El Infierno Segun La Biblia
El Infierno Segun La Biblia
El Infierno Segun La Biblia
Leroy E. Beskow
Últimamente los que más hablan del infierno no son los religiosos, sino los ateos y los
agnósticos. Y lo hacen para tratar de explicar por qué no se puede creer en semejante
injusticia.
En verdad no hay un infierno. Si existiera ahora, todos los que vivimos sobre la tierra
seríamos quemados, pues el infierno según la Biblia, no existe ahora sino mil años después
que Cristo venga en gloria (Apoc. 20:4-10), a separar a los buenos de los malos (Mat. 25:31-
46). Y ese infierno no arderá en el centro de la tierra, como se cree, sino “sobre la tierra a los
ojos de todos” los justos (Eze. 28:18,19). Ese fuego destruirá “por completo todas las cosas
de sobre la faz de la tierra” (Sof. 1:2,3), incluyendo toda manufactura humana que esté en el
cielo que nos rodea (2 Ped. 3:7).
Ese castigo divino no ocurre ahora, para que antes, los justos que sean llevados al cielo y
sean sus parientes o amigos, puedan examinar el juicio divino y confirmen la justicia de Dios
(1 Cor. 6:2,3). Y lo harán mediante los registros que dejaron los ángeles como testigos
invisibles (Apoc. 20:12,15; Mal. 3:16).
Pero, como los justos serán los primeros en ser juzgados por Dios y esos testigos celestiales,
antes que puedan recibir su recompensa y juzgar en el cielo, el juicio celestial comienza “con
la casa de Dios” (1 Ped. 4:17). Esto no les quita ahora su seguridad en la salvación, porque
el perdón de Cristo es “fiel y justo” (1 Juan 1:9; Rom. 14:10). Por lo tanto sabemos que en
ese juicio no habrá necesidad de cambiar nada de lo que hace Jesús por nuestros pecados
confesados. Así que sólo será para confirmar su justicia, a fin de que no queden dudas entre
nuestros parientes de los otros mundos (Job 38:4,7; Efe. 1:10; 3:15; Heb. 12:23).
Los santos gozarán con Cristo eternamente, pero en la lejana “tierra” celestial (Isa. 13:5,9-
11) sólo por “mil años” (Apoc. 20:6). Entonces regresarán con Cristo en la ciudad celestial
(Apoc. 21:1-4), para posarse sobre la tierra purificada y renovada de Judá (Zac. 14:4). Por lo
tanto, si pensamos que el infierno sobre la tierra es eterno, Dios y sus escogidos vendrían a
morar en el infierno. Este es un grave error, ¿verdad? Entonces, ¿por qué algunas veces la
Biblia habla de un “fuego eterno” que “no se apagará” (Mat. 25:41; Mar. 9:43-48; Apoc.
20:10)?
Jesús ilustró el infierno con la “gehenna” (Mar. 9:3,47; Luc. 12:5), que era el basural de
Jerusalén que siempre estaba quemando, por la cantidad de judíos que echaban los
desperdicios. Pero el infierno no será con un fuego que quemará sin apagarse, sino un fuego
de consecuencias eternas. La razón es muy simple: Cada uno será juzgado “conforme a sus
obras” (Mat. 16:27; Apoc. 22:12). Si el castigo fuera eterno, todos recibirían igual castigo, y
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Dios no obraría con justicia. Además, el Señor no podría limpiar el universo de toda maldad,
viviendo los malos para siempre.
Por eso la Biblia lo explica con el fuego eterno que quemó las ciudades perversas de “Sodoma
y Gomorra, reduciéndolas a ceniza, y poniéndolas como ejemplo de lo que ha de suceder a
los impíos” (2 Ped. 2:6).
Otro ejemplo es la ciudad de Edom, cuando Dios dijo: “No se apagará de noche ni de día,
perpetuamente subirá su humo” (Isa. 34:10). Hoy no hay fuego ni humo, pero sus efectos
seguirán “perpetuamente”. Y hoy se lo comprueba al ver los restos de esta ciudad de día o de
noche.
Al regresar los justos con Dios en la santa ciudad, se cumplirá la segunda resurrección, que
es la de los malos, para ser juzgados en vida y puedan confirmar la justicia divina (Apoc. 20:
6-8; Juan 5:28,29). Entonces Satanás volverá a engañar a las naciones para que tomen la
ciudad de Dios. Pero como todo habrá quedado destruido, tardarán “siete años” en levantar
sus viviendas y fábricar las armas en grandes hornos de fundiciones (Eze. 39:8,9). Y en el
día señalado rodearán la santa ciudad, pero el profeta asegura: “De Dios descendió fuego del
cielo y los consumió” (Apoc. 20:7).
Como en ese infierno serán quemados juntos Satanás, sus ángeles y los hombres malos (Mat.
25:41); y cada uno será juzgado “según sus obras”, la mayoría será consumida en pocos
minutos. Pero Satanás, el originador del mal, sufrirá poco menos que “siete meses”, pues al
séptimo mes todo se habrá enfriado para la renovación de la tierra (Eze. 39:11-14). Es decir
que el infierno eterno, o de consecuencias eternas, no arderá más que siete meses.
Con ese “fuego eterno”, el autor del mal y sus seguidores serán convertidos “en ceniza sobre
la tierra”, “y para siempre dejarán de ser” (Eze. 28:18,19). La destrucción será total (Sof.
1:2,3), pues Dios “no les dejará ni raíz ni rama” (Mal. 4:1). Y “serán como si no hubieran
sido” (Abdías 1:16).
Dios renueva la superficie terrestre y su atmósfera (Isa. 65:17), y todo queda convertido en
un paraíso eterno. Los justos saldrán de la ciudad, sabiendo que “bajo las plantas de sus pies”,
la ceniza de los malos abonará la tierra cubierta de hermosa vegetación (Mal. 4:3).
Pero, si ésta es la verdad bíblica, ¿por qué Jesús presentó como ilustración la leyenda egipcia
de Bar Mayán (Luc. 16:19-31), donde un rico egoísta y su siervo obediente, llamado Lázaro,
reciben sus recompensas? El rico es llevado al infierno, y el siervo al paraíso a la morada de
Abraham. Entonces el rico, que está en el infierno, le grita a Abraham que está en el cielo (se
escuchan, pues es evidente que en el cuento la distancia no es muy grande): “¡Envía a Lázaro
para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado
en esta llama!” (Luc. 16:24).
Lógicamente es una leyenda, pues si fuera un hecho real, nos encontraríamos en un paraíso
donde se escuchan los gritos desde el infierno, pidiendo que alguien moje un dedo; y pueda
descender al infierno para tratar de calmar con esa gota de agua. Por supuesto, sabemos que
ese redimido no podría llegar así sino quemado. Pero Jesús usó esta leyenda, para destacar
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que algunos son tan duros para creer en Dios, que aunque sus líderes religiosos regresaran
del más allá, no cambiarían (Luc. 16:31). Además, Abraham, el rey David y los grandes
hombre de fe, todavía no están en el cielo esperando el regreso del Señor (Heb. 11:8,13-16;
Hech. 2:34; 1 Tes. 4:16-18). Así que Lázaro no está en el seno de Abraham.
Lamento que la creencia de un castigo divino eterno, ha transformado el amor y la justicia de
Dios en semejante barbaridad. Gran cantidad de creyentes hoy son agnósticos y ateos por
esto; y la Iglesia Católica es la que más ha empleado el infierno para tratar de conseguir
adeptos mediante el temor. Si usted ha creído en esta falsa doctrina, busque un ejemplar de
la Biblia y confirme lo que lee aquí, para que Dios vuelva a ser para usted el Dios que nos
ama tanto. Él es justo, por eso vino a morir para pagar ante la ley universal, lo que deberíamos
pagar nosotros (Juan 3:16).
Por último, veamos otras dificultades que tienen los cristianos que sostienen la creencia en
la inmortalidad del alma y dicen basarse en la Palabra de Dios:
■ Si fuera cierto que la resurrección ocurre en la muerte, los santos del tiempo de Jesús y de
los apóstoles, también estarían en el cielo. Entonces, ¿por qué al cuarto día de la muerte de
Lázaro, Cristo le dijo a Marta: “Tu hermano resucitará” Y “Marta le dijo: Yo sé que resucitará
en la resurrección, en el día postrero”? (Juan 11:23,24. ¿Por qué ninguno de los dos dijo que
ya había resucitado? ¿Y por qué San Pablo dijo que algunos “se desviaron de la verdad,
diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos” (2 Tim. 2:18)? Él
negó esta creencia explicando que los justos, “aunque alcanzaron buen testimonio mediante
la fe, no recibieron lo prometido [...] para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de
nosotros” (Heb. 11:39,40), sino nosotros “juntamente con ellos” (1 Tes. 4:17) ─Se entiende
1 En el Catecismo de la Iglesia Católica se lee: ¿Qué es esucita ? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo
del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo
glo ificado (Catecismo de la Iglesia Católica, (Montevideo: Edit. Lumen S.R.L., 1992,), Nº 997, pág. 238). Es decir que Roma
cree en dos resurrecciones, o en una que se cumple en dos momentos: La primera al morir y se separa el alma del cuerpo,
y la segu da, ue es la esu ecció de la ca e , de t o de iles de años e la segu da venida. Para los protestantes no
es claro si hay resurrección de la carne, porque el cielo sería un mundo de espíritus. Por eso algunos creen que los que
vivieron antes de Cristo, resucitarán en la carne para vivir en la tierra. Y los demás sin la carne en el cielo.
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■ Si los justos muertos están felices en el cielo, ¿para qué necesitan venir para recibir un
cuerpo incorruptible y volver al cielo en el regreso de Cristo (1ª Corintios 15:51-53)? ¿Es
que allá no son plenamente felices y no pueden seguir viviendo hasta que tengan un cuerpo?
■ Si los malos sufren el castigo del “fuego” desde su muerte, ¿cómo se puede quemar el alma
desencarnada de ellos? Y si se trata de un fuego distinto que podría quemar a los seres
incorpóreos, ¿por qué para su condenación tendrán que tomar un cuerpo en la resurrección
de los malos, como aseguró Jesús (Mateo 10:28; Juan 5:29)? ¿Puede haber algo más
contradictorio?
■ El apóstol Juan reveló que cuando el Señor regrese, los malos serán muertos y los santos
transportados al cielo, donde harán juicio de los malos, antes que éstos sean resucitados para
su condenación final (Apoc. 20:5,6,12-15). Pero si, según creen muchos, los malos no mueren
y los juzgados ya se mueven sufriendo entre las llamas, ¿por qué el salmista dice que “no se
levantarán los malos en el juicio” (Sal. 1:5); y Juan vio en visión que “no volvieron a vivir
hasta que se cumplieron mil años” después del regreso de Cristo (Apoc. 20:5)?
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■ El apóstol Pablo dice que la victoria sobre la muerte, será recién cuando en la resurrección
los justos reciban un cuerpo incorruptible (1 Cor.15:54). ¿Entonces los espíritus buenos
desencarnados que ya estarían en el cielo, todavía no gozarían de la inmortalidad? ¿Quiere
decir que los que viven hoy serían inmortales hasta que asciendan al cielo; en el cielo serían
mortales por no tener cuerpo, para volver a ser inmortales cuando aquí reciban un cuerpo
nuevo? Qué confusión, ¿verdad?
■ San Pablo escribió que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:23). Entonces, ¿para qué vino Jesús a darnos
la inmortalidad, si ya la tendríamos? ¿No es que Jesús nos ofrece esta promesa, porque ningún
pecador “tiene vida eterna permanente en él” (1ª Juan 3:15; Juan 3:36), ya que es “mortal”
(Sal. 56: 4; 73:5; 107:14; Isa. 51:12; Rom. 1:23; 2:7; 6:12; 8:11; 1 Cor. 15: 53,54; 2 Cor.
4:11; 5:4; Heb. 7:8)? Así que Jesús lo hará para que “esto mortal se vista de inmortalidad”
(1ª Cor. 15:53), pues el Señor es “el único que tiene inmortalidad” (1ª Tim. 6:15, 16).
■ Si el “alma” no es el resultado de la unión del cuerpo cerebral con la vida, sino un ser
eterno que lo habita y lo usa, ¿por qué una droga, como el alcohol, influye no sólo sobre el
cerebro sino también en el comportamiento del “alma”? ¿Por qué la pérdida de una zona
cerebral, produce la pérdida de parte de la memoria y la capacidad del “alma” o mente?
■ Si las “almas” celestiales no se casan ni poseen deseos sexuales, como vio necesario el
Creador para este mundo (Luc. 20:34-36), ¿por qué tantas almas quedan arruinadas por los
desenfrenos carnales, y perderán el cielo por el mal uso del deseo sexual (1ª Cor. 6:9,10)?
¿Por qué Dios tendría que culpar al “alma” de lo que realiza el cuerpo de un hombre, si el
alma sería otro ser espiritual que lo habita, que no tiene en sí mismo los órganos que producen
esos deseos, y por lo tanto sería inocente?
■ Si el “alma” no fuera el producto de la acción cerebral que nos hace ser conscientes, sino
un ser eterno que mora en el cuerpo, ¿por qué dijo Jesús que el “alma” no se puede matar
ahora, pero sí será destruida en el infierno (Mat. 10:28)? Si el “alma” fuera un ser eterno, no
podría ser destruida ni ahora ni nunca. El Señor quiso decir que los malos no podrán matar
el pensamiento y la fe en la resurrección de los justos; pero los pensamientos de los malos sí,
cuando el fuego destruya sus cuerpos con su cerebro para siempre.
■ Si desde la muerte del justo Abel, cuatro mil años antes de Cristo, todos los santos hubiesen
ido directamente al cielo, ¿cómo habría podido decir San Pablo que si no hay resurrección,
“también los que durmieron en Cristo, son perdidos” (1Cor. 15:18)? Si ya estarían allá no
podrían estar perdidos.
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■ Si, como vimos, la Biblia generalmente compara la muerte a la inconsciencia del sueño,
¿cómo pueden los malos ser conscientes del dolor y el sufrimiento de un lugar de castigo, y
los justos gozar del paraíso; reconocer a sus queridos en el cielo y alabar a Dios antes de ser
despertados en el día de la resurrección de la carne? ¿Es que la Biblia es una contradicción,
o la doctrina de la inmortalidad del alma humana no es bíblica? No es bíblica. Por eso en la
Nueva Enciclopedia Católica, tomo 13, página 468, confiesa: “La Biblia no habla de la
supervivencia de un alma inmaterial”.
Amigo lector, usted ya puede dar la respuesta, pues el Señor Jesús dijo que “el que quiera
hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios” (Juan 7:17).