Salud en Casa
Salud en Casa
Salud en Casa
Mateo 9. 9-13
IC: Jesús llama pecadores, no justos.
Introducción
Cuando nacieron mis hijos lo primero que hice fue darles a cada uno el plan de medicina en casa.
Ante el primer síntoma de dolor, enfermedad, fiebre u otra, llamaba a la empresa de salud y ellos, en
no menos de dos horas, llegaban y atendían a mis hijos recién nacidos. Para que vinieran a casa había
que llamarlos, a veces había que discutir con ellos reclamando el servicio que cuando uno iba a
comprar le prometían. Este servicio de salud en casa es bueno para quienes se enferman
continuamente, pero no sé, hasta el día de hoy no sé de un servicio de salud que busque enfermos en
las casas para ir a ofrecerles servicios de salud. No sé de un médico que ande por la ciudad gritando:
–¡busco enfermo para curar!– Hasta dónde sé, los enfermos buscan al médico, pero no he sabido del
primer médico que ande por las calles buscando enfermos para curar gratuitamente.
Cómo les parece mis queridos hermanos, que un médico del cielo sí vino a la Tierra a buscar
enfermos. Se puso un par de chanclas y empezó a caminar por nuestros senderos polvorientos
buscándonos para darnos la sanidad que nuestras vidas precisan con el poder del evangelio. En esta
oportunidad desempaco para ustedes de la narrativa de Mateo y su testimonio de conversión las
siguientes escenas: primera escena, el llamado divino es irresistible. Mateo fue un escritor, para mi
gusto, prodigioso, mas en lo que respecta su propia vida fue muy modesto, de todo su libro sólo
dedicó 5 versículos para dar testimonio de su conversión, no quiso entrar en muchos detalles, sólo
dijo lo preciso, lo suficiente para que comprendamos que la salvación es un regalo de Dios y su
llamado es irresistible. Dios es tan bueno que no deja en nuestras manos la decisión de nuestra
salvación, él nos salva y doblega nuestra voluntad ante la divina que es perfecta, buena y agradable.
Estoy seguro que Mateo había oído hablar de Jesús y estoy seguro que poco o nada le llegó a
importar, pero el día que Jesús lo encontró, no fue capaz de decir “NO” al llamado de su voz. Jesús
no se presentó y le dijo: —Hola, mucho gusto, soy Jesús. ¿Qué te parece si dejas tu deshonroso
trabajo y me sigues?
Según Mateo, Jesús pasó por ahí, lo miró y le dijo: —¡Sígueme!
Mateo no sabe ni quiso intentar explicar lo que le sucedió, escuchó la voz de Jesús y dejó tirado su
trabajo y comenzó a seguir a Jesús.
Los teólogos llaman a esto, “gracia irresistible”. La gracia irresistible es “la obra soberana del
Espíritu Santo que convence, llama, atrae y regenera a los pecadores elegidos… El Espíritu le
concede la fe en Jesucristo a todos los que el Padre escogió en la eternidad pasada y por quienes el
Hijo murió…”1 Es que, como bien llegó a decir Spurgeon ante esta gracia irresistible: “La voluntad
inmutable de Dios es mucho más grande que la voluntad testaruda del hombre.” La Biblia sí dice que
podemos resistir al Espíritu Santo, Esteban predicando a los judíos el día que murió les dijo: —
1 https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/la-gracia-irresistible-segun-charles-spurgeon/
1
¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre
resisten al Espíritu Santo! (Hechos 7.51).
Note pues que Esteban reconoció que su audiencia resistía siempre al Espíritu Santo. Sí se puede
resistir a Dios. La gracia irresistible es cuando Dios triunfa sobre esa resistencia para salvar al
pecador que él quiere salvar. Y este fue el caso de Mateo, Dios lo llamó y de inmediato Mateo lo
siguió. Es nuestro caso, Dios nos llamó y aquí estamos, rendidos a su gracia irresistible.
Segunda escena, Dios ama desmedidamente a los pecadores. Jesús le dijo a Mateo que lo siguiera.
Yo esperaba que la lectura llevara a Mateo a caminos inesperados, sorprendentes, ministeriales, a la
cruz; pero vaya sorpresa: Mateo siguió a Jesús y llegaron a su casa. Jesús llevó a Mateo a su propia
casa. ¿Qué pasó aquí? Me pregunté. Jesús condujo a Mateo a su hogar, donde estaban su esposa, sus
hijos y sus colegas: otros pecadores y otros recaudadores de impuestos. Antes de llevar a Mateo al
ministerio, Jesús lo llevó a su hogar. Mateo necesitó regresar a su casa guiado por Jesús, siguiendo a
Jesús. Creo que esta es una necesidad con la cual nos identificamos: ir a casa siguiendo a Jesús. Me
duele enterarme de cómo nuestras casas padecen el vacío de Dios. Están llenos de cosas, pero vacíos
de Dios. Permitieron que sus casas se llenaran de muebles y mascotas, de trastes y tecnologías, de
música, series, películas que contienen lo vulgar, lo obsceno, lo pornográfico y vacío de oración, de
un devocional. Lamento que se llenaron nuestras casas de permisividad y brilla la ausencia de Dios.
En muchas de sus casas se oye el alto volumen del reggaeton mientras se silencia el evangelio.
Necesitas regresar a casa siguiendo las pisadas de Jesús.
La casa de Mateo se llenó de sus colegas: otros pecadores y otros recaudadores de impuestos. La
casa de Mateo se convirtió en un “grupo familiar”, un lugar donde comer y evangelizar. Jesús se
sentó en la mesa con esa gentuza a disfrutar la provisión de Dios en la mesa. Para los judíos del siglo
I compartir la mesa era algo especial, privilegiado, íntimo, era un gesto de amistad muy valioso. La
mesa en la casa de Mateo no la hacía valiosa el hecho de que fuera de Mateo, la hizo valiosa la
presencia de Jesús. Fue su presencia lo que santificó el encuentro, los alimentos, las personas; fue
una santa cena porque Jesús estuvo ahí. Comer con alguien también significaba amarlo. Jesús en esa
mesa estaba demostrando el amor de Dios por quienes no lo merecen. Mostrando su gracia a
pecadores empedernidos. Predicando el mensaje de salvación. Sí, esto es amor.
Dios nos ama a pesar de nosotros mismos. El amor de Dios no conoce fronteras que el ser humano
pueda o quiera levantar para limitarlo. Dios nos ama atravesando nuestras limitaciones, nuestras
fronteras religiosas y piadosas. Dios nos ama a pesar de nosotros mismos. Sí, este fue su amor por
Mateo y sus colegas, y amándolos les transformó la vida. Eran pecadores, sus almas muy enfermas
por el pecado que acumularon en su ser. Estaban desahuciados, y Jesús les mostró el amor de Dios,
el amor que sana, cura, alivia, libera, salva, restaura entre las aromas y sabores de una rica cena. Fue
un servicio a domicilio, sí. Jesús encontró una oveja perdida y está haciendo fiesta. Qué digo una
perdida, un montón de ovejas perdidas fueron halladas aquel día. Fue salud en casa de Mateo para él,
su familia y sus colegas.
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Tercera escena, Jesús llama pecadores, no justos. Cuando los demás, los que religiosamente
“estaban bien”, vieron a Jesús sentarse en la mesa del pecador junto a otros pecadores más, se
escandalizaron. Imagino que vino a sus mentes lo que dice el Salmo 1:
Dichoso es quien no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los burladores (pecadores) (Salmo 1.1).
Jesús estaba sentado en la mesa, en la reunión de los pecadores. Estaba transgrediendo la
bienaventuranza del Salmo 1. Él lo sabía, los demás judíos piadosos lo sabían. Lo que no sabían
todos los demás es que Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos. Él vino a perdonar a los
pecadores. Vino a sanar a todos los profundamente heridos por el pecado. No sentó a la mesa de los
pecadores a pecar, se sentó en la mesa de ellos -y con ellos- a curarlos. A sanarlos. A tocarles el
corazón con la ternura del Padre celestial.
El pecado es una patología severa, más cruel que el cáncer, más indomable que el VIH, más mortal
que el COVID 19, más degenerativa que la artrosis; el pecado es la peor enfermedad que porta en sí
el ser humano. El pecado hunde en oscuridades intensas al alma humana, atrofia el pensamiento y lo
hace esclavo de lujurias sin cura, encorva el espíritu hacia un ego que jamás endereza, y diría Jhon
Stott: los hace “ciegos para la gloria de Jesucristo, y sordos a la voz del Espíritu Santo. No tienen
amor a Dios, ni conciencia sensible de su realidad personal; su espíritu no se eleva hacia él con el
clamor “Abba, Padre”, ni añoran la comunión con su pueblo.” ¿Cómo no necesitan de un médico las
personas que tienen este diagnóstico? Sí lo necesitan, y de manera urgente.
Cuestionaron al médico divino: —¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con
pecadores?
Y la respuesta de Jesús tiene dos argumentos contundentes: 1. Jesús contestó: —No son los sanos los
que necesitan médico, sino los enfermos.
2. El segundo argumento es más teso aún: —vayan y aprendan qué significa esto: “Lo que pido de
ustedes es misericordia y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
José Luis Sicre explica esta escena con las siguientes palabras: El problema de los fariseos es que no
se reconocen pecadores. “Su problema es que no se consideran enfermos ni necesitados de médico.
Por eso Jesús les ordena ir a hacerse un reconocimiento médico: «Id a aprender lo que significa:
“Misericordia quiero y no sacrificios”». Estas palabras las pronunció el profeta Oseas en el contexto
de una guerra fraterna entre israelitas y judíos. Tras las desgracias provocadas, intentan resolver el
problema ofreciendo holocaustos al Señor, para que los perdone y restaure. El profeta niega que sea
la solución correcta. Las catástrofes de la guerra no se arreglan con actos de culto sino practicando la
misericordia y el amor mutuo.”
Conclusión
Los evangelios gozan de una riqueza bella en muchos sentidos, y uno de los más brillantes son los
testimonios de salvación que Jesús realizó en las casas. Jesús disfrutó mucho el disponer de una casa
para obrar el milagro de la salvación. La mesa fue una estrategia clave para acercar a los pecadores a
Dios. Sin que ellos se diesen cuenta, Jesús les celebró la Santa Cena. Esta narrativa por ejemplo,
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muestra a Mateo sentado en la mesa de los recaudadores de impuestos, pero termina en la mesa
sagrada, donde Jesús se auto-dona, se entrega en cuerpo y sangre para salvación personal, familiar y
social (sus colegas). Creo que la estrategia divina es la misma: Dios quiere usar nuestras casas para
alcanzar a otros. Para salvar a otros. Para anunciarle las buenas noticias del amor de Dios en Cristo a
otros. Cada casa que se cierra o que no abre sus puertas, le niega a Cristo la buena voluntad de
alcanzar a otros.
Además, no olvides que Dios te llama. Su gracia irresistible te alcanzó para que seas salvo, ahora te
llama para que seas útil.
No olvides que el amor de Dios es desmedido, nos ama a todos. Ahora eres amado, sé un
instrumento a través del cual Dios ama a otros; sin reparos.
Dios es el médico que busca enfermos para sanar. Es el Mesías que busca pecadores que redimir no
justos. Esto es gracia bendita. Somos hallados en Cristo y a través de nosotros, otros sean hallados en
él.
4
Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de
impuestos.
«Sígueme» —dijo Jesús.
Y Mateo se levantó y lo siguió.
11 Cuando los fariseos vieron esto, preguntaron a sus discípulos: —¿Por qué come su maestro con
recaudadores de impuestos
y con pecadores?
Dichoso es quien no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los burladores (Salmo 1.1).
12 Al oír esto, Jesús contestó: —No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos.