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ÍNDICE
CAPÍTULO I: Puntos de partida
I. 1 Introducción
I. 2 Metodología
I. 3 El consultorio como punto de partida
I. 4 La emergencia de la categoría género y el campo de estudios queer
CAPÍTULO II: El colectivo de travestis y mujeres trans en Argentina
II. 1 Antecedentes
II. 2 Notas sobre el gobierno del mercado sexual
II. 3 La oferta de sexo en la ciudad de La Plata
CAPÍTULO III: El giro persecutorio
III. 1 Políticas de drogas
III. 2 La saturación como estrategia
III. 3 La gestión diferencial de los ilegalismos
III. 4 Son todas “narcos”
III. 5 Las trampas del narcomenudeo
CAPÍTULO IV: Desarmando sentidos
IV. 1 Una nueva regulación visual
IV. 2. “Queremos que nos deseen”
CAPÍTULO V: A modo de cierre
BIBLIOGRAFÍA
FUENTES
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CAPÍTULO I: Puntos de partida
I. 1 Introducción
Las violaciones sistemáticas a los derechos humanos de mujeres trans y travestis por parte de las
agencias policiales en los procedimientos de detención, el sistema penitenciario bonaerense -en contextos de
encierro y en los correspondientes traslados- y la administración de justicia penal de La Plata -en la
convalidación de las irregularidades policiales y la violación al trato digno1 y otras disposiciones de la ley de
identidad de género (Ley 26.743, en adelante, LIG)- han sido denunciadas tanto en el propio sistema judicial
local2 como en presentaciones ante el sistema interamericano e internacional de derechos humanos por
organismos públicos, organizaciones de la sociedad civil (OVG, Akahatá y Heartland Alliance, 2016) y por
organizaciones de travestis y trans (Otrans, 2017; Sánchez y Vásquez Haro, 2017) y activistas sexo-
disidentes.
La presentación que quizás tuvo mayor repercusión en la agenda internacional y concentra varios de
los documentos anteriores fue la articulación con organizaciones y activistas trans y travestis, organizaciones
de derechos humanos y organismos públicos, coordinada por el Centro de Estudios Legales y Sociales
(CELS)3 traducida en un informe ‘sombra’4 para la evaluación del Estado argentino sobre el cumplimiento de
la Convención para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres (CEDAW) con
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ARTICULO 12. LIG. Trato digno. “Deberá respetarse la identidad de género adoptada por las personas, en especial por niñas, niños y
adolescentes, que utilicen un nombre de pila distinto al consignado en su documento nacional de identidad. A su solo requerimiento, el
nombre de pila adoptado deberá ser utilizado para la citación, registro, legajo, llamado y cualquier otra gestión o servicio, tanto en los
ámbitos públicos como privados. Cuando la naturaleza de la gestión haga necesario registrar los datos obrantes en el documento nacional
de identidad, se utilizará un sistema que combine las iniciales del nombre, el apellido completo, día y año de nacimiento y número de
documento y se agregará el nombre de pila elegido por razones de identidad de género a solicitud del interesado/a. En aquellas
circunstancias en que la persona deba ser nombrada en público deberá utilizarse únicamente el nombre de pila de elección que respete la
identidad de género adoptada”.
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Sobre todo, a través de presentaciones judiciales (denuncias penales, habeas corpus, etc.,) de la organización Otrans Argentina y sus
abogadas, y del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires.
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Participaron Akahatá, Agrupacion Nacional Putos Peronistas, Cooperativa de Trabajo La Paquito, Abogados y abogadas del NOA en
Derechos Humanos y Estudios Sociales (ANDHES), Arte Trans, Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT),
Asociación de Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA), Bachiller Popular Mocha Celis, Centros de Estudios Legales
y Sociales (CELS), Colectiva Lohana Berkins, Colectivo de Investigación y Acción Jurídica (CIAJ), Colectivo para la Diversidad (COPADI),
Comisión de Familiares y Compañerxs de Justicia por Diana Sacayán- Basta de Travesticidios, Conurbanos por la Diversidad, Frente
Florida, Frente TLGB, La Cámpora Diversa, Lesbianas y Feministas por la descriminalización del aborto, Movimiento Antidiscriminatorio de
Liberación (MAL), Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires, OTRANS, Personas
Trans Autoconvocadas de Argentina
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El Comité de la CEDAW recibe informes alternativos para contar con elementos de juicio adicionales a las presentaciones oficiales y
periódicas realizadas por los Estados parte. Es una herramienta que, en general, descansa en las organizaciones de la sociedad civil y
sirve, entre otras cuestiones, para aportar información que los Estados no aportan por diversos motivos o simplemente desconocen.
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jerarquía constitucional desde 1994. En esta presentación5 se visibiliza la situación de discriminación
estructural en Argentina de la “población trans travesti”. A pesar de ciertos avances normativos, se evidencia la
persistencia de diferentes obstáculos para el acceso a derechos básicos (educación, salud, trabajo, identidad,
etc.), las sistemáticas violencias que padecen -que terminan inclusive con expresiones letales como
travesticidios o transfemicidios6-, y se mencionan algunas particularidades de la situación local que iremos
recuperando en este trabajo (AA.VV., 2016).
Desde comienzos del año 2013 hasta la actualidad, comenzó a sustituirse lenta y paulatinamente el
protagonismo del fundamento legal para la persecución policial a las travestis y mujeres trans en la “zona roja”
local, vinculado a la normativa en materia contravencional y de faltas -y mayormente al ejercicio de la
prostitución y a la presencia de éstas en el espacio público- para comenzar a utilizar como catálogo represivo a
las disposiciones de la Ley de Estupefacientes (Ley 23.737, 1989) a través de procedimientos policiales
individuales y masivos y la imputación del delito de “tenencia de estupefacientes con fines de
comercialización”7 (Art. 5, Inc. C) y, en menor medida, “tenencia simple” (Art. 14) (Otrans, 2016).
A partir de una serie de investigaciones de la administración de justicia penal, se fue diagramando y
consolidando el presupuesto general de que la prostitución es una “pantalla” para la comercialización de
estupefacientes, en particular, de cocaína, muchas veces cortada con algún fármaco o sustancia blanca
polvorienta e inodora. En numerosas ocasiones, los procedimientos masivos reunían las características de las
razzias policiales realizadas en décadas pasadas -tanto en tiempos democráticos como en gobiernos
dictatoriales- caracterizadas por un operativo violento de control localizado y sorpresivo combinando prácticas
policiales violentas, detenciones y requisas de un gran número de personas.
En este sentido, comenzaron a proliferar discursivamente asociaciones automáticas entre mujeres
trans y travestis, migración y narcotráfico, tanto en los medios de comunicación locales como en integrantes
del Poder Ejecutivo local, dirigentes de la Iglesia Católica, “vecinos”8, miembros de la administración de justicia
5
Para la presentación de este informe en la ciudad de Ginebra, Suiza, viajaron Claudia Vásquez Haro, presidenta de Otrans Argentina, y
Laurana Malacalza, como directora del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires, que también
había participado en la redacción de otro informe alternativo sobre “Violencias contra las mujeres”. Viajar es también una etapa importante
que brinda la oportunidad para la negociación con los representantes de los Estados y de Naciones Unidas, encargados de la evaluación
del cumplimiento de la Convención.
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Para profundizar en las diferenciaciones de estos términos, puede consultarse Radi y Sardá-Chandiramani (2016).
7
No es un dato menor advertir que, en principio, este delito impide el acceso a la excarcelación ordinaria (Art. 169 y cc. C.P.P.B.A.).
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Si bien supera los límites de esta investigación, la categoría de “vecino” o “vecinos” es permanentemente representada en los medios de
comunicación locales y también en algunos de los testimonios recabados como una suerte de actor homogéneo y monolítico que
establece relaciones de igualdad y vecindad y reside en el barrio “El Mondongo”: no todas las personas residentes en el barrio son
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penal y otros actores de la sociedad civil que cobraban mayor protagonismo cuando sucedían situaciones de
violencia urbana y/o hechos asociados a la inseguridad y se abogaba por desplazar del paisaje urbano, sobre
todo, a las travestis y mujeres trans. Se fueron fortaleciendo las apelaciones a la “inseguridad urbana” y al delito
de drogas en convergencia con matrices discursivas y calificaciones morales en torno a la sexualidad
normalizada y los intercambios sexuales legítimos en el espacio público. El escenario convivía con la
identificación de un grupo de personas como amenaza para los valores e intereses sociales y la diseminación
del miedo al delito, experimentado como hecho común y cotidiano (Garland, 2005:187): la asociación de la
participación de mujeres trans y travestis en el microtráfico de drogas como puerta de ingreso para la
expansión delictiva (delitos contra la propiedad privada, contra la vida, etc.) y otras problemáticas sociales
(ruidos molestos y desórdenes urbanos, conflictos interpersonales, devaluación inmobiliaria, etc.) en el marco
de disputas y tensiones sobre los usos legítimos e ilegítimos en el espacio público.
En los últimos años, las diversas problemáticas en torno a la “zona roja” de la ciudad de La Plata han
estado presentes regularmente tanto en la agenda política como en los medios de comunicación, no así en el
campo de la investigación cualitativa local: la inmensa mayoría de datos e informaciones disponibles proviene
del trabajo de ciertos organismos públicos y de organizaciones de travestis y trans y derechos humanos. Sin
embargo, se han realizado producciones en el campo local del periodismo y la comunicación social que, a
partir de trayectorias biográficas, aportan algunos elementos descriptivos para comprender las vivencias de
travestis y mujeres trans en la región, relativas al acceso a derechos como el trabajo formal (Moretti, 2017) o a
través del uso de formatos como la crónica –e inclusive la ficción- (Carrozzo, 2017).
La “zona roja” local está ubicada en un barrio residencial-comercial de la ciudad y parte de ella atraviesa
una de sus diagonales más extensas –Diagonal 73-, dos de las avenidas más importantes–Avenida 1,
Avenida 66 y cercanías de la Avenida 72- e intersecta con una de las tantas plazas que rodean el casco
urbano –Plaza Matheu- lo que la convierte, al menos durante el día, en un escenario de circulación
permanente de vehículos y transeúntes entre grandes árboles, edificios, escuelas, dependencias estatales
representadas bajo esta categoría. Este barrio residencial-comercial delimita a la ciudad de La Plata con la localidad de Berisso y concentra
a la “zona roja”, el Paseo del Bosque, algunas unidades académicas de la Universidad Nacional de La Plata, dependencias estatales
(hospitales y centros de atención primaria, escuelas, delegaciones policiales, del Ejecutivo provincial, municipal, etc). En 2016, luego de una
serie de episodios de inseguridad –sobre todo un homicidio a un joven médico en contextos de robo- algunos/as residentes conformaron la
“Asamblea Vecinal del barrio El Mondongo” para “luchar contra la inseguridad y el delito” y reunirse con el Ejecutivo municipal e inclusive
quienes intervienen en la persecución penal a las trans y travestis en la administración de justicia. En las indagaciones preliminares a esta
investigación, pudo determinarse que hay travestis y mujeres trans que residen en pensiones y viviendas del barrio y otras/os vecinas/os
que no participan de esta Asamblea e inclusive empatizan con la situación y ciertas reivindicaciones de aquellas.
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comercios y hoteles de alojamiento. La presencia de travestis y mujeres trans y la oferta de sexo en el espacio
público comienza a vislumbrarse en mayor volumen9 a medida que va llegando la noche, la mayoría de los
comercios van cerrando sus puertas y la oscuridad comienza a prevalecer en el territorio. Poco a poco se
incorporó una serie heterogénea de dispositivos de seguridad públicos y privados que le otorgó un sentido
particular, respecto a otros lugares de la ciudad donde también tiene lugar la oferta de sexo en el espacio
público. Las “zonas rojas” pueden operar en este sentido como “una de las instancias que habilitan a la
figuración ideal del espacio público como aquello que se opone y contrasta con las zonas grises del espacio
urbano signadas por la ausencia del Estado de derecho y la marginalidad” (Sabsay, 2011: 71). Por otro lado,
según apunta un informe de la organización Otrans (2017), el 44% de las mujeres trans y travestis alojadas
bajo custodia del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) fue detenida en la jurisdicción del departamento
judicial de La Plata, en su mayoría, por presuntas infracciones a la Ley 23.737.
La presente investigación busca explorar no solo las estrategias de represión de travestis y trans que
ofrecen sexo en la “zona roja” de la ciudad de La Plata, sino también contribuir a la identificación de las
diferentes dinámicas, estructuras y actores involucrados en las violencias perpetradas contra quienes integran
esta población y que no solo involucran a agentes del Estado. Se pretende realizar una primera aproximación
epistemológica para la identificación de las condiciones habilitantes para el despliegue de violencias contra
mujeres trans y travestis y violaciones de derechos humanos por parte del Estado en clave contemporánea. A
partir de evidencias empíricas, se buscará exponer los desplazamientos punitivos y desentrañar las
combinaciones discursivas de diversos actores que intervienen en las problemáticas en torno a la “zona roja”
local, cartografiando algunos conflictos que atraviesan mujeres trans y travestis que ofrecen sexo en la “zona
roja” para intentar dejar al desnudo algunas articulaciones entre simplificaciones y significados homogéneos.
Hay varios interrogantes que guían este trabajo, pero algunas cuestiones centrales giran en torno a
poder analizar y comprender las condiciones de posibilidad que permitieron la emergencia de este
desplazamiento punitivo vinculado a la legislación en materia de drogas ilegales y prestar atención a la
interacción entre la administración de justicia penal y las agencias policiales –y su traducción en los
expedientes y en prácticas policiales-, en conjunto al impacto del encarcelamiento que tiene en el colectivo de
mujeres trans y travestis y a la habilitación del ejercicio de violencias que inclusive han desencadenado en
muertes evitables.
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Esta aclaración tiene que ver con que la oferta de sexo –sobre todo, de mujeres cis- también tiene lugar durante el día.
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I. 2 Metodología
Los diferentes acercamientos a la situación de las travestis y mujeres trans fueron vehiculizados, en
primer término, a través del activismo lo que implica el reconocimiento de un doble desafío. Por un lado, la
posibilidad de haber obtenido un capital diferencial regularizado sin límites particularmente definidos en
términos epistemológicos lo que puede provocar menor trabajo exploratorio en lo que se conoce como
“indagaciones preliminares” (Marradi, Archenti y Piovani, 2007:79), es decir, aquellas tareas que implican
aproximaciones generales para familiarizarse con un tema o población en particular. Y por otro, la necesidad
de administrar la suficiente distancia con el objeto y las/os sujetas/os de investigación y evitar el riesgo de la
“participación militante” (Durham, 1983 en Perlongher, 2018:22) en las dinámicas de producción de
conocimiento y rigor metodológico.
La investigación es un proceso interactivo en el cual conviven diferentes condicionamientos (biográficos,
de género, clase, raciales, etc.), por parte del investigador y de las personas con las que se lleva adelante su
trabajo: quien investiga debe atravesar un proceso de descentramiento permanente en relación consigo
mismo (Godelier, 2008). Tanto la investigación como la formulación de problemas son procesos movilizadores
y disruptivos de la propia subjetividad de quien investiga en la cual la reflexividad interviene en forma relevante
(Tarducci y Daich, 2010). Sostener una conducta reflexiva que tome en consideración las estructuras
cognitivas del investigador, su relación subjetiva con el objeto de estudio y el proceso de objetivación de la
realidad (Ghasarian, 2008) son coordenadas que pueden contribuir más bien a la producción de relatos
disciplinados y rigurosos que a métodos pretendidamente perfectos, neutrales y/u objetivos.
Para el desarrollo del presente trabajo, se optó por una metodología primordialmente cualitativa con el
objetivo de describir, interpretar y comprender el fenómeno a investigar en base a la búsqueda, producción y
análisis de materiales empíricos y la combinación de varias técnicas de investigación (Vasilachis de Gialdino,
2007) como entrevistas, observaciones participantes y no participantes, relevamiento y análisis de expedientes
penales y una serie de técnicas complementarias que incluyó el relevamiento de documentos en el Concejo
Deliberante local, análisis de debates parlamentarios y un amplio corpus de registros periodísticos de
diferentes medios de comunicación. Se realizaron trece entrevistas a operadoras/es judiciales, activistas,
abogadas particulares, referentes de organismos públicos y a travestis y mujeres trans que participan en la
oferta de sexo en la “zona roja” de la ciudad de La Plata.
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La entrevista como técnica de investigación permite un conocimiento profundo de las opiniones,
experiencias y valoraciones de las/os entrevistadas/os. Se utilizó la modalidad semiestructurada para poder
determinar previamente la información relevante que se pretende recabar y contar con la posibilidad de
formular preguntas abiertas –dando oportunidad a recibir más matices de las respuestas-, e ir entrelazando
diferentes problemáticas, con el debido cuidado y atención, desde una perspectiva de análisis del lenguaje
como práctica constitutiva y constituyente de lo social (Fairclough, 1992; Foucault, 2005).
Las entrevistas a travestis y mujeres trans se realizaron en función a diversos elementos. Se tuvo en
cuenta la participación en el comercio sexual en el espacio público, haber sido alcanzada por el sistema de
administración de justicia penal, la posibilidad de aportar la información relevante para la investigación y la
proximidad del investigador. Se recurrió a la técnica de muestreo conocida como “bola de nieve” –en inglés
snowball sampling- (Goodman, 1961) o “en cadena” cuyo funcionamiento se determinó a partir de entablar un
primer contacto con una entrevistada y, posteriormente, ésta colaboró en la vinculación con otras, siguiendo el
criterio de la saturación: se realizaron entrevistas hasta alcanzar cierto nivel de certeza práctica de que nuevos
testimonios no aportan elementos desconocidos con respecto al tema investigado o no emergen aspectos de
interés (Marradi, Archenti y Piovani, 2007).
Hay algunos patrones comunes que atravesaron el vínculo entre las entrevistadas y el entrevistador, ya
sea a partir del encuentro inicial o, en algunos casos, los encuentros posteriores. Inicialmente, emergió esa
dificultad que comenta Pierre Bourdieu (1993) en relación a intentar conocer las representaciones que las
entrevistadas pueden llegar a hacer de la relación de entrevista, de sus objetivos y cuáles son las razones por
las que estoy ahí con ellas y, en simultáneo, el desafío articulado en cómo trabajar para mitigar la convivencia
de múltiples asimetrías –de género, clase, etc.- entre quien entrevista y quienes son entrevistadas
reconociendo, particularmente, que el género también puede incidir en las narraciones de las entrevistadas
(Padfield y Procter, 1996). En general, en el marco de los encuentros, ofrecía la posibilidad de
acompañamiento, orientación y/o seguimiento de sus trámites administrativos -sobre todo, relativos a la
cuestión migratoria- o judiciales –con algunas limitaciones ante la imposibilidad material de asumir su defensa
técnica- que finalmente se dio en algunos casos y desencadenó en algunas visitas a la Unidad N° 32 de
Florencio Varela donde suelen ser alojadas gran parte de las trans y travestis detenidas en la ciudad de La
Plata.
Es así que se entrevistó a seis mujeres trans y travestis peruanas y argentinas. Algunas apenas se
conocían por compartir esporádicamente espacios de sociabilidad, pero entre ellas no mantenían un vínculo
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afectivo. Estuvieron presentes en algunos relatos ciertas delimitaciones interpersonales y configuraciones
asimétricas entre las entrevistadas, sobre todo, por cuestiones de nacionalidad (“las peruanas”, “las
ecuatorianas”, “las argentinas”, etc.), sus prácticas en la “zona roja” vinculadas a sus relaciones cotidianas y su
participación en economías informales. Se preservaron elementos que permitan identificarlas alterando
algunas referencias fácticas, no solo para garantizar la confidencialidad sino también por cuestiones de
seguridad.
Por otro lado, una dificultad emergente fue que las entrevistadas identifiquen y describan
específicamente los procedimientos policiales de los que eran objeto en relación a su temporalidad y su
posible -aunque no necesario- correlato judicial. Si bien la totalidad de las entrevistadas señaló como habitual y,
por momentos, omnipresente a la hostilidad y la violencia policial en el marco de la gestión del territorio, se
intentó operacionalizar cada uno de los testimonios tomando distancia de una mirada unilateral del control
policial que identificaría solo violencia o sometimiento, y reconociendo la posibilidad de situaciones de
intercambio, resistencia, adecuación y cercanía en el marco de las redes de sociabilidad (Daich y Sirimarco,
2014: 31) entre policías, travestis y mujeres trans. La posibilidad de conocer la multidimensionalidad de las
experiencias, lo fragmentario y singular de los testimonios y frente a quién y en qué circunstancias son
realizados (Calveiro, 2015; Wikinski, 2011) son claves que pueden contribuir a atravesar algunos de estos
obstáculos. Las entrevistas con referentes de organismos públicos, abogadas particulares y activistas
buscaron complementar lo producido con el resto de las técnicas de investigación y explorar, describir y
contextualizar cuáles fueron sus intervenciones y caracterizaciones de las diferentes problemáticas en torno a
la “zona roja” prestando particular atención a las reconfiguraciones cualitativas en clave histórica.
Si bien las legislaciones vigentes (la normativa penal, procesal penal, de faltas y contravenciones,
reglamentaciones policiales, etc.) operan como malla burocrática o administrativa y edifican ciertas condiciones
de posibilidad para el control y gestión policial de la “zona roja”, éstas conviven con otros instrumentos
vinculados a “la dimensión de la praxis entre los actores involucrados y a las relaciones que se van
estructurando entre ellos” (Daich y Sirimarco, 2014: 31). La policía edifica formas legítimas, que estructuran a
los sujetos y a sus prácticas, que no son las que dicta el reglamento (Eilbaum y Sirimarco, 2006). La
autonomía funcional, en términos de actuación policial, se traduce en el ejercicio de estrategias de control
social extrainstitucionales que poco tienen que ver con los mecanismos legales de prevención, disuasión y
represión del delito. Esto nos obligó a combinar el análisis de los testimonios recabados junto a las actuaciones
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judiciales y policiales concentradas en los expedientes y sus condiciones de producción, que indican la suerte
de las mujeres trans y travestis en el entramado punitivo.
Fueron tres las entrevistas realizadas a funcionarios/as de la administración de justicia penal y se tuvo
en cuenta cuál es rol de cada uno de estos actores y actrices procesales y la implicancia de sus intervenciones
en el marco de la investigación y represión de los delitos que suelen tener a travestis y trans como imputadas:
se buscó el aporte de elementos contextuales y descriptivos, sopesando sus discursos y/o prácticas dentro de
la institución judicial como producto de sus respectivas posiciones y disposiciones en el campo jurídico
(Bourdieu, 1991, 2001; Kostenwein, 2015).
Entre las herramientas metodológicas también se incluyó la búsqueda, recopilación y análisis de
fuentes secundarias y sus condiciones de emergencia como disposiciones del Código Penal de la Nación,
Código Procesal Penal provincial (en adelante, C.P.P.B.A.) y Código de Faltas provincial, la normativa vigente
en materia de drogas -acudiendo a los debates parlamentarios-, derechos humanos, identidad de género y
resoluciones de la Fiscalía General Departamental y la Procuración General de la Suprema Corte de Justicia
provincial.
Asimismo, se indagó en los archivos digitales de medios de comunicación locales para poder reconstruir
los diferentes conflictos asociados a la “inseguridad” y a la “zona roja” y complementar y precisar lo producido a
través del resto de las técnicas de investigación. Si bien se identificaron otros medios de comunicación, el diario
El Día fue la fuente más robusta de información y cobertura del objeto de investigación: su archivo digital está
disponible a partir del año 1999 y se utilizaron diferentes palabras clave (como “travestis”, “zona roja”, “drogas”,
“prostitución”) para poder explorar las miradas mediáticas hasta el año 2017 -desde el año 2013 a la
actualidad, experimentó una cobertura mediática ascendente en términos cualitativos y cuantitativos-. Esto
contribuyó a poder reconstruir históricamente algunas transformaciones de las problemáticas en la “zona roja”
y a identificar ciertas persistencias intentando superar las dificultades e imposibilidades de entrevistar a mujeres
trans y travestis que hayan participado en la oferta de sexo en la “zona roja” desde comienzos de la década
pasada: muchas de ellas fallecieron, otras fueron asesinadas, y algunas de ellas prefirieron no involucrarse en
este trabajo de investigación o simplemente ya no estaban en Argentina.
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No es un dato menor advertir que la administración de justicia penal bonaerense se sustenta, salvo
excepciones10, en un procedimiento escriturario: un expediente judicial sobrerrepresentado por relatos
policiales que a través de la combinación de la presunción de autenticidad y veracidad de los documentos
públicos, el cumplimiento de algunas formalidades (firmas, sellos, etc.) y la práctica de acumular
indiscriminadamente informes, dificulta la posibilidad durante el proceso judicial de realizar un análisis crítico de
las actuaciones policiales (Eilbaum, 2006:68). Lo afirmado implica reconocer no solo cómo se produce el
conocimiento en los expedientes penales, sino también las fronteras delineadas en ellos y que éstos no solo
registran e invisibilizan acontecimientos y procesos, sino que también “instituyen relaciones de conocimiento y
prácticas dentro del aparato legal e incluso establecen los límites de su propia realidad, esto es, de la realidad
del saber jurídico” (Barrera, 2014: 78).
En este sentido, se seleccionaron ocho expedientes penales cuyo acceso estuvo atravesado por cierta
opacidad de la administración de justicia penal a una mirada externa. La dificultad de acceder a su lectura
estando la investigación en trámite, la imposibilidad de tomar fotografías11 y la invitación a optar por el registro
escrito en horario judicial –que demanda mucho más tiempo, impide un análisis detenido y pormenorizado y
es menos confortable- y la prudencia del investigador en la exposición en tanto activista fueron algunas de las
cuestiones que surgieron al momento de comenzar a explorar la trayectoria judicial de travestis y mujeres
trans. Estas limitaciones de acceso al campo fueron complementadas con entrevistas a abogadas particulares
que intervinieron en la defensa técnica de las trans y travestis.
Se seleccionaron expedientes penales cuyas investigaciones hayan iniciado a partir del año 2013 hasta
fines del año 2017, hayan finalizado al momento del relevamiento y estén en etapa de juicio o ya hayan tenido
sentencia -al menos, en primera instancia-: si bien algunos años antes existieron procedimientos policiales –
aunque en forma aislada-, en este período la persecución penal a travestis y trans en la “zona roja” tuvo un
carácter sistemático por infracciones a la Ley 23.737. A partir de los primeros acercamientos epistemológicos,
pudo determinarse que no hay un volumen de sentencias como para poder considerar un muestreo
adecuado: gran parte de las trans y travestis se encuentran detenidas en prisión preventiva, otras fueron
condenadas por juicio abreviado –mecanismo que luego analizaremos- y otras sólo tienen sentencia en
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Con el propósito de abandonar el expediente, profundizar el sistema acusatorio y, en consecuencia, la oralidad, en los últimos años se
han implementado –previo impulso de quienes promueven la reforma de la administración de la justicia penal- una serie de audiencias
multipropósito en la etapa de investigación en el marco del procedimiento especial de flagrancia (Ley 13.183, Ley 13.811 y cc.) en ciertos
casos particulares.
11
Esto no sucedió en algunos casos. En general, la habilitación quedaba en manos del operador/a judicial y su mayor o menor
sometimiento a la jerarquía judicial, la presencia o no del funcionario/a judicial a cargo de la causa penal, etc.
11
primera o segunda instancia en su contra. Se priorizó el análisis de expedientes que reúnan procedimientos
policiales masivos –algunos inclusive con relevancia pública- y que hayan sido identificados previamente en
los testimonios de las personas entrevistadas –con mayor o menor precisión, según el caso- y, respecto a
algunas de las travestis y mujeres trans12, que hayan asumido algún estado procesal. Se buscó la
identificación de hechos, significados, representaciones y omisiones que circulaban en los relatos de las/os
diferentes actrices y actores que participan en las discusiones en torno a la “zona roja” y se intentó reconstruir
cómo se reinscribe en algunos expedientes penales el proceso de atribución de responsabilidad penal a
travestis y mujeres trans por infracciones a la Ley 23.737.
Por otro lado, se realizaron observaciones participantes y no participantes de campo en el territorio bajo
análisis a los fines de identificar modos de relacionamiento y nivel de intervención de los distintos actores que
participan en el comercio sexual y construir elementos contextuales para la interpretación de datos. Si bien se
intentó continuar con cierta regularidad en las observaciones en el territorio, esta técnica solo pudo ser
empleada en escasas oportunidades y tuvo que ser abandonada por la fuerte exposición y proximidad de
sufrir situaciones de violencia urbana. Solo fue útil para poder generar breves conversaciones informales con
algunas travestis y mujeres trans.
En línea con las dificultades que afrontan las investigaciones cualitativas o “estudios de caso” y lo
señalado por Didier Fassin (2016) en su etnografía sobre las actividades policiales en las periferias urbanas
parisinas, la posibilidad de adentrarse en un universo social específico en contextos particulares puede permitir
a acceder a procesos y lógicas que tiene significaciones más amplias y profundas y así extrapolarlas a otros
procesos en sus contextos específicos.
Este ejercicio se inscribe en el campo de los estudios que indagan en los modos particulares en que se
expresa el castigo sobre colectivos singularmente afectados por las políticas de drogas. Se respetará la
identificación de las entrevistadas quienes optaron por definirse mayormente como mujeres trans y, en menor
medida, como travestis y se evitará la formulación de categorías de representación ‘paraguas’, excepto
cuando se hagan referencias a informes y/o presentaciones de organismos públicos u organizaciones que las
utilicen o surjan de la literalidad de los expedientes penales.
La decisión de optar por combinar este conjunto de técnicas de investigación estuvo altamente
condicionada por la escasa producción de conocimiento empírico del objeto de investigación, la ausencia de
12
Como veremos, algunas de las entrevistadas fueron solo aprehendidas en la vía pública y liberadas algunas horas después; otras
fueron aprehendidas, imputadas, liberadas luego de este acto o detenidas inmediatamente después en sede judicial, etc.
12
estadísticas estatales fehacientes y confiables y la intención de construir una caracterización exploratoria -no
exhaustiva- del fenómeno de la persecución penal de las trans y travestis en el espacio público de la ciudad de
La Plata, recogiendo diferentes voces, experiencias y significados, y poniéndolos en relación, no como
elementos aislados sino como parte de un entramado dinámico y heterogéneo de interacciones y prácticas en
las distribuciones y los ejercicios de poder.
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Hirschfeld era un médico alemán, sexólogo, investigador y activista y fue junto al editor Max Sporh, el militar retirado Franz von Bülow y
un funcionario de alto rango alemán, Eduard Oberg, quien fundó el Comité científico-humanitario (1897), quizás la primera organización en
defensa de los “homosexuales” que buscaba la despatologización de la homosexualidad y la abolición del parágrafo 175 del Código Penal
Alemán (1872) que castigaba con pena de prisión y pérdida de derechos civiles a la “fornicación contra natura realizada entre hombres” -
En la misma disposición, se sancionaba con idéntica pena al sexo con animales-.
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condicionante la exclusión de diversos sujetos/as: indígenas, “invertidos sexuales”, “hermafroditas”, prostitutas,
obreros y obreras e “inmigrantes radicales irreductibles a la argentinización” (Ben, 2000:64). Las dinámicas de
exclusión, invisibilidad y disciplinamiento hacia estas poblaciones mutaban en la época, equilibrando y
coexistiendo factores de clase, etnia, “sexo”, corpóreos y nacionalidad y, de esta forma, quienes no se
adecuaban a la conservación y reproducción de las relaciones sociales capitalistas e impedían la
conformación de una identidad “sana-viril-heteropatriarcal-pura de raza blanca” (Díaz, 2012) eran mayormente
objeto de persecución y control social.
Las primeras publicaciones del médico positivista Francisco de Veyga en la revista Archivos de
Psiquiatría y Criminología Aplicadas a las Ciencias Afines. Medicina Legal – Sociología – Derecho – Psicología
– Pedagogía (en adelante, Archivos) ilustran su foco de interés sobre las “inversiones sexuales” que intentaban
“imitar” al género femenino: “Invertido sexual imitando la mujer honesta”, que analiza el ‘caso’ de Aída (1902);
“Inversión sexual congénita”, que analiza la historia de Manón (1902); “La inversión sexual adquirida. Tipo
profesional: un invertido comerciante" (1903), que recupera a la trayectoria de la española, la Bella Otero; “El
amor de los invertidos sexuales” (1903) y “El sentido moral y la conducta en los invertidos sexuales” (1904).
Solo a modo ilustrativo, podemos ver cómo describía De Veyga a La Bella Otero y asociaba su estilo de vida a
la delincuencia:
Por ese entonces, en el campo de las ciencias sexuales locales o la afrodisiología, la categoría
“homosexual” no reemplazó a la de “invertido sexual” sino que fue utilizada para identificar el rol adoptado en la
relación sexual entre personas del mismo sexo (Salessi, 1995): un “invertido sexual” era considerado como un
varón que tenía una patología expresada en el delirio de creerse una mujer en el cuerpo de un hombre, lo que
implicaba, además, asumir un rol pasivo en las relaciones sexuales, trastocar los hábitos corporales e invertir la
vestimenta, es decir, usar ropa asignada culturalmente dentro de “lo femenino” (Salessi, 1995: 254). En 1892,
se habilitó un antiguo galpón en la ciudad de Buenos Aires para alojar a las personas detenidas en la vía
pública, bajo el control de la Policía Federal: el Depósito de Contraventores 24 de noviembre. En este mismo
14
depósito, funcionó desde 1899, la “Sala de Observación de Alienados”, dirigida por De Veyga: allí eran
examinados los “sujetos sospechosos de ambos sexos” encontrados en la vía pública o a requerimiento de
vecinos/as o familiares, junto a prostitutas, inmigrantes, vagabundos, etc. En primer lugar, se los/as evaluaba;
luego, se decidía su internación o se los/as entregaba a la familia con constancias administrativas o, en el
mejor de los casos, se decidía su libertad. También eran objeto de examinación científica en las cátedras
universitarias de Psiquiatría o Neuropatología, creadas hacia fines del siglo XIX y donde participaban gran
parte de los referentes del positivismo criminológico local.
Como afirma Caimari (2001), el positivismo criminológico14 nació como una ciencia eminentemente
oficial -en varios sentidos- ligada al Estado en sus proyectos, en su financiamiento y también en su liderazgo, si
tenemos en cuenta que sus referentes intelectuales como José María Ramos Mejía, Francisco De Veyga,
José Ingenieros, Eusebio Gómez o Juan Vucetich eran, a su vez, los encargados de aplicar las recetas
propuestas en las publicaciones científicas en las que participaban como “La semana médica” (1894) o la ya
mencionada “Archivos” (1902).
El positivismo, junto al higienismo -que adquirió prestigio en la segunda mitad del siglo XIX a partir del
descubrimiento de las bacterias y vacunas por parte de Pasteur y Lister, y sucesivas epidemias de fiebre
amarilla en la ciudad de Buenos Aires- fueron disciplinas claves en la edificación del proyecto argentino
modernizador de fines del siglo XIX (Salessi, 1995:14). La convergencia de la eugenesia15 y otras
configuraciones de poder -como las iniciativas de Vucetich a partir de la dactiloscopia, quien retomó varios de
los postulados de la teoría galtoniana para determinar en la sociedad seres convertidos en “desechos
sociales”- habilitaron el establecimiento de diversos dispositivos de control social mediante enunciaciones y
experimentaciones delimitadas institucionalmente y con vinculación directa o indirecta al Estado nacional,
enmarcadas como estrategias biopolíticas (Vallejo y Miranda, 2005:146).
El 15 de junio de 1932 se implementó un edicto16 en la Ciudad de Buenos Aires que establecía la
prisión para el “sujeto conocido como pervertido” que se encontrara en la vía pública “en compañía de un
14
Las expresiones del positivismo criminológico local suelen ser presentadas como bloque homogéneo. Sin embargo, sus publicaciones
eran sede de tensiones y discusiones entre diferentes miradas -más allá de compartir ciertos postulados- con respecto a cómo abordar las
patologías y en algunos casos cómo intervenir en los “cuerpos degenerados” (Fernández, Niedermaier y Sznaider, 2010:125).
15
Los estudios eugenésicos comenzaron a consolidarse recién en la década de 1930 a partir de afianzamientos biopolíticos con el
fascismo italiano, la llegada al país de Nicola Pende y la decisión de enviar a médicos locales a indagar sobre las políticas eugénicas
llevadas adelante en Italia (Miranda y Vallejo, 2005:159-160).
16
En páginas posteriores, retomaremos las implicancias de los edictos en la historia de las travestis, transexuales y trabajadoras sexuales
en Argentina.
15
menor”, disposición administrativa que convivía con otras del Código Penal que sancionaba la “sodomía con
menores” (Bazán, 2006:184). La sanción médico-legal de las “desviaciones sexuales” eran utilizadas no solo
para definir una alteridad que confirmaba y justificaba jerarquías de la sociedad dominante, sino que también
operaba como herramienta para “reprimir y contener una compleja cultura homosexual de hombres de todas
las clases sociales que se identificaban, o no, como homosexuales, maricas o uranistas, pero sí tenían
relaciones sexuales y afectivas con otros hombres” (Salessi, 1995: 259).
A comienzos de la segunda mitad del siglo XX, al menos en la ciudad de Buenos Aires, las
detenciones a travestis en la vía pública tenían lugar durante los carnavales, a la salida de los teatros, en las
pensiones y hoteles donde vivían, o simplemente en el marco de la circulación cotidiana en el espacio público
sufriendo requisas y razzias recurrentes por parte de la Brigada de Moralidad y Seguridad Personal -
dependiente del Ministerio del Interior de la Nación-, situación que luego se fue concentrando y trasladando a
los barrios de Flores, Palermo, Constitución y Once por ser los enclaves de la prostitución travesti17 (Cutuli,
2015: 104). En este contexto y en el marco de los espectáculos teatrales de la década de 1960, emerge la
idea de travesti como concepto y categoría identitaria ya que se llamaba de esta forma a quienes participaban
como vedettes, pero no vivían cotidianamente el género femenino (Fernández, 2004; Cutuli, 2015:13) que
tiene una larga historia de uso peyorativo y estigmatizante en narrativas políticas y mediáticas. Su
reapropiación y resignificación como identidad política por parte del activismo travesti local, sobre todo, de la
organización ALITT y una de sus referentes, Lohana Berkins, fue en el marco de disputas y tensiones con los
activismos gays-lésbicos locales, de fuerte visibilidad política en la Ciudad de Buenos Aires –en el marco de su
proceso de autonomización y descriminalización de sus identidades-, y rechazando la adscripción en la
transgeneridad por entenderla como una forma de colonización discursiva por sus raíces estadounidenses
(Farji Neer, 2017:102):
elijo la palabra travesti porque es importante resignificar el término con el cual se refieren a nosotras
[…] Tenemos diferencias físicas y culturales con las mujeres. Acepto que hemos sido criadas con
toda una carga patriarcal. El género que queremos construir no es el femenino, pero no podemos
17
Para indagar en la persecución en la última dictadura cívico-militar a las “disidencias sexuales” y la problematización de las hipótesis que
plantean la sistematicidad de la persecución, represión y desaparición de travestis y homosexuales en ese periodo, puede consultarse
Insausti (2015).
16
negar que algunas de las características que asumimos se encuentran en las mujeres (Berkins,
2008: s/p).
En general, sobre todo a partir de la década de 1990, cuando se hace referencia a personas trans, se
alude a quienes se identifican con un género diferente al asignado al nacer, más allá de cuál sea ese género,
su expresión, corporalidad, reconocimiento legal, etc. (Cabral, 2012). El uso de la fórmula “trans” para referirse
a una serie de identificaciones heterogéneas, conduce a la supresión de las distinciones identitarias y a
homologar experiencias de sujetos/as que viven en un género diferente al asignado al nacer, más allá de
poder llegar a compartir ciertas reivindicaciones políticas y similitudes en sus trayectorias vitales,
representaciones sobre la feminidad/masculinidad y/o en sus prácticas sexuales. Como afirma Radi (2018), el
uso equivalente e intercambiable entre los términos trans, travesti, transexual y transgénero en las narrativas
de informes oficiales, organizaciones y académicas, puede operar con cierta lógica de uniformidad para
pluralizar biografías y experiencias de colectivos heterogéneos, pudiendo evitarse sesgos y exclusiones de
una multiplicidad de trayectorias en el campo de la investigación.
La reapropiación de los términos travestis, transexuales y transgénero como categorías identitarias en
la segunda mitad del siglo XX en Argentina no puede ser comprendida sin reconocer sus limitaciones
semánticas debido a la complejidad de prácticas que son forzadas a abarcar (Blackwood, 2011 en Cutuli,
2015:11) y marginando los procesos que intervienen en la gestación de categorías de identidad, sus modos
de uso y las negociaciones a que son sometidas en procesos ideológicos y políticos locales (Sivori, 2004:17).
17
coloca bajo un régimen binario prescriptivo (lícito/ilícito, permitido/prohibido). Esta arquitectura del sexo permite
que placeres corporales, funciones biológicas, formas de comportamiento, relaciones de los sujetos consigo
mismos, sean interpretados como manifestaciones o como signos “de uno u otro sexo” y cualquier práctica
por fuera de estos márgenes, es asignada en el campo de lo patológico y requiere ser reencauzada (Foucault,
2016).
La emergencia de la categoría “género” en el campo médico a partir de las intervenciones del
endocrinólogo John Money sobre las personas intersex en la década de 1950 y la reapropiación y
resignificación posterior que los distintos feminismos hicieron, requiere cierta profundidad analítica -que excede
al presente trabajo-. Sin embargo, pueden esbozarse algunos lineamientos generales que contribuyan a su
comprensión.
A partir de la década de 1970, los feminismos lésbicos, negros y poscoloniales se han encargado de
cuestionar la hegemonía del relato blanco, heterosexual y occidental del feminismo imperante sustentado en la
esencialización y universalización de las mujeres, es decir, discursos que se configuraban en torno a una
sujeta histórica y única (“mujer”) que dejaba de lado las diferencias de raza, clase, sexualidad y procedencia e
invisibilizaban las opresiones, en mayor medida, de lesbianas, negras y “tercermundistas”. Se cuestionaba
cierta contribución a una mirada esencialista de los sexos, esto es, un punto de vista que reproduce la idea de
que el sexo es una fuerza natural que existe con anterioridad a la vida social, que da forma a instituciones y
que considera al sexo como algo eternamente inmutable, asocial y transhistórico (Rubin, 1989: 13). La
incorporación del concepto de género al territorio feminista durante la segunda mitad del siglo XX, fue
fundamental para desestabilizar esta cuestionada producción de conocimiento y sus dinámicas políticas.
El arribo a Estados Unidos en la década de 1980 de los estudios de Foucault en el campo de la
sexualidad fueron una influencia significativa para la posterior producción en el campo del movimiento
LGBTTTIQ18 y los feminismos, en conjunto a las literaturas de los feminismos lésbicos y materialistas respecto
a la existencia de un sistema “sexo-género” (Rubin, 1989), la reivindicación de que las lesbianas no son
mujeres y la existencia de sistemas de pensamientos heterosexuales politizando a la categoría sexo (Wittig,
2005) y la desnaturalización y el reconocimiento de la heterosexualidad obligatoria como régimen político
(Rich, 1985). Inicialmente, hubo un rechazo y una fuerte resistencia de diversos sectores del feminismo
académico como Marilyn Frie, Mary Daly, Sheila Jeffreys o Janice Raymond –en su mayoría, representantes
18
Sigla que comprende a lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transexuales, transgénero, intersex y queer.
18
del feminismo radical- a formar parte de las reivindicaciones travesti transgénero con referentes como Virginia
Prince19 o Sylvia Rivera. Esta corriente de pensamiento feminista ha sostenido que el travestismo es ofensivo
para las mujeres y una imitación basada en el ridículo y la degradación (Butler, 2002:186). Raymond (1979)
llegó a considerar a la existencia de las transexuales como una operación del “imperio falocrático” para invadir
los espacios de las mujeres y hacerse de su poder. Recién a comienzos de la década de 1990, se conformó
en Estados Unidos el campo de los Transgender Studies con la presentación de “El Imperio Contraataca: Un
manifiesto posttransexual” (1991), un texto de la activista y téorica transgénero Sandy Stone20 quien ensaya
una suerte de respuesta a ciertos sectores dominantes de la academia feminista pero sobre todo a las
acusaciones de Janice Raymond.
Junto a otras autoras, Judith Butler, nutrida por los aportes de Jacques Derrida, John Austin, Michel
Foucault, Gayle Rubin, Monique Wittig -entre otras/os- y un diálogo crítico con el psicoanálisis freudiano y
lacaniano, fue una de las que inauguró el campo de estudios queer y, en este camino, desarrolló a comienzos
de 1990 la teoría de la performatividad genérica. Esta postulación se enarboló como una suerte de respuesta
a las miradas culturalistas en materia de género y a los límites de la construcción generizada, y no solo en el
afán de problematizar las postulaciones de Simone de Beauvoir en “El segundo sexo” (1949). Butler sostiene
que el género es performativo en tanto conforma la identidad que se supone que es, la estilización repetida del
cuerpo y, en ese sentido, “siempre es un hacer, aunque no un hacer por parte de un sujeto que se pueda
considerar preexistente a la acción” (Butler, 2016:84). Aprovechando la convergencia de los cuestionamientos
de los movimientos gays-lésbicos y luego los queer y transgénero a la jerarquía sociosexual vigente, la
performatividad del género fue un aporte fundamental en tanto denunciaba el régimen normativo y obligatorio
de la heterosexualidad que el binarismo del género presuponía (Sabsay, 2011: 51-52) y esgrimió los
cuestionamientos a las nociones imperantes de cuerpo, identidad y naturaleza.
19
Era una activista norteamericana transgénero que creó la revista Transvestia (1960) y la editorial Chevalier Publications, en la cual publicó
varios de sus libros. Utilizó la identidad transgénero para referirse a quienes, como ella, vivían un género distinto al asignado al nacer sin el
deseo de intervenir su genitalidad quirúrgicamente, y para visibilizar experiencias distintas a la transexualidad quirúrgica y al crossdressing,
disputando a las categorías médicas del transexualismo y el travestismo (Valentine, 2007:32 en Farji Neer, 2017:92). En ese contexto, los
disturbios en el restaurant Dewey’s en Philadelphia (1965) y en la cafetería Compton’s en el barrio de Tenderloin en San Francisco (1966) -
ambos espacios de encuentro y sociabilidad de la comunidad transexual/transgénero, trabajadoras sexuales locales, dragqueens, gays y
lesbianas-, fueron antecedentes de la histórica revuelta de Stonewall Inn en Nueva York (1969) protagonizada por transexuales y
transgéneros y trabajadoras sexuales –mayoritariamente negras y de los sectores más bajos como Sylvia Rivera y Marsha Johnson-,
lesbianas y gays, que marcaron la historia del movimiento travesti y trans y de las disidencias sexuales en general y fueron hitos de
visibilización política y resistencia contra la hostilidad y la represión policial.
20
Stone trazó un vínculo afectivo y político en la década de 1980 con la bióloga queer estadounidense Donna Haraway, a quien le
agradece los aportes teóricos a su manifiesto.
19
Butler expuso lo problemático de la categoría “mujeres” como universal, que el género no siempre se
constituye de forma coherente y consistente en contextos históricos distintos y se entrecruza con “modalidades
raciales, de clase, étnicas, sexuales y regionales de identidades discursivamente constituidas” (Butler,
2016:49). Plantea como equivocado que, en primer lugar, se analice la identidad y luego la identidad de
género en tanto las personas solo se vuelven inteligibles cuando poseen un género que se ajusta a normas
reconocibles de inteligibilidad de género y que “géneros «inteligibles» son los que de alguna manera instauran
y mantienen relaciones de coherencia y continuidad entre sexo, género, práctica sexual y deseo” (Butler, 2016:
72). Sus teorizaciones, sobre todo junto a Donna Haraway, Teresa de Lauretis, Paul B. Preciado y otras/os
autoras/es, iniciaron un vasto corpus de producciones predilecto por las ciencias sociales para abordar al
travestismo, la transgeneridad y la transexualidad como objeto de conocimiento y fueron reformulando y
reconstituyendo sus inscripciones teóricas a medida que avanzaban en las discusiones y tensiones con el
activismo LGBTTTIQ, feministas y teóricas/os contemporáneas/os y se nutrían de otros campos
epistemológicos. Sin embargo, más allá de reconocer los avances y aportes de las perspectivas queer, se han
señalado las dificultades y limitaciones de este campo de estudios, entre otras cuestiones, exhibiendo las
condiciones privilegiadas de enunciación de sus postulados -y de sus referentes-, problematizando sus límites
y en qué términos pueden contribuir para la comprensión de realidades por fuera de las coordenadas
geográficas de su producción sin caer en reproducir representaciones coloniales y homogeneizantes.
También se ha advertido la necesidad de cuestionar al sexo como materialidad inapelable y exponer su
carácter construido -no natural- que habilita el disciplinamiento de cuerpos que no se adaptan a la lectura que
se pueda hacer de ellos (Maffía y Cabral, 2003)21 y el carácter clasificatorio, prescriptivo y jerarquizante que
rodea al género y sus limitaciones en tanto, como advierte Gayle Rubin -quien opta por el reconocimiento de
las diversidades genéricas y sexuales como estrategia política y respuesta más conveniente a los múltiples
universos posibles- “ningún sistema de clasificación puede catalogar o explicar de forma satisfactoria los
infinitos caprichos de la sociedad humana” (Rubin en Halberstam, 2008:198).
Clóset, armario, ropero, coming out22, y otras expresiones pretenden representar situaciones que, si
bien, pueden no ser idénticas para las personas que deciden exteriorizar su identidad de género y/o
sexualidad no binaria/heterosexual, estaban reservadas, al menos, a cierta privacidad/intimidad: la salida del
21
En el artículo citado, analizan cómo opera la estructura de normalización y el dimorfismo sexual en disciplinas como la medicina o la
psicología en abordajes de personas intersex y las consecuencias nocivas en su calidad de vida.
22
El verbo en inglés “to come out” hace referencia a la acción de una persona que manifiesta su sexualidad públicamente. “Come out to
the closet” suele ser traducido como “salir del closet” o “salir del armario”.
20
armario puede ser un acto voluntario, político y/o reivindicativo, impuesto por determinados contextos y/o
circunstancias o un lugar al que nunca se llega. En este sentido, como señaló Lohana Berkins, “a diferentes de
gays y lesbianas, las travestis no tenemos opción en cuanto a nuestra visibilidad. No podemos elegir no decir a
nuestras familias qué somos o queremos ser, no podemos elegir cuándo salir del clóset” (Berkins, 2003: 136).
Esta realidad si bien puede ser mayoritaria, también obtura la posibilidad de reconocer otra clase de
trayectorias y posibilidades que no realizan su transición de género durante la niñez o la adolescencia, sino con
posterioridad en función de la modificación de contextos o circunstancias, por simple deseo, etc.
El científico transexual británico, Carl Buijs, acuñó a mediados de la década de 1990, el término
cisgénero (en inglés, cisgender; el prefijo latín “cis”, indica “de este lado”) en oposición a lo “trans” (lat. “del otro
lado”) para referirse a aquellas personas cuya identidad de género coincide con el sexo/género que le fue
asignado al nacer. La potencialidad de esta categoría desestabiliza las estructuras de nombramiento al invertir
la carga de la prueba tomando a lo trans como punto de partida para establecer las diferencias (Radi, 2015) y
sobre ella, se construye la idea relativamente contemporánea de cisnormatividad, utilizada inclusive en el
marco del sistema interamericano de derechos humanos (CIDH, 2015), como matriz imbricada junto a otros
vectores de jerarquización social y que hace referencia al “conjunto de expectativas que estructuran las
prácticas e instituciones sociales sobre el supuesto de que todas las personas son “cis” […] de manera tal que
todas las personas asignadas al sexo masculino al nacer son varones y todas las asignadas al sexo femenino
son mujeres” (Radi y Pecheny, 2018:33-34).
Es una estrategia analítica pensar cómo operan las distintas configuraciones de poder y la articulación
de diferentes sistemas de sujeción (Spade, 2015:40-41) -como la heterosexualidad obligatoria, la cisexualidad
o el colonialismo- y reflexionar los postulados teóricos desarrollados no solo como marcos de análisis sino
también como herramientas de disputa para exponer y desarticular significaciones. En clave foucaultiana, la
dispersión característica del poder permite analizarla no como cosa de un individuo o institución en particular,
sino más bien como una manifestación dispersa en sitios interconectados y contradictorios, donde circulan y
se consolidan regímenes de conocimiento y de ciertas prácticas (Spade, 2015: 37) y a través del cual
conjugan, ya sea mediante normas u otros dispositivos, las condiciones para la identificación de “amenazas” y
las estructuras para legitimar y desplegar violencias.
Exponer a la cisexualidad como modalidad de representación también permite discutir cuáles son las
condiciones epistemológicas de enunciación de quienes abordan las problemáticas de “personas trans” en la
academia que, en general, son (somos) personas cis que gozan (gozamos) de una serie de privilegios. La
21
activista travesti Marlene Wayar (2018) teje formulaciones teóricas y sistematiza experiencias que permiten
disputar esta hegemonía y las relaciones saber-poder en conjunto con producciones antecedentes y
posteriores de travestis y trans que hablan desde la urgencia y la necesidad de ponerle punto final a las
atrocidades.
Recuperar las condiciones y parte de los discursos que intervenían en el campo médico-criminológico y
las intervenciones en torno a identidades y cuerpos que alteraban el dimorfismo sexual o las reglas visuales de
la heterosexualidad de la ciudadanía ideal de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX tuvo como propósito
comprender las operaciones que habilitaron el funcionamiento de los circuitos de control y regulación de la
sexualidad anormal. En esta clave, reponer estas condiciones de existencia es una forma de evitar su
deshistorización y también explorar si hay procesos de rupturas, continuidades o sofisticaciones en las
modalidades y fenómenos contemporáneos que posibilitan el despliegue de numerosos dispositivos de
control social, que comenzaremos analizando en el próximo capítulo.
22
CAPÍTULO II: El colectivo de travestis y mujeres trans en Argentina
II. 1 Antecedentes
Durante los primeros años de la década de 1990, la agenda del incipiente movimiento travesti-transexual
-centrado en la capital argentina- en articulación con parte del activismo gay-lésbico y de derechos humanos,
estaba enfocada a la lucha contra la derogación de los edictos policiales y figuras contravencionales, en
particular, contra aquellas que criminalizaban a las travestis y trans y/o a trabajadoras sexuales cis24: las
organizaciones con mayor visibilidad política eran Transexuales por el derecho a la vida y a la identidad (1991),
fundada por Karina Urbina; Travestis Unidas (1991) -instituida por Kenny de Micheli- y Asociación de Travestis
Argentinas (ATA, 1993), fundada por María Belén Correa25.
Los edictos policiales eran acumulaciones de una serie asistemática de órdenes del día, circulares,
disposiciones, reglamentaciones y órdenes telegráficas, muchas de ellas creadas al efecto para situaciones
supuestamente amenazantes de la convivencia social (Pita, 2004; Farji Neer, 2017). Regulaban conductas no
previstas en el Código Penal que operaban a partir de una presunta alteración del orden público o atentados a
la moralidad, y constituían una forma de procedimiento disciplinario, moralizante y represivo ejecutado por la
agencia policial sin intervención judicial, sobre las llamadas “clases peligrosas” (Tiscornia 2004:14): permitían
imponer multas o arrestos de hasta treinta días. Estos instrumentos, propios del derecho penal de autor, fueron
“una máquina de subjetivación cuyas fórmulas y prácticas de interpelación performativa no paraban de
producir subjetividades segregadas” (Sabsay, 2011: 87).
23
Estas palabras fueron parte del discurso de Lohana Berkins en la presentación del proyecto de ley “Reconocer es Reparar” impulsado
por las organizaciones Futuro Transgenérico, Abosex (Abogad*s por los Derechos Sexuales), ALITT (Asociación por la lucha de la
identidad travesti-transexual) y MAL (Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación) y presentado por la diputada Diana Conti (Frente para la
Victoria) que pretendía una reparación histórica para las travestis y mujeres trans que sufrieron la persecución estatal por los edictos
policiales.
24
Art. 2° incs. F, H e I del Reglamento de Procedimientos Contravencionales del Edicto de Policía o, en el caso de la provincia de Buenos
Aires, el art. 92 inc. E del decreto-ley 8031/73, entre otras.
25
Estas organizaciones -algunas con mayor o menor nivel de colectividad-, tenían diferentes posiciones respecto a la relevancia de
intervenir su genitalidad como parte de la transición y/o su innecesariedad acompañada por una reivindicación placentera de su cuerpo.
23
Las disposiciones que nos ocupan, se sintetizaban en la idea de “escándalo en la vía pública”,
categoría que funcionaba como argumento central de las distintas fuerzas policiales para definir, reprimir y
privar de la libertad a las trans y travestis, estuvieran o no participando en el comercio sexual en el espacio
público (Cutuli, 2012). La derogación de los edictos se logró en C.A.B.A. en 1998 luego de arduas y conflictivas
discusiones en el marco de la sanción de un nuevo Código de Convivencia Urbana (CCU), a partir de la
autonomía alcanzada por la ciudad26 en virtud de la reforma constitucional de 1994.
Luego de las luchas por la supresión de los edictos y las figuras contravencionales que criminalizaban
sus identidades, las organizaciones de trans y travestis, principalmente, comenzaron a disputar su alcance
como sujetas/os de derechos y el acceso a la ciudadanía a través de una combinación de estrategias
judiciales, activismos legales, acciones en el espacio público y de incidencia en la agenda política que buscaba
instalar la idea de la identidad de género como un derecho humano27 (Farji Neer, 2017) cuyo punto de
inflexión fue la sanción de la LIG en la Cámara de Diputados/as en mayo de 2012 (Ley 26.743). Esta
legislación fue producto de la tenaz lucha y articulación –y también disputas- del movimiento LGBTTTIQ y, en
particular, del movimiento trans y travesti encolumnado en el Frente Nacional por la Identidad de Género y
luego de un largo proceso de fortalecimiento de derechos civiles y sociales por parte de las personas
LGBTTTIQ.
La LIG, de vanguardia a nivel mundial, está anclada bajo los principios de autodeterminación,
desjudicialización y despatologización de las identidades y corporalidades trans y travestis. Entre otras
cuestiones, garantiza el acceso al cambio registral de nombre y “sexo” a mayores de 18 de años mediante un
‘simple’ trámite administrativo y a procedimientos de ‘afirmación de sexo’ con el único requisito del
consentimiento informado de la persona requirente, y con la cobertura del Plan Médico Obligatorio. Acorde con
los Principios de Yogyakarta (2007), una declaración internacional de derechos humanos enmarcada en lo
que se conoce como soft law -que no genera responsabilidad estatal por su incumplimiento pero fija pautas
interpretativas o explicita el contenido derechos consagrados en otros instrumentos- y en cuya redacción
participaron activistas trans, travestis e intersex de diversos lugares del mundo –como el activista e historiador
trans intersex argentino Mauro Cabral-, la LIG define a la identidad de género en su articulado como
26
Luego de arduas discusiones en el debate público, el CCU finalmente continuó penalizando la oferta y demanda “ostensible” de sexo en
la vía pública.
27
La autora citada señala que el dispositivo del derecho humano a la identidad de género emergió en 2003 sobre todo a partir de acciones
del activismo en el campo judicial y no superó ni sustituyó los argumentos del “peligro social” o del “dispositivo de la transexualidad” si no que
se superpuso y amalgamó a los anteriores (Farji Neer, 2017:111).
24
la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede
corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal
del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de
medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido.
También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales
(Art. 2, Ley 26.743).
Más allá de los avances formales en materia de derechos (sobre todo, a partir de la sanción de la LIG),
la situación de la inmensa mayoría de las mujeres trans y travestis en la Argentina es preocupante,
coexistiendo numerosos obstáculos para el acceso a la ciudadanía, la salud, la educación y el trabajo,
conviviendo y enfrentándose con distintas clases de violencias (estatal, sexual, doméstica, etc.) no solo por su
identidad de género, sino también por la convivencia de otra clase de opresiones -de clase social, por su
nacionalidad-origen, corporalidad, etc.-. Si bien existen escasas investigaciones cualitativas y datos estadísticos
sobre la situación de las mujeres trans y travestis en nuestro país -y la inmensa mayoría de las indagaciones
cuantitativas se realizaron sobre la población de la provincia de Buenos Aires y C.A.B.A.-, hay una línea de
continuidad en los últimos años que indica, entre otras cuestiones, el exilio temprano del hogar familiar, la
expectativa de vida inferior a los 40 años de edad, la presencia de numerosas barreras para el acceso a la
salud, la educación y el trabajo formal y la participación en el comercio sexual como la actividad primaria de
subsistencia económica, más allá de su localización geográfica (Fernández, 2004; Berkins y Fernández, 2005;
Berkins, 2008; INADI e INDEC, 2012; ATTTA y Fundación Huésped, 2013; MPD-CABA y Bachillerato
Popular Trans Mocha Celis, 2017).
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorga una importancia fundamental a la
obligación estatal de “desarrollar medidas de recolección de datos para estudiar y evaluar el alcance y las
tendencias de la violencia por prejuicio contra las personas LGBTI” (CIDH, 2015: 16), cuyo incumplimiento
funciona como señal de escaso compromiso a su prevención, identificación y posterior sanción. En la misma
dirección que la CIDH, la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos
indicó en su informe de mayo de 2015 al Consejo de Derechos Humanos que:
25
En la mayoría de los países, la ausencia de sistemas eficaces de registro y denuncia de los actos
violentos de ese tipo, denominados ‘delitos motivados por prejuicios’, contra personas LGBT oculta el
verdadero alcance de la violencia. Cuando existen esos sistemas, las estadísticas oficiales tienden a
subestimar el número de incidentes. Las víctimas suelen ser reacias a denunciar sus experiencias
por temor a la extorsión, la violación de la confidencialidad o las represalias. Además, una
categorización inexacta o prejuiciada de los casos da lugar a errores de identificación, encubrimientos
y registros incompletos. La falta de investigación, enjuiciamiento y castigo por los actos violentos
denunciados también contribuye a las evaluaciones incompletas de la escala de la violencia
(OHCHR, 2015).
28
Esto fue resultado de las articulaciones con el Observatorio de Género del Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, a cargo de Diana Maffía, quien coordinaba el trabajo de Alejandra Sardá-Chandiramani –activista bisexual e investigadora- y
Blas Radi –activista trans e investigador-, y en el cual era funcionaria Lohana Berkins, fallecida en febrero de 2016.
26
detenidas bajo custodia del SPB (CPM, 2017:175), ni tampoco por qué motivos y en qué condiciones están
detenidas. De esta forma, una multiplicidad de aristas queda sin posibilidad de diagnóstico, descansando las
dimensiones y el relevamiento justamente en las organizaciones.
27
sentido, se optará por no desestimar las categorías de trabajadora sexual y trabajo sexual29 al considerar que,
al hacerlo, se invisibiliza la voz de un conjunto de sujetas/os que se definen como tales y definen sus
experiencias en relación al sexo comercial como un trabajo (Justo von Lurzer, 2012:1). Que quienes participan
como trabajadoras sexuales en el mercado sexual estén más expuestas a mayores niveles de violencias en
general y a violencias de género en particular, no debe negar la posibilidad de pensarlas como sujetas de
acción ni contribuir a pensar a la prostitución como una problemática homogénea (Daich, 2012:81).
Pese a la adhesión al modelo abolicionista, el Estado nacional, desde una mirada formal30, ha llevado
adelante diferentes políticas públicas que van en dirección contraria de este sistema, como lo sucedido en el
ámbito de la provincia de Buenos Aires -en la cual conviven múltiples instrumentos legales, además de los
nacionales, provinciales y municipales- donde se ha detectado que más de cuarenta municipios toleran de
alguna manera la habilitación de locales tipo cabaret y solo veinte la prohíben (Malacalza, 2015:47). Algo
similar puede decirse de las diferentes e infructuosas iniciativas promovidas en la ciudad de La Plata -y
también en otros centros urbanos del país como C.A.B.A. o Comodoro Rivadavia- para configurar una
geografía particularmente delimitada para la oferta de sexo en el espacio público.
Por otro lado, el delito de trata de personas emerge con suficiente potencialidad en el ámbito
internacional en el año 2000 a partir del Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas (en
general, de niñas/os y mujeres), en el ámbito de las Naciones Unidas, más conocido como Protocolo de
Palermo31. El Código Penal nacional, a partir de la sanción de la Ley 26.36432 (2008), establece distintos tipos
delictivos en los artículos 145, 145 bis y 145 ter. y, de esta manera, incorpora la figura de la trata de personas
con fines de explotación, incluyendo los fines de explotación sexual. Así, se tienen en cuenta diferentes
conductas que incluyen las fases anteriores a la instancia de explotación, es decir, que no se requiere que se
“configure dicha explotación para que se produzca el reproche penal; basta con realizar algunas de las
29
La alternativa “personas en situación de prostitución”, aporta más a la victimización y a la enajenación de las trabajadoras sexuales de su
estatus de sujetas (Sabsay, 2011:67), que a salvar una cuestión semántica (no menos política).
30
No solamente la contradicción en el ámbito formal-legal (leyes, decretos, protocolos y/u otros instrumentos para llevar adelante políticas
públicas) ya que, en este caso, no tenemos en cuenta la participación del Estado, ya sea a través de la introducción de diferentes sectores
de la política o la estructura judicial y/o policial, en la gestión de economías y mercados ilegales.
31
Argentina incorporó las disposiciones establecidas en este instrumento en el año 2002, a partir de la sanción en el Congreso Nacional de
la Ley 25.632, que aprueba la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional y sus protocolos
complementarios para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños y contra el tráfico ilícito de
migrantes por tierra, mar y aire.
32
La sanción de esta ley vino de la mano de la creación de distintos dispositivos penales y administrativos direccionados a la prevención y
persecución de estas conductas delictivas y al “rescate” de sus víctimas.
28
conductas descriptas en el delito (ofrecer, captar, trasladar, recibir o acoger) siempre que dichas conductas se
realicen con la finalidad de la explotación” (Malacalza, 2015: 10).
Que el ejercicio de la prostitución a título personal (o en forma autónoma) no sea delito, no implica que
no sea objeto de control judicial y/o policial ni tampoco que esté fuera del escrutinio moral. En la actualidad, en
Argentina, coexisten diversas normativas de carácter provincial y/o municipal que funcionan como marco de
legitimidad para la persecución y represión de quienes ejercen la prostitución callejera en forma autónoma. En
particular, más allá de lo que establecen a nivel nacional tanto la Ley de Profilaxis como el Código Penal e
instrumentos internacionales, los códigos de faltas y/o contravencionales suelen ser las principales
herramientas utilizadas por las agencias policiales y/u otros dispositivos estatales para, a partir de disposiciones
con uso y abuso de conceptos jurídicos indeterminados y/o términos que habilitan interpretaciones laxas,
perseguir a las trabajadoras sexuales autónomas que ejercen la prostitución tanto en sus domicilios privados
(y/o lugares equivalentes) como en el espacio público.
Como bien han señalado Daich y Varela (2014) esto sucede, en primer lugar, porque hay un salto
entre los objetivos delineados por los modelos y su despliegue, y los efectos prácticos de las leyes y políticas
públicas inspiradas en ellos (v.gr. la criminalización de la prostitución callejera en el modelo sueco abolicionista);
por otro lado, se puede presentar la contradicción legal -que advertimos algunos párrafos antes- al presuponer
una unidad de las leyes y de las políticas públicas que, en realidad, puede resultar ficticia. Finalmente, como
advierten estas autoras, los modelos de regulación jurídica concentran su mirada en determinadas
manifestaciones y formas de la prostitución (callejera, en privados, burdeles, whiskerías, etc.) y, en
consecuencia, en ciertas sujetas/os –en general, provenientes de los sectores populares-, no así en otras (v.gr.
no hay una decisión estatal de perseguir al ejercicio de la prostitución “de lujo”, destinada al consumo, sobre
todo, de las clases privilegiadas). El escenario jurídico no es muy clarificador en torno a delinear el ejercicio
autónomo de la prostitución y la persecución a la trata de personas con fines de explotación sexual y esta
confusión conceptual tiene un notable impacto en el ejercicio no punible de la prostitución. El control policial en
dirección a garantizar la moralidad pública, incluyendo todas aquellas conductas sociales a ser limitadas por tal
institución, adquiere diversas expresiones que dan cuenta de abusos de poder por parte de sus agentes:
maltratos físicos y psicológicos, como golpes, insultos, amenazas; exigencia de coimas, persecución, que
forman parte de la vida cotidiana de quienes ejercen el trabajo sexual en el espacio público (Daich y Sirimarco,
2014).
29
II. 3. La oferta de sexo en la ciudad de La Plata
La normativa contravencional vigente en la provincia de Buenos Aires criminalizaba el ejercicio de la
prostitución callejera a partir de lo dispuesto en el artículo 68 -derogado formalmente en julio de 2018 a través
de la sanción de la Ley 15.041- que sancionaba con multa o arresto de 5 a 30 días a “la persona que ejerciere
la prostitución, dando ocasión de escándalo o molestando o produjere escándalo en la casa que habitare” (Art.
68 del Decreto Ley 8031/73). Por otro lado, el artículo 92 inc. E, penalizaba con multa –que podía devenir en
arresto- a quien “en la vida diaria se vista y haga pasar como persona de sexo contrario” (derogada por la Ley
13.887, 2008). Estas dos disposiciones en conjunto a otras del código contravencional bonaerense, eran
instrumentos legales que habilitaban a la policía para la persecución de quienes participaban en la oferta de
sexo en el espacio público: travestis y mujeres cis trabajadoras sexuales argentinas y migrantes que formaban
parte del mercado sexual callejero eran el blanco predilecto para ser perseguidas, desplazadas, hostigadas,
extorsionadas y criminalizadas por las agencias policiales locales.
Hacia comienzos de la década del 2000, el comercio sexual platense estaba distribuido espacialmente
en lugares privados (boliches, departamentos, whiskerías, casas, etc.) -en algunos había situaciones de trata
de personas- y el espacio público por diversos rincones de la ciudad aunque había mayor nivel de
participación en el casco urbano en lugares aledaños a la Terminal Ferroviaria, la Terminal de Ómnibus y una
delimitación geográfica comprendida por la Avenida 1 uniendo la Terminal de Trenes y la Avenida 72 y calles
cercanas a dos plazas: Plaza Matheu y Rocha, ubicadas sobre la Avenida 1 y 66 y la Avenida 7 intersectada
con la Avenida 60, respectivamente. Esta última geografía es la que es denominada en los últimos años como
“zona roja”.
En este contexto y en el marco de una profunda crisis económica y política del país, entre el 18 y el 20
de agosto de 2001, la ciudad de La Plata fue sede de la decimosexta edición del Encuentro Nacional de
Mujeres (ENM), que se realiza en diferentes ciudades desde 1986 -a partir de iniciativas de un grupo de
feministas- y reúne a colectivos cada vez más heterogéneos compuestos por decenas de miles de mujeres,
lesbianas, bisexuales, travestis y trans de varios rincones geográficos y pertenencias políticas. Como es
histórico en los ENM, se realizó una movilización que circuló por algunas calles de la ciudad de La Plata a
través de un recorrido pactado previamente por la comisión organizadora. En un momento, según testimonios
de quienes participaron en la movilización de más de quince mil personas y luego de la negativa de la
30
comisión organizadora ante un pedido ‘inesperado’ de trabajadoras sexuales cis33y travestis34 y para pasar
frente a la Comisaría Novena de La Plata -que interviene en la gestión de la “zona roja” por corresponderle por
jurisdicción-, hubo una ruptura y un grupo de travestis -algunas pocas migrantes peruanas y ecuatorianas-,
agrupadas en la Asociación de Travestis Platenses (ATP) -colectivo que solo duró algunos meses- y mujeres
cis, organizadas en la expresión local y nacional de AMMAR e integrantes de otras organizaciones, se
dirigieron hacia la sede de esta comisaría. Frente a ella, realizaron un ‘escrache’ y denunciaron la persecución
y corrupción policial. Luego de esta acción directa, algunas de ellas denunciaron recibir amenazas (El Día, 22
de agosto de 2001). Como relata M., una de las trabajadoras sexuales de AMMAR que participó en esa
acción directa35:
En ese momento, nos peleábamos con las abolicionistas en el taller de mujeres en situación de
prostitución. No nos quería acompañar nadie a marchar frente a la Novena porque era marchar
contra la policía. Fuimos igual a la Novena a hacer el escrache y nos encontramos con Rosa Bru
que estaba reclamando por lo que había pasado con su hijo. En este escrache, me acuerdo que
estaba Andrea Fernández, La Moma36, Lohana [Berkins] le cantaba a la policía con un megáfono
(entrevista a M., septiembre de 2018).
33
En la edición XIX del ENM en Mendoza (2004) a pocos meses del asesinato de Sandra Cabrera (AMMAR) en Rosario, las
trabajadoras sexuales garantizaron el primer taller en el que discutieron sus propias problemáticas, coexistiendo otro taller con una mirada
abolicionista. Sandra Cabrera fue una trabajadora sexual, fundadora de la sede de Rosario de AMMAR que había denunciado
públicamente la connivencia policial y política en la gestión de las economías ilegales locales. Fue asesinada en enero de 2004 y su crimen
continúa impune. Doce años después en la edición XXXI en Rosario, las trabajadoras sexuales volvieron a garantizar este espacio que
tiene continuidad hasta la actualidad. “Sandra Cabrera” es el primer Centro de Referencia en salud integral para trabajadoras/es sexuales y
funciona en la “zona roja” de la ciudad de La Plata. Fue fundado y cogestionado en el año 2006 –al menos hasta el año 2014-2015-, en
conjunto con Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) y el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.
34
Luego de varios años de fuertes tensiones y disputas de algunas referentes del movimiento trans y travesti –como Lohana Berkins- con
diferentes sectores del feminismo que se resistían a la participación de trans y travestis en el ENM –con discursos y prácticas violentas,
transtravesti odiantes y cisbiologicistas-, la edición XXVIII en la ciudad de San Juan (2013) incorporó un taller de “Mujeres Trans” que aún
subsiste pese a ciertos embates contemporáneos.
35
Este testimonio fue posible a partir del trabajo en conjunto con Estefanía Gelso y Lucía Coppa a quienes les agradezco su compañía y
generosidad en la reflexión y aprendizaje cotidiano.
36
Carolina González Abad, también conocida por sus amigas/s y afectos como la Moma, era una travesti que ejercía la prostitución en la
esquina de la Avenida 1 y 67 y fue asesinada en su domicilio -cercano a la “zona roja”- en octubre de 2011. Luego de varias idas y vueltas
judiciales y una investigación deficiente, se desarrolló su juicio oral en junio de 2018 en el cual el único imputado que llegó a juicio fue
absuelto por falta de pruebas. Sin embargo, luego de un pedido de la fiscal, el Tribunal Oral Criminal N° 1 de La Plata decidió que la
investigación debía continuar no solo para encontrar a los autores del travesticidio sino también para indagar en la comisión de algún delito
de acción pública por la pérdida de material probatorio relevante por parte de una de las fuerzas policiales intervinientes en la investigación:
la Comisaría Novena de La Plata. Por su parte, la activista trans Andrea Elizabeth Fernández falleció luego de una dura enfermedad en
2015. Su testimonio puede verse en la producción audiovisual Sin Etiquetas (2014) del Colectivo Cultural Otro Viento.
31
La Comisaría Novena había sido el último lugar por el cual había pasado el estudiante de Periodismo,
Miguel Bru, en agosto de 1993. Luego del desmantelamiento de complicidades judiciales, se descubrió que allí
fue torturado y asesinado por varios agentes policiales, pero su cuerpo aún no fue encontrado37. Esta
dependencia policial es identificada no solo por haber sido sede de este crimen, sino también por el cobro de
cánones vinculados al gobierno del mercado sexual local que forma parte de su jurisdicción. El testimonio de
S. y M. pueden ayudar a ilustrar algunos elementos que estaban presentes en ese momento en la
administración policial del territorio:
Fui conociendo a las chicas, estaba la típica mala que te cobraba plaza, estaban los milicos que te
cobraban plaza o te llevaban presa solo por llevarte. La típica con el artículo, el doble A, artículo 92,
68, te dejaban días (entrevista a S., junio de 2018).
Siempre que me descuidaba, me llevaban. Por el 2009 o por ahí, era como prohibido estar parada
en la zona y todos los días nos llevaban a la Novena. Y nosotras corríamos para que no nos
agarren, corríamos al lado de los autos o estos se bajaban y nos corrían (…) Veíamos un patrullero,
la luz azulita y nos escondíamos. Porque si te veían, te llevaban. Pero todos los días. Te hacían
perder la noche: te agarraban a las 10 de la noche y con suerte te soltaban a las 4 de la mañana
(entrevista a F., septiembre de 2018).
37
Su madre, Rosa Schönfeld de Bru, encabeza anualmente junto a organizaciones, una actividad frente a esta comisaría cuando se
cumple el aniversario del crimen.
32
situaciones de trata de personas con fines de explotación sexual para la reproducción y sostenimiento de este
intercambio asimétrico.
Para quienes ejercen la prostitución callejera, la “parada”, ya sea una esquina o algún lugar determinado e
identificable, opera como soporte para establecer vínculos en torno al comercio sexual (v.gr. el cliente ya sabe
dónde ir a buscarla), al relacionamiento con la policía, con vecinos/as del barrio y también como espacio de
sociabilidad con otras travestis, trans y mujeres cis con las que pueden –o no- compartir la jornada.
Desplazarse hacia otra parada, “pararse en el lugar que quieran” o moverse permanentemente por las
diagonales y calles de la “zona roja” puede ser o un privilegio o una prerrogativa -dependiendo el caso- aunque
fue habitual la referencia al desplazamiento como estrategia para ubicarse en lugares donde perciban mayor
circulación de vehículos o movimiento.
Por otro lado, esta estrategia de esconderse o correr ante la presencia policial expresa no solo la
situación de hostilidad y persecución por la sola presencia en el espacio público, sino que también expone
cómo el cuerpo puede operar como escenario de sometimiento a la autoridad (Daich y Sirimarco, 2014:36) y,
en síntesis, cómo se visualiza en las acciones de sus cuerpos (uno que corre para perseguir y otro que corre
para escapar) la separación autoritaria y la reproducción de su desigualdad intrínseca (Sirimarco, 2009 en
Daich y Sirimarco, 2014:36). La estructuración de un territorio de control policial no se agota en un espacio
físico (como jurisdicción, calle o parada) sino que lo físico opera como soporte para sostener la red de
vinculaciones que atan a los sujetos entre sí y el control policial pareciera definirse más bien a partir de quién
(travestis, trans, y mujeres cis y policías) y cómo (a través de la preeminencia de ciertas prácticas policiales) y
no excluyentemente la disposición física (Daich, Pita y Sirimarco, 2007; Daich y Sirimarco, 2014).
La reconfiguración de la administración de la justicia penal local en concordancia con los lineamientos
nacionales e internacionales en materia de trata de personas, tuvo como consecuencia no solo la asignación
de competencia especializada a estructuras judiciales para la persecución penal de delitos conexos a la trata
de personas –sobre todo laboral y sexual- en el año 2009, sino también que tuvo un efecto no declarado al
cerrar locales y domicilios donde se relevaban situaciones de “explotación sexual” en el perímetro urbano de la
ciudad (MPBA, 2013; Coppa y Lascano, 2018) y también en la periferia. Esto produjo un desplazamiento de
trabajadoras sexuales cis, travestis y mujeres trans del ámbito privado a las esquinas y calles de la ciudad o
directamente a diferentes geografías en búsqueda de otras experiencias.
A comienzos de esta década, la ciudad de La Plata comenzó a recibir a un importante volumen de
mujeres trans y travestis migrantes provenientes, sobre todo, de Perú y Ecuador, y en menor medida, de otros
33
países latinoamericanos y del Caribe (Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay, República Dominicana, etc.) y gran
parte de ellas comenzaron a participar en las diversas modalidades del comercio sexual en la ciudad.
La multicausalidad que envuelve a los procesos migratorios requieren la realización de análisis
particulares para comprender las diferentes dimensiones que pueden intervenir en las migraciones de mujeres
trans y travestis. Sin embargo, es posible mencionar algunas características compartidas obtenidas a través
del trabajo de campo y el acercamiento en el campo del activismo. En su mayoría, si bien hay que tener en
cuenta que las migrantes no vendrían a participar en el comercio sexual local sino hubiese una demanda
(Agustin, 2005) la migración internacional38 de travestis y mujeres trans no está exclusiva y excluyentemente
ligada a cuestiones económicas -ya sea estrictamente personales o familiares si algunas son sostenes de
hogar- sino también a la búsqueda de otros horizontes, a utilizar a Argentina como paso previo para llegar a
Europa39 u otro lugar, o a diferentes razones vinculadas a fuertes contextos de persecución y discriminación
estructural por su identidad de género en sus países de origen40 y a percepciones -más o menos alteradas-
de lo que sucede en nuestro país como las condiciones de posibilidad más favorables para expresar
socialmente su identidad/expresión de género y desarrollar su vida en otras condiciones de existencia.
La modalidad predominante identificada fue la articulación de redes migratorias en las que se tejen
lazos interpersonales -una trae a la otra- y a través de la cual pueden compartir desde el precio del pasaje, el
acceso a documentación e información sobre cómo ingresar al país sin sobresaltos hasta espacios de
sociabilidad, la vivienda, la parada, el acceso a ciertos bienes materiales y/o simbólicos, pautas para realizarse
intervenciones corporales asociadas a su identidad y expresión de género (v.gr. vinculadas al uso de silicona
líquida), etc. (Vásquez Haro, 2014). Suelen referirse con la expresión “mami” para denominar a quien articula
su llegada al país, facilita el acceso a algunas de las cuestiones descriptas en las líneas anteriores y asume un
rol más o menos jerárquico estructurado por intereses económicos y afectivos, similar a una suerte de “tutora”
(Vásquez Haro, 2014; Camacho Zambrano, 2015).
38
Hablamos de migración internacional y no de “migración nacional” (v.gr. de Salta o Jujuy a Buenos Aires) de travestis y mujeres trans
que también sucede (MPD-CABA y Bachillerato Popular Trans Mocha Celis, 2017), pero no estuvo presente, al menos, en este primer
ejercicio de investigación.
39
Esta particularidad surgió en uno de los testimonios de una mujer trans peruana -aunque luego estuvo presente en trayectorias
biográficas de amigas de las entrevistadas- quien manifestó que el paso por Argentina era con documentos falsos y netamente
instrumental para poder llegar a Europa porque, en ese entonces, Perú no tenía viajes directos al otro lado del Océano Atlántico. Las dos
amigas con las que había llegado a Argentina son también trabajadoras sexuales y pudieron llegar a España y Francia. Vartabedian
(2014) quien utiliza el concepto de “migración trans”, afirma que, desde la década de 1970, hay una línea de continuidad de migraciones de
travestis y trans a Europa procedentes de distintos países de Latinoamérica para insertarse en los mercados sexuales locales.
40
El puertorriqueño Manuel Guzmán (1997) utiliza la categoría de sexilio para definir a las migraciones de quienes abandonaron su país
de origen por su “elección sexual”.
34
En junio de 2012, el presidente del Concejo Deliberante de la ciudad de La Plata, Javier Pacharotti –
alineado, en ese entonces, al oficialismo- se reunió selectivamente con algunos actores y actrices
involucrados/as en las problemáticas en torno a la “zona roja” local y adelantó a los medios de comunicación
que presentará un proyecto para relocalizarla en los alrededores del Bosque de la ciudad con fundamento en
la inseguridad urbana creciente, la pérdida de valor inmobiliario de las propiedades, la expansión territorial y
temporal de la oferta de sexo en el espacio público y el “exhibicionismo” (El Día, 3 de junio de 2012). En ese
entonces se asociaba la presencia de la oferta sexual de mujeres trans y travestis al “aumento de la
inseguridad” -violencia urbana, delitos contra la propiedad, desórdenes callejeros, etc.- y ésta fue la primera
iniciativa pública de la gestión municipal para desplazarlas -junto a mujeres cis- de la “zona roja” local41 que,
finalmente, no prosperó ni se tradujo en algún proyecto legislativo.
Luego de un relevamiento de expedientes municipales, no hay un solo proyecto legislativo que verse
sobre posibles relocalizaciones o iniciativas similares pese a las reiteradas manifestaciones de funcionarios del
Ejecutivo municipal –tanto de la gestión anterior como la actual- o referentes de asociaciones vecinales: solo
hay 3 presentaciones de notas firmadas por vecinos/as de la “zona roja” oponiéndose a posibles
relocalizaciones (Exp. 54846/2012), reclamando cámaras de seguridad (Exp. 59826/2015) o exigiendo
intervención por la inseguridad urbana (Exp. 66475/2018). La discordancia entre lo manifestado públicamente
y lo sucedido en las esferas del Concejo Deliberante es un patrón característico que atravesó el abordaje
reciente de las diversas problemáticas en torno a la “zona roja”: la inmensa mayoría de las políticas de
seguridad focalizadas en el territorio fueron producto de decisiones tomadas en el Ejecutivo Municipal,
Provincial y/o Nacional, en algunos casos, coordinadas con la administración de justicia penal y/o “vecinos” del
barrio atravesadas por un abordaje netamente punitivo con el policiamiento del espacio público como
estrategia primaria -como comentaremos en otro apartado-. Sin embargo, la configuración de la “zona roja”
como un “problema de inseguridad” sobre todo a partir del año 2013 la convirtió en un territorio de fuerte control
social a partir de la convivencia aparentemente desordenada de dispositivos de seguridad públicos y privados
que fue posible, entre otras cuestiones, a partir de la delimitación de una suerte de frontera visual y una serie de
repertorios discursivos: por un lado, las mujeres trans y travestis situadas en el campo de lo “amenazante” y
asociadas unívocamente a lo delictivo y, por otro, “vecinos” representados como una población homogénea y
41
En mayo de 2001, hubo una iniciativa de vecinos/as del barrio cercano a la Terminal de Ómnibus que “cansados de convivir con
prostitutas y travestis” se reunieron con concejales para trasladar la “zona roja” –la oferta sexual concentrada en las inmediaciones de la
Terminal de Trenes y de Ómnibus- a las rutas provinciales 36 y 11 que finalmente no tuvo asidero (El Día, 17 de mayo de 2001).
35
monolítica cuya calidad de vida es alterada a partir de la presencia y de las prácticas de aquellas en el espacio
público.
Esta serie de elementos incorporados en el presente capítulo buscaron exhibir cuáles fueron las
condiciones de emergencia de las demandas y reivindicaciones del movimiento trans-travesti y sus posteriores
reformulaciones y resignificaciones sin pretensiones de exhaustividad. Pensar estos procesos históricos y
visibilizar los avances y conquistas fruto de diferentes estrategias de acción y resistencia en el espacio público,
en el sistema judicial y en el campo legislativo toma distancia de una perspectiva parcial y cristalizada que solo
identifique violencias y padecimientos.
La “zona roja” en tanto territorio no puede ser pensada por fuera de la ciudad y es escenario de
conflictos, intercambios y gestiones entre actores y actrices atravesados/as por diferentes jerarquías y
desigualdades. La articulación entre los dispositivos legales, los discursos moralizantes respecto a la
prostitución y a las identidades trans y travestis permiten ver en qué clase de agendas y contextos pudieron
lograr mayor visibilidad pública y política. En este sentido, no se procura señalar una sustitución de las
narrativas morales vinculadas al universo de la prostitución y un desplazamiento total a un nuevo campo
emergente (vinculada al mundo de las drogas) sino más bien referenciarla como constituyente y constitutiva
de este escenario más reciente. En las próximas páginas intentaremos explorar en cuáles fueron las
condiciones de emergencia y de posibilidad de este giro punitivo.
36
CAPÍTULO III: El giro persecutorio
42
La idea de desarrollar una “guerra contra las drogas” surgió en la década de 1930 a partir de la llegada de Harry Anslinger a la Oficina
Federal de Estupefacientes –que estaba cerca de ser eliminada- de Estados Unidos, quien encabezó una cruzada nacional e
internacional, moral, prohibicionista y eliminacionista contra ciertas drogas.
37
Drogas Peligrosas) y el establecimiento de oficinas de la Drug Enforcement Administration (DEA,
Administración de Control de Drogas, creada en 1973) en nuestro territorio, al ser caracterizado como un lugar
de tráfico de heroína y, en menor medida, de cocaína hacia Estados Unidos (Manzano, 2014).
Se fueron acumulando y fortaleciendo discursos asociados a la defensa social, la seguridad nacional y
ciudadana, combinados con la definición internacional, hasta consolidar, hacia fines de la década del ‘80 y
principios de la década del ’90, una matriz ‘prohibicionista-abstencionista’ cuya principal expresión fue el castigo
penal y sus principales destinatarios los usuarios de drogas ilegales (Corda, Galante y Rossi, 2014: 16) en el
marco del ascenso paulatino en las agendas políticas del paroxismo de la “guerra contra las drogas”.
En marzo de 1985, el presidente radical Raúl Alfonsín viajó a Estados Unidos y se reunió en la Casa
Blanca con su par estadounidense Ronald Reagan. Como recupera Manzano (2014) a través de uno de los
asesores de Alfonsín, Jaime Malamud Goti, si bien Alfonsín manifestó su desacuerdo a las “injerencias
extracontinentales” y, en particular, con la participación de Estados Unidos en el avance contra el sandinismo
en Nicaragua, dio su aprobación a la “guerra contra las drogas” en la región que incluía, justamente,
intervenciones domésticas como ataques directos a cultivos de coca43 en Bolivia para así, poder acceder a
paquetes de ayuda financiera y enfrentar la crisis económica. La administración estadounidense consideraba
que “las drogas” –sobre todo, la cocaína- eran una amenaza para la seguridad de la nación y de la sociedad,
que podía destruir la vida de los jóvenes y había que intervenir en los procesos de producción de coca y
cocaína en los países andinos, sobre todo, en Perú, Bolivia y Colombia –desconociendo las problemáticas en
torno a la demanda-.
Tan solo unos meses después de la firma en la ciudad de Viena de la Convención de las Naciones
Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas (1988) en la cual se acordó que la
penalización de distintas conductas asociadas al consumo, posesión, cultivo y comercio ilícito de
estupefacientes junto con la desviación de precursores químicos acabaría con el problema de las drogas,
Argentina adecuó la legislación nacional al consenso represivo en la comunidad internacional y sancionó en
1989 -ya iniciada la primera presidencia de Carlos Saúl Menem- la actual Ley Nacional de Estupefacientes
(Ley 23.737). Esta legislación enumera diferentes conductas vinculadas a su producción y comercialización y
43
En julio de 1986, y con precedentes similares en la década anterior en México, Estados Unidos llevó adelante la Operación Blast
Furnace en Bolivia. Esta política, que fracasó al generar solo desplazamientos de la producción y pequeñas intervenciones en los precios,
consistió en la participación de cerca de 160 militares norteamericanos, 6 helicópteros, con equipamiento y logística militar en conjunto con
las fuerzas policiales y militares bolivianas contra cultivos de hojas de coca y laboratorios de procesamiento en la provincia de Chapare
(perteneciente al departamento de Cochabamba), y en los departamentos de Beni y Santa Cruz de la Sierra.
38
aumenta la escala penal del tipo penal estándar de tráfico de 4 a 15 años de prisión (“tenencia con fines de
comercialización”) e incorpora diversos agravantes; distingue entre tenencia ilegítima (simple) y tenencia para
consumo personal, pero sanciona con prisión ambas figuras, que han sido objeto de numerosos
cuestionamientos en el ámbito nacional e internacional y en la jurisprudencia local que continúan vigentes,
pese a algunas reformas parciales, en la legislación local.
Gran parte de la comunidad internacional ha advertido el fracaso y las consecuencias devastadoras de
las políticas prohibicionistas, belicistas y represivas de control de drogas ilegales inauguradas en el mundo bajo
el liderazgo de Estados Unidos, y con notable influencia y reinscripciones en Latinoamérica: no solo ha crecido
considerablemente la producción, el tráfico y el consumo de drogas ilegales, sino también se ha expandido y
consolidado la criminalidad del narcotráfico y la violencia delictiva, la corrupción policial y política derivada de
esa criminalidad, con miles de personas asesinadas; se han expandido las economías legales o ilegales
relacionadas u originadas en el narcotráfico; se ha desarrollado un control y cooptación de políticos/as,
jueces/zas, gobernantes y dirigentes sociales por parte de grupos delictivos; y la criminalización y
encarcelamiento ha estado dirigido, en forma predominante, a usuarios/as y traficantes menores
pertenecientes a las clases sociales más bajas (Saín, 2009) intersectando cuestiones de clase, géneros y
raciales.
Numerosos pronunciamientos de organismos internacionales como la Oficina de las Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito (UNODC), la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de Estados Americanos (OEA) han exigido a los
Estados que reformen sus legislaciones preferentemente punitivas que han disparado las tasas de
encarcelamiento en la región, redefinan sus objetivos y la proporcionalidad entre los daños y las penas,
incorporen abordajes sanitarios respetuosos de los derechos humanos y descriminalicen, al menos, a
consumidores/as de drogas ilegales (Fusero, 2017), entre otras cuestiones.
El secuestro y asesinato de Axel Blumberg -un joven de 21 años de clase media alta- en 2004 en
territorio bonaerense y las posteriores movilizaciones masivas encabezadas por su padre con enorme
cobertura mediática exigiendo respuestas estatales para enfrentar la “inseguridad”, tuvieron notable
repercusión en las agendas políticas y en las posteriores reformas que se realizaron en la legislación penal y
procesal penal, e indicaron un grave retroceso en materia de derechos humanos. Las apelaciones a la “mano
dura” y a la homogeneización de los sentimientos de la víctima -en tanto figura abstracta- cobraron suficiente
39
protagonismo y, en pocos meses, el Congreso de la Nación tradujo las demandas de ciertos sectores sociales
en inflación penal.
Las preocupaciones políticas centrales se dirigían dar la impresión que “algo se está haciendo” y a
valorar más el beneficio político y la reacción de la opinión pública que los posibles efectos de las reformas o el
reconocimiento realista de los problemas subyacentes. Fue un proceso que algunos autores denominaron
populismo penal “de abajo hacia arriba” o “desde abajo” (Sozzo, 2015; Rodríguez Alzueta, 2014), que requirió
un proceso local en la década anterior de populismo penal “desde arriba” para facilitarlo (Sozzo, 2015): el
público demanda respuestas punitivas ante la inseguridad urbana y arrincona a la dirigencia política a través de
protestas en el espacio público y sobrerrepresentación de estas problemáticas en el espectro mediático, que
se traduce finalmente en endurecimientos de las políticas penales y penitenciarias tanto en el plano de los
discursos como en el de las prácticas (Sozzo, 2009).
En este contexto, la persecución al tráfico de estupefacientes era materia exclusivamente federal hasta
que, en el año 2005 y luego de un extenso debate sobre todo en la Cámara de Diputados, el Congreso
Nacional sanciona la Ley 26.052 (en adelante, Ley de desfederalización) que estableció un régimen de
adhesión legislativa para que las provincias asuman la competencia en la persecución de ciertos delitos
asociados al microtráfico de drogas o al “narcomenudeo”44. Tanto el entonces ministro de Seguridad, León
Carlos Arslanián, como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, y otros/as aliados/as
políticos/as cumplieron un rol fundamental para esta transformación en materia de política criminal visitando las
sesiones parlamentarias, incidiendo en la opinión pública y articulando un consenso que exhiba la necesidad
de esta reforma legislativa. Según recupera la intervención del diputado Eduardo García, el gobernador
bonaerense sostenía que:
Una de las razones para que la droga sea tan barata es que no tenga riesgo, y esto es porque nadie
va en cana. Esto es lo que vamos a corregir con la ley de desfederalización del narcotráfico (Versión
Taquigráfica de la Cámara de Diputados de la Nación, 4 de mayo de 2005).
44
La competencia se asume en relación a la persecución de los delitos contemplados en el artículo 5º incisos c) y e) de la Ley 23.737,
cuando se comercie, entregue, suministre o facilite estupefacientes fraccionados en dosis destinadas directamente al consumidor/a; artículo
5º penúltimo párrafo, que reprime la siembra o cultivo de estupefacientes para uso personal; artículo 5° último párrafo, que contempla la
entrega, suministro o facilitación ocasional, gratuita y con destino de consumo personal; artículo 14° que reprime la tenencia de
estupefacientes para consumo personal; artículo 29° que sanciona la falsificación de recetas médicas y los artículos 204 –que reprime el
suministro de sustancias médicas sin seguimiento de las indicaciones de la receta- y sus agravantes contempladas en los 204 bis, 204 ter y
204 quater del Código Penal.
40
Estas manifestaciones también fueron acompañadas por el direccionamiento en el estímulo de ciertos
estereotipos criminales en las manifestaciones públicas del ex gobernador: “La señora con ojotas termina de
hacer el puchero y va a vender marihuana como una forma de parar la olla” (Página 12, 5 de mayo de 2005).
Esta reforma tuvo fuertes resistencias de organismos de derechos humanos y corporativos como el
Colegio de Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de La Provincia de Buenos Aires, quienes
cuestionaban la simplificación en abordar el fenómeno a partir de una cuestión de asignación de competencia
ante el colapso del Poder Judicial provincial y también su constitucionalidad al atentar contra el sistema federal
del Estado argentino, derechos y garantías constitucionales como el principio de igualdad o el juez natural al
establecer diferentes formas de persecución y juzgamiento a lo largo del país según la provincia donde se
habría cometido el delito, etc. La diputada nacional opositora Marcela Rodríguez tuvo una intervención
clarificadora en el debate parlamentario por la sanción de la Ley de Desfederalización que vale la pena
recuperar, ya habiendo pasado más de una década de su sanción:
[…] corremos el riesgo de tener que dejar en manos de la policía la decisión del juez al que le va a
tocar intervenir en un caso o en otro. Más tarde me voy a referir a esto, porque quizás sea la
verdadera motivación que hay detrás de esta ley. En realidad, es abrirle nuevas cajas a lo que yo
llamo la maldita Policía Bonaerense […] Esta parece una Cámara esquizofrénica, pues teníamos
leyes de mano dura por nuestra preocupación por los homicidios, las violaciones y los delitos contra
las personas. ¿Ahora qué vamos a hacer? […] (Versión Taquigráfica de la Cámara de Diputados de
la Nación, 4 de mayo de 2005).
De esta manera, en el afán de agilizar la “lucha contra los traficantes a menor escala”, en particular en
los municipios del Conurbano bonaerense, y teniendo en consideración que el Poder Judicial provincial
contaba, según los promotores de la reforma, con mayor estructura para poder abordar la demanda de
conflictos, en diciembre de 2005, la provincia de Buenos Aires se convierte en la primera que adhiere a la Ley
de Desfederalización a través de la sanción de la Ley 13.392 en la Legislatura bonaerense. En consecuencia,
la jurisdicción con mayor estructura y capacidad operativa llevaría adelante las tareas de represión de la
comercialización por menor y el Poder judicial federal sin estructura -al menos en el Conurbano– investigaría y
41
perseguiría la fabricación y producción, el tráfico mayor, la financiación y la exportación de estupefacientes
(Malacalza, 2017).
42
asignó competencia en materia de estupefacientes a la titular de la U.F.I.J. N° 1, sosteniendo el funcionamiento
de la Ayudantía Fiscal como cuerpo colaborador y excluyendo la intervención del resto de las fiscalías
ordinarias45.
Si bien en nuestro país coexisten cuatro fuerzas de seguridad nacionales (Policía Federal, Policía de
Seguridad Aeroportuaria, Gendarmería Nacional y Prefectura Naval) en virtud de la distribución política federal
consagrada en la Constitución Nacional, cada administración provincial tiene la facultad de organizar sus
propias fuerzas policiales para ejercer el poder de policía en delitos ordinarios o asignados por leyes
especiales. Saín (2015) desarrolla cómo en Argentina predomina, más allá de reformas y contrarreformas -
particularmente, en la Policía Bonaerense, hacia fines de la década del 2000 y en la primera mitad de la
década siguiente-, un doble pacto de gobernabilidad de la seguridad pública desde la década de 1980,
sentado en un desgobierno político y en la gobernabilidad policial. Este doble pacto se expresa, por un lado, a
través de la delegación del gobierno de la seguridad pública de las autoridades gubernamentales a las cúpulas
policiales (“pacto político-policial”) y, por otro, mediante la cesión del control de los delitos, en general,
vinculados a la criminalidad compleja y de mayor rentabilidad por parte de la policía (trata de personas con
fines de explotación sexual, comercialización de estupefacientes y de autopartes de vehículos robados, etc.)
ya sea mediante su regulación y/o participación como “socios predominantes” (“pacto policial-criminal”).
Hay varias fuerzas policiales que intervienen y han intervenido con mayor o menor protagonismo, con
similitudes y diferencias funcionales y marcos semánticos más o menos compartidos en el gobierno de los
ilegalismos en la “zona roja” donde no solo conviven presuntas infracciones a la Ley 23.737 sino también
delitos contra la propiedad privada -cometido por “motoqueros”, niños o adolescentes que circulan por el
espacio público, policías, “clientes” o simples transeúntes-, violencias contra trans, travestis y mujeres cis por
parte de clientes y “terceros” (v.gr. sujetos que pasan en sus vehículos y arrojan objetos), corrupción, hostilidad
y violencia policial, resoluciones violentas de conflictos entre quienes ofrecen sexo o, inclusive, entre éstas con
45
A mediados de 2015, el fiscal general había dispuesto, mediante la resolución N°18/15, la creación de la U.F.I.J. N°13 de
Estupefacientes, que iba a estar a cargo de quien coordinaba la Ayudantía Fiscal. Sin embargo, la Procuración General expuso, mediante
una nota enviada en junio de 2016 al fiscal general –a pocos días de la masiva movilización feminista “Ni Una Menos”-, que el
departamento judicial platense era uno de los pocos sin fiscalía especializada en violencia familiar y/o de género. En consecuencia, el fiscal
general departamental decidió que esta nueva fiscalía tendría competencia en violencia familiar y/o de género, y mantuvo a quien formaba
parte de la Ayudantía Fiscal de Estupefacientes como titular a cargo. Sarrabayrouse (2004) sostiene que la red de favores, la apelación al
parentesco, la jerarquización del honor y del status, los intercambios recíprocos forman parte de un entramado de elementos que ilustran
cómo la posición y el acceso de los actores a ciertos lugares de la estructura judicial es relativo y está en función del lugar que ocupan en la
estructura interna y del manejo de determinados códigos como instrumentos para desplazarse. Este hecho ilustra cómo, en ocasiones,
intervienen jerarquías y cuestiones coyunturales no solo en la administración de justicia en sí, sino también en su proceso de
recomposición, formación y en su capacidad de respuesta.
43
miembros de la institución policial y terceros, y como se visibilizó a partir del 26 de junio de 2017: la
desaparición de Johana Ramallo, una joven de 23 años, vista por última vez en una estación de servicio en la
“zona roja”.
Por un lado, la Comisaría Novena actúa en función de una definición territorial y bajo criterios de
seguridad distrital realizada previamente por el Ministerio de Seguridad provincial y sus competencias
funcionales se asocian a la prevención, represión y vigilancia de delitos ordinarios. Esto último es compartido
por el Comando de Patrullas Comunitarias (CPC; que ha cambiado varias veces de denominación y, en la
actualidad, es Comando de Patrullas), coordinada en conjunto con la seguridad provincial y municipal, que se
desplaza en vehículos de mayor porte por las calles del municipio divididas en las distintas cuadriculas
elaboradas por la seguridad local, y en el cual participan mayormente, dos oficiales policiales por móvil. La
Delegación Departamental de Investigaciones del Tráfico de Drogas Ilícitas y Crimen Organizado La Plata (en
adelante, DD.II.) está bajo la órbita de la Superintendencia de Investigaciones del Tráfico de Drogas Ilícitas y
Crimen Organizado (cuyo nombre inicial fue División Toxicomanía, creada en 1978 durante la dictadura cívico
militar, y también ha modificado varias veces su nominación) y su competencia funcional se estructura en torno
a la prevención, investigación y represión de conductas vinculadas a la competencia asignada en virtud de la
Ley de Desfederalización y la cooperación con las fuerzas federales cuando sea requerida. La particularidad
de esta fuerza policial reside en que sus tareas de vigilancia e investigación son llevadas a cabo en vehículos
particulares -algunos con vidrios polarizados - por funcionarios/as policiales de civil46 que circulan por la “zona
roja” y se ubican en posiciones estratégicas para observar movimientos compatibles con la comisión de delitos
asociados al microtráfico de drogas.
A partir de agosto de 2014 y en virtud de la aprobación del convenio suscripto con el Ministerio de
Seguridad Bonaerense por parte del Concejo Deliberante local -a través de la Ordenanza N° 11160-, el
Municipio adhiere al Régimen de Policía de Prevención Local e incorpora a sus calles a la Unidad de Policía
de Prevención Local (UPPL; en adelante, Policía Local) que luego de fracasos parlamentarios, fue impuesta
por el decreto 373/14 por el gobernador Daniel Scioli en la gestión en el Ministerio de Seguridad de Alejandro
Granados. Si bien depende de una Superintendencia del Ministerio de Seguridad, esta fuerza de seguridad
tiene una fuerte impronta municipal en tanto el/la intendente/a elige y desplaza a su titular y el área de
Seguridad y Justicia local suele tener una fuerte vinculación política y operativa. La Policía Local surge en el
46
Se ha registrado que también funcionarios/as policiales pertenecientes a otras dependencias policiales han acudido al uso de este
camuflaje en los últimos años con mayor frecuencia.
44
marco de una creciente securitización del espacio público de la segunda gestión municipal de Pablo Bruera
(2011-2015). Éste implementó un programa a mediados de 2013 denominado “Sistema Municipal de
Prevención y Protección”, que combinaba una serie de iniciativas que incluían desde colocaciones de
luminarias, botones anti pánico mediante teléfonos celulares, la instalación de cámaras de vigilancia, hasta la
promoción de foros de seguridad vecinales y la aparición de patrullas municipales dirigidas a identificar
situaciones predelictivas y a mantener la “convivencia ciudadana”.
La mayoría de estas medidas vinculadas a la prevención situacional y comunitaria del delito se
apoyaron en un proceso de creciente intervención en este campo por parte de los municipios iniciada en
nuestro país a comienzos de la década de 1990 a través de una descentralización, reubicación y redefinición
de responsabilidades y funciones de los actores estatales y no estatales en la gestión de la seguridad (Sozzo,
2008), facilitado por el crecimiento de las tasas de victimización y del sentimiento de inseguridad (Kessler,
2009) y por el encuentro complejo y heterogéneo de dos tendencias (Sozzo, 2014): por un lado, una
“descendente” o de “arriba hacia abajo” en la cual los gobiernos municipales son posicionados frente al desafío
de “hacer algo” para producir seguridad en virtud de desplazamientos impulsados por las estructuras estatales
centralizadas; y otra “ascendente” o de “abajo hacia arriba” en la cual los actores políticos locales, recuperan
demandas para expandir las competencias municipales y reivindican la capacidad de hacerse cargo de la
seguridad ciudadana a través de la gestión municipal.
La yuxtaposición de una serie de actividades y medidas interconectadas articuladas por el gobierno
municipal -en algunos casos avalada y coordinada conjuntamente con la seguridad provincial- parecen
fundarse en lo que Garland (2005) denominó como “nuevas criminologías de la vida cotidiana”. Esta variante
parte de que el delito es un aspecto normal y habitual en la sociedad moderna, que debe ser calculado y
observado como una cuestión de oferta y demanda -y para ello deben neutralizarse las oportunidades
delictivas- y combina un conjunto de teorizaciones afines como “la teoría de las actividades rutinarias, del delito
como oportunidad, del análisis de los estilos de vida, de la prevención situacional del delito y ciertas versiones
de la teoría de la elección racional” (Garland, 2005: 217).
En este marco, el gobierno municipal implementó el sistema de “corredores seguros” que consistía en
la implementación combinada de una batería de medidas de seguridad en zonas elegidas previamente y,
entre ellas, en la segunda mitad de 2013, estaba la Avenida 66 entre la calle 1 y 6 (Passarelli, 2016) que, en
ese entonces, concentraba gran parte de la oferta sexual de travestis y mujeres trans y cis argentinas y
migrantes. En esta delimitación se instalaron cámaras de seguridad públicas, luminarias y se puso en práctica
45
un sistema coordinado de patrullajes policiales y municipales a lo largo de la Avenida que coexistía con
alarmas y cámaras de seguridad privadas e incluso con artesanales estrategias vecinales en zonas aledañas
con el objetivo de “espantar clientes” como la instalación de “chicharras” o “reflectores” (El Día, 8 de febrero de
2015).
Al igual que en otras intervenciones similares efectuadas en coordenadas geográficas distintas como
algunos enclaves de la prostitución en barrios de Londres (Sozzo, 2000) o más cerca y con mayores
características compartidas en C.A.B.A. o en algunas ciudades de Perú -en cuanto a la participación de
mujeres trans y travestis en el comercio sexual y los umbrales de violencias de agentes estatales y por parte
de “terceros” hacia ellas, etc.- que llevaron adelante la “erradicación de homosexuales, travestis y prostitutas”
en sus planes de seguridad ciudadana como una suerte de “homotransfobia institucionalizada” (Oporto
Patroni, 2018), estas estrategias no hicieron más que lograr un desplazamiento espacial y subjetivo hacia otras
coordenadas y en dirección a la Diagonal 73, la Avenida 1 y alrededores a pocos metros del “corredor seguro”.
Este abordaje municipal convirtió al “corredor seguro” en una zona de circulación coyuntural de quienes
querían erradicar e intervino en cierta medida en la reconfiguración del mercado inmobiliario y de la
identificación de las “zonas peligrosas” objeto de la puesta en funcionamiento de técnicas de intervención
policial.
Hacia fines de 2016, el diario local El Día comunicaba una nueva reunión de “vecinos” del barrio El
Mondongo -donde está ubicada gran parte de la “zona roja”- y autoridades municipales y anunciaba que, ante
el “aumento de la venta callejera de droga al menudeo […] se enviarían efectivos de Prefectura, Policía
Federal y Gendarmería para hacer operativos” (El Día, 14 de octubre de 2016). Este proceso de desembarco
fue denominado como “Operativo Federal” y reconoce como antecedentes el despliegue de fuerzas federales
en la década pasada en territorios delimitados del Gran Buenos Aires -consolidadas a partir de la creación del
Ministerio de Seguridad en 2010- en barrios populares con altos niveles de violencia y acumulación de
privaciones y violaciones de derechos humanos. Veamos las palabras del ministro de Seguridad, Cristian
Ritondo, en diciembre de 2016 a pocos días del arribo de fuerzas federales a 33 municipios bonaerenses,
entre ellos, la ciudad de La Plata: “el trabajo en conjunto es fundamental en la lucha contra el crimen
organizado47 porque éste no tiene límites. La presencia de fuerzas federales en la provincia de Buenos Aires
redobla el compromiso que tenemos con nuestros vecinos” (Ministerio de Seguridad, 6 de diciembre de 2016).
47
La cursiva me pertenece.
46
Finalmente, también en el verano de 2016-2017 se incorporó a estas estrategias de saturación policial
de fuerzas locales, provinciales y federales en la “zona roja”, la presencia de la Dirección Nacional de
Migraciones (DNM), dependiente del Ministerio del Interior. Esta dependencia tiene tres áreas sustantivas:
control fronterizo, admisión de extranjeras/os y control de permanencia. En general y luego de un
requerimiento previo de una fuerza de seguridad -o también de algún órgano judicial-, esta dependencia
comenzó a participar en el marco de sus tareas de control de permanencia con mayor habitualidad48.
Coordinaba con las fuerzas policiales intervinientes las características del operativo en la “zona roja” para
verificar la “aptitud migratoria” y detectar infracciones a la Ley Nacional de Migraciones (Ley 25.871, 2004),
sustancialmente modificada a través del decreto de necesidad y urgencia (DNU) 70/2017: generalmente,
finalizaba con varias actas que intimaban a travestis, mujeres trans y cis migrantes a regularizar su situación y
las citaban en el departamento de Inspección de la sede central de la DNM en C.A.B.A., bajo el apercibimiento
de proseguir con las actuaciones que correspondan que, puede incluir, la declaración de irregularidad
migratoria y/o la expulsión del país.
En el año 2013, la delegación local de la DNM realizaba 105 operativos vinculados al control de
permanencia de migrantes en el país, cifra que se duplicó al año siguiente y, según las últimas estadísticas
oficiales, llegó a 693 en 2016 y 678 en 2017 (Dirección Nacional de Migraciones. 2017), es decir, experimentó
un crecimiento sostenido que llegó a más del 600% en apenas 4 años y la posicionó como la tercera
delegación con mayor número de procedimientos a lo largo del país después de C.A.B.A. y la ciudad de
Viedma, provincia de Río Negro. Según un informante clave, el aumento cuantitativo se debió más que nada a
la incorporación de personal y logística en la delegación local que debe satisfacer una demanda muy alta por
el nivel de migrantes en la región.
Con el DNU 70/2017, se realizaron modificaciones a algunas disposiciones de la Ley de Migraciones.
En cuanto a la definición de los impedimentos para ingresar y permanecer en el país, antes se requería tener
condena avalada por sentencia firme y ahora la DNM puede cancelar la residencia cuando es condenado/a
en la Argentina o en el exterior, “aunque dicha condena no se encuentre firme” y cuando sea condenado en la
Argentina o en el exterior, aunque dicha condena no esté firme respecto de otros delitos que merezcan para la
legislación argentina penas privativas de la libertad (art.29 de la Ley 25.871 modif. por el DNU 70/2017). Por
otro lado, este decreto estableció la sustanciación de un procedimiento sumarísimo de expulsión que acorta
48
Ya habían realizado algunos operativos en años anteriores, pero en forma aislada y a partir de un pedido a la sede central en C.A.B.A. y
no a la delegación La Plata.
47
los plazos anteriores, reduce las instancias de apelación y dificulta el ejercicio de derechos y garantías por parte
de migrantes.
En la actualidad, jueces/zas y fiscales tienen la obligación de notificar a la DNM la existencia de causas
penales que involucran a migrantes lo que puede dar inicio al trámite de expulsión o la revisión de la residencia
ya otorgada, sin importar el arraigo familiar de la persona migrante, sus lazos sociales o un proyecto de vida en
territorio nacional. A modo ilustrativo, podemos ejemplificar con esta decisión de un juez de garantías en
noviembre de 2017, luego de la confirmación en segunda instancia de la prisión preventiva, en una
investigación penal preparatoria (en adelante, I.P.P.) seguida contra una travesti de nacionalidad peruana
detenida por “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización” (art.5, inc. C de la Ley 23.737):
48
calidad de retenidas50 (Canelo, 2016) y, en síntesis, una matriz de abordaje securitario de la cuestión
migratoria, cercano a legislaciones ya derogadas decretadas por dictaduras militares, como la “Ley de
represión de la inmigración clandestina” de 1967 o la Ley 22.439, conocida como “Ley Videla”, que concebían
a la inmigración como una “amenaza externa” al orden público y a la seguridad nacional (Domenech, 2011).
Esta combinación entre migración latinoamericana, delincuencia -y crimen organizado- e identidad de
género trans/travesti tuvo una expresión judicial en la sentencia emitida por el Tribunal Oral Criminal N° 1 de La
Plata -conformado en forma unipersonal por el juez Juan José Ruiz- en mayo de 2016, quien condenó por el
delito de “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización” (art. 5, inc. C de la Ley 23.737) a Claudia
Córdoba, una mujer trans peruana, a la pena de 5 años y 3 meses de prisión51. Claudia había sido detenida
en abril de 2014 en la “zona roja” y estaba privada de la libertad con prisión preventiva. La sentencia cargada
de concepciones racistas y trans-travesti odiantes –lo que le valió un juicio político al magistrado aún sin
resolución-, estuvo basada en la acusación fiscal que, al momento de cuantificar y agravar la pena, tuvo en
consideración “la condición de extranjera de la imputada, por venir de una nación hermana y delinquir en el
país que la recibe”, que “vendía en la vía pública y los trastornos que les ocasiona esa actividad a los vecinos”,
y finalizó con una exhortación al gobierno municipal para que atienda lo que sucedía en la “zona roja”. En este
caso, se expone con claridad que quienes forman parte de la administración de justicia penal -y de acuerdo a
diversos elementos- tienen en cuenta lo que sucede por fuera de su estricto marco de actuación para aplicar -o
no- el castigo penal y se pueden relacionar tanto en el plano de los discursos como en el de las prácticas con
otros actores sociales y sus demandas.
La convergencia del accionar de fuerzas de seguridad nacionales, provinciales y locales -a veces en
conjunto en una suerte de espectáculo policial y otras veces en forma separada más o menos coordinada- y la
articulación con el sistema de administración de justicia penal y la DNM moldea una particular intersección
entre la política criminal y migratoria en el territorio situado y convierte a las travestis y trans argentinas y
migrantes en foco de sospecha de infracciones administrativas o delitos y a la “zona roja” en una suerte de
sede de una diáspora policial-administrativa. Las sucesivas transformaciones cualitativas sufridas por los
procedimientos policiales durante esta década requieren que la descripción y análisis de las prácticas de
funcionarios/as policiales sea acompañada por cierta contextualización previa. Si bien es posible afirmar la
50
Finalmente, esta iniciativa quedó trunca ante la falta de consensos y el repudio, sobre todo, de algunos sectores del progresismo y las
izquierdas, de organizaciones sociales y organismos de derechos humanos.
51
Esta condena fue revertida en el Tribunal de Casación bonaerense. Ella volvió a ser detenida en el año 2017 en otras circunstancias con
idéntica imputación.
49
existencia de continuidades en ciertas prácticas policiales (como las asociadas a la corrupción o a las
violencias desplegadas sobre sus cuerpos, etc.), también intervinieron procesos de rupturas y sofisticaciones
que le dan significados propios y requieren un análisis particularizado.
algún pasamanos, a filmarlos (sic), o interceptan a la persona que está vendiendo, bueno las
requisan y si pudieron interceptar previamente a un comprador previo es lo ideal. Interceptar primero
50
al comprador previo y luego interceptarlas a ellas, las requisan y después si encuentran
estupefacientes, se hace todo el procedimiento de rigor (Entrevista A, diciembre de 2017).
Varias de las personas entrevistadas mencionaron cierta habitualidad de estas prácticas -sobre todo,
requisas sistemáticas- que no tenían un correlato en la formación de una I.P.P. o, si bien varias eran
aprehendidas y llevadas a la sede policial no quedaba registro de la totalidad sino solo de algunas que
permanecían detenidas, a la espera de clarificar su situación procesal. La aprehensión es la privación de
libertad ejecutada por intervención policial -o auxiliares de la administración de justicia penal- y solo procede
cuando una persona es sorprendida en flagrancia en la comisión de un delito de acción pública con pena
privativa de la libertad o a quien se fuga, estando detenido/a “legalmente” o, en el supuesto que opera en la
mayoría de los casos que involucran a mujeres trans y travestis en la “zona roja”, “cuando en el supuesto del
artículo 15152, se tratare de una situación de urgencia y hubiere peligro de que con la demora el imputado
eluda la acción de la justicia” (Art. 153 inc. 3, C.P.P.B.A.).
Quiénes son judicializadas y quiénes no, depende de varios factores, generalmente, sometidos al
arbitrio policial. La capacidad de agenciamiento y la malla de sociabilidad que se teje entre travestis y mujeres
trans y policías interviene como factor a la hora de determinar su privación de libertad (Daich y Sirimarco,
2014:34): el rol de los agentes policiales como clientes sexuales y/o consumidores de cocaína ya sea en su
horario laboral o con posterioridad, fue una narrativa habitual en todas las entrevistadas ya sea por experiencia
propia o de compañeras:
Vienen a consumir o vienen con merca, y te dicen “mirá que tengo esto, vamos a tomar, me
atendes” (…) Primero vienen uniformados, después te aparecen sin uniforme (…) La primera vez
que lo vi me fue a hacer requisa (…) He salido con policías de otros lados también (…) Vienen como
clientes, después los cago porque me los cruzo (entrevista a L., abril de 2018).
Una vez me revisaron y no tenía nada. Lo conocí al chico ahí, me miraba y yo le vi lindo. Me
preguntó dónde trabajaba, yo dije en tal lado y al día siguiente pasó en un auto. Y me subí, le hice un
52
Este artículo regula cuando corresponde la detención, es decir, la privación de libertad a través de una orden judicial que puede –o no-
tener como precedente una aprehensión.
51
pete [sexo oral] y yo ni me acordaba quién era y me dijo en voz bajita ‘soy policía’. Después le hacía
un precio especial (entrevista a S., junio de 2018).
Al uso táctico del sexo para evitar ser detenidas (Daich y Sirimarco, 2014:41-42) ya sea para obtener
información diferencial y tener un trato privilegiado en el marco de una lógica de subsistencia y la posibilidad de
obviar su carácter policial -tratándolos como clientes estándar-, se adicionaron las coimas o arrebatos de sus
pertenencias por parte de agentes policiales, la exigencia en la vía pública o inclusive en allanamientos de
cuantiosas sumas de dinero -sin importar su participación delictiva- para eximirlas de responsabilidad penal o,
en su caso, modificar el tipo penal por uno menos gravoso. En los testimonios, se hizo referencia en algunas
oportunidades cómo funcionarios/as policiales amenazaban con sembrarles drogas en caso de que no
accedan a las exigencias económicas o de otra índole53. Veamos el relato de una de las travestis
entrevistadas, detenida en la primera mitad de 2014, y de otra, detenida durante otro período:
A mi amiga [compañera de parada] le decía ‘mira, enfrente hay un coche, hace rato que están que
nos cuidan ahí’. Vino mi cliente, y me dice ‘M. pueden ser tres’. Me subí al coche, porque ya los
conocía por ahí, [los policías] siguieron el auto, bajaron, hicieron bajar a los chicos. Empezaron a
buscarme y no me encontraron nada (…) Ya entonces cuando me encontraron, me encontraron la
plata nomás. Como no me encontraron, estaban poniendo bolsitas ellos mismos. ‘Ah te crees viva’,
me decía ‘pues yo soy más vivo que tú’, me puso dos me acuerdo y me encontraron dos más, o
sea, me fui detenida con cuatro (…) (entrevista a M., agosto de 2018).
S.: El pedido de coimas ya no existe más en la calle porque te la piden después de que te
encontraron, en la comisaría directamente.
Entrevistador (E): ¿Y quién te la pide?
S.: El que te agarre. Cualquiera.
53
Estas referencias adquirieron mayor verosimilitud en los últimos años a partir de varias investigaciones en las que se revelaron cómo a
partir de una estructuración jerárquica y funcional se realizaban una serie de maniobras ilícitas como el cobro de cánones para garantizar la
protección policial de comercios privados, para mejorar la situación procesal de imputados o para vender drogas ilícitas o cometer otros
delitos. En estas investigaciones, están procesados/as funcionarios/as judiciales y agentes policiales de alto rango que cumplían funciones
en el departamento judicial La Plata. Entre éstos, se encuentra quien era titular del Juzgado de Garantías N°3, César Melazo, el juez del
Tribunal de Casación bonaerense, Martín Ordoqui; Darío Camerini, ex titular de la Jefatura Departamental La Plata, ex comisarios,
barrabravas, entre otros.
52
E: ¿Y adelante de otros policías?
S.: No, echan a un par, entre 4 más o menos tiene que estar el arreglo.
(entrevista a S., junio de 2018).
La policía realiza no solo una clase de acciones sino más bien que materializa un conjunto de verbos
complementarios entre sí cuyo peso es variable y dinámico, según circunstancias particulares. Preguntarse
qué hace la policía cuando regula actividades delictivas no tiene una respuesta uniforme: “ajusta, pauta,
permite, omite, prohíbe, reprime, protege, hace, deja hacer, todo al mismo tiempo” (Saín, 2015: 13). El
aumento sostenido del consumo de drogas ilegales -sobre todo de cocaína- en las grandes urbes argentinas y
la configuración de mercados locales de consumidoras/es compuesto por una población diversificada y
estratificada54 a partir del año 2000 converge con una creciente diferenciación y sofisticación de los mercados
asociados al tráfico de cocaína en nuestro país, que requiere distinciones respecto a los niveles en las
estructuras de comercialización (Saín, 2015; Souto Zabaleta, 2017; SEDRONAR, 2017; Claus, González y
Spekuljak, 2018).
En este proceso y avalada por un consenso político consolidado, la policía considerada como la
principal herramienta institucional para el control del crimen y la administración de las conflictividades sociales
(Saín, 2015), ocupa un rol fundamental en el sostenimiento y en las reconfiguraciones de los territorios, los
mercados ilegales y la distribución de jerarquías en el universo de actores involucrados a partir de procesos
atravesados por una “gestión diferencial de los ilegalismos” que permite que saque provecho de algunas/os y
neutralice y reprime a otras/os (Foucault, 2014).
54
Más allá de algunos reparos en cuestiones metodológicas y de representatividad –v.gr. la falta de segregación en poblaciones
específicas-, el sexto Estudio nacional sobre consumo de sustancias psicoactivas en población general (12 a 65 años) realizado por la
Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (SEDRONAR, 2017), registró no solo una población de consumidoras/es diversificada sino
también un aumento en las prevalencias de vida, año y mes de consumo de cocaína respecto de 2010, con la advertencia de que estos
aumentos no llegaron a ser estadísticamente significativos.
53
de nylon al momento de la requisa policial en la “zona roja”? ¿Por qué presumir que tan solo por compartir su
identidad de género, la pensión y quizás su nacionalidad están “organizadas” o tienen un conocimiento
acabado de lo que la otra hace? Si la policía encuentra en el vehículo de un cliente uno o dos envoltorios de
nylon con cocaína ¿Por qué presumir que se lo facilitó la trans o travesti y no que el cliente la compró antes?
Con el presupuesto de que la oferta de sexo es una pantalla para la comercialización de drogas ilegales, esta
serie de hechos pretendidamente incriminatorios tuvieron su plataforma legitimadora y fueron parte habitual de
los relatos policiales en las I.P.P. iniciadas por operativos en la “zona roja” con varias trans y travestis
involucradas y cercaron otra clase de explicaciones posibles. Veamos algunos testimonios ilustrativos de
quienes intervienen en la defensa oficial y privada de travestis y mujeres trans en La Plata:
Caían como moscas […] eran todos relatos, no estaban filmados, después tuvieron que afinar,
filmando, porque eran relatos de los policías, un grupo de chicas trans, una morocha realiza el
pasamanos, resulta que de las cinco que tenías, eran todas morochas […] Y el acta decía que
habían visto movimientos compatibles con la venta de estupefacientes de un grupo […] de las
cuales, se le incautó a una. Entonces, por lo que ellas me contaban, eran: salían todas corriendo y
enganchaban siempre a alguna ¿Si? Y a la que la enganchaban, por ahí no tenía droga encima,
pero estaba en la puertita de gas, eso después la Cámara [De Apelación y Garantías] lo volteaba.
Tratábamos nosotros de que lo voltee en segunda instancia apelando, ‘mirá, no se le puede imputar
en un lugar que es de todos, algo a una chica por estar en cercanías’. (Entrevista B, julio de 2018).
Al principio, cuando el Poder Judicial no estaba tan recrudecido con la cuestión de la población trans,
salieron con habeas corpus, eran detenciones ilegales que la policía había levantado, así a la bartola
y salieron rápido […] De pronto, empezaron a caer una catarata de casos todos de la misma época
y ahí empezamos a ver que era todo el mismo modus operandi. […] Todas las causas lo que tienen
en común es el presupuesto, que es cierto, que en la zona se comercializa droga. En un expediente,
están buscando a, por ejemplo, la “Mari” y terminan cayendo siete personas que si ninguna es la
“Mari” y ninguna tiene maniobras con la comercialización ¿Qué hacen acá? (Entrevista C,
septiembre de 2018).
54
La declaración indagatoria (Art. 308 y ss. C.P.P.B.A.) es la oportunidad que tienen las personas
imputadas de un delito de hacer uso de su derecho de defensa y brindar su versión de los hechos en sede
judicial ante la fiscalía interviniente, previo asesoramiento de una defensora/r oficial o particular. Es la ocasión
que tienen las travestis y mujeres trans para poder defenderse de la imputación y que, muchas veces, por
consejo de la defensa -generalmente, oficial- no la pueden aprovechar ya sea por inconveniencia para sus
intereses -al prestar declaración, también se habilita la posibilidad de formular preguntas por parte de la fiscalía-,
por cierta velocidad de la administración de justicia penal que favorecería una lectura superficial del expediente
por parte del defensor/a, impediría un intercambio razonable con la acusada y, en todo caso, la elaboración
ordenada de una versión que rebata la acusación, etc. En el caso de que hagan uso de esta facultad -en esta
oportunidad o en otra55-, su testimonio cuya verosimilitud debería ser interpretada en conjunto con el resto de
las pruebas incorporadas en la I.P.P., no escapa del entramado de un proceso penal que más que reconstruir
los hechos, los redefine a través de canales preestablecidos y rígidos que regulan el acceso a la verdad
material (Binder, 1999) y que las tiene sentadas en el banquillo de las acusadas. En esta dirección, como
advierten Malacalza, Jaureguiberry y Caravelos (2018) suele haber una minimización del relato de las trans y
travestis y una convalidación de las violencias policiales que denuncian en sus testimonios en los expedientes.
Los procedimientos masivos traducidos en los expedientes penales, en general, tenían las siguientes
notas distintivas: se llevaban adelante durante la noche, cuando se concentra la mayor presencia de travestis y
mujeres trans en la zona; realizaban filmaciones56 y vigilancias previas sobre algunas de las paradas,
prestando atención a las conductas de quienes circulaban por ellas; eran ejecutados por varias fuerzas
policiales -con una participación mayoritaria de alguna sobre otra dependiendo el período-; no se limitaban a
una parada en particular sino que se desplegaban por varias -no todas-; se las obligaba a ponerse contra la
pared para ser revisadas por personal policial masculino y/o femenino y se exploraba en las inmediaciones la
existencia de estupefacientes; solían coexistir con violencias verbales y/o físicas por parte del personal policial;
la cantidad de aprehendidas era considerablemente mayor a la cantidad que finalmente terminaba imputada
en el proceso penal (Malacalza, Jaureguiberry y Caravelos, 2018). En el siguiente apartado, intentaremos
explicar cómo se evidenciaron esta serie de elementos y pautas interpretativas en un caso que marcó un
55
ARTÍCULO 317.- Declaraciones espontáneas. - El imputado podrá declarar cuantas veces quiera, siempre que su declaración sea
pertinente. Asimismo, el Agente Fiscal podrá disponer que la misma se amplíe, siempre que lo considere necesario.
56
En las primeras investigaciones, las filmaciones/fotogramas solían ser de muy baja calidad y no se podían determinar e individualizar
debidamente las conductas presuntamente ilícitas. En varias I.P.P., inclusive utilizaban sus teléfonos personales para tomar fotografías. En
las últimas investigaciones, los/as agentes policiales –en general, de DD. II.- tienen mejores herramientas tecnológicas y los fotogramas
incorporados a las I.P.P., tienen mejor resolución.
55
punto de inflexión no solo en el abordaje de los conflictos penales en la “zona roja” sino también en la vida de
algunas trans y travestis.
57
Este periodo también impulsó una serie de movilizaciones y actividades protagonizadas por organizaciones como
Otrans y la Coordinadora Antirrepresiva LGBTTTIQP aliadas con activistas independientes y pocos espacios que se
sensibilizaron a los reclamos y reivindicaciones contra el rol de la policía en la “zona roja” y la criminalización
diferencial contra las trans y travestis y que continuaron algunos años después, aunque con menor relevancia y
repercusión.
56
significados particulares que, en clave contemporánea, ilustran criterios y abordajes policiales y judiciales
sesgados, que violan derechos y garantías del proceso penal y derechos humanos del colectivo en
cuestión58.
Un funcionario policial de DD. II. comienza a llevar adelante “tareas investigativas” en la “zona roja” en
razón de diferentes denuncias realizadas por “vecinos a la Central 911”. Realizan un procedimiento policial en
la vía pública una madrugada a comienzos de enero donde aprehenden a dos mujeres trans/travestis
peruanas, les imputan “infracción a la Ley 23.737” y las liberan a las pocas horas luego de comunicarse con la
fiscalía, pero un oficial de DD. II. se dedica a seguirlas para identificar su domicilio -una pensión en la localidad
de Tolosa-. En ese marco, unos días después siete oficiales policiales -seis varones y una mujer59 en tres
autos no identificables- realizan un allanamiento en la pensión donde secuestran dinero, cocaína y marihuana
y aprehenden a cuatro de las seis travestis/mujeres trans peruanas que la habitaban, quienes luego con aval
judicial son detenidas con prisión preventiva. Luego de este procedimiento inicial, el mismo funcionario policial
formula la hipótesis que atraviesa a toda la I.P.P. que reside en que en la “zona roja” hay:
hombres y mujeres que ejercen la PROSTITUCIÓN y a la víspera tras la fachada de ofrecer sexo a
cambio de dinero muchos oportunistas comenzaron a VENDER ESTUPEFACIENTES EN LA VÍA
PÚBLICA […] en dicha zona también existe gran presencia de TRAVESTIDOS de distintas
nacionalidades, destacándose la presencia de Peruanos, Ecuatorianos, Paraguayos y otros
(Expediente B, Declaración testimonial, enero de 2014).
Además, este funcionario policial agrega que es de “conocimiento público” lo que sucede y asocia a la
“droga” como condición sine qua non para que “personas de mal vivir” cometan hechos delictivos,
aprovechando la “oscuridad reinante”. Si bien reconoce las dificultades para determinar si un cliente sexual es,
en realidad, un “comprador de droga”, la formulación general la sustenta en diversos operativos policiales, en
testimonios de “vecinos” de la zona, en llamados al 911, en “tareas de campo” desarrolladas por él, en que si
les encuentran poca sustancia en las requisas en la vía pública -y, en consecuencia, podría ser un delito
menos gravoso- es porque la escondieron en las inmediaciones del lugar, etc.
58
Se citará textualmente y entrecomillado lo recabado en las actuaciones policiales y judiciales. En líneas generales, hay errores
ortográficos y sintácticos que no se corregirán para respetar la originalidad, por cuestiones didácticas y para evitar afectar la semántica –v.gr.
el uso de mayúsculas-.
59
El personal policial interviniente en toda la I.P.P. está compuesto solo por varones y mujeres cis.
57
Para poder comprender la generalización y simplificación que atraviesan a estos relatos policiales, es
sumamente ilustrativo lo relatado por el mismo agente policial quien manifiesta que en una esquina “suelen
pararse alrededor de 10 a 15 travestidos los que en su mayoría comercializarían estupefacientes por las
maniobras que se suelen ver pero no se pueden registrar en video o fotografía por no contar con los medios
necesarios y/o debido a la oscuridad […]” (Expediente B, Declaración testimonial, enero de 2014). En otra
actuación expresa que luego de recorrer varias paradas en su vehículo particular, “pudo observar, al
mantenerse por un tiempo prudencial o en recorridas, que las personas travestidas […]” mantienen un breve
diálogo con motociclistas, automovilistas o transeúntes –a veces se suben a sus vehículos y vuelven a la
parada “a los segundos”-, realizan un “pasamanos” y “movimientos compatibles con la venta de
estupefacientes” (Expediente B, Declaración testimonial, enero de 2014). Sustenta esta información, en
general, en “entrevistas vecinales en la zona roja y/o en las cercanías de los domicilios allanados”, que no tiene
correlato en el expediente ni tampoco la fiscalía interviniente examina su autenticidad60.
El listado de llamados a la Central de Emergencias 911 que sostuvo el proceder policial, corresponde a
actuaciones recabadas en el marco de otra I.P.P. del año 2013 - archivada a mediados de 2014, luego de
allanamientos con resultados negativos-. Son cuarenta y cinco comunicaciones anónimas de vecinos/as de la
calle 66 que comprenden el período que va de mayo de 2012 hasta noviembre de 2013. En la lectura de esta
cartilla de llamados, solo se resaltan algunos extractos de estas comunicaciones que vinculan a “travestis” con
fenómenos varios como “prostitución”, “venta de drogas”, “disturbios”, “desnudos”, “sexo en la vía pública”,
“robos de las casas” o los lugares donde escondían la droga, es decir, aquellos que abonaban la hipótesis
delictiva policial y que responsabiliza casi en forma unívoca a las travestis y trans por lo que sucede en la “zona
roja”. Otros llamados no resaltados acusan a comercios por la venta de alcohol, “que están arreglados con la
Municipalidad” o “con la Comisaría Novena”; que la policía sabe lo que hacen las travestis “porque le pagan
coima”; “que pasan a la mañana a buscar la recaudación”; “que el móvil pasa y no interviene”; que “son
peruanos e indocumentados” e inclusive uno en uno de los llamados se resalta la dirección de donde
proviene, pero no el texto de la comunicación que vincula a la Comisaría Novena con el pago de coimas.
Finalmente, en un llamado en el que está resaltada la calle de donde proviene, pero no el texto, se advierte
una actitud ofensiva de “los vecinos”: “están por correr todos los travestis con agua hirviendo” (Expediente B,
60
Malacalza, Jaureguiberry y Caravelos (2018) advierten que si bien los llamados al 911 o las denuncias en los medios y en las reuniones
de “los vecinos” son incorporadas como prueba en las I.P.P., en ninguna de las causas que relevaron entre el año 2013 y 2017, la fiscalía
corroboró su veracidad o legitimidad.
58
Cartilla de llamadas al 911, noviembre de 2013). De las cuarenta y cinco comunicaciones, casi la mitad
corresponde a dos teléfonos/domicilios en particular.
En la mayoría de los casos, las requisas a las travestis y mujeres trans fueron practicadas por personal
masculino. Sólo en algunos casos, esta práctica se llevó adelante en lugares donde se garantizaría la
privacidad e intimidad -como lo exige la normativa procesal- sin una descripción pormenorizada de las partes
del cuerpo o pertenencias que revisaron. En uno de los procedimientos, llama particularmente la atención el
uso de una “frazada prestada” para trazar un “cerco, para mantener la privacidad” y poder revisar los genitales
de diez mujeres trans y travestis en la vía pública. Fundan su uso no sólo por cuestiones de “pudor”, sino
también “temiendo que las personas travestidas en el trayecto o el traslado a la dependencia [D.D.I.], se
pudiera deshacer o eliminar elementos de prueba” (Expediente B, Acta de procedimiento, enero de 2014).
Preguntarse cuál es el significado del “pudor” policial y cuáles son los motivos particulares que habilitarían a
que ellas descarten algún elemento en el trayecto y no lo hiciesen otras personas que son aprehendidas en la
vía pública por cualquier otro delito nos dirige a sembrar otro interrogante ¿También usarían una frazada si las
personas a requisar no son travestis o trans y les realizarían una requisa anal o genital?
Luego de uno de los procedimientos policiales en la zona, se trasladan tres testigos, tres presuntos
“compradores”, dos taxistas -que habían traído a dos mujeres trans/travestis a la parada donde justo se estaba
desarrollando el procedimiento- y doce mujeres trans y travestis junto a parte del personal policial interviniente a
la sede de la D.D.I., y les realizan en un “cuarto por separado al que nos hallamos los demás intervinientes […]
una requisa íntima a cada uno de los identificados travestidos” (Expediente B, Acta de procedimiento, enero de
2014) y solo a una de ellas se encontró 0,7 gramos de cocaína en su ropa interior. Según el relato policial en el
expediente penal, las requisas de íntimas no tenían nada, sino que había todo un público observando, sin
describir quiénes y cómo la realizaron, aunque podemos suponer, teniendo en cuenta las prácticas policiales
habituales y lo manifestado por las trans y travestis en sus testimonios, que les realizaron requisas vejatorias,
inhumanas y degradantes sobre sus genitales y/o sus anos.
Hay una declaración en sede policial de identidad reservada de una vecina de la zona que, con un nivel
de precisión y detalle admirable, describe quién y cómo distribuye la droga en la “zona roja”, vinculando e
identificando a taxistas y motociclistas y a “travestis organizadas”, a partir de percepciones “desde la ventana
de su casa” o desde su “balcón”. Manifiesta que serían tres las que “comandarían el grupo” que “actuarían de
manera coordinada y que se comunican entre ellos de manera constante ya sea mediante celulares o si bien
mediante silbidos de esquina a esquina”, describiéndolas físicamente y con sus nombres entrecomillados.
59
Además, expresa que utilizarían a “menores” para distribuir las drogas, siendo “frecuente” que se acerquen a
“menores de entre 6 y 10 años” le compren drogas y “los más peligrosos serían los de entre 10 y 14 años que
cuando no poseen dinero robarían a los transeúntes a mano armada a los fines de poder comprar”
(Expediente B, Declaración testimonial, enero de 2014). No la interrogan respecto a cómo adquirió esta
información tan compleja ni cómo determina las edades de los niños y adolescentes ni tampoco cómo articuló
la vinculación entre éstos, sus presuntos consumos y fines delictivos. Esta vecina menciona que a una de las
que ocuparía un rol jerárquico, le dirían “Mami”, sin barajar la posibilidad de que posiblemente hayas varias
“Mamis” en la “zona roja” ya que es el término con el que suelen referirse a quién contribuyó a su llegada a la
ciudad, como explicamos anteriormente.
Algo similar ocurre en las declaraciones de “vecinos/as de la zona” -no individualizados/as- y cuatro
testigos de procedimiento -que controlan como “terceros” su legalidad- que aportan elementos,
aparentemente, en forma espontánea y saben que “ellos [sic] vendían drogas”. Señalan cómo y quién
realizaría la distribución de drogas ilícitas para su venta en la vía pública y los lugares donde esconderían las
drogas que tienen directa compatibilidad con las hipótesis policiales.
Los procedimientos policiales en la “zona roja” se concentraron en términos espaciales en la Avenida 66
y la Diagonal 73 pese a que la presencia de travestis, mujeres trans y cis también se extendía por calles
aledañas. Si bien realizaron prácticas distintas y fueron aprehendidas en contextos diferentes, las fuerzas
policiales y la fiscalía interviniente le imputan a todas el delito de “tenencia de estupefacientes con fines de
comercialización”61 (Art. 5, Inc. C de la Ley 23.737). La arbitrariedad de las detenciones es patente también por
las particularidades en las que son privadas de la libertad en forma inicial: algunas de las aprehendidas -luego
desvinculadas en sede judicial- no hicieron nada más que llegar en un taxi a la zona cuando se estaba
realizando alguno de los procedimientos; otras solo convivían en la misma pensión con alguna que pudiese
estar involucrada a alguna infracción a la ley 23.737; otras solo tenían marihuana o cocaína en su poder -o
compartían la parada con alguna que tenía-.
La acumulación en un expediente -de más de 1800 fojas y diez cuerpos62- de distintos hechos en los
cuales coexisten una variedad de prácticas sucedidas en lugares y días diferentes, parece más asociada a la
61
En algunos casos, esta calificación inicial fue revertida en segunda instancia a partir de iniciativas de abogadas de las imputadas por
delitos menos gravosos como “tenencia para consumo personal” o “tenencia simple”, luego de varios meses de privación de libertad.
62
Eilbaum (2006) relata cómo el expediente parece cobrar vida cuando funcionarios/as judiciales apelaban a los cuerpos de la causa y
jerarquizaban aquellos que poseían más, ya sea por cuestiones cualitativas o de demanda de trabajo. En el fuero penal del departamento
judicial de La Plata, según disposiciones de Fiscalía General, al acumularse 200 fojas en un cuerpo, debería formarse otro.
60
identidad de género de las imputadas que a la primacía de reglas procesales de conexidad fijadas en el
C.P.P.B.A (Art. 32 y cc.) e impacta en los tiempos procesales y en las trayectorias vitales de las personas
judicializadas. Hay una extensión arbitraria de conductas individuales compatibles con la comercialización de
drogas ilícitas hacia quienes comparten -o no- espacialmente la parada o algún espacio de sociabilidad -como
el domicilio-. La inmensa mayoría de las trans y travestis detenidas que conservaban la calificación inicialmente
endilgada -y, en consecuencia, no podían acceder a la excarcelación ordinaria- acumularon más de un año y
medio detenidas con prisión preventiva. En meses posteriores, algunas pudieron recuperar la libertad y otras
fueron beneficiadas por la prisión domiciliaria a través de habeas corpus o presentaciones de la defensa oficial
o sus abogadas particulares –en articulación con activistas sexo-disidentes- y pronunciamientos en segunda
instancia.
Esta I.P.P. fue elevada a juicio en octubre de 2015 con veinticuatro personas procesadas por el delito
de “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización” y “comercialización propiamente dicha” (Art. 5,
inc. C de la Ley 23.737)63: veinte travestis y mujeres trans peruanas y dos mujeres cis –una peruana y una
argentina, aprehendida inicialmente en la “zona roja” junto a otras- y dos varones cis peruanos -aprehendidos y
detenidos a partir de dos allanamientos en sus domicilios-. Luego de oposiciones de las defensas técnicas sin
buenos resultados -excluyendo algunos cambios de calificación en segunda instancia por “tenencia simple” o
“para consumo personal”- quedó radicada en el Tribunal Oral Criminal N° 2 de La Plata en marzo de 2016,
que comenzó a tener a su disposición a todas las imputadas y conservó la conexidad de todos los hechos en
un expediente a pesar de presentaciones de sus defensas y recomendaciones de la Cámara de Apelación y
Garantías que sugerían su fragmentación.
En los meses posteriores, algunas defensas técnicas -entre ellas, la defensa oficial- de las travestis y
trans acordaron con el fiscal el trámite de juicio abreviado y otras prefirieron dilucidar su situación procesal en un
juicio oral, contradictorio y público. El juicio abreviado proveniente del derecho anglosajón (plea bargaining) está
atravesado más por la penetración del actuarialismo penal en la administración de justicia (Feeley y Simon,
1995) que por el robustecimiento de derechos y garantías y su constitucionalidad es discutida por violar el
debido proceso, el principio de legalidad o la garantía de prohibición de autoincriminarse (Anitua, 1998; Maier y
Bovino, 2001). Este mecanismo está receptado en la normativa procesal bonaerense64 y es una posibilidad
63
Si bien ambas figuras corresponden a lo penalizado en el art. 5 inc. C de la Ley 23.737, la “comercialización propiamente dicha” operaría
cuando está comprobada la comercialización independientemente si después encuentran o no algo en su poder.
64
Título II. Capítulo III. Art. 395 y ss. C.P.P.B.A.
61
ampliamente extendida a lo largo del país una vez finalizada la investigación para eludir el juicio oral y condenar
con mayor velocidad. Requiere la aceptación de la responsabilidad penal -sin importar si cometió o no el delito-
que debe ser acordada entre la defensa técnica, la fiscalía -quien ofrece una pena menor a la que podría
corresponderle luego de un juicio oral- e imputadas/os, y el control de la legalidad está en manos del Tribunal o
Juzgado interviniente.
En septiembre de 2016, el Tribunal Oral Criminal rechazó los distintos acuerdos de juicios abreviados
por discrepar con la calificación acordada por el resto de los actores procesales (conforme al art. 5. inc. C de la
Ley 23.737) y considerar que la correcta era “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización
agravada” por la participación de “tres o más personas organizadas” (Art. 5 inc. C y art. 11 inc. C de la Ley
23.737). Además, en línea con la hipótesis policial que atraviesa toda la I.P.P., sostuvieron que los hechos no
están aislados sino más bien concatenados y relacionados entre sí y exhiben el “grado de organización” de las
personas involucradas. En otra resolución posterior de abril de 2017, el Tribunal decretó su incompetencia por
resultar esta nueva calificación materia de competencia federal y fuera de la justicia ordinaria provincial
conforme a la ley de desfederalización y la adhesión bonaerense (Art. 34 de la Ley 23.737; Ley 26.052 y ley
13.392, 2005).
En septiembre de 2017, el Tribunal Federal sorteado tampoco aceptó la competencia y remitió las
actuaciones al Tribunal bonaerense quien sometió el conflicto hacia fines de ese año a la órbita del órgano que
debe entender en estas cuestiones: la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El 14 de agosto de 2018, esta
Corte en solo siete líneas adhiere a los fundamentos del pronunciamiento del Procurador General de la Nación
-del 15 de junio-, que en dos carillas le otorga competencia a la justicia federal por considerar su intervención
como “prioritaria” (Arts. 3 y 4 de la Ley 26.052) y exceder la investigación elevada a juicio la “mera
comercialización de estupefacientes al consumidor final, en tanto en la causa estarían identificados los
presuntos proveedores de las sustancias prohibidas”65. La investigación había comenzado en los primeros
días de enero de 2014, fue elevada a juicio un año y nueve meses después y para marzo de 2019 aún no
65
Sucedió lo que había anticipado la entonces diputada nacional Marcela Rodríguez -del ARI primero y de la Coalición Cívica luego- en los
debates parlamentarios por la sanción de la Ley de desfederalización a comienzos de mayo de 2005 quien expuso que las posibles
disquisiciones en materia de competencia, podrían llevar años hasta ser resueltas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Versión
Taquigráfica de la Cámara de Diputados de la Nación, 4 de mayo de 2005).
62
tiene fecha de juicio posible: gran parte de las personas imputadas están en libertad luego de varias decenas
de meses detenidas66 y tres de ellas no van a llegar nunca a “resolver su situación procesal”.
Oriunda de la ciudad de Piura en el noroeste peruano, Vicky (o La Raiza) Valdez Villalta llegó a
Argentina en el año 2007 y comenzó a ejercer la prostitución en la C.A.B.A. A mediados de 2013, arribó a la
“zona roja” de La Plata -luego de acordar en qué lugar pararse con una travesti-, comenzó a frecuentar varias
paradas y, durante el verano, trabajaba casi todos los días desde la noche hasta bien avanzada la mañana.
Tenía 37 años, era estilista y fue detenida en uno de los allanamientos en la pensión que habitaba junto con
otras trans y travestis a fines de enero de 2014. Obtuvo la libertad en abril del mismo año a partir de
presentaciones de la defensa oficial, luego de resoluciones de recalificación del delito -de tenencia con fines de
comercialización a tenencia para consumo personal- y posterior excarcelación por parte de la Cámara de
Apelación y Garantías en lo Penal de La Plata. No había mayores elementos para sostener la
comercialización ya que solo le habían hallado en un allanamiento y en su esfera de custodia -su habitación-,
escasas cantidades de cocaína y marihuana para su consumo personal, como sucedió en otros casos. A los
pocos días de haber obtenido la libertad, viajó a la ciudad de Huaycán -al este de la provincia de Lima- para
iniciar un emprendimiento: un bar donde realizaba, entre otras cuestiones, concursos de belleza para chicas
trans y travestis. Había comprado su pasaje de regreso a Argentina para el lunes 24 de noviembre, pero
nunca pudo hacerlo. El 19 de noviembre de 2014 fue asesinada a martillazos: su cuerpo fue hallado varios
días después -como suele suceder con los transfemicidios/travesticidios-, semidesnudo, en una habitación
que alquilaba (PROMSEX, 2015:33) y, según manifestó una de las entrevistadas en este trabajo, fue su
pareja quien la asesinó cuando se enteró que tenía seropositividad al VIH, aunque esto no se pudo corroborar
judicialmente. Otra de las trans-travestis imputadas, Mabel Zabaleta Castañeda, murió en el año 2017 en su
domicilio como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio luego de un cuadro tóxico derivado de un
consumo intensivo de cocaína y alcohol. Pero quizás uno de los casos más burdos en los que se expresa en
forma más acabada el impacto diferencial de la punición inicial y en la restricción de derechos humanos, es la
situación que vivió Shirley Torrey Carpio.
Nacida en Lima con estadías prolongadas en algunos rincones europeos durante la década de 1990 y
2000, Shirley, más conocida como “La Bom Bom”, había llegado a la ciudad de La Plata hacia fines de 2013.
Era cocinera y artista plástica, pero también trabajadora sexual. Fue detenida en uno de los procedimientos
66
Salvo dos que se encuentran detenidas en la Unidad N°32 de Florencio Varela por infracciones a la ley de drogas por hechos
posteriores.
63
policiales en la “zona roja” la noche de un jueves hacia fines de enero de 2014 junto a cinco compañeras de
parada en la jornada más severa que terminó con veintinueve travestis y mujeres trans aprehendidas -y una
mujer cis-. Antes de ser requisada por la policía, reconoció que tenía en su cartera dos “bolsitas de cocaína”
(0,8 gramos) para su consumo que se la había dado momentos antes uno de los dos clientes sexuales de
esa noche y que posiblemente la habían confundido con otra que tiene características fisonómicas similares.
La policía había interceptado antes a un supuesto comprador con 0,5 gramos de cocaína, quien la incriminó
como la “vendedora” de la sustancia al señalarla como la de “remera y pollera negra”. Si bien Shirley no
conocía a muchas de las trans y travestis que estaban en la “zona roja”, reconoció en su declaración que hay
“chicas que venden estupefacientes y otras que se prostituyen” y a algunas de ellas, les hacía un menú para
ganarse algunos pesos más. Todas sus compañeras trans y travestis coincidieron en señalar que Shirley no
vendía estupefacientes, sino que solo era consumidora de cocaína, trabajadora sexual y a veces les cocinaba.
En el requerimiento de prisión preventiva y en la posterior elevación a juicio, la fiscalía tuvo en cuenta la
sustancia que tenía en su poder, la que presuntamente había vendido -secuestrada al presunto comprador- y
algunos otros elementos más como varios mensajes de texto, analizados por la Dirección de Análisis en la
Investigación de las Comunicaciones (DAAIC) de la Policía Bonaerense, que serían compatibles con el uso de
eufemismos propios y la laxitud del “lenguaje del narcomenudeo”: “mándame un mensaje si te llevo los pollos”;
“ven para darte algo. de plata. vendi poca comidad. si quieres me dejas.” (Expediente B, Informe DAAIC, junio
de 2014).
Así como tuvieron en cuenta estos mensajes que nada tenían que ver con el delito que se le imputaba
sino más bien con actividades económicas complementarias67 obviaron otros recibidos más explícitos
asociados justamente a éstas, en particular, al ejercicio del trabajo sexual o la venta de comida a compañeras
sin posibilidad de identificar eufemismos: “madre k hay de menu”; “Shirley discúlpame estoy dura te yevo el
dinero hoy en la noche ok”; “madre cocinas hoy”; “hola reina todo bien estas trabajando”; “Madre soy sandra
mañana jueves vas a cocinar”. O también mensajes enviados por Shirley que contribuían a desincriminarla:
“mañana carapulcra68 pasa la vos a tus amigas porfa”; “vas a venir a la pollada o te llevo en la noche”; “hoy no
cocino de lunes a viernes mamita”; “me asaltaron me voy” (Expediente B, Informe DAAIC, junio de 2014). Algo
similar pudo advertirse al no registrar en las actas de procedimiento policiales, el secuestro de elementos de las
67
Shirley cocinaba, pero otras optan por realizar tareas de peluquería, cosmética, cerámica, vinculadas al cuidado o al trabajo doméstico,
etc.
68
Es una comida típica de la gastronomía peruana y se prepara con papa deshidratada y carne vacuna o de cerdo.
64
carteras de las mujeres trans y travestis que pueden ser compatibles con el trabajo sexual como preservativos
o maquillaje que sí se escabulleron en los relatos de los testigos al describir el proceder policial.
Mientras estuvo detenida en la Unidad N° 32 de Florencio Varela, sufrió varias violencias por parte del
personal penitenciario y de otras personas detenidas y contrajo tuberculosis, una patología clásica que
adquieren las personas privadas de la libertad en la provincia de Buenos Aires, que se adicionó a otros
padecimientos crónicos que arrastraba hace varios años como VIH -y más adelante cáncer-. Una vez fuera
de la cárcel, siempre intentó salir de la precariedad migratoria en la que se encontraba para acceder a la
“residencia argentina” y tener un estatus más beneficioso para el acceso a derechos humanos pero la sede
local de la DNM se la negaba sistemáticamente por no cumplir con uno de sus requisitos: que su situación
procesal esté resuelta. Falleció a los 61 años en el Hospital San Juan de Dios de la ciudad de La Plata
acompañada por sus afectos: amigas lesbianas, maricas69 y travestis. La persecución a través de una
interpretación burda de los hechos, devino cruel e irreversible.
Como advierte Sabsay (2011), el borramiento sistemático de las identidades trans y travestis, evidente
en el uso masculino generalizado en los expedientes70 y en las narrativas mediáticas o la imposibilidad de
nombrarlas respetando su identidad, contribuye a la configuración de una oposición homogeneizante: por un
lado, “los vecinos”, como representantes del bien común y, por otro, las trans y travestis situadas en el campo
de lo amenazante, excluyéndolas del campo visual y contribuyendo a negar la posibilidad de reconocerlas
como sujetas.
En este capítulo se pretendió exponer la convergencia de una serie de elementos que atraviesan al
abordaje en la administración de justicia penal de las presuntas infracciones a la Ley 23.737 que tiene a
travestis y mujeres trans como imputadas. Por un lado, la inscripción jerarquizada de representaciones
policiales en los expedientes penales en base a interpretaciones arbitrarias e infundadas de las prácticas y las
trayectorias biográficas de las trans y travestis, la naturalización de prácticas vejatorias por parte de las
69
En este caso, me refiero a personas asignadas al sexo masculino al nacer, consideradas “homosexuales afeminados” (Ben, 2009) por
las ciencias sexuales locales decimonónicas que luego se reapropiaron y resignificaron la categoría para volverla reivindicativa en términos
políticos e identitarios. En un interesante trabajo que explora sobre la historia marica de antes y las de las actuales travestis y pretende
indagar en las trayectorias de las maricas que quedaron al margen de la “modernidad gay” y la emergencia de las travestis a partir del
último tercio del siglo pasado, Cutuli e Insausti (2015) parten de la definición de que marica es una categoría que incluye una serie de
prácticas, saberes y tradiciones también disponibles para las travestis. Para profundizar sobre esta apropiación de categorías
condenatorias puede consultarse Lemebel (2013); Vidarte (2007); Perlongher (2013, 2018). Luego de que unas maricas y activistas le
ofrecieron su domicilio, Shirley pudo acceder a la prisión domiciliaria tras más de 2 años en prisión preventiva.
70
Desde el activismo trans-travesti, se utiliza el vocablo anglófono misgendering para referirse a la asignación equivocada y deliberada de
un género distinto al asignado al nacer.
65
diferentes fuerzas policiales intervinientes convalidadas por la administración de justicia penal y, por otro, la
presencia jerarquizada de voces y percepciones de ciertos “vecinos” y la consolidación de la imagen moral de
la “narcotravesti” (Cutuli, 2017) en los expedientes penales analizados. Estos discursos crean un contexto que
habilita una serie de violencias y profundiza la precarización de las vidas de las travestis y mujeres trans,
dotando de mayor crueldad a la persecución penal y precipitando, en algunos casos, sus muertes. Pero como
veremos en el siguiente capítulo, los procedimientos policiales y las representaciones judiciales no
permanecieron incólumes, sino que más bien mutaron a partir de la coexistencia de una serie de eventos
particulares que requieren especial atención ya que marcaron un giro cualitativo en el tema que nos ocupa.
66
CAPÍTULO IV: Desarmando sentidos
71
Algunos medios de comunicación locales, como El Diario El Día y Hoy, registraron al día siguiente el procedimiento con una enorme
cantidad de imprecisiones respecto a lo sucedido y lo secuestrado a las travestis y trans por parte del personal policial interviniente.
67
audiovisual estaba en sobre cerrado y al alcance tanto de la fiscalía interviniente, que convalidó las actuaciones
policiales y solicitó la detención de las trans y travestis, como del Juzgado de Garantías, que es el órgano que,
entre otras cuestiones, controla y convalida el accionar fiscal, y decidió hacer lugar al requerimiento en el
expediente penal.
Como destaca Goody (1988 en Eilbaum, 2006:136) hay características propias que atraviesa a la
escritura como la abstracción, descontextualización, formalización y despersonalización de la información
transmitida, que posibilita una distancia y favorece una relación más abstracta y generalizada con el producto
creado. Como advierten algunas etnografías e investigaciones antropológicas, la presunción de veracidad y
autenticidad que gozan las actuaciones policiales ajustadas a ciertos formalismos en el expediente penal,
convive con las diferentes posiciones que ocupan y las relaciones desiguales y jerárquicas, pero también
complementarias, entre quiénes están “en la calle” y quiénes están en sus escritorios judiciales, que varían
según atmosferas particulares (Eilbaum, 2006; Barrera, 2015; Garriga Zucal, 2017). Tanto el despliegue
policial como las respuestas judiciales, formaban parte de un escenario en el que las diferentes demandas
realizadas por los actores involucrados en las problemáticas de la “zona roja” local, en particular, por la
Asamblea de Vecinos del Barrio El Mondongo y algunos medios de comunicación locales, estaban a la orden
del día.
En el procedimiento invalidado en el precedente judicial estuvieron presentes varias cuestiones que
venían siendo denunciadas por activistas, organizaciones y organismos públicos y por las propias trans y
travestis: la realización de las requisas por parte de personal policial masculino, la “desnudez forzosa” y la
violación de su identidad de género en las actuaciones policiales y judiciales (OVG, 2016; AA.VV., 2016). Es
de destacar lo expresado por uno de los jueces en su voto:
(…) resulta necesario, considerar la posibilidad de adoptar políticas públicas que se adapten a
estándares internacionales, como por ejemplo la confección de estrictos protocolos de actuación
funcional, tendientes a establecer que los procedimientos de requisas corporales, sean realizados
por personal policial debidamente capacitado para ellos [sic], atendiendo a que las mismas sean
efectuadas por personas del mismo género de la que resulta objeto de la requisa (art. 2 Ley 26.743)
que respeten las mínimas garantías y reglas de privacidad y dignidad de la persona requisada, que
se brinden espacios físicos adecuadamente condicionados para esa tarea, de modo que permitan
68
resguardar la intimidad y el pudor de la persona que deba ser requisada (…) (Consid. 2°, voto del
Juez Argüero)72.
Es así que, a fines de septiembre de 2016, comenzó a utilizarse un biombo de madera y a participar
una oficial trans73 en las requisas a travestis y mujeres trans en los procedimientos policiales en la “zona roja”,
luego de una articulación de la Policía Bonaerense y del titular de la Comisaría Novena de La Plata y una
interpretación casi literal del texto judicial (El Día, 2 de octubre de 2016). Nacida en el pequeño pueblo
bonaerense de Huanguelén, Malena Salomé Iglesias ingresó en el 2015 a los 22 años a la Policía
Bonaerense y a comienzos de 2016 llegó a la ciudad de La Plata -previo pedido de traslado- para prestar
servicios en la Comisaría de la Mujer y la Familia -que aborda conflictos vinculados a la ley de “violencia
intrafamiliar” bonaerense-, luego de participar en operativos en la Costa Atlántica (El Día, 29 de octubre de
2016). La inclusión de la oficial trans fue particularmente celebrada en la administración de justicia penal local y
junto al biombo de madera, fueron percibidas como una solución y una suerte de restitución de la legalidad a
los cuestionados procedimientos policiales:
[…] gracias a Dios, la fuerza incorporó a una oficial trans que es la que hace las requisas. Porque
claro, nos encontrábamos en una situación medio extraña un hombre que se percibe mujer, pero al
momento de la requisa ¿Quién hace la requisa? ¿Un hombre o una mujer? La mujer, la policía
mujer, podría negarse a hacer la requisa porque físicamente es un hombre, pero psicológicamente
es una mujer y bueno, a partir de eso, y de la llegada de la agente trans solucionó ese problema. Y el
biombo básicamente es eso, para resguardar la moral, de los oficiales y de ellas (Entrevista A,
diciembre de 2017).
72
Ambas cursivas me pertenecen.
73
No se pudo corroborar si al día de la fecha, la oficial trans continúa participando en los procedimientos. Al menos, hasta enero de 2018 su
participación fue regular, según lo0s testimonios recabados.
69
tiene lugar en un escenario discursivo donde solo hay dos posibilidades en un interjuego entre dos sexos: la
existencia de un “sexo psíquico” y un “sexo corporal” expone cómo el proceso de asignación de la diferencia
sexual es una operación de reducción que jerarquiza ciertas partes del cuerpo sobre otras -como la
genitalidad-, las aisla y hace de ellas significantes sexuales como parte de una tecnología social
heteronormativa (Preciado, 2002). Esta concepción problemática fue predominante en las resoluciones
judiciales en materia de identidad de género y transexualidad - previas a la sanción de la LIG en el año 2012-
que inscribían a la identidad de género en el campo psíquico y la distinguían en forma tajante de lo corporal
(Cabral, 2008).
Para quienes miramos con sospechas esta clase de iniciativas, los testimonios de quienes sufren los
procedimientos policiales ayudan a dotar de otros sentidos a la incorporación y el desenvolvimiento de la oficial
trans, las linternas, los guantes de látex y, en algunos casos, el biombo, hasta descubrirle un apodo para
desnudar prácticas violatorias de los derechos humanos pese a que quien las ejecute sea una persona del
“mismo género”74:
Era mala, dicen. Tenías que hacer caso, si no hacías caso, les pegaba a las chicas, en las siliconas.
La vi laburando, revisando a las chicas, pero a mí no (entrevista a M., agosto de 2018).
Delante de otros policías. Me hacía abrirme las nalgas para enseñarle bien mi orto. Una sola vez me
ha revisado […] Las chicas me decían que les revisaba, quería meter el dedo al culo, varias veces lo
hacía. No siempre usan el coso de madera ese [el biombo] (entrevista a S., junio de 2018).
Te hacen abrir las nalgas en la calle, tu pene porque algunas esconden ahí […] La Maléfica, le han
puesto su apodo […]. Me contaron que las hacía desfilar, así en fila india, pero una detrás de otra, y le
decía “1,2,1,2”, así que caminen al ritmo, las hacía marchar […] (entrevista a L., abril de 2018).
Esta clase de prácticas ofician como una suerte de marcaje y humillación con un particular
ensañamiento sobre las corporalidades de las travestis y mujeres trans. Las agresiones a las mamas -y la
74
La organización Otrans también se encargó de repudiar el accionar de esta oficial trans a través de comunicados en redes sociales.
70
posibilidad de consecuencia letales como una siliconoma75- coinciden con los altos niveles de crueldad y
ensañamiento en diferentes partes del cuerpo asociadas a la identidad y expresión de género travestis/trans
que forman parte de las características de los travesticidios/transfemicidios en la región y denotan el odio hacia
este colectivo (CIDH, 2015). Sin embargo, son necesarios mayores elementos empíricos para poder
caracterizar, dimensionar y explorar en los significados de estas prácticas policiales y sus particulares
condiciones de legitimidad.
La participación de la oficial trans en los procedimientos policiales en la “zona roja” de La Plata es una
expresión localizada de pinkwashing76 que coincide con la designación en enero de 2016 como titular del área
de Diversidad y No Discriminación en el Ministerio de Seguridad de la Nación de una funcionaria trans (Télam,
23 de enero de 2016), la efectivización de la reincorporación de la subcomisaria también trans Analía
Pasantino77 a mediados de 2017 -quien había sido obligada a iniciar el trámite de “retiro obligatorio” en 2011
durante la gestión de Nilda Garré en el Ministerio de Seguridad- y la sanción en octubre del mismo año de un
“Protocolo General de Actuación de Registros Personales y Detención para Personas Pertenecientes al
Colectivo L.G.B.T” aplicable para las fuerzas de seguridad nacionales. Esta categoría fue una herramienta
inicialmente utilizada por los activismos LGBTTTIQ de Palestina, Israel y Medio Oriente que contribuyó a
discutir las estrategias de apropiación del concepto de “antihomofobia” para redimir la imagen en deterioro de
un gobierno o de ciertas instituciones de él (las fuerzas policiales, militares, etc.), asociadas con el racismo, la
violencia o el colonialismo (Spade, 2015).
La instrumentalización de producciones y políticas estatales en el afán de constituir al Estado de Israel -
u otros como Estados Unidos o la Argentina reciente, que lejos están de preocuparse por la situación de las
personas más desaventajadas del colectivo LGBTTTIQ- como protector de los “derechos LGBT” destacando
iniciativas como el acceso al matrimonio civil o la participación de “personas LGBT” en el Ejército en contraste a
la presentación de las poblaciones árabes y musulmanas como “homófobas” (Spade, 2015) pretende desviar
las miradas, contribuir a la legitimidad y los efectos de las atrocidades que llevan adelante.
75
Es una reacción granulomatosa a un cuerpo extraño a las siliconas líquidas en los tejidos y la fibrosis que rodea las gotas de siliconas
que puede terminar en la muerte.
76
Es un neologismo formado a través de la combinación de pink (rosa) y whitewashing (blanqueo; que se suele utilizar para cuestionar a la
industria cinematográfica cuando personas blancas protagonizan papeles históricamente no blancos).
77
La situación de Pasantino es un poco más compleja y requiere un abordaje pormenorizado. Según surge del análisis de su expediente
a partir de la intervención de la Procuración General del Tesoro de la Nación la orden de reincorporarla tiene fecha del 2 de julio durante la
segunda presidencia de Cristina Fernández de Kirchner (2011-2015) pero hasta 2017 no fue efectivizada, es decir, Patricia Bullrich tenía la
obligación legal de incorporarla y su demora tiene más que ver con matrices cispatologizadoras y transtravestiodiantes y resistencias en la
Policía Federal.
71
IV. 2 “Queremos que nos deseen”78
A partir de la reconstrucción histórica de las distintas problemáticas que atravesaron las discusiones en
torno a la “zona roja” de La Plata y a la participación de las travestis y mujeres trans en ellas, pudo determinarse
que recién hacia el año 2013 la oferta de sexo en el espacio público dejó de ocupar el centro de las
preocupaciones de “los vecinos” para desplazarse lentamente hacia el reclamo por el consumo y circulación
de drogas y la expansión delictiva. Ya en el año 2014, tanto funcionarios/as de la administración de justicia
penal como agentes policiales, “vecinos”, medios de comunicación locales y miembros del Ejecutivo municipal
fueron consolidando la premisa de que la oferta de sexo era una simulación y que las travestis y mujeres trans,
en realidad, comercializaban drogas ilícitas al menudeo.
Este presupuesto pretende solidificar a la “zona roja” como un territorio monolítico donde travestis y
mujeres trans solo llevan adelante una serie de prácticas vinculadas a infracciones a la Ley de drogas u otra
clase de delitos o desórdenes urbanos. El análisis de los testimonios brindados por las travestis y mujeres trans
combinados con la construcción de los relatos policiales y judiciales en los expedientes penales y otras
técnicas de investigación permitieron construir una serie de evidencias que ampliaron el universo de
posibilidades. Pese a que algunas travestis y mujeres trans comenzaron a participar en los últimos años en el
microtráfico de drogas, la oferta y demanda de sexo callejero pudo haber disminuido en algunos periodos,
pero nunca cesó. Algunas deciden solo trabajar con “cuerpo” y otras solo “venden". Algunas complementan
las dos actividades79, otras se vinculan con quienes comercializan para poder obtener su consumo personal o
deciden no relacionarse -o hacerlo lo menos posible por considerarlo riesgoso-. Son varios los universos
posibles pese a que se haya consolidado un relato dominante que pretende no admitir fisuras. Algunas
trayectorias de travestis y mujeres trans puede contribuir a poner algunos puntos sobre las íes.
F. llegó a la ciudad de La Plata en el año 2008 desde el Amazonas peruano, una de las regiones más
pobres del país. Una amiga tenía otra compañera viviendo cerca de la Terminal de Ómnibus local, y les había
comentado que la ciudad “era tranquila”. Había llegado a Argentina para luego viajar a Europa, aunque la
estafaron y, finalmente, se quedó viviendo en la ciudad. Llegó durante la tarde, dejó su valija en la pensión y a
la noche ya estaba en una “parada” con otra compañera. Dice que desde que llegó a la “zona roja”, saluda a
78
Néstor Perlongher finaliza uno de sus escritos, El sexo de las locas (1984), con una arenga: “[…] no queremos que nos persigan, ni que
nos prendan, ni que nos discriminen, ni que nos maten, ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren, ni
que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen” (Perlongher, 2013: 42).
79
Los motivos son varios y escapan a la presente investigación.
72
todo el mundo, pero no está “haciendo vida social” y no sabe ni cómo se llaman la mayoría de las trans y
travestis que están en otras “paradas”. Y relata:
Nosotras tomamos alcohol durante la noche, más con el frío, a veces, me paso de dosis y termino
bien en pedo [alcoholizada]. Me pongo así porque no me da miedo nada, me han pegado y robado
varias veces. También tomo cocaína, empecé a tomar primero con los clientes […] Al menos, todos
mis clientes toman. Ellos llevan o compramos por ahí […] Ayer o antes de ayer creo que fue, estaba
sola en la parada me quisieron robar unos pendejos [jóvenes, niños], siempre me roban el celular, lo
que tenía escondido acá en el corpiño y el chico me dice ‘dame 50 pesos’ y me metía la mano en el
corpiño. Me decía ‘te mato, te mato’ y yo le decía ‘mátame’, siempre me enfrento (entrevista a F.,
marzo de 2018).
Una madrugada de la primavera de 2017, J. estaba regresando a su casa y se encontró en una parada
de la “zona roja” a una amiga. La saludó, se sentó, fumó un cigarrillo, consumió cocaína y cuando estaba por
irse, llega repentinamente la policía y las pone a ambas violentamente contra la pared de un comercio. J., ante
el “miedo y la desesperación”, se tragó una dosis de cocaína, pero olvidó que tenía otra guardada en su
bombacha. La desnudaron en plena vía pública y a pesar de manifestar que era su consumo, fue
aprehendida junto a su amiga -que estaba comercializando estupefacientes-. Luego descubrió que agentes
de DD. II. estaban realizando una vigilancia frente a esa parada y habían filmado parte de la secuencia. Ella
manifiesta que estaba de espaldas y no veía lo que estaba haciendo su amiga. A ambas le imputaron
“tenencia de estupefacientes con fines de comercialización” (Art. 5, inc. C, Ley 23.737). Según relata:
La pasé muy mal. Primero me llevaron a la Novena creo, y después me pasaron a otra comisaría,
que es la Antidroga [la sede de DD. II. en la ciudad de Ensenada], horrible era ahí, dormíamos en el
piso, el colchón mojado, y éramos varias80. Me dejaron sin la bombacha porque donde tenías la
droga te la secuestraban y estaba con una pollerita cortita, hacía un frío. El fiscal pidió mi preventiva
80
En noviembre de 2017, los calabozos de la sede de DD. II. en Ensenada fueron clausurados por una resolución de un juez de Casación
provincial que calificó como “infame e inhumano” lo que sucedía en esa dependencia policial. El juez reconoce que “los trans eran el
problema”, en cuanto a cómo estaban detenidas y que no se sabía dónde “ubicarlos”. En el pasillo, ubicado entre las “improvisadas celdas
tanto femeninas como masculinas” alojaban a cuatro mujeres trans – travestis, asignándole a cada una “un custodio personal”. De día
estaban en una silla de plástico y de noche en colchones. Este esquema precario montado por la policía, se había realizado ante la
situación de hacinamiento (El Día, 2 de noviembre de 2017).
73
sabiendo que tenía una bolsa y creo que el juez me ordenó la libertad inmediata […] Estuve como
un mes y medio en la Pettinato81 y de casualidad me acordé de memoria el teléfono de un amigo
para avisarle (entrevista a J., agosto de 2018).
Una noche de la segunda mitad del año 2017, M. estaba volviendo caminando de uno de los hoteles
cercanos a la “zona roja” y cuando estaba a pocos metros de la Avenida 1, observa en una parada a varias
mujeres trans y travestis que estaban contra la pared, custodiadas por algunos/as funcionarios/as policiales.
Un agente policial la ve pasar y le pide que se detenga. M. describe que:
Me pusieron contra la pared y bueno, le digo al policía ‘revisame, yo vengo del hotel ahorita’, ‘bueno,
quedate acá, sabes que es una zona que se vende droga’ […] Me revisaron todo, yo no tenía nada
y ellos así hablando, riendo, pasando las horas, y ya eran más de las dos […] Me tuvieron hasta las
10 de la mañana del otro día. Estaban filmando a otras (entrevista a M., octubre de 2018).
Rubin (1989) sostuvo que las sociedades occidentales modernas evalúan los actos sexuales según un
sistema jerárquico de valor sexual que establece que la sexualidad “buena”, “normal” y “natural” sería
idealmente heterosexual, marital, monógama, reproductiva y no comercial y cualquier sexo que no cumpla
con estas condiciones es tachado de “malo”, “anormal” o “antinatural”. Si bien podríamos cuestionar y advertir
algunos matices en este esquema trazado y pueden ser riesgosos los análisis que pretendan esencializar
tanto a la figura del cliente como a las prácticas que se desarrollan en las relaciones sexuales, el
relacionamiento establecido entre un cliente varón cisgénero y una trans o travesti que explota su capital
erótico y lo intercambia por dinero se inscribiría justamente en el campo de lo inmoral, lo malo o lo prohibido. En
este vínculo, pueden sucederse una amplia gama de prácticas sexuales, pero, entre ellas, el sexo anal que
supera cierta proscripción social y, en consecuencia, expone al ano como fuente de placer. Como señala
Preciado (2009), el ano, que escapa a la retórica de la diferencia sexual, es concebido en los varones (cis)
heterosexuales solo como orificio excretor clausurando su reconocimiento como cavidad orgásmica y
oficiando de precio que pagan sus cuerpos al régimen heterosexual, para sostener los privilegios de su
masculinidad que, en algunos casos, parecen pesar más que la incriminación y libertad de una trans o travesti.
81
La Alcaidía Departamental La Plata “Roberto Pettinato” fue inaugurada en abril de 2011 durante la gestión como gobernador de Daniel
Scioli. Funciona como un lugar de tránsito del SPB, previo a la gestión de cupo carcelario en alguna unidad penitenciaria.
74
De esta forma, se exhibe el control policial sobre lo enunciado en los expedientes penales y los relatos
legítimos y legitimados en él a través de cánones sexuales específicos.
Una situación singular fue la que vivió F. en el verano de 2014 en el marco de un procedimiento masivo.
Había llegado a la “zona roja” apenas comenzada la noche y cerca de la madrugada, se le acerca un varón
cis en su automóvil. Luego de una breve conversación, acordaron por 150 pesos que F. le practicaría sexo
oral. Se sube al vehículo, se trasladan a unos pocos metros de la parada donde había un poco más de
oscuridad, desconociendo que había personal policial de DD. II. realizando tareas de vigilancia. Los agentes
policiales siguen en un auto no identificado al vehículo. En un momento, el cliente le dice que se detenga
porque “había gente”: los policías obligan a que desciendan para realizar las requisas tanto sobre sus cuerpos
como en el vehículo con la ayuda de unas linternas. Sin embargo, el cliente, ante la presencia policial y del
testigo -un vecino que se ofreció voluntariamente a colaborar “cansado de las personas travestidas”-, decide
manifestar82:
en forma voluntaria, que había venido a comprar estupefacientes, entrevistándose con un travesti,
quien le dijo, que le mandaría otro, siendo que a los segundos, se acercó otro, subiendo al rodado,
para luego estacionar a metros del lugar, donde había subido. Dentro del rodado […], le entregó un
billete de cien pesos, guardándolo, pero al parecer, cuando le iba a entregar el pedido, fueron
interceptados (Expediente E, Acta de procedimiento, enero de 2014).
no para buscar sexo sino para comprar sustancia estupefaciente, dado que por comentarios de
amigos, se entero que en ese lugar se venden drogas y como nunca había consumido, fue hasta
82
Tanto las declaraciones en sede policial como las realizadas en la administración de justicia penal, suelen convertirse en interpretaciones
y/o relatos resumidos de lo manifestado, intermediado por la/el funcionaria/o pública/o, y no tanto en versiones taquigráficas de lo expresado
(Eilbaum, 2006: 54).
75
ese lugar para comprar y probar por primera vez (Expediente E, Declaración testimonial, enero de
2014).
La abogada defensora de F. relata la situación en la que volvió a prestar declaración el cliente, pero esta
vez en sede judicial ante la fiscalía interviniente:
El supuesto comprador previo mintió. Estaba absolutamente nervioso, era un pibe que fue a
consumir prostitución, entonces eso incomoda. Una de las amigas de F. había averiguado que se
estaba por casar. Él lo que dice en la declaración es que se estaba por casar y que fue a comprar
droga. Y la instructora [funcionaria de la fiscalía responsable de la investigación] le empezó a decir
¿Si vos nunca consumiste en tu vida, vas a ir a comprar a la zona roja que hay un policía cada
medio centímetro? Nunca pudo dar cuenta de que hizo con la droga que supuestamente le iba a
comprar. Dijo que F. nunca se la había entregado, pero a F. no le encontraron nada ¿Cómo uno va
a vender algo que no tiene? Vos vendes chupetines, tenes que tener chupetines. F. tenía
preservativos, lubricante, era patente la escena de prostitución. Era obvio que el cliente estaba
mintiendo (Entrevista C, septiembre de 2018).
El inverosímil relato incriminatorio del cliente asimilable a la construcción del relato policial unívoco en la
interpretación de los movimientos junto a una pericia de su teléfono realizada por la D.A.A.I.C. -sin ningún
mensaje destacado ni comunicación que pueda suponer la comercialización de drogas ilícitas- fueron
suficientes para responsabilizar a F. del delito de “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización”
(Art. 5, inc. C, Ley 23.737) y estar detenida con prisión preventiva más de 2 años y medio83: aún no pudo
esclarecer su situación procesal en un juicio oral, público y contradictorio.
Las discusiones sobre la despenalización del trabajo sexual callejero hacia fines de la década de 1990
en la C.A.B.A. y la sobrerrepresentación de la oferta sexual de travestis y mujeres trans exhibió cómo la
“verdadera amenaza” que suponía quitar de la punición esta actividad no era tanto su reconocimiento legal
sino más bien la visibilización de otros géneros y sexualidades e intercambios en el espacio social (Sabsay,
2011). La posibilidad de que una travesti o mujer trans acumule varias estigmatizaciones por su identidad de
83
Estuvo detenida en la Unidad N° 32 de Florencio Varela y su abogada presentó un habeas corpus contra la prisión preventiva que fue
resuelto favorablemente en segunda instancia.
76
género, el trabajo sexual callejero, su nacionalidad, clase social o la asociación directa con la imagen de la
“narcotravesti” aumenta las posibilidades de vulneración de esta población en el marco de la administración
policial del territorio.
En este capítulo, se buscó trazar algunas claves analíticas que aporten pautas de lectura para decolorar
la cosmética estatal, evitar análisis esencializantes y simplificadores de iniciativas presuntamente inclusivas y/o
modernizadoras y problematizar los usos que el Estado u otros actores -como el mundo empresarial84-,
pueden hacer de ciertas demandas y reivindicaciones.
Por otro lado, se intentó reflexionar en torno a las miradas que cristalizan y acumulan ciertos discursos
que solo representan y asocian a las mujeres trans y travestis con un complejo de delitos no solo como
estrategia de consolidación de imaginarios sino también como una modalidad particular de solapamiento de
las prácticas sexuales que se practican y le dan sentido a la “zona roja” en tanto territorio.
84
Un ejemplo claro en el ámbito privado lo constituyen las “campañas publicitarias LGBT” de la multinacional textil Benetton cuyo
propietario, el italiano Luciano Benetton, adquirió más de 900.000 hectáreas en la Patagonia argentina durante el auge del neoliberalismo a
comienzos de la década de 1990 y es responsable de numerosos conflictos con pueblos originarios en la región, la desaparición forzada
seguida de muerte de Santiago Maldonado, fue denunciado por explotación laboral en Asia, etc.
77
CAPÍTULO V: A modo de cierre
Las reconstrucciones históricas para comprender los mecanismos que habilitaban las sanciones por
alterar la ciudadanía ideal a principios de siglo, la persecución por los edictos policiales, faltas y contravenciones
asociadas al comercio sexual y a la presencia en el espacio público hasta el uso contemporáneo y dominante
de la legislación represiva en materia de drogas ilegales para la persecución penal de travestis y mujeres trans
tuvo el propósito no tanto de pensar históricamente el pasado, sino justamente para reflexionar históricamente
sobre el presente (Garland, 2005).
En este primer acercamiento epistemológico, se describieron y analizaron una serie de prácticas
policiales sobre las travestis y mujeres trans que ofrecen sexo en la “zona roja”, identificando a una serie
diversa de actores que intervienen directamente o indirectamente en este complejo proceso de persecución
penal en un contexto singular y en la cual el Estado en sus diferentes dimensiones ocupa un lugar central,
aunque no en forma aislada y escindida de otra clase de elementos.
En una encuesta realizada en el Área Metropolitana de Buenos Aires que buscaba prestar atención a
diferentes dimensiones de la desigualdad social y la discriminación, sobre todo, en términos de etnia y clase -
aunque también surgieron cuestiones asociadas a los géneros- (Grimson, 2014)85, una de las preguntas era
si preferirían que algunas personas no viviesen en la misma cuadra que las/os encuestadas/os: si bien la
mayoría respondió no tener problemas con ningún grupo social, la presencia de travestis se representa como
la más “molesta” -una de cada siete personas no desea vivir en la misma cuadra que ellas-, triplicando las
siguientes opciones (que incluían a “peruanos”, “homosexuales”, etc.). El correlato local de este nivel de
discriminación tuvo lugar con las expresiones trans/travestis odiantes del actual jefe comunal de la ciudad, Julio
Garro, quien en una entrevista radial en campaña electoral para ser intendente de la ciudad de La Plata -por la
coalición gobernante Cambiemos, quien luego asumió la titularidad del Ejecutivo nacional y provincial- cuando
le consultaron si tenía un plan para solucionar los reclamos vecinales alrededor de la “zona roja”, manifestó:
Se prohíbe. Como se prohíbe dar fuego en los kioscos ahora que hay una ley nueva […]. Se
prohíbe la prostitución en la calle, como se prohíbe un cabaret […] A lo mejor, darles una mano
desde lo psicológico, desde lo médico. No se me ocurre darle trabajo a un travesti cuando digamos
85
Si bien pueden reconocerse diferentes virtudes de esta investigación, son legibles ciertas dificultades en materia de géneros y
sexualidades para abordar la situación de las trans y travestis al referirse a ellas en masculino, suponer los motivos de las discriminaciones
que sufren sin mencionar sistemas estructurantes, etc.
78
hay madres y padres en nuestra ciudad con hijos que tienen hambre. Es una locura. Yo he pasado
por ahí muchas veces, con mis hijas, y están los travestis en bolas […]. Aparte no es eso solo, es
todo lo que eso conlleva: las drogas, la venta de drogas […] (Misdos centavos, 23 de mayo de
2015).
Las diferentes modalidades de violencias ejercidas sobre las travestis y trans en el marco de la
persecución penal y la gestión policial del territorio debe ser entendida en una atmósfera política particular en la
cual en plena campaña electoral esta clase de discursos discriminatorios y expulsivos tuvieron mayores
elementos de rentabilidad política que de repudio social y contribuyeron a la legitimación y consolidación de un
orden social que las pretende cristalizar en posiciones de desigualdad y exclusión. Las mujeres trans y
travestis han sido expropiadas, desde muy temprana edad, de redes de sociabilidad y de espacios de
contención familiar, escolar y social, en general, expulsadas de sistemas de protección de derechos,
desafiliadas socialmente (Castel, 1997). La impunidad de la que suelen gozar quienes perpetran los crímenes
cometidos contra ellas suele estar garantizada por el Estado en sus diversas instituciones y por las diferentes
dimensiones estructurantes y las dinámicas de poder que intervienen en quienes ejecutan las violencias contra
esta población.
La posibilidad de que una trans o travesti en soledad denuncie alguna situación de violencia en la
Comisaría Novena –u otra dependencia policial- que gestiona buena parte del delito en jurisdicción de la “zona
roja” no solo dificulta las posibilidades de un reproche estatal sino también que opera como malla de
ininteligibilidad para las violencias que viven sistemáticamente ¿Importa la muerte de una trans o travesti?
¿Interesa cómo y en qué condiciones desarrollan sus vidas? ¿Acaso el asesino de una trans/travesti, en
general, identificado como varón –cis- heterosexual, mata porque rechaza su propia atracción hacia ella o
porque teme una identificación para, de alguna manera, matar una parte de sí mismo86? (Butler, 2015) ¿Es la
muerte la expresión final de un continuum de violencias que opera como sanción por violar el mandato sexo-
biológico, el desafío a ciertos cánones heteronormados, la renuncia a la (cis) masculinidad dominante y/o a
determinados modos de ser y estar en el mundo?
Butler (2010) profundiza sus teorizaciones sobre los procesos que atraviesan ciertas vidas que no son
calificadas como tales -o no son concebidas desde un principio- en determinados marcos epistemológicos y,
86
La traducción –del inglés al español- me pertenece.
79
en consecuencia, afirma que “nunca se considerarán vividas ni perdidas en el sentido pleno de ambas
palabras” (Butler, 2010:13) y que solo en condiciones en las cuales pueda tener importancia la pérdida,
aparece el valor de la vida: “la capacidad de ser llorado es un presupuesto de toda vida para que importe”
(Butler, 2010:32). Como figuras de extrema desvinculación, organizadamente producidas por quienes se
encuentran “de este lado” de la frontera, las travestis y mujeres trans son colocadas no “del otro lado” sino en
ningún lugar, es decir, en estado de “nuda vida”, sometida y reducida al despojo y a la pura entrega al poder
soberano, convirtiéndolas en seres matables (Agamben, 1998).
La reconstrucción de las políticas securitarias -generalmente vinculadas a la prevención situacional del
delito-, atravesadas por golpes de efecto y presencias policiales en el territorio y como respuestas a las
demandas de “vecinos” y a la exposición mediática de la “zona roja” como problema de seguridad pública
exhibió cómo se desenvolvieron estos procesos y cómo el Estado abordó las problemáticas de una forma no
solo unicausal sino también unidireccional y desproporcionada. La ausencia de políticas públicas dirigidas a
superar las barreras estructurales que tienen las travestis y mujeres trans -y no solo ellas en el colectivo
LGBTTTIQ- convive con la decisión política de eludir la implementación de medidas de acción positiva, como
la Ley 14.783 impulsada por Amancay Diana Sacayán87 y sancionada en septiembre de 2015, que aún no
fue reglamentada por el Ejecutivo provincial y garantiza una proporción no inferior al 1% de los cargos
disponibles en el sector público bonaerense para la población de “personas travestis, transexuales y
transgénero”.
Las “políticas de austeridad” y las reformas estructurales implementadas en materia económica, de
seguridad social y al nivel de las políticas sociales en los últimos años en nuestro país -como la eliminación o
fusión de programas asistenciales- pusieron en jaque algunos avances logrados en materia de protección
social para aquellas personas que tienen un vínculo débil con el mercado laboral formal, como las travestis y
mujeres trans (Espacio de Economía Feminista de la Sociedad de Economía Crítica, Red de Feministas del
Sur Global DAWN y CELS, 2018), pauperizando aún más sus condiciones de vida y dificultando su
desestructuración.
87
Diana Sacayán era una activista travesti que formaba parte del Movimiento Antidiscriminatorio por la Liberación (MAL). Fue asesinada el
11 de octubre de 2015 mientras se desarrollaba en la ciudad de Mar del Plata el Encuentro Nacional de Mujeres. A partir de un impulso de
organizaciones y activistas trans y travestis y del movimiento LGBTTTIQ, y la querella representada por su hermano Say Sacayán y la
abogada lesbiana feminista Luciana Sánchez –que coexistía con la acusación fiscal y la querella del INADI- por primera vez, se calificó a un
crimen de odio como travesticidio por la justicia argentina: su asesino, Gabriel David Marino, fue condenado a prisión perpetua.
80
La decisión de la provincia de Buenos Aires de asumir la competencia en la persecución criminal del
“narcomenudeo” a través de la desfederalización y de crear toda una arquitectura institucional para ello, ha
servido como instrumento para incrementar el encarcelamiento de los eslabones más endebles en la cadena
de tráfico de drogas y exhibir cierta eficacia y eficiencia en la “lucha contra el narcotráfico” -uno de los
estandartes en la campaña electoral presidencial de 2015- simulando la indistinción de estándares para
criminalizar a grandes, medianos y pequeños “narcos”, que se desnuda al ver quiénes hacinan las unidades
penitenciarias bonaerenses. Según datos oficiales, hay 46.904 personas privadas de la libertad a disposición
del Poder Judicial provincial y el 9% de la población está detenida por conductas presuntamente delictivas
asociadas al microtráfico de drogas, después del “robo agravado por uso de arma” (32%) y el “homicidio”
(10%) (RUD, 2017). Sin marginar del análisis que la publicitación de estadísticas en materia de
estupefacientes está orientada por los intereses institucionales que las construyen (Bombini, 2017), se ha
advertido una tendencia en la justicia penal provincial respecto a la justicia federal de optar por calificaciones
más gravosas en los procesos penales contra quienes son alcanzados por la competencia en el marco de la
desfederalización en tanto parte del incremento de la persecución de la “comercialización de estupefacientes”
podría explicarse por el descenso en la judicialización por “tenencia simple” –u otras figuras como el cultivo-
(Corda, 2011; Martínez, 2014).
La formación de paroxismos asociados al paradigma de las “nuevas amenazas” (narcotráfico,
terrorismo internacional, trata de personas, crimen organizado, etc.) a partir de la asunción de la coalición
gobernante Cambiemos en diciembre de 2015, intensificó la convergencia de discursos belicistas y de ley y
orden para afrontarlos, junto a un proceso de securitización de cuestiones sociales -como las reformas a la
legislación migratoria- y de restauración punitiva a través de la incorporación de las Fuerzas Armadas en
cuestiones de seguridad interior para actuar en nombre del Estado contra el crimen organizado88 o el estímulo
y defensa a ultranza por parte de funcionarias/os del Ejecutivo nacional y provincial de crímenes cometidos por
el accionar de las fuerzas de seguridad.
La gran mayoría de travestis y mujeres trans detenidas en cárceles federales o provinciales son
detenidas por presuntas infracciones a la Ley de drogas asociadas a roles fungibles, visibles, inferiores,
riesgosos y no violentos en las redes de comercialización, una realidad que comparten con las mujeres cis y
lesbianas -como la prevalencia de migrantes latinoamericanas, la clase social, etc.- no solo en Argentina
88
Por intermedio del decreto 683/18, el Poder Ejecutivo Nacional incorporó un paradigma abandonado desde los primeros años de
democracia alfonsinista –que escindía defensa y seguridad interior- y vuelve a poner en riesgo el gobierno civil de las Fuerzas Armadas.
81
(CELS, Ministerio Público de la Defensa de la Nación y PPN, 2011; PPN, 2017, 2018), sino también a escala
latinoamericana (AA.VV., 2016) y a nivel mundial (ONU Mujeres, 2014; IDPC, 2015). Estos datos
interpretados conjuntamente exhiben la intersección entre géneros, raza y clase en el impacto diferencial de las
políticas de drogas y sobre quienes recaen las consecuencias devastadoras de las políticas prohibicionistas,
belicistas y represivas en materia de drogas ilegales: durante esta última década se pudo identificar al colectivo
de travestis y mujeres trans como parte de un nuevo blanco predilecto de estas cruzadas represivas.
En el ámbito penitenciario federal hay un crecimiento sostenido de la tasa de encarcelamiento de
mujeres trans y travestis -con un fuerte componente de migración latinoamericana- y del uso diferencial de la
prisión preventiva al menos desde el año 2015 (PPN, 2017, 2018): según la información más reciente
proveída por la administración penitenciaria federal, la inmensa mayoría no tiene condena firme por causas
vinculadas a la Ley 23.737 y, en menor medida, por delitos contra la propiedad privada o la vida (MPF, 2018).
En territorio bonaerense, las travestis y mujeres trans circulan por dependencias policiales o de tránsito
penitenciario y culminan el circuito de encierro en cárceles para varones (cis) donde son segregadas en
pabellones específicos de la unidad penitenciaria. Existen clasificaciones como los pabellones 2 (“diversidad
sexual”; antes de “homosexuales”) y 11 de la Unidad N°32 de Florencio Varela donde son alojadas junto a
“homosexuales”, “bisexuales” o “refugiados”89 que pueden ser -o no- sus parejas; el pabellón 10 de la Unidad
N° 2 de Sierra Chica o la Alcaidía penal de Batán (Ex Unidad N° 44; el pabellón A es el destinado a la
“población trans”), a pocos kilómetros de la ciudad de Mar del Plata, donde coexisten diversos enclaves de
prostitución -con fuerte presencia de mujeres trans y travestis migrantes latinoamericanas- y parecerían darse
algunos elementos similares a lo analizado en la presente investigación90 que merece su particular atención.
La existencia de las trans y travestis en prisión suele venir acompañada no solo de sistemáticas violaciones a
los derechos humanos derivadas del contexto de encierro y la administración penitenciaria de la vida en la
cárcel, sino que también se evidencian una serie de problemáticas diversas y específicas en función de un
matriz penitenciaria –y judicial- cisnormativa como las negativas u obstáculos para el ingreso y uso de
89
Son aquellos que verían agravadas sus condiciones de detención si fuesen alojados junto al resto de la “población masculina” como los
condenados por delitos sexuales. Según el Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP), la Unidad N°32 de
Florencio Varela es la tercera con más sobrepoblación en el SPB: tiene capacidad para 466 personas y aloja a 862 lo que indica un 85%
del nivel de sobrepoblación (SNEEP, 2017).
90
Recientemente, luego de varios meses de operativos vinculados a infracciones a la Ley 23.737 en algunas “zonas rojas” de Mar del
Plata, el diputado nacional oficialista Guillermo Montenegro se comunicó con la Dirección Nacional de Migraciones para que participen en
las acciones junto al resto de las fuerzas policiales ante la “preocupación porque ya no existe una oferta de sexo. Hay permanentemente
una venta de estupefacientes” (0223, 01 de diciembre de 2018).
82
cosméticos, el establecimiento de regímenes de visitas solo en función de vínculos biológicos, la discontinuidad
en los tratamientos hormonales y la falta de atención adecuada para personas con VIH u otra enfermedad
crónica, la sobreexposición a las violencias en los traslados, las requisas vejatorias, etc. (AA.VV., 2016). Como
consecuencia directa e indirecta de la detención por presuntas infracciones a la Ley 23.737, han fallecido por
causas evitables solo en el año 2017 y bajo custodia estatal, Pamela Macedo Panduro, Angie Velásquez
Ramírez, Brandy Bardales Sagama y Damaris Becerra Jurado91 (Otrans, 2017). En el marco de un proceso
de restauración neoliberal en Argentina y en la región que precariza aún más sus existencias, la idea de
travesticidio social, tal como denuncian desde las organizaciones de mujeres trans y travestis, cobra cuerpo en
Shirley y en tantas otras que desbordan las coordenadas geográficas y los límites de este trabajo.
Analizar la persecución penal contra las mujeres y trans y travestis -mayormente, migrantes
latinoamericanas- en la “zona roja” de la ciudad de La Plata permitió reconocerle sus propias particularidades
en una atmósfera en la cual las acciones de la policía y la administración de justicia penal gozan de una
legitimidad que, como intentamos exhibir, está repleta de irregularidades y limitaciones: el expediente penal
escrito como creación depositaria de significaciones y representaciones parciales, es un instrumento
ordenador en la judicialización del castigo.
Por otro lado, también pudo identificarse una serie de mutaciones que impiden el uso de perspectivas
de análisis inertes. Si bien subsisten prácticas particulares sobre las mujeres trans y travestis en la gestión
diferenciada de los ilegalismos –como la hostilidad y/o violencia policial, la exigencia de coimas, imputaciones
fabricadas, registraciones institucionales arbitrarias, violación a garantías procesales, etc.-, los procedimientos
policiales representados en los expedientes han mutado a partir de la combinación de iniciativas de
organizaciones -como Otrans- u organismos de derechos humanos y pronunciamientos judiciales que
invalidaron las irregularidades, discriminaciones y violencias ejercidas sobre la población de mujeres trans y
travestis y también por decisión de quienes intervienen en su coordinación y validación en la administración de
justicia penal y el Poder Ejecutivo provincial. En los últimos meses, ya casi no existen procedimientos masivos
judicializados y han predominado las investigaciones que involucran no a decenas de personas sino más bien
a una o pocas personas priorizando la individualización pormenorizada y ahorrando descripciones y
formulaciones que impidan identificarlas. También se han sofisticado al incorporar un biombo -no ya una
91
Exceptuando el caso de Brandy –que murió a causa de un paro cardiorrespiratorio, luego de ser hospitalizada con posterioridad a un
allanamiento en búsqueda de drogas en su domicilio-, el resto de las trans y travestis estaban privadas de la libertad por infracciones a la
Ley 23.737, con prisión preventiva y sin condena firme y fallecieron por complicaciones derivadas de su estado de salud, las pésimas
condiciones de detención y la inacción del Poder Judicial y el Ejecutivo provincial ante reclamos de la organización Otrans.
83
frazada- y una oficial trans -al menos durante un periodo-, mayor tecnología –que se traduce en mejores
registros fotográficos y calidad probatoria-, logística –como la participación de canes “rastreadores de
narcóticos”- y otro lenguaje: ya no se habla en los expedientes de “travestidos” sino más bien de “sujetos
transgénero” aunque persiste la violación a la identidad de género y se las continúa identificando con sus
nombres registrales.
Quienes ejercen la defensa técnica de las mujeres trans y travestis detenidas con prisión preventiva
por procesos penales durante el año 2017 y 2018, tienen que sortear junto con sus asistidas la disyuntiva
extorsiva que muchas veces propone la administración de justicia penal local: o acuerdan un juicio abreviado -
que anticiparía una condena pero podría facilitar el acceso a alguna clase de salida anticipada de la privación
de libertad con antecedentes penales- o se someten al riesgo de una condena o absolución en juicio oral,
público y contradictorio para el año 2020 o 2021, generalmente, en contextos de encierro. La sustanciación de
un juicio oral ofrece otro contexto de enunciación y puede contribuir a la desformalización y
descontextualización de lo construido como verosímil en el expediente penal a través de procedimientos
policiales y convalidaciones judiciales con ciertos rasgos estandarizados y, habitualmente, sin testimonios
interpretados como favorables a las versiones de las mujeres trans y travestis: la rutinización del accionar
policial en la “zona roja” puede operar como una suerte de contraindicación punitiva al dificultar la
reconstrucción -o redefinición- de los hechos incriminatorios individualizados y construidos en cientos de hojas
algunos años antes92. Esta dificultad también interviene en el abordaje epistemológico que se pueda hacer
desde las ciencias sociales y, en particular, desde los estudios de la administración de justicia penal.
Las diferentes modalidades e intensidades de violencias y prácticas realizadas por la policía no son
producto de valores aislados ni una continuidad de metodologías represivas ontológicamente asignadas, sino
más bien que están validadas por valores sociales, culturales y representaciones profesionales construidas en
relaciones con otros actores (Garriga Zucal, 2016), como la administración de justicia penal, la dirigencia
política, los medios de comunicación, sus pares o “los vecinos” y el sostenimiento de una realidad parcial y
desdibujada que invisibiliza sus condiciones de producción. Los conflictos penales asociados a infracciones a
la Ley 23.737 que involucran a mujeres trans y travestis de la “zona roja” forman parte de un complejo
92
Esto sucedió en un juicio oral seguido por dos imputaciones de “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización” (Art. 5, Inc C,
Ley 23.737) contra Oriana Davila Jelvert Huatangari, quien fue inicialmente aprehendida en la “zona roja” en 2015 y 2017. Fue absuelta
ante la ausencia de elementos incriminatorios, la falta de correspondencia entre lo relatado en el expediente por los testigos de
procedimiento y lo manifestado en forma oral y la precariedad de memoria y certeza policial (Tribunal en lo Criminal N°3 de La Plata,
sentencia en causa nº 4788 y 5053 del 1 de junio de 2018).
84
entramado que las sitúa en el epicentro de las responsabilidades de una multiplicidad de problemáticas
sociales que afectan la propiedad privada, la vida o la “tranquilidad barrial”, codificadas por un escrutinio parcial,
securitario, racial y cisheterocentrado que habilita una amplia variedad de prácticas que no se permiten en
otros contextos ni tampoco en otros cuerpos e identidades.
El recrudecimiento de las violencias contra las mujeres, travestis y mujeres trans -y contra el colectivo
LGBTTTIQ, en general- en la región latinoamericana, que atraviesa una reconfiguración de su escenario
geopolítico y un retroceso en materia de promoción y protección de los derechos humanos, se enmarca en
una avanzada neoliberal, conservadora y autoritaria con la moral sexual y el fortalecimiento de la represión
como algunos de sus ejes rectores. Durante el año 2018, proliferaron iniciativas estatales para regular la
“convivencia vecinal” en provincias como Mendoza o ciudades como La Plata93, que profundizan las
desigualdades en el acceso y uso del espacio público y enfatizan la persecución a trabajadoras/es sexuales,
pretendiendo vigilar y castigar, a través de la coerción estatal, a quienes se inscriben y practican una
sexualidad por fuera de marcos identitarios binarios y/o asignadas en el campo de la inmoralidad.
Este escenario conservador coincide con la penetración en los feminismos de consignas y acciones
impulsadas por “feministas radicales” –conocidas como RadFem, por sus siglas en inglés- que pretenden
excluir la participación de las trans y travestis en lugares que se han ganado en estos movimientos a fuerza de
luchas, empujones y solidaridades con argumentos vetustos cruzados por determinismos biológicos, que
refuerzan los cimientos legitimadores de las violencias trans travesti odiantes: este ejercicio académico fue
realizado mientras se desarrollaban esta clase de tensiones y se debatía la necesidad política de pasar del
“Encuentro Nacional de Mujeres” al “Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans,
Bisexuales y No binaries” -impulsada, sobre todo, por sectores del activismo trans y travesti y los movimientos
indígenas aliados con diferentes expresiones de los feminismos- en el marco de las asambleas previas a la
edición 34° del Encuentro, a desarrollarse en la ciudad de La Plata. Hay resistencias en un movimiento travesti-
trans que se va fortaleciendo y otros activismos que van adquiriendo mayor sensibilidad política y capacidad
93
El Código Contravencional de Mendoza fue sancionado en octubre de 2018. Inicialmente, penalizaba la transmisión de VIH, figura
finalmente descartada en pleno debate legislativo y luego de fuertes repudios y movilizaciones. Sin embargo, sumerge al trabajo sexual en
la clandestinidad al penalizar el intercambio de sexo por dinero. Por su parte, el intendente de la ciudad de La Plata busca sancionar
durante el 2019 un nuevo “Código de Convivencia” que no solo penaliza con multa y/o arresto a quien “ofreciere, solicitare, negociare o
aceptare directa o indirectamente servicios sexuales retribuidos, en el espacio público” (Art. 216) sino también que criminaliza la protesta
social -y diferentes formas de manifestación política- y a sectores de la economía popular que trabajan en la vía pública. La implementación
de esta normativa estaría en manos de la reciente “Guardia Urbana de Prevención”, una fuerza de seguridad municipal creada hacia fines
de 2018 con facultades signadas por amplios márgenes de discrecionalidad y arbitrariedad y cuestionada por entrometerse en tareas
reservadas a las fuerzas policiales provinciales, entre otras cuestiones.
85
de reacción para poder superar las fronteras de la indiferencia y la fuerza de los deseos sociales de calabozo y
exterminio sin nunca olvidar que aún hay muchas tras las rejas.
86
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