319-Texto Del Artículo-393-1-10-20201012
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Se acepta asimismo que, si bien la obra es una sola, hay preferencias (sobre
todo formales, de géneros) que perfilan a un escritor, por ejemplo, mayormente
como poeta, dejando el resto de su producción en un segundo plano complemenlli-
rio, adicional e ilustrativo. Así puede pasar con T.S. Eliot, cuya obra pottica, primordi-
al en él, engloba inclusive el género teatral, dejando atrás su condición de crítico
y ensayista. Al revés, en D. H. Lawrence, lo primordial es el género narrativo
y el resto son sus libros de poesía, sus ensayos, crónicas y cartas.
Quizá lo mejor sería ver la obra literaria como una nave cuya proa indica-
una dirección principal, que arrastra consigo y dirige el resto del barco en un viaje
fascinante a través de la vida y la época del escritor. Tratándose de César Vallejo,
su poesía cierlamente va por delante, rompiendo como una proa las dificultades
y escollos literarios tradicionales, contra los cuales luchó siempre, pero con ella
avanzan también, en ¡a inisrna dirección y con la misma fuerza, !as piez.as teatrales,
los cuentos y novelas, las crónicas y ensayos, en resumen, su obra en prosa.
1. Aménco Ferrari, Introducción a César Vaileio, Obra poética completa (Madrid: Aliama Editorial,
1986), p. 35.
2. Cesar Vdlcjo, Novelas y cuentos completos (Lima: Francisco Moncloa Editores, 1967). Citaré
siempre !os rexros de esia edicibn.
El hombre que ignora a qué temperatura, con qué suficiencia acaba un algo y empieza
otro algo; que ignora dcsde qué matiz el blanco ya es blanco y hasta dónde; que no
sabe ni sabrá jamás qué hora empcmmos a vivir, qué hora empezarnos a morir, cuándo
Ilorarnos, cuándo reímos, dónde el sonido límita con la forma en los labios que diccn:
yo ... no alcanzará, no pucde alcanzar a saber hasta qué grado de verdad un hccho calificado
de criminal es criminal. El hombre que ignora a qué hora el 1 acaba de scr 1 y empiera
a ser 2, que hasta dentro de la exactitud rnatcmática carece de la inconquistable plcnitud
de la sabiduría ¿,cómo podrá nunca alcanzar a fijar el sustantivo momcnro delincuente
de un hecho, a m v & de una urdimbre de motivos de destino, dentro del gran engranaje
de fuerzas que mueven a seres y cosas enfrente de cosas y seres?.
La justicia no es función humana. No puede serlo. La justicia opera tácitamente, más
adentro de todos los adentros, de los tribunales y de las prisiones. La justicia joídlo b i h ,
hombres detodas latitudes! se ejerce en subtcnánea armonía, al otro lado de los sentidos,
de los columpios cerebrales y de los mercados. iAguzad nicjor el corazbn! La justicia
pasa por debajo de toda superficie y detrás de toda las espaldas. Prestad más sutiles oídos
a su fatal redoble, y percibiréis un platillo vigoroso y único que, a poderío de amor,
se plasma en dos; su platillo vago e incierto, corno es incierto y vago el paso del delito
mismo o de lo que se llama delito por los hombres '.
¿Por qué con mi hermana? ¿Por qué con elia, que a esta hora estará seguramente durmiendo
en apacible e inocente sosiego? ¿Por qué, pues, precisamente con ella?
Me revuelvo en el lecho. Kebull~nen la sombra perspectivas extrañas, borrosos fantasmas;
oigo que empie7a a llover.
¿Por qué con mi hermana? Creo que tengo fiebre. Sufro.
Ahora oigo mi propia respiración que choca, sube y baja rasguñando la almohada. ¿Es
mi respiración? Un aliento cartilaginoso de invisible moribundo parece mezclarse a mi
aliento, descolgándose acaso de un sistema pulmonar de Soles y trascgándose luego sudoroso
en las primeras porosidadcs de la tierra ... ¿Y aquel anciano (preso)4 que de súbito deja
de clamar? ¿Qué va a hacer? jAh! Dingese hacia un franciscano joven que se yergue,
hinchadas las rodillas imperiales en el fondo de un crepúsculo, como a los pies de minoso
altar mayor; va a él, y arranca con airado ademán el manteo de amplio corte cardenalicio
que vestía el sacerdote ... Vuelvo la cara. iAh, inmenso palpitante cono de sombra, en
cuyo lejano vértice nebuloso resplancede, último lindero, una mujer desnuda en came viva. ..!
jOh, mujer! Deja que nos amemos a toda totalidad. Deja que nos abrasemos en todos
Este último texto (incompleto como ha sido citado) forma parte de lo que
es, en verdad, un poema en prosa, por su tensión interna y por la fuerte y gradual
emoción dcl narador, y eso es justamente lo que Vallejo ha escrito aquí, no un
cuento, sino anécdotas que se enlazan por el tema y rematan en una exclamación,
interrumpida por la realidad, representada por la presencia del alcaide de la cárcel.
Roberto Paoli ha señalado ya los lazos de esla estampa con los poemas XI, LI
y LII de Trilce, si bien en éstos no aparece nítida como acá la figura de la hermana-
amante6.
"Muro este" puede igualarse muy bien con los poemas más crípticos de Trilce.
Pintándonos lo que parece ser una pesadilla -el fusilamiento del narrador-, se describe
de modo surrcalista el mecanismo del ruido de los disparos ("esos sonidos trágicos
y treses") y cl de la propia audición, a travCs de los huesecillos del oído interno
(las orejas son "dos puertos con muelles de tres huesecillos"). Y luego, toda esa
tragedia mortal es "explicada" por los estímulos reales del durmiente, cuya mente
ha transformado las sensaciones externas en una ordalía. El texto acaba con la
inscripción del prisionero ante el escribano, trámite legal cumplido antes de su
intcrnamicnlo en la cárcel.
podar sus frases de giros arcaizantes y artificiosos que le impidieron durante años
una mayor precisión o fluidez y una mejor adccuach a los temas y estructuras
narrativos. A lo largo de "Cunciformes", Vallcjo no dice comcr, sino yantar; no
dice actor, sino hechor: vocablos extraños en la costa, pero aceptados y muy expresivos
en la sierra del Pcrú. Además, nos habla de sicnes toriondns, de la turnhal oscuridad
dcl calabozo, del rebufo que le qucina y que aciagamente ensahnra su garganta;
una madre (en "Allcizar") acaricia a su pcquciio "alisándole los repulgados ,ooEfo.s
frontales"; cl ítltimo tfispxo en una cjccución (cn "Muro cstc") "vigila a toda prccisión,
altopudo ai rcmak dc toiios los vasos comunicantes", cjcniplos con cuya extrañeza
Vallejo nos va hundiendo en su mundo espccialísimo, áspero y ticmo a la vez,
pcro qirc qui~lí,ai romper la fluidcz haciéndose muy notorios por sí mismos, nu
son los más cfcctivos cn una narración, por pocri~adaque sea.
Luego, hay lorrnas que primero usa mucho en "Cunciformcs", pcro que más
tarde, a partir dc "Coro de vicntos", cmpczará a abandonar y con ello ganará su
prosa. Me rcficro al uso postclítico de los pronombres personales, muy raro en
el español peruano: "súlele al paso" ("Muro doblcancho"), "hase Icvantado tcrnprai,on
("AlfCi7xn), "doyme con cl cuc~podc la pobre vagabunda" ("Muro noroeste", "dígole
con aparente enLusiasrnom("Muro norocstc"), casttcismos qtic a ratos disucnan aún
más: '6perspectivó~cSantiago (de Chuco) cn su escabrosa mescta" y "su rnucrte
recibila en Lima" ("Más allá cic la vida y la mucrtc"). TambiCn usa "la" cn caso
dativo, persona fcmcnina y vcrbo transitivo: "La di un grito mudo". "-Sí- la rcpctía.
Mi madre murió ya". Y hay tíimbih una combinación dc ambos usos: "Diríase
quc toquéla de manera casi maquinal" ("Más allá de la vida y la iriucrtc"). Pcro
lo importante es que V ~ ~ CsopesóJ O estos casticismos, propios má.; tic1 lenguaje
escrito que del oral, y supo abandonarlos por el camino, pues gradu:ilmcntc los
usará mcnos en "Coro de vicntos" y en Fabla salvuje, y casi dcsaparccerán de
El Tungsteno y "Paco Yunquc". Vallcjo era tan conscicntc de cstc uso forzado
y cultista que, en el cucnto "Minho", lo opone a las forma? del lcnguajc coloquial,
en un contraste claro y aun divertido. El narrador nos "habla" norinalmcnte y sin
frases rebuscadas, pcro su "joven amigo" dice que su propia "amada es 2" y la
ve venir así: "Alfaban sus senos, dragoneando por la ciudad de barro, con cstridor
de mandatos y amenazas. Quebróse, jay! en la esquina el impávido cuerpo: yo
sufrí en todas mis puntas, ante tamaño hcroísmo de bclleza, ante la inminencia
de ver humear sangre estética, ante la mucrtc mártir de la curitmia de csa carnatura
viva, ante la posible falla de un lombar que rcsistc o de una nervadura rebelde
que de pronto se apeala y cede a la contraria. ;Mas he ahí la espartana victoria
de ese escorzo!'". E1 narrador se burla del amigo que le habla así, pero curiosamente,
al final del cuento, acaba empleando el mismo lcnguaje del joven enamorado, lo
cual indica todavía una preferencia del autor por el barroquismo, que ha de abandonar
desde Tcihlu salbqe en adelante.
Pasemos ahora a los ol-os textos reunidos también en 1967, en el tomo Nove-
l(¿.~y cuentos rompiefos. "Sat;duría" (1927) es un brevísimo relato, de atmósfera
rciigiosa, con un prot3gonlsta iluso y soñador como Benites, en medio de cuyas
alucinaciones hay una visión y un diálogo con Jesús, durante el cual Benites se
queja de su condición humana; pero cuando pregunta finalmcntc a Jesús: "¿,Qué
he podido hacer?, oye por toda respuesta: ";Ajus~uteal sentido de la Ticna!" En
vez de cuento, es una moraleja que sólo se explica por las hondas cavilaciones
religiosas de Vallejo, notorias en composiciones previas de Los heraldos negros
y Trilce, y en otras posteriores como la pieza teatral La Morte.
ifacia el reino de los Sciris, novelita de unas treinta páginas, escrita entre
1924-28 y revisada en 1932-33, fue publicada en forma incompleta en 1944 e
íntegramente sólo en 1967. En una carta, fechada el 24 de julio de 1927, Vallejo
decía a su amigo Pablo Abril de Vivero:"Todavía no le he hablado de mi novela, pero
espero la opinión de usted para decidirme a la gestión. Se trata de pcdir al Gobicrrio
(peruano) auspicie económicamente la publicación de mi novela de folklore arnerica-
no liacia el reino de los Shiris (sic), que la tengo terminada y mecanografiada".
La narración encaja muy bien dentro de las novelas indigcnictas, con menuda
descripción de crueldades de patrones nativos o extranjeros, y el autor sicmpre en
defensa de las víctimas, que Vallcjo había leído inclusive escritas por compatriotas
suyos como Abraham Valdelomar (Los hijos del sol, Lima, 1927) y César Falcón
(El pueblo sin Dios, Madrid, 1928). O quizá le haya influido lejanamcnte Salambó,
de Flaubert, por el afán de revivir una antigua civilización. En épocas de Túpac
Yupanqui y del príncipe heredcro Huayna Cápac, el tcma rcficre la cxpansion de
los Incas y la difícil dominación de la tribu de los huacrachucos. Libro patriótico
y pedagógico, pero sobriamente escrito, con estilo directo, sin afectación ni re-
buscamiento~,donde es digna dc mención la nobleza con que trata a los personajes
del antiguo Perú. Obra, sin duda, menor y sólo nacida de un deseo de difundir
la historia peruana en un país como Francia, que la ciesconoce, y que ni el propio
autor consideraba con "unidad novelística" suficiente.
Sonaron unos pasos de carrera ert el patio y apareció a la puerta del salón Htimberto,
cl hijo del sefior Dorian Gncve, un inglés, patrón de los Yunqde, gerente de los ferr»carrilcs
de "The Pemvian Corporation" y alcalde del pueblo. Precisamente a Paco Yunque le habían
hecho venir del campo para que acompañase al colegio a Iiumbcno y para que jugara
con él, piics ambos tenían la misma edad. S610 que Humbcrto acostumbraba vcnir tarde
al colegio y esta vez, por ser la primera, la señora Gricve le- había dicho a la madre
dc Paco:
- lleve usted ya a Paco al colegio, No sirve que llegue tarde el primer día. Desde mañana,
esperará a que Ilumberto sc lcvante y los llevará usted juntos a los dos.
Ei proksor, al ver a IIumbeno Gricve, le &;o:
-- $ioy otra vez farde?
íIirmherto, c m gran desenfado, respondió:
- Mc he quedado donnido.
- Bueno -dijo el profesor-. Que ésta sea la última vez. Pase a sentarse.
IIumberto Grieve buscó con la mirada dGnde esraba Paco Yunque. Al dar con él, se le
acercó y le dijo inipcriosarncritc:
- Ven a mi mrpcta conmigo.
Paco Fariña le dijo a IIumbeno Grieve:
- No. Porque el señor lo ha puesto aquí.
Esas mismas características, con mayor o menor grado, revelan también los
brevísimos cuentos que por primera vez se publican en el volumen de 1967, entre
los que descuellan "Viaje alrededor del provenir" y "El vencedor". Las frases siguen
siendo directas, el argumento se desarrolla e intensifica gradualmente y. el remate
es una culminación natural del texto. ¡Qué distante ha quedado la prosa enjoyada,
retorcida y poco eficaz, narrativamente hablando, de "Cuneiformes".
Por ejemplo, el mismo título, "La violencia de las horas", impresiona por
el contraste con e1 tono apacible del texto, por el aire de letanía que crece hasta
el remate temble y simbólico de la vida de todo un poblado ("un burgo"), donde
reinan la rutina y la muerte, como en tantas aldeas pueblerinas. Pero en medio
de la sencillez del lenguaje, de las frases familiares ("dejando un hijito de meses",
"murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo"), Vallejo inserta esas inconfundibles
frases que sólo él ha creado: "Murió doña Antonia, la ronca"; "Murió Rayo, el
perro de mi altura"; "mi cuñado, en la paz de las cinturas"; "Murió en mi revolver
mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano con mi víscera sangrienta, los
tres ligados por un género triste de tristeza"; "Murió mi eternidad y estoy velándola".
Y sin embargo, jes un estilo nuevo para el mismo Vallejo? Por el tema
fatalista y reiterativo, por la idea de que todos están muertos o van muriendo en
torno al protagonista, "La violencia de las horas" se cmparcnta con el poema LXXV
dc Trilce, que curiosarncnle también es un poema en prosa que empieza así: "Esthis
mucrtos.1 Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis.
Pcro, en verdad, estais muert0s.p' El autor ha descrito un arco que viene desde
1922; su viejo estilo se ha enriquecido e iluminado. Es la misma obra que avanza
siendo lo que fue, lo que ser&