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Nuestra Señora de Belén, pintura anónima del siglo XVII perteneciente a la Escuela Cuzqueña.
La forma triangular en forma de montaña de la imagen evocaría a la Pachamama o Madre
Tierra de las civilizaciones andinas.
La escuela cuzqueña es una célebre escuela de pintura surgida en la ciudad virreinal del Cuzco.
Fue quizás la más importante de la América colonial española; se caracteriza por su
originalidad y su gran valor y el artístico resultado de la confluencia de dos corrientes
poderosas: la tradición artística occidental, por un lado, y el afán de los pintores indígenas y
mestizos de expresar su realidad y su visión del mundo, por el otro.
Historia
Durante sus dos estancias en el Cuzco, Bitti recibió el encargo de hacer el retablo mayor de la
iglesia de su orden, reemplazado por otro después del terremoto, y pintó algunas obras
maestras, como La coronación de la Virgen, actualmente en el museo de la iglesia de La
Merced, y la Virgen del pajarito, en la catedral.
La anunciación de la Virgen, pintura de Luis de Riaño de 1632. Discípulo en Lima del italiano
Angelino Medoro, Riaño se instaló en el Cuzco hacia 1630, donde sus técnicas y temáticas
fueron muy influyentes.
Otro de los grandes exponentes del manierismo cuzqueño es el pintor Luis de Riaño, nacido en
Lima y discípulo del italiano Angelino Medoro. En las palabras de los historiadores bolivianos
José de Mesa y Teresa Gisbert, autores de la más completa historia del arte cuzqueño, Riaño se
enseñorea en el ambiente artístico local entre 1618 y 1640, dejando, entre otras obras, los
murales del templo de Andahuaylillas. También destaca en estas primeras décadas del siglo
XVII, el muralista Diego Cusi Huamán, con trabajos en las iglesias de Chinchero y Urcos.
La creciente actividad de pintores indígenas y mestizos hacia fines del siglo XVII, hace que el
término de Escuela Cuzqueña se ajuste más estrictamente a esta producción artística. Esta
pintura es "cuzqueña", por lo demás, no solo porque sale de manos de artistas locales, sino
sobre todo porque se aleja de la influencia de las corrientes predominantes en el arte europeo
y sigue su propio camino.
Este nuevo arte cuzqueño se caracteriza, en lo temático, por el interés por asuntos
costumbristas como, por ejemplo, la procesión del Corpus Christi, y por la presencia, por vez
primera, de la flora y la fauna andinas. Aparecen, asimismo, una serie de retratos de curacas
indios y de cuadros genealógicos y heráldicos. En cuanto al tratamiento técnico, ocurre un
desentendimiento de la perspectiva sumado a una fragmentación del espacio en varios
espacios concurrentes o en escenas compartimentadas. Nuevas soluciones cromáticas, con la
predilección por los colores intensos, son otro rasgo típico del naciente estilo pictórico.
Un hecho ocurrido a fines del siglo XVII, resultó decisivo para el rumbo que tomó la pintura
cuzqueña. En 1688, luego de permanentes conflictos, se produce una ruptura en el gremio de
pintores que termina con el apartamiento de los pintores indígenas y mestizos debido, según
ellos, a la explotación que eran objeto por parte de sus colegas españoles, que por lo demás
constituían una pequeña minoría. A partir de este momento, libres de las imposiciones del
gremio, los artistas indígenas y mestizos se guían por su propia sensibilidad y trasladan al
lienzo su mentalidad y su manera de concebir el mundo.
La serie más famosa de la Escuela cuzqueña es, sin duda, la de los dieciséis cuadros del Corpus
Christi, que originalmente estuvieron en la iglesia de Santa Ana y ahora se encuentran en el
Museo de Arte Religioso del arzobispado, salvo tres que están en Chile. De pintor anónimo de
fines del siglo XVII (algunos investigadores los atribuyen a los talleres de Diego Quispe Tito y
Basilio Santa Cruz), estos lienzos son considerados verdaderas obras maestras por la riqueza de
su colorido, la calidad del dibujo y lo bien logrados que están los retratos de los personajes
principales de cada escena. Por si fuera poco, la serie tiene un enorme valor histórico y
etnográfico, pues muestra en detalle los diversos estratos sociales del Cuzco colonial, así como
gran cantidad de otros elementos de una fiesta que ya entonces era central en la vida de la
ciudad.
La Virgen del Carmen salvando almas en el Purgatorio, círculo de Diego Quispe Tito, siglo XVII
El pintor indígena más original e importante es Diego Quispe Tito, nacido en la parroquia de
San Sebastián, aledaña al Cuzco, en 1611 y activo casi hasta finalizar el siglo. Es en la obra de
Quispe Tito que se prefiguran algunas de las características que tendrá la pintura cuzqueña en
adelante, como cierta libertad en el manejo de la perspectiva, un protagonismo antes
desconocido del paisaje y la abundancia de aves en los frondosos árboles que forman parte del
mismo. El motivo de las aves, sobre todo del papagayo selvático, es interpretado por algunos
investigadores como un signo secreto que representa la resistencia andina o, en todo caso,
alude a la nobleza incaica.
La parte más valiosa de la obra de Quispe Tito se encuentra en la iglesia de su pueblo natal,
San Sebastián. Destaca la serie de doce composiciones sobre la vida de San Juan Bautista, en la
nave principal del templo. De gran maestría son, asimismo, los dos enormes lienzos dedicados
a San Sebastián, el del asaetamiento y el de la muerte del santo. Famosa es, por último, la serie
del Zodiaco que el artista pinta para la catedral del Cuzco hacia 1680.
Otro de los gigantes del arte cuzqueño es Basilio Santa Cruz, de ascendencia indígena como
Quispe Tito, pero a diferencia de este, mucho más apegado a los cánones de la pintura
occidental dentro de la corriente barroca. Activo en la segunda mitad del siglo XVII, Santa Cruz
deja lo mejor de su obra en la catedral, pues recibe el encargo de decorar los muros del
costado del coro y de los brazos del transepto. En el cuadro de la Virgen de Belén, ubicado en
el coro, sobresale un retrato del obispo y mecenas Manuel de Mollinedo y Angulo que es
considerado por los especialistas obra capital de la Escuela cuzqueña de pintura.1
Tal es la fama que alcanza la pintura cuzqueña del siglo XVII, que durante la centuria siguiente
se produce un singular fenómeno que, curiosamente, dejó huella no solo en el arte sino en la
economía local. Nos referimos a los talleres industriales que elaboran lienzos en grandes
cantidades por encargo de comerciantes que venden estas obras en ciudades como Trujillo,
Ayacucho, Arequipa y Lima, o incluso en lugares mucho más alejados, en los actuales
Argentina, Chile y Bolivia. El pintor Mauricio García, activo hacia la mitad del siglo XVIII, firma,
por ejemplo, un contrato para entregar cerca de quinientos lienzos en siete meses. Por
supuesto que se trataba de lo que se conocía como pintura "ordinaria" para diferenciarla de la
pintura "de brocateado fino", de diseño mucho más elaborado y colorido más rico.
El artista cusqueño más importante del siglo XVIII es Marcos Zapata. Su producción pictórica,
que abarca más de 200 cuadros, se extiende entre 1748 y 1764. Se considera su obra cumbre a
cincuenta lienzos de gran tamaño que recubren los arcos altos de la catedral del Cuzco, donde
destacan como elementos decorativos la abundante flora y fauna de la sierra y selva peruanas.
Autores
Las pinturas cuzqueñas fueron una forma de arte religioso cuyo fin principal era didáctico. Los
españoles, que pretendían convertir a los incas al catolicismo, enviaron un grupo de artistas
religiosos al Cuzco. Estos artistas formaron una escuela para quechuas y mestizos,
enseñándoles dibujo y pintura al óleo. La designación "cuzqueña", sin embargo, no se limita a
la ciudad del Cuzco o a los artistas indígenas, ya que los criollos también participaron en la
tradición.
Un mecenas importante de los artistas cuzqueños fue el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo,
quien coleccionó arte europeo y puso su colección a disposición de los artistas peruanos.
Promovió y ayudó económicamente a artistas cuzqueños como Basilio Santa Cruz, Antonio
Sinchi Roca Inka y Marcos Rivera.2
Estilo
Se cree que las características definitorias del estilo cuzqueña se originaron en el arte del
pintor quechua Diego Quispe Tito.56
La mayoría de las pinturas cuzqueñas fueron creadas de forma anónima debido a las
tradiciones precolombinas que definen el arte como comunal.
Véase también
Bernardo Bitti
Referencias
Horacio Villanueva Urteaga, «LOS MOLLINEDO y EL ARTE DEL CUZCO COLONIAL», Portal de
Revistas PUCP.
Fane, p. 38
Mesa, José de; Gisbert, Teresa (1962). Historia de la pintura cuzqueña. Instituto de Arte
Americano e Investigaciones Estéticas. Consultado el 26 de diciembre de 2023.
Bethell, p. 742
Bakewell, p. 268
Fane, p. 40
Bibliografía
Bakewell, Peter J. A History of Latin America: C. 1450 to the Present. Blackwell Publishing,
2003.
Bethell, Leslie. The Cambridge History of Latin America. Cambridge University Press, 1995.
ISBN 0-521-24516-8.
Fane, Diana, ed. Converging Cultures: Art & Identity in Spanish America. New York: Harry N.
Abrams Inc., 1996. ISBN 0-87273-134-0.
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Nuestra Señora de Belén, pintura anónima del siglo XVII perteneciente a la Escuela Cuzqueña.
La forma triangular en forma de montaña de la imagen evocaría a la Pachamama o Madre
Tierra de las civilizaciones andinas.
La escuela cuzqueña es una célebre escuela de pintura surgida en la ciudad virreinal del Cuzco.
Fue quizás la más importante de la América colonial española; se caracteriza por su
originalidad y su gran valor y el artístico resultado de la confluencia de dos corrientes
poderosas: la tradición artística occidental, por un lado, y el afán de los pintores indígenas y
mestizos de expresar su realidad y su visión del mundo, por el otro.
Historia
La anunciación de la Virgen, pintura de Luis de Riaño de 1632. Discípulo en Lima del italiano
Angelino Medoro, Riaño se instaló en el Cuzco hacia 1630, donde sus técnicas y temáticas
fueron muy influyentes.
Otro de los grandes exponentes del manierismo cuzqueño es el pintor Luis de Riaño, nacido en
Lima y discípulo del italiano Angelino Medoro. En las palabras de los historiadores bolivianos
José de Mesa y Teresa Gisbert, autores de la más completa historia del arte cuzqueño, Riaño se
enseñorea en el ambiente artístico local entre 1618 y 1640, dejando, entre otras obras, los
murales del templo de Andahuaylillas. También destaca en estas primeras décadas del siglo
XVII, el muralista Diego Cusi Huamán, con trabajos en las iglesias de Chinchero y Urcos.
La creciente actividad de pintores indígenas y mestizos hacia fines del siglo XVII, hace que el
término de Escuela Cuzqueña se ajuste más estrictamente a esta producción artística. Esta
pintura es "cuzqueña", por lo demás, no solo porque sale de manos de artistas locales, sino
sobre todo porque se aleja de la influencia de las corrientes predominantes en el arte europeo
y sigue su propio camino.
Este nuevo arte cuzqueño se caracteriza, en lo temático, por el interés por asuntos
costumbristas como, por ejemplo, la procesión del Corpus Christi, y por la presencia, por vez
primera, de la flora y la fauna andinas. Aparecen, asimismo, una serie de retratos de curacas
indios y de cuadros genealógicos y heráldicos. En cuanto al tratamiento técnico, ocurre un
desentendimiento de la perspectiva sumado a una fragmentación del espacio en varios
espacios concurrentes o en escenas compartimentadas. Nuevas soluciones cromáticas, con la
predilección por los colores intensos, son otro rasgo típico del naciente estilo pictórico.
Un hecho ocurrido a fines del siglo XVII, resultó decisivo para el rumbo que tomó la pintura
cuzqueña. En 1688, luego de permanentes conflictos, se produce una ruptura en el gremio de
pintores que termina con el apartamiento de los pintores indígenas y mestizos debido, según
ellos, a la explotación que eran objeto por parte de sus colegas españoles, que por lo demás
constituían una pequeña minoría. A partir de este momento, libres de las imposiciones del
gremio, los artistas indígenas y mestizos se guían por su propia sensibilidad y trasladan al
lienzo su mentalidad y su manera de concebir el mundo.
La serie más famosa de la Escuela cuzqueña es, sin duda, la de los dieciséis cuadros del Corpus
Christi, que originalmente estuvieron en la iglesia de Santa Ana y ahora se encuentran en el
Museo de Arte Religioso del arzobispado, salvo tres que están en Chile. De pintor anónimo de
fines del siglo XVII (algunos investigadores los atribuyen a los talleres de Diego Quispe Tito y
Basilio Santa Cruz), estos lienzos son considerados verdaderas obras maestras por la riqueza de
su colorido, la calidad del dibujo y lo bien logrados que están los retratos de los personajes
principales de cada escena. Por si fuera poco, la serie tiene un enorme valor histórico y
etnográfico, pues muestra en detalle los diversos estratos sociales del Cuzco colonial, así como
gran cantidad de otros elementos de una fiesta que ya entonces era central en la vida de la
ciudad.
La Virgen del Carmen salvando almas en el Purgatorio, círculo de Diego Quispe Tito, siglo XVII
El pintor indígena más original e importante es Diego Quispe Tito, nacido en la parroquia de
San Sebastián, aledaña al Cuzco, en 1611 y activo casi hasta finalizar el siglo. Es en la obra de
Quispe Tito que se prefiguran algunas de las características que tendrá la pintura cuzqueña en
adelante, como cierta libertad en el manejo de la perspectiva, un protagonismo antes
desconocido del paisaje y la abundancia de aves en los frondosos árboles que forman parte del
mismo. El motivo de las aves, sobre todo del papagayo selvático, es interpretado por algunos
investigadores como un signo secreto que representa la resistencia andina o, en todo caso,
alude a la nobleza incaica.
La parte más valiosa de la obra de Quispe Tito se encuentra en la iglesia de su pueblo natal,
San Sebastián. Destaca la serie de doce composiciones sobre la vida de San Juan Bautista, en la
nave principal del templo. De gran maestría son, asimismo, los dos enormes lienzos dedicados
a San Sebastián, el del asaetamiento y el de la muerte del santo. Famosa es, por último, la serie
del Zodiaco que el artista pinta para la catedral del Cuzco hacia 1680.
Otro de los gigantes del arte cuzqueño es Basilio Santa Cruz, de ascendencia indígena como
Quispe Tito, pero a diferencia de este, mucho más apegado a los cánones de la pintura
occidental dentro de la corriente barroca. Activo en la segunda mitad del siglo XVII, Santa Cruz
deja lo mejor de su obra en la catedral, pues recibe el encargo de decorar los muros del
costado del coro y de los brazos del transepto. En el cuadro de la Virgen de Belén, ubicado en
el coro, sobresale un retrato del obispo y mecenas Manuel de Mollinedo y Angulo que es
considerado por los especialistas obra capital de la Escuela cuzqueña de pintura.1
Tal es la fama que alcanza la pintura cuzqueña del siglo XVII, que durante la centuria siguiente
se produce un singular fenómeno que, curiosamente, dejó huella no solo en el arte sino en la
economía local. Nos referimos a los talleres industriales que elaboran lienzos en grandes
cantidades por encargo de comerciantes que venden estas obras en ciudades como Trujillo,
Ayacucho, Arequipa y Lima, o incluso en lugares mucho más alejados, en los actuales
Argentina, Chile y Bolivia. El pintor Mauricio García, activo hacia la mitad del siglo XVIII, firma,
por ejemplo, un contrato para entregar cerca de quinientos lienzos en siete meses. Por
supuesto que se trataba de lo que se conocía como pintura "ordinaria" para diferenciarla de la
pintura "de brocateado fino", de diseño mucho más elaborado y colorido más rico.
El artista cusqueño más importante del siglo XVIII es Marcos Zapata. Su producción pictórica,
que abarca más de 200 cuadros, se extiende entre 1748 y 1764. Se considera su obra cumbre a
cincuenta lienzos de gran tamaño que recubren los arcos altos de la catedral del Cuzco, donde
destacan como elementos decorativos la abundante flora y fauna de la sierra y selva peruanas.
Autores
Las pinturas cuzqueñas fueron una forma de arte religioso cuyo fin principal era didáctico. Los
españoles, que pretendían convertir a los incas al catolicismo, enviaron un grupo de artistas
religiosos al Cuzco. Estos artistas formaron una escuela para quechuas y mestizos,
enseñándoles dibujo y pintura al óleo. La designación "cuzqueña", sin embargo, no se limita a
la ciudad del Cuzco o a los artistas indígenas, ya que los criollos también participaron en la
tradición.
Un mecenas importante de los artistas cuzqueños fue el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo,
quien coleccionó arte europeo y puso su colección a disposición de los artistas peruanos.
Promovió y ayudó económicamente a artistas cuzqueños como Basilio Santa Cruz, Antonio
Sinchi Roca Inka y Marcos Rivera.2
Estilo
Se cree que las características definitorias del estilo cuzqueña se originaron en el arte del
pintor quechua Diego Quispe Tito.56
La mayoría de las pinturas cuzqueñas fueron creadas de forma anónima debido a las
tradiciones precolombinas que definen el arte como comunal.
Véase también
Bernardo Bitti
Referencias
Horacio Villanueva Urteaga, «LOS MOLLINEDO y EL ARTE DEL CUZCO COLONIAL», Portal de
Revistas PUCP.
Fane, p. 38
Mesa, José de; Gisbert, Teresa (1962). Historia de la pintura cuzqueña. Instituto de Arte
Americano e Investigaciones Estéticas. Consultado el 26 de diciembre de 2023.
Bakewell, p. 268
Fane, p. 40
Bibliografía
Bakewell, Peter J. A History of Latin America: C. 1450 to the Present. Blackwell Publishing,
2003.
Bethell, Leslie. The Cambridge History of Latin America. Cambridge University Press, 1995.
ISBN 0-521-24516-8.
Fane, Diana, ed. Converging Cultures: Art & Identity in Spanish America. New York: Harry N.
Abrams Inc., 1996. ISBN 0-87273-134-0.
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Nuestra Señora de Belén, pintura anónima del siglo XVII perteneciente a la Escuela Cuzqueña.
La forma triangular en forma de montaña de la imagen evocaría a la Pachamama o Madre
Tierra de las civilizaciones andinas.
La escuela cuzqueña es una célebre escuela de pintura surgida en la ciudad virreinal del Cuzco.
Fue quizás la más importante de la América colonial española; se caracteriza por su
originalidad y su gran valor y el artístico resultado de la confluencia de dos corrientes
poderosas: la tradición artística occidental, por un lado, y el afán de los pintores indígenas y
mestizos de expresar su realidad y su visión del mundo, por el otro.
Historia
Durante sus dos estancias en el Cuzco, Bitti recibió el encargo de hacer el retablo mayor de la
iglesia de su orden, reemplazado por otro después del terremoto, y pintó algunas obras
maestras, como La coronación de la Virgen, actualmente en el museo de la iglesia de La
Merced, y la Virgen del pajarito, en la catedral.
La anunciación de la Virgen, pintura de Luis de Riaño de 1632. Discípulo en Lima del italiano
Angelino Medoro, Riaño se instaló en el Cuzco hacia 1630, donde sus técnicas y temáticas
fueron muy influyentes.
Otro de los grandes exponentes del manierismo cuzqueño es el pintor Luis de Riaño, nacido en
Lima y discípulo del italiano Angelino Medoro. En las palabras de los historiadores bolivianos
José de Mesa y Teresa Gisbert, autores de la más completa historia del arte cuzqueño, Riaño se
enseñorea en el ambiente artístico local entre 1618 y 1640, dejando, entre otras obras, los
murales del templo de Andahuaylillas. También destaca en estas primeras décadas del siglo
XVII, el muralista Diego Cusi Huamán, con trabajos en las iglesias de Chinchero y Urcos.
La creciente actividad de pintores indígenas y mestizos hacia fines del siglo XVII, hace que el
término de Escuela Cuzqueña se ajuste más estrictamente a esta producción artística. Esta
pintura es "cuzqueña", por lo demás, no solo porque sale de manos de artistas locales, sino
sobre todo porque se aleja de la influencia de las corrientes predominantes en el arte europeo
y sigue su propio camino.
Este nuevo arte cuzqueño se caracteriza, en lo temático, por el interés por asuntos
costumbristas como, por ejemplo, la procesión del Corpus Christi, y por la presencia, por vez
primera, de la flora y la fauna andinas. Aparecen, asimismo, una serie de retratos de curacas
indios y de cuadros genealógicos y heráldicos. En cuanto al tratamiento técnico, ocurre un
desentendimiento de la perspectiva sumado a una fragmentación del espacio en varios
espacios concurrentes o en escenas compartimentadas. Nuevas soluciones cromáticas, con la
predilección por los colores intensos, son otro rasgo típico del naciente estilo pictórico.
Un hecho ocurrido a fines del siglo XVII, resultó decisivo para el rumbo que tomó la pintura
cuzqueña. En 1688, luego de permanentes conflictos, se produce una ruptura en el gremio de
pintores que termina con el apartamiento de los pintores indígenas y mestizos debido, según
ellos, a la explotación que eran objeto por parte de sus colegas españoles, que por lo demás
constituían una pequeña minoría. A partir de este momento, libres de las imposiciones del
gremio, los artistas indígenas y mestizos se guían por su propia sensibilidad y trasladan al
lienzo su mentalidad y su manera de concebir el mundo.
La serie más famosa de la Escuela cuzqueña es, sin duda, la de los dieciséis cuadros del Corpus
Christi, que originalmente estuvieron en la iglesia de Santa Ana y ahora se encuentran en el
Museo de Arte Religioso del arzobispado, salvo tres que están en Chile. De pintor anónimo de
fines del siglo XVII (algunos investigadores los atribuyen a los talleres de Diego Quispe Tito y
Basilio Santa Cruz), estos lienzos son considerados verdaderas obras maestras por la riqueza de
su colorido, la calidad del dibujo y lo bien logrados que están los retratos de los personajes
principales de cada escena. Por si fuera poco, la serie tiene un enorme valor histórico y
etnográfico, pues muestra en detalle los diversos estratos sociales del Cuzco colonial, así como
gran cantidad de otros elementos de una fiesta que ya entonces era central en la vida de la
ciudad.
La Virgen del Carmen salvando almas en el Purgatorio, círculo de Diego Quispe Tito, siglo XVII
El pintor indígena más original e importante es Diego Quispe Tito, nacido en la parroquia de
San Sebastián, aledaña al Cuzco, en 1611 y activo casi hasta finalizar el siglo. Es en la obra de
Quispe Tito que se prefiguran algunas de las características que tendrá la pintura cuzqueña en
adelante, como cierta libertad en el manejo de la perspectiva, un protagonismo antes
desconocido del paisaje y la abundancia de aves en los frondosos árboles que forman parte del
mismo. El motivo de las aves, sobre todo del papagayo selvático, es interpretado por algunos
investigadores como un signo secreto que representa la resistencia andina o, en todo caso,
alude a la nobleza incaica.
La parte más valiosa de la obra de Quispe Tito se encuentra en la iglesia de su pueblo natal,
San Sebastián. Destaca la serie de doce composiciones sobre la vida de San Juan Bautista, en la
nave principal del templo. De gran maestría son, asimismo, los dos enormes lienzos dedicados
a San Sebastián, el del asaetamiento y el de la muerte del santo. Famosa es, por último, la serie
del Zodiaco que el artista pinta para la catedral del Cuzco hacia 1680.
Tal es la fama que alcanza la pintura cuzqueña del siglo XVII, que durante la centuria siguiente
se produce un singular fenómeno que, curiosamente, dejó huella no solo en el arte sino en la
economía local. Nos referimos a los talleres industriales que elaboran lienzos en grandes
cantidades por encargo de comerciantes que venden estas obras en ciudades como Trujillo,
Ayacucho, Arequipa y Lima, o incluso en lugares mucho más alejados, en los actuales
Argentina, Chile y Bolivia. El pintor Mauricio García, activo hacia la mitad del siglo XVIII, firma,
por ejemplo, un contrato para entregar cerca de quinientos lienzos en siete meses. Por
supuesto que se trataba de lo que se conocía como pintura "ordinaria" para diferenciarla de la
pintura "de brocateado fino", de diseño mucho más elaborado y colorido más rico.
El artista cusqueño más importante del siglo XVIII es Marcos Zapata. Su producción pictórica,
que abarca más de 200 cuadros, se extiende entre 1748 y 1764. Se considera su obra cumbre a
cincuenta lienzos de gran tamaño que recubren los arcos altos de la catedral del Cuzco, donde
destacan como elementos decorativos la abundante flora y fauna de la sierra y selva peruanas.
Autores
Las pinturas cuzqueñas fueron una forma de arte religioso cuyo fin principal era didáctico. Los
españoles, que pretendían convertir a los incas al catolicismo, enviaron un grupo de artistas
religiosos al Cuzco. Estos artistas formaron una escuela para quechuas y mestizos,
enseñándoles dibujo y pintura al óleo. La designación "cuzqueña", sin embargo, no se limita a
la ciudad del Cuzco o a los artistas indígenas, ya que los criollos también participaron en la
tradición.
Un mecenas importante de los artistas cuzqueños fue el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo,
quien coleccionó arte europeo y puso su colección a disposición de los artistas peruanos.
Promovió y ayudó económicamente a artistas cuzqueños como Basilio Santa Cruz, Antonio
Sinchi Roca Inka y Marcos Rivera.2
Estilo
Se cree que las características definitorias del estilo cuzqueña se originaron en el arte del
pintor quechua Diego Quispe Tito.56
La mayoría de las pinturas cuzqueñas fueron creadas de forma anónima debido a las
tradiciones precolombinas que definen el arte como comunal.
Véase también
Bernardo Bitti
Referencias
Horacio Villanueva Urteaga, «LOS MOLLINEDO y EL ARTE DEL CUZCO COLONIAL», Portal de
Revistas PUCP.
Fane, p. 38
Mesa, José de; Gisbert, Teresa (1962). Historia de la pintura cuzqueña. Instituto de Arte
Americano e Investigaciones Estéticas. Consultado el 26 de diciembre de 2023.
Bethell, p. 742
Bakewell, p. 268
Fane, p. 40
Bibliografía
Bakewell, Peter J. A History of Latin America: C. 1450 to the Present. Blackwell Publishing,
2003.
Bethell, Leslie. The Cambridge History of Latin America. Cambridge University Press, 1995.
ISBN 0-521-24516-8.
Fane, Diana, ed. Converging Cultures: Art & Identity in Spanish America. New York: Harry N.
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