Nota Periodística Página 12

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 AXEL KICILLOF
05 de enero de 2020
El economista e historiador Mario Rapoport rescata la obra de Kicillof sobre Keynes y vincula los aportes del economista inglés con la realidad argentina

Kicillof, la Teoría General de Keynes y sus análisis de coyuntura


El libro principal de Axel Kicillof, cuya base fue una premiada tesis doctoral, sobre "La Teoría General sobre la ocupación, el interés y el dinero" del último gran economista inglés, es un valioso aporte para
entender la actual coyuntura.
Por Mario Rapoport

Axel Kicillof, el actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires es un destacado


economista, que además de una militancia activa en organizaciones estudiantes progresistas,
ha sido colega mío en la Facultad de Ciencias Económicas y a se ha enrolado a contracorriente
de los estudios predominantes en la ella, en las corrientes heterodoxas, que a partir de los
clásicos (Smith, Ricardo, Marx, Keynes) a dado batalla a las corrientes neoliberales
predominantes.

Su libro principal, cuya base fue una premiada tesis doctoral, sobre "La Teoría General sobre la
ocupación, el interés y el dinero" del último gran economista inglés, pone los puntos sobre las
íes sobre dos temas cruciales para los estudiantes de hoy. El primero de ellos es que a partir
de los años ‘70 las ideas de John Maynard Keynes fueron marginadas por la oleada
neoliberal que comenzó a reinar en los ámbitos académicos de los economistas (como
también los otros economistas clásicos).

En segundo lugar, la ortodoxia económica, acompañada por muchos que se dicen keynesianos
o poskeynesianos, trató de diluir el pensamiento de Keynes poniendo en duda la coherencia
de los fundamentos teóricos de su obra principal, parcializando sus contenidos.

Para Kicillof, la división artificial que se creó desde esa publicación entre macroeconomía
y microeconomía, no constituye sólo el intento de realizar una síntesis teórica formal que
explique mejor la oscuridad de las ideas novedosas expuestas en sus páginas. Tuvo, a la vez,
como propósito, conservar lo esencial del esquema neoclásico, que Keynes ponía en cuestión.
De allí que Kicillof procura demostrar la presencia de una lógica implícita que hace de ese libro
“una unidad teórica” consistente. Esto permite al autor percibir mejor el alcance de los aportes
de Keynes a la teoría económica sin excluir diversas críticas al andamiaje keynesiano, aunque,
en ocasiones, la argumentación, a favor o en contra, resulte contradictoria o amerite una mayor
profundización.
En forma muy simplificada, los principales postulados teóricos del influyente economista
británico están planteados con nitidez: la crítica a la llamada ley de Say –al considerar que la
oferta no crea necesariamente su propia demanda-, la afirmación de que en las economías
capitalistas no existen mecanismos para asegurar automáticamente el pleno empleo, y la firme
creencia de que las políticas macroeconómicas por si solas no alcanzan para lograr los niveles
de inversión adecuados. Cuestiones que revelan la necesidad de una intervención activa y
reguladora del Estado.
Un acierto de Kicillof es que procura ubicar a Keynes como un hombre de su época. Y,
además, de miras más amplias que otros economistas contemporáneos suyos. Mucho antes de
haber escrito su "Teoría General" trató de comprender los problemas que generaba el
desarrollo capitalista, reconociendo siempre “una férrea vinculación entre la historia y la teoría
económica”.
La gran depresión de los años ‘30 fue el laboratorio histórico de Keynes y aquellos en que
sus teorías iban a verse justificadas. Pero no exclusivamente por su propia influencia
intelectual. La principal contribución de Kicillof es mostrarnos “las consecuencias
teóricas de Lord Keynes” en una coyuntura como la actual, donde se advierte el
surgimiento de un nuevo espíritu crítico en la teoría y las políticas económicas. Algo para lo
cual Keynes puede servirnos otra vez de inspiración.

Pero Keynes, profesor en Cambridge, fue, además, un profílico ensayista que siguió paso a
paso la coyuntura económica británica y mundial que culminó con la gran depresión de los
años ’30. De sus escritos periodísticos y ensayos publicados en esos años treinta, y recogidos
en su mayoría en el libro Essays in Persuasion (Ensayos de persuasión), pueden extraerse
jugosas enseñanzas sobre las políticas económicas vigentes en la época anterior a la crisis
y durante los primeros años de ésta.

En ellos, el economista británico advierte, ya desde principios de la década de 1920, una


posible crisis económica de continuar las políticas ortodoxas entonces en curso. A su vez,
cuando estalla la crisis trata de desentrañar sus principales mecanismos sin utilizar todavía un
marco teórico previo.

El primer eje de la crítica de Keynes es la libertad de los mercados, en un momento en que


la opinión indiscutida en los ámbitos políticos y académicos entendía que un orden social
deseado implicaba dejar a los individuos actuar libremente siguiendo sus propios intereses. Se
había llegado a creer falsamente, como señala Keynes en uno de esos ensayos, “The end
of laissez faire” (1926), que el interés general y el particular siempre terminaban coincidiendo.

La doctrina del laissez faire, junto con la concepción del Estado como una institución corrupta
(herencia de los siglos XVIII y XIX), suponía no sólo no intervenir en las decisiones de los
individuos sino también evitar cualquier acción estatal por sobre sus funciones mínimas, lo que
podía causar resultados no deseados. El dogma predominante entre los economistas consistía
en que las fuerzas del mercado aseguraban por sí solas el equilibrio y la plena ocupación
de los factores productivos.

En “Economy” (1931) criticaba las políticas gubernamentales británicas para salir de la crisis,
que pretendían reducir los déficits público y del comercio mediante una baja de salarios.
Contrariamente al objetivo buscado, Keynes advertía que la reducción en los ingresos de
los asalariados llevaría a pérdidas y a una parálisis aún mayor de la economía. El
remedio, insistía, no era reducir el déficit público sino redireccionar los gastos para incentivar la
producción. Keynes suponía que los más ricos podían soportar una merma de sus ingresos,
financiando con recursos provenientes de ese sector a los empleados estatales sin tocar
salarios o personal.

Procuraba así encontrar soluciones distintas, que reemplazaran las herramientas de políticas
ortodoxas aplicadas por los gobiernos para superar una de las crisis más profundas que había
vivido el capitalismo. Ante una de las disyuntivas centrales que se les presentaba a la mayor
parte de los gobiernos durante la crisis –¿ahorrar o gastar?–, el economista británico
planteaba: “La mejor estimación que yo pueda conjeturar es que todas las veces que se
economizan cinco shillings (antigua moneda inglesa) se priva a un hombre de trabajo durante
una jornada [...] Por el contrario todas las veces que se compran mercancías se contribuye a
multiplicar los empleos ofrecidos a los trabajadores, con la reserva de que las mercancías
compradas deben ser británicas y fabricadas aquí, si se quiere una mejora de la situación de
empleo en el país. [...] Pues lo que nos falta ahora no es cerrarnos la cintura [...] es actuar,
comprar cosas, crear cosas [...]”.
El futuro lord inglés entendía que las anticipaciones pesimistas de los consumidores y de las
empresas deprimen la coyuntura por una suerte de autorrealización de temores o excesos de
prudencia que refuerzan la recesión. Sólo el gasto público permitía romper este círculo
vicioso.

Keynes se estaba refiriendo a lo que se conoce en economía como el “multiplicador del


gasto”, un concepto que explica cómo un gasto determinado genera, mediante sucesivas
rondas de consumo, un ingreso mayor al que inicialmente se tenía. Al contrario de lo que
sostiene la teoría ortodoxa, que un incremento de la demanda (menor ahorro) incrementa
también la inversión y, por lo tanto, la producción y el empleo, en lugar de disminuirlos.

Estos conceptos aparecerán luego ampliamente desarrollados en 1936 cuando se publica la


"Teoría General", que analiza Kicillof y que constituyó la culminación de sus estudios teóricos
y empíricos sobre las políticas económicas vigentes en su época, tanto en el escenario mundial
como en su país.

Las ideas keynesianas, consideradas en esos años “extremistas e imprudentes”,


revolucionarían el pensamiento económico y fundamentarían el Estado de bienestar, que
predominará en la mayoría de los países industrializados en los treinta años dorados que
siguieron a la Segunda Guerra Mundial.

https://www.pagina12.com.ar/239580-kicillof-la-teoria-general-de-keynes-y-sus-analisis-
de-coyun

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