Descartes-Conceptos Importantes - Parte 2

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RENÉ DESCARTES

Conceptos importantes

¿Podemos alcanzar algún conocimiento absolutamente indubitable y evidente? El


individuo en soledad, en la casi desesperada tarea de encontrar un suelo firme en el
que hacer descansar sus convicciones. Esta es la pretensión de la filosofía de René
Descartes. El resultado de este afán se concentra en la frase "pienso, luego existo".
Con ella Descartes expresa el descubrimiento de una verdad incuestionable, pero
también un ámbito nuevo de lo real: la subjetividad individual autoconsciente.
Descartes inaugura una nueva época: la Modernidad, con sus pretensiones
revolucionarias de autonomía de la Razón.
¿Cómo debe ser un sujeto capaz de acoger la verdad plena? Responde Descartes: no
un cuerpo, sí una mente, una substancia no extensa, transparente a su propia mirada,
sin recovecos ni honduras. Pero esta nueva realidad la alcanza Descartes mediante la
"duda metódica", que inevitablemente lleva a "perder el mundo". La soledad radical
(solipsismo) es inaceptable, pero ¿qué hacer para "salir" de la propia mente hacia lo
otro (la Naturaleza, las otras personas...). Aquí ya no valdrá la inmanencia como
fundamento de la certeza, será Dios el garante de este salto que supone volver al
mundo perdido pero imprescindible.
Toda la filosofía moderna se desenvuelve en este nuevo escenario al que nos forzó
Descartes: la mente descubriéndose a sí misma y justificando mediante la acción de su
propio pensamiento el conocimiento y el ser. Pero todo ello desde la fragilidad: ¿y si
los mecanismos de la acción del conocer descansaran más en lo sensorial que en lo
racional (Hume), o no fuese posible trascender la propia subjetividad (Kant), o si el
sujeto que realmente protagoniza la verdad no fuera el individuo concreto o empírico
sino El Ser mismo (Hegel)? Más aún: ¿y si ya no pudiéramos confiar en modo alguno
en el garante último del conocimiento, en Dios (Nietzsche)?

ARGUMENTO BASADO EN LA IMPERFECCIÓN Y DEPENDENCIA DE MI SER

ESTA PRUEBA PARTE DE LA CONTINGENCIA DE MÍ MISMO COMO SER FINITO. DIOS SERÁ EN ESTA
PRUEBA CAUSA DE MÍ (NO YA DE LA IDEA DE ÉL QUE EN MÍ HAY). LA PRUEBA ES DE CORTE
TOMISTA Y RECUERDA LA TERCERA VÍA.

La versión cartesiana se caracteriza por las siguientes variantes:

1. Soy consciente de mi imperfección, y (como corresponde al lugar en el que se sitúa


esta prueba, la duda metódica), me doy cuenta de mi limitación precisamente por
mi ignorancia, por el hecho de que dudo: si fuese absolutamente perfecto y la causa
de mi propio ser, me habría creado como sabio, no como ignorante.

2. La contingencia de mi ser no se refiere sólo al hecho de que haya necesitado de


otro ser para existir o empezar a ser, sino también a mi incapacidad para
mantenerme en el ser, a mi incapacidad para continuar viviendo sólo a partir de mi
mismo. En este punto, la argumentación cartesiana se separa de la tomista: Santo
Tomás subrayaba la contingencia de todos los seres en la medida en que éstos no

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son causa de sí mismos; Descartes habla de la contingencia de su ser (ya que no
sabe aún si existen otros seres) porque no se ha creado a sí mismo, pero más aún
porque no cree que él mismo sea la causa de su mantenerse en el ser, de su seguir
existiendo. La fragilidad de mi existencia es tal que en cualquier momento podría
no existir: los distintos momentos de la temporalidad de mi vida como ser
pensante son independientes: unos (los posteriores) no pueden explicarse
absolutamente a partir de otros (los anteriores); y si ello es así debo suponer que
existe un ser distinto a mí mismo que sea la causa de que yo perdure, de mi vida
como una totalidad que se da en el tiempo, de mi vivir. En conclusión, Descartes
llegará a Dios más que como consecuencia de que Él sea necesario para explicar
nuestra creación, porque es necesario para explicar la conservación de nuestro ser.

3. A continuación plantea la hipótesis de que tal vez yo no dependo de Dios sino


de algo menos perfecto que Dios, y la rechazará mediante la referencia a dos
principios: uno que ya aparecía en la primera demostración de la existencia de
Dios (la de la idea de Dios como ser infinitamente perfecto) y otro la imposibilidad
de la serie infinita para dar cuenta de la existencia presente:
a) en la causa debe haber tanta realidad como en el efecto; si yo soy un ser pensante
sólo un ser pensante puede haberme creado;
b) si ese ser pensante no es la causa de sí mismo, entonces otro debe haberlo
creado, y lo mismo con este segundo y con un tercero... pero la serie no puede
ser infinita, porque en tal caso no cabría dar cuenta de mi existencia actual y
menos aún de la conservación de mi ser, luego Dios existe. El ser del que
dependo tiene que tomar su origen y existencia de sí mismo.

4. La conclusión no es sólo que Dios existe sino que la idea de Dios es innata y como el
sello o huella que Dios deja en nosotros por habernos creado.

COGITO

BÁSICAMENTE SIGNIFICA DOS COSAS: LA MENTE PROPIA EN EL ACTO MISMO DE PENSAR Y LA


PRIMERA VERDAD: “PIENSO, LUEGO EXISTO” (“COGITO, ERGO SUM”).

El cogito es la primera verdad en el orden del conocimiento; y ello en dos sentidos: por
una parte porque es la primera verdad a la que llegamos cuando hacemos uso de la
duda metódica, y en segundo lugar porque a partir de ella podemos fundamentar
todas las demás. Viene a ser el axioma básico a partir del cual desarrollar toda la
filosofía como un sistema de conocimiento absolutamente fundamentado.

En relación con la famosa frase “pienso, luego existo” es necesario hacer las siguientes
precisiones:

1. Aunque Descartes presenta este conocimiento en forma inferencial (“luego...”) no


hay que creer que llega a esta verdad a partir de una argumentación o demostración.
No llega de esta manera porque la duda metódica (particularmente la hipótesis del
genio maligno) pone en cuestión precisamente el valor de la razón deductiva.

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Además, como nos dice el propio Descartes en su “Respuesta a las Segundas
Objeciones” si esta proposición fuese la conclusión de algún silogismo, habríamos
necesitado conocer previamente la mayor “todo lo que piensa es o existe” la cual se
fundamenta precisamente en la observación de que uno mismo no puede pensar si
no existe, puesto que las proposiciones generales las obtenemos del conocimiento
de las particulares. El “cogito, ergo sum” es una intuición. El conjunto de
reflexiones que propone Descartes antes de llegar al cogito sirven para preparar a
nuestra mente y disponerla de tal modo que pueda percibir de forma inmediata y
evidente dicha verdad. Podemos conseguir que alguien acepte la existencia o
propiedades de un objeto físico sin demostrárselas, basta que le ayudemos a dirigir
su mirada hacia dicho objeto (que le enseñemos a mirar); pues bien, lo mismo hace
Descartes, nos enseña a mirar en una determinada dirección, dispone nuestro
espíritu para que éste capte con evidencia dicha verdad.

2. Es preciso tener cuidado con la palabra “pienso” (y con la proposición “pienso, luego
existo”) pues con ella nosotros ahora nos referimos a la vivencia gracias a la cual
tenemos un conocimiento conceptual e intelectual de la realidad. Sin embargo, en
Descartes tiene un significado más genérico y viene a ser sinónima de acto mental, o
vivencia o estado mental o contenido psíquico. El propio Descartes nos dice que
con la palabra “pensar” entiende “todo lo que se produce en nosotros de tal suerte
que lo percibimos inmediatamente por nosotros mismos; por esto, no sólo
entender, querer, imaginar sino también sentir es la misma cosa aquí que pensar”. El
rasgo común a entender, querer, pensar, sentir, (y pensar en sentido estricto,
pensar como razonar o conceptualizar) es el que de ellos cabe una percepción
inmediata, o en nuestro lenguaje, que todas estas vivencias tienen el atributo de la
consciencia, el ser consciente o poder serlo. Todo acto mental presenta la
característica de ser indudable, ninguno de ellos puede ser falso, por lo que valdría
tanto decir “recuerdo, luego existo”, “imagino, luego existo”, “deseo, luego existo”,
“sufro, luego existo”, que “pienso luego existo”;

3. El descubrimiento cartesiano, el cogito, señala, simplemente, que la mente es un


ámbito privilegiado para la verdad, pues de los estados mentales propios no cabe
duda alguna cuando dirigimos nuestra mirada hacia ellos y los describimos
únicamente en la medida en que se muestran a dicha mirada reflexiva. En términos
actuales diríamos que las proposiciones que describen la propia vida psíquica son
incorregibles, mientras que los que se refieren a la realidad exterior a la propia
mente (incluidos los que se refieren a las mentes ajenas) son falibles o dudables:
cuando vamos al dentista y le decimos que nos duele una muela el médico nos
puede decir que es imposible puesto que no tenemos tal muela, y no nos llamaría la
atención su corrección, pero parece absurdo que si simplemente le indicamos que
sentimos dolor intente corregir nuestra descripción indicando que es imposible,
que realmente no lo sentimos.

4. Como nota histórica se puede indicar que San Agustín: en “De libero arbitrio”, 2, 3, 7
ya anticipó esta primera verdad con su “si fallor, sum”, si me equivoco, existo;

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aunque en San Agustín este descubrimiento no tiene la importancia que tiene en la
filosofía cartesiana.

El cogito se va a convertir en criterio de verdad: en la proposición “pienso, luego existo”


no hay nada que asegure su verdad excepto que se ve con claridad que para pensar es
necesario existir. Por eso podemos tomar como regla general que “las cosas que
concebimos más claras y más distintamente son todas verdaderas”.

DUDA METÓDICA (O HIPERBÓLICA)


MÉTODO SEGUIDO POR DESCARTES PARA LA COMPROBACIÓN DE LA VERDAD DE SUS CREENCIAS
Y EL DESCUBRIMIENTO DE UNA VERDAD ABSOLUTAMENTE INDUDABLE.

Los rasgos básicos de la duda metódica propuesta por Descartes son los siguientes:

1. Es metódica: con ello se quiere decir que no hay que confundirla con las dudas del
escepticismo como movimiento filosófico. En su época había en Francia escépticos
que creían imposible el conocimiento; sin embargo Descartes emplea la duda
precisamente para superar este escepticismo y tiene como objetivo encontrar una
proposición que resista absolutamente cualquier duda imaginable.

2. Es universal: pone en cuestión absolutamente todos los conocimientos, tanto los de


sentido común y los basados en la percepción como los que tienen su origen en la
investigación científica, incluida la propia matemática. El único tipo de creencias
que no cuestiona expresamente es el relativo a las verdades religiosas: cuestiona la
legitimidad de los sentidos y de la razón pero no trata explícitamente de la
legitimidad de la fe y la revelación.

3. Es hiperbólica o exagerada: con ello se quiere decir que es radical. Descartes no


nos dice sólo que tenemos que dudar de aquello que, tras un examen o
comprobación, veamos que es falso; esta es una recomendación de sentido común y
un requisito mínimo del ejercicio de la razón. Su propuesta es mucho más radical:
tenemos que dudar de aquello que vemos que es falso, pero también –y esto es lo
esencial– de aquello que podamos plantear alguna duda, incluso en el caso de que
no podamos mostrar que es falso; si nos cabe alguna duda, nos dice Descartes,
podemos considerarlo como si realmente fuese falso.

4. Es una consecuencia de la primera regla del método: debo admitir como


verdadero sólo aquello que se presente ante mi mente con absoluta claridad y
distinción y por lo tanto con evidencia. En este sentido, es una de las máximas
expresiones de racionalismo: sólo podemos admitir como ciertas aquellas creencias
que han sido revisadas y evaluadas por nuestra propia razón, y no por instancias
ajenas a ella (la tradición, la autoridad, el prejuicio, ...).

5. Tiene una vigencia en el tiempo: Descartes la utiliza como un recurso para llegar a
proposiciones evidentes, a conocimiento verdadero. En cierto modo lo que hace
Descartes se parece a una historia: tiene un comienzo, una serie de fases o etapas y

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un final, y lo que vale al principio no vale en el medio ni al final: en un momento de
la duda Descartes considera que tal vez estemos dormidos cuando sin embargo nos
parece estar despiertos, y en otro duda incluso de la matemática; si no somos
cuidadosos podríamos decir que, según Descartes, es imposible separar la vigilia
del sueño o que nunca podremos estar absolutamente seguros de la matemática,
cuando esto no es así. Duda de la vigilia y de las matemáticas sólo en los momentos
precisos del ejercicio de la duda metódica en donde los cuestiona, pero tras el
descubrimiento de un primer principio (el cogito) y la demostración de la existencia
de Dios y de su bondad, podrá revisar sus afirmaciones anteriores y superar la
duda. Por ello, si nos preguntan sobre las creencias de Descartes relativas a esta
cuestión deberíamos decir más bien que, por ejemplo, dudó de la matemática en un
momento determinado pero que al final consideró que es uno de los saberes más
excelentes que nos cabe obtener.

6. La duda propiamente no descubre verdades nuevas, verdades en las que no


creyese al principio, antes de usar la duda metódica; antes de la duda creía en la
veracidad de la matemática, de los sentidos, creía en la existencia de Dios, en la
existencia del alma y de su inmortalidad; después de la duda cree también en estas
proposiciones. ¿Qué ha ganado? Ha ganado evidencia. Antes creía en esos temas sin
tener propiamente conocimiento: en algunos casos por mera inclinación natural –
los sentidos–, en otros por la tradición –las verdades religiosas–, en otros porque se
lo mostraba su razón, aunque no radicalmente –como en matemáticas–. Ahora cree
en lo mismo pero con conocimiento absolutamente fundado, con conocimiento
consecuencia del ejercicio pleno de su razón. De todas formas, es preciso recordar
también que sí hay algunas creencias que quedan modificadas: la no distinción
clara entre alma y cuerpo, y las creencias relativas a ciertas cualidades sensibles:
antes del ejercicio de la duda creía que las cosas tenían color, sabor, tamaño,
movimiento. Ahora cree que alguna de estas propiedades existe realmente en los
cuerpos –las llamadas cualidades primarias– mientras que otras no, pues son en
cierto modo subjetivas –las llamadas cualidades secundarias–.

7. Es teorética, no práctica: pone en cuestión los conocimientos y tiene como


objetivo encontrar un conocimiento firme, pero no debe extenderse a la vida
práctica, a la conducta. En la vida práctica es inevitable seguir opiniones que son
solamente probables.

8. No se aplica a todas las creencias tomadas de una en una: dado que en nuestra
mente tenemos miles (o millones) de creencias y que nunca podríamos terminar de
revisar todas, la duda se debe aplicar a los fundamentos de las creencias más que a
las creencias mismas. Como encuentra que todo lo que conocemos lo conocemos
por los sentidos o por la razón, considera necesario examinar la legitimidad de
ambos métodos de conocimiento. Si encontrásemos dudas razonables en cuanto a
su legitimidad, todas las creencias fundamentadas en ellos quedarían en cuestión.
Pasos fundamentales de la duda metódica tal y como aparece en las “Meditaciones
Metafísicas”:

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1. Primer momento (la duda propiamente dicha): “pérdida del mundo”
a) duda de los sentidos:
 los sentidos nos han engañado en muchas ocasiones: pone en cuestión
sólo actos concretos de percepción, aquellos que no se dan en
condiciones favorables;
 el sueño es indistinguible de la vigilia: pone en cuestión la totalidad de
actos de percepción;
b) duda de la razón:
 a veces nos equivocamos al razonar: pone en cuestión sólo actos
concretos de razonamiento, aquellos que se hacen con precipitación y
descansan en la deducción;
 Dios nos ha podido hacer de tal modo que nos engañemos siempre
(hipótesis del genio maligno): pone en cuestión la totalidad del ejercicio
de la razón, incluida la intuición de las verdades matemáticas;
c) conclusión de la duda: podemos dudar de los sentidos y de la razón, podemos
dudar de la existencia de los cuerpos –incluido el propio– , de las otras personas
y sus mentes, de las verdades de la experiencia ordinaria y del sentido común,
podemos dudar de las ciencias –incluida las matemáticas–.

2. Segundo momento: descubrimiento del cogito


a) la proposición “pienso, luego existo” no puede dudarse en absoluto;
b) podemos aceptar que existimos, y que existimos como seres o cosas pensantes.

3. Tercer momento: “recuperación del mundo”


a) primera parte: demostración de la existencia de Dios
 tampoco son dudables nuestras ideas;
 observación y clasificación de los tipos de ideas;
 demostración de la existencia de Dios mediante dos pruebas:
o la idea de un ser perfecto;
o la imperfección y dependencia de mi ser;
b) segunda parte: demostración de la legitimidad y objetividad de nuestras
facultades cognoscitivas:
 afirmación de la bondad de Dios;
 dado que Dios existe, nos ha creado y es bueno, podemos confiar en
nuestros sentidos y nuestra razón, particularmente en todo aquello que
se presente con claridad y distinción a nuestra mente;
 rechazo de los anteriores motivos de duda, en particular de la hipótesis
del genio maligno y de la indistinción entre sueño y vigilia.

4. Conclusión general: existe mi cuerpo, mi alma –y ambos como cosas distintas–, los
cuerpos físicos (animales, vegetales, ...), existen las otras personas, existe Dios.
Descubrimiento de una verdad absolutamente incuestionable, “pienso, luego
existo”, y de un criterio de verdad objetivo, la claridad y la distinción.

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REGLAS DEL MÉTODO
CONJUNTO DE REGLAS PROPUESTAS POR DESCARTES CUYO CUMPLIMIENTO GARANTIZA LA
ADQUISICIÓN DE CONOCIMIENTO EVIDENTE.

Algunos intérpretes consideran que Descartes tomó su método de las matemáticas,


puesto que esta ciencia parece cumplir fielmente dichas reglas. Pero, dado el carácter
unitario del saber que defiende Descartes, deben emplearse en cualquier tipo de
investigación, no sólo la matemática; precisamente parece que la aplicó en primer
lugar a la propia filosofía. Como indican los títulos de algunas de sus más importantes
obras (“Discurso del método”, “Reglas para la dirección del espíritu”), Descartes
consideró de suma importancia el descubrimiento de las reglas o método adecuado
para la investigación científica.
También es preciso observar que no se trata de técnicas que puedan ser aplicadas
mecánicamente para el descubrimiento de verdades, son más bien recomendaciones
generales destinadas a emplear adecuadamente las capacidades naturales de la
mente. El método permite evitar la influencia del prejuicio, la educación, la
impaciencia, y las pasiones que pueden cegar la mente.
No hay que confundir la intuición y la deducción (que son los dos “caminos más
seguros hacia el conocimiento”) con el método y sus reglas.
Las reglas fundamentales son:
1. la regla de la evidencia;
2. la regla del análisis;
3. la regla de la síntesis;
4. la regla de la enumeración.

1. Regla de la evidencia
Es la primera y más importante de las reglas del método. Consiste en aceptar como
verdadero sólo aquello que se presente con “claridad y distinción”, es decir, con
evidencia. Es el ejercicio de la intuición.
Esta regla da lugar a la duda metódica y, tras su superación, al conocimiento como
ciencia o saber estricto. En los “Principios de filosofía”, Descartes nos dice que nunca
nos engañaremos si nos limitamos a describir en nuestros juicios sólo aquello que
conocemos clara y distintamente. El error tiene su origen en que juzgamos antes de
tener un conocimiento exacto de lo juzgado. La voluntad, que es imprescindible para
que demos nuestro asentimiento a un juicio, pude ir más allá de lo que se ofrece con
claridad y distinción, y por lo tanto llevarnos al error. Descartes consideró que
siempre que nos equivocamos es por mal uso de nuestra voluntad.

2. Regla del análisis


El análisis (“resolución”) es el método de investigación consistente en dividir cada una
de las dificultades que encontramos en tantas partes como se pueda hasta llegar a los
elementos más simples, elementos cuya verdad es posible establecer mediante un
acto de intuición.
En el “Discurso del método” nos la presenta como la segunda regla. Consiste en
descomponer las aserciones complejas hasta llegar a los últimos elementos que las
constituyen. Permite llegar a las “naturalezas simples”. Con este método conseguimos

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que las proposiciones más oscuras se puedan comprender al observar cómo dependen
de otras más simples. Dice Descartes en las “Meditaciones” que es también un buen
método de enseñanza pues muestra el camino por el que una cosa fue metódicamente
descubierta, y es el que sigue en esa obra para mostrar la verdad de proposiciones
complejas (por ejemplo “la mente es distinta del cuerpo”, “la mente puede existir sin el
cuerpo”, “Dios existe”). En esta obra la proposición elemental a la que llega el análisis,
y a partir de la cual posteriormente y mediante un proceso de síntesis se podrá
demostrar la verdad de las proposiciones complejas citadas, es el cogito, cuya verdad
se muestra mediante intuición.

3. Regla de la síntesis
O método de la composición. Consiste en proceder con orden en nuestros
pensamientos, pasando desde los objetos más simples y fáciles de conocer hasta el
conocimiento de los más complejos y oscuros.
En el “Discurso del método” nos la presenta como la tercera regla del método.
Recomienda comenzar por los primeros principios o proposiciones más simples
percibidas intuitivamente (a las que se llega mediante el análisis) y proceder a deducir
de una manera ordenada otras proposiciones, asegurándonos de no omitir ningún paso
y de que cada nueva proposición se siga realmente de la precedente. Es el método
empleado por la geometría euclidiana. Según Descartes, mientras que el análisis es el
método del descubrimiento, y es el que utiliza en las “Meditaciones Metafísicas” y el
“Discurso del método”, la síntesis es el método más apropiado para demostrar lo ya
conocido, y es el empleado en los “Principios de Filosofía”.

4. Regla de la enumeración
Descartes la cita en el “Discurso del método” como la cuarta regla. Consiste en revisar
cuidadosamente cada uno de los pasos de los que consta nuestra investigación hasta
estar seguros de no omitir nada y de no haber cometido ningún error en la deducción.

"Y como la multitud de leyes sirve muy a menudo de disculpa a los vicios, siendo un
Estado mucho mejor regido cuando hay pocas, pero muy estrictamente observadas,
así también, en lugar del gran número de preceptos que encierra la lógica, creí que me
bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una firme y constante resolución
de no dejar de observarlos una vez siquiera: Fue el primero, no admitir como
verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar
cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada
más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese
ninguna ocasión de ponerlo en duda. El segundo, dividir cada una de las dificultades,
que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor
solución. El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los
objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco,
gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un
orden entre los que no se preceden naturalmente. Y el último, hacer en todo unos

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recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de
no omitir nada."1

1
Descartes, Discurso del método, segunda parte, traducción de Manuel García Morente.
https://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/
Filosofiamedievalymoderna/Descartes/Principal-Descartes.htm
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