La Importancia de La Cultura Política en El Análisis de Sistemas Políticos

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La importancia de la cultura política en

el análisis de sistemas políticos

The Importance of Political Culture in the


Analysis of Political Systems

Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo*

*
Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Heidelberg, Alemania. Profesor
investigador y Decano de Ciencias Sociales en la Universidad Popular Autóno-
ma del Estado de Puebla (upaep).
Contacto: [email protected].

Estancias. Revista de Investigación en Derecho y Ciencias Sociales, año 1, núm. 1, enero-junio 2021, pp. 99-113. 99
Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo

Resumen
La cultura política es el conjunto de las características de la personalidad po-
líticamente relevantes. Se trata de un elemento fundamental para entender por
qué un sistema político concreto funciona de cierta manera y no de otra. La
congruencia entre la cultura y las estructuras políticas es un elemento de estu-
dio importante, ya que permite ver en qué grado las actitudes y valores de la
población apoyan a las instituciones, lo que redunda en el fortalecimiento de
la legitimidad y la estabilidad del sistema. De aquí la pertinencia de acercarse
al estudio y la comparación de los sistemas políticos a través del estudio de la
cultura política. El texto analiza el concepto central de este trabajo, sus límites,
origen y creciente complejidad.
Palabras clave: Cultura política, sistema político, actitudes, valores, contexto.

Abstract
Political culture is defined as the set of relevant traits of political personality. It
is thus a central element for understanding why a determinate political system
works the way it does and not otherwise. The consistency between political
culture and society’s political structures is an important element, because it
enables us to measure the extent to which a population’s values and attitudes
support the institutional framework, which in turn strengthens the system’s le-
gitimacy and stability. From all these elements it follows the pertinency of
studying and comparing political systems through the analysis of political cul-
ture. This work analyses the notion of political culture, its limits, origins, and
growing complexity.
Keywords: Political culture, political system, attitudes, values, context.

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La importancia de la cultura política en el análisis de sistemas políticos

Introducción

Por regla general, el concepto “cultura” tiene una connotación positiva


y normativa, es decir, que es bueno tenerlo y que vale la pena luchar
por ello, por lo que la gente suele darle un significado que tiene que ver
con “tener algo”. Pero también ocurre que muchas veces al escuchar el
término “cultura política” podríamos tener la idea de que estamos aso-
ciando un término percibido generalmente como positivo (“cultura”),
con uno que no goza precisamente de buena fama (“política”). Incluso
podríamos pensar en que dicho concepto se refiere a una convivencia
decente de los actores políticos entre sí, pues aquel que tiene cultura,
se comporta por lo tanto decentemente, o por lo menos así lo asumi-
mos. Entonces, hay que poseer cultura política, por lo que no tenerla es
negativo. En esta percepción de las cosas ocupan un lugar importante
las reglas formales e informales de convivencia, esas que prescriben lo
que se permite y lo que se prohíbe. Así que, en este sentido coloquial,
podríamos definir a la cultura política como “un sistema de reglas del
que depende lo que ‘uno’, dentro de un cuerpo social, políticamente
pueda hacer, decir y pensar sin tener por ello que temer sanciones so-
ciales” (Schwemm, 2003: 34). Esta concepción de la cultura política
puede ser comprensible y útil para la política cotidiana o para la pláti-
ca de sobremesa, pero para nuestros fines académicos es notoriamente
insuficiente.
Es por eso que, en este trabajo, habremos de analizar en primer lugar
qué significa el término “cultura política”, para después poder relacio-
narlo con el estudio de los sistemas políticos. Es decir, tenemos que
ir más allá de la comprensión cotidiana para pasar a una explicación
científica del papel de la cultura política. Por lo tanto, nuestro objetivo
central es esgrimir argumentos que nos ayuden a subrayar la necesidad
de estudiar esta variable para tener una idea más acabada del funciona-
miento de los sistemas políticos.

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Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo

La cultura política

Para comenzar, podemos equipar a la cultura política con la aprecia-


ción que las personas tienen acerca de las instituciones, los actores, los
procesos, los fenómenos y los acontecimientos del ámbito de la políti-
ca; es decir, es la percepción que tienen las personas acerca de la reali-
dad, no la realidad en sí. Es por eso que la interpretación de esta forma
de ver las cosas requiere de la intervención de los expertos (Nohlen,
2012).
El concepto “cultura política”, como tantos otros en la politología,
es, por su significado, muy controvertido; además, como acabamos de
ver, en la vida diaria se puede percibir como un fenómeno cargado
positivamente de ciertos valores: tiene que ver con buenas costumbres
y con formas adecuadas de comportamiento político. Para tratar de
entender mejor este concepto y hacerlo más útil para nuestros fines
de análisis, debemos primero preguntarnos cuál es su origen. Cuando
Gabriel A. Almond (1911-2002) realizaba sus observaciones compara-
tivas de los sistemas políticos, se encontró con el concepto de “cultura”
e introdujo, en 1956, el término Political Culture. Con éste no se re-
fería, al contrario del concepto cotidiano, a las formas de convivencia
de nuestros representantes populares, sino que escribió lo siguiente:
“Cada sistema político está inmerso en un patrón determinado de orien-
tación para la acción política. Encontré que sería útil denominar a este
fenómeno ‘cultura política’” (citado en Hansen, 2000: 373). Como se
puede ver, a diferencia del concepto cotidiano de “cultura política”, el
concepto de Almond debe entenderse de manera empírico-analítica y,
por ello, libre de valores. Esto se entiende entonces lejos de la com-
prensión cotidiana del término, que frecuentemente lo asocia con un
“buen” estilo de hacer política (Greiffenhagen, 2013).
A través de encuestas representativas, Almond intentó reflejar la
cultura política de la población. Pero los resultados no deben ser con-
fundidos con la realidad, pues se trata solamente de las percepciones
y expresiones de los encuestados, que requieren por lo tanto de una
interpretación especializada. Muy significativo para el desarrollo teó-
rico del término fue el libro The Civic Culture: Political Attitudes and

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Democracy in Five Nations, publicado en 1963 por Gabriel A. Almond


y Sidney Verba (1932-2019), que es el resultado de una investigación
empírica en cinco países (Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, Italia y
México). A partir del estudio de los diferentes componentes de las acti-
tudes, que se pueden diferenciar en afectivos, cognitivos y evaluativos,
hacia el sistema político en general y con sus elementos tanto políticos
como administrativos, llegaron a la conclusión de que existen tres tipos
de cultura política (Almond y Verba, 1963: 344):

1. Cultura política parroquial, caracterizada por una elevada despo-


litización, un bajo nivel de información y un marcado orgullo de
su sistema político, si bien acompañadas de una insatisfacción con
la política cotidiana y sus resultados; es “parroquial” debido a que la
población sólo percibe su entorno inmediato —como corresponde-
ría a ver la torre de la iglesia en un pueblo pequeño y aislado—, y
por lo tanto desarrolla opiniones positivas acerca del sistema com-
pleto. Es propia de sistemas políticos con bajo nivel de desarrollo
democrático.
2. Cultura política de súbdito: los ciudadanos están conscientes del go-
bierno central y se encuentran sujetos a sus decisiones con escaso
margen para oponerse. Las personas son conscientes también de la
política y de los actores individuales y colectivos. Las personas se
encuentran orientadas afectivamente hacia la política, pero más del
lado de los procesos administrativos que de los políticos. Es propia
de estructuras autoritarias centralizadas.
3. La cultura política participante es propia de sociedades cuyos ciu-
dadanos tienen la capacidad de ejercer influencia en su gobierno
de distintas formas. Las personas están orientadas hacia el sistema
político como un todo, es decir, tomando en cuenta tanto a las es-
tructuras como también a los procesos políticos y administrativos.
Se supone que este tipo caracteriza a las sociedades democráticas.

Hay que hacer la aclaración de que estos tipos no se encuentran en una


forma “químicamente pura”, sino que en cada caso encontramos una mez-
cla diferente de estos tipos ideales.

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Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo

Berg-Schlosser (2006: 317 y ss.) define a la cultura política como la


dimensión subjetiva de los fundamentos sociales del sistema político.1
Esto se refiere a las bases de la conciencia y a las formas de compor-
tamiento y de pensamiento, ya sean “típicas”, verdaderas y supuestas,
que encontramos en la sociedad. Por lo tanto, la cultura política abarca
todas las características individuales de la personalidad políticamente
relevantes, es decir, las predisposiciones latentes para la acción política,
que se encuentran ancladas en actitudes y valores, en sus modalidades
simbólicas y en la conducta política concreta.
Estas predisposiciones para la actividad política se pueden clasificar
en opiniones (beliefs), actitudes (attitudes) y valores (values). Estos úl-
timos son los más intensivos y consistentes, mientras que las opiniones,
por el contrario, son las predisposiciones más superficiales y cambian-
tes. Desde los años 60 del siglo xx, la cultura política se convirtió en un
fenómeno importantísimo para la ciencia política comparada, buscando
establecer relaciones entre las microestructuras (personas y grupos) y
las macroestructuras (Estado y sistema político) de la sociedad. Almond
y Verba entendieron la cultura política como el resultado de la distribu-
ción de los conocimientos individuales existentes en una sociedad: la
dimensión cognitiva, la afectiva y la evaluativa, frente al sistema políti-
co respectivo. Esto significa que la cultura política se refiere a la totali-
dad de las actitudes políticas.
Existen tres factores esenciales que marcan la comprensión de la
cultura política: en primer lugar, la socialización política en la familia,
en la escuela y en los diferentes grupos sociales; en segundo lugar, los
intereses económicos concretos de cada persona en la estructura de la
división del trabajo en la sociedad; y, finalmente, la influencia de expe-
riencias colectivas como guerras, revoluciones, crisis políticas, etcétera,
que incluso pueden dejar su huella durante generaciones enteras en ma-
teria de actitudes y conductas.
La conciencia y las orientaciones políticas de una población no se
encuentran siempre en concordancia con las instituciones políticas de
un sistema, sino que pueden incluso contraponerse. Para un sistema

1
Si no indicamos otra cosa, seguimos ahora a este autor.

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político es importante que haya cierta correspondencia entre las estruc-


turas políticas y la orientación política, es decir, debe haber una congru-
encia entre estructura y cultura. Si las actitudes y valores no apoyan a
las instituciones, el sistema puede entrar en una crisis de legitimidad y
estabilidad. Esta es la razón por la que los estudios de cultura política se
preguntan por el grado de apoyo político para el sistema. Pero no sola-
mente hay que analizar la pareja “estructura-cultura”, sino también los
niveles micro y macro: la relación de la persona individual (micro) con
el sistema político (macro) no es solamente en un sentido de ida, sino
de ida y vuelta: la relación entre ambos niveles es circular, pues pode-
mos medir, por ejemplo, hasta qué punto la persona individual apoya al
sistema y cómo este influye a su vez en aquella (Greiffenhagen, 2013).
Llegados a este punto, es necesario afirmar que la cultura política no
sólo abarca conocimientos, opiniones y valores, sino también una am-
plia paleta, no siempre fácil de entender, de sueños y actitudes, objetivos
y deseos. Esto es lo que Krotz (2002: 53) llamó “la dimensión utópica
de la cultura política”. Los componentes de la cultura política pueden
observarse más de cerca de acuerdo a sus formas de orientarse para la
acción. El llamado “esquema agil” facilita la comprensión panorámica
de los diferentes aspectos de la cultura política en sus interrelaciones
(Berg-Schlosser, 2006: 318). En ello podemos distinguir cuatro siste-
mas: a) el sistema de la comunidad social; b) el sistema sociocultural; c)
el sistema económico; y d) el sistema político.
Expliquemos estos cuatro sistemas. El primero de ellos conforma el
marco exterior del objeto investigado. En el nivel de la cultura política,
esto se refleja en formas de expresión de identidad social y nacional; en
el nivel macro, en la forma de determinados rituales y símbolos tales
como aniversarios y conmemoraciones, banderas y pendones, himnos y
marchas, etcétera. Dentro de las comunidades políticas podemos cons-
tatar la existencia de un nivel considerable de diferenciación horizontal
y vertical de distintas magnitudes, que pueden ser de naturaleza cultu-
ral, social, confesional y política o que se pueden reflejar en desigualda-
des socioeconómicas.
En cuanto al sistema sociocultural, en él se encuentran los valores
fundamentales de la sociedad, los que constituyen sus contenidos sig-
nificativo interno e interiorizados, así como sus interpretaciones. Estos

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Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo

contenidos se encuentran muchas veces vinculados con ideas religiosas


y en el discurso filosófico, científico y artístico. Los valores fundamen-
tales y su interpretación conforman la base de legitimación del sistema
político.
El sistema económico, por su parte, contiene los fundamentos mate-
riales y las formas de organización económica de la sociedad. El aspec-
to cultural se encuentra aquí, por ejemplo, en las actitudes, percepciones
y formas de conducta en la vida económica, como, por ejemplo, en la
ética laboral. Desde un punto de vista de la cultura política, existe una
conexión entre las expectativas económicas y las satisfacciones mate-
riales, por un lado, y las pretensiones y demandas concretas frente al
sistema político, por el otro lado.
En lo que atañe al sistema político, hay que expresar que el núcleo
de la cultura política se relaciona con el sistema político respectivo. En
este ámbito encontramos, por ejemplo, las reglas del juego para la reso-
lución de conflictos, relaciones políticas de autoridad y distintas formas
de participación. Estos elementos sen de esencial importancia para la
sobrevivencia del sistema en su conjunto.
Después de esta exposición podemos establecer que la cultura
política y las experiencias y tradiciones histórico-políticas de un país
—por ejemplo, el desarrollo predemocrático y el desarrollo político,
la forma de Estado— ejercen una marcada influencia tanto en las ac-
titudes hacia los diferentes campos de la política como también en la
forma en que la política material del Estado correspondiente se lleva a
cabo. No todos los países prefieren las mismas medidas políticas, cada
uno tiene su especial historia política y ciertas costumbres políticas,
actitudes, ideas y objetivos. Si, por ejemplo, observamos el caso de
las políticas públicas en materia de cultura, podemos darnos cuenta
de que Gran Bretaña y Francia se caracterizan por una política muy
centralizada, mientras que Suiza y Alemania, al contrario, son ejem-
plos clásicos de una actividad cultural organizada de manera federal,
esto es, con mayor peso en el ámbito estadual (y municipal). Esto se
debe en gran medida a la historia de cada uno de estos países, por lo
que estos elementos históricos se encuentran en mayor o menor medi-
da anclados en la conciencia de la población. Austria, que al igual que
Suiza y Alemania es un Estado federal, en materia de política cultural

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La importancia de la cultura política en el análisis de sistemas políticos

acusa un marcado sobrepeso del ámbito federal, lo que ha llevado a


Peter Häberle (2002: 115) a hablar de Austria como Estado federal
centralizado. Esto puede deberse a la tradición histórica y cultural de
“gran potencia” de la monarquía austriaca, según supone Pernthaler
(1988: 15). La existencia en México, por ejemplo, de muchas insti-
tuciones con el adjetivo “nacional” en vez de “federal” y con carac-
terísticas de marcada centralización en la toma de decisiones y en la
definición de su sede (casi siempre en la capital del país), también
puede explicarse por medio de la cultura política, de sus tradiciones
históricas, de sus contingencias socio-políticas y de su tipo de régimen
a través de su historia (Sánchez de la Barquera, 2015).
La cultura política y las condiciones histórico-políticas de una na-
ción ejercen influencia también en el significado atribuido a la forma
de Estado (federalismo o unitarismo) y en los correspondientes cam-
pos de la política (política ambiental, política hacendaria, política de
defensa, etcétera) y sus objetivos. A esto se debe, por ejemplo, que en
Suiza, los valores del federalismo en la vida cultural sean defendidos
con gran decisión, por lo que los cantones tienen en este sentido amplias
competencias. Su diversidad cultural legitima y fundamenta su federa-
lismo e impregna su identidad cultural. Lo que importa en este país es
la conservación de esta diversidad, en lugar de una unidad cultural que,
por el contrario, podría ser el objetivo de otros países. En este marco
de diversidad y convivencia de varios idiomas, la libertad artística, por
mencionar un ejemplo, se interpreta de otra forma que en Estados en
los que se anhela la unidad cultural, en algunos de los cuales incluso se
aprovecha la cultura, especialmente el arte, para el enaltecimiento de los
gobernantes. Un ejemplo más, pero diferente a los anteriores, es el de
Estados Unidos, igualmente un país federal: aquí la vida cultural no es
tan dependiente de la ayuda gubernamental, pues la promoción privada
goza en este país de mayor confianza entre la población y de larga y
probada solidez (Sánchez de la Barquera, 2011).
Los ejemplos anteriores proceden de países que son similares en su
forma de Estado, pero diferentes en la visión de uno de los campos de
la política, en este caso la política cultural. Esto puede ocurrir también
en otros campos de la política, pero sólo hemos tomado este ejemplo
como ilustración.

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Es por eso imprescindible, si queremos estudiar determinado siste-


ma político, no solamente tomar en cuenta las instituciones, las reglas
y las leyes (dimensión de la polity), los procesos políticos (politics) y
los resultados materiales de la política (policy), sino también la cultura
política del país, puesto que esta puede ser el factor más importante para
la comprensión del sistema político en su totalidad y de la fuerza y soli-
dez de sus instituciones (Ortiz, 2006). La cultura política es un elemen-
to esencial del contexto y es tan importante, que podemos afirmar con
Nohlen, que estamos ante la que es quizá la variable más importante para
el desarrollo de la democracia en América Latina (Noheln, 2008: 82-83).

La cultura política y el sistema político

El concepto de “sistema político” designa a la totalidad de las institucio-


nes, actores, normas y procedimientos tanto estatales como no estata-
les, que toman parte, dentro de un marco de acción predeterminado, en
los procesos políticos, particularmente de la formulación y aplicación
de políticas (Pilz, 1995). Esto significa que con este término estamos
hablando de la totalidad de las instituciones y reglas, de los procesos
políticos y de los contenidos de las decisiones políticas, de acuerdo a
un concepto amplio de política. A partir del concepto de “sistema”, em-
pleado primero por Parsons (1951) en las ciencias sociales y después
por Easton (1953 y 1965) en la ciencia política, podemos definir al sis-
tema político en el nivel estatal-nacional, como la totalidad estructu-
ral, interdependiente y dinámica, de las instituciones, organizaciones y
agrupaciones políticas, de los valores y objetivos, así como de las reglas
y los caminos de los procedimientos políticos.
Por lo tanto, el estudio del sistema político de una nación tiene que
abarcar las instituciones estatales y las que están fuera de esta esfera,
los actores, normas y procedimientos que toman parte en los procesos
políticos dentro de un marco de acción determinado. Los límites entre
este sistema político y su “medio ambiente” son difíciles de trazar.
Cuando se estudian de manera comparativa dos o más sistemas polí-
ticos, es importante alejarse de la concepción de “cultura política” que

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señalábamos al inicio del artículo, es decir, de un concepto cargado de


valor. Esto quiere decir que un concepto normativo aplicado a la com-
paración de los sistemas políticos puede atribuir a uno de ellos más cul-
tura política que al otro, o podría afirmarse que uno de ellos posee una
cultura política superior. Es por eso que es mejor emplear un concepto
valorativamente neutral, por lo que la cultura política es la apreciación
de las personas manifiestan acerca de instituciones, actores, procesos o
acontecimientos políticos. Se trata, por lo tanto, no de la realidad como
tal, sino de la manera en que las personas perciben esa realidad. Esto
nos lleva a resultados representativos y, si los datos son correctamente
recolectados, se pueden calcular, comparar, analizar e interpretar por
expertos (Nohlen, 2012).
Así, si entendemos a la cultura política como un fenómeno no co-
yuntural y que además está socialmente enraizado, su análisis permite
una comprensión fundamental del mundo político, pues nos coloca en
la posición de entender la forma en que se percibe, interpreta y juzga
la política. Al estudiar la cultura política, estaremos en condiciones de
entender qué clase de tensiones existen en una sociedad, por qué las
instituciones funcionan como funcionan y cuáles son las razones que
provocan que los procesos políticos se desarrollan de tal o cual manera.
Por último, al acercarnos a la cultura política entenderemos cómo y por
qué los países reaccionan de una manera y no de otra, lo que puede ayu-
darnos a desarrollar tipificaciones, algo esencial en las ciencias sociales
(Nohlen, 2012).
El estudio de la cultura política de una población en un sistema po-
lítico determinado se centra en la distribución y contenido de las orien-
taciones políticas de dicha población frente a esta suma de todas las
instituciones políticas, es decir, cómo son las opiniones, actitudes y va-
lores incluso en campos donde no parecerían ser políticos: actitudes
frente al trabajo, al tiempo libre, la religión, formas y metas de la edu-
cación (Greiffenhagen, 2013).
Un elemento que puede dificultar el estudio comparado de los sis-
temas políticos es que, si ambos pertenecen a círculos culturales dife-
rentes, lo que cada pueblo entienda por ciertos términos puede ser muy
distinto. Así, por ejemplo, no pertenece a las costumbres ni a las tradi-
ciones alemanas el tener instituciones con el adjetivo “nacional”, ade-

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más de que, en todo caso, se prefiere el adjetivo “federal”, en tanto que


en México o Venezuela sí encontramos muchas instituciones “nacio-
nales”, casi todas ellas, curiosamente, instaladas en la capital del país.
Y Austria, si bien es un Estado federal con fuerte centralización en el
ámbito federal, distribuye muchas de sus instituciones a lo largo de todo
el territorio, al igual que ocure en Brasil. Todo ello, como ya vimos, tie-
ne que ver con las condiciones socio-culturales y con las contingencias
históricas de cada nación.
Para terminar, queremos hacer énfasis en los problemas y procesos
de integración que, con diferentes formas y magnitudes, representan un
desafío para la cultura política de muchos países, pues no en todos ellos
se dispone de símbolos de identidad nacional que sean aceptados por
todos los ciudadanos sin más. Es por eso imprescindible, si deseamos
estudiar un sistema político o comparar dos o más sistemas, no sola-
mente fijar nuestra atención en las instituciones, reglas y leyes, procesos
procesos y resultados concretos de la política, sino también considerar
la cultura política, pues si bien las instituciones son importantes, la cul-
tura política puede ser aún más significativa para poder entender la
totalidad del sistema (Ortiz, 2006). La cultura política es parte esencial
del contexto del sistema estudiado, pues nos habla, por ejemplo, acerca
de los mecanismos para la resolución de conflictos, de la influencia de
las condiciones de vida en diversos aspectos de las costumbres políti-
cas, del peso que puedan tener las nociones patrimonialistas de la vida
política, de qué tanto justifique la población conductas indebidas en sus
políticos o qué tanto conozca, aprecie y defienda la gente los valores
propios de la democracia (Sánchez de la Barquera 2015).
Tal como lo señalan Martin y Sylvia Greiffenhagen (2013), la in-
vestigación empírica acerca de la cultura política ha continuado desa-
rrollándose desde los tiempos de Almond y Verba. Es verdad que se
ha mantenido de alguna manera la hipótesis central de la necesidad de
una cierta congruencia entre estructura y cultura para posibilitar la le-
gitimidad y la estabilidad de los sistemas políticos, sin embargo, se ha
reducido la capacidad de explicación a partir del concepto de cultura
política. Ya no se coloca en el centro de las consideraciones solamente
la disponibilidad de las personas para apoyar al sistema, sino que ahora
se acentúa la posibilidad y utilidad de una lealtad crítica del ciudadano,

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particularmente en una democracia, frente a las instituciones políticas,


por lo que el concepto ha ganado complejidad y profundidad frente a lo
que fueron sus orígenes, hace ya sesenta años.

Conclusiones

En el estudio y la comparación de los sistemas políticos, es imprescin-


dible abordar el tema de la cultura política correspondiente para po-
der explicarnos en gran medida por qué las instituciones y los procesos
políticos funcionan como funcionan, dado que las personas de diferen-
tes ámbitos culturales y políticos generalmente muestran diferentes for-
mas de comprender expresiones verbales, procesos políticos, incluso
preguntas en torno a determinados fenómenos políticos. Es por eso que,
aunque las instituciones políticas sean determinantes para el análisis y
la comparación de los sistemas políticos, las variables contextuales pue-
den llegar a ser aún más importantes, jugando los factores de la cultura
política un papel fundamental para ello.
Los estudios de cultura política han cobrado mucha importancia en
las décadas recientes, particularmente en el ámbito del estudio de la de-
mocracia, de la creciente virulencia de los grupos participantes en con-
flictos en diversas partes del mundo y en el análisis de la composición
cada vez más multicultural en los países occidentales (Berg-Schlosser,
2006). En los últimos años, el avance de las posturas nacionalistas y
populistas de diferentes tendencias y en muchos países del mundo tam-
bién nos hacen considerar la trascendencia de acercarnos, por medio
del estudio de la cultura política, a estos fenómenos sociales y políticos,
para que a través de la comprensión de las características individuales
de la personalidad, entender cómo es que se reflejan de manera relevan-
te en la acción, la forma de hacer política, los símbolos del discurso, los
valores y las actitudes políticas. La cultura política no ha perdido, por
lo tanto, su importancia como elemento clave en la comprensión de los
sistemas políticos, así como de las diferentes formas de conducta y de
comunicación dentro de los procesos políticos.

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Herminio Sánchez de la Barquera Arroyo

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Recibido: 12 de junio de 2019


Aceptado: 16 de octubre de 2019

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