Antologia de Cuentos - Tercero

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Antología de cuentos

Tercer Grado
Colegio: San Francisco
Javier
· GRACIELA MONTES·

D OÑA C LEMENT I NA
Q UERI D I TA, LA AC H I CAD ORA

ILUST RAD O POR EULO GIA MERLE


PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Gobernador
Dn. Daniel Scioli

Vicegobernador
Lic. Gabriel Mariotto

Directora General de Cultura y Educación


Dra. Silvina Gvirtz

Vicepresidenta Segunda del Consejo General de Cultura y Educación


Prof. Jorgelina Fittipaldi

Subsecretario de Gestión Educativa


Lic. Leonardo Biondi

Subsecretaria de Educación
Mg. Claudia Bracchi

Directora Provincial de Educación Inicial


Prof. Adriana Corral

Directora Provincial de Educación Primaria


Lic. Romina Campopiano

Directora de Educación Especial


Prof. Marta Vogliotti
ESTE LIBRO PERTENECE A:

..............................................................................

Un agradecimiento especial a Graciela Montes por posibilitar que Clementina forme


parte de la biblioteca de tantos niños.
Agradecemos a la editorial Colihue por facilitar la inclusión de este cuento.
PRÓLOGO
En este cuento encantador nos encontramos frente a una señora
que con sus palabras –con algunas palabras– es capaz de cambiar
el tamaño de las cosas.

¡Imagínense! Clementina dice “cosita” y las cosas grandes se


vuelven chiquitas. Y eso en cualquier barrio puede ser un lío,
¿no? Porque es claro que trae un montón de problemas para un
montón de gente, de esa que se alborota o se asusta cuando todo
cambia.

Graciela Montes es el nombre de la autora de este cuento que te


va a divertir, seguro, pero a la vez capaz que te llena de preguntas.
Lo que es una especialidad de esta notable escritora argentina,
que fue profe de Lengua y Literatura, que ganó muchísimos
premios y que además sabe un montón de literatura para niños.

Entrá ahora a este cuento y disfrutá de la historia, pero... ¡mucho


cuidadito cuando te encuentres con Clementina!

Y hasta la próxima.

MEMPO GIARDINELLI
DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA,
LA ACHICADORA

C
uando los vecinos de Florida se juntan a tomar mate,
charlan y charlan de las cosas que pasaron en el barrio.
Se acuerdan del ladrón de banderines de bicicletas; de
cuando, por culpa de la máquina del tiempo, se les heló el agua
de las canillas en pleno diciembre...
Pero más que de ninguna otra cosa les gusta hablar de doña
Clementina Queridita, la Achicadora de Agustín Álvarez.
6|

Doña Clementina no había empezado siendo una Achicadora:


por ejemplo, a los dos años era una nenita llena de mocos que
se agarraba con fuerza del delantal de su mamá y, a los diez, una
chica con trenzas que juntaba figuritas de brillantes.

Cuando doña Clementina Queridita se convirtió en la


Achicadora de Agustín Álvarez era ya casi una vieja. Tenía un
montón de arrugas, un poquito de pelo blanco en la cabeza y un
gato fortachón y atigrado al que llamaba Polidoro.
7 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

A doña Clementina los vecinos la llamaban “Queridita” porque


así era como ella les decía a todos:

“Hola, queridita, ¿cómo amaneció su hijito esta mañana?”,


“Manolo, queridito, ¿me harías el favorcito de ir a la estación a
comprarme una revista?”.

Pero, aunque todos la conocían desde siempre, doña Clementina


sólo llegó a famosa cuando empezó con los achiques.
8|

Y los achiques empezaron una tarde del mes de marzo, cuando


doña Clementina tenía puesto un delantal a cuadros y estaba
pensando en hornear una torta de limón para Oscarcito, el hijo
de Juana María, que cumplía años. En el preciso momento
en que doña Clementina estaba por agarrar los huevos de la
huevera, entró Polidoro, el gato, maullando bajito y frotándose
el lomo contra los muebles.

– ¡Poli! ¡Tenés hambre, pobre! –se sonrió doña Clementina


y, volviendo a dejar los huevos en la huevera, se apuró
a abrir la heladera para buscar el hígado y cortarlo bien
finito.

– ¡Aquí tiene mi gatito! –dijo, apoyando el plato de lata


en un rincón de la cocina.
9 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

Y ahí nomás vino el primer achique. El gordo, peludo y fortachón


Polidoro empezó a achicarse y a achicarse hasta volverse casi una
pelusa, del mismo tamaño que cada uno de los trocitos de hígado
que había colocado doña Clementina en el plato de lata.

El pobre gato, bastante angustiado, erizaba los pelos del lomo


y corría de un lado al otro, dando vueltas alrededor del plato,
más chiquito que una cucaracha pero, sin embargo, peludito y
perfectamente reconocible. Era Polidoro, de eso no cabía duda,
pero muchísimo más chico.
10 |

Doña Clementina, asustadísima lo hizo upa enseguida: le


parecía muy peligroso que siguiera corriendo por el piso; al fin
de cuentas podía matarlo la primera miga de pan que se cayera
desde la mesa… Lo sostuvo en la palma de la mano y lo acarició
lo mejor que pudo con un dedo. En medio de la pelusita atigrada
brillaban dos chispas verdes: eran los ojos de Polidoro, que no
entendían nada de nada.
11 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA
12 |

Se ve que la enfermedad del achique es muy violenta porque


después del de Polidoro hubo como quince achiques más, todos
en el mismo día.
Doña Clementina se sacó el delantal a cuadros, agarró el
monedero y corrió a la farmacia.

–¡Ay, don Ramón! –le dijo al farmacéutico, un gordo


grandote y colorado, vestido con delantal blanco. –Don
Ramón, algo le está pasando a Polidoro. ¡Se me volvió
chiquito!
13 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

Don Ramón buscó un frasco de jarabe marca Vigorol y lo puso


sobre el mostrador.

– ¿Y usted cree que este jarabito le va a hacer bien, don


Ramón? –preguntó doña Clementina mientras miraba con
atención la etiqueta, que estaba llena de estrellitas azules.

Y, en cuanto terminó de hablar, el frasco de jarabe se convirtió


en un frasquito, en un frasquitito, en el frasco más chiquito que
jamás se haya visto.
14 |

Don Ramón, el farmacéutico, corrió a buscar una lupa:


efectivamente, ahí estaba el jarabe de antes, muy achicado, y, si
se miraba con atención, podían divisarse las estrellitas azules de
la etiqueta.

–¡Ay don Ramón, don Ramoncito! ¡No sé lo que vamos


a hacer! –lloriqueó doña Clementina con el frasquito
diminuto apoyado en la punta del dedo.

Y don Ramón desapareció.

–¡Don Ramón! ¿Dónde se metió usted, queridito? –llamó


doña Clementina.
15 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

–¡Acá estoy! –dijo una voz chiquita y lejana.

Doña Clementina se apoyó sobre el mostrador y miró del otro


lado. Allá abajo, en el suelo, apoyado contra el zócalo, estaba
don Ramón, tan gordo y tan colorado como siempre, pero
muchísimo más chiquito.

“¡Pobre hombre!”, pensó doña Clementina, “¡Qué solito ha de


sentirse allá abajo...! Voy a llevarlo con Polidoro, así se hacen
compañía.”

De modo que doña Clementina se llevó a don Ramón en un


bolsillo y al frasquito de jarabe en el otro.
16 |

Entró en su casa y llamó:

–Poli... Poli... Estoy acá.

Pero Polidoro no vino. Se había caído en el fondo de la huevera


y desde allí maullaba pidiendo auxilio.
17 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

Entonces doña Clementina se dio cuenta de que las hueveras


eran muy útiles para conservar achicados. Sin pensarlo dos
veces, sacó los huevos que quedaban, los puso en un plato y en
la huevera puso a don Ramón, que la miraba desde el fondo,
perplejo, y algo le decía, pero en voz tan bajita que era casi
imposible oírlo.
18 |

En fin, basta con que les cuente que, en esos días doña Clementina
llenó la huevera, y tuvo que inaugurar dos hueveras más, que
contenían:

• un gato Polidoro desesperado;


• un don Ramón agarrado al borde, que cada tanto pedía a
los gritos algún jarabe;
• un frasquito de jarabe Vigorol;
• una etiqueta llena de estrellitas;
• el “kilito” de manzanas que doña Clementina le había
comprado al verdulero;
• la “sillita” de Juana María, en la que se había sentado
cuando fue al cumpleaños de Oscar;
• el propio “Oscarcito”, al que de pronto se le había acabado
el cumpleaños;
• un “arbolito”, al que se le estaban cayendo las hojas;
• un “librito de cuentos”;
• siete “velitas” (encendidas, para colmo);

y otras muchas cosas que resultaban invisibles a los ojos –como un


“tiempito”, un “problemita” y un “amorcito”–, todas chiquitas.
19 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA
20 |

Y, claro, doña Clementina no sabía qué hacer con sus achicados;


le daba mucha vergüenza esa horrible enfermedad que la
obligaba a andar achicando cosas contra su voluntad. Era por
eso que, en cuanto algo o alguien se le achicaba (gente, bicho,
cosa o planta), se apuraba a metérselo en el bolsillo y después
corría a su casa para darle un lugarcito en la huevera.
21 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA
22 |

Con las “manzanitas”, la “sillita”, las “velitas”, el “jarabito” y


el “librito de cuentos” no había conflicto. Pero con Polidoro,
y sobre todo con don Ramón y con Oscarcito era otra cosa.
En el barrio no se hablaba de otra cosa que de la misteriosa
desaparición.
23 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

La mujer de don Ramón no sabía qué pensar: había encontrado


la farmacia abierta y sola, sin rastros del farmacéutico por
ninguna parte. Y Juana María y Braulio, los padres de Oscarcito,
andaban desesperados en busca del hijo tan travieso que se les
había escapado justo el día del cumpleaños.
24 |

Así pasaron cinco días.

Doña Clementina Queridita, la Achicadora de Agustín Álvarez,


cuidaba con todo esmero a sus achicados: al arbolito le ponía dos
gotas de agua todas las mañanas, a Oscarcito lo alimentaba con
miguitas de torta de limón (su torta favorita) y a don Ramón le
preparaba churrasquitos de dos milímetros, vuelta y vuelta.
25 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

Dos veces al día doña Clementina vaciaba las hueveras sobre


la mesa de la cocina: Oscarcito jugaba con Polidoro y los dos
se revolcaban hasta quedar escondidos debajo de la panera;
don Ramón, en cambio, muy formal, se sentaba en la sillita y
le explicaba a doña Clementina cosas que ella jamás entendía,
mientras mordisqueaba una manzana (perdón, una manzanita).
26 |

En el quinto día de su vida en la huevera, Oscarcito se puso a


llorar. Fue cuando vio, apagadas y chamuscadas, las siete velitas
de su torta de cumpleaños.

Doña Clementina se puso a llorar con él: Oscarcito era su


preferido entre los chicos del barrio. No sabía qué hacer para
consolarlo; era tanto más grandota que él que ni siquiera podía
abrazarlo...

–Bueno, Oscar, no llores más –le decía mientras le


acariciaba el pelo con la punta del dedo– ¿Cómo vas a llorar
si ya sos un muchacho? ¡Un muchachote de siete años!
27 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

Entonces Oscar creció. Creció como no había crecido nunca. En


un segundo recuperó el metro quince de estatura que le había
llevado siete años conseguir. Y se abrazó a la cintura de doña
Clementina, la Achicadora de Agustín Álvarez, que, por fin,
había encontrado el antídoto para curar a sus pobres achicados.
28 |

Doña Clementina corrió a agarrar al gato Polidoro y le dijo,


entusiasmada:

–¡Gatón! ¡Gatote! ¡Gatazo!

Y Polidoro creció tanto que hasta podría decirse que quedó un


poco más grande de lo que había sido antes del achique.
29 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

Le tocaba el turno a don Ramón. Doña Clementina dudó un


poco y después llamó:

–¡Don Ramonón!

Y don Ramón volvió a ser un gordo grandote y colorado, con


delantal blanco, que ocupó más de la mitad de la cocina.
30 |

Y todos corrieron a casa de todos a contar la historia esta de


los achiques, que, con el tiempo, se hizo famosa en el barrio de
Florida.

Desde ese día doña Clementina Queridita cuida mucho más


sus palabras, y nunca le dice a nadie “queridito” sin agregar en
seguida: “queridón”.
31 | DOÑA CLEMENTINA QUERIDITA, LA ACHICADORA

La sillita de Juana María, el frasquito con la etiqueta de estrellitas


azules y el librito de cuentos siguieron siendo chiquitos. Están
desde hace años en un estante del Museo de las Cosas Raras del
barrio de Florida, adentro de una huevera.
GRACIELA MONTES
Graciela Montes nació en 1947 en Buenos Aires, y es una
reconocida y muy premiada escritora de literatura para niños.
También editora, dirigió en el Centro Editor de América Latina
la colección de literatura infantil Los cuentos del Chiribitil. Su
obra se ha traducido a varias lenguas y entre sus títulos destacan:
Historia de un amor exagerado; La venganza de la trenza; Las
velas malditas; Uña de dragón; El club de los perfectos; La batalla
de los monstruos y las hadas; A la sombra de la inmensa cuchara;
Más chiquito que una arveja, más grande que una ballena; Emita
y Emota en… ¿Ahora quién me aúpa?; La guerra de los panes y
Clarita se volvió invisible.
· GRACIELA MONTES·

D OÑA C LEMENT I NA
Q UERI D I TA, LA AC H I CAD ORA

ILUST RAD O POR EULO GIA MERLE


PROVINCIA DE BUENOS AIRES

GOBERNADOR
Dn. Daniel Scioli

VICEGOBERNADOR
Lic. Juan Gabriel Mariotto

DIRECTORA GENERAL DE CULTURA Y EDUCACIÓN


Dra. Silvina Gvirtz

VICEPRESIDENTE 1° DEL CONSEJO GENERAL


DE CULTURA Y EDUCACIÓN
Prof. Daniel Lauría
EL GATO CON BOTAS

ESTE LIBRO PERTENECE A: abía una vez un molinero que, antes de morir,
llamó a sus tres hijos y les dejó todos sus bienes:
un molino, un asno y un gato. El reparto de la herencia se
hizo enseguida, sin llamar al notario ni al procurador, pues
probablemente se hubieran llevado todo el pobre patrimonio.
..................................................................................... El hijo mayor se quedó con el molino; el segundo, con el asno,
y al más pequeño sólo le correspondió el gato.

Selección de textos: María Elena Cuter y Cinthia Kuperman


Adaptación: María Elena Cuter
Cuidado de la edición y corrección: Martín Alzueta
Diseño gráfico: Malena Cascioli
Copyright: IIPE - UNESCO 2009 / EUDEBA 2012
Hecho el depósito que establece la Ley 11.723
Libro de edición argentina. Estos libros son distribuidos en forma gratuita en establec-
imientos públicos de la Provincia de Buenos Aires. Prohibida su venta.

Perrault, Charles
El gato con botas / Charles Perrault ; adaptado por María Elena Cuter;
ilustrado por Juan Bobillo. - 1a ed. - Buenos Aires: Eudeba; La Plata:
Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos
Aires. Programa Textos Escolares para Todos, 2012.
24 p. : il. ; 24x16 cm.
ISBN 978-950-23-1904-9

1. Literatura Infantil. I. Cuter, María Elena, adapt. II. Moscato, Diego,


ilus. III. Título.
CDD 863.928 2

Fecha de catalogación: 13/01/2012


5 | EL GATO CON BOTAS

El hijo menor no podía consolarse de haber recibido tan poca


cosa.

–Mis hermanos –decía– podrán ganarse la vida


honradamente juntándose los dos. En cambio yo, en
cuanto me haya comido el gato y me haya hecho un
manguito con su piel, me moriré de hambre.

El gato, que entendía estas palabras pero ponía cara de que no,
le dijo con aire serio y sosegado:

–No se aflija en absoluto, mi amo. No tiene más que darme


un saco y hacerme un par de botas para ir por los matorrales
y ya verá que su herencia no es tan poca cosa como usted
cree.

Aunque el amo del gato no puso muchas esperanzas en él, lo


había visto valerse de tantas tretas para cazar ratas y ratones,
como cuando se colgaba por sus patas traseras o se escondía en la
harina haciéndose el muerto, que no perdió totalmente la ilusión
de que lo socorriera en su miseria.
7 | EL GATO CON BOTAS

En cuanto el gato tuvo lo que había solicitado, se calzó


rápidamente las botas, se echó el saco al hombro, tomó los
cordones con sus patas delanteras y se dirigió hacia un coto de
caza en donde había muchos conejos. Puso salvado y hierbas
dentro del saco, se tendió en el suelo como si estuviese muerto,
y esperó que algún conejillo, poco conocedor de las trampas de
este mundo, viniera a meterse en el saco para comer lo que en él
había echado.

Apenas se recostó, tuvo la primera satisfacción; un distraído


conejito entró en el saco. El gato tiró enseguida de los cordones
para atraparlo y lo mató sin compasión.

El gato, muy orgulloso de su presa, se dirigió hacia el palacio del


rey y pidió a los guardias que lo dejaran entrar para hablar con él.
9 | EL GATO CON BOTAS

Lo hicieron pasar a los aposentos de Su Majestad y, después de


hacer una gran reverencia al rey, le dijo:

–Majestad, aquí tenéis un conejo de campo que el señor


Marqués de Carabás (que es el nombre que se le ocurrió
dar a su amo) me ha encargado ofreceros de su parte.
–Dile a tu amo –contestó el rey– que se lo agradezco, y que
me halaga en gran medida.

Tiempo más tarde, se escondió en un campo de trigo con el


saco abierto. En cuanto dos perdices entraron en él, tiró de los
cordones y las cazó. Enseguida fue a ofrecérselas al rey, tal como
había hecho con el conejo de campo.

Una vez más, el rey se sintió halagado al recibir las dos perdices.
Ordenó a sus criados que dieran al gato una propina y le sirvieran,
además, lo que deseara comer y beber.

Durante dos o tres meses el gato continuó llevando al rey las


piezas que cazaba. Siempre le decía que lo enviaba su amo, el
Marqués de Carabás.
11 | EL GATO CON BOTAS

Un día el gato se enteró que el rey iba a dar un paseo por la


orilla del río con su hija, la princesa más hermosa del mundo. Sin
perder un segundo, le dijo a su amo:

–Si sigue mi consejo podrá hacer fortuna. No tiene más


que bañarse en el río, en el lugar que yo le indique, y luego
déjeme hacer a mí. Pero recuerde que ahora es usted el
Marqués de Carabás; ya no es más el hijo de un pobre
molinero.

El Marqués de Carabás hizo lo que su gato le aconsejaba, sin


saber con qué fines lo hacía.

Mientras el joven se bañaba, pasó por allí el rey. Apenas lo vio, el


gato se puso a gritar con todas sus fuerzas.

–¡SOCORRO! ¡SOCORRO!
¡Se ahoga el Marqués de Carabás!

Al oír los gritos, el rey se asomó por la ventanilla de su carruaje


y, reconociendo al gato que tantas piezas de caza le había llevado,
ordenó a sus guardias que fueran enseguida en auxilio del
Marqués de Carabás. El rey quiso que subiera a la carroza y lo acompañara en su
paseo. A partir de ese momento, le ofreció mil muestras de
Mientras sacaban del río al pobre Marqués, el gato se acercó a la amistad al hijo del molinero. El hermoso traje que acababan de
carroza y le dijo al rey que unos ladrones se habían llevado la ropa darle realzaba su figura, pues el muchacho era guapo y de buena
de su amo a pesar de que él gritó con todas sus fuerzas pidiendo presencia. Incluso la hija del rey lo encontró muy de su agrado
ayuda. Pero la verdad era que el pícaro gato las había escondido y, en cuanto el Marqués de Carabás le dirigió dos o tres miradas
debajo de una enorme piedra. Al instante, el rey ordenó a los muy respetuosas y un poco tiernas, ella se enamoró locamente
encargados de su guardarropa que fueran a buscar uno de sus más de él.
hermosos trajes y vistieran con él al señor Marqués de Carabás.
13 | EL GATO CON BOTAS

El gato, encantado al ver que su plan empezaba a dar resultado,


se adelantó y, encontrando a unos campesinos que segaban un
campo, les dijo:

–¡Eh, oigan, buenas gentes, si no decís al rey que el campo


que estáis segando pertenece al señor Marqués de Carabás,
seréis hecho picadillo como carne de pastel!

Al pasar por allí, el rey no dejó de preguntar a los segadores de


quién era el campo que estaban segando.

–Estos campos pertenecen al señor Marqués de Carabás


–respondieron todos a la vez, pues la amenaza del gato los
había asustado.
–Tiene usted una muy hermosa heredad –le dijo el rey al
Marqués de Carabás.
–Como usted ve, Señor –respondió el Marqués– es un
prado que no deja de dar en abundancia todos los años.

Mientras tanto, el gato, que seguía yendo adelante, se encontró


con un grupo de cosechadores y les dijo:

–¡Eh, oigan, buenas gentes, si no decís al rey que todo este


trigo pertenece al señor Marqués de Carabás, seréis hecho
picadillo como carne de pastel!
15 | EL GATO CON BOTAS

Un momento después, pasó el rey y quiso saber a quién pertenecía


todo el trigo que veía.

–Todo el trigo pertenece al señor Marqués de Carabás


–respondieron todos a la vez, pues la amenaza del gato los
había asustado.

Y el rey se sentía cada vez más complacido con el Marqués.

Finalmente, el Gato con Botas llegó a un grandioso castillo. Su


dueño era un temible ogro, el más rico de todo el reino, ya que
todas las tierras por donde el rey había pasado le pertenecían.

El gato, que sabía quién era aquel ogro y qué cosas sabía hacer,
llamó a la puerta y pidió hablar con él para presentarle sus
respetos. El ogro lo recibió tan cortésmente como puede hacerlo
un ogro y lo invitó a descansar un rato.

–Me han asegurado –comentó el gato mientras recuperaba el


aliento– que tenéis la habilidad de convertiros en cualquier
clase de animal. Que podéis, si os place, transformaros en
león o en elefante.
–Es cierto –contestó el ogro bruscamente–. Y para
demostrarlo, me veréis convertido en un león.
17 | EL GATO CON BOTAS

El gato se asustó mucho de encontrarse de pronto


delante de un león y, con gran esfuerzo y dificultad,
pues sus botas no servían para andar por las tejas,
se trepó al alero del tejado.

Un rato después, en cuanto el gato comprobó que


el ogro había tomado otra vez su aspecto habitual,
bajó del tejado y le confesó que había pasado mucho
miedo.

–También me han asegurado –dijo el gato–


que sois capaz de convertiros en un animal
pequeño, como una rata o un ratón, aunque
debo confesaros que esto sí me parece del
todo imposible.
–¿Imposible? –replicó el ogro–. ¡Ya lo veréis!

Y mientras decía esto se transformó en un ratón


que se puso a correr por el suelo. El gato, en cuanto
lo vio, se arrojó sobre él y se lo comió.

Mientras tanto, el rey, al pasar ante el hermoso


castillo, quiso entrar en él. El gato, que había oído
el repiqueteo de la carroza al atravesar el puente
levadizo, corrió a su encuentro y saludó al rey con
una gran reverencia.
19 | EL GATO CON BOTAS

–Sea bienvenido Vuestra Majestad al castillo del señor


Marqués de Carabás.
–¡Pero bueno, señor Marqués! –exclamó el rey– . ¿Este
castillo también es vuestro? ¡Qué belleza de patio! Y los
edificios que lo rodean son también magníficos. ¿Pasamos
al interior?
21 | EL GATO CON BOTAS

El Marqués de Carabás tomó de la mano a la princesa y, siguiendo El Marqués, haciendo grandes reverencias, aceptó el honor que
al rey, entraron en un majestuoso salón, donde los esperaban unos le hacía el rey y, ese mismo día, se casó con la princesa.
exquisitos manjares que el ogro tenía preparados para obsequiar
a unos amigos suyos que habían de visitarlo ese mismo día. Pero El gato se convirtió en un gran señor y ya no corrió detrás de los
los amigos del ogro no creyeron conveniente acercarse al castillo ratones más que por diversión.
cuando se enteraron que el rey estaba allí.

El rey, encantado de las buenas cualidades del señor Marqués


de Carabás, lo mismo que su hija, que estaba loca por él, y FIN
contemplando los grandes bienes que poseía, le dijo, después de
beber cinco o seis copas.

–Solo depende de usted, señor Marqués, que sea mi


yerno.
Moraleja

Aunque gozar de una herencia


que del padre al hijo pasa
tiene para ese hijo
muchas y grandes ventajas,
a menudo sucede
que la maña y la habilidad
valen más para un muchacho
que los bienes que heredó.
EL GATO CON BOTAS...
es un cuento popular europeo que Charles Perrault incluye
por primera vez en sus Cuentos de mamá ganso publicados
en 1697. Aparece allí con el título de “El gato maestro”. Los
Hermanos Grimm, que también recopilaron cuentos populares,
decidieron no incluir este relato en su colección Cuentos para
niños y el hogar por considerarlo de origen francés.
· HERMANOS GRIMM·

H AN S EL Y G RE T EL
ILUST RAD O POR LEICIA GOT LIBOWSKI
PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Gobernador
Dn. Daniel Scioli

Vicegobernador
Lic. Gabriel Mariotto

Directora General de Cultura y Educación


Dra. Silvina Gvirtz

Vicepresidenta Segunda del Consejo General de Cultura y Educación


Prof. Jorgelina Fittipaldi

Subsecretario de Gestión Educativa


Lic. Leonardo Biondi

Subsecretaria de Educación
Mg. Claudia Bracchi

Directora Provincial de Educación Inicial


Prof. Adriana Corral

Directora Provincial de Educación Primaria


Lic. Romina Campopiano

Directora de Educación Especial


Prof. Marta Vogliotti
ESTE LIBRO PERTENECE A:

..............................................................................
PRÓLOGO
Los hermanos Jacobo y Guillermo Grimm nacieron y vivieron
en Alemania entre 1785 y 1860. Bibliotecarios y estudiosos del
folklore, escribieron también un diccionario y algunos estudios
sobre la lengua alemana, pero se hicieron famosos por una
colección muy popular que se conoce como Cuentos de hadas de
los hermanos Grimm.

Estos cuentos, que son más de 200, se difundieron y leyeron en


todo el mundo y en todos los idiomas. Por ejemplo,“Blancanieves”,
“La Cenicienta”, “La bella durmiente”, “La fuente de las hadas”
y “Juan sin miedo” son títulos que probablemente ustedes han
escuchado o alguna vez alguien les leyó.

Los chicos de todo el mundo disfrutaron estos cuentos por


generaciones y en todas las culturas, y por lo menos desde que
Walt Disney hace 80 años los llevó a las historietas y el cine,
se popularizaron en muchas disciplinas: el teatro, la ópera, la
pintura, la publicidad y la moda.

Los adultos que editamos este libro para vos, esperamos que esta
historia también te fascine.

MEMPO GIARDINELLI
HANSEL Y GRETEL

n el borde de un bosque inmenso, vivía un pobre leñador


con su mujer y sus dos hijos. El niño se llamaba Hansel y
la pequeña, Gretel. El padre trabajaba de la mañana a la
noche pero el dinero nunca alcanzaba. Apenas tenían con qué
matar el hambre y llegó un día en que el padre ni siquiera pudo
ganar lo suficiente para llevar a la casa un pedazo de pan.
6|

Una noche, afligido por sus pensamientos y dando vueltas en la


cama, suspiró y dijo a su mujer:

−¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo podemos alimentar a


los niños, si no tenemos siquiera un centavo?

−¿Sabes qué? −respondió la mujer−. Mañana, muy temprano,


los llevaremos al bosque, les encenderemos allí un fuego y,
dándole un pedacito de pan a cada uno, los dejaremos solos.
Como no podrán encontrar el camino de vuelta, quedaremos
libres de ellos.

−No, yo no haré tal cosa −replicó el hombre−. Mi corazón


no podrá soportar el remordimiento de abandonar a mis
hijos solos en el bosque; pronto vendrían las fieras y los
harían pedazos.

−Está bien −dijo ella−, entonces tendremos que morir de


hambre los cuatro. Dejándolos en el bosque es posible que
alguien se apiade de ellos y los recoja.

Y no lo dejó en paz hasta que accedió.

−¡Me da pena por los pobres niños! −dijo él en voz baja.


7 | hansel y gretel

Los pequeños escucharon lo que la madrastra había dicho al


padre. Gretel derramó amargas lágrimas y dijo a Hansel:

−Estamos perdidos.

−¡No tengas miedo! A mi lado nada te pasará −respondió


Hansel.

Y así, mientras los mayores dormían, Hansel se levantó, se


puso su chaqueta, abrió la puerta y salió sigilosamente. La luna
lucía muy clara y los guijarros que había delante de la casa
resplandecían como monedas.

Agachándose, recogió tantos como cabían en sus bolsillos. Al


regresar, dijo a Gretel:

−Ten confianza, hermanita, y duerme tranquila.

Y volvió a la cama.
8|

Al amanecer, antes de que subiera el sol, vino la mujer y despertó


a ambos niños.

−¡Arriba perezosos! −dijo−, iremos al bosque a buscar leña.

Y dando a cada uno un pedacito de pan, agregó:

−Aquí tienen algo para almorzar. Les advierto: no lo coman


antes de la hora del almuerzo porque más no recibirán.

Gretel guardó todo el pan bajo su delantal porque Hansel tenía


los bolsillos llenos de piedras. Enseguida todos se encaminaron
hacia el bosque.
9 | hansel y gretel

Mientras caminaban, Hansel se detenía para mirar hacia la casa


una y otra vez.

El padre le dijo:

−Hansel, ¿qué es lo que miras y por qué te quedas atrás?


Apura el paso.

−Ay, padre –respondió Hansel−, estoy mirando a mi gatito


blanco, que está sobre el tejado y quiere decirme adiós.

−Tonto −le dijo la mujer−, ese no es tu gatito sino el sol de


la mañana que ilumina la chimenea.

Sin embargo, Hansel no se había vuelto cada vez para mirar a


su gatito sino para echar en el camino los brillantes guijarros
que llevaba en los bolsillos.
10 |

Cuando llegaron a lo más profundo del bosque, dijo el padre:

−Ahora, hijos míos, recojan unas ramas. Encenderé una


hoguera para que no sientan frío.

Hansel y Gretel juntaron leña y formaron un montoncito.


Cuando lo encendieron y las llamas tuvieron cierta altura, habló
la mujer:

−Quédense junto al fuego mientras nosotros vamos por el


bosque a cortar leña. Cuando terminemos, regresaremos a
buscarlos.
11 | hansel y gretel

Hansel y Gretel se sentaron junto al fuego y cuando llegó


el mediodía comieron cada uno su pedacito de pan. Creían
escuchar los golpes del hacha de su padre. Pero no era el hacha
lo que sonaba, sino una gruesa rama que el viento agitaba contra
un árbol seco.
12 |

Después de estar largo tiempo sin moverse, como los ojos se les
cerraban de cansancio, se durmieron profundamente. Cuando
se despertaron, ya era entrada la noche.

−¿Cómo vamos a salir ahora de este bosque? −dijo Gretel,


echándose a llorar.

−Espera hasta que salga la luna, ya encontraremos entonces


el camino −la consoló su hermano.

Y cuando salió la luna llena, Hansel tomó a la pequeña de


la mano y siguió el camino marcado por los guijarros, que
resplandecían a la luz de la luna como monedas recién acuñadas,
mostrándoles el camino.
13 | hansel y gretel

Caminaron durante toda la noche y al amanecer llegaron a la


casa de su padre.

La mujer dijo:

−¡Malcriados! ¿Cómo pudieron dormir tanto tiempo?


Creímos que nunca más iban a volver.

El padre, al verlos, sintió verdadera alegría, pues su corazón le


pesaba por haberlos abandonado.
14 |

Poco después, volvió a reinar la miseria en todas partes. Una


noche, los niños escucharon cómo la mujer hablaba nuevamente
con el padre.

−Ya no tenemos qué comer; sólo nos queda la mitad


de un pan. ¡Tenemos que librarnos de los niños! Los
conduciremos aún más adentro del bosque para que no
puedan encontrar de nuevo la salida. De otro modo, no
habrá salvación para nosotros.

Al hombre se le contrajo el corazón y pensó: “Mejor sería repartir


el último bocado con tus hijos.” Pero la mujer no quiso oír
ninguna de sus razones. Por el contrario, riñéndole y haciéndole
reproches, le dijo que debía ser consecuente y que, puesto que
había cedido la primera vez, tenía que ceder la segunda.
15 | hansel y gretel

Los niños, que habían permanecido despiertos, escucharon esta


conversación.

Cuando los padres dormían, Hansel se levantó y quiso salir


a recoger guijarros como la vez anterior, pero la mujer había
cerrado la puerta con llave y no pudo hacerlo.

Afligido, volvió a la cama y consoló a su hermanita:

−No llores, Gretel −le dijo−, y duerme tranquila.


16 |

Por la mañana temprano, la mujer sacó a los niños de la cama


y les dio sus pedacitos de pan, que esta vez eran aún más
pequeños.

En el camino hacia el bosque, Hansel desmenuzó el suyo dentro


de su bolsillo y de vez en cuando se detuvo para echar migas al
suelo.

−¿Por qué te detienes y vuelves la cabeza? −le preguntó el


padre−. Sigue tu camino.

−Miro mi palomita que está en el techo y quiere decirme


adiós −contestó Hansel.

−Tonto −le dijo la mujer−, esa no es tu palomita sino el sol


de la mañana que ilumina la chimenea.

Sin embargo, Hansel logró echar todas las migas en el camino


antes de llegar hasta lo más profundo del bosque.
17 | hansel y gretel

Nuevamente, la mujer encendió una fogata y dijo:

−Quédense aquí y, si tienen sueño, pueden dormir un poco.


Nosotros iremos a cortar leña. Por la tarde, vendremos a
buscarlos.

Cuando llegó el mediodía, Gretel repartió su pan con Hansel,


que había esparcido el suyo por el camino.

Pasó la tarde... Cayó la noche y nadie vino a buscarlos. Hansel


volvió a consolar a su pequeña hermana:

−Espera, Gretel –le dijo−, a que salga la luna; entonces


veremos las migas de pan y ellas nos mostrarán el camino
hacia casa.
18 |

Al salir la luna se pusieron en marcha. Buscaron las migas, mas


no hallaron ninguna pues las bandadas de pájaros se las habían
comido.

−Ya encontraremos el camino −dijo Hansel.

Pero no lo encontraron. Caminaron toda la noche y aún todo


el día siguiente sin poder salir del bosque. Al caer el sol del
segundo día, estaban tan cansados y hambrientos que se echaron
bajo un árbol y se durmieron.
19 | hansel y gretel

A la tercera mañana el bosque se fue haciendo cada vez más


espeso. Los niños sentían que estaban muy cerca de la muerte.

Hacia el mediodía, vieron un hermoso pajarito, blanco como la


nieve, posado en una rama. Cantaba tan melodiosamente que
se pararon a escucharlo.

Cuando el pájaro terminó su trino, agitó las alas y voló hacia


ellos; siguiéndole, llegaron a una casita.

El pajarito se posó en el techo y cuando ellos se aproximaron,


vieron que la casita estaba construida con galletitas y que su techo
era de tarta. Las ventanas eran de resplandeciente caramelo.
20 |

Hansel extendió la mano y quebró un trocito del techo y Gretel,


acercándose a los cristales, dio un mordisco. Entonces, se oyó
una débil voz desde el interior:

−¿Quién roe mi casita


como una ardillita?

Los niños respondieron:

−La brisa, la brisa,


que del cielo es la hija.
21 | hansel y gretel

Y siguieron comiendo sin inquietarse. Hansel, a quien el techo


le había gustado mucho, desprendió un gran pedazo, y Gretel,
que había sacado todo un panel redondo de la ventana, se sentó
y dio buena cuenta de él.
22 |

De pronto, se abrió la puerta y una mujer vieja como el tiempo,


apoyándose en una muleta, salió lenta y penosamente.

Hansel y Gretel tuvieron tal susto que dejaron caer lo que tenían
en las manos.
23 | hansel y gretel

La anciana meneó dulcemente la cabeza y dijo:

−¡Uy, queridos niños! ¿Quién los ha traído hasta aquí?


Entren sin cuidado y quédense en mi casa, aquí estarán
a salvo.

Tomó a los dos de las manos y los introdujo en la casita, donde


les sirvió leche y pastelitos con azúcar, manzanas y nueces.

Después de comer, al encontrar preparadas dos cómodas camitas,


Hansel y Gretel se echaron en ellas, creyendo estar en el cielo.
24 |

Sin embargo, la bondad de la vieja era fingida. Era, en realidad,


una malvada bruja que tendía emboscadas a los niños y había
construido la maravillosa casa con el único objeto de atraerlos.
Cuando se apoderaba de alguno, lo cocinaba y después se lo
comía, celebrando como un día de fiesta.
25 | hansel y gretel

Las brujas tienen los ojos rojos y son cortas de vista pero, como
los animales del bosque, tienen buen olfato. Cuando Hansel
y Gretel se aproximaron a la casita, la vieja olió su bocado y
riéndose socarronamente, pensó: “Ya están en mis manos; no
podrán escaparse”.

Muy temprano por la mañana se levantó y al ver que los niños


dormían plácidamente con sus rosadas mejillas redondas,
murmuró: “¡Qué rico bocado será éste!”

Entonces tomó a Hansel con su huesuda mano y, llevándoselo


a un pequeño corral, lo encerró tras una puerta de reja.

Por mucho que el pequeño gritó, no le sirvió de nada.


26 |

Después, fue a despertar a Gretel, y sacudiéndola, gritó:

−¡Levántate, perezosa! Busca agua y cocina algo rico para


tu hermano. Está en el corral y debe engordar. Cuando
esté bien gordo me lo comeré.

Gretel se puso a llorar amargamente, pero tuvo que hacer lo


que la malvada bruja le exigía.

A partir de entonces, se preparaban los mejores platos para


Hansel mientras Gretel sólo recibía las sobras.
27 | hansel y gretel

Cada mañana, la vieja iba al corral y llamaba:

−Hansel, muéstrame tu dedito, quiero comprobar si estás


gordito.

Hansel le pasaba un huesecillo de pollo a través de la reja y la


vieja, con sus ojos opacos, incapaz de distinguirlo, creía que era el
dedo de Hansel y se asombraba de que el niño no engordara.
28 |

Después de cuatro semanas, como Hansel continuaba flaco,


presa ya de impaciencia, la bruja no quiso esperar más.

−¡Eh, Gretel! −llamó−. Rápido, trae agua. Gordo o flaco,


mañana cocinaré a Hansel y me lo devoraré.

¡Ah, cuánto se lamentó la pobre hermanita y cómo corrían las


lágrimas por sus mejillas!

−Ahorra tantos lloriqueos −la increpó la vieja−; ya he


encendido el fuego del horno. Primero vamos a hacer el
pan que ya tengo la masa lista.

Y empujando a la pobre Gretel hacia el horno, agregó:

−Métete dentro y mira si está lo bastante caliente.


29 | hansel y gretel

Apenas estuviera adentro, la malvada bruja cerraría el horno


para que Gretel se asara y entonces se la comería a ella también.
Por fortuna, la niña advirtió sus intenciones y dijo:

−No sé cómo hacerlo ¿Cómo podría entrar allí?

−¡Niña tonta! −exclamó la vieja−. La abertura es bastante


grande. Mira, hasta yo misma podría entrar.

Y, aproximándose, metió su cabeza dentro de la boca del horno.

Entonces, Gretel, dándole un empujón, la lanzó muy al fondo,


cerró la puerta de hierro, echó el pestillo y se alejó corriendo.
30 |

La niña corrió en busca de su hermano y, abriendo el corral,


exclamó:

−¡Hansel, estamos salvados! ¡La vieja bruja ha muerto!

El pequeño salió de un salto como un pájaro al que se le abre


la jaula.

¡De qué manera se alegraron! ¡Y cómo se abrazaron!


31 | hansel y gretel

Y puesto que ya nada tenían que temer, entraron en la casa


de la bruja y hallaron en todos los rincones cofres llenos de
perlas y piedras preciosas. Hansel metió en sus bolsillos todo
lo que cabía.

−Yo también quiero llevar algo a casa −dijo Gretel, y


formando con su delantal una bolsa, la llenó.

−Ahora marchémonos de aquí −propuso Hansel−, salgamos


de este bosque embrujado.
32 |

Después de caminar unas horas, el bosque fue pareciéndoles


cada vez más conocido, hasta que al fin, desde lejos, divisaron la
casa paterna. Entonces, echaron a correr y saltaron a los brazos
de su padre.

El hombre no había vivido ni una hora de alegría desde el


instante en que dejara a sus hijos en el bosque. Entre tanto, la
mujer había muerto.

Gretel sacudió su delantal, de modo que las perlas y las piedras


preciosas saltaron por toda la habitación, y Hansel, sacando de
su bolsillo un puñado tras otro, añadía más al tesoro.

Así concluyeron sus preocupaciones y todos vivieron juntos y


felices para siempre.
· HERMANOS GRIMM·

H AN S EL Y G RE T EL
ILUST RAD O POR LEICIA GOT LIBOWSKI

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