone fin al embarazo. Es un cuidado de salud básico
que necesitan millones de mujeres, niñas y otras personas que pueden quedarse embarazadas. Se
calcula que uno de cada cuatro embarazos termina en aborto cada año.

En los lugares donde el aborto es legal y accesible y donde hay menos estigma, las personas
pueden acceder al aborto en condiciones de seguridad y sin riesgos.

Sin embargo, en los lugares donde el aborto es estigmatizado, penalizado o restringido, las
personas se ven obligadas a recurrir a abortos inseguros. La OMS calcula que cada año tienen lugar
25 millones de abortos inseguros, la gran mayoría en países en desarrollo, y que pueden dar lugar
a consecuencias fatales como muertes maternas y discapacidad.

Todas las personas tienen derecho a la autonomía corporal, que es otro motivo por el que toda
persona que pueda quedarse embarazada debe tener la posibilidad de abortar. Sin embargo,
muchas personas, especialmente las pertenecientes a comunidades históricamente marginadas,
hacen frente a condiciones sociales, económicas y políticas que ponen trabas a su capacidad para
ejercer la autonomía reproductiva.

Muchacha con los brazos cruzados sobre un fondo de color.

©Getty Images

Todas las personas tienen derecho a la autonomía corporal, motivo por el cual toda persona que
pueda quedarse embarazada debe tener la posibilidad de abortar.

¿Qué es la justicia reproductiva?

Feministas negras e interseccionales acuñaron en Estados Unidos el término “justicia


reproductiva” para reconocer que la igualdad de género, los derechos sexuales y reproductivos y
la justicia social están firmemente interrelacionados.

La justicia reproductiva se ocupa de cuestiones relativas al control de población, la libre


determinación corporal, los derechos de las personas inmigrantes, la justicia económica y
ambiental, la soberanía y el militarismo y las injusticias criminales que limitan los derechos
humanos individuales a causa de opresiones grupales o comunitarias.

Loretta J. Ross, académica, feminista y activista de Estados Unidos


El movimiento por la justicia reproductiva reclama que los Estados aborden las desigualdades
sociales, económicas y políticas que impiden que las personas pertenecientes a las comunidades
más marginadas puedan ejercer sus derechos sexuales y reproductivos.

Vídeo cortesía de Colors of Change en YouTube.

Barreras para acceder al aborto

Cuando a una persona se le niega el acceso al aborto por estar penalizado o debido a leyes
restrictivas y otras barreras, se menoscaba su capacidad para ejercer la autonomía reproductiva y
disfrutar de sus derechos humanos.

Pero las leyes no son el único factor que hace que las personas no se planteen abortar.

Algunas no pueden abortar porque no pueden permitirse ausentarse del trabajo para acudir a
citas médicas o porque no pueden pagarse el viaje a otro país o estado para recibir atención. Las
personas que necesitan interrumpir el embarazo también se enfrentan al estigma social que
dificulta el ejercicio de sus derechos.

La creación de un futuro mejor en el que el derecho al aborto esté garantizado para todas las
personas no termina con la despenalización del aborto. También debemos abordar las barreras
sociales, culturales y económicas profundamente arraigadas que dificultan el ejercicio de los
derechos reproductivos.

Una persona habla por un megáfono durante una manifestación en favor del aborto. En el fondo,
otra persona levanta un cartel con un lema sobre el derecho de las mujeres a la autonomía
corporal, en francés.

©Bruno Fert

Protesta en apoyo del derecho al aborto en París, 6 de mayo de 2022.

Penalización del aborto

Las personas se enfrentan a toda clase de barreras para acceder al aborto en todo el mundo. En
algunos países —como Estados Unidos, Sierra Leona, Polonia y Marruecos— abortar o ayudar a
alguien a abortar está penalizado. Las leyes que restringen el aborto varían de un país a otro y hay
algunos países, como Guinea Ecuatorial y Zambia, que imponen la pena de cadena perpetua a
quienes recurren al aborto. Existen otras leyes que penalizan a las personas que ayudan a otras a
obtener un aborto.
En algunos países hay leyes que sólo permiten el aborto en circunstancias concretas. Entre esas
excepciones figuran que el embarazo sea consecuencia de violación o incesto, que se trate de un
caso de lesión grave y mortal del feto o que el embarazo suponga una amenaza para la vida o la
salud de la persona embarazada. Sin embargo, sólo una pequeña proporción de los abortos
obedecen a estos motivos, lo que significa que estas escasas excepciones siguen impidiendo que la
mayoría de las personas ejerzan plenamente sus derechos reproductivos.

La penalización del aborto empeora la situación para las personas que ya están marginadas. Los
servicios de salud, en general, son menos accesibles a las personas de bajos ingresos, refugiadas y
migrantes, LGBTI e indígenas y racializadas. Eso significa que para algunas personas resulta más
difícil acceder a servicios seguros en otro país o acceder a atención privada.

A pesar de decenios de estigma y de información errónea sobre el aborto, la mayoría de las


personas están de cuerdo en que el aborto debe ser legal. Sin embargo, muchas sienten que no
saben cómo alzar la voz y manifestar su apoyo, motivo por el cual la ruidosa minoría contraria al
aborto domina con frecuencia el discurso.

Un grupo de manifestantes delante de las columnas blancas de la Corte Suprema en Washington


DC. En primer plano, un cartel que dice “El aborto es un derecho humano”.

©Lauren Murphy/Amnesty International USA

Amnistía Internacional Estados Unidos se manifestó por el derecho al aborto cerca de la Corte
Suprema en Washington DC el 26 de marzo de 2024.

El estigma social del aborto

Incluso en los países donde el aborto es legal, el acceso a este derecho puede llegar a ser difícil
debido a factores como el costo, la distancia a los servicios, el estigma social o las actitudes
conservadoras reforzadas por la religión. Por ejemplo, el personal médico puede negarse —y de
hecho lo hace— a practicar abortos por motivos de conciencia o religión.

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