Antologia
Antologia
1. Viendo yo las misericordias que nuestro Señor hace con las almas que traía a estos
monasterios que Su Majestad ha sido servido que se funden de la primera Regla de nuestra
Señora del Monte Carmelo, que a algunas en particular son tantas las mercedes que nuestro
Señor les hace, que solas a las almas que entendieren las necesidades que tienen de quien les
declare algunas cosas de lo que pasa entre el alma y nuestro Señor, podrán ver el trabajo que se
padece en no tener claridad, habiéndome a mí el Señor, de algunos años acá, dado un regalo
grande cada vez que oigo o leo algunas palabras de los Cantares de Salomón, en tanto extremo
que sin entender la claridad del latín en romance, me recogía más y movía mi alma que los
libros muy devotos que entiendo; y esto es casi ordinario, y aunque me declaraban el romance,
tampoco le entendía más... que sin entenderlo mi... apartar alma de sí.
2. Ha como dos años, poco más o menos, que me parece me da el Señor para mi propósito a
entender algo del sentido de algunas palabras; y paréceme serán para consolación de las
hermanas que nuestro Señor lleva para este camino, y aun para la mía, que algunas veces da el
Señor tanto a entender, que yo deseaba no se me olvidase, mas no osaba poner cosa por escrito.
3. Ahora, con parecer de personas a quien yo estoy obligada a obedecer, escribiré alguna cosa de
lo que el Señor me da a entender que se encierran en palabras de que mi alma gusta para este
camino de la oración, por donde, como he dicho, el Señor lleva a estas hermanas de estos
monasterios e hijas mías Si fuere para que lo veáis, tomaréis este pobre donecito de quien os
desea todos los del Espíritu Santo como a sí misma, en cuyo nombre yo lo comienzo. Si algo
acertare, no será de mí. Plega a la divina Majestad acierte.
------------------------------------------------------------------------
CAPÍTULO 1
Trata de la veneración con que deben ser leídas las Sagradas Escrituras y de la dificultad de
comprenderlas las mujeres, principalmente el «Cantar de los Cantares». Béseme el Señor con el
beso de su boca, porque más valen tus pechos que el vino, etc... (Cant. 1, 1).
1. He notado mucho que parece que el alma está, a lo que aquí da a entender, hablando con una
persona, y pide la paz de otra; porque dice: Béseme con el beso de su boca. Y luego parece que
está diciendo a con quien está: Mejores son tus pechos. Esto no entiendo cómo es, y no
entenderlo me hace gran regalo; porque verdaderamente, hijas, no ha de mirar el alma tanto, ni
la hacen mirar tanto, ni la hacen tener respeto a su Dios las cosas que acá parece podemos
alcanzar con nuestros entendimientos tan bajos, como las que en ninguna manera se pueden
entender. Y así os encomiendo mucho que, cuando leyereis algún libro y oyereis sermón o
pensareis en los misterios de nuestra sagrada fe, que lo que buenamente no pudiereis entender
no os canséis ni gastéis el pensamiento en adelgazarlo; no es para mujeres ni aun para hombres
muchas cosas.
2. Cuando el Señor quiere darlo a entender, Su Majestad lo hace sin trabajo nuestro. A mujeres
digo esto, y a los hombres que no han de sustentar con sus letras la verdad; que a los que el
Señor tiene para declarárnoslas a nosotras, ya se entiende que lo han de trabajar y lo que en ello
ganan. Mas nosotras con llaneza tomar lo que el Señor nos diere; y lo que no, no nos cansar,
sino alegrarnos de considerar qué tan gran Dios y Señor tenemos que una palabra suya tendrá en
sí mil misterios, y así su principio no entendemos nosotras. Así, si estuviera en latín o en
hebraico o en griego, no era maravilla; mas en nuestro romance ¡qué de cosas hay en los salmos
del glorioso rey David, que cuando nos declaran el romance solo, tan oscuro nos queda como el
latín! Así que siempre os guardad de gastar el pensamiento con estas cosas ni cansaros, que
mujeres no han menester más que para su entendimiento bastare. Con esto las hará Dios merced.
Cuando Su Majestad quisiere dárnoslo, sin cuidado ni trabajo nuestro lo hallaremos sabido; en
lo demás, humillarnos y -como he dicho- alegrarnos de que tengamos tal Señor, que aun
palabras suyas, dichas en romance nuestro no se pueden entender.
3. Pareceros ha que hay algunas en estos Cánticos que se pudieran decir por otro estilo. Según
es nuestra torpeza, no me espantaría. He oído a algunas personas decir, que antes huían de
oírlas. ¡Oh, válgame Dios, qué gran miseria es la nuestra! Que como las cosas ponzoñosas, que
cuanto comen se vuelve en ponzoña, así nos acaece, que de mercedes tan grandes como aquí
nos hace el Señor en dar a entender lo que tiene el alma que le ama y animarla para que pueda
hablar y regalarse con Su Majestad, hemos de sacar miedos y dar sentidos conforme al poco
sentido del amor de Dios que se tiene.
4. ¡Oh Señor mío, que de todos los bienes que nos hicisteis, nos aprovechamos mal! Vuestra
Majestad buscando modos y maneras e invenciones para mostrar el amor que nos tenéis;
nosotros, como mal experimentados en amaros a Vos, tenémoslo en tan poco, que de mal
ejercitados en esto vanse los pensamientos adonde están siempre y dejan de pensar los grandes
misterios que este lenguaje encierra en sí, dicho por el Espíritu Santo. ¿Qué más era menester
para encendernos en amor suyo, y pensar que tomó este estilo no sin gran causa?
5. Por cierto que me acuerdo oír a un religioso un sermón harto admirable, y fue lo más de él
declarando de estos regalos que la Esposa trataba con Dios; y hubo tanta risa y fue tan mal
tomado lo que dijo, porque hablaba de amor (siendo sermón del Mandato, que es para no tratar
otra cosa), que yo estaba espantada. Y veo claro que es lo que yo tengo dicho, ejercitarnos tan
mal en el amor de Dios, que no nos parece posible tratar un alma así con Dios. Mas algunas
personas conozco yo, que así como estotras no sacaban bien -porque, cierto, no lo entendían, ni
creo pensaban sino ser dicho de su cabeza-, estotras han sacado tan gran bien, tanto regalo, tan
gran seguridad de temores, que tenían que hacer particulares alabanzas a nuestro Señor muchas
veces, que dejó remedio saludable para las almas que con hirviente amor le aman, que entiendan
y vean que es posible humillarse Dios a tanto; que no bastaba su experiencia para dejar de temer
cuando el Señor les hacía grandes regalos. Ven aquí pintada su seguridad.
6. Y sé de alguna que estuvo hartos años con muchos temores, y no hubo cosa que la haya
asegurado, sino que fue el Señor servido oyese algunas cosas de los Cánticos, y en ellas
entendió ir bien guiada su alma. Porque, como he dicho, conoció que es posible pasar el alma
enamorada por su Esposo todos esos regalos y desmayos y muertes y aflicciones y deleites y
gozos con El, después que ha dejado todos los del mundo por su amor y está del todo puesta y
dejada en sus manos. Esto no de palabra -como acaece en algunos-, sino con toda verdad,
confirmada por obras. ¡Oh hijas mías, que es Dios muy buen pagador, y tenéis un Señor y un
Esposo que no se le pasa nada sin que lo entienda y lo vea! Y así, aunque sean cosas muy
pequeñas, no dejéis de hacer por su amor lo que pudiereis. Su Majestad las pagará; no mirará
sino el amor con que las hiciereis.
7. Pues concluyo en esto: que jamás en cosa que no entendáis de la Sagrada Escritura, ni de los
misterios de nuestra fe, os detengáis más de como he dicho, ni de palabras encarecidas que en
ella oigáis que pasa Dios con el alma, no os espantéis. El amor que nos tuvo y tiene me espanta
a mí más y me desatina, siendo los que somos; que teniéndole, ya entiendo que no hay
encarecimiento de palabras con que nos le muestre, que no le haya mostrado más con obras;
sino, cuando lleguéis aquí, por amor de mí os ruego que os detengáis un poco pensando en lo
que nos ha mostrado y lo que ha hecho por nosotras, viendo claro que amor tan poderoso y
fuerte que tanto le hizo padecer ¿con qué palabras se pueda mostrar que nos espanten?
8. Pues tornando a lo que comencé a decir, grandes cosas debe haber y misterios en estas
palabras, pues cosa de tanto valor, que me han dicho letrados (rogándoles yo que me declaren lo
que quiere decir el Espíritu Santo y el verdadero sentido de ellos), dicen que los doctores
escribieron muchas exposiciones y que aun no acaban de darle. Parecerá demasiada soberbia la
mía, siendo esto así, quereros yo declarar algo; y no es mi intento, por poco humilde que soy,
pensar que atinaré a la verdad. Lo que pretendo es, que así como yo me regalo en lo que el
Señor me da a entender cuando algo de ellos oigo, que decíroslo por ventura os consolará como
a mí. Y si no fuere a propósito de lo que quiere decir, tómolo yo a mi propósito; que no saliendo
de lo que tiene la Iglesia y los santos (que para esto, primero lo examinarán bien letrados que lo
entiendan, que los veáis vosotras), licencia nos da el Señor -a lo que pienso-, como nos la da
para que pensando en la sagrada Pasión, pensemos muchas más cosas de fatigas y tormentos
que allí debía de padecer el Señor, de que los evangelistas escriben. Y no yendo con curiosidad,
como dije al principio, sino tomando lo que Su Majestad nos diere a entender, tengo por cierto
no le pesa que nos consolemos y deleitemos en sus palabras y obras, como se holgaría y gustaría
el rey si a un pastorcillo amase y le cayese en gracia y le viese embobado mirando el brocado y
pensando qué es aquello y cómo se hizo. Que tampoco no hemos de quedar las mujeres tan
fuera de gozar las riquezas del Señor. De disputarlas y enseñarlas, pareciéndoles aciertan, sin
que lo muestren a letrados, esto sí. Así que ni yo pienso acertar en lo que escribo (bien lo sabe el
Señor), sino, como este pastorcillo que he dicho, consuélame, como a hijas mías, deciros mis
meditaciones y serán con hartas boberías; y así comienzo, con el favor de este divino Rey mío y
con licencia del que me confiesa. Plega a El, que como ha querido atine en otras cosas que os he
dicho (o Su Majestad por mí quizá por ser para vosotras), atine en éstas; y si no, doy por bien
empleado el tiempo que ocupare en escribir y tratar con mi pensamiento tan divina materia que
no la merecía yo oír.
9. Paréceme a mí, en esto que dice al principio, habla con tercera persona, y es la misma: que da
a entender que hay en Cristo dos naturalezas, una divina y otra humana. En esto no me detengo,
porque mi intento es hablar en lo que me parece podemos aprovecharnos las que tratamos de
oración; aunque todo aprovecha para animar y admirar un alma que con ardiente deseo ama al
Señor. Bien sabe Su Majestad que, aunque algunas veces he oído exposición de algunas
palabras de éstas y me la han dicho pidiéndolo yo, son pocas, que poco ni mucho no se me
acuerda, porque tengo muy mala memoria; y así no podré decir sino lo que el Señor me
enseñare, y fuere a mi propósito, y de este principio jamás he oído cosa que me acuerde.
Béseme con beso de su boca.
10. ¡Oh Señor mío y Dios mío, y qué palabra ésta, para que la diga un gusano a su Criador!
¡Bendito seáis Vos, Señor, que por tantas maneras nos habéis enseñado! Mas ¿quién osara, Rey
mío, decir esta palabra, si no fuera con vuestra licencia? Es cosa que espanta, y así espantará
decir yo que la diga nadie. Dirán que soy una necia, que no quiere decir esto, que tiene muchas
significaciones, que está claro que no habíamos de decir esta palabra a Dios, que por eso es bien
estas cosas no las lean gente simple. Yo lo confieso, que tiene muchos entendimientos: mas el
alma que está abrasada de amor que la desatina, no quiere ninguno, sino decir estas palabras. Sí,
que no se lo quita el Señor. ¡Válgame Dios! ¿Qué nos espanta? ¿No es de admirar más la obra?
¿No nos llegamos al Santísimo Sacramento? Y aun pensaba yo si pedía la Esposa esta merced
que Cristo después nos hizo. También he pensado si pedía aquel ayuntamiento tan grande, como
fue hacerse Dios hombre, aquella amistad que hizo con el género humano; porque claro está que
el beso es señal de paz y amistad grande entre dos personas. Cuántas maneras hay de paz, el
Señor ayude a que lo entendamos.
11. Una cosa quiero decir antes que vaya adelante, y a mi parecer, de notar, aunque viniera
mejor a otro tiempo, mas para que no se nos olvide: que tengo por cierto habrá muchas personas
que se llegan al Santísimo Sacramento (y plega al Señor yo mienta) con pecados mortales
graves; y si oyesen a un alma muerta por amor de su Dios decir estas palabras, se espantarían y
lo tendrían por gran atrevimiento. Al menos estoy yo segura que no la dirán ellos, porque estas
palabras y otras semejantes que están en los Cantares, dícelas el amor; y como no le tienen, bien
pueden leer los Cantares cada día y no se ejercitar en ellas, ni aun las osarán tomar en la boca;
que verdaderamente aun oírlas hace temor, porque traen gran majestad consigo. Harta traéis
Vos, Señor mío, en el Santísimo Sacramento; sino, como no tienen fe viva, sino muerta, estos
tales ven os tan humilde bajo especies de pan, no les habláis nada, porque no lo merecen ellos
oír, y así se atreven tanto.
12. Así que estas palabras verdaderamente pondrían temor en sí si estuviesen en sí quien las
dice, tomada sola la letra; mas a quien vuestro amor, Señor, ha sacado de sí, bien perdonaréis
diga eso y más, aunque sea atrevimiento. Y, Señor mío, si significa paz y
amistad, ¿por qué no os pedirán las almas la tengáis con ellas? ¿Qué mejor cosa podemos pedir
que lo que yo os pido, Señor mío, que me deis esta paz con beso de vuestra boca? Esta, hijas, es
altísima petición, como después os diré.