S. S. Juan XXIII y El Concilio Ecuménico Vaticano II
S. S. Juan XXIII y El Concilio Ecuménico Vaticano II
S. S. Juan XXIII y El Concilio Ecuménico Vaticano II
E C U M E N I C O V A T I C A N O II
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PASTORAL COLECTIVA
DEL EPISCOPADO CHILENO
ECUMENICO VATICANO II
1961
Pastóral Colectiva del Episcopado Chileno
S.S. J U A N X X I I I Y EL CONCILIO E C U M E N I C O
VATICANO II
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labras y en sus actos. Todos hemos sentido, aun los no- católicos,
que la característica y fisonomía propia del pontificado de Juan
XXIII, es la paternidad, ejercida por él en forma sincera y, parti-
cularmente sencilla y afectuosa.
Perp el actual Papa es, también, hombre poderoso en obras.
Decidido y realizador, con la audacia de los santos, ha celebrado
ya, en los dos años de su Pontificado, el Primer Sínodo diocesano
de Roma, y, con increíble tenacidad y decisión, prepara la celebra-
ción del Concilio Ecuménico Vaticano II. Estos dos hechos, por sí
solos, constituyen un símbolo de la influencia y acción decidida y
grande que ha realizado Juan XXIII, en el breve tiempo transcu-
rrido de su pontificado.
Ni podemos pasar en silencio su particular preocupación por
la América Latina. A sólo quince días de ser elegido Pontífice,: pro-
nunció (15-XI-1958) un discurso a los Obispos Latinoamericanos,
congregados en Roma para la tercera reunión del Consejo Episco-
pal Latinoamericano (CELAM), y en él expresó: "el lugar que
América Latina y sus problemas tienen en la Iglesia no puede no
ocuparlo también en el corazón de aquel que, por divino mandato,
tiene la temible, si bien dulce responsabilidad de la Iglesia y de sus
destinos." El conocimiento y preocupación que, en esa oportunidad,
demostró por nuestros problemas, como las constantes ayudas que
nos otorga, de diversa índole, a través de la Pontificia Comisión
para la América Latina (CAL), siempre orientadas a las funda-
mentales necesidades, dan a nuestro espíritu una filial confianza' en
el actual Papa.
¿Qué decir, ahora, de su actitud al tener conocimiento de las
desgracias sufridas en mayo de 1960, por nuestra querida patria?
Juan XXIII fue el primero en enviar sus condolencias y auxilios. Y
por su digno representante en Chile, el Excmo. Sr. Nuncio Apostó-
lico, Möns. Opilio Rossi, quiso visitar las regiones damnificadas y
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llevar la palabra y la ayuda paternal del Padre común de los cris-
tianos. Y ésta fue la primera visita de todas las regiones damnifica-
das, que hacía un representante extranjero. Ni su preocupación
fue sólo enviar una ayuda, en el primer momento, sino que, en re-
petidas ocasiones, ha seguido manifestando su paternal interés con
nuevos auxilios en remesas de dinero, vestuario y alimentos.
Queridos fieles, resumamos en una palabra: Juan XXIII se
nos presenta y es un verdadero padre y un gran Pontífice. Nos guía
con sencilla y afectuosa preocupación y nos gobierna con sabiduría
y decisión.
Os pedimos, por tanto, con cordial insistencia que durante este
año, y particularmente durante el mes de noviembre próximo, ele-
véis fervientes preces a Dios por nuestro Padre y Pontífice. El día
de su natalicio es el 25 de noviembre; pero lo celebraremos, en to-
do el mundo, el 4 de noviembre, aniversario de su coronación como
Sumo Pontífice, que sea ese, un día de filial regocijo para todos vos-
otros.
A fin de hacer más efectiva esta petición, daremos, en cada
Jurisdicción Eclesiástica, normas para que los sacerdotes promue-
van rogativas por el actual Papa.
Los Obispos y fieles de todo el mundo van a reunir los medios
económicos para construir, en Roma, una Iglesia parroquial y un
pensionado de estudiantes, que serán ofrecidos al Santo Padre, en
el día del aniversario de su coronación. Nos ha parecido, a los Obis-
pos de Chile, que las grandes necesidades creadas por los tremen-
dos sismos de mayo de 1960, no permiten extender esta colecta a
los fieles de nuestra patria tan necesitada. Estamos seguros que
vosotros contribuiréis, por lo mismo, más generosamente a aliviar a
las regiones destruidas del sur de Chile. Sabemos que el paterno
sentir del Papa actual, verá como un homenaje hecho a él, cuánto
vosotros hagáis por ayudar con liberalidad, a sus hijos de nuestra
región austral damnificada.
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II.a Parte
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y disposición divinos bajo el soplo misterioso e invisible, pero real,
animador y fecundo del Espíritu Santo.
En efecto, la Iglesia, fundada sobre la roca indestructible del
Romano Pontífice, por lo que la llamamos justamente "Romana", es
también, "Apostólica", es decir, episcopal. Cristo, además de esta-
blecer, en Pedro y sus sucesores legítimos, la suprema autoridad,
para todo el mundo, del Pastor, Maestro y Padre, quiso que, en las
diversas regiones, los Apóstoles y sus sucesores, los Obispos, lo re-
presentaran y gobernaran las iglesias particulares con delegación de
su misma autoridad, aunque subordinada al Papa en el ejercicio. La
Escritura Santa dice a este respecto a los Obispos: "Velad sobre
vosotros y sobre vuestra grey, en la cual el Espíritu Santo os ha
instituido Obispos, para apacentar la Iglesia de Dios que ha ganado
El con su propia sangre" (4).
Al reunirse, por tanto, en Concilio Ecuménico, el Papa con el
Episcopado de todo el mundo, se cumple el plan divino para orientar
y dirigir la Iglesia, y Cristo está, como en el Cenáculo, velando por
el sucesor de Pedro y los sucesores de sus apóstoles. Y las defini-
ciones y normas, en materia de fe y costumbres, como también de
disciplina y pastoral, que emanan de un Concilio Ecuménico, tienen
una particular asistencia del Espíritu de Dios. Si ellas revisten el
carácter de solemnes declaraciones autoritativamente impuestas, go-
zan, como las declaraciones "ex cathedra" del Romano Pontífice, de
infalible inerrancia, y han de ser aceptadas y acatadas por toda la
cristiandad como verdades que Dios mismo desea comunicar a su
pueblo y a todo el mundo.
A nosotros los Obispos nos atemoriza y humilla saber esta ver-
dad y enseñarla, al considerar su dignidad y grandeza, y ver, al
mismo tiempo nuestra pequeñez y debilidad. Hemos sido escogidos,
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a pesar d e ello para ser instrumentos de la acción de Cristo, a través
del tiempo. Sólo nos conforta la plena seguridad de estar asistidos
por el Espíritu Santo, y saber que nuestra debilidad permite que
brille mejor la acción divina en la Iglesia.
E l Señor Jesús quiso insistir con impresionante fuerza y clari-
dad en la actitud y sujeción que se deben al Papa y a los Obispos
que están en comunión con él (5).
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La Iglesia, por lo mismo, dirigida, porque así lo quiere Cristo,
por la Jerarquía, el Papa y los Obispos, va suave pero firmemente
desarrollando la obra evangelizadora. Su actuar, en el ejercicio ordi-
nario y cotidiano de su misión, es sencillo; pero hay momentos en
que se presentan circunstancias y necesidades que exigen o reco-
miendan que la misión de la Jerarquía se ejercite por medios colec-
tivos y solemnes. Es el momento de los Concilios Ecuménicos.
Un Concilio Ecuménico o General, sólo puede ser convocado y
presidido por el Papa (6) porque sin él no tienen valor las decisiones
ecuménicas. Á1 Concilio concurren, en cuanto es posible, todos los
Obispos del mundo. Ellos llevan la representación de sus diócesis,
es decir, de los cristianos que en ellas viven, cuyas necesidades y
aspiraciones, los Prelados llevan en su corazón. Es la Iglesia entera
que se congrega, representada por quienes "El Espíritu Santo puso
para regir la Iglesia." Sin duda, esta reunión es uno de los actos más
importantes y propios de la vitalidad del Cuerpo Místico de Cristo.
Los Concilios han tenido una extraordinaria importancia histó-
rica y religiosa. Podemos decir que la mayor parte de las más im-
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portantes verdades de fe y normas de la disciplina eclesiástica o
fueron declaradas en algún Concilio Ecuménico o recibieron en ellos
su definitiva sanción o firmeza.
Esta magna y solemne reunión, como Juan XXIII decía: tiene
la grandeza de manifestar la autenticidad de la verdadera Iglesia
y la finalidad no tanto de explorar el pasado, cuanto de "señalar lo
que, según las indicaciones de la experiencia, sugieren las circuns-
tancias presentes como más ágil y más eficaz para dar realidad a los.
divinos quereres de Jesucristo" ( 7 ) .
En el pasado, se han celebrado veinte Concilios Ecuménicos.
( 8 ) , ellos han respondido a varias e importantes necesidades de la
doctrina, misión y vida de la Iglesia. Muchas veces, ellos fueron u r -
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gidos por los errores, herejías o indisciplinas que intentaban des-
orientar a los católicos.
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Por otra parte, en cambio, asistimos a una grave crisis de va-
lores, especialmente morales.
Justamente se han despertado, en gran número, los problemas
de diversa índole que se entrelazan en la vida humana, social e in-
ternacional, con gran hondura y universalidad. Muchos de ellos afec-
tan a los principios más fundamentales del ser humano y aparecen
con similares planteamientos en todas las naciones y pueblos.
En los campos filisófico, político, social y económico, se hacen
necesarias precisiones y adaptaciones concretas de la doctrina cris-
tiana, para responder a interrogantes que se suscitan o a doctrinas
que se contraponen al Evangelio y, a veces, le contradicen, como su-
cede con el comunismo ateo.
Al mismo tiempo, el rápido progreso de la técnica ha cambiado
profundamente la convivencia humana: el nivel medio de la vida y
cultura se ha elevado o exigen una regulación; los medios de difu-
sión de noticias e ideas son asombrosos por su rapidez y vasto al-
cance; la conciencia universal del valor de la persona humana ha
logrado progresos notables, como también, la concepción de la so-
lidaridad humana tanto regional como mundial.
Las circunstancias presentes de la humanidad, podemos decirlo
sin temores de error, para no seguir esta enumeración, son nuevas
en la Historia y sus consecuencias no pueden ser predichas por la
generación presente.
Quien comprenda el Cristianismo no podrá dejar de ver la in-
mediata y honda percusión que tienen en la Iglesia las nuevas rea-
lidades del vivir humano y la necesidad de una orientación o re-
adaptación por parte de la Jerarquía.
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Objetivos del próximo Concilio Ecuménico
Tres, podemos decir que serán los principales objetivos del pró-
ximo Concilio Universal:
El primero, la revisión de nuestro vivir cristiano, "campo pecu-
liar" del Concilio, como decia Juan XXIII; "se ocupará (el Concilio)
al principio exclusivamente de cuanto concierne a la Iglesia Cató-
lica, nuestra Madre, y su actual organización interna" (10) dentro
de la cual se considerará la revisión del Derecho Canónico y la Li-
turgia Sagrada, y además, todos los aspectos de la vida de la Iglesia,
como se puede ver por los temas de estudio de las diversas Comi-
siones preparatorias al Concilio que no dejan de lado ningún punto
de la actividad eclesiástica.
El segundo objetivo del Concilio será cuanto concierne a los
laicos, tanto en la Iglesia: su lugar, papel, responsabilidades y dere-
chos; como también las obligaciones sociales, económicas, caritati-
vas y políticas que surgen de la convivencia humana y vida de tra-
bajo (11).
(10) Ibidem.
(11) Discurso de Juan XXIII, 25-1-1959 y Discurso de Pentecostés
de 1960. "Grandes cosas, en verdad —deseamos repetirlo—, esperamos Nos
de este Concilio, que no sólo pretende vigorizar la fe, la doctrina, la dis-
ciplina eclesiástica, la vida religiosa y espiritual; sino contribuir en gran
manera a la consolidación de los principios del orden cristiano, en los que
se inspira y por los que se rige el desenvolvimiento de la vida civil, eco-
nómica, política y social. La ley del Evangelio debe llegar a todo esto y
no hay nada que no deba envolver y penetrar de cuanto nos viene de "ro-
re coeli et de pinguedine terrae" (del rocío del cielo y de la abundancia
de la tierra. Gen. XXVIII, 28). Llegar a todo esto supone una participa-
ción consciente, sincera, elevada, de todos los que integran el orden social
—sacerdocio y laicado—, autoridades constituidas; actividades intelectua-
les y del trabajo. . (Alocución a los miembros de las Comisiones Pon-
tificias y Secretariados preparatorios del Concilio Ecuménico Vaticano II,
14 de noviembre de 1960).
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Finalmente, el tercer objetivo será la unidad cristiana, tan de-
seada e importante. Que vuelvan a unirse en torno al Cristo Místico,
todos los cristianos separados por la herejía o el cisma, concorde a
las dulces e insinuantes palabras de cristo: "Tengo también otras
ovejas, que no son de este aprisco, las cuales debo yo recoger. Oi-
rán mi voz, y se hará un solo rebaño, y un solo pastor" (12). Lo
que no quiere decir que se espere como fruto inmediato del Con-
cilio esta hermosa y grande unidad, como algunos lo han malenten-
dido, sino que el espectáculo de verdad y unidad que dará el Con-
cilio y las normas que en él se tomen, servirán, en las manos de la
divina Providencia, para atraer a los hermanos separados hacia la
verdadera Iglesia.
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Preparación del Concilio
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b) En segundo lugar, os pedimos especiales oraciones por el
éxito feliz del Concilio, que es ante todo una realidad sobrenatu-
ral y debe ser obra del Espíritu Santo que ilumina a los Padres del
Concilio para que puedan, en verdad, decir, como los Apóstoles,
cuando se reunieron en Jerusalén: ". . . ha parecido al Espíritu San-
to y a n o s o t r o s . . . " (15). Y la Providencia divina quiere que la
acción del Espíritu de Dios sea obtenida por la oración insistente.
Jesús mismo ordena a sus Apóstoles que se preparen con la ora-
ción a la venida, en Pentecostés, del Espíritu prometido para ser
"revestidos de la fortaleza de lo alto" (16). Movidos por este ejem-
plo, debemos preparar y cooperar al Concilio con la oración ince-
sante. El Papa nos pide, repetidas veces, que lo hagamos y, a es&
fin, ha compuesto una especial oración que rogamos recéis a m e -
nudo: "Rogad, amados hijos, dice el Papa, rogad cada día por el
Concilio", y agrega: "oración intensa, personal y colectiva, para,
que la gracia del Señor prevenga, ilumine y encienda a cuántos ya
fueron, o podrán ser llamados, a dar su contribución directa de-
ciencia y de consejo a las deliberaciones conciliares" (17).
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Iglesia" (19) y para representarlo. Reavivad, por tanto, la doctri-
n a cristiana acerca del papel y misión que el Obispo tiene en la
Iglesia y aumentad vuestra sobrenatural obediencia y respeto, en
lo doctrinal y disciplinario, que a él se debe. Debéis sentir en co-
m ú n con vuestro Obispo y prestarle la mayor cooperación a sus
iniciativas en la diócesis y un sincero y filial respeto en vuestras
conversaciones y actos (20).
Terminamos recordando a María Santísima. Ella presidió la
primera reunión de los Apóstoles en el Cenáculo y Ella presidirá
espirituálmente nuestro próximo Concilio Ecuménico Vaticano II.
Bajo su especial protección y patrocinio ponemos nuestra prepara-
ción y la que vosotros debéis hacer para el Concilio. S.S. Juan
XXIII, ha proclamado oficialmente a la Santísima Virgen y a San
José patronos del Concilio, (21) a ellos por tanto, invoquemos pa-
ra que nos obtengan del Señor las gracias y ayudas que tanto ne-
cesitamos para este gran acontecimiento que traerá tanto bien a
nuestra Santa Iglesia.
La presente Pastoral Colectiva será leída, en todas las igle-
sias de nuestras Jurisdicciones, dividida en sus dos partes, los do-
mingos siguientes de su recepción.
Dada en Santiago, a 21 de junio de 1961.
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t A L F R E D O SILVA SANTIAGO, Arz. de Concepción y Pre-
sidente de la Conferencia Episcopal de Chile, t A L F R E D O CI-
F U E N T E S GOMEZ, Arz. de La Serena, t E M I L I O TAGLE C.,
Arz. Tit. Nicópolis y Administrador Apostólico de Santiago,
t RAUL SILVA H E N R I Q U E Z , Vicario Capitular de Valparaí-
so y Arzobispo electo de Santiago. M A N U E L LARRAIN E.,
Obispo de Talca, t RAMON M U N I T A E., Obispo de San
Felipe, t E D U A R D O LARRAIN C., Obispo de Rancagua. t AU-
GUSTO SALINAS F., Obispo de Linares, t P E D R O AGUILERA
N., Obispo de Iquique. f VLADIMIRO BORIC C., Obispo de Pun-
ta Arenas, t E L A D I O VICUÑA A., Obispo de Chillán. t JOSE
M A N U E L SANTOS A., Obispo de Valdivia, t FRANCISCO D E
BORJA VALENZUELA R., Obispo de Antofagasta. t FRANCIS-
CO VALDES S., Obispo de Osorno. f G U I L L E R M O C. H A R T L
D E L., Obispo Tít. de Estratonicea de Caria, Vicario Apostólico
de Araucanía. t B E R N A R D I N O PIÑERA C., Obispo de Temuco.
t ALBERTO R. R E N C O R E T D., Obispo de Puerto Montt. | JUAN
FRANCISCO F R E S N O L , Obispo de Copiapó. t A L E J A N D R O
DURAN M., Obispo de Ancud. t M A N U E L SANCHEZ B., Obis-
po de Los Angeles, t CESAR G E R A R D O M. V I E L M O G.,
Obispo Tit. Ariaso, Vicario Apostólico de Aisén. M I G U E L SQUE-
LLA A., Administrador Apostólico de Arica. P O L I D O R O VAN
V I E R B E R G H E , Administrador Apostólico de Illapel. FRANCIS-
C O J. G I L L M O R E S., Vicario General Castrense.
Por mandato de los Excmos. Miembros de la Conferencia
Episcopal de Chile. Pbro. F E R N A N D O JARA VIANCOS, Secreta-
rio General del Episcopado de Chile.
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ORACION AL E S P I R I T U SANTO POR EL
CONCILIO
de S.S. Juan XXIII
OH! Espíritu Santo, enviado por el Padre en el nombre de
Jesús, que asistís a la Iglesia con vuestra presencia y la dirigís in-
faliblemente, dignaos, os lo rogamos, derramar la plenitud de vues-
tros dones sobre el Concilio Ecuménico.
Dulcísimo Maestro y consolador, iluminad los espíritus de
nuestros Obispos, que, respondiendo celosamente al Soberano Pon-
tífice, se reunirán en Concilio.
Haced que este Concilio tenga frutos abundantes; que la luz
y la fuerza del Evangelio se extiendan cada vez más en la so-
ciedad humana; que la religión católica y la actividad de las obras
misioneras acrecienten su vigor; y que, en fin, la doctrina de la
Iglesia sea más plenamente conocida y las costumbres cristianas
experimenten un saludable progreso.
Dulce Huésped de las almas, confirmad nuestras inteligencias
en la verdad y disponed nuestros corazones en la obediencia para
que recibamos con sincera sumisión todas las decisiones del Con-
cilio y las pongamos en práctica con entusiasmo.
Os rogamos también por las ovejas que no están en el único
aprisco de Jesucristo, a fin de que, del mismo modo que se honran
de ser cristianas, lleguen igualmente por fin a la unidad, bajo el
cayado del único Pastor.
Renovad en nuestra época, como en un nuevo Pentecostés,
vuestras maravillas y conceded a la Santa Iglesia que, en una ple-
garia unánime insistente y perseverante a María, la Madre de Je-
sús, bajo la vara de San Pedro se extienda el reino de nuestro
divino Salvador, reino de verdad, de justicia, de amor y de paz.
Así sea.
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