4 Perspectiva de Genero Careaga G (S - F)

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La perspectiva de género: Conceptos básicos1

Gloria Careaga Pérez Programa Universitario de Estudios de Género,


UNAM / México e-mail: [email protected]

Introducción.

El género como herramienta para el análisis social ha sido incorporado


de manera masiva en los últimos años. Sin embargo, su adecuada
utilización nos exige una mirada crítica a las formas tradicionales de
relación, a cuestionar nuestros valores y creencias, así como a tratar de
imaginar un mundo en el que las relaciones sociales están basadas en la
equidad. Un mundo muchas veces defendido, pero tal vez pocas veces
imaginado. Este trabajo pretende ofrecer algunos elementos para mirar
la realidad social críticamente y empezar a buscar algunos elementos
para su transformación.

Antecedentes.

La perspectiva de género es resultado del trabajo teórico desarrollado


por las académicas feministas en la búsqueda por ofrecer elementos
hacia la eliminación de la desigualdad entre mujeres y hombres. Las
feministas durante ya más de 30 años han realizado estudios sobre la
condición de las mujeres, los factores que mantienen la inequidad, así
como las posibilidades que existen para impulsar una transformación de
las relaciones sociales.

La propuesta feminista es una propuesta revolucionaria que exige a


mujeres y hombres el construir nuevas formas de relación. Cuestionan
directamente al patriarcado y la consecuente hegemonía de lo
masculino sobre lo femenino, como elemento central de la
subordinación de las
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http://bibliotecadigital.conevyt.org.mx/servicios/hemeroteca/decisio/d2/gloria_ca
reaga.htm

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mujeres. El desarrollo teórico que han elaborado nos permite hoy
comprender mejor la dinámica de las relaciones sociales e identificar
algunos elementos para su transformación.

El cuestionamiento de las feministas a las formas tradicionales de


ejercer el poder para el mantenimiento de la subordinación de las
mujeres, ha provocado un gran rechazo de quienes detentan ese poder.
El movimiento feminista ha recibido tantos estigmas y estereotipos que
dificultan su construcción, impidiendo así un acercamiento que nos
permita adentrarnos en esta compleja propuesta de transformación
social que exige ir mas allá de lo vivido, incluso tal vez de lo imaginado.

Aún así, lo elaborado de sus aportaciones ha llevado a contar con


propuestas para analizar la sociedad en todos los campos —económico,
educativo, social, cultural, político, jurídico, ambiental, entre otros—, y
rebasar la lucha por el mejoramiento de la condición de las mujeres. Así,
hoy grandes teóricos de las ciencias sociales han retomado esta
perspectiva para su análisis de la realidad social. Además, el movimiento
feminista, en su lucha, ha logrado el reconocimiento de la subordinación
de las mujeres como un problema social que hay que enfrentar. En
1994, en la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo
a la que convocó la onu, logró que se reconociera la condición de las
mujeres como un factor de desarrollo y la recomendación de la
introducción de la perspectiva de género en la definición de las políticas
y los programas que los gobiernos desarrollan en beneficio de la
población.

Estos logros han llevado a que cada vez más se incorpore esta
perspectiva en el desarrollo científico y a que quienes se encuentran
trabajando en las instancias de gobierno se preocupen por buscar los
mecanismos para su inserción. De hecho, algunos otros de los
movimientos sociales que se pronuncian por la equidad y la democracia
han ido acercándose a buscar comprender la propuesta feminista, a
pesar de las dificultades con este término.

El concepto. Si bien el concepto género en castellano hace referencia a

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diferentes tipologías — género literario, géneros musicales, género
como tela— cada vez más está siendo asociado a las diferencias
sexuales. Sin embargo, el abordaje de esta perspectiva no se
circunscribe solamente a la identificación de las diferencias sexuales
desde la construcción cultural, además contribuye de manera
importante en el análisis de estas diferencias en la estructura de las
relaciones sociales a partir de la dimensión del poder.

"El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales


basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género, en una
forma primaria de relaciones significantes de poder".

El analizar la construcción y el impacto del género nos lleva a una


mirada crítica de las perspectivas que las ciencias sociales han utilizado
en la búsqueda de la comprensión e interpretación de la sociedad. Sin
embargo, este análisis no nos debe llevar a caer en la implantación de
nuevas supremacías, sino a apegarnos a la naturaleza compleja de la
sociedad que nos exige ampliar nuestra visión.

"El término género forma parte de una tentativa de las feministas


contemporáneas para reivindicar un territorio definidor específico, de
insistir en la insuficiencia de los cuerpos teóricos existentes para
explicar la persistente desigualdad entre mujeres y hombres".

Utilizar la categoría género para referirse a los procesos de


diferenciación, dominación y subordinación entre los hombres y las
mujeres, nos permite comprender el proceso a través del que somos
conformados, y en el cómo asumimos los significados sociales del ser
hombre y ser mujer. Es decir, nos obliga a reconocer la presión de lo
social y abre la posibilidad a la transformación de costumbres e ideas,
buscando explicar la acción humana como un producto construido.

El género es la expresión del sistema de relaciones culturales entre los


sexos. Es una construcción simbólica de cada sociedad sobre los
aspectos biológicos de la diferencia sexual. Se constituye así, en una
dimensión básica de la vida social que determina las expresiones, los
significados, los símbolos, las tareas y los espacios sociales para cada

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sexo, construida a partir de la diferencia sexual. El género como
resultado de la producción de normas culturales sobre el
comportamiento de los hombres y las mujeres, está mediado por la
interacción del conjunto de instituciones económicas, sociales, políticas
y religiosas, en toda su complejidad.

El sistema sexo-género es el conjunto de arreglos por los cuales una


sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad
humana y en los que estas necesidades humanas transformadas son
satisfechas

Sin embargo, el cuestionamiento feminista va más allá de la diferencia


sexual para centrarse en la desigualdad. Es decir, su análisis se centra en
la interrogante de cómo la diferencia sexual se expresa en inequidad de
género, donde lo masculino es más valorado que lo femenino.

División sexual del trabajo.

Esta construcción de la diferencia sexual se expresa no solamente en la


construcción de una identidad claramente diferenciada, sino que se
expresa en cada una de las esferas y espacios en el que nos
desenvolvemos. La división del mundo basada en referencia a las
diferencias biológicas y sobre todo a las que se refieren a la división del
trabajo de procreación y reproducción, actúa como la mejor fundada de
las ilusiones colectivas. Establecidos como conjunto objetivo de
referencias, los conceptos de género estructuran la percepción y la
organización, concreta y simbólica de toda la vida social. Así podríamos
decir que el mundo ha sido diferenciado de manera binaria a partir de la
diferencia sexual. Existen dos cosmovisiones, dos espacios: el público y
el privado; dos tareas: la producción y la reproducción. A pesar de que
podríamos encontrar diferencias culturales importantes en esa división
sexual, estas diferencias se muestran diferentes, pero generalmente
expresan lo mismo: la supremacía masculina.

Sin embargo, esta división sexual ha sufrido importantes modificaciones


en los últimos años a partir de las exigencias económicas que se
enfrentan y a una nueva perspectiva sobre el concepto de ser mujer. En

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los últimos años, se ha incrementado significativamente la participación
de las mujeres en la mayoría de los espacios considerados para los
hombres.

Es decir, las mujeres han rebasado su espacio privado para trasladarse


masivamente y participar en el espacio público.

Esta condición, si bien ha significado una carga para las mujeres al tener
que desenvolverse eficazmente en ambos espacios y dando lugar a la
doble jornada, la valoración atribuida al espacio público como espacio
masculino, les ha significado un reto atractivo, que incluso ha
repercutido en el incremento de la propia estima y valoración en la
mayoría de los casos. Sin embargo, esta participación no ha significado
una transformación de la división sexual, lo que lleva a que su
participación está enmarcada en un espacio ajeno, en el que muchas
veces accionan desde el papel de intrusas. Es decir, en la mayor parte de
los espacios públicos donde se desempeña, no se reconoce su condición
de mujer, sus responsabilidades tradicionales y sus nuevas aspiraciones,
por lo que debe actuar libre de éstas, como si no las tuviera, como si no
fuera.

Por el contrario, si bien se ha dado un cambio en cuanto a la concepción


del ser hombre, la pobre valoración a las cuestiones femeninas ha
significado un obstáculo para la participación amplia de los hombres en
el espacio privado. Aún cuando cada vez más los hombres incursionan
en tareas domésticas, como el cuidado de la descendencia, las compras,
y el aseo, éstas no son asumidas como responsabilidades compartidas,
sino como formas de colaboración en el hogar. Es más, hombres y
mujeres hoy buscan la manera de desentenderse de este espacio y sus
responsabilidades, al no reconocer el papel y la contribución social que
éste brinda, a la familia, a la sociedad, a cada uno y una. Actualmente es
poco frecuente encontrar que las nuevas generaciones poseen las
herramientas y habilidades que brinda el cumplimiento del trabajo
doméstico y que hoy son tan valoradas en el mercado laboral.
Asimismo, hay serias interrogantes

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sobre las posibilidades actuales de ofrecer un marco de soporte familiar
que articule las necesidades afectivas y de seguridad que brindaba la
red familiar.

No se trata aquí de reivindicar la subordinación y las tareas de las


mujeres, sino de buscar una revaloración del espacio privado, su papel y
responsabilidades, que posibilite una mayor apropiación por cada uno
de los integrantes de la familia, con el objeto de involucrar a todas/os
en su articulación y desempeño. Igualmente, la transformación de las
relaciones de género, no se orienta a revirar el sentido de las relaciones
de poder que tradicionalmente hemos desempeñado, sino de construir
nuevas. Es a partir de esta revisión de los papeles y responsabilidades
en lo doméstico, en lo privado, donde las teorías más destacadas han
identificado la base de la construcción de las identidades femenina y
masculina, y su significación en la estructura social y es ahí donde
podríamos abrir una amplia posibilidad para la transformación social.

Expresiones de la inequidad.

Frecuentemente se ha buscado identificar a quiénes son responsables


del mantenimiento de esta estructura de relaciones. Sin embargo, es
importante reconocer que en el mantenimiento de las relaciones de
inequidad participamos hombres y mujeres. Somos parte de la
estructura de relaciones sociales que fundan esta forma de ejercer el
poder. Este sistema de relaciones abarca cada una de las esferas de la
vida social y se expresa permanentemente, en la calle, en la escuela, en
la familia, en el trabajo, en las decisiones políticas, en todo. El problema
principal que la inequidad de género enfrenta es su “naturalización”. Es
decir, se considera natural o como parte del ser hombre o ser mujer, las
expresiones y comportamientos que tenemos en este marco. La
violencia, la obediencia, la dominación, la sumisión, son expresiones
que mujeres y hombres manifiestan e incluso defienden sin pudor.

Estas expresiones las vamos a encontrar también en las instituciones


gubernamentales y en los diferentes programas y servicios que ofrecen.
Por supuesto, no estamos exentas quienes participamos en los procesos

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educativos. Así, a partir de esta visión “natural” podemos encontrar que
se distribuye el espacio escolar diferencialmente para niñas y niños,
ocupando “necesariamente” mayores espacios los niños. Igualmente,
las tareas extra clase que se asignan a unas y otros, generalmente
reproducen los papeles tradicionalmente asignados a mujeres y
hombres. Es más en el desarrollo cotidiano del trabajo en las aulas e
incluso en los espacios de educación no escolar, se privilegia la
participación, la voz de los hombres; condición no necesariamente a
través de la asignación sino a partir de la no contemplación de las
barreras que impiden que las mujeres participen igualitariamente.

Y no solamente se expresan en las designaciones y relaciones cotidianas


que enfrenta el proceso educativo, sino que muchas veces las
modificaciones y propuestas que buscan alternativas de

equidad para las mujeres son rechazadas por las personas responsables
de instrumentarlas, quienes con base en valores y tradiciones culturales,
pueden llegar a considerarlas incluso ridículas.

Es más, en cuestión de discriminación y mantenimiento de los usos y


costumbres la familia juega un papel fundamental, apoyando y
sancionando lo que socialmente se ha considerado como valioso, pero
también manteniendo estigmas y sanciones para quienes no adoptan la
norma. Es muy fácil observar cómo en la familia y en la escuela se
sanciona a quienes muestran actitudes, comportamientos o intereses
que no corresponden con los modelos tradicionales del ser mujer o ser
hombre y como las autoridades responsables de este entorno fomentan
la creación de estigmas o burlas a quienes actúan diferente.

Uno de los principales obstáculos que se enfrentan en los procesos de


construcción de marcos de equidad para la relación entre mujeres y
hombres, es precisamente la necesidad que se ha asumido en estos
espacios, el familiar y el escolar, de reproducir los valores sociales
predominantes, sin revisar si éstos atentan contra las posibilidades de
desarrollo personal y los derechos de las personas.

A pesar de que todos los gobiernos, en este sentido también el nuestro,

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están comprometidos con buscar alternativas para mejorar la condición
de las mujeres y desarrollar programas tendientes a alcanzar la equidad
entre los géneros, la pobre sensibilización que se ha logrado hacia las
propuestas feministas y la falta de capacitación en la perspectiva de
género de las personas responsables involucradas que permita tomar
conciencia de la participación en los sistemas de inequidad, y de la
necesidad de transformación, son todavía tareas pendientes a cumplir.

Conclusiones.

El sistema de inequidad en el que mujeres y hombres estamos inmersos


ha impedido el amplio desarrollo de las potencialidades con que como
seres humanos contamos. El proceso de naturalización en el que se ha
insertado el sistema de relaciones que mantiene estas inequidades
sociales constituye uno de los retos más importantes a de construir. El
espacio social en el que mujeres y hombres transitamos, nos
desarrollamos y pretendemos desempeñarnos es un espacio común que
ha sido cercenado a partir de la división sexual. Esta construcción social
de la diferencia sexual ha dado lugar a un cúmulo de desigualdades
sociales que hoy claramente están identificadas con la represión, la
marginación y la injusticia social.

Esta inequidad social al ser parte fúndante de la estructura de


relaciones en que estamos insertas/os nos exige de una reflexión y
revisión amplia y permanente de la participación de cada una/o para su
mantenimiento, como una vía estratégica que nos permita reconocer
nuestra participación en el fortalecimiento de esta estructura y haga
posible la toma de conciencia de los recursos personales, familiares e
institucionales con que contamos para impulsar su cambio.

El análisis de las condiciones de inequidad entre los géneros, nos exige


además de un amplio recorrido por cada una de las esferas de la vida
social, que nos permita identificar las diferentes expresiones de esta
inequidad, así como de las dimensiones de clase, edad, condición social,
sexual, que someten a las mujeres a doble discriminación.

Las propuestas elaboradas por el movimiento de mujeres y el feminista

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constituyen una herramienta central para el análisis de la situación y
participar en la formulación de acciones para una transformación donde
la equidad, el desarrollo y relaciones justas entre mujeres y hombres
sean posibles.

Lecturas sugeridas

Bordieu, Pierre 1980, Le Sens Pratique, Paris. Citado por Joan Scott en El
género una categoría útil para el análisis histórico. En Marta Lamas, El
género la construcción cultural de la diferencia sexual. México, pueg,
Porrúa, 1996.

Careaga, Gloria 1996 Las relaciones entre los géneros en la salud


reproductiva, Comité Promotor por una Maternidad sin Riesgos,
México.

Scott, Joan 1986, "El género una categoría social útil para el análisis
histórico", en Marta Lamas, El género la construcción cultural de la
diferencia sexual. México, pueg, Porrúa, 1996.

Rubin, Gayle 1975, "El tráfico de Mujeres: notas sobre la economía


política del sexo", en Marta Lamas, El género la construcción cultural de
la diferencia sexual. México, pueg, Porrúa, 1996.

Las lecturas se pueden conseguir en:


www.pueg.unam.mx, www.gandhi.com.mx Centro de Cooperación
Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe
CREFAL. (C) 2002. Av. Lázaro Cárdenas, s/n. Col. Revolución. Tel. (434)
342-81-14

Pátzcuaro, Michoacán. México.

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