Grupos Civiles y Dinámica de La Participación Civil: Movimientos Sociales y Delincuencia
Grupos Civiles y Dinámica de La Participación Civil: Movimientos Sociales y Delincuencia
2
Cfr. Reygadas, R., op. cit.
3
En el planteamiento de Ardoino, podríamos distinguir entre el proyecto filosófico y el
proyecto programático, en el sentido de que el primero podría plantearse desde una "inten-
ción filosófica o política, una "intención {visee), afirmando siempre, de manera necesariamen-
te indeterminada, los valores que se busca realizar". Respecto del segundo, se trata de "la
traducción estratégica, necesariamente operatoria, medida, determinada, de tal intención".
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ca, y con ella la acción de dimensiones imaginarias que pueden ser intere-
santes para las temáticas de este encuentro.
Sin embargo, la participación civil no sólo se detiene en la formación y
generación de diversos movimientos sociales, sino que resulta mucho más
amplia y no necesariamente guiada por esas perspectivas de futuro que se
generan desde los proyectos abanderados por dichos movimientos. Más
allá de las diversas formas de presión que la sociedad civil ejerce sobre el
Estado, desde los movimientos civilistas hasta el levantamiento en armas
zapatista, se dibuja otra forma de participación, también adaptativa, pero
que no se inspira directamente en un proyecto de transformación social, o
en todo caso de retorno a situaciones socio-políticas que eran menos des-
ventajosas para las mayorías de nuestra sociedad.
Estas otras formas de participación han encontrado en la criminalidad,
en la violencia delictiva, en la delincuencia "común", en el narcotráfico, la
manera de sobrevivir, en ocasiones bastante holgadamente, aprovechando
la situación anómíca de la sociedad, pero también las definiciones modernas
y congruentes que el Estado ha proporcionado respecto del tratamiento de la
sociedad. Así, carentes de una definición ideológica o política, en un pano-
rama imaginario definido y determinado por las formas estatales, estos
grandes grupos, en ocasiones verdaderas capas sociales, tienen también una
definición imaginaria desde la cual sus acciones cobran sentido, y que es
necesario analizar con profundidad para establecer los correlatos y las con-
diciones para la elucidación de su acción en el mundo.
En esta ponencia intentaremos adentrarnos, aunque sea de manera
introductoria y superficial,4 en las formas que adquiere la dinámica de los
procesos imaginarios de este tipo de grupos, en sus diversas formas de par-
ticipación civil.
Cfr. Ardoino, J., y Berger, G., D'une évaluation en miettes a une évaluation en actes, Matrice-
ANDSHA, Paris, 1989, p. 18 (Traducción de RM).
5
La metáfora de la superficialidad no es necesariamente la más adecuada para la epistemo-
logía y metodología de este tipo de estudios, que versan más sobre los procesos de significa-
ción que sobre la descripción o ex-plicación de este tipo de realidades. Más adelante plan-
tearemos cómo una metáfora más feliz sería precisamente la de plantearnos una realidad,
un terreno plegado, estriarlo, en términos de Dcleuze y Guacían.
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6
La información recabada para esta sección la debomos al trabajo citado de Rafael Reygadas.
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6
Cfr.Casanova, et al, "La psicología social de intervención", en Perspectivas docentes, n.18,
Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, Villahermosa, Enero-abril de 1996, p. 32.
7
Reygadas, R.( o¡>. cit., pp. 81-82.
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Es necesario recordar que por esos años se publicaban las nuevas orien-
taciones de la iglesia católica a partir del Concilio Vaticano II, q u e darían
nacimiento a la Teología de la Liberación. Ésta se constituyó en uno de los
8
ídem, p. 82.
9
Ibid., P. 89.
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10
Ibid, p. 90.
n
Ibid, p. 9 1 .
12
Cfr. Scino, I., "La oposición estudiantil: ¿una oposición sin atributos?", Cuadernos de
Investigaciones Educativas, n . l l , Departamento de Investigaciones Educativas, Centro de
Investigaciones y Estudios Avanzados, Instituto Politécnico Nacional, México, 1983.
13
Cfr. Ibid.
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15
Idan, p.113.
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16
Cfr. Zemelman, H., "Subjetividad y sujetos sociales", en El Agora, n. 3, Subjetividad y
Filosofía, UAM-Xochimilco, México, abril de 1997.
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La decadencia del sistema político y social que imperó en el país desde hace
más de 60 años, ha producido, con el deterioro de sus instituciones, con la
imposición de políticas excluyentes de la participación en la vida social y en
los beneficios del desarrollo económico, un fuerte aumento de la delin-
cuencia. En la capital, así como en las ciudades más importantes, el
narcotráfico, los asaltos, secuestros, homicidios, etc., son el pan de cada
día. Sin embargo, la característica quizás más alarmante de estas formas de
delincuencia, es la violencia exacerbada con la que los delitos son llevados a
cabo, así como la impunidad prevaleciente.
Normalmente, el acto delictivo es definido como una transgresión a
una norma jurídica, que traería como consecuencia la imposición de una
pena o castigo al delincuente, así como su sometimiento a un proceso de
rehabilitación o-readaptación social que debería dejarlo en condiciones
de reintegrarse a la sociedad.
Desde hace tiempo, diversas corrientes criminológicas han tratado de
explicarse el comportamiento delictivo. Así, hay quienes lo atribuyen a
características individuales innatas o adquiridas, pero claramente iden-
tificables en el individuo infractor, y por otro lado hay quienes atribuyen
17
Desroche, H., Sociología de la esperanza, Herder, Barcelona, 1976, p. 184.
18
La información sobre las diferentes tendencias criminológicas la hemos extraído de los
diferentes trabajos de Víctor Alejandro Paya, realizados en vistas a la preparación de su tesis
de doctorado sobre la dinámica carcelaria, en el Doctorado en Ciencias Sociales de la
UAM-Xochimilco (nuestro agradecimiento a sus aportes).
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19
Cfr. Durkheim, E., Las rcglrn del método sociológico. Editorial La Pléyade, Buenos Aires, 1979.
20
Cfr. Merton, K.R., Teoría y estructura sociales, FCE, México, 1984.
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Cfr. Villamil, R., El imperio de lo siniestro o la máquina social de la locura {inimeó).
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mente a los actores del proceso. Una gran cantidad de familiares de los
acusados (que son varios), se dedican a amenazar a los testigos. Después
del juego de miradas, del reconocimiento de los actores, se inicia el proceso
de la intimidación. Ahora doble intimidación, puesto que la presencia de
la policía, sin armas, vestidos de civil, son la otra cara de la misma moneda.
Esta escena es más corriente de lo que podría suponerse. Hay una inver-
sión evidente: los detenidos son ahora las víctimas de una acción policíaca.
Está suficientemente demostrada su culpabilidad. Sin embargo, lo que exas-
pera es que, en esta ocasión, el delito haya tenido consecuencias, no haya
quedado impune. Aunque sólo fue parcialmente castigado, ya que los res-
ponsables de la seguridad de la víctima siempre quedarán sin castigo, su
irresponsabilidad no será objeto de punición. La madre, el hermano, el
delincuente, no muestran vergüenza ni culpa alguna. La emoción predo-
minante es la rabia, la rabia contra el juez, contra la policía, contra los
testigos. Con la víctima y sus representantes, al contrario, parece haber una
sencilla indiferencia.
Todo hace parecer que, frente a esta inversión de sentido, nos encontra-
mos con un hecho insólito. Un grupo social, una familia ampliada, parti-
cipa de los mismos elementos emocionales, de la misma estructura colecti-
va que permitió que se prepetrara el crimen. Todos ellos, posiblemente,
están de cierta manera implicados -en el sentido jurídico del término- en
la elaboración y comisión de la falta. Habrá que esperar que crezca ese
niño, habrá que ver quién toma el relevo de los encarcelados, en esta forma
francamente moderna de producción del crimen. Quizás, aunque no por
ello sea desdeñable, no se trate tanto de la ganancia económica que reporte
la serie de asaltos. Se trata, más allá de este elemento funcional de la insti-
tución, que supone una organización, una estrategia, una logística, de es-
tablecer un lugar, un territorio, una forma de existencia social a partir de su
adaptación-adecuación a las formas modernas de concebir al individuo, al
sujeto de nuestro sistema social y cultural. Y se trata, también, de dejar
claramente establecido que las reglas del juego han cambiado, que estamos
en la "ley de la selva" (aunque en la selva jamás se haya perpetrado la forma
de violencia y crueldad que asegura nuestra sociedad moderna), que la
lógica colectiva de la "ley del más fuerte" se impondrá, acorde a las leyes del
mercado y de la globalización.
Generaciones atrás, si preguntábamos cuál sería la emoción predomi-
nante de los familiares del delincuente, ésta era, con toda seguridad, la
vergüenza. ¿Qué sucedió, entonces, en este periodo? Indudablemente, el
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Ante la sorpresa de los actores del proceso judicial, el viejito que estaba
sentado en la esquina de la sala del juzgado saca un puro (estÁ casi debajo
del letrero que indica "no fumar"). Esta persona está a escasos tres pasos del
pasillo, en donde está permitido fumar. No obstante, enciende su puro. La
crónica periodística relata el inicio del ritual "santero" que actúan los fami-
liares, en franca intimidación contra el juez y la parte acusadora en el jui-
cio. El juez no hace nada. El ritual continúa. Diversas deidades o sus repre-
sentantes son invocados, convocados a este acto también ritualizado de la
impartición de justicia. Los familiares de los acusados invocan a las pode-
rosas fuerzas de lo sagrado para proteger a sus gentes...
La foto, publicada en un periódico,22 se titula "En Culiacán", y dice al
pie: "En la capilla en honor a Jesús Malverde, 'protector de los narcos'". En
el primer plano de la foto, aparece un señor malencarado, de la cintura para
arriba, con camiseta y camisa de manga larga (ésta cuenta con un cuello
descomunal), que tiene la mano izquierda reposando sobre lo que parece
ser una mesa, y con la derecha se levanta sus ropas para mostrar un vientre
inflamado, una "panzota" que obliga a que el pantalón se cierre debajo de
ella. A la izquierda de esta persona, sobre la mesa o altar, esti un busto que
representa a Jesús Malverde, de pelo corto negro, bigote estilo Jorge Negrete,
con camisa de faena y paliacate amarrado al cuello, peinado perfectamente
y con la apariencia de una enorme capa de brillantina, la mirada fija hacia
23
La Jornada, n. 5077, jueves 22 de octubre de 1998.
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delante, sin ninguna expresión. Detrás del busto se logra ver una escultura,
que podría representar aun personaje sagrado, con angelitos debajo de sus
pies. Colgados en las paredes, hay numerosos retablos que aparentemente
son agradecimientos a Malverde por sus favores.
Estas imágenes pueden ser suficientemente evocadoras de la constela-
ción imaginaria de la que se rodean estos grupos delincuenciales. Es como
si el elemento sagrado, como si su sentimiento religioso fuese transformado
también en cómplice, sea para evadir la acción de la policía (cuando esto
fuere necesario), o para que les "vaya bien", fuera de toda consideración
moral o ética. El grupo, en tanto grupo social, ha reconstruido una dimen-
sión sagrada que aparentemente logra compartimentar, disociar, las accio-
nes en el mundo de las exigencias propiamente religiosas en torno a su
comportamiento social.
Esto no es un fenómeno nuevo. Aparece en buen número de grupos
marginados, en las cárceles, en grupos de prostitutas, etc. Sin embargo, es-
tas disociaciones, las característica propias de estas singulares dimensiones
sagradas, nos remiten más a las formas sectarias, a ciertas particularizaciones
de las formas más tradicionales y generales del sentimiento religioso. Esta-
mos más cerca de la magia negra que del ritual piadoso. Estamos más cerca
de la modalidad de posesión que del mesianismo o de la utopía. 23
De acuerdo con los planteamientos de Mühlmann, la constelación mítica
que corresponde a estas configuraciones estaría dada por la idea del "mun-
do invertido", allí donde los parias, los pobres, los marginados, ocuparán el
lugar del juez, en donde la jerarquía se invertirá, pero dejando intocados
los lugares y los valores instituidos por los grupos realmente hegemónicos.
Es una lógica del resentimiento, en donde cualquier representante de las
clases o grupos considerados opresores deberá quedar en una situación si-
milar a aquélla que generó resentimiento tan grande.
La misma configuración mitológica del "mundo invertido" que ha im-
pulsado guerras de descolonización, procesos de liberación, produce, en el
contexto de una constelación imaginaria más determinada por la posesión
(en términos de Laplantine), los efectos de una inversión imaginaria en el
presente, una lógica de grupo en el cual los "otros", la alteridad, se consti-
tuye como el lugar del pecado, de la transgresión, el lugar peligroso desde el
cual procede la agresión, porque el propio grupo no se puede equivocar:
3
Cfr. Laplantine, F:., Las voces de la imaginación colectiva. Mesianismo, posesión y utopía,
Granica, 1977.
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E x p r e s i ó n d e u n r e s e n t i m i e n t o p r o f u n d o , este tipo d e g r u p o s m u e s t r a n , e n
su p r o f u n d o desprecio de la vida y de los valores p e r d i d o s , la m a r c a de m u c h a s
generaciones sacrificadas "para el b u e n f u n c i o n a m i e n t o del m e r c a d o " .
C o n c l u s i ó n : la c o n s t r u c c i ó n d e l futuro y la p a r t i c i p a c i ó n social
24
Mühlmann, W.R., Messianhmes révolut'wnnahes du Tiers Monde, Gallimard, París, 1968,
pp. 264-266 (traducción de RM).
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presente tiene una dinámica interna, la dinámica que le imputan sus acto-
res, porque tampoco podemos llevarnos a engaño. El presente eterno, per-
petuo, que se autorreproduce tiene actores; el problema está en quiénes
son esos actores y aquí es donde comienzan las dificultades.'5
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