191 29DTO MC 10, 35-45 Santiago y Juan Piden Los 1ros PUESTOS Is 53,2a.3a.10-11 Heb 4,14-16

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29vo Domingo T. O. Ciclo B Par (Is 53, 2a.3a.

10-11; Heb 4, 14-16; Mc 10, 35-45)

INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO


✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de
todos los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi mente
y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar, sorprender,
seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del Padre.
Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: HAZME SERVIR CON TU AMOR A TODOS”
 «Fronteras de Samaria, Judea. “Concédenos lo que te vamos a Pedir”».
 «No sabéis lo que pedís. Beberéis la copa que yo he de beber y seréis
bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado».
 «Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo, sino que es para quienes está reservado».
 «El que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor; y el
que quiera ser el primero entre vosotros que sea esclavo de todos».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Sal 16, 6. 8
Yo te invoco porque Tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme.
Monición de entrada
La Eucaristía es el memorial del sacrificio de Cristo en la cruz. Por eso, seguir a Jesús
supone recorrer el mismo camino que hizo Él: un camino de amor, humildad y
obediencia a la voluntad de Dios, hasta entregar la propia vida. Pero no tengamos
miedo, mantengamos la fe en aquel que sabe bien de nuestras debilidades e intercede
constantemente por nosotros ante el Padre.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
Misa del Domingo: XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B. 20 de Octubre 2024
«Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti» (sal.
resp.). Esta misericordia de Dios nos vino, como nos anunció el profeta Isaías, por medio
del siervo «que justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos» (1 lect.).
Esa profecía se cumple plenamente en nuestro Señor Jesucristo, «probado en todo,
como nosotros, menos en el pecado» (2 lect.), pues «el Hijo del hombre no ha venido a
ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos». Desde ahí tenemos que
estar dispuestos a compartir los sufrimientos de Cristo para la salvación del mundo,
haciéndonos servidores de los demás (Ev.).
Tenemos aquí entre nosotros un Sumo Sacerdote capaz de sentir nuestras debilidades y
que fue tentado de todos las formas como nosotros somos tentados, aunque no tuvo
pecado. Que con su gracia y misericordia, el Señor Jesús esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.
✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme poder amarte.
✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.
1. El Poder es peligroso
¿Han notado ustedes cómo en su campaña para un puesto o cargo público la mayoría de
los políticos emplean la palabra “servicio”? Ponen mucho énfasis en que quieren ser los
servidores del pueblo, y ser elegidos para poder servir. Pero, una vez han sido ya
elegidos, ¿a quién sirven? La mayoría, por lo general, se sirven primeramente a sí
mismos y después obligan al pueblo a servirles.--- Nunca debiera ser ésta la forma de
actuar de la Iglesia. Los cristianos encargados de algún ministerio en la Iglesia y también
los fieles ordinarios deberían tener la ambición de servirse los unos a los otros y, de esta
manera, servir a Dios. Así actuó Jesús. Le pedimos hoy a él que sepamos seguir su
camino.
2. Grandeza por medio del servicio
No los que mandan como amos, ni los que buscan puestos de honor, promoción,
privilegios, diplomas y medallas, son grandes conforme a los estándares de Jesús, sino
los que saben servir. Servir es la “carrera” del cristiano. El siervo está a disposición de
todos, comprende las debilidades de los demás, y los ve en sí mismo. Servir es a veces
doloroso, pero solamente los que son capaces de sacrificarse por los demás y que no
huyen de las dificultades tienen algo que contribuir al mundo. Aceptan ser como semillas
que mueren para dar vida. Pidámosle a Jesús, que está aquí con nosotros, que nos
ayude a servir con y como él.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
¡Cómo queremos que los demás nos sirvan! Pidamos al Señor y a los hermanos que nos
perdonen de corazón. (Pausa)
Señor Jesús: Tú nos dices: Yo, su Señor y Maestro, vine no para ser servido sino para
servir.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús: Tú nos aconsejas no imitar a los altos y poderosos que hacen sentir al
pueblo qué poderosos son.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús: Tú nos aseguras que, si queremos ser grandes, tenemos que servirnos los
unos a los otros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovacion perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de las
misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a nuestros
hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una verdadera
contriccion en nuestro propio corazón, una confesión sincera. !Dios Padre! en el nombre
de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a Cristo como
nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él, caminar por
Él y gozar en Él. Amén.
En tu bondad, perdónanos, Señor, y danos la actitud interior y la fuerza para servir a los
otros desinteresadamente y con amor. Y llévanos a la vida eterna.
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten
piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que
estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque solo Tú eres Santo,
solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios
Padre.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Dios todopoderoso y eterno, haz que te presentemos una voluntad solícita y estable, y
sirvamos a tu grandeza con sincero corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.
Dios todopoderoso y eterno, concédenos permanecer fieles a tu santa voluntad y
servirte con un corazón sincero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
Contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Isaías 53, 2a.3a.10-11
Servicio con Sufrimiento. El cuarto canto de Isaías sobre el Siervo Sufriente se
cumple plenamente en Jesús. Con humildad y compasión, cargó sobre sí
nuestros pecados y así posibilitó que nosotros sepamos servir a Dios y a los
hermanos.
El Siervo del Señor
2 creció ante el Señor como un retoño, como raíz en tierra árida.
3 Despreciado, rechazado por los hombres, abrumado de dolores y familiarizado con el
sufrimiento.
10 El Señor lo quebrantó con sufrimientos. Por haberse entregado en lugar de los
pecadores, tendrá descendencia, prolongará sus días y, por medio de él, tendrán éxito
los planes del Señor.
11 Después de una vida de aflicción comprenderá que no ha sufrido en vano. Mi siervo
traerá a muchos la salvación cargando con sus culpas.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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• Esta perícopa refiere en síntesis el mensaje teológico y espiritual del «cuarto canto del
Siervo de YHWH». Este título tiene un sentido honorífico en la Biblia: se refiere a un
hombre elegido previamente por el Señor para ser instrumento de su obra de salvación.
Con todo, la acción del misterioso personaje, que da nombre a los cuatro cantos del
Segundo Isaías, parece abocada desde el principio, no sólo al fracaso, sino también a la
incomprensión y a la ignominia (cf. vv. 2a. 3a). Se le considera castigado por Dios
precisamente mientras cumple la misión que le ha sido confiada (v. 1), una misión que
consiste en cargar «sobre sí» las consecuencias del pecado de todos (v. 1 Ib), es decir,
«el castigo que nos procura la salvación» (v. 5).
Los vv. 10 ss, en particular, revelan que todo lo que se lleva a cabo mediante el
sufrimiento aceptado con docilidad por el Siervo inocente (vv. 8a.9a) es voluntad de
Dios, su proyecto amoroso: de este modo realiza el Señor la salvación. No se trata tanto
de la liberación de los enemigos o de otras dificultades como de la «expiación de los
pecados». En efecto, el Señor saca al hombre de la condición mortal causada por el
pecado y lo introduce de nuevo en la comunión con él. La ofrenda de la vida del Siervo
de YHWH se convierte en expiación; sin embargo, aquel que es Amor no dejará sin
recompensa el sacrificio de quien amó hasta asumir «el pecado de muchos» (semitismo
para indicar «todos»): a su sufrimiento se le promete una gran fecundidad («tendrá
descendencia ») y -de un modo que el profeta todavía no es capaz de precisar- su
muerte se transformará en vida, su «noche» en luz, su extrema soledad en conocimiento
de amor, o sea, en comunión bienaventurada con Dios (vv. 10b. 11b).
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El mensaje del siervo del Señor consiste en que su figura tiende un puente entre la
humillación y la exaltación. Concentra en sí toda la historia de la salvación, que saca al
hombre de servidumbre y lo sitúa en vida plena. El Señor se revela en ese movimiento,
tanto en su origen como en su meta. La oración del inocente tiene audiencia; es
mediación atendida, salvadora; servicio infinito a la humanidad en servidumbre.
✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 32,4-5.18-19.20 y 22
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; Él ama la justicia y
el derecho, y su misericordia llena la tierra.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia,
Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
✞ ✞ ✞ Segunda lectura: Hebreos 4, 14-16
Jesús, nuestra Fortaleza en la Debilidad. Jesús comprende nuestra debilidad,
porque se encarnó como ser humano igual que nosotros. Él es nuestra fuerza y
ayuda, porque es el Hijo de Dios.
Hermanos:
14 ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un sumo sacerdote eminente que ha
penetrado en los cielos, mantengámonos firmes en la fe que profesamos.
15 Pues no es él un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas,
sino que las ha experimentado todas, excepto el pecado.
16 Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, a fin de alcanzar
misericordia y hallar la gracia de un socorro oportuno.
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• El tema del sacerdocio de Cristo tiene una importancia central en la carta a los
Hebreos; en este pasaje se pone de manifiesto el aspecto de la compasión, introducido
precedentemente (2,17ss) y desarrollado después en el capítulo 5. El autor sagrado nos
exhorta a mantener una fe firme y perseverante y una confianza plena en la misericordia
divina, que va más allá de nuestras «flaquezas», más allá de las heridas causadas por el
pecado. En efecto, Cristo realiza aquello que durante siglos había permanecido como un
rito simbólico: el sumo sacerdote atravesaba, el gran «día de la expiación», el espeso
velo que delimitaba el santo de los santos en el templo, para comparecer ante la
presencia de Dios y ofrecerle el sacrificio expiatorio por los pecados del pueblo. Ahora,
Cristo «ha penetrado» no en una tienda, sino «en los cielos», es decir, ha penetrado en
la trascendencia de Dios con la ofrenda de su propia sangre como sacrificio perfecto
(9,11-14) y se ha sentado en su «trono» (v. 16; cf. 10,12 y Ap 3,21). Estas afirmaciones
atestiguan la divinidad de Cristo y, sin embargo, no lo alejan de nosotros, no lo hacen
inaccesible, incapaz de comprender los sufrimientos y las tribulaciones de los hombres.
El v. 15 nos revela su plena humanidad, puesto que «ha experimentado todas» las
flaquezas como nosotros, aunque no tenía pecado. Precisamente por eso puede Cristo
rescatarnos del pecado a nosotros, a quienes no se avergüenza de llamarnos hermanos
(2,11), y puede darnos la alegría de acercarnos al trono de Dios con la certeza de que su
señorío es omnipotencia de amor, gracia inagotable para socorrer a cuantos recurren a
él en el momento de la prueba (v. 16).
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En la Iglesia el sacerdocio no es un privilegio o una excepción, sino una participación


total en el esfuerzo humano. Sólo en Jesús encontramos el único sumo sacerdote que
cuenta, ya que él ha compartido toda la debilidad humana menos el pecado y nos ha
logrado la salvación que esperamos.
✞ ✞ ✞ Aleluya:
Aleluya Mc 10, 45
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Hijo del hombre ha venido a servir y dar su vida en rescate por muchos.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que
anuncies dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo”
✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Marcos 10, 35-45
Sirviendo con Jesús. La grandeza del cristiano consiste en su humilde servicio.
Podemos aprender esto de las palabras y ejemplo de Jesús.
En aquel tiempo,
35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se le acercaron y le dijeron: -Maestro,
queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.
36 Jesús les preguntó: -¿Qué queréis que haga por vosotros?
37 Ellos le contestaron: -Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en
tu gloria.
38 Jesús les replicó: -No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa de amargura que yo
he de beber o ser bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado?
39 Ellos le respondieron: -Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: -Beberéis la copa que yo
he de beber y seréis bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado.
40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que
es para quienes está reservado.
41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
42 Jesús les llamó y les dijo: -Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las
gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen.
43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros que sea
vuestro servidor;
44 y el que quiera ser el primero entre vosotros que sea esclavo de todos.
45 Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida
en rescate por todos.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

Evangelio del Domingo: Jesús vino para servir


¿Qué habrá motivado a Juan y Santiago a hacer este pedido a Jesús? Ellos dos, junto a
Pedro, participaron de momentos muy intensos con el Señor. Por ejemplo, cuando
subieron a la montaña y delante de ellos Él se transfiguró. ¿Tal vez se hicieron la idea de
que estaban destinados a tener algún tipo de prerrogativa sobre los demás? El Señor
Jesús había hecho ya varios anuncios de que estaba próximo el tiempo de subir a
Jerusalén donde tenía que padecer, morir y al tercer día resucitar. Parecería que estos
anuncios les dieron la sensación de que se acercaba un momento importante en el que
Cristo, el Mesías, iba a manifestar su poder y gloria. Y ellos querían estar cerca de Él.
¿Anhelo de grandeza? ¿Búsqueda de poder o autoridad sobre los demás? No lo sabemos,
pero ciertamente algo había en la mente y corazón de estos dos apóstoles que nubló su
juicio y aspiraciones.
Jesús da una muestra más de que su paciencia y amor por nosotros son infinitos. Fiel a
su reverencia y respeto por las personas, les hace unas preguntas y comentarios como
para que tomen conciencia de lo desencaminadas que están en sus pretensiones. Los
otros 10 se incomodan por el diálogo, pensando quizás que Juan y Santiago obtendrían
algún tipo de poder especial. Esta escena nos muestra lo humana y frágil que fue la
comunidad de los apóstoles de Jesús. Hombres pecadores como nosotros, con sus
inconsistencias y fragilidades, encuentros y desencuentros, y que sin embargo son las
columnas de la Iglesia. En medio de ellos el Señor, paciente y lleno de caridad, no se
cansa de educarlos y ayudarlos a purificarse —como a nosotros— para que poco a poco
brille con mayor intensidad, aunque no entendieran muchas cosas, el amor que tenían
en sus corazones.
El Maestro da entonces una lección que pone en cuestión la manera de pensar de sus
discípulos hace 2000 años y lo sigue haciendo hoy. Las palabras de Jesús muestran
hasta qué punto pueden ser contrapuestas la visión de Dios y la visión del hombre
enceguecido cuando no encadenado por la soberbia y el poder. Donde muchas veces
vemos grandeza en realidad hay esclavitud; donde buscamos libertad y señorío en
realidad nos esperan grilletes y cadenas. Por el contrario, donde tal vez pensamos que
estamos disminuyendo nuestra libertad, en realidad la estamos ganando; donde
parecería que venimos a menos, en realidad alcanzamos la auténtica grandeza humana.
Esta enseñanza del Señor tiene un fundamento indestructible. No sólo desde el punto de
vista lógico o argumentativo, sino sobre todo desde el punto de vista existencial, vital. A
diferencia de muchos maestros de su tiempo, Jesús enseña con el ejemplo. No es un
legislador que nos dice “hagan esto o aquello”, sino que nos dice: “hagan como Yo he
hecho, sigan mis huellas, vengan detrás de Mi”. Si quieren ser los primeros, sean los
siervos de todos, «porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para
servir y dar su vida en rescate por todos».
Para comprender mejor lo revolucionario que es este “cambio de mentalidad”,
consideremos por un momento que quien nos habla es Dios mismo hecho hombre. El
amor, que es el corazón de la “revolución” de Dios, lo lleva a cumplir las profecías de un
modo absolutamente inesperado e imprevisible: viene Él mismo a salvarnos, haciéndose
uno de nosotros. Su amor es tan grande, infinito, que el “abajamiento” de Dios que se
hace hombre, su hacerse “siervo y servidor de todos”, es de proporciones cósmicas y
llega, como dice San Pablo, a la locura de la Cruz (ver 1Cor 1,18). La Palabra de Dios es
una roca maciza e inamovible, es inquebrantable, porque tiene “detrás”, como garante,
al Señor Jesús que corrobora su enseñanza con sus acciones y signos, con su vida sobre
la tierra.
Notemos que la conversión —el cambio de mente— al que Jesús nos llama, es radical. El
Señor marca claramente la distinción entre «aquellos a quienes se considera
gobernantes» que piensan de una manera y los discípulos a quienes dice: «Entre ustedes
no debe suceder así». No se trata, pues, de asumir una postura estratégica para
conseguir lo que queremos. Es decir, “hago de siervo de los demás para luego ser
grande, ser el primero”. Se trata más bien de cambiar la concepción mundana y soberbia
que podamos tener de lo que es la grandeza, de lo que es “ser el primero”. En el
Evangelio, ser siervo es ser grande; ser servidor de todos es ser el primero; la humildad
es lo primero y es la mayor grandeza a la que podemos aspirar. ¿Cómo lo sabemos?
Porque Jesús, el Señor, así lo hizo:
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición
divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su
porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de
cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y
toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre» (Flp 2,5-11).
Jesús, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir
Hay que pedirle a Jesús, Él es el camino para ir al Padre.
Jesús te escucha siempre, y aunque muchas cosas dice que le corresponden al Padre
Dios concederlas, lo que oye Jesús, lo oye el Padre, porque quien ha visto a Jesús, ha
visto al Padre. Tengamos puesta nuestra confianza en Jesús, que es Dios; y el Padre y Él,
Jesús, son Dios.
Aumenta tu fe, pidiendo.
Da un voto de confianza a Dios, pidiéndole todo lo que quieras, todo lo que necesitas,
todo lo que deseas. Y habla dentro de ti mismo de todo ello, en la intimidad de tu
corazón. Haz con Dios una amistad intocable, perdurable, ¡eterna! Dios no falla nunca,
Dios siempre te dará lo mejor.
Cuando Dios permite que algo malo te ocurra, es que te está evitando algo peor.
Acéptalo todo con la fe puesta en que todo lo que vives y tienes, es lo mejor, y pide, pide
a Dios consolación, ayuda, protección, y salir airoso de cualquier mal tiempo. Hay que
hacer como hicieron los apóstoles, y con confianza, pedir a Dios, a Jesús, lo que nos
gustaría; Él nos escucha y, si puede, lo hace, y si no puede, nos conforta. Tengamos el
ánimo en alza, porque Dios nos ama, porque Jesús murió por ti.
¡Aleluya!
Confiemos en Dios, en Jesús, que conoce al Padre; y en el Padre, que conoce al Hijo, y
dejémonos consolar por Dios Espíritu Santo, que nos ama tanto; ¡es Dios!, y Dios de
Amor.
Fe.
P. Jesús
«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor»
Rev. D. Antoni CAROL
Hoy, nuevamente, Jesús trastoca nuestros esquemas. Provocadas por Santiago y Juan,
han llegado hasta nosotros estas palabras llenas de autenticidad: «Tampoco el Hijo del
hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida» (Mc 10,45).
¡Cómo nos gusta estar bien servidos! Pensemos, por ejemplo, en lo agradable que nos
resulta la eficacia, puntualidad y pulcritud de los servicios públicos; o nuestras quejas
cuando, después de haber pagado un servicio, no recibimos lo que esperábamos.
Jesucristo nos enseña con su ejemplo. Él no sólo es servidor de la voluntad del Padre,
que incluye nuestra redención, ¡sino que además paga! Y el precio de nuestro rescate es
su Sangre, en la que hemos recibido la salvación de nuestros pecados. ¡Gran paradoja
ésta, que nunca llegaremos a entender! Él, el gran rey, el Hijo de David, el que había de
venir en nombre del Señor, «se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y
se hizo semejante a los hombres (…) haciéndose obediente hasta la muerte, y una
muerte de cruz» (Fl 2,7-8). ¡Qué expresivas son las representaciones de Cristo vestido
como un Rey clavado en cruz! En España tenemos muchas y reciben el nombre de
“Santa Majestad”. A modo de catequesis, contemplamos cómo servir es reinar, y cómo el
ejercicio de cualquier autoridad ha de ser siempre un servicio.
Jesús trastoca de tal manera las categorías de este mundo que también resitúa el
sentido de la actividad humana. No es mejor el encargo que más brilla, sino el que
realizamos más identificados con Jesucristo-siervo, con mayor Amor a Dios y a los
hermanos. Si de veras creemos que «nadie tiene amor más grande que quien da la vida
por sus amigos» (Jn 15,13), entonces también nos esforzaremos en ofrecer un servicio
de calidad humana y de competencia profesional con nuestro trabajo, lleno de un
profundo sentido cristiano de servicio. Como decía Santa Teresa de Calcuta: «El fruto de
la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz».
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debemos ejercer alguna autoridad.
Pongámonos a su servicio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para
mandar» (San Juan Bosco)
«Todo aquel que quiera hacer algo por los demás, tiene que servir. El verdadero poder
está en el servicio, y la vocación más grande que tienen una mujer y un hombre es la del
servicio» (Francisco)
«Los que ejercen una autoridad deben ejercerla como un servicio (…). El ejercicio de una
autoridad está moralmente regulado por su origen divino, su naturaleza racional y su
objeto específico. Nadie puede ordenar o instituir lo que es contrario a la dignidad de las
personas y a la ley natural» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.235)

EVANGELIO ORADO
MOTIVACIÓN
Dispongo mi corazón para escuchar la Palabra en este domingo, día del Señor y fiesta de
la comunidad cristiana. La oración es mucho más que mi esfuerzo por alcanzar a un Dios
que a veces percibo lejano. La oración es un encuentro vivo con Jesús, quien siempre me
espera y desea regalarme vida en abundancia. Solo puedo orar en el Espíritu; Él es quien
me ayuda y ora en mí. Si lo invoco, viene en ayuda de mi debilidad y pone palabras en el
silencio de mi corazón.
Jesús, que vive a la intemperie, confiando plenamente en el proyecto del Padre, me
invita a salir de mis seguridades y a confiar en todo momento. Esta invitación de Jesús
me produce vértigo, aparece el miedo y surge la crisis. «¡Cuán bien cuidado está el que
se fía de Dios!», nos dice el beato Francisco Palau (Carta 56). «¡Cuán bien hacen de
fiarse de Su Majestad!», nos dice santa Teresa (Conceptos del amor de Dios 5,3).
COMENTARIO ORANTE
¿Renuncia Jesús a su proyecto cuando crece la indiferencia de los suyos? ¿Rebaja su
propuesta de dar espíritu y vida a la humanidad? No; sigue adelante. Sus palabras
contienen vida y no las retira. Sus palabras aclaran los grandes interrogantes que
tenemos.
La fe en Jesús nace del encuentro con Él, un encuentro personal que toca el corazón y da
un nuevo sentido a la existencia. ¿Por qué seguimos a Jesús? ¿Qué razones tenemos
para seguirle?
En medio de la crisis, pueden abrirse caminos de fe. Podemos seguir confiando en sus
palabras de vida. «¡Oh Señor, Dios mío, y cómo tenéis palabras de vida, adonde todos
los mortales hallarán lo que desean, si lo quisiéremos buscar!» (Sta. Teresa de Jesús,
Exclamaciones 8,1).
PALABRA DE LOS MÍSTICOS
Escribe santa Teresa:
«Señor mío, no os pido otra cosa en esta vida, sino que me beséis con beso de vuestra
boca, y que sea de manera que aunque yo me quiera apartar de esta amistad y unión,
esté siempre, Señor de mi vida, sujeta mi voluntad a no salir de la vuestra» (Conceptos
del amor de Dios 3,15).
CANTO: «NO TENGAS MIEDO», Ain Karen. CD: Descálzate, nº 6.
ORACIÓN
Oramos con santa Teresa:
«Juntos andemos, Señor.
Por donde fuereis, tengo de ir.
Por donde pasareis, tengo de pasar» (Camino de perfección 21,6).
1 Contexto. La palabra se ilumina.
www.sanJeronimo.Brown,Fitzmyer,Murphy

Consecuencias para el discipulado. Incomprensión de Santiago y Juan (10, 35-


45). Un incidente subraya la terquedad de los discípulos. A la petición hecha por
Santiago y Juan (10,37), Jesús da tres respuestas: un lugar en el reino exige sufrimiento
(10,38-39); no es potestad de Jesús determinar la posición en el reino venidero (10,40);
el liderazgo en la comunidad de Jesús significa servicio (10,41-45).
35. Santiago y Juan: Sólo ellos, junto con Pedro, formaban el círculo íntimo entre los
discípulos (cf. comentario sobre 5,37); deberían haber sabido hacer una petición mejor
que la que hicieron.
Nosotros queremos que tú: En Mt 20,20 es la madre la que hace la petición,
probablemente un intento de Mateo para rebajar el carácter negativo del retrato de los
discípulos que hace Marcos.
37. concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria:
La petición se relaciona con la posición en el reino venidero. Quizá la imagen que tienen
en la cabeza es la de Jesús entronizado como juez escatológico, o (más probablemente)
como Mesías presidiendo el banquete mesiánico.
La petición recuerda la promesa de Jesús de que habría para ellos doce tronos (Mt 19,28;
Lc 22,28-30); aquí se trata de ocupar los puestos más honrosos (cf. Josefo, Ant., 6.11, 9 §
235).
38. beber la copa que yo beberé, o ser bautizados: Las imágenes de la copa y del
baño, en este contexto, se refieren al sufrimiento y a la muerte (cf. 1s 5 1,17-22; Sal
69,2-3.15). Cualquier significado eucarístico y bautismal que pueda haber en estas
imágenes se deriva de su significado primario como identificación con la pasión y muerte
de Jesús. Sobre la imagen de la «copa» en el relato de la pasión, cf. MC 14,23; 14,36.
Imagen típica del AT para significar tanto la prosperidad (Sal 23,5; 116,13; Jr 16,7) como
el infortunio (Sal 75,9; Is 51,17; Jr 25,15-18; Hab 2,15-16; Lam 4,21). Aquí es una figura
de la muerte que espera a Jesús (cf. Jn 18,11; Le 22,20; Heb 9,15) y que ambos
hermanos deberán compartir.
39. podemos: A la luz de la cobardía que manifestarán durante la pasión, esta
afirmación tan segura que hacen los discípulos resulta altamente irónica. Jesús les
responde con una promesa de martirio, de intenso sufrimiento que estará relacionado
con su propio sufrimiento.
Ser bautizados: Ser anegados por las calamidades (Sal 42,7; 69,2; Is 43,2) o
sumergirse en el fuego del juicio divino (Sal 11,6; cf. G. Delling, NovT 2 [1957], 92-115).
Sin embargo, los paralelos del AT resultan muy débiles, y la formulación de esta
sentencia revela el influjo de Mc 14,24.36.
40. no me toca a mí concederlo: Mt 20,23 asigna esta prerrogativa al Padre. El dicho
implica que Jesús está subordinado al Padre; por esta razón, fue explotado por los
arrianos en los debates cristológicos primitivos. No está de ningún modo claro para
quienes estaban reservados estos puestos.
Jesús sólo puede señalar el camino de la gloria mediante su propia muerte; sólo Dios
puede conceder esta gloria, al menos hasta que Jesús haya recibido la plenitud de su
autoridad mesíánica por medio de la resurrección.
Instrucción sobre la grandeza (10,41-45).
41. los otros diez se indignaron: Esta observación sirve para conectar las
enseñanzas sobre el liderazgo cristiano como servicio al relato precedente y convertirlas
en parte de la respuesta de Jesús a la petición de Santiago y Juan.
42. aquellos que son tenidos como jefes de las naciones: La ironía marca el
comienzo de la afirmación; los verbos «dominar» (katekyrieuosin) y «oprimir»
(katexousiazousin) son formas gráficas de describir el liderazgo como puro poder.
43. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor: Cf. 9,35.
El término clave en ambos pasajes es diakonos (lit. «el que sirve las mesas»); contrasta
duramente con la terminología de poder del versículo anterior.
Los discípulos habrán de invertir la práctica de los que están constituidos en autoridad,
que gobiernan sirviéndose de la fuerza; para ellos habrá de regir una nueva norma de
conducta: hacerse servidores de todos, cosa que será posible gracias a la misma misión
de servicio con que se ha presentado Jesús.
44. esclavo de todos: Aquí el término clave es doulos, una palabra mucho más
humillante que diakonos.
45. el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir: Esta parte del
versículo es una adecuada conclusión a las enseñanzas contenidas en 10,42-44; las
fundamenta en el ejemplo de Jesús.
El empleo del título «Hijo de hombre», que denota la autoridad de Jesús, refuerza la
paradoja de su voluntaria humildad, dar su vida en rescate por muchos: Esta expresión,
calcada sobre Is 53,10-12, esclarece el sentido del servicio de Jesús como muerte
expiatoria por todos los hombres. Las pocas veces que Jesús explica su misión echando
mano de Is 53, así como el hecho de que estos textos aparezcan tan sólo en la fuente de
Mc, ha hecho suponer a Jeremías que Jesús confió su revelación tan sólo a los discípulos
más allegados (J. Jeremías, The Servant of God [ed. rev.; Londres, 1965], 99-106).
Por otra parte, no es seguro que 10,45b, al igual que 14,24b, sea una expresión
auténtica del Señor; posiblemente se trata de una explanación cristiana a 10,45a a la luz
de la copa eucarística como participación en la muerte sacrificial de Cristo. Aunque así
fuera, ello no debilita el hecho evidente de que Jesús concebía su función mesiánica
como la del Siervo doliente de Dios (—> Aspectos del pensamiento neotestamentario,
78:11, 23).
Dar su vida como rescate por muchos: La expresión «dar la propia vida» se refiere al
martirio en 1 Mac 2,50; 6,44. Lytron, «rescate», comunica la idea de la liberación
mediante la compra de un cautivo, un esclavo o un criminal. La expresión «por muchos»
evoca 1s 53,11-12. Toda la oración presenta la muerte de Jesús como una acción que
realiza una liberación que no podría lograrse «por muchos » mediante el propio poder de
ellos.
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• Jesús camina con paso decidido hacia Jerusalén (10,32), hacia la pasión, y no deja sitio
a incertidumbres o componendas: revela una vez más a los suyos, que lo han dejado
todo para seguirle (10,28), el final de aquel camino (vv. 33ss); sin embargo, tampoco los
discípulos que le son más allegados comprenden, no son capaces de despojarse de las
expectativas y las ambiciones de gloria exclusivamente humanas; creen que su Maestro
es el Mesías esperado como triunfador y, atestiguándole su confianza, le piden tener una
parte digna de consideración en el Reino que va a restablecer (v. 37). Jesús examina a
estos aspirantes a «primeros ministros»; rectifica sus perspectivas, les indica con mayor
claridad que su gloria pasa antes que nada por un camino de sufrimiento (ése es el
sentido de las imágenes bíblicas de la «copa» y del «bautismo», a saber: sumergirse en
las aguas entendidas como olas de muerte). La disponibilidad que declaran, con ingenuo
atrevimiento, Santiago y Juan no basta aún para obtenerles la promesa de un sitio de
honor, porque la participación en la gloria de Cristo es un don que sólo Dios puede
otorgar gratuitamente (v. 40).
¿Y quién se hace digno de recibirlo? Jesús lo explica a los Doce, a quienes el deseo de
ser los primeros pone en conflicto, y a nosotros, que también aspiramos siempre un poco
al éxito y al poder: «No ha de ser así entre vosotros». Nos enseña que la realización
hacia la que debemos tender no ha de tener como modelo el comportamiento de los
«grandes» de este mundo, sino el de Cristo, siervo humilde glorificado por el Padre, que
es, al mismo tiempo, el Hijo del hombre esperado para concluir la historia e inaugurar el
Reino celestial. Éste es el modelo de grandeza que propone Jesús a los suyos: el humilde
servicio recíproco, la entrega incondicionada de uno mismo para el bien de los hermanos
(vv. 42-44).
www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini

Apendices de diakonía. El fragmento se compone de dos puntos sobresalientes. En


primer lugar, el tercer anuncio de la Pasión y resurrección (vv. 32-34): el acontecimiento
pascual compromete plenamente a Jesús, que se prepara para él y quiere preparar
también a sus discípulos. Éstos escuchan admirados y asustados el drama del Hijo del
hombre, que deberá padecer el suplicio de la cruz. Y, en segundo lugar, la absurda
petición de Santiago y Juan con sus consecuencias correspondientes (vv. 35-45): los
discípulos, en vez de concentrarse en el misterio pascual de Jesús, están replegados en
sus propios mezquinos intereses. Se verifica la misma incomprensión culpable o la
indiferencia manifestada en los dos anuncios precedentes, a lo que se añade ahora una
nota negativa ulterior del grupo, que se divide: Santiago y Juan por una parte, y los otros
diez por otra.
Las cosas sucedieron así: los dos hermanos habían lanzado una demanda pretenciosa,
consistente en ocupar los dos puestos de más prestigio. Pretendían un reconocimiento
que les confiriera autoridad y superioridad sobre los otros. En su petición observamos
dos errores macroscópicos: pretenden la «gloria» en un sentido muy humano (una
especie de póliza de seguros, un seguro de vida), y por eso se protegen para
garantizarse el futuro y, a continuación, se consideran mejores que los otros y
ambicionan un reconocimiento de su distinción, sin ofrecer nada a cambio o sin méritos
manifiestos.
Jesús les responde duramente, acusándoles de ignorancia (v. 38). Corrige su concepto
de gloria, demasiado humano, y les propone otro nuevo: inserta en él la realidad del
sufrimiento. Éste es el significado de la imagen del «bautismo» (una zambullida en la
oscuridad del sufrimiento antes de volver a salir a la luz de la gloria) y de la «copa»
(aceptación de lo que otro te ha preparado; cf. 14,36). Les pregunta a Santiago y a Juan
si están dispuestos a acoger la voluntad divina, aunque sea a través del desierto del
sufrimiento. A la pregunta sobre la disponibilidad para seguir el camino trazado
responden afirmativamente ambos hermanos. Jesús les confirma su voluntad. Santiago
será, efectivamente, el primer mártir entre los apóstoles (el año 44) y Juan atestiguará
con una fidelidad indómita su amor al Señor hasta que le llegue la muerte, ya muy
anciano. A la petición de la «colocación» Jesús les responde diciendo que no es tarea
suya asignar los puestos y remite, de una manera sutil, a Dios. El cambio es de 180
grados desde su exigencia («queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte»: v.
35) se pasa a la atención a la voluntad de Dios. Él dispone, Él determina.
Los dos quedan ahora instruidos sobre lo que deben hacer, pero su demanda tiene el
pesado contragolpe de una lacerante ruptura en la unidad del grupo apostólico, que se
divide ahora: dos contra diez. Jesús llama a los Doce, los acerca a su persona, casi para
transmitirles un calor afectivo antes de impartirles unas instrucciones claras. Les
propone un nuevo modo de ejercer la autoridad, pasando del autoritarismo a la diakonía,
al «servicio» a los otros. El que manda u ocupa puestos deprestigio no debe sobresalir, y
mucho menos explotar a los otros u obtener ventajas personales. El que esta en la cima
debe entregarse a los otros. Jesus no propone un mortificante igualitarismo y reconoce la
necesidad de que haya jefes que ejerzan una funcion de responsabilidad. Sin embargo,
cambia su funcion de una manera radical respecto a lo que sucede normalmente. El jefe
debe servir y estar disponible a los otros hasta la entrega de su propia vida.
¿Idealismo? ¿Fantasia? No, Jesus mismo es el modelo y el fundamento del nuevo
planteamiento de la autoridad. El es el superior (el Hijo del hombre) que pone su vida a
disposición de todos, es decir, de los inferiores. Su muerte en la cruz sera la marca de su
autoridad, que es servicio de amor. No por casualidad lo habia anunciado poco antes.
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Marcos 8:22 – 10:45. un resumen


Los discípulos están viajando con Jesús en su camino a Jerusalén. Al comenzar el viaje,
Jesús sanó un ciego que “fue restablecido, y vio de lejos y claramente á todos” (8:22-26).
Durante el viaje, los discípulos de Jesús no parecían ver claramente.
Tres veces Jesús predijo su muerte inminente:
• Después de la primera predicción, Pedro le reclamó (8:31-33), solo para ser reclamado
él también. Jesús procedió a enseñar a la multitud y a los discípulos, “niéguese á sí
mismo, y tome su cruz, y sígame” (8:34).
• Después de la segunda predicción, los discípulos discutieron acerca de cuál de ellos
era el mejor (9:34), después de eso, Jesús les enseñó que “Si alguno quiere ser el
primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (9:35).
• Entre la segunda y tercera predicción, Jesús les dice a los discípulos, “Empero muchos
primeros serán postreros, y postreros primeros” (10:31).
• Ahora, Jesús predice su muerte una tercera vez, diciendo: “He aquí subimos á
Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado á los príncipes de los sacerdotes, y á los
escribas, y le condenarán á muerte, y le entregarán á los Gentiles: Y le escarnecerán, y
le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará” (Marcos 10:33-
34). Ignorando por completo lo que Jesús ha dicho, Jacobo y Juan piden a Jesús un
asiento preferido “en tu gloria” (10:37). Jesús entonces les dice a los discípulos, “Y
cualquiera de vosotros que quisiere hacerse el primero, será siervo de todos” (10:44) –
después, Jesús lleva a cabo su propio sacrificio como modelo para todo discípulo (10:45).
Sin embargo, después de cada predicción, los discípulos continúan sin comprender la
predicción de la pasión ni la enseñanza de Jesús acerca el discipulado. Jesús es un
Mesías tan diferente al esperado que simplemente no “lo entienden.” Parece que sus
ojos espirituales han estado fijados en un lugar tanto tiempo que, ahora que el mesías se
encuentra a su alrededor, no pueden enfocar sus ojos para verle claramente.
Siguiendo esta historia de Jacobo y Juan, Jesús sanará otro hombre ciego que “cobró la
vista, y seguía á Jesús en el camino” (10:46-52). Las historias de los ciegos que recobran
la vista sirven para marcar alrededor de las historias de discípulos que no pueden ver.
Mientras que los doce discípulos fallan en ver, Marcos señala a Pedro, Jacobo, y Juan, el
círculo íntimo, para hacer una nota especial (8:31-33; 10:35-40).
Pedro seguramente fue una de las fuentes de Marcos para las historias en este
Evangelio, y puede haber sido la fuente de esta historia. Como uno de los Tres Grandes
(Pedro, Jacobo, y Juan – privilegiados por haber estado con Jesús en la Transfiguración y
en Getsemaní), estaría muy al tanto del intento de Jacobo y Juan para empujarle a un
lado – para disminuir los Tres Grandes a los Dos Grandes.
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Marcos 10:35-40. danos que en tu gloria nos sentemos a tu diestra y siniestra


“Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo” (v. 35a). Pedro, Jacobo, y Juan son el
círculo íntimo de Jesús. En varias ocasiones, incluyendo la Transfiguración (9:2-8) y en el
Jardín de Getsemaní (14:32-42), Jesús hizo que estos tres le acompañaran, excluyendo a
los demás discípulos.
“Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos” (v. 35b). Todo padre ha
oído, “¿Puedes hacer algo para mí?” – y un padre sabio determina qué es lo que se pide
antes de acceder. La manera en que Jacobo y Juan presentan su pedido refleja que
tienen sus dudas sobre ello.
“¿Qué queréis que os haga?” (v. 36). Ésta es la misma pregunta que Jesús pregunta
al ciego Bartimeo más tarde en este capítulo (10:51). Bartimeo responde pidiéndole a
Jesús que restaure su vista, y Jesús lo hace. Bartimeo entonces sigue a Jesús “en el
camino” (10:52). Como se anota arriba, la vista restaurada de Bartimeo se contrasta
dramáticamente con los ojos ciegos de los discípulos que han estado siguiéndole todo el
tiempo.
“Danos que en tu gloria nos sentemos el uno á tu diestra, y el otro á tu
siniestra” (v. 37). Recuerde que Jesús les acaba de decir a los discípulos que va a
Jerusalén a morir (10:33-34). Más tarde, los discípulos llegarán a comprender la “gloria”
de Jesús como algo que tiene que ver con su Pasión.
Algunos eruditos ven versículo 31 como una reclamación implícita hacia Pedro y creen
que Jacobo y Juan están utilizando esta reclamación como oportunidad de ganar ventaja
sobre Pedro, el tercer miembro del círculo íntimo de Jesús (France, 414). Cualquiera que
sea su motivación, está claro que estos hermanos – los Hijos del Trueno (3:17) – están
buscando los dos puestos de honor más altos y no hay espacio en su plan para incluir a
Pedro.
“Danos que en tu gloria nos sentemos” (v. 37a). En ese tiempo y lugar la gente
generalmente se reclinaba en sofás alrededor de una mesa baja para comer en
banquetes o festines. Cuando Jacobo y Juan piden sentarse al lado derecho e izquierdo
de Jesús en su gloria, se están imaginando a Jesús como un rey sentado en una mesa
con sus principales consejeros a su mano derecha e izquierda.
Nos es difícil imaginar como es que Jacobo y Juan pueden ser tan densos – tan
descuidados. Su intención está equivocada porque “están pidiéndole a Jesús que quepa
en sus planes” en vez de intentar ellos caber en el plan de Jesús (Luccock, 812). Jacobo y
Juan no solo han fallado en oír la predicción de Jesús sobre su muerte inminente, pero
también consideran este viaje a Jerusalén como una marcha mesiánica a la ciudad para
restaurarle su previa gloria davídica y para que Jesús pueda tomar el trono davídico.
Sería difícil para nosotros comprender como Jacobo y Juan podrían fallar en oír la clara
predicción de Jesús sobre su pasión – excepto que hoy vemos como cristianos oyen lo
que quieren oír en lugar de escuchar las palabras de Jesús en cuanto a llevar una cruz:
• En el Evangelio de la Prosperidad, con su apelación a creer y enriquecerse, enseña que
Jesús quiere que prosperemos – que vayamos en primera – que llevemos un Rolex y
conduzcamos un Mercedes. ¿Cómo es posible que alguien malentienda tanto a Jesús?
¿Cómo pueden fallar en oír su enseñanza sobre la cruz, servicio y sacrificio?
• Si examinamos nuestras propias oraciones, encontraremos mucho que se paralela al
pedido de estos dos hermanos. ¿Es el énfasis de nuestras oraciones adorar y alabar?
¿Dar gracias? ¿La confesión? Para la mayoría de nosotros, la oración consiste
principalmente de pedir – Señor, dame esto y Señor, dame eso. Nuestras oraciones no
son tan diferentes de este pedido de Jacobo y Juan.
Vale la pena anotar que Mateo y Lucas relatan que Jesús dijo, “De cierto os digo, que
vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando se sentará el Hijo del
hombre en el trono de su gloria, vosotros también os sentaréis sobre doce tronos, para
juzgar á las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28; Lucas 22:28-30).
“¿Podéis beber del vaso que yo bebo, ó ser bautizados del bautismo de que yo
soy bautizado?” (v. 38). En el Antiguo Testamento, “vaso” puede referirse a
bendiciones, juicio, o muerte. “Aquí, parece referirse no solo a la muerte pero a una
muerte dolorosa e inoportuna. Un uso similar de la metáfora vuelve a ocurrir en 14:36,
donde Jesús reza, ‘traspasa de mí este vaso'” (Hare, 129). El vaso pronto llegará a
representar “mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada” (14:24).
“Podemos” (v. 39a). Jacobo y Juan saben que Jesús les ha retado, y ellos recogen el
guante – aceptan el reto – sin entender las consecuencias. Más tarde, cuando Jesús es
arrestado, no serán tan valientes. Marcos nos dice, “dejándole todos sus discípulos,
huyeron” (14:50).
“A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis; y del bautismo de que soy
bautizado, seréis bautizados”(v. 39b). Alejado de la verdad es que Jesús prediga el
martirio para estos hermanos. Sus palabras también tienen sentido si señalan a la
persecución en vez de la muerte. Barclay dice que el verbo griego baptizein significa
zambullir o sumergir, y no siempre se refiere al agua. Por ejemplo, una persona en luto
se podría describir como sumergida en tristeza.
Santiago fue, por cierto, martirizado por Herodes de Agripa – “matado con la espada” en
vez de crucificado (Hechos 12:2). El destino de Juan es menos seguro. Por lo menos una
fuente relata su martirio, pero otra relata su muerte en Efesio ya en una anciana edad.
Hechos 4 relata su arresto en Jerusalén. Martirizado o no, podemos dar por hecho que la
suya no fue una vida fácil.
Irónicamente, los hombres que ocuparán el lado derecho e izquierdo de Jesús serán los
dos ladrones en Gólgota (Mateo 27:38; Marcos 15:27; Lucas 23:32; Juan 19:18).
Marcos 10:41-44. cualquiera que quisiera ser grande será servidor
“Y como lo oyeron los diez, comenzaron á enojarse de Jacobo y de Juan” (v. 41).
No hay razón para creer que los demás discípulos se enojaron a causa de la falta de
consideración de Jacobo y Juan hacia la situación de Jesús. Con la segunda predicción de
la pasión, los discípulos respondieron discutiendo entre ellos cuál era el más grande
(9:33-37). Ahora, están ofendidos porque están compitiendo para lugares de honor, y
Jacobo y Juan están intentando robar el premio debajo de sus narices.
“Sabéis que los que se ven ser príncipes entre las gentes, se enseñorean de
ellas, y los que entre ellas son grandes, tienen sobre ellas potestad” (v. 42).
Jesús no reclama a Jacobo y Juan y tampoco reclama a los doce. En vez, utiliza su
comportamiento como base de enseñanza. Podemos estar seguros que tiene la completa
atención de los discípulos. Jacobo y Juan deben estar avergonzados al ver descubierta su
cruda ambición. Los demás discípulos están indignados, y escucharán con cuidado para
asegurarse de que Jesús aclare la situación. En vez, Jesús les instruye sobre el reino de
Dios – sus reglas – como funciona.
“antes cualquiera que quisiere hacerse grande entre vosotros, será vuestro
servidor (diakonos). Y cualquiera de vosotros que quisiere hacerse el primero,
será siervo (doulos) de todos” (vv. 43-44). Como siempre, Jesús le da la vuelta a
nuestro mundo al presentar las “leyes de la carretera” para el reino de Dios (versículos
42-44). Leyes del Reino son completamente diferentes a las leyes de este mundo – es
más, son todo lo contrario. Los que viven según las leyes de este mundo honran poder.
Líderes poderosos son a menudo egoístas, tiranos simples que tratan mal a sus súbditos.
En el reino de Dios, los honores serán para los que sirven (griego: diakonos – los que
limpian las mesas) en vez de aquéllos que requieren el servicio de otros. El primer
premio irá al “siervo de todos” – “un ironía, para un esclavo (griego: doulos), inferior aún
a un sirviente (griego: diakonos), que en la antigua sociedad era el último y más
pequeño de todos. La idea de un esclavo siendo el primero es una paradoja tan absurda
como la de un camello pasando por el ojo de una aguja (v. 25)” (Edwards, 326).
“siervo de todos” (v. 44). Un esclavo típicamente sirve a solo un amo. En otro lugar
Jesús dice,“Ningún siervo puede servir á dos señores; porque ó aborrecerá al uno y
amará al otro, ó se allegará al uno y menospreciará al otro” (Lucas 16:13). Sin embargo
un esclavo, siguiendo las órdenes del amo, serviría a todos en la casa – al hacer esto,
servía un solo amo. Cristo clama que sirvamos a todos – que nos hagamos siervos de
todos. Al hacer esto, servimos un solo amo – Cristo.
Debemos tener cuidado de no juzgar a los discípulos demasiado por su falta de
comprensión. Tenemos la ventaja de una multitud de historias en los Evangelios que nos
enseñan a honrar servició en vez de poder, pero a menudo fallamos en hacerlo. Estamos
ensimismados con estrellas de Hollywood y conocidos atletas, aunque muchos de ellos
utilicen influencia considerable para promover violencia, sexo ilícito, drogas, y
vulgaridades. Envidiamos a jefes de corporaciones que se enriquecen aumentando
ganancias a corto lazo, a menudo causando bajas de trabajadores – y que, cuando sus
acciones producen la ruina a largo plazo, se escapan, protegidos por sus paracaídas
dorados. Elegimos políticos que venden sus almas a intereses especiales y que pasan
sus vidas encubriendo la verdad para preservar sus intereses.
Jesús nos llama hacia una ética diferente, diciéndonos que Dios honra servicio en lugar
de poder. Nos reta a comenzar a vivir por las Leyes del Reino aquí y ahora. Esto es difícil
de vender – y una lección que la iglesia debe volver a aprender continuamente.
Cada denominación, congregación y pastor está tentado a cuidar a Numero Uno primero
en vez de servir las necesidades del reino. Estamos tentados por grandes títulos,
vestimentas, e iglesias – tentados a predicar la palabra que vende en vez de la palabra
de la fe. Ambición personal no comenzó con Jacobo y Juan, ni terminará con ellos.
Marcos 10:45. el Hijo del Hombre no vino para ser servido, mas para servir
Jesús no requiere más de lo que él está dispuesto a dar. Modeló servicio y sacrificio
desde la cuna hasta la tumba. Mientras en la forma de Dios, “se anonadó á sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres; Y hallado en la condición
como hombre, se humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz” (Filipenses 2:5-8). Ambos la Encarnación y la Crucifixión son obras de gran servicio
y sacrificio.
“en rescate por muchos” (v. 45). Jesús dijo a los discípulos que debía morir, y ahora
les dice por qué. La palabra “rescate” se encuentra en ambos testamentos, y se refiere a
un pago hecho a cambio de la libertad de un prisionero o la liberación de un esclavo. El
pueblo judío está acostumbrado a un sistema de sacrificio en que animales sirven de
sacrificio para la expiación de los pecados de la gente. Ahora Jesús dice que dará su vida
para rescatar a muchos. En estas pocas palabras, presenta una teología de expiación.
Jesús muestra servicio y sacrificio para sus discípulos, pero él logra algo que los
discípulos no pueden lograr. Solo Jesús puede servir de rescate para muchos. Jesús tiene
un papel único en el plan de salvación.
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1. Oración inicial
¡Oh Dios de la paz y del perdón, que nos has dado en Cristo un ejemplo de servicio total,
hasta el don de su vida! Concédenos a todos encontrar gracia ante Ti, para que podamos
compartir hasta el fondo el cáliz de tu voluntad y vivir un servicio mutuo, generoso y
fecundo.
2. Lectura
a) El contexto:
El episodio se sitúa después del tercer anuncio de la Pasión (Mc 10, 32-34). Y como ya
había sucedido en los otros anuncios, la reacción de los discípulos no es positiva; dos de
los discípulos se preocupan de los primeros puestos en el Reino y los otros se indignan.
Señal de la dificultad de los discípulos de entrar en la perspectiva del destino doloroso
del Maestro y de comprender el misterio del Reino. Los dos discípulos que hacen la
petición – Santiago y Juan – son hermanos, forman parte del primer grupo de
compañeros de Jesús (Mc 1, 19-20), se les llama con el sobrenombre de boanerghes
(“hijos del trueno”; Mc 3,17). Eran por tanto de carácter algo impetuoso.
b) El texto:
Marcos 10, 35-4535 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen:
«Maestro, queremos nos concedas lo que te pidamos.» 36 Él les dijo: «¿Qué queréis que
os conceda?» 37 Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno
a tu derecha y otro a tu izquierda.» 38 Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis
beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser
bautizado?» 39 Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a
beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser
bautizado; 40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo,
sino que es para quienes está preparado.»
41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan.42 Jesús,
llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las
dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. 43 Pero no ha
de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será
vuestro servidor, 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos,
45 que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida
como rescate por muchos.»
3. Un momento de silencio orante para releer el texto con el corazón y reconocer a
través de las frases y de la estructura la presencia del misterio del Dios viviente.
4. Algunas preguntas para recoger del texto los núcleos importantes y comenzar a
asimilarlos.
a) ¿Por qué esta ambición de los discípulos de ocupar los primeros puestos?
b) ¿Tiene sentido la respuesta de Jesús?
c) ¿Qué quiere decir Jesús con el cáliz que se ha de beber y el bautismo que se ha de
recibir?
d) ¿Sobre qué funda Jesús el servicio a la comunidad?
5. Algunos reflexiones más profundas de la lectura
“Concédenos que nos sentemos en tu gloria”
Aunque se tomen precauciones en la lectura, está claro que tienen ambiciones notables.
Según la tradición, ellos parecen que eran primos de Jesús, y por tanto – según la ley
oriental – tenían un derecho particular, como miembros de la familia. De cualquier modo
que sea, se ve que no han entendido nada de lo que Jesús estaba por hacer. Se
preparaba a la ignominia de la cruz, y ellos todavía no lo habían entendido. El verdadero
poder de Jesús no consiste en distribuir los puestos de honor, sino el de hacer que se
participe en su trágico destino: “¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?”
“La copa que yo voy a beber, sí la beberéis”
El diálogo sobre la copa y el bautismo (vv 38-39) está en evidente paralelismo. Pero no
se entiende cómo los dos puedan beber el cáliz y ser bautizados, si no es pensando en el
martirio que sufrirán (entrambos) en seguida. A través de las dos imágenes, Jesús
parece evocar sin duda su muerte violenta, que Él presagia como una obligación
absoluta de fidelidad hacia al Padre. La respuesta a la petición de ellos de sentarse junto
a Él es muy evasiva; pero se entiende que quiere hacer ver que no es ése el modo para
obtenerlo.
“Los otros diez empezaron a indignarse”
Claramente también ellos comparten la misma ambición. Pero este versículo parece que
ha sido redactado para unir los dos episodios que quizás en el origen no eran
dependientes. Cambia totalmente el argumento. Pero el hecho de que se recuerde la
indignación, está probablemente fundado en cualquier episodio: porque los discípulos
aquí no tienen buena imagen: y por esto debe ser propiamente auténtico.
“Los jefes de las naciones, las dominan...no ha de ser así entre vosotros”
Se refiere a los dirigentes políticos de su tiempo: que en el fondo es el estilo de todos los
tiempos. Por el contrario, la comunidad de los discípulos debe ser dominada por el
servicio: esto está expresado con dos términos que indican graduación. Se habla de
“siervo” (diakonos) y de “esclavos” (doulos). No se puede escoger a quién servir: se
debe ser esclavo de todos, cambiando el esquema mundano.
“Que tampoco el Hijo del hombre...”
Encontramos el fundamento de la ley constitucional de la comunidad, siguiendo el estilo
del Maestro, dando como Él la vida y no por pretensión. El “rescate” o redención es difícil
de interpretar, como dice, por ejemplo, X. Léon Dufour: pero podemos entenderlo bien,
considerando las palabras que Jesús pronuncia en la última Cena. Pues toda la vida de
Jesús está bajo la luz del “rescate”, de la fidelidad hasta el fin por la libertad de los
hombres. Se priva de la libertad, para dar libertad, para rescatar de la no libertad.
El estatuto de la comunidad de los discípulos está caracterizado por el servicio, no por la
ambición; por la vida dada y vinculada al rescate de los otros.
6. Salmo 33 (32) Plegaria por la paz y la justicia
Tocad con el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañad la música con
aclamaciones! Pues recta es la palabra de Yahvé, su obra toda fundada en la verdad; él
ama la justicia y el derecho, del amor de Yahvé está llena la tierra. Por la palabra de
Yahvé fueron hechos los cielos, por el aliento de su boca todos sus ejércitos. Él recoge,
como un dique, las aguas del mar, mete en depósitos los océanos. ¡Tema a Yahvé la
tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe! Pues él habló y así fue, él lo
mandó y se hizo. Yahvé frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de los
pueblos; pero el plan de Yahvé subsiste para siempre, sus decisiones de generación en
generación.
¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahvé, el pueblo que escogió para sí como heredad! Yahvé
observa de lo alto del cielo, ve a todos los seres humanos; desde el lugar de su trono
mira a todos los habitantes de la tierra; él, que modela el corazón de cada uno, y repara
en todas sus acciones.
7. Oración final
¡Señor Dios nuestro!, aparta a los discípulos de tu Hijo de los caminos fáciles de la
popularidad, de la gloria a poco precio, y llévalos sobre los caminos de los pobres y de
los afligidos de la tierra, para que sepan reconocer en sus rostros el rostro del Maestro y
Redentor. Da ojos para ver los senderos posibles que llevan a la justicia y a la
solidaridad; oídos para escuchar las peticiones de salvación y salud de tantos que
buscan como a tientas; enriquece sus corazones de fidelidad generosa y de delicadeza y
comprensión para que se hagan compañeros de camino y testimonios verdaderos y
sinceros de la gloria que resplandece en el crucificado resucitado y victorioso. Él vive y
reina glorioso contigo, oh Padre, por los siglos de los siglos.
www.santaclaradeestella.es

La Palabra nos sale al encuentro para «convertirnos», o sea, según la etimología griega,
para «hacernos cambiar de mentalidad». Y hoy, en particular, nos ofrece una nueva
orientación a nuestra instintiva sed de grandeza, al deseo más o menos inconsciente de
ser importantes.
También nosotros, como todo el mundo, nos sentimos atraídos por un prestigio vistoso,
por una autoridad dotada de un amplio radio de influencia, pero Jesús nos advierte: «No
ha de ser así entre vosotros». Y nos enseña a aspirar a un tipo de grandeza poco
ambicionado: el del amor incondicionado que se hace humilde servicio al prójimo, hasta
entregar la propia vida.
Es una inversión completa de los valores que acostumbramos a preferir, pero nos
proporciona la clave para comprender la misión de Cristo entre nosotros y nos pone ante
una elección ineludible: él es el modelo cuya imagen y semejanza debemos reproducir
en nosotros. ¿Debemos? ¿Acaso no es imposible? Como un eco nos responde el
evangelio del domingo pasado: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios». Es
el pecado, en efecto, lo que nos separa de Dios y desfigura en nosotros los rasgos de su
rostro, pero el mismo Señor socorre nuestras flaquezas y expía todo el pecado humano,
pidiendo a su Hijo inocente que cargue sobre sí las consecuencias.
Si la revelación de la ilimitada misericordia divina nos hace guardar silencio, la
contemplación de Jesús, asumiendo nuestras iniquidades para abrirnos el camino a la
comunión con Dios, nos ayuda a salir de nuestros esquemas y a perseguir la grandeza
verdadera.
El Dios tres veces santo nos perdona por la sangre de su Hijo: venid, adoremos. El Señor
se hace siervo: venid, caminemos por su sendero.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

Con Jesus servidor. Marcos 10, 32-45. Este pasaje es una última lección acerca del
servicio, pero también la carta fundacional de todo ministerio ejercitado en el nombre
del Señor. No hay ministerio auténtico que no sea servicio a la comunidad: «El que de
vosotros quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea
esclavo de todos». Marcos no recuerda esta voluntad del Señor en términos absolutos,
sino que tiene presente la práctica de las comunidades a las que él se dirige y que están
minadas por los demonios de la ambición y el autoritarismo.
Pero antes es preciso deshacer un equívoco relativo a la persona de Jesús. Los
discípulos, como todos los judíos, esperaban un Mesías glorioso. Más que desengañarles,
lo que hace Jesús es especificar las condiciones que es necesario cumplir para llegar a la
gloria. En efecto, el camino que tomará él será el de su pasión. Por otra parte, tan
próximo está ese camino que Marcos puede desvelar todos sus detalles, releyendo su
propio relato de la pasión.
Para llegar a la gloria del Reino hay que beber el cáliz y ser bautizado con el bautismo
con que va a ser bautizado Jesús. Las imágenes son elocuentes. Ya en el Antiguo
Testamento, el cáliz simbolizaba la amargura del castigo divino y, al mismo tiempo, la
prueba que purifica al pecador. La imagen del bautismo es más misteriosa, pero
indudablemente alude al bautismo de Jesús, que le introducirá, hasta desembocar en la
muerte, en un camino de humildad y de servicio. En efecto, servidor paciente, Jesús será
identificado con el pecado (2 Co 5,21) para liberar a los hombres.
«Querríamos que escucharas nuestra súplica». ¿Quién no hablaría así a Dios? Cargado
de preocupaciones, el hombre religioso se vuelve hacia su Dios para alcanzar de él
ayuda y consuelo. El creyente comprometido en el servicio del Reino pide a su Señor
éxito para sus proyectos. Animado por el soplo del Evangelio, el discípulo lleva dentro el
deseo de ver cómo el Reino de paz y de justicia se realiza. Entonces, ¿por qué la
respuesta de Jesús da lugar a que se cierna alguna duda acerca de la legitimidad de esa
petición?
¿Tendríamos que llegar, por el camino de lo imposible, a renunciar a nosotros mismos
hasta ese punto?
De esto se trata, efectivamente. Porque esto es lo que enseña Jesús mientras va
subiendo a Jerusalén, donde va a dar su vida para salvación de todos. El, el Servidor, que
hizo de su vida una ofrenda perfecta, invita a sus discípulos a emprender este camino
del servicio. Y hoy sus palabras invitan de nuevo a la Iglesia a no buscar los caminos del
honor, sino los del servicio.
¿En qué nos afecta esta invitación a nosotros, que oímos hoy esas palabras? Me parece
que podemos leer este evangelio como un llamamiento a una verdadera solidaridad con
las necesidades de los hombres. Esta solidaridad se vive en el humilde servicio, y no en
la fanfarronada o en la búsqueda de la recompensa. A los que reivindicaban un puesto a
la derecha y otro a la izquierda, en la gloria, Jesús les va a dar una respuesta
desconcertante: en el Calvario habrá dos salteadores crucificados, uno a su derecha y
otro a su izquierda. No se trata ya de honor ni de recompensa, sino de una actitud de
solidaridad con el sufrimiento de los hombres que llega hasta la humillación y la muerte.
La lección es dura de entender, y a menudo la Iglesia ha preferido los honores al
servicio.
¿Por qué, si no, el término caridad tiene esas connotaciones que hoy se han hecho
intolerables? Pues bien, pensad en lo que la expresión «hacer caridad» (admirable, no
obstante) suscita, y en la dedicación hasta el compromiso con los despreciados y los
pobres de bienes, cualidades o virtudes. Sin embargo, nuestra vocación es ésta: unirnos,
hacer nuestra la suerte de los innominados, los desprovistos de fuerza, los que carecen
de moral. Es más fácil acatar la ley del mundo que este llamamiento áspero y, por
decirlo todo, incomprensible: ¿qué lugar ocupan en nuestra Iglesia, en nuestra
comunidad y en nuestras relaciones personales los excluidos, los extranjeros, los
condenados por la justicia de los hombres o por los juicios de «la sana moral», los
divorciados, los separados, los que están fuera de las normas o de nuestros
reglamentos? Quisiéramos ocupar el puesto de la derecha o el de la izquierda del Señor,
y él nos dice: estoy entre dos salteadores, ellos son mi derecha y mi izquierda.
A los que le pedían tal cosa, responde Jesús: «No sabéis lo que pedís». Tampoco
nosotros lo sabemos, no nos cabe en la cabeza ese camino que recorrió Cristo y hacia el
que tira de nosotros. Y, sin embargo, él nos ha atestiguado que ese camino se abre, a
través de la cruz, a la aurora de la Pascua. «¡Hoy estarás conmigo en el Paraíso!».
www.fraynelson.com

1. Sentido de la humildad cristiana


1.1 Digamos de entrada, hermanos, que Cristo no condena el deseo de ser importante ni
habla mal de quien quiere tener el primer puesto. Por lo menos en el evangelio de hoy
no es ese su propósito.
1.2 Más bien se trata de mostrar en dónde radica la verdadera "importancia" y cuál es el
"primer puesto" al que hay que aspirar. Esto es muy importante para poder entender en
qué consiste la humildad cristiana: no es tanto "hacer de cuenta" que no me interesa lo
que en realidad sí me interesa, sino encauzar ese interés según la mente de quien mejor
me conoce y ama, que es Dios.
2. La grandeza del servicio
2.1 Por otro lado, ya en la primera lectura Dios nos empuja a cambiar nuestros
parámetros. Grande es el que hace algo grande. La grandeza no está en lo que cada uno
dice de sí mismo, ni en lo que obliga a otros a decir, sino en las obras, en la realidad, en
los hechos.
2.2 Por eso el Siervo de Yahvé, en la primera lectura, es presentado como un modelo de
dolor, pero sobre todo como un modelo de fecundidad, y es esto lo que se enfatiza: "verá
su descendencia", "prolongará sus años", "por medio de él prosperarán los designios del
Señor". En ningún caso es una actitud de "el dolor por el dolor". No hay aquí una actitud
de complejo ni de cobardía, como calumnió Nietzsche, sino más bien una conciencia del
precio que tiene el bien futuro, y de la inmenso fruto que brota del amor cuando es
consecuente.
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net

Diálogo con Jesús


Señor Jesús, me despierto pensando en tu presencia sanadora para rogarte que vengas
a mí en este día con todo tu poder y me bendigas para emprender el día y todas mis
acciones lleno de Ti. Quiero decirte que te amo con todo mi corazón y gracias por ser tan
bueno conmigo. Quiero hacer de este día el mejor de todos, con una actitud positiva y
con el alma dispuesta a emprender todo lo que Tú quieras ponerme en mi camino.
Ayúdame a ayudar, a servir de puente entre Tú y aquellos que aún no conocen de tu
maravilloso poder sanador. Me refugio en Ti, me abandono en Ti. Dame siempre nuevos
ánimos para vivir. Amén
Evangelio del día: Destruye ese afán de superioridad que te inclina al egoísmo.
Todos estamos invitados por Jesús a defender, a cuidar, a servir a los demás.
Reflexión del Papa Francisco
¿Quién es el más importante? Jesús es simple en su respuesta: "Quien quiera ser el
primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". Quien quiera ser grande, que
sirva a los demás, no que se sirva de los demás.
He ahí la gran paradoja de Jesús. Los discípulos discutían quién ocuparía el lugar más
importante, quién sería seleccionado como el privilegiado, quién estaría exceptuado de
la ley común, de la norma general, para destacarse en un afán de superioridad sobre los
demás. Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos que darían ciertas ventajas.
Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el
compromiso concreto con el prójimo.
La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos. Servir
significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Cuidar a los frágiles de nuestras familias, de
nuestra sociedad, de nuestro pueblo.
Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e
invita concretamente a amar. Amor que se plasma en acciones y decisiones. Amor que
se manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos estamos invitados a
desarrollar.
Las personas de carne y hueso, con su vida, su historia y especialmente con su
fragilidad, son las que estamos invitados por Jesús a defender, a cuidar, a servir. Porque
ser cristiano entraña servir la dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de sus
hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos.
Por eso, el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos
de omnipotencia ante la mirada concreta a los más frágiles.
[...] Todos estamos invitados, estimulados por Jesús a hacernos cargo los unos de los
otros por amor. Y esto sin mirar al costado para ver lo que el vecino hace o ha dejado de
hacer. Jesús nos dice:
"Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos".
No dice, si tu vecino quiere ser el primero que sirva. Debemos cuidarnos de la mirada
enjuiciadora y animarnos a creer en la mirada transformadora a la que nos invita Jesús.
(Homilía en la plaza de la revolución José Martí, Cuba. 20 de septiembre de 2015)
Oración de sanación
Señor mío, quiero pedirte en este momento que vengas a mi vida y sanes todas las
heridas que hay en mi corazón que no me permiten desarrollar una vida feliz y próspera
con los demás.
En Ti está la fuente de la felicidad y debo buscar momentos para afianzar mi relación
personal Contigo. En mi vida no obtendré mayor éxito sino me uno a Ti en continua
oración.
Te doy gracias por infundirme valentía y audacia en los momentos más difíciles de mi
vida. Tú caminas a mi lado, acompañándome en las batallas de la vida cotidiana.
Yo no me canso de orarte, de pedirte, de amarte, y muchas veces no me doy cuenta que
Tú también rezas por mí ante el Padre, para que no me deje avasallar por las cosas de
este mundo.
Tú, Señor mío, eres mi modelo para ser perseverante en la oración. Quiero aprender a
orar Contigo y por Ti a diario. Aumenta mi fe para así romper con todas esas ataduras
que me perjudican.
Tú siempre buscabas momentos de soledad para retirarte a hablar con el Padre y
relacionarte en una intimidad profunda a Él. Tengo fe puesta en tu poder que me
concederás a mí también ese hermoso don de la oración
Enséñame, oh mi Dios, a tener humildad para servir, a retirarme de los ruidos de este
mundo, a construir la paz en mi corazón, brindándote mi compañía en la oración.
Bendíceme en este momento en el que Tú me iluminas, para ir progresando en mi
camino hacia la vida eterna. Me dejo tocar por tu mano sanadora que me llena de
confianza para dar pasos de bien. Amén
Propósito para hoy
Lee el Salmo 32 y ofrécelo por la conversión de los miembros de tu familia que están
más alejados de la fe.
Frase de reflexión
"Un gran reto: dejar de arruinar el jardín que Dios nos ha confiado para que todos
puedan gozar de él". Papa Francisco
www.evangelizacion.org.mx

Oración en familia
Sacerdote: Celebrar el Domingo Mundial de las Misiones nos habla de la gente por la
que Jesús murió y que necesita disfrutar de lo que Él hizo por ellos. Pidamos que su
redención también los alcance diciendo.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Papá: Te pedimos Señor por el Santo Padre, para que siguiendo las huellas de
Jesucristo, no desfallezca en su misión de llevar tu mensaje a todos los hombres.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Todos: Dale tu fuerza y tu gracia. Sostenlo en todas sus necesidades y conduce sus
pasos hacia ti.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Mamá: Ayuda a nuestros pastores, especialmente a nuestro Arzobispo, para que con su
palabra y su ejemplo anuncie sin cesar el Evangelio.
Todos: Danos la fuerza y la decisión para unirnos a él en este trabajo de evangelización.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Hijo(a): Te ofrecemos Señor nuestras vidas, nuestros esfuerzos y nuestras oraciones por
todos los misioneros.
Todos: Haz, Señor, que esta oración los fortalezca y anime a continuar con su misión en
todo el mundo.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Hijo(a): Te pedimos por los misioneros más pobres, por los que están enfermos y por los
que son perseguidos a causa del Evangelio.
Todos: Dales a todos tu fuerza y mueve los corazones de aquellos a quienes les
predican para que su palabra no quede infecunda.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.

Hijo(a): Señor, danos un corazón generoso y abierto a la vocación misionera, para que
cada día haya más jóvenes y adultos comprometidos con el Evangelio.
Todos: Y libéranos para ser también generosos con nuestros recursos económicos y
apoyar a aquellos que en nuestro nombre anuncian tu evangelio en los países de misión.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Sacerdote: Escucha Padre Santo todas estas súplicas, y haz que viviendo de acuerdo a
tus mandamientos podamos ser fuente de alegría y felicidad para los que nos rodean. Te
lo pedimos por Cristo Nuestro Señor.
Todos: Amén.
www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini

«Bien esta lo que bien acaba», comenta la gente muy a menudo. Podriamos emplear
tambien este proverbio para iluminar nuestro texto, que tiene un punto de partida
errado en la actitud de los dos discipulos, pero desplies llega a su meta correcta.
Al comienzo encontramos la «fea figura» de los apostoles. Estos, educados por el
Maestro perfecto, parecen refractarios a su enserianza, emperiados mas en el reparto
del poder que en la comprension del misterio pascual. El punto de partida es la
arrogancia de los hermanos Santiago y Juan, que pretenden sobresalir del grupo. Si
ambos se han equivocado, los otros no les han ido a la zaga, porque alimentan
sentimientos de hostilidad contra ellos.
La situación esta bien sazonada. No es dificil vernos reflejados en ellos y ver aqui el
reflejo de muchas de nuestras situaciones, donde el interes personal y la afirtnacion de
nosotros mismos estan en primer lugar. Su historia continua en nosotros, que
prolongamos una actitud ignorante, irresponsable, decididamente negativa, a pesar de
que hemos recibido una formación optima y un monton de enserianzas positivas.
Su historia toma despues otro cariz. Jesus los educa para ponerse enteramente en
manos del Padre, que dispone las cosas como mejor le parece. Jesús enseña a todos que
la autoridad no es señorearse sobre los otros, como se considera con frecuencia, sino el
servicio generoso, el poner y el ponerse a disposicion de los demas. Incluso entregando
la vida, si fuera necesario. Jesus enseña, se pone como ejemplo. Continuamente nos
hace «recordar» que el camino hacia la salvacion es la debilidad hasta la cruz, es la
pobreza y la pequeñez de un pedazo de pan, como en la eucaristia. Bella leccion de
humildad y tambien una preciosa catequesis que debemos mantener como lampara
encendida para alumbrar nuestro camino. El Señor nos precede como «luz para nuestros
pasos».
www.catholic

Mejor por amor que por el banquete. Todos queremos ir al cielo o por lo menos la
mayoría, pero ¿por qué? La repuesta debería ser sencilla y creo que es solo una, porque
en el cielo puedo amar eternamente a Dios.
Cuando era niño a veces hacia cosas por los premios que recibiría, me portaba bien con
mis papás, no porque quería ser bueno con ellos, sino porque, aunque los amaba, quería
una buena merienda a las cuatro de la tarde. Y ahora me pregunto si mis motivos para
ser un buen cristiano son porque quiero la merienda, es decir ir al cielo, o porque
realmente amo a Dios.
En el Evangelio los apóstoles le comentan a Jesús que están dispuestos a beber el mismo
cáliz que Él... pero piden la merienda; sentarse uno a su izquierda y el otro a su derecha.
Al igual que los apóstoles, nosotros debemos purificar las intenciones por la cual somos
seguidores de Cristo. Todo nuestro obrar no puede ser para un simple ser bueno e ir al
cielo sino que debe ser porque amamos a Cristo y a nuestros hermanos.
Hoy, Domingo de las Misiones, debemos hacer un eco a la principal razón por la cual hay
misiones en el mundo: porque amamos a Dios y queremos que todos le conozcan;
porque una misión evangelizadora sólo tiene como intención el amor y jamás una buena
merienda.
Pidamos a Dios que todos nuestros esfuerzos, guiados y sustentados por su gracia, sean
con la intención de amarle siempre, sin esperar privilegios en esta o en la otra vida,
porque el mayor privilegio que podemos tener es amarle.
• "No será así entre vosotros", respuesta del Señor que, en primer lugar, es una
invitación y una apuesta a recuperar lo mejor que hay en los discípulos y así no dejarse
derrotar y encerrar por lógicas mundanas que desvían la mirada de lo importante. "No
será así entre vosotros" es la voz del Señor que salva a la comunidad de mirarse
demasiado a sí misma en lugar de poner la mirada, los recursos, las expectativas y el
corazón en lo importante: la misión. Y así Jesús nos enseña que la conversión, la
transformación del corazón y la reforma de la Iglesia siempre es y será en clave
misionera, pues supone dejar de ver y velar por los propios intereses para mirar y velar
por los intereses del Padre. La conversión de nuestros pecados, de nuestros egoísmos no
es ni será nunca un fin en sí misma, sino que apunta principalmente a crecer en fidelidad
y disponibilidad para abrazar la misión. (Homilía de S.S. Francisco, 28 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer una obra de misericordia con amor consciente a Dios y a los demás.
www.BibliaStraubinger

35 ss. Estos “hijos del trueno” (3, 17) recordaban los doce tronos (Mt. 19, 28) y
pensaban coma los que oyeron la parábola de las minas (Lc. 19, 11), como los del
Domingo de Ramos (11, 10), como todos los apóstoles después de la Resurrección (Hch.
1, 6), que el Reino empezaría a llegar. Jesús no condena precisamente, como algunos
han creído, esta gestión que sus primos hermanos intentan por medio de su madre la
buena Salomé (Mt. 20, 20) y que, si bien recuerda la ambición egoísta de Sancho por su
ínsula, muestra al menos una fe Y esperanza sin doblez. Pero alude una vez más a los
muchos anuncios de su Pasión, que ellos, como Pedro (Mt. 16, 22), querían olvidar, y les
reitera la gran lección de la humildad, refiriéndose de paso a arcanos del Reino que San
Pablo habría de explayar más tarde en las Epístolas de la cautividad.
39. Ese bautismo a que Jesús alude no parece ser sino el martirio. Véase Lc. 12, 50.
Ambos apóstoles lo padecieron (Hch. 12 y nota), si bien Juan salió ileso de su “bautismo”
en aceite hirviendo. Cf. Jn. 21, 22 y nota.
42 ss. Véase Lc. 22, 25-27.
45. Véase Lc. 22, 27 y nota.
http://www.ciudadredonda.org

Una Iglesia de servidores y sinodal


Ven, Espíritu Santo. Tú que suscitas lenguas nuevas y pones en los labios palabras de
vida, líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho
pasado y poco futuro. Ven en medio de nosotros, para que en la experiencia sinodal no
nos dejemos abrumar por el desencanto, no diluyamos la profecía, no terminemos por
reducirlo todo a discusiones estériles. Ven, Espíritu Santo de amor, dispón nuestros
corazones a la escucha. Ven, Espíritu de santidad, renueva al santo Pueblo fiel de Dios.
Ven, Espíritu creador, renueva la faz de la tierra. Amén (Papa Francisco ).
¥ El primer conflicto serio de la Iglesia tuvo lugar ante los propios ojos de Jesús: dos de
sus discípulos contra diez, y diez contra dos . El motivo no fue una discusión teológica o
el rechazo de algún dogma, sino la ambición de poder, la lucha por los primeros puestos.
Fue el comienzo de una dolorosa y repetida historia de división y conflictos, a menudo
desencadenados por rivalidades y envidias. Cuando alguien quiere dominar, imponerse
sobre los demás, el grupo se desmorona: nacen enfrentamientos, con una violencia más
o menos explícita, y muchos terminan optando por la pasividad o la indiferencia o el
alejamiento de la Iglesia.
¥ Jesús constituyó a los Doce para que fueran signo de una nueva sociedad, en la que
sea abolida toda pretensión de dominio, y se cultive una sola ambición: la de servir a los
más pobres, a los más frágiles. Tarea difícil. La mentalidad de este mundo se infiltró muy
pronto en la Iglesia, con sus criterios mundanos de dominar, de afán de poseer, de
enseñorearse sobre los demás, de intentar algunos imponer -incluso con malas artes-
sus criterios y opiniones. Y aparecieron los títulos y cargos, las vestiduras nobles para
indicar el «rango» jerárquico y distinguirse del resto de los bautizados, los tronos, los
pactos de poder, las influencias políticas...
¥ Jesús va de camino a Jerusalem con paso firme y decidido. Sus discípulos le siguen
temerosos y apesadumbrados porque ya en dos ocasiones el Maestro les ha subrayado
cuál será la meta del viaje. En los versículos inmediatamente anteriores a la lectura de
hoy, les había anunciado por tercera vez lo que le espera en la Ciudad Santa: será
insultado, condenado a muerte, azotado y matado (vv. 32-34). Resulta incomprensible
que, después de escucharlo tan claramente, los discípulos sigan esperando que Jesús
vaya a Jerusalem para comenzar el «tiempo mesiánico», entendido como un reino de
este mundo. Les preocupa más bien lo que sucederá después. Sus sueños de gloria no
se detienen ni siquiera ante la muerte de Jesús. Es el deseo de poder y de reservarse los
puestos de honor lo que ocupa sus mentes y sus corazones.
¥ Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, se presentan a Jesús y, delante de todos, sin
ninguna discreción ni disimulo, y le dicen: “¡Queremos que nos concedas lo que te
vamos a pedir!”. Parece que se sintieran con algún derecho, y por encima del resto del
grupo para plantear semejante petición. No dicen “por favor”, sino que exigen, como
reclamando un derecho. Seguramente recordaban que, después del primer anuncio de
su pasión (cf. Mc 8,31), Jesús habló del día en que “venga con la gloria de su Padre y
acompañado de sus santos ángeles” (Mc 8,38). El resto del discurso se les había
«olvidado», no así la palabra «gloria», que Jesús había usado exclusivamente en esta
ocasión. Y la conectaron con la enseñanza de los rabinos quienes, refiriéndose al Mesías,
aseguraban que “se sentará en el trono de la gloria” para juzgar, y a su lado se sentarán
«los justos». Santiago y Juan aspiran a tener algún poder en el cielo, estar en el selecto
grupo de los justos.
¥ Cuando surgen entre sus discípulos pretensiones de honores, privilegios, y deseos de
los primeros puestos, Jesús nunca se muestra comprensivo ni condescendiente. (cf. Mc
8,33; 9,33-36), y en este caso ha sido duro y severo: “No sabéis lo que estáis pidiendo”.
Sí que sabéis que “entre los paganos los que son tenidos por gobernantes dominan a las
naciones como si fueran sus dueños y los poderosos imponen su autoridad”. Los
discípulos conocen cómo ejercen la autoridad los líderes políticos y religiosos, los
rabinos, escribas y sacerdotes del templo: dan órdenes, reclaman privilegios, exigen ser
venerados según los protocolos; hay que arrodillarse ante ellos, besarles la mano,
dirigirse a ellos con los títulos y reverencias correspondientes a la posición y prestigio de
cada uno. ¿Son estas autoridades las que deben inspirar a los discípulos? Jesús les da
una orden clara y contundente: “No será así entre vosotros” (v. 43). Ninguno de esos
liderazgos puede ser tomado como ejemplo. El modelo –explica– es el esclavo, el Siervo.
¥ El Papa Francisco ha recordado varias veces que el Pueblo de Dios está constituido
por todos los bautizados, llamados a un sacerdocio santo. Y que "todo Bautizado,
cualquiera que sea su función en la Iglesia y su grado de instrucción de su fe, es un
sujeto activo de evangelización y sería inadecuado pensar en un esquema de
evangelización llevado adelante por actores cualificados, en el cual el resto del Pueblo
fiel sería solamente receptivo de sus acciones". También el Pueblo posee un "instinto"
propio para discernir los nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia. Por eso, el
pasado día 10 de Octubre, dio comienzo en Roma el «Sínodo sobre la Sinodalidad», en el
que (por primera vez en la historia de la Iglesia) quiere contar con las aportaciones de
todos los bautizados. En los próximos días dará comienzo la «fase diocesana» en el reto
de la Iglesia.
¥ Según el documento preparado por la Secretaría del Sínodo: «es una invitación para
que cada diócesis se embarque en un camino de profunda renovación como inspirada
por la gracia del Espíritu de Dios. Se plantea una cuestión principal: ¿Cómo se realiza hoy
en la Iglesia nuestro "caminar juntos" en la sinodalidad? ¿Qué pasos nos invita a dar el
Espíritu para crecer en nuestro "caminar juntos"? El Sínodo no es un parlamento, ni es
un sondeo de las opiniones sino un momento eclesial, y el protagonista del Sínodo es el
Espíritu Santo».
• «El objetivo es asegurar la participación del mayor numero posible, para escuchar la
voz viva de todo el Pueblo de Dios».
• «Esto no es posible si no hacemos un esfuerzo especial para llegar activamente a las
personas donde se encuentran, especialmente a los que a menudo son excluidos o no
participan en la vida de la Iglesia. Debe haber un claro enfoque en la participación de los
pobres, marginados vulnerables y excluidos, para escuchar sus voces y experiencias».
• «El proceso sinodal debe ser sencillo, accesible y acogedor para todos».
¥ En su discurso inaugural, el Papa ofrece las tres palabras clave: comunión,
participación y misión. El Concilio Vaticano II precisó que la comunión expresa la
naturaleza misma de la Iglesia y, al mismo tiempo, afirmó que la Iglesia ha recibido «la
misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y
constituye en la tierra el germen y el principio de ese reino». En el cuerpo eclesial, el
único punto de partida, y no puede ser otro, es el Bautismo, nuestro manantial de vida,
del que deriva una idéntica dignidad de hijos de Dios, aun en la diferencia de ministerios
y carismas. Por eso, todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia.
¥ El Sínodo nos ofrece una gran oportunidad para una conversión pastoral en clave
misionera y también ecuménica, pero no está exento de algunos riesgos. Y cita tres de
ellos:
• El formalismo. Necesitamos los instrumentos y las estructuras que favorezcan el
diálogo y la interacción en el Pueblo de Dios, sobre todo entre los sacerdotes y los laicos.
A veces hay cierto elitismo en el orden presbiteral que lo hace separarse de los laicos; y
el sacerdote al final se vuelve el “dueño del cotarro” y no el pastor de toda una Iglesia
que sigue hacia adelante. Esto requiere que transformemos ciertas visiones verticalistas,
distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos,
de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno, entre otras.
• El intelectualismo: convertir el Sínodo en una especie de grupo de estudio, con
intervenciones cultas pero abstractas sobre los problemas de la Iglesia y los males del
mundo; una suerte de “hablar por hablar”, alejándose de la realidad del Pueblo santo de
Dios y de la vida concreta de las comunidades dispersas por el mundo.
• Y la tentación del inmovilismo. Es mejor no cambiar, puesto que «siempre se ha hecho
así». Quienes se mueven en este horizonte, aun sin darse cuenta, caen en el error de no
tomar en serio el tiempo en que vivimos. El riesgo es que al final se adopten soluciones
viejas para problemas nuevos.
¥ Y termina invitando a que vivamos esta ocasión de encuentro, escucha y reflexión
como un tiempo de gracia, que nos permita captar al menos tres oportunidades:
encaminarnos estructuralmente hacia una Iglesia sinodal, donde todos se sientan en
casa y puedan participar. Para ser Iglesia de la escucha del Espíritu en la adoración y la
oración, y escuchar a los hermanos: sus esperanzas y las crisis de la fe en las diversas
partes del mundo, las urgencias de renovación de la vida pastoral y las señales que
provienen de las realidades locales. Y ser una Iglesia de la cercanía. Volvamos siempre al
estilo de Dios, el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura, para que se
establezcan mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo. Una Iglesia que
no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de
nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el
bálsamo de Dios.
El padre Congar recordaba: «No hay que hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay
que hacer una Iglesia otra, distinta».
Os invito a repasar lo aquí escrito, para meditar y orar, dialogar, discernir... aportar lo
que nos parezca conveniente y ¡cambiar/convertirnos!
http://www.aqplink.com/roguemos

Marcos 10, 35-45 – el primero entre ustedes, será esclavo de todos.


¡Cómo contrasta la mentalidad de Jesucristo, su modo de ver el mundo, con el nuestro!
Aunque nos resulte difícil reconocerlo, siempre estamos buscando reconocimiento y
privilegios. ¿Por qué? Porque somos vanidosos y presumidos. Nos gusta que nos adulen.
Esa es nuestra mentalidad rentista o utilitarista. Tenemos metido hasta el tuétano el
procurar obtener provecho de cualquier situación. Esto es precisamente lo que ocurre
con los hijos de Zebedeo, que no se pueden aguantar y en un arranque de grosera
franqueza deciden dar a conocer a Jesús sus más recónditas aspiraciones. Creían saber
ya muy bien quien era Jesús y les resultaba difícil dejar de ilusionarse con verse
ovacionados uno a cada lado del distinguidísimo Señor, a quien llegaría el momento en
que todo el mundo rendiría tributo. No, no querían ser como Él; les bastaba compartir su
honor en aquel lugar preferencial. Hasta parece poco. Pero es muy claro que eso no es lo
que el Señor quiere para nosotros, y ni si quiera para Él. Lo que Él quiere es salvarnos.
¡Él ha venido a dar su vida en rescate de muchos! Esto es lo que aquellos discípulos al
igual que muchos de nosotros, no llegamos a entender en su cabal dimensión. Él no ha
venido a que lo sirvan, sino a servir. Esto mismo debemos estar dispuestos a hacer
nosotros. ¿Lo estamos?
Se trata de ver la vida desde otra perspectiva, desde otra óptica. Si no es fácil
reconocerlo, cuanto más difícil será asumirlo como un estilo de vida. Y es que, mientras
el mundo entero señala al unísono en una dirección, Jesucristo señala al lado opuesto.
Esto no es tan solo una metáfora, es decir, una forma de expresión. Se trata de asumir
una forma de vida, muy distinta a la que nos enseñan en los colegios y universidades, y
mucho menos al interior de la mayoría de hogares. Porque todos hemos llegado a creer
sinceramente que esta es la única forma de vida que existe; una vida en la que los
beneficios, la renta y la utilidad constituyen el mayor motor de nuestras acciones y
propósitos, porque hemos depositado nuestra confianza en la acumulación de riquezas,
objetivo que muchos no abandonamos hasta no sentir que hemos asegurado nuestro
futuro, nuestra ancianidad y el futuro de los nuestros y que en otros casos, el mayor
aliciente es la avaricia, es decir el afán de tener más y más, porque así se puede lograr
la fama y honores que buscaban los hijos de Zebedeo, o por pura vanidad, orgullo y
soberbia, porque el que más tiene es el que más puede y al que más buscan servirle los
humildes, los pobres y los desposeídos, porque de esa forma logran agenciarse lo que
necesitan para vivir. El mundo, visto así, obviamente favorece a los más ricos y
poderosos. Aquí no encaja la prédica de Jesús. Por eso si queremos seguirle, tendremos
que cambiar, tendremos que CONVERTIRNOS, es decir asumir sus enseñanzas y
mandatos y vivir como nos manda, sirviendo a los demás.
¿Por qué es tan importante asumir esta actitud de servicio? No se trata de una cábala,
que asumimos obedeciendo al Señor sin más, porque de este modo, mágicamente, nos
salvaremos. Si nuestra inteligencia no da para más, hagámoslo aun cuando solo sea por
eso, porque tampoco se trata que entendamos con nuestra propia capacidad limitada la
basta sabiduría de Dios, porque entonces seríamos dioses. De lo que se trata es que
entendamos que Dios se ha manifestado en innumerables ocasiones a la humanidad,
desde sus inicios, a través de la Creación y a lo largo de toda nuestra historia, con un
solo propósito, ayudarnos a descubrir el sentido de la vida, que no tiene que terminar
aquí, si procedemos conforme al Plan de Dios, que Él tiene trazado para nosotros desde
antes que existiéramos, por una sola razón: por amor. Dios nos amó tanto que nos
destinó a vivir eternamente con Él. Para ello debemos seguir los impulsos que tenemos
grabados en nuestros corazones como su impronta. Por si ello no bastara, llegado el
tiempo, decidió enviarnos a Su propio Hijo a mostrarnos el Camino. Él nos ha revelado
todo esto y que Dios es nuestro Padre Creador y que lo único que teneos que hacer para
Salvarnos, es decir, para no perdernos, es aquello para lo cual fuimos creados: amar.
Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Y el amor
es entrega, es servicio. Es desprenderse y olvidarse de uno mismo, para entregarse a los
demás. Este es el Camino que nos enseña Jesús con Su ejemplo, hasta el extremo de dar
Su vida por nosotros. Siendo Dios, se hizo como el más humilde de los mortales y nos
amó tanto que llegó a morir por nosotros. Sin faltar a Su promesa, Dios Padre lo resucitó
al tercer día, como habrá de hacer con todos los que sigamos a Jesús. ¡Es un asunto de
FE! Efectivamente, lo más sensato, tal como nos lo dicta nuestro corazón, nuestra mente
y nuestro espíritu, es creer en Jesucristo, porque Él nos ha dado todas las evidencias y
pruebas que hubiéramos podido pedir, con el único propósito que creamos en Él y en
quien lo ha enviado. Si creemos, todo lo que debemos hacer es oír y hacer lo que nos
manda, confiando plenamente en que Él sabrá cumplir sus promesas.
Oremos: Padre Santo, danos la fe que necesitamos para seguirte cada día, en cada
situación que se nos presenta en nuestra vida, amando y sirviendo a los demás …Te lo
pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina Contigo en unidad del Espíritu
Santo, por los siglos de los siglos…Amén. Roguemos al Señor… Te lo pedimos Señor.
http://www.caminando-con-jesus.org

Servir y dar la vida. El texto de este Evangelio del domingo vigésimo noveno, Mc 10,
35-45, es un ejemplo más del contraste entre la actitud de Jesús y la de los discípulos.
Frente a la búsqueda de gloria humana por parte de los discípulos, Jesús aparece una
vez más como el “Siervo” que da su vida en rescate por todos. Y su gloria consiste
precisamente en justificar a una multitud inmensa “Mi Servidor justo justificará a muchos
y cargará sobre sí las faltas de ellos”. (Primera Lectura Is 53,10-11).
Para moderar las ansias de grandeza de los discípulos Jesús ante todo exhibe su
conducta y su estilo; más que muchas explicaciones, les pone ante los ojos el camino
que Él mismo sigue: del mismo modo, el que quiera ser realmente grande y primero no
tiene otro camino que hacerse siervo y esclavo de todos. La actitud de Jesús es
normativa para la comunidad cristiana. Ejercer la autoridad no es tiranizar, sino servir y
dar la vida.
Jesús propone el modelo de su propia vida. Como en tantos otros pasajes, Jesús
corrige a sus discípulos sus ideas excesivamente terrenas, sobre todo en su afán de
poder y dominio. Apuntados al seguimiento de Jesús, el Maestro, también nosotros
hemos de dejarnos corregir en nuestra mentalidad no evangélica. La Iglesia, comunidad
de los seguidores de Jesús, no es una sociedad o institución cualquiera: el estilo de Jesús
es radicalmente distinto al del mundo.
Frente a las pretensiones de grandeza, de superioridad e incluso de dominio sobre los
demás, Jesús propone el modelo de su propia vida: la única grandeza es la de servir.
Esto es lo que Él ha hecho: El eterno e infinito Hijo de Dios se ha convertido
voluntariamente en esclavo andrajoso –y hace falta entender todo el realismo de la
palabra, lo que era un esclavo en tiempos de Jesús: alguien que no contaba, que no tenía
ningún derecho, que vivía degradado y humillado–, en esclavo de todos, y ha ocupado
en último lugar.
Pero Jesús no es sólo un esclavo, con todo lo que tiene de humillante; es “el Siervo de
Yahvé”, que ha cargado con todos los crímenes y pecados de la humanidad, que se ha
hecho esclavo para liberar a los que eran esclavos del pecado. Su servicio no es
insignificante. Su servicio consiste en dar la vida en rescate por todos. Y nosotros,
apuntados a la escuela de Jesús, somos llamados a seguirle por el mismo camino:
hacernos esclavos de todos y dar la vida en expiación por todos, para que todo hombre
oprimido por el pecado llegue a ser realmente libre.
• La Iglesia debe presentar una imagen distinta a la sociedad civil. En esta última
frecuentemente el poder adquiere la forma de tiranía y opresión. En la Iglesia, por el
contrario, la autoridad ha de ser un servicio. Por eso, todo intento de configurarla a
imagen y semejanza de una sociedad civil, contradice el Evangelio.
1. El mismo Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir
“Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: Maestro,
queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. En el Evangelio de San Marcos
son Juan y Santiago los que hacen la petición a Jesús, en cambio en el Evangelio de San
Mateo es su madre. Ambas divergencias se compaginan bien, porque ellos lo piden por
su madre, como recurso más discreto y hábil, o posiblemente se debe a las fuentes. En
el fondo de la petición posiblemente hubiese razones de posible parentesco, (Junto a la
cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y
María Magdalena Jn 19:25), Esta fuerza de parentesco, era de costumbres en esos
tiempos.
Ellos le dijeron a Jesús, “cuando estés en tu gloria”. En San Mateo se pide que se sienten
junto a Él en tu reino. Parecería que se tratase de la fase celeste. Sin embargo, en el
medio ambiente se esperaba que el reinado del Mesías precediese aquí a la fase final del
reino de Dios. Esto es lo que piden, (“Los que estaban reunidos le preguntaron: Señor,
¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?”(Hech1:6). Sin
embargo, parece aludir a la parusía, (“cuando venga en la gloria de su Padre con los
santos ángeles” Mc 8:38), aunque es discutible a qué aluden estos textos. La frase no es
ajena a la teología de San Marcos. Jesús les pone su ejemplo de servidor que vino a dar
la vida en redención por muchos; “Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Jesús censura la ambición de esta pretensión; “Jesús les dijo: “No saben lo que piden,
¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que Yo recibiré?”, y luego se
daría por buena, al excusarla con la predestinación del Padre. “En cuanto a sentarse a mi
derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlos, sino que esos puestos son para
quienes han sido destinados”.
La ambición que reflejan aquí los dos apóstoles está en la misma línea de incomprensión
de un Mesías doliente y de su reino espiritual. Para ellos se pide los dos primeros puestos
en su reino. Se lo concibe como terreno. La petición no miraba sólo a los puestos de
honor, sino también a los de ejercicio y poder. Estos dos puestos correlativos de su
derecha e izquierda eran los dos primeros puestos de una serie. Santiago y Juan, son
primo de Jesús y quieren hacer prevalecer este parentesco.
2. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?
En la respuesta de Jesús les corrige el enfoque de su concepción terrena del reino. Este
es de dolor, entonces Jesús les pregunta; “¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir
el bautismo que Yo recibiré?”, entonces nos preguntamos ¿Podrán ellos beber el cáliz
que a Él le aguarda de su pasión?, la pregunta es un contexto lógico, para precisarles
bien la naturaleza del reino. El martirio — testimonio — estaba bien experimentado en la
Iglesia a esta hora.
En la literatura judía se presenta frecuentemente el cáliz como imagen de alegría y
fortuna, derivando acaso su uso de los festines, pero luego, por influjo de la copa de la
venganza divina, que usaron los profetas, vino a significar también, y preferentemente,
el sufrimiento y la desgracia El mismo sentido tiene en la literatura rabínica. El cáliz que
Jesús bebería era el de su pasión y muerte.
A la pregunta que les hace Jesús si estarían dispuestos a “beber este cáliz” y a
sumergirse, como El en este dolor, “Podemos”, le respondieron”. No era una respuesta
de fácil inconsciencia. Y Jesús les confirma, con vaticinio, este martirio de dolor. De
hecho, Santiago el Mayor sufrió el martirio sobre el año 44, por orden de Agripa; (“Hizo
morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan”-Hech 12:2), siendo decapitado. Juan
murió en edad muy avanzada de muerte natural; (“Corrió, pues, entre los hermanos la
voz de que este discípulo no moriría”. Jn 21:23) Pero, antes de ser desterrado a la isla de
Patmos, sufrió el martirio, pues fue sumergido en una caldera de aceite hirviendo, de la
que Dios le libró milagrosamente.
Quedaba con ello corregido el erróneo enfoque sobre la naturaleza de su reino. Y les
aprobaba su coraje cristiano, cuyo ímpetu se refleja en otras ocasiones. Pero había en
esta petición un plan más profundo del Padre que no competía a Jesús el cambiarlo;
había en todo ello una predestinación: “esos puestos son para quienes han sido
destinados” y Dios dispone libremente de sus dones: de la donación gratuita de su reino
y de los puestos del mismo.
3. Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra
ellos
“Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos” por esta
pretensión y proposición. Al ver aquella disputa, Jesús los llamó. Y va a restablecer la
armonía con una gran lección de humildad, dada especialmente para los que van a tener
puestos jerárquicos, para ellos, que son apóstoles y se sentarán en tronos en su reino -Lc
22:30-. Les va a dar una lección por capítulo doble, primero con la verdadera doctrina
del mando, y luego con su mismo ejemplo. Es así como Jesús les dice; “Ustedes saben
que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si
fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad”.
En el mundo, los que gobiernan las naciones fácilmente abusan de su poder, y, en lugar
de ser en servicio benéfico del bien común, lo es en provecho propio, y así oprimen a los
pueblos. Los apóstoles comprendieron y asumieron como misión el hecho político y
social desigual de su época. Eran galileos y habían oído hablar de los abusos de Herodes
el Grande, de Arquelao y Antipas, lo mismo que de los abusos de algunos de los
procuradores romanos. Y Jesús les pide a sus amigos; “Entre ustedes no debe suceder
así”... En efecto, sucede de hecho, ya que no es ésa la misión del poder entre
gobernantes de pueblos, no ha de ser así entre los que son apóstoles y se sentarán en
tronos del reino para juzgar a las doce tribus de Israel.
4. El que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes
Jesús luego les dice, “Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de
ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”. Porque que
éstos no son para honor ni provecho propio, sino para ministerio, servicio y provecho
directo del bien común. No siendo para provecho propio, en lugar de tener esos
sentimientos de ambición, si alguno pensase en ello, que piense que ha de tener
sentimientos, en este orden, de servidor y de servidor de todos. Pues ha de tener los
sentimientos de servicio. Deberá ser servidor de todos. Así enfocados, los puestos
jerárquicos y de mando cobran su auténtica proyección y excluyen automáticamente las
apetencias en el Reino terreno. Pues nadie tiene apetencia por egoísmo de ser servidor
de todos.
Y luego de la doctrina, pone el gran ejemplo de su vida, que es el Rey-Mesías. “Porque el
mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate
por una multitud”. No vino a ser servido. Sus sufrimientos, su pobreza, las intrigas
armadas contra El, la perspectiva de su pasión y muerte, hacían ver bien que no vino a
ser servido, sino a servir; al contrario, vino a dar su “vida en rescate por una multitud”.
Esta enseñanza de Jesús, responde a la idea de la liberación por rescate, una liberación
mediante un sacrificio, es decir dar su vida por salvar a los hombres.
5. Una gran lección de humildad
Hay que saber beber a tiempo el cáliz amargo de la Pasión, las contradicciones, las
penas, las amarguras, las tristezas y enfermedades, las persecuciones y las malas
interpretaciones, pero todo esto nos ayudará a purificar nuestros corazones y lo
preparará la gloria de la resurrección y luego, para la alegría del triunfo en unión con
Jesús, nuestro Señor.
Jesús nos da en este fragmento del Evangelio una gran lección de humildad, algo que
para nosotros es necesario comprender, nos llega a nuestro amor propio, o por que
sufrimos si otros nos aventajan, o porque queremos ser los primeros en todas partes,
sobresaliendo en todo y sin importar si estamos relegando a los demás. El tratar de ser
primeros, sin importar como y a costa de quien, no está conforme al espíritu cristiano.
Jesús no enseño a ser humildes por amor a Él.
El que tiene que sobresalir siempre, es Jesús y nosotros no ser notado.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay oración. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

2 Señor Jesús, como Santiago y Juan, también nosotros con frecuencia «queremos que
nos concedas lo que vamos a pedirte». No somos, en efecto, mejores que tus dos
discípulos; sin embargo, también como ellos hemos escuchado tu enseñanza y
querríamos recibir de Ti la fuerza para llevarla a cabo, esa fuerza que condujo después a
los hijos de Zebedeo a dar testimonio de Ti con la vida...
Jesús, ayúdanos a comprender el amor que te impulsó a beber la copa del sufrimiento
por nosotros, a sumergirte en las olas del dolor y de la muerte para arrancarnos de la
muerte eterna a los pecadores. Ayúdanos a contemplar en tu extrema humillación la
humildad de Dios. Libéranos de la necia presunción de someter a los otros e infunde en
nuestro corazón la caridad verdadera, que nos hará sentirnos alegres de servir a todo
hermano con el don de nuestra vida.
Dócil Siervo de YHWH, que con tu sacrificio expiatorio te has convertido en el verdadero
sumo sacerdote misericordioso, Tú conoces bien las flaquezas de nuestro espíritu y las
pesadas cadenas de nuestros pecados: Tú, que por nosotros derramaste tu sangre,
purifícanos de toda culpa. Tú, que ahora estás sentado a la derecha del Padre, haznos
siervos humildes de todos. www.santaclaradeestella.es
3 ¡Señor Dios nuestro!, aparta a los discípulos de tu Hijo de los caminos fáciles de la
popularidad, de la gloria a poco precio, y llévalos sobre los caminos de los pobres y de
los afligidos de la tierra, para que sepan reconocer en sus rostros el rostro del Maestro y
Redentor. Da ojos para ver los senderos posibles que llevan a la justicia y a la
solidaridad; oídos para escuchar las peticiones de salvación y salud de tantos que
buscan como a tientas; enriquece sus corazones de fidelidad generosa y de delicadeza y
comprensión para que se hagan compañeros de camino y testimonios verdaderos y
sinceros de la gloria que resplandece en el crucificado resucitado y victorioso. Él vive y
reina glorioso contigo, oh Padre, por los siglos de los siglos. www.ocarm.org
4 ¡Padre Nuestro, que escuchas todos nuestros pedidos para cubrir las “necesidades”, y
que siempre las respondes… cuántas con la misma respuesta de tus dos apóstoles: «No
saben lo que piden». Y pensar que muchas veces estos pedidos incluyen el «no» sufrir,
«no» permitir una enfermedad, «no, no y no». Cuando el Hijo del Hombre, nuestro Señor
Jesucristo, Hoy nos recuerda que para seguirlo hay que abandonarlo todo, recibir su
Cruz; beber la Copa y bautizarnos como Él; esto es, «Vivir los sufrimientos y la Muerte de
Jesús».
No hay duda que queremos ser los «elegidos» por Ti Abbá Padre, pero debemos
entender que dichos puestos han sido reservados para otros. Permítenos por tu gracia y
la presencia de tu Espiritu, mas bien, nos concedas lo que te vamos a pedir: Humildad;
para saber llegar a los necesitados, Misericordia; para saber llegar a los afligidos, Amor,
para saber ocupar los ultimos puestos que son los verdaderos lugares de «servicio y
rescate de las almas». Ten piedad de nosotros por las llagas de tu Hijo Amado. Amén.
www.dario.res

5 Guiame, Luz buena, entre tanta tiniebla espesa, illevame tú! Estoy lejos de casa, es
noche prieta y densa, illevame tú! Guarda mis pasos. No pido ver confines ni horizontes,
sólo un paso mas me basta. Yo antes no era asi, jamas pense en que tu me llevaras.
Decidia, escogia, agitado, pero ahora illevame tú! Yo amaba el lustre fascinante de la
vida y, aun temiendo, sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuentas del pasado.
Si me has librado ahora con tu amor, es que tu Luz me seguirá guiando entre paramos
barrizos, carcavas y breñales, hasta que la noche huya y con el alba estalle la sonrisa de
los ángeles, la que perdí, la que anhelo desde siempre. (J. H. Newman, Guíame, Luz
buena). www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Ya está, aquellos dos discípulos de nuestro Señor, los santos y grandes hermanos
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, como hemos leído en el evangelio, desean del Señor,
nuestro Dios, poder sentarse en el Reino uno a su derecha y el otro a su izquierda. Es
una gran cosa lo que desean, y no se les reprocha por el deseo, sino que se les llama al
orden. En ellos ve el Señor el deseo de las cosas grandes y aprovecha la ocasión para
enseñar el camino de la humildad. Los hombres no quieren beber el cáliz de la pasión, el
cáliz de la humillación. ¿Desean cosas sublimes? Que amen a los humildes. Para
ascender a lo alto es preciso, en efecto, partir de lo bajo. Nadie puede construir un
edificio elevado si antes no ha puesto abajo los cimientos.
Considerad todas estas cosas, hermanos míos, y partid de aquí, construíos en la fe a
partir de aquí, para tomar el camino por el que podréis llegar a donde deseáis [...].
Cuanto más altos son los árboles, más profundas son sus raíces, porque todo lo que es
alto parte siempre de lo bajo. Tú, hombre, tienes miedo de tener que hacer frente al
ultraje de la humillación; sin embargo, es útil para ti beber ese cáliz tan amargo de la
pasión. «¿Podéis beber el cáliz de los ultrajes, el cáliz de la hiel, el cáliz del vinagre, el
cáliz de las amarguras, el cáliz lleno de veneno, el cáliz de todos los sufrimientos?» Si les
hubieras dicho eso, más que animarles les habrías espantado. Ahora bien, donde hay
comunión hay consuelo. ¿Qué miedo tienes entonces, siervo? Ese cáliz lo bebe también
el Señor (Agustín, Sermón 20A, 5-8). www.santaclaradeestella.es
Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo, diciéndole: Ordena que se siente uno a tu
derecha y el otro a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para hacerles ver que lo
que piden no tiene nada de espiritual y que, si hubieran sabido lo que pedían, nunca se
hubieran atrevido a hacerlo, les dice: No sabéis lo que pedís, es decir: «No sabéis cuán
grande, cuán admirable, cuán superior a los mismos coros celestiales es esto que pedís».
Luego añade: ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber o de bautizaros con el
bautismo con el que yo me voy a bautizar? Es como si les dijera: «Vosotros me habláis
de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo de
premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la vida presente es tiempo de
muertes, de guerra y de peligros».
Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a
un aliciente. No dice: «¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra
sangre?», sino que sus palabras son: ¿Sois capaces de beber el cáliz? Y para animarlos a
ello, añade: Que yo he de beber; de este modo, la consideración de que se trata del
mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más
generosa. Y a su Pasión le da el nombre de «bautismo», para significar, con ello, que sus
sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo. Ellos
responden: Lo somos. El fervor de su espíritu les hace dar esta respuesta espontánea,
sin saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de que de este modo alcanzarán
lo que desean.
¿Qué les dice entonces el Señor? El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizarán
con el bautismo con el que yo me voy a bautizar. Grandes son los bienes que les
anuncia, esto es: «Seréis dignos del martirio y sufriréis lo mismo que yo. Vuestra vida
acabará con una muerte violenta y así seréis partícipes de mi Pasión. Pero el sentarse a
mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para aquellos para
quienes lo tiene reservado mi Padre». Después de que ha levantado sus ánimos y ha
provocado su magnanimidad, después de que los ha hecho capaces de superar el
sufrimiento, entonces es cuando corrige su petición.
Los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Ya veis cuán imperfectos eran
todos, tanto aquellos que pretendían una precedencia sobre los otros diez como también
los otros diez que envidiaban a sus dos colegas. Pero -como ya dije en otro lugar- si nos
fijamos en su conducta posterior, observamos que están ya libres de esta clase de
aspiraciones.
El mismo Juan, uno de los protagonistas de este episodio, cede siempre el primer lugar a
Pedro, como leemos en los Hechos de los Apóstoles. En cuanto a Santiago, no vivió por
mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar por su gran vehemencia y, apartando
a un lado toda aspiración humana, obtuvo muy pronto la gloria inefable del martirio
(Juan Crisóstomo, Homilías, 65, 2-4).
www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini

6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.


Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Os he dado ejemplo, para que hagáis
lo que yo he hecho con vosotros» (Jn 13,15).
Repite a menudo y vive esta Palabra: «El que quiera ser el primero entre vosotros,
que sea sclavo de todos» (Mc 10,44).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
El pueblo, las naciones, los ciegos, los prisioneros, existen para nosotros, están
presentes en nosotros, del mismo modo que existimos para nosotros mismos, como
estamos presentes a nosotros mismos. Deben ser carne de nuestra carne, fibras de
nuestro corazón. Deben ser acogidos sin descanso en nuestro pensamiento.
Ellos y nosotros debemos ser, vitalmente, inseparables. Debemos poner en común su
destino y nuestro destino, el destino que, para nosotros, es la consumación de la
salvación. El cristiano animado por la pasión de Dios verá crecer en él la pasión por
imitar la bondad paterna de Dios con una caridad fraterna cada vez más exigente y cada
vez más verdadera. Ahora bien, este mismo cristiano, poseído cada vez más por el
sentido de la alianza divina, querrá acercar a los hombres cada vez más a la salvación,
obra suprema de la bondad de Dios por ellos. Y el cristiano, simultáneamente, se verá
obligado a estar cada vez más al servicio de la felicidad de cada uno de sus hermanos,
se verá obligado a estar cada vez más al servicio de su salvación. La felicidad y la
salvación de los hombres coincidirán en lo más íntimo de cada uno; sin embargo, de esta
coincidencia no saldrá ni confusión ni tensión estéril. El servicio a la felicidad humana
que el cristiano perseguirá a semejanza de Dios, se ordenará, se jerarquizará, se
encaminará asumiendo la gran perspectiva de la salvación (M. Delbrél, No¡ delle strade,
Turín 1988, pp. 230ss [edición española: Nosotros, gente de la calle, Estela, Barcelona
1971 ]). www.santaclaradeestella.es
Podemos señalar dos cosas sorprendentes en el evangelio de hoy. La primera es que dos
apostoles, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se dirigen a Jesús y le piden los primeros
puestos: «Concedenos sentarnos en tu gloria uno a tú derecha y otro a tu izquierda».
Hablan de la gloria de Jesús, y quieren compartirla como sus primeros ministros.
La pregunta es sorprendente, porque viene en el evangelio inmediatamente despues de
la tercera prediccion de la Pasion por parte de Jesús: «Mirad, estamos subiendo a
Jerusalen y el Hilo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los
maestros de la ley; lo condenaran a muerte y lo entregaran a los paganos; se burlaran
de Él, le escupiran, lo azotaran y lo mataran, pero a los tres dias resucitara» (Mc 10,33-
34). Jesús acaba de anunciar todas las humillaciones y los maltratos que esta a punto de
padecer y, sin embargo, los dos apostoles piden los puestos de honor. Estan ciegos: no
ven el contraste estridente entre su ambicion y la prediccion de Jesús.
Tambien nosotros nos mostramos asi con frecuencia. Jesús se revela a nosotros como
alguien que ha padecido la muerte por amor, y nosotros, en cambio, buscamos
privilegios, ventajas, satisfacciones personales, somos ambiciosos y queremos ocupar
siempre los puestos de honor.
Hay tambion un segundo motivo de sorpresa. Jesús responde a los dos apostoles
poniendoles una condición: «No sabeis lo que pedis. ¿Podeis beber la copa de amargura
que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?».
La expresion «beber la copa» hace pensar en la Pasión de Jesús. En Getsemani le pide al
Padre que, si es posible, aleje de él esa copa, pero se somete a la voluntad del Padre y,
al final, acepta beber la copa. El bautismo de Jesús es un bautismo de sangre. Los dos
apostoles responden a la pregunta de Jesús con generosidad y brio: «Podemos».
En este punto anuncia Jesús su martirio: «Bebereis la copa que yo he de beber y sereis
bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado». Y, por nuestra parte, nos
esperariamos esta conclusion: «Asi tendreis los mejores puestos a mí derecha y a mí
izquierda». Jesús ha puesto una condicion y ellos la han aceptado; ahora nos
esperariamos que obtuvieran lo que han pedido. Sin embargo, Jesús concluye asi: «pero
el sentarse a mi derecha o a mí izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para
quienes este reservado».
El discurso dirigido por Jesús a los dos apostoles parece una trampa. Los apostoles
parecen atrapados como en un aparente engaño: han aceptado la condicion, pero ahora
no pueden tener lo que han pedido. Es una gran desilusion para ellos. Como
comprenderlo?
En realidad, debemos comprenderlo como una gracia. Jesús dio a los dos apóstoles mas
de lo que habian pedido: los libero de su ambicion egoista y los hizo participes de su
amor, les dio unos puestos verdaderamente muy cercanos a él. Ellos habian pedido estar
con él en la gloria, y Jesús les hace comprender que lo importante es estar muy cerca de
él en el amor, en la generosidad. Esta es la gracia mas importante. El sitio a su derecha
o a su izquierda es algo secundario; lo mas importante es estar con él en el amor
generoso. Jesús les concedio esta gracia a los dos discipulos, liberandolos de su egoismo
e introduciendolos en el reino de su amor.
El evangelio nos refiere que, «cuando los otros lo oyeron, se enfadaron con Santiago y
Juan». Los otros apostoles se enfadaron porque tenian la misma ambición que Santiago y
Juan.
Esto mismo nos pasa tambien con frecuencia a nosotros. Nos enfadamos por lo que
hacen los otros, porque tenemos las mismas pretensiones; nos sentimos contrariados al
ver que otros quieren tener lo mismo que tambien queremos nosotros.
Jesús llamó entonces a todos los apóstoles y les dio una enseñanza muy importante:
«Sabeis que los que figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiranicamente y
que sus magnates las oprimen».
El mundo funciona asi: hay gente ambiciosa que consigue imponerse, ocupar los puestos
de mando y ejerce el poder sobre los otros. «No sera asi entre vosotros», dice Jesús a
sus discipulos. Para ellos vale lo contrario de la mentalidad del mundo. Jesús da la vuelta
a esta perspectiva, y dice: «El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos».
Como ya hiciera en otras ocasiones (cf., par ejemplo, Mc 9,35) dice a los apostoles en
que consiste la verdadera grandeza, verdadero valor. La verdadera grandeza no consiste
en oprimir a los otros con un poder obtenido con la ambición, sino en el servicio, en
ponerse a disposición de los otros para ayudarles a vivir una vida bella, digna del
hombre. Esto es lo que complace a Dios de verdad y lo que corresponde al modo de vivir
del mismo Jesús.
Este concluye, en efecto, su enseñanza con estas palabras: «Pues tampoco el Hijo del
hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos». Si
queremos estar con Jesús, debemos ponernos al servicio de los otros, cada uno según
sus propias capacidades. No debemos ambicionar estar por encima de los otros,
dominarlos, sino estar a su servicio de manera generosa. Jesús ejerció el máximo grado
de servicio por nosotros, hasta «dar su vida como rescate por todos». No es posible
servir de un modo más completo y más perfecto que como hizo Jesús (A. Vanhoye, «299.
Domingo del tiempo ordinario», Las lecturas bíblicas de los domingos. Ciclo 13,
Mensajero, Bilbao 2008).
www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini

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www.fundacionpane.org

Invocación al Espíritu Santo:


Ven Espíritu Santo, Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere
decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo. Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y
se haga vida en nosotros. Amén
TEXTO BÍBLICO: Marcos 10, 35-45
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
Continuando con la lectura del Evangelio de San Marcos, este domingo la liturgia nos
lleva a reflexionar entorno al carácter servicial de la autoridad, y del seguimiento de
Cristo. Dos de los protagonistas del relato son los hermanos Santiago y Juan, apóstoles
de Jesús. Estos eran hijos de un pescador judío llamado Zebedeo y de Salomé. Estos
hermanos se dirigen a Jesús con un pedido muy especial; “Concédenos sentarnos en tu
gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Este pasaje tiene su paralelo en Mateo, las palabras y el sentido del relato son
exactamente el mismo, siendo que la diferencia radica en que la madre de Santiago y
Juan es quien hace el pedido a Jesús, y dialoga con Él.
Jesús responde claramente que no saben lo que piden. Como hemos visto en anteriores
domingos, Jesús había anunciado a sus discípulos que debía padecer, morir y resucitar al
tercer día. A este mismo pasaje del Evangelio de San Marcos le precede el tercer anuncio
de la Pasión. Por lo tanto este pedido de Santiago y Juan nos muestra que quienes
acompañaban a Jesús en ese momento, estaban inmersos en sus propios intereses, y no
habían captado correctamente las palabras de Jesús.
Quieren participar de la gloria de Cristo, y este es un magnífico deseo, el mejor que
cualquier hombre puede desear en su vida. Pero desconocen que el camino de la Gloria
es el de la Cruz. Confunden la gloria con una propia aspiración personal, el éxito terreno,
el prestigio y la honra.
A la pregunta de Jesús, acerca de si pueden beber el cáliz y recibir el mismo bautismo,
ellos responden que sí. Jesús consintió, pero con respecto al pedido de sentarse a la
derecha o a la izquierda en el Reino, Jesús dice, que sólo al Padre le corresponde
concederlo, y no a él. “Beber el cáliz”, del sufrimiento o de la alegría era una metáfora
muy usada en la literatura judía para referirse a los dolores o alegrías que debía
experimentar una persona; aquí se refiere a la Pasión de Cristo.
No es una pretensión equivocada la de los hermanos, su deseo es vivir algo grande e
inmenso, aunque no lleguen a comprender que se trata del Reino de los cielos. Por lo
tanto no es una grandeza según los esquemas del mundo en que todo se mide por el
éxito, poder, dinero, etc. Sino que Jesús propone un camino diferente para lograr esta
grandeza: la humildad.
Los otros diez apóstoles que escucharon el pedido de los hermanos Santiago y Juan, se
indignaron, y tuvieron malos sentimientos. Surge en ellos el veneno de la envidia y de la
ambición, sentimientos comunes de quienes buscan el poder, y el reconocimiento. Es por
eso que Jesús pone el ejemplo de los gobernantes, y de los poderosos, haciendo un
llamado a no ser como ellos. Para ser “grande”, hay que hacerse servidor, y para ser el
primero, hay que hacerse el sirviente de los hermanos. Esto no es sólo una enseñanza
de Jesús, sino lo que Él mismo vino hacer: a servir y a dar su vida en rescate de una
multitud. Jesús enseña con sus palabras, pero más aún con su propia vida.
Reconstruimos el texto:
¿Cuáles son los dos apóstoles protagonistas del relato? ¿De quién son hijos?
¿Cuál es el pedido que le realizan a Jesús? ¿Qué les responde?
Y Jesús, ¿qué pregunta le hace a ellos? ¿Dicen poder o no poder hacerlo?
¿Qué les dice Jesús? ¿A quién le corresponde conceder quien se sentará a su izquierda y
a su derecha? ¿Para quién son esos puestos?
¿Qué sintieron los demás apóstoles al escuchar esta conversación?
¿Qué ejemplo les da Jesús, diciendo que no deben ser como ellos?
¿Qué se debe hacer para ser “grande”? ¿Y para ser el “primero”?
¿Para qué ha venido el Hijo del Hombre?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
¿Me acerco a Jesús en la oración para pedirle? ¿Qué cosas le pido? ¿En mis pedidos
surgen pretensiones personales relacionadas a mi afán de reconocimiento o poder?
¿Existe en mí el deseo de llegar un día a estar eternamente al lado del Señor? ¿Me
esfuerzo diariamente con mis acciones para lograrlo? ¿Comprendo que buscar y llegar al
Reino de los Cielos, es alcanzar la felicidad que no tiene fin? ¿Qué siento al saber esto?
¿Comprendo que el medio para alcanzar la Gloria de Dios, es el camino de la Cruz?
¿Entonces, soy capaz de beber el cáliz del Señor, es decir padecer por él? ¿Estoy
dispuesto a esto? ¿Entiendo lo que significa? ¿Llevo mis dificultades y problemas con
esperanza, como signo de ser cristiano?
¿Soy como los apóstoles que ante la conversación de Santiago, y Juan con Jesús sienten
envidia? ¿En que momento surgen estos sentimientos en mí? ¿Me ocurre también en las
áreas pastorales, o en mi comunidad eclesial? ¿Como evitarlo? ¿Cómo respondo al Dios
que me invita a hacerme el último y servidor de todos?
La grandeza del discípulo esta en el servicio ¿Me cuesta salir de mi “comodidad pastoral”
para servir a mis hermanos en la Iglesia, en mi Familia, y grupos de amigos? ¿Qué
significa el servicio para mí? ¿Cómo contribuir para que mi Iglesia, sea una comunidad
servidora?
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el
momento de decirle algo al Señor.
Señor Jesús, para poder servirte mejor, dame un noble corazón.
Un corazón fuerte para aspirar por los altos ideales y no por opciones mediocres.
Un corazón generoso en el trabajo, viendo en el no una imposición sino una misión que
me confías.
Un corazón grande para el sufrimiento, siendo valiente soldado ante mi propia cruz y
sensible cireneo para la cruz de los demás.
Un corazón grande para con el mundo, siendo comprensivo con sus fragilidades pero
inmune a sus máximas y seducciones.
Un corazón grande para los hombres, leal y atento para con todos pero especialmente
servicial y delicado con los pequeños y humildes.
Un corazón nunca centrado sobre mí, siempre apoyado en Tí, feliz de servirte y servir a
mis hermanos, ¡oh, mi Señor! todos los días de mi vida.
♦ Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.
Añadimos nuestras intenciones de oración y decimos: Amén.
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del
Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro
corazón:
«El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir» (Versículo 45)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un
verdadero cristiano.
Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a ser un
humilde servidor. Analizaré las actitudes serviciales en mí vida cotidiana, como la
amabilidad, la disponibilidad, el diálogo, la corrección fraterna, ceder gustos e ideas para
atender a los demás. A través de acciones concreta podre a los demás en calidad de
“primeros”.
En el grupo, nos comprometemos a ser una comunidad servidora y dispuesta a ir al
encuentro del hermano. Proponemos una acción servicial en el grupo para ayudar:
puede ser visitar a personas que lo necesitan, escribir cartas de aliento a quienes están
solos, ayudar a personas desvalidas, acompañar a un enfermo. Es decir, que se note
nuestra preocupación como grupo por servir.
*********************************************************************
✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el
perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)
Comparezcamos confiados -hemos escuchado- ante el trono de la gracia y oremos para
alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
- Por el papa y los obispos, y por todos los que han recibido alguna responsabilidad en la
Iglesia. Roguemos al Señor.
- Por los que han recibido el poder de decidir a todos los niveles de la sociedad.
Roguemos al Señor.
- Por todos los que llevan sobre sí, con ánimo generoso, las cargas de los demás.
Roguemos al Señor.
- Por los que sufren indefensos opresión, violencia, injusticias, afrentas. Roguemos al
Señor.
- Por nosotros, que, a imitación de Cristo Jesús, debemos servir y dar la vida por todos.
Roguemos al Señor.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
• A Dios, que nos sirve de tantas maneras, pidámosle que queremos aprender de su Hijo
Jesucristo a no evitar la molestia de servir, para evitársela a los demás. Respondamos a
cada petición diciendo: R/ Señor, haznos siervos de tu amor.
- Por la Iglesia, para que sirva al mundo alzándose en favor de la justicia y la paz, y
defendiendo la libertad y dignidad de la persona humana, roguemos al Señor.
- Por los que tienen autoridad en la Iglesia, para que no se vuelvan simples funcionarios,
sino “ministros”, es decir, humildes “servidores” de sus hermanos, roguemos al Señor.
- Por nuestras familias cristianas, para que los padres, por su cuidado y servicio
compartidos, preparen a sus hijos a prestar servicio a otros, roguemos al Señor.
- Por los muchos que nos sirven de diversas maneras para proveernos las cosas y la
ayuda que necesitamos: -sirvientes, chóferes, enfermeras, técnicos y todos los demás,
demasiados para nombrarlos a todos - para que les estemos siempre muy agradecidos,
roguemos al Señor.
- Por nosotros y por nuestras comunidades, para que todos nosotros seamos menos
exigentes y estemos muy atentos, los unos de los otros, y sirvamos con creces a las
necesidades de los demás, roguemos al Señor.
Señor Dios nuestro, te pedimos que nos conviertas a las exigencias del evangelio.
Ayúdanos a convertirnos en siervos, los unos de los otros, junto con el Siervo de todos,
Jesucristo nuestro Señor.

3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)

✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas


*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Concédenos, Señor, estar al servicio de tus dones con un corazón libre, para que, con la
purificación de tu gracia, nos sintamos limpios por los mismos misterios que celebramos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor Dios nuestro: Mientras tu Hijo Jesús nos sirve a la mesa eucarística en los signos
de pan y vino, nos pides beber con Él la copa de servicio sacrificado. Que tu mismo Hijo
nos colme con aquel amor que solamente puede comprender que ser grande es servir a
otros y utilizar nuestras vidas para dar a nuestros hermanos más pobres una
oportunidad para vivir. Y que no busquemos otra recompensa que compartir el destino
de Jesús nuestro Señor y Salvador que vive y reina por los siglos de los siglos.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

Levantemos nuestro corazón y nuestra voz para dar gracias a Dios por darnos a Alguien
(Jesús) que experimentó nuestra debilidad y se hizo uno de nosotros para servirnos y
salvarnos a todos, y para hacernos servir al Padre y servirnos los unos a los otros.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio IX dominical del tiempo Ordinario. La acción del Espíritu en la Iglesia
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque nos concedes en cada momento lo que más conviene y diriges sabiamente la
nave de tu Iglesia, asistiéndola siempre con la fuerza del Espíritu Santo, para que, a
impulso de su amor confiado, no abandone la plegaria en la tribulación, ni la acción de
gracias en el gozo, por Cristo, Señor nuestro.
•• Gracias Jesús por concederme este momento de encuentro y diálogo contigo. Gracias
porque te hiciste hombre, para que podamos alcanzar la salvación, la plenitud de
nuestra vida humana. No dejes, Buen Señor, que el temor me haga flaquear y que se
debilite mi fe. Que siempre encuentre en Ti la fortaleza; como Pan Vivo bajado del Cielo,
para afirmar tu verdad y pueda iluminar al mundo entero con tu Palabra de vida.
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
A quien alaban los cielos y la tierra, los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su
admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al
mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu
servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y
diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada persona
de la tierra.

• Oremos con Jesús a nuestro Padre del cielo para que sepamos hacer su voluntad y
sirvamos a su reino.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro...
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor, de todos los males. Líbranos del deseo incontenible de buscar puestos
de honor y poder a expensas de los otros. Ayúdanos a pagar con nuestro servicio el
costo de la paz y el amor, mientras esperamos con gozosa esperanza la segunda venida
gloriosa entre nosotros de nuestro Salvador Jesucristo.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas
en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele
la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
Este es el cordero de Dios que vino no a ser servido sino a servir y pagar con su vida el
precio de nuestra libertad. Dichosos nosotros, invitados a compartir su mesa y a
aprender de él qué significa realmente “servir”.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.

R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de la comunión Sal 32, 18-19
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión
Señor, haz que nos sea provechosa la celebración de las realidades del cielo, para que
nos auxilien los bienes temporales y seamos instruidos por los eternos. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Oh Padre amoroso: Tu hijo ha estado con nosotros en esta celebración eucarística como
el sirviente de todos nosotros. Que Él disponga nuestros corazones y nos dé valor para
comprender y aceptar a los otros, para acompañarles en el camino de la vida, para sufrir
y compadecer sus penas, regocijarse con sus alegrías y llevar los unos las cargas de los
otros, para que Él esté con todos nosotros ahora y por los siglos de los siglos.

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
– Encomendémonos a nuestra Madre rezando:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre
Virgen, gloriosa y bendita!

Oracion a San Miguel Arcángel.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y
acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde
súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición
Hermanos: El mensaje del evangelio de hoy es incómodo. El que se nos diga que
tenemos que servir más que ser servidos, estar dispuestos a ahorrar molestias a los
otros no ahorrándonoslas a nosotros mismos por el bien de los demás y a renunciar al
deseo incontenible de poder, todo eso va contra el principio de nuestra arraigada actitud
humana. Pero esta es la dura verdad con la que Cristo nos ha confrontado hoy.
Como Cristo, pues, intentemos en nuestros hogares, en nuestras comunidades, en la
Iglesia, gastarnos desinteresadamente por los demás, con la bendición de Dios
todopoderoso, el Padre, el Hijo ✠ y el Espíritu Santo.
¡Vayamos a servir al Señor en su pueblo!
R/ Amén.
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu
gracia y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y
en Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

Oración de «Adiós al Altar», antes de salir del templo después de la liturgia


(Tradición siro-maronita)
Queda en paz, oh Altar de Dios.
La oblación que hoy he ofrecido sobre ti, sea para la remisión de las culpas y el perdón
de los pecados y me alcance estar ante el tribunal de Cristo sin condena y sin confusión.
No sé si se me concederá volver a ofrecer sobre ti otro Sacrificio. Protégeme, Señor, y
conserva a tu Santa Iglesia, que es camino de verdad y de salvación. Amén

Papa Francisco
ÁNGELUS. Plaza de San Pedro. Domingo, 21 de octubre de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La página del Evangelio de hoy (cf. Mc 10, 35-45) describe a Jesús, que una vez más y
con gran paciencia, intenta corregir a sus discípulos convirtiéndolos de la mentalidad del
mundo a la de Dios. Le brindan la ocasión los hermanos Santiago y Juan, dos de los
primeros que Jesús encontró y llamó a seguirlo. Ya han recorrido un largo camino con Él
y pertenecen al grupo de los doce Apóstoles. Por eso, mientras se dirigen a Jerusalén,
donde los discípulos esperan con ansia que Jesús, con ocasión de la fiesta de Pascua,
instaure finalmente el Reino de Dios, los dos hermanos se arman de valor, se acercan y
dirigen al maestro su petición: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu
derecha y otro a tu izquierda» (Mc 10, 37). Jesús sabe que Santiago y Juan están
animados por un gran entusiasmo por Él y por la causa del Reino, pero sabe también que
sus expectativas y su celo están contaminados por el espíritu del mundo. Por eso
responde: «No sabéis lo que pedís» (Mc 10, 38). Y mientras ellos hablaban de «tronos de
gloria» en los que sentarse junto a Cristo Rey, Él habla de un «cáliz» para beber, de un
«bautismo» a recibir, es decir de su pasión y muerte.
Santiago y Juan, siempre mirando al privilegio esperado, dicen deprisa: ¡sí «podemos»!
Pero tampoco aquí se dan cuenta de lo que verdaderamente dicen. Jesús preanuncia que
su cáliz lo beberán y su bautismo lo recibirán, es decir, ellos también, como los demás
apóstoles, participarán en su cruz, cuando llegue el momento. Sin embargo –concluye
Jesús– «sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es
para quienes está preparado» (Mc 10, 40). Como diciendo: ahora seguidme y aprended
el camino del amor «con pérdida», y el Padre celestial se hará cargo del premio. El
camino del amor es siempre «con pérdida», porque amar significa dejar a parte el
egoísmo, la autorreferencialidad, para servir a los demás. Jesús se da cuenta de que los
otros diez Apóstoles se enfadan con Santiago y Juan, demostrando así que tienen la
misma mentalidad mundana. Y esto le ofrece la inspiración para una lección que se
aplica a los cristianos de todos los tiempos, también para nosotros. Dice: «Sabéis que los
que son tenidos como jefes de las naciones las dominan como señores absolutos y los
grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros; sino que el que
quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor» (Mc 10, 42-44). Es la
regla del cristiano. El mensaje del Maestro es claro: mientras los grandes de la Tierra
construyen «tronos» para el poder propio, Dios elige un trono incómodo, la cruz, desde
donde reinar dando la vida: «Tampoco el Hijo del Hombre –dice Jesús– ha venido a ser
servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45).
El camino del servicio es el antídoto más eficaz contra la enfermedad de la búsqueda de
los primeros puestos; es la medicina para los arribistas, esta búsqueda de los primeros
puestos, que infecta muchos contextos humanos y no perdona tampoco a los cristianos,
al pueblo de Dios, ni tampoco a la jerarquía eclesiástica. Por lo tanto, como discípulos de
Cristo, acojamos este Evangelio como un llamado a la conversión, a dar testimonio con
valentía y generosidad de una Iglesia que se inclina a los pies de los últimos, para
servirles con amor y sencillez. Que la Virgen María, que se adhirió plenamente y
humildemente a la voluntad de Dios, nos ayude a seguir a Jesús con alegría en el camino
del servicio, el camino maestro que lleva al Cielo.
Homilía canonización XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, 18 de octubre de
2015.
Las lecturas bíblicas de hoy nos hablan del servicio y nos llaman a seguir a Jesús a través
de la vía de la humildad y de la cruz.
El profeta Isaías describe la figura del Siervo de Yahveh (Is 53, 10-11) y su misión de
salvación. Se trata de un personaje que no ostenta una genealogía ilustre, es
despreciado, evitado de todos, acostumbrado al sufrimiento. Uno del que no se conocen
empresas grandiosas, ni célebres discursos, pero que cumple el plan de Dios con su
presencia humilde y silenciosa y con su propio sufrimiento. Su misión, en efecto, se
realiza con el sufrimiento, que le ayuda a comprender a los que sufren, a llevar el peso
de las culpas de los demás y a expiarlas. La marginación y el sufrimiento del Siervo del
Señor hasta la muerte, es tan fecundo que llega a rescatar y salvar a las muchedumbres.
Jesús es el Siervo del Señor: su vida y su muerte, bajo la forma total del servicio (cf. Flp
2, 7), son la fuente de nuestra salvación y de la reconciliación de la humanidad con Dios.
El kerigma, corazón del Evangelio, anuncia que las profecías del Siervo del Señor se han
cumplido con su muerte y resurrección. La narración de san Marcos describe la escena
de Jesús con los discípulos Santiago y Juan, los cuales, sostenidos por su madre, querían
sentarse a su derecha y a su izquierda en el reino de Dios (cf. Mc 10, 37), reclamando
puestos de honor, según su visión jerárquica del reino. El planteamiento con el que se
mueven estaba todavía contaminado por sueños de realización terrena. Jesús entonces
produce una primera «convulsión» en esas convicciones de los discípulos haciendo
referencia a su camino en esta tierra: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis ? pero el
sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para
quienes está reservado» (Mc 10, 39-40). Con la imagen del cáliz, les da la posibilidad de
asociarse completamente a su destino de sufrimiento, pero sin garantizarles los puestos
de honor que ambicionaban. Su respuesta es una invitación a seguirlo por la vía del
amor y el servicio, rechazando la tentación mundana de querer sobresalir y mandar
sobre los demás.
Frente a los que luchan por alcanzar el poder y el éxito, para hacerse ver, frente a los
que quieren ser reconocidos por sus propios méritos y trabajos, los discípulos están
llamados a hacer lo contrario. Por eso les advierte: «Sabéis que los que son reconocidos
como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre
vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor» (Mc 10, 42-
43). Con estas palabras señala que en la comunidad cristiana el modelo de autoridad es
el servicio. El que sirve a los demás y vive sin honores ejerce la verdadera autoridad en
la Iglesia. Jesús nos invita a cambiar de mentalidad y a pasar del afán del poder al gozo
de desaparecer y servir; a erradicar el instinto de dominio sobre los demás y vivir la
virtud de la humildad.
Y después de haber presentado un ejemplo de lo que hay que evitar, se ofrece a sí
mismo como ideal de referencia. En la actitud del Maestro la comunidad encuentra la
motivación para una nueva concepción de la vida: «Porque el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10, 45).
En la tradición bíblica, el Hijo del hombre es el que recibe de Dios «poder, honor y reino»
(Dn 7, 14). Jesús da un nuevo sentido a esta imagen y señala que él tiene el poder en
cuanto siervo, el honor en cuanto que se abaja, la autoridad real en cuanto que está
disponible al don total de la vida. En efecto, con su pasión y muerte él conquista el
último puesto, alcanza su mayor grandeza con el servicio, y la entrega como don a su
Iglesia.
Hay una incompatibilidad entre el modo de concebir el poder según los criterios
mundanos y el servicio humilde que debería caracterizar a la autoridad según la
enseñanza y el ejemplo de Jesús. Incompatibilidad entre las ambiciones, el carrerismo y
el seguimiento de Cristo; incompatibilidad entre los honores, el éxito, la fama, los
triunfos terrenos y la lógica de Cristo crucificado. En cambio, sí que hay compatibilidad
entre Jesús «acostumbrado a sufrir» y nuestro sufrimiento. Nos lo recuerda la Carta a los
Hebreos, que presenta a Cristo como el sumo sacerdote que comparte totalmente
nuestra condición humana, menos el pecado: «No tenemos un sumo sacerdote incapaz
de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como
nosotros, menos en el pecado» (Hb 4, 15). Jesús realiza esencialmente un sacerdocio de
misericordia y de compasión. Ha experimentado directamente nuestras dificultades,
conoce desde dentro nuestra condición humana; el no tener pecado no le impide
entender a los pecadores. Su gloria no está en la ambición o la sed de dominio, sino en
el amor a los hombres, en asumir y compartir su debilidad y ofrecerles la gracia que
restaura, en acompañar con ternura infinita, acompañar su atormentado camino.
Cada uno de nosotros, en cuanto bautizado, participa del sacerdocio de Cristo; los fieles
laicos del sacerdocio común, los sacerdotes del sacerdocio ministerial. Así, todos
podemos recibir la caridad que brota de su Corazón abierto, tanto por nosotros como por
los demás: llegando a ser «canales» de su amor, de su compasión, especialmente con
los que sufren, los que están angustiados, los que han perdido la esperanza o están
solos.
Los santos proclamados hoy sirvieron siempre a los hermanos con humildad y caridad
extraordinaria, imitando así al divino Maestro. San Vicente Grossi fue un párroco celoso,
preocupado por las necesidades de su gente, especialmente por la fragilidad de los
jóvenes. Distribuyó a todos con ardor el pan de la Palabra y fue buen samaritano para los
más necesitados.
Santa María de la Purísima, sacando de la fuente de la oración y de la contemplación,
vivió personalmente con gran humildad el servicio a los últimos, con una dedicación
particular hacia los hijos de los pobres y enfermos.
Los santos esposos Luis Martin y María Azelia Guérin vivieron el servicio cristiano en la
familia, construyendo cada día un ambiente lleno de fe y de amor; y en este clima
brotaron las vocaciones de las hijas, entre ellas santa Teresa del Niño Jesús.
El testimonio luminoso de estos nuevos santos nos estimulan a perseverar en el camino
del servicio alegre a los hermanos, confiando en la ayuda de Dios y en la protección
materna de María. Ahora, desde el cielo, velan sobre nosotros y nos sostienen con su
poderosa intercesión.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo B. Vigésimo noveno domingo del Tiempo Ordinario.
La muerte redentora de Cristo en el diseño de la salvación.
LA MUERTE REDENTORA DE CRISTO EN EL DESIGNIO DIVINO DE SALVACIÓN
"Jesús entregado según el preciso designio de Dios"
599 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación
de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica S. Pedro a
los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: "fue entregado según el
determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Hch 2, 23). Este lenguaje bíblico
no significa que los que han "entregado a Jesús" (Hch 3, 13) fuesen solamente ejecutores
pasivos de un drama escrito de antemano por Dios.
600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por
tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta
libre de cada hombre a su gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad
contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones
gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han cumplido todo
lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado" (Hch 4, 27-28). Dios ha
permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; Jn 19, 11) para
realizar su designio de salvación (cf. Hch 3, 17–18).
"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"
601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53,
11; cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de
redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del
pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que dice
haber "recibido" (1Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las
Escrituras" (ibidem: cf. también Hch 3, 18; Hch 7, 52; Hch 13, 29; Hch 26, 22-23). La
muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53,
7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz
del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de
las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles
(cf. Lc 24, 44–45).
"Dios le hizo pecado por nosotros"
602 En consecuencia, S. Pedro pudo formular así la fe apostólica en el designio divino de
salvación: "Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres,
no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin
tacha y sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado
en los últimos tiempos a causa de vosotros" (1P 1, 18 - 20). Los pecados de los hombres,
consecuencia del pecado original, están sancionados con la muerte (cf. Rm 5, 12; 1Co
15, 56). Al enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo (cf. Flp 2, 7), la de una
humanidad caída y destinada a la muerte a causa del pecado (cf. Rm 8, 3), Dios "a quien
no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de
Dios en él" (2Co 5, 21).
603 Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado (cf. Jn 8, 46). Pero,
en el amor redentor que le unía siempre al Padre (cf. Jn 8, 29), nos asumió desde el
alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en
nuestro nombre en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15,
34; Sal 22, 2). Al haberle hecho así solidario con nosotros, pecadores, "Dios no perdonó
ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros" (Rm 8, 32) para que
fuéramos "reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Rm 5, 10).
Dios tiene la iniciativa del amor redentor universal
604 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre
nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra
parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1Jn 4, 10; cf.
1Jn 4, 19). "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía
pecadores, murió por nosotros" (Rm 5, 8).
605 Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja perdida que este amor es sin
excepción: "De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se
pierda uno de estos pequeños" (Mt 18, 14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos"
(Mt 20, 28); este último término no es restrictivo: opone el conjunto de la humanidad a la
única persona del Redentor que se entrega para salvarla (cf. Rm 5, 18-19). La Iglesia,
siguiendo a los Apóstoles (cf. 2Co 5, 15; 1Jn 2, 2), enseña que Cristo ha muerto por todos
los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya
padecido Cristo" (Cc Quiercy en el año 853: DS 624).
CRISTO SE OFRECIÓ A SU PADRE POR NUESTROS PECADOS
Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre
606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le
ha enviado" (Jn 6, 38), "al entrar en este mundo, dice: … He aquí que vengo … para
hacer, oh Dios, tu voluntad … En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la
oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 5-10). Desde el
primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su
misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a
cabo su obra" (Jn 4, 34). El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero" (1Jn 2,
2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque doy
mi vida" (Jn 10, 17). "El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre
me ha ordenado" (Jn 14, 31).
607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida
de Jesús (cf. Lc 12, 50; Lc 22, 15; Mt 16, 21-23) porque su Pasión redentora es la razón
de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora
para esto!" (Jn 12, 27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?" (Jn 18, 11).
Y todavía en la cruz antes de que "todo esté cumplido" (Jn 19, 30), dice: "Tengo sed" (Jn
19, 28).
"El cordero que quita el pecado del mundo"
608 Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores
(cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo" (Jn 1, 29; cf. Jn 1, 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo
doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53, 7; cf. Jr 11, 19) y carga con el
pecado de las multitudes (cf. Is 53, 12) y el cordero pascual símbolo de la Redención de
Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-14;cf. Jn 19, 36; 1Co 5, 7). Toda la vida
de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10, 45).
Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre
609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los
amó hasta el extremo" (Jn 13, 1) porque "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida
por sus amigos" (Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se
hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los
hombres (cf. Hb 2, 10. 17-18; Hb 4, 15; Hb 5, 7-9). En efecto, aceptó libremente su
pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar:
"Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (Jn 10, 18). De aquí la soberana
libertad del Hijo de Dios cuando él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn 18, 4 - 6;
Mt 26, 53).
La humillación de Cristo es para nosotros un modelo a imitar.
520 Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo (cf. Rm 15, 5; Flp 2, 5): él es el
"hombre perfecto" (GS 38) que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su
anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar (cf. Jn 13, 15); con su oración atrae a
la oración (cf. Lc 11, 1); con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las
persecuciones (cf. Mt 5, 11-12).
Cristo, el Sumo Sacerdote.
467 Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como
tal en Cristo al ser asumida por su persona divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta
herejía, el cuarto concilio ecuménico, en Calcedonia, confesó en el año 451:
"Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que confesar
a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en
la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma
racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con
nosotros según la humanidad, `en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado' (Hb
4, 15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por
nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios,
según la humanidad. Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en
dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La diferencia de
naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión, sino que quedan a salvo las
propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto y en una sola
persona" (DS 301-302).
540 La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios,
en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16, 21-23) le
quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro: "Pues no
tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino
probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15). La Iglesia se une
todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el
desierto.
La celebración de la Liturgia celestial
1137 El Apocalipsis de S. Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente
que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4, 2): "el Señor
Dios" (Is 6, 1; cf Ez 1, 26-28). Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5, 6; cf Jn
1, 29): Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero
(cf Hb 4, 14-15; Hb 10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que
es dado" (Liturgia de San Juan Crisóstomo, Anáfora). Y por último, revela "el río de Vida
que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22, 1), uno de los más bellos símbolos del
Espíritu Santo (cf Jn 4, 10-14; Ap 21, 6).

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