La Religión en El Antiguo Egipto (1) - 2

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EEST Nº 4 “DR.

ERNESTO LONGOBARDI”
CIENCIAS SOCIALES
PROF. GALINDO YANINA
1º 1ª T.M. 1º 4ª TT

La
religión en
el Antiguo
Egipto
El Desierto o “tierra roja” era para los egipcios el territorio de los difuntos. Allí se escavaban
las sepulturas, se levantaban las pirámides y los templos para adorar a sus divinidades, a
continuación veremos en detalle en qué consistía su religión.

Los egipcios eran Politeístas, es decir que creían en diversas deidades relacionadas con la
naturaleza o con las actividades cotidianas del hombre. Representaban a los dioses con forma
animal, humanos con cabeza animal o con forma completamente humana (antropomorfa).
El culto a los dioses era muy importante en la vida de los egipcios, para ellos se construían
casas (templos), preparaban comidas, bebidas y
realizaban fiestas en su honor. A cambio de sus
ofrendas, los egipcios esperaban recibir favores
divinos, porque consideraban a los dioses en
general protectores. Todos los días se celebraban
ceremonias en los templos a cargo de los
sacerdotes, de las que también participaba la
familia real y los sacerdotes. La población podía
hacer pedidos a los dioses cuando sus estatuas
eran exhibidas en las procesiones durante las
grandes ceremonias.

El dios principal cambiaba según la dinastía y la


ciudad que fuera la capital. Sin embargo, el sol
tenía un simbolismo muy importante. RA, la

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deidad solar y de la creación, solía representarse en las coronas de los faraones. HORUS, el
dios halcón, simboliza al sol naciente, mientras que OSIRIS, es el dios de la resurrección que
luchaba cada día para vencer a la noche.
Algunos mitos dicen que, así como Osiris peleaba para que comenzara el día, el faraón debía
gobernar y mantener el orden luchando contra las fuerzas oscuras del dios SETH, asociado
con los desiertos y la esterilidad.
Cuando en el Imperio Medio, Tebas se convirtió en la capital de Egipto, su dios protector
AMÓN, fue identificado con Ra y se convirtió en AMÓN – RA.
Otras deidades importantes eran ANUBIS, el de cabeza de chacal, guardián de los
embalsamadores (aquellos encargados de conservar los cuerpos de los muertos). También
estaba THOT, con cabeza de ibis (un ave zancuda) protector de los escribas. ISIS por otro
lado, era la diosa de la fertilidad y la maternidad, representada por una mujer alada.
Según los egipcios los dioses residían en los templos. Los templos no eran lugares para
mantener contacto entre humanos y dioses, sino que eran espacios necesarios para mantener
el orden y la creación. Por esta razón, el culto al dios era diario y consistía en vestimenta,
maquillaje y entrega de alimentos a las estatuas de los dioses.

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La vida después de la muerte:
Los egipcios pensaban que la vida en la tierra era un corto periodo comparado con el tiempo
infinito que les esperaba después de la muerte. La muerte era el camino posible para la
felicidad eterna, pero para lograrlo debían vivir en este mundo de acuerdo con el concepto de
ma’at, es decir, siendo justos y adecuándose a las disposiciones culturales de la sociedad.
Si bien la muerte implicaba la separación del cuerpo, los egipcios creían que para el paso a la
otra vida había que enterrar al muerto con sus objetos y con comida. De esta idea derivo la
importancia que le dieron a las tumbas y a los bienes enterrados con los difuntos.

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Por supuesto los faraones fueron los que obtuvieron las tumbas más importantes y podían
pasar años planificando las necrópolis.
Para la vida eterna era primordial conservar el cuerpo, por lo que desarrollaron la técnica de
la momificación.
La momificación era muy costosa, por
lo que normalmente sólo estaba al
alcance de la familia real y de las
familias ricas. Comenzaba un par de
días después de la muerte de la
persona. El cuerpo se llevaba hasta los
embalsamadores que se encontraban
en las orillas del río Nilo, ya que éstos
necesitaban de abundante agua para
llevar a cabo el proceso. Éstos solían
llevar una máscara con forma de
cabeza de chacal en representación
del dios Anubis.

El proceso comenzaba colocando el cuerpo del difunto sobre una mesa que podía ser de madera,
piedra e incluso alabastro. Junto a ella se encontraban otras más pequeñas con los enseres
necesarios para el trabajo y para depositar los órganos internos del fallecido.
Se empezaba perfumando el cuerpo, para después, realizar una incisión en el lado izquierdo del
cuerpo para extraer las vísceras. Esto era indispensable para evitar la corrupción del cuerpo, es
por ello que también se les extraía el cerebro mediante unas varillas especiales que introducían
por la nariz, no sin antes haber introducido unos líquidos especiales mediante los cuales se hacía
más sencilla esta compleja extracción.
El cuerpo del difunto era cubierto con un material secativo, el natrón. Esta sal natural debe su
nombre a su lugar de
procedencia, los
lagos alcalinos del
Valle del Natrón, en
el norte de Egipto, a
135 kilómetros de El
Cairo. Con ella se
cubrían los cuerpos
una vez eviscerados
para proceder a su
deshidratación.
Los órganos internos se extraían y se momificaban individualmente. Pero había un órgano que
era desechado, ¿sabes cuál? El cerebro era desechado por considerarse que no tenía ninguna

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relevancia ni desarrollaba ninguna función importante en el cuerpo
humano. Los pulmones, el hígado, los intestinos y el estómago se
extraían, se momificaban por separado y se guardaban cada uno de ellos
en un recipiente llamado vaso canope que representaba a los hijos de
Horus: Duamutef, con cabeza de chacal, protegía el estómago; Amset,
con cabeza humana, guardaba el hígado; Hapy, con cabeza de babuino,
los pulmones, y Kebeshenuef, con cabeza de halcón, los intestinos.

Los antiguos egipcios consideraban que el corazón era la sede del pensamiento. En la sala del
juicio, este órgano era puesto en un plato de
la balanza y en el otro plato se colocaba una
pluma, símbolo de la verdad. Si el corazón
pesaba igual que la pluma, el difunto era
considerado Justo de Voz y se ganaba la
vida eterna. Si pesaba más, el corazón era
devorado por un terrible monstruo y el
alma del difunto desaparecía para siempre.

El cuerpo se dejaba en el polvo entre 35 y 40 días, y luego se llevaba a la Casa de


Purificación, donde se limpiaba, se sacaba el incienso y se volvía a rellenar con natrón y ropa
empapada en resina, se cosían las incisiones y se bañaba la piel en resina.
Finalmente, el cuerpo estaba preparado para el vendaje, un proceso complicado que tardaba
un par de semanas en completarse. La familia del fallecido debía reunir aproximadamente 372
metros cuadrados de lino, y los embalsamadores solían comenzar el proceso en las manos y
pies, luego la cabeza, los brazos, las piernas y finalmente el torso. Una vez que cada parte
estaba cubierta, se
comenzaba con una capa
general, y entre capa y
capa se colocaba resina
caliente para pegar la
tela. Durante el ritual se
pronunciaban conjuros y
se colocaban amuletos de
protección por todo el
cuerpo. Los vendajes
protegían de la humedad,
ayudaban a contener al
cuerpo y daban un

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aspecto más realista. Una vez vendada, a la momia se le ponía una máscara funeraria, que
podía ser una representación de la cara del difunto o de un dios egipcio. Finalmente, se coloca
en un suhet, un ataúd decorado para parecerse a una persona. En la tumba, el sacerdote
disfrazado
de Anubis procedía al
“ritual de la boca”, en el
que se concedía el poder de
los cinco sentidos al difunto
mediante la colocación de
los objetos sagrados sobre
la cara del suhet. Esta se
colocó sobre la pared
interior de la tumba, y se
selló con todos los
elementos para la próxima
vida.

Más tarde los sacerdotes colocaban la


momia en una caja de madera pintada y
decorada denominada sarcófago.
Para proteger a la momia, se colocaba el
cuerpo en varios sarcófagos y estaban
colocados unos dentro de otros, como si
fuera una matrioska.

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Una vez estaban en la tumba, el último lugar
donde yace la momia es en un sarcófago de
piedra, de un tamaño mayor que los
anteriores de madera.

Como parte del ritual los


sacerdotes navegaban por el Nilo
con la momia en el sarcófago
hacia la tumba donde sería
sepultada. Este trayecto se hacía
en un barco o bote.

En la cámara funeraria, la momia


instalada en el sarcófago de piedra
se rodeaba con provisiones y
objetos que iba a necesitar para la
otra vida en el más allá. Estos
objetos ayudarían al muerto en este
viaje por el más allá y podrían ser
desde alimentos hasta joyas.

Para terminar, sellaban para siempre la cámara funeraria, para que nadie más pudiera nunca
entrar. Se decía que sobre aquellos que intentasen entrar en la tumba, irrumpiendo el descanso
eterno del faraón, caería una maldición. Esto evitaba el robo de los objetos de valor de las
tumbas, aunque siempre hubo algún que otro ladronzuelo al que no le asustaban las
maldiciones egipcias.

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Existían tres tipos distintos de momificación en el antiguo Egipto, según la capacidad
adquisitiva de la familia del difunto. La de menos calidad no contemplaba la extracción de las
vísceras ni la disolución de las mismas, sino que el interior del cuerpo se limitaba a ser
purgado y el cadáver se sumergía en natrón.
Para que el alma alcanzara el más allá sin problemas se dotaba a la momia de amuletos
y textos funerarios con las fórmulas adecuadas para sortear todos los peligros. De estos
textos sagrados el más importante y conocido es el Libro de los Muertos.
Este texto estaba compuesto por una serie de sortilegios mágicos destinados a ayudar al alma
a sortear los peligros que la acechaban en su viaje a través del inframundo hasta alcanzar el
más allá, y una vez allí superar el juicio de Osiris. Las tumbas faraónicas están decoradas con
escenas de estos textos y los personajes de la élite se hacían enterrar con un ejemplar en
papiro.
Los sacerdotes encargados de los ritos funerarios llevaban siempre una máscara de Anubis, ya
que él era el dios de la momificación. Además de ser el encargado de realizar el
embalsamamiento, Anubis también era un dios psicopompo, es decir, encargado de
acompañar al difunto al más allá, y guardián de las necrópolis.
Los embalsamadores al contrario de lo que se puede suponer dada la importancia de la
momificación, eran personas mal vistas. Aunque no se sabe mucho sobre este colectivo, los
llamados wt o "embalsamadores", dado su constante trato con cadáveres eran considerado
"impuros" y no podían relacionarse con nadie fuera de su ámbito.

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En estas necrópolis, eran colocados los cuerpos de los faraones, a la espera del juicio de
Anubis y el paso a la vida eterna.

Momia del faraón Tutankamón

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