CLASE - 4 at Practica Algunas - Reflexiones

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Bienvenidos a la cuarta clase del eje Practico

Acompañante Terapéutico

Reflexiones sobre la práctica

¿Qué es el Acompañamiento Terapéutico?

Lic. Sergio F. Sáliche- Psicólogo

Se trata de una práctica utilizada en la estrategia de un tratamiento. En nuestro país comenzó a fines de la
década del 60, como herramienta para acompañar diferentes procesos terapéuticos que ofrecían dificultades.
La denominación era "amigo calificado". Surge, como recurso entre la Psiquiatría y el Psicoanálisis y
representa una práctica relacionada a la atención de casos de pacientes denominados "límite", o de difícil
abordaje.

Los Acompañantes Terapéuticos son personas formadas en los conocimientos básicos de la Psicopatología y
en conceptos generales de Psicología que trabajan dentro de un equipo, bajo la coordinación de algún
profesional de la salud mental (psicólogo - psiquiatra - psicoanalista) en el ámbito de la consulta privada o para
alguna institución (hospital - clínica - neuropsiquiátrico - casa de medio camino - granja de rehabilitación.

¿Cuándo se hace necesario un Acompañamiento Terapéutico?

El acompañante terapéutico, en sus funciones, responde haciendo espacio a aquello que queda por fuera de
los límites del consultorio. Su lugar se aproxima al de un semejante que escucha y ofrece contención.
Acompaña al paciente en los avatares de un tratamiento ambulatorio, que, por alguna razón, puede estar
presentándose con importantes dificultades que amenazan su continuidad y representa así, un recurso
alternativo que en muchos casos puede favorecer la continuidad de dicho tratamiento.

En algunos casos el dispositivo de Acompañamiento Terapéutico ofrece una alternativa frente a una
internación psiquiátrica, evitando así los efectos de cronificación que ésta puede tener sobre un sujeto. Frente
a esto se suele implementar una internación domiciliaria, acompañando al paciente a atravesar cierta situación
de crisis, pero sin que éste sufra el desprendimiento que implica el abandono de sus cosas.

Acompaña también procesos de transición hacia una externación favoreciendo una adecuada reinclusión en el
medio familiar. Así mismo participa en procesos de reinserción laboral, educativa, recreativa, etc., que sean
necesarios transitar para un paciente, en alguna situación o momento particular de su vida.

La implementación del dispositivo de A.T. debe, necesariamente, estar articulada a la estrategia de un


tratamiento para que su labor pueda resultar terapéutica. Esta estrategia es aplicada por el profesional que
conduce el tratamiento.

La función debe ser pensada caso por caso, teniendo en cuenta la singularidad que allí se presente

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¿Quiénes necesitan de un A.T?

Pacientes sin contención familiar, que viven solos, afrontarán con mayor seguridad algún momento crítico si
pueden contar con la presencia de un A.T. Aquellos cuya sintomatología no les permita auto administrarse la
medicación o no puedan salir solos, la presencia del acompañante les dará mayor seguridad.

Es un recurso válido cuando la compañía familiar resulte nociva por alguna razón o cuando el momento
coyuntural pueda poner en riesgo al paciente. Puede ser conveniente, necesario y hasta imprescindible, cada
caso marcará una necesidad diferente.

¿Cómo trabaja un A.T con un paciente?

Su función será en primer lugar, colaborar y trabajar en la estrategia elaborada por el/ los responsable/s del
tratamiento. Ellos sugerirán estrategias en cada momento del proceso. El A.T puede escuchar y contener al
paciente pero NO intervendrá como el terapeuta. Puede incentivar ciertas actividades y/o disuadirlas. Invita al
paciente a reflexionar y recaba información relevante para el desarrollo del tratamiento. En oportunidades
puede funcionar como operador terapéutico entre el paciente y la familia, moderando situaciones que de
proseguir podrían resultar perjudiciales. Acompaña las primeras salidas después de una internación.

Ayuda a recuperar la rutina cotidiana después de una prolongada internación. Trabaja en cualquier proceso
que requiera de una presencia calificada en el conocimiento de lo psicopatológico y del conocimiento del
trabajo interdisciplinario.

Son muchas las formas de intervención del A.T., lo importante es que estén rigurosamente evaluadas tanto en
su formación como en el trabajo de equipo.

En algunos casos se trabaja también, con más de un acompañante, siempre es en relación con la
particularidad del caso y/o las horas que haya que cubrir. El equipo tratante se reúne periódicamente para
intercambiar información.

El conocimiento inmediato de estos factores puede echar luz sobre variaciones en la conducta del
acompañado.

La frecuencia o duración de un acompañamiento también se evalúa en este ámbito, y dependerán de las


necesidades coyunturales, el estado del paciente y el criterio del equipo.

FUENTE:

http://www.redba.com.ar/Biblioteca%20Virtual/PracticaAT.htm

Lic. Nora Susana Cavagna

Palabras claves: Acompañamiento Terapéutico – Maternaje – Contención – Vínculo. El objetivo de este


trabajo es describir el Acompañamiento Terapéutico como una técnica terapéutica complementaria, que se
utiliza para la contención de pacientes descompensados, en un marco de prevención, atención y
resocialización. El Acompañante Terapéutico (A. T.) se inserta en la vida cotidiana del enfermo, ya sea en su
domicilio, la institución en la que se halle internado, o en forma ambulatoria. Trabaja en un nivel vivencial, no
interpretativo, dentro de un equipo interdisciplinario y siguiendo las consignas del terapeuta de cabecera. Este

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enfoque de mínima distancia y de una gran disponibilidad afectiva, favorece una mayor eficiencia terapéutica.
Se expone la modalidad de trabajo, así como la importancia de la capacitación y entrenamiento del A. T., que
servirán de sostén en esta comprometida tarea, facilita por ciertas características de personalidad.

INTRODUCCION

La necesidad de compañía y estimulación humana es algo que se ha reconocido desde tiempo inmemorial. En
la mayoría de las culturas existe la costumbre de que los afligidos por enfermedades, muertes o desgracias,
reciban ánimo y apoyo de parientes, amigos, vecinos o incluso extraños que puedan permanecer con esa
persona hasta que recupere su entereza. Ante un desastre o peligro repentino externo o interno, los adultos
con frecuencia aumentan sus exigencias de otras personas, buscando la proximidad de un ser conocido y en
quien confían, manifestando una conducta de apego que prolonga de modo directo la de la infancia. Las
teorías psicodinámicas han puesto de manifiesto la eficacia terapéutica del contacto personal entre el agente
terapéutico y el paciente. Sabemos que la historia antigua del abordaje de la locura marginó al enfermo de
diferentes maneras con recursos poco terapéuticos, produciendo un efecto de segregación en los demás;
transitando el camino de la incertidumbre y del encierro, hasta que sucesivas innovaciones modificaron su
abordaje hacia lo familiar y comunitario. En este encuadre se observó la eficacia del análisis de los tipos
vinculares. Los psicoterapeutas necesitaron implementar técnicas nuevas ante la demanda de un contacto
personalizado. Entonces, se vieron necesitados de prescribir Agentes de Salud Mental que pudieran absorber
esta tarea. Así el acompañamiento Terapéutico aparece ante las nuevas exigencias que se plantean en la
Psicología Clínica contemporánea. En 1947, una terapeuta suiza, la Dra. M. A. Sechehaye, publicó un libro
dando cuenta de una de las primeras experiencias en este tipo de abordaje. En “La Realización Simbólica”,
describió este nuevo método psicoterapéutico aplicado a su paciente Renée, con diagnóstico de esquizofrenia,
y un pronóstico en el que se había dado por perdido el caso, ya que los tratamientos tradicionales fracasaron.
Ella logró reinsertar a Renée a la sociedad, gracias a su interés, constancia, intuición maternal, afecto,
comprensión psicoanalítica, y una gran disponibilidad de tiempo. Pero, debido a que Renée necesitaba
atención permanente, debió instruir a una enfermera psicológicamente capaz y entrenada, para que actuara
como auxiliar, permaneciendo con la paciente en los momentos en que ella no podía hacerse cargo, dando un
parte detallado de las reacciones, y siguiendo concienzudamente las instrucciones de la Dra. Sechehaye. Es
así como el Acompañamiento Terapéutico comienza como una necesidad del terapeuta, que por lo general no
puede dedicarle tantas horas a un paciente, y entonces designa a una persona entrenada y capacitada para la
contención. Su presencia en sí es un acto terapéutico, entendiéndose por tal: el que “cura”, cuida y alivia. Y en
el cual se va a establecer un vínculo que el enfermo no tuvo hasta ese momento, y que le posibilitará instaurar
una diferencia, creando nuevos lazas de resocialización. Acompañar es estar con el otro, compartir.
Etimológicamente: hacerse compañero, compartir el mismo pan. Sin embargo, no se trata de una relación
simétrica, de igualdad, ni de amistad. Sino que hay una estrategia dirigida a una cura, y esto es lo que la
diferencia de una situación no terapéutica, en la que sólo se comparte algo con el otro. Lo curativo hace que
“desaparezcan los síntomas”, haya un enriquecimiento personal y se adquiera la tan ansiada capacidad o
habilidad para estar solo.

LA CAPACIDA DE ESTAR SOLO

Todos tenemos la necesidad primitiva de estar con otros, desde el comienzo de nuestra vida necesitamos del
sostén materno, de la presencia del otro. El bebé nace con un yo inmaduro que no tiene defensa, y que está
sostenido por el yo de la madre, que funciona como su medio ambiente protector. Según Winnicott, a ese yo el
niño lo va a ir introyectando, para luego ser capaza de estar solo sin la alusión frecuente a la madre o símbolo
materno. La base para adquirir la “capacidad de estar solo”, es entonces una paradoja; es la capacidad de
estar solo mientras otra persona se encuentra presente, y que sin una cantidad suficiente de esta experiencia
no puede desarrollarse. Esta capacidad o habilidad es uno de los más importantes rasgos de madurez en el
desarrollo emocional. Y el acompañante terapéutico (A. T.), en tanto presta su persona, practica y vivencia un

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rol de protección, apoyo, soporte, sostén y fundamentalmente de contención permanente. Un asistir, o sea un
co-vivenciar el mundo interno del paciente, lo que se supone una relación y un compromiso emocional con ese
sujeto. Esto constituye el aspecto más primario de la relación, por eso entronca con el llamado “maternaje”.
Permitiendo así acompañar al paciente en el proceso que va de su regresión a su individuación.

ROL Y FUNCION

El Acompañamiento Terapéutico constituye un rol de múltiples funciones: compartir, escuchar, observar,


ayudar a hacer cosas, frenar impulsos, contener, estimular, etc., pero no interpretar. Y fundamentalmente una
función de maternaje. Es el método menos agresivo de contención a pacientes descompensados, sólo hace
falta recordar: la exclusión social, las cadenas, el encierro, la convivencia con delincuentes y vagabundos,
latigazos, animalidad, baños de inmersión con agua fría, duchas por sorpresa, chaleco y tratamientos
eléctricos. Los psicofármacos que fueron una gran revolución, aparecieron en la época del ’50. Y
contrariamente a la institución custodial, Maxwell Jones crea la comunidad terapéutica. Antes se alejaba al loco
de la familia y la comunidad, hoy se lo acerca a su ambiente y a su historia.

EN QUE CASOS SE UTILIZA ESTA TÉCNICA

El Acompañamiento Terapéutico tiene que ver con la jerarquización de la contención humana en pacientes
crónicos y agudos, con quienes los abordajes terapéuticos clásicos fracasaban.
El A.T. es un agente de salud capacitado para sostener, cuidar, aliviar y compartir: las ansiedades, angustias y
desequilibrios de enfermos con perturbaciones emocionales, que han entrado en crisis al no poder generar
respuestas adaptativas, ante situaciones externas e internas que se presentan en la vida del sujeto, y que
desencadenan en trastornos de la personalidad llevando a situaciones de: descontrol, crisis, ideas suicidas,
actuaciones auto y hetero agresivas, empobrecimiento del yo, etc., en los distintos cuadros psicopatológicos:
neurosis graves, borderline, adicciones (drogas, alcohol), psicopatías descompensadas y psicosis. También en
pacientes psicofísicos y terminales.

EL TERAPEUTA Y EL EQUIPO INTERDISCIPLINARIO

Cuando desbordan las posibilidades de contención del terapeuta, el A. T. va en su representación, funcionando


como un soporte, y siendo un yo auxiliar que brindará un vínculo distinto a los ya conocidos, con el objetivo de
generar un cambio.
El paciente se debe sentir: cuidado, protegido y apoyado en una función de maternaje en la que el terapeuta
triangula.
El terapeuta, además de indicar el Acompañamiento Terapéutico (él o el equipo tratante), será el encargado de
establecer las consignas: horarios, tipos de salidas, permisos, restricciones, riesgos, urgencias, hacia donde
apunta el acompañamiento, cuál es su objetivo y el número de acompañantes terapéuticos. Será de uno o lo
mínimo: para ampliar el mundo relacional y afectivo del paciente, cuando la contención se hiciera dificultosa,
para ensayar una misma conducta con distintas personas o diferentes conductas con la misma.
El equipo está constituido básicamente por: un terapeuta individual, uno familiar, uno o más A. T. y un
coordinador de éstos si fuera necesario.

EL INFORME

Es aconsejable realizarlo al finalizar el acompañamiento o en el tiempo más breve posible. A veces el


intercambio de información resulta urgente, por ejemplo cuando trabajan varios A. T. en turnos rotativos de 4
horas a 6 horas, y la comunicación se debe hacer en el mismo momento, pero no en presencia del paciente.
El informe se realiza para: el terapeuta, el coordinador o el A. T. que sigue. Puede ser oral o escrito. En
algunas instituciones se vuelca en la historia clínica del paciente.

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Debe ser esencialmente descriptivo y vivencial.

SOBRE QUIENES OPERA EL ACOMPAÑANTE TERAPÉUTICO

Se trata de una tarea en la que no sólo se deberá tener en cuanta la contención individual del paciente, sino
también la de su pareja, familia y grupo circundante, ya que no solamente se acompaña al enfermo sino
también a su entorno.
El A. T. deberá detectar el “el punto de urgencia” de la familia o grupo, sin dejar de realizar un trato
personalizado. Por ejemplo: la mucama puede estar necesitando más ayuda que el resto de los integrantes de
la casa en determinado momento.

FAMILIA Y A. T.

Hoy día, se concibe al paciente no ya como un caso aislado sino como lo que en realidad es: el emergente de
un grupo familiar enfermo; dejando en evidencia que es imposible ubicar y encuadrar a la enfermedad psíquica
en el exclusivo plano individual y que para comprenderla, es imprescindible considerarla dentro del ámbito del
grupo constituido por los seres vinculados al enfermo por lazos familiares.
Para poder realizar la asistencia familiar es importante que la familia esté motivada, y solamente un
desequilibrio suscita dicha motivación promoviendo:
1) la búsqueda de ayuda ó
2) la aceptación al ofrecimiento de ayuda
En el grupo familiar se tratará de ver:
a) cómo funciona el paciente dentro de él
b) cómo se dan los roles, ya que la crisis familiar provocada, hace que se produzcan: redistribuciones y nuevos
roles. Es decir, sus cambios van a generar otros cambios.
Es aconsejable que el A. T. se incluya en esta estructura con “pie de plomo”, y se gane la confianza de sus
miembros.

DONDE SE DESARROLLA EL ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO

INSTITUCIONAL: La institución le permite al paciente volcar sus contenidos patológicos en un marco de más
seguridad. A pesar de ser el lugar de mayor contención, hay pacientes que sin embargo necesitan también
Acompañamiento Terapéutico, por encontrarse por ejemplo en un período confusional. La presencia física, el
afecto y a veces hasta la ayuda corporal, favorecen notablemente a su estado. Llegando el enfermo a necesitar
un Acompañamiento Terapéutico desde 2 horas a 24 horas por turnos rotativos.
En un segundo momento el A. T. funcionará como el trasmisor de la cultura institucional, ayudando al paciente
a la adaptación de la actividad comunitaria, y a cumplir las reglas institucionales.

AMBULATORIO: Aquí el A. T. será el trasmisor de la ley social, ayudando al paciente en su resocialización,


ordenamiento y planificación. Programando estrategias que pauten las salidas, pues éstas no deben ser
azarosas. Pueden realizarse desde la casa o la institución. Incluso viajes con el paciente sólo, o con su pareja,
familia o amigos.

DOMICILIARIO: El lugar donde se desarrolle el Acompañamiento Terapéutico va a determinar conceptos


terapéuticos diferentes. En el domiciliario tanto la familia como el paciente intentarán imponer sus reglas. Aquí
el A. T. Tendrá la complicada tarea de revertir la situación, reconociendo al o a los aliados con quienes contará
para introducir su palabra.
El A. T. No deberá interpretar, sino recoger material relacional y vivencial, para comunicárselo al terapeuta y al
equipo.

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EL CONTRATO

Lo pueden realizar: el A. T., el coordinador, el terapeuta o la institución; con la familia o el paciente. Se


deberán especificar: cantidad de horas, horarios, honorarios y formas de pago (por vez, semana, mes, etc.)
Los gastos de salidas que el paciente realice para él y el A. T., irán por su cuenta. Todo lo que no se
especifique en el contrato, luego será difícil revertirlo.

VINCULO A. T. – PACIENTE

Los seres humanos se conectan entre sí a través del encuentro. Luego con la interacción, que es la primera
forma de comunicación, se va a ir estableciendo un vínculo. En el vínculo participan dos o más personas,
necesitándose una a la otra en la misma forma, y surgiendo en un campo común en el que tiene que haber
reciprocidad. Investigaciones diversas han demostrado que desarrollar un vínculo cálido y empático con el
paciente, permite fomentar cambios más rápidos. Y ésta es un poco la clave del Acompañamiento Terapéutico:
al establecer un buen vínculo, ligazón, unión o lazo, se van a generar más logros terapéuticos.

EL CONTACTO FISICO

Los pacientes que necesitan ser acompañados terapéuticamente, por lo general son personas a las que se las
ha privado o inundado afectivamente; con lo cual se es dificultoso demostrar sus sentimientos, o por el
contrario tienen a desbordarse. Y es por eso que la tarea del A. T., será la de regular el dar y recibir
adecuadamente los intercambios afectivos, a partir de brindarles un vínculo más sano, para mejorar la relación
del paciente consigo mismo y con los demás. Al demostrarles cariño, y tratarlos con ternura y amor, se les
eleva la autoestima y se les brinda un modelo de identificación. Hay distintos tipos de contacto físico con el
paciente, como el abrazo y las caricias, que favorecen el bienestar emocional y corporal. Sin embargo, hay
que saber, cuándo y cómo, acariciar y abrazar, para que resulte realmente terapéutico. Realizarlo en un
momento y con una presión inadecuados, puede ser perjudicial, porque tenderá a manifestarse como refuerzo
de la enfermedad, por ejemplo: madres ahogantes. Si se repite este esquema, se lo mantiene, y no se produce
un cambio favorecedor. Es de suma importancia tener en cuenta, el momento del paciente y su cuadro
psicopatológico; no es lo mismo el contacto que se establece con un esquizofrénico. Y, cuando uno se acerca
a un psicótico crónico deteriorado (como patología severa extrema), comprende rápidamente que las palabras
están de más. De todas maneras, los acercamientos deben ser graduales, cautelosos y cuidadosos, en
cualquiera de los casos.

CONDICIONES PERSONALES PARA SER UN A. T.

Desde mi experiencia clínica, y haciendo ya 15 (quince) años ininterrumpidos que realizo acompañamientos
terapéuticos, y 8 (ocho) años enseñándolos a nivel académicos exclusivamente; a la vez que siendo terapeuta
individual y de pareja, me permito enumerar lo que considero son algunas de las condiciones personales para
ser un A. T.
- Actitud disposicional (que va a favorecer la escucha, la observación y el carácter vivencial-emotivo de la
tarea)
- Receptividad y Contención
- Empatía
- Capacidad lúdica
- Poder poner el cuerpo y ser presencia
- Perseverancia

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- Sentido común
- Control de los impulsos
- Poder poner límites (firmes aunque no rígidos)
- Capacidad de maternaje (tanto el varón como la mujer pueden asumir dicha función)
- Reverié (capacidad predictiva)
- Capacidad para identificarse con el otro, a la vez que una disociación instrumental para observar y evaluar la
interacción
- Tener palabra
- Flexibilidad
- Respeto y responsabilidad
Para todo lo cual es fundamental la higiene mental, a través del análisis personal.

QUIENES REALIZAN EL ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO

En nuestro país lo realizan profesionales de la Salud Mental y no profesionales.


Debido al grado de compromiso de la tarea, el alto nivel de riesgo, y a los vaivenes a los que se ve sometida la
persona que elige realizar este trabajo; se hace imprescindible una formación específica con: capacitación,
entrenamiento, práctica y supervisión. Todo lo cual protege desde un marco referencial, y funciona
preventivamente tanto para el paciente como par el A. T., replanteando también las bases éticas de dicha
función con una implicación profesionalizada.

- El Vínculo Afectivo (John Bowlby) – Ed. Piados - 1990 Me han pedido que desarrolle un poco más el tema de
la demanda, me ha parecido sensato verlo concretamente en la práctica con pacientes con diagnóstico de
esquizofrenia, en el área de la Rehabilitación Psicosocial. Éste es el modo de abordaje utilizado mayormente
en Madrid, que a partir de una pretendida diferencia con la "clínica", entendida como un abordaje focalizado en
la patología y el déficit, plantea un enfoque social y comunitario, centrado en el potencial funcional del usuario
del servicio.
Digamos que, cuando hablamos de la demanda, hablamos de la parte clínica de la rehabilitación.
Desde la perspectiva de la Rehabilitación Psicosocial, se organiza el trabajo en tres momentos de la
intervención, no excluyentes entre sí:
1. La Evaluación
2.La Intervención
3. El Seguimiento

Veremos que si bien, intervenimos y evaluamos al mismo tiempo, cada etapa sirve de marco para guiar los
siguientes puntos:
- la intensidad de la intervención: cantidad de horas semanales dedicadas al "usuario" de nuestro servicio.
- qué profesional o profesionales deben intervenir en cada momento: durante la evaluación será en función de
las áreas que se evalúen, en la intervención según el trabajo que se esté realizando (acompañamiento social,
terapéutico o entrenamiento en habilidades para la vida diaria), y durante el seguimiento, lo recomendable es
que intervenga la persona del equipo que haya establecido un mejor vínculo con el usuario.
Volviendo al principio, encontraremos que en determinado punto, podemos decir, más allá de las herramientas
que hayamos utilizado, que hemos detectado una serie de "necesidades", sobre las cuales debemos
establecer una serie de objetivos concretos y al mismo tiempo, iniciar la intervención.
La confusión general, como decía en el otro artículo, es confundir la necesidad con la demanda.
Los equipos multidisciplinares que intervienen sobre la necesidad, se encuentran rápidamente con un muro: el
usuario no entiende el sentido de la intervención y la rechaza.

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NECESIDAD Y DEMANDA

¿Qué es necesidad y que es demanda?, diremos aquí, que ambos conceptos se hayan bastante tergiversados
en la práctica, y es interesante ver como se operiacionalizan.
Para el profesional nobel (y no tan nobel) que interviene, necesidad, significa aquellos aspectos bio-psico-
sociales que observa que requieren mayor urgencia de intervención, y que determinan un estado de carencia,
esta suele referirse a “necesidad” de asistencia sanitaria (bio), de recursos de afrontamiento y de manejo de la
enfermedad (psico), y de recursos económicos y red social personal (social).
En estos términos hablar de necesidad es hablar de déficit.
Demanda en cambio, suele entenderse como “aquello que el usuario dice que necesita”, generalmente suele
referirse a: acompañamiento o compañía, salidas de ocio y por supuesto recursos económicos.
Es notable la enorme suspicacia con las que los usuarios reciben determinadas intervenciones relacionadas
con el cuidado de su cuerpo (en casos de graves patologías orgánicas asociadas) y psique (sufrimiento
psíquico, delirios paranoides y fobias), y por el contrario la relativa facilidad con la que pueden introducirse
intervenciones relacionadas con la consecución de recursos económicos y otros beneficios.
Este es un elemento que debemos utilizar habitualmente. Por experiencia puedo decir, que no importa la
gravedad de la patología, la vía asistencial, comúnmente llamada "asistencialista", es decir la consecución de
recursos económicos y materiales, es mucho mejor recibida por el usuario que la asistencia técnica.
Asistencialista significa aquí: previo a la demanda.
En la atención de pacientes con diagnóstico de esquizofrenia suele verse además que hay necesidad pero no
demanda (en los términos antes planteados), por esta razón suelen hacerse pactos terapéuticos que no son
tales, por ejemplo:

- Se le informa verbalmente al usuario los objetivos a trabajar sin contar con su opinión.
- Si se opone, se convence al usuario de la necesidad (ahora del equipo) de trabajar sobre determinadas
áreas de su vida.
- Y finalmente, si no acepta: se asume que el usuario "no es capaz" de percibir sus necesidades, debido a su
patología (fundamentalmente en casos con una patente presencia de un pensamiento paranoide), con lo cual
se establece objetivos no pactados.
En un pacto real, las dos partes ceden en pos de un beneficio mutuo. Si bien la tarea de un equipo
multidisciplinar de rehabilitación suele ser mejorar la calidad de vida del usuario, paradójicamente el usuario no
suele estar de acuerdo con cuales son los aspectos que debe cambiar para mejorar su calidad de vida, y cuál
es la manera de intervenir sobre ellos.
Con lo cual, el comienzo de las intervenciones "objetivamente necesarias" suelen retrasarse (pensar alrededor
de 1 o 2 años por ejemplo y entenderéis la exasperación de los profesionales), finalmente el equipo se
acomoda a esta situación y termina trabajando, como suele decirse "a demanda", o en otras palabras, lo que el
usuario quiere.
Cada usuario va a intentar imponer, en el mejor de los casos, su propia temporalidad, digo en el mejor de los
casos, porque generalmente los pacientes que llevan años de institucionalización suelen ser mas "dóciles", lo
cual es negativo desde el punto de vista de la subjetividad, dado que aquí "docilidad" significa habituación a
posicionarse como objeto frente al otro.

OTRA PERSPECTIVA

Si dejamos la objetividad de lo visible y nos movemos hacia la objetividad de lo escuchable, veremos que la
necesidad se haya siempre ligada a la frustración, por la carencia de un objeto que representaría la
satisfacción de esa necesidad.
Podemos decir, entonces que toda necesidad es una necesidad de satisfacción a raíz de una ausencia. Esta
ausencia o falta, pone en marcha (y condiciona) el mecanismo del deseo, que está dirigido siempre a la
satisfacción de esa falta.

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Cuando el deseo, precisa de un otro para satisfacer la necesidad, ya hablamos de Demanda. Frente a la
demanda del usuario, el profesional asume, explícita o implícitamente, la suposición de que él sabe como
satisfacer la necesidad de su paciente.
Esta “suposición de saber”, no se produce desde un primer momento, sino que hay que facilitar su producción,
y esto se consigue estableciendo un vínculo positivo y de confianza con la persona.
En fin, ¿cómo trabajamos la demanda?: centrando los objetivos en el establecimiento de un vínculo positivo y
de confianza.
Puede decirse que, sin vínculo no hay demanda, y el establecimiento de un vínculo de este tipo, en psicosis, es
un trabajo complejo.
Supeditar otros objetivos al establecimiento del vínculo, no implica abandonar las “necesidades percibidas” por
el profesional, sino jerarquizarlas.
La satisfacción de necesidades que a la persona no le implican un cambio en su modo de ser y actuar, suele
ser, como decía antes, más fácil de trabajar, y puede ser un elemento útil como puerta de entrada al mundo
interno del sujeto.
Es así, que un vínculo fuerte, puede ir forjándose en los acompañamientos dirigidos a la consecución de otros
beneficios menos “comprometedores” (recursos económicos, beneficios materiales, etc.) para la subjetividad
del usuario.
También es conveniente saber que la demanda efectiva, siempre se produce primero a una persona (de
confianza) y luego al equipo de intervención, partiendo de la generalización de la experiencia. Este proceso
tiene su raíz en el proceso de desarrollo del niño, que primero establece una relación dual con la madre, con la
cual mediante un proceso de separación, disociación e integración va incorporando “otros” a su experiencia. En
este sentido, la ley se inscribe en el sujeto como la historia de esas separaciones, disociaciones e
integraciones que establecerán “el Orden de lo Social”.
En la psicosis la desintegración suele ser mayor, y el “Orden de lo Social” se somete a su propia ley. Ingresar
en este mundo es complejo y requiere tiempo, sea como fuere, no sería un error promover las relaciones
duales, antes que las triangulares.
En concreto, que primero un miembro del equipo enganche con el usuario y luego socialice esta relación al
resto del equipo.
Las llamadas “demandas institucionales o a la institución”, como por ejemplo “al gobierno”, “al centro”, “al
equipo”, suelen referirse a las demandas observables, no a la que nos referimos, y comportan una buena carga
de alienación para el sujeto, que se dirige “al equipo”, y para el profesional, que responde como si él fuera “el
equipo”.
En los términos que propongo, demanda es siempre a una persona, es una relación subjetiva facilitada por el
vínculo entre el demandante y el demandado.
Para los que se atreven a ir más allá, les propongo pensar que toda demanda es una demanda de amor. En
todo caso conviene no desestimar el componente afectivo que sujeta toda demanda.
Como veis, estoy ligando la concepción vulgar de demanda como “lo que el sujeto quiere” a su afecto
concomitante, el amor.
No es el lugar de plantear “¿Qué es el amor?”, pero sí quiero que tengáis en cuenta el componente alienante
del amor (la demanda), el sujeto se pierde en el objeto amado, es decir entrega buena parte de su subjetividad
a cambio de ponerse al servicio del objeto amado, un ejemplo clásico es “el amor a la patria”, la novela
romántica puede proveer un buen número de ejemplos también.
Por esta razón, la demanda del sujeto, hay que cuidarla, aunque no sea la adecuada, hay que guiarla
proveyéndole del tiempo necesario. Es habitual el enamoramiento al profesional, enamoramiento que lejos de
desestimar, debe frustrarse con mucho cuidado, a riesgo de perder el vínculo.
Pero también suele haber enamoramientos del profesional o profesionales del equipo al usuario. Estos son los
síntomas:
- Infantilización del usuario: se lo empieza a llamar con diminutivos o nombres cariñosos, generalmente
infantiles, y al grupo de usuarios se los llama “chicos”

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- Apropiación: se empieza a decir “mi paciente”, “nuestro usuario”, comienza la lucha de poder para saber
quien conoce más a (su) usuario.
- Beatificación: el usuario pasa a representar la bondad y la inocencia en la tierra, en contra de familiares, otros
profesionales, u otras personas en general que buscan hacerle algún mal. Activa los mecanismos de
protección de los profesionales.
¿Cuáles son las características personales que requiere el trabajo de la demanda?
Teniendo en cuenta lo antes dicho, podemos reducir todas las habilidades personales necesarias a dos
elementos básicos: paciencia y perseverancia (las dos P).
Paciencia, para poder evitar caer la y poder sostener una relación inestable para soportar la lentitud del
proceso de rehabilitación, porque el trabajo con pacientes psicóticos obliga a aceptar la temporalidad de cada
sujeto. Y perseverancia para tolerar la frustración que implica el contacto continuado con la carencia del otro y
las propias.

TRABAJAR LA DEMANDA

Otra manera de trabajar la demanda, aunque no excluyente, es centrarse en la motivación como fin, no como
principio. Es decir, entender la motivación como resultado de un proceso, muchas veces nos pasa cuando nos
encontramos con la dificultad de mover un usuario, dicho correctamente, de que el usuario “se mueva”, nos
topamos con el abandono, con la falta de sentido de la vida, alexitimia, anhedonia en términos
psicopatológicos. En la psicosis la depresión aparece sin expresión de tristeza (lo cual no quiere decir que este
allí), lo que se llama habitualmente “sintomatología negativa”: el usuario no entiende porque tiene que hacer
otra cosa de la que hace, “encerrarse” en su casa. Pongo entre comillas encerrarse ya que si nos detenemos a
escuchar el discurso de los sujetos, difícilmente digan que se sienten encerrados, todo lo contrario. La idea de
encierro, la idea de aislamiento está más en el ojo del observador, que en la cotidianidad que vive así, en
ocasiones, como en un caso que me tocó trabajar, desde hace 20 años.
La motivación es un tema interesante para trabajar, que nos lleva directamente a estudiar el tema de la
sugestión.

¿QUE ES UN GRUPO DE SUPERVISIÓN-FORMACIÓN?

¿Un "grupo de supervisión formación" es un espacio para compartir con un grupo de profesionales una manera
de trabajar?, ¿es una manera de intercambiar estilos de intervención?, ¿es un espacio de debate?. Estas son
preguntas que suelen aparecer cuando hablo con los equipos acerca de los grupos de supervisión formación,
una metodología que fue elaborada a partir de tres fuentes diferentes:

- la Supervisión clínica de casos


- los Grupos operativos de trabajo
- la Dinámica de grupos
Este método de supervisión de equipos y profesionales surge de la propia práctica de la supervisión grupal, en
ella he encontrado que, la calidad de la producción grupal, la eficacia del grupo para conseguir una tarea, y la
satisfacción que los profesionales obtienen de la experiencia, varia en relación al nivel de maduración que
alcanza el grupo en el proceso de ejecución de la tarea, y que el factor maduración es una variable sobre la
que se puede intervenir directamente, mejorando la eficacia del grupo.

Para ello es necesario considerar tres aspectos fundamentales:


- la tarea
- el encuadre que la engloba
- el vínculo afectivo que es establece entre los miembros del grupo. Si bien los grupos operativos clásicos
parten de la tarea como eje y referencia de la producción grupal, la inclusión del encuadre como referente del
sentido que se le asigna a las acciones hacia la consecución de la tarea, constituye un elemento fundamental

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para el cambio. El encuadre como marco de referencia, y las diferentes maneras en que el grupo se “acomoda”
a él, constituye un elemento tan importante como la tarea. Si bien Armando Bauleo puede decir "no existe
Tarea sin grupo, ni grupo sin Tarea” (Revista Ilusión Grupal nº2, UAEM, 1989), nosotros podemos decir, que no
hay encuadre sin grupo y ni tarea, ni grupo ni tarea y sin encuadre. Este última variable, el encuadre, es el
elemento “civilizador”, que permite posicionarse a los miembros del grupo y regular o desregular sus afectos.
Funciona como ley y como límite, en tanto es lo que separa y al mismo tiempo lo que une al sujeto con su
trabajo, a los sujetos entre ellos, y a ellos con el “afuera”.

LO PRIMERO: EL ENCUADRE

Decimos entonces que el encuadre es el marco de referencia que da sentido a la intervención dentro del grupo,
un sentido que en la mayoría de los casos es tácito.
El encuadre, es decir, la regulación del tiempo, el espacio, y el juego entre los miembros del grupo y esos
elementos, requiere como elemento unificador una tarea. En tanto el encuadre podría ser quien gobierna la
forma del grupo, la tarea gobierna su contenido. Lo uno y lo otro son inseparables. Las dinámicas grupales,
siempre asociadas a la tareas (y dentro del marco regulado por el encuadre) van a estar encaminadas a
promover la maduración del grupo, esto es, la capacidad de asimilar las ansiedades propias del cambio que
limitan la claridad en la comunicación entre los miembros. La maduración del grupo conlleva una maduración
de sus miembros, fundamentalmente en aquello que está ligado a la tarea, es decir, la formación profesional.
Es por esta razón que llamamos a este tipo de grupo, grupo de supervisión formación ya que integra los dos
elementos: formación y supervisión.
¿Qué se trabaja en un grupo de supervisión formación?
Lo que se trabaja con este método es, fundamentalmente, la relación entre:
- el profesional: persona que es convocada a cumplir con un determinado rol.
- y su función: ésta es la operación que debe llevar a cabo el profesional para cumplir con este rol.
Diferenciamos función y rol, dado que la primera representa una variable que adquiere su valor en los modos
de relacionarse con las otras variables, que interactúan en una determinada situación.
Y el rol representa un modo de conducta socialmente tipificado, con la complejidad de que a su vez implica la
“realización de la distribución social del conocimiento”, como plantean J. Berger y Luckman, "realización" que
se cristaliza en la persona que realiza ese rol.
Por esta razón, preferimos a veces decir “lugar” a rol, dado que “lugar” grafica claramente la topologia de las
interacciones sociales, dado que realizar un determinado tipo de función ocupa un espacio concreto en el
funcionamiento social, un funcionamiento que implica no solo una impostura temporal, sino una transformación
más profunda, a la que Bordieu denominaba "aexis corporal", a la que por lo general, nuestro narcisismo se
opondrá, por la pérdida que representa. En el caso de un psicólogo, decimos que no se trata solo de conocerse
el librito, cualquiera sea, sino también de parecer un psicólogo, presentarse como uno, y presentar el propio
trabajo de forma digna y respetable. Significa abandonar la vanidad de nuestros afectos singulares, para
asumir una función social que no encaja precisamente con nuestros gustos y debilidades. Decimos que ocupar
una función exige, por un lado, un cierto grado de “despersonalización” (en el punto en que la función encaja
con el rol social) y una especial disposición subjetiva, me refiero a la forma singular en que cada sujeto
encarna la función y que determinara el estilo. Un fallo, tanto en el punto de encaje con la expectativa social
(rol) de lo que se espera de uno, como la inhabilidad para poner en juego la potencialidad de la propia
subjetividad, esto es todo aquello que refiere al deseo del profesional o dicho mas sencillamente, lo que hace
que nos guste nuestro trabajo. Esto tiene como consecuencia la pérdida de eficacia, tanto en la percepción del
desempeño de la función, como en el desempeño real. Una percepción negativa del propio desempeño
conlleva siempre a la inseguridad del profesional y al consecuente efecto de ocultamiento del propio trabajo, la
vergüenza y la timidez en la exposición la producción propia, tanto en foros de investigación o coordinación,
como en el espacio íntimo de la supervisión. La incongruencia entre el desempeño percibido y real, sumado a
lo antes expuesto, crea profesionales en los que se unen:• La dificultad para recibir una crítica de forma
constructiva• La inseguridad y pérdida de las habilidades sociales necesarias para exponer su trabajo

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ANÁLISIS DE LA DEMANDA

En el último apunte me parece que fui demasiado superficial a la hora de hablar del deseo, me refiero por
supuesto al deseo del profesional.
Las situaciones que ponen en fuera de juego al profesional, son aquellas en las que uno cree que está
haciendo las cosas bien y, de repente, llega una crítica inesperada en algo que para nosotros es obvio. Por
ejemplo, un paciente con riesgo suicida te dice que solo tú lo calmas, y por esta razón te ves obligado a
atender el teléfono o incluso visitarlo en horas intempestivas, o incluso interrumpir reuniones familiares o
amorosas para atender a este usuario, decimos: "lo necesita" y es suficiente para argumentar el sacrificio.
Podría llamarse "Terapia Sacrificial", a aquella que se sostiene en los "sacrificios" del terapeuta, e incluye la
confusión entre los conceptos "ética profesional" y "moral casera".
Pero en términos metodológicos ¿qué ha sucedido?. Repartiendo responsabilidades equitativamente, decimos
que la urgencia se ha instalado en la relación entre paciente y terapeuta. Una urgencia particular que consiste
en que cuando el paciente se angustia, el profesional acude a poner límite a esa angustia. Tanto paciente
como profesional están "compinchados" en esta definición de la relación, que por otra parte, puede
perpetuarse por años.
Esta función terapéutica, algunos autores la llaman tapón, un concepto algo rústico pero justo, ya que
representa la situación real. El profesional viene a taponar la angustia, ante la falta de límite, de un sujeto con
su propio cuerpo (presencia, oreja, palabra, etc.). Es decir, cuando el paciente se desborda por la angustia
(siempre real incluso en la histeria), el recurso personal (íntimo) de que dispone para aplacar la sensación que
le aparece en el cuerpo (miedo, enojo, tristeza, incluso alegría) es dirigirse al terapeuta. Y aquí comienza una
verdadera odisea terapéutica.
Esta situación que comento es normal y hasta positiva, y configura lo que comúnmente se denomina demanda
(un tipo específico de demanda). El vínculo entre paciente y terapeuta se ha configurado de tal manera que el
paciente supone que su terapeuta puede aplacar su dolor físico (aunque sea producido por ideas o
percepciones), y en gran medida se puede decirse, que esta es una demanda de dependencia, en el sentido
que, para el paciente, su salud depende del terapeuta.
Hago un pequeño paréntesis aquí, para aclarar, que alcanzar este tipo de demanda no es fácil. Por ejemplo en
la psicosis, demanda generalmente es ausente en un principio, en casos de adicción, es masiva, y en la
neurosis común, altamente compleja y repleta de trampas y tramas.
Decimos entonces que la demanda, es nuestro terreno de trabajo, es decir, el vínculo que se ha establecido
con el usuario. Podemos, a bote pronto, diferenciar tres etapas:
1. Construcción de la demanda: cuyo objetivo es a partir de crear una relación regular y predecible (relación
de confianza) el paciente va depositando aspectos de si (generalmente íntimos y privados) en el terapeuta.
2. Demanda de dependencia o demanda voraz: el paciente lo necesita todo y lo necesita ya, y toma al
terapeuta en sí mismo (no solo su palabra, sino su cuerpo y alma) como el único capaz de calmar su dolor.
Esta posición respecto al paciente configura un lugar, que debe estar sujeto a la función terapéutica para no
perder el norte. Por otra parte este lugar, no siempre real, es simbólicamente eficaz, por lo que conviene ante
el paciente, asumirlo. De aquí emergerá el material con el que trabajaremos, a la vez que el paciente será más
sensible a nuestra palabra (dicho mal y pronto el paciente será más permeable a nuestras indicaciones).
3. “Domesticación” o adaptación de la demanda: uso este concepto tan campechano por preciso más que
por bonito. Crear una demanda de dependencia es muy complicado, pero más complicado, es no caer en sus
seductoras trampas. Esa demanda inicial (muchas veces los pacientes nos dirán que somos la primera
persona en que confían o cosas similares), es un diamante en bruto, es salvaje, no tiene límites. Veremos que
cuanto más se angustie el paciente más urgente será la demanda y más importantes nos volveremos para su
vida (al menos en su discurso). Es importante aquí, que el terapeuta se abstenga de caer en los influjos de la
necesidad y de la urgencia, se abstenga de creer que realmente es la persona “que sabe” lo que le pasa al
paciente, o que es el único que puede ayudarlo.

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El trabajo que hay que realizar llegados a este punto, es una verdadera “domesticación de la demanda”, una
demanda que no ceda a los impulsos, que no produzca un sufrimiento desbordante, hay que hacer de esa
demanda sin límites, ni hora, ni coste, un demanda más civilizada.
Y esta es la razón por la que nos han contratado para estar ahí. No porque sepamos técnica especiales, o
demostremos nuestro trabajo de tal o cual manera, sino porque a diferencia de la mayoría de la gente, se nos
supone que somos capaces de acoger esa demanda voraz y convertirla en una demanda social, es decir, con
una temporalidad y una intensidad tal, que cualquier persona pueda atender.
En el proceso de “civilización” de la demanda observaremos, los siguientes indicadores:
- La demanda deja de ser urgente para ir aceptando cierta postergación en el tiempo.
- La demanda deja de ser individual a un solo profesional y va generalizándose al equipo y a otras personas de
su red.
- La demanda deja de expresarse en dolor o excitación y pasa a expresarse con palabras o gestos.
Es importante que el terapeuta vaya cediendo terreno en la medida que el paciente lo gana. Esto dicho así
parece fácil, pero en términos concretos significa, aceptar tome decisiones que implican cierto riesgo para ellos
mismo, riesgos generalmente relacionados con la autonomía (manejo de la medicación, salidas, viajes, etc.) y
las relaciones sociales.
Frases obvias (desde el punto de vista de la Teoría de la Recuperación) como “hay que permitirle al usuario
hacer lo que decida”, han levantado escamas en no pocos equipos de trabajo. En mi opinión, esto sucede
porque se realiza antes de tiempo (para alguien), y sin fundamento (la Teoría de la Recuperación de momento
no es un fundamento), en el sentido de que trabajar en equipo significa: explicar las cosas para que los otros
entiendan y no para entenderse uno mismo.
Yo creo que estos indicadores son bastantes confiables para saber en qué momento está el paciente. La
persona que sufre siempre tiene derecho a decidir, pero no es lo mismo decidir cuándo se sufre que cuando
uno se siente bien, no es lo mismo decidir cuando uno está perseguido y vigilado por cámaras que cuando no
lo está, cuando uno tiene que evitar mediante rituales la muere de familiares amenazados por la radio que
cuando no hay amenaza, cuando uno se ha abandonado y ve todo gris que cuando sus sentimientos abarcan
toda la gama de colores, cuando hay un presencia permanente que a uno lo desconcierta que cuando esa
presencia no está.
Vemos que los trabajadores de la salud estamos en una “delgada línea roja”, por un lado ceder en nuestro
propio deseo (“furor curandis” lo llamaba Freud), de ocupar ese apetecible lugar de saber y poder que nos da
la relación terapéutica. La supervisión y el propio análisis sirven para esta cuestión, es decir, para no introducir
en la relación terapéutica ambiciones, frustraciones o inseguridades personales.
Siempre recuerdo cuando tenía 16 años la mirada de poder y autosatisfacción que tenían los guardias de la
puerta en las discotecas, su poder se ponía en acto en el momento que prohibían a alguien la entrada, y solo
en ese momento estaban en plenitud. Lamentablemente he visto demasiadas veces esta mirada en
profesionales de la salud. Nietzsche decía “omnipotencia por impotencia”, se produce cuando uno por
inseguridad se muestra excesivamente seguro, esto en la práctica se traduce en control, vigilancia de los
pacientes, rigidez en los debates y un afán desmedido por tener la razón.
La horizontalización de ciertos equipos multidisciplinarios, si bien aumenta la participación y la creatividad de
las intervenciones, corre el riesgo de dispersar las responsabilidades, o por el contrario, por exceso de encono
vuele al equipo inoperativo. Siempre estuve de acuerdo en esto que decía Levis Strauss de que los equipos
son como pequeños modelos de sociedad, mi experiencia lo confirma. Un indicador concreto de cuando un
equipo pierde el camino, es cuando, en el contenido de los debates, se dedica más tiempo a discutir “la
manera de comunicar, quien lo dice y como lo dice”, que al contenido de le tarea que los convoca, es decir, el
tratamiento de los pacientes.
Si en tu equipo sucede esto no dudes en que contratar a un supervisor saldrá más rentable el equipo y para el
paciente, además de ahorrarse el desgaste emocional que esto produce.

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Maldita Teoría de la Recuperación
"Quien se impone por la fuerza,
solo ha vencido a la mitad del enemigo"
Jhonn Milton, Poeta.

Hoy me he dejado llevar por mis apuntes en el intento de no limitar el diálogo que estos apuntes pretenden
crear. En fin, hoy mis pensamientos estaban dirigidos a pensar un tema de acompañamiento terapéutico,
seguramente relacionado con la recuperación, tema que se ha vuelto de repente omnipresente en los recursos
que coordino, lamentablemente en su versión más ecléctica que es la que tiene que ver con la relación entre el
profesional y el usuario, una relación que se ubica al “primer nivel de implicación” según Shepherd, uno de
cuatro (los siguientes refieren a la participación de los usuarios en la gestión de los programas y centros), este
nivel incluye: respetar las expectativas del usuario, promover una identidad positiva (no enferma) centrada en
los recursos potenciales y fundamentalmente el “restablecimiento de un sentido y un propósito nuevo en la
vida, más allá de los efectos de la enfermedad mental. Y aquí viene la palabra mágica: Esperanza.
La recuperación en este primer nivel de implicación refiere a recuperar un concepto milenario, el de esperanza.
Es más dice Andresen y compañía que el primer componente de la recuperación es: “Encontrar esperanza y
mantenerla: creer en uno mismo, tener sentido de autocontrol y optimismo de cara al futuro”; me encanta.
Y luego pienso, ¿qué estarán haciendo ahora los pretendidos y autoproclamados objetivistas de la psicología?,
la rehabilitación “psicosocial” se sostiene hoy por hoy en la evidencia, ateórica, positivista, pero incluso
importantes representantes de modelos conductuales basados en la evidencia, se afanan por acercarse al
Modelo de la Recuperación, que vendría a significar hoy “lo que está políticamente bien”.
Por supuesto, Shepherd el autor de “Hacer de la Recuperación una Realidad” se debate ¿cómo puedo hacer
ser recuperador y basarme en la evidencia? Y responde, transcribo literal:
“En cuanto a que no están basados en la evidencia, se puede decir que a los diferentes tipos de evidencia se
les puede dar usos diferentes. Así, aunque los relatos personales tienen validez inmediata, la evidencia de
estudios clínicos existentes (por ejemplo, la eficacia de modelos de comunicación e información sobre la
esquizofrenia, los diferentes enfoques para el autocontrol de los síntomas, la ayuda eficaz a las familias, las
estrategias eficaces de colocación en empleo ordinario, etc.), se pueden usar para apoyar a las personas
usuarias en su trayecto hacia la recuperación”.
Esto es interesante más cuanto que la línea predominante en España a nivel oficial en el campo de la
intervención comunitaria es el tratamiento asertivo comunitario (TAC), de corte anglosajon, y no el
acompañamiento terapéutico (AT) mucho mas adaptable a la cultura española mas asentada sobre la
institución familiar que la angolsajona. ¿Y esto porque es así? La respuesta la he escuchado cientos de veces,
desde el ámbito político, técnico y científico, en los diez años que llevo trabajando en la divulgación del
acompañamiento terapéutico (podéis ver el artículo que hemos publicado en la revista Rehabilitación
psicosocial, del Colegio de psicólogos, como ejemplo). La razón es: porque no está basado en la evidencia.
En conclusión, el acompañamiento terapéutico no ha tenido el alcance que merece “porque no está basado en
la evidencia” como el TAC, el AT está basado "simplemente" en “la evidencia de estudios clínicos existentes”,
al igual que el Modelo de Recuperación. Puede decirse que el acompañamiento terapéutico siempre estuvo
inscripto en esta línea, sin necesidad de cambios para evidenciarlo.
Ahora viene el siguiente paso, recuperar el concepto de esperanza, de momento en muy pocos foros
“científicos” se habla de esto pero ya hay algún debate interesante. El retorno a la subjetividad parece que será
un viaje lento, un viaje que antes o después, no tardará en retomar otro concepto prácticamente abandonado
en la bibliografía rehabilitadora, el de deseo.
Mi esperanza, mi deseo, y disculparme si soy repetitivo, es que el retorno de la esperanza nos lleve al retorno
del deseo.
Los nuevos profesionales, formados desde un marco donde el modelo de recuperación es posible como
gestión, tanto de un proceso de salud, como de la gestión económica y orgánica de los centros de
rehabilitación, se verán antes o después confrontados con el problema del deseo.

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¿Cómo hacer para que los servicios no trabajen a demanda y los tratamientos no se reduzcan a ser
simplemente “hacer lo que el usuario/paciente quiere”?, he aquí la confusión que encuentro en muchos
centros.
La alternativa es volver al deseo, entender la diferencia entre anhelo y deseo, lo que se quiere
conscientemente y el deseo inconsciente. Comprender que lo que se quiere es en una mínima parte controlada
por el yo, y es el resultado de una negociación entre muchas partes entre las que se encuentra la propia
ideología, y la presión social. Basar la esperanza sólo en lo que se quiere, nos puede dar una esperanza
limitada, la esperanza de los esclavos, podría decir Nietzche. El deseo, en cambio, es concepto compuesto (en
tanto integra lo presente con lo ausente) en movimiento hacia aquello que desea, y social (compuesto por
deseos de otros), en tanto "un deseo es siempre un deseo del deseo de otro". Por esta razón, nos puede
ayudar a entender (y trabajar) entre otras cosas, porque una persona a veces no desea su salud, porque antes
de cualquier esperanza requiere transformar las relaciones de sometimiento (como la de ciertas terapias, y la
psiquiatría en general) y esto requiere tiempo (su tiempo, y no el de la institución, la familia, el centro o el
terapéuta).
El concepto de deseo nos ayudará a acompañar el deseo del otro (absteniendo el deseo de uno, del
profesional), a prestar nuestro deseo cuando sea necesario como apoyo (sin culpa ni remordimientos), y a
limitar cuando la desorganización (alienación) de la persona, lo lleve hacia lugares peligrosos para su salud.
Freud en “Consejos al médico…” dice la relación con el paciente debe ser de confianza, no de intimidad, dado
el riesgo que una relación trae al mantenimiento en su función del profesional. La función del profesional de
recuperación no cambia, cambian las formas, aquellas que sostenían relaciones de sometimiento, control y
castigo (o refuerzo).
Lamentable sería comenzar un camino tan bonito como el de la recuperación desdeñando las herramientas
fundamentales para llevarlo a cabo.
“[La recuperación es] un proceso único, hondamente personal, de cambio de actitudes, valores, sentimientos,
metas, habilidades y roles de una persona. Es una manera de vivir una vida satisfactoria, con esperanza y
aportaciones, incluso con las limitaciones causadas por la enfermedad. “La recuperación implica desarrollar un
nuevo sentido y propósito en la vida, a la vez que la persona crece más allá de los efectos catastróficos de la
enfermedad mental…”. (Anthony 1993).

Bibliografía
- Historia de la locura en la Época Clásica (Michel Foucault) – Fondo de Cultura Económica – 1967
- Abordaje Psicoterapéutico de la Psicosis (Juan A. Yaría) – Ed. Piados – 1982
- La Capacidad para estar Sólo (D. Winnicott) – Revista de Psicoanálisis – Tomo XVI Nº 2 – 1959
- ¿Qué es acompañar? (Norberto Proverbio) – Segundo Congreso sobre Psicoterapias – 1985
- Teoría y Realidad del Otro (Pedro Laín Entralgo) – Alianza Editorial – 1983
- Comunicación Terapéutica (Jürgen Ruesch) –Ed. Piados – 1980
- Tratado de Psiquiatría (Henry Ey) – Tory Masson – 1978
- La Realización Simbólica y Diario de una Esquizofrénica (M. A. Sechehaye) – Fondo de Cultura Económica –
1958
- Familia y Enfermedad Mental ( I. Berenstein) – Ed. Piados – 1978
- Experiencias Comunitarias en el Hospital Nacional Braulio A. Moyano (Néstor F. Marchant) – Ediciones
Iberindia – 1987
- Persona y Personalización (Jorge Saurí) - Ed. Lohlé – 1989

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