Textos Resumen Institucional

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Textos resumen institucional

Psicología Institucional (Universidad Autónoma de Entre Ríos)

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Kaminsky – Dispositivos institucionales.

Los ojos institucionales son los grupos. A través de ellos es posible entrever a los que son
objeto de ella y los que son sujetos de la misma. El grupo-objeto es el sometido a las consignas
instituidas, soporta y sostiene la jerarquización institucional (su verticalidad) Son “hablados”
por la institución. El grupo-sujeto es aquel que opera o se propone operar ciertos
desprendimientos de lo establecido: pueden abrirse a un más allá de sus intereses puntuales.
Aspira a “tomar la palabra”, son los “hablantes” de la institución. Aquí no los ubicamos en
posición de activos/pasivos. Hablar de grupoobjeto/sujeto permite trabajar la movilidad de lo
insospechado institucional: esto remite a la indispensable disposición para comprender la
relacionalidad de lo instituido/instituyente.

La ecuación horizontal/vertical puede ser superada a través de la formulación de un coeficiente


de la misma. El coeficiente nos aproxima al nivel de transversalidad institucional, este rompe
con el duro esquema de las coordenadas crucificantes y facilita la comprensión del juego de
atravesamiento social que capitaliza toda institución. En el circuito de las relaciones
transferenciales-contratransferenciales institucionales, el analista implicado registra las fisuras
de lo instituido y, a través de los analizadores o síntomas de la institución puede abrir los
múltiples caminos de lo instituyente. Las instituciones están en movimiento debido a la
permanente articulación entre lo instituido y lo instituyente. Analizadores. Así como el
psicoanalista detecta síntomas de su paciente para diagnosticar su padecimiento, el analista
institucional reconoce analizadores. Existen analizadores de tipo natural (detectados por el
actor -no los produce este), analizadores artificiales (los genera el analista como táctica de
prueba de los efectos que tal acto o hecho pueden generar) La búsqueda o generar algún
analizador puede permitir pasar de lo instituido, lo hablado institucional, a la dimensión
instituyente-hablante. Nos permiten iniciar el acceso a lo que la institución es efectivamente y
no lo que aparenta o cree imaginariamente ser. El análisis institucional tiene algo de
provocador porque a veces se trabaja en instituciones donde aparentemente “no pasa nada”.
El entrecruzamiento de las implicaciones, la red de implicaciones permite introducirnos en el
mundo o submundo emocional de la institución. La intervención del analista institucional
provoca en la institución un proceso de desplazamiento en la dimensión de lo instituido a
través de acciones instituyentes de éste. Esta es la transferencia institucional, la presencia del
analista al poner en juego la estructura de la institución en su conjunto, pone también en
evidencia sus dimensiones imperceptibles, y las relaciones institucionales comienzan a ser
dilucidadas. El análisis instituye una crisis en las instituciones, y una crisis de las instituciones es
una forma de análisis. El nivel transferencial de las instituciones implica al propio socioanalista,
porque está dentro del mismo campo en donde interviene; este es el nivel de la transferencia
del propio analista sobre el campo institucional de la intervención, es lo que denominamos
contratransferencia. Porque es el sujeto o grupo de sujetos que tiene como objeto la propia
institución. Como analistas institucionales hay que reconocer que hay un entrecruzamiento de
circunstancias transferenciales, emocionales, afectivas, donde estamos atravesados
transferencialmente.

Deleuze, Gilles – ¿Qué es un dispositivo?

Las dos primeras dimensiones de un dispositivo, o las que Foucault distingue en primer
término, son curvas de visibilidad y curvas de enunciación. Lo cierto es que los dispositivos son
como las máquinas de 1 Raymond Roussel, según las analiza Foucault; son máquinas para
hacer ver y para hacer hablar. La visibilidad no se refiere a una luz en general que iluminara
objetos preexistentes; está hecha de líneas de luz que forman figuras variables e inseparables

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de este o aquel dispositivo. Cada dispositivo tiene su régimen de luz, la manera en que ésta
cae, se esfuma, se difunde, al distribuir lo visible y lo invisible, al hacer nacer o desaparecer el
objeto que no existe sin ella. Y, las enunciaciones a su vez remiten a líneas de enunciación en
las que se distribuyen las posiciones diferenciales de sus elementos. En tercer lugar, un
dispositivo implica líneas de fuerzas. Envuelven los trayectos de una línea con otra, operan idas
y venidas, desde el ver al decir e inversamente, actuando como flechas que no cesan de
penetrar las cosas y las palabras, que no cesan de librar una batalla. La línea de fuerzas se
produce "en toda relación de un punto con otro" y pasa por todos los lugares de un dispositivo.
Invisible e indecible, esa línea está estrechamente mezclada con las otras y sin embargo no se
la puede distinguir. Cuando la fuerza, en lugar de entrar en relación lineal con otra fuerza, se
vuelve sobre sí misma, se ejerce sobre sí misma o se afecta ella misma. Esta dimensión del sí-
mismo no es en modo alguno una determinación preexistente que ya estuviera hecha. También
aquí una línea de subjetivación es un proceso, es la producción de subjetividad en un
dispositivo: una línea de subjetivación debe hacerse en la medida en que el dispositivo lo deje
o lo haga posible. Es hasta una línea de fuga. Escapa a las líneas anteriores, se escapa. El sí-
mismo no es ni un saber ni un poder. Es un proceso de individuación que tiene que ver con
grupos o personas y que se sustrae a las relaciones de fuerzas establecidas como saberes
constituidos: es una especie de plusvalía. No es seguro que todo dispositivo lo implique. Los
dispositivos tienen, pues, como componentes líneas de visibilidad, de enunciación, líneas de
fuerzas, líneas de subjetivación, líneas de ruptura, de fisura, de fractura que se entrecruzan y se
mezclan mientras unas suscitan otras a través de variaciones o hasta de mutaciones de
disposición. De esta circunstancia se desprenden dos importantes consecuencias para una
filosofía de los dispositivos. La primera es el repudio de los universales. El universal, en efecto,
no explica nada, sino que lo que hay que explicar es el universal mismo. Todas las líneas son
líneas de variación que no tienen ni siquiera coordenadas constantes. Lo uno, el todo, lo
verdadero, el objeto, el sujeto no son universales, sino que son procesos singulares de
unificación, de totalización, de verificación, de objetivación, de subjetivación, procesos
inmanentes a un determinado dispositivo. Y cada dispositivo es también una multiplicidad en
la que operan esos procesos en marcha, distintos de aquellos procesos que operan en otro
dispositivo. La segunda consecuencia de una filosofía de los dispositivos es un cambio de
orientación que se aparta de lo eterno para aprehender lo nuevo. Lo nuevo no designa la
supuesta moda, sino que por el contrario se refiere a la creatividad variable según los
dispositivos. Pertenecemos a ciertos dispositivos y obramos en ellos. La novedad de unos
dispositivos respecto de los anteriores es lo que llamamos su actualidad, nuestra actualidad. Lo
nuevo es lo actual. Lo actual no es lo que somos, sino que es más bien lo que vamos siendo, lo
que llegamos a ser, es decir, lo otro, nuestra diferente evolución. En todo dispositivo hay que
distinguir lo que somos (lo que ya no somos) y lo que estamos siendo: la parte de la historia y
la parte de lo actual. De modo que la historia o el archivo es lo que nos separa de nosotros
mismos, en tanto que lo actual es eso otro con lo cual ya coincidimos.

Foucault – El ojo del poder (eje 4)

Nombre de “panóptico”, designa un principio global. Bentham no ha pues simplemente


imaginado una figura arquitectónica destinada a resolver un problema concreto, como el de la
prisión, la escuela o el hospital. Proclama una verdadera invención que él mismo denomina
“huevo de Colón”. Y, en efecto, lo que buscaban los médicos, los industriales, los educadores y
los penalistas, Bentham se lo facilita: ha encontrado una tecnología de poder específica para
resolver los problemas de vigilancia. Mientras que los economistas planteaban el problema en
términos de riqueza (población-riqueza ya que mano de obra, fuente de actividad económica,

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consumo; y población-pobreza ya que excedente u ociosa), Bentham plantea la cuestión en


términos de poder: la población como blanco de las relaciones de dominación. Las técnicas de
poder que funcionan en el interior del panóptico. La mirada fundamentalmente, y también la
palabra puesto que existen esos famosos tubos de acero -extraordinaria invención- que unen el
inspector central con cada una de las celdas en las que se encuentran, nos dice Bentham, no un
prisionero sino pequeños grupos de prisioneros. Estamos hablando de dos cosas: de la mirada
y de la interiorización. Y, en el fondo, ¿no se trata del problema del precio del poder? El poder,
de hecho, no se ejerce sin gastos. Existe evidentemente el coste económico, y Bentham lo dice.
¿Cuántos vigilantes hacen falta? ¿Cuánto, en definitiva, costará la máquina? Pero está además
el coste propiamente político. Si se es muy violento se corre el riesgo de suscitar
insurrecciones; si se interviene de forma discontinua se arriesga uno a dejar que se produzcan,
en los intervalos, fenómenos de resistencia de un coste político elevado. Así funcionaba el
poder monárquico. La burguesía comprende perfectamente que una nueva legislación o una
nueva Constitución no son garantía suficiente para mantener su hegemonía. Se da cuenta de
que debe inventar una tecnología nueva que asegure la irrigación de todo el cuerpo social de
los efectos de poder llegando hasta sus más ínfimos resquicios. Es una máquina -panóptico- en
la que todo el mundo está aprisionado, tanto los que ejercen el poder como aquellos sobre los
que el poder se ejerce. Pienso que esto es lo característico de las sociedades que se instauran
en el siglo XIX. El poder ya no se identifica sustancialmente con un individuo que lo ejercería o
lo poseería en virtud de su nacimiento, se convierte en una maquinaria de la que nadie es
titular. Sin duda, en esta máquina nadie ocupa el mismo puesto, sin duda ciertos puestos son
preponderantes y permiten la producción de efectos de supremacía. El poder es sin duda más
complicado, o de otro modo, más espeso y difuso que un conjunto de leyes o un aparato de
Estado. No se puede comprender el desarrollo de las fuerzas productivas propias del
capitalismo, ni imaginar su desarrollo tecnológico, si no se conocen al mismo tiempo los
aparatos de poder. En el caso, por ejemplo, de la división de trabajo en los grandes talleres del
siglo XVIII. Está claro que en un dispositivo como el ejército, el taller o cualquier tipo de
institución, la red del poder adopta una forma piramidal. Existe pues una cúspide. Sin embargo,
incluso en un caso así de simple, esta “cúspide” no es la “fuente” o el “principio” de donde se
derivaría todo el poder como de un centro luminoso (esta es la imagen según la cual se
representa a la monarquía). La cúspide y los elementos inferiores de la jerarquía están en una
relación de sostén y de condicionamiento recíprocos; se “sostienen” (el poder como “chantaje
“mutuo e indefinido). Pero si lo que me preguntas es si esta nueva tecnología de poder tiene
históricamente su origen en un individuo o en un grupo de individuos determinados, que
habrían decidido aplicarla para servir sus propios intereses y utilizar así, en su beneficio, el
cuerpo social, te responderé: no. Más bien en un juego complejo de apoyos que adoptan los
diferentes mecanismos de poder unos sobre otros permaneciendo sin embargo en su
especificidad. Así, actualmente, la interrelación entre medicina, psiquiatría, psicoanálisis,
escuela, justicia, familia, en lo que se refiere a los niños, no homogeneiza estas distintas
instancias, sino que establece entre ellas conexiones, reenvíos, complementariedades,
delimitaciones, lo que supone que cada una conserva hasta cierto punto las modalidades que
le son propias. Rechaza (Foucault) la idea de un poder que sería una super-estructura, pero no
la idea de un poder que es, en cierto modo, consustancial al desarrollo de las fuerzas
productivas, que forma parte de él. El poder se transforma continuamente con estas fuerzas. La
burguesía, ha sido capaz de construir máquinas de poder que posibilitan circuitos de beneficios
los cuales, a su vez, refuerzan y modifican los dispositivos de poder, y esto de forma dinámica y
circular. Las técnicas de poder se han inventado para responder a las exigencias de la

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producción. Me refiero a la producción en un sentido amplio (puede tratarse de “producir” una


destrucción, como en el caso del ejército).

Foucault – Un diálogo sobre el poder

Dos grandes preguntas: la pregunta por el saber (de 1954 a 1969) y la pregunta por el poder
(de 1970 hasta hoy), que darán lugar a dos propuestas metódicas: el método arqueológico y el
método genealógico. Dos grandes errores:  Plantear la toma del poder como toma del Estado.
 Plantear un contra-Estado corno forma óptima de ejercicio del poder. Hay que sustituir la
imagen negativa del poder (oculta, reprime, impide) por una positiva: el poder produce. Y
produce lo real, a través de una transformación técnica de los individuos, en nuestra sociedad
recibe el nombre de normalización. Debe entenderse la ley, no como aquello que escinde
limpiamente dos dominios (legalidad/ilegalidad), sino como un procedimiento por medio del
cual se gestionan diferentes órdenes de ilegalismos. La ley, la batalla perpetua: el ejercicio
actual de unas estrategias. Cuando los prisioneros se han puesto a hablar, ya tenían una teoría
de la prisión, de la penalidad, de la justicia. Esta especie de discurso contra el poder, este
contra-discurso mantenido por los prisioneros o los llamados delincuentes, eso es lo que
cuesta y no una teoría sobre la delincuencia. El meter a alguien en prisión, mantener allí,
privarlo de alimento, de calor, impedirle salir, etc., ahí tenemos la manifestación de poder más
delirante que uno pueda imaginar. El poder aquí se manifiesta excesivamente, desnudo, y se
justifica como poder moral. Marx y Freud quizá no bastan para ayudarnos a conocer eso tan
enigmático, a la vez visible e invisible, presente y oculto, ocupado en todas partes, que se llama
el poder; el análisis tradicional de los aparatos de Estado, no agotan sin duda el campo de
ejercicio y funcionamiento del poder. El gran desconocido es ¿quién ejerce el poder?, ¿dónde
lo ejerce? Sabemos que no son los gobernantes. En todo lugar donde hay poder, el poder se
ejerce. Nadie es titular y, sin embargo, se ejerce den determinada dirección, con unos a un lado
y los otros en el otro; no sabemos quien lo tiene exactamente, pero sabemos quién no lo tiene.
Sabemos claramente quién explota, quién beneficia, quién gobierna, pero el poder es todavía
más difuso. Podría decirse (Deleuze), que hay catexis de deseo que moldean el poder y lo
difunden, y hacen que el poder se halle tanto a nivel de la poli como del primer ministro y que
no hay ninguna diferencia entre el poder que ejerce el uno o el otro. Ej., el grito de Reich: ¡no,
las masas no fueron engañadas, en determinado momento desearon el fascismo! Si se lucha
contra el poder, todos aquellos que lo reconocen como intolerable pueden emprender la lucha
allí donde se hallan y a partir de su propia actividad (o pasividad). Las mujeres, los prisioneros,
los enfermeros de los hospitales, los homosexuales, han entablado en este momento una lucha
específica contra la forma particular de poder, de coacción, de control que sobre ellos se
ejerce. Entonces, la generalidad de la lucha la produce el sistema mismo del poder, todas las
formas de ejercicio y aplicación del poder. No es totalización -verdad-.

Deleuze – Rizoma (1977)

Un primer tipo de libro es el libro - raíz. El árbol ya es la imagen del mundo, o bien la raíz es la
imagen del árbol - mundo. La ley del libro es la reflexión, lo Uno que deviene Dos. La lógica
binaria es la realidad espiritual del árbol - raíz. El mundo ha devenido caos, pero el libro
continúa siendo una imagen del mundo, caosmos-raicilla, en lugar de cosmos-raíz. Lo múltiple
hay que hacerlo, pero no añadiendo constantemente una dimensión superior, sino, al
contrario, de la forma más simple, a fuerza de sobriedad, al nivel de las dimensiones de que se
dispone, siempre ‘n menos 1’ (sólo así, sustrayéndolo, lo Uno forma parte de lo múltiple).
Sustraer lo único de la multiplicidad a constituir: escribir a n-1. Este tipo de sistema podría
denominarse rizoma. Un rizoma como tallo subterráneo se distingue radicalmente de las raíces

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y de las raicillas. Los bulbos, los tubérculos, son rizomas. En sí mismo, el rizoma tiene formas
muy diversas, desde su extensión superficial ramificada en todos los sentidos hasta sus
concreciones en bulbos y tubérculos: cuando las ratas corren por encima de otras. En un
rizoma hay lo mejor y lo peor: la patata y la grama, la mala hierba. Caracteres generales del
rizoma: 1° y 2° principios de conexión y de heterogeneidad: cualquier punto del rizoma puede
ser conectado con cualquier otro, y debe serlo. Eso no sucede en el árbol ni en la raíz, que
siempre fijan un punto, un orden. Un rizoma no cesaría de conectar eslabones semióticos,
organizaciones de poder, circunstancias relacionadas con las artes, las ciencias, las luchas
sociales. 3° principio de multiplicidad: sólo cuando lo múltiple es tratado efectivamente como
sustantivo, multiplicidad, deja de tener relación con lo Uno como sujeto o como objeto, como
realidad natural o espiritual, como imagen y mundo. Las multiplicidades son rizomáticas y
denuncian las pseudomultiplicidades arborescentes. En un rizoma no hay puntos o posiciones,
como ocurre en una estructura, un árbol, una raíz. En un rizoma sólo hay líneas. 4° principio de
ruptura asignificante: frente a los cortes excesivamente significantes que separan las
estructuras o atraviesan una. rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero
siempre recomienza según esta o aquella de sus líneas, y según otras. Es imposible acabar con
las hormigas, puesto que forman un rizoma animal que, aunque se destruya en su mayor parte,
no cesa de reconstituirse. Todo rizoma comprende líneas de segmentaridad según las cuales
está estratificado, territorializado, organizado, significado, atribuido, etc.; pero también líneas
de desterritorialización según las cuales se escapa sin cesar. Hay ruptura en el rizoma cada vez
que de las líneas segmentarias surge bruscamente una línea de fuga, que también forma parte
del rizoma. Esas líneas remiten constantemente unas a otras. Por eso nunca debe
presuponerse un dualismo o una dicotomía, ni siquiera bajo la forma rudimentaria de lo bueno
y de lo malo. Escribir, hacer rizoma, ampliar nuestro territorio por desterritorialización,
extender la línea de fuga hasta lograr que englobe todo el plan de consistencia en una máquina
abstracta. 5° y 6° principios de cartografía y calcomanía: un rizoma no responde a ningún
modelo estructural o generativo. Es ajeno a toda idea de eje genético, como también de
estructura profunda. Para nosotros el eje genético o la estructura profunda son ante todo
principios de calco reproducibles hasta el infinito. La lógica del árbol es una lógica del calco y
de la reproducción. Y tanto en la lingüística como en el psicoanálisis tiene por objeto un
inconsciente representativo, cristalizado en complejos codificados, dispuesto en un eje
genético o distribuido en una estructura sintagmática. El árbol articula y jerarquiza calcos, los
calcos son como las hojas del árbol. Muy distinto es el rizoma, mapa y no calco. Hacer el mapa
y no el calco. La orquídea no reproduce el calco de la avispa, hace mapa con la avispa en el
seno de un rizoma. Si el mapa se pone al calco es precisamente porque está totalmente
orientado hacia una experimentación que actúa sobre lo real. El mapa no reproduce un
inconsciente sobre sí mismo, lo construye. Contribuye a la conexión de los campos, al
desbloqueo de los cuerpos sin órganos, a su máxima apertura en un plan de consistencia.
Forma parte del rizoma. El mapa es abierto, capaz de ser conectado en todas sus dimensiones,
desmontable, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones. Puede ser roto,
alterado, adaptarse a distintos montajes, iniciando por un individuo, un grupo, una formación
social. Una de las características más importantes del rizoma, quizá sea la de tener siempre
múltiples entradas; en ese sentido, la madriguera es un rizoma animal que a veces presenta
una clara distinción entre la línea de fuga como pasillo de desplazamiento, y los estratos de
reserva o de hábitat. Contrariamente al calco, que siempre vuelve “a lo mismo”, un mapa tiene
múltiples entradas. El calco ha traducido ya el mapa en imagen, ha transformado ya el rizoma
en raíces y raicillas. Ha organizado, estabilizado, neutralizado las multiplicidades según sus
propios ejes de significación. Ha generado, estructuralizado, el rizoma, y, cuando cree

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reproducir otra cosa, ya sólo se reproduce a sí mismo. Por eso es tan peligroso. Inyecta
redundancias, y las propaga. En los rizomas existen estructuras de árbol o de raíces, y a la
inversa, la rama de un árbol o la división de una raíz pueden ponerse a brotar en forma de
rizoma. La localización no depende aquí de análisis teóricos que implican universales, sino de
una pragmática que compone las multiplicidades o los conjuntos de intensidades. Lo
fundamental es que el árbol-raíz y el rizoma-canal no se oponen como dos modelos: uno actúa
como modelo y como calco trascendente, incluso si engendra sus propias fugas; el otro actúa
como proceso inmanente que destruye el modelo y esboza un mapa, incluso si constituye sus
propias jerarquías, incluso si suscita un canal despótico. No se trata, pues, de tal o tal lugar de
la tierra, ni de un determinado momento de la historia, y mucho menos de tal o tal categoría
del espíritu, sino del modelo que no cesa de constituirse y de desaparecer, y del proceso que
no cesa de extenderse, interrumpirse y comenzar de nuevo. ¿Otro o un nuevo dualismo? No.
Resumamos los caracteres principales de un rizoma: a diferencia de los árboles y sus raíces, el
rizoma conecta cualquier punto con otro punto cualquiera, cada uno de sus rasgos no remite
necesariamente a rasgos de la misma naturaleza; el rizoma pone en juego regímenes de signos
muy distintos e incluso estados de no-signos. El rizoma no se deja reducir ni a lo Uno ni a lo
Múltiple. No es lo Uno que deviene dos, ni tampoco que devendría directamente tres, cuatro o
cinco, etc. No es un múltiple que deriva de lo Uno, o al que lo Uno se añadiría (n+1). No está
hecho de unidades, sino de dimensiones, o más bien de direcciones cambiantes. No tiene ni
principio ni fin, siempre tiene un medio por el que crece y desborda. Constituye multiplicidades
lineales de n dimensiones, sin sujeto ni objeto, distribuibles en un plan de consistencia del que
siempre se sustrae lo Uno (n-1). El rizoma sólo está hecho de líneas: líneas de segmentaridad,
la estratificación, como dimensiones, pero también línea de fuga o de desterritorialización
como dimensión máxima según la cual, siguiéndola, la multiplicidad se metamorfosea al
cambiar de naturaleza. Contrariamente al árbol, el rizoma no es objeto de reproducción: ni
reproducción externa como el árbol-imagen, ni reproducción interna como la estructura-árbol.
El rizoma es una anti-genealogía, una memoria corta o anti-memoria. El rizoma procede por
variación, expansión, conquista, captura, inyección. El rizoma está relacionado con un mapa
que debe ser producido, construido, siempre desmontable, conectable, alterable, modificable,
con múltiples entradas y salidas, con sus líneas de fuga. Lo que hay que volver a colocar sobre
los mapas son los calcos, y no a la inversa. Un rizoma no empieza ni acaba, siempre está en el
medio, entre las cosas, inter-ser, intermezzo. El árbol es filiación, pero el rizoma tiene como
tejido la conjunción “y...y...y...”.

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