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Reinos germánicos

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Este aviso fue puesto el 6 de julio de 2019.

Batalla de Vouillé (507), entre francos y visigodos, representada en un manuscrito


del siglo XIV.
Los reinos germánicos fueron los estados que se establecieron a lo largo de Europa,
a partir de finales del siglo IV hasta bien entrada la Edad Media, por los pueblos
de habla germánica procedentes de la Europa del Norte y del Este. Sus instituciones
políticas peculiares, en concreto la asamblea de guerreros libres (thing) y la
figura del rey (en protogermánico kuningaz, que da en anglo-sajón cyning, en inglés
king, en alemán König y en las lenguas nórdicas kung o konge, aunque los más
romanizados utilizaban su versión latina rex), recibieron la influencia de las
tradiciones institucionales del Imperio y la civilización grecorromana, y se fueron
adaptando a las circunstancias de su asentamiento en los nuevos territorios.

Si bien estos reyes utilizaron el sistema provincial romano para justificar sus
derechos sobre ciertos territorios (ya que algunos de ellos se habían asentado como
federados del Imperio) y después los reyes medievales utilizarían la configuración
política de los primeros para justificar sus propias ambiciones, hay que recalcar
que no hay ninguna conexión entre los modernos estados-nación y estos reinos más
allá de la nominal, ya que este término nació en el tratado de Westfalia de 1648
(siendo las fronteras y culturas europeas de ese momento distintas a las de los
últimos años de la Antigüedad tardía).

Situación de los reinos germánicos hacia el año 526. El reino suevo de Braga en el
noroeste de Hispania, el reino de los francos que ha desplazado a los visigodos al
sur, convertido en Reino visigodo de Toledo, pero aún no ha absorbido a los
burgundios; mientras que el reino de los ostrogodos y el reino de los vándalos
todavía no han desaparecido por la expansión del Imperio bizantino de Justiniano I.
En Gran Bretaña los anglos y sajones han desplazado a los britanos al oeste, y aún
no se ha producido la llegada de los daneses.

Índice
1 Los distintos reinos
1.1 Los godos
1.1.1 El reino visigodo
1.1.2 El reino ostrogodo
1.2 Reino lombardo de Italia
1.3 El reino suevo de Braga
1.4 Reino vándalo de Cartago
1.5 Inglaterra anglosajona
1.6 Francia en época merovingia
1.7 Rus de Kiev
1.8 Danelaw
2 Bárbaros
3 Las transformaciones en el mundo romano
4 Las instituciones
4.1 La cristiandad latina y los bárbaros
5 Notas
6 Referencias
Los distintos reinos
Artículo principal: Período de las grandes migraciones
Las invasiones bárbaras desde el siglo III habían demostrado la permeabilidad del
limes romano en Europa, fijado en el Rin y el Danubio. La división del Imperio en
Oriente y Occidente, y la mayor fortaleza del imperio oriental o bizantino,
determinó que fuera únicamente en la mitad occidental donde se produjo el
asentamiento de estos pueblos y su institucionalización política como reinos.

Fueron los visigodos, primero como Reino de Tolosa y luego como Reino de Toledo,
los primeros en efectuar esa institucionalización, valiéndose de su condición de
federados, con la obtención de un foedus con el Imperio, que les encargó la
pacificación de las provincias de Galia e Hispania, cuyo control estaba perdido en
la práctica tras las invasiones de 410 por suevos, vándalos y alanos. De estos,
solo los suevos lograron el asentamiento definitivo en una zona: el Reino de Braga,
mientras que los vándalos se establecieron en el norte de África y las islas del
Mediterráneo Occidental, pero fueron al siglo siguiente eliminados por los
bizantinos durante la gran expansión territorial de Justiniano I, con las campañas
de los generales Belisario, de 533 a 544, y Narsés, hasta 554. Simultáneamente, los
ostrogodos consiguieron instalarse en Italia expulsando a los hérulos, que habían
expulsado a su vez de Roma al último emperador de Occidente. El Reino Ostrogodo
desapareció también frente a la presión bizantina de Justiniano I.

Un segundo grupo de pueblos germánicos se instala en Europa Occidental en el siglo


VI, entre los que destaca el Reino franco de Clodoveo I y sus sucesores
merovingios, que desplaza a los visigodos de las Galias, forzándolos a trasladar su
capital de Tolosa a Toledo. También derrotaron a burgundios y alamanes, absorbiendo
sus reinos. Algo más tarde los lombardos se establecen en Italia en 568-569, pero
serán derrotados a finales del siglo VIII por los mismos francos, que reinstaurarán
el Imperio con Carlomagno en el año 800.

En Gran Bretaña se asentarán los anglos, sajones y jutos (véase Invasión


anglosajona de Gran Bretaña) que crearán una serie de reinos rivales, unificados
finalmente por los daneses (un pueblo nórdico) en lo que terminará por ser el reino
de Inglaterra.

Los godos
Artículo principal: Pueblo godo

El Mausoleo de Teodorico en Rávena, el más significativo de los pocos ejemplos de


arquitectura de los godos.
Los godos poseían una fuerte organización dinástica que les permitió adquirir una
capacidad de choque y una penetración mayor que las demás tribus germánicas de la
época, invadieron Dacia y se asentaron en ella a pesar de haber sido derrotados en
214 por el emperador Caracalla.

El contacto con el Imperio romano prontamente introdujo cierta civilización en las


tribus góticas, sobre todo en las orientales (ostrogodos), muchos de cuyos miembros
decidieron integrarse en las legiones imperiales como voluntarios.

Sin embargo, la presión hostil en los confines del Imperio se hizo cada vez más
fuerte por obra de los visigodos, siendo una de sus causas el explosivo aumento
poblacional de los bárbaros y el simultáneo ocaso de la capacidad militar del
Imperio. Hacia el año 247, los visigodos completaron la ocupación y conquista de
Dacia, venciendo y asesinando al emperador Decio en la batalla de Attrio. Al mismo
tiempo comenzaron con la invasión de los Balcanes hacia Bizancio, por una parte, y
la de Italia y Panonia, por otra.

Contra ellos lucharon los emperadores Claudio II (llamado El Gótico) y Lucio


Domicio Aureliano, logrando contener sus invasiones y por casi dos siglos
retrasaron su empuje hacia Occidente. Más adelante los godos se aliaron con
Constantino y se convirtieron al cristianismo por obra del obispo Ulfilas, que
tradujo la Biblia a su lengua.
Las guerras entabladas entre los emperadores romanos y los gobernantes godos a lo
largo de casi un siglo devastaron la región de los Balcanes y los territorios del
noreste del Mediterráneo. Otras tribus se unieron a los godos y bajo el gran rey
Hermanarico establecieron en el siglo IV (350) un reino que se extendía desde el
mar Báltico hasta el mar Negro, teniendo como súbditos a eslavos, ugrofineses e
iranios.

El reino visigodo
Artículos principales: Visigodo, Reino visigodo, Reino visigodo de Tolosa y Reino
visigodo de Toledo.
En 401, el rey visigodo Alarico I marchó contra Italia pero fue vencido cerca de
Pollentia (6 de abril de 402) y después en Verona. Probablemente el general romano
Estilicón negoció con Alarico su ayuda contra otros bárbaros, como Radagaiso, y se
cree que le fue ofrecida la confirmación como Magister Militum y gobernador de
Iliria, con unos límites que entraban en contradicción con las reivindicaciones
territoriales de Oriente.

El partido nacionalista romano, tal vez instigado por el gobierno de


Constantinopla, acusó a Estilicón de preparar la entrega del Imperio a Alarico y
urdió un complot. Estalló una revuelta de tropas que obligó a Estilicón a
refugiarse en una iglesia, siendo asesinado en el momento de salir (tras
prometérsele que salvaría la vida si salía) por Olimpo, por órdenes del Emperador
Honorio (23 de agosto de 408). Alarico regresó a Italia y obtuvo nuevas concesiones
de Honorio que se había establecido en Rávena, pero una vez se retiraron los
visigodos, Honorio no mantuvo sus promesas. Los visigodos marcharon hacia Roma y
apoyaron la proclamación de un usurpador llamado Prisco Atalo (409), que era de
origen jonio y probablemente arriano, el cual concedió a Alarico el título de
Magister Militum.

Pero Atalo no quiso o no pudo cumplir sus promesas y el rey visigodo regresó a
Roma, depuso al usurpador (14 de agosto de 410) y sus hombres saquearon la Ciudad
Eterna durante tres días, tras lo cual la abandonaron llevándose con ellos a Atalo
y a Gala Placidia, hermana de Honorio. De Roma pasaron al sur devastando Campania,
Apulia y Calabria. Alarico murió en el sitio de Cosenza (410) y le sucedió su
cuñado Ataúlfo. Este pactó con Honorio la salida de Italia a cambio de la concesión
del gobierno de las Galias (territorios que escapaban del control de Roma, pues se
habían sometido a Constantino).

Los visigodos bajo Ataúlfo dejaron Italia (412) y fueron al sur de la Galia y el
norte de Hispania.

Las largas y complejas luchas de Ataúlfo para dominar el sur de las Galias le
ocuparon varios años (411 a 414). En el 414 el rey Ataúlfo, que tras una alianza
con Honorio y con el Magister Militum Constancio había vuelto a actuar por su
cuenta, se casó con Gala Placidia, hermana de Honorio. Constancio fue enviado a la
zona y los visigodos fueron derrotados en Narbona. Constancio logró desviar a
Ataúlfo hacia Hispania (lo que le permitía conservar el sur de la Galia), y los
visigodos entraron en la Tarraconense el 415. En 416 Ataúlfo propuso una alianza
con el Imperio romano, en nombre del cual se encargaría de combatir a los suevos,
alanos, vándalos asdingos y silingos que ocupaban las provincias de Hispania. Con
tal motivo Ataúlfo se trasladó a Barcino (415 o 416), pero allí fue asesinado por
el esclavo Dubius, a quien se supone instigado por su sucesor Sigerico o bien por
el noble Barnolfo, supuesto amante de Gala Placidia.

Territorio del reino visigodo bajo el mando de Alarico II


La cúspide del poder visigodo fue alcanzada durante el reinado de Eurico (466-84),
quien completó la conquista de Hispania. En 507, Alarico II fue derrotado en
Vouillé por los francos bajo Clodoveo I, como consecuencia de esta derrota, los
visigodos perdieron todas sus posesiones al norte de los Pirineos, a excepción de
la Septimania. Toledo fue declarada la nueva capital visigótica, y la historia de
los visigodos se convirtió esencialmente en la historia de Hispania. Cruzaron los
Pirineos con toda su población. Para mayores referencias, se puede consultar la
página de la Hispania visigoda.

El reino visigodo fue debilitado por las guerras con los francos y los vascos, así
como la penetración bizantina en el sur de la actual España. El reino recobró su
vigor al final de la sexta centuria bajo Leovigildo y Recaredo. La conversión de
estos dos reyes al catolicismo facilitó la fusión de las poblaciones visigoda e
hispanorromana. El rey Recesvinto impuso (hacia 654) la ley visigótica común a
ambos súbditos godos y romanos, que hasta entonces habían vivido bajo diferentes
códigos legales. Los Concilios de Toledo se convirtieron en la fuerza principal del
Estado visigodo, como consecuencia del debilitamiento de la monarquía.

El rey Wamba, sucesor de Recesvinto, fue depuesto por una guerra civil, que luego
se tornó en una contienda generalizada a todo el reino. Cuando el último rey,
Roderico, alcanzó el trono, sus rivales se avocaron al líder musulmán Táriq Ibn
Ziyad, quien, con su victoria (711) en una batalla cerca de Medina Sidonia, la
batalla de Guadalete, terminó con el Reino visigodo e inaugura el período islámico
en la historia de España.

El reino ostrogodo
Artículo principal: Pueblo ostrogodo

Reino ostrogodo en Italia


El reino ostrogodo fue fundado por Teodorico en la actual Italia después de vencer
a Odoacro. Teodorico organizó el Reino ostrogodo por su fuerza militar, su
habilidad política y por la sabia prudencia con que interpretó la situación de los
demás reinos.

En 488, Teodorico conquista la península itálica por orden del emperador de Oriente
Zenón I, de manera de sacárselo de las cercanías de Constantinopla, donde sus
tropas ya habían mostrado su fuerza. En la península gobernaba Odoacro, quien en
476 había destronado al último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo. En
493, Teodorico conquistó Rávena, lugar donde murió Odoacro en manos de Teodorico en
persona. El poderío de los ostrogodos estaba en ese momento en su cima en Italia,
Sicilia, Dalmacia y en las tierras al norte de Italia. Al momento de esta
reconquista, los ostrogodos y los visigodos comenzaron a colaborar y esa
colaboración se estrechó con el tiempo haciendo de ostrogodos y visigodos una sola
nación. El poder de Teodorico se extendió sobre gran parte de Galia e Hispania al
convertirse en regente del reino visigodo de Tolosa.

Al morir el rey visigodo Alarico II, yerno de Teodorico, en la batalla de Vouillé


contra los francos de Clodoveo I, el rey ostrogodo asume la tutoría de su nieto
Amalarico y se reserva el dominio sobre la totalidad de Hispania y una parte de
Galia. Tolosa pasa a manos de los francos, pero los godos dominan Narbona y la
Septimania: esta región fue la última parte de Galia en donde todavía los godos
dominaron y durante muchos años fue conocida como Gotia. En 526, ostrogodos y
visigodos se escindieron una vez más. Algunos ejemplos en los cuales todavía se ve
que proceden de acuerdo se refieren a asuntos espaciados y sin importancia real.
Amalarico heredó el reino visigodo en Hispania y Septimania. Se agregó la Provenza
al dominio del nuevo rey ostrogodo, Atalarico, nieto de Teodorico por parte de su
madre Amalasunta.

Ninguno de los dos soberanos pudo solventar los conflictos que sobrevinieron en el
seno de las élites godas. Teodato, primo de Amalasunda y sobrino de Teodorico por
parte de la hermana de este último, le sucedió luego de haberlos asesinado
cruelmente. No obstante, esta usurpación desencadenaría mayores matanzas aún. Tres
reyes godos se sucedieron en el trono en el espacio de cinco años.

La debilidad de la posición de los ostrogodos en Italia se mostró entonces con toda


evidencia. El emperador bizantino Justiniano I siempre se había esforzado, en la
medida de lo posible, por restaurar el poder imperial sobre la totalidad de la
extensión del Mediterráneo; no dejó escapar esta ocasión para actuar.

En 535, encargó a su mejor general, Belisario, atacar a los ostrogodos. Este


invadió rápidamente Sicilia y desembarcó en Italia, donde tomó Nápoles y luego Roma
en 536. Después marchó hacia el norte y se apoderó de Mediolanum (Milán) y Rávena,
la capital de los ostrogodos, en 540. Es entonces cuando Justiniano I ofreció a los
godos un generoso acuerdo —algo demasiado generoso a ojos de Belisario—: el derecho
a mantener un reino independiente en el noroeste de Italia, pero a condición de que
lo compensaran con un tributo consistente en la mitad de su tesoro para el Imperio.
Los ostrogodos lo aceptaron.

Después de una invasión persa al Imperio bizantino, Belisario pudo regresar a


Italia y se encontró con una situación considerablemente distinta: Erarico había
sido asesinado y la facción prorromana de la élite goda, eliminada.

Totila destruyendo las murallas de Florencia.


En 541, los ostrogodos eligieron como nuevo jefe a Totila; este godo
«nacionalista», brillante general, había recuperado toda la Italia del Norte y
expulsado a los bizantinos fuera de Roma. Belisario entonces volvió a tomar la
ofensiva: engañó a Totila para recuperar Roma, pero volvió a perderla luego de que
Justiniano I, celoso y temeroso de su poder, le cortara el aprovisionamiento y los
refuerzos. El general, avejentado, se vio entonces obligado a asegurar la defensa
por sus propios medios.

En 548, Justiniano I lo reemplazó por el general eunuco Narsés, en quien tenía


mayor confianza. Narsés no decepcionó a Justiniano I. Totila fue salvajemente
asesinado tras la batalla de Tagina o Busta Gallorum en julio de 552, y sus
partidarios Teya, Aligerno, Escipuarno y Gibal fueron matados o se rindieron luego
de la batalla del Monte Lactario en octubre de 552 o 553.

Widhin, el último jefe del ejército godo del que tenemos testimonio, se rebeló a
finales de los años 550 con una ayuda militar mínima de francos y alamanes. La
sublevación no tuvo consecuencias: los ostrogodos se sublevaron en Verona y
Brescia, pero la revuelta terminó con la captura de su jefe en 561. Finalmente,
Widhin fue conducido para ser ejecutado allí en 561 o 562. Una minoría, sumisa a
los bizantinos y convertida al cristianismo, sobrevivió en Rávena.

Reino lombardo de Italia


Esta sección es un extracto de Reino lombardo.[editar]
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El reino lombardo o reino de los lombardos (en latín, Regnum Langobardorum; en
italiano, Regno dei Longobardi; en lombardo, Regn dei Lombards), más tarde, reino
de (toda) Italia (en latín, Regnum totius Italiae) fue un estado medieval temprano
establecido por los los lombardos en la península itálica entre 568-569 (invasión
de Italia) y 774 (caída del reino con la llegada de los francos de Carlomagno). El
rey era elegido tradicionalmente por los aristócratas de más alto rango, los
duques, ya que varios intentos de establecer una dinastía hereditaria fracasaron.
El reino se subdividió en un número variable de ducados, gobernados por duques
semiautónomos, que a su vez se subdividieron en gastaldatos a nivel municipal. La
capital del reino y el centro de su vida política era Pavía, en la moderna región
de Lombardía, en el norte de Italia.
En 568, a tres años de la muerte de Justiniano I, una nueva oleada de germanos
provenientes de Panonia, los lombardos, se propagó por la Italia septentrional. Al
mando de Alboino, conquistaron Aquilea, Verona, Milán y Pavía para luego avanzar
hacia Spoleto y Benevento. Al morir Alboino en 572, asesinado por su sucesor Clefi,
siguió un período de anarquía que concluyó con la elección del hijo de Clefi,
Aulario, que se esforzó por someter a los duques lombardos a su autoridad y en
realizar nuevas conquistas. Sus obras fueron continuadas por sus descendientes,
hasta que con Liutprando los lombardos llegaron a las puertas de Roma. Más tarde,
el rey Astolfo decidió invadir los Estados Pontificios. Pero el papa Esteban II
pidió ayuda al rey franco Pipino el Breve, que entró en Italia y obligó a Astolfo a
abandonar sus planes expansionistas. Carlomagno, el hijo de Pipino, acabó con el
reino lombardo tras vencer a Desiderio en Pavía el año 774.

El Imperio bizantino se opuso a la invasión lombarda de Italia, que retuvo el


control de gran parte de la península hasta mediados del siglo VIII. Durante la
mayor parte de la historia del reino, el exarcado de Rávena y el ducado de Roma,
gobernados por los bizantinos, separaron los ducados lombardos del norte, conocidos
colectivamente como Langobardia Maior (Langbardland en proto-germánico), de los dos
grandes ducados del sur de Spoleto y Benevento, que constituían Langobardia Minor.
Debido a esta división, los ducados del sur eran considerablemente más autónomos
que los ducados del norte más pequeños.

Con el tiempo, los lombardos adoptaron gradualmente títulos, nombres y tradiciones


romanas. Para cuando Pablo el Diácono escribía a finales del siglo VIII, el
lombardo, la vestimenta y los peinados lombardos habían desaparecido.1
Inicialmente, los lombardos eran cristianos arrianos o paganos, lo que los ponía en
desacuerdo con la población romana, así como con el Imperio Bizantino y el papa.
Sin embargo, a finales del siglo VII, su conversión al catolicismo era casi
completa. Sin embargo, su conflicto con el papa continuó y fue responsable de su
pérdida gradual de poder ante los francos, que conquistaron el reino en 774.
Carlomagno, el rey de los francos, adoptó el título de «rey de los lombardos»,
aunque nunca logró hacerse con el control de Benevento, el ducado lombardo más
meridional. El reino de los lombardos en el momento de su desaparición era el
último reino germánico menor de Europa.

Algunas regiones nunca estuvieron bajo el dominio lombardo, como Lacio , Cerdeña ,
Sicilia , Calabria , Nápoles y el sur de Apulia . Cualquier legado genético de los
lombardos se diluyó rápidamente en la población italiana debido a su número
relativamente pequeño y a su dispersión geográfica para gobernar y administrar su
reino.2

Un reducido «Regnum Italiae», una herencia de los lombardos, continuó existiendo


durante siglos como uno de los reinos constituyentes del Sacro Imperio Romano
Germánico, que corresponde aproximadamente al territorio de la antigua Langobardia
Maior. La llamada Corona de Hierro de Lombardía , una de las insignias reales más
antiguas de la cristiandad que se conservan, puede haberse originado en la Italia
lombarda ya en el siglo VII y se siguió utilizando para coronar a los reyes de
Italia hasta Napoleón Bonaparte a principios del siglo XIX.

El 25 de junio de 2011, la Unesco decidió inscribir en la Lista del Patrimonio de


la Humanidad el conjunto «Centros de poder de los longobardos en Italia (568-774
d.C.)»3 que comprende siete lugares en los que se conservan restos significativos
del arte lombardo: Cividale del Friuli, Brescia, Castelseprio, Spoleto, Campello
sul Clitunno, Benevento y Monte Sant'Angelo.
El reino suevo de Braga
Esta sección es un extracto de Reino suevo.[editar]
Reino suevo.svg
El reino suevo o reino suevo de Gallaecia fue fundado por el pueblo germánico de
los suevos en la primera mitad del siglo V en la provincia de la Gallaecia del
Imperio romano de Occidente tras haber penetrado en la península ibérica junto con
vándalos y alanos en el 409. A su vez, fue el primer reino independizado en un
territorio dentro de los límites del Imperio Romano Occidental. El conocimiento de
su historia viene determinado por las fuentes, ya que para los ochenta años
transcurridos entre el 469 y el 550 no disponemos de ellas. En el 585 el reino
suevo dejó de existir al ser conquistado por el rey visigodo Leovigildo y su
territorio fue incorporado al reino visigodo de Toledo. En esa fecha el visigodo
Braulio de Zaragoza escribe: «En el lejano oeste hay un estado analfabeto donde no
se siente nada salvo los vientos de tormenta».[cita requerida] La historia de la
Gallaecia sueva, en territorio de las actuales Galicia, Asturias, León y regiones
Norte y Beira de Portugal ha estado algo marginada en la cultura de España, pues
fue un estudioso alemán quien escribió el primer informe sobre los suevos de
Galicia, como admitió el historiador Xoán Bernárdez Vilar.
Véase también: Pueblo suevo
Reino vándalo de Cartago
Esta sección es un extracto de Vándalos § La formación y apogeo del reino vándalo:
el reinado de Genserico.[editar]

El reino vándalo en el año 455.


En la primavera de 429, los 80.000 vándalos, liderados por su rey Genserico,
decidieron pasar a África con el fin de hacerse con las mejores zonas agrícolas del
Imperio. Para ello construyeron barcos con los cuales cruzaron el Estrecho de
Gibraltar y llegaron a Tingi y Septem entre quince y veinte mil guerreros.4

Luego se desplazaron al este, haciéndose, tras algunos años de lucha, con el


control del África romana y la ciudad de Cartago que pasó a ser la capital de su
reino, por tanto, las fuentes de producción de la mayor región cerealista del viejo
imperio, que en lo sucesivo tuvo que comprar el grano a los vándalos, además de
soportar sus razzias piratas en el Mediterráneo occidental.

Para ello contaban con el gran puerto de Cartago y con la flota imperial en él
apresada. Sobre la base de esta última, Genserico consiguió apoderarse de bases
marítimas de gran valor estratégico para controlar el comercio marítimo del
Mediterráneo occidental: las islas Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia.

Como en otras partes del Imperio romano, contingentes germanos de unos pocos miles
hábilmente pasaban a controlar poblaciones muy superiores.5

En 461, el emperador romano occidental Mayoriano reunió en la ciudad de Carthago


Nova una flota de 45 barcos con la intención de invadir y recuperar para el Imperio
romano el reino vándalo, ya que su pérdida significaba el corte del flujo del
cereal a Italia. La batalla de Cartagena se saldó con una gran derrota de la armada
romana, que fue totalmente destruida y con ella las esperanzas de recuperar el
norte de África para el Imperio.

Sin embargo, el dominio vándalo del norte de África duraría solo algo más de un
siglo y se caracterizó por un progresivo debilitamiento militar del ejército
vándalo, una gran incapacidad de sus reyes y aristocracia cortesana para encontrar
un modus vivendi aceptable con los grupos dirigentes romanos y por la paulatina
vida aparte de amplios territorios del interior, más periféricos y montañeses,
donde fueron consolidándose embriones de Estados bajo el liderazgo de jefes
tribales bereberes más o menos romanizados y cristianizados.
Véanse también: Vándalos, Vándalos asdingos y Vándalos silingos.
Inglaterra anglosajona
Esta sección es un extracto de Inglaterra anglosajona.[editar]

Reinos y tribus en Britania, sobre el año 600.


La historia de la Inglaterra anglosajona comprende el periodo de la Alta Edad Media
inglesa, desde el fin de la Britania romana y el establecimiento de los reinos
anglosajones en el siglo V hasta la conquista normanda en 1066. Los siglos V y VI
son conocidos arqueológicamente como la Britania posromana, o en la cultura popular
como la «Edad Oscura».

Desde el siglo vi comenzaron a emerger grandes reinos anglosajones suplantando


progresivamente a las áreas ocupadas por los britones, denominados conjuntamente
«heptarquía». El más septentrional de ellos, el Reino de Northumbria de los reyes
Edwino (r. 616-633), Osvaldo (r. 634-642) y Oswiu (r.642-670), dominó Inglaterra en
el siglo vii, pero su expansión se paró con la derrota de Nechtansmere contra los
pictos en 685. En el siglo VIII, fue el reino de Mercia centrado en las Midlands,
el que ocupó una posición hegemónica en los reinados de Æthelbald (r. 716-757),
Offa (r. 757-796) y Cenwulf (r. 796-821).

La llegada de los vikingos al final del siglo viii trastornó Gran Bretaña. Las
costas de la isla fueron saqueadas por flotas danesas y noruegas antes de que
comenzara un verdadero proceso de colonización en el norte y este de Inglaterra,
una región más tarde llamada Danelaw. La victoriosa resistencia del rey de Wessex
Alfredo el Grande (r. 871-899) preparó la unificación de Inglaterra bajo la
autoridad de la casa de Wessex, un proceso continuado por su hijo Eduardo el Viejo
(r. 899-924) y completado por su nieto Æthelstan (r. 924-939), a menudo considerado
el primer gobernante del reino de Inglaterra.

Las incursiones vikingas se reanudaron con fuerza al final del siglo x y abocaron a
la conquista de Inglaterra por el danés Canuto el Grande en 1016. Su imperio, que
también incluía Dinamarca y Noruega, se derrumbó a su muerte en 1035, y la casa de
Wessex se restableció en el trono en la persona de Eduardo el Confesor. La muerte
de este sin descendencia, el 4 de enero de 1066, sirvió de pretexto para la
conquista normanda de Inglaterra por Guillermo el Conquistador, en un momento en
que las relaciones con el continente ya eran importantes.
Véanse también: Anglos, Sajones, Jutos y Heptarquía Anglosajona.
Francia en época merovingia
Esta sección es un extracto de Reino de los francos en la época merovingia.[editar]

Expansión de los francos


El reino de los francos, en latín Regnum francorum, también conocido (aunque menos
usualmente) como Francia (palabra latina que no se refería a la actual Francia), o
simplemente reino franco,Nota 1 son las denominaciones historiográficas que
identifican el reino germánico de los francos establecido a finales del siglo V
aprovechando la decadencia de la autoridad romana en las Galias, durante la época
de las denominadas invasiones bárbaras. La dinastía merovingia, la gobernante de
los francos desde mediados del siglo V hasta 751,6 establecerá el reino más grande
y poderoso de Europa occidental tras la caída del imperio de Teodorico el Grande,
un estado que en su mayor apogeo ejercerá el control de un extenso territorio: las
actuales Bélgica, Luxemburgo y Suiza; la casi totalidad de los Países Bajos, de
Francia y de Austria; y la parte occidental de Alemania. Fue la primera dinastía
duradera en el territorio de la Francia actual.

De entre todas las tribus en que se dividían los francos, fueron los salios —que se
habían asentado dentro del limes (frontera) como pueblo federado ocupando la Galia
Bélgica— los que lograron eliminar toda competencia y asegurarse el dominio para
sus líderes: primero, aparecen como «reyes de los francos» en el ejército romano
del norte de la Galia; luego, hacia 509, y encabezados por Clodoveo I, ya habían
unificado a todos los francos y galorromanos del norte bajo su dominio; y,
finalmente, desde su establecimiento inicial en el noroeste de la actual Francia,
Bélgica y los Países Bajos, se extendieron conquistando las antiguas diócesis
romanas —Diocesis Viennensis y Diocesis Galliarum—, previamente ocupadas por otros
reinos germánicos: derrotaron a los visigodos en 507 y a los burgundios en 534 y
también extendieron su dominio a Raetia en 537. En Germania, los pueblos no
romanizados de alamanes, bávaros, turingios y sajones aceptaron su señorío.
El nombre dinástico, en latín medieval Merovingi o Merohingii ('hijos de Meroveo'),
deriva de una forma fráncica no atestiguada, similar a la acreditada Merewīowing,
del inglés antiguo,7 siendo la «–ing» final un típico sufijo patronímico germánico.
El nombre deriva del rey Meroveo, a quien rodean muchas leyendas. A diferencia de
las genealogías reales anglosajonas, los merovingios nunca afirmaron descender de
un dios, ni hay evidencia de que fueran considerados sagrados. El pelo largo de los
merovingios los distinguía entre los pueblos francos, que por lo general se
cortaban el pelo. Los contemporáneos a veces se referían a ellos como los «reyes de
pelo largo o cabelludos» (en latín reges criniti). Un merovingio a quien se le
cortara el pelo no podía gobernar, y un rival podía ser eliminado de la sucesión
siendo tonsurado y enviado a un monasterio.

El primer rey merovingio conocido fue Childerico I (fallecido en 481). Su hijo


Clodoveo I (r. 481-511), aliado con los francos ripuarios, instalados en los ríos
Rin y Mosela, fue quien con sus campañas militares, agrandó verdaderamente el reino
entre 4868 y 507 y unió a todos los francos, conquistando la mayor parte de la
Galia. Esa expansión fue posible por su conversión al cristianismo ortodoxo (por
oposición a la herejía arriana) y su bautismo en Reims hacia el 4969 lo que le
granjeó el apoyo de la aristocracia galorromana y de la Iglesia occidental.8
Instaló la capital en París en 507. A su muerte el reino fue dividido entre sus
cuatro hijos varones, según la costumbre germánica:Nota 2 Clotario I, fue rey de
Soissons (511-561) (y luego de Reims (555-561) y de los francos (558-561));
Childeberto I, fue rey de París (511-558); Clodomiro, rey de Orleans (511-524); y
Teodorico I, rey de Reims (511-534). El reino permaneció dividido, con la excepción
de cuatro períodos cortos (558-561, 613-623, 629-634, 673-675), hasta 679. Después
de eso, solo se dividió una vez más (717-718). Las principales divisiones del reino
daran origen a Austrasia, Neustria, Burgundia y Aquitania.

Durante el último siglo del dominio merovingio, los reyes, no teniendo más tierras
que distribuir entre sus guerreros, fueron abandonados por estos siendo relegados
cada vez más a un papel ceremonial. El poder lo ejercerá la aristocracia franca y
sobre todo los mayordomos del palacio (major domus), una especie de primeros
ministros, funcionarios del más alto rango bajo el rey. En 656, el mayordomo
Grimoaldo I trató de colocar a su hijo Childeberto en el trono en Austrasia.
Grimoaldo fue arrestado y ejecutado, pero cuando se restauró la dinastía merovingia
su hijo gobernó hasta 662. La familia de los Pipínidas, originaria de Austrasia, se
apoderó de las mayordomías de palacio de Austrasia y posteriormente de las de
Neustria y colocó nuevamente a Provenza, Borgoña y Aquitania, regiones entonces
casi independientes, dentro de la órbita merovingia y emprendió la conquista de
Frisia, al norte del reino. Uno de los mayordomos de palacio más famosos, Carlos
Martel, rechazó en 732 a un ejército musulmán no lejos de Poitiers, considerada la
batalla decisiva que impidió la conquista de toda Europa. Para recompensar a sus
fieles, Martel confiscó inmensos territorios a la Iglesia y los redistribuyó. Esto
le permitió asegurar la fidelidad de sus hombres sin deshacerse de sus propios
bienes.

Al fallecer el rey Teoderico IV en 737, Martel estaba tan seguro de su poder que
continuó gobernando los reinos sin necesidad de proclamar un nuevo rey nominal
hasta su muerte en 741. La dinastía fue restaurada nuevamente en 743, pero en 751
el hijo de Carlos, Pipino el Breve, depuso al último rey merovingio, Childerico
III, al que encerró en un convento, y se hizo elegir rey entre los guerreros
francos. Pipino tomó la precaución de ser coronado en 754 por el papa Esteban II,
en la abadía real de Saint-Denis, evento que le proporcionó una nueva legitimidad,
la de ser elegido por Dios, inaugurando la dinastía carolingia. Será especialmente
a partir de la coronación imperial de Carlomagno en el año 800, cuando la
denominación historiográfica habitual del reino franco pasará a ser de Imperio
carolingio.
El bautismo de Clodoveo I por san Remigio con el milagro de la Santa Ampolla. Placa
de encuadernación de marfil, Reims, último cuarto del siglo IX. Amiens, museo de
Picardía.

Victorias de Carlos Martel contra los sarracenos en Tours-Poitiers (732), Grandes


Crónicas de Francia

Recreación de la coronación de Pipino el Breve el domingo 28 de julio de 754 por el


papa Esteban II, en la abadía real de Saint-Denis. Supuso el inicio del gobierno de
la dinastía carolingia.

Véanse también: Pueblo franco, Francos salios y Francos ripuarios.


Rus de Kiev
Esta sección es un extracto de Rus de Kiev.[editar]

Mapa con las principales rutas de comercio varegas: las rutas comerciales del Volga
(en rojo) y de los varegos a los griegos (en púrpura). El resto de las rutas
comerciales de los siglos VIII al XI aparecen en color anaranjado.

Mapa de la Rus de Kiev, siglos XI-XII.


La Rus de Kiev (en antiguo eslavo oriental: Кꙑ́ ѥвьска Ру́сь; romanización: Kýievska
Rus) fue una federación de tribus eslavas orientales desde finales del siglo ix
hasta mediados del xiii, regida por la dinastía rúrika.1011 Alcanzó su extensión
máxima a mediados del siglo xi, cuando se extendía desde el mar Báltico en el norte
hasta el mar Negro en el sur, y desde las cabeceras del Vístula en el oeste hasta
la península de Tamán en el este,1213 y abarcaba a la mayoría de las tribus eslavas
orientales.10

La Rus de Kiev tiene sus orígenes en la fundación de la dinastía rúrika en 862. Sin
embargo, fue durante el reinado del príncipe Oleg (r. 879-912), quien en el año 882
extendió su control de Nóvgorod al valle del río Dniéper con el fin de proteger el
comercio de las incursiones jázaras en el este y trasladó su capital a la más
estratégica Kiev, cuando se estableció el país.1014 Sviatoslav I (?-972) llevó a
cabo la primera gran expansión territorial de la Rus de Kiev. Vladimiro el Grande
(980-1015) introdujo la Cristiandad en 988 con su propio bautismo y, por decreto, a
todos los habitantes de Kiev y más allá.15 La Rus de Kiev alcanzó su mayor
extensión bajo Yaroslav I (1019-1054); sus hijos prepararon y publicaron su primer
código legal escrito, la Justicia de la Rus (Rúskaya Pravda), poco después de su
muerte.16

El declive del Estado empezó a finales del siglo xi y durante el xii, cuando se
desintegró en varios territorios rivales.17 Se debilitó aún más por factores
económicos, tales como el cese de los lazos comerciales de la Rus con Bizancio
debido a la decadencia de Constantinopla18 y la subsiguiente disminución de las
rutas comerciales en su territorio. El Estado cayó finalmente con la invasión
mongola de 1240.

Los actuales pueblos de Bielorrusia, Ucrania y Rusia, además de otros grupos


étnicos eslavos, reivindican a la Rus de Kiev como el origen de su legado
cultural.19
Véase también: Varego
Danelaw
Esta sección es un extracto de Danelaw.[editar]
Kingdom of Jorvik.png
Danelaw (del inglés antiguo: Dena lagu o «[Tierra] bajo ley danesa» y en danés:
Danelagen20) es el nombre que se le dio a una región existente en la parte noreste
de Inglaterra bajo el control de vikingos daneses desde finales del siglo IX hasta
principios del XI. El término también se utiliza para describir el sistema de
términos legales y de definiciones establecidos entre Alfredo el Grande y el
vikingo Guthrum el Viejo después de su derrota en la batalla de Edington en 878.
Alrededor del año 886 se firmó el tratado de Alfredo y Guthrum fijando los límites
de sus reinos y tomando ciertas disposiciones para las relaciones entre ingleses y
daneses.
Véase también: Gran ejército pagano
Bárbaros
Los bárbaros se desparraman furiosos... y el azote de la peste no causa menos
estragos, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y las vituallas
escondidas en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que obligado por ella,
el género humano devora carne humana, y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen
sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras aficionadas a los cadáveres de
los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los
hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para
la destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las
cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las
predicciones que hizo el Señor por boca de sus Profetas.
Asoladas las provincias... por el referido encrudecimiento de las plagas, los
bárbaros, resueltos por la misericordia del Señor a hacer la paz, se reparten a
suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas.
Hidacio, Chronicon (hacia 468).21
El texto se refiere concretamente a Hispania y sus provincias, y los bárbaros
citados son específicamente los suevos, vándalos y alanos, que en 406 habían
cruzado el limes del Rin (inhabitualmente helado) a la altura de Maguncia y en
torno al 409 habían llegado a la península ibérica; pero la imagen es equivalente
en otros momentos y lugares que el mismo autor narra, del periodo entre 379 y 468.

Mientras los germanos percibían con admiración a los romanos, a su vez eran
percibidos por estos con una mezcla de desprecio, temor y esperanza
(retrospectivamente plasmados en el influyente poema Esperando a los bárbaros de
Constantino Cavafis),22 e incluso se les atribuyó un papel justiciero (aunque
involuntario) desde un punto de vista providencialista por parte de autores
cristianos romanos (Orosio y San Agustín). La denominación de bárbaros (βάρβαρος)
proviene de la onomatopeya bar-bar con la que los griegos se burlaban de los
extranjeros no helénicos, y que los romanos —bárbaros ellos mismos, aunque
helenizados— utilizaron desde su propia perspectiva. La denominación invasiones
bárbaras fue rechazada por los historiadores alemanes del siglo XIX, momento en el
que el término barbarie designaba para las nacientes ciencias sociales un estadio
de desarrollo cultural inferior a la civilización y superior al salvajismo.
Prefirieron acuñar un nuevo término: Völkerwanderung ('Migración de pueblos'),
menos violento que invasiones, al sugerir el desplazamiento completo de pueblos con
sus instituciones y culturas, y más general incluso que invasiones germánicas, al
incluir a hunos, eslavos y otros.

Las transformaciones en el mundo romano

Gala Placidia y sus hijos, Valentiniano III y Justa Grata Honoria.


El Imperio romano había pasado por invasiones externas y guerras civiles terribles
en el pasado, pero a finales del siglo IV, aparentemente, la situación estaba bajo
control. Hacía escaso tiempo que Teodosio había logrado nuevamente unificar bajo un
solo centro ambas mitades del Imperio (392) y establecido una nueva religión de
Estado, el cristianismo niceno (Edicto de Tesalónica, 380), con la consiguiente
persecución de los tradicionales cultos paganos y las heterodoxias cristianas. El
clero cristiano, convertido en una jerarquía de poder, justificaba ideológicamente
a un Imperium Romanum Christianum y a la dinastía Teodosiana como había comenzado a
hacer ya con la Constantiniana desde el Edicto de Milán (313).

El gobierno de Teodosio había encauzado los afanes de protagonismo político de los


más ricos e influyentes senadores romanos y de las provincias occidentales. Además,
la dinastía había sabido encauzar acuerdos con la poderosa aristocracia militar, en
la que se enrolaban nobles germanos que acudían al servicio del Imperio al frente
de soldados unidos por lazos de fidelidad hacia ellos. Al morir en 395, Teodosio
confió el gobierno de Occidente y la protección de su joven heredero Honorio al
general Estilicón, primogénito de un noble oficial vándalo que había contraído
matrimonio con Flavia Serena, sobrina del propio Teodosio. Sin embargo, cuando en
el 455 murió asesinado Valentiniano III, nieto de Teodosio, una buena parte de los
descendientes de aquellos nobles occidentales (nobilissimus, clarissimus) que tanto
habían confiado en los destinos del Imperio parecieron ya desconfiar del mismo,
sobre todo cuando en el curso de dos decenios se habían podido dar cuenta de que el
gobierno imperial recluido en Rávena era cada vez más presa de los exclusivos
intereses e intrigas de un pequeño grupo de altos oficiales del ejército itálico.
Muchos de estos eran de origen germánico y cada vez confiaban más en las fuerzas de
sus séquitos armados de soldados convencionales y en los pactos y alianzas
familiares que pudieran tener con otros jefes germánicos instalados en suelo
imperial junto con sus propios pueblos, que desarrollaban cada vez más una política
autónoma. La necesidad de acomodarse a la nueva situación quedó evidenciada con el
destino de Gala Placidia, princesa imperial rehén de los propios saqueadores de
Roma (el visigodo Alarico I y su primo Ataúlfo, con quien finalmente se casó); o
con el de Honoria, hija de la anterior (en segundas nupcias con el emperador
Constancio III) que optó por ofrecerse como esposa al propio Atila enfrentándose a
su propio hermano Valentiniano.

Alaricus rex gothorum, sello de Alarico II.


Necesitados de mantener una posición de predominio social y económico en sus
regiones de origen, reducidos sus patrimonios fundiarios a dimensiones
provinciales, y ambicionando un protagonismo político propio de su linaje y de su
cultura, los honestiores (honestos), representantes de las aristocracias
tardorromanas occidentales habrían acabado por aceptar las ventajas de admitir la
legitimidad del gobierno de dichos reyes germánicos, ya muy romanizados, asentados
en sus provincias. Al fin y al cabo, estos, al frente de sus soldados, podían
ofrecerles bastante mayor seguridad que el ejército de los emperadores de Rávena.
Además, el avituallamiento de dichas tropas resultaba bastante menos gravoso que el
de las imperiales, por basarse en buena medida en séquitos armados dependientes de
la nobleza germánica y alimentados con cargo al patrimonio fundiario provincial de
la que ésta ya hacía tiempo se había apropiado. Menos gravoso tanto para los
aristócratas provinciales como también para los grupos de humiliores (humildes) que
se agrupaban jerárquicamente en torno a dichos aristócratas, y que, en definitiva,
eran los que habían venido soportando el máximo peso de la dura fiscalidad
tardorromana. Las nuevas monarquías, más débiles y descentralizadas que el viejo
poder imperial, estaban también más dispuestas a compartir el poder con las
aristocracias provinciales, máxime cuando el poder de estos monarcas estaba muy
limitado en el seno mismo de sus gentes por una nobleza basada en sus séquitos
armados, desde su no muy lejano origen en las asambleas de guerreros libres, de los
que no dejaban de ser primus inter pares.

Pero esta metamorfosis del Occidente romano en romano-germano, no había sido


consecuencia de una inevitabilidad claramente evidenciada desde un principio; por
el contrario, el camino había sido duro, zigzagueante, con ensayos de otras
soluciones, y con momentos en que parecía que todo podía volver a ser como antes.
Así ocurrió durante todo el siglo V, y en algunas regiones también en el siglo VI
como consecuencia, entre otras cosas, de la llamada Recuperatio Imperii o
Reconquista de Justiniano.
Las instituciones

Breviario de Alarico, en un manuscrito del siglo X.


La monarquía germánica era en origen una institución estrictamente temporal,
vinculada estrechamente al prestigio personal del rey, que no pasaba de ser un
primus inter pares (primero entre iguales), que la asamblea de guerreros libres
elegía (monarquía electiva), normalmente para una expedición militar concreta o
para una misión específica. Las migraciones a que se vieron sometidos los pueblos
germánicos desde el siglo III hasta el siglo V (encajonados entre la presión de los
hunos al este y la resistencia del limes romano al sur y oeste) fue fortaleciendo
la figura del rey, al tiempo que se entraba en contacto cada vez mayor con las
instituciones políticas romanas, que acostumbraban a la idea de un poder político
mucho más centralizado y concentrado en la persona del emperador romano. La
monarquía se vinculó a las personas de los reyes de forma vitalicia, y la tendencia
era a hacerse monarquía hereditaria, dado que los reyes (al igual que habían hecho
los emperadores romanos) procuraban asegurarse la elección de su sucesor, la mayor
parte de las veces aún en vida y asociándolos al trono. El que el candidato fuera
el primogénito varón no era una necesidad, pero se terminó imponiendo como una
consecuencia obvia, lo que también era imitado por las demás familias de guerreros,
enriquecidos por la posesión de tierras y convertidos en linajes nobiliarios que se
emparentaban con la antigua nobleza romana, en un proceso que puede denominarse
feudalización. Con el tiempo, la monarquía se patrimonializó, permitiendo incluso
la división del reino entre los hijos del rey.

El respeto a la figura del rey se reforzó mediante la sacralización de su toma de


posesión (unción con los sagrados óleos por parte de las autoridades religiosas y
uso de elementos distintivos como orbe, cetro y corona, en el transcurso de una
elaborada ceremonia: la coronación) y la adición de funciones religiosas
(presidencia de concilios nacionales, como los Concilios de Toledo) y taumatúrgicas
(toque real de los reyes de Francia para la cura de la escrófula). El problema se
suscitaba cuando llegaba el momento de justificar la deposición de un rey y su
sustitución por otro que no fuera su sucesor natural. Los últimos merovingios no
gobernaban por sí mismos, sino mediante los cargos de su corte, entre los que
destacaba el mayordomo de palacio. Únicamente tras la victoria contra los invasores
musulmanes en la batalla de Poitiers el mayordomo Carlos Martel se vio justificado
para argumentar que la legitimidad de ejercicio le daba méritos suficientes para
fundar él mismo su propia dinastía: la carolingia. En otras ocasiones se recurría a
soluciones más imaginativas (como forzar la tonsura —corte eclesiástico del pelo—
del rey visigodo Wamba para incapacitarle).

Los problemas de convivencia entre las minorías germanas y las mayorías locales
(hispanorromanas, galo-romanas, etc.) fueron solucionados con más eficacia por los
reinos con más proyección en el tiempo (visigodos y francos) a través de la fusión,
permitiendo los matrimonios mixtos, unificando la legislación y realizando la
conversión al catolicismo frente a la religión originaria, que en muchos casos ya
no era el paganismo tradicional germánico, sino el cristianismo arriano adquirido
en su paso por el Imperio Oriental.

Algunas características propias de las instituciones germanas se conservaron: una


de ellas el predominio del derecho consuetudinario sobre el derecho escrito propio
del Derecho romano. No obstante los reinos germánicos realizaron algunas
codificaciones legislativas, con mayor o menor influencia del derecho romano o de
las tradiciones germánicas, redactadas en latín a partir del siglo V (leyes
teodoricianas, edicto de Teodorico, Código de Eurico, Breviario de Alarico). El
primer código escrito en lengua germánica fue el del rey Ethelberto de Kent, el
primero de los anglosajones en convertirse al cristianismo (comienzos del siglo
VI). El visigótico Liber Iudicorum (Recesvinto, 654) y la franca ley sálica
(Clodoveo, 507-511) mantuvieron una vigencia muy prolongada por su consideración
como fuentes del derecho en las monarquías medievales y del Antiguo Régimen.
Véanse también: Derecho germánico y Derecho visigodo.
La cristiandad latina y los bárbaros

Libro de Kells o Evangelario de San Columba, arte hiberno-sajón o irlando-sajón.


La expansión del cristianismo entre los bárbaros, el asentamiento de la autoridad
episcopal en las ciudades y del monacato en los ámbitos rurales, constituyó una
poderosa fuerza fusionadora de culturas y ayudó a asegurar que muchos rasgos de la
civilización clásica, como el derecho romano y el latín, pervivieran en la mitad
occidental del Imperio, e incluso se expandiera por Europa Central y septentrional.
Los francos se convirtieron al catolicismo durante el reinado de Clodoveo I (496 o
499) y, a partir de entonces, expandieron el cristianismo entre los germanos del
otro lado del Rin. Los suevos, que se habían hecho cristianos arrianos con
Remismundo (459-469), se convirtieron al catolicismo con Teodomiro (559-570) por
las predicaciones de san Martín de Dumio. En ese proceso se habían adelantado a los
propios visigodos, que habían sido cristianizados previamente en Oriente en la
versión arriana (en el siglo IV), y mantuvieron durante siglo y medio la diferencia
religiosa con los católicos hispanorromanos incluso con luchas internas dentro de
la clase dominante goda, como demostró la rebelión y muerte de San Hermenegildo
(581-585), hijo del rey Leovigildo). La conversión al catolicismo de Recaredo (589)
marcó el comienzo de la fusión de ambas sociedades, y de la protección regia al
clero católico, visualizada en los Concilios de Toledo (presididos por el propio
rey). Los años siguientes vieron un verdadero renacimiento visigodo23 con figuras
de la influencia de Isidoro de Sevilla y sus hermanos Leandro, Fulgencio y
Florentina, los cuatro santos de Cartagena, de gran repercusión en el resto de
Europa y en los futuros reinos cristianos de la Reconquista (véase cristianismo en
España, monasterio en España, monasterio hispano y liturgia hispánica). Los
ostrogodos, en cambio, no dispusieron de tiempo suficiente para realizar la misma
evolución en Itialia. No obstante, del grado de convivencia con el papado y los
intelectuales católicos fue muestra que los reyes ostrogodos los elevaban a los
cargos de mayor confianza (Boecio y Casiodoro, ambos magister officiorum con
Teodorico el Grande), aunque también de lo vulnerable de su situación (ejecutado el
primero —523— y apartado por los bizantinos el segundo —538—). Sus sucesores en el
dominio de Italia, los también arrianos lombardos, tampoco llegaron a experimentar
la integración con la población católica sometida, y su divisiones internas
hicieron que la conversión al catolicismo del rey Agilulfo (603) no llegara a tener
mayores consecuencias.

El cristianismo fue llevado a Irlanda por san Patricio a principios del siglo V, y
desde allí se extendió a Escocia, desde donde un siglo más tarde regresó por la
zona norte a una Inglaterra abandonada por los cristianos britones a los paganos
pictos y escotos (procedentes del norte de Gran Bretaña) y a los también paganos
germanos procedentes del continente (anglos, sajones y jutos). A finales del siglo
VI, con el papa Gregorio Magno, también Roma envió misioneros a Inglaterra desde el
sur, con lo que se consiguió que en el transcurso de un siglo Inglaterra volviera a
ser cristiana.

A su vez, los britones habían iniciado una emigración por vía marítima hacia la
península de Bretaña, llegando incluso hasta lugares tan lejanos como la costa
cantábrica entre Galicia y Asturias, donde fundaron la diócesis de Britonia. Esta
tradición cristiana se distinguía por el uso de la tonsura céltica o escocesa, que
rapaba la parte frontal del pelo en vez de la coronilla.

La supervivencia en Irlanda de una comunidad cristiana aislada de Europa por la


barrera pagana de los anglosajones, provocó una evolución diferente al cristianismo
continental, lo que se ha denominado cristianismo celta. Conservaron mucho de la
antigua tradición latina, que estuvieron en condiciones de compartir con Europa
continental apenas la oleada invasora se hubo calmado temporalmente. Tras su
extensión a Inglaterra en el siglo VI, los irlandeses fundaron en el siglo VII
monasterios en Francia, en Suiza (Saint Gall), e incluso en Italia, destacándose
los nombres de Columba y Columbano. Las islas británicas fueron durante unos tres
siglos el vivero de importantes nombres para la cultura: el historiador Beda el
Venerable, el misionero Bonifacio de Alemania, el educador Alcuino de York, o el
teólogo Juan Escoto Erígena, entre otros. Tal influencia llega hasta la atribución
de leyendas como la de Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes, bretona que habría
efectuado un extraordinario viaje entre Britania y Roma para acabar martirizada en
Colonia.24

Notas
En realidad, habría que hablar de reinos francos, como títula acertadamente el
propio artículo de la Wikipedia en francés (Royaumes francs) ya que fueron en
muchas etapas varios los reinos gobernados por los francos que surgieron de las
sucesivas particiones del reino para que cada uno de los herederos tuviera su
parte: primeros los reinos de de Soissons, de Orleans, de París y de Metz (y luego
de Reims); luego Austrasia, Neustria, Burgundia y Aquitania.
En época de los merovingios desapareció la noción de Estado —o sea el «bien
público» heredado de la Roma antigua—, una institución desconocida entre los
pueblos germánicos e imperó la confusión entre los bienes del Tesoro del Estado y
los bienes privados del soberano. Eso provocaba que a la muerte de un rey, el reino
fuera dividido entre sus hijos, un bien patrimonial más objeto de herencia. No será
hasta mucho más tarde cuando se recupere el Derecho romano y aumente el poder del
monarca para que renazca la noción de Estado y la monarquía sea hereditaria.
Referencias
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Chisholm, Hugh, ed. Encyclopædia Britannica. A Dictionary of Arts, Sciences,
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Britannica, Inc.; actualmente en dominio público.
Babcock, Philip (ed). Webster's Third New International Dictionary of the English
Language, Unabridged. Springfield, MA: Merriam-Webster, Inc., 1993: 1415
(en francés) Clovis dans l'Histoire de France, Lycée Polyvalent Privé Le Rebours,
URL último acceso el 15/04/2008
La cronología del reino de Clodoveo I es incierta, en vista de la mediocridad de
las fuentes históricas. Esta fecha se basa en la Historia Francorum, libro II de
Grégoire de Tours, pero es discutida en la actualidad (Lucien Musset, Les
Invasions, les vagues germaniques, PUF, collection Nouvelle Clio – la historia y
sus problemas, Paris, 1965, 2.ª edición 1969, p 390-391)
John Channon & Robert Hudson, Penguin Historical Atlas of Russia (Penguin, 1995),
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Ukrainian Studies.
See Historical map of Kievan Rus' from 980 to 1054.
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differences between these three post-Soviet nations, they have much in common when
it comes to their culture and history, which goes back to Kievan Rus', the medieval
East Slavic state based in the capital of present-day Ukraine.»
Laia San José Beltrán, Vikingos, una guía histórica de la serie de History
Channel, guía no oficial de las temporadas 1 y 2, Quarentena, 2014, ISBN 978-84-
16229-07-9 p. 26.
Texto seleccionado por Claudio Sánchez Albornoz y Aurelio Viñas (1929) Lecturas de
Historia de España, Madrid, p. 24 Archivado el 9 de julio de 2008 en Wayback
Machine., citado en Cervantesvirtual.
Texto del poema Archivado el 16 de julio de 2016 en Wayback Machine.. El tema fue
convertido en novela por John Maxwell Coetzee. Esperando a los bárbaros (traducción
de Concha Manella y Luis Martínez Victorio), Debolsillo: Barcelona, 2004 Comentario
de la novela.
Daniélou, Jean y otros (1982) Nueva historia de la Iglesia Ediciones Cristiandad,
ISBN 84-7057-038-2 p. 542. En el ámbito hispánico resultan ya clásicos los estudios
de Manuel Díaz y Díaz referidos a las transformaciones en la educación de las
elites y al renacimiento visigodo (en Gerardo Rodríguez, reseña de Rosamond
McKitterick (ed.) (2002) La alta Edad Media. Europa 400-1000, Barcelona, Crítica;
en Temas Mediev. v.13 n.1 Buenos Aires ene./dic. 2005.
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