La Discriminación en El Derecho Del Trabajo y El Valor de Los Principios

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Voces: CONTRATO DE TRABAJO

Título: La discriminación en el derecho del trabajo y el valor de los principios


Autor: Cañal, Diana
Publicado en: DT1998-B, 1815
Sumario: SUMARIO: I. Discriminemos / II. ¿Desde dónde hablamos? / III. Nunca fuimos libres / IV. No
somos lemmings / V. Un círculo caliente / VI. ¿Es una formulación vacía? / VII. Como una brújula / VIII.
Algo menos es bastante / IX. Conclusión: pero no es suficiente.
I. Discriminemos

Sí, porque es inherente a la estructura vital: en el intento de sobrevivir aparece el "uno" y el "los otros", el
"nosotros" y el "ellos" y esto en sí no es ni bueno ni malo, simplemente es. Porque discriminar es distinguir,
separar, recortar, en suma la modalidad seguida para asegurar la supervivencia cuando no hay suficiente para
todos.

Sin embargo hay dos momentos en que los hombres solemos reflexionar axiológicamente sobre el tema y
consideramos que la discriminación es mala: ya sea cuando nos quedamos fuera del círculo que recibe los
beneficios, o cuando en el interior del mismo estamos lo bastante libres de necesidades como para compadecernos
de los que permanecen fuera o, menos altruistas, para elaborar estrategias que impidan toda futura expulsión.

Esto refleja que "discriminar" es necesario y que será malo (discriminación negativa) o bueno (discriminación
positiva) dependiendo de la situación de quien califica y del objeto, de modo que la "discriminación" no puede ser
analizada aisladamente sino en relación con sujetos necesariamente plurales, bienes insuficientes y un previo
juicio moral, como por ejemplo que es malo que no se distribuya igualitariamente entre los que están lo que hay.
Como vemos, toda reflexión acerca de un acto discriminatorio viene precedida de una valoración, en suma de la
asunción de una postura, de una toma de partido (1).

II. ¿Desde dónde hablamos?

Esto y develar nuestro juicio moral previo, es lo mismo. Ahí vamos: creemos que el trabajo hace a la
capacidad creadora del hombre (2) que constituye un modo de inserción social de tanta importancia como el
afectivo y el lúdico -tanto que a veces los abarca otorgándole al individuo una inserción social, un lugar 'desde
donde'-, porque las posibilidades que se generan desde uno no son las mismas que desde otros y por lo tanto no
resultan intercambiables. Así, no vemos en el fondo de desempleo (3) una solución: sólo puede serlo el trabajo.

Se nos dirá con acierto que el modus de la esclavitud es el trabajo, mas no es la absoluta enajenación de la
voluntad lo que habremos de considerar como tal. Trabajo será en nuestro ensayo aquella actividad desarrollada
libremente bajo la forma jurídica de un contrato (4), donde se equilibren derechos y obligaciones y el trabajador
obtenga a cambio de su prestación un pago que le permita el sustento y el esparcimiento.

Hay en ello formulado un juicio moral: nos parece bueno para el desarrollo humano el trabajo y por lo tanto
consideraremos mala toda discriminación que dificulte su acceso o permanencia en el mismo o que la imponga
bajo condiciones no queridas por el trabajador.

Hablamos por lo tanto desde el propio trabajador, porque todos lo somos -al menos noso-tros-, comprendidos
en un círculo que todavía tiene trabajo lo que nos permite contemplar con cierta holgura a los que lo han perdido,
a los que no logran alcanzarlo, a los que lo tienen en condiciones de explotación o bien de incertidumbre.
Observamos el diámetro exterior de nuestro círculo con preocupación no sólo porque no queremos estar algún día
en él sino porque nos parece malo que alguien permanezca allí. Acaso porque ¿ese cercado exterior de
desocupados es caldo de cultivo de violencia? (5), sin duda que esto es en potencia cierto más no es otra cosa que
el fruto de una carencia en acto de justicia social.

III. Nunca fuimos libres

Y tampoco lo somos ahora. La libertad y la igualdad absoluta no son en la práctica abordables, por eso hemos
asumido a la discriminación como un dato de la realidad.

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Es interesante ver nuestro hilo histórico como especie que intenta equilibrar la fuerza física, luego la fuerza
económica y política, a fin de que en la interrelación los más débiles (en cualquiera de aquellos sentidos) cuenten
con un apoyo que les permita 'negociar' en medio de una relativa paridad. Zumo de siglos es el derecho que
encauza en un cierto orden las vinculaciones cotidianas, con figuras tales como el abuso del derecho, la buena fe,
etcétera.

Si eso fue y es necesario en un ámbito como el del derecho común, cuanto más en nuestra especialidad donde
la disparidad de los contratantes existe en todo momento, lo que le ha hecho reclamar para sí principios tales como
el orden público laboral y el in dubio pro operario (6), en un medio donde para provocar las equiparaciones dadas
por una menor fuerza negocial ha sido necesario el surgimiento de la figura del conjunto a través de los sindicatos
(7).

Pero a fin de este siglo, luego de tantas conquistas niveladoras aquellos principios y la figura de los gremios
emprenden la retirada de la legislación bajo el argumento (de buena fe muchas veces, cabe admitirlo) de que sin
una economía próspera no será posible dar trabajo y que la misma se logra flexibilizando sus condiciones (8).

IV. No somos lemmings

Compartimos que la economía no debe primar por sobre lo social (9), pero también que no atender dicho
factor sería suicida. Por lo tanto aceptamos que la economía mundial ha cambiado, que tiene poco futuro la
Nación que se mueve aisladamente en un doble sentido: no sólo porque en la elaboración de un producto suele
intervenir más de un Estado (10), sino también porque el intercambio se da entre grupos económicos (Comunidad
Económica, Mercosur, Nafta, etc.), todo lo cual impone un lenguaje común a fin de derribar asimetrías, traducido
en beneficios sociales y costos análogos.

Mas esta aceptación debe ser reflexiva. Son tiempos de globalización, de aldea mundial, de "Internet" en
donde si no estamos atentos podemos vernos dominados de un modo mucho más sutil, a través de una
homogeneidad impuesta desde lo cultural por dos caminos: el uno, porque la mayor información brindada a través
de estos magníficos servicios técnicos es tan amplia que suelen filtrarse "errores" que no todos advierten
(¿recordamos el mapa de Chile?) y que no siempre serán irrelevantes ni inocentes; el otro, no todos tienen acceso
al multimedia, sobre todo el estrato más dinámico y menos conservador de la sociedad, con lo que se corre el
riesgo de que no puedan formular a tiempo ninguna advertencia.

Evaluemos qué de lo nuevo es conveniente y cómo lograr que la economía se ponga al servicio del hombre.
Para eso no sólo reflexionemos nosotros, facilitemos la tarea a los que vienen detrás nuestro compartiendo toda
habilidad que podamos tener, permitiéndoles acceder fácilmente a la información que con lo propio y lo adquirido
podrán leer entre líneas cuando sea necesario. Ese espacio de libertad debe ser defendido, porque también sería
suicida no pensar, de otro modo no tendremos esperanzas de ser libres siquiera en un futuro.

V. Un círculo caliente

Hemos rescatado en alguna otra oportunidad trabajos que sobre estudios de campo permiten a sus autores
sostener que no hay evidencia empírica de que mejore la competitividad y aumente el empleo con la
flexibilización de la legislación (11), indicando la necesidad de que el Estado asuma un rol activo en la protección
de la parte más débil de la ecuación no debiendo entregarse a 'los vientos del mercado' (12).

Esta, que podía parecer una voz periférica también ha sido pronunciada en los EE.UU., haciéndole decir al
ex-secretario de trabajo de la actual administración, Robert Reich, que gracias a la globalización del mercado
laboral "la brecha entre ricos y pobres aumenta a un ritmo escalofriante" (13), señalando su presidente Clinton que
"los desamparados y abandonados han quedado al margen del auge de los años ochenta y que ahora están viviendo
en un mundo aparte. No votan, no trabajan, no denuncian delitos, no necesariamente envían a sus hijos a la escuela
y a veces ni siquiera tienen un teléfono para recibir llamadas. Y en el vacío donde viven, no resulta claro si la
sociedad conserva el poder de hacerles algún reclamo o el poder de censurarlos" (14).

Esto nos debe recordar aquel círculo desde el que hablábamos: es cada vez más pequeño, muchos de nosotros
van siendo atraídos por la fuerza centrífuga del exterior que gira a mayor velocidad y captura como un agujero
negro. Allí quedan sin trabajo o sub-empleados, sin adecuada cobertura social ante contingencias de salud, sin

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acceso a capacitación que les permita intentar un ingreso al círculo para sí y para sus hijos, y cuando se ha estado
fuera del mercado laboral un lapso considerable es muy poco probable el regreso.

Una vez más Thurow nos cuenta que el efecto en Europa de este fenómeno es que más que 'desempleado' el
hombre se convierte en un 'descartado' del proceso de producción y que esto "en el largo plazo crea una fuerza
laboral que no recibe el entrenamiento que debería estar obteniendo y una generación de jóvenes sin experiencia
laboral" (15).

Precisamente, en el modelo norteamericano rige la figura del despido 'at will' y sólo se encuentra protegida
contra el distracto carente de justa causa el 10 % de la población laboral en razón de encontrarse afiliada a los
sindicatos -uniones-; el restante 90 % sólo puede reclamar cuando la razón del despido es discriminatoria,
contando con plena libertad el empleador de desvincular con fundamento en falta de trabajo o fuerza mayor, sin
existir obligación alguna de su parte de recurrir al procedimiento de crisis, quedando el tema de la reconversión de
los trabajadores a fin de capacitarlos para otro empleo en todo caso en manos del gobierno (16).

Además, tampoco el 90 % de los trabajadores encuentra un gran amparo en la 'discriminación', toda vez que es
muy restringido el concepto. Así sus tribunales han dicho que no interesa cuán medieval sea la práctica del
empleador ni cuán equivocado esté, si el despido no es "a causa de: raza, color, religión, sexo, nacionalidad de
origen, ciudadanía, edad o incapacidad, la ley no interfiere (lo destacado nos pertenece)" (in re "Pollard v. Rea
Magnet Co." -7th Cir. 1987-) (17).

Es bastante curioso entonces que no sea superior el nivel de "unionización" cuando contarían los trabajadores
con mayor protección. Precisamente la sección 301 de la ley Taft-Hartley del '47 prevé la deducción de demandas
por incumplimiento de contratos entre un empresario y el sindicato, admitiendo la jurisprudencia desde el '62 que
también pueden articularlas los trabajadores aunque no sean formalmente parte del convenio colectivo para exigir
su cumplimiento, incluyendo los despidos injustos (18). Si bien la National Labor Relations Act (ley Wagner)
declara "práctica laboral desleal" del empresario el intimidar o coaccionar a sus trabajadores por haber participado
en "actividades concertadas" (lo que incluye las 'sindicales') la constitucionalidad de la norma fue puesta en tela de
juicio a pesar de que el despido de varios trabajadores tuviera por causa "su actividad sindical y para disuadir la
afiliación al sindicato", so pretexto de que se trataba de desvinculaciones at will. El Supremo Tribunal entendió
que el empleador lo que no podía hacer era intimidar o co-accionar con respecto a la auto-organización y
representación, pero que ello no interfería el normal ejercicio del derecho del empresario de despedir at will (in re
"NLRB v. Jones & Laughlin Steel Corporation", 1937).

Es así evidente cómo se puede burlar el circuito no cayendo dentro del 90 % al no invocar en el despido una
causa relacionada con alguna de las consideradas como discriminatorias y cómo se puede indirectamente sugerir
la no sindicalización, puesto que bajo el recurso del despido at will se podrá buscar una razón para esgrimir que no
ponga en evidencia que lo que se quiere evitar es la agremiación y por lo tanto el acceso de los trabajadores dentro
del 10 % protegido.

Ciertamente resta aún la posibilidad de litigar "in tort" que es un procedimiento a mitad de camino entre la
demanda por incumplimiento de contrato del derecho común y un proceso privado ante un jurado civil (conf. juez
Marshall in re "International Brotherhood of Electrical Workers v. Foust", 1979, Sct., vol. 99, p. 2125).

Cabe preguntarse por los orígenes de toda esta normativa: el ambiente donde se adoptó el despido at will, sin
siquiera considerar la vinculación sujeta al plazo mínimo de un año (regla de Wood), era el de "una sociedad
industrial emergente" (19) dado que la economía del país estaba empeñada en la colonización del oeste (20). Esto
llevó en el 1884 al juez Ingersoll a afirmar que era útil para que las compañías de ferrocarriles pudiesen despedir
"a voluntad" a sus trabajadores, fueran pocos o muchos y al juez St. Paul en 1932 a entender que sería contrario al
orden público y perjudicial para el propio trabajador (?) concluir que no quiere mejorar su condición atándose a un
contrato de por vida.

Mas si el Oeste fue conquistado hace mucho y transcurrió más de un siglo desde el fallo que justificaba la
flexibilización a fin de lograr prosperidad económica, ¿por qué siguen las cosas igual?, ¿no será que el factor
económico siempre va a encontrar argumentos para sostener que debe ser privilegiado a costa de los demás?
Vamos en ese rumbo, ¿lo deseamos?

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Es curioso, las voces que convocamos nos hablan desde Canadá (Adriana Marshall) y lo que es más
impactante aún, desde los propios EE.UU. de Norteamérica (Clinton y Thurow) y todos ellos destacan un efecto
discriminador del modelo, que puede funcionar para un sector de la comunidad pero a costa del otro. Precisamente
éste es el punto donde participa la carga axiológica: toda discriminación que implique el sacrificio exclusivo de
los que menos tienen y pueden es mala y constituye la renuncia al axioma de repartir igualitariamente entre los que
están lo que hay.

VI. Es una formulación vacía

En parte es cierto: como buen axioma no hay nada más que mera voluntad detrás de él. No decimos que es un
mandato divino que los hombres busquen el bien común, tampoco que es propio de la especie. Por el contrario,
creemos que el hombre busca salvarse a sí mismo aun cuando esto implique la penuria y la muerte de otro, por eso
mismo discrimina en el afán de sobrevivir como lo señaláramos en un comienzo.

Lo curioso es que cuando ya está a salvo no se detiene, cada vez quiere más y busca justificar -si hay alguien
que se le oponga con bastante fuerza y necesite hacerlo- el acrecentamiento de su poder y el de su grupo, el que se
le torna necesario para mantener su status.

Una vez más la historia nos enseña. Seguramente muchos vieron la famosa exposición de elementos de tortura
que nos visitó el año pasado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA: de eso fuimos y somos
capaces y nada tienen que ver la nacionalidad ni la raza, tal vez sí nuestra inteligencia.

Pero también está en el hombre la otra tendencia, la que o bien lo hace preocuparse sinceramente por el otro o
bien le permite ver que si quiere sacar el provecho que puede obtener del vivir en sociedad debe preservarla,
respetando el bien común comprendido como la atención y búsqueda de compatibilidad de intereses de todos los
sectores. En un caso buscando justicia social y en el otro para que los del exterior del círculo no entren un día para
romper todo.

Por una y otra razón coincidiríamos en que hay que ocuparse y este acto de voluntad es el sostén de nuestra
fórmula: "hay que repartir igualitariamente entre los que están lo que hay". Pero ya no es tan vacía porque está
indicando una preferencia; que le falte precisión porque no sabemos qué se entenderá por igualdad (es interesante
en este punto la evolución de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (21), ni qué es lo que hay que distribuir, ni
siquiera si el ámbito humano comprende también alguna generación futura y en su caso cuántas, no implica que
"no diga nada".

VII. Como una brújula

Así funcionan los principios, como un indicador de rumbo. Por una u otra razón decidimos que queremos una
sociedad en la que se atienda a todos los sectores, que los que más pueden no exploten a los que menos tienen y los
auxilien para mejorar su condición. La versión de estas intenciones en nuestra área específica se traduce en que el
trabajo sea un bien accesible a todos, que por lo tanto la educación necesaria para poder aspirar al mismo también
se preste igualitariamente y que las condiciones en las que se lo realice no coloquen al hombre en un estado tal de
stress que eleve el nivel de siniestraliedad (22), que le impida disfrutar de la vida ante la constante tensión de no
saber si mañana tendrá trabajo, que lo sub-ocupen, que le impida negociar libremente su contrato por temor a
perder la fuente de trabajo, en una abismal disparidad con el empleador, consecuencias todas de las que nos
supieron dar cuenta los profesores europeos (23).

Mario Elffman, nuestro querido informante nacional, nos facilitó la tarea al indicar en su trabajo cómo la
normativa vernácula ha recogido esta tendencia. Así la versión general la encontramos en la ley 23.592 por la que
se prohíben "actos u omisiones discriminatorios" que "arbitrariamente impidan, obstruyan, restrinjan o de algún
modo menoscaben el pleno ejercicio sobre bases igualitarias de los derechos y garantías fundamentales
reconocidos en la Constitución Nacional". El destacado que nos pertenece sirve para indicar cómo del tronco "no
discriminatorio" se desprenden ramas conceptuales a definir, en primer lugar una discriminación "no arbitraria"
podría admitirse, ¿cuál sería? y en segundo corresponde establecer cuándo una base es igualitaria, en relación con
qué.

En el nivel de la Constitución Nacional, a través de sus distintas reformas, nuestro principio fue pasando desde

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el enunciado de derechos individuales demo-liberales (1853/1860) traducibles en la concepción de 'igualdad de
los iguales en paridad de circunstancias', hacia la igualación compensadora del constitucionalismo social
(1949/1955 y 1957/1994), haciendo su entrada la discriminación positiva (la affirmative action de los EE.UU.),
marco en el cual se inscribió la ley de contrato de trabajo (DT, 1976-238).

Ahora bien, la brújula es sólo un instrumento que nos permitirá apuntar la proa hacia nuestro norte, pero no
nos dice por cuáles medios llegar ni nos asegura lograrlo, quedando nuestra nave a merced de las tormentas
interpretativas que pueden llegar a frustrar nuestro objetivo.

VIII. Algo menos es bastante

Dicen las abuelas que todo lo malo trae algo bueno consigo y viceversa y parece ser cierto: las guerras se
vieron acompañadas por avances científicos de toda especie que la humanidad disfruta plenamente en sus
períodos de paz y hasta el matrimonio tiene lo suyo.

En su momento Gutemberg nos puso en un camino sin regreso: el de la comunicación, que hoy ha llegado a
niveles fascinantes. Podemos comunicarnos en tiempo real a través de la computadora no importa cuán lejos esté
nuestro interlocutor y podemos conocer qué está sucediendo prácticamente en todas partes sin movernos de
nuestro escritorio.

No hemos olvidado que si no todos tienen acceso a estos medios pueden convertirse en un factor de exclusión,
ni que la información puede encontrarse dirigida, pero junto a estos peligros que deben ser advertidos y
enfrentados seriamente, también hay grandes beneficios y tienen que ver con nuestra fórmula no tan vacía.

Hoy ya no están solos los individuos, tampoco lo están las naciones. Se habla de un "síndrome del CNN"
queriendo significar que mal o bien al instante y en cualquier parte se conoce lo que sucede, se pueden escuchar
las denuncias, se pueden ver los malos tratos y demás (claro, también se pueden dirigir conductas).

Este fenómeno comunicativo se viene a sumar al de la comunidad internacional en la que se celebran tratados
y para la que existen tribunales supranacionales: el primero facilita la actividad de la segunda, las infracciones y
las denuncias que pondrán en movimiento estos organismos se ven agilizadas. Esto significa que nuestra fórmula
'no tan vacía' está a su vez contenida en otra dictada por aquella comunidad y que las interpretaciones que se den
de la primera deben estar en consonancia con las de nivel internacional, so pena de incurrir el Estado que la
contradiga en responsabilidad internacional.

Precisamente, merced a la última reforma de la Constitución Nacional, el art. 75, inc. 22 otorgó jerarquía
constitucional a la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, a la Declaración Universal de
Derechos Humanos, a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, al Pacto Internacional de Derechos
Económicos Sociales y Culturales, al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo
Facultativo, a la Convención sobre la Prevención y la sanción del Derecho de Genocidio, a la Convención
Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial, a la Convención sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, a la Convención contra la tortura y otros tratos
o penas crueles inhumanos y degradantes y a la Convención sobre los derechos del niño. En cuanto a los demás
tratados y convenciones sobre derechos humanos pueden alcanzar la misma jerarquía una vez aprobados por el
Congreso, si cuentan con el voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara (24).

Esto hizo decir a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, in re "Méndez Valles, Fernando c. A. M. Pescio,
S.C.A." del 26/12/95 que "la prescindencia de las normas internacionales por los órganos internos pertinentes
puede originar responsabilidad internacional del Estado argentino".

Vemos entonces que no es ahora tan fácil quedar al garete con los vientos interpretativos, riesgo que se corre
cuando una sociedad se torna entrópica y sus jueces quedan comprometidos con las fuerzas de turno: al tiempo de
precisar los contenidos al resolver en los casos concretos, sin necesidad de reformulación se los desvirtúa
sofísticamente. Sin embargo, si ya no se debe atender sólo el frente interno sino también el internacional las
garantías interpretativas y de debido proceso son superiores.

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Se nos dirá que sólo se ha corrido el problema de lugar, pero creemos que es algo más que eso: los lógicos
microclimas en los que viven las naciones reciben viento fresco si se ven obligados a respetar su política exterior,
en la que formulan acuerdos en los que se pueden asegurar derechos esenciales como por ejemplo el de acceder a
un empleo digno.

Valen entonces la pena las fórmulas de los principios generales que parecían vacías, 'algo menos'
desprotegidos que antes quedan los hombres y mucho menos si son también obligatorias desde una ámbito
supranacional.

IX. Conclusión: pero no es suficiente

Hemos intentado demostrar la falacia de que precarizar sea el medio para solucionar los problemas
económicos y que estemos realmente ante el dilema de hierro de que si éstos no se satisfacen flexibilizando no
habrá solución alguna, siendo los trabajadores las primeras víctimas. Ya lo son y la experiencia europea ha servido
para demostrar que las cosas no mejoraron gracias a ello.

También vimos como invocada en EE.UU. la necesidad de la Nación para justificar la amplitud de los
despidos esta política no fue abandonada una vez superada aquélla y que su mantenimiento provocó una
estratificación de desclasados advertida por los propios norteamericanos.

Ante tanta evidencia lo que queremos es una sociedad en la que todos puedan acceder igualitariamente al
trabajo, entendiéndose por tal el que brinda seguridad económica pero también espiritual: es trágico para el
hombre no saber dónde trabajará mañana, porque la eventualidad, el tiempo parcial, el contrato a prueba, que se
convierten en regla no en excepción, transforman al empleo en una forma encubierta de desocupación.

Sostenemos por lo tanto la fuerza desde lo normativo de los principios generales de raigambre constitucional
que formulan estos intereses: en ellos una sociedad expresa hacia dónde quiere ir. Al menos eso lo tenemos, ya
pasaron los tiempos en los que las consignas generales eran de otro tenor, por lo tanto deben ser defendidos y
utilizados. Cumplamos y hagamos cumplir entonces esos preceptos desde la legislación y la judicatura, poniendo
también a nuestro servicio la jurisdicción internacional como un último valladar.

Esto último no significa que el exterior sea más confiable que el interior, pero sí la posibilidad de una visión
crítica menos comprometida con el sistema. De esto tenemos experiencia no tan lejana en materia de derechos
humanos tanto nosotros cuanto otros pueblos, donde aún con sus intereses la comunidad internacional sirvió de
freno.

(*) XV Congreso de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Buenos Aires, Argentina, 22 al 26 de
setiembre de 1997.

(**) Miembro del grupo "Debates y propuestas".

(1) GUIBOURG, Ricardo, "Igualdad y discriminación", inédito.

(2) Artículo 4º de la ley de contrato de trabajo.

(3) THUROW, Lester, "El futuro del capitalismo", Javier Vergara Editor S. A., 1996.

(4) BAYLOS GRAU, Antonio, "Derecho del trabajo: Modelo para armar", Ed. Trotta, 1991.

(5) GUIBOURG, Ricardo, Exposición sobre "El futuro del derecho del trabajo", Asociación Argentina de
Derecho del Trabajo, 27/6/96.

(6) CAÑAL, Diana, "Falta de trabajo y fuerza mayor: razones de una evolución", inédito.

(7) KAHN FREUND, Otto, "Estudios", serie de conferencias dictadas en Hamlyn en publicación del

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Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

(8) RODRIGUEZ MANCINI, Jorge, "Libertad de empresa y acción administrativa. Despidos colectivos", La
Ley 1993-B, Sec. doctrina, p. 1057.

(9) VAZQUEZ VIALARD, Antonio, "Consecuencias del impacto tecnológico sobre el empleo (diversas
visiones adoptadas en sede judicial)", El Derecho, t. 148, p. 97, año '92.

(10) MADDALONI, Osvaldo, "La economía global y el principio protectorio del derecho del trabajo", TySS,
1994, p. 997.

(11) BECCARIA, Luis y GALIN, Pedro, "Competitividad y derecho del trabajo", IX Jornadas Rioplatenses de
Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, 11 y 12 de mayo de 1996, Punta del Este, República Oriental del
Uruguay. MARSHALL, Adriana, "Protección al empleo en América Latina: las reformas de los '90 y sus efectos
en el mercado de trabajo", Centre for international studies, Universidad de Toronto, Conicet, Ides.

(12) CAÑAL, Diana, "El despido colectivo: formas de restricción", Congreso Internacional de Derecho del
Trabajo, 21 al 23 de octubre de 1996, San Salvador de Bahía, Brasil.

(13) Diario Clarín, Argentina, 6/3/97.

(14) Ib. citada en 2, p. 44.

(15) Ib., p. 50.

(16) Versión recogida personalmente del titular de la National Labor Relations Board el 26/2/97, Washington,
Entrevista formulada en el marco del encuentro de "Modernización de la administración de justicia en la
Argentina", organizado por el Woodrow Wilson Center y por el Ministerio de Justicia de la Nación.

(17) St. Paul, Minn, "Federal law of employment discrimination", p. 35, West Publishing Co, 1992.

(18) MARTINEZ GIRON, Jesús, "El despido en el derecho de los Estados Unidos", Editorial Civitas S. A.,
1988.

(19) MATHEWS, "A common law action for the abusively discharged employee", 'Hastings law journal', vol.
26, Nº 6, 1975, p. 1440.

(20) Ib. 27, p. 136.

(21) DOBARRO, Viviana, "La no discriminación y la igualdad de trato en el empleo", Doctrina Laboral,
DLE, Nº 135, noviembre/96, t. X, Errepar; PORTA, Elsa, "Discriminación salarial", Doctrina Laboral, DLE, t.
VII, Errepar; CAÑAL, Diana, "Igual remuneración por igual tarea", DT, 1989-B, 1767.

(22) OJEDA AVILES, Conferencia pronunciada en una reunión académica de la Asociación Argentina de
Derecho del Trabajo y la Seguridad Social durante 1995.

(23) Diario Clarín, 22/3/97 y 23/3/97, Argentina.

(24) SPAVENTA DOMENECH, Carlos J., "La Constitución, los tratados y la flexibilidad laboral", DT,
1996-B, 2707.

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