Androgino de Platon PR

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platón: “El BanquEtE”: “El Mito dEl andrógino”.

Este mito aparece en el Banquete de Platón , concretamente en el Discurso de Aristófanes.


Aristófanes señala que hablará de un modo diferente a como lo han hecho anteriormente Pausanias y Erixímaco. Aunque sea
cómico, oculta pensamientos profundos.
Cree que los hombres han ignorado la gran fuerza que desprende el Amor, ya que si no le hubieran elevado Templos y Altares
para rendirle sacrificios.Nos define al amor como a un íntimo anhelo de restitución de una plenitud perdida, de reencuentro con
un total. Uno mismo con el ser amado. Aristófanes nos narra una antigua leyenda
sobre Efialtes y Oto, hijos de tesalio Aloeo, que encadenaron a Ares e intentaron
escalar el cielo para derrocar a Zeus (Homero).
Expone que, en la antigüedad, la humanidad se dividía en tres géneros, el
masculino, el femenino, y el andrógino (del griego Andros-Hombre y Gino-Mujer).
Los seres que pertenecían a esta última clase eran redondos, con cuatro brazos,
cuatro piernas, dos caras en la cabeza y, por supuesto dos órganos sexuales.
Estaban unidos por el vientre. Eran seres tan terribles por su vigor y fuerza que se
sintieron suficientes para atentar contra los dioses. Puesto que Zeus no podía
destruir la raza humana, dado que ésta era la que adoraba a los dioses, los castigó
partiéndolos por la mitad. Apolo los curó dándoles la forma actual que tienen
ambos sexos, y más tarde pasó adelante sus “vergüenzas”.
El Amor desde tiempos inmemoriales trata de unirlos, de manera que, cuando se
encuentran se unen de tal forma que es para toda la vida, tratando cada uno de
reunirse y fundirse con el amado y convertirse de dos seres en uno solo, de manera
que tan solo podría alcanzar la felicidad nuestra especie cuando se dé el tiempo en
que la mitad de la Humanidad se encuentre con su otra mitad. Cada mitad de un
hombre y mujer primitivos se entregan a la homosexualidad en busca de su otra mitad, en tanto que, la mitad del andrógino se
entrega a la heterosexualidad en busca de su otra mitad.
Corolario de Aristófanes: Todas las formas del Amor son verdaderas, sin embargo Aristófanes afirma que el amor de un
hombre a una mujer es inferior y el de un hombre hacia otro hombre superior y verdadero.

El Mito dEl andrógino En „El BanquEtE‟ dE platón –


Nuestra naturaleza de antaño -dice Aristófanes- no era la misma de ahora, sino distinta.

En primer lugar, tres eran los sexos de los hombres, no dos como ahora,
masculino y femenino, sino que había además un tercero que era común a
esos dos, del cual perdura aún el nombre, aunque él mismo haya
desaparecido. El andrógino, en efecto, era entonces una sola cosa en
cuanto a figura y nombre, que participaba de uno y otro sexo, masculino y
femenino, mientras que ahora no es sino un nombre que yace en la
ignominia*. En segundo lugar, la figura de cada individuo era por completo
esférica, con la espalda y los costados en forma de círculo; tenía cuatro
brazos e igual número de piernas que de brazos, y dos rostros sobre un
cuello circular, iguales en todo; y una cabeza, una sola, sobre estos dos
rostros, situados en direcciones opuestas, y también cuatro orejas, dos
órganos sexuales y todo lo demás según puede uno imaginarse de acuerdo
con lo descrito hasta aquí. Caminaba además erecto, como ahora, en
cualquiera de las dos direcciones que quisiera; más cada vez que se
lanzaba a correr rápidamente, del mismo modo que ahora los saltimbanquis
dan volteretas haciendo girar sus piernas hasta alcanzar la posición
vertical, avanzaba rápidamente dando vueltas, apoyándose en los ocho
miembros que tenía entonces.
Eran tres los sexos y de tales características por la siguiente razón; lo masculino era un principio descendiente del sol, lo
femenino de la tierra, y lo que participaba de ambos de la luna, porque también la luna participa de lo uno y lo otro**. Y
precisamente eran circulares ellos mismos y su manera de avanzar por ser semejantes a sus progenitores***. Eran, pues,
terribles por su fuerza y su vigor y tenían gran arrogancia, hasta el punto de que atentaron contra los dioses. Y lo que dice
Homero de Efíaltes y de Oto****, se dice también de ellos, que intentaron ascender al cielo para atacar a los dioses. Entonces
Zeus y los demás dioses deliberaron lo que debían hacer con ellos, y se encontraban ante un dilema, ya que ni podían matarlos
ni hacer desaparecer su raza, fulminándolos con el rayo como a los gigantes -porque entonces desaparecerían los honores y
sacrificios que los hombres les tributaran-, ni permitir que siguieran siendo altaneros. Tras mucho pensarlo, al fin Zeus tuvo
una idea y dijo: <<Me parece que tengo una estratagema para que continúe habiendo hombres y dejen de ser insolentes, al
hacerse más débiles. Ahora mismo, en efecto -continuó-voy a cortarlos en dos a cada uno, y así serán al mismo tiempo más
débiles y más útiles para nosotros, al haber aumentado su número. Caminarán erectos sobre dos piernas; pero si todavía nos
parece que son altaneros y que no están dispuestos a mantenerse tranquilos, de nuevo otra vez -dijo- los cortaré en dos, de
suerte que avanzarán sobre una sola pierna a la pata coja>>. Dicho esto, fue cortando a los hombres en dos, como los que
cortan las servas y las ponen a secar o como los que cortan los huevos con crines*****. Y a todo aquel al que iba cortando,
ordenaba a Apolo que le diera la vuelta al rostro y a la mitad del cuello en dirección al corte, para que, al contemplar su
seccionamiento, el hombre fuera más moderado, y le ordenaba también curarle lo demás.
Apolo sólo le iba dando la vuelta al rostro y, recogiendo la piel que sobraba de todas partes en lo que ahora llamamos vientre,
como ocurre con las bolsas cerradas con cordel, la ataba haciendo un solo agujero en mitad del vientre, precisamente lo que
llaman ombligo. En cuanto al resto de las arrugas, la mayoría las alisó, y conformó el pecho sirviéndose de un instrumento
semejante al que emplean los zapateros para alisar sobre la horma las arrugas de los cueros. Más dejó unas pocas, las que se
encuentran alrededor del vientre mismo y del ombligo, para que fueran recordatorio de lo que antaño sucedió.
Así pues, una vez que la naturaleza de este ser quedó cortada en dos, cada parte echaba de menos a su mitad, y se reunía con
ella, se rodeaban con sus brazos, se abrazaban la una a la otra, anhelando ser una sola naturaleza, y morían por hambre y por
su absoluta inactividad, al no querer hacer nada los unos separados de los otros. Y cada vez que moría una de las mitades y
sobrevivía la otra, la que sobrevivía buscaba otra y se abrazaba a ella, ya se tropezara con la mitad de una mujer entera -lo que
precisamente llamaos ahora mujer-, ya con la mitad de un hombre; y de esta manera perecían. Mas se compadeció Zeus se
ingenió otro recurso: trasladó sus órganos genitales a la parte delantera (porque hasta entonces los tenían por fuera, y
engendraban y parían no los unos en los otros, sino en la tierra, como las cigarras). Los traladó, pues, de esta manera a su
parte delantera e hizo que por medio de ellos tuviera lugar la concepción de ellos mismos, a través de lo masculino en lo
femenino, a fin de que, si en el abrazo se encontraba hombre con mujer, engendraran y siguiera existiendo la especie, mientras
que si se encontraba hombre con hombre, hubiera al menos plenitud del contacto, descansaran, prestaran atención a sus
labores y se ocuparan de las demás cosas de la vida.
Desde hace tanto tiempo, pues, es el amor de unos a otros innato en los hombres y aglutinador de la antigua naturaleza, y trata
de hacer un solo individuo de dos y de curar la naturaleza humana. Cada uno de nosotros, es, por tanto, una contraseña de
hombre******, al haber quedado seccionados, como los lenguados, en dos de uno que éramos. Por eso busca continuamente
cada uno su propia contraseña. En consecuencia, cuantos hombres son sección del ser común que en aquel tiempo se llamaba
andrógino, son aficionados a las mujeres, y la mayoría de los adulteros proceden de este sexo; y, a su vez, cuantas mujeres son
aficionadas a los hombres y adúlteras proceden también de este sexo. Pero cuantas mujeres son sección de mujer no prestan
mucha atención a los hombres, sino que se interesan más bien por las mujeres, y las lesbianas proceden de este sexo*******. En
cambio, cuantos son sección de varón, persiguen a los varones, y, mientras son niños, como son rodajitas de varón, amana a
los hombres y disfrutan estando acostados y abrazados con los hombres, y son éstos los mejores de los niños y muchachos,
por ser los más viriles por naturaleza. Hay quienes, en cambio, afirman que son unos desvergonzados, pero se equivocan, pues
no hacen esto por desvergüenza, sino por audacia, hombría y virilidad, porque desean abrazarse a lo que es semejante a ellos.
Y una clarísima prueba de ello es que, cuando llegan a su completo desarrollo, los de tal naturaleza son los únicos que resultan
viriles en los asuntos políticos. Y cuando se hacen hombres, aman a los muchachos y no se preocupan del matrimonio ni de la
procreación de hijos por inclinación natural, sino obligados por la ley, pues les basta pasarse la vida unos con otros sin
casarse. En consecuencia, la persona de tal naturaleza sin duda se hace amante de los muchachos y amigo de su amante, ya
que siempre siente predilección por lo que le es connatural.
Así pues, cuando se tropiezan con aquella verdadera mitad de sí mismos, tanto el amante de los muchachos como cualquier
otro, entonces siente un maravilloso impacto de amistad, de afinidad y de amor, de manera que no están dispuestos, por así
decirlo, a separarse unos de otros ni siquiera un instante. Y los que pasan la vida entera en mutua compañía son éstos, que ni
siquiera sabrían decir lo que quieren obtener unos de otros. Nadie, en efecto, podría creer que lo que pretenden es la unión de
los placeres sexuales, y que es ese precisamente el motivo por el que el uno se complace en la compañía del otro con gran
empeño. Al contrario, el alma de cada uno es evidente que desea otra cosa que no puede decir con palabras, sino que adivina lo
que desea y lo expresa enigmáticamente. Y si cuando están acostados juntos se les presentara Hefesto con sus instrumentos y
les preguntara: <<¿Qué es lo que deseáis, hombres, obtener el uno del otro?>>; y si, al no saber ellos, qué contestar, les
volviera a preguntar: <<¿Acaso lo que anheláis es estar juntos lo más posible el uno del otro, de suerte que ni de noche ni de
día os faltéis el uno al otro? Porque si es eso lo que anheláis, estoy dispuesto a fundiros y a unir vuestras naturalezas en una
misma, de forma que siendo dos lleguéis a ser uno solo y, mientras viváis, como si fuerais uno solo, viváis los dos en común, y,
cuando hayáis muerto, allí también, en el Hades, en lugar de dos seáis uno, muertos ambos en común. ¡Ea!, mirad si es esto lo
que ansiáis y si os dais por satisfechos con conseguirlo>>. Al oír esto sabemos que ni siquiera uno solo se negaría ni dejaría
ver que desea otra cosa, sino que sencillamente creería haber escuchado lo que anhelaba desde hacía tiempo, es decir, unirse y
fundirse con el amado y llegar a ser uno solo de dos que eran. Pues la causa de esto es que nuestra antigua naturaleza era esa
que se ha dicho y éramos un todo; en consecuencia, el anhelo y la persecución de ese todo recibe el nombre de amor…
* En el cómico Eupolis, la palabra andrógino designa a un hombre afeminado y cobarde, o Heródoto. En femenino significa
mujer corrupta.
** El Sol es una deidad masculina y la Tierra femenina. La idea de que la Luna, al hallarse entre el cielo y la tierra, es bisexual (a
pesar del género femenino del griego Selene y de su identificación con diosas como Artemis) se encuentra también en los
Himnos Órficos y en el historiador Filócoro (ca. 300a.C.)
*** La tierra era cilíndrica para Anaximandro, plana para Anaxímenes y Anágoras y esférica para los pitagóricos y Parménides.
**** Los gigantescos hermanos Oto y Efíaltes pretendieron escalar el cielo amontonando varios montes y derrocar a Zeus, que
los fulminó.
***** Se trata de una expresión proverbial, que Plutarco cita para indicar la facilidad con que una trivialidad puede romper la
unión aparentemente firme de los amantes. Otros intérpretes lo entienden como una alusión a la práctica órfica de la
adivinación mediante el examen de huevos.
****** La palabra griega symbolon designa propiamente una tablilla que se parte por la mitad, de modo que dos personas unidas
por lazos de hospitalidad se lleven cada una un trozo, para, juntándolos, poder reconocer (ellos y sus descendientes) la relación
que les une. La comparación posterior con los lenguados procede del propio Aristófanes.
******* Es el único pasaje de la literatura ática en el que se habla de la homesexualidad femenina. La referencia anterior al
adulterio en lugar de al matrimonio, se explica por el hecho de que éste es simplemente un contrato por el que el varón cabeza
de familia otorga a la mujer a su esposo, mientras que el adulterio requiere mayor iniciativa por parte de los implicados.

ANDRÓGINO
La palabra andrógino viene del griego andrógynos, que significa hermafrodita, y por lo tanto de sexo indeterminado; de ahí que
también híbrido (mezclado), o referido a un hombre, 'afeminado'. Está compuesta por anér (andrós), que significa 'varón,
esposo, etc.', y gyné(gynaikós), que significa 'mujer, hembra, esposa, etc'.
La palabra andrógino, actualmente, como vocablo científico, designa a un varón humano, genéticamente varón, que por un
defecto de secreciones hormonales u otras causas en su desarrollo, ha generado órganos sexuales externos de carácter
ambiguo o de apariencia femenina: esto sería propiamente la androginia. También, vulgarmente, se emplea el vocablo para
designar a un varón de aspecto afeminado, o a un ser humano de aspecto absolutamente ambiguo en su determinación sexual
externa.
Sin embargo, el andrógino, un viejo símbolo cultural, no es en origen ninguna de esas dos cosas, ni en griego clásico
significaba eso. El mito del andrógino, probablemente recogido de tradiciones más antiguas e incluso de otras culturas
orientales (tiene que ver con el yin y el yan y con otras tradiciones de seres únicos originarios), aparece explicado en Platón. En
el conocido y extenso diálogo platónico llamado El Banquete, o simplemente Symposion, que versa sobre la naturaleza del
amor, distintos personajes dialogan y elaboran cada cual un discurso que explica a su juicio la naturaleza del erotismo. La
intervención de Aristófanes contiene el mito del andrógino. Veámosla en traducción, con algunas supresiones para abreviar:
En primer lugar, tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además un
tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre sobrevive todavía, aunque él mismo ha desaparecido. El andrógino, en
efecto, era entonces una cosa sola en cuanto a forma y nombre, que participaba de uno y de otro, de lo masculino y de lo
femenino, pero que ahora no es sino un nombre que yace en la ignominia. En segundo lugar, la forma de cada persona era
redonda en su totalidad, con la espalda y los costados en forma de círculo. Tenía cuatro manos, mismo número de pies que de
manos y dos rostros perfectamente iguales sobre un cuello circular. Y sobre estos dos rostros, situados en direcciones
opuestas, una sola cabeza, y además cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo lo demás como uno puede imaginarse a tenor
de lo dicho. (...) Eran tres los sexos y de estas características, porque lo masculino era originariamente descendiente del sol, lo
femenino de la tierra y lo que participaba de ambos, de la luna, pues también la luna participa de uno y de otro. Precisamente
eran circulares ellos mismos y su marcha, por ser similares a sus progenitores. Eran también extraordinarios en fuerza y vigor y
tenían un inmenso orgullo, hasta el punto de que conspiraron contra los dioses. Y lo que dice Homero de Efialtes y de Oto se
dice también de ellos: que intentaron subir hasta el cielo para atacar a los dioses. Entonces, Zeus y los demás dioses
deliberaban sobre qué debían hacer con ellos y no encontraban solución. Porque, ni podían matarlos y exterminar su linaje,
fulminándolos con el rayo como a los gigantes, pues entonces se les habrían esfumado también los honores y sacrificios que
recibían de parte de los hombres, ni podían permitirles tampoco seguir siendo insolentes. Tras pensarlo detenidamente dijo, al
fin, Zeus: "Me parece que tengo el medio de cómo podrían seguir existiendo los hombres y, a la vez, cesar de su desenfreno
haciéndolos más débiles. Ahora mismo, dijo, los cortaré en dos mitades a cada uno y de esta forma serán a la vez más débiles y
más útiles para nosotros por ser más numerosos. Andarán rectos sobre dos piernas y si nos parece que todavía persisten en su
insolencia y no quieren permanecer tranquilos, de nuevo, dijo, los cortaré en dos mitades, de modo que caminarán dando saltos
sobre una sola pierna." Dicho esto, cortaba a cada individuo en dos mitades, como los que cortan las serbas y las ponen en
conserva o como los que cortan los huevos con crines. Y al que iba cortando ordenaba a Apolo que volviera su rostro y la mitad
de su cuello en dirección del corte, para que el hombre, al ver su propia división, se hiciera más moderado, ordenándole
también curar lo demás. Entonces, Apolo volvía el rostro y, juntando la piel de todas partes en lo que ahora se llama vientre,
como bolsas cerradas con cordel, la ataba haciendo un agujero en medio del vientre, lo que llaman precisamente ombligo. (...)
Así pues, una vez que fue seccionada en dos la forma original, añorando cada uno su propia mitad se juntaba con ella y
rodeándose con las manos y entrelazándose unos con otros, deseosos de unirse en una sola naturaleza, morían de hambre y de
absoluta inacción, por no querer hacer nada separados los unos de los otros. Y cada vez que moría una de las mitades y
quedaba la otra, la que quedaba buscaba otra y se enlazaba con ella, ya se tropezara con la mitad de una mujer entera, lo que
ahora precisamente llamamos mujer, ya con la de un hombre, y así seguían muriendo. Compadeciéndose entonces Zeus,
inventa otro recurso y traslada sus órganos genitales hacia la parte delantera, pues hasta entonces también éstos los tenían por
fuera y engendraban y parían no los unos en los otros, sino en la tierra, como las cigarras. De esta forma, pues, cambió hacia la
parte frontal sus órganos genitales y consiguió que mediante éstos tuviera lugar la generación en ellos mismos, a través de lo
masculino en lo femenino, para que si en el abrazo se encontraba hombre con mujer, engendraran y siguiera existiendo la
especie humana, pero si se encontraba varón con varón, hubiera, al menos, satisfacción de su contacto, descansaran, volvieran
a sus trabajos y se preocuparan de las demás cosas de la vida. Desde hace tanto tiempo, pues, es el amor de los unos a los
otros innato en los hombres y restaurador de la antigua naturaleza, que intenta hacer uno solo de dos y sanar la naturaleza
humana. Por tanto, cada uno de nosotros es una mitad simplificada de hombre, al haber quedado seccionado en dos de uno
solo, como los lenguados. Por esta razón precisamente, cada uno está buscando siempre a su propia mitad. En consecuencia,
cuantos hombres son sección de aquel ser de sexo común que entonces se llamaba andrógino son aficionados a las mujeres y
proceden también de él cuantas mujeres son aficionadas a los hombres (...). Pero cuantas mujeres son sección de mujer, no
prestan mucha atención a los hombres, sino que están más inclinadas a las mujeres, y de este género proceden las lesbianas.
Cuantos, por el contrario, son sección de varón, persiguen y buscan a los varones y mientras son jóvenes, al ser rodajas de
varón, aman a los hombres y se alegran de acostarse y abrazarse con ellos...

PLATÓN, Banquete, 189d-191e.


Como se ve el andrógino era un ser humano originario de dos rostros, cuatro brazos y cuatro piernas, que en lugar de ser
doblemente masculino, o doblemente femenino, era mixto. Con el relato se intenta explicar además las distintas tendencias de
la sexualidad.
Su representación en el arte o icono es el de un ser con un tronco corporal común y dos cabezas, dobles miembros y doble
sexo.
Aunque se representa menos, su presencia es abundante en ilustraciones vinculadas a la alquimia. En efecto, el andrógino, se
convirtió en uno de los principales símbolos místicos de la alquimia medieval. Los alquimistas no sólo trabajaban con mezclas
y metales y desarrollaron la química, sino que estaban imbuidos de una filosofía particular. Aspiraban a conocer la naturaleza
del cosmos y la vida, y mediante la mezcla de elementos hallar la entidad vital primigenia, incorruptible y eterna, que
simbolizaban con la pretensión de obtener oro (símbolo de incorruptibilidad). El andrógino, aparte de simbolizar la difícil mezcla
del azufre (vinculado al sol y masculino) y del mercurio (vinculado a la luna y simbólicamente femenino), simboliza la unicidad
esencial de la materia. Muchos alquimistas piensa que todo el cosmos puede reducirse a principios masculinos y femeninos, y
que si se logra la fusión de ambos y su equilibrio (como en el yin y el yan de la filosofía oriental) obtenemos una unión esencial,
inmortal e incorruptible, verdadera piedra filosofal del cosmos y clave de su renovación perpetua. Todo eso significaba para
ellos el icono del andrógino, que llenaron de distintos símbolos astrales y dotaron de alas incluso a veces, para denotar una
especie de entidad superior más elevada. Algunos en otro plano, vincularon incluso el andrógino a los ángeles

La palabra andrógino proviene etimológicamente del griego andrógynos compuesto de andrós –varón- y de gyné –mujer-. Hoy
popularmente se designa así a quien tiene características indefinidas, con rasgos de varón y mujer.

Otros lo equiparan al concepto de hermafrodita. Pero veamos lo que nos cuenta el genio de Platón (circa 428-347 AC) en sus
diálogos sobre el amor conocidos como “El banquete” -obra de obligada lectura-. Nos describe así el Mito del andrógino, en
boca de Aristófanes:

“En otro tiempo la naturaleza humana era muy diferente de lo que es hoy. Primero había tres clases de hombres: los dos sexos
que hoy existen, y uno tercero compuesto de estos dos, el cual ha desaparecido conservándose sólo el nombre. Este animal
formaba una especie particular, y se llamaba andrógino, porque reunía el sexo masculino y el femenino; pero ya no existe y su
nombre está en descrédito.

En segundo lugar, todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos,
cuatro piernas, dos fisonomías, unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos
semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción. La
diferencia, que se encuentra entre estas tres especies de hombres, nace de la que hay entre sus principios. El sol produce el
sexo masculino, la tierra el femenino, y la luna el compuesto de ambos, que participa de la tierra y del sol.

De estos principios recibieron su forma y su manera de moverse, que es esférica. Los cuerpos eran robustos y vigorosos y de
corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo, y combatir con los dioses. Zeus examinó con los
dioses el partido que debía tomarse y se expresó en estos términos: „Creo haber encontrado un medio de conservar los
hombres y hacerlos más circunspectos, y consiste en disminuir sus fuerzas.

Los separaré en dos; así se harán débiles y tendremos otra ventaja, que será la de aumentar el número de los que nos sirvan;
marcharán rectos sosteniéndose sólo en dos piernas, y si después de este castigo conservan su impía audacia y no quieren
permanecer en reposo, los dividiré de nuevo, y se verán precisados a marchar sobre un solo pie‟.

En seguida mandó a Apolo que curase las heridas y colocase el semblante y la mitad del cuello del lado donde se había hecho
la separación, a fin de que la vista de este castigo los hiciese más modestos. Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos
desesperados para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se
unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con un ardor tal, que abrazadas perecían de hambre e inacción, no
queriendo hacer nada la una sin la otra.

Cuando una de las dos mitades perecía, la que sobrevivía buscaba otra, a la que se unía de nuevo, ya fuese la mitad de una
mujer entera, lo que ahora llamamos una mujer, ya fuese una mitad de hombre; y de esta manera la raza iba extinguiéndose.
Zeus, movido a compasión, imagina otro maniobra: poner delante los órganos de la generación, porque antes estaban detrás, y
se concebía y se derramaba el semen, no el uno en el otro, sino en tierra como las cigarras.

Zeus puso los órganos (Nota: algunas traducciones dicen „las vergüenzas‟) en la parte anterior y de esta manera la concepción
se hace mediante la unión del varón y la hembra.
Entonces, si se verificaba la unión del varón y la mujer, el fruto de la misma eran los hijos; y si el varón se unía al varón, la
saciedad los separaba bien pronto y los restituía a sus trabajos y demás cuidados de la vida. De aquí procede el amor que
tenemos naturalmente los unos a los otros; él nos recuerda nuestra naturaleza primitiva y hace esfuerzos para reunir las dos
mitades y para restablecernos en nuestra antigua perfección.
Cada uno de nosotros no es más que una mitad que ha sido separada de su todo, como se
divide una hoja en dos. Estas mitades buscan siempre sus mitades. Los varones que
provienen de la separación de estos seres compuestos, que se llaman andróginos, aman las
mujeres; y la mayor parte de los adúlteros pertenecen a esta especie, así como también las
mujeres que aman a los varones y violan las leyes del himeneo. Pero a las mujeres, que
provienen de la separación de las mujeres primitivas, no llaman la atención los varones y se
inclinan más a las mujeres.

Del mismo modo los varones, que provienen de la separación de los seres, buscan el sexo
masculino. Mientras son jóvenes aman a los varones; se complacen en dormir con ellos y
estar en sus brazos; son los primeros entre los adolescentes y los adultos, como que son
de una naturaleza mucho más varonil. Sin razón se les echa en cara que viven sin pudor,
porque no es la falta de este lo que les hace obrar así, sino que dotados de alma fuerte,
valor varonil y carácter viril, buscan sus semejantes; y lo prueba que con el tiempo son más aptos que los demás para servir al
Estado.

Estos varones a su vez aman a los jóvenes, y si se casan y tienen familia, no es porque la naturaleza los incline a ello, sino
porque la ley los obliga. Lo que prefieren es pasar la vida los unos con los otros en el celibato. El único objeto de los varones
de este carácter, ya sea que amen o sean amados, es reunirse a quienes se les asemeja. Cuando el que ama a los jóvenes o a
cualquier otro llega a encontrar su mitad, la simpatía, la amistad, el amor los une de una manera tan maravillosa, que no quieren
en ningún concepto separarse ni por un momento”.

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