Contratación Internacional Esplugues
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PARAGUAYO
SUMARIO: 1. Régimen jurídico general de los contratos internacionales. 1.1. Regulación del derecho de
contratos en el Cc paraguayo. 1.1.1. Metodología. 1.1.2. Adecuación a estándares de nuestro tiempo. 1.1.3.
Rasgos principales de la regulación contractual. 1.1.4 Virtualidad de los usos y costumbres internacionales.
1.1.5. Formalidades. 1.2. Normativa paraguaya de origen estatal que afecta la contratación internacional. 1.2.1.
Reglas generales. 1.2.2. Autonomía de la voluntad. 1.2.3. Orden público. 1.2.4. Formalidades. 1.2.5.
Jurisdicción estatal. 1.2.6. Arbitraje. 1.3. Normativa de origen convencional o institucional. 1.3.1. Tratados de
Montevideo. 1.3.1.1. Aplicabilidad de estos tratados a la contratación comercial y otros problemas. 1.3.1.2.
Autonomía de la voluntad en los Tratados de Montevideo. 1.3.1.3. Reglas de conexión. 1.3.2. Organización de
Estados Americanos (OEA). 1.3.3. El panorama en el MERCOSUR. 1.4. Eventual relevancia del derecho
transnacional. 1.4.1. Estado de la cuestión en el derecho comparado. 1.4.2. La situación en el Paraguay. 2. El
contrato de compraventa internacional de mercaderías. 2.1. Normativa de origen estatal. 2.2. Normativa de
origen convencional o institucional. 2.3. Ámbito MERCOSUR. 3. Contratos de consumo. 3.1. Normativa de
origen estatal. 3.2. Normativa de origen convencional o institucional. 4. Contratos de distribución y
cooperación. 4.1. Normativa de origen estatal. 4.1.1. Ámbito de aplicación. 4.1.2. Cuestionamientos de
constitucionalidad. 4.1.3. Exclusividad y obligación de suministro. 4.1.4. Terminación. 4.1.5. Indemnización.
4.1.6. Forma. 4.1.7. Orden público. 4.1.8. Jurisdicción. 4.1.9. Prescripción. 4.2. Normativa de origen
convencional. 5. Contratos de seguros. 5.1. Normativa de origen estatal. 5.2. Normativa de origen
convencional. 6. Contratos de financiación y contratos bancarios. 6.1. Normativa de origen estatal. 6.2.
Normativa de origen convencional o institucional. 6.3. Virtualidad de la lex mercatoria. 7. Contratos en relación
con bienes inmateriales (propiedad intelectual e industrial). 7.1 Propiedad industrial. 7.1.1. Normativa de origen
estatal. 7.1.2. Instrumentos internacionales. 7.2. Propiedad intelectual. 7.2.1. Normativa de origen estatal. 7.2.2.
Normativa de origen convencional o institucional. 8. Contratos de transporte. 8.1. Normativa de origen estatal.
8.2. Normativa de origen convencional. 9. El fenómeno de la contratación electrónica.
La supresión de la causa se explica en la Exposición de Motivos elaborada por los redactores del Cc,
en los siguientes términos: “Al enumerar los requisitos —o elementos— esenciales del contrato, el
anteproyecto omite la causa, cerrando el camino a las múltiples dificultades y controversias
planteadas por el Código Napoleón y sus seguidores sobre el significado y alcance de este elemento.
De hecho, los mismos intereses que tuteló la jurisprudencia al amparo de la imprecisión anotada,
hallan su protección a través de otras normas; la moral y las buenas costumbres no quedan sin
amparo al suprimirse este elemento” (comentario al Libro III del Cc).
1.1.5. Formalidades
Está visto que el país contiene normas de Derecho internacional privado que afectan
esta materia fundamentalmente en su Cc. Algunas se encuentran en el título preliminar y
otras se hallan dispersas en libros como el segundo o el tercero.
El Título Preliminar adopta como regla el criterio del domicilio –en contraposición
al de nacionalidad– a los efectos del juzgamiento de la capacidad (Arts. 11 y concordantes).
Las normas de conflicto relativas a la capacidad son las de los Arts. 11, 12, 13, 14, 15 y 26 del Cc.
Se ha señalado que se ha omitido aquí la expresión “al tiempo del nacimiento” de los derechos de
crédito, utilizada por el anteproyecto que precedió al Cc para ubicar el momento en el cual debería
estar mencionado el lugar de cumplimiento. La norma, con mala técnica legislativa, trata
conjuntamente la capacidad de derecho con la validez intrínseca de los actos jurídicos y los somete a
la ley paraguaya cuando deban cumplirse en el país. Opina R. RUIZ DÍAZ LABRANO que la
norma unilateral debe ser “bilateralizada”, y admitirse que los contratos que deben ejecutarse en el
extranjero se rigen por la ley de lugar de cumplimiento.
Agregando más confusión a este tema, el Art. 297 del Cc prevé, en lo pertinente,
que los actos serán exclusivamente regidos “sea cual fuere el lugar de su celebración, en
cuanto a su formación, prueba, validez y efectos, por las leyes de la República, cuando
hubieren de ser ejecutados en su territorio, o se ejercieren en él acciones por falta de su
cumplimiento”.
R. SILVA ALONSO critica la utilización de los términos “formación, prueba, validez y efectos” en
el Art. 297. Señala que el texto resulta redundante para el intérprete. Dado que en el artículo se
expresa que, salvo lo referente a capacidad y las formas, el acto habrá de regirse exclusivamente por
la ley del lugar de ejecución, no se ve cuál pudiera ser la razón del uso de los términos “formación,
prueba, validez y efectos”. Si el acto se encuentra formado, es decir, perfeccionado según las leyes
del lugar de ejecución, ¿por qué razón volver a referirse a las normas aplicables, cuando ya lo
relativo a formación está reglado en un precepto anterior, el Art. 14? Si algo manifiestan estas
expresiones reiterativas del Art. 297 es que, salvo lo relativo a capacidad y formas, todo lo demás se
halla regido por la ley del lugar de ejecución.
Dicho artículo –en lo pertinente– dispone: “Las convenciones hechas en los contratos forman para
las partes una regla a la cual deben someterse como a la ley misma...” Señala también R. SILVA
ALONSO: “Si las partes pueden optar por el lugar de celebración de los contratos y de su
cumplimiento, ¿por qué habría de pensarse que la ley paraguaya pondría obstáculos a la elección de
una legislación extranjera para regir un contrato a cumplirse en el Paraguay si esa legislación nada
tiene que afecte ni el orden público ni las buenas costumbres en nuestro país?”. En líneas parecidas
se manifiesta R. RUIZ DÍAZ LABRANO, quien invoca además la norma del Art. 669 del Cc,
conforme a la cual los interesados pueden reglar libremente sus derechos mediante contratos, en
tanto no controviertan disposiciones imperativas.
Aisladamente, se ha sostenido que esta norma del Art. 669, así como la del Art. 715
(de que cuanto se acuerde en los contratos constituye regla para las partes), son
disposiciones encaminadas a regular contratos puramente internos, y no se extienden a la
contratación internacional. Es decir, la autonomía se admite solo en su vertiente material y
no en la conflictual (R. DÍAZ DELGADO).
Se basa esta interpretación en el Art. 17 del Cc, inspirado a su vez en los Tratados de Derecho Civil
de Montevideo, en que –según se aduce– se habría descartado la autonomía de la voluntad. Entre
otras argumentaciones, también se invoca la regla del Art. 297 del Cc, arriba indicado.
Como bien lo han hecho notar juristas extranjeros, otra interpretación surge de la
combinación de esta norma del Art. 297 con la del Art. 669, lo cual les lleva a sostener que
el principio de la autonomía de la voluntad está consagrado en el derecho paraguayo (D.
HARGAIN, G. MIHALI). Tal podría considerarse también la opinión prevaleciente en la
doctrina paraguaya hoy día.
Prevé el Art. 669: “Los interesados pueden reglar libremente sus derechos mediante contratos,
observando las normas imperativas de la ley, y en particular, las contenidas en este título y en el
relativo a los actos jurídicos”.
Hay quien dijo que este artículo consagra la autonomía de la voluntad en el ámbito interno, pero no
la autonomía conflictual, puesto que las normas de conflicto del Cc paraguayo indican lo contrario.
La cuestión gira entonces en torno al orden público y su relación con las normas de conflicto. Las
normas imperativas indicadas en el Art. 669 equivalen, al menos en lo que atañe a sus efectos, a las
de orden público en la nomenclatura paraguaya. Y el Paraguay ha ratificado diversos instrumentos
internacionales que admiten la autonomía de la voluntad (así, el Protocolo de Buenos Aires de 1994
referente a jurisdicción internacional en materia contractual, la Convención de Panamá de 1975 sobre
arbitraje comercial, la Convención de Nueva York de 1958 relativa a ejecución de laudos arbitrales
extranjeros, etcétera). Además, el país ha ratificado la Convención de Montevideo de 1979 sobre
“normas generales” de Derecho internacional privado, que apunta a soluciones no rígidas, sino
razonables, flexibles, acordes con los requerimientos de justicia del caso particular (Art. 9º).
Ante este escenario, no habría violación al orden público, o a norma imperativa alguna, por el mero
hecho de que las partes hagan uso de la autonomía de la voluntad, para prever una solución distinta a
la indicada en las normas de conflicto paraguayas. Salvo que con ello violenten disposiciones que sí
sean imperativas, pues ellas deben ser observadas, conforme lo dispone el referido Art. 669.
1.2.4. Formalidades
Para las formas, regirá el derecho del lugar de la celebración, salvo que las del Cc
sean más favorables a la validez del acto (Arts. 23 y 669 del Cc).
Soluciones parecidas han dividido a la doctrina argentina con respecto a si la referencia se hace a
toda clase de formas, o solo a las probatorias, excluyendo a las solemnes. En el derecho paraguayo
R. SILVA ALONSO y R. RUIZ DÍAZ LABRANO se adhieren a este criterio. Apoya esta posición
lo estatuido por el Art. 14 in fine del Cc, conforme al cual las formas sustanciales de los actos a ser
cumplidos en la República son regidas por el Cc.
Se ha dicho que desde la óptica del Derecho internacional privado esta disposición debe ser
interpretada en el sentido de que la competencia nacional, determinada por una relación de carácter
internacional que indique como competente la jurisdicción nacional, es improrrogable y no puede ser
objeto de acuerdo de partes en contrario. Ella no afectaría, sin embargo, a las relaciones jurídicas
que por su naturaleza indican como competente una jurisdicción extranjera, que sí podría ser objeto
de prórroga a favor de la jurisdicción nacional o de otra, cuando no se afecte el orden público
internacional (R. RUIZ DÍAZ LABRANO).
1.2.6. Arbitraje
Por lo demás, la Ley 117 de 1991 “De Inversiones” reconoce en su Art. 9º a los arbitrajes nacionales
e internacionales, desarrollados “de conformidad con las normas legales nacionales e
internacionales pertinentes”. La Ley 194 de 1993, atinente a los contratos de agencia, representación
y distribución, admite expresamente el arbitraje en sus Arts. 7º y 10. También se prevé la vía arbitral
en la Ley 779 de 1995 de petróleo y otros hidrocarburos (artículo 5º). En lo que respecta al sector
público, la Ley 489 de 1995 dispone en su Art. 2º, en lo pertinente, que “…En los contratos
internacionales de carácter económico o financiero en los cuales sea parte, el Banco Central del
Paraguay podrá someterse al derecho o a tribunales judiciales o arbitrales extranjeros”. Y el Art.
19, inciso x, habilita a someterse “al derecho o a tribunales judiciales o arbitrales extranjeros las
controversias que se originen en los contratos internacionales de carácter económico o financiero”.
La Ley 1618/00 de concesiones de obras y servicios públicos también prevé el arbitraje, y hace lo
propio la Ley 2051 de 2003 “De Contrataciones Públicas”, que contempla la vía arbitral en sus Arts.
9º y 88.
El Tratado de Derecho Civil de 1940 adopta en su Art. 37, como punto de conexión,
el derecho del lugar del cumplimiento. Este –dispone la norma– gobernará aspectos
fundamentales del contrato relativos a formación, calificación, validez, efectos,
consecuencias y ejecución.
A pesar de que se desechó el criterio del lugar de celebración, por entenderse que no
traía seguridad jurídica, el mismo se aplica subsidiariamente cuando no sea posible
determinar el lugar de cumplimiento (Art. 40).
El Tratado de Derecho Civil Internacional de 1940 establece en su Art. 38
presunciones o criterios localizadores acerca de qué debe entenderse en cada caso por tal.
Las soluciones de la referida norma han llegado a ser calificadas como “verdaderas
entelequias del legislador internacional” (D. HARGAIN, G. MIHALI), que en vez de
soluciones a la realidad fáctica de los negocios, acarrean mayores dudas al intérprete a las
ya generadas por el deficiente sistema de los tratados.
La primera regla dispone: “Los contratos sobre cosas ciertas e individualizadas se rigen por la ley
del lugar donde ellas existían al tiempo de su celebración”. Esta conexión normalmente no se
compaginará con el cumplimiento, si se considera como tal la entrega de la cosa del contrato. Se
prevé también que los contratos “sobre cosas determinadas por su género” y “referentes a cosas
fungibles” se regulan por la ley del domicilio del deudor al momento en que fueron celebrados. En
los contratos de prestación de servicios, se diferencia: a) si recaen sobre cosas, se aplica la ley del
lugar en donde ellas existían al tiempo de su celebración; b) si su eficacia se relaciona con algún
lugar especial, se regirán por la ley en donde se producirán los efectos; y c) en los demás casos,
tendrá virtualidad la ley del domicilio del deudor al tiempo de su celebración.
Como puede apreciarse, en varias de estas excepciones la ley del lugar de celebración tiene gran
importancia en un sistema que postula la del lugar de ejecución. Ello obedece a que se pretendió
seguir el ideal savigniano de la unidad de la relación jurídica, que debería regirse desde su inicio
hasta su agotamiento por un solo derecho sustantivo o material. Pero ¿cómo podía determinarse el
lugar de cumplimiento si la cosa cierta y determinada no estaba indicada en el contrato original, o si
había una modificación posterior por acuerdo de partes? De allí que se hayan planteado serias dudas
doctrinarias –e incluso jurisprudenciales– relativas a las soluciones de Montevideo, por la
contradicción inherente en ellas (R. HERBERT, C. FRESNEDO DE AGUIRRE).
Con respecto a las formas, el Tratado de Derecho Civil de 1940 dispone que se rigen
por el lugar de celebración (Art. 36, segundo párrafo), mejorando la norma de 1889 que
distinguía entre instrumentos públicos y privados; estos últimos gobernados por el derecho
del lugar de cumplimiento, el cual debía calificar, en consecuencia, si la forma observada
era efectivamente la requerida.
Para contratos entre ausentes, prevé el Art. 42 del Tratado de Derecho Civil de
1940, en alusión a los celebrados por correspondencia o por mandatario, que regirá la ley
del lugar del cual partió la oferta aceptada.
El Art. 40 del Tratado de Derecho Civil de 1940 hace aplicable el derecho del lugar
de celebración a los contratos en que no pueda determinarse, al momento de su formación,
el lugar de cumplimiento. Esta ha sido calificada como una “declaración general de
bancarrota de la tesis de F. SAVIGNY” (W. GOLDSCHMIDT).
En 1981 el Paraguay ratificó otros instrumentos de las CIDIPs que atañen –al menos en parte– al
arbitraje, como la Convención Interamericana sobre Exhortos o Cartas Rogatorias (Panamá, 1975),
incorporada según Ley 613 de 1976, en tanto que su protocolo adicional fue adoptado según Ley 894
de 1981. La Ley No. 890 de 1981, por su parte, aprobó la Convención Interamericana sobre
Cumplimiento de Medidas Cautelares de 1979.
Otros instrumentos de OEA también ratificados por el país atañen, asimismo, a cuestiones
relacionadas con la contratación. Así, por Ley N° 893 de 1981 el país adoptó la Convención
Interamericana sobre Domicilio de las Personas Físicas en el Derecho Internacional Privado. Por su
parte, la Ley No. 888 de 1981 ratificó la Convención Interamericana sobre Conflictos de Leyes en
Materia de Sociedades Mercantiles de 1979. En tanto que la Ley No. 891 de 1981 adoptó la
Convención Interamericana sobre Prueba e Información acerca del Derecho Extranjero de 1979.
Otras convenciones ratificadas son mencionadas más adelante en este capítulo.
A pesar de que ulteriormente se ha revertido esta situación. En efecto, aún en 1991 Brasil se
encontraba al margen de las CIDIPs. Su presencia en el MERCOSUR ha logrado modificar dicha
política, con la ratificación de numerosas convenciones interamericanas.
Dichos instrumentos han sido también objeto de cuestionamientos, sobre todo en lo que respecta a su
superposición con soluciones de la eficaz Convención de Nueva York, masivamente ratificada por
diversos países de los distintos continentes.
El acuerdo sobre arbitraje del MERCOSUR, en vigor desde el 9 de octubre de 2002, ha sido
adoptado en el Paraguay por Ley Nº 3303 de 2007. También lo han ratificado Argentina (Ley 25223
de 1999), Brasil (Decreto Legislativo 265 de 2000) y Uruguay (Ley 17834 de 2004).
Asimismo, el Paraguay ratificó diversos instrumentos del MERCOSUR que favorecen o facilitan el
arbitraje. El Protocolo de Cooperación y Asistencia Jurisdiccional en Materia Civil, Comercial,
Laboral y Administrativa (Decisión Consejo Mercado Común No. 5/92, ratificada por Ley 270 de
1993) se ocupa del tema arbitral en su capítulo V, Arts. 18-20, 24; y el Protocolo de Medidas
Cautelares (Decisión Consejo Mercado Común No. 27/94), ratificado por Ley 619 de 1995, hace
extensivos sus Arts. 1º, 2º y 6º también al arbitraje.
O al menos el panorama se encuentra confuso allí en lo que atañe a la admisión o no del principio.
Puede decirse entonces que no está cumplido el Tratado de Asunción, que en su Art. 1º establece
como uno de sus objetivos la armonización en esta área.
El Paraguay cuenta con un marco normativo envidiable para los demás países de la
región, a partir de la propia Constitución Nacional de 1992 que contiene en su texto
disposiciones de significativa implicancia positiva para el arbitraje y para la admisión del
derecho transnacional, complementada por un extenso elenco de acuerdos internacionales y
leyes que así lo consolidan.
La Constitución acepta el principio de “solidaridad y cooperación internacional”
(Art. 143, numeral 4). No solo eso: se encuentra cargado de significación el Art. 145 de la
Carta Magna, conforme al cual el Paraguay “admite un orden jurídico supranacional”. La
norma representa un avance de enorme significación contra el encapsulamiento del derecho
en “sistemas estatales” propugnado en el siglo XIX. Ello en el entendimiento de que el
orden jurídico supranacional o transnacional comprende, además de acuerdos
internacionales, usos, costumbres y principios de derecho internacional, que a su vez fueron
reconocidos en numerosos tratados ratificados por el Paraguay.
En la contratación internacional, la repetición de usos y prácticas –o como se los
llame– resulta frecuentemente observada de manera espontánea por las partes en la
ejecución de sus convenios, hayan o no hecho referencia explícita a ellos, y de la misma
manera las reconocen los juzgadores o árbitros, con lo que pasan a constituir una suerte de
derecho “no legislado”, cuya virtualidad no puede desconocerse.
A pesar de que aquí se presenta todo un debate a nivel teórico. Uno de los problemas es el de la
terminología, puesto que se emplean también expresiones como “costumbres”, “principios
generales”, “lex mercatoria”, etcétera.
La disposición se contradice con otras: por ejemplo, el Art. 2062 prevé: “La entrega hecha por el
propietario de una cosa mueble, transfiere el dominio al adquirente cuando existe acuerdo entre
ellos para transmitir la propiedad. Si el adquirente está ya en posesión de la cosa, la propiedad se
transmite por el acuerdo. Si el propietario posee la cosa, la tradición se efectúa por el convenio de
constituir al adquirente en poseedor mediato”. Evidentemente, el Cc paraguayo no fue elaborado
con la coordinación debida en lo que respecta al contenido de sus distintos libros. En materia
específica de muebles, debe considerarse como prevaleciente esta regla especial del Art. 2062.
3. Contratos de consumo
3.1. Normativa de origen estatal
En el mundo existen dos sistemas: o codificar el derecho del consumidor en un cuerpo único; o tener
garantizada su protección en distintas leyes específicas relacionadas con la actividad que se realice (C.
LIMA MARQUES). Este último es el caso del Paraguay, y como consecuencia de ello, existe una
notoria superposición de las normas de la ley del consumidor con la de otras leyes, como por ejemplo:
Código Civil, Ley del Comerciante, Ley de Marcas, Código Sanitario y otras Leyes en materia de Salud,
Leyes Bancarias, de Seguros, del Mercado de Valores y de Productos, Normativa Municipal, etcétera.
A saber: las que: “a) desnaturalicen las obligaciones o que eliminen o restrinjan la responsabilidad
por daños; b) importen renuncia o restricción de los derechos del consumidor o amplíen los
derechos de la otra parte; c) contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga de
la prueba en perjuicio del consumidor; d) impongan la utilización obligatoria del arbitraje; e)
permitan al proveedor la variación unilateral del precio o de otras condiciones de contrato; f) violen
o infrinjan normas medioambientales; g) impliquen renuncia del consumidor al derecho a ser
resarcido o reembolsado de cualquier erogación que sea legalmente a cargo del proveedor; y, h)
impongan condiciones injustas de contratación, exageradamente gravosas para el consumidor, o
causen su indefensión”.
La Ley del Consumidor contiene otras disposiciones, como por ejemplo la que
regula la defensa de los intereses difusos o colectivos (Art. 43) o la que establece las
medidas que podrán dictarse en ejecución de ella (prohibición de comercialización,
incautación de productos, multas, etcétera), además de las penalidades establecidas en otras
leyes y de la reparación de daños y perjuicios que corresponda por la legislación común
(Art. 51).
La Ley Nº 2340 de 2003 amplía la Ley del Consumidor en cuestiones relativas a
telecomunicaciones. También afectan al consumidor diversas otras leyes en materias tan
dispersas como lo son, por ejemplo, las de salud y finanzas, según lo ya referido. En el
aspecto reglamentario, se destacan el Decreto Nº 20572 de 2003 “Por el cual se crea el
Sistema Nacional Integrado de Protección del Consumidor” (reglamentado por Resolución
Nº 147/03) y el Decreto Nº 21004 de 2003, resaltándose aquí referencias normativas a
medios alternos de solución de controversias como la mediación y el arbitraje, en caso de
que el consumidor voluntariamente se someta a ellas.
Es interesante, sin embargo, la aplicación que se ha hecho en el país –en sede judicial– de la
normativa comunitaria de protección al consumidor en lo que respecta al etiquetado, al declararse
válido que se haya hecho extensiva por la vía reglamentaria a productos de otros orígenes (Caso
Camurel S.A. contra Resolución N° 257 de fecha 11/05/01 dictada por el Ministerio de Industria y
Comercio, Auto Interlocutorio. N° 158, Tribunal de Cuentas de Asunción, sala 1, 2003) .
La Ley 194 permite que estas vinculaciones sean pactadas en exclusividad o no.
En su caso, no regirá el límite de cinco años establecido por el Art. 106 de la Ley del
Comerciante (Ley 1034 de 1983) para pactos de exclusividad circunscriptos a una zona y
actividad determinada.
La ley no impone imperativamente obligaciones de suministro, con lo que al
excluirla –como también de pactarse la no exclusividad– se presta a ser vaciada de
contenido por los contratantes que así lo estipulen, quedando en todo caso como defensa
última del representante, agente o distribuidor local la invocación del principio de la buena
fe y sus eventuales derivaciones.
4.1.4. Terminación
Ellas son:
“a) el incumplimiento de las cláusulas del contrato en cuya virtud se hubiere conferido la
representación, agencia o distribución;
b) el fraude o abuso de confianza en las gestiones conferidas al representante, agente o distribuidor;
c) la ineptitud o negligencia del representante, agente o distribuidor en la venta de productos o la
prestación de servicios que correspondan;
d) la disminución continuada de la venta o distribución de los artículos por motivos imputables al
representante, agente o distribuidor; sin embargo, los nombrados no serán responsables por la
disminución de las ventas cuando se establezcan cuotas o restricciones a la importación y las
ventas se vean inevitablemente afectadas por causas fortuitas o de fuerza mayor debidamente
justificadas;
e) cualquier acto imputable al representante, agente o distribuidor, que redunde en perjuicio de la
buena marcha de la introducción, venta, distribución de productos o prestación de servicios
objeto de la relación;
f) conflicto de intereses por la representación, agencia o distribución de productos o la prestación
de servicios que se encuentren en línea de competencia con los productos o servicios objeto de
la relación”.
4.1.5. Indemnización
La Ley 194 modifica el régimen resarcitorio del Código Civil y establece un deber
de indemnizar que tenga en cuenta la duración de la representación y el promedio de las
utilidades brutas del negocio por los últimos años.
El Art. 4º de la Ley alude al pago de “una indemnización que se fijará de acuerdo con las siguientes
pautas:
“ a) Duración de la Representación, Agencia o Distribución de los productos correspondientes al
fabricante o firma extranjera, en escala ascendente por períodos de dos a cinco años, de más de cinco a
diez años, de más de diez a veinte años, de más de veinte a treinta años, de más de treinta a cincuenta
años y más de cincuenta años; y
b) Promedio de las utilidades brutas anuales obtenidas por la Representación, Agencia o Distribución
durante los tres últimos años de ejercicio de algunas de ellas...”.
El Art. 5º dispone que se entiende “por utilidad bruta el resultado que irrogue el monto de las ventas
netas menos el costo de la mercadería vendida. En los casos que en la relación contractual se haya
previsto el pago de comisiones, la utilidad bruta será el monto total de aquellas. Igualmente se
acumulará el tiempo de la Representación, Agencia o Distribución en los casos en los que el proveedor
extranjero hubiese cambiado de nombre o domicilio y se proporcionase la misma marca al
Representante, Agente o Distribuidor local".
Tampoco se alude en el Art. 4º a contratos con duración menor a los dos años, lo
que llevaría a que el régimen no se les aplique. Otro cuestionamiento se formula a la
referencia a una “utilidad bruta”, en tanto que las ganancias tienen también sus costos a
deducirse (gastos, impuestos, etcétera), por lo que cualquier cálculo que no parta de una
“utilidad neta” resultaría confiscatorio.
Además de la indemnización, el Art. 8° de la Ley 94 impone a la principal, si la otra
parte así lo opta, la obligación de adquirir las existencias de mercaderías “más una utilidad
normal de acuerdo con el precio de venta de productos en el mercado".
Con buen criterio en un caso se ha rechazado que dicha obligación corresponda cuando la terminación
ha ocurrido por incumplimiento del representante local (Acuerdo y Sentencia N° 174 del 3 de
diciembre de 2004, Tribunal de Apelación Civil y Comercial, Sala 3, “Rafael de los Ríos S.A.C.I.
contra Mirurgia S.A. sobre cobro de valor de existencia de mercaderías”).
4.1.6. Forma
Se aplicó la norma en el Acuerdo y Sentencia N° 1360 del 14 de septiembre de 2004 (Corte Suprema
de Justicia, juicio “Electra Amambay S.R.L. c/ Compañía Antarctica Paulista Ind. Brasilera de
Bebidas e Conexos y Compañía das Bebidas das Americas Ambev”). Ahora, en un juicio por
indemnización de daños y perjuicios, fundado en la Ley 194, promovido por una empresa local que
alegaba ser representante de una firma proveedora radicada en el extranjero, el Tribunal de
Apelación hizo lugar a la excepción de falta de acción como medio general de defensa, por no
presentarse el contrato escrito que la ley hace obligatorio para demostrar el relacionamiento y
tampoco se acreditó la vinculación de hecho entre las partes, anterior a la Ley 194 (Acuerdo y
Sentencia N° 41 del 21 de diciembre de 2001, Tribunal de Apelación en lo Civil y Comercial, Sala 2,
“Makrosa C.I.S.A. c/ Kimberly Clark Corp., USA”).
4.1.7. Orden público
4.1.8. Jurisdicción
4.1.9. Prescripción
Ni el MERCOSUR como bloque ni los demás países que lo integran poseen normativa
específica referida a contratos de representación, agencia o distribución, como tampoco
relacionada con vinculaciones de franquicia y concesión.
Formulada a petición de una jueza de primera instancia, en el juicio que siguió a la medida cautelar
arriba referida, solicitada por la empresa Norte S.A. Importación-Exportación. Esta empresa
promovió ulteriormente juicios sobre indemnización de daños y perjuicios contra Laboratorios
Northia Sociedad Anónima, Comercial, Industrial, Financiera, Inmobiliaria y Agropecuaria.
En la Opinión Consultiva No. 1 de 2007, dicha instancia se ha expedido por mayoría
en el sentido de que las normas del MERCOSUR prevalecen sobre las de derecho interno
de los Estados Partes, en este caso el Protocolo de Buenos Aires; pero que queda a cargo
del juez nacional la evaluación de si los acuerdos suscritos han sido obtenidos en forma
abusiva o afectan el orden público internacional.
Se señaló allí que las normas imperativas corresponden fundamentalmente a dos órdenes de intereses
que se pretenden resguardar. Por un lado, el llamado orden público de dirección, es decir, la potestad
que tiene el Estado de intervenir en cuestiones que afecten su soberanía o accionar económico, como
ocurre con regulaciones relativas a la moneda o a defensa de la competencia, por citar ejemplos. Y
por otro lado, el llamado orden público de protección, que cada Estado lo establece y regula
normalmente para salvaguardar derechos de partes débiles en la contratación, como por ejemplo, los
consumidores. Esta protección se establece en el entendimiento de que hay supuestos en que la
contratación no es fruto de la libre voluntad sino de otros factores… En definitiva, depende de cada
Estado el alcance de su orden público de dirección o protección como límites excepcionales a la
autonomía de la voluntad. Se dijo finalmente en la Opinión Consultiva que, en su caso, los abusos o
las violaciones en concreto a normas o principios de tinte imperativo serán objeto de juzgamiento de
parte del juzgador nacional interviniente. Miembros del Tribunal hacen también una exhortación
para que las disposiciones de tinte imperativo del bloque sean armonizadas en aras de un más
adecuado funcionamiento del bloque de integración.
5. Contratos de seguros
5.1. Normativa de origen estatal
El Cc regula los contratos de seguros en su Libro III, Título II, capítulo XXIV (Arts.
1546 hasta 1695), con un tinte fuertemente imperativo, puesto que conforme al Art. 1692,
estas normas “solo podrán ser dejadas sin efecto, o modificadas, por acuerdo de partes, en
los casos en que este Código expresamente lo autorice”. Digna de destaque es la
disposición del Art. 1598, que proscribe las cláusulas de arbitraje incluidas en la póliza de
seguros. Nada impediría, sin embargo, a que ellas puedan resultar de una negociación
específica entre asegurador y asegurado.
Por su parte, la Ley 827 de 1996, “De Seguros”, regula el control y las condiciones
para el ejercicio de las actividades aseguradoras y reaseguradoras en el Paraguay. Solo
podrán hacerlo, sujetándose a su régimen, las empresas autorizadas, salvo que exista
convenio o tratado internacional que disponga otra cosa (Arts. 1º y 125).
Desde luego que el Art. 94 de la Ley 827 somete al derecho paraguayo las
cuestiones litigiosas suscitadas con motivo de seguros y reaseguros, y declara nulo todo
pacto en contrario, salvo estipulación diferente de instrumentos internacionales.
En materia marítima, no ha sido derogado el antiguo Código de Comercio en su
Libro III (Art. 2810 del Cc) que continúa, pues, vigente, y contiene diversas normas
aplicables a los seguros marítimos en su Título IX (Arts. 1155 a 1260).
A su vez, disposiciones relativas al seguro en materia aeronáutica se encuentran en
la Ley N° 1860 de 2000 (Código Aeronáutico). Se impone allí imperativamente la
obligación de asegurar los daños a la aeronave, al personal que ejerce funciones a bordo, a
los pasajeros y a los bienes transportados (Arts. 277 a 283). Consecuentemente, se prohíbe
la circulación por espacio aéreo paraguayo de aeronave alguna, sea nacional o extranjera,
que no posea los seguros previstos (Art. 278).
La Decisión del Consejo Mercado Común N° 8/99 contempla la cooperación entre autoridades
supervisoras de empresas aseguradoras de los Estados Partes del MERCOSUR. A su vez, la
Decisión No. 9/99 del Grupo Mercado Común aprueba el acuerdo marco sobre condiciones de
acceso para empresas de seguro, con énfasis en el acceso por sucursal (a ello se refiere también la
Decisión No. 84/99 del Grupo Mercado Común). La Resolución del Grupo Mercado Común 83/99
establece un glosario de términos técnicos básicos preliminares sobre seguros para el ámbito del
MERCOSUR. Por su parte, la Resolución del Grupo Mercado Común No. 120/94 aprobó con
“carácter” obligatorio un seguro de responsabilidad civil para el propietario y conductores, respecto
de daños causados a personas y objetos transportados, y conjuntamente, se aprueba el texto de la
póliza única a utilizar. En tanto que la Resolución del Grupo Mercado Común No. 62/97 estableció
las condiciones generales de seguros de responsabilidad civil del Operador de Transporte
Multimodal (OTM).
La Ley 861 de 1996 “General de Bancos, Financieras y Otras Entidades de Crédito” sujeta a sus
requisitos las actividades bancarias en el país, cuyo control corresponde al Banco Central del Paraguay,
a través de la Superintendencia de Bancos (Arts. 1, 4 y concordantes). También están sometidas al
control estatal –en este caso de la Comisión Nacional de Valores (CNV)– las operaciones bursátiles
(Ley 1284 de 1998), algunas de las cuales tienen regulación especial como la Ley 811 de 1996 de
Fondos Patrimoniales de Inversión; la Ley 1036 de 1997 sobre sociedades securitizadores y la Ley
1056/97 que regula las sociedades calificadoras de riesgo (estas dos últimas no han tenido, sin embargo,
aplicación en la práctica). La Ley 1284 y la Resolución de la CNV N° 763/2004 contienen normas de
Derecho internacional privado con relación a la oferta de valores en el exterior y a la posibilidad de
que emisores de afuera puedan colocar sus valores en el país. Conforme a ellas, los emisores
extranjeros pueden hacer oferta pública en el Paraguay, siempre y cuando establezcan una
representación legal en el país y cumplan con los mismos recaudos exigidos a los emisores locales,
además de los requisitos referentes a la materia en su país de origen (Arts. 24, 25 y 26 de la Res. 763).
La autorización de la CNV está supeditada al tratamiento recíproco por parte del país extranjero, o a
que a juicio de la CNV ello sea conveniente a los intereses del país (Art. 10 Ley 1284).
El Cc regula asimismo otras figuras como el mutuo (Arts. 1292 a 1297), la letra de
cambio (Arts. 1298 a 1392) y en general los títulos de crédito, a la orden, al portador y
nominativos (Arts. 1507 a 1545), además del cheque (Arts. 1696 a 1758, regulación
modificada parcialmente por Ley 805 de 1996). La prenda como garantía real se encuentra
regulada en los Arts. 2294 a 2355. En tanto que la Ley 215 de 1970, sobre “Almacenes
Generales de Depósito”, reglamenta las figuras del “Warrant” y los “Certificados de
Depósito” (Arts. 24 a 50), muy utilizadas como títulos para la financiación de la
agricultura, que constituye una actividad preponderante en el país.
Estructuras de financiación y garantías pueden ser establecidas también utilizándose la Ley 921 de
1996 sobre fideicomisos, que incorpora al Paraguay diversas características del “trust” anglosajón,
como así también a través de diversas normativas bursátiles, como las mencionadas más arriba, amén
de normas societarias relativas a la emisión de obligaciones negociables y debentures (Arts. 1127-
1159 del Cc).
El Paraguay cuenta, además, con una ley especial de leasing o arrendamiento financiero (Ley 1295
de 1998) para regular esta figura que reviste al mismo tiempo caracteres de la compraventa y del
arrendamiento.
Con el leasing, por ejemplo, puede notarse una vez más que las soluciones montevideanas resultan
insatisfactorias. Ellas llevan a la localización del contrato en el lugar de situación del bien al tiempo
de celebración, usualmente el domicilio del vendedor, lo que ha señalado A. BOGGIANO como
inadecuado por ignorar la función financiera del negocio, debiendo reconocerse la posibilidad de
someter el leasing a la ley del lugar de celebración, que probablemente coincidirá con el domicilio
del deudor de la prestación característica. Esto está explícitamente presente como posibilidad en el
Art. 40 de Tratado de 1940, pero no en el de 1889.
En materia cambiaria, el Tratado de Montevideo de Derecho Comercial
Internacional de 1889 regula en sus Arts. 26 a 34 el derecho aplicable a letras de cambio y
pagarés, sin ocuparse de los cheques. En tanto que el Tratado de Montevideo de Derecho
Comercial Terrestre Internacional de 1940 trata en sus Arts. 23 a 33 de estos tres
instrumentos.
En cuanto a la OEA, por Ley No. 609 de 1976 el país ha ratificado la Convención
Interamericana sobre Conflictos de Leyes en Materia de Letras de Cambio, Pagarés y
Facturas (Panamá, 1975), que –entre otras cosas– establece como regla general la
aplicabilidad del derecho del lugar donde se realicen los instrumentos. Por Ley No. 610 de
1976 se adoptó la Convención Interamericana sobre Conflictos de Leyes en Materia de
Cheques (Panamá, 1975), que hace extensivas las reglas de la anterior convención a este
instrumento, con la peculiaridad de que como regla declara aplicable no el derecho del país
de origen, sino del de presentación o pago. Este instrumento ha sido ampliado por la
Convención Interamericana sobre Conflictos de Leyes en Materia de Cheques
(Montevideo, 1979), ratificada en el Paraguay por Ley No. 887 de 1981. Hace regir la
capacidad por el derecho del lugar donde la obligación ha sido contraída (a pesar de que
una eventual incapacidad allí no prevalecerá en el territorio de otro Estado parte donde se
considere válida la obligación). Las formalidades y obligaciones cambiarias se someterán
al derecho del lugar donde se hubieran efectuado o contraído. Lo demás se rige como regla
por el lugar de pago del documento. La Convención, además, reconoce virtualidad a las
cámaras de aplicación y prevé la aplicación de sus reglas.
Entre Paraguay, Argentina y Uruguay se aplica la CIDIP I en materia de letras de
cambios. La primera convención sobre cheques se aplica entre Paraguay, Uruguay y Chile;
no así con respecto a Brasil, Argentina ni Bolivia. Sí se aplica la segunda convención sobre
cheques entre Brasil, Uruguay, Chile y Paraguay, que la han adoptado. Argentina no se
adhirió a ninguna de las convenciones sobre cheques
Consecuentemente, pese a que todos los estados mercosureños están relacionados
por distintos instrumentos montevideanos y de OEA relacionados a contratos de
financiación y bancarios, no hay ningún instrumento internacional que los vincule
simultáneamente a todos, y el bloque poco ha avanzado en la búsqueda de soluciones
comunes o de vanguardia para estos temas.
No han adoptado los países del MERCOSUR instrumentos modernos como las Convenciones de
UNCITRAL sobre Cesión de Créditos en el Comercio Internacional de 2001 y sobre Garantías
Independientes y Cartas de Crédito Contingente de 1995; ni la Ley Modelo de UNCITRAL sobre
Transferencias Internacionales de Crédito, de 1992; ni el Convenio de UNIDROIT “sobre leasing
internacional” de 1988; ni el convenio sobre Factoring Internacional aprobado en Ottawa en 1988.
El Cc. contiene una norma de conflicto a este respecto en la última parte de su Art.
20, según el cual “los derechos intelectuales son regidos por la ley del lugar de registro de
la obra”.
La Ley 1328 de 1998 “De Derecho de Autor y Derechos Conexos” asimila las obras
extranjeras a las nacionales (Art. 180), en línea con diversos instrumentos internacionales,
salvo el vetusto Tratado de Montevideo de 1889. Dicha ley no sujeta su protección a
reciprocidad, en solución coincidente con la de Uruguay y distinta a las de Brasil y
Argentina.
El Tratado de Montevideo sobre propiedad literaria y artística de 1889, adoptado en su momento por
el Paraguay, tiene un mero valor histórico, pues fue desplazado por el Convenio de Berna. Además,
el Paraguay ratificó en 1917 la Convención sobre propiedad literaria y artística de Buenos Aires,
1910. La Convención Interamericana sobre el derecho de autor en obras literarias, científicas y
artísticas de Washington (1946) fue ratificada en 1949. Y el Tratado de la propiedad intelectual de
Montevideo (1939) se adoptó en 1958.
Apunta a hacer coexistir dos grandes sistemas: el del Convenio de Berna –al que se sumaron países
europeos con sus colonias en África y Asia y países integrantes del Commonwealth–, por un lado; y
por el otro lado las convenciones interamericanas. Es una primera etapa para que algunos países
reticentes –no es el caso del Paraguay– se adhieran luego a los derechos y garantías más amplias de
la Convención de Berna, sobre todo en lo que respecta a formalidades para protección.
Digno de mención resulta el Acuerdo y Sentencia N° 784 de 2007, dictado por la Sala Constitucional
de la Corte Suprema de Justicia del Paraguay, en la “Acción de Inconstitucionalidad c. Ley N°
1328/98 del 27/08/1998 de Derechos de Autor y Derechos Conexos”. Se ha rechazado allí una acción
interpuesta contra determinados artículos de la Ley N° 1328/98, relativos a los derechos de los
productores de fonogramas y a las entidades de gestión colectiva, haciéndose expresa mención de
que con dicha normativa el Paraguay se ha comprometido a respetar los acuerdos internacionales
vigentes en materia de derecho de autor,
Dispone la primera parte del Art. 20 del Cc, que los derechos de propiedad
industrial “están sometidos a la ley del lugar de su creación, a no ser que la materia esté
legislada en la República”. Diversas leyes se ocupan del tema en el país.
La Ley de Marcas (No. 1294 de 1998) otorga garantías al propietario de una marca
inscripta en el extranjero una vez registrada en el país (Art. 18). Para las licencias de uso
de la marca, se impone la forma del contrato escrito (Art. 31) y, para la producción de
efectos frente a terceros, el requisito de la inscripción ante la Dirección de la Propiedad
Industrial, amén de la publicación de un resumen de sus partes sustanciales (Art. 32). En
cuanto a las cesiones totales o parciales de derechos sobre las marcas, la ley prevé que
cuando se realicen dentro del territorio nacional debe recurrirse a la escritura pública
(instrumento formal otorgado por un Notario Público). Fuera del territorio nacional bastará
que se haga mediante documento válido en el país de la celebración del acto (Art. 43). La
cesión solo producirá efectos frente a terceros a partir de su inscripción (Art. 44).
La Ley de Patentes de Invenciones No. 1630 de 2000 (modificada por Ley 2593 de
2005 en algunas normas), prevé que las patentes podrán ser conferidas a personas físicas o
jurídicas, nacionales o extranjeras (Art. 13) y podrán transferirse libremente, en cuyo caso
será necesaria la formalización por escrito y la inscripción en la Dirección de la Propiedad
Industrial, a los efectos de la producción de efectos frente a terceros (Art. 35). También
podrá concederse licencia para su explotación, lo que requerirá asimismo de la inscripción
en la Dirección de la Propiedad Industrial para que ella tenga virtualidad frente a terceros.
Condiciones especiales que deberán ser tenidas en cuenta en estos contratos se encuentran
en los Arts. 36 y 37 de la Ley de Patentes, destinadas fundamentalmente a resguardar la
sana competencia.
Por su parte, la Ley 868/81 de Dibujos y Modelos Industriales otorga al titular en el
extranjero seis meses de prioridad a partir del registro en origen (Art. 8º). El registro
puede cederse o transmitirse. La cesión debe hacerse por escritura pública “cuando el acto
se realiza dentro del territorio nacional” (Art. 22), e inscribirse en la Dirección de la
Propiedad Industrial para que surta efectos contra terceros, previa publicación de un
extracto del documento respectivo por una vez en un diario de la capital (Art. 23). La ley
habilita el otorgamiento de licencias para la explotación de los dibujos o modelos, en cuyo
caso, para la producción de efectos contra terceros, será necesaria la inscripción con las
mismas formalidades (Art. 24).
Por ejemplo, en el expediente: “Kraft Lacta Suchard Brasil S.A. c/ Res. N° 801, de fecha
25/VIII/2003, dict. por la Secc. de Asuntos Litigiosos y la Res. N° 214, de fecha 03/Junio/04, dictada
por la Dirección de la Propiedad Industrial”, la Corte Suprema ha dicho que no debe perderse de
vista que el Convenio de Paris, ratificado el Paraguay, otorga una protección especial a las marcas
notorias (Acuerdo y Sentencia No. 1442 de 2006). En el expediente “Tabacalera Boquerón S.A. c/
Res. No. 98 de fecha 2/VI/95, dict. por la Direc. de la Prop. Industrial y la Res. No. 28 de fecha
13/III/96, dict. por el Ministerio de Industria y Comercio” la Corte ha dicho: “Los órganos
jurisdiccionales vienen interpretando pacíficamente las disposiciones contenidas en el artículo diez
de la Convención de París del año 1883, revisado en los años 1900 en Bruselas, Washington 1911,
de La Haya de 1925 y siguientes, donde se consagra la protección jurídica para las marcas, o
cualquier acto que pudiera crear confusión respecto del establecimiento, los productos o la actividad
industrial o comercial de un competidor, asimismo, los países de la Unión se comprometen a
asegurar a los nacionales de los demás países de la Unión los recursos legales para reunir
eficazmente la competencia desleal como genéricamente se configura la confusión en materia de
marcas, nombres comerciales, etc. Esta legislación internacional se halla complementada por las
leyes ordinarias en el orden interno…” (Acuerdo y Sentencia No. 22 de dos mil uno). En parecidos
términos se ha expedido la Corte en el expediente “Tabacalera Boquerón S.A. c/ Res. No. 48 de
fecha 24/IV/96, dict. por la Direc. de la Prop. Industrial y la Res. No. 179 de fecha 20/XI/96, dict.
por el Ministerio de Industria y Comercio.
El caso Ashland Inc. contra Dirección de la Propiedad Industrial (Corte Suprema de Justicia,
Acuerdo y Sentencia No. 36225 de mayo de 2005) fue resuelto invocándose reglas del derecho
interno paraguayo (Arts. 15 y 2 incisos f) y g) de la Ley de Marcas No. 1294 de 1998), pero
fundamentando además la Corte su decisión en normas del MERCOSUR relativas al etiquetado de
productos, que permiten diferenciar las marcas cuya similitud se estaba discutiendo en dicho juicio.
8. Contratos de transporte
8.1. Normativa de origen estatal
El Cc incluye reglas relativas a los contratos de transporte. Los Arts. 922 y 923
contienen disposiciones generales; los Arts. 924 y 925 se ocupan del transporte de
personas; y los Arts. 926 a 943 del transporte de cosas. Para cuestiones marítimas rige aún
–está visto– el viejo Código de Comercio, cuyas normas al respecto se encuentran en el
Libro III.
En materia conflictual, prevé el Art. 21 del Cc: “Los buques y aeronaves están
sometidos a la ley del pabellón en lo que respecta a su adquisición, enajenación y
tripulación. A los efectos de los derechos y obligaciones emergentes de sus operaciones en
aguas o espacios aéreos no nacionales, se rigen por la ley del Estado en cuya jurisdicción
se encontraren”.
Esta solución debe considerarse extensiva a los derechos reales constituidos sobre el buque y,
especialmente, a la oponibilidad ante terceros de la hipoteca naval, constituida según la ley del
pabellón registrada en el país de la bandera del buque (R. RUIZ DÍAZ LABRANO).
El Código de Comercio contiene una norma conflictual en el Art. 1091 relativo al
fletamiento, contraria a cláusulas de libre elección del derecho y jurisdicción – en tanto que
admitirlas prepondera en la región–, señalando que el contrato al respecto de un buque
extranjero, que haya de tener ejecución en la república, debe ser juzgado por las reglas de
este código, sea cual haya sido su lugar de celebración. Con relación a la avería gruesa, la
respuesta se encuentra en el Art. 1335 del Código de Comercio, del que se desprende la
admisión en este tema de la autonomía de la voluntad.
En materia de transporte aéreo, el Paraguay cuenta con la Ley 1860 de 2002
(Código Aeronáutico), y la Ley 73/90, que crea la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil
(DINAC). El Código aeronáutico prevé normas de inscripción (Arts. 16 y concordantes),
sujetando a las aeronaves al régimen general de bienes muebles, con excepción de las
normas allí establecidas (Art. 21). Con respecto al fletamiento, los Arts. 266 a 267 regulan
las condiciones y formas; los Arts. 268 y 269 de las obligaciones de las partes; el Art. 270
del subfletamento y el Art. 271 la responsabilidad de las partes.
El Paraguay ratificó, además, entre otros, el Convenio de las Naciones Unidas sobre
el Transporte Marítimo Internacional de 1978 (conocido también como “Reglas de
Hamburgo”), según Ley No. 2614 de 2005; el Convenio de UNCITRAL sobre la
responsabilidad de los empresarios de terminales de transporte en el comercio
internacional, aprobado por Ley No. 2611 de 2005; y el Convenio Internacional para la
unificación de ciertas reglas en materia de conocimiento de embarque, firmado en Bruselas
en 1924 y adoptado en el país por Ley N° 1025 de 1965.
En materia aeronáutica, además del Tratado de Montevideo de 1940 de Derecho de
Navegación Comercial Internacional, el Paraguay ha ratificado importantes instrumentos
internacionales.
Entre ellos: el Convenio de París sobre Aviación Civil de 1919, aprobado por Ley del 21 de agosto
de 1939; el Convenio de Varsovia del 12 de octubre de 1929, ratificado por Ley 466 de 1957, y su
modificación según Protocolo de La Haya de 1955, aprobada por Ley No. 466 de 1957; el Convenio
de Guadalajara de 1961, complementario al de Varsovia, aprobado por Ley No. 80 de 1969; el
Convenio de Chicago de 1944 sobre Aviación Civil Internacional, aprobado por Decreto-Ley No.
10818 de 1945; el Convenio de Ginebra de 1948 relativo al Reconocimiento Internacional de
Derechos sobre Aeronaves, aprobado por Ley No. 79 de 1969; el Convenio de Roma de 1952 sobre
daños causados a terceros en la superficie por aeronaves extranjeras, aprobado según Ley No. 466 de
1957; el Convenio de Montreal de 1999 sobre transporte aéreo internacional, adoptado por Ley 1627
de 2000, además de numerosos protocolos e instrumentos en la materia.