Anyone Nadie Como Tú 1st Edition Sarah Sprinz Full Chapter Download PDF

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Anyone Nadie como tú 1st Edition

Sarah Sprinz
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Anytime Siempre fuiste tú 1st Edition Sarah Sprinz

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Anyone But Her 1st Edition Erica Lee

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Orgia dos loucos 1st Edition Ungulani Ba Ka Khosa

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Ya nadie llora por mí Sergio Ramírez

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Nadie en esta tierra Víctor Del Árbol

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Nadie nace en un cuerpo equivocado 1st Edition José


Errasti Marino Pérez Álvarez

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Que nadie diga que no luchaste contra molinos de viento


1st Edition Manuel Juliá

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Índice

Portada
Sinopsis
Portadilla
Dedicatoria
Queridos/as lectores/as....
Cita
Playlist
Alguien
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Red flags: edición relaciones
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Green flags: edición amistades
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34
Agradecimientos
Créditos
Gracias por adquirir este eBook

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Sinopsis

Tras la historia de Emma y Henry en el primer volumen, en esta


nueva entrega de Dunbridge Academy seguimos a otros miembros
del grupo de amigos, Tori y Sinclair.
Tori lleva un tiempo saliendo con Valentine y, aunque las cosas
van bien, hay una parte de sí misma que cree que tal vez no esté
enamorada. Aunque debería hacerlo, no sabe por qué no se siente
cómoda para contarle a su mejor amigo qué es lo que le ocurre.
Sinclair siempre ha considerado a Tori su mejor amiga. Este año
ambos están en la obra de teatro. A Sinclair lo han escogido para el
papel protagonista de Romeo y no le quita los ojos de encima a
Eleanor, quien interpreta a Julieta. Sin embargo esto a Tori, que está
en el equipo de guionistas, no debería importarle, ¿no?
DUNBRIDGE
ACADEMY
ANYONE
Nadie como tú

Sarah Sprinz

Traducción de Albert Vitó i Godina


Para todos los que se han perdido.
Nunca es demasiado tarde
para volver a encontraros
Queridos/as lectores/as:
Este libro contiene elementos que pueden dañar ciertas
sensibilidades.
(Atención: ¡spoiler!)
Algunos temas de este libro son: las relaciones tóxicas, los
trastornos alimentarios, la violencia doméstica, el abuso de
sustancias y la dependencia.
Si no os sentís emocionalmente a gusto con estos (u otros)
temas, buscad ayuda profesional.
Esperamos que viváis la mejor experiencia posible con esta
lectura.

Vuestra Sarah y vuestra editorial


All the world’s a stage,
and all the women and men
merely players.

WILLIAM SHAKESPEARE
PLAYLIST

Two Ghosts, Harry Styles


Fuck Up the Friendship, Leah Kate
Cigarette Daydreams, Cage the Elephant
Night Changes, One Direction
Partners in Crime, Finneas
People Watching, Conan Gray
IDFC, Blackbear
To Be So Lonely, Harry Styles
1 Step Forward, 3 Steps Back, Olivia Rodrigo
Fool’s Gold, One Direction
Always You, Louis Tomlinson
Just Fucking Let Me Love You, Lowen
Moral of the Story, Ashe feat. Niall Horan
Bored, Billie Eilish
Same Mistakes, One Direction
Entertainer, ZAYN
Favorite Crime, Olivia Rodrigo
All Too Well (10 minute version), Taylor Swift
Why Won’t You Love Me, 5 Seconds of Summer
The Beach, Wolf Alice
I Want to Write You a Song, One Direction
Out of My League, Fitz and the Tantrums
Love Story, Taylor Swift
We Made It, Louis Tomlinson
ALGUIEN

Charles

Séptimo curso

El primer beso de mi vida fue con Tori, en un pasillo oscuro, durante


la noche de cine de terror de finales de septiembre. Valentine Ward,
de octavo, cambió el DVD que nos habían puesto por uno calificado
«para mayores de dieciocho años» en cuanto el señor Ringling salió
de la sala de proyección. Siempre que le toca guardia se queda
dormido en la sala de descanso, por lo que no tiene ni idea de lo
que hacemos en realidad. Esa noche solo esperaba que el viento
silbara con fuerza contra los viejos muros de Dunbridge y lo acabara
despertando.
Me gustaría poder contar que seguí a Tori fuera de la sala porque
se asustó con la película, pero la verdad es que fue ella quien me
siguió a mí cuando me levanté al cabo de veintitrés minutos. Y que
conste que no salí porque tuviera miedo o para que no me vieran
llorar, en absoluto. De verdad que no.
Me planteé seriamente la posibilidad de no dormir en el internado
esa noche, de llamar a mi padre y pedirle que viniera a recogerme.
Aunque eso habría implicado quedarme solo en casa, en mi
habitación. En el dormitorio del internado al menos sé que los
demás están cerca. Henry a veces habla en sueños y Gideon ronca
bastante cuando duerme bocarriba.
—Hola.
Me di la vuelta hacia la silueta de Tori, que apareció frente a mí
entre la penumbra. Tiene un talento especial para acercarse a mí
con sigilo, a estas alturas ya debería haberme acostumbrado.
—Hola —respondí enderezando la espalda—. ¿Qué tal?
—¿Estás bien? —me preguntó. Sus ojos reflejaban la tenue luz
que iluminaba la escalera. Una ráfaga de viento apartó las cortinas y
le movió el pelo. Tori tiene un aspecto muy distinto cuando lleva el
pelo suelto; en clase siempre lo lleva trenzado o recogido en un
moño. Las tablas del suelo crujieron cuando dio un paso hacia mí.
—Sí, yo..., es que me he dado cuenta de que... —«Sí, ¿de qué?»,
pensé—. Bueno, nada, da igual —concluí tragando saliva. ¿Por qué
no seré capaz de pensar antes de abrir la boca?
—A mí tampoco me gustan las películas de miedo —reconoció.
Me puse en tensión. Tampoco... ¿Qué quería decir con
«tampoco»? ¿Quién había dicho que a mí no me gustaran? Me
encantan las pelis de miedo. No me molestan en absoluto. Pero,
entonces, ¿por qué no dije nada? No podía quedarme sentado en el
alféizar conteniendo el aliento para siempre. Tori se plantó delante
de mí. Sus ojos, que en realidad son castaños, parecían casi negros.
El corazón me dio un vuelco cuando se me acercó un poco más. Tan
cerca que quedó prácticamente entre mis rodillas. Tan cerca que
podía oler su champú de melocotón. Se inclinó hacia delante y se
mantuvo tan cerca de mí que hubiese podido incluso besarla.
Y me besó.
Fue un beso rápido, breve y algo torpe. Como un parpadeo, duró
una fracción de segundo. Pasó tan deprisa que ni siquiera sabría
decir si tenía los labios suaves, si eran tal como me los había
imaginado. Llegué a dudar seriamente que hubiera ocurrido, pero
cuando me noté el pulso acelerado estuve bastante seguro de que
sí.
Tori retrocedió mientras yo levantaba la mano para tocarme la
boca. Noté los latidos del corazón en los oídos y solo deseé que
volviera a besarme. Me habría gustado agarrarla por las muñecas y
atraerla hacia mí de nuevo, pero no me atreví. Porque es mi mejor
amiga. Es mi mejor amiga y quería besarla, y... joder, vaya mierda.
Quería besarla. Me moría de ganas de besarla. No quería ser una
persona cualquiera para ella, quería serlo todo.
Me puse en pie para abrazarla, pero justo en ese instante se
oyeron gritos contenidos y risas en la sala de proyección. Nos
sobresaltamos al mismo tiempo, una racha de viento cerró una hoja
de la ventana que tenía al lado y en alguna parte se oyó un portazo.
Cuando volvía a levantar la mirada hacia Tori, estaba pálida como
un fantasma. Tenía los ojos muy abiertos, como si se hubiera
asustado. Se mordisqueó levemente el labio inferior antes de hablar.
—Lo siento, yo...
—No —me apresuré a responder acercándome un paso hacia ella.
¿Se arrepentía? ¿Tal vez porque no supe reaccionar y responder al
beso que me acababa de dar? Debería...
—¡Eh! —resonó la voz de Valentine Ward, lo que me obligó a
volverme. Venía directamente hacia nosotros desde los lavabos—.
¿Os estáis enrollando o qué?
Cuando Tori me miró de nuevo fue como si acabaran de pegarme
un bofetón. Luego se volvió hacia Valentine y soltó una carcajada
amarga y nerviosa.
—¿Nosotros? No... Es solo que Sinclair tenía miedo.
Claro. Charles Sinclair, el miedica que todo lo hace mal.
—No tengo miedo —aseguré mientras la seguía.
¿Cómo iba a saber yo que esa sería la primera mentira de una
sarta interminable que empezaríamos a contarnos a partir de
entonces?
1

Victoria

Undécimo curso

—¿Se puede saber qué hacías tanto rato ahí dentro?


«Sonríe. No lo dice en serio. Y aunque fuera así, tampoco
importa.»
—Me estaba refrescando un poco —respondo con la máxima
indiferencia de la que soy capaz mientras enderezo la espalda.
Dentro de mi cabeza oigo la voz de mi madre.
«Si quieres llevar un vestido de esa envergadura, tienes que
andar erguida. Los hombros hacia atrás, la barbilla bien alta.»
Sé cómo funciona esto. He tenido oportunidades de sobra de
practicar para eventos como el baile de Año Nuevo de la Dunbridge
Academy. Y Valentine también, al fin y al cabo se apellida Ward,
pero, aunque me acerco un poco más a él, no me ofrece el brazo.
De hecho, ni siquiera me mira directamente, sino que se vuelve
hacia sus amigos de último curso. Charlan y se ríen de bromas que
no comprendo mientras fuman, y el aire helado me llena los
pulmones. La música del salón de fiestas se oye amortiguada de
fondo. El alumnado está reunido formando grupitos sobre el patio
adoquinado que hay entre los edificios antiguos de ladrillo oscuro.
Trajes caros, vestidos de baile despampanantes, brazaletes
resplandecientes, pendientes que cuestan tanto como un coche y
relojes de pulsera tan caros y exclusivos que solo pueden llevarse en
ocasiones como esta. Es la única noche del año en la que la
Dunbridge Academy hace honor de verdad a su reputación como
internado de élite. El dinero prácticamente se huele en el ambiente.
Es un poco como las cenas y eventos a los que acompaño a mis
padres algunas veces.
Le echo un vistazo a la puerta de doble hoja que acabo de cruzar.
Hace un momento tenía demasiado calor, pero el frío que reina aquí
fuera me recuerda que estamos a mediados de enero. El vestido
color arena que llevo puesto me llega hasta los pies y tiene las
mangas ajustadas, pero el fino tejido de satén no abriga nada. Noto
la piel de gallina en la nuca. Cruzo los brazos, helada, y me coloco
junto a Val. El escote de la espalda sin duda es espectacular, de
hecho fue el principal motivo para elegir este vestido, pero ahora
mismo me arrepiento de no haberme decidido por un modelo más
cálido. Debería volver a entrar. No fumo, de manera que podría
esperar dentro a Val. O él podría ofrecerme su chaqueta, aunque no
tiene pinta de que vaya a pasársele siquiera por la cabeza.
Me duelen los pies, estoy cansada, pero todavía no es
medianoche. Aguanta, Belhaven-Wynford. El año pasado estuviste
hasta poco antes de la una y media en la pista de baile y pasaste la
mejor noche de tu vida. Me estoy haciendo vieja, ¿es eso? ¿O es que
simplemente con Sinclair, Henry, Olive y los demás me lo pasaba
mejor? Ahora que lo pienso, ¿dónde se han metido? No me da la
sensación de que Val vaya a echarme de menos si me voy un
momento con mis amigos. Me dispongo a buscarlos cuando veo salir
a más gente del vestíbulo.
Sinclair lleva las manos hundidas en los bolsillos de los pantalones
de su traje oscuro; está borracho. Se nota en su postura incluso bajo
la escasa iluminación que aportan las farolas y los braseros del
exterior. La luz parpadea en los muros del claustro y en la mirada
achispada de mi mejor amigo, que viene enseguida a mi encuentro.
Siempre relaciono a Sinclair con el uniforme azul marino de la
Dunbridge Academy, cuya chaqueta odia a muerte hasta el punto de
ponérsela a menudo solo colgada de un hombro, pero el traje negro
que lleva hoy, con los zapatos de cuero y la camisa blanca, se ajusta
como un guante a su cuerpo esbelto. No sé qué se ha hecho en el
pelo, pero los mechones rubios le caen sobre la frente con particular
desenfado. Debería agradecerme que lo convenciera para ir a la
peluquería unos días antes del baile. Siempre parece un caniche
recién esquilado, pero hoy le queda especialmente bien, y lo mejor
de todo es que no es consciente de ello.
Tras él van Henry y Emma, que me saluda nada más verme. Se
libra del brazo con el que Henry la envolvía y corre a mi encuentro.
Estoy bastante segura de que ese vestido azul marino tan ajustado
no le quedaría a nadie tan bien como a ella. Emma es la persona
más deportista que conozco, pero al mismo tiempo también la más
elegante. Y encima va acompañada por Henry, que se puede poner
lo que le dé la gana y siempre parece un príncipe de cuento. Juntos
forman una pareja sensacional.
—Vuelvo enseguida —murmuro mirando a Val, y acto seguido me
doy la vuelta para evitar la nube de humo que viene directa hacia mi
cara.
Estoy un poco mareada, y no solo por la humareda de los
cigarrillos. Llevo todo el día tensa, por eso apenas he podido probar
bocado durante la cena. Todavía estoy esperando el momento en
que los nervios remitan lo suficiente para dejarme disfrutar de
verdad del baile.
—¿Y bien? ¿Cómo va la noche, chicos? —pregunto, y yo misma
me sorprendo de mi capacidad para fingir que estoy de buen humor
a pesar de lo vacía que me siento por dentro.
Sinclair se me queda mirando fijamente cuando reprimo un
escalofrío. Se saca las manos de los bolsillos y sé que las tiene
calientes. Sin embargo, no me acerco a él y dejo que me envuelva
con un brazo como siempre hacemos, porque es el único chico que
puede tocarme sin que eso signifique algo. Me quedo quieta y Emma
me habla, pero no llego a procesar el contenido de sus palabras.
Sinclair evita mirarme. Intento sonreír, pero me cuesta, porque no
puedo parar de preguntarme por qué las cosas son tan raras entre
nosotros desde hace un tiempo. Por qué me siento como una
traidora por haber venido aquí con Val, por pasar la velada con él y
sus amigos en lugar de estar con los míos. Al fin y al cabo, Sinclair
no llegó a pedirme que fuera su acompañante. Esperaba que lo
hiciera, como todos los años, y es que este baile es una de las pocas
situaciones en las que el feminismo abandona mi cuerpo. En el
fondo me gustaría que me lo hubiera pedido como se lo piden a las
protagonistas de los libros que leo. Que me lo pidiera él, Sinclair.
Medio en broma, por supuesto, porque al fin y al cabo es mi mejor
amigo, aunque luego todos habrían interpretado algo distinto. Pero
el caso es que no me lo propuso. Claro que no. Se lo pidió a Ellie
Inglewood, y ella ha presumido delante de todas sus amigas. Pero
después de bailar un par de veces juntos, Sinclair ha vuelto con
Henry y los demás. Normalmente, yo habría ido con Gideon o con
Omar, con alguien que me cayera bien y a quien conociera lo
suficiente para estar segura de que no querrían liarse conmigo. Pero
este año no hay nada normal, porque he venido con Val, que sin
duda quiere liarse conmigo. Después de todo, eso es lo que me
gusta de él: que me desea. ¿Quién no quiere ser el objeto de deseo
de Valentine Ward, el capitán del equipo de rugby y rey tácito de
Dunbridge?
Emma se abanica un poco y se ríe. Lo más probable es que vaya
borracha. Henry se inclina hacia ella y la besa. Es lo único que me
molesta del baile de Año Nuevo: el alcohol que circula
clandestinamente en cantidades industriales todos los años.
Miro a Sinclair, que se ha quitado la chaqueta. Una profunda
arruga se ha instalado en su entrecejo cuando me la tiende. Titubeo
antes de aceptarla.
—Estás helada —constata sin más. Su voz suena indiferente, pero
al mismo tiempo en sus ojos claros reluce algo que consigue que me
flaqueen las rodillas.
Antes incluso de que pueda plantearme si acepto el gesto, noto
un pesado brazo sobre los hombros.
—¿Volvemos a entrar?
Huelo el alcohol en el aliento de Val y quiero apartar la cabeza,
pero me obligo a no hacerlo. Se acabará enfadando si lo pongo en
evidencia delante de mis amigos. No es ninguna novedad que es
muy sensible respecto a esas cosas. Y seguro que tiene sus motivos,
aunque me gustaría que se decidiera a compartirlos conmigo más a
menudo. Desde que tenemos más relación, puedo contar con los
dedos de una mano las ocasiones en las que Val me ha hablado
acerca de su hermana. Su relación no parece haber mejorado desde
que se graduó en Dunbridge hace unos años y se marchó a estudiar
a Oxford.
—Claro —respondo, y asiento mientras Sinclair se pone de nuevo
la chaqueta. Sus labios han quedado reducidos a una fina línea de
tanto que los aprieta.
—¿Dónde has dejado a Ellie? —pregunta Val en ese tono de
desprecio al que Sinclair reacciona de un modo absolutamente
alérgico—. ¿Ya está en la cama o todavía está jugando con sus
amigas del parvulario?
—Val —murmuro en tono conciliador, intentando llevármelo a un
lado. Me pone de los nervios que él y Sinclair siempre terminen
enfrentándose en esos juegos de poder innecesarios.
Sinclair tensa los puños.
—¡Cállate, Ward!
—No te pongas tan gallito, ¿vale? —replica Val dando un paso
hacia él. Es más alto que Sinclair y, aunque no creo que sean tan
inmaduros como para liarse a puñetazos, me pongo nerviosa.
—¿No? ¿Por qué? ¿Qué piensas hacer? —sisea Sinclair—. ¿O crees
que vendrá tu tío a sacarte las castañas del fuego? Qué lástima que
ya no trabaje aquí.
—Ten cuidado con lo que dices.
—Val... Vámonos —digo tirándole del brazo. Sin embargo, lo agita
bruscamente y consigue zafarse de mí.
—¿Tu madre sabe que bebes durante el baile de Año Nuevo? —
pregunta.
—No, pero seguro que se alegrará si se entera de dónde sale el
alcohol.
—Que te den por culo, Sinclair —gruñe Val. Suelto un suspiro de
alivio cuando por fin me permite arrastrarlo. Es una sensación
extraña, la de llevármelo hacia la entrada para alejarlo de Sinclair y
de los demás—. Lo siento —murmura cuando solo yo puedo oírlo—.
Ya sé que era innecesario y que son tus amigos.
Abro la boca, pero estoy demasiado sorprendida para decir nada.
Al menos nada adecuado.
—No pasa nada —respondo.
«¿En serio?»
En realidad no me parece nada bien la manera en que les habla a
mis amigos, pero parece que él mismo se ha dado cuenta. Y parece
remorderse la conciencia cuando mete las manos en los bolsillos de
los pantalones.
—Esto no tiene ni pies ni cabeza, parece una de esas ridículas
galas que celebra mi madre —dice deteniéndose—. Todo el mundo
acude solo para que lo vean.
Asiento y pienso en los eventos que organiza Veronica Ward, a los
que mi familia suele acudir como invitada. La mansión de la familia
de Val se encuentra a unos tres cuartos de hora de la casa de mis
padres. Nuestros padres juegan al golf juntos, cuando no
acompañan a nuestras madres en comidas de negocios. La madre
de Val es un pez gordo del sector inmobiliario, mientras que la mía
es galerista y se dedica a vender a la alta sociedad cuadros que a
menudo cuestan tanto dinero como una casita unifamiliar. Colaboran
con frecuencia. Una mano lava la otra, como suele decirse. No
obstante, la verdad es que simplemente prefieren que los negocios
no salgan de nuestro círculo social.
Llevo oyendo el apellido Ward desde niña. A Valentine seguro que
le ocurre lo mismo con Belhaven-Wynford. No cabía la menor duda
de que nos encontraríamos de nuevo en Dunbridge; al fin y al cabo,
es el internado de referencia de la alta sociedad británica que desea
ofrecer a sus hijos la mejor formación posible. Según las malas
lenguas, la educación aquí se adapta perfectamente a las
necesidades de la élite, aunque eso no puedo juzgarlo, ya que es el
único instituto que he conocido. Si fuera uno de los personajes de
las novelas que leo, seguramente tendría que aborrecer vivir en esta
burbuja elitista por una cuestión de principios, pero lo cierto es que
aprecio de verdad lo que mamá y papá hacen por William y por mí.
Sería ingrato no reconocerlo, por mucho que en ocasiones pese
sobre mis hombros la influencia social de mi familia. Aparte de mi
hermano, Val es el único con el que puedo hablar de estas cosas. No
obstante, por lo general me alegro de que mis amigos no tengan
que ver con todo esto. Proceden de hogares adinerados, pero al
mismo tiempo están muy alejados del nivel social de mi familia.
—Nosotros también podríamos marcharnos —propongo, aunque
las pocas esperanzas que tenía se esfuman cuando veo que Val
niega con la cabeza. La idea de quitarme estos tacones de una vez
era demasiado bonita.
—No, no pasa nada —responde—. Además, estás demasiado
guapa para no dejarte ver. Es mejor que te quedes un rato más y
que los demás tengan motivos para sentir envidia.
Eso me inquieta. Los demás..., es decir, Sinclair. Aunque no creo
que mi mejor amigo esté celoso de Val. De hecho, está colgado de
Eleanor, de último curso. Lo que, por cierto, me trae sin cuidado. Me
da absolutamente igual.
—Como quieras —respondo.
Val sonríe, algo que no estoy acostumbrada a ver. Normalmente
su rostro es tan serio como la expresión de sus ojos castaños. Su
estructura ósea no es de este mundo. Valentine Ward es todo
pómulos. Pómulos, pómulos, pómulos y una nariz clásica que le
confiere una apariencia digna de los orgullosos dioses griegos. Si ya
es bastante atractivo de normal, más aún en momentos como este,
cuando va enfundado en un traje oscuro hecho a medida que le
queda perfecto y destaca sus hombros anchos. Valentine Ward es
alto, esbelto y atlético. Es tal como imaginas que debería ser el
capitán del equipo de rugby de un internado de élite.
Me coloca la mano en la parte baja de la espalda.
—He oído que el próximo fin de semana vendréis a comer a casa
—me comenta mientras volvemos a entrar.
—Entonces ya sabes más que yo —replico—. A mí no me han
dicho nada.
—Mi madre quiere que vaya, y he pensado que tal vez a ti te
apetecería acompañar a tus padres. Así será un poco más
soportable.
Titubeo. Mis padres saben que Val y yo tenemos «cierta
afinidad», como le gusta decir a mi madre. Pero sería la primera vez
que nos presentamos frente a ellos como una pareja. Si es que
realmente lo somos, claro. No tengo ni la menor idea, y tampoco me
gustaría precipitarme. Hemos acudido juntos al baile de Año Nuevo,
pero eso puede significarlo todo o no significar nada. Cuando Val me
pidió que lo acompañara, antes de las vacaciones de Navidad,
enseguida pensé en Sinclair. Y luego sí, luego me alegré. Val se lo ha
currado mucho. Estuvo paseando conmigo por la librería Ebrington
Tales a pesar de que sé de sobra lo aburridos que le parecen los
libros. Después tomamos chocolate caliente en el Blue Room Café y
finalmente me lo pidió. Tenía sentido responderle que sí, aunque
luego me pasara media noche en vela pensando en la cara de mi
mejor amigo cuando se enterara.
—Hablaré con ellos —me apresuro a responder—. ¿Pippa también
irá?
La expresión de Val se endurece más que de costumbre mientras
niega con la cabeza. Siempre resulta delicado mencionar a su
hermana. Philippa Ward se graduó en la Dunbridge Academy hace
cuatro años y se matriculó en Oxford para estudiar Derecho con tres
becas. No hay duda de que es superdotada, por lo que también es el
orgullo de los Ward. Y no es que los padres de Valentine no estén
orgullosos de él, pero están muy centrados en el rendimiento
académico de sus hijos y Val no brilla precisamente en ese aspecto.
Desde que su tío ya no da clases en el internado, parece que tiene
todavía más dificultades para aprobar.
—No, tiene exámenes —se limita a contestar, tras lo cual retira la
mano.
Genial. Cada vez que se encierra en sí mismo de ese modo y no
muestra sus sentimientos es como si me golpeara en el pecho.
Supongo que nunca ha aprendido a exteriorizarlos. Veronica y
August Ward no son personas frías, pero tampoco destacan por sus
demostraciones de afecto o su calidez.
—Espera —me dice Val mirando a uno y otro lado. Acto seguido,
se dirige con determinación hacia el guardarropa, que está a un lado
del vestíbulo. En un rincón relativamente discreto descubro a Cilian,
que justo en ese momento se inclina sobre una mesa. Me quedo de
piedra cuando comprendo lo que están haciendo.
Siempre había pensado que lo del consumo de cocaína entre los
alumnos de último curso era un simple rumor, pero parece evidente
que he sido una ingenua. Me quedo quieta mientras Val se acerca a
los demás. Unos cuantos alumnos de octavo salen de la sala y nos
lanzan miradas cargadas de escepticismo. Espero que no nos vea
ningún profesor. Me mordisqueo el labio inferior mientras miro a mi
alrededor.
—¿Tori?
La voz de Val suena como un ofrecimiento. Cuando me vuelvo
hacia él, arquea las cejas para reclamar una respuesta, pero yo
niego con la cabeza.
—No, gracias.
«Gracias...» No soy tan tonta como para eso.
—¡Vamos! —exclama Cilian.
—Paso —insisto con mi voz más firme.
—Eres una Belhaven-Wynford, ¿a quién quieres engañar? La nieve
está bien vista entre la gente de tu nivel.
—Déjalo —interviene Val para mi sorpresa. En su voz hay algo
amenazador que le cierra el pico a Cilian, que me lanza una mirada
de desprecio antes de volverse—. Lo siento —me dice Val—.
Normalmente no consumo, pero las últimas semanas han sido una
verdadera mierda.
Me limito a asentir en medio del silencio incómodo que reina de
repente mientras Val se inclina sobre la mesa llevándose un dedo a
la nariz. No parece que sea la primera vez. Y no me gusta, no me
gusta nada. Ya me parece bastante mal que todos beban, pero tal
vez soy demasiado susceptible. En cierto modo incluso puedo llegar
a entender a Val. Desde que su tío tuvo que dejar Dunbridge, las
cosas no han sido fáciles para él. Dentro de menos de ocho semanas
empezarán los exámenes para los alumnos de último año y ya no
podrá contar con su apoyo. Yo tampoco es que sea nada del otro
mundo, pero al menos saco buenas notas. Hace poco le ofrecí a Val
que estudiáramos juntos, pero no se lo tomó demasiado bien. Nos
peleamos y se pasó la tarde entera levantando pesas y entrenando
con la máquina de remo en el gimnasio del internado. Al final decidí
que lo mejor sería no entrometerme.
Val se incorpora de nuevo. Se pasa el dorso de la mano por el
bigote y echa la cabeza atrás un momento. Las aletas de la nariz le
tiemblan cuando toma aire con vehemencia.
—¿Todo bien? —pregunto en voz baja cuando por fin vuelve a
envolverme los hombros con el brazo.
Val asiente sin mirarme siquiera.
—¿Quieres bailar?
Dudo porque, para ser sincera, lo que más me gustaría en estos
momentos es estar con Sinclair, Emma y los demás. Es el primer
baile de Año Nuevo que no paso con mis mejores amigos. Pero
también es el primero al que acudo con una cita de verdad, cosa
que, en el fondo, estaba deseando. Me obligo a sonreír.
—Claro.
Val toma un trago de la botella de ginebra que le ofrece Cilian y el
estómago se me revuelve un poco. Niego con la cabeza cuando Val
me la ofrece.
—Más tarde, quizá —miento.
Val no replica nada, pero pone los ojos en blanco mientras se
lleva la botella a los labios de nuevo, aunque tal vez solo me lo haya
imaginado.
La música a todo volumen nos recibe nada más cruzar las puertas
dobles del salón de baile. Reconozco la canción enseguida, cuando
solo han sonado los primeros compases. Thinking Bout You, de
Ariana Grande. La pista de baile está llena, las lentejuelas y las bolas
de espejos brillan reflejando la luz. El estómago me da un brinco
cuando Val me ofrece el brazo para ayudarme a bajar los pocos
escalones de la amplia escalinata de piedra que hay en la entrada.
Cuando lo miro, parece conciliador de nuevo. La luz le ilumina el
rostro y arroja sombras sobre sus rasgos afilados. Realmente estoy
en el baile de Año Nuevo con Valentine.
Y todos nos observan. Noto sus miradas cuando entramos. Val no
aparta el brazo y me conduce hasta el centro de la sala, pasando
junto a la gente que se acumula al borde de la pista de baile,
charlando frente a las mesitas altas. Estudiantes de cursos
intermedios se avisan entre ellos y nos señalan con disimulo.
Tengo la sensación de estar soñando cuando Val se vuelve hacia
mí y me pone la mano en la espalda. Noto sus músculos cuando me
agarro a su brazo. Es solo un momento fugaz, pero de repente
pienso en Sinclair y en las clases de baile que compartimos en
octavo, cuando me di cuenta de que mi mejor amigo tenía los bíceps
sorprendentemente duros y de que era incapaz de agarrarme a él
sin sentir algo extraño en el estómago. ¡La de veces que el señor
Acevedo estuvo a punto de echarnos porque no parábamos de
reírnos como histéricos y nos equivocábamos con los pasos! Todo
eso me viene a la cabeza como una corriente eléctrica cuando echo
un vistazo por encima del hombro de Val hacia la entrada y me
encuentro con la mirada inexpresiva de Sinclair. Está apoyado en la
barandilla que hay arriba, junto a la puerta de doble hoja. Emma y
Henry se besan sin contemplaciones y Gideon está a su lado
moviendo los labios. Pero Sinclair ni siquiera se esfuerza en disimular
que no lo está escuchando. Mira hacia abajo. Nos mira a Val y a mí,
y sus ojos se clavan en lo más profundo de mi alma.
—Eh, que está sonando música.
Vuelvo la cabeza hacia Val. Su sonrisa no encaja con el tono
cortante de su voz. ¿Es que ha visto a Sinclair y a los demás? ¿O
solo lo decía en broma? Busco en su rostro algún indicio de enfado,
pero no hay nada de eso.
—Lo siento —me disculpo con una sonrisa.
Val se acerca un poco más a mí.
—¿Te lo estás pasando bien? —me pregunta.
Asiento, pero es un acto reflejo.
—Sí, mucho.
—Tori... —suspira negando con la cabeza mientras seguimos
moviéndonos al ritmo de la música—. Vamos, dímelo, ¿qué estoy
haciendo mal?
—¿Cómo? —exclamo enseguida—. Pero si es fantástico, de
verdad.
—¿Preferirías estar con tus amigos?
¿De verdad se me nota tanto? Tengo que aprender a disimular
mejor.
—No. Estoy aquí, contigo.
—Pues sí —constata Val. De repente me mira a los ojos. Y no lo
hace fugazmente, no de forma casual, sino que es una mirada
profunda que me deja paralizada por dentro. ¿Ahora nos
besaremos? En las novelas y en las películas sería el momento
adecuado. Estamos en la pista de baile abrazados. Solo tenemos que
inclinarnos y cerrar los ojos. Socorro.
No sé si Val nota mi pánico, pero se aparta un poco, levanta el
brazo y me ayuda a girar sobre mí misma. Cuando me atrae de
nuevo hacia él, siento su mano más abajo que antes. Un cosquilleo
nervioso me recorre todo el cuerpo. Es casi como si fuera demasiado
consciente de los puntos en los que me toca. La canción llega a su
fin y, por supuesto, ocurre lo mismo que en todas las películas malas
de instituto. Empieza a sonar una lenta. Val me pone las dos manos
en el culo y me atrae más hacia su cuerpo.
—Cuidado, amigo mío.
No tengo ni idea de dónde sale esa voz, pero, antes de que
acierte a comprender lo que ocurre, Eleanor Attenborough corrige la
posición de las manos de Val sobre mi trasero. Y cuando digo que la
corrige quiero decir que se las aparta hacia arriba.
—Supongo que te consideras un caballero, ¿verdad? —le
pregunta, tras lo que le lanza un beso cuando ve que Val abre la
boca indignado. Eleanor vuelve los ojos hacia mí y me escruta un
instante. No es una mirada de intimidación, sino más bien de alerta.
Una mirada que me pregunta: «¿Te parece bien lo que está
ocurriendo?».
Desvía la mirada cuando le dedico una sonrisa insegura, y a
continuación desaparece entre la multitud.
—Caray con Eleanor —murmura Val antes de imitarla sin gracia—.
«Cuidado, amigo mío...» Mierda, ¿está celosa o qué le pasa?
Me quedo callada. Es posible que Val lo vea de otro modo, pero
yo no tengo la sensación de que Eleanor esté afligida precisamente.
¿Cuánto tiempo estuvieron juntos? Como máximo, dos meses,
aunque por supuesto es tiempo más que suficiente para que todos
los alumnos de Dunbridge hablaran de ello. Así es como funcionan
las cosas aquí.
—Si quieres saber lo que pienso, a esta le falta un tornillo —
afirma, y no tengo tiempo de reaccionar antes de que Val me agarre
la mano y tire de mí—. En cualquier caso, larguémonos de aquí.
El instinto me dice que no es buena idea llevarle la contraria, por
lo que lo sigo. Hoy Val parece algo veleidoso. Hace un momento
quería bailar y quedarse un rato más. ¿Es por la cocaína? Entonces
lo mejor sería no quedarme a solas con él, ¿no?
Ya no veo a Sinclair, Gideon, Emma y Henry mientras subimos los
escalones que llevan hasta la puerta. Al menos los amigos de Val
están en el vestíbulo. Él no me mira en ningún momento, sino que
saca el móvil y lo consulta mientras salimos al exterior.
—Seguro que están detrás del gimnasio —murmura, y luego
titubea un poco—. ¿Tienes frío?
Noto un respingo en el estómago cuando veo que se quita la
chaqueta y me la ofrece. «Ya era hora», es lo primero que se me
pasa por la cabeza. Lo segundo: «¡Dios mío, Valentine Ward me
acaba de ofrecer su chaqueta!». Me queda grande, por supuesto,
pero eso me encanta.
—¿Vamos con los demás? —pregunta.
—Claro —respondo asintiendo.
—¿O prefieres ir con tus amigos?
Lo pregunta sin el más mínimo tono de reproche en la voz, pero
su mirada está cargada de expectación cuando me mira. Solo hay
una respuesta correcta y sé cuál es.
—No —respondo negando con la cabeza. Más que nada porque
tampoco sé dónde están ahora mismo.
Val me dedica una media sonrisa, y me parece de lo más
atractivo.
—Sabía que elegirías bien —dice antes de doblar la esquina y
empujarme contra la pared en un rincón oscuro. El corazón está a
punto de explotarme—. Victoria Belhaven-Wynford, molas
demasiado para ir con tus amiguitos de undécimo, ¿no te lo habían
dicho nunca?
—Tú eres el primero.
Val sonríe con aire burlón.
—¿En serio? —pregunta, y acto seguido me besa.
Lo hace con un movimiento fluido, no lo he visto venir. Noto el frío
del muro a través de su chaqueta y el corazón que me late a toda
prisa, justo contra los labios de Val.
«Respira por la nariz. Cierra los ojos.» Es lo que hacen en todas
las novelas. Dios, incluso las mujeres de las novelas que besan por
primera vez lo consiguen. Lo llevan en la sangre. Y este tampoco es
que sea mi primer beso. De acuerdo, es mi primer beso de verdad,
pero, cuando cierro los ojos, vuelvo a ver a Sinclair en ese alféizar,
con el pelo rubio cayéndole frente a los ojos cuando nos apartamos
al mismo tiempo.
Val me agarra la cabeza y me acerca más a él. No me pregunta si
me parece bien, si estoy cómoda. Se apodera de mí como si esa
fuera mi única función como mujer. Los libros me han enseñado que
eso es romántico, pero ahora mismo lo percibo más bien como una
amenaza. Como si me estuvieran requiriendo algo para lo que tal vez
no estoy preparada.
Si no me aparto es porque no tengo elección. Y porque una parte
de mí disfruta con lo que está ocurriendo. Noto un cosquilleo en el
estómago y me tiemblan las rodillas.
Me sobresalto cuando oigo que se acerca alguien. Val no hace
caso. Mete la pierna entre mis rodillas y mi cuerpo reacciona al
instante con unas palpitaciones nerviosas.
Entonces me doy cuenta de que quien se acerca es mi mejor
amigo. Y que se me queda mirando.
Detecto una mirada vacía en los ojos de Sinclair, y me sienta
como un jarro de agua fría. Pasa una fracción de segundo y luego
desvía la mirada hacia otra parte. El sonido ahogado que se me
escapa sin que pueda evitarlo hace que Val se detenga.
Cuando se aparta de mí, le brillan los labios y tiene las pupilas
dilatadas. Me da un poco de miedo, pero al mismo tiempo me
parece excitante.
—¿Soy el primero? —repite.
No sé qué es lo que quiere oír. ¿Le gustaría que le dijera que sí?
A decir verdad, el beso que le di a Sinclair en séptimo no cuenta.
Fue solo una broma. Asiento. Tengo la boca seca.
2

Charles
Lo está besando.
Y sí, por supuesto que me sienta fatal.
Tori está besando a Valentine Ward. O él la está besando a ella. El
caso es que no puedo seguir dándole vueltas si no quiero volverme
loco. Siento una desesperación paralizante en el estómago que lucha
por trepar hacia arriba a pesar de mis intentos de ahogarla con
tragos de ginebra.
Tori puede hacer lo que quiera, pero ¿tiene que hacerlo
precisamente aquí, delante de mí? No debería haber venido al puto
baile de Año Nuevo. Es ridículo. Ellie Inglewood se ha largado hace
rato para grabar tiktoks vergonzosos con sus amigas. Seguro que se
estará quejando de lo aburrido que soy. Ni siquiera he intentado
besarla, y eso que sin duda ella esperaba que lo hiciera. Esa es la
imagen que todos tienen de mí: Sinclair, el tipo seguro de sí mismo
que sabe lo que quiere. El que guarda condones en la taquilla
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