TD202 DHLA Perez Letras
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TD202 DHLA Perez Letras
Sede Ecuador
Área de Historia
Quito, 2023
2
3
Yo, Yorgy Andrés Pérez Sepúlveda, autor de la tesis intitulada, “Letras del Ecuador:
intelectuales, canon literario y cultura nacional, 1945-1960”, mediante el presente documento
dejo constancia de que la obra es de mi exclusiva autoría y producción, que la he elaborado
para cumplir con uno de los requisitos previos para la obtención del título de Doctor en
Historia Latinoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
1. Cedo a la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, los derechos exclusivos
de reproducción, comunicación pública, distribución y divulgación, durante 36 meses
a partir de mi graduación, pudiendo por lo tanto la Universidad, utilizar y usar esta
obra por cualquier medio conocido o por conocer, siempre y cuando no se lo haga
para obtener beneficio económico. Esta autorización incluye la reproducción total o
parcial en los formatos virtual, electrónico, digital, óptico, como usos en red local y
en internet.
2. Declaro que en caso de presentarse cualquier reclamación de parte de terceros
respecto de los derechos de autor/a de la obra antes referida, yo asumiré toda
responsabilidad frente a terceros y a la Universidad.
3. En esta fecha entrego a la Secretaría General, el ejemplar respectivo y sus anexos en
formato impreso y digital o electrónico.
23 de noviembre de 2023
Firma:
4
5
Resumen
A la memoria de Efraín Sepúlveda y Pedro Luis Vargas, dos hombres que siempre me
motivaron a seguir adelante.
8
9
Agradecimientos
Tabla de contenidos
Introducción……………………………………………………………………………… 15
Conclusiones…………………………………………………………………………….. 245
Bibliografía………………………………………………………………………………. 255
Anexos…………………………………………………………………………………… 273
Anexo 2: Algunas entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960), en torno a las
artes plásticas latinoamericanas y ecuatorianas………………………………………….. 274
Anexo 4: Entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960), en torno al acápite “El
rol del intelectual y la cultura en la sociedad” del capítulo segundo……………………… 277
Anexo 9: Red nacional e internacional del periódico Letras del Ecuador (1945-
1960)……………………………………………………………………………………... 286
13
Figuras
Figura 2. Portada del primer número de Letras del Ecuador, en la que se puede apreciar el
cuestionario formulado por Benjamín Carrión a los intelectuales……………………….. 153
Figura 3. Ilustración elaborada por Alfredo Palacio para el cuento “Sacador de aguardiente”,
de Augusto Mario Ayora…………………………………………………………………. 179
Figura 5. Viñetas elaboradas por Jaime Valencia que sirven de ilustración para el cuento
“Luto eterno”, de Pedro Jorge Vera……………………………………………………… 182
Figura 6. Dibujo de Bolívar Mena Franco que sirve de ilustración al fragmento de Los monos
enloquecidos, novela de José de la Cuadra publicada de forma póstuma……………….. 183
Figura 7. Dibujo al carbón de Carlos Rodríguez, ilustración que acompaña el cuento “Cholo
ashco” de Jorge Icaza…………………………………………………………………….. 185
Figura 8. Ilustración de Eduardo Kingman que acompaña el cuento de César Dávila Andrade,
“La mirada de Dios”……………………………………………………………………… 187
14
15
Introducción
1
“¿Qué es una nación?”, en Nación y narración, comp. Homi Bhabha (Buenos Aires: Siglo Veintiuno
Editores, 2010), 35.
16
la suscripción del Protocolo de Río de Janeiro en 1942 y una amputación del territorio para
Ecuador. Lo anterior, se relaciona con la Revolución del 28 de mayo en 1944, hecho mejor
conocido como “La Gloriosa”, en donde una rebelión popular derrocó al gobierno de Carlos
Arroyo del Río (1893-1969). El país tuvo la oportunidad de emprender un nuevo derrotero,
esta vez con la concertación de amplios sectores de la sociedad que depositaron su confianza
en José María Velasco Ibarra (1893-1979) en lo que sería su segunda presidencia (1944-
1947).
“La Gloriosa” fue un hecho histórico caracterizado por el nivel de convocatoria que
obtuvo de amplios sectores de la sociedad, así como de fuerzas políticas que convergieron en
un momento crítico. El liderazgo del partido liberal quedó exangüe, el estallido social logró
sumar esfuerzos en donde los actores políticos tradicionales, representados por los miembros
del partido conservador y sus acólitos dentro de la iglesia católica, tuvieron que establecer
acuerdos con los sectores emergentes integrados por las organizaciones sociales y los
movimientos de los trabajadores, ambos en gran parte representados por los partidos
socialista y comunista; el resultado fue la coalición Alianza Democrática Ecuatoriana (ADE).
La breve alianza se tradujo en la redacción de un nuevo texto constitucional, de corte
progresista, en 1945. Dentro del orden de este entusiasmo colectivo, el presidente Velasco
Ibarra aprueba la fundación de la CCE, mediante el Decreto n.° 707 del 9 de agosto de 1944,
y sustituye al Instituto Cultural Ecuatoriano (ICE), fundado en 1943 por el presidente Arroyo
del Río. En el noveno artículo del documento quedan claros los objetivos asignados a la
nueva institución:
2
Casa de la Cultura Ecuatoriana, Trece años de Cultura. Informe del Presidente de la Institución,
agosto 1944-agosto 1957 (Quito: Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1957), 186.
17
3
Cartas al Ecuador (Quito: Banco Central del Ecuador / Corporación Editora Nacional, 1988), 165.
19
institucional sólida, un aparato estatal que pudiese concentrar los esfuerzos intelectuales de
la nación; para ello se fundó la Casa de la Cultura Ecuatoriana.4
4
“¿Volver a tener patria?”, en La Cuadratura del Círculo. Cuatro ensayos sobre la cultura
ecuatoriana, eds. Fernando Albán, Cristina Burneo, Santiago Cevallos e Iván Carvajal (Quito: Orogenia /
Corporación Cultural, 2006), 205-6.
20
5
Véase Agustín Cueva, Literatura y sociedad en el Ecuador (Quito: Ministerio de Educación del
Ecuador, 2009) y Entre la ira y la esperanza (Quito: Solitierra, 1976); Fernando Tinajero, “Una cultura de la
violencia. Cultura, arte e ideología (1925-1960)”, en Nueva historia del Ecuador, ed. Enrique Ayala Mora, vol.
10, Época republicana IV: el Ecuador entre los años veinte y los sesenta (Quito: Corporación Editora Nacional
/ Grijalbo, 1983); “Estudio introductorio”, en Teoría de la Cultura Nacional, comp. Fernando Tinajero (Quito:
Banco Central del Ecuador / Corporación Editora Nacional, 1986); Alejandro Moreano, “Benjamín Carrión: las
paradojas del Ecuador”, en El ensayo ecuatoriano de entre siglos, comp. Raúl Serrano Sánchez (La Habana:
Editorial Arte y Literatura, 2013); “Benjamín Carrión: el desarrollo y la crisis del pensamiento democrático-
nacional”, Revista de Historia de las Ideas, n.° 9 (1989): 51-72; “El escritor, la sociedad y el poder”, en La
literatura ecuatoriana en los últimos 30 años (1950- 1980), comp. Hernán Rodríguez Castelo, Cecilia Ansaldo,
Diego Araujo y Alejandro Moreano (Quito: Editorial El Conejo, 1983); por último, Iván Carvajal,
“Consideraciones en torno de la perspectiva histórica de la cultura”, en Historia, cultura y política en el
Ecuador, VV.AA. (Quito: Editorial El Conejo, 1988).
6
Véase Los intelectuales y la narrativa mestiza en el Ecuador (Quito: Universidad Andina Simón
Bolívar, Sede Ecuador / Ediciones Abya-Yala / Corporación Editora Nacional, 2002).
21
movimiento político y cultural tzántzico, forman parte de una estrategia colectiva que se
apoyó en la cultura como un recurso para restituir principios fundamentales de lo nacional, a
través de la instrumentalización de una identidad mestiza. Para este autor, Letras del Ecuador
constituye un impreso oficial de las acciones institucionales de un grupo de intelectuales que
se consideraban a sí mismos como las voces oficiales para interpretar los signos de la cultura,
a través de una serie de prácticas e instancias de consagración subvencionadas por el Estado
que terminaron por establecer un estilo de gestión sociocultural de largo aliento.7
Ahora bien, desde un enfoque comunicacional se encuentra la tesis realizada por Luz
Rodríguez Carranza en 1992, titulada Letras ecuatorianas en Letras del Ecuador 1945-1973.
La investigación fue elaborada con la finalidad de optar al grado de Licenciatura en Filología
de la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica. Resalta por ser un estudio descriptivo del
periódico y las partes que lo constituyen en tanto objeto, aparte de conectarlo con una
cronología de la producción literaria del país. De acuerdo con lo anterior, dicho trabajo
formula al impreso como una muestra de institucionalidad de la literatura nacional en una
época donde existía una necesidad por constituir un canon de la creación local.
Otra investigación fue la elaborada por Edith Ocaña en 2015, para optar al grado de
Maestría en Comunicación con mención en Opinión Pública en la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO), titulada Periódico literario, opinión pública y nación.
Crítica a la construcción de la opinión pública de los ecuatorianos alrededor del concepto
de nación a partir del periódico Letras del Ecuador (1945-1966). Este trabajo plantea al
impreso como un agenciamiento de opinión pública, identificado en las propias
intervenciones de los protagonistas de la escena literaria institucionalizada en la CCE. El
lapso histórico estudiado llega hasta 1966, debido a la irrupción que padeció la sede editorial
por parte de acciones radicales del grupo de los tzántzicos, hecho que para la autora originó
un nuevo proceso.
Por último, Martha Cecilia Rodríguez Albán (1959) propone un estudio innovador y
de aporte a la comprensión de las políticas culturales en Ecuador, a partir de la fundación de
la CCE.8 Desde un enfoque de la sociología cultural y los estudios de la cultura, la autora
destaca el papel de esta institución en la manera como fueron gestionados los recursos
7
Ibíd., 71.
8
Véase Cultura y política en Ecuador: estudio sobre la creación de la Casa de la Cultura (Quito:
Flacso-Ecuador, 2015).
22
por ello por lo que el arco histórico en el que se desenvuelve el análisis llega hasta el año de
1960.
Por otro lado, Letras del Ecuador está alineada con publicaciones similares en varias
naciones del continente, parte de un proceso de intervención que veía en el ejercicio de las
revistas y periódicos literarios y culturales una manera de contribuir con la transformación
de las sociedades. Impresos como Repertorio Americano (1919) de Joaquín García Monge
(1881-1958), Martín Fierro (1924) de Oliverio Girondo (1891-1967), América (1925) de
Antonio Montalvo (1901-1953) y Alfredo Martínez (1902-1988), Amauta (1926) de José
Carlos Mariátegui (1894-1930), Revista de Antropofagia (1928) de Oswald de Andrade
(1890-1954), Sur (1931) de Victoria Ocampo (1890-1979), Marcha (1939) de Carlos
Quijano (1900-1984), Cuadernos Americanos (1942) de Alfonso Reyes (1889-1959),
Orígenes (1944) de José Lezama Lima (1910-1976) y José Rodríguez Feo (1920), por tan
sólo mencionar algunos títulos con sus principales fundadores, directores, editores y
coordinadores, comparten junto a este impreso un contexto de producción literaria. El estudio
de estas fuentes documentales sirve de base para la reconstrucción del campo literario,
cultural y artístico en América Latina, desde una perspectiva de historia cultural e intelectual.
Dentro del registro de estas producciones historiográficas se ha tomado la obra
dirigida por Carlos Altamirano (1939) y Jorge Myers (1961), Historia de los intelectuales en
América Latina9, donde se observa la irrupción de los impresos culturales dentro de un marco
de desarrollo e industrialización en la primera mitad del siglo XX y, a su vez, cómo algunos
de estos se sirvieron de un aparato estatal para intervenir en la recomposición del tejido
político y social, en medio del auge y optimismo por el progreso. Son dos tomos que dialogan
con la propuesta de Ángel Rama (1926-1983), principalmente en torno al concepto de ciudad
letrada, en un intento por actualizar, bajo otros fundamentos epistemológicos, la producción
cultural e intelectual del continente. Por su calidad y diversidad autoral, esta obra constituye
un referente por antonomasia para la exploración de otros objetos en la búsqueda por dar con
una historia cultural e intelectual más compleja. También la obra coordinada por Aimer
Granados (1961), titulada Las revistas en la historia intelectual de América Latina: redes,
9
Véase Carlos Altamirano, “Introducción al volumen II. Élites culturales en el siglo XX
latinoamericano”, en Historia de los intelectuales en América Latina: II. Los avatares de la “ciudad letrada”
en el siglo XX, ed. Carlos Altamirano, vol. 2 (Buenos Aires: Katz Editores, 2010).
24
10
Véase Aimer Granados, “Introducción”, en Las revistas en la historia intelectual de América Latina:
redes, política, sociedad y cultura, coord. Aimer Granados (Ciudad de México: Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Cuajimalpa, 2012).
25
medir el alcance de las relaciones sociales, la distribución que estas tienen en un contexto
determinado y cómo se expresan en clases, etnias, género e instituciones. Por ello su estudio
implica una indagación de los dispositivos de exclusión, ordenamiento y clasificación de las
diferencias, así como de las similitudes construidas a lo largo del tiempo, para así mostrar su
funcionamiento e implicaciones.11
En este sentido, la teoría crítica y cultural es una herramienta válida para calibrar
procesos donde las hegemonías, identidades y nacionalidades están en permanente dinámica.
En efecto, son los conceptos que esta teoría formula, tales como intelectual, institución,
hegemonía, identidad, cultura y su relación con las estructuras del Estado-nación, los que
han servido de orientación para comprender el periódico de arte y literatura en cuestión. La
teoría ve en la cultura una vinculación estrecha entre lo simbólico y lo material, no como una
relación problemática e irreconciliable sino desde una relación productiva. Este es un modelo
que da cuenta de las instituciones, así como de los agentes sociales que participan de la
elaboración cultural, entendida esta última como una construcción histórica cambiante y en
constante tensión, además de activa. Esa tensión se da en la tradición, es organizada e
instrumentalizada en instituciones y, en la mayoría de los casos, cuestionada por las
formaciones sociales.12 Estas irrumpen en/desde la cultura y zanjan las relaciones de tipo
vertical que se puedan dar en el seno de una sociedad, interpelan el papel hegemónico de los
valores y establecen un diálogo vivo con las tradiciones. Para comprender mejor el papel de
las formaciones sociales se llevó a cabo un análisis trascendental, donde destaca la
incorporación de las nociones de dominante, residual y emergente en el ámbito de la
producción cultural. Para el caso de Letras del Ecuador ninguno de los tres es prioritario ni
absoluto, sino que se solapan, disputan y fluctúan de una forma compleja al ampliar lo
hegemónico e ideológico.13
Una categoría importante es la de tradición. Las tradiciones forman parte activa y
cambiante de las identidades, por eso ha sido importante incluirla dentro del aparato crítico
y metodológico. Al no ser estáticas, las tradiciones recrean y revelan las operaciones
11
Véase Raymond Williams, Palabras clave. Un vocabulario de la cultura y la sociedad (Buenos
Aires: Nueva Visión, 2003), 91-2.
12
Véase Raymond Williams, Marxismo y literatura (Buenos Aires: Las Cuarenta, 2009), 161.
13
Ibíd., 166.
26
mediante las cuales una sociedad elabora una identidad y la reproduce.14 Esta afirmación es
operativa para destacar justo lo que se desarrolló desde el impreso, en torno a la construcción
y conformación del discurso de identidad y su postulación como un tipo de cultura nacional.
Las tradiciones, pues, se dan en la cotidianidad de las prácticas sociales y se sostienen, con
permanente capacidad dúctil, en los discursos que provienen de las instituciones, en este caso
de un órgano oficial como lo fue la CCE.
La idea del intelectual como elemento orgánico y vehículo al mismo tiempo de una
visión de Estado moderna, es un corolario que viene desde el período colonial, pero adquiere
unos matices y diferenciaciones desde la irrupción de la república en los procesos de
independencia hispanoamericanos. A lo largo del siglo XIX, la noción del funcionario de
Estado y/o letrado se organiza en aras de un modelo de Estado-nación siempre articulado con
el poder económico, de preferencia oligárquico. Ya en el siglo XX las acciones de los
intelectuales en sus distintas acepciones, ya sea en calidad de escritores, periodistas,
funcionarios públicos, maestros, ideólogos o publicistas, estuvo ligada a una diversificación
y especialización que exigía el mercado laboral, debido entre otras cosas a la implementación
de una economía capitalista que veía en la distribución y racionalización del trabajo un factor
de primer orden para obtener la tan anhelada paridad con occidente. En todo este proceso de
republicanización los productores culturales fueron adquiriendo una relativa autonomía,
además de ganar ascendiente en calidad de tutores y pivotes éticos de la sociedad y la moral
pública.15 Es así como los intelectuales forman parte consustancial de los procesos políticos
y de modernización que se llevaron a cabo en los países latinoamericanos. Por esta razón, el
análisis de los postulados defendidos por este grupo heterogéneo, junto a las prácticas de
sociabilidad pública y privada que desempeñaron, sirven de orientación a fin de identificar
hasta qué punto estos tenían influencia en la esfera pública.
Siguiendo el mismo orden de ideas, no es sino hasta bien entrado el siglo XX cuando
los intelectuales logran una autonomía basada en el ejercicio de la profesión docente e
investigativa que le proporciona la institución universitaria.16 Aunado a lo anterior, hay un
panorama en donde cada vez la figura del intelectual adquiere una importancia relevante,
14
Véase Stuart Hall, “¿Quién necesita ‘identidad’?”, en Cuestiones de identidad cultural, comp. Stuart
Hall y Paul du Gay (Buenos Aires: Amorrortu, 2003), 17-8.
15
Carlos Altamirano, “Introducción”, 9.
16
Ibíd., 13-4.
27
sobre todo como agente de socialización, dentro de una dinámica que busca orientar las
acciones científicas y artísticas hacia un derrotero nacional y de construcción de identidades.
Una manera de ver cómo operan los personeros de la cultura es a través de las redes
nacionales e internacionales, basadas principalmente en la ocupación de cargos en la
administración pública o en la diplomacia, ya sea como funcionarios de Estado o a través del
servicio exterior con asignaciones en calidad de agregados, embajadores o cónsules de sus
respectivos países de origen, como ya fue mencionado más arriba.17
Por otra parte, el tema del archivo constituye la piedra angular de cualquier proceso
de investigación histórica y documental. La relación que tiene el archivo con el estímulo y
desarrollo de una conciencia colectiva, articulada con el ejercicio de la ciudadanía y el deber
que emana del mandato de resguardar los registros del pasado en tanto conocimiento, hacen
que este adquiera un papel de primer orden en el marco de lo cultural. El valor intrínseco del
archivo parte de una necesidad humana y social de garantizar la fidelidad a las evidencias
que interpelan el pasado para mejorar el porvenir. La proclividad a la transparencia que tiene
el archivo promueve un mejor ejercicio de observación de los procesos administrativos, esto
equivale a una labor de contraloría indiscutible, además forma parte integral del patrimonio
de una nación. En este sentido, esta investigación se circunscribe a las reflexiones en torno
al archivo y su estado material en Ecuador. Al respecto, Bustos menciona:
17
Ibíd., 19.
18
“La fragilidad de las huellas de la memoria y la ‘incuria’ en el manejo de los archivos históricos en
Ecuador”, en Patrimonio cultural, memoria local y ciudadanía. Aportes a la discusión, ed. Santiago Cabrera
Hanna (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Centro Cívico Ciudad Alfaro / Corporación
Editora Nacional, 2011), 53.
28
entonces el llamado de alerta y prevención se vuelve una tarea necesaria para que el orden
institucional enmiende su proceder y subsane los errores, riesgos y omisiones en la
preservación del patrimonio archivístico. Ya sea por medio de la gestión pública o privada,
el archivo es una garantía que abre las puertas a un mejor funcionamiento de la sociedad.
Siguiendo a Bustos, a pesar de la irregularidad de las instituciones de archivo, especialmente
al Archivo Nacional del Ecuador, destaca el funcionamiento exitoso de otros espacios
destinados a la preservación de la memoria del país. Es decir:
Todo lo que se ha logrado preservar, organizar y poner a disposición del público proviene de
determinados esfuerzos realizados por unas pocas instancias públicas y privadas. Entre las
primeras, cabe mencionar la adquisición, organización y preservación de los fondos
bibliográficos antiguos y los archivos históricos cobijados por la extinta sección cultural del
Banco Central. También sobresalen el Archivo Histórico Alfredo Pareja Diezcanseco del
Ministerio de Relaciones Exteriores, y el fondo bibliográfico antiguo de la Biblioteca de la
Universidad Central del Ecuador. Respecto a las instituciones privadas corresponde destacar,
en primer lugar, al Archivo-Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit, uno de los repositorios más
ricos del país.19
La totalidad del archivo principal utilizado para efectos de esta investigación ha sido
extraída del material preservado en la Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit”. Este
espacio ubicado en la localidad de Cotocollao, perteneciente al orbe capitalino, refleja una
labor de excelencia, destacada por la enorme labor que implica tener la colección
hemerográfica más importante del país. La tarea de compilar estos archivos comenzó con la
gestión del propio Espinosa Pólit, cuya profusión en el área de las humanidades fue
innegable. La trayectoria de esta institución no sólo se ha limitado a la compilación,
conservación y difusión de las actividades culturales del país, sino también ha emprendido
iniciativas que promueven la difusión de los valores literarios a través de las siguientes
colecciones: Clásicos Ecuatorianos, Biblioteca Ecuatoriana Mínima, Biblioteca Ecuatoriana
Clásica, Biblioteca del Estudiante y, por último, el Diccionario Bibliográfico Ecuatoriano.
Estas son algunas de las producciones editoriales más destacadas, muchas de las cuales
fueron ideadas por el propio fundador del repositorio.
Un detalle importante en el manejo de las fuentes es su disponibilidad para consulta
en formato digital. Muchas instituciones culturales orientadas hacia la preservación de
19
Ibíd., 60-1.
29
archivos han optado por migrar los repositorios documentales, fotográficos y audiovisuales
en general, hacia las tecnologías más recientes de información y comunicación digitales
(TIC). Es así como algunas bases de datos se encuentran digitalizadas y disponibles en
formatos PDF, en el caso de archivos con texto, y JPEG en los archivos de imágenes. Otras
veces la información es puesta a disposición desde las páginas web de las instituciones en la
Internet, es decir, pueden ser consultadas en línea.
La digitalización de la información contenida en los archivos contribuye a ampliar las
maneras en las que se puede obtener los datos necesarios en una investigación. Por su
ductilidad, esta acorta distancias y abarata los costos de los proyectos que se llevan a cabo,
muchas veces con autofinanciamiento de los profesionales de la historia. Otro aspecto no
menos importante es que el recurso de la digitalización preserva el contenido de los
documentos y demás vestigios materiales, en caso de que estos sufran deterioro o pérdida. El
acceso a través de la TIC del acervo documental histórico y cultural del archivo utilizado,
constituye una apuesta acertada ante el inminente deterioro de la institución del archivo en la
actualidad. En relación con el archivo hemerográfico de Cotocollao, Julián Bravo comenta:
Los nuevos elementos científicos y técnicos ofrecen, sin duda, nuevas posibilidades y
facilidades de organización y de mayor eficiencia de servicio a las que la Biblioteca
Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit” está abierta y espera confiar con los medios oportunos
para implementarlas en beneficio de la cultura de patria. Tras algunos años de estudio, dada
la considerable magnitud de la institución, que no puede aventurar la adopción de un sistema
sin la garantía de no tener que cambiarlo a corto plazo, ha iniciado un proceso de
automatización que evidentemente contribuirá a la tecnificación de su organización y
servicio. 20
20
La Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit”. Imagen y memoria de la nacionalidad
ecuatoriana (Quito: Biblioteca Ecuatoriana “Aurelio Espinosa Pólit”, 1999), 33.
30
consumido, así como la disposición de los contenidos dentro del mismo, influye en la manera
como este es recibido por un público lector. Para decirlo junto a Chartier:
Contra la representación, elaborada por la misma literatura, según la cual el texto existe en sí
mismo, separado de toda materialidad, debemos recordar que no existe texto fuera del soporte
que lo da a leer (o a escuchar) y que no hay comprensión de un escrito cualquiera que no
dependa de las formas en las cuales llega a su lector. De aquí, la distinción indispensable
entre dos conjuntos de dispositivos: aquellos que determinan estrategias de escritura y las
intenciones del autor, y los que resultan de una decisión del editor o de una obligación del
taller.21
21
El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación (Barcelona:
Gedisa, 1996), 55.
22
Ibíd., 61.
32
El tercer capítulo inserta a la literatura divulgada desde las páginas del impreso con
las representaciones de las problemáticas políticas, sociales, económicas e históricas del país,
contenidos que eran acompañados con ilustraciones elaboradas por artistas plásticos de la
escena nacional. Conviene subrayar que la novela y el cuento contaron con mucha presencia
a lo largo del período estudiado y, al mismo tiempo, formaron parte de una operación que
devino en la configuración de un canon, en parte debido al ejercicio de la crítica literaria que
tuvo en el órgano oficial un lugar desde el cual emitir juicios y organizar la producción
narrativa. Algunas de las temáticas recurrentes en estas producciones abordan la relación
entre el campo y la ciudad, tradición y modernidad, civilización y barbarie, indigenismo y
mestizaje, entre otros aspectos. Lo cierto es que la narrativa de ficción lentamente adquirió
un lugar preponderante dentro de las producciones intelectuales y artísticas publicitadas
desde las páginas del periódico, detalle significativo y que se remonta a la década de los
treinta. La descripción en torno a los autores, temas y representaciones narrativas favorecidas
en el seriado es relevante en cuanto a que estas trabajaron en aras de brindar una relación
dialógica con la realidad social. Por esta razón, se comprende a la literatura dentro de una
variedad compleja y rica que no se queda anclada exclusivamente en lo estético, sino que
busca articularse como una voz autorizada dentro de una variedad de recursos simbólicos que
contribuyeron a consolidar un imaginario colectivo.
La última parte de la investigación corresponde a las conclusiones. En esta se resalta
el proceso de investigación llevado a cabo, la importancia de los hallazgos empíricos, los
diálogos sostenidos con otras disciplinas aledañas a la historia, los desafíos afrontados
durante el proceso, así como las incógnitas abiertas a futuras investigaciones para ampliar
aspectos y temáticas no relatadas o tratadas aquí de soslayo.
Para finalizar, el proceso investigativo muchas veces estuvo acompañado de
innumerables momentos en donde la cantidad de información y recursos consultados
requirieron de pausas prolongadas para su asimilación. Llevar a cabo un estudio documental
para reconstruir un episodio de la historia cultural e intelectual de Ecuador no hubiera sido
posible sin estos recesos que permitieron trabajar desde la reflexión —aunque también desde
la imaginación— como un recurso fundamental para una trayectoria previa donde reinaba la
afición e interés por el conocimiento teórico, filosófico y literario del continente
latinoamericano. No obstante, sin esa experiencia es probable que el ejercicio de reconstruir
34
Capítulo primero
La geografía de una revista es, como el deseo del viaje, una vía regia hacia su imaginario
cultural.
Beatriz Sarlo23
23
“Intelectuales y revistas: razones de una práctica”, América: Cahiers du Criccal, n.° 9-10 (1992):
12. doi: https://doi.org/10.3406/ameri.1992.1047.
24
Véase Roger Chartier, El mundo como representación, 61.
36
iban de la mano con la necesidad de grupos generacionales por crear las bases de unos
lineamientos editoriales que veían en las polémicas suscitadas en torno a las formas de
expresión lírica una oportunidad para insertarse en un campo cultural incipiente. Las
vanguardias, algunas articuladas con los cambios y movimientos registrados en el viejo
continente, otras desarrolladas al calor de los propios procesos latinoamericanos,
sirvieron de estímulo a una búsqueda constante por renovar los medios de expresión
literarios y artísticos.
Al pensar en la cultura como un medio de expresión es importante entender que
esta forma parte consustancial de la dinámica política, económica y social de un país. Lo
cual quiere decir que su influencia dentro de los cambios históricos no está circunscrita a
un valor espiritual de los pueblos, orientadas por etéreas convicciones y particulares
genios que afloran espontáneamente y sin conexión con las propias condiciones
materiales de la sociedad en la que son elaboradas. De hecho, la cultura va de la mano
con los modos de producción y la manera en la que esta es desarrollada sólo es posible a
través de la combinación compleja entre la técnica, los recursos materiales, las
capacidades organizativas de los grupos e intelectuales, así como la recepción en un
público lector y consumidor de estos bienes simbólicos.
La irrupción de la modernidad en el continente latinoamericano tiene varias fases
que conllevan distintas manifestaciones de lo cultural, pero es desde la fundación de los
Estados nacionales en la que esta adquiere una fuerza civilizatoria. El epónimo de este
proceso es el sujeto letrado, por su papel como sabio y figura autorizada que tiene su
referente en la Ilustración y en los cambios políticos operados en occidente desde la
segunda mitad del siglo XVIII y buena parte del XIX. El letrado logró articular sus modos
de expresión con una personalidad que buscaba influir directamente sobre los círculos
dominantes, a través de una intensa labor publicista algunas veces, otras como personaje
clave en las discusiones morales en torno a la educación, la lengua y las leyes, ya sea
desde los cenáculos religiosos o laicos. Sin embargo, el sujeto letrado poco a poco es
despojado del halo de creatividad e ingenio, atributos personales que lo acreditaban como
entendido en los temas álgidos de la nación, y deviene en la figura del intelectual.
Antes de analizar las implicaciones de los intelectuales en los procesos de cambio,
tema que pertenece al siguiente capítulo y en el que se expondrá la relación de estos con
el género del ensayo, es necesario reconocer algunos hechos históricos que hicieron de
este grupo social una relación orgánica con las formaciones sociales sigloventinas. La
notoriedad y prestigio alcanzados por los intelectuales tuvo su correlato en los aportes
37
que llevaron a cabo en la opinión pública sobre los acontecimientos de la Guerra hispano-
estadounidense en 1898, la Revolución mexicana de 1910, la Revolución rusa en 1917,
la Guerra Civil española (1936-1939) y los conflictos de la Primera (1914-1918) y
Segunda guerra (1939-1945) mundiales. En estos acontecimientos se fraguaron una serie
de transformaciones que interpelaban el ordenamiento sociopolítico y económico de
raigambre oligárquica y latifundista en los países latinoamericanos.
En el caso de Ecuador, la irrupción de la Revolución liberal en 1895 identificó en
la alianza entre la iglesia católica y la clase terrateniente un obstáculo a superar para llevar
al país por nuevos derroteros. Fue así como la educación y el fortalecimiento del Estado,
a través de un conjunto de instituciones y leyes, lograron obliterar el funcionamiento
hegemónico anterior sin que por ello se haya alcanzado un equilibrio de los factores de
poder interno. En 1925, la Revolución juliana liderada por un grupo de oficiales del
ejército daba fin a una dominación plutocrática del liberalismo. En este período aparecen
nuevos actores políticos en los que también se encuentra el sector de las capas sociales
medias, clase a la que pertenecía en su mayoría el grupo de intelectuales que van a
protagonizar la renovación de la escena cultural, artística y literaria del país, a partir de la
década de los treinta y hasta los cincuenta.
Los hechos históricos descritos más arriba coadyuvaron a que los intelectuales
ecuatorianos sumaran capital simbólico, a través de la participación en los debates y
polémicas llevadas a cabo en la prensa de grandes rotativos así como en periódicos
locales, sumado al papel que desempeñaban en partidos políticos, instituciones públicas
educativas y el servicio exterior. Cuando aparece Letras del Ecuador ya había una
trayectoria recorrida por este grupo social, este es el contexto en el que opera el impreso
que fungió como órgano difusor de las políticas institucionales de la Casa de la Cultura,
específicamente de la sección vinculada a la promoción de la literatura y las bellas artes.
Este seriado representa el esfuerzo de los protagonistas de la escena cultural por influir
en la opinión pública, a través de una instrumentalización de los bienes simbólicos en la
búsqueda de una sociedad democrática y con vocación nacional. Las políticas culturales
de la CCE simplificaron la labor de la intelectualidad a la figura de un sujeto
comprometido con la sociedad, en las páginas del impreso se pueden ver los medios y
estrategias que estos utilizaron para lograrlo.
El testimonio que ofrece el impreso está implícito en su contenido, pero también
en la forma a través de la cual fue organizado. Es decir, Letras del Ecuador muestra un
proceso en donde la cultura adquiere una importancia en el entramado de una crisis que
38
repercutió en el ánimo colectivo. Todos los que trabajaron en el impreso, obreros de los
talleres gráficos, así como los administradores, colaboradores permanentes y eventuales,
representan una forma de hacer cultura a tono con el contexto, un sistema de significados
históricamente determinados. De ahí la necesidad de estudiar los números de este
periódico, porque en sus páginas está inscrita una sintaxis que inventarió y organizó la
producción cultural otorgándole una significación que vio en el tropo de la nación un
mecanismo de reparación. El impreso, entonces, vincula una noción de cultura letrada
con la necesidad de reconstruir el imaginario de lo nacional como una respuesta de un
grupo de intelectuales a los desmanes de la guerra con el Perú y el desgaste de los sectores
políticos liberales, estos últimos sustituidos por una concertación política divergente de
la gobernanza anterior y afanados por construir un Estado moderno.
Al trajinar por las páginas de Letras del Ecuador se puede imaginar el ánimo que
imprimió en el público lector tener acceso a un seriado que promovía las manifestaciones
de la cultura como un ejercicio institucional pero, al mismo tiempo, con una vocación por
devolver mediante los signos del arte y la literatura una sustancia nacional. Esta estaría
implícita en la idea de recuperar lo perdido a través de su inscripción en un conjunto de
tradiciones, valores artísticos y estéticos, capaces por sí solos de enmendar el país y
devolverle una noción de comunidad. En el impreso es notoria esta preocupación, por eso
este artefacto cultural no descansó en la tarea de seleccionar, instruir y educar en torno a
la cultura, a fin de proveer desde esa pequeña labor los contornos de la anatomía del nuevo
cuerpo nacional. En este capítulo se analiza el periódico Letras del Ecuador entre los años
1945 y 1960, como un aporte a la historia cultural e intelectual del período. Para ello se
ha dividido el contenido en cuatro acápites que reflejan distintos aspectos a considerar en
el estudio de este seriado cultural, a razón: la materialidad del impreso, la sintaxis del
contenido, el papel de la educación y la Unesco y, por último, la relación del periódico
con la modernización técnica de la cultura.
En el acápite sobre la materialidad del impreso se describen los aspectos técnicos
y operativos que le hicieron posible, así como también los agentes sociales involucrados,
entre los que destacan editores, colaboradores permanentes y temporales, personal
administrativo y obrero de los talleres gráficos, hasta los encargados de la distribución y
venta. En el segundo apartado, se analiza la estructura del contenido y cómo este responde
a un modo de organizar las áreas de la cultura que va de la mano con una noción propia
de los protagonistas y agentes involucrados. En este sentido, el análisis de las portadas,
notas editoriales, así como la selección de algunas secciones, sirven de muestra a la
39
25
Véase Regina Crespo, “Introducción”, en Revistas literarias y culturales: redes intelectuales en
América Latina, coord. Regina Crespo (Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México /
Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe / Dgapa / Ediciones Eón, 2010). Existe una
amplia bibliografía en torno al tema de las revistas culturales, literarias y artísticas en el siglo XX
latinoamericano, a lo largo de la investigación se consultaron algunos textos referenciales: Saul Sosnowski,
ed. La cultura de un siglo. América Latina en sus revistas (Buenos Aires: Alianza Editorial, 1999); el
trabajo coordinado por Jorge Schwartz y Roxana Patiño, Revista Iberoamericana LXX, n.° 208-209 (julio-
diciembre, 2004); Aimer Granados, coord., Las revistas en la historia intelectual de América Latina; Carlos
Altamirano, dir., Historia de los intelectuales en América Latina II; Guillermo Bustos, “Revistas
académicas y escritura de la historia en Ecuador: la contribución del Boletín de la Academia Nacional de
Historia (1918-1920) y Procesos: Revista Ecuatoriana de Historia (1991)”, Anuario Colombiano de
Historia Social y de la Cultura 40, n.°1 (2013): 169-201; Beatriz Sarlo, “Intelectuales y revistas”.
40
vitrina en donde se modeló una noción teórica y de praxis política de la cultura. En las
siguientes páginas se demostrará la manera como esta fuente dictó las coordenadas de un
nuevo mapa nacional y configuró una geografía cultural.26
Letras del Ecuador demostró una trayectoria compleja y variopinta que sirvió de
órgano difusor de la propuesta institucional de la CCE. El valor que tienen sus páginas es
indudable, por ello se hace necesaria una descripción de los criterios usados en el análisis
de la fuente, a fin de exponer el entramado que la circunda. 27 Fueron tres los criterios
utilizados para el reconocimiento y registro integral del archivo, a razón: 1) Dimensión
material: aspectos técnicos; 2) Dimensión material e inmaterial: aspectos de contenido;
por último, 3) Dimensión inmaterial: la geografía humana. Dentro de estos criterios se
encuentran las variables correspondientes a cada uno de los subconjuntos, necesarios en
el reconocimiento material e inmaterial que demanda el estudio de una fuente impresa.28
En este sentido, Letras del Ecuador, periódico de literatura y arte es en sí misma una
fuente importante para una historia cultural e intelectual, porque cubre las características
de un documento en tanto dispositivo cultural articulado en un espacio y tiempo
determinados.
En este acápite se analiza la composición material del seriado, sobre todo en sus
aspectos técnicos. Primero, es importante identificar el lugar físico del repositorio
documental. En este caso se utilizaron archivos digitalizados y en formato CD-ROM, a
través de la gestión del centro de repositorio hemerográfico de la Biblioteca Ecuatoriana
“Aurelio Espinosa Pólit”. Un descriptor de la fuente es el formato, cantidad de páginas y
diseño de la portada. El reconocimiento del tipo de impresión, papel y encuadernación,
también son detalles técnicos descritos. Interesa identificar a las personas que
26
Los términos “geografía cultural” y “sintaxis”, están inspirados en la lectura de un artículo de
Beatriz Sarlo ya citado. El primero se refiere al entramado social en el que circuló el impreso, así como los
espacios que lo hicieron posible, mientras que en el segundo se estudia la sincronización entre el soporte
material y de contenido que mantuvo el impreso.
27
Estos criterios para el análisis de la fuente fueron seleccionados a partir de la lectura de artículos
especializados, entre los cuales se encuentran: Fernanda Beigel, “Las revistas culturales como documentos
de la historia latinoamericana”, Utopía y Praxis Latinoamericana 8, n.° 20 (enero-marzo 2003): 105-15;
Alexandra Pita y María del Carmen Grillo, “Revistas culturales y redes intelectuales: una aproximación
metodológica”, Temas de Nuestra América, n.° 54 (julio-diciembre 2013): 177-94; por último, de las
mismas autoras, “Una propuesta de análisis pare el estudio de revistas culturales”, Revista Latinoamericana
de Metodología de las Ciencias Sociales 5, n.° 1 (junio 2015): 1-30.
28
Alexandra Pita González y María del Carmen Grillo, “Una propuesta de análisis”, 7-24.
41
Nada podía llenar de gozo mi alma como esta oportunidad que vosotros, mis hermanos
obreros de la luz del espíritu, a mí, vuestro camarada poeta, me habéis dado, al
permitirme, en vuestro día de fiesta, deciros mi profunda y apasionada emoción por
vuestro oficio y vuestras máquinas de maravilla, por vuestra historia de trabajo humilde
repleta de heroísmo y sencilla, humana, luminosa, belleza. Vosotros sois los verdaderos
soldados de la civilización y será, en gran parte, gracias a vosotros que algún día la
atormentada especie humana alcanzará la serena tranquilidad de una era de justicia, de
paz y de cultura.30
29
De los ciento diecinueve (119) números estudiados, apenas siete (7) fueron entregados bajo la
nomenclatura quincenal, los otros se encuentran repartidos de la siguiente forma: veintiséis (26) mensual,
treinta y cuatro (34) bimensual, treinta y tres (33) trimestral, diez (10) cuatrimestral, cinco (5)
quinquemestral, tres (3) semestral y, por último, una (1) entrega nonamestral.
30
“La esplendorosa vida de la imprenta”, Letras del Ecuador, septiembre de 1945: 11.
42
31
“Reconocimiento de la Casa de la Cultura”, Letras del Ecuador, agosto-septiembre de 1948: 13.
32
“Incremento de nuestros Talleres Gráficos”, Letras del Ecuador, julio de 1951: 15.
33
“La politización del ‘problema obrero’. Los trabajadores quiteños entre la identidad ‘pueblo’ y
la identidad ‘clase’ (1931-34)”, en Antología del pensamiento crítico ecuatoriano contemporáneo, ed.
Gioconda Herrera (Buenos Aires: Clacso, 2018), 217.
43
Hemos de hacer especial mención, en este rápido recuerdo de la labor de un año, de los
progresos que hemos obtenido en nuestros talleres gráficos. En primer lugar, por la labor
amorosa, inteligente, abnegada que realiza su Director y todos sus colaboradores; como
por el espíritu comprensivo de la Casa y sus organismos directivos, al incrementar
notablemente, en el curso del año anterior, los implementos necesarios para la
presentación pulcra, llena de buen gusto, artística, de libros y revistas. El recuerdo del
gran amigo y competente técnico holandés, Alejandro A. M. Stols, debe ser inolvidable
para todos los de esta Casa.34
Para comenzar, y durante un periodo difícil por los efectos de la guerra mundial en las
importaciones de materiales necesarios para el esfuerzo bélico, la Casa adquirió un
limitado pero modernísimo equipo editorial, en un precio increíblemente bajo para la
34
“Letras tiene ya ocho años”, Letras del Ecuador, marzo-abril de 1953: 4.
35
Véase Casa de la Cultura Ecuatoriana, Huellas que no cesan, 70 años. Casa de la Cultura
Ecuatoriana, 1944-2014 (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2014), 41-3.
44
época. Lo va incrementando año tras año, hasta el punto de poseer actualmente la dotación
más completa de implementos para edición de libros que existe en el país. Mucho falta
por hacer, pero el camino recorrido en tan poco tiempo, con presupuestos tan limitados,
es sin duda apreciable: hoy podemos presentar decorosamente la obra del espíritu en
vehículos dignos, libros, revistas y periódicos.36
36
Casa de la Cultura Ecuatoriana, Trece años de Cultura, 87.
37
Ibíd., 315-18.
38
Ibíd., 298-99.
39
Véase: “La obra editorial en 1953”, Letras del Ecuador, septiembre-diciembre de 1953: 4-5.
40
Ibíd., 105.
45
Nada demuestra tan claramente el significado de la Casa para la vida cultural del país que
su departamento de publicaciones. Es el más grande de su especie en todo el Ecuador y
ocupa el subterráneo del edificio, donde diez máquinas y veinte hombres y mujeres
trabajan constantemente. También hay máquinas plegadoras y encuadernadoras, y una
sección de fotograbado. Allí se imprimen las propias ediciones de la Casa y cinco revistas,
así como el Boletín mensual de su radioemisora. Las sociedades culturales, las escuelas,
los grupos teatrales particulares, los artistas e intelectuales dan por descontado que sus
revistas, programas y prospectos deben imprimirse ahí. La Casa proporciona el papel, el
cartón y en algunos casos llega a costear las ilustraciones.41
41
“La Casa de la Cultura Ecuatoriana”, Letras del Ecuador, abril-junio de 1954: 18.
46
La Casa sabía que uno de los aspectos más importantes de la obra que estaba llamada a
realizar, era el de la difusión editorial. Año tras año, se preocupó de incrementar los
talleres. La edición de libros era más frecuente —las necesidades del país exigían más
libros, más autores, nuevos géneros— y “Letras del Ecuador” había ganado, con increíble
42
Ibíd., 49.
43
Casa de la Cultura Ecuatoriana, Huellas que no cesan, 21.
47
rapidez, gran prestigio en los círculos culturales del exterior. Se fue aumentando el tiraje
de las revistas especializadas. En verdad, a la fecha, los talleres gráficos de la Casa de la
Cultura Ecuatoriana constituyen una de las más sólidas columnas en que se afirma su
labor.44
44
“Los talleres de Letras del Ecuador”, Letras del Ecuador, 1 de abril de 1954: 49.
48
Humberto Barros en Ancón, Miguel Mora en Bahía de Caráquez, Julio Quiroz en Alausí,
además de los núcleos provinciales en Cuenca y Loja. Esta información es la evidencia
de las intenciones por articular lo que se hacía en las principales ciudades del Ecuador,
Quito y Guayaquil, con las actividades de las otras ciudades más pequeñas del interior
provincial. Además, destaca la necesidad de promover la integración geográfica por
medio del ejercicio simbólico de distribuir un impreso que da cuenta de la actividad
cultural con énfasis en lo nacional. El mecanismo de distribución podría parecer muy
simple si se compara con períodos más cercanos, pero a mediados de los años cuarenta
las distancias geográficas entre las distintas provincias de Ecuador eran significativas, de
ahí la importancia de alternar la distribución entre los núcleos provinciales de la Casa de
la Cultura, así como librerías de capital privado e incluso algunos miembros de la escena
cultural.
Las discontinuidades sufridas por el impreso manifiestan las dificultades que la
institucionalidad cultural mantuvo durante estos quince años, en donde los cambios
sociales y políticos repercutían en el funcionamiento administrativo. La continuidad
organizativa y jerárquica se mantuvo estable en la CCE, pero no así en la relación con el
Estado y los presidentes constitucionales, esto trajo consecuencias que se vieron
reflejadas en el aspecto financiero del periódico de literatura y arte. La CCE mantuvo en
la presidencia a Benjamín Carrión desde 1944 hasta 1948, etapa en la que Pío Jaramillo
Alvarado (1884-1968) fungía como vicepresidente y Humberto Mata Martínez (1907-
1966) como secretario general; Carrión volvería a asumir la presidencia de 1950 a 1957.
En 1948 y hasta 1950, asume Jaramillo Alvarado, mientras que Mata Martínez conservó
el mismo cargo hasta 1957. Por último, Julio Endara (1898-1969) estaría a cargo de la
institución desde 1957 hasta 1961, junto a Luis Bossano Paredes (1905-1997) como
vicepresidente y Enrique Garcés (1906-1976) de secretario general, respectivamente. La
renovación de cargos se hacía a través del voto de los miembros de las distintas secciones
que componían la CCE. La institución estaba organizada a través de reglamentos internos
asociados al Ministerio de Educación Pública, con asignaciones presupuestarias del
gobierno central y con capacidad para operar de forma autónoma.
En cuanto a los directivos, comités editoriales y administrativos del impreso, estos
fueron cambiando en el transcurso del tiempo. Por ejemplo, en el inicio Benjamín Carrión
figuraba como director, Humberto Mata Martínez en calidad de secretario de redacción y
Diógenes Paredes (1910-1968) de director artístico, la Redacción estaba a cargo de
Leopoldo Benítez Vinueza (1905-1996), Pedro Jorge Vera (1914-1999), Enrique Gil
49
El contenido de una revista o periódico cultural revela al lector las pautas bajo las
cuales fueron considerados los temas, el porqué de su selección y acotamiento. A través
de la identificación de los lindes establecidos por la redacción del medio, es posible
51
afectase el conjunto de tradiciones que hacían posible una cultura de raigambre nacional,
pero también democrática y popular, de acuerdo con los lineamientos del nuevo orden
mundial de la segunda postguerra. La solución estuvo en la alianza tácita entre escritores
e intelectuales, productores culturales y artísticos, circunscritos a una institución de
carácter público y auspiciada por el Estado como la garantía para hacer realidad el
reconocimiento de un campo cultural, un avance importante de las especializaciones de
los campos de saber. Es así como profesores, críticos literarios, literatos, artistas plásticos,
cultores y políticos, pero también funcionarios administrativos, obreros a cargo del
aparato técnico y artesanos coincidieron en la Casa de la Cultura y adaptaron sus
requerimientos de base en aras de un proyecto de nación reconstruido, desde el plano de
las artes y la literatura.
De acuerdo con lo arriba descrito, cabría preguntar: ¿Cómo fue construido ese
discurso de nación? ¿A través de qué recursos simbólicos se buscó ajustar los
presupuestos ideológicos de una cultura abierta a los principios de la democracia
contemporánea? ¿Qué fue seleccionado y acotado, pero también qué elementos quedaron
por fuera o simplemente fueron absorbidos por la nueva maquinaria cultural? ¿Cuáles
fueron las áreas en las que se hizo más énfasis? Estos cuestionamientos orientaron el
análisis del impreso y, al mismo tiempo, contribuyeron a la detección de las
predilecciones editoriales que hicieron de la cultura un recurso con fines institucionales,
desde las cuales se formuló una visión patrimonialista, museística y de valor de
intercambio, mediante la producción de las mercancías-libro, mercancías-cuadro,
mercancías-escultura y mercancías-artesanía, entre otras. De esta manera, el reto que
implicó el circuito de producción material y simbólica identificado en Letras del Ecuador
tiene una síntesis en las áreas culturales mayormente favorecidas en sus páginas, a razón:
literatura y artes plásticas.
A través de los títulos y subtítulos, así como de los índices, se puede delimitar
algunos ejes que se repiten durante el período. Uno de los temas recurrentes es la
teorización sobre el papel de la cultura como agenciamiento de lo nacional, a través de la
selección de figuras tutoriales del pasado y la articulación de estos con la identificación
de valores universales. De esta manera, los nombres de Francisco de Santa Cruz y Espejo
(1747-1795), personaje que participó de forma activa en la dinámica social del Quito
colonial, Pedro Vicente Maldonado (1704-1748), científico que formó parte de la misión
geodésica francesa, Vicente Rocafuerte (1783-1847), segundo presidente de la recién
conformada república y José Joaquín de Olmedo (1780-1847), letrado de poesía épica,
53
encabezan el repertorio inicial al que luego se irán sumando otros. Juan Montalvo (1832-
1889), polemista y ensayista, continúa la lista junto a Pedro Moncayo (1804-1888),
destacado por su labor política y adscripción liberal y Federico González Suárez (1844-
1917), eclesiástico e historiador. Todos ellos fueron identificados como ejemplos que
ilustraban el imaginario de lo nacional, producto de procesos de transformación social
desde los estertores de la Real Audiencia de Quito hasta la fundación de la república y
sus avatares decimonónicos. Los personajes resaltados son varones y civiles, además con
la característica de haber realizado aportes a la cultura desde distintas esferas de
producción en las ciencias, literatura, historia, jurisprudencia y periodismo.
Los artículos que mencionan a los hombres representativos de la nacionalidad
ecuatoriana muestran la manera como fue construida una noción teórica de lo cultural,
una instrumentación pedagógica y cívica, parte de la estrategia implementada por los
colaboradores permanentes. La idea de producir significados consustanciales a la
identidad tuvo entre sus principales recursos una selección acotada de personajes
históricos que, desde la perspectiva de los autores, atestiguan una noción esencialista de
lo nacional, de acuerdo con los nombres mencionados más arriba. En ese repertorio de
figuras se describe el perfil de la identidad ecuatoriana, o se desarrolla una representación
idealizada de la ciudadanía. Los personajes que ameritan este tipo de interés sobresalen
por su inteligencia, aportes significativos a la cultura en distintas áreas de acción humana
y, a la vez, por los obstáculos que muchas veces debieron sortear. El estilo para referenciar
a estos protagonistas del imaginario nacional destaca por lo emotivo que los exalta, hasta
configurar una suerte de visión mítica que deja en un segundo plano la comprensión del
entorno que les tocó en suerte, potenciando así un desprendimiento de lo social para dar
mayor peso a las acciones individuales. De acuerdo con lo anterior, se puede identificar
el siguiente ejemplo:
Nuestra patria quiere, sin daño para nadie, construir su presente y asegurar sus rutas del
futuro. Ansía ser una parcela de América donde se puedan cultivar, las plantas humanas
de la civilización y de la libertad con justicia. Para ello, ha de afianzar sus pies en el
pasado heroico y culto, que le construyeron sus antepasados. Y han de ser guiadoras las
sombras de Espejo y de Montalvo, hombres de cultura y libertad. Y las sombras de
Olmedo y Rocafuerte, hombres de cultura y libertad.
Y en su presente, ha de seguir elaborando —una cultura libre, sin dogmas ni limitaciones
del espíritu. Para tener justicia y pan, espíritu y riqueza.45
45
Jorge Carrera Andrade, “La verdad de la patria”, Letras del Ecuador, agosto-octubre de 1951:
1. De hecho, el poeta publicó Galería de Místicos y de Insurgentes en 1959, esta obra fue el resultado de la
54
La vida ecuatoriana debe aspirar a dignificarse, por medio del arte y de la cultura. El
hombre de nuestro país debe rodearse de todo aquello que necesita su espíritu. Pero, para
que esto sea posible, es menester, ante todo, afirmar la personalidad nacional. Todo lo
ecuatoriano debe ser motivo de nuestro amor y de nuestro estudio. Y, también, de
aplicación laboriosa para su perfeccionamiento. Pintura, música, poesía, formas sociales
y políticas propias: éstas tienen que ser las finalidades de nuestro esfuerzo. No se trata de
resucitar el nacionalismo, de corta raíz y de visión reducida. Este es más bien, un nuevo
nacionalismo que aspira a tener como centro el corazón de nuestra Patria y como ámbito
el gran horizonte del mundo.46
sesión “Exaltación de la ecuatorianidad” que este redactó en 1951, cuando ejerció la dirección del impreso.
Véase Galería de místicos y de insurgentes. La vida intelectual del Ecuador durante cuatro siglos (1555-
1955) (Quito: Alcaldía Metropolitana / Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural, 2008).
46
Jorge Carrera Andrade, “Exaltación de la ecuatorianidad”, Letras del Ecuador, septiembre-
octubre de 1950: 1.
47
Véase Benjamín Carrión, “Misión de la cultura”, Letras del Ecuador, 1 de abril de 1945: 1. Este
constituye el artículo que encabeza la portada del primer número. Desde ese instante ya se expresa la
finalidad que va a tener el impreso y la apuesta de su fundador para hacer del mismo un vínculo estrecho
con la producción de la cultura, al mismo tiempo que los esbozos de una teoría de la nación, muy a tono
con las ideas expresadas en Cartas al Ecuador. Al respecto, se recomienda la lectura de Benjamín Carrión,
Cartas y Nuevas Cartas al Ecuador (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012).
48
Benjamín Carrión, “Un año de labores”, Letras del Ecuador, abril de 1946: 1 y 22. En torno al
enfoque adoptado por Carrión para el potencial de la cultura como herramienta de desarrollo se encuentra
Plan del Ecuador, texto publicado originalmente en 1977 por la CCE y en donde el autor condensa los
esfuerzos por construir una “teoría de la pequeña gran nación”. Véase Benjamín Carrión, Plan del Ecuador
(Quito: Ministerio de Educación del Ecuador: 2010).
55
nacional que luego se hizo extensible a muchas de las publicaciones y autores que
formaban parte del impreso. Como afirma Carrión en la celebración de los diez años de
la CCE:
49
“Diez años ya”, Letras del Ecuador, enero-marzo de 1954: 1. También para el seguimiento de
esta teoría véase el texto ya citado, Trece años de Cultura.
56
Francia clarifica, ilumina, humaniza y, sobre todo, da alas a todas las ideas, concepciones,
ritmos y cánones que, desde todas partes, llegan hasta ella. Cuan las más extremas
ideologías, las más opuestas nociones, confluyen en su capital deslumbradora, París; el
aire de Francia las pasa por el tamiz delgado de su poder de clarificación, comunicándoles
la suave humanidad de su sonrisa, la aguda penetración de su poder expresivo, y ese no
sé qué de cordial, que hace comprensibles las expresiones más opuestas del pensamiento
y la sensibilidad.50
50
“Francia: plaza pública del mundo”, Letras del Ecuador, agosto de 1945: 2.
57
En un país de una alta tradición centralista, el Ministerio tuvo como objetivo el lograr una
confluencia del espacio artístico y literario francés con una política de divulgación
cultural, potenciando los equipamientos culturales. El imperativo del momento fue el
fortalecimiento del imaginario nacional francés mediante la invención de una política
cultural como un punto de convergencia y coherencia, entre las representaciones que se
atribuye el Estado sobre el arte y el mundo cultural, ante la sociedad junto a una acción
pública sistemática. Todo esto suponía delimitar instituciones y campos de intervención
específicos con la inercia de los mecanismos de legitimación del campo cultural.52
51
Véase Anne-Claudine Morel, “Las ‘políticas culturales’ en la Casa de la Cultura Ecuatoriana
entre 1945 y 1957: desavenencia o armonía entre Benjamín Carrión y Pío Jaramillo Alvarado”, Ecuador
Debate, n.° 81 (diciembre 2010): 75-92.
52
“Las cambiantes concepciones de las políticas culturales”, Ecuador Debate, n.° 81 (diciembre
2010): 45.
53
Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador, Anuario del personal del servicio exterior
ecuatoriano (Quito: Talleres Gráficos Nacionales, 1946), 41.
54
Véase Hernán Ibarra, “Las cambiantes concepciones”, 46.
58
principal del presente estudio, vale la pena mencionar la importancia manifestada por la
CCE para la promoción de artistas y productores de la pintura y escultura nacionales. En
las páginas se observan las acciones emprendidas por la institución, a fin de hacer de
ambas un parangón con otras latitudes del continente. Para ello fueron conformados
espacios ad hoc, tales como el Salón Nacional de Artes Plásticas y el Museo de Arte
Colonial.55 También se creó un premio que sirvió de incentivo a las artes plásticas y la
escultura, esto brindó la oportunidad a nuevas figuras que más tarde serían reconocidas
como referentes contemporáneos, sumado al sistema de becas y apoyo financiero para
viajes al exterior. Esta instancia de consagración dio el espaldarazo a artistas de la talla
de Diógenes Paredes (1910-1968), Jaime Andrade (1925-1989), Oswaldo Guayasamín
(1919-1999), Alberto Coloma Silva (1898-1976), Pedro León (1894-1956), Luis
Moscoso (1913-?), José Enrique Guerrero (1905-1986) y Bolívar Mena Franco (1910-?),
entre otros.56
Las artes plásticas, junto con la literatura, delinearon los contornos a través de los
cuales se habría paso una noción de cultura de tipo nacional. Ambos procesos de
producción artística y literaria sirvieron de impulso a la renovación cultural, operada
desde las instancias de la CCE y mostradas a través de las páginas de Letras del Ecuador.
La pintura ecuatoriana ya contaba con algunos espacios en la capital —la Exposición
“Mariano Aguilera” y la Galería “Caspicara”—, así como en la ciudad de Guayaquil —
la Sociedad para las Bellas Artes Allere Flammam—, pero hasta 1944 el país no poseía
una institución con cobertura nacional que manifestara un interés sistemático por
incorporar a las artes plásticas modernas dentro del circuito de producción cultural:
55
Véase Anexo 2: Algunas entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960), en torno a
las artes plásticas latinoamericanas y ecuatorianas.
56
Véase Casa de la Cultura Ecuatoriana, Huellas que no cesan, 33.
59
La pintura moderna ecuatoriana potenció otro imaginario que hasta entonces había
sido monopolizado por el arte religioso, proveniente de otro tiempo histórico y en el que
ya no cabía la posibilidad de la invención ni de la creatividad contemporáneas. Es así
como en la expresión plástica aparecen retratados y representados los indígenas de la
sierra, con sus atavíos y tradiciones rurales, pero también la opresión y la desigualdad que
padecían. Todo estas temáticas, a pesar de mostrar una realidad mediante técnicas
pictóricas de producción muchas veces vanguardistas y disruptivas, se empeñaban en
volver sobre los males sociales a fin de identificar el origen histórico que contribuía a
perdurarlos. Se podría decir que la feliz conjugación entre técnica y representación de los
sujetos al margen de la sociedad, hizo de las artes plásticas de dicho contexto un momento
disruptivo en el arte nacional ecuatoriano: “Lo que le distingue como una de las
manifestaciones más importantes y significativas de la plástica latinoamericana, es su
integración como equipo, el espíritu unitario de que está animada, al aire de familia
común y permanente que le hace reconocible, viviente y actual.”58
La articulación entre pintura y literatura, como parte de dos de las áreas más
publicitadas y también en las que se generó un movimiento de producción nunca visto en
la historia del país hasta ese momento, produjo un entusiasmo entre los actores de la
escena cultural y artística ratificado mediante prácticas gestionadas en salones de
exposición, concursos, premiaciones, conferencias de invitados nacionales y extranjeros
especialistas, la difusión en las páginas del impreso y el aporte de la crítica. Lo anterior
resultan indicios claros de una modernización de la cultura que asumía en la
especialización, capacidad organizativa e institucional, aporte directo del Estado para la
obtención de financiamiento asignado por la vía del presupuesto público y construcción
de infraestructura con representación a nivel nacional, un cambio cuantitativo y
cualitativo, en torno a la manera como hasta ese entonces se administraban los bienes
simbólicos de la nación.
Estos procesos culturales ya tenían un antecedente inmediato en los ideales
románticos que narraban los acontecimientos en clave epopéyica, donde los héroes y
57
Edmundo Ribadeneira, “La moderna pintura ecuatoriana”, en Trece años de cultura nacional.
Ensayos, agosto 1944-1957, Casa de la Cultura Ecuatoriana (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1957),
104-5.
58
Ibíd., 112.
60
mártires de la independencia, así como las celebraciones con fuerte acento monumental
—la conmemoración del primer centenario es el ejemplo más representativo de esta
gestión cultural, inspiradas en la idea de una nación al estilo decimonónico—, hicieron
de la cultura un recurso por antonomasia para elaborar estructuras de sentimiento basadas
en la noción de una comunidad nacional.59 El antecedente descrito pretende destacar la
enorme significación que tanto las artes plásticas como la literatura tuvieron en Ecuador,
a partir de la década de los veinte y hasta mediados de los años cincuenta del siglo pasado.
Es decir, esto posiciona a Letras del Ecuador como un documento importantísimo en el
registro sistemático y pormenorizado del proceso que hizo posible la construcción de una
identidad nacional reinscrita desde la gestión de unas políticas culturales al servicio del
Estado.
Para promocionar las artes plásticas, la CCE diseñó la estrategia de las
exposiciones en los salones nacionales de bellas artes. Estas consistían en exhibir las
producciones plásticas y escultóricas de los artistas más destacados del país, a través del
incentivo de un premio en metálico y el uso de las plataformas institucionales para
promoverlos. De hecho, el Salón Nacional de Bellas Artes sirvió para dar el espaldarazo
a muchos de los artistas que hoy conforman el repertorio oficial de las artes plásticas
ecuatorianas. Desde 1945 hasta 1953, el periódico registra seis salones de bellas artes
celebrados que lograron influir en el campo, ciertamente con un renovado aire técnico y
temático, pero también como resultado de una cooperación con una instancia oficial; es
decir, el desarrollo de este proceso fue junto con, no al margen o a pesar de, la
institucionalización de la cultura:
59
Véase Guillermo Bustos, El culto a la nación. Escritura de la historia y rituales de la memoria
en Ecuador, 1870-1950 (Quito: Fondo de Cultura Económica / Universidad Andina Simón Bolívar, 2017).
60
“La plástica ecuatoriana a través de las exposiciones en el Salón Nacional de Bellas Artes”, en
Trece años de cultura nacional. Ensayos, 227.
61
En rigor, hasta cabe preguntarse en qué grado existe, como profundidad cultural, ese “sí
mismo”. Pues es verdad —y en ello vemos un paso decisivo— que la pintura de este siglo
[XX] comienza a buscar al hombre ecuatoriano y lo integra al arte en alguna medida; pero
no es menos cierto que esa integración es tan sólo temática: esta pintura refleja una
circunstancia, una situación, mas no una dimensión subjetiva.62
Otra forma en la que los artistas plásticos participaban del impreso era a través de
la colaboración gráfica. Mediante estampas, diversos dibujos, retratos, viñetas y
xilografías se logró ilustrar el periódico, así como las ediciones de las obras literarias.
También eran reproducidas imágenes de producciones pictóricas, murales y esculturas
que enriquecían visualmente las páginas, al mismo tiempo que se promocionaban las
principales obras de temática social e indigenista de la anterior y nuevas generaciones.
Aparte de los arriba mencionados, también aparecen obras de los artistas Eduardo
Kingman (1913-1997), Carlos Rodríguez (1913-1993), Galo Galecio (1906-1993),
Segundo Espinel (1911-1996), y esculturas de César Bravomalo (s/d) y Jaime Andrade,
por mencionar a la mayoría de ellos. Algunos de estos fungieron también como directores
del Museo de Arte Colonial, sobre esta área destacaban las figuras de críticos como el
padre José María Vargas (1902-1988), Humberto Vacas Gómez (1911-2000) y Antonio
Jaén Morente (1879-1964), este último de origen español que se encontraba en el exilio.
La ornamentación utilizada coadyuvó a revestir al impreso de un estilo propio, lo cual ya
61
Ibíd., 250-1.
62
Entre la ira y la esperanza, 83.
62
es una ventaja sobre los impresos similares que circulaban en las principales ciudades.
Aparte de los recursos gráficos mencionados, también el impreso acompañaba sus
artículos, noticias, ensayos y secciones con imágenes fotográficas que registraban la
actividad institucional con sus principales colaboradores nacionales y extranjeros,
sumado a los eventos protocolares, la muestra detallada de piezas artísticas —retablos,
esculturas, altares, pinturas, murales, etc.— y paisajes de la geografía nacional.
A pesar de la importancia atribuida a las artes plásticas desde el impreso, estas
sólo contaron con una sección efímera titulada “Nueva pintura ecuatoriana”. En dicha
sección resalta el impulso que la CCE le dio a esta área de la cultura, así como las distintas
estrategias implementadas para dar a conocer las obras de los artistas premiados, tanto a
nivel nacional como internacional. La labor de promoción y difusión de esta área
contribuyó en parte a la consolidación de muchos artistas nacionales que, hasta el día de
hoy, constituyen un corolario de las acciones llevadas a cabo por esta institución y
publicitadas desde las páginas del periódico. El objetivo era hacer de las expresiones
plásticas una construcción patrimonial de la cultura ecuatoriana, la cual contó con
infraestructura e instancias de consagración, sumado al patrocinio y financiamiento de
giras internacionales en las que participaban pintores y escultores. La sección de igual
forma fue intermitente, a veces aparecía con otros nombres, como en el décimo y
undécimo año, pero lo que destacaba era el interés por informar en torno a las actividades
de las artes plásticas nacionales y, en algunas ocasiones, latinoamericanas.
En Letras del Ecuador también se hizo un recuento de la producción literaria en
los géneros de cuento y novela. Esta área de producción cultural se desarrolló a través de
distintas estrategias, entre las cuales se puede identificar la selección de autores
considerados relevantes para la configuración de un canon de literatura nacional, es decir,
selección de capítulos de novelas o de cuentos en versión entera. Otra forma era mediante
la crítica literaria, bajo la responsabilidad de intelectuales que gozaban de prestigio en la
esfera pública y las instituciones culturales. La mayoría de los autores referenciados en el
impreso ya eran conocidos en el repertorio literario contemporáneo, aunque esto último
no constituyó óbice para brindar apoyo a escritores noveles. Algunos de los escritores
ecuatorianos vieron en el periódico una oportunidad para iniciar en el oficio, muchas
veces combinado con el trabajo de redacción y también en la exploración del ensayo, la
crítica y la poesía. Sin embargo, la literatura estuvo dentro de las producciones culturales
a las que el impreso brindó mayor atención.
63
La novela ecuatoriana, tan discutida y tan de primer plano continental, reconoce aquí su
manantial ontogénico. Nace aquí, aquí mismo, bajo esta frente riscosa y severa, cruzada
por un látigo de fulgor espiritual. La primera novela ecuatoriana —no el poema
novelado—; la primera estructura relatística con forma, volumen, masa y peso propios;
la primera concreción del hecho humano-social del Ecuador, sin truculencias
cinematográficas tan frecuentes ni abuso de “la denuncia”; la primera criatura escrituraria
que abandona la alegoría —Cumandá— y se alza sobre, los pies firmes de la biología, la
geografía y la sociología ecuatorianos; la primera forma del relato con intención y
levadura bastantes, —sin atenuado, sin tíosvivos editoriales, sin parancia [sic] ingenua,
sin literatura horrenda, sin blasfemia, sin arrebato falso, sin reclutamiento engorroso de
personajes, masas y ambiente atiborrados.64
63
Véase Augusto Arias, “Cumandá”, Letras del Ecuador, febrero de 1941: 1. Esta novela
decimonónica exalta el paisaje ecuatoriano y lo asemeja al carácter y composición socio-étnica del país.
64
César Andrade y Cordero, “Luis A. Martínez o la voluntad de hacer”, Letras del Ecuador, 15 de
septiembre de 1945: 3.
64
desgaste del liberalismo y el desafío de los nuevos actores políticos por responder a un
cambio y adaptación a los patrones desarrollistas y de funcionamiento democrático de la
segunda postguerra. Letras del Ecuador estuvo configurada como una estrategia de
comunicación oficial, ante la imperiosa necesidad de los gestores de la CCE por hacer de
la cultura un recurso útil, al servicio de la reparación del Estado.
El impreso sirvió muchas veces de antesala para la crítica favorable y la
promoción literaria de las viejas y nuevas generaciones de escritores, aunque esto no
implica que haya sido amplio y equitativo. Tribuna para el desarrollo de la crítica literaria
en Ecuador, la selección y juicios a favor de una literatura nacional se notaba en el tono
entusiasta con el que los fragmentos de los cuentos y novelas eran reproducidos en el
impreso. Este tipo de crítica se puede observar en La nueva novela ecuatoriana (1948) de
Ángel F. Rojas y El nuevo relato ecuatoriano (1951) de Benjamín Carrión, ambos textos
que dan cuenta del estilo y tono de la crítica utilizado durante el período. Lo anterior se
evidencia con esta afirmación que realiza este último, en un artículo sobre la novela Plata
y bronce (1927) de Fernando Chaves, considerada uno de los primeras obras literarias de
corte indigenista:
Hora noble de esta atardecida literaria, en la que nos hemos sentado a la orilla de la vida
a rememorar y hacer examen de conciencia. Fallas grandes, deficiencias indudables,
titubeos de técnica, euforia joven conductora hacia el exceso. Sí, no hay duda. El balance
es favorable, porque hay obra, ardiente y máscula, pero al mismo tiempo buscadora —y
halladora— de caminos. Porque significó un despertar y una liberación. Porque, unas
veces en forma de cartel, otras en ejercicio principalmente literario, los nuevos escritores
sirvieron un deber de justicia, sirven aún obligaciones de justicia, de las que no puede
evadirse el escritor a pretexto de arte puro, inhumano o deshumanizado.65
65
“A los 25 años de Plata y bronce”, Letras del Ecuador, enero-febrero de 1953: 1.
65
impreso consideraron como identidad nacional. Una literatura que hacía énfasis en la
representación de los sujetos subalternos, dentro de una dinámica urbana que refleja la
desigualdad y exclusión por razones socio-étnicas complejas. Como menciona Carrión,
en torno a la narrativa de una las figuras más relevantes de este tipo de narrativa con fuerte
acento social:
José de la Cuadra en sus relatos, no se propuso probar nada. Por eso, muchos de los
reparos hechos a su promoción, no le tocan a él. Y sin embargo, su obra rezuma una gran
simpatía por la clase campesina a la que pertenecen los héroes de sus cuentos. Es una
revelación del abandono en que viven, de la explotación que los agobia, de la desnutrición
que los consume, haciendo de ellos víctimas fáciles de la tuberculosis, del paludismo, de
las enfermedades parasitarias.66
Sensible al mundo y a las formas de vida de las clases sociales más pobres; se desea veraz
y de carácter expositivo, en diálogo con un proyecto político de nación que busca justicia
66
“La novela montuvia: José de la Cuadra”, Letras del Ecuador, abril-agosto de 1950: 1.
66
67
Fuga hacia dentro. La novela ecuatoriana en el siglo XX: filiaciones y memoria de la crítica
literaria (Buenos Aires: Corregidor / Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2017), 143.
67
68
Véase Anne-Claudine Morel, “Las ‘políticas culturales’ en la Casa de la Cultura Ecuatoriana”,
79-80.
68
3. La educación y la Unesco
Una sesión importante, por la articulación con la propuesta cultural del impreso,
es la de “La obra en marcha de la Unesco”. Por ello su análisis requiere de un acápite en
el que se profundice su significado en el marco de un proceso de redefinición de la
educación, la cultura y la ciencia, llevado a cabo en Ecuador a través de la Casa de la
Cultura. Por ser el órgano divulgativo de las acciones ejecutadas por la CCE, en el ámbito
cultural y artístico específicamente, este impreso sirve para reconstruir las prácticas
institucionales que favorecieron la gestión de los editores, junto al aparato publicista
ejecutado para resaltar sus labores. En estos aspectos recreados en las páginas del
periódico está el material empírico, con el cual se logra establecer relaciones con otras
prácticas y dinámicas del contexto histórico estudiado. Es así como se identificó una
conexión entre el modelo de gestión cultural desarrollado por la CCE y la propuesta de la
Unesco.69 La articulación entre ambas instancias queda patente a través de una sección
efímera, titulada “La obra en marcha de la Unesco” que comienza en 1947 y se registra
una última entrada en 1952. También es relevante el hecho de que los talleres gráficos de
la CCE contaron con la asesoría y capacitación técnica de Alexander M. Stols, funcionario
69
Véase Anexo 1: Entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960), en torno a la Unesco.
69
al servicio de la Unesco que brindó apoyo al oficio editorial e influyó en el estilo ejecutado
por el personal obrero en la elaboración de los libros.
En esta organización para la educación, la ciencia y la cultura adscrita a las
Naciones Unidas, fue fundamental el papel de Benjamín Carrión, así como de Jorge
Carrera Andrade. Ciertamente, en la Segunda Conferencia General de la Unesco,
celebrada en México en noviembre de 1947, Carrión participó como delegado de Ecuador
y desde ese momento obtuvo un nombramiento en calidad de consejero. Luego, el 10 de
diciembre de 1948 las Naciones Unidas, en sesión histórica de la Asamblea General,
emite la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A partir de ese momento, la
Unesco incentivó la incorporación de los postulados de dicho documento a los programas
educativos y de promoción de valores democráticos de los países miembro. El servicio
exterior ecuatoriano en Londres, a través de Carrera Andrade, quien ejercía el cargo de
ministro plenipotenciario, se traslada a París en enero de 1949 para sostener un encuentro
con el director general de la organización, Jaime Torres Bodet (1902-1974), a fin de
ratificar la suscripción de Ecuador a esta iniciativa que caracterizó el nuevo orden
mundial. De esta manera, Ecuador se constituyó en el primer país en suscribir la solicitud
de dicho organismo, para ello trabajó estrechamente con los representantes de esta
institución con el objetivo de mejorar el desempeño de la CCE y adaptarla a los
requerimientos y estándares internacionales.
De hecho, Carrera Andrade fue nombrado delegado permanente de la Unesco en
1951, razón por la cual renunció a los cargos detentados en la CCE, incluyendo el de
director del impreso.70 En un primer momento, este ejerció el cargo de delegado
permanente en la Unesco, entre los años 1951 a 1952. Por razones presupuestarias lo
hacía ad honorem, mientras esperaba en París por la asignación de la partida. A partir de
1952 hasta 1960, este fungió como funcionario de la organización e incluso llegó a ejercer
la dirección en español de El Correo de la Unesco. Al respecto, comenta Lara:
Se iniciaban los años en que Jorge Carrera Andrade iba a estar profundamente ligado a
las actividades de la Unesco. En un primer tiempo, como Delegado Permanente del
Ecuador; más tarde como funcionario de dicha Organización. Nueve años de intensa,
monótona labor; pero, le sirvieron para estrechar sus relaciones con varios representantes
de las Letras hispanoamericanas, con personalidades de excepcional valor que residían
en París o de paso por la Capital. Naturalmente, una brillante ocasión en que se
70
Véase A. Darío Lara, Jorge Carrera Andrade: memorias de un testigo (Quito: Casa de la Cultura
Ecuatoriana / Abya-Yala / Santillana S.A. / Conecel S.A., 1998), I: 130-154.
70
multiplicaron sus relaciones con varios escritores franceses y de otros países, varios de
los que escribieron críticas valiosas del poeta ecuatoriano o tradujeron sus obras.71
71
Ibíd., 133-4.
71
las convenciones internacionales que sean necesarias para tal fin; Alentando la
cooperación entre las naciones en todas las ramas de la actividad intelectual y el
intercambio internacional de representantes de la educación, de la ciencia y de la cultura,
así como de publicaciones, obras de arte, material de laboratorio y cualquier
documentación útil al respecto; Facilitando, mediante métodos adecuados de cooperación
internacional, el acceso de todos los pueblos a lo que cada uno de ellos publique.72
Los literales del texto constitucional de la Unesco dejan claro que la cultura sirve
de fomento para la instauración y profundización de los sistemas democráticos en los
países que decidan suscribir el acuerdo de las Naciones Unidas. Esto permitió a la CCE
desarrollar una nueva topología de las políticas culturales y adaptarla a los retos y desafíos
de un nuevo orden mundial. Este cambio instauró una manera de aproximarse al universo
de la cultura desde parámetros más amplios y adaptarlos a una noción patrimonialista.
Dicho inventario de las expresiones artísticas y culturales, de repente adquirió un color
local que contribuyó a edificar un amor patrio configurado bajo una serie de instancias de
consagración, tales como el museo, los premios, los salones de exposición de artes
plásticas y la incorporación de las artes populares y artesanales. Todas ellas participaron
de una celebración de la cultura desde un enfoque institucional-democrático. En Letras
del Ecuador se aprecia ese giro sutil que encarna la CCE como marco referencial de la
cultura y su circuito de producción real en la sociedad que ya se perfilaba dúctil ante los
lineamientos desarrollistas del contexto mundial.
La Unesco ayudó a la CCE a adaptar muchos de sus lineamientos institucionales
al marco del modelo de democracia promovida por la Naciones Unidas. Esto, al mismo
tiempo que modernizaba el discurso y la práctica de la cultura en el país, también adaptaba
la producción cultural y artística a las demandas de la masificación y democratización de
los bienes simbólicos de la nación, dentro de los patrones del mercado del modo de
producción capitalista de la segunda postguerra. El paradigma promovido por la Unesco
trajo consigo una noción universal de la cultura y lo hizo apelando a una circulación de
las ideas a través del libro y también la imagen (cine, fotografía, prensa), la adaptación
de estos recursos a un modelo educativo democrático moderno y una gestión sociocultural
con intervención oficial directa en la construcción de una idea patrimonialista de la
cultura. Si la cultura constituye un bien patrimonial, entonces es factible utilizarla con
fines distributivos a través de la educación. Es decir, una política que fundó un modelo
cultural que apelaba a una idea de conservación, de la mano con otras instituciones y
72
Unesco, “Constitución”, Unesco, accedido 17 de noviembre de 2022, párrs., 9-12,
https://www.unesco.org/es/legal-affairs/constitution.
72
La Unesco tiene para consigo misma el deber de provocar conferencias que preparen a
las Naciones a adoptar las reformas de su sistema de Educación que sean necesarias para
ello. La Unesco preparará a las Naciones, no sólo por medio de una propaganda intensa,
sino con una preparación detallada del futuro régimen de iniciación del niño. Es menester
que éste tome posesión, en definitiva, más ampliamente que antaño, de este vasto mundo
de que se le alentaba en tiempos a no considerar como suyo más que un rincón
reducidísimo.73
[Ecuador] obtuvo que se aprobara una ponencia que tiene la finalidad de preservar la
fauna y la flora de nuestras Islas de Galápagos, en donde Carlos Darwin, hiciera las
observaciones que hubieron de servirle como base para el planteamiento de su conocida
teoría sobre la evolución de las especies; contribuyó, de otro lado, de un modo activo,
para que fuera aprobada la creación de un Seminario latinoamericano para estudios sobre
educación fundamental; consiguió, además, que se recomendara la necesidad de
establecer un registro de técnicos desplazados por la guerra, a fin de que puedan ser
aprovechados por los países que han menester una dirección técnica; insistió y dio mayor
amplitud a la ponencia mediante la que se pretende, en alarde de la más alta justicia,
desterrar de los libros de historia toda aquella garrulería heroica con que sólo se consigue
73
“La obra en marcha de la Unesco”, Letras del Ecuador, agosto-septiembre de 1947: 10.
73
suscitar el egoísmo de los pueblos y crear el clima propicio para nuevos conflictos
armados.74
74
“Benjamín Carrión habla sobre la Conferencia Mundial de la Unesco”, Letras del Ecuador,
noviembre-diciembre de 1947: 15.
75
“La obra en marcha de la Unesco”, Letras del Ecuador, abril de 1948: 6.
74
impulsado por el nuevo orden mundial, surgido al calor de la última contienda bélica.
Doble contienda para el caso ecuatoriano, debido a que venía de una derrota contra el
Perú pero también fue absorbida por el engranaje del modelo impuesto por las potencias
aliadas, vencedoras en la lucha contra el fascismo.
El carácter integrativo que se le adjudicaba a la cultura sirvió de base para la
construcción de prácticas institucionales que albergaron la esperanza de un cambio para
la humanidad, sobre todo después de haber sufrido las consecuencias de la instauración
de proyectos totalitarios con un gran poder de exterminio. Ante el dolor por la amputación
territorial y el quebrantamiento del orden político, social y económico de Ecuador, pero
también del quiebre causado por la Segunda guerra mundial, la cultura era concebida
como un recurso indispensable para corregir los errores del pasado y sanar las heridas
abiertas que dejó a su paso las disputas y disensos fronterizos, el racismo devenido en
genocidio, los delirios megalómanos de líderes emergentes y la carrera armamentística
llevada a cabo entre distintas potencias. El reconocimiento de estos males, así como el
estudio, reflexión y análisis que despertaron, conformaron un clima de interpelación sui
generis, desde la cual distintas voces clamaban por un nuevo humanismo. Lo anterior, es
descrito por Jaime Torres Bodet en un discurso pronunciado el 10 de diciembre de 1948,
al asumir la presidencia de la Unesco:
Este nuevo humanismo postulado por Torres Bodet observa en los procesos
culturales una dimensión polifónica, capaz de reconocer otras áreas de producción otrora
76
“La obra en marcha de la Unesco”, Letras del Ecuador, noviembre-diciembre de 1948: 9.
75
77
“Los problemas educativos de la América Latina”, Letras del Ecuador, junio de 1949: 2.
78
Véase Gonzalo Rubio Orbe, “La obra de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en el aspecto
educativo”, en Trece años de cultura nacional. Ensayos.
76
Con los indios hay que usar varias modalidades por razón del idioma. A los que residen
en medio de gentes de habla castellana, se les enseña en esta lengua, pues en general la
conocen, a su modo. A los que viven en su propio medio quechua, pero saben algo de
español (éstos son los más), se les dan las indicaciones en quechua, pero aprenden a leer
en castellano. Finalmente tenemos preparada una cartilla en quechua, pero nos
empeñamos en enseñar a leer en esta lengua, aunque sea con mayor trabajo y tiempo, en
castellano a todos, incluso a quienes sólo hablan su lengua aborigen. Pues juzgamos que
es menester unificar el lenguaje, para poder hablar con propiedad de un solo pueblo. Fuera
de que tendríamos que crear literatura en esa lengua, pues no la hay.79
79
“Alfabetización y educación de adultos”, en Trece años de cultura nacional. Ensayos, 152.
80
Ibíd., 165.
77
Justamente Letras del Ecuador se articula con esta apuesta por la difusión
educativa y cultural modernas. El diálogo entre la CCE y la Unesco no es una
coincidencia, como ya se ha demostrado a través de las fuentes citadas. El seriado ha sido
clave para comprender la relación de las políticas culturales ecuatorianas y el modelo de
gestión del organismo internacional, dentro de un ajuste de las instituciones del Estado a
los requerimientos y demandas del nuevo orden mundial. Por eso se hizo necesario
desarrollar un acápite aparte, con el objetivo de reconocer el vaso comunicante que hubo
81
C.A. Beeby, “Las misiones educativas de la Unesco”, Letras del Ecuador, febrero de 1949: 2.
82
“La obra en marcha de la Unesco”, Letras del Ecuador, junio-julio de 1947: 11.
78
83
“Décimo aniversario, Casa de la Cultura Ecuatoriana”, Letras del Ecuador, noviembre-
diciembre de 1954: 1.
79
comunidad nacional, con todos sus sesgos de clase, género, etnicidad y región. En todos
estos registros discursivos, el amor patriae ocupó un lugar central.84
84
El culto a la nación, 140-1.
81
El proceso de las políticas culturales que entonces se plantearon guarda relación con el
de las políticas previas, surgidas en el país desde décadas atrás. Pero hay al mismo tiempo
novedades: las nacidas desde 1941 (Instituto Cultural Ecuatoriano y Casa de la Cultura
Ecuatoriana) disputaron por el estatuto de política estatal, lo que les garantizaría recibir
un financiamiento sin precedentes, y condiciones materiales con las que podrían alcanzar
la hegemonía sobre otras propuestas.86
85
“El Ecuador de 1944, como el México de los años veinte, institucionalizó un modelo cultural de
construcción nacional basado en la ideología del mestizaje, y aquí la versión era muy vasconceliana.
Benjamín Carrión leyó, conoció y apoyó al mexicano. No extrañan pues las coincidencias en: a) el
planteamiento retórico del mestizaje como armonía […]; b) el impulso vitalista […]; c) resistencia a la
cultura y al desarrollo invasivo de los sajones del norte (EE. UU.), al mismo tiempo que anhelo de
incorporar sus logros técnicos en la plenitud de la quinta raza; d) hispanofilia […]; e) lo más importante: el
“tropicalismo”, Benjamín Carrión abraza todos estos puntos.”*
*Rodríguez Albán, Cultura y política en Ecuador, 88.
86
Ibíd., 101.
82
La cultura política de la época estuvo marcada por la cuestión social, la que a su vez dio
énfasis a “lo laboral” en su discurso y en su acción. Al contrario, la “cultura en general”,
en especial la narrativa y la pintura, manteniendo “lo social” como su eje, se comprometió
con todos los marginados, con el indio, con el montubio, con el cholo migrante, con el
soldado, con el burócrata de baja categoría, con el artesano, con la mujer humilde. En esta
producción intelectual el obrero moderno ocupó un lugar bastante secundario. De
cualquier manera, el mundo del trabajo, el mundo de los débiles de la relación laboral,
compone el discurso social de la cultura de la época. La preeminencia de este elemento
en el discurso debe haber acontecido por la incidencia que tuvo la conciencia colectiva,
la destacada movilización de aquellos sectores, pero también, la obvia influencia de la
formación ideológica y política de los autores que, en la gran mayoría de los casos, eran
militantes o simpatizantes de los socialismos.88
87
“Las mujeres y la ‘Gloriosa’: mayo de 1944”, en La Gloriosa, ¿revolución que no fue?, ed.
Santiago Cabrera Hanna (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora
Nacional, 2016), 42.
88
Milton Luna Tamayo, “Historia y sociedad: el rol del Estado y de las clases medias”, en Historia
de las literaturas del Ecuador, Volumen V, Período 1925-1960 (primera parte), coord. Jorge Dávila
83
Vázquez (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2007),
42-3.
84
Los liberales veían su lucha como una cruzada por la conquista de la libertad de
pensamiento, considerada como la esencia del hombre y del ciudadano. Era ella la que
hacía iguales a todos, más allá de otras diferencias. De allí que planteara la lucha como la
de la liberación del pueblo oprimido, contra los opresores de su conciencia. La sociedad
entera frente al clero y la oligarquía latifundista tradicional. Visto de este modo, el
problema fundamental de todos los ecuatorianos era el confesionalismo del Estado y el
predominio de la alianza aristocrático clerical.90
89
El periodismo en la dialéctica política ecuatoriana (Quito: Ediciones La Tierra, 2013), II: 77.
90
Historia de la Revolución liberal ecuatoriana, 2.ᵃ ed. (Quito: Corporación Editora Nacional /
Taller de Estudios Históricos, 2002), 348.
85
mantención del ideario educativo liberal. Los colegiales de los planteles oficiales y los de
los normales urbanos y rurales sumaban en conjunto alrededor de 10.000.91
El estado ecuatoriano funciona como ‘institución’ desde 1830 hasta fines del siglo XIX.
Comienza a transformarse en la expresión política de un sistema de dominación social
con rango nacional muy lentamente a partir de los años ochenta. Con la revolución liberal
este proceso se acelera, pero es sólo en la segunda década del siglo XX que se consolida
con la alianza entre las clases dominantes regionales de la sierra y la costa. Entonces
comienza un nuevo período en la vida política del país. 92
Esto demuestra que la sociedad civil se fue configurando bajo la égida de una
organización estatal que veía en la articulación con el Estado una plataforma sólida para
hacer realidad sus demandas y agenciamientos. De esta manera, la educación y
escolarización de la sociedad mediante las reformas profundizadas por el liberalismo en
su primera etapa ya habían socavado los rasgos de una cultura hegemónica, expresión de
clase oligárquica y clerical, por otra de corte laico y civilista; es decir, se había construido
una cultura emergente entre las décadas del veinte y cuarenta. Al respecto, Fernández
Rueda explica:
91
Rosemarie Terán Najas y Guadalupe Soasti, “La educación laica y el proyecto educativo
velasquista en el Ecuador, 1930-1950”, Procesos: revista ecuatoriana de historia, n.° 23 (2006): 46.
92
“El proceso de integración nacional en el Ecuador: el rol del poder central, 1830-1895”, en
Historia y región en el Ecuador: 1830-1930, ed. Juan Maiguashca (Quito: Corporación Editora Nacional /
Flacso-Sede Ecuador / Cerlac, 1994), 414.
86
hombre, la escuela, como hemos visto, debía encaminar sus esfuerzos a la “formación de
una nueva humanidad” evolucionada, regenerada, productiva y activa.93
93
La escuela que redime. Maestros, infancia escolarizada y pedagogía en Ecuador, 1925-1948
(Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2018), 273.
94
Véase Guillermo Bustos, “Quito en la transición: actores colectivos e identidades culturales
urbanas (1920- 1950)”, en Quito a través de la historia (Quito: Dirección de Planificación I. Municipio de
Quito / Consejería de Obras Públicas y Transporte / Junta de Andalucía / Ministerio de Asuntos Exteriores
de España, 1992), 173.
87
La urbanización, por lo tanto, hizo aparecer nuevos y graves problemas en las ciudades
en proceso de expansión: tugurización y hacinamiento de los nuevos —y antiguos—
ocupantes, desproporcionada extensión espacial, con relación a los presupuestos
públicos; y, en el vértice de la pirámide, una desenfrenada especulación de la tierra
urbana, especialmente en Guayaquil y Quito; la primera, importante centro de actividad
comercial (e industrial) y la segunda, eje de las actividades político-administrativas,
fueron las primeras ciudades del país en enfrentar el problema, superficialmente atribuido
a veces a desajustes de la producción, es decir, a un desarrollo desequilibrado entre
producción urbana y rural.96
También, las disputas étnicas se sumaban a las de clase, todo esto confluyó en un
escenario propicio para la rearticulación de las representaciones culturales, sus
95
Ibíd., 175.
96
“Dos décadas de la producción, comercio exterior y reordenamiento del espacio”, en El Ecuador
de la postguerra. Estudios en homenaje a Guillermo Pérez Chiriboga, Banco Central del Ecuador (Quito:
Banco Central del Ecuador, 1992), I: 99.
88
diarios circulaban junto a Letras del Ecuador, pero ninguno de ellos se mantuvo en el
tiempo.
En cuanto a las revistas políticas en donde participaron intelectuales adscritos a la
CCE se encuentra La Calle, publicación política y de periodismo de opinión fundada en
1957 por Alejandro Carrión y Pedro Jorge Vera; luego, este último se deslinda de la
dirección de esta publicación para fundar Mañana en 1960, de corte de izquierda y más
militante.97 En La Calle también participó Benjamín Carrión con sus célebres Nuevas
Cartas al Ecuador. En 1957 se funda la revista Vistazo, en donde participaron Jaramillo
Alvarado y el diseñador gráfico y publicista, Segundo Espinel, esta revista se caracterizó
por la calidad en la impresión y por la inclinación hacia temas culturales y geográficos de
Ecuador.
Los intelectuales con mayor trayectoria periodística durante este período fueron
Jaramillo Alvarado, Barrera, Arias, Chaves Granja, Benjamín y Alejandro Carrión,
Garcés y Raúl Andrade. Es importante destacar la relación que todos estos tenían con el
entramado institucional de la cultura y la educación, muchos de ellos tuvieron cargos y
administraciones no sólo en la mencionada CCE, sino también ejercían simultáneamente
cátedras en el Colegio Mejía y en la Universidad Central del Ecuador (UCE), así como
en otros espacios educativos e institucionales. Este breve recuento de la intensa actividad
periodística en la que participaron los intelectuales y escritores del periodo, demuestra el
rol que esta práctica había consolidado y cómo ya existía un público lector que consumía
estos bienes impresos. Al respecto, Albuja Galindo menciona:
97
Véase Hernán Ibarra, “La Calle y Mañana: las trayectorias divergentes de dos revistas políticas
ecuatorianas”, Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y del Caribe 92 (abril 2012): 59-76.
98
El periodismo en la dialéctica, 71.
90
corporativos y privados, como por ejemplo la revista América, fundada en 1935 y con
una trayectoria que alcanzó hasta 2009. Este impreso estuvo administrado con recursos
privados, un total de 123 números componen el impreso cultural más longevo de la
historia contemporánea de Ecuador, órgano difusor del Grupo América. Además de
contar con destacadas personalidades del ámbito cultural nacional e internacional, sirvió
como elemento aglutinador de distintos sectores sociales, políticos y académicos. Esta
agrupación de corte conservador y de elite sirvió como dispositivo de enunciación de las
principales producciones literarias del país, al mismo tiempo fue la plataforma inicial para
muchos de los protagonistas de la escena cultural y artística emergente. En palabras de
Alba Luz Mora:
Su influencia en la cultura ecuatoriana fue el fruto de varias estrategias que caben resaltar,
la más significativa, organizarse institucionalmente con un plantel compuesto por las
figuras más respetadas intelectualmente. Asumir el compromiso de honor de impulsar la
cultura nacional y proyectarse a través de la revista. Despertar la vocación de escribir en
aquellos valores ecuatorianos que no habían recibido ningún estímulo nacional.
Incentivar la crítica literaria con las colaboraciones de diferentes miembros que
analizaban los hechos culturales importantes y las obras de mayor relieve, y eventos de
gran envergadura que atrajeran la atención nacional y distinguían a figuras relevantes.99
99
Antología de la revista del Grupo América (Quito: Consejo Nacional de Cultura, 2010), 22-3.
100
Véase Homi K. Bhabha, “DisemiNación. Tiempo, narrativa y los márgenes de la nación
moderna”, en Nación y narración.
101
“Las comunidades no deben distinguirse por su falsedad o legitimidad, sino por el estilo con el
que son imaginadas”*
*Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del
nacionalismo, 1.ᵃ ed., 7.ᵃ reimp. (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1993), 24.
91
102
Beatriz Sarlo, La imaginación técnica: sueños modernos de la cultura argentina, 1.ᵃ ed. 2.ᵃ
reimp. (Buenos Aires: Nueva Visión, 2004), 13.
92
pueden destacar los recursos impresos y letrados (prensa, revista y libro), también los del
orden audiovisual (radio y cine). Muchas de las propuestas de los intelectuales apostaban
a una masificación de la cultura, como parte de las ilusiones y expectativas mantenidas
en torno a la irrupción de la técnica y su correlato de modernidad.
En este orden de ideas, algunos impresos representan una expansión cuantitativa
de la industrialización y masificación asociada al mundo de la cultura. La imprenta y su
tecnificación compleja resultó la plataforma clave para la difusión de programas y
agendas culturales, artísticas y literarias, con el objetivo de satisfacer las demandas de un
público lector, resultado del crecimiento demográfico de las ciudades. Asimismo, estos
impresos ofrecen un panorama microfísico de las personas involucradas en este tipo de
producciones. Por un lado, los del área técnica de la imprenta, en donde se encuentran
linotipistas, mecánicos, prensistas, armadores, minervistas, encuadernadores,
corresponsales y distribuidores autorizados; por el otro, los encargados del contenido,
directores, editores, administrativos, traductores, colaboradores gráficos y de texto, entre
otros. La tecnificación diversificó la economía, nuevas áreas de producción emergieron a
raíz de las revoluciones industriales desde el siglo XIX, a la par de nuevas capas sociales.
La maquinización de la producción cultural también tuvo efectos en la emergencia
de un campo intelectual y artístico. En el caso argentino, las revistas e impresos culturales
fueron vehículos de intercambio de ideas. Como afirma Sarlo:
Sin embargo, esta descripción no sólo forma parte del país austral. En realidad, la
comunidad de naciones hispanoamericanas validaba el inventario cultural a través de los
mismos procesos de producción, tanto en la técnica como en los contenidos. Es así como
aparecen en la escena continental revistas e impresos de distinto calibre, por mencionar
sólo algunas de las más destacadas: Amauta en Perú y dirigida por José Carlos Mariátegui
(1894-1930); Sur en Argentina, dirigida por Victoria Ocampo y que contó con Jorge Luis
103
Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, 1.ᵃ ed. (Buenos Aires: Siglo XXI
Editores Argentina, 2020), loc. 525, edición para Kindle.
93
Borges como parte del equipo de redacción; Marcha en Uruguay, de donde surgen figuras
importantes de la intelectualidad de esa nación, incluyendo a Ángel Rama; Cuadernos
Americanos, en México, esta revista supo vincular a personajes destacados del ámbito
nacional y continental, tales como Jesús Silva Herzog, Daniel Cosío Villegas, Alfonso
Reyes, Pedro Henríquez Ureña y Waldo Frank; y Repertorio Americano, dirigida por el
costarricense Joaquín García Monge, entre otras.
Las revistas/impresos culturales operan desde y para el tiempo presente, se dirigen
a un público contemporáneo. Estos formatos de publicación periódica se engranan con la
técnica industrial, el formato seriado constituye un signo característico en la manera como
fueron distribuidas las ideas y el pensamiento durante el siglo XX, como ya se mencionó
más arriba. Por eso ha sido imprescindible estudiar Letras del Ecuador, a fin de encontrar
en sus páginas la sintaxis implementada durante el período estudiado. Este artefacto
cultural fue el resultado de una empresa que conjugó a una diversidad intelectual con el
objetivo de compensar una pérdida territorial, pero también tuvo entre sus efectos la
composición de unas políticas culturales que marcaron una etapa de modernización del
Estado, así como la conformación de un canon de la literatura nacional. Además, este
impreso agenció la estrategia de un campo intelectual y artístico que definió los
lineamientos de una formación sociocultural, con una gran presencia en la democracia de
Ecuador de la centuria pasada. En este sentido, sirvió como práctica de producción y
circulación de un imaginario cultural.
En este capítulo se estudió al impreso Letras del Ecuador desde un enfoque
integral que abarcó la descripción de su materialidad, pero también el contenido de sus
páginas. El estudio de esta fuente documental contribuye a una ampliación del papel que
jugó la Casa de la Cultura en el marco de un proceso de modernización que dio paso a la
incorporación de instituciones avaladas por el Estado, con el objetivo de desarrollar y
potenciar a la sociedad ecuatoriana. Los límites que se puedan identificar a la gestión de
la CCE, así como a la actividad publicista desempeñada por el impreso, responden a la
visión que los protagonistas de la escena cultural, intelectual y artística del período
llevaron a cabo, así como al papel que estos se arrogaron en un momento donde eran
vistos como un grupo de enorme influencia en la esfera pública y además gozaban de
prestigio a nivel nacional.
Aparte de la metodología utilizada para estudiar el archivo principal, se ha
demostrado la capacidad de este proyecto de gestión sociocultural con las
transformaciones propiciadas por la Unesco, como organismo internacional y brazo
94
articulador en materia educativa, científica y cultural del nuevo orden mundial surgido
después de la Segunda guerra. El impreso en sí también guarda relación con algunas
producciones y seriados similares en el continente latinoamericano y dentro de Ecuador
mismo, lo cual deja entrever que el periodismo cultural formó parte de una actividad que
veía en dicha especialización una oportunidad para colocar en una posición reivindicativa
las profesiones y ejercicio de la cultura como un campo de acción social, económica y
política con suficiencia y autonomía propias. En el siguiente capítulo se estudiará el
género del ensayo como una puesta en escena de los intelectuales que colaboraron en
Letras del Ecuador, estrategia escrituraria que propició un intercambio de ideas fructífero
para el campo y también formó parte de una operación estética con capacidad de
intervención en la esfera pública.
95
Capítulo segundo
En este capítulo se analiza el ensayo como estrategia discursiva utilizada por los
colaboradores permanentes y ocasionales de Letras del Ecuador. Desde inicios del siglo
XX este género irrumpe en el escenario de la producción escrituraria y durante las décadas
siguientes se consagra como parte de la configuración cultural de Hispanoamérica.
Vehículo por excelencia para la expresión de las ideas, el diagnóstico de problemáticas
sociales e históricas, así como los rasgos característicos que definen la identidad, el
ensayo tuvo un rol protagónico y forjó una de las vocaciones literarias del continente
durante este período. El pensamiento transmitido a través de la prosa ensayística estuvo
volcado en gran medida hacia la praxis social, parte del esquema de interpretación
validado por los productores intelectuales y el público que los seguía desde la prensa hasta
las publicaciones editoriales.105 La predilección por este género constituía, entonces, no
sólo una manera retórica y estilística para aproximar a los lectores a los debates
intelectuales del momento sino la constitución de una estructura de sentimiento en la que
confluían el gusto por el lenguaje y una forma autorizada del saber.
En Letras del Ecuador el ensayo, en tanto género literario, formó parte de lo que
se podría llamar operación estética. Esta implicó un conjunto de acciones insertas o
instrumentalizadas, a través de políticas culturales que manifiestan los valores y
jerarquizaciones que un grupo de intelectuales —en este caso provenientes en su mayoría
de sectores sociales de capas medias— realizó de los bienes simbólicos con el objetivo
de institucionalizar una idea de cultura. En el impreso se inventaría una serie de
producciones culturales y artísticas, principalmente orientadas hacia la prosa ensayística,
104
El estilo es la idea. Ensayo literario hispanoamericano del siglo XX (Antología crítica) (Ciudad
de México: Siglo XXI, 2008), 15.
105
Véase Robert Darnton, "Historia de la lectura", en Formas de hacer Historia, ed. Peter Burke,
2.ᵃ reimp. (Madrid: Alianza Editorial, 1994), 206. También Arturo Andrés Roig, Esquemas para una
historia de la filosofía ecuatoriana, 3.ᵃ ed. (Quito: Corporación Editora Nacional / Universidad Andina
Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2013), 55.
96
El conflicto armado con el Perú dejó al país en una situación crítica. La pérdida
territorial acarreó un desánimo generalizado que tuvo su principal reacción social y
colectiva a partir de la Revolución del 28 de mayo de 1944. Poco a poco la amputación
fue creando una sensación de amargura y disconformidad con el Protocolo de Río de
Janeiro, firmado en 1942, el cual veían como una argucia que dejó a la nación en una
condición desfavorable, frente a la agresión e invasión militar sufrida. Justamente,
Escudero menciona al respecto:
106
Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XIX
(Caracas: Fundación editorial el perro y la rana, 2009), 54.
107
“La verdad sobre el Protocolo de Río de Janeiro”, Letras del Ecuador, julio-agosto de 1953: 2.
98
108
Véase Anexo 3: Entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960), en torno al acápite
“Nueva cartografía nacional” del capítulo segundo.
109
Véase Enrique Ayala Mora, “La cuestión limítrofe Ecuador-Perú”, en Nueva historia del
Ecuador, ed. Enrique Ayala Mora, v. 12, Ensayos generales I. Espacio, población, región, 3.ᵃ ed. (Quito:
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2018), 320.
99
poética en prosa en la que resalta la majestuosidad de los paisajes, así como la relación
que estos han tenido con los habitantes en distintos momentos de la historia. Una idea
tácita del ensayo, en la medida que el lector avanza sobre sus páginas, es la legítima
soberanía de Ecuador sobre el territorio oriental, en gran parte debido al origen
expedicionario del río Amazonas que se remonta al período de conquista española durante
el siglo XVI, a cargo de Francisco de Orellana (1511-1546) y bajo el orden administrativo
de la ciudad colonial de Quito.
Aun así, el registro escriturario traspasa el rigor de la investigación histórica,
aunque no aminora el valor del ensayo. Mediante un lenguaje rico en detalles y sublimes
metáforas, Benítez Vinueza conjura lo mítico y épico para narrar el drama suscitado en
la relación de los humanos con la naturaleza. Ante los planes de poblamiento se impone
una geografía ríspida que obliga a corregir los planes civilizatorios, asentamiento,
explotación y usufructo de la riqueza. Tal parece el sino manifiesto que identifica el autor
de este ensayo publicitado desde las páginas de Letras del Ecuador, momento en que se
anuncia el libro próximo a su edición e impresión:
Recorrer la historia acudiendo unas veces a la imagen literaria y, otras, a la reflexión sobre
las condiciones económicas y políticas que el Ecuador enfrenta. Un modo de aproximarse
a nuestra realidad, que se corresponde con una corriente del ensayo latinoamericano que,
en la primera mitad del siglo XX, buscó interpretar Latinoamérica como una aventura
humana donde se confrontan y se fusionan diversas raíces culturales: la europea, la
110
“Trasunto del paisaje”, Letras del Ecuador, septiembre de 1946: 3.
100
111
“Un país por obra de la escritura”, Re/incidencias, Anuario del Centro Cultural Benjamín
Carrión, n°. 4 (junio de 2007): 221.
112
Ecuador: drama y paradoja, 2.ᵃ ed. (Quito: Banco Central del Ecuador / Corporación Editora
Nacional, 1986), 75.
113
Véase Jorge Trujillo León, “La Amazonía en la historia del Ecuador”, en Nueva historia del
Ecuador, 233.
101
De la selva sale una vida multiforme y confusa: gritos de animales, bramidos de fieras,
cantos de pájaros, ruidos de troncos removidos por el viento, susurro de hojas. Hay allí
animales extraños: jaguares de piel pintada, panteras negras de ojos fosforescentes, dantas
de aspecto extravagante; pájaros de todos los colores, aves de aspecto exótico con
apéndices huecos que les cuelgan bajo el pico y les sirven para producir un bramido como
de vacadas ariscas; hay reptiles variados: víboras diminutas, grandes ofidios venenosos
de piel verde, roja, amarilla, de manchas entrecruzadas; la boa constrictor, gruesa como
un árbol, que se arrastra cautelosamente por las orillas de los ríos y mira su presa con ojos
redondos; saurios gigantescos que toman el sol en los barrancos, con las fauces abiertas,
inmóviles como los cocodrilos hieráticos de los viejos ritos, sin hacer caso de las zancudas
que se posan sobre sus lomos, ni de las palmípedas que nadan al alcance de sus fauces;
monos de todos los tamaños que chillan en las copas de los árboles. Hay ojos encendidos,
alas agitadas, élitros sonoros.114
La odisea fluvial fue una aventura estupenda. El río animado de voluntad maligna quiso
retener a los últimos argonautas. Los metió en revesas desesperantes. Los perdió en el
laberinto de sus mil brazos elásticos. Les hizo andar por ciénegas y pantanos. Les hizo
soportar nuevas hambres. Y antes de entregarlos nuevamente al mar, les mostró —como
compensación de su aspereza bárbara— el idilio encantado de sus edenes.115
114
“Rumbo al misterio”, Letras del Ecuador, agosto de 1945: 4. Véase también del mismo autor,
“La mística y la espada, el oro y la fe”, Letras del Ecuador, octubre-noviembre de 1946: 3 y “La conquista
del trópico”, Letras del Ecuador, marzo de 1951: 15.
115
Argonautas de la selva, 1.ᵃ ed. (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1945), 296.
102
mimetizan con el paisaje en una alusión velada a las imposibilidades de asimilar esa
región a los planes expansivos de colonización interna. Sin embargo, el trasfondo le
obliga a pensar en la angustia que se cernía sobre la intelectualidad por proporcionar
imágenes y recursos simbólicos para la elaboración moral que requirió la atención a la
herida. Como se afirma en el siguiente párrafo, resumen crítico de esta obra:
Leopoldo Benites [sic] ha conseguido crear una obra de belleza y de verdad. Nadie podrá
sustraerse a la profunda emoción lírica que emana de sus páginas. Ni nadie podrá negar
que su documentada interpretación de la vida de Orellana vindica plenamente su
memoria. Pero también demuestra, con la irrefutable autoridad de las comprobaciones
escritas, de donde partió la expedición descubridora del Amazonas, en qué forma se
realizó y todos los datos, en fin, que muestra al mundo el derecho que posee Ecuador
sobre la región amazónica. Y en este sentido, Argonautas de la Selva representa una
prueba de fe para la conciencia internacional, sobre un asunto que compete
profundamente a nuestra patria.116
116
Aurora Estrada y Ayala, “Argonautas de la selva”, Letras del Ecuador, enero de 1946: 15.
117
Véase Natàlia Esvertit Cobes, La incipiente provincia. Amazonía y Estado ecuatoriano en el
siglo XIX (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2008),
9.
103
bienes muy demandados por las dinámicas de consumo urbanas en los grandes centros
metropolitanos. A esto luego se iba a sumar el uso de esta materia para la fabricación de
llantas de la pujante industria automotriz. Al respecto, Pizarro comenta:
En un comienzo se trataba de una labor de aventureros que imitaban las técnicas de los
indígenas. Pero cuando el caucho empezó a tornarse un material importante porque un
norteamericano llamado Goodyear había desarrollado el método de vulcanización que
eliminaba los problemas del transporte y de su posterior elaboración industrial, la
situación cambió. Ahora bien, ésta llegaría al paroxismo cuando el caucho adquirió una
situación central en la modernización de las comunicaciones a nivel internacional, con el
automóvil como personaje central de la escena contemporánea, a comienzos del siglo
XX.118
[En el] conflicto de 1941-1942 con el Perú, el espacio nacional fue amputado en la región
amazónica en una superficie selvática, cuya evaluación varía entre algunas decenas de
millares de kilómetros cuadrados a más de 200.000, según los tratados o protocolos que
se tomen como referencia en la larga lista de hechos que jalonaron este litigio fronterizo
todavía no resuelto [esta investigación salió publicada en su primera edición en 1987,
antes del Acta de Brasilia, la cual dio por zanjada la disputa limítrofe]. No negamos el
peso histórico de los derechos territoriales del Ecuador, heredero jurídico de la Audiencia
de Quito, cuando señalamos que la pequeña república no tuvo política amazónica durante
largos decenios y que en los años 1940, por ejemplo, no había aún ninguna vía carrozable
para unir al piedemonte oriental donde, por lo demás, no existía ningún centro de carácter
urbano. Esta amputación territorial impuesta debía conmocionar fuertemente a una gran
parte de las clases medias y populares urbanas, lo cual es signo de una conciencia nacional
que no se puede subestimar.120
118
Amazonía: el río tiene voces (Chile: Fondo de Cultura Económica, 2009), 104.
119
Natàlia Esvertit Cobes, La incipiente provincia, 12.
120
Ecuador: del espacio al Estado nacional, 2.ᵃ ed. revisada (Quito: Universidad Andina Simón
Bolívar, Sede Ecuador / Instituto Francés de Estudios Andinos / Corporación Editora Nacional, 2007), 337.
104
Por último, es importante señalar la vinculación que este vasto territorio selvático
ha representado para los intereses de la expansión capitalista en cada una de sus distintas
fases, en donde la población indígena amazónica se ha visto frecuentemente amenazada
por las actividades económicas expoliadoras y extractivas en la región. La animadversión
hacia los pobladores autóctonos se ha revestido de calificativos que los reducen a un
estado de desarrollo inferior al de los colonos blanco-mestizos, así como al no menos
peyorativo de salvajes e incivilizados.121
El espacio y la integración nacional tuvieron diferentes bemoles que se remontan
desde la fundación de la república, a partir de 1830. La distribución poblacional
tradicionalmente era compartida entre las regiones de la sierra y la costa, las diferencias
territoriales no sólo estaban supeditadas a las particularidades geográficas sino a la
conformación de elites regionales concentradas en las ciudades de Quito, Guayaquil y
Cuenca. Estas se convirtieron en centros de control, a través de las cuales emanaba una
red compleja de interconexión política, económica, social, cultural y militar con los
territorios y poblaciones aledañas, lo que a la larga conformó una estructura de poder
interna en torno a la región como agente articulador. Esta realidad constituía el
funcionamiento del Estado ecuatoriano, por lo menos durante el siglo XIX y pese a los
reiterados intentos de penetración política del poder central.122 Este proceso de
institucionalización del Estado nacional se consolida en las primeras dos décadas del siglo
XX, sobre todo por la aceleración que ejerció la Revolución liberal.
A pesar de las transformaciones que el Estado generó en el siglo XX, los poderes
regionales lograron adaptar su funcionamiento local y supeditar sus propios intereses a
los de la integración nacional. Los intentos por revertir esta lógica política tuvieron a los
sectores subalternos y subproletarios, junto a actores de la escena política de izquierda, a
sus principales protagonistas. Entonces, la región constituye un factor de primer orden
para entender la dinámica sociohistórica de Ecuador, por lo menos desde la irrupción de
la república. Para decirlo junto a Maiguashca:
121
Véase, Jorge Trujillo León, “La Amazonía”, 251.
122
Véase Juan Maiguashca, “El proceso de integración nacional en el Ecuador”, 362. Para este
autor, la sociedad ecuatoriana decimonónica fue policentrista, en torno a estas tres ciudades que ejercieron
una preeminencia sobre los demás territorios, debido al entramado social que las constituía.
105
El trópico va pregonando su radiante clima de colores en los frutos de las piraguas que
remontan, pesadamente, una gran ría mulata, cuyas aguas discurren ansiosas, bajo el
llameante mediodía. Cruzan abigarradas migraciones de garzotas, loros y oropéndolas,
rayando de silbos el aire y agitando, sobre los bosques de las orillas, sus banderines de
plumas. La vida se precipita con una fuerza jadeante, y hay un rumor intenso, algo como
una respiración honda que viniera de esta tierra incesante, casi angustiosa en su fervor
vital.124
123
“La cuestión regional en la historia ecuatoriana (1830-1972)”, en Nueva historia del Ecuador,
225.
124
Galo René Pérez, “Viñeta del Guayaquil antiguo”, Letras del Ecuador, agosto-septiembre de
1948: 7.
106
En el reino de esa luz dorada, un fuerte calor envuelve el ámbito de la vida: decrece su
potencia en la orilla por virtud de las brisas marinas, frescas por la amistad cotidiana de
las olas, olorosas al yodo de las algas; y aumenta y se torna pesado, cada vez más plomo
cuándo se acerca el mediodía, a medida que se camina tierra adentro. La alta temperatura
envuelve al aire, sediento del agua que del mar se evapora, y la atmósfera es húmeda y
caliente. El calor acelera la vida de las plantas y hace transpirar abundantemente a los
animales y a los hombres. Toda la naturaleza está invadida de una gran prisa de vivir: las
plantas germinan, florecen y fructifican muy rápidamente; muy rápidamente se hacen
mujeres las muchachas. La sangre y la savia circulan con violencia febril. El calor, traído
por los rayos infrarrojos, produce el poderoso fluir de la vida.125
No sé por qué los pintores de América mestiza no han simbolizado a las mazorcas del
generoso cereal con senos de mujer. Cuando la planta está en pubertad con sus espadas
verdes en actitud de centinelas másculos y la flor con el anuncio de la fecundación, la
gente de nuestro pueblo dice que el maíz “está en señorita”, porque es más intuitivo a la
par que lógico, haya o no paradoja en estos términos que acabamos de emplear. Los
indios, quizá por secretos influjos de la tierra a la que siempre dieron sentido maternal,
exprimieron el seno vegetal, desgarrando los sostenes pudorosos de las brácteas, y
hallaron el milagro del vino. Así, sin transustanciaciones, el maíz fue pan y fue vino por
voluntad del indio maravillosamente constructor.126
125
Alejandro Carrión, “El rostro de la costa”, Letras del Ecuador, enero de 1951: 3.
126
“Mensaje del yamor otavaleño”, Letras del Ecuador, mayo-junio de 1953: 10.
107
La misma suerte tendrán las Islas Galápagos y una operación estética envolverá a
la región insular en ese proceso imaginario de cartografiar el territorio nacional. Desde
las páginas de Letras del Ecuador fueron publicados una serie de artículos bajo el título
“Las últimas islas encantadas (viaje a las Islas Galápagos)”, escritos por Paulette Everard
de Rendón (1902-1983), franco-ecuatoriana que llevó a cabo una expedición al conjunto
de islas en compañía del artista plástico Manuel Rendón Seminario (1894-1982); la
traducción del francés al idioma español estuvo a cargo de Miguel de Icaza Gómez. El
impreso distribuyó los capítulos del libro homónimo a partir de la entrega de abril de 1945
hasta febrero de 1947. En el contenido de estas entregas se narra las experiencias
expedicionarias del matrimonio, quienes habían escogido a la Isla Floreana como
campamento.
La autora empieza por narrar la historia en torno a las expediciones anteriores que
se llevaron a cabo en las islas. Estas se remontan desde el período de la conquista y
colonización españolas, pasando por las acciones de piratas y corsarios de banderas
inglesa y francesa en los siglos XVII y XVIII, hasta la incursión del general José Villamil
(1788-1866), veterano de la independencia de Guayaquil y primer oficial de la armada
ecuatoriana que coloca la bandera nacional en el archipiélago, a partir del período
republicano decimonónico. Tierra de aventureros, pillajes, exploraciones científicas,
penitenciaría y bases militares extranjeras, el conjunto de islas e islotes que conforman
Las Galápagos pasa a ser descrita en la pluma de Everard de Rendón como un itinerario
fascinante que promueve el conocimiento de otro de los territorios inhóspitos que
conforman la nación. En un fragmento se puede apreciar el tipo de narrativa utilizada para
describir la biodiversidad del archipiélago:
Por las tardes, cuando antes de las lluvias fuertes regresábamos al campamento por los
senderos perfumados por los aromos, a la hora en que la bruma se arremolinaba en la
cumbre del [volcán] Paja, rodeándolo de un collar de rosa, hacía fresco, todo a nuestro
alrededor era transparente, juvenil y ligero, atravesábamos una espesura de arbustos secos
semejantes a una niebla malva y plateada en la que se destacaban sus ramas finas y como
escarchadas, y, bajo el cielo todavía azul, esta isla tropical, en una atmósfera de primavera
joven, aparecía envuelta en una paradojal poesía de invierno.
¡Cuántas veces, paseándome en esta parte de la isla, tan encantadoramente irreal, donde
todo era a un tiempo sutil e infantilmente bárbaro, no me he creído transportada a un
paisaje de cuento de hadas!127
127
“Las últimas islas encantadas (viaje a Las Galápagos)”, Letras del Ecuador, diciembre de 1945:
14.
108
¡Islas tropicales! Este término evoca playas de verdes palmeras, pájaros multicolores y
bosques frondosos, entrelazados de lianas y ocultando raras orquídeas. Pero Las
Galápagos no colman tales esperanzas. Las esbeltas palmeras son aquí cactos y matorral
desecado que se reflejan en el mar, pues la región costera es de una aridez desértica.
Solamente llueve de diciembre a marzo. La corriente de Humboldt determina el clima del
archipiélago, y es una corriente opuesta de la del Golfo. Mientras que esta recalienta el
aire, la corriente de Humboldt trae aire frío que sopla del mar a la tierra, allí se recalienta
y se carga de humedad en lugar de proporcionar lluvia. Tal es la razón de la escasez de
precipitaciones y el origen de este paisaje reseco, que también preside las costas de Chile
y Perú, igualmente bañadas por la corriente de Humboldt. Sin embargo, durante los meses
que van de diciembre a marzo hay una corriente marina caliente, procedente del Noroeste,
que llega a las islas Galápagos y se encuentra allí con la corriente de Humboldt. Los
españoles la denominan “el Niño” porque penetra en el territorio insular hacia el día de
Navidad. Trae lluvia y la región costera se recubre durante algún tiempo de una verde
vegetación.129
128
Véase Paola Sylva Charvet, “Las Islas Galápagos en la historia del Ecuador”, en Nueva historia
del Ecuador, 273.
129
Irenäus Eibl-Eibesfeldt, Las Islas Galápagos. Un arca de Noé en el Pacífico, 1.ᵃ reimp.
(Madrid: Alianza Editorial, 1986), 14.
109
Quien ha recorrido aquellas mesetas soberanas, limitadas siempre muy lejos y cada vez
por la masa sinuosa de las cordilleras que se levantan en picos, para luego descender en
vertientes o para ensancharse de nuevo en el plano habitable y risueño de los valles; el
que ha sentido el atractivo siempre cambiante de estas perspectivas sin término,
comprenderá fácilmente cuál era la fuerza que movía a aquellos poetas de la acción [se
refiere a los conquistadores españoles en las expediciones del siglo XVI], fantasías ávidas
130
“Las Islas Galápagos”, 300-1.
110
que, sin saberlo, iban cumpliendo los principios espirituales de un nuevo rito de esa suerte
de religión que es necesario formular en nuestro continente: el culto del paisaje, como la
manera más pura de manifestación de lo divino. 131
La prosa ensayística contó con varios cultores que hicieron de esta un vehículo, a
través del cual desarrollaron ideas en torno a la función del intelectual y de la cultura en
la sociedad. Este tema fue recurrente desde las páginas del seriado y contó con la
participación de colaboradores permanentes e invitados que asumieron vocería en la
materia y se valieron de la estrategia del ensayo como práctica autorizada. Para ese
entonces, la figura del intelectual había cobrado ascendiente en la economía de bienes
simbólicos, su rol en la difusión de pensamiento y nociones de los temas más debatidos
formaba parte consustancial de la opinión pública.133
En varias oportunidades, los intelectuales plantaban cara a los excesos y
autoritarismos de las elites gobernantes y esto les colocaba en una posición social
privilegiada. En Ecuador ya existía una trayectoria de la función pública de la
131
“El pensamiento iberoamericano” [1927], en Fuentes de la cultura latinoamericana, comp.
Leopoldo Zea, 1.ᵃ reimp. (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1995), 339-40.
132
El término es tomado de Carlos Altamirano, Intelectuales: Notas de investigación sobre una
tribu inquieta (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores Argentina, 2013).
133
Véase Anexo 4: Entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960), en torno al acápite
“El rol del intelectual y la cultura en la sociedad” del capítulo segundo.
111
Cabe añadir que el periodismo es un factor que incide en la base formativa del género
ensayístico hispanoamericano, tanto por su calidad de vehículo portador de ideas como
por sus notas de fragmentarismo y provisoriedad. Por lo demás, el espíritu didáctico, que
penetra tan fértilmente periodismo y ensayo, se imbrica con el proceso formativo de las
nacionalidades hispanoamericanas.134
La política es omnipresente; no hay huida posible a los reinos del arte y del pensamiento
puros o, si se nos permite decirlo, al reino de la objetividad desinteresada o de la teoría
trascendental. Los intelectuales son de su tiempo, están inmersos en la política de masas
de las representaciones encarnadas por la industria de la información o los medios, y
únicamente están en condiciones de ofrecer resistencia a dichas representaciones
poniendo en tela de juicio las imágenes, los discursos oficiales y las justificaciones del
poder vehiculadas por unos medios cada vez más poderosos —y no sólo por los medios,
sino también por líneas completas de pensamiento que mantienen el statu quo y hacen
que los problemas actuales sean contemplados desde una perspectiva aceptable y
sancionada—, ofreciendo lo que [C. Wright] Mills denomina visiones desenmascaradoras
o alternativas, en las que, por todos los medios a su alcance, el intelectual trata de decir
la verdad.135
134
El ensayo: entre género y discurso. Debate sobre el origen y funciones en Hispanoamérica
(Mendoza: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo: 2004), 146.
135
Representaciones del intelectual (España: Random House Mondadori, 2007), 40. Las cursivas
son del autor.
112
una conjugación entre pensamiento y acción, resultados de un llamado de la tribu que los
consagraba como los herederos de una tradición contestataria y comprometida con las
necesidades de la población, específicamente aquellas relacionadas con la educación y la
cultura.
Ahora bien, retomando el primer punto. Uno de los temas sensibles en el impreso,
en torno al papel del intelectual en la conformación de la opinión pública, fue el de la
cultura. Esta era vista como potencial transformador y su administración recaía en manos
de un grupo limitado, cuyas características les permitían representar las voces de una
conciencia nacional. De hecho, desde el primer número del impreso se puede ver la
manera cómo los valores e ideas de occidente se encontraban en una disyuntiva o poco
menos que una situación límite. Al respecto, el editorial de la portada es bastante
elocuente:
136
Benjamín Carrión, “Encuesta sobre la misión de la cultura”, Letras del Ecuador, 1 de abril de
1945: 1.
114
Hasta la América Latina llega el viento de la paz. Pasada la tragedia, que ha cambiado el
panorama del mundo, surge la necesidad de volver hacia la cultura, que tantas pruebas ha
soportado durante los últimos años. Las altas disciplinas intelectuales, comienzan de
nuevo a florecer. Y, acaso, es en la zona latina del Nuevo Mundo, en donde aparecen las
mejores esperanzas del espíritu. Está eclipsándose, si bien en forma leve, la era de los
políticos. Ha llegado el turno de los intelectuales.137
137
Humberto Salvador, “El Presidente de la Casa de la Cultura habla sobre la evolución espiritual
del Ecuador”, Letras del Ecuador, noviembre de 1945: 6.
115
La cultura sirve para lograr el examen objetivo de los hechos, para liquidar prejuicios,
para atenuar el egoísmo constitucional de la gente, para establecer vías, de comprensión
intelectual y afectiva; sirve en una palabra, para lograr la maduración de la personalidad
social. Mediante la cultura se difunden los conocimientos y se homogeniza el saber. Se
exhiben las manifestaciones del arte, que trasuntan las inquietudes y los afanes de los
pueblos, con sus debilidades, angustias y aspiraciones.138
Un arte que imite a la vida y la represente, sobre todo con una clara definición
social es justamente las cualidades que se atribuían este grupo de intelectuales que desde
sus posicionamientos consideraron a la cultura en su rol de dispositivo de conjunción
social, asociación de valores e intereses comunes en torno a un pasado, un conjunto de
principios que se tradujeron en un cuerpo imaginario de identidad. Ese trasunto se ve
claramente en las ideas expuestas de los ensayos seleccionados y, además, contó con una
recepción favorable que hizo de este seriado el brazo por excelencia de un tipo de cultura
nacional que integró una economía de bienes simbólicos de lo que se comprende como
identidad ecuatoriana. El aporte significativo de este impreso es la evidencia palmaria de
un esfuerzo mancomunado que sólo fue posible gracias a la institucionalidad regida desde
la CCE. Asimismo, la confluencia de lo ocurrido en el entorno, sumado a la crisis de la
segunda postguerra, hizo del periódico una respuesta asertiva articulada con la necesidad
138
“La Casa de la Cultura Ecuatoriana: su estructura y orientaciones”, Letras del Ecuador, julio-
septiembre de 1958: 3.
116
¿Qué nos deparará esta nueva crisis, esta nueva y tremenda postguerra? Nadie puede
ignorar que algo fundamental en la criatura humana se irguió en la fabulosa guerra cuyo
período agónico se prolonga aún, después de cinco años de batallas inenarrables de sangre
y fuego. Acaso sea necesaria toda una década para que el mundo empiece a vislumbrar
qué es lo que se jugaba de lo inmaterial de la condición humana, en la superficie de la
tierra, en las profundidades de los mares y en las alturas inaccesibles, durante ese lustro
de horrores y de heroísmos. Entretanto, ¿permanecerá aferrado a todo lo hecho, a todo lo
intentado la fuerza creadora de los poetas? ¿Nada dirá a los escritores dramáticos, a los
novelistas, la gesta sin par de las democracias por liberar a la humanidad de ese enemigo
monstruoso que pareció haber absorbido para siempre los mejores dones del hombre, para
convertirlo en una fuerza de exterminio sensible tan sólo a las voces de los déspotas?
¿Nada les dirá el mensaje sagrado que trasciende de tanta sangre joven vertida para
fecundar un sueño de bien común? Poco importa que la conciencia colectiva no haya
esclarecido todavía el sentido preciso de la guerra del mundo. Basta saber que el hombre,
en número incalculable, se dio entero a la idea de su alma proyectada en el tiempo, a la
prolongación de su conciencia en el futuro, a la libertad de quienes le sigan en el tránsito
de la vida, para que los poetas, con el instrumental de que se sirve para el manejo de sus
elementos misteriosos de penetración, se sientan impelidos a iluminar el ámbito aún en
tinieblas en que se realizó la proeza infinita. Los poetas no se sirven sino de los misterios
para sus creaciones, y este tiempo que vivimos es de denso misterio, según corresponde
al que precede al alumbramiento. Bajo estas circunstancias, en que es tan evidente que la
convalecencia de la humanidad revela renovadas apetencias vitales y desecha las viejas
formas de expresión, porque expresan, en efecto, deseos, anhelos y preocupaciones
decadentes, avasallados por la realidad rigurosa, por el imperativo de vivir liberándose
del pasado inmediato, que ya es recuerdo y que, por serlo, inmoviliza, no cabe otra cosa
que la expectativa con respecto a las nuevas obras de creación artística.139
La cultura, entonces, emergía como un vehículo a través del cual los productores
artísticos, escritores e intelectuales, intervinieron en la esfera pública para combatir el
desencanto y nihilismo que las guerras y los autoritarismos genocidas habían generado.
Este tema fue una constante en varios ensayos publicados en el impreso, la anuencia de
este estilo de escritura manifiesta una sensibilidad que abarca tanto la dimensión
productiva como receptiva de un formato adoptado para la transmisión de ideas y la
circulación del pensamiento desde la prensa y demás producciones editoriales.
Es así como esta noción de cultura institucionalizada se atribuyó la
responsabilidad de levantar los ánimos de una nación abatida, amputada en su territorio
y menoscabada en sus pretensiones de modernidad. Sólo el conocimiento del pasado
139
“A la espera de las nuevas formas dramáticas de postguerra”, Letras del Ecuador, junio-julio
de 1947: 9.
117
nacional, a través de una labor de difusión y educación, podía enmendar el pesado fardo
de una derrota. Desde la lógica del impreso, órgano de difusión del campo cultural
semiautónomo que lo lideraba, la cultura era una compensación y reparo de la herida, lo
cual dio pie a la idea de nación pequeña cuya soberanía no consistía en la extensión del
territorio, el tamaño de su población ni preponderancia militar o económica, sino la
riqueza estaba en honrar el legado de pensamiento, así como las acciones de personajes
del pasado, que contribuyeron a delinear la vocación de cultura y libertad, como símil
para la reconstrucción.
La intelectualidad y sus representaciones artísticas validaban el papel de guías y
administradores de la economía de bienes simbólicos, desde el periódico Letras del
Ecuador. Interpretaban un llamado que los convidaba a hacer uso de la cultura para fines
cívicos y de orden nacional. Como afirma Víctor Paz Estenssoro (1907-2001), uno de los
principales líderes de la Revolución boliviana de 1952 y expresidente de dicha nación,
invitado por la dirigencia de la CCE, a fin de conminar a la intelectualidad ecuatoriana a
adquirir una actitud comprometida:
Teóricos, estudiosos de los problemas sociales, ensayistas, a través de la prensa, los libros
y publicaciones, la cátedra universitaria, la tribuna pública, acuden a colmar la avidez de
orientación que densas masas, antes ausentes del escenario político reclaman. Pero esa
exigencia no busca tan sólo satisfacer deseos de conocimiento sino sobre todo hallar guías
útiles y honestos en el planteo de sus problemas y en los caminos que trazan para
resolverlos.
Adoptar esa responsabilidad con valor y lealtad, sin que ello importe acampar en una
tienda política o profesar una determinada capilla, es la primaria tarea que debe fijarse el
hombre de letras y el artista, porque ni un arte servil ni una literatura de evasión podrán
brindarnos nunca la expresión cabal de los sufrimientos, las alegrías y los anhelos de
nuestros pueblos.140
140
“Ni un arte servil ni una literatura de evasión”, Letras del Ecuador, julio-septiembre de 1955:
1.
118
En los contactos que establece con los intelectuales de América y Europa jugó un papel
fundamental su íntimo amigo, el escritor y diplomático César Arroyo, quien estaba de
cónsul en Marsella y había fraguado relaciones importantísimas. La lista es larga.
Comienza con la poeta chilena Gabriela Mistral, cuya cercanía hace que Benjamín la
eleve a la categoría de comadre, como madrina que fue en el bautismo de Pepé [María
Rosa Carrión Eguiguren, hija de Benjamín Carrión y Águeda Eguiguren].
Sigue José Vasconcelos, en cuya compañía Arroyo y Carrión hacen un viaje a Ruán que
a los tres les resulta inolvidable […]
Viene otro que, para Benjamín, también fue santo: Miguel de Unamuno. Lo conoció
personalmente en Hendaya, donde Unamuno estaba exiliado y allí trabaron amistad […]
La lista de amistades es, como dije, larga: los mexicanos Enrique González Martínez,
Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, Andrés Iduarte y Carlos Pellicer; los peruanos José
Diez Canseco y Francisco Ventura García Calderón; los guatemaltecos Miguel Ángel
Asturias y Luis Cardoza y Aragón; los ecuatorianos César Arroyo, Gonzalo Zaldumbide
y Jorge Carrera Andrade; la venezolana Teresa de la Parra, el panameño Demetrio Korsi,
el uruguayo Carlos Deambrosis Martins, los argentinos Lascano Tegui y Manuel Ugarte,
y el boliviano Alcides Arguedas. Y hay más, hasta sobrepasar los ochenta. Forman todos
ellos una suerte de cofradía de “exiliados” y, no por simple coincidencia, en París, la
ciudad luz, la “capital de la sociedad occidental”, como admiradores que eran de la cultura
francesa. “Soñadores del sueño de una América antiimperialista” pero, al mismo tiempo,
con ansias de que su obra fuera lo suficientemente reconocida y difundida.141
141
Pasiones de un hombre bueno. Un viaje por la vida de Benjamín Carrión (Quito: Ediciones El
Nido, 2020), 36-9.
119
intelectualidad de la primera mitad del siglo XX se distinguió por sus estudios en derecho
por la Universidad Central del Ecuador (UCE) y sus contribuciones en la prensa
capitalina, especialmente los diarios El Día y Caricatura. Ya en 1920 formaba parte de
la Sociedad Jurídico-Literaria, especie de grupo corporativo de la producción intelectual
de la época. Sin embargo, es la combinación entre cargos diplomáticos y sus incursiones
en la política lo que produjo una actitud más suscitadora en su prolífica obra escrita.
El ingreso de Carrión al servicio exterior ocurrió en abril de 1925.
Inmediatamente, este es solicitado en calidad de cónsul en El Havre (1925-1931),
experiencia que le lleva a relacionarse con la intelectualidad hispanoamericana y francesa.
También tuvo participaciones como ministro plenipotenciario en Lima (1931-1932),
México (1933-1934) y Bogotá (1938-1939). En la política incursionó como ministro de
Educación Pública (1932), durante la primera presidencia de José María Velasco Ibarra,
además de otros cargos administrativos y fue miembro activo del Partido Socialista
Ecuatoriano (PSE). Asimismo, detentó el cargo de delegado de Ecuador en la Unesco en
varias ocasiones.142
Su trayectoria diplomática, política y articulista en medios impresos, estuvo
acompañada por una extensa experiencia docente universitaria. Durante treinta años
Carrión detentó diversos cargos en el sector de la educación superior, fue nombrado
decano de la Facultad de Filosofía y Letras (1934) desde donde dictaba clases de
sociología y de derecho. Toda esta trayectoria ejercida le dio el ascendiente necesario
para la creación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en 1944, institución que le
proporcionó un espaldarazo, al mismo tiempo que le consolidó como un referente
significativo de la producción intelectual del país en el siglo XX. Ejerció la presidencia
de la CCE desde 1944 hasta 1948, luego en 1961 hasta 1962 y, una última, desde 1966 a
1967. Entre todos los cargos y distinciones que obtuvo, también figuró como director-
fundador de Letras del Ecuador durante el período estudiado desde el inicio en 1945 hasta
1948, luego en 1952 hasta 1957.
En el anterior capítulo se analizó la articulación entre el pensamiento de Carrión
y las notas editoriales del impreso. Sin embargo, a lo largo de los números que abarcan el
período estudiado es notoria la abundante producción ensayística de este autor. De hecho,
fue desde Letras del Ecuador que este continuó sus disquisiciones sobre la teoría cultural
de la pequeña nación, es decir, la idea de la salvación del país a través de la cultura. La
142
Ministerio de Relaciones Exteriores, Anuario del Personal, 41-4.
120
tipología textual del ensayo fue el medio por excelencia utilizado por Carrión para dar
rienda suelta a sus apreciaciones sobre la cultura, literatura y arte en general, al mismo
tiempo que se mostraba el itinerario de encuentros internacionales entre este y otras
figuras destacadas de la producción del pensamiento en el continente.
En una publicación Carrión explica las apreciaciones, en torno a la importancia
del ensayo como recurso de expresión genuina para la difusión de las ideas. Para este
autor el ensayista es un actor protagónico que se caracteriza por la suscitación, el debate,
la originalidad y expresión literaria del idioma:
por vincular las apreciaciones intelectuales con acciones concretas. La intervención del
ensayo y la prosa que le acompaña es una singularidad de la producción cultural que ha
acompañado el sentir y la conformación de un imaginario que obliga a pensar desde esta
lógica discursiva que ya constituye una tradición de pensamiento. Para decirlo junto a
Carrión, el ensayo:
145
“Nuestro aporte universal”, 16.
146
Véase Jürgen Habermas, Historia crítica de la opinión pública. La transformación estructural
de la vida pública (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1994), 31. ¿Cómo opera la comunicación en tiempos
de modernización? ¿Cómo esta se instrumentaliza en función de la construcción de comunidad nacional?
¿Cuáles son los recursos de los que se vale para transmitir un mensaje? ¿Quién o quiénes lo elaboran? La
lectura de Habermas abre las puertas a un debate no menos particular: el de la comunicación en tiempos de
modernidad y de medios de comunicación masivos. La cultura y sus manifestaciones era reservada a un
círculo selecto y cerrado de la sociedad, en la medida que los cambios científicos y tecnológicos, así como
el modelo de producción económico capitalista fue articulándose con la esfera pública, la influencia de los
sectores sociales emergentes fue cada vez más creciente. La apuesta por los medios de comunicación y su
articulación con los sistemas democráticos, constituyen una oportunidad para reflexionar en torno a la
manera como históricamente se va produciendo esta relación entre opinión pública y modelo de
participación política en democracia.
122
Carrión incursionó en distintos géneros literarios, pero fue en el ensayo donde más
se destacó, hasta el punto de ser considerado como uno de sus exponentes referenciales.
Ya en 1928 escribe Los creadores de la nueva América, texto que exalta a las figuras y
pensamientos ideológicos de José Vasconcelos, Manuel Ugarte, Federico García
Calderón y Alcides Arguedas, todos compañeros de andanzas durante la estancia en
Europa. Luego escribirá Mapa de América (1930) en la misma línea que el anterior, pero
amplía a los que considera personajes representativos del acontecer intelectual, literario
y artístico del continente: Teresa de la Parra, Pablo Palacio, Jaime Torres Bodet, El
Vizconde de Lascano Tegui, Carlos Sabat Ercasty y José Carlos Mariátegui. Como crítico
literario, destacan dos títulos: el primero Índice de la poesía ecuatoriana contemporánea
(1935) y el segundo El nuevo relato ecuatoriano (1951). Dentro del género, también se
encuentran biografías, tales como Atahuallpa (1934), San Miguel de Unamuno (1954),
Santa Gabriela Mistral (1956) y García Moreno, el santo del patíbulo (1959).
La actividad como articulista obtuvo reconocimiento temprano en el público
lector, sobre todo a partir de las Cartas al Ecuador (1943) —un total de diecisiete
artículos escritos entre 1941 y 1943 en el diario El Día, en donde increpa al gobierno de
Arroyo del Río por la pérdida del territorio oriental durante la invasión peruana. Un gesto
emulativo llevaría a cabo durante la presidencia del socialcristiano Ponce Enríquez en
Nuevas cartas al Ecuador (1959), pero esta veintena de artículos fueron publicados en la
revista La Calle. La intensa actividad de Carrión durante el período estudiado da muestra
significativa del tipo de intelectual al que este está circunscrito, es decir, no solamente un
hombre de letras sino también una conciencia que proclama una voz autorizada.148 Sin
147
Alberto Paredes, El estilo es la idea, 15.
148
La articulación entre pensamiento y acción de Benjamín Carrión se diferencia de la del
“intelectual orgánico”, descrito por Antonio Gramsci*, sobre todo porque el lojano nunca abandonó la
posición de intelectual de la literatura desde la que usualmente hablaba y supo mezclar con la de figura
pública en la prensa y demás medios de comunicación; es decir, Carrión recuerda la figura de intelectual
público, como la de Octavio Paz (1914-1998) en México y Arturo Uslar Pietri (1906-2001) en Venezuela.
En cambio, Gramsci veía en la dinámica capitalista la conformación de una nueva clase que se identificaba
con la especialización en áreas del saber y el conocimiento, los cuales eventualmente debían responder a
las necesidades de cambio de la sociedad para fines más justos. Al respecto, este afirmaba: “El tipo
tradicional y vulgarizado del intelectual está dado por el literato, el filósofo y el artista. Por lo tanto los
periodistas que pretenden ser literatos, filósofos y artistas pretenden también ser los verdaderos
‘intelectuales’. En el mundo moderno, la educación técnica, ligada estrechamente al trabajo industrial, aun
el más primitivo y descalificado, debe formar la base del nuevo tipo de intelectual.”
123
embargo, fue desde Letras del Ecuador que el autor elaboró los últimos ajustes a los
lineamientos que luego serían traducidos a una especie de “teoría de la cultura nacional”.
En 1957, Carrión publica Trece años de cultura nacional. Este texto resultó un
informe exhaustivo acerca de las actividades de la Casa de la Cultura, desde su fundación
en 1944 hasta 1957. En este documento el autor desarrolla la “teoría de la pequeña
nación”, inspirada en los valores de cultura y libertad como vocación histórica de lo que
él consideraba habían sido hombres representativos, figuras torales cuyos ejemplos
debían de ser emulados y fungir de inspiración frente a las adversidades y desavenencias
de la patria. Estos modelos de masculinidad prefiguraron desde muy temprano las
cualidades del pueblo ecuatoriano. Asimismo, estos personajes anunciaban desde
temprano el destino republicano y liberal de la nación, como se mencionó en el primer
capítulo. Estas ideas fueron complementadas con una noción idealizada de la población,
la cual era concebida desde este pensamiento como el conjunto de artistas, artesanos,
maestros y labradores, principalmente indígenas y mestizos, quienes con su trabajo
habían aportado a la materialidad de la cultura, las bases sociales y económicas que
definieron una identidad. Lo anterior, se resumía en una concepción de las artes manuales
populares que él mismo ayudó a difundir desde las políticas culturales de la CCE.
Para Carrión se hacía imprescindible “volver a tener patria”, sobre todo después
de la derrota contra el Perú en 1941 y la consecuente dimisión de Ecuador sobre el
territorio amazónico perdido. La amputación geográfica generó un desánimo en la
población, mientras aumentaba la desconfianza hacia los miembros del partido liberal, a
quienes consideraban responsables de lo ocurrido. En otra parte de la investigación fue
mencionada la importancia que tuvo el sector social de capas medias durante la
indignación que suscitó la guerra y cómo este grupo agenció el malestar, sobre todo desde
la educación, la cultura y los medios de comunicación. Para Carrión, que formaba parte
activa de ese sector de la sociedad, era necesario sustituir el complejo de inferioridad en
el que parecía estar envuelto el país. La acondroplasia no podía constituir un óbice para
enmendar los errores y orientar a la sociedad hacia nuevos derroteros, por eso se hacía
imprescindible un acto de fe en las capacidades del pueblo y sus protagonistas del pasado:
Mi tierra, este Ecuador de los contrastes violentos y de los hombres buenos, es,
orgullosamente, una nación pequeña, si se quiere, a pesar de la paradoja aparente y de la
*
Los intelectuales y la organización de la cultura (Ciudad de México: Juan Pablos Editor, 1975),
15.
124
verdad real. Porque no pretende, no debe pretender una grandeza militar que conduzca al
ridículo. Porque hoy ya no tiene una grandeza territorial, perdida por la imbecilidad y la
traición; una risible grandeza diplomática, vestida de ornamentos y marcada de
genuflexiones. Esta nación pequeña no es una nación resentida, una patria amargada. El
resentimiento y la amargura conducen al desánimo. Y esta tierra mía está animosa, debe
estar animosa a pesar de las contradicciones y de los males transitorios; enfermedades de
infancia, tos-ferina y sarampión, que ya se le han de pasar, aún sin el auxilio médico.149
149
Trece años de cultura nacional, 15. En un artículo de 1954, Carrión* afirma: “Para pueblos
como el Ecuador, territorial y demográficamente pequeños, es la cultura alimento, fuerza y coraza a la vez.
El Ecuador es, en su verdad esencial, no una potencia, —término y palabra jactanciosos, que llevan dentro
de sí no sé qué oculto erizamiento de belicosidad enemiga— sino una nación. Nación —de nacer, del sitio
donde se nace, del lugar “natal”. Nación, o sea alimento, leche materna, trigo de las praderas circundantes,
agua de la vertiente cercana —tomada en el cuenco de la mano, de bruces en la orilla del arroyo, o
canalizada en tubos de procedencia extranjera todavía. Nación, o sea horizonte circundante —“mi
circunstancia”, como dice Ortega y Gasset— paisaje hacia allá y hacia acá, con cerros y llanuras, con nieve
o mar al fondo. Nación, o sea en fin, la madre. La matriz de nuestro físico. El surco de tierra en que fue
echada nuestra simiente, que fructificó y del cual “nacimos”: nación.”
*“Diez años ya”, Letras del Ecuador, enero-marzo de 1954: 1.
150
La clasificación de Carrión, en tanto intelectual de la literatura mencionada más arriba, así como
la categoría de “matriz cultural”, son nociones tomadas de la investigación de Martha Cecilia Rodríguez
Albán, Cultura y política en Ecuador. Véase, específicamente, los capítulos uno, “Los procesos culturales
son procesos políticos”, y cinco, “De intelectuales y redes en espacios públicos: la importancia de llamarse
Benjamín Carrión”.
125
[Esta] para Carrión, como las universidades para otros intelectuales del periodo, tienen
un propósito fundamental: forjar la conciencia de lo nacional, es decir, ilustrar a la nación.
La mayoría de edad de la patria, esto es, su capacidad de autodeterminación, traería dos
consecuencias civilizatorias: la democracia y la inserción en el mundo contemporáneo.
La mayoría de edad de la patria es su inscripción en la universalidad. Entre los
intelectuales ecuatorianos de mediados del siglo pasado, en su mayoría escritores y
artistas de izquierda, predominaban concepciones filosóficas humanistas e ilustradas, y
una ideología política democrática. La “pequeña gran nación” debía sustentarse en la
democracia. Ésta, el gran objetivo político de la época, tenía que chocar contra la
estructura estamental de la sociedad, con la falta de integración social entre blancos
criollos, mestizos e indios, con la subordinación del campo atrasado a la incipiente
modernidad de la ciudad. La democracia, por ello, no sólo tenía que ver con la
modernización del orden político, sino con la urgente transformación de las estructuras
sociales y las relaciones económicas. Es en este terreno, precisamente, donde se produjo
la lucha interna en la élite intelectual.151
Esta lucha que describe Carvajal también tuvo su correlato en el entorno cultural,
a raíz de la fundación de la CCE. En cierta forma, Carrión lideró la lucha de un grupo de
intelectuales de sectores sociales medios por obtener legitimación en el funcionamiento
del Estado moderno. Los efectos que esta matriz cultural generaron en el quehacer e
itinerario de la producción cultural y artística en Ecuador, perduraron por varias décadas
en el siglo pasado. Tal vez, si este modelo de gestión cultural se compara con otros más
próximos a la época actual, es probable que muchas de las ideas defendidas por Carrión
a la larga hayan contribuido al ocaso de una dinámica de producción artística, literaria e
intelectual que rindió un diálogo fructífero en el país, por lo menos desde las década de
los treinta y cuarenta.
En el marco de estas críticas a la figura de Carrión se encuentra la de Moreano.
Para este sociólogo el pensamiento carrionesco adolece de muchas e irreparables
contradicciones que reflejan el duro escenario en el que debió abrirse paso el viejo
suscitador. Ciertamente, comprende que durante el periodo que transcurre desde 1944
hasta 1959, Carrión contribuyó a definir la estrategia de salvar a la patria por medio de la
cultura, al mismo tiempo que lo hacía dentro de los límites de una institución al amparo
del Estado. Por otra lado, el tropo de la nación siempre estuvo en el horizonte de su
propuesta y para ello la narrativa de una identidad homogeneizadora se encontraba por
encima de las diferencias sociales y étnicas. Ambas nociones, la cultura como recurso de
integración y la de la identidad nacional, formaron parte del repertorio temático de
Carrión en este contexto, lo cual le posicionaba en un lugar protagónico de los combates
151
“¿Volver a tener patria?”, 219.
126
por la cultura. Para decirlo junto a Moreano: “el pensamiento político más avanzado
devenía teoría cultural, y la misma se presentaba bajo una forma política: la salvación
del Ecuador por la cultura.”152
En este mismo orden de ideas, está la posición de Tinajero. Este define a Carrión
como un actor clave en el proceso de modernización del Estado, sobre todo a partir de la
fundación de la CCE, la cual reconoce como un acierto. Aunque también repara en las
contradicciones y vacíos teóricos de lo que denomina “ideología de la cultura nacional”,
considera que el liderazgo de Carrión sirvió de puente para la renovación de actores de la
cultura, incluyendo a los intelectuales, escritores y artistas de la izquierda. A su vez,
Tinajero también recrimina que esta apuesta por institucionalizar la cultura devino en un
anquilosamiento y opacó el impulso inicial de algunas propuestas que en su momento
combinaron creatividad, juicio estético y compromiso social:
Algunas posiciones de Tinajero han ido cambiando con el pasar del tiempo. Esto
último contribuye más a la imagen ambigua y contradictoria que se ha creado, en torno a
la figura más polémica de la intelectualidad ecuatoriana sigloventina. Ciertamente, la idea
de conformar una institución cultural con la capacidad de obtener recursos propios del
Estado, sumado a la infraestructura en la capital y núcleos provinciales, con imprenta
nacional y, además, estrategias de comunicación masiva a través de la radio, el cine y la
prensa, le dieron un espaldarazo a la noción de cultura anunciada por Carrión desde sus
tempranas incursiones publicistas, hasta la obtención de la presidencia de la Casa de la
152
“Benjamín Carrión: las paradojas del Ecuador”, en Pensamiento crítico-literario de Alejandro
Moreano, Alejandro Moreano, II: 38.
153
El siglo de Carrión y otros ensayos (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión,
2014), 95.
127
Cultura y dirección del impreso Letras del Ecuador. El ascendiente carrionesco moldeó
durante mucho tiempo la manera como se llevarían a cabo las políticas culturales en la
nación ecuatoriana, a lo largo del siglo XX.
La articulación de la CCE y del impreso analizado con un funcionamiento más
próximo a una incipiente industria cultural, combinado con una concepción del intelectual
como un sujeto por excelencia de la cultura, capaz de orientar a la sociedad por medio de
la educación y los altos valores civilizatorios, hacen de la figura de Carrión un ejemplo a
ser analizado desde la perspectiva de la crítica cultural, tal y como lo hiciera Michael
Handelsman. Sin duda, este ha sido uno de los investigadores que más ha incursionado
en la obra carrionesca, sumado a una exhaustiva lectura del archivo personal del lojano y
el estudio de las relaciones epistolares que este sostuvo con representantes de la
intelectualidad hispanoamericana y nacional.154 Al respecto, Handelsman comenta:
La visión del mundo que condicionó el modus vivendi de Carrión tiene como vertiente
una tradición arraigada en el elitismo. La Cultura, siempre con mayúscula, impartida por
un maestro —llámese Rodó, Próspero o Carrión— no dejó de asomar a lo largo de toda
la vida de Benjamín Carrión. Pese a sus nobles propósitos y su compromiso con el
desarrollo general del pueblo ecuatoriano, Carrión nunca logró desprenderse por
completo de un paternalismo ilustrado que jerarquizaba la cultura. El intelectual era el
conductor; la Casa de la Cultura instruiría al pueblo; Europa y su “civilización” serían un
modelo ante el cual todo progreso cultural había de medirse.155
Las ideas arielistas fueron parte del repertorio de juventud de Carrión, por eso a
lo largo de su extensa intervención pública como intelectual en transición este siempre
mantuvo una ambivalencia sobre la cultura. Uno de estos rasgos que identifica
Handelsman es la visión paternalista que ejerció desde distintas instancias de la cultura y
la educación. El papel que Carrión jugó como gestor cultural no lo eximió del juicio de
sus contemporáneos, tampoco de la crítica posterior:
154
Véase Michael Handelsman, En torno al verdadero Benjamín Carrión (Quito: Editorial El
Conejo, 1989). También del mismo autor, Ideario de Benjamín Carrión (Quito: Letraviva / Editorial
Planeta del Ecuador, 1992).
155
“Estudio introductorio”, en Cartas al Ecuador, Benjamín Carrión (Quito: Banco Central del
Ecuador / Corporación Editora Nacional, 1988), 16.
128
Con el mismo idealismo utópico que de una manera u otra lo incitó a escribir Cartas al
Ecuador, Carrión vio en la creación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana la encarnación
de todos los valores “espirituales” que él había asociado intuitivamente con una supuesta
ecuatorianidad. De hecho, la cultura como tal, y la Casa de la Cultura sobre todo, le
sirvieron como fundamento en el proyecto que él había propuesto para solucionar la crisis
general del Ecuador de los primeros años de los 40. Ante las múltiples derrotas de la
época, Carrión enseñó que el país podría levantarse de nuevo siempre que recurriera al
mundo de la cultura.157
Es decir, a pesar de todas las dificultades que debió sortear y también al hecho de
pertenecer a una corriente de pensamiento progresista, Carrión desarrolló un aparato
institucional en la CCE modelado por una oposición entre alta y baja cultura, civilización
y barbarie, dualidad entre la ciudad y el campo, así como la homogenización de la
sociedad por medio del mestizaje, sin tomar en consideración a los diversos actores
sociales y étnicos. La matriz de la pluriculturalidad, junto a la ampliación de los
horizontes democráticos fortalecidos en las prácticas jurídicas e institucionales más
reciente sobre la alteridad, está confrontada con la “esencia de la ecuatorianidad”
defendida por Carrión.158
Lo arriba descrito no intenta agotar las diferentes perspectivas desde las cuales se
ha dimensionado la acción de Benjamín Carrión, pero se considera que su liderazgo es
156
En torno al verdadero, 85-6.
157
Ideario, 125.
158
Véase Michael Handelsman, “Benjamín Carrión entre la modernidad y la postmodernidad”,
Re/incidencias, Anuario del Centro Cultural Benjamín Carrión, n°. 3 (diciembre de 2005): 465-81.
129
159
Irving Iván Zapater, “Bosquejo histórico de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Primera parte
1944-1988”, Letras del Ecuador, noviembre de 2019: 7.
160
Citado por Anne-Claudine Morel, “Las ‘políticas culturales’ en la Casa de la Cultura
Ecuatoriana”, 80.
130
161
Ibíd., 79.
162
Véase Benjamín Carrión, Correspondencia I (Quito: Municipio del Distrito Metropolitano de
Quito / Dirección General de Educación y Cultura / Centro Cultural Benjamín Carrión, 1995). En este
volumen hay una extensa relación epistolar de Carrión con la red de intelectuales que sostuvo en Ecuador.
De hecho, en un comunicado oficial de la Junta Plenaria de la CCE *, esta ratifica su apoyo incondicional a
su fundador, además de cerrar filas frente a lo que en su momento fue considerado un ataque directo a la
autonomía de la institución. Esta situación obligó a Carrión a marcharse a una suerte de exilio voluntario
en México. A continuación, el documento completo:
[Fue] cuando gobernaba Camilo Ponce y las cosas para Carrión se le pusieron cuesta
arriba: en el Congreso querían recortar los fondos de la Casa de la Cultura; los sambenitos
de socialista, de comunista, arreciaban contra él a quien acusaban, además, de usar la
institución que él creara para promocionar su imagen. Inclusive en un pasquín, de forma
anónima, lo culparon de haberse robado un cuadro, una puerta y no sé qué otra cosa de la
Casa de la Cultura.164
Dr. José Baquerizo Maldonado, Ministro de Educación Pública. — Dr. Julio Endara.— Sr. Carlos Zevallos
Menéndez.— Sr. Alfredo Pareja Diezcanseco.— Sr. Jorge Pérez Concha.— Dr. Ángel F. Rojas.— Dr. J.
A. Falconí Villagómez.— Prof. Jorge Escudero.— Dr. Rigoberto Ortiz B.— Dr. Carlos Cueva Tamariz.—
Sr. Roberto Crespo Ordóñez.— Dr. César Andrade y Cordero.— Sr. Fernando Chaves.— Ing. Luis Homero
de la Torre.— Sr. José Enrique Guerrero.— Dr. Julio Aráuz.— Dr. Gonzalo Rubio Orbe.— Dr. Alberto
Larrea Chiriboga.— Dr. Pío Jaramillo Alvarado.— Sr. Jorge Icaza.— Sr. Jaime Chaves Granja.— Sr.
Francisco Alexander.— Sr. Carlos Manuel Larrea.— Dr. Alfredo Pérez Guerrero.— Sr. Isaac J. Barrera.—
Rev. Padre Alberto Semanate.— Dr. Luis Bossano.— Dr. Rafael Alvarado.— Dr. Humberto García
Ortiz.— Dr. Eduardo Riofrío Villagómez.— Sr. Humberto Vacas Gómez.— Dr. Miguel Ángel Zambrano,
Secretario General.
*Letras del Ecuador, julio-diciembre de 1957: 5.
163
En la documentación del AHMRE se evidenció que los titulares de la cancillería, en calidad de
cónsules y adjuntos culturales, manifestaban falta de recursos financieros y presupuestarios para responder
a las demandas de materiales bibliográficos y hemerográficos producidos en la editorial de la CCE.
164
Pasiones de un hombre bueno, 105.
165
Véase Guillermo Bustos, El culto a la nación, 140.
132
166
“La presencia del Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica”, en Ecuador-España. Historia y
perspectiva, coord. María Elena Porras y Pedro Calvo-Sotelo (Quito: Embajada de España en el Ecuador /
Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador, 2001), 161.
167
“La conmemoración del primer centenario de la independencia ecuatoriana: Los sentidos
divergentes de la memoria nacional”, Historia Mexicana LX: 1, n.° 237 (julio-septiembre 2010): 494. Véase
Guillermo Bustos, “El hispanismo en el Ecuador”, en Ecuador-España, 153.
133
cultural. Esta forma subsidiaria de articular el reaccionarismo peninsular ibérico con los
procesos culturales en el continente, revela una actitud paternalista que veía en la
conservación de la hispanidad una oportunidad para incidir en los funcionamientos
internos de naciones autónomas. Esta situación ya era advertida por representantes
nacionales en el extranjero, como lo hiciera Raúl Andrade (1905-1983).
La asignación de Andrade, como adjunto o agregado cultural en España durante
1949, dio sus frutos en un ensayo que remite a Gonzalo Escudero (1903-1971), embajador
en París, el 13 de diciembre de 1950. Este texto lleva por título “Panorama español bajo
la dictadura” y contiene 18 fojas. En general, fue un balance de la Guerra Civil española,
al mismo tiempo que una opinión crítica en torno a las circunstancias de fuerza que
rodeaban a la intelectualidad bajo la égida del general Franco. En un fragmento, este
afirma:
[El] Instituto de Cultura Hispánica es una de tantas fundaciones falangistas, por más que
en los últimos años se han filtrado en sus filas muchos elementos monárquicos. Con todo
Falange mantiene casi todas sus posiciones en el referido Instituto que, en el fondo, es un
enmascarado vehículo de propaganda con propósitos expansionistas, sospechosos
programas de vinculación hispanista y visión francamente ultramarina.168
Las valoraciones del adjunto cultural eran observadas por los cuerpos de seguridad
de la dictadura española. En una nota reservada del 26 de noviembre de 1949, el
encargado de negocios de la legación de Ecuador en España, José Rumazo González,
informa al Ministerio la razón por la cual Andrade no podía continuar con sus funciones
en esa delegación y, al mismo tiempo, solicitaba su traslado a París con el mismo cargo:
168
Este ensayo, así como otras fuentes citadas del mismo repositorio, se encuentra dentro de los
legajos consultados en el AHMRE.
134
El ejemplar, según pude verlo, estaba prolijamente subrayado con tinta y lápiz, haciendo
resaltar todas las palabras o frases contra la España actual y sus gobernantes, desde la
Monarquía.
El control ejercido sobre las actividades intelectuales era una muestra del aparato
de vigilancia utilizado por el franquismo, a pesar de los acercamientos a los países
latinoamericanos y caribeños de habla española en un intento por recuperar las relaciones
diplomáticas bajo tensión. En otra nota del 19 de mayo de 1949 del mismo Rumazo
González, este transcribe los fragmentos de un discurso de Franco, del 18 del mismo mes,
ante las Cortes Españolas. En la alocución el gobernante español manifiesta la necesidad
de reparar las relaciones con el continente hispanoamericano, dice:
Encontramos a los Estados de Europa tan torpes, tan viejos y tan divididos, y sus políticas
tan llenas de marxismo, pasiones y rencores, que sin querer nos empujan a donde nuestro
corazón nos llama, a la aproximación y al entendimiento con los pueblos de nuestra
estirpe; América atrae nuevamente el destino histórico de España y hacia ella vuelan las
simpatías de nuestra nación en una llamada de la sangre, de la fe y del lenguaje. El mar,
vencido por la ciencia, es camino que une y ya no es barrera que separa, los espacios se
acortan entre los Continentes y hoy distancian más las tierras que los mares.
La unidad de la "patria espiritual" plantea, además, una estructura jerárquica en la que los
pueblos colonizados deben reconocer a España como la creadora de su propio ser, a partir
del siguiente razonamiento: los territorios conquistados y colonizados por los españoles
obtuvieron su "definición espiritual" gracias a su contacto con España a través de
conquistadores, colonizadores y misioneros peninsulares, y por ello deben ver a la
"generadora de su humanidad" como la "madre patria".169
169
Ricardo Pérez Monfort, Hispanismo y falange. Los sueños imperiales de la derecha española
(Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2004), 15.
135
Ecuador (PUCE) lo hiciera un poco antes en 1946.170 Todo esto hace del catolicismo un
actor que se debe tomar en consideración, para efectos de un análisis más cabal de la
constitución del campo intelectual semiautónomo en Ecuador, a pesar de que su
profundización rebasa los objetivos planteados. En relación con la intelectualidad católica
durante ese tiempo, menciona Zanca:
Los intelectuales católicos despliegan una visión del mundo que —creen— es la que se
corresponde con los ideales que persigue la Iglesia Católica. No son, por su función,
administradores institucionales de lo sagrado; pero tampoco pertenecen al mundo
indiferenciado y obediente de los laicos. La estratificación que representan los
intelectuales nos revela una tensión latente entre la necesidad eclesiástica de la
intervención pública de los pensadores ligados a la Iglesia (o que se reconocen fieles a su
prédica), y la existencia de esos mismos “intérpretes”, con el peligro de que terminen
introduciendo en el seno del catolicismo formas de justificación o prácticas que choquen
con su estructura tradicional.171
170
Algunas de ellas fueron: Universidad Católica Andrés Bello en Venezuela (1953), Universidad
Católica del Norte (1956) y la Universidad Católica de Temuco (1959), ambas en Chile, Pontificia
Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (1958), Universidad Católica Nuestra
Señora de La Asunción en Paraguay (1960), Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra en la
República Dominicana (1962), Universidad Católica Boliviana San Pablo (1966), entre otras.
171
Los intelectuales católicos y el fin de la cristiandad 1955-1966 (Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica, 2006), 11.
137
una política de entendimiento entre patronos y obreros, sino considera que dichas
transformaciones son la oportunidad para estrechar lazos de cooperación sin que las
diferencias de clase sean obstáculo para las mejoras requeridas. Hizo énfasis en los
sectores más desprotegidos que se encontraban en condiciones misérrimas, aunque se
distancia de los procesos revolucionarios que pretendían generar cambios a través de la
violencia y la inversión del orden social y económico. Ratifica la libertad del hombre, así
como el derecho a la propiedad, como factor de dinámica social sin que se dañe la labor
y deseo individuales. En relación con este último punto, afirma:
No se ha de pensar, sin embargo, que todos los desvelos de la Iglesia están tan fijos en el
cuidado de las almas, que se olvide de lo que atañe a la vida mortal y terrena. En relación
con los proletarios concretamente, quiere y se esfuerza en que salgan de su misérrimo
estado y logren una mejor situación. Y a ello contribuye con su aportación, no pequeña,
llamando y guiando a los hombres hacia la virtud. Dado que, donde quiera que se
observen íntegramente, las virtudes cristianas aportan una parte de la prosperidad a las
cosas externas, en cuanto que aproximan a Dios, principio y fuente de todos los bienes;
reprime esas dos plagas de la vida que hacen sumamente miserable al hombre incluso
cuando nada en la abundancia, como son el exceso de ambición y la sed de placeres; en
fin, contentos con un atuendo y una mesa frugal, suplen la renta con el ahorro, lejos de
los vicios, que arruinan no sólo las pequeñas, sino aún las grandes fortunas, y disipan los
más cuantiosos patrimonios.172
172
Hernando Sebá López, Carta Encíclica “Rerum Novarum”. Guía de lectura y estudio de
Hernando Sebá López (Bogotá: San Pablo, 2006), 38-9.
173
En palabras de Iván Carvajal*, la configuración de lo nacional en la cultura no fue unívoca y
muchas veces sirvió para dirimir diferencias irreconciliables: “La necesidad de volver a tener patria fue
ciertamente una angustia común de las élites intelectuales de derecha y de izquierda, pero los bandos
138
del Ecuador propugnó del intelectual hacía hincapié en la capacidad de orientador y guía
que este pudiera desempeñar sobre la población, un sujeto con conocimiento en
humanidades y un repertorio cultural decididamente occidental. En palabras del lojano,
al conmemorar el fallecimiento de Andrés Eloy Blanco (1896-1955), poeta y político
venezolano muerto en extrañas circunstancias mientras se encontraba exilado en México,
el intelectual latinoamericano estaba en un momento decisivo para la región:
Esta representación del sujeto de la cultura se articula con una idealización del
intelectual comprometido con la sociedad, la imagen de un mentor que participa de la
educación del pueblo e inspira la transformación democrática. Al mismo tiempo, también
participa del combate ideológico en contra del fascismo y otras posturas consideradas
conservadoras. Para decirlo en palabras de Carrión, en la celebración del décimo
aniversario de la CCE:
ideológico-políticos, como no podía ser de otra manera, recurrían a diferentes fuentes, diferentes héroes,
distintas jerarquías de valores, y, por tanto, proyectaban hacia el futuro distintas expectativas sociales,
políticas y culturales.”
*“¿Volver a tener patria?”, 217.
174
“Andrés Eloy”, Letras del Ecuador, abril-junio de 1955: 1.
175
“Diez años ya”, Letras del Ecuador, enero-marzo de 1954: 22.
139
Pertenezco a una generación desilusionada que ha visto derrumbarse, una tras otra, sus
más audaces construcciones. Los adolescentes hispanoamericanos que en 1914-1918 nos
suponíamos herederos de un espléndido patrimonio espiritual, legado por Francia y otros
países de Europa, vimos cómo los corceles de la guerra pisoteaban los más sagrados
principios, las más nobles ideas, y cómo la sangre mancillaba hasta los dominios más
recoletos de la cultura. Nosotros creíamos en los valores de la libertad y de la belleza,
pero contemplamos la fealdad triunfante y la libertad encadenada.176
176
“El poeta testigo de su tiempo”, Letras del Ecuador, julio-diciembre de 1960, 28.
177
Intelectuales, 55.
140
Hacen mal los intelectuales en desdeñar a los políticos y los políticos en desdeñar a los
intelectuales. En todas las épocas y en todos los pueblos, la historia es el resultado tanto
de la idea que inspira como de la voluntad que ejecuta. En esta América de la
independencia y de la libertad han ido hermanados el pensamiento y la acción, desde
Washington y Jefferson hasta Martí y Máximo Gómez.178
Sin embargo, desde el impreso fue el periodista, maestro y filósofo Jaime Chaves
Granja (1909-?), el que más se aproximó a una descripción pormenorizada del papel
desempeñado por el intelectual. Miembro fundador de la Casa de la Cultura, además
maestro y colaborador asiduo del impreso, Chaves Granja aparece en el análisis de la
documentación de forma reiterativa en torno a la importancia del intelectual como un
agente responsable del cambio. Menciona que el conocimiento que este maneja es el
resultado de una moral pragmática, cuyo asidero está anclado a un principio de realidad
desde el cual parte.179 La sustentación que el sujeto del saber realiza de los fenómenos
sociales y estéticos lo posiciona en un campo de acción que está muy lejos de la idea del
intelectual alejado del entorno, habitante de una torre de marfil que apuesta por un
conocimiento puro y libre de la influencia mundana. En “El dolor de pensar y la marejada
política”, este afirma:
El intelectual tiene que trabajar, tiene que luchar tratando de que el mundo no se deje
vencer por el instinto ciego, por la fuerza bruta, por la violencia desenfrenada, porque la
vida humana, la convivencia de hombres y de sociedades debe estar regida por la razón,
por la comprensión inteligente de todas las cosas. El intelectual debe oponerse a todo lo
dogmático que en definitiva no es sino una suma mayor o menor de prejuicios y debe
defender las posiciones de la libre discusión que en cualquier caso es signo de dignidad y
responsabilidad del espíritu.180
178
“Intelectuales y políticos”, Letras del Ecuador, agosto-septiembre de 1947: 1.
179
“El intelectual al borde o más allá del drama”, Letras de Ecuador, noviembre-diciembre de
1954, 1.
180
Letras del Ecuador, enero-marzo de 1955: 3.
141
debatirse en medio de la corriente y el vértigo y salir airosa de esta clase de pruebas que
no ofrecen válvulas de escape.”181 Sin más ni menos, Chaves Granja postula al intelectual
como aquel representante de la sociedad con la responsabilidad de construir un nuevo
humanismo, las bases de una política moderna que encuentra su parangón con la irrupción
de la democracia. De ahí que la separación entre la política y la intelectualidad ya no
formen parte de las características que debe reunir el sujeto del saber, aunque siempre
desde la libertad que no comprometa su rol:
El intelectual debe ser un ideólogo de la política; con su trabajo y su obra debe servir a
un conjunto de teorías y de doctrinas claramente determinadas y de acuerdo con los
imperativos de cada época, de cada realidad social en marcha. Es evidente que con
frecuencia las relaciones entre el intelectual y el partido o la bandería han sido un fracaso,
ya porque no hubo en el intelectual toda la sinceridad y el desprendimiento
indispensables, ya porque se dejó dominar por el grito de la masa, porque no fue capaz
de desestimar la estridencia pasajera, porque cobardemente perdió su personalidad.
Rechazamos las torres de marfil, pero al mismo tiempo rechazamos la política de los
intelectuales cuando hacen por desgracia una política de adocenados, de siervos de algo
o de alguien. Si hay una síntesis que defina la función del intelectual con respecto a la
política, no puede consistir sino en el deber supremo de ser libres, con el pensamiento y
la conducta.182
181
“José Peralta y el humanismo político”, Letras del Ecuador, abril-junio de 1955: 9.
182
“El intelectual en las democracias de América”, Letras del Ecuador, enero-junio de 1960: 7.
183
Pierre Bourdieu* (1930-2022) habla de un campo intelectual que vendría siendo una fracción
del campo de poder, pero este campo proclive al intelecto y a las producciones culturales está inserto dentro
de una dinámica autónoma que se rige bajo sus propios principios y tensiones permanentes; no obstante, el
mercado que lo atraviesa y sus agentes, uno más visibles que otros, que obtienen capital simbólico por el
simple hecho de formar parte de dicho circuito. Al respecto, este comenta: “Es a condición de constituir el
campo intelectual (que, por grande que pueda ser su autonomía, está determinado en su estructura y su
función por la posición que ocupa en el interior del campo del poder) como sistema de posiciones
predeterminadas que exigen, como puestos de un mercado de trabajo, clases de agentes provistos de
propiedades (socialmente constituidas) de un tipo determinado, que se puede romper con la problemática
142
estos aspectos descritos dejaron huella en el imaginario nacional, así como el ensayo fue
el género y estilo literario a través del cual se difundió. Es decir, este género de escritura
en parte definió los límites en la construcción de una identidad de tipo nacional y se
mantuvo como una práctica durante una buena parte del siglo XX en la labor llevada a
cabo por los intelectuales.184
tradicional (en la cual Sartre queda prisionero) y preguntarse, no cómo tal escritor ha venido a ser lo que
es, sino lo que debían ser, bajo la relación del habitus socialmente constituido, las diferentes categorías de
artistas y de escritores de una época y de una sociedad determinadas, para que les fuera posible ocupar las
posiciones que les reservaba un estado determinado del campo intelectual y adoptar, al mismo tiempo, las
tomas de posición estéticas o ideológicas objetivamente ligadas a esas posiciones.”
*Intelectuales, política y poder (España: Eudeba / Editorial Universitaria de Buenos Aires, 2012),
33.
184
Véase Rafael Polo Bonilla, Los intelectuales y la narrativa mestiza, 71.
185
Véase Anexo 5: Entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960), en torno al acápite
“Identidad y proyecto democrático nacional” del capítulo segundo.
143
El campo cultural semiautónomo que era proyectado desde las páginas del
impreso también da cuenta de la alianza establecida entre estos y el poder político, aunque
esto responde a otro análisis que escapa a los límites de la investigación. Lo que empezó
de manera fragmentada y dispersa, a través de una sensibilidad reconstruida desde los
artículos de opinión en la prensa local y nacional de grandes rotativos, junto a las
producciones ensayísticas, literarias y poéticas, sumado al ejercicio de la docencia en
colegios y universidades de las principales ciudades, derivó en una instancia institucional
con apoyo y financiamiento del Estado. La consecuencia de la autopercepción de los
intelectuales no se hizo esperar: estos eran la voz autorizada para orientar el pensamiento
y los valores de la sociedad. Para decirlo junto a Ramos:
186
Desencuentros de la modernidad en América Latina, 361-62.
145
187
Véase Martha Cecilia Rodríguez Albán, Cultura y política en Ecuador, 98.
147
escena cultural, también lo es el hecho de haber establecido las bases de unas políticas en
calidad de organismo público y autónomo. Desde Letras del Ecuador, en reiteradas
oportunidades, se insistió sobre las condiciones previas a la fundación de la CCE. Ahora
bien, es evidente que este tipo de publicaciones constituyen un brazo comunicativo
importante para las actividades de un organismo de esta naturaleza, en donde además eran
promovidas desde una visión propagandística. Aun así, no es deleznable el énfasis que el
impreso hace entre un antes y un después de su irrupción.
Desde las páginas del periódico se trataba a las producciones culturales y artísticas
mediante una noción patrimonial y de inventario que se remonta a algunas prácticas
estatistas del siglo XIX, específicamente el caso francés; sólo a modo de comparación
remota, haciendo la salvedad de las transformaciones registradas en el contexto.188 Esta
idea de cultura en tanto patrimonio nacional no deja de tener visos conservadores, aunque
formó parte significativa de los procesos de modernización y organización cultural bajo
el amparo de los Estados nacionales a lo largo del periodo, sobre todo en la región
latinoamericana. El caso más notorio lo representó México bajo la Secretaría de
Educación Pública, a cargo de José Vasconcelos entre los años 1921 a 1924. Este supo
canalizar las transformaciones producidas por la Revolución mexicana (1910-1917) al
proponer su asimilación a través de la educación y la acción sociocultural. Con un enfoque
nacionalista de enorme impacto para el país, Vasconcelos se caracterizó por hacer de la
agencia cultural un funcionamiento organizativo al servicio del Estado con la venia de
universidades, instituciones educativas y grupos de intelectuales que suscribieron su
visión. El antecedente mexicano sirvió de inspiración para los procesos de modernización
de la cultura en Hispanoamérica, incluyendo el caso ecuatoriano.
188
En relación con las políticas culturales oficiales en la Francia decimonónica, menciona
Bauman*: “Entre 1815 y 1875, el régimen estatal cambió cinco veces, pero a pesar de las rotundas
diferencias que separaban a cada forma de la anterior, hubo una cuestión establecida por los predecesores
que todos aceptaron sin cuestionar: la necesidad de que las autoridades estatales continuaran respaldando y
supervisando los esfuerzos por ilustrar y cultivar, ahora conocidos en conjunto como “el desarrollo y la
propagación de la cultura”. En este período, además, la ya establecida tradición de la responsabilidad estatal
por la cultura se enroló al servicio de la construcción nacional. El objetivo general de crear nuevos (y
mejores) individuos devino en la tarea específica de crear patriotas franceses y ciudadanos leales a la
República. El concepto de patrimoine —el patrimonio nacional—, que debía ser cuidado y puesto a
disposición de los ciudadanos (además de enriquecido por el bien y la gloria de los futuros herederos), y
que con bastante razón se consideraba una de las condiciones fundamentales de la identidad y la unidad
nacional, así como de la lealtad y la disciplina ciudadana, adquirió un lugar cada vez más significativo en
los subsiguientes programas de la iniciativa. El conglomerado de tradiciones, costumbres, dialectos y
calendarios locales, herencia de siglos de fragmentación feudal, había de unificarse en un Estado moderno
a través de un programa cultural integrado.”
*La cultura en el mundo de la modernidad líquida (Ciudad de México: Fondo de Cultura
Económica, 2013), 86.
148
189
Notas sobre la inteligencia americana (Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma
de México / Coordinación de Humanidades / Centro de Estudios Latinoamericanos / Facultad de Filosofía
y Letras / Unión de Universidades de América Latina, 1978), 8-9.
149
orientado a la formación cívica, con una ética que le caracterizaba y, al mismo tiempo,
distinguía. El rango y membresía de esta elite era obtenido tanto por la participación en
la opinión pública, a través de la prensa como en el ejercicio de cargos públicos; esto fue
antes de la mediación de la instancia universitaria como condición y mejora de la
actividad intelectual semiautónoma. En palabras de Altamirano:
190
"Introducción”, 13-4.
150
Los escritores, nacionales —hombres sin fortuna, en una abrumadora mayoría— con
mínimas excepciones, han sufrido el nada envidiable destino de consumir su sensibilidad
exquisita en las hórridas limitaciones de una oficina pública. ¡Cuántos han gastado
íntegramente su vida en la esclavitud de estériles empleos secundarios. Han aniquilado
su juventud sobre inútiles hacinamientos de papeles. Junto a los signos borrosos del
obediente teclado de las máquinas de escribir!191
Estas circunstancias hicieron del escritor una imagen errática, siempre con la
necesidad de lidiar entre la manutención y el empleo mediocre, mientras el talento
literario era coaccionado por un entorno local estéril, atrasado y sujeto a los vaivenes de
las elites aristocráticas.
El sino trágico asociado al productor literario, acompañó por mucho tiempo la
representación de estos en la sociedad. Además, muchas veces alimentado por una crítica
literaria incipiente que combinaba análisis con opinión de las obras. Pero, al mismo
tiempo, esta visión también era reproducida por los propios escritores de la época. En una
carta fechada el 16 de julio de 1932, en la ciudad de Quito, Pablo Palacio escribe a su
amigo Carlos Manuel Espinosa, lo siguiente:
Me pide que escriba para “Hontanar”, que aparecerá a fines de julio. No es verdad.
“Hontanar” no aparecerá a fines de julio, sino más tarde, en agosto o en setiembre. Para
entonces escribiré gustoso. Hoy no, porque estoy de sacha examinador (mal dicho está:
sacha quiso decir una vez salvaje) y tengo que preguntar a los niños: “Dígame, niño, ¿Qué
es la patria potestad?; dígame, niño, ¿Qué es la sociedad conyugal?”. También tengo que
sentarme en medio de unos caballeros tontos, tengo que oírles hablar y apuntar las cosas
que dicen, bien ordenaditas en especies de reseñas que llaman actas. También tengo que
interesarme porque uno que otro desgraciado pague su deuda al chulquero de la esquina.
Y tengo también que dormir, que comer, que hacer limpiar mis zapatos y salir a conversar
en el parque. Por último, tengo que hacerme crecer los bigotes. ¡Qué soy un hombre
atareado, doctor Espinosa! Pero escribiré, naturalmente.
Ustedes han estado haciendo la revolución, pillos. Cuando triunfen, me avisan. Antes no,
porque yo soy un hombre ocupado.192
Con un tono irónico, Palacio describe sin tapujos sus consideraciones en torno al
ejercicio de la abogacía, especialización con la que combinaba el oficio de escritor y que
191
“Arturo Borja”, Letras del Ecuador, abril de 1945: 5
192
“Presencia de Pablo Palacio”, Letras del Ecuador, junio-julio de 1947: 17.
151
Es lamentable que la lucha por vivir imponga a nuestros escritores, científicos, artistas,
una dedicación de esfuerzo y tiempo, a otros trabajos, lejanos a su aptitud y vocación,
Sobre todo en la época en que la constitución del hogar, la fijación material en la vida,
tiene mayores exigencias para cubrir, así sea modestamente, el presupuesto doméstico.
Es vergonzoso y criminal, pero comprensible, que una sociedad censurada y fustigada por
sus escritores, se defienda con el arbitrio cobarde de condenarlos a la miseria.193
Lo anterior era parte de las vicisitudes del ejercicio intelectual durante gran parte
de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, el impreso apunta a una transformación
sustantiva de estas circunstancias productivas como consecuencia de una ausencia de
políticas culturales que elevaran el quehacer literario a una categoría profesional y
autónoma.
De hecho, el primer editorial en abril de 1945 ilustra los objetivos perseguidos por
este grupo de intelectuales y escritores, como se puede apreciar en la Figura 2. Llama la
atención que sea a través de una encuesta pública la estrategia utilizada para motivar el
debate acerca del papel que estos deben desempeñar en los procesos de democratización
de los cuales participan. A continuación, las preguntas completas:
193
“La tercera llamada”, Letras del Ecuador, diciembre de 1952: 2.
152
escritor, artista—, que, según Ud. Haya realizado o se haya acercado más al paradigma
de intelectual que Ud. Concibe?194
Este instrumento para medir la opinión del público está dirigido a aquellos que los
editores consideran sus pares. Se desconoce cuántas respuestas recibió la redacción, pero
sólo fueron publicadas dos. Una de ellas fue la de Alfredo Vera, quien ejercía el cargo de
ministro de educación desde 1944. Este comenta:
[1] Más que ningún otro, el intelectual de nuestro tiempo no puede reducirse a la cultura
parcial o especializada de su ciencia o de su arte. Debe aspirar a la cultura superior y
universal del nuevo humanismo, para la comprensión cabal de los problemas del hombre
y del universo, de la naturaleza y de la historia. Esta aspiración no se contrapone a su
actividad primordial y a su obra, sino que le da una visión más amplia y exacta de la
realidad, y enmarca sus creaciones en el campo de los legítimos intereses y destinos
humanos.
[2] No es imperativo que todos los intelectuales intervengan forzosamente en las luchas
políticas, por mucho que la política —acción o actitud mental-— sea la obligación
especial del hombre civilizado, del ciudadano, en la sociedad moderna. Pero todo
intelectual que merezca serlo debe tener un criterio claro sobre el devenir de la sociedad,
contribuir a su desarrollo y adoptar una posición definida del lado de la libertad, de la
justicia y de la igualdad de los hombres.
[3] Entre tantos altísimos valores de la cultura humana es difícil señalar un solo
paradigma. Muchos supieron cumplir su deber consigo mismos, con su tiempo, con la
especie y con la historia. Desde Sócrates hasta Romain Rolland, desde Galileo hasta
Marx, desde Lenin hasta Einstein.
En nuestro Ecuador, los más nobles espíritus de la cultura nacional —Espejo, Olmedo,
Montalvo— no escatimaron su lucha, sus esfuerzos y sus sacrificios por el bien social,
por el progreso colectivo, por la libertad y la grandeza del pueblo.195
194
“Encuesta sobre la misión de la cultura”, Letras del Ecuador, abril de 1945: 1.
195
“Encuesta sobre la misión de la cultura. Respuesta de Alfredo Vera”, Letras del Ecuador, abril
de 1945: 2. La segunda respuesta publicada fue la de Diego Luis Córdoba (1907-1964), intelectual y político
colombiano:
[1] Por de contado que el intelectual que yo concibo es el que sale a “la lucha concreta por el hombre, por
su vida mejor, su paz y su justicia”.
[2] El intelectual así concebido —hombre de ciencia, escritor o artista— debe asaltar las posiciones
directivas del Estado, entendiendo Estado a la manera duguitiana, como el conjunto de las instituciones de
una nación. Y ha de asaltar esas posiciones para realizar el bienestar colectivo, no tan solamente para
henchir su faltriquera.”
[3] Arquetipos de la estirpe del intelectual que yo acato han sido Karl Marx y Vladimiro Ulianov Lenin.
“Encuesta sobre la misión de la cultura. Respuesta del escritor colombiano Diego Luis Córdoba”, Letras
del Ecuador, mayo de 1945: 2. En ambos casos, la influencia de la izquierda pesa en los posicionamientos
políticos e ideológicos, demostrado además por sus respectivas trayectorias.
153
Figura 2. Portada del primer número de Letras del Ecuador, en la que se puede apreciar
el cuestionario formulado por Benjamín Carrión a los intelectuales.
Fuente: Letras del Ecuador, 1 de abril de 1945: 1.
de educación superior, poco a poco, fueron construyendo una imagen de aliadas de las
demandas de la sociedad. Muchos de los miembros que formaban parte de la docencia
también dividían sus funciones como ensayistas en el impreso, a fin de generar influencia
no solamente dentro de las aulas sino en el extrarradio favorecido por los medios. En un
ensayo escrito por Pío Jaramillo Alvarado, en ese momento presidente de la CCE, este
increpa a la sociedad civil a renovar la institucionalidad universitaria, con el objetivo de
adaptarla a los requerimientos y exigencias de la ruta democrática y de modernización:
196
“Misión de la universidad”, Letras del Ecuador, abril-mayo de 1949:11.
155
197
Véase “Agregados culturales ecuatorianos en el exterior”, Letras del Ecuador, enero de 1949:
12-3.
198
Ministerio de Relaciones Exteriores, Informe a la Nación, junio de 1949 (Quito: Talleres
Gráficos Minerva, 1949), 39.
156
hacer del ensayo un recurso de transmisión de ideas, dentro del marco de la operación
estética. Asimismo, la búsqueda por reconocimiento y legitimidad del ejercicio de
pensamiento, producción cultural y artística, confirió al intelectual un espacio angular en
los procesos de modernización del Estado. Si bien la intelectualidad que protagonizó esta
operación estética mantuvo la firme convicción de que estaban trabajando por una causa
en común, a la larga los resultados no generaron una transformación estructural de la
sociedad como algunos lo tenían previsto.
La síntesis de estas políticas fue desarrollada por Humberto Mata Martínez,
secretario de redacción del impreso. Este definía las políticas culturales como estímulo,
organización y orientación del arte con énfasis en lo nacional, siempre de la mano con
una política general del Estado como ente regulador de todos los organismos implicados:
universidad, academias e incluso la Casa de la Cultura, es decir, un problema asociado a
la administración pública. Al respecto, comenta:
199
“Posibilidad de una política cultural”, Letras del Ecuador, diciembre de 1946-febrero de 1947:
17.
157
200
Benjamín Carrión, “Rómulo Gallegos, el hecho literario y humano, el escritor”, Letras del
Ecuador, abril-junio de 1954: 12.
201
“Rómulo Gallegos toma posesión”, Letras del Ecuador, febrero-marzo de 1948: 1.
158
202
“La libertad de la cultura”, Letras del Ecuador, abril-diciembre de 1956: 32. Véase Rómulo
Gallegos, La libertad y la cultura (Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México /
Coordinación de Humanidades / Centro de Estudios Latinoamericanos / Facultad de Filosofía y Letras /
Unión de Universidades de América Latina, 1978).
159
libros y leal con dios, llegó al poder, no por el asalto que repudiaron sus mejores
personajes, sino por la voluntad democrática que ayudó a formar”.203
La conjunción de la actividad cultural de la mano con el establecimiento de
libertades democráticas estuvo presente como un principio regulador de la
intelectualidad. Esta idea es notoria en los ensayos de los colaboradores del impreso,
quienes veían en la independencia del ejercicio creativo e intelectual una garantía de la
veracidad de su desempeño. No había lugar a dudas, la inteligencia iba a la par con la
democracia y fue imprescindible en este contexto atar la imagen del intelectual con los
procesos de transformación política de la modernidad latinoamericana de mediados de
siglo. Como afirma Chaves Granja:
203
“Invitación a pensar en Rómulo Gallegos”, Letras del Ecuador, abril-junio de 1954: 27.
204
“El intelectual en las democracias de América”, Letras del Ecuador, enero-junio de 1960: 7.
160
pero sí problemáticos y entre los que se pueden señalar la retórica anticolonialista que se
remonta a las luchas emancipatorias decimonónicas, el pensamiento antiimperialista
estadounidense que hizo emerger el hispanismo como contrapartida en lo que se conoce
como modernismo, la influencia de la Revolución mexicana en el imaginario utópico, el
vanguardismo europeo y las versiones autóctonas, las crisis generadas por la Primera y
Segunda guerras mundiales, así como la polarización entre izquierdas y derechas bajo el
nuevo signo de la Guerra Fría, todo esto generó dinámicas caracterizadas por los
desencuentros, niveles de conflictividad política y social, así como tensiones que poco a
poco influyeron en la agencia cultural.
En las páginas de Letras del Ecuador el mestizaje representa la condición
fundamental para conferir al espectro social una característica sine qua non en la
emergencia de un nuevo ciudadano. El seriado demuestra la capacidad de sus
colaboradores por hacer del mestizaje una idea proteica en la misión de restituir el
resquebrajado orden de la sociedad. Una vez más, el ensayo sirvió de instrumento para la
difusión de este pensamiento. La documentación analizada lo administró resaltando la
condición de Ecuador como país articulado a una condición de periferia, también como
síntesis histórica nacional y, por último, en calidad de transición hacia el porvenir. Sobre
esta última, Waldo Frank expone sus impresiones a través de un ensayo publicado en el
periódico:
Visto desde el presente, esta particular visión del mestizaje resulta perniciosa.
Sobre todo por la subestimación que se hace del sujeto mestizo, a quien se consideraba
una suerte de menor de edad al que había de guiar para su incorporación efectiva al
modelo de desarrollo promovido. No obstante, desde la mirada de los productores de la
cultura del impreso, las particularidades de los pueblos hispanoamericanos fueron caldo
de cultivo para una experiencia civilizatoria que convocó a tres actores en un mismo
escenario: 1) la cultura occidental, traída por el hombre blanco español en sus dos
manifestaciones ejemplares de conquistador y evangelizador; 2) los pueblos autóctonos,
idealizados en la figura del indio; y 3) la participación marginal del negro, habitante de
África traído al continente de manera forzosa para el trabajo esclavo.
El orden jerárquico durante el reinado de España en América hizo de sus
instituciones, el idioma y la fe católica un instrumento que sentó las bases para el
asentamiento de un tipo de sociedad distinta sobre un territorio extenso. La fundación de
las repúblicas en la era decimonónica no contribuyó a anular la verticalidad heredada. Por
el contrario, las medidas adoptadas redundaron en el establecimiento de regímenes
oligárquicos que mantuvieron un orden racializado de la sociedad y retrasaron la
incorporación de otros grupos que se encontraban en condiciones de desigualdad y
exclusión históricas. Los cambios exigidos desde los centros del poder, ubicados en
Europa y los EE. UU. principalmente, hicieron de Hispanoamérica una periferia a partir
de la irrupción del nuevo siglo XX. Esta condición relativa exigía de los intelectuales la
formulación de estrategias para el reconocimiento de América Latina, por esta razón
también postularon al mestizaje y la producción literaria como los aportes más
importantes a la universalidad de la cultura.
Esta anhelada universalidad insistía en la condición de nuevo mundo como un
rasgo distintivo. En un ensayo escrito por Mariano Picón Salas, especial para Letras del
Ecuador, este señala:
Pero como, por otra parte, la situación de periferia, casi de colonia de la Cultura occidental
en que vive el hombre de América le obliga a fijar su instinto de individuación, el
concepto de Nuevo Mundo cubre todavía otras cosas. Por ejemplo, esta teoría sobre su
destino. América —se dice— es nueva porque los europeos llegaron a ella sólo a fines
205
“El siglo del mestizo”, Letras del Ecuador, febrero de 1949: 15-6.
163
del siglo XV, pero como no habría originalidad en encontrar también aquí europeos o
descendientes de europeos, ser tan sólo el extramuro del Antiguo Mundo, lo característico
de esa novedad debe buscarse en el enlace con el mundo venerable de las tradiciones
indígenas. El Nuevo Mundo significa no sólo el traslado y la vida que hicieron los
europeos y sus descendientes en otro hemisferio, sino también la resurrección de otra
América que ellos contribuyeron a sepultar. Después que acabamos con los incas, los
aztecas y los mayas, hagámosle un homenaje fúnebre, así como el Dr. Francia, Melgarejo
o don Juan Manuel de Rosas hubieran costeado una lápida a sus adversarios cuando les
vieron definitivamente muertos. Este "indigenismo” que no tiene nada que ver con la
auténtica situación social del indio contemporáneo que sólo se resuelve con métodos
contemporáneos, es una forma de caballerosidad retrospectiva. O en buena lógica, la
novedad de América también se prueba por lo más viejo. Así, casi resulta paradójico que
en el concepto de “Nuevo Mundo” se mezclen experiencias históricas tan cercanas como
las que comenzaron para nosotros en el siglo XVI, con mitos y leyendas hundidas en el
subsuelo de la protohistoria. La originalidad de América nos impulsa a colocar en una
misma galería de mitos y de retratos a Manco Cápac y a Fernando el Católico, a Mama
Occllo y a Isabel de Castilla, a los dioses emplumados de México y a los cristos andaluces,
a Cervantes y a los “Amautas” del Cuzco.206
206
“Viejo y Nuevos mundos”, Letras del Ecuador, julio-diciembre de 1957: 3.
164
era concebida desde la ensayística de Alfonso Reyes y compartida por una nutrida lista
de autores en el continente. Al respecto, este afirmaba:
Nuestro drama tiene un escenario, un coro y un personaje. Por escenario no quiero ahora
entender un espacio, sino más bien un tiempo, un tiempo en el sentido casi musical de la
palabra: un compás, un ritmo. Llegada tarde al banquete de la civilización europea,
América vive saltando etapas, apresurando el paso y corriendo de una forma en otra, sin
haber dado tiempo a que madure del todo la forma precedente. A veces, el salto es osado
y la nueva forma tiene el aire de un alimento retirado del fuego antes de alcanzar su plena
cocción. La tradición ha pesado menos, y esto explica la audacia. Pero falta todavía saber
si el ritmo europeo —que procuramos alcanzar a grandes zancadas, no pudiendo
emparejarlo a su paso medio—, es el único “tempo” histórico posible, y nadie ha
demostrado todavía que una cierta aceleración del proceso sea contra natura. Tal es el
secreto de nuestra historia, de nuestra política, de nuestra vida, presididas por una
consigna de improvisación. El coro: las poblaciones americanas se reclutan,
principalmente, entre los antiguos elementos autóctonos, las masas ibéricas de
conquistadores, misioneros y colonos, y las ulteriores aportaciones de inmigrantes
europeos en general. Hay choques de sangres, problemas de mestizaje, esfuerzos de
adaptación y absorción. Según las regiones, domina el tinte indio, el ibérico, el gris del
mestizo, el blanco de la inmigración europea general, y aun las vastas manchas del
africano traído en otros siglos a nuestro suelo por las antiguas administraciones
coloniales. La gama admite todos los tonos. La laboriosa entraña de América va poco a
poco mezclando esta sustancia heterogénea, y hoy por hoy, existe ya una humanidad
americana característica, existe un espíritu americano. El actor o personaje, para nuestro
argumento, viene aquí a ser la inteligencia.207
La idea central de Vasconcelos es que América debe ser considerada como la patria de
una nueva raza mestiza. Para sustentar esa doctrina supranacionalista, inventa la
“indología”, esto es, la convicción de que en el crisol genético del indio se forja una
promesa que puede llegar a superar la fragmentación endémica de nuestras culturas por
la síntesis de las cuatro razas conocidas: negra, blanca, amarilla y cobriza. Aunque lo
amerindio se considera el crisol (pasivo) y lo blanco tiene la función (activa) de servir de
“puente” comunicador entre todas ellas, la propuesta de Vasconcelos apuesta por el
enigma que promete la fusión virtuosa, la disolución de los rasgos negativos de cada raza.
Con esa confianza, termina por hipostasiar la mezcla de razas como imagen
caleidoscópica, polivalente, omnicomprensiva de la universalidad de la cultura
latinoamericana.
207
Notas sobre la inteligencia americana, 5-6.
165
Los tópicos del suelo, el paisaje, lo telúrico y la tradición, imbuidos de la pregunta por la
raza, se vuelven simbólicamente constitutivos del sujeto y de los pueblos. Lo real
latinoamericano adquiere un significado en función de esa raza imaginaria que se
proyecta como ideal simbólico de toda la humanidad.208
La tristeza empieza muy arriba, en los picachos albos y desolados de los Andes. De ahí
baja con la brisa helada hasta las cabezas calvas de los montes menores y, al encontrar la
endeble amistad de los pajonales, crea el diapasón musical en que se materializa. El pastor
la distiende en unos pocos compases primitivos: el rondador tiene tubos de ensayo para
sutilizar la queja monocorde y hacerla melodía, para que siga bajando a los valles y entre
en los poblachos adormecidos para convertirse en yaraví. Cuando la queja andina entra
en la ciudad, parece que quiere civilizarse y llegar siquiera a los umbrales de la armonía.
Entonces nace el pasillo que es la nupcia del suspiro de los paisajes con los versos suicidas
que escriben, con su propia sangre, los poetas melenudos. ¿No va a alegrarse nunca esa
nota aterida de las alturas? A veces, quiere entrar en calor y le pide ritmo al travieso
sanjuanito. Pero aunque el tempo se acelere hasta tener compás de danza, la melodía sigue
mortalmente triste y a menudo, para fingir una sonrisa, pide un trago de licor, un verso
aguardentoso e inseguro, un título de cantina.209
208
Modernidades periféricas. Archivos para la historia conceptual de América Latina (Barcelona:
Herder Editorial, 2020), 340-41.
209
“La tristeza: disfraz de la raza”, Letras del Ecuador, noviembre de 1945: 9.
166
se expresa el continente, para los ensayistas del impreso esta es una realidad que atraviesa
a los pueblos hispanoamericanos. Esa fusión entre paisaje y expresión humana es
interpretada sin fundamentación, repetida una y otra vez hasta convertirla en un lugar
común. Para decirlo junto a Benjamín Carrión:
210
“Trece años de cultura”, Letras del Ecuador, marzo-junio de 1957: 16.
167
culto animista de los primeros pueblos autóctonos fueron reemplazados por la ordenación
jurídica y la estructura social impuestas por los conquistadores, juntamente con una
concepción imperial y católica del mundo, la cual retrocedió a su vez ante las luces
cegadoras de la ilustración, del progreso y del liberalismo europeos, para dar paso
finalmente a la etapa actual, fusionadora, universal y porvenirista.211
Toda esta descripción refleja una interpretación potenciada por un campo cultural
semiautónomo que contemplaba en la propuesta del sujeto mestizo un ideal de ciudadano,
emergencia de la democracia de mediados de siglo, un anhelo y no el resultado de un
análisis material de la cultura, sus limitaciones y requerimientos de inclusión más allá del
tropo de la nación. En la práctica simuló un proyecto de identidad cultural que apelaba al
patriotismo, con un pasado uniforme llevado a su extremo por la didáctica de la repetición
y la mnemotecnia. Una pedagogía con visos de redención y, sobre todo, un mecanismo
reparador de la pérdida. Al respecto, Fernando Tinajero describe los resultados de las
políticas culturales de la CCE y el discurso de la identidad nacional:
No cabe duda de la eficacia que tuvo la ideología de la cultura nacional hace ya setenta
años: sin ninguna validación puedo afirmar que en ese momento era la mejor ruta que se
podía trazar para un Estado endeble y vacilante, y que la Casa de la Cultura no sólo
contribuyó a sanar la herida que había dejado la derrota, sino puso las bases para una
honda transformación del universo cultural del Ecuador, que por primera vez empezó a
ampliarse desbordando el cerco estrecho de los privilegios de las clases dominantes. La
vigencia de la utopía de Carrión se hizo entonces muy visible: nunca fue más fecunda la
Casa que entre la segunda mitad de la década de los 40 y la primera mitad de la siguiente.
Su inmensa producción, que hoy frecuentemente se olvida, no se debió propiamente a la
abundancia de sus rentas (que fueron muy inferiores a las que más tarde le fueron
asignadas) sino a la recepción y asimilación de una ideología por parte de una burguesía
y una clase media que habían perdido su camino, si alguna vez lo tuvieron claro. Si la
Casa no llegó a movilizar a toda la sociedad ecuatoriana, indudablemente logró
entusiasmar a los estratos medios de la población —es decir, precisamente a aquellos que,
por su propia condición, requerirían con mayor urgencia la afirmación de su identidad
largo tiempo sometida al menosprecio y a la duda.212
211
“Exploración espiritual de América”, Letras del Ecuador, enero-marzo de 1958: 24.
212
El siglo de Carrión y otros ensayos, 97-98.
168
Creo en la vocación espiritual y manual de los pueblos. Con su tierra, su sol y su aire
están hechas sus inclinaciones, sus habilidades y sus preferencias. Y así, las gentes del
trópico, las de la zona fría o templada, las de la montaña y las de la llanura, tienen sus
maneras de pensar y trabajar, su construcción interna, su conducta vital, que les son
propias e irrenunciables.
Creo en el mandato de la tierra, con todas sus determinaciones, creadoras del mineral, de
la planta, del animal y del hombre. Y creo que el hombre ha obedecido y obedecerá
siempre esos imperativos con los que es inútil entablar una lucha de técnica o de poesía.213
213
“El alma y la mano creadora de la patria”, Letras del Ecuador, octubre-noviembre de 1952: 1.
214
Acá cabría incorporar un diálogo con las ideas en torno al mestizaje, desarrolladas por Bolívar
Echeverría*, a las que el autor de esta investigación llegó gracias a la búsqueda por comprender y
reflexionar sobre Ecuador y lo ecuatoriano. Al respecto, este menciona: “El mestizaje, la interpenetración
de códigos a los que las circunstancias obligan a aflojar los nudos de su absolutismo, es el modo de vida de
la cultura. Paradójicamente, sólo en la medida en que una cultura se pone en juego, y su “identidad” se pone
en peligro y entra en cuestión sacando a la luz su contradicción interna, sólo en esa medida despliega
adecuadamente su propuesta de inteligibilidad.”
*La modernidad de lo barroco (Ciudad de México: Ediciones Era, 1998), 81.
En una situación liminar irrumpen los actores que van a dar forma y orientación a los recursos
simbólicos, en el caso del círculo que rodea a Letras del Ecuador llama la atención la capacidad de síntesis
que sus redactores desplegaron, efecto de un momento en donde confluyeron, a modo de coincidencia (tal
vez la noción de acontecimiento entre aquí), muchos sectores sociales, a fin de propiciar un fortalecimiento
de la comunidad imaginada en una unidad de sentido: la nación.
169
las artesanías una política cultural que aproximaba a la operación estética hacia una
vinculación con otros sectores sociales, una configuración popular homogeneizadora. El
evento como recurso masificador que expone las estanterías y pabellones que recrean una
forma tradicional de producción, un reconocimiento a la mano de obra artesana con fuerte
significado histórico para el imaginario nacional. Para ilustrar esta idea, sirve el ejemplo
de un caminante que explora el encanto de las mercancías y las evocaciones que estás
generan al consumirlas. Es el caso de una visita a Otavalo que hizo Moisés Fuentes
Ibáñez, escritor boliviano, este hace una descripción de la plaza en donde se celebra un
mercado popular que hasta el día de hoy se encuentra activo:
En el ensayo hay una pulsión escópica que se aproxima a la imagen del turista
formado bajo la lógica de una economía orientada al consumo. Diferente a lo expuesto en
otro texto, en este caso desarrollado por Marta Traba, a través de una crítica de arte en
donde esta interpela la producción de los tejidos indígenas y los abre a un entendimiento
nuevo. Por eso ve en la cooperación entre las Naciones Unidas y el programa dirigido por
Schreuder una contribución que fue capaz de remozar la producción del arte manual y
actualizarlo a los requerimientos de los gustos del momento; al respecto, esta afirma:
215
“Paisajes y costumbres del Ecuador”, Letras del Ecuador, enero de 1949: 9.
170
del taller de Quito devuelven a motivos indígenas una dignidad estética completamente
perdida.216
216
“Indigenismo dirigido”, Letras del Ecuador, abril-junio de 1959: 15.
217
“La ciencia del folklore fundamenta y extiende la educación desde las épocas pasadas a la
presente “cultura aristocrática” y democrática para el pueblo”, Letras del Ecuador, octubre-diciembre de
1955: 31.
171
descritas a lo largo de las páginas de Letras del Ecuador. La noción folklorista anunciaba
una taxonomía de la identidad, o simplemente una burocratización al servicio del Estado
y una cultura oficial. Quizás los elementos de una etapa de anquilosamiento de la
operación estética llevada a cabo por el campo cultural semiautónomo que administraba
el impreso, signos de un desgaste que llevaría a la CCE a una posición secundaria, fuera
del tablero del poder político y sus rearticulaciones con el modelo desarrollista de los años
cincuenta.
En este segundo capítulo se analizó el ensayo como un género literario
privilegiado en las estrategias del impreso, parte de la operación estética que postuló
distintas manifestaciones de la cultura letrada en el marco de las transformaciones del
proyecto de modernización y democratización del Estado ecuatoriano representado en las
políticas implementadas por la CCE. La manera como fue organizada la documentación,
así como el aparato teórico y metodológico utilizado, responde a un ejercicio de historia
de la cultura e historia intelectual combinados con conceptos y categorías analíticas
extraídas de la teoría crítica, para recrear las problemáticas debatidas en un periódico que
sirvió de órgano difusor de una identidad de tipo nacional surgida en una coyuntura. En
este caso, la prosa ensayística fue la manera escogida por los intelectuales, colaboradores
permanentes y eventuales de Letras del Ecuador, para moldear los gustos estéticos del
público lector y reconstruir el tejido simbólico de una noción de comunidad que apeló a
la nación como elemento aglutinador.
172
173
Capítulo tercero
Si las revistas pierden su aura cuando su presente se convierte en pasado, conservan las
pruebas de cómo se pensaba el futuro desde el presente, en la medida en que un juicio crítico
coloca a la literatura en una relación de temporalidad por lo menos doble: ranking sincrónico
e hipótesis de ordenamiento futuro.
Beatriz Sarlo218
218
“Intelectuales y revistas”, 11.
174
del país, e iba de la mano con la impresión de diarios. De tal manera que la ficción ya
operaba dentro de un espacio cultural que tenía un público lector que lo avalaba, buscaba
e integraba junto a otras ofertas culturales como la radio, el cine, el teatro y el
periodismo.219 Aunque no hay documentación en torno al perfil del lector, mucho menos
las interacciones que este generaba por medio de los bienes culturales que adquiría a
través de un circuito de producción de mercancías, por lo menos se puede analizar la
manera cómo estaba dispuesta la narrativa dentro los suplementos de los diarios de
circulación nacional o de un periódico especializado como Letras del Ecuador.
Desde un enfoque de historia cultural e intelectual, los impresos ayudan a
comprender la forma en que la literatura era consumida y leída. Aparte, un enfoque
semiológico de la literatura pone a disposición de la investigación histórica materiales
que complejizan la noción de archivo y la amplían. De esta manera, la narrativa de ficción
se articula con el método de investigación documental que identifica en estos recursos
una pluralidad de significados que va más allá de la valoración estética. Más que un
documento a través del cual se pueda recrear el pasado de la sociedad en la que fueron
gestados, los géneros literarios fungen como elementos constitutivos de una modernidad
cultural que ve en su producción y formato la manera como las formaciones sociales
construyen estructuras de sentimiento.
A lo largo del período estudiado, la ficción reproducida en las páginas del seriado
formó parte de la sintaxis utilizada en la construcción de un imaginario social. Este
imaginario es proporcionado a los lectores como tramas que recrean conflictos humanos
en distintas claves, pero con el tropo de la nación alrededor de lo narrado. La operación
estética implementada por el impreso no sólo utilizó el género del ensayo para comunicar
sus ideas, como se vio en el capítulo anterior, sino también se valió de la literatura. Es
decir, las formas literarias sirvieron como estrategias críticas con fuertes motivaciones
políticas. Lo anterior, hace de la narrativa un recurso protagónico en la materialización
de las políticas culturales gestionadas por la CCE, resultados de una modernización del
Estado ecuatoriano y de una intelligentsia que lo administró a su favor.
Entonces, la narrativa de ficción junto a la crítica literaria que la interpretó también
fue parte de la operación estética llevada a cabo en el impreso por el campo cultural
semiautónomo de la Casa de la Cultura. Letras del Ecuador, en calidad de órgano de
219
Para un mejor entendimiento de la incorporación o reconocimiento del público receptor de
obras narrativas, véase Beatriz Sarlo, El imperio de los sentimientos: narraciones de circulación periódica
en la Argentina, 1917-1925, 1.ª ed. (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2011).
175
220
Para una mejor comprensión del arte y su articulación con formas de producción capitalista,
véase Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (Buenos Aires: La
marca editora, 2017).
178
literaria.”221 Lo cual quiere decir que hay una relación entre el arte y la política que, en el
caso ecuatoriano, es difícil pasar por alto cuando se analiza la literatura producida bajo el
signo del realismo social e indigenismo; producción que el periódico muestra y celebra
como resultado entre las demandas de cambio de la sociedad y la figura del intelectual,
artista y escritor comprometidos. Los contenidos literarios reproducidos en el seriado
introducen a la obra en sí dentro del conjunto vivo de las relaciones sociales. De esta
manera la literatura no sólo adquiere una importancia dentro de la conformación del gusto
y el consumo cultural, sino que además busca potenciar el cambio democrático que los
grupos sociales emergentes desean; es decir, una literatura políticamente comprometida.
Sin embargo, aparte de la reproducción de cuentos y de algunos fragmentos de novelas,
¿cuáles serían esos recursos visuales utilizados en la composición de las páginas en este
impreso? El análisis de estos recursos permite identificar la manera como fue leída la
literatura producida por autores nacionales, un gesto político de los editores, impresores
y artistas, al mismo tiempo, una forma de mediar en la traducción-comprensión del
contenido de los textos narrativos.
La forma periodística adoptada por el seriado hace que la cultura atraviese por
procesos de selección, discriminación y edición de lo que se quiere mostrar en síntesis.
Este proceso está acompañado de una economía visual que dispone del texto literario,
pero también de la imagen asociada para su mejor comprensión. La ilustración, ya sea en
forma de fotografía, viñeta, xilografía, grabado, retrato, dibujo, entre otras, son
extensiones didácticas del propósito del texto, estas confieren también sentido a lo leído.
Como muestran las figuras 3, 4 y 5, en torno a la ilustración y las diferentes técnicas
utilizadas. La posesión de esta maquinaria cultural, sin duda constituye un cambio
sustantivo del papel del escritor y también del artista plástico en el imaginario social
contemporáneo. La literatura, en este caso, cumple una función organizadora aparte de
operativa. Al sincronizar una política cultural con la promoción de cierta narrativa de
ficción, la figura del escritor adquiere una notoriedad que se traduce en prestigio e
influencia sobre un público lector cada vez más instruido y sensibilizado en las
problemáticas sociales.
Aparentemente, las adscripciones políticas e ideológicas inclinadas hacia el
espectro de la izquierda tuvieron en Letras del Ecuador una tribuna. No obstante, la
afirmación anterior está alejada de una interpretación que ve en el objeto de estudio una
221
El autor como productor (México: Editorial Ítaca, 2004), 22.
179
De esta manera, se podría decir que la articulación entre literatura y artes plásticas
dentro del periódico es un aspecto más de lo que se ha denominado en esta investigación
bajo la categoría analítica de operación estética. En el impreso las ilustraciones
desempeñan un papel protagónico al mostrar la heterogeneidad de la producción artística
222
Ibíd., 38-9.
180
y cultural ecuatoriana, con especial énfasis en las figuras de artistas plásticos y escritores,
aunque sin perder de vista otras áreas culturales que el periódico agrupa con el nombre
de bellas artes. Los límites de esta investigación y del acápite en cuestión, resaltan la
relación dialógica que el impreso formula entre texto y visualidad. Es decir, la relación
interartística en Letras del Ecuador no sólo es una disposición de los elementos que se
encuentran en una página sino que esta articulación responde a una sintaxis intencionada
en donde participan editores e impresores. Hay que recordar los talleres gráficos de la
CCE y cómo estos incorporaron maquinaria cada vez más especializada, para adaptar los
impresos a las exigencias de su contemporaneidad.
223
Carmen Fernández-Salvador, especializada en la historia del arte ecuatoriano, se aproxima a un
análisis de las ilustraciones de Letras del Ecuador y Revista Mensual del Sindicato de Escritores y Artistas
del Ecuador, esta última fundada en 1938 por los mismos actores que participaron en la primera. En esta
relación la autora encuentra similitudes, pero también diferencias que hacen del periódico de la CCE un
aporte más orientado hacia la cultura oficial y no tanto hacia los ideales revolucionarios que inspiraron la
Revista del Sindicato. Véase, “Benjamín Carrión y las políticas culturales de la primera mitad del siglo XX:
de las colecciones privadas a la esfera pública”, en De Atahuallpa a Cuauhtémoc. Los nacionalismos
culturales de Benjamín Carrión y José Vasconcelos, ed. Juan Carlos Grijalva y Michael Handelsman
(Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana / Universidad de Pittsburg, 2014.), 235-
39.
182
a figuras en las que se reconocen perfiles étnicos de indígenas, negros, blancos, mestizos,
cholos y montubios.
Las realidades sociales representadas dialogan con posiciones que se inscriben en
el binarismo latinoamericano del momento. Por ejemplo, oposiciones entre civilización y
barbarie, campo y ciudad, tradición y modernidad, alta y baja cultura, masculino y
femenino, entre otros, aun así las ilustraciones lo hacen desde una perspectiva crítica.
Bajo la mirada interpelante del artista-ilustrador, la literatura adquiere un significado
distinto, renovado y ajustado a una sociedad que demanda transformaciones y mayor
participación en la escena política contemporánea. La representación de los márgenes
sociales y geográficos reconoce la existencia de otros grupos otrora excluidos del
horizonte estético, quizás como una estrategia política para visibilizar a los sujetos
subalternos; aunque a veces rayan en la nostalgia, el lugar común, lo grotesco y la
hipérbole. Las ilustraciones que enfatizan en la marginalidad lo hacen desde una posición
contestataria al discurso del progreso y el desarrollismo, muy articuladas además con el
contenido de las narrativas seleccionadas.
Figura 5. Viñetas elaboradas por Jaime Valencia que sirven de ilustración para el cuento
“Luto eterno”, de Pedro Jorge Vera.
Fuente: Letras del Ecuador, junio-julio de 1946: 8.
las viñetas comúnmente utilizadas en los impresos, estas cuentan la historia en un registro
irónico que resalta muchas veces la alienación de algunos personajes de los textos
narrativos. Por último, las ilustraciones que despliegan cierta erótica lo hacen sobre todo
en torno al cuerpo femenino; es decir, una sexualización de la mujer, principalmente en
el detalle de los pechos y glúteos que destacan por la voluptuosidad, aparte de la
recreación de roles que promueven la idea de maternidad, ingenuidad, seducción, engaño
y minusvalía asociadas al género, como se aprecia en la figura 6.
Figura 6. Dibujo de Bolívar Mena Franco que sirve de ilustración al fragmento de Los
monos enloquecidos, novela de José de la Cuadra publicada de forma póstuma.
Fuente: Letras del Ecuador, noviembre-diciembre de 1950: 5.
224
Véase Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Conceptos de sociología literaria (Tucumán: Centro
Editor de América Latina, 1990), 39-40.
184
En las primeras décadas del siglo XX, varios autores definen el arte ecuatoriano en
términos excluyentes, como el legado de la civilización española y cristiana, o como el
producto de la cultura elevada en oposición a la popular. El verdadero arte era considerado
propiedad exclusiva de grupos minoritarios que poseían la sensibilidad necesaria para
apreciarlo. Más importante aún es el hecho de que, en ausencia de museos institucionales,
hasta bien entrado el siglo XX el arte en el Ecuador había permanecido secuestrado en las
colecciones privadas, como objeto de contemplación individual o como símbolo de
distinción y buen gusto de los grupos tradicionales. A partir de la década de los cuarenta,
sin embargo, una fuerte tendencia hacia la democratización de la cultura cobró fuerza en
el Ecuador. El establecimiento de la Casa de la Cultura, la creación de museos públicos y
del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, entre otras instituciones, forman parte de
este proyecto.225
225
“Benjamín Carrión y las políticas culturales”, 221.
186
A fin de comprender los usos ideológicos del arte en el impreso y cómo este
responde a combates ideológicos por las significaciones de la cultura, las elecciones
estéticas están inclinadas hacia la representación de lo vernáculo en contraposición a las
posiciones de los grupos conservadores que ven en la exaltación de la hispanidad lo que
verdaderamente es digno de resaltar. Para estos últimos, existían tres lazos que unían a
Ecuador con España, a razón: la historia, la sangre y la lengua. La hispanofilia de los
sectores aristocráticos del país tenía su origen en las tesis arielistas, en torno a la figura
del intelectual en la conservación de los valores de la civilización cristiana que, en su
versión ibérica, había sentado las bases en el continente americano. Esta suerte de espíritu
hispano como aporte civilizatorio anulaba la incorporación de otras manifestaciones
consideradas inferiores o de escaso valor para la conformación de una identidad nacional.
De hecho, se traduce en una semántica del amo que se opone al reconocimiento de las
otras culturas y expresiones derivadas de las poblaciones indígenas, negras y mestizas.
En palabras de Gonzalo Zaldumbide, durante un discurso pronunciado en la inauguración
del Instituto de las Españas, sección de Washington, el 21 de mayo de 1933 en la
Embajada de España:
Difícil precisar hasta dónde alcanza y en dónde perdura el aporte primordial de España
dentro de la América que ella preparó para ser la América del futuro. Ya recordamos que
la práctica del Cabildo amamantó nuestras capitales en el aprendizaje de sus derechos.
Pero detengámonos un momento a pensar solamente en el trabajo de Sísifo que es, aún
ahora, la instalación material de la civilización en nuestras sierras y selvas todavía bravas.
Imaginemos que tuviéramos aún que hacer todo lo que hicieron los españoles, en nuestros
campos y sobre todo en las ciudades que nos dejaron ya triseculares, como honra y prez
de la antes barbárica América. Decid si el ánimo no se doblega al solo considerar lo que
supone esa lucha contra la distancia arisca, el tiempo lento y la naturaleza terca, en ése
que fué [sic] antes imperio del viento en los pajonales, de la soledad entre los
peñascales…Todo el aspecto humano civilizable de la ardua región andina, de toda
América, obra es de España o de su impulso deriva.
¡Cuánto le debemos!226
226
Significado de España en América (New York: Instituto de las Españas en los Estados Unidos,
1933), 26-7.
187
por las elites de orientación hispanista, esta no fue suficiente para promover un cambio
estructural; sólo se quedó en una solución imaginaria del conflicto. Se podría afirmar que
la búsqueda de un imaginario nacional durante este período estuvo orientada hacia la
conformación de una agenda populista, con la consecuente construcción de una minoría
electora.
esta producción se avocó a revelar las desigualdades del proyecto nacional apelando a lo
vernáculo como recurso crítico y metafórico. Dicha literatura abandonó la tradición
romántico-naturalista del modernismo extemporáneo que utilizó tanto el paisaje como el
conjunto social desde una elaboración metonímica.
Letras del Ecuador, desde su fundación en 1945, asumió la tarea de administrar
la producción literaria del realismo social. Lo hizo bajo la dirección de Benjamín Carrión,
suscitador que dirigió tanto a la CCE como al impreso desde una política editorial a tono
con el pensamiento humanista de la segunda postguerra y a un proyecto de cultura
nacional. La redacción contó con algunos de los miembros activos de aquellas décadas
iniciales de la renovación ficcional, sin embargo poco a poco incorporó a nuevas voces
que luego pasarían a integrar el cuerpo de autores de la escena literaria. Algunos de estos
nombres iniciaron sus labores a través del ejercicio de la crítica literaria, un recurso cada
vez más consecuente en el impreso y sobre el cual se profundizará en el siguiente acápite.
La Generación de 1930, nombre con el que se conoce en la historiografía literaria
la irrupción de los escritores e intelectuales que protagonizaron la escena narrativa y su
proceso de modernización, constituyen un impulso cuya influencia alcanza por lo menos
hasta finales de los cincuenta. Entre los principales autores se encuentran Enrique Gil
Gilbert (1912-1973), Demetrio Aguilera Malta (1909-1981), Joaquín Gallegos Lara
(1909-1947), José de la Cuadra (1903-1941), Alfredo Pareja Diezcanseco (1908-1993),
todos ellos integrantes del denominado Grupo de Guayaquil, representantes de la región
costera, junto a Humberto Salvador (1909-1982) y Adalberto Ortiz (1914-2003). Otros
autores, Jorge Icaza (1906-1978), Jorge Fernández (1912-1979), Ángel Felicísimo Rojas
(1909-2003), Pablo Palacio (1906-1947), Alfonso Cuesta y Cuesta (1912-1991) y Arturo
Montesinos Malo (1913-2009), son parte de la lista de escritores de la sierra. Todos estos
autores, grosso modo, contribuyeron con sus producciones a la renovación de la literatura
en Ecuador y perfilaron un estilo propio que los puso dentro de los circuitos de escritores
del continente.
El denominado Grupo de Guayaquil contó con destacados títulos, dentro de los
cuales se encuentran Los que se van (Cuentos del cholo i del montuvio) (1930), obra
fundacional con cuentos escritos por Gil Gilbert, Aguilera Malta y Gallegos Lara. Estos
tres autores contaron con una importante obra en la década de los treinta y cuarenta. En
el caso de Gil Gilbert, destacan sendas publicaciones de cuentos, Yunga (1933) y Relatos
de Emmanuel (1939), aparte de la novela Nuestro Pan (1941). Aguilera Malta incursionó
en la novela y tuvo una actividad prolija en el género: Don Goyo (1933), Canal Zone
190
(1935), Madrid: reportaje novelado de una retaguardia heroica (1937) y, por último, La
isla virgen (1942). De todos ellos, Gallegos Lara fue el único cuya obra literaria se vio
interrumpida a raíz de su pronto fallecimiento, apenas alcanzó a publicar Las cruces sobre
el agua (1946), novela referente de la narrativa del período estudiado.
En la obra del escritor De la Cuadra se encuentran varios títulos destacados, entre
los cuales están los cuentos El amor que dormía (1930), Repisas (1931), Horno (1932),
dentro del cual está “La Tigra”, relato extenso de la vida montubia y uno de los escritos
ficcionales que hicieron de este autor una referencia y, por último, Guasintón, Relatos y
crónicas (1938). Ahora bien, en el ámbito de la novela De la Cuadra escribió Los
Sangurimas (1934), con características que luego se pueden identificar en el movimiento
del realismo mágico o lo real maravilloso del boom latinoamericano que irrumpe a partir
de la década de los sesenta, y el título póstumo Los monos enloquecidos (1951). A pesar
de haber vivido apenas 37 años, la narrativa de este escritor es considerada una muestra
significativa del proceso de transformación de la literatura nacional.
Por otro lado, Pareja Diezcanseco es el novelista con mayor obra y profusión en
el período. Siempre en la búsqueda por hacer de la ficción un ejercicio autónomo y
también innovador, este hizo énfasis en la novela y produjo varios títulos que hasta el día
de hoy lo consagran como el mayor del Grupo de Guayaquil, entre los títulos se
encuentran: La casa de los locos (1929), La señorita Ecuador (1930), Río arriba (1931),
El muelle (1933), La Beldaca (1935), Baldomera (1938), Hechos y hazañas de don Balón
de Baba y su amigo don Inocente Cruz (1939), Hombres sin tiempo (1941), Las tres ratas
(1944), y la serie Los nuevos años compuesta por cinco títulos, La advertencia (1956), El
aire y los recuerdos (1959), Los poderes omnímodos (1964), Las pequeñas estaturas
(1970) y La Mantícora (1974). El interés de este autor por los episodios históricos que
determinaron el curso de Ecuador, hace de su obra ficcional un recurso de enorme
significación para el estudio de la literatura producida en ese contexto remozado, así como
para la novela histórica.
En este mismo orden, Salvador también es otro de los escritores guayaquileños
con extensa obra, aunque la mayoría ambientadas en la región de la sierra. Escribió los
títulos de cuentos Ajedrez (1929) y Taza de té (1930). Autor prolijo y de carácter
conceptual, debido a sus convicciones políticas e ideológicas, en la novela obtuvo su
principal desarrollo como narrador: En la ciudad he perdido una novela (1930),
Camarada (1933), Trabajadores (1935), Noviembre (1939), La novela interrumpida
(1942), Prometeo (1943), Universidad Central (1944) y La fuente clara (1946). La
191
narrativa de la costa es complementada por Ortiz, sobre todo por la novela Juyungo (1943)
y los cuentos compilados en La mala espalda (1952), en ambas producciones se reflejan
las vicisitudes de la población negra de la provincia de Esmeraldas.
En la región de la sierra también aparecen un conjunto destacado de escritores.
Quizás el más renombrado fue Icaza con una obra profusa, empezando por sendos títulos
de cuentos: Barro de la sierra (1933) y Seis relatos (1952). En la novela se encuentran
Huasipungo (1934), épica de la narrativa indigenista, En las calles (1935), Cholos (1938),
Media vida deslumbrados (1942), Huairapamushcas (1948) y el Chulla Romero y Flores
(1958), esta última destaca por la profunda descripción realizada en torno al conflicto del
mestizaje y el desgarramiento que este produjo en una sociedad estratificada por el origen
étnico. Fernández, otro escritor de Quito, en la misma lógica del realismo social aporta
con el libro de cuentos Antonio ha sido una hipérbole (1933) y las novelas Agua (1936)
y Los que viven por sus manos (1943). De Loja, se encuentra Rojas con su libro de cuentos
Un idilio bobo (1946) y las novelas Banca (1938) y El éxodo de Yangana (1949); también
Palacio, pero en este caso su obra es difícil de hacer encajar dentro de los lineamientos
estéticos más publicitados de ese período. Considerado como uno de los autores de la
vanguardia ecuatoriana, incluso latinoamericana, Palacio aporta varios títulos,
empezando por la colección de cuentos Un hombre muerto a puntapiés (1927) y las
novelas cortas Débora (1927) y Vida del ahorcado (1932). Este autor tuvo escaza obra,
debido a su temprano fallecimiento. Por último, por la ciudad de Cuenca está Cuesta y
Cuesta con su libro de cuentos Llegada de todos los trenes del mundo (1932) y la novela
Los hijos ([1960] 1962), obra que obtuvo una mención especial en la convocatoria del
Premio Casa de las Américas, llevado a cabo en La Habana, y Montesinos Malo con los
cuentos Sendas dispersas (1941) y Arcilla indócil (1959), esta última galardonada con el
Premio José De la Cuadra.
La lista de autores y obras no pretende agotar la producción literaria que irrumpe
con particular fuerza a partir de la década de los treinta. Por el contrario, la exhaustividad
desvía los límites de la investigación y sólo busca describir el contexto que Letras del
Ecuador administró como parte de un legado fundacional de la literatura nacional, a lo
largo de este período. Esta narrativa estuvo caracterizada por la búsqueda de significación
de las condiciones sociales, económicas y políticas de los habitantes de la costa y la sierra,
en donde los sujetos campesinos (indígenas y montubios) conformaban un dolor humano
por la circunstancias de desigualdad padecidas ante una clase agraria y terrateniente que
usufructuaba de esa situación. A la par de los sectores rurales, también son retratados los
192
habitantes urbanos subproletarios (cholos y mestizos) con las dificultades del entorno, la
segregación y los estereotipos socio-étnicos que hicieron de la vida cotidiana en las urbes
—Quito y Guayaquil, respectivamente— los epicentros de la modernidad desigual y las
transformaciones producidas por la articulación de Ecuador con el capital económico
mundial. De esta manera, la literatura adquiere importancia en el contexto como parte de
un agenciamiento que vio en la narrativa de ficción un dispositivo de denuncia, pero
también de construcción de un imaginario que actuaba desde un nosotros, una necesidad
por desarrollar una cultura nacional desde un perspectiva estética apegada en su mayoría
a un realismo con características propias. Para decirlo junto a Proaño Arandi:
227
“La narrativa en el período”, en Historia de las literaturas del Ecuador, 125-26.
193
durante la primera mitad del siglo XX y generó una serie de conflictos internos que,
muchas veces, fueron zanjados con violencia, generando crisis y desestabilización.
De esta manera, el realismo social ecuatoriano constituye una expresión de las
capas medias, formadas bajo los lineamientos educativos del liberalismo y con una
imperativa de participación en los asuntos decisivos del poder. Maestros, funcionarios
públicos, periodistas, empleados bancarios, pequeños y medianos comerciantes, entre
otros, formaron parte de la clase social que vio en la cultura letrada una estrategia para
exigir cambios, pero también transformar la estructura social que los colocaba en una
posición preterida que ya no podía ser prolongada. Los intelectuales de las capas medias
observaban desde su posición un grado de conciencia que los conminaba a asumir el rol
de intérpretes y voceros de una realidad que menguaba las posibilidades de una
renovación nacional, misión arrogada desde una óptica comprometida y a la que sirvieron
de portavoz. Este realismo inicial es una respuesta surgida desde la contemporización, es
decir, desde la conjunción entre el sujeto y el contexto inmediato:
Era una literatura transfigurada por un desgarramiento interno: final de una cierta manera
de escribir y principio de otra; exótica en la visión y centrada a la vez en la realidad
circundante; liberada del lenguaje edulcorado y europeísta anterior recuperadora del habla
del pueblo, denunciadora y comprometida, deliberadamente militante, y, sin embargo,
positivista en su estructura fundamental. Al mismo tiempo, los propios protagonistas del
realismo social, conscientes de sus limitaciones, iniciaban desde adentro procedimientos
encaminados a superar la externalidad del texto, problematizándolo e intentando la
interiorización de los personajes.228
228
Ibíd., 130.
194
En el Ecuador de los veinte y los treinta esa visión agonística del mundo se correspondía
plenamente con la realidad social y con el nivel de la configuración de lo público y lo
privado. En palabras más exactas, surgía de allí. No sólo en el terreno de la lucha social
sino en el mundo de la vida cotidiana y de las pasiones. Las agudas oposiciones entre
blancos, indios y mulatos, entre patronos, capataces y campesinos, sean indios o
montuvios [sic], la discriminación de todas las identidades étnicas no blancas, la profunda
escisión interior del mestizo y, a la vez, las violentas pasiones de esos hombres, las
emociones sin la mediación de la retórica de la civilización, Eros y Tánatos al rojo vivo
sin las metáforas y metonimias de la sublimación, se convirtieron en los ejes
estructurantes del desarrollo, clímax y desenlace de la trama narrativa. El relato literario
configuraba así en la estructuración dramática y en la configuración de protagonistas y
antagonistas, el sentido mismo de la realidad.229
229
Alejandro Moreano, “La Generación de los 30: literatura, ensayo, historia. La novela social en
Ecuador”, en Pensamiento crítico-literario de Alejandro Moreano, Alejandro Moreano, II: 160-61.
195
Sobre este legado Letras del Ecuador inició la labor de administrar dicha
producción narrativa, así como otros títulos que se irían sumando, mediante una noción
oficial de cultura. Desde esa visión el impreso pretendió formular un inventario de la
literatura con fuerte acento nacionalista y apegado a un uso de este recurso con fines no
sólo de renovación estética sino democrática, una acción nada sublime y en consonancia
con las propuestas de transformación del momento. Es decir, tanto las políticas culturales
instrumentalizadas a través de la CCE y todo su aparato institucional y de difusión masiva,
junto con el impulso de la Generación del 30, el periódico postuló un canon de literatura
cuyo resultado sería la conformación de una identidad, con una conciencia sobre la nación
que habría de perdurar por lo menos hasta finales de los cincuenta. Muchas de las obras
literarias emblemáticas del realismo social sirvieron a modo de orientación para los
escritores publicitados en el impreso, tal vez como muestra representativa de un arte
comprometido que, en la visión de los intelectuales adscritos a las políticas de la CCE,
las nuevas generaciones de autores debía corresponder y emular.
Ciertamente, el comunismo así como la variante socialista estaba en el horizonte
de la intelectualidad de izquierda en este período, pero en el impreso es matizado. Esto se
debe en parte a la convocatoria inicial a través de la cual fue fundada la CCE, esta logró
agrupar a una serie de personalidades de distinta tolda política y social, aunque el grupo
que logró definir los lineamientos editoriales y estéticos del impreso se encuentra
principalmente en las filas del socialismo. No es tanto una obviedad que las premisas que
indujeron a muchos de los colaboradores eventuales y permanentes de Letras del Ecuador
estaban alineadas con los postulados de la izquierda, pero esto no hace del impreso un
instrumento partidista como se ha explicado en otros momentos.
De acuerdo con lo arriba descrito, la actividad publicista del seriado consistió en
inventariar las producciones culturales, intelectuales y artísticas de los miembros de la
Casa de la Cultura quienes vieron en sus páginas una lógica soportada desde la función
pública e institucional dependiente del Estado. A diferencia de otras iniciativas que
surgieron desde entornos privados, este seriado fue un acompañamiento novedoso para el
proyecto nacional de modernización, llevado a cabo en una coyuntura interna: Revolución
de mayo de 1944 y la segunda postguerra mediante el modelo aportado por las Naciones
Unidas, específicamente el brazo subsidiario de la Unesco. Este impreso no fue, entonces,
un instrumento ideológico que postuló un modelo político con rasgos de militancia, sino
una publicación oficial que, en cierta forma, fue borrando cualquier vestigio de
transformación revolucionaria.
196
230
“El escritor, la sociedad y el poder”, en Pensamiento crítico-literario de Alejandro Moreano,
Alejandro Moreano, II: 269.
197
Si es que hay que hablar de originalidad, ella consistiría en dar ubicación nativa a una
inquietud universal y en ese trasiego de virtudes que es la transmutación de los eternos
motivos. Nunca antes se trabajó así: la imitación directa, si no la copia, fue, en lo general,
el sello de nuestra literatura. Una composición a contrapunto libre, mezclando fórmulas
universales a veneros propios, esta condición estaba reservada a nuestra época
contemporánea. Original, en definitiva, por no imitar demasiado, lo que podría ser una
definición de diccionario convencional, pues no es imitación, en realidad, el
198
231
“Breve panorama de la literatura de ficción en el Ecuador contemporáneo”, en Trece años de
Cultura. Ensayos, 25.
232
Ibíd., 32.
199
Lo dialógico está justamente en las significaciones que estos relatos entregan a los
lectores ¿Cuáles son esas tramas y los recursos narrativos utilizados para recrear los
conflictos humanos? ¿Cómo dirimen las problemáticas sociales? ¿Quiénes están
representados en estos textos narrativos? ¿Qué se incluye y deja al margen? De una u otra
forma la literatura genera sentidos, hace ruido, interpela y se alía con movimientos de
transformación política y social. Este es el caso de la literatura ecuatoriana producida en
el arco histórico de la investigación, una manifestación de la cultura en donde converge
un proyecto político y una propuesta estética, es decir, una pedagogía sentimental.
Esta pedagogía sentimental introduce al lector a un universo en torno a realidades
sociales ambientadas en contextos históricos que se remontan a principios del siglo XX,
junto a acontecimientos decisivos para el devenir de la nación ecuatoriana sin caer en la
descripción sociológica y documental. Por el contrario, los textos seleccionados producen
una atmósfera en la que los personajes se funden con una estética que los eleva y reconoce
dentro de problemáticas y pasiones profundamente humanas. El cruce entre lo estético
como lenguaje literario propio y los hechos descritos sirven como telón de fondo, a fin de
producir un interés en el narratario. Este interés orquesta un itinerario político, porque lo
importante es contar desde la convicción política para crear conciencia en torno a una
sociedad desgarrada y fragmentada. El valor de lo narrado reposa sobre el objetivo de
educar y sensibilizar a un público sobre los problemas estructurales de una sociedad,
aspectos que obstaculizan el desenvolvimiento de la justicia necesaria para enmendar y
construir una nación a la medida de la axiología de los protagonistas de la escena cultural
y artística. Una pedagogía, entonces, con motivaciones políticas pero arraigada en un
compromiso por hacer de la cultura un recurso potente de liberación de la conciencia.
Esta literatura propone la construcción de un cuerpo nacional con fisonomías que
delinean una sociedad conflictiva y desigual, sin ánimos de metaforizaciones
totalizadoras. Las formas narrativas utilizadas por estos escritores constituyen un esfuerzo
cultual por encarnar las contradicciones estructurales a través de un registro detallado de
estas, es decir, la literatura como acto socialmente simbólico autoconsciente. En palabras
de Ortega Caicedo:
La extensa cita sirve a modo de orientación para el diálogo con los autores y textos
literarios que el seriado publicó, a lo largo del período en cuestión. Lo cual implica que
la cuentística tuvo un rol definido, junto al de la prosa novelística, parte de una
manifestación artística desempeñada por generaciones de escritores que vieron en la
cultura letrada una forma de intervención pública. La narrativa de ficción sirvió de
mediación en el afán de estos intelectuales comprometidos con una interpretación de la
realidad social, a contrapelo de la modernidad. De esta manera, el cúmulo de lo
representado en estos textos forma parte de una denuncia por una sociedad que empieza
a mostrar signos de cambio, a través del sacrificio y la destrucción de los otrora habitantes
de una geografía diversa y variopinta, quienes son absorbidos por la enorme maquinaria
civilizatoria que amenaza con borrarlos de la memoria colectiva. La recuperación y
registro de los imaginarios populares, los conflictos étnicos y sociales, así como la
destrucción de culturas al margen del modelo de modernidad al que apuntaba el país, es
lo que desean narrar los escritores del treinta hasta los cincuenta. Un gesto empático y
hasta melancólico por una etapa que quedaba atrás, pero que atestigua la profunda herida
arrastrada por las bases sociales preteridas de un discurso homogéneo de la nación.
Para una idea más integral de los contenidos de los textos narrativos publicitados
en Letras del Ecuador es necesario reparar en el análisis de algunos cuentos y fragmentos
de novelas, a fin de resaltar las tramas que llegaban a los lectores. En un momento en
donde los lineamientos del campo cultural semiautónomo ya hacían del escritor y del
artista figuras mediadoras para otorgar significados a la cultura, en el impreso se lleva a
cabo un proceso de legitimación de estos representantes de las bellas artes, imagen que
construye un puente entre la obra de arte y el público receptor. Sólo en la tipología textual
del cuento, el seriado publicó más de 130 entradas que hacen de este género uno de los
233
“El cuento ecuatoriano durante el siglo veinte: retóricas de la modernidad, mapas culturales y
estrategias narrativas”, en Antología esencial Ecuador siglo XX. El cuento (Quito: Eskeletra, 2004), 20-1.
202
234
Véase Anexo 7: Algunas entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960) de cuentos
de autores ecuatorianos y extranjeros.
235
Véase Anexo 6: Algunas entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960) de
fragmentos de novelas de autores ecuatorianos.
236
“Sed en el puerto”, Letras del Ecuador, 1ra. y 2da. quincena de junio de 1945: 10-1.
237
Aparece publicado el fragmento “Sexo y liberación del Dante”, Letras del Ecuador, septiembre
de 1945: 8-10. En la obra impresa se encuentra en la Cuarta parte, “Las casas en el patio”, bajo el subtítulo
“Liberación”, con varias modificaciones de estilo. También “Última noche”, Letras del Ecuador,
noviembre-diciembre de 1954: 25 y 38; de la Tercera parte, “Éxodo”, con el mismo nombre y con
modificaciones de contenido. Alfonso Cuesta y Cuesta (1912-1991) fue un académico, escritor y poeta de
origen cuencano, este se radicó en Venezuela a partir de 1940 como profesor de literatura en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes en la ciudad de Mérida. Véase Alfonso Cuesta y Cuesta,
Los hijos (Quito: Libresa, 2005), Estudio introductorio, cronología y notas de Jorge Dávila Vázquez.
238
Véase Letras del Ecuador, febrero-marzo de 1946: 10-1.
239
Aparece publicado “Palabras del protagonista al autor” y los primeras tres subpartes en Letras
del Ecuador, noviembre-diciembre de 1950: 5-6. Novela póstuma e inconclusa que se remonta a 1931.
Durante un tiempo De la Cuadra pensó que los originales se habían extraviado hasta que se supo que
Joaquín Gallegos Lara lo había atesorado e incluso anunció terminarlo, pero la enfermedad degenerativa
de este último, sumado a una falta de acuerdo con la viuda del autor, le impidió hacerlo. La madre de
Gallegos Lara encontró el manuscrito original dentro de sus documentos y la editorial de la CCE se encargó
de publicarlo como estaba.
240
Aparece publicado, junto a una nota breve de Benjamín Carrión, el Capítulo IX de la Segunda
parte en Letras del Ecuador, noviembre-diciembre de 1951: 5 y 14. El Capítulo III de la Primera parte,
subtitulado “Historia de Clara”, en Letras del Ecuador, julio-agosto de 1953: 5-6 y 15. La advertencia es
el primer tomo de una serie que Pareja Diezcanseco llamó Los nuevos años, integrada por seis títulos que
cuentan la historia contemporánea de Ecuador, de forma novelada; los demás aparecen en el siguiente
orden: El aire y los recuerdos (1959), Los poderes omnímodos (1964), Las pequeñas estaturas (1970) y La
Mantícora (1974). Esta novela-río fue una apuesta del autor por renovar su técnica literaria e igualarla con
otras producciones del continente latinoamericano.
241
“El pelacara”, Letras del Ecuador, septiembre-diciembre de 1953: 10 y 28. Es el Capítulo V de
la novela de Estupiñán Bass, ambientada en la rebelión del coronel Carlos Concha (1864-1919), político y
militar de la revolución alfarista. Este caudillo encabezó una rebelión en contra de Leónidas Plaza (1865-
1932), después del asesinato del general Eloy Alfaro. Como hacendado de la provincia de Esmeraldas,
Concha entregó toda su fortuna a la causa alfarista y fue asesinado en 1915. Hasta el presente, la memoria
popular le rinde culto y exalta como un héroe que se sacrificó por el pueblo ecuatoriano. En cuanto a la
novela El paraíso, aparece publicado el capítulo “La cobardía”, Letras del Ecuador, noviembre-diciembre
de 1954: 26 y 62-3.
242
Véase Letras del Ecuador, enero-marzo de 1954: 7 y 23. También “La madre”, Letras del
Ecuador, noviembre-diciembre de 1954: 22. Dos capítulos de esta novela, respectivamente.
203
243
Véase Letras del Ecuador, enero-febrero de 1953: 5 y 15. Esta novela inédita, de la que sólo se
conoce el fragmento publicado en el impreso, fue extraviada junto a otros textos inéditos de Gil Gilbert en
una persecución, resultado de su activismo político en el PCE.
244
El fragmento de un capítulo titulado “La vuelta del muralista”, Letras del Ecuador, enero-marzo
de 1954: 5 y 22.
245
Véase los fragmentos en tres números del impreso, a razón: Letras de Ecuador, septiembre-
octubre de 1950: 5-6; noviembre-diciembre de 1950: 12-3 y enero de 1951:10.
246
Véase Jorge Icaza, “Huasipungo”, en Narradores ecuatorianos del 30 (Caracas: Biblioteca
Ayacucho, 1980).
204
desde la condición de miseria y discriminación. Icaza es una voz que parte del malestar
de una generación y, a la vez, una respuesta que se rebela ante la mentalidad colonial.
Como apunta Ortega Caicedo:
Es importante destacar que Icaza propuso una nueva noción de la literatura y el lenguaje.
Un lenguaje que se propone representativo del habla ‘real’ (recuperación de la oralidad
—incluso de la oralidad quichua— y del lenguaje coloquial/popular) y fiel con respecto
a la realidad que evoca y recrea en la ficción. Llevar a la escritura literaria hablas que
carecen de prestigio en el contexto de la nación, el habla de aquellos que no saben escribir,
supone un esfuerzo lingüístico-estético tendiente a crear vínculos intersociales,
interculturales e interétnicos en un país fuertemente estratificado y jerarquizado;
atravesado por abismos étnicos-sociales, como resultado de la herencia colonial en el área
andina. Este esfuerzo por representar el habla, los conflictos de los márgenes sociales y
culturales, se inserta en el proyecto de crear una literatura nacional-popular con todas las
ambigüedades y vacíos que tal proyecto presenta.247
El ángulo desde el cual el autor observa el problema social, ya no sólo del indígena
sino del mestizo, coloca en el centro lo que hasta el momento había sido tocado de
soslayo. En efecto, la predilección de Icaza por los márgenes vendría a ser la cantera
desde la cual extrae personajes y situaciones. En el impreso se identifican varios relatos,
algunos que no constan en los títulos de cuentos como “Patrón Rafico” (1945), “En la
casa chola” (1955) y “Fantasía reincidente” (1960). Uno de estos cuentos aparece en
Barro de la sierra (1933), como es el caso de “Sed”, otros en Seis relatos (1952), entre
los que se encuentran “Barranca grande”, “Cholo Ashco” y “Contrabando”.
En “Sed”, uno de los primeros cuentos del autor, ya aparecen las figuras del
hacendado, el teniente político y el sacerdote, la tríada característica en la narrativa
indigenista. El narrador y protagonista del relato llega a un pueblo de la sierra y nota con
preocupación la abyección de los habitantes, sumergidos en la miseria y la enfermedad e
intimidados por el poder despótico, la mayoría huasipungueros dependientes del gamonal.
Este, a su vez, había logrado mediante un proceso burocrático amañado asirse de las
fuentes de agua y esto acrecentó su dominio en el pueblo. Al interrogar a uno de los
moradores, el protagonista se da cuenta que las evasivas de su interlocutor manifiestan
un temor por ser reprendido por dar información:
247
“Estudio introductorio”, en Cuentos completos, Jorge Icaza (Quito: Libresa, 2005), 19-20.
205
forma idiota. Insistí. Poco valor dio a mis preguntas. Afirmaba o negaba con la
precipitación del que sabe que un comentario suyo sería grotesco. Al final huyó cerro
arriba dejándome una visión precisa, ardiente, imborrable: la de sus labios gruesos, secos,
despellejados, partidos de sed.248
En las brasas descubrió así mismo la vieja que el buen corazón de don Lauro Játiva, el
“patrón grande, su mercé”, dueño de la tierra —el valle, la montaña, el páramo, el bosque,
los huasipungos, las casas de los pobres—, no le despojaría de su miserable refugio. De
su miserable refugio que amparaba la vida llena de privaciones y angustias de las tres
hijas que le quedaban —dos casaderas: Rosaura y Leonor; una pequeña de ocho años:
Dolores—250
Hasta que la lascivia del “patrón grande, su mercé” le obliga a aceptar que este
tenga por concubinas a sus propias hijas mayores. En una disputa entre Lauro Játiva y su
hijo por tomar a una de las indias en la casa chola, mama Emilia ve en las brasas el cruel
designio de tener que entregar a la más pequeña de sus hijas al “patrón chiquito”. La
mujer, en desesperación por los malos designios, decide arrojarse al fuego hasta morir.
248
“Sed”, Letras del Ecuador, enero-marzo de 1958: 23.
249
“Barranca grande”, Letras del Ecuador, abril de 1948: 10-11.
250
“En la casa chola”, Letras del Ecuador, julio-septiembre de 1955: 5.
206
En “Patrón Rafico”, Domitila es una aya indígena que gusta de contar historias a los niños,
especialmente a Pepito, el hijo del patrón Ramiro. Pepito cae en cuenta, cuando ya es un
joven, que detrás de los relatos de Domitila en realidad se esconde la crueldad de su propia
estirpe:
—Luego es un indio —insistí preso del rubor que me causaba el encuentro sorpresivo de
una vergüenza ancestral a la luz del ridículo.
251
“Patrón Rafico”, Letras del Ecuador, 2da. quincena de abril de 1945: 9
207
El cholo Andrés Guamán se había sentido toda la vida pobre, maltrecho, mimado de la
mala fortuna. Su torpeza —estigma cuando se arrastra en el silencio— sin darle razones
de consoladora caligrafía, lo dejaba muchas veces plantado frente a una gama de delitos
absurdos, los cuales por ley habilidosa de la honradez y la justicia desembocaban en el
252
“Contrabando”, Letras del Ecuador, julio-septiembre de 1952: 2.
253
En un artículo de Ferrandiz Alborz*, publicado inicialmente en el diario El Sol en Uruguay,
este comenta sobre el cuento “Contrabando” lo siguiente: “El indio hispanoamericano es el contrabando
humano que todos queremos encubrir, pero que resalta por su tortura en las aduanas del espíritu. La
hipocresía de los contrabandistas podrá disimular el fraude que se comete a la vida enterrando el horroroso
contrabando humano que se está ejerciendo con los pueblos oprimidos, pero es imposible querer hacerlo
pasar de matute como obra civilizadora.”
*“Seis relatos. Jorge Icaza o el realismo literario hispanoamericano”, Letras del Ecuador, octubre-
noviembre de 1952: 13.
254
Ibíd.
208
despido violento, en el comentario burlón, hiriente hasta el negativo fotográfico del ser
—única agua bautismal que fue colaborando en la arquitectura del tipismo.
“Cholo Ashco” le llamaron las gentes en el principio. Grito corrosivo que, al paso de los
años, abrió lo inédito y atormentado de aquella vida miserable.255
Con el calofrío de una puerta que se abre hacia lo desconocido y en transición morbosa,
el padre miró de reojo al muchacho, una, dos veces… En su entender momentáneo,
sometido al prisma especial de las transferencias, vió —como en los sueños que uno
mismo se ve—, que el silencio del pequeño era el suyo, que la forma de mirar indiferente
a la vergüenza era la suya, que en los ojos, que en los labios, que en el temblor de las
manos, estaba él con su dimensión espiritual y física. Sintió algo como un celo y una
venganza —lo que debían sentir los capataces, los mayordomos, los dueños de taller, los
jefes, cuando él les planteaba el teorema de la desgracia testaruda— Al embrujo de un
ansia salvaje en despertar de urgencias primitivas, creyó —con impulso impensado— que
debía herir hasta la crueldad al ser que en cierta forma era la prolongación de su carne, de
sus huesos, de su temor. Con odio suicida azotó al pequeño, Le tiró por el suelo, al ritmo
de los mismos insultos, y maldiciones con los cuales le encadenaron toda la vida.256
La imagen especular en ambos relatos constituye una denuncia que apela a la falsa
conciencia de una identidad construida en lo epidérmico, negando la base indígena que a
modo de subterfugio corre en el inconsciente colectivo de un país que aún no es capaz de
asumir su propia condición. Este desgarramiento interno del sujeto mestizo es
desarrollado con mayor profusión en la novela El chulla Romero y Flores (1958).257
Publicada en 1958, esta novela indaga sobre el conflicto del mestizo a través del
protagonista, Luis Alfonso Romero y Flores.258 Hijo de madre indígena y padre blanco,
este personaje se debate entre dos mundos con un complejo de inferioridad, debido a su
origen social. Ambientada en la ciudad de Quito de las primeras décadas del siglo pasado,
255
“Cholo Ashco”, Letras del Ecuador, agosto-septiembre de 1948: 5.
256
Ibíd.
257
Para efectos de esta investigación se utilizó la edición El chulla Romero y Flores (Quito:
Libresa, 1989). Edición preparada por el Dr. Manuel Corrales Pascual, Decano de la Facultad de Ciencias
de la Educación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
258
El impreso publicita fragmentos del primer capítulo de esta novela, cuatro años antes de la
circulación de la primera edición. Véase “El chulla Romero y Flores”, Letras del Ecuador, noviembre-
diciembre de 1954: 13-4 y 52.
209
259
El “chulla” es un personaje que ya forma parte del imaginario popular, pero posee algunas
características que reflejan las contradicciones de una sociedad estratificada de acuerdo con el origen étnico
y social. En palabras de César Ricardo Descalzi*: “Un personaje extraño, que ha surgido de la urgencia
material y espiritual, en que el tiempo le ha colocado. Quizás tenga toques de similitud con el “compadrito”
y el “pechador” porteños, con el “pisco” bogotano, con el “faite” limeño o con el “chulo” español. Sus
características son muchas, estriban en las argucias que pone en juego para adaptarse al ambiente en que
vive, en su ansia de ser comprendido y en la derrota, no siempre constante, que su existencia le presenta, y
que hace, he aquí su valor, que supere su yo golpeado y aparente entre el mundo que le rodea, lo que su
ambición le impulsa: un hombre decente, en medio de una sociedad que tiende a desplazarle. El “chulla",
típica estampa quiteña, inclina su frente ante el poderoso, no porque no sienta rebeldía, sino porque sabe
que de él depende. Mendiga su amistad, porque esa amistad le hace un “personaje” de valía, entre los
hombres ante los cuales presume, entre las gentes que conocen su íntima pobreza y su mínimo origen.
Transcurre orgulloso y despreciativo, autovalorizando su estampa de “gran señor” o apenas de “señor”,
multiplicando en sus charlas el golpe fatal de la suerte, que por un hecho baladí, historia casi siempre
inventada de pergaminos o de apellidos ilustres venidos a menos, le hubiese condenado al arroyo.”
*“El chulla Romero y Flores. Última novela de Jorge Icaza”, Letras del Ecuador, abril-junio de
1958: 21.
260
Más arriba se describió el universo de la literatura icaciana, entre los aspectos que destacan en
esta narrativa está lo hiperbólico, el uso de imágenes sensoriales y lo grotesco como rasgos de producción.
Sin embargo, en esta novela hay un avance hacia otros derroteros, en donde la representación del sujeto
mestizo es mostrada a través de una soledad y desgarramiento profundos de un hombre que no es capaz de
comprender su condición étnica y social, lo que le produce un comportamiento esquizoide.
210
establecido. Sólo el amor de Rosario Santacruz, personaje que encarna al cholo urbano,
le abre la posibilidad de superar las contradicciones que le desgarran y lo precipitan a
cometer una serie de traspiés. Acosado por la policía, huye e incluso logra salvarse de un
intento de suicidio, mientras Rosario entra en labores de parto y es retenida por los
agentes. La falta de atención médica oportuna le provoca a esta la muerte y es ahí, en la
solidaridad de los cholos y habitantes de los barrios marginales de Quito que le ayudan
en su tragedia, cuando ocurre el despertar de la conciencia del héroe protagonista.
La novela de Icaza da un paso adelante en la postulación del mestizo como un
sujeto político que anuncia un cambio en las estructuras de poder interna, otrora al
servicio de una relación servil y explotadora de las elites sobre las bases sociales
étnicamente diversas y sustentadas en el despotismo, la segregación y las prácticas
raciales. Esta transformación se mantiene en El chulla Romero y Flores como una
promesa que avizora un mejor porvenir. Icaza parece apuntar a que una conciencia
nacional verdadera debe pasar necesariamente por la incorporación real del mestizo, a
través de un proceso de autoconciencia. Sin este tránsito, el ejercicio de la ciudadanía
sería poco menos que un significante vacío.
La narrativa de Icaza sumerge al lector en un ejercicio de autoconciencia que
acude a recursos hiperbólicos con dominio sensorial, de tal manera que el alegato no sólo
pasa por el tamiz de la reflexión sino también por el de los sentidos. La experiencia de
este tipo de realismo social hace de este autor un referente que trasciende el rótulo de
literatura indigenista y lo coloca en una posición de la cual resulta muy difícil prescindir,
para entender la producción literaria ecuatoriana del siglo XX.
Otro tema que se repite en los textos narrativos es el de las transformaciones
producidas por el ingreso del capital, tanto en el campo como en las urbes. Estos cambios
identifican una alteración en las formas de vida de los sujetos rurales, algunos lo ven
como una oportunidad de enriquecimiento y mejoras de las maltrechas condiciones a las
que están sometidos. Otros, por el contrario, perciben en esta penetración una amenaza a
sus tradiciones y formas de propiedad. Lo cierto es que la literatura del período se encargó
de registrar y representar estas contradicciones en donde convergen distintos modos de
producción. Entre los relatos que metaforizan los conflictos de latrocinio e invasión del
capital para apropiarse de tierras y recursos naturales, se encuentra “El bananero” de
Adalberto Ortiz.
Nacido en Esmeraldas, este escritor y poeta es reconocido como una voz literaria
de las culturas afroecuatorianas. Su nombre está asociado a la Generación del 30, sobre
211
todo por las temáticas que desarrolla en su prosa y poética con énfasis en las tradiciones
de los habitantes de su tierra natal, especialmente los negros y mulatos de la costa. El
primer libro de relatos de Ortiz, La mala espalda. Once relatos de aquí y de allá, fue
publicado en 1952 por la imprenta de la Casa de la Cultura, núcleo de Guayaquil, con
ilustraciones de Enrique Tábara, Diógenes Paredes y de Albistur. Está compuesto de 11
cuentos: “Mis prisioneros”, “El extraño navegante”, La gran apuesta”, El diplomático”,
“La mala espalda”, “Lo más inútil”, “La mula”, “Los hijos blancos”, “Los amores de
Fernand Muret”, “Pasiones bajas” y “El puente hacia el vacío (Relato fantasmal en
amarillo andante)”. En Letras del Ecuador salieron publicados algunos de esos cuentos,
así como otros títulos, entre los que se encuentran: “Un criminal de guerra” [“Mis
prisioneros”] (1947), “El extraño navegante” (1951), “Los hijos blancos” (1951), “El
bananero” (1953) y “El retrato” (1958). Interesa, para efectos de este análisis, el relato
“El bananero”.
En este cuento se describe la incursión del capital extranjero en las poblaciones
de la costa y las transformaciones experimentadas en el paisaje, producto del monocultivo
del banano, además de los trastornos sociales que este produjo. El personaje de don
Clodomiro representa a los campesinos minifundistas que, esperanzados por mejorar sus
ingresos, transformaron sus tierras para la explotación del “oro verde”:
—Pues verás vos. En el puerto la gente está muy entusiasmá con la siembra de la
mampora, que ahora le han dao en llamar banano. Traigo aquí un papel que me dieron en
una oficina, donde dicen que todos del campo debemos dedicarnos a sembrar banano,
porque unas compañías de gringos los van a compra a veinte sucres racimo, pa’mandarlos
a Nova Yor. Yo pienso sembrá unas cuatro cuadras, y a fin de año estaremos ricos. Tú
sabes que la mampora se da muy facilito en estos lados y no necesita de mucho cuidao.261
Las fluctuaciones del mercado le producen una pérdida total al protagonista que
se ve obligado a vender sus tierras a una empresa internacional, como muchos de los
pequeños agricultores del sector. Al mismo tiempo, el monocultivo repercute en la
transformación del paisaje, sujeto a la explotación y voracidad del medio ambiente en
aras de un progreso que responde a intereses foráneos que termina por destruir las formas
de vida del campesinado costeño:
Hasta donde alcanzaba la vista, a una y otra orilla del río, se alzaron durante los meses
subsiguientes las manchas verdi-blancuzcas de los bananales. Una gran plantación de una
261
“El bananero”, Letras del Ecuador, mayo-junio de 1953: 5.
212
poderosa compañía yanki, se extendió más abajo, por cientos de cuadras, casi lindando
con las tierras de Clodomiro, a quien dábale verdadero gusto contemplar todo aquello.
Su salud se resintió un poco por la humedad y el intenso trabajo. Entonces decidió realizar
un nuevo viaje al pueblo, para hacerse auscultar de un médico y al mismo tiempo
conseguir, de un compadre suyo, un préstamo, ya que andaba muy escaso de fondos. Lo
que más le llamó la atención al llegar al puerto, fue el intenso movimiento de
embarcaciones en el río y los grandes vapores extranjeros anclados en la desembocadura.
La prosperidad general parecía ser una realidad. Casi todo el mundo derrochaba dinero:
las mujeres de los estibadores vestían sedas y llevaban aretes y anillos caros, relojes
enchapados de oro, seguramente contrabandeados. Hombres borrachos derrochaban el
dinero con mujeres vagabundas, venidas de otras partes, o, si no, se dedicaban al juego.
Y todos, sin embargo, vivían peor o igual que antes, en las mismas casuchas de caña y
paja, con los invariables trastos primitivos, muy conocidos por él. En cambio, las cantinas,
los burdeles y las tiendas de comercio se habían multiplicado como por encanto, y las
calles polvorientas eran circuladas profusamente por camiones, autobuses y colectivos
llenos de pasajeros en busca de esparcimiento.262
262
Ibíd.
213
263
Ibíd., 15.
264
En 1958 la Casa de la Cultura Ecuatoriana publicó las obras completas de José De la Cuadra
en dos tomos. En el primero aparece este cuento junto a “El extraño paladín”, ambos forman parte de una
edición en folletín bajo el título Oro de sol. Son tentativas iniciales de la trayectoria de quien ha sido
considerado como uno de los representantes más emblemáticos del Grupo de Guayaquil.
214
del Ecuador: “Luto eterno” (1946), “El matrimonio Vautel” (1949), “La confesión”
(1951)” y “Lealtad” (1952); también “Un ataúd abandonado” (1955), pero este aparece
en un libro homónimo en 1968. Vera participó en el equipo de redacción del impreso a lo
largo de todo el período, como cuentista es un autor que sirve de gozne entre la
Generación del 30 y la siguiente. Con un dominio narrativo que lo posiciona como una
voz referencial, los personajes de estos cuentos ganan profundidad psicológica y
manifiestan una conducta característica de sociedades con estructuras rígidas y jerarquías
establecidas que los limitan en sus capacidades y voluntad.
Las relaciones de poder se manifiestan en estos relatos como una crítica a la
sociedad. Esta es retratada con un tono irónico en “Luto eterno”, un matrimonio con tres
hijas casamenteras que viven de la apariencia y con una moral que no corresponde a los
tiempos modernos, excepto la menor de ellas. La muerte de la madre inaugura una
secuencia de duelo que luego continúa con la del padre, incluso con el escape de la menor
y su novio. Los infortunios de la familia son utilizados como estrategia para vivir
sometidas a un perpetuo luto:
En la muerte de la madre lloraron bastante. A Julieta hasta le dio un síncope y hubo que
auxiliarla con agua del Carmen. Cuando bajaban el cadáver, se mesaron los cabellos y
lanzaron alaridos horribles:
— ¡Dios mío, qué injusto eres que nos dejas sin madre! ¿Por qué no nos llevas a nosotras?
— ¡Señor, qué te hemos hecho para que nos castigues así?
— ¡Madrecita, no abandones a tus hijas!
Pero en verdad ninguna —a excepción de Margarita, la menor— había amado a la pobre
anciana. Hasta cierto punto la habían hecho responsable de sus desdichas; la fealdad, el
color moreno, la pobreza. Justos reproches los dos primeros, injusto el tercero. Porque si
bien doña Micaela había sido una mulata de toscas facciones, aportó al matrimonio
algunos bienes —muebles e inmuebles— que fueron los que decidieron al apuesto don
Manuel Murillo a esa unión tan desigual en familia y en belleza. Desigual también en
fortuna porque don Manuel no aportó más que deuda.265
Las plañideras exacerban el dolor por la muerte de sus progenitores como una
excusa artificiosa para llamar la atención, provocar lástima y, al mismo tiempo, evadir la
condición socio-étnica a la que pertenecen. El mismo sarcasmo del relato pareciera
reflejar el absurdo que imprime asumir valores de una clase social a la que no pertenecen,
sin que entren en razón sobre lo histriónico y arribista que esta actitud encierra.
En “El matrimonio Vautel”, el amor se convierte en una treta que oculta las
posiciones de poder que otorga el dinero, el estatus social y el machismo. Marcos Jiménez
265
“Luto eterno”, Letras del Ecuador, junio-julio de 1946: 8.
215
conoce en un hotel a Paulette, francesa casada con Monsieur Vautel. Marcos no puede
ocultar el deseo por la esposa del acaudalado extranjero que gusta de hacer viajes por el
mundo, debido a una condición de exiliado de la Francia de la primera postguerra. En su
afán de hombre conquistador, Manuel se sumerge en una relación secreta con Paulette.
Sin embargo, lo que este no percibe es que es víctima de un juego perverso del matrimonio
que lo utiliza para satisfacción de los placeres sexuales de la mujer y el voyerismo de
Monsieur Vautel. Marcos pasa de ser cazador a presa y es herido en su orgullo
masculino.266
Otra historia en la que el romance entre amantes es ironizado por Vera es “La
confesión”. El suicidio de Aquiles Llerena frente a Olga es el inicio de este relato de tono
satírico. Olga es una joven que por su belleza y sensualidad atrae a los hombres, pero no
permite que estos avancen más allá de las caricias y los besos. Sin embargo, cuando
conoce a Aquiles Llerena es sorprendida por una pasión nunca conocida. Se entrega por
completo a su amante, a pesar de que este luego se casa con Isabel y tienen tres hijos. En
despecho por el desamor, Olga también contrae nupcias con Julio Barreiro, oficial de
policía con un papel secundario en la trama. Luego de varios años sin verse, finalmente
en un encuentro fortuito retoman la relación, pero el trato despótico y cruel de Aquiles
hace que Olga pierda interés en la relación. Orgulloso y donjuán, el hombre ya no es más
que un despojo de los tiempos en que se conocieron, ahora reduce su vida a la adicción al
juego y para cubrir sus deudas recurre a sucesivos préstamos que le otorga la amante. La
mayor parte del cuento transcurre en una confesión que Olga le hace a la esposa de
Aquiles, esta sólo se limita a escuchar.
El comportamiento disoluto de la protagonista recuerda a la prosa flaubertiana,
pero con el agregado de Vera se convierte en un relato a ratos erótico, otros policial y
melodramático, rayano en la cursilería como recursos que encubren una relación de poder
representada en la fragilidad de la mujer. La cosificación del sujeto femenino llega al
paroxismo cuando esta confiesa, en la larga reconstrucción que hace de los hechos,
haberle mentido a Aquiles al decirle que su propia esposa le engañaba con varios hombres
y su hijo más pequeño era en realidad de otro. Esta difamación lleva al hombre al borde
de la locura y por eso decide acabar con su vida frente a Olga:
266
“El matrimonio Vautel”, Letras del Ecuador, febrero de 1949: 4.
216
sólo fuera por salvar ese amor nuestro, a punto de ahogarse en el inmundo pantano a
donde él lo arrastraba. Por la ventana vi dos niños jugando en el portal de enfrente.
Entonces me vino la inspiración. “Bueno, soy una perdida”, dije lentamente, “pero al
menos no tengo hijos a quienes infamar”. No respondió, pero por el ruido de sus pies,
supe que lo había tocado. Fui aludiendo más concretamente. “Cállate, víbora”, me gritó.
Dudaba, pero no podía suponer que yo calumniara, sabiéndome tan respetuosa de su
hogar. Cambié de táctica. Siempre de espaldas a él, proseguí: “Aquiles, querido, nunca te
lo había dicho, por no verte sufrir. Pero yo he hablado en un rato de ira. Ahora es mejor
que sepas toda la terrible verdad. Sabes cuánto te amo. Juro por nuestro amor que cuánto
te diga es la pura verdad”. Escuché un sollozo a mis espaldas. No debía mirarlo porque si
lo veía llorar, no tendría fuerzas para continuar mi venganza.267
267
“La confesión”, Letras del Ecuador, marzo de 1951: 7.
268
“Lealtad”, Letras del Ecuador, mayo-junio de 1952: 7.
217
Señor, Señor, lo perdono… porque Tú lo ordenas. Pero Tú sabes cuánto daño hizo a
nuestra Santa Religión. De todo hacía burla. Incitaba a sus peones contra mí, les prohibía
dar limosnas. Hasta trajo profesores de la ciudad, sólo por quitarle alumnos a nuestra
escuela. Descreído, impuro y descreído. Dicen que era generoso con sus peones, tal vez,
pero los empujaba al mal. Los emborrachaba sólo para que no concurrieran a los oficios.
Para la Fiesta de Cristo Rey sacó al balcón el retrato del indio Alfaro. Y la profanación
de tu casa, Señor… Yo predicaba a favor de las listas católicas para diputados. Entonces
entró a la iglesia, montado como loco en su caballo y me gritó: “¡Cura, no te metas en
política!” ¿Por qué no lo castigaste allí mismo, Señor, para escarmiento? ¿Por qué le has
permitido que siga blasfemando y combatiéndote?
Si, es mejor… Lo mejor para todos… Ya íbamos a quedamos sin medio por sus locuras.
Padre, padre ¡qué clase de padre…! Nos soltó al mundo y nada más… ¡Lindo padre…!
Si no hubiera sido por mi madre, aquí nos hubiéramos quedado criando vacas… Y allá
en Guayaquil, la vergüenza de ser los cholos Ronquillo… Montuvios de mierda y sin
plata siquiera… Esa tarde, cuando Ximena me había aceptado al fin la invitación al cine,
llegó él con su olor a ganado y su sonrisota vulgar a dañarlo todo. Ximena, Ximena, cómo
huiste espantada, al ver que ese montuvio me abrazaba… Y ni siquiera plata, ni siquiera
plata… Ha ido perdiéndolo todo, todo, todo… Si se salva de ésta, dentro de un año
estaremos en la calle. Sólo por su culpa. Preocupado de los peones, de que pobrecitos…
¿Y nosotros? ¿Qué clase de abogado voy a ser yo, sin poder enrolar con buena gente? Y
él todavía peleándose con los que pueden ayudarlo a uno… Ahí está don Emilio bravísimo
porque no le dimos los votos... Ayudando a candidatos que van a perder... Que el pueblo,
que la democracia... ¡El pueblo...! Ahí está don Zavala muy bien, claro porque no fue
tonto y apoyó a don Emilio… Ahora vamos a ver si el banco no remata la hacienda, con
lo furioso que está don Emilio… La remata, seguro, y nos quedaremos sin medio… Si él
se salva… no hay salvación para la hacienda.269
En ambos relatos, el autor recrea las pasiones humanas, situaciones que oprimen
a los personajes y representan las contradicciones de clase en donde se conjugan
prejuicios, diferencias económicas insoslayables, racismo y una serie de taras que
impiden el desarrollo de una sociedad que aún vivía bajo el signo de la dominación, la
ignominia dejada por siglos de esclavitud y humillación. En fin, una relación entre amos
y esclavos.
269
“Un ataúd abandonado”, Letras del Ecuador, julio-septiembre de 1955: 8.
218
270
Para efectos de esta investigación se utilizó la edición Los animales puros (Quito: Casa de la
Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2014). En el impreso fue publicitada la obra a través de la
reproducción total del capítulo “Malos recuerdos”, Letras del Ecuador, diciembre de 1945: 10-1.
219
revolucionaria los pasos para consolidar una sociedad más justa. Junto a ellos, Carlos
Suárez es el charlatán que asume una pose intelectual a través del pensamiento de
izquierda y ve en estos recursos una manera de adquirir prestigio, se desenvuelve bajo un
comportamiento cínico y acomodaticio expresado en un individualismo egocéntrico.
También están los personajes César Fernández, sujeto resentido y con capacidades para
estudiar la conducta de sus compañeros a fin de usarla a su favor, y José Moreno. Moreno
es el revolucionario forjado en la experiencia del dolor y la pobreza, hijo de una lavandera
y con el duelo a cuestas por la muerte de su pareja asesinada en la huelga del 15 de
noviembre de 1922.
Todos estos personajes constituyen una fauna de distinta ralea que buscan la
redención mediante una militancia política asumida como un camino de pureza. Los
animales puros es una obra literaria de interpelación a una generación que no alcanzó a
concretar sus ideales de cambio, concentrados más en la comprensión teórica e intelectual
de la revolución, a veces en las tácticas de intervención política, bajo una atmósfera
idealizada de la lucha social. Desilusionados, vencidos y frustrados, estos antihéroes
concentran los efectos de una militancia estéril cansada de buscar en la ideología del
partido la imposibilidad de trascender el entorno sobre el que pretendían disputar el
cambio. Los aires de superioridad moral e intelectual, así como el revanchismo y la falta
de organización política, hacen de estos personajes sujetos envueltos en sus propios
complejos y sin posibilidades de adquirir una conciencia individual. El arribismo, la
locura, el suicidio y la cárcel, terminan igualando a los compañeros de militancia en esta
novela cargada de significaciones edípicas, propia de estructuras psicológicas neuróticas
deslumbradas y fagocitadas por una febril idolatría. La animosidad inicial de los
aspirantes a revolucionarios deviene en malestar existencial. La desorientación, entonces,
deja perplejos a estos personajes, quienes no pudieron combinar sus ideales con la
potencia de la vida.
Reconocida por sus coetáneos como una obra que testimonia el contexto
intelectual e ideológico de una generación, Vera se consagra con esta novela como un
escritor referencial en el marco de la producción narrativa de los cincuenta. Sin duda, un
lugar ganado a pulso a través de una convicción sobre la que nunca desistió. Este autor
fue un actor consecuente con la militancia comunista que encauzó hacia el ejercicio del
periodismo y el activismo político que, muchas veces, le granjeó la persecución, la cárcel
y el exilio. Su obra narrativa forma parte de una renovación significativa en el período
estudiado y lo coloca en un lugar privilegiado, dentro de las disputas simbólicas dirimidas
220
desde los espacios de producción cultural de la época. Con conexión con Las cruces sobre
el agua271, ambas obras desarrollan los conflictos y situaciones a través de un diálogo
muy estrecho con la historia ecuatoriana de la primera mitad del siglo pasado, una forma
de inscribir los debates políticos e ideológicos a través del ejercicio de la escritura
ficcional. En relación con esta novela, Ortega Caicedo comenta:
Los animales puros narra las búsquedas, utopías y fracasos de los intelectuales de su
generación; en verdad, de la Generación del 30: intelectuales comprometidos con el
incipiente movimiento obrero en Guayaquil y militantes del Partido Comunista recién
fundado. Se trata de una “novela política”, que tuvo una estupenda recepción crítica y una
cálida acogida por el público lector. Al momento de su aparición, Joaquín Gallegos Lara
escribió una elogiosa reseña, en la que resaltó, como tema de la novela, “el destino de los
intelectuales de Guayaquil cuya promoción coincidió con el despertar social del pueblo
ecuatoriano”. Gallegos Lara leyó la novela en función de su referente histórico real.
Sostiene, así, que si bien hubo “espíritu sectario” en el movimiento social durante sus
inicios, también lo hay en la novela por su idealismo. Según Gallegos, si bien no es
posible reconocer en los personajes una condición heroica, tampoco es posible hacerlo en
la historia: “ninguno alcanza el arquetipo ideal del revolucionario, ni en la historia ni en
la novela”. Aunque Gallegos Lara observa cierta inexactitud histórica con respecto a un
desenlace que, en su crítica, supone la clausura de un ideal inalcanzable, el crítico aplaude
la realización artística y la introspección psicológica de los personajes en esta suerte de
“grandioso mural”.272
El último escritor por analizar en este acápite es César Dávila Andrade (1918-
1967). Sin duda, el autor con mayor alcance y profundidad, un verdadero exponente de
la renovación literaria de los cincuenta y además con una propuesta estética original.
Colaborador permanente en la redacción del impreso, Dávila Andrade es más conocido
por los aportes a la poesía, entre los títulos más destacados del período están los
poemarios Espacio me has vencido (1947) y Boletín y elegía de las mitas (1959). Sin
embargo, la narrativa daviliana irrumpe con particular estilo, aunque con algunos vasos
comunicantes con la literatura del realismo social, en donde explora con otros recursos
narrativos. La autonomía de la literatura adquiere una dimensión renovada con Dávila
Andrade, debido a la factura estética de su narrativa caracterizada por los recursos
simbólicos, desde lo religioso, metafísico e inconsciente, lo hórrido, esta última con
énfasis en la enfermedad, el dolor y la muerte, hasta lo hermético.273 Pareciera que la
propuesta daviliana se articula con la de Pablo Palacio y la vanguardia ecuatoriana de la
primera mitad del siglo XX.
271
Escrita por Joaquín Gallegos Lara, para efectos de esta investigación se utilizó la edición Las
cruces sobre el agua (Quito: Libresa, 1990) Estudio introductorio y notas de Miguel Donoso Pareja.
272
Fuga hacia dentro, 230.
273
Véase Alicia Ortega Caicedo, “El cuento ecuatoriano durante el siglo veinte”, 40-4.
221
274
Alicia Ortega Caicedo, “César Dávila Andrade: la sorprendente ambivalencia de su mirada.
Narrar lo incorpóreo, la pavorosa intimidad humana y la imperecedera ternura”, Kipus, Revista Andina de
Letras y Estudios Culturales, n.° 43 (enero-junio de 2018): 50.
275
“César Dávila Andrade”, en Historia de las literaturas del Ecuador, 84. Véase también Jorge
Dávila Vázquez, César Dávila Andrade, combate poético y suicidio (Cuenca: Facultad de Filosofía, Letras
y Ciencias de la Educación / Universidad de Cuenca, 1998) y, del mismo autor, “Estudio introductorio”, en
Trece relatos, César Dávila Andrade (Quito: Libresa, 2017).
222
Los cuentos “El niño que está en el purgatorio”, “La mirada de Dios” y “Pastel de
novios (con dos almendras)” están ambientados en ciudades provinciales de la sierra, en
estos hay una atmósfera caracterizada por la influencia del catolicismo y la educación
restrictiva y vigilante que esta ejerce sobre los cuerpos y las mentes de los pobladores. Lo
místico se funde con el delirio y la persecución, llegando a desencadenar situaciones
absurdas. La curiosidad de la infancia es torcida a favor de la manipulación y el miedo
que produce la condena eterna, sugerencia de un cura para enmendar el comportamiento
de un niño al que se le inocula la noción del pecado:
Al atardecer, el Cura pasó a la casa de los Samaniego. El niño lo vio entrar desde la pila
del patio en la que estaba haciendo flotar una ancha escudilla de palo. La hundió
completamente y corrió hacia el dormitorio, para poder escuchar la conversación de su
padre con el sacerdote.
Este, empezó: —Creo que no habrá masones en esta casa…
Samaniego se llevó una mano al pecho y quiso hablar; pero el fraile le extendió la diestra,
con la palma abierta, como si quisiera impedir la salida de las palabras de su interlocutor.
—Escúcheme, solamente…
Samaniego oyó sin moverse la historia de aquella tarde, y después de un silencio en el
que se le podía oír claramente el parpadeo, preguntó:
—Y, qué debo hacer?
—No le castigue. Enciérrele en el Purgatorio. No es pecado mortal; ni es blasfemo el
niño, porque aún no existe malicia en él. El pecado mortal se carga ese deslenguado
Normalista que tenemos por profesor.276
276
“El niño que está en el purgatorio”, Letras del Ecuador, noviembre de 1945: 10.
223
siempre de negro, merodeando suspicaces en torno a los caducos amantes, creaban una
insoportable impresión de sombras demoníacas, en torturante acecho de súcubos.277
Cuando todos habían salido y venido a reunírsenos, la gigantesca abuelita, se puso de pie,
gritando:
—Los niños! Faltan los niños!
Quiso correr hacia el templo, pero le detuvieron unos caballeros, calmándola. —Ya
vienen, ya vienen!—
Y, en efecto, los lindos pajecillos, aparecieron allá, en el fondo del templo, sobre el
presbiterio.
En su terror, habían ido a refugiarse angelicalmente cerca del altar; y ahora, bañados en
llanto, venían corriendo por entre las hileras de bancas de nogal dotadas por la abuelita.
Cuando llegaban ya al centro de la iglesia, enredáronse en la alfombra y rodaron
abrazados. En ese mismo instante, un nuevo temblor —violentísimo— hizo vibrar la
tierra; las campanas tocaron solas, entrechocándose; oyóse un oscuro mugido subterráneo
y el templo se desplomó con un ruido ensordecedor, aplastando a los niños. La gigantesca
abuelita cayó desmayada a mi lado, sacudiendo sus largas canillas en el aire. Ella, tenía
razón cuando me vertió en el oído su docta y sabia sentencia:
—“Sinvergüenza, esto, no se hizo para ti!”278
Lo urbano es un tópico que los relatos de Dávila Andrade exploran de una forma
distinta a la de sus pares. La ciudad se transforma en escenario de lo insólito, lo hórrido,
el crimen y el dolor, incluso lo irónico. En la vida callejera la dimensión humana de los
personajes davilianos se desenvuelven desde una interioridad sutil, donde las condiciones
míseras no son retratadas desde una visión maniquea. Sujetos enfermos y discapacitados,
sumergidos en la más abyecta pobreza, homicidas y filicidas, charlatanes y estafadores,
proletarios y buhoneros, todos tratados por el autor desde la acuciosa introspección, sin
perder el interés por el detalle, los aspectos sublimes pero también grotescos.
Sugerentemente blasfema, la poética daviliana en algunos de estos relatos parte de un
deseo por hacer del ejercicio narrativo un acto creativo y autónomo, la literatura adquiere
en este autor un lugar propio dentro de la producción cultural publicitada por el impreso.
277
“La mirada de Dios”, Letras del Ecuador, abril-mayo de 1949: 14
278
“Pastel de novios (con dos almendras)”, Letras del Ecuador, noviembre-diciembre de 1954:
33.
224
Llegué a esa vieja ciudad de reconcentrada piedra y versátil cielo, impulsado por una
lacerante urgencia de vivir; y me recibió la soledad. No sabía hacer nada con dieciocho
años de vida, párpado adentro. Amaba la existencia. Me sentía latir en todo. Las cosas me
reconocían desde su dulce sueño, desde su apaciguada música secreta. Pero la vida
organizada por los hombres me negaba. Luego, me rechazó francamente. Y, cuando había
llegado ya al límite de mi resistencia desesperado, inerme, cubierto de desgarraduras, un
anuncio de diario me recondujo al seno de los hombres.279
279
“Ataúd de cartón”, Letras del Ecuador, mayo de 1951:12-3.
280
“Vinatería del Pacífico”, Letras del Ecuador, octubre-diciembre de 1948: 6-7.
281
“Overall quemado”, Letras del Ecuador, julio-septiembre de 1955: 11.
282
“Sauce llorón”, Letras del Ecuador, marzo-abril de 1952: 4.
283
“El elefante”, Letras del Ecuador, enero-marzo de 1955: 4.
225
Vivía en la barriada de las Tres Cruces, pasando los molinos de grano de la viuda de
Santillán.
La calle se empinaba allí bruscamente. Parecía un retablo al que había que subir por cien
escalerillas labradas en la tierra viva. Cuando llovía el agua lútea bullía en espuma
morada, borraba el perfil de la gradería y la enjabonaba de lubricidad. Había que subir
arañando el terreno.
En el caserón nadie le conocía. Llegaba siempre de noche y salía al amanecer, antes del
sol. El mismo, ignoraba que tenía por vecinos a un soldado casi ciego ya; a un viejecito
enano del que decían ser hermafrodita; a dos viejas hermanas, de manta color de agua
podrida; a una ex-seminarista, por cuyos anteojos, su rostro guardaba un vago nepotismo
con la cara de los caballos de tiro, un joven que hacía, con vaga tristeza flores de cera
para tener con qué sustentarse; y a una chica, novicia aún en el oficio nocherniego de
buscona.285
Los cuentos y novelas seleccionados en este acápite representan las voces de los
escritores publicitados en Letras del Ecuador, durante el arco histórico analizado. Estos
formaron parte de una operación estética coordinada por la CCE, órgano que promovió
la producción intelectual y artística bajo el signo de la cultura nacional. La selección no
pretende abarcar la totalidad de las publicaciones literarias, pero sí destacar algunos
284
“La madre es un sueño”, Letras del Ecuador, enero-marzo de 1956: 17.
285
“El nudo en la garganta”, Letras del Ecuador, julio de 1951: 5.
286
“Testimonio de trece años de poesía”, en Trece años de cultura. Ensayos, 82.
226
nombres que fungieron como apuesta futura a un canon desde las propias páginas de este
seriado. A pesar de que la mayoría de estos autores pertenecían a las capas sociales
medias, persistieron en la búsqueda de un imaginario nacional que vio en los márgenes
sociales, étnicos y geográficos, una estrategia de concientización. Literatura combativa,
de denuncia y de linderos que pugnaban por una nueva sociedad, más justa y abierta a las
transformaciones que los tiempos exigían. La cultura letrada desafió el orden estético
anterior y consiguió instalarse como parte de una formación sociocultural emergente,
aquilató el rol del escritor y contribuyó a la construcción de una pedagogía sentimental
con la cual una comunidad de lectores se aproximó a una noción de comunidad.
La propia técnica de la escritura ficcional responde al universo de producción
cultural, en el marco del establecimiento de un modo de producción capitalista. Escribir
está asociado a un conjunto de valores en los que se exalta la personalidad e inteligencia
del autor, incluso el genio diferenciador. Aun así, el ambiente en el que este anida sus
personajes, dramas y situaciones, es el caldo de cultivo para la creación literaria. La
sociedad y el ejercicio escriturario funcionan de forma dialógica, y la artificiosa
separación entre la obra de arte y el contexto, en realidad responde a una escisión
pretenciosa sin asidero alguno. La narrativa de ficción opera junto a los formatos de
producción cultural y artística en una sociedad que, poco a poco, va haciendo posible la
relación entre la letra y las tecnologías usadas en los medios de comunicación. Es así
como los medios sirven de canal y espacio figurado para intervenir en la esfera pública,
hasta llegar a contornear los imaginarios sociales.
De esta manera, al realismo social ecuatoriano se le debe el entusiasmo por crear
una narrativa que respondiese a la emergencia del cambio y contribuyera a hacer de la
literatura un instrumento a favor de la invención de una tradición nacionalista, con todos
los matices y divergencias que componen el tejido social. Aún dentro de las limitaciones
que implica asumir una posición política, a veces partidista, estos escritores optaron por
la inclusión de personajes, situaciones, paisajes y lenguajes tomados del margen en
oposición al proyecto de progreso capturado por las elites. El hecho de que sean
integrantes de un sector social emergente como el de las capas medias, los convierte en
un factor influyente dentro de las pugnas ideológicas por controlar los bienes simbólicos
de la nación. Son actores y productores que protagonizaron momentos decisivos y se
arrogaron la tarea de narrar la nación, a contrapelo de los fuegos fatuos de la modernidad.
Esta estética narrativa lentamente fue calando, hasta formar parte de una estructura de
sentimiento que vio en ella una voz comprometida y en solidaridad con los excluidos de
227
287
Véase Anexo 8: Algunas entradas en el periódico Letras del Ecuador (1945-1960), en torno a
la crítica y análisis de la literatura.
229
propugnada por una institución oficial, aval que otorgó autoridad a la labor cultural en
este período. Signos de cambio favorable, la vocería oficial plasmada en el impreso
redundó en la conformación de un canon de literatura nacional a la par de proveer un
aparato metodológico con consecuencias interesantes. Los significados sociales de esta
literatura, entonces, están ubicados en un contexto de producción desde el cual sirvió y al
que aspiraba contribuir.
La narrativa del período publicitada en el impreso seguía bajo la impronta de un
realismo social, con aperturas e incorporaciones propias del ejercicio de creación literaria.
Es a partir de esta evolución de las formas de producción narrativa que la crítica también
empieza a formar parte de este entramado. Dentro del impreso ya había colaboradores
que planteaban algunas características que debía tener la novela producida en el contexto
latinoamericano, pero también de Ecuador. Por ejemplo, Pedro Jorge Vera describe en un
artículo del periódico el desafío que debía sortear la narrativa presente. Al respecto, este
afirma: “Si es que hemos de intentar la superación del pasado y reflejar la complejidad
contemporánea, necesariamente tenemos que olvidar la clasificación y declararla excluida
en el término ‘novela’. La novela ha de ser social, y psicológica, y poética, y de ideas:
novela de novelas, en suma.” Es decir, la disputa entre un arte puro y otro comprometido
para ese entonces había cedido en aras de una continuidad con signos de renovación, sin
perder de vista tanto el horizonte como las motivaciones políticas que la convocaron
desde su origen, como refleja la siguiente cita del mismo autor: “Para crear dentro de la
realidad tenemos que incorporar los elementos que desconoció el pasado; así los nuevos
sistemas económicos como la exploración del subconsciente.”288
Siguiendo el mismo orden de ideas, en 1945 aparece un artículo escrito en dos
partes por Gilberto González Contreras (1904-1954) —poeta y ensayista salvadoreño de
orientación socialista— titulado “Aclaraciones a la novela social americana”. En este, el
autor señala a la literatura de la época como una auténtica expresión artística con vocación
social, sello distintivo de la modernidad. En diálogo con lo anterior, identificaba tres
etapas en la novelística latinoamericana, sin solapamientos entre sí: la primera la
denominaba romántica, con anticipaciones naturalistas; la segunda naturalista, con
huellas o señales románticas; por último, la poemático-intelectual y de insurgencia.289 Las
categorías bajo las cuales agrupaba la producción narrativa constituyen una síntesis
ordenadora a la que también se suma la literatura ecuatoriana. Se trataba de una narrativa
288
“La novela y el hombre. Notas para un ensayo”, Letras del Ecuador, abril de 1945: 6.
289
Letras del Ecuador, noviembre de 1945: 12-3.
232
con énfasis en las problemáticas modernas, producidas por la inserción del capitalismo
en la primera mitad del siglo XX:
El destino del hombre en el trabajo, cada vez más desnaturalizado, y la pugna entre lo
personal y lo colectivo, van tomando anchura y profundidad en la novela. El hombre,
tanto de zonas rurales como el de las urbanas, se sobrexcita, padece las vivencias de lo
telúrico, se siente arrebatado por rachas cósmicas, y en todos los conflictos se angustia,
por desmesura, de manera abrumadora. Aquí rige la regla del estímulo apasionado, que
tiende a su explicación por la experiencia. Las nuevas ordenaciones sociales o su
avizoramiento, introducen aquí procesos de expectación con los que es imprescindible
contar. Pero en el largo y difícil periodo de parte de tales ordenaciones, resulta inevitable
el eruptivismo de lo irracional, en formas extrañas y peligrosas. Todo lo elemental que
existe en el hombre americano toma su derecho y en la novela adquiere quejumbre o
rebeldía de destino.290
290
Letras del Ecuador, diciembre de 1945: 2.
233
Estos veinticinco años de una ruta justa son el monumento creciente a la vida y a la faena
ejemplares de Joaquín Gallegos Lara. A él añadamos la conmemoración del cuarto de
siglo de la aparición de ese libro humilde, que nos indicó el camino. Y que ella sea
también un justo y fervoroso estímulo a Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta,
aun en el cumplimiento de su tarea, aun y con mayor capacidad en su sitio de trabajadores
de la cultura. Y recordemos el esfuerzo y sacrificio de los tres, su ímpetu varonil y su
valentía, para que miremos cada día la patria, para que tratemos, con nuestras
maravillosas armas, de ayudarla a adquirir su mayoría de edad y de justicia. Para que
sepamos continuar los valores de ese libro inicial, magnífico pese a sus errores,
insuperable por la época, obra-fecha de nuestro destino literario. Y sobre todo, testimonio
veraz, humano, real, de lo que debe ser nuestro arte, como es nuestro habitante que lo
nutre y al cual está destinada nuestra voz esperanzada.292
291
Para efectos de esta investigación se utilizó la edición Los que se van (Cuentos del cholo i del
montuvio) (Barcelona: El Universo, 2002).
292
“El libro y la ruta. A los 25 años de Los que se van”, Letras del Ecuador, enero-mayo de 1955:
33.
234
La publicación de este libro produjo dentro del país considerable revuelo. En general, fue
mal recibido. Se acusó a la obra de excesiva crudeza, de lenguaje brutal y de exageración
en la pintura de los caracteres y de las pasiones. La visión que presentaban del campo
costeño, con una naturaleza bravía que domeñaba al personaje y el gamonal que le extraía
el resto de sus energías pareció convencional y abultada. De inmediato se tildó a la
literatura que hacía los autores del discutido libro, como el producto de un plan político,
que buscaba producir el escándalo internacional, el desprestigio de nuestro medio
retrasado, revelando imprudentemente detalles vergonzosos de la explotación del hombre
campesino y describiendo a este como una especie de subhombre movido por la lujuria,
los celos, el alcohol, y a ratos, por el instinto homicida. —El montubio no es así de
monstruoso— se decía. Y se citaba como contraste al hombre festivo y jaranero que
habían evocado el maestro José Antonio Campos (Jack the Ripper) y Modesto Chaves
Franco. Sobre el cholo —habitante de la costa seca, y de composición étnica distinta, así
como de distinto medio y modo de vivir, y de otro temperamento— tratado por primera
vez en la literatura ecuatoriana por Demetrio Aguilera Malta, se opinaba menos: el héroe
de sus relatos era prácticamente un desconocido. Acerca del montubio había ya, en
cambio, moldes conocidos y aceptados.293
A diferencia de la crítica local inicial que fue adversa a esta obra representativa,
los circuitos internacionales la elogiaron y recibieron con buen ánimo. Destacaban
principalmente la objetividad descrita, al mismo tiempo que la consideraban un realismo
social de la mejor factura. Los tres jóvenes autores pasaban a formar parte de un
movimiento estético-literario al que luego se fueron sumando otros de sus connacionales.
Sumado a lo descrito, algunos la consideran como una pieza de transición, a medio
camino entre el criollismo y la denuncia de las problemáticas sociales, aun así su valor es
seminal y un punto de partida para lo que la Generación del 30 produjo. Parte del prestigio
que adquirió este libro de cuentos se debe a la labor publicista elaborada por Benjamín
Carrión, uno de los principales promotores de la estética del realismo social. En efecto,
293
La novela ecuatoriana (Quito: Universidad Alfredo Pérez Guerrero, 2010), 162-63.
235
cuando este se hallaba en misión diplomática en el continente europeo leyó el libro de los
guayaquileños y, a modo anecdótico, comenta la impresión causada:
Yo no podía decir nada de mi tierra. Montalvo, naturalmente, Montalvo ¿Es que nos
habíamos agotado definitivamente? Pero un día, en 1930, me llega desde Guayaquil un
librito, bastante mal presentado, en papel ordinario, con un título que lo mismo podía
servir para un tomo de poesías románticas, como para un volumen de canciones saudosas:
Los que se van. Y como autores, tres nombres desconocidos totalmente para mí, que me
preciaba de estar bastante informado de la vida literaria ecuatoriana. Tres nombres con el
típico doble apellido de las gentes que se respetan y de buen ver en Guayaquil: Joaquín
Gallegos Lara, Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert.294
294
“El nuevo relato ecuatoriano”, en Ensayos escogidos, Benjamín Carrión (Quito: Casa de la
Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, 2012), 233-34. Este mismo comentario es replicado en el impreso,
“Homenaje a un gran libro de nuestra literatura. XX aniversario de Los que se van”, Letras del Ecuador,
noviembre-diciembre de 1950: 3.
295
Al respecto, véase Martha Rodríguez Albán, Crítica literaria y sociedad en el Ecuador (1930-
2000) (Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador / Corporación Editora Nacional, 2021).
Se trata de una investigación que dialoga con otras anteriores de la autora, pero en esta analiza los libros de
crítica literaria a lo largo de todo el siglo XX a fin de caracterizarla e inscribirla en el marco de un proceso
arduo y complejo de la realidad social y cultural ecuatoriana. Para Rodríguez Albán, la crítica literaria
estuvo dentro de las pugnas simbólicas por la cultura entre las matrices de derecha e izquierda; en la primera
se encuentran Aurelio Espinosa Pólit, Gonzalo Zaldumbide e Isaac J. Barrera, en la última Benjamín
Carrión, Ángel F. Rojas y Edmundo Ribadeneira. Una posición moderada estaría representada por Augusto
Arias.
236
Es una obra que sobrepasa todo naturalismo europeo y todo existencialismo. Resulta una
creación por desequilibrio de cuadros sociales, merced al patetismo de las descripciones,
al dolor del indio, a lo pútrido de su existencia y de las intenciones de quienes lo explotan.
Icaza es un escritor que toca la llaga sin asco. Además, y es donde reside la creación
literaria, amén de los cuadros terribles y de aquellas vidas esbozadas como a golpes de
piedra, campea cierta ironía soterrada. En los momentos de mayor tragedia flota la sonrisa
sarcástica del escritor, la cuasi sonrisa, que en veces resulta una mueca desesperada, muy
icaciana, única.296
Es necesario haber vivido cerca a [sic] un pueblo, junto a una hacienda, para dar toda la
razón a “Huasipungo”. He aquí la Trinidad del indio en la tierra: Amo, Político y Cura.
Es justa y cabal la tesis de Icaza en su libro, escrito hace veinticinco años [1960] que no
296
“La realidad en Huasipungo”, Letras del Ecuador, enero-mayo de 1955: 30.
297
“25 años de Huasipungo”, Letras del Ecuador, enero-junio de 1960: 12-3.
237
han pasado, perenne, con los mismos matices que cualquier día apreciamos si es que de
buena voluntad queremos conocer la verdad.298
Extensión sin precedentes que lleva de pronto al indio encerrado entre los filos de los
Andes, tupido por los fríos del páramo, a un viaje en su historia, lamentable en las páginas
de Icaza, movida por los más violentos aires dramáticos, por todos los climas del mundo.
Desde el primer premio de la Novela Americana de Buenos Aires, obtenido en 1934, a
raíz de la primera edición que ilustra su portada con un friso de indios agobiados, como
tallados en piedra, del lápiz del inolvidable y malogrado Humberto Gavela Ordóñez, la
trayectoria de “Huasipungo” marca indudables jalones de éxito, es decir de salida, de
expansión, de marcha. Produce sorpresa, y de las fuerzas contrarias de las impugnaciones
y el aplauso, su indio curtido por los ambientes serraniegos, levántase en cada día más
como figura de expectación y examen, y el libro crudo vuélvese más buscado cuando se
trata de detenerlo, y figura en una tesis de los programas de Universidades argentinas, así
como dentro de los de Literatura Americana de la Sorbona; ocupa una página de síntesis
entre los mil libros de la cultura occidental del diccionario Masterplots; varios de sus
capítulos se incluyen en la Antología de prosas castellanas de la Editorial Atlántida de la
Argentina, y en la de la firma Aldo Martello de Milán, —las más bellas novelas de todos
los países—, se inserta esa elegía de tan aborígenes palabras, el llanto del indio por la
muerte de la Cunshi. Estúdiase en universidades de Norte América y es uno de los títulos
seleccionados para la Primera Feria del Libro Latinoamericano en la ciudad de Lima, con
cincuenta mil ejemplares de impresión.299
Si la crítica del momento estableció los parámetros desde los cuales se interpretó
la novela icaciana, fue debido a que esta formó parte de la producción del treinta, lo que
la hizo proclive a encuadrarla dentro de los cánones del realismo social e indigenismo.
Un ajuste certero, pero al mismo tiempo limitado. A la narrativa de este período se le
exigía un compromiso político y estético que la aglutinaba dentro de un esfuerzo por
construir una conciencia nacional, ambigüedad que la exaltó y también la llevó por un
derrotero que no admitía otras lecturas. Esto no sólo fue una realidad para los críticos del
impreso y de otras latitudes, sino también parte de un imaginario común también
reproducido por el mismo autor. En una entrevista publicada inicialmente en el diario
Excelsior de la Ciudad de México, del 15 de febrero de 1960, Icaza responde de la
siguiente manera a las preguntas del entrevistador:
298
“Huasipungo, novela perenne de América”, Letras del Ecuador, enero-junio de 1960: 17.
299
“25 años de Huasipungo”, Letras del Ecuador, enero-junio de 1960: 1.
238
Estos criterios bajo los cuales fue leída e interpretada la literatura producida entre
los años treinta y los cincuenta, se mantuvieron vigentes durante mucho tiempo. El
ejercicio de la crítica se llevaba a cabo entre actores que se conocían mutuamente, los
cuales también formaban parte de la escena cultural no sólo como críticos de la literatura,
sino muchas veces como productores, entre otras funciones. Otras, fungían como
prologuistas y antologistas. Los prólogos formaron parte de esta labor de promoción de
valores estéticos, casi a modo de apadrinamiento. Algo similar ocurría con las críticas que
se hacían a los salones de exposición de artes plásticas y esculturas, lo cual refleja la
importancia que lentamente iba adquiriendo la figura del crítico. En cuanto a las
antologías, pues, estas buscan influir en el gusto, pero también aspiran a elevar las obras
literarias antologadas al nivel de moral pública.301 Este ejercicio de la crítica también
recibe un estímulo por parte del sistema educativo que replica los juicios estéticos
oficiales en la enseñanza de la lengua y literatura de los distintos niveles formales de
formación escolar. En efecto, la preceptiva del lenguaje que enseñan los maestros en las
instituciones utiliza a la gramática dentro de los procesos educativos, al mismo tiempo
que promueve valores literarios mediante la selección de títulos de autores nacionales
respaldados por políticas culturales oficiales. Es decir, la construcción de un canon
literario requiere de un complejo funcionamiento que abarca distintas instancias de
300
Adrián Villagómez, “Icaza: 25 años de Huasipungo”, Letras del Ecuador, enero-junio de 1960:
18.
301
Véase Álvaro Alemán Salvador, “Benjamín Carrión en el proceso de formación del canon
ecuatoriano”, Re/incidencias, Anuario del Centro Cultural Benjamín Carrión 3, n.° 3, (diciembre 2055):
91-113.
239
consagración, actores y redes que la hacen posible. Sin la interacción de distintas esferas
que promueven la ciencia y la cultura, sería imposible que la maquinaria cultural pueda
producir bienes de consumo, entretenimiento y ocio, aparte de la consabida producción
de significados y mediaciones. La educación también juega un papel importante en la
construcción de valores estéticos y construcción de un canon literario. No puede haber
canonicidad sin el aporte de las instituciones académicas, así como de otras instancias.
Este último aspecto ha sido poco trabajado, aunque se encuentra fuera de los límites de la
investigación.
La crítica literaria desarrollada en el impreso cumple el papel de otorgar sentido a
la narrativa publicitada en las páginas, pero también como parte de una política oficial de
cultura. Al hacerlo, formulan una serie de criterios a través de los cuales será interpretado
el contenido narrado. Por estar publicada en prensa de fuerte rotación a nivel nacional,
colabora con la democratización de estos sentidos identificados en la literatura.
Ciertamente, la popularización de estos criterios contribuyó a la diseminación de los
postulados que luego pasaron a formar parte de lo canónico. Sin embargo, al publicitar
estas interpretaciones y masificarlas corren el riesgo de perder su potencial crítico y pasan
a convertirse en lugares comunes, conocimiento de una cultura de masas a la que la prensa
contribuye en calidad de mediadora de los gustos y el consumo cultural. Cabría mencionar
que la literatura en ese contexto ya era vista como una mercancía, un gusto de los sectores
de capas sociales medias que la ven como un prestigio.
La puesta en práctica institucional de la cultura, ofició en la literatura del período
una suerte de recurso integrador a lo interno de la nación. Fue una operación que requirió
de una compleja maquinaria estatal sin la cual los intentos por elaborar un canon de
literatura hubieran sido infructuosos. Para decirlo junto a Alemán Salvador:
La historia literaria no sólo es la historia de lo que se lee, sino también de quienes leen y
escriben, y en qué circunstancias sociales, al tiempo que es un asunto relacionado con las
clases de textos escritos para audiencias concretas. En cualquier tipo de sociedad, las
prácticas sociales de lectura y escritura son sistemáticamente reguladas. Los efectos
sociales de esa regulación se producen, por lo tanto, por medio de la operación concertada
de instituciones sociales y no solamente por los actos de juicio individual.302
La crítica literaria es una práctica que poco a poco fue insertándose en la dinámica
cultural y artística, hasta formar parte del engranaje institucional de la CCE. En el
302
Ibíd., 104.
240
impreso, los artículos orientados a la crítica no sólo valoraron las estéticas de los años
treinta y cuarenta, como se explicó más arriba, también reconocieron la producción de los
noveles escritores y dio cuenta de los cambios en la técnica narrativa. Algunos de estos
autores exploraron con más recursos poéticos, incorporaron aspectos que profundizaban
en la psicología de los personajes, así como distintos ejes temáticos que enriquecieron los
géneros literarios. A pesar de las interrupciones propiciadas por la falta de presupuesto o
por disputas políticas entre la directiva de la CCE y los representantes del poder político,
Letras del Ecuador no se desvinculó de los postulados fundacionales que la posicionaron
como el impreso oficial de la sección de literatura y bellas artes de esta institución. Al
mismo tiempo, contribuyó a inscribir la escena cultural, literaria y artística del momento
dentro de una noción orgánica, obra colectiva y social en la construcción del Estado
nacional y su proyecto de modernización y democratización.
La operación estética finalmente rindió frutos y sirvió para el florecimiento de
unas políticas culturales que buscaban legitimar no sólo a unos artistas, escritores e
intelectuales, sino a una visión de mundo, una particular mirada que veía en la exaltación
de la cultura y el arte una manera de remediar los acontecimientos que conmocionaron al
país. No se puede medir a ciencia cierta cuál fue el impacto real de estas políticas de la
CCE sobre el proyecto de reinstaurar la institucionalidad quebrada por la guerra, la
corrupción del partido liberal y la neutralización de vías revolucionarias para el cambio.
Sin embargo, al estudiar el contenido de Letras del Ecuador en este marco histórico de
1945 a 1960, surgen dudas en torno a la eficacia de la CCE en su empeño por mostrar las
producciones culturales, a través del uso de medios de comunicación masiva. La
masificación abrió el camino para la reproducción técnica de la cultura y sus satélites,
pero esto no implica que el acceso a esta haya sido democratizado. Todavía el medio
cultural ecuatoriano mostraba las fisuras dejadas por una dominación ejercida a través de
las elites que asumían la administración de los bienes simbólicos de la nación como un
privilegio de clase, impuesto además por un aparato de Estado que auspició una visión
estamental de la sociedad, en donde los indígenas, negros y mestizos se encontraban
escasamente representados.
La crítica literaria responde al mandato de hacer de la narrativa un valor cultural,
aunque su aparato teórico sea incipiente y no elabore lecturas complejas y sistemáticas,
dio paso a la incorporación de la crítica como ejercicio natural en el proceso de
modernización de la cultura, junto al de otras instancias de consagración que orbitaron
alrededor del complejo institucional de la CCE. La estrategia de aglutinar esfuerzos de
241
distintas áreas de producción cultural, hace del seriado un documento que aporta luces
sobre la manera como fue utilizado el movimiento cultural surgido al calor de los
acontecimientos y crisis de los años veinte y treinta. Un movimiento que entrelaza
literatura y artes plásticas que son utilizados como armas de lucha, protesta y denuncia en
el contexto dentro del cual fueron producidos. Esta lógica representativa va a impregnar
por mucho tiempo el imaginario social, en torno a los problemas de injusticia y
desigualdad padecidos por el grueso de la población. Se podría decir que el movimiento
político de Ecuador provisto de mejores recursos de expresión, riqueza de contenido y
contemporización con la realidad de la sociedad, se llevó a cabo por medio de la literatura
y la expresión plástica. En palabras de Silva:
Quizás lo que hizo posible la recepción de esta narrativa en parte se debe a la labor
continua, cotidiana y sigilosa de la crítica literaria, junto a todo el complejo entramado
que hace posible la circulación de los bienes culturales. Pero, no hay que negar el
agenciamiento colectivo al que intentan responder los escritores de ese momento, la
mayoría de estos suscritos a la izquierda partidista, militante y combativa. Aunque el
potencial revolucionario de la literatura luego iba a ser diluido en la maraña institucional
en la que fue inscrita, tuvo en la reflexión de las injusticias y padecimientos de los sectores
subalternos su principal fuente de inspiración y compromiso. Una visión terrigenista
acompañó durante tres décadas la producción de la literatura en este período, lo que
empezó como un gesto testimonial y de propaganda, luego obtuvo una recepción que la
coronó campeona de la cultura nacional.304
303
“El terrigenismo: opción y militancia en la cultura ecuatoriana”, Cultura, Revista del Banco
Central del Ecuador III, n.° 9 (enero-abril de 1981): 112.
304
De acuerdo con Silva*, el terrigenismo fue una respuesta de los intelectuales de izquierda
ecuatorianos frente al avance de otras propuestas estético-literarias asociadas al liberalismo y/o
conservadurismo; esta afirma: “Vino influido de las ideas y de la ideología a las que Marx reconoce un
poder material. El movimiento cultural renovador recibió, como influencia intelectual decisiva en su
formación, la obra de José Carlos Mariátegui. Es abundantemente conocido que todos los intelectuales ‘de
izquierda' de la época leían Amauta y las obras de Mariátegui, desarrollándose en esa intelectualidad un
terrigenismo contrario a todo metropolitanismo intelectual. Este terrigenismo, ese enraizarse en la tierra, o
242
el ‘terrón’ como cariñosamente le designa Cuadra, es un llamado a desarrollar un pensamiento y una cultura
autocentrada, es también un grito de combate contra el ‘arielismo’, corriente predominante en la época en
la que ellos empezaron a desarrollar su producción y que tuvo una gran importancia en la vida intelectual
ecuatoriana incluso en los momentos en que los intelectuales del movimiento de renovación eran
reconocidos mundialmente y su influencia ya se estaba dejando sentir dentro del país.”
*Ibíd., 238.
243
transgresión a esa regla no escrita fue vista como una deserción alucinada, un desvío
burgués o una pretensión cosmopolita.305
Ciertamente, el signo de los tiempos exigía en el arte y sus cultores una especie
de vocación social tácita. Con el transcurrir del tiempo la figura del crítico, así como la
del escritor, fue mutando y adaptándose a los requerimientos de un campo cultural e
intelectual siempre en continuo movimiento. Pasar de un paradigma colectivista que veía
en la producción literaria una respuesta vanguardista con principios políticos e
ideológicos que pugnaban por atribuirse el sentido último del arte, a otro en donde el
mercado y la media exaltan la individualidad y especialización de la figura del escritor,
pues, simplemente hay un enorme trecho que las separa.
La idea de identidad nacional que estos cultores formularon a través de las páginas
del impreso, adaptó las distintas áreas de producción a un funcionamiento oficial,
administrado, financiado y ejecutado por el Estado como agente por antonomasia para el
desarrollo de un proyecto de modernización. Aunque posteriormente la CCE también
haya tomado otros rumbos, la propuesta defendida en Letras del Ecuador estuvo marcada
por una noción patrimonial de la cultura que, a pesar de las transformaciones que ha
vivido el campo cultural e intelectual ecuatoriano en donde lo pluricultural y lo
plurinacional se encuentra en el horizonte de expectativas, sigue bajo la sombra del tropo
de la nación como factor aglutinador y convocatoria para pensar lo común.
En este capítulo se ha analizado el papel de las ilustraciones como estrategia de
visibilidad de la producción de la narrativa de ficción en Letras del Ecuador, a través de
una propuesta que ve en el ejercicio de la literatura una relación dialógica y de producción
significante con el contexto social. La literatura se convierte en este periódico en un
dispositivo de enunciación de múltiples significaciones que logran calar en el público
305
El síndrome de Falcón (Quito: Paradiso Editores, 2008), 170. Existe una edición más
actualizada que incorpora los debates que suscitó esta categoría analítica propuesta por Valencia, destaca
la de Michael Handelsman*. En una parte del artículo, el crítico estadounidense responde: “Lo que
deseamos destacar de esta imagen [la de Falcón llevando sobre sus hombros a Gallegos Lara], sin embargo,
es la posición vertical del intelectual sentado sobre los hombros del pueblo, signo ejemplar de esa faceta de
la descolonización de los años 20, 30 y 40 del siglo pasado. Más que una relación entre superiores e
inferiores, se trata del intelectual que hablaba por el pueblo, en nombre del pueblo, precisamente porque
tenía uso de la escritura y la educación necesaria para la representación, sea ésta propia de la política o de
la cultura. A pesar de las buenas intenciones, con el tiempo esa dinámica de representación en las artes
muchas veces se convirtió en una suerte de ventrilocuismo que le restaba al pueblo un verdadero
protagonismo social, ya que se lo consideraba un objeto más que un sujeto dentro de las luchas sociales.”
*“Joaquín Gallegos Lara y ‘El síndrome de Falcón’: literatura, mestizaje e interculturalidad en el
Ecuador”, en El síndrome de Falcón, literatura inasible y nacionalismos, Leonardo Valencia (Quito:
Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2019), 385.
244
lector, al trabajar sobre imaginarios sociales y colectivos. Entre esos imaginarios está el
papel que juega la búsqueda de la identidad, la invención de la tradición, así como el
cuestionamiento a una noción aristocrática de la cultura y el pasado nacionales. Se trata
de una literatura que postula una política de la memoria, articulada con los cambios
suscitados durante el período estudiado. También es sintomática la extensa producción
en el género del cuento a diferencia de la novela que muestra signos de ralentización y
cantidad disminuida. Una narrativa ficcional que llegó con la intención de movilizar
fuerzas políticas, a través de la increpación al modelo del progreso y las condiciones
históricas que mantenían la desigualdad social y la injusticia, pero luego fue adquiriendo
una voz autorizada que en parte perdió ascendiente al ser capturada por un aparato estatal.
El ejercicio de la crítica también estuvo dentro de las instancias de consagración que
ayudaron a inscribir significados políticos a la producción de la literatura, significados
que estuvieron acompañados de una validación de los mismos escritores, resultado de una
labor de legitimación que puso a la cultura y sus manifestaciones dentro de un circuito de
producción y tecnificación inspirado en el modelo de sustitución de importaciones. Los
resultados de esta gestión cultural muestran cómo una acción colectiva impulsó la
construcción de una instancia pública con mucho éxito en su fase inicial. La necesidad de
los intelectuales y demás representantes de la escena cultural y artística del momento por
responder a la grave crisis nacional, tiene en Letras del Ecuador una voz autorizada y
oficial de las políticas culturales de la CCE, su análisis pone en conocimiento un aspecto
desatendido de la historia cultural e intelectual ecuatoriana.
245
Conclusiones
306
“DisemiNación”, 397.
246
recurso para aquilatar aquello que realmente podía fungir como mecanismo de
integración y cohesión nacionales. De ahí el interés por colaborar en la promoción de la
literatura y el arte, muchas veces asociada a algunos autores y productores con trayectoria
definida y otros a los que simplemente se les brindó la oportunidad para iniciar.
Un periódico de literatura y arte como este respondió a una necesidad por llenar
un vacío en el plano cultural. Es decir, los suplementos culturales de los grandes rotativos
ya circulaban entre los lectores ecuatorianos, pero no contaban hasta ese momento con
una publicación proveniente de una institución cultural oficial. De ahí que Letras del
Ecuador es postulado como respuesta ante el vacío de una noción integradora de las artes,
la literatura y la producción cultural en general. Ante todo, un seriado de este tipo plantea
realizar una intervención pública directa sobre aspectos tanto estéticos como ideológicos.
La actividad publicista del impreso buscó la difusión de los valores y perspectivas éticas
en torno al papel de la cultura y las artes, de acuerdo con la visión de los propios
organizadores. De esta manera, los integrantes del comité editorial, redactores y
colaboradores, aparte de mostrar la importancia de la literatura y las artes, también
hicieron política cultural.
El panorama dentro del cual aparece este impreso se relaciona con las actividades
similares desempeñadas en los países latinoamericanos y caribeños de habla hispana,
incluyendo el de habla portuguesa como el caso de Brasil. A lo largo del continente se
gestó un movimiento cultural que repercutió sobre los debates de peso en torno a la
política, el papel de los países en vías de desarrollo dentro de la dinámica mundial, las
agitaciones sociales derivadas de los cambios producidos en las ciudades y el deterioro o
pérdida de protagonismo de los sectores campesinos y agrícolas, ante el auge
industrializador y los embates del sistema de importaciones, entre otros aspectos que sería
muy extenso describir en este cierre. La cultura significó para escritores, críticos, artistas,
cultores e intelectuales, un mecanismo a través del cual podían ser representadas y puestas
en circulación las problemáticas sociales de los países de la región. Justamente, los
intelectuales se valieron de los circuitos de producción capitalista para distribuir sus ideas
mediante publicaciones de distinta índole. Desde el libro, pasando por la prensa hasta los
formatos de revistas, formaron parte de las estrategias materiales utilizadas, a las que más
tarde se sumarían la radio y el cine. Esta combinación entre los productores de la cultura
y las formas de distribución y difusión característica del sistema económico imperante,
jugó un papel importante dentro de los procesos de modernización llevados a cabo en el
continente americano.
247
partir de esta descripción material del seriado se hizo una extensa lista con los criterios
que delimitaron los aspectos de forma y, también, de fondo que le hicieron posible. Fue
así como se comprendió que Letras del Ecuador era parte de una serie de publicaciones
periódicas con la que la Casa de la Cultura desarrolló una política comunicativa de
propaganda para la difusión de su proyecto. Además, el equipamiento de los talleres
gráficos de dicha institución llegó a estar entre los mejores del país en ese momento. El
hecho de poseer un taller editorial propio con todos los recursos tecnológicos e insumos
necesarios, sumado al manejo de un presupuesto asignado por el Estado, hizo que este
impreso contara con una distribución a nivel nacional.
Asimismo, el formato impreso en papel periódico abarató los costos de producción
y distribución e hizo que este fuese más asequible desde un inicio. Los cambios en la
periodicidad de los números se debieron a distintos factores, entre los cuales se encuentra
la readaptación que hicieron a raíz de la adquisición de equipos propios sin tener que
contratar los servicios de particulares; por otro lado, los tiempos de entrega estaban
articulados con el trabajo de la redacción, combinados con el de los obreros gráficos que
no sólo debían responder con la impresión del periódico sino con muchos otros proyectos
editoriales de la CCE; y, por último, al presupuesto destinado que fue mermando con el
pasar del tiempo, durante el arco histórico analizado. Todo estos aspectos hicieron que el
impreso tuviese que ajustarse permanentemente a los requerimientos que iban surgiendo
sobre la marcha y a la capacidad operativa real de la institución cultural a la que
pertenecía.
En cuanto al contenido del seriado, pues, algunas secciones contaron con una
continuidad relativa y otras simplemente fueron efímeras. La manera como se
organizaban las páginas, los autores destacados y la tipografía de los títulos y subtítulos,
responden a una política de la dirección editorial. Para ello se estudiaron las notas
editoriales, así como las portadas de cada número. Este ejercicio ayudó a identificar los
lineamientos ideológicos que contribuyeron a la formulación de una política cultural que
persistió a lo largo del período estudiado. Entre los autores hubo representantes de la
intelectualidad ecuatoriana, pero también extranjeros. Uno de los aspectos resaltados fue
el diálogo entre la CCE y la Unesco, para ello se elaboró un acápite aparte debido a que
en el medio de este intercambio lo que se buscó fue la cooperación entre ambas instancias,
con el objetivo de mejorar las condiciones de la educación. Las campañas de
alfabetización y los programas de desarrollo y fomento de la cultura, las artes y la ciencia,
buscaban ampliar el papel que la educación significó dentro de un proceso de
249
mitad del siglo XX, a través de este el pensamiento latinoamericano fue difundido y por
eso su estudio es imprescindible para la reconstrucción de una historia cultural e
intelectual. En el impreso, el ensayo fue utilizado como vehículo de expresión del
pensamiento de la intelligentsia adscrita a la CCE. Entre las temáticas más desarrolladas
destacó la preocupación por la amputación territorial, hecho que reveló una nueva
condición para el país y sus habitantes, quienes vieron en esta derrota un punto de
inflexión con el statu quo. La nueva demarcación del mapa político requirió del
conocimiento de la geografía nacional y sirvió para renovar el interés por conocer el papel
histórico de los territorios amazónico e insular. Al reconocer la importancia de la región
oriental, así como de las Islas Galápagos, los intelectuales veían una oportunidad para
reparar lo que la política exterior no pudo. Fue así como el ensayo sirvió de instrumento
para reflexionar en torno a la importancia de la integración de todas las regiones que
componen la nación ecuatoriana, como una forma de influir en el imaginario colectivo.
Otro de los temas recurrentes en la ensayística del impreso fue el rol del
intelectual y de la cultura. Las modernidades sigloventinas hicieron del intelectual un
sujeto con capacidades de intervención en la esfera pública y para ello se valieron de los
medios de comunicación masivos disponibles, entre los que figura la prensa y la radio,
posteriormente se sumaría la televisión. La visibilidad que esto generó postuló un sujeto
del saber con capacidades de influir en la opinión pública y, además, con una
participación estrecha en los asuntos del poder político. Ahora bien, el recurso por
antonomasia del campo intelectual es la cultura. A través de las manifestaciones literarias
y artísticas, los intelectuales se valen para expandir su influencia en el imaginario social.
Este modelo de cultura diseñado por la intelectualidad adscrita a la CCE —la mayoría de
ella perteneció a capas sociales medias y estaban vinculados con el Estado mediante la
asignación de cargos públicos en ministerios, servicios exteriores e instituciones
educativas— configuró los márgenes de la producción literaria y artística y los resignificó
dentro del tropo de la nación. De esta manera, la relación entre el intelectual y la cultura,
dentro de los contenidos de los ensayos publicados en el impreso, formula un binomio
inseparable que perduró como la imagen del sujeto público poseedor de un conocimiento
autorizado. Lo anterior, no quiere decir que en la realidad social haya sido así del todo.
Se puede conjeturar que este grupo de intelectuales colaboradores del seriado
respondieron a una imagen especular que el tiempo y las circunstancias deshizo, aunque
el pensamiento que plasmaron en las páginas haya contribuido a la construcción de una
tradición nacional.
251
Este proyecto de modernización cultural, llevado a cabo por los intelectuales que
colaboraron en la elaboración de contenidos del periódico, operó a favor de una identidad
nacional. Esta identidad mantuvo como referente el modelo político de la democracia
liberal, propuesta por los países aliados y vencedores de la segunda contienda mundial.
El brazo ejecutor del nuevo orden tuvo su agenciamiento principal en los organismos
internacionales, tales como las Naciones Unidas y las instancias que se desprenden de
esta. El marco de los derechos humanos y la promoción de instituciones democráticas —
incorporación de sistemas electorales, a los que progresivamente se iban sumando las
mujeres, así como otras minorías sociales; el ajuste de las constituciones a modelos de
representación; la irrupción de los partidos políticos de distinta tolda ideológica; el
surgimiento de sindicatos y bases trabajadoras organizadas en gremios, de acuerdo a su
especialización y participación dentro de la dinámica social y económica— estuvo
presente en estos ajustes de los proyectos de modernización de los Estados nacionales
latinoamericanos. En el caso de Letras del Ecuador, la narrativa de la identidad estaba
articulada con un proyecto democrático nacional que vio en el mestizaje la respuesta al
conflicto social y étnico histórico. El alcance que esta práctica del concepto de mestizaje
tuvo en el imaginario social y colectivo escapa a los límites de este proyecto, pero en los
ensayos que lo postulan quedó retratado los lineamientos a través de los cuales fue
formulado. De ahí que la prosa ensayística estudiada en el impreso estuvo ligada a una
operación estética mantenida a lo largo del período estudiado, al inicio con un repertorio
temático renovado dentro de los círculos de producción intelectual y cultural, pero
iterativo hasta niveles de extenuación al final. Con el tiempo, estos postulados fueron
cediendo y pasaron a formar parte del repertorio consabido sobre el discurso de la nación.
Aparte del ensayo, el impreso también se concentró en otras prácticas discursivas.
En el tercer capítulo fueron analizados textos narrativos de ficción, tales como el cuento
y la novela. Ciertamente, la producción narrativa de ficción de Ecuador dio un giro
drástico, a partir de la irrupción de los escritores de la Generación del 30. Estos tuvieron
repercusión dentro de las formaciones sociales del país, la narrativa de ficción estuvo
dentro de las prácticas culturales emergentes, junto con las artes plásticas, y contribuyeron
a ampliar los recursos simbólicos de lo nacional. La conjunción de la literatura y el arte
plástico tiene una propuesta ilustrativa en el seriado. En efecto, esta renovación de los
exponentes de la cultura, hizo de los márgenes sociales la cantera a partir de la cual fue
elaborado un discurso alternativo de la nación. Aunque cifrada en lo nacional, la literatura
y las artes plásticas producidas entre las décadas de los treinta y cuarenta lograron
252
interpelar la imagen de nación hasta ese momento capturada por sectores sociales
conservadores. Fue así como sujetos de origen social y étnico distintos, preteridos de las
prácticas culturales hegemónicas, pasaron a formar parte de una nueva estructura de
sentimiento representada en los sujetos indígenas, montubios, cholos y mestizos. Es decir,
los cambios registrados en la cultura demuestran una metamorfosis que operó sobre la
imagen de pueblo e hizo de la literatura y los lenguajes de expresión plástica verdaderos
instrumentos de denuncia social, característica que se conoce bajo el rótulo de realismo
social ecuatoriano.
La literatura publicitada y mostrada en el seriado, representó un conjunto de
problemáticas sociales del presente dentro del cual circuló. El proceso de modernización
fue muchas veces objeto de crítica en los temas desarrollados en los cuentos, una lectura
a contrapelo del progreso y sus promesas sirvieron de base para la construcción simbólica
de la nación. Los relatos y novelas promovidos respondían a una necesidad por hablar de
una sociedad desde los márgenes, la representación de los sujetos subalternos estaba ahí
para enrostrar la prédica homogeneizadora y mostrar las fisuras del proyecto nacional
anterior. En resumen, algunos de los cuentos y autores seleccionados en el impreso
participaron del espectro cultural a través de un interés militante, con fuertes motivaciones
políticas orientadas hacia la izquierda. Esto es evidente tanto por los temas escogidos —
la lucha entre el campo y la ciudad, la naturaleza y el hombre, la tradición y la
modernidad, la cultura letrada y la oralidad, las diferencias de clases y raciales—, así
como por la trayectoria pública de algunos de los autores. El papel que la literatura jugó
dentro del contenido de Letras del Ecuador apuntaba hacia el diseño de una pedagogía
sentimental, esto quiere decir, una manera por hacer de esta práctica discursiva un recurso
de intervención política soportado en la idea del escritor comprometido con la sociedad y
sus problemáticas. De hecho, la influencia que la estética del realismo social generó en la
literatura, también es percibida en las artes plásticas, el periodismo, la crítica literaria y
artística, así como en los debates políticos. Un detalle significativo del cuento y su
relación con este impreso fue que permitió promover a varios escritores noveles.
La producción y divulgación del cuento no tuvo correlato en la de la novela. En
efecto, este género participó en la escena cultural rindiendo una cantidad diversificada de
autores y títulos durante dos décadas seguidas, pero manifiesta ralentización durante los
años cincuenta. Algunos críticos de la literatura consideran que esta merma de la novela
ecuatoriana se debe a un desgaste del realismo social, otros ven en los escritores
publicados una suerte de epígonos de los de la Generación del 30. No obstante, los títulos
253
del proyecto. Lo que construyó el lenguaje poético en el seriado queda para una eventual
continuación del estudio del material de archivo. Ciertamente, el lenguaje poético no
enfatiza en un relato nacional, sino que en este hay más bien una intervención creativa
sobre y desde la lengua. Es decir, la poesía no es alegórica; la narrativa sí. Aparte de la
poesía, también queda pendiente la pregunta por aquellos aspectos que no fueron tomados
en cuenta en este agenciamiento de la cultura: ¿Quiénes quedan por fuera en este relato
de lo nacional? ¿Qué resto no fue integrado dentro de los bienes simbólicos
inventariados? ¿Por qué razón algunos márgenes sociales formaron parte del interés de
los intelectuales y escritores, pero otros como los de la diversidad étnica y el papel de las
mujeres no? Son algunas de las interrogantes que giran en torno a este impreso, vocería
oficial de un proyecto de modernización cultural.
Quizás, un proyecto que incluya un análisis histórico comparado entre Letras del
Ecuador y Cultura, Revista del Banco Central del Ecuador estaría dentro de una
investigación futura, a fin de identificar cuáles fueron las semejanzas y también las
diferencias entre ambas publicaciones periódicas que formaron parte de sendos proyectos
de modernización cultural. El primero, resultado de un contexto que favoreció una alianza
estratégica entre el campo cultural e intelectual semiautónomo después de la guerra contra
el Perú, lo que provocó una concertación política de enorme repercusión a mediados del
siglo pasado. El segundo, un ejemplo de los cambios operados en el país a raíz de la
irrupción del petróleo como principal recurso de exportación y que contó además con la
restauración del orden democrático, luego de una pausa prolongada por las dictaduras
militares. Por lo demás, todos aquellos aspectos que no se encuentran en esta
investigación alientan la curiosidad siempre permanente por los hechos del pasado e
inspiran aún más la firme convicción sobre el papel que desempeña la disciplina de la
historia, en una época donde las humanidades parecen estar en franco declive. Esta
investigación pretende, humildemente, reivindicar el papel de las humanidades desde una
perspectiva de la historia cultural e intelectual, representada en la función pública que
desempeñaron los escritores, críticos e intelectuales. Esta tríada respondió a la necesidad
por configurar un nuevo mapa de significados, de cara a las inquietudes e incertidumbres
del tiempo presente que les tocó a los protagonistas de la escena cultural y artística
ecuatoriana.
255
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Anexos