Clase 04 U3 Siglo Xviii
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SIGLO XVIII
UNIVERSIDAD DE MORÓN
Unidad III
El despotismo ilustrado será una inclusión de algunas líneas de tipo liberal en las monarquías
absolutas. El lema de Federico III será “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, el de José II “Hice
a la filosofía la legisladora de mi imperio”: se vuelve a una idea del buen rey o príncipe, que a su
autoridad absoluta une la fuerza de la razón. “Las luces” serán impuestas por los monarcas sabios
sobre los súbditos, a los que consideran masas populares ignorantes y apegadas a viejos
prejuicios. Los reyes tienen por principal objetivo la justicia, el bien común; promueven además
cierta tolerancia religiosa y libertad de pensamiento.
El Iluminismo o la Ilustración implican la creencia de que la razón y el procedimiento físico-
matemático son omnipotentes para resolver todos los enigmas del universo y todos los problemas
de la sociedad. Descansa en tres pilares ideológicos según Bidart Campos:
A la par del optimismo ideológico de “Las luces”, se desarrolla la doctrina del utilitarismo, que
enseña que debe buscarse todo lo que procura a los hombres mayor placer, utilidad y bienestar
según sus intereses (Bentham). Así el bien del Estado debe ser promover la felicidad del mayor
posible número de individuos, y el mayor valor consiste en la utilidad general.
VOLTAIRE (1694-1778)
Voltaire no ataca la desigualdad como algo natural (“todos somos igualmente hombres más no
miembros iguales de la sociedad”). Defiende a la autoridad y es un gran crítico del modelo
parlamentario británico. Considera que el poder debe estar en las apropiadas manos del monarca,
porque sólo él tiene la fuerza necesaria para llevar al Estado al fin asignado y realizar las reformas
deseables. Es, además, un enemigo declarado de la Iglesia, a la que reputa de ir contra la razón y
el conocimiento.
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EL LIBERALISMO
LOCKE (1632-1704)
Es el teórico de la Inglaterra revolucionaria, con una influencia importante en la Revolución Gloriosa
de 1688. Es un contractualista, pero a diferencia de Hobbes, completamente antiabsolutista. Su
obra más importante es el Dos Ensayos sobre el Gobierno Civil (1689).
Su primer gran aporte es hacer pasar el derecho natural hacia el lado de la libertad individual,
revirtiendo la propuesta de Hobbes con sus propias armas. El Estado de Naturaleza previo al pacto
es para Locke una etapa feliz y pacifista, los hombres son buenos y libres. Llevan en sí, la luz de la
razón que les permite discernir la ley natural: “es un estado de paz, de buena voluntad, de
asistencia mutua y de conservación”
El Estado de Naturaleza tiene una ley natural que lo gobierna, y que los hombres conocen
racionalmente, mediante la cual uno se da cuenta que no debe perjudicar a los demás. Cada
individuo tiene un sentido de su propia salvaguarda y de la necesidad de reciprocidad en los
comportamientos. Pero no viven seguros, porque el cumplimiento del derecho natural depende de
la voluntad de cada uno. En el Estado de Naturaleza, las violaciones al derecho natural no son
sancionadas o más exactamente lo son anárquicamente, por iniciativa de las víctimas, de sus
parientes o amigos; así el Estado de Naturaleza no conoce sino la justicia privada. Esta falta de
organización de la sanción y de una salvaguarda preventiva va a terminar con el Estado de
Naturaleza.
Además, un factor central será la moneda, que va a permitir el ahorro y la acumulación. De esta
forma, las desigualdades, antes reducidas en el Estado de Naturaleza, ahora aumentan. Ya no le
es posible al hombre vivir en paz si la posesión de sus bienes no se halla protegida por una
organización ordenada, que es precisamente la organización política. Así Locke considera al
Estado como una especie de administración de un seguro mutuo de propietarios libres contra el
riesgo y la inseguridad.
El único método por el cual cada uno se desprende de su libertad natural y entra a formar la
sociedad civil es ponerse de acuerdo con los demás, para unirse en una comunidad que le asegure
una vida cómoda, segura y feliz.
Entonces, pactan para crear esa comunidad y organizarla políticamente en forma que les
proporcione la seguridad ausente en el Estado de Naturaleza. Para escapar a ese riesgo de
inseguridad, para ser a la vez libres y propietarios, los hombres fundan la sociedad política o civil.
Esto ocurre cuando un cierto número de hombres se unen, de tal forma que cada uno de ellos
renuncia a su poder de ejecutar la ley natural y lo cede a la colectividad. La cláusula fundamental
del pacto entonces está en la renuncia al derecho de reprimir las infracciones de la ley natural. Con 4
ello, estamos cerca de las definiciones modernas del Estado como monopolio de la coacción.
Entonces, el Estado nace del renunciamiento de un cierto número de hombres que entran en
sociedad para formar un cuerpo político. Cuando un hombre se incorpora posteriormente a una
sociedad política ya establecida, acepta los reglamentos cuyo primer punto consiste en no hacer
justicia por sí mismo. Esta abdicación de ningún modo tiene en Locke un carácter ilimitado. Por
haber nacido de un pacto, el poder político no se extiende más que a lo necesario para los fines de
la sociedad.
Mediante el pacto, los hombres no abdican de sus derechos naturales, sino que todo lo contrario,
los protegen. Así surge el estado con el fin de tutelar y garantizar la libertad y los derechos de los
hombres, y así se concibe el poder como esencialmente limitado: “el poder de la sociedad no
puede extenderse más allá del bien común”. Merced a un poder coercitivo, independiente y
autónomo, que está por encima de los individuos, se entra en sociedad para garantizar el bienestar
de las personas y la conservación de los bienes. Las libertades se reducen en la sociedad política,
pero no se la aniquila.
Así el Estado de Naturaleza como estado de paz deja al contrato social como una convención
limitada, condicional y revocable que conducen a la libertad. El hombre entra en el Estado, no con
todo su ser, sino solamente con una parte de él.
Cuando los derechos individuales dejan de ser protegidos, cesa la razón de prestar una obediencia
que, precisamente, tiene como prestación recíproca de los gobernantes el deber de defenderlos .
Ante un poder absoluto y tiránico, el pueblo tiene derecho de resistencia. Se puede así revocar a
un gobierno que desconozca o lesione los derechos de los hombres. El pueblo debe oponer su
violencia y fuerza ante los gobernantes para recuperar su libertad primitiva.
Entre los derechos individuales, Locke asigna fundamental importancia al derecho de propiedad,
que tiene su título en el trabajo y el esfuerzo de los hombres.
Entre los poderes del estado, cree que el más importante es el legislativo. El legis lativo no debe
estar unido al ejecutivo. La división de poderes que organiza es un antecedente de la que luego
elaborará sistemáticamente Montesquieu.
En materia religiosa, proclama la tolerancia. Los asuntos espirituales deben estar fuera de la órbita
política, porque todo el poder del gobierno civil afecta exclusivamente a los intereses civiles, se
limita a las cosas temporales de este mundo y nada tiene que ver con las que atañen al otros. 5
En el pacto, un mérito de Locke es unir las instituciones que harán efectiva la libertado
Encontramos el esbozo del régimen parlamentario y del presidencial norteamericano. Existen tres
campos de acción: la ley; la aplicación de la ley (administración y justicia); y las relaciones
internacionales o poder federativo (tratar con potencias extranjeras, guerra y paz).
Su idea principal es que hay que separar a toda costa la elaboración de las leyes de su ejecución.
Para él, el poder de hacer las leyes debe corresponder a la asamblea. Al contrario, un pequeño
grupo de la sociedad estará encargada de aplicarla. Éstos no tienen que estar presentes en la
asamblea que las haga. El poder ejecutivo puede tener unido sin inconveniente el poder federativo.
Por lo tanto, la división de Locke en última instancia son sólo dos poderes: legislativo y ejecutivo +
federativo.
MONTESQUIEU (1689-1755)
Su nombre era Carlos Luis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu. Estudió
literatura y derecho, fue parlamentario en Burdeos. Escribió muchas obras, entre ellas Cartas
Persas, Consideraciones sobre las causas de la grandeza y decadencia de los Romanos, y El
Espíritu de la Leyes (1748). Admiró a Inglaterra, utilizó el método histórico para comprender las
instituciones y proyectar como deben adaptarse a cada pueblo. Fue un expositor del liberalismo y
representante de la Ilustración. Fue también discípulo de Locke.
En El Espíritu de las leyes, elabora una nueva clasificación tripartita de las formas de gobierno,
diferente a la línea de Aristóteles:
Monarquía: gobierno de uno solo, que manda según las leyes fundamentales, existiendo
poderes intermedios (nobleza, clero, ciudades)
República democrática: gobierno ejercido por el pueblo en su totalidad, colectivamente.
República aristocrática: gobierno ejercido parcialmente, por algunos de los miembros del
pueblo.
El despotismo sería el gobierno de uno solo, que manda sin ley ni reglas, según su capricho;
Montesquieu solo condena esta variante.
Cada forma de gobierno tiene su naturaleza y su principio. La naturaleza es lo que hace que éste
sea lo que es, o sea su estructura y mecanismo. El principio es lo que hace actuar al gobierno, el
resorte que pone en movimiento a los ciudadanos y da forma al espíritu general. De la naturaleza 6
se desprenden las “leyes políticas” de cada gobierno (su organización gubernamental / Derecho
constitucional); del principio provienen las leyes civiles y sociales que tienden al mantenimiento de
un determinado orden (derecho público general)
Monarquía: honor. El prejuicio de cada persona y de cada condición, que tiene ambición
de distinción y de preferencias
República: virtud. Sacrificio del interés y el egoísmo particulares de cada uno en aras del
interés público y general
Despotismo: temor.
Por Repúblicas entiende a Roma, Atenas, Esparta, Venecia, Génova. En realidad, está pensando
en Estaos de pequeñas dimensiones, en ciudades-estado.
Monarquía: su naturaleza es que el poder soberano está en uno solo, que gobierna
mediante leyes fijas y establecidas. “El monarca es la fuente de todo poder político y civil,
más no absorbe la totalidad del mismo porque también entra en la naturaleza de la
monarquía el que haya poderes intermedios, subordinados y dependientes que impiden la
voluntad momentánea y caprichosa de uno solo y que aseguran la continuidad e
inmutabilidad de las leyes fundamentales” El poder intermedio más conveniente es el clero y
el más natural la nobleza; una tercera opción es un cuerpo de magistrados como
depositarios de las leyes con la función de recordársela a los monarcas. El principio de la
monarquía reside en los honores; implica desigualdad y privilegio sostenidos legalmente.
Despotismo: es el régimen de los turcos y de Rusia según Montesquieu. Su naturaleza es
que el monarca reina sin ley y por voluntad y capricho. El principio reside en el temor.
Esta descripción de los tipos de gobierno es la politología positiva de Montesquieu. Ver las cosas 7
como son, sin demasiados juicios. Luego, está su faceta de teórico político, guiada por un principio
o idea madre: la libertad, representada por el régimen político de Inglaterra.
Las Repúblicas no son estados libres por naturaleza según Montesquieu, porque privilegian la
igualdad y no la libertad. La Monarquía no tiene necesariamente la libertad por finalidad y suele
derivar al despotismo. Pero la monarquía hace posible la libertad según Montesquieu.
La libertad, de cualquier manera, es limitada por las leyes. Es el derecho a hacer todo lo que las
leyes permiten y no el derecho a hacer todo lo que se quiere. Esa libertad aporta al ciudadano
tranquilidad y seguridad.
ROUSSEAU (1712-1778)
Nacido en Ginebra, Suiza, fue colaborador de la Enciclopedia y escribió también grandes obras,
entre ellas Emilio y El Contrato Social. Principios de Derecho Público (1761). Su primera
publicación fue Economía Política, un artículo en la Enciclopedia.
El contrato social
Toda la escuela de derecho natural y de gentes y la anterior Escolástica admitió la existencia inicial
de un “contrato social” fundador de la sociedad civil. Locke considera que no es necesariamente
bueno ni fatalmente malo; Hobbes piensa que se sale de un negativo Estado de Naturaleza para
mejorar, a través del contrato social.
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Al contrario, en El contrato Social, Jean Jacques Rousseau tiene una mirada optimista sobre los
hombres: son naturalmente bondadosos; el Estado de Naturaleza es venturoso. Se contrapone al
pesimismo teológico luterano y al Estado de Naturaleza hobbesiano. El hombre, según Rousseau,
nace bueno y libre.
El Estado de Naturaleza era un estado de felicidad. Los hombres vivían en soledad. El Estado de
Naturaleza puro es aquel que es tal como han sido creados los hombres, y en el cual han vivido
durante miles de años: es un aislamiento vagabundo, sin lenguaje, ignorante de la moralidad. En
contrapartida, el hombre era robusto, sano y ágil, plenamente dichoso. Luego, los hombres por
circunstancias fortuitas fueron entrando en relaciones con sus semejantes. Este “punto medio entre
la indolencia del estado primitivo y la petulante actividad de nuestro amor propio”, todavía dentro
del Estado de Naturaleza, fue el más feliz de todos.
Pero ese estado paradisíaco se perdió y el retorno es imposible. La bondad del hombre se pervirtió
con la sociedad. Cuando un hombre cercó un pedazo de tierra y dijo “esto es mío”, se estableció la
sociedad civil y los hombres dejaron de ser felices. A la propiedad privada, siguió un régimen de
dominación y de desigualdad.
Rousseau considera que la metalurgia y la agricultura son las que dieron origen al nacimiento de la
propiedad privada y con ella la riqueza, la miseria y las rivalidades que hicieron a los hombres
ambiciosos y malvados. A partir de allí, se vieron obligados a asociarse en lugar de combatirse,
para escapar de la destrucción material. La Sociedad Civil es, entonces, fruto de una desdichada
evolución que resulta natural en el hombre. Este mal menor es inevitable.
Para legitimar la realidad de una convivencia políticamente organizada, de la que no hay retorno,
Rosseau elabora su doctrina del pacto. Mediante el contrato “cada uno de nosotros pone en común
su persona y todo su poder bajo la dirección suprema de la voluntad general, y recibimos en cuerpo
a cada miembro como parte indivisible del todo”. Cada hombre se compromete hacia todos los
otros. Cada uno, al darse a todos, no se da más que a sí mismo y gana el equivalente de lo que
pierde. Ese consentimiento unánime implica que cada cual contrata “por decirlo así, consigo
mismo”. La libertad subsiste porque “cada hombre, uniéndose a todos, no obedece más que a sí
mismo, y permanece tan libre como antes”.
Todo el problema del estado social reside en como conservar aquella libertad primitiva; porque
renunciar a ella significa renunciar a la humanidad ¿Cómo hacer que nadie tenga que soportar un
amo y simultáneamente nadie tenga tampoco el derecho de imponer su propia voluntad al prójimo?
Habrá alienación de la libertad personal en favor del cuerpo social. Pero la soberanía de éste, en la
que cada cual participa, hará que al obedecerla cada uno se obedezca a sí mismo.
Así, el hombre si bien desnaturaliza su libertad o su igualdad, sustituye el instinto por la justicia y da
a sus acciones la moralidad que antes no tenían. La voz del deber reemplaza al impulso físico.
Cabe aclarar que en Rousseau, este “contrato social” no es un hecho histórico, sino una hipótesis
racional, un postulado de la razón, que pretende explicar y legitimar la existencia del estado.
A partir de esta encrucijada del liberalismo, se abren dos caminos para eliminar el absolutismo
principesco:
En ambos casos, es el fin del poder absoluto: en el primero se rompe la unicidad que es condición
del absolutismo; en el segundo hay una transferencia del poder personal a la colectividad. Una
parte de los liberales considera que esa transferencia al pueblo no asegura la libertad sino que
inversamente puede incluso crear un nuevo absolutismo. Obedecer a todos es no obedecer a nadie
cuando se es parte de ese todo según Rousseau. La cláusula fundamental del contrato social es
una sociedad formada sobre la base de “la alienación total de cada asociado con todos sus
derechos en favor de la comunidad”.
La voluntad general
También afirma: “cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la
dirección suprema de la voluntad general y recibimos corporativamente a cada miembro como
parte indivisible del todo” Esta soberanía del cuerpo social es indivisible y pertenece al todo. La
voluntad es general o no es voluntad. Es la voluntad del pueblo corporativamente.
El pacto según el cual la sociedad se funda en el consentimiento de los individuos, y que hace la
soberanía de cuerpo social sustituya legítimamente a la libertad natural, no podría poner límites a
dicha soberanía “con objeto de que el pacto social no sea un mero formulismo, contiene
tácitamente el único compromiso que puede dar fuerza a los demás: el que quienquiera que rehúse
obedecer la voluntad general será obligado a ello por todo el cuerpo”
La voluntad general se manifiesta por la voz de la mayoría: “No siempre es necesario que sea
unánime pero sí lo es que todas las voces sean tomadas en cuenta. Toda exclusión formal rompe
la generalidad” 10
El cuerpo del pueblo es el soberano que determinará la voluntad general y está formado por los
particulares que lo integran. Esta concepción individualista de la soberanía implica que “para
reconstituir ésta en su totalidad será necesario sumarle todas las parcelas”
Por ello, quien rehúsa someterse a la voluntad general hay que reducirlo a obediencia por la fuerza,
hay que forzarlo a ser libre, porque la voluntad general es la suya como la de cualquier otro y la de
todos. Cuando prevalece la opinión opuesta a la mía, es porque yo me había equivocado, es
porque lo que yo creía ser la voluntad general no lo era; si hubiese prevalecido mi opinión, no
habría sido libre; debo por ende, reconocer mi error y adherirme, plegarme y someterme a la
voluntad general, entonces sí soy libre.
Lo que elige la mayoría es realmente la voluntad general, mientras que lo sostenido por la minoría
es una idea falsa de la voluntad general. Cuando la mayoría se ha pronunciado, la minoría debe
inclinarse y aceptar que la verdad se encuentra en la voluntad determinada por aquella.
La voluntad general no podría confundirse con la voluntad de todos. Aquí suele ser mal
interpretado Rousseau. Según él, la voluntad general es lo que anteriormente se llamaba el bien
común, es un instinto que atribuye al ser moral y colectivo que constituye el cuerpo político y en el
cual supone el mismo grado de infalibilidad que tiene le instinto del ser natural: “Mientras varios
hombres reunidos se consideren como un solo cuerpo, no tienen más que una sola voluntad
referida a la común conservación y al bienestar general”.
En la voluntad general hay una condición absoluta: es necesario que el cuerpo político la descubra
por sí mismo. Solo al ser directamente consultado puede hacer leyes. La primera consecuencia de 11
la propuesta de Rousseau, es la exclusión de la representación: “la soberanía no puede ser
representada por la misma razón que no puede ser enajenada. Consiste esencialmente en la
voluntad general y ésta no se representa. Es la misma o es otra sin que exista un punto medio. Los
diputados del pueblo no son, pues, ni pueden ser sus representantes, sino simplemente sus
comisarios y nada pueden concluir en forma definitiva”. Lo que pide es un referéndum del pueblo:
“toda ley que no haya sido ratificada personalmente por el pueblo, no es ley” y sobre el pueblo
ingles afirma “cree ser libre, mas se engaña profundamente, pues no lo es sino durante la elección
de los miembros del Parlamento; en cuanto éstos han sido elegidos, se vuelve esclavo y no vale
nada. El uso que hace de la libertad en los breves momentos que la posee, merece que la pierda”.
La ley es la expresión de la voluntad general. Solo el pueblo como cuerpo puede legislar, y legislar
con un objeto general. Pero el pueblo por sí mismo quiere siempre el bien, pero no lo ve siempre
por sí mismo. Es menester obligar a unos a hacer coincidir sus voluntades particulares con su
razón y enseñar a otros a conocer lo que quieren. De allí nace la necesidad de un legislador.
El ejercicio de la soberanía no sólo debe situarse inicialmente en el cuerpo del pueblo sino que
debe permanecer en él. Así el pueblo se reúne en asamblea y estatuye. Si no puede hacerlo,
quienes legislan en su lugar no son representantes sino comisionados, es decir, que el trabajo que
realizan es preparatorio y sus decisiones son tomadas ad referéndum: tan solo son definitivas
después que el pueblo las acepta.
Otra consecuencia es el monopolio de hacer las leyes reservado al cuerpo social con exclusión de
toda división: “No pudiendo nuestros políticos dividir la soberanía en su principio, la dividen en su
objeto: la dividen en fuerza y en voluntad; en poder legislativo y en poder ejecutivo; en derechos de
impuestos, de justicia y de guerra; en administración interior y en poder para tratar con el
extranjero. Hacen del soberano un ser fantástico y formado de piezas añadidas”
Como ejecutor y ministro del pueblo soberano, Rousseau coloca al gobierno, encargado de hacer
cumplir las leyes y mantener la libertad. Los gobernantes son oficiales y no amos del pueblo.
Tienen solamente una comisión, un empleo. El pueblo puede establecerlos y destituirlos cuando le
plazca. Entre el pueblo y gobernantes no hay, pues, ningún contrato.
El gobierno es en Rousseau “el ejercicio legítimo de poder ejecutivo” y el príncipe o magistrado “el
cuerpo encargado de esa administración”. Para ser legítimo, el gobierno debe obedecer al
soberano del cual es ministro. Todo gobierno por eso debe recibir su función del pueblo
únicamente. El pueblo da comisiones regulares y siempre revocables al príncipe o magistrado
“simples oficiales que ejercen en su nombre el poder del cual el pueblo soberano los ha hecho
depositarios y que puede limitar, modificar o volver a tomar cuando le plazca, porque la alienación 12
del derecho es incompatible con la naturaleza del cuerpo social y contraria a los fines de la
asociación”
La democracia directa que propicia solo está referida al ejercicio de la función legislativa. No es
bueno que el ejecutivo esté unido al legislativo. Porque el ejecutivo le incumbe al gobierno y no al
pueblo, el gobierno debe ejecutar las leyes y el pueblo no debe apartar su atención de los intereses
generales para dirigirla a los particulares.
Rousseau no es partidario del gobierno democrático. En teoría, el gobierno ideal sería ese “Quien
hace la ley sabe mejor que nadie cómo debe ser ejecutada e interpretada. La mejor constitución es
aquella en que el Poder Ejecutivo se encuentra unido al legislativo” y luego afirma “si hubiese un
pueblo de dioses se gobernaría democráticamente”. Entonces, no está hecha para los hombres. No
se puede imaginar un pueblo constantemente reunido en asamblea para dedicarse solo a los
asuntos públicos.
Primero, si el cuerpo tuviese que ser al mismo tiempo autor de la ley y agente de su ejecución,
tendría que estar en sesión permanente. Segundo, porque si el conjunto del pueblo debe
gobernarse, el legislativo absorbería al ejecutivo. El conjunto del pueblo no formaría, por así decirlo,
otra cosa que un gobierno sin gobierno puesto que el soberano, es decir, el legislador y el príncipe,
es decir, el ejecutivo, son la misma persona colectiva. “el gobierno, como parte integrante del
cuerpo político, participa en la voluntad general que lo constituye, pero siendo un cuerpo en sí
mismo tiene voluntad propia”
Rousseau admite que lo mejor es una monarquía aceptada por el pueblo, prácticamente electiva y
por ende legítima. Eso sería una “monarquía republicana”: “llamo república a todo Estado regido
por leyes, cualquiera sea la forma de administración que pueda tener”. La administración
republicana puede ser monárquica. Esta forma será la adoptada por la Constitución
norteamericana: con su presidente elegido por el pueblo, el régimen americano puede ser
calificado de “monarquía republicana”. Ya a fines del XVIII, aquella noción de República como
gobierno de varios va a dejar paso a esta noción de república como equivalente a la democracia
encabezada por una sola persona física a cargo del ejecutivo. Rousseau decía “no hay ningún
gobierno que tenga fuerza mayor” ni tampoco “otro en que la voluntad particular tenga mayor
dominio”
Pero la forma elegida por Rousseau terminó siendo una intermedia que llama “gobierno
aristocrático”, es decir un estado democrático en el cual el gobierno pertenezca a un número
reducido de hombres.
Para comprender todas estas cuestiones aparentemente contradictorias con la idea de “voluntad 13
general” y “contrato social” hay que recordar la distinción fundamental que hace Rousseau entre
soberanía y gobierno.