191 29DTO MC 10, 35-45 Santiago y Juan Piden Los 1ros PUESTOS Is 53,2a.3a.10-11 Heb 4,14-16
191 29DTO MC 10, 35-45 Santiago y Juan Piden Los 1ros PUESTOS Is 53,2a.3a.10-11 Heb 4,14-16
191 29DTO MC 10, 35-45 Santiago y Juan Piden Los 1ros PUESTOS Is 53,2a.3a.10-11 Heb 4,14-16
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del Padre.
Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: HAZME SERVIR CON TU AMOR A TODOS”
«Fronteras de Samaria, Judea. “Concédenos lo que te vamos a Pedir”».
«No sabéis lo que pedís. Beberéis la copa que yo he de beber y seréis
bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado».
«Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo, sino que es para quienes está reservado».
«El que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor; y el
que quiera ser el primero entre vosotros que sea esclavo de todos».
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Sal 16, 6. 8
Yo te invoco porque Tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme.
Monición de entrada
La Eucaristía es el memorial del sacrificio de Cristo en la cruz. Por eso, seguir a Jesús
supone recorrer el mismo camino que hizo Él: un camino de amor, humildad y
obediencia a la voluntad de Dios, hasta entregar la propia vida. Pero no tengamos
miedo, mantengamos la fe en aquel que sabe bien de nuestras debilidades e intercede
constantemente por nosotros ante el Padre.
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
Misa del Domingo: XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B. 20 de Octubre 2024
«Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti» (sal.
resp.). Esta misericordia de Dios nos vino, como nos anunció el profeta Isaías, por medio
del siervo «que justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos» (1 lect.).
Esa profecía se cumple plenamente en nuestro Señor Jesucristo, «probado en todo,
como nosotros, menos en el pecado» (2 lect.), pues «el Hijo del hombre no ha venido a
ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos». Desde ahí tenemos que
estar dispuestos a compartir los sufrimientos de Cristo para la salvación del mundo,
haciéndonos servidores de los demás (Ev.).
Tenemos aquí entre nosotros un Sumo Sacerdote capaz de sentir nuestras debilidades y
que fue tentado de todos las formas como nosotros somos tentados, aunque no tuvo
pecado. Que con su gracia y misericordia, el Señor Jesús esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.
✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme poder amarte.
✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.
1. El Poder es peligroso
¿Han notado ustedes cómo en su campaña para un puesto o cargo público la mayoría de
los políticos emplean la palabra “servicio”? Ponen mucho énfasis en que quieren ser los
servidores del pueblo, y ser elegidos para poder servir. Pero, una vez han sido ya
elegidos, ¿a quién sirven? La mayoría, por lo general, se sirven primeramente a sí
mismos y después obligan al pueblo a servirles.--- Nunca debiera ser ésta la forma de
actuar de la Iglesia. Los cristianos encargados de algún ministerio en la Iglesia y también
los fieles ordinarios deberían tener la ambición de servirse los unos a los otros y, de esta
manera, servir a Dios. Así actuó Jesús. Le pedimos hoy a él que sepamos seguir su
camino.
2. Grandeza por medio del servicio
No los que mandan como amos, ni los que buscan puestos de honor, promoción,
privilegios, diplomas y medallas, son grandes conforme a los estándares de Jesús, sino
los que saben servir. Servir es la “carrera” del cristiano. El siervo está a disposición de
todos, comprende las debilidades de los demás, y los ve en sí mismo. Servir es a veces
doloroso, pero solamente los que son capaces de sacrificarse por los demás y que no
huyen de las dificultades tienen algo que contribuir al mundo. Aceptan ser como semillas
que mueren para dar vida. Pidámosle a Jesús, que está aquí con nosotros, que nos
ayude a servir con y como él.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
¡Cómo queremos que los demás nos sirvan! Pidamos al Señor y a los hermanos que nos
perdonen de corazón. (Pausa)
Señor Jesús: Tú nos dices: Yo, su Señor y Maestro, vine no para ser servido sino para
servir.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús: Tú nos aconsejas no imitar a los altos y poderosos que hacen sentir al
pueblo qué poderosos son.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús: Tú nos aseguras que, si queremos ser grandes, tenemos que servirnos los
unos a los otros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovacion perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de las
misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a nuestros
hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una verdadera
contriccion en nuestro propio corazón, una confesión sincera. !Dios Padre! en el nombre
de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a Cristo como
nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él, caminar por
Él y gozar en Él. Amén.
En tu bondad, perdónanos, Señor, y danos la actitud interior y la fuerza para servir a los
otros desinteresadamente y con amor. Y llévanos a la vida eterna.
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten
piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que
estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque solo Tú eres Santo,
solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios
Padre.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Dios todopoderoso y eterno, haz que te presentemos una voluntad solícita y estable, y
sirvamos a tu grandeza con sincero corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.
Dios todopoderoso y eterno, concédenos permanecer fieles a tu santa voluntad y
servirte con un corazón sincero. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
Contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Isaías 53, 2a.3a.10-11
Servicio con Sufrimiento. El cuarto canto de Isaías sobre el Siervo Sufriente se
cumple plenamente en Jesús. Con humildad y compasión, cargó sobre sí
nuestros pecados y así posibilitó que nosotros sepamos servir a Dios y a los
hermanos.
El Siervo del Señor
2 creció ante el Señor como un retoño, como raíz en tierra árida.
3 Despreciado, rechazado por los hombres, abrumado de dolores y familiarizado con el
sufrimiento.
10 El Señor lo quebrantó con sufrimientos. Por haberse entregado en lugar de los
pecadores, tendrá descendencia, prolongará sus días y, por medio de él, tendrán éxito
los planes del Señor.
11 Después de una vida de aflicción comprenderá que no ha sufrido en vano. Mi siervo
traerá a muchos la salvación cargando con sus culpas.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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• Esta perícopa refiere en síntesis el mensaje teológico y espiritual del «cuarto canto del
Siervo de YHWH». Este título tiene un sentido honorífico en la Biblia: se refiere a un
hombre elegido previamente por el Señor para ser instrumento de su obra de salvación.
Con todo, la acción del misterioso personaje, que da nombre a los cuatro cantos del
Segundo Isaías, parece abocada desde el principio, no sólo al fracaso, sino también a la
incomprensión y a la ignominia (cf. vv. 2a. 3a). Se le considera castigado por Dios
precisamente mientras cumple la misión que le ha sido confiada (v. 1), una misión que
consiste en cargar «sobre sí» las consecuencias del pecado de todos (v. 1 Ib), es decir,
«el castigo que nos procura la salvación» (v. 5).
Los vv. 10 ss, en particular, revelan que todo lo que se lleva a cabo mediante el
sufrimiento aceptado con docilidad por el Siervo inocente (vv. 8a.9a) es voluntad de
Dios, su proyecto amoroso: de este modo realiza el Señor la salvación. No se trata tanto
de la liberación de los enemigos o de otras dificultades como de la «expiación de los
pecados». En efecto, el Señor saca al hombre de la condición mortal causada por el
pecado y lo introduce de nuevo en la comunión con él. La ofrenda de la vida del Siervo
de YHWH se convierte en expiación; sin embargo, aquel que es Amor no dejará sin
recompensa el sacrificio de quien amó hasta asumir «el pecado de muchos» (semitismo
para indicar «todos»): a su sufrimiento se le promete una gran fecundidad («tendrá
descendencia ») y -de un modo que el profeta todavía no es capaz de precisar- su
muerte se transformará en vida, su «noche» en luz, su extrema soledad en conocimiento
de amor, o sea, en comunión bienaventurada con Dios (vv. 10b. 11b).
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El mensaje del siervo del Señor consiste en que su figura tiende un puente entre la
humillación y la exaltación. Concentra en sí toda la historia de la salvación, que saca al
hombre de servidumbre y lo sitúa en vida plena. El Señor se revela en ese movimiento,
tanto en su origen como en su meta. La oración del inocente tiene audiencia; es
mediación atendida, salvadora; servicio infinito a la humanidad en servidumbre.
✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 32,4-5.18-19.20 y 22
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; Él ama la justicia y
el derecho, y su misericordia llena la tierra.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia,
Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.
✞ ✞ ✞ Segunda lectura: Hebreos 4, 14-16
Jesús, nuestra Fortaleza en la Debilidad. Jesús comprende nuestra debilidad,
porque se encarnó como ser humano igual que nosotros. Él es nuestra fuerza y
ayuda, porque es el Hijo de Dios.
Hermanos:
14 ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un sumo sacerdote eminente que ha
penetrado en los cielos, mantengámonos firmes en la fe que profesamos.
15 Pues no es él un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas,
sino que las ha experimentado todas, excepto el pecado.
16 Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, a fin de alcanzar
misericordia y hallar la gracia de un socorro oportuno.
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• El tema del sacerdocio de Cristo tiene una importancia central en la carta a los
Hebreos; en este pasaje se pone de manifiesto el aspecto de la compasión, introducido
precedentemente (2,17ss) y desarrollado después en el capítulo 5. El autor sagrado nos
exhorta a mantener una fe firme y perseverante y una confianza plena en la misericordia
divina, que va más allá de nuestras «flaquezas», más allá de las heridas causadas por el
pecado. En efecto, Cristo realiza aquello que durante siglos había permanecido como un
rito simbólico: el sumo sacerdote atravesaba, el gran «día de la expiación», el espeso
velo que delimitaba el santo de los santos en el templo, para comparecer ante la
presencia de Dios y ofrecerle el sacrificio expiatorio por los pecados del pueblo. Ahora,
Cristo «ha penetrado» no en una tienda, sino «en los cielos», es decir, ha penetrado en
la trascendencia de Dios con la ofrenda de su propia sangre como sacrificio perfecto
(9,11-14) y se ha sentado en su «trono» (v. 16; cf. 10,12 y Ap 3,21). Estas afirmaciones
atestiguan la divinidad de Cristo y, sin embargo, no lo alejan de nosotros, no lo hacen
inaccesible, incapaz de comprender los sufrimientos y las tribulaciones de los hombres.
El v. 15 nos revela su plena humanidad, puesto que «ha experimentado todas» las
flaquezas como nosotros, aunque no tenía pecado. Precisamente por eso puede Cristo
rescatarnos del pecado a nosotros, a quienes no se avergüenza de llamarnos hermanos
(2,11), y puede darnos la alegría de acercarnos al trono de Dios con la certeza de que su
señorío es omnipotencia de amor, gracia inagotable para socorrer a cuantos recurren a
él en el momento de la prueba (v. 16).
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✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que
anuncies dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo”
✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Marcos 10, 35-45
Sirviendo con Jesús. La grandeza del cristiano consiste en su humilde servicio.
Podemos aprender esto de las palabras y ejemplo de Jesús.
En aquel tiempo,
35 Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se le acercaron y le dijeron: -Maestro,
queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.
36 Jesús les preguntó: -¿Qué queréis que haga por vosotros?
37 Ellos le contestaron: -Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en
tu gloria.
38 Jesús les replicó: -No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa de amargura que yo
he de beber o ser bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado?
39 Ellos le respondieron: -Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: -Beberéis la copa que yo
he de beber y seréis bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado.
40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que
es para quienes está reservado.
41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
42 Jesús les llamó y les dijo: -Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las
gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen.
43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros que sea
vuestro servidor;
44 y el que quiera ser el primero entre vosotros que sea esclavo de todos.
45 Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida
en rescate por todos.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”
EVANGELIO ORADO
MOTIVACIÓN
Dispongo mi corazón para escuchar la Palabra en este domingo, día del Señor y fiesta de
la comunidad cristiana. La oración es mucho más que mi esfuerzo por alcanzar a un Dios
que a veces percibo lejano. La oración es un encuentro vivo con Jesús, quien siempre me
espera y desea regalarme vida en abundancia. Solo puedo orar en el Espíritu; Él es quien
me ayuda y ora en mí. Si lo invoco, viene en ayuda de mi debilidad y pone palabras en el
silencio de mi corazón.
Jesús, que vive a la intemperie, confiando plenamente en el proyecto del Padre, me
invita a salir de mis seguridades y a confiar en todo momento. Esta invitación de Jesús
me produce vértigo, aparece el miedo y surge la crisis. «¡Cuán bien cuidado está el que
se fía de Dios!», nos dice el beato Francisco Palau (Carta 56). «¡Cuán bien hacen de
fiarse de Su Majestad!», nos dice santa Teresa (Conceptos del amor de Dios 5,3).
COMENTARIO ORANTE
¿Renuncia Jesús a su proyecto cuando crece la indiferencia de los suyos? ¿Rebaja su
propuesta de dar espíritu y vida a la humanidad? No; sigue adelante. Sus palabras
contienen vida y no las retira. Sus palabras aclaran los grandes interrogantes que
tenemos.
La fe en Jesús nace del encuentro con Él, un encuentro personal que toca el corazón y da
un nuevo sentido a la existencia. ¿Por qué seguimos a Jesús? ¿Qué razones tenemos
para seguirle?
En medio de la crisis, pueden abrirse caminos de fe. Podemos seguir confiando en sus
palabras de vida. «¡Oh Señor, Dios mío, y cómo tenéis palabras de vida, adonde todos
los mortales hallarán lo que desean, si lo quisiéremos buscar!» (Sta. Teresa de Jesús,
Exclamaciones 8,1).
PALABRA DE LOS MÍSTICOS
Escribe santa Teresa:
«Señor mío, no os pido otra cosa en esta vida, sino que me beséis con beso de vuestra
boca, y que sea de manera que aunque yo me quiera apartar de esta amistad y unión,
esté siempre, Señor de mi vida, sujeta mi voluntad a no salir de la vuestra» (Conceptos
del amor de Dios 3,15).
CANTO: «NO TENGAS MIEDO», Ain Karen. CD: Descálzate, nº 6.
ORACIÓN
Oramos con santa Teresa:
«Juntos andemos, Señor.
Por donde fuereis, tengo de ir.
Por donde pasareis, tengo de pasar» (Camino de perfección 21,6).
1 Contexto. La palabra se ilumina.
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• Jesús camina con paso decidido hacia Jerusalén (10,32), hacia la pasión, y no deja sitio
a incertidumbres o componendas: revela una vez más a los suyos, que lo han dejado
todo para seguirle (10,28), el final de aquel camino (vv. 33ss); sin embargo, tampoco los
discípulos que le son más allegados comprenden, no son capaces de despojarse de las
expectativas y las ambiciones de gloria exclusivamente humanas; creen que su Maestro
es el Mesías esperado como triunfador y, atestiguándole su confianza, le piden tener una
parte digna de consideración en el Reino que va a restablecer (v. 37). Jesús examina a
estos aspirantes a «primeros ministros»; rectifica sus perspectivas, les indica con mayor
claridad que su gloria pasa antes que nada por un camino de sufrimiento (ése es el
sentido de las imágenes bíblicas de la «copa» y del «bautismo», a saber: sumergirse en
las aguas entendidas como olas de muerte). La disponibilidad que declaran, con ingenuo
atrevimiento, Santiago y Juan no basta aún para obtenerles la promesa de un sitio de
honor, porque la participación en la gloria de Cristo es un don que sólo Dios puede
otorgar gratuitamente (v. 40).
¿Y quién se hace digno de recibirlo? Jesús lo explica a los Doce, a quienes el deseo de
ser los primeros pone en conflicto, y a nosotros, que también aspiramos siempre un poco
al éxito y al poder: «No ha de ser así entre vosotros». Nos enseña que la realización
hacia la que debemos tender no ha de tener como modelo el comportamiento de los
«grandes» de este mundo, sino el de Cristo, siervo humilde glorificado por el Padre, que
es, al mismo tiempo, el Hijo del hombre esperado para concluir la historia e inaugurar el
Reino celestial. Éste es el modelo de grandeza que propone Jesús a los suyos: el humilde
servicio recíproco, la entrega incondicionada de uno mismo para el bien de los hermanos
(vv. 42-44).
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1. Oración inicial
¡Oh Dios de la paz y del perdón, que nos has dado en Cristo un ejemplo de servicio total,
hasta el don de su vida! Concédenos a todos encontrar gracia ante Ti, para que podamos
compartir hasta el fondo el cáliz de tu voluntad y vivir un servicio mutuo, generoso y
fecundo.
2. Lectura
a) El contexto:
El episodio se sitúa después del tercer anuncio de la Pasión (Mc 10, 32-34). Y como ya
había sucedido en los otros anuncios, la reacción de los discípulos no es positiva; dos de
los discípulos se preocupan de los primeros puestos en el Reino y los otros se indignan.
Señal de la dificultad de los discípulos de entrar en la perspectiva del destino doloroso
del Maestro y de comprender el misterio del Reino. Los dos discípulos que hacen la
petición – Santiago y Juan – son hermanos, forman parte del primer grupo de
compañeros de Jesús (Mc 1, 19-20), se les llama con el sobrenombre de boanerghes
(“hijos del trueno”; Mc 3,17). Eran por tanto de carácter algo impetuoso.
b) El texto:
Marcos 10, 35-4535 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen:
«Maestro, queremos nos concedas lo que te pidamos.» 36 Él les dijo: «¿Qué queréis que
os conceda?» 37 Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno
a tu derecha y otro a tu izquierda.» 38 Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis
beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser
bautizado?» 39 Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a
beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser
bautizado; 40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo,
sino que es para quienes está preparado.»
41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan.42 Jesús,
llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las
dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. 43 Pero no ha
de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será
vuestro servidor, 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos,
45 que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida
como rescate por muchos.»
3. Un momento de silencio orante para releer el texto con el corazón y reconocer a
través de las frases y de la estructura la presencia del misterio del Dios viviente.
4. Algunas preguntas para recoger del texto los núcleos importantes y comenzar a
asimilarlos.
a) ¿Por qué esta ambición de los discípulos de ocupar los primeros puestos?
b) ¿Tiene sentido la respuesta de Jesús?
c) ¿Qué quiere decir Jesús con el cáliz que se ha de beber y el bautismo que se ha de
recibir?
d) ¿Sobre qué funda Jesús el servicio a la comunidad?
5. Algunos reflexiones más profundas de la lectura
“Concédenos que nos sentemos en tu gloria”
Aunque se tomen precauciones en la lectura, está claro que tienen ambiciones notables.
Según la tradición, ellos parecen que eran primos de Jesús, y por tanto – según la ley
oriental – tenían un derecho particular, como miembros de la familia. De cualquier modo
que sea, se ve que no han entendido nada de lo que Jesús estaba por hacer. Se
preparaba a la ignominia de la cruz, y ellos todavía no lo habían entendido. El verdadero
poder de Jesús no consiste en distribuir los puestos de honor, sino el de hacer que se
participe en su trágico destino: “¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?”
“La copa que yo voy a beber, sí la beberéis”
El diálogo sobre la copa y el bautismo (vv 38-39) está en evidente paralelismo. Pero no
se entiende cómo los dos puedan beber el cáliz y ser bautizados, si no es pensando en el
martirio que sufrirán (entrambos) en seguida. A través de las dos imágenes, Jesús
parece evocar sin duda su muerte violenta, que Él presagia como una obligación
absoluta de fidelidad hacia al Padre. La respuesta a la petición de ellos de sentarse junto
a Él es muy evasiva; pero se entiende que quiere hacer ver que no es ése el modo para
obtenerlo.
“Los otros diez empezaron a indignarse”
Claramente también ellos comparten la misma ambición. Pero este versículo parece que
ha sido redactado para unir los dos episodios que quizás en el origen no eran
dependientes. Cambia totalmente el argumento. Pero el hecho de que se recuerde la
indignación, está probablemente fundado en cualquier episodio: porque los discípulos
aquí no tienen buena imagen: y por esto debe ser propiamente auténtico.
“Los jefes de las naciones, las dominan...no ha de ser así entre vosotros”
Se refiere a los dirigentes políticos de su tiempo: que en el fondo es el estilo de todos los
tiempos. Por el contrario, la comunidad de los discípulos debe ser dominada por el
servicio: esto está expresado con dos términos que indican graduación. Se habla de
“siervo” (diakonos) y de “esclavos” (doulos). No se puede escoger a quién servir: se
debe ser esclavo de todos, cambiando el esquema mundano.
“Que tampoco el Hijo del hombre...”
Encontramos el fundamento de la ley constitucional de la comunidad, siguiendo el estilo
del Maestro, dando como Él la vida y no por pretensión. El “rescate” o redención es difícil
de interpretar, como dice, por ejemplo, X. Léon Dufour: pero podemos entenderlo bien,
considerando las palabras que Jesús pronuncia en la última Cena. Pues toda la vida de
Jesús está bajo la luz del “rescate”, de la fidelidad hasta el fin por la libertad de los
hombres. Se priva de la libertad, para dar libertad, para rescatar de la no libertad.
El estatuto de la comunidad de los discípulos está caracterizado por el servicio, no por la
ambición; por la vida dada y vinculada al rescate de los otros.
6. Salmo 33 (32) Plegaria por la paz y la justicia
Tocad con el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañad la música con
aclamaciones! Pues recta es la palabra de Yahvé, su obra toda fundada en la verdad; él
ama la justicia y el derecho, del amor de Yahvé está llena la tierra. Por la palabra de
Yahvé fueron hechos los cielos, por el aliento de su boca todos sus ejércitos. Él recoge,
como un dique, las aguas del mar, mete en depósitos los océanos. ¡Tema a Yahvé la
tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe! Pues él habló y así fue, él lo
mandó y se hizo. Yahvé frustra el plan de las naciones, hace vanos los proyectos de los
pueblos; pero el plan de Yahvé subsiste para siempre, sus decisiones de generación en
generación.
¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahvé, el pueblo que escogió para sí como heredad! Yahvé
observa de lo alto del cielo, ve a todos los seres humanos; desde el lugar de su trono
mira a todos los habitantes de la tierra; él, que modela el corazón de cada uno, y repara
en todas sus acciones.
7. Oración final
¡Señor Dios nuestro!, aparta a los discípulos de tu Hijo de los caminos fáciles de la
popularidad, de la gloria a poco precio, y llévalos sobre los caminos de los pobres y de
los afligidos de la tierra, para que sepan reconocer en sus rostros el rostro del Maestro y
Redentor. Da ojos para ver los senderos posibles que llevan a la justicia y a la
solidaridad; oídos para escuchar las peticiones de salvación y salud de tantos que
buscan como a tientas; enriquece sus corazones de fidelidad generosa y de delicadeza y
comprensión para que se hagan compañeros de camino y testimonios verdaderos y
sinceros de la gloria que resplandece en el crucificado resucitado y victorioso. Él vive y
reina glorioso contigo, oh Padre, por los siglos de los siglos.
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La Palabra nos sale al encuentro para «convertirnos», o sea, según la etimología griega,
para «hacernos cambiar de mentalidad». Y hoy, en particular, nos ofrece una nueva
orientación a nuestra instintiva sed de grandeza, al deseo más o menos inconsciente de
ser importantes.
También nosotros, como todo el mundo, nos sentimos atraídos por un prestigio vistoso,
por una autoridad dotada de un amplio radio de influencia, pero Jesús nos advierte: «No
ha de ser así entre vosotros». Y nos enseña a aspirar a un tipo de grandeza poco
ambicionado: el del amor incondicionado que se hace humilde servicio al prójimo, hasta
entregar la propia vida.
Es una inversión completa de los valores que acostumbramos a preferir, pero nos
proporciona la clave para comprender la misión de Cristo entre nosotros y nos pone ante
una elección ineludible: él es el modelo cuya imagen y semejanza debemos reproducir
en nosotros. ¿Debemos? ¿Acaso no es imposible? Como un eco nos responde el
evangelio del domingo pasado: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios». Es
el pecado, en efecto, lo que nos separa de Dios y desfigura en nosotros los rasgos de su
rostro, pero el mismo Señor socorre nuestras flaquezas y expía todo el pecado humano,
pidiendo a su Hijo inocente que cargue sobre sí las consecuencias.
Si la revelación de la ilimitada misericordia divina nos hace guardar silencio, la
contemplación de Jesús, asumiendo nuestras iniquidades para abrirnos el camino a la
comunión con Dios, nos ayuda a salir de nuestros esquemas y a perseguir la grandeza
verdadera.
El Dios tres veces santo nos perdona por la sangre de su Hijo: venid, adoremos. El Señor
se hace siervo: venid, caminemos por su sendero.
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Con Jesus servidor. Marcos 10, 32-45. Este pasaje es una última lección acerca del
servicio, pero también la carta fundacional de todo ministerio ejercitado en el nombre
del Señor. No hay ministerio auténtico que no sea servicio a la comunidad: «El que de
vosotros quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea
esclavo de todos». Marcos no recuerda esta voluntad del Señor en términos absolutos,
sino que tiene presente la práctica de las comunidades a las que él se dirige y que están
minadas por los demonios de la ambición y el autoritarismo.
Pero antes es preciso deshacer un equívoco relativo a la persona de Jesús. Los
discípulos, como todos los judíos, esperaban un Mesías glorioso. Más que desengañarles,
lo que hace Jesús es especificar las condiciones que es necesario cumplir para llegar a la
gloria. En efecto, el camino que tomará él será el de su pasión. Por otra parte, tan
próximo está ese camino que Marcos puede desvelar todos sus detalles, releyendo su
propio relato de la pasión.
Para llegar a la gloria del Reino hay que beber el cáliz y ser bautizado con el bautismo
con que va a ser bautizado Jesús. Las imágenes son elocuentes. Ya en el Antiguo
Testamento, el cáliz simbolizaba la amargura del castigo divino y, al mismo tiempo, la
prueba que purifica al pecador. La imagen del bautismo es más misteriosa, pero
indudablemente alude al bautismo de Jesús, que le introducirá, hasta desembocar en la
muerte, en un camino de humildad y de servicio. En efecto, servidor paciente, Jesús será
identificado con el pecado (2 Co 5,21) para liberar a los hombres.
«Querríamos que escucharas nuestra súplica». ¿Quién no hablaría así a Dios? Cargado
de preocupaciones, el hombre religioso se vuelve hacia su Dios para alcanzar de él
ayuda y consuelo. El creyente comprometido en el servicio del Reino pide a su Señor
éxito para sus proyectos. Animado por el soplo del Evangelio, el discípulo lleva dentro el
deseo de ver cómo el Reino de paz y de justicia se realiza. Entonces, ¿por qué la
respuesta de Jesús da lugar a que se cierna alguna duda acerca de la legitimidad de esa
petición?
¿Tendríamos que llegar, por el camino de lo imposible, a renunciar a nosotros mismos
hasta ese punto?
De esto se trata, efectivamente. Porque esto es lo que enseña Jesús mientras va
subiendo a Jerusalén, donde va a dar su vida para salvación de todos. El, el Servidor, que
hizo de su vida una ofrenda perfecta, invita a sus discípulos a emprender este camino
del servicio. Y hoy sus palabras invitan de nuevo a la Iglesia a no buscar los caminos del
honor, sino los del servicio.
¿En qué nos afecta esta invitación a nosotros, que oímos hoy esas palabras? Me parece
que podemos leer este evangelio como un llamamiento a una verdadera solidaridad con
las necesidades de los hombres. Esta solidaridad se vive en el humilde servicio, y no en
la fanfarronada o en la búsqueda de la recompensa. A los que reivindicaban un puesto a
la derecha y otro a la izquierda, en la gloria, Jesús les va a dar una respuesta
desconcertante: en el Calvario habrá dos salteadores crucificados, uno a su derecha y
otro a su izquierda. No se trata ya de honor ni de recompensa, sino de una actitud de
solidaridad con el sufrimiento de los hombres que llega hasta la humillación y la muerte.
La lección es dura de entender, y a menudo la Iglesia ha preferido los honores al
servicio.
¿Por qué, si no, el término caridad tiene esas connotaciones que hoy se han hecho
intolerables? Pues bien, pensad en lo que la expresión «hacer caridad» (admirable, no
obstante) suscita, y en la dedicación hasta el compromiso con los despreciados y los
pobres de bienes, cualidades o virtudes. Sin embargo, nuestra vocación es ésta: unirnos,
hacer nuestra la suerte de los innominados, los desprovistos de fuerza, los que carecen
de moral. Es más fácil acatar la ley del mundo que este llamamiento áspero y, por
decirlo todo, incomprensible: ¿qué lugar ocupan en nuestra Iglesia, en nuestra
comunidad y en nuestras relaciones personales los excluidos, los extranjeros, los
condenados por la justicia de los hombres o por los juicios de «la sana moral», los
divorciados, los separados, los que están fuera de las normas o de nuestros
reglamentos? Quisiéramos ocupar el puesto de la derecha o el de la izquierda del Señor,
y él nos dice: estoy entre dos salteadores, ellos son mi derecha y mi izquierda.
A los que le pedían tal cosa, responde Jesús: «No sabéis lo que pedís». Tampoco
nosotros lo sabemos, no nos cabe en la cabeza ese camino que recorrió Cristo y hacia el
que tira de nosotros. Y, sin embargo, él nos ha atestiguado que ese camino se abre, a
través de la cruz, a la aurora de la Pascua. «¡Hoy estarás conmigo en el Paraíso!».
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Oración en familia
Sacerdote: Celebrar el Domingo Mundial de las Misiones nos habla de la gente por la
que Jesús murió y que necesita disfrutar de lo que Él hizo por ellos. Pidamos que su
redención también los alcance diciendo.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Papá: Te pedimos Señor por el Santo Padre, para que siguiendo las huellas de
Jesucristo, no desfallezca en su misión de llevar tu mensaje a todos los hombres.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Todos: Dale tu fuerza y tu gracia. Sostenlo en todas sus necesidades y conduce sus
pasos hacia ti.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Mamá: Ayuda a nuestros pastores, especialmente a nuestro Arzobispo, para que con su
palabra y su ejemplo anuncie sin cesar el Evangelio.
Todos: Danos la fuerza y la decisión para unirnos a él en este trabajo de evangelización.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Hijo(a): Te ofrecemos Señor nuestras vidas, nuestros esfuerzos y nuestras oraciones por
todos los misioneros.
Todos: Haz, Señor, que esta oración los fortalezca y anime a continuar con su misión en
todo el mundo.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Hijo(a): Te pedimos por los misioneros más pobres, por los que están enfermos y por los
que son perseguidos a causa del Evangelio.
Todos: Dales a todos tu fuerza y mueve los corazones de aquellos a quienes les
predican para que su palabra no quede infecunda.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Hijo(a): Señor, danos un corazón generoso y abierto a la vocación misionera, para que
cada día haya más jóvenes y adultos comprometidos con el Evangelio.
Todos: Y libéranos para ser también generosos con nuestros recursos económicos y
apoyar a aquellos que en nuestro nombre anuncian tu evangelio en los países de misión.
Todos: Señor, queremos ser parte de tu obra en el mundo.
Sacerdote: Escucha Padre Santo todas estas súplicas, y haz que viviendo de acuerdo a
tus mandamientos podamos ser fuente de alegría y felicidad para los que nos rodean. Te
lo pedimos por Cristo Nuestro Señor.
Todos: Amén.
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«Bien esta lo que bien acaba», comenta la gente muy a menudo. Podriamos emplear
tambien este proverbio para iluminar nuestro texto, que tiene un punto de partida
errado en la actitud de los dos discipulos, pero desplies llega a su meta correcta.
Al comienzo encontramos la «fea figura» de los apostoles. Estos, educados por el
Maestro perfecto, parecen refractarios a su enserianza, emperiados mas en el reparto
del poder que en la comprension del misterio pascual. El punto de partida es la
arrogancia de los hermanos Santiago y Juan, que pretenden sobresalir del grupo. Si
ambos se han equivocado, los otros no les han ido a la zaga, porque alimentan
sentimientos de hostilidad contra ellos.
La situación esta bien sazonada. No es dificil vernos reflejados en ellos y ver aqui el
reflejo de muchas de nuestras situaciones, donde el interes personal y la afirtnacion de
nosotros mismos estan en primer lugar. Su historia continua en nosotros, que
prolongamos una actitud ignorante, irresponsable, decididamente negativa, a pesar de
que hemos recibido una formación optima y un monton de enserianzas positivas.
Su historia toma despues otro cariz. Jesus los educa para ponerse enteramente en
manos del Padre, que dispone las cosas como mejor le parece. Jesús enseña a todos que
la autoridad no es señorearse sobre los otros, como se considera con frecuencia, sino el
servicio generoso, el poner y el ponerse a disposicion de los demas. Incluso entregando
la vida, si fuera necesario. Jesus enseña, se pone como ejemplo. Continuamente nos
hace «recordar» que el camino hacia la salvacion es la debilidad hasta la cruz, es la
pobreza y la pequeñez de un pedazo de pan, como en la eucaristia. Bella leccion de
humildad y tambien una preciosa catequesis que debemos mantener como lampara
encendida para alumbrar nuestro camino. El Señor nos precede como «luz para nuestros
pasos».
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Mejor por amor que por el banquete. Todos queremos ir al cielo o por lo menos la
mayoría, pero ¿por qué? La repuesta debería ser sencilla y creo que es solo una, porque
en el cielo puedo amar eternamente a Dios.
Cuando era niño a veces hacia cosas por los premios que recibiría, me portaba bien con
mis papás, no porque quería ser bueno con ellos, sino porque, aunque los amaba, quería
una buena merienda a las cuatro de la tarde. Y ahora me pregunto si mis motivos para
ser un buen cristiano son porque quiero la merienda, es decir ir al cielo, o porque
realmente amo a Dios.
En el Evangelio los apóstoles le comentan a Jesús que están dispuestos a beber el mismo
cáliz que Él... pero piden la merienda; sentarse uno a su izquierda y el otro a su derecha.
Al igual que los apóstoles, nosotros debemos purificar las intenciones por la cual somos
seguidores de Cristo. Todo nuestro obrar no puede ser para un simple ser bueno e ir al
cielo sino que debe ser porque amamos a Cristo y a nuestros hermanos.
Hoy, Domingo de las Misiones, debemos hacer un eco a la principal razón por la cual hay
misiones en el mundo: porque amamos a Dios y queremos que todos le conozcan;
porque una misión evangelizadora sólo tiene como intención el amor y jamás una buena
merienda.
Pidamos a Dios que todos nuestros esfuerzos, guiados y sustentados por su gracia, sean
con la intención de amarle siempre, sin esperar privilegios en esta o en la otra vida,
porque el mayor privilegio que podemos tener es amarle.
• "No será así entre vosotros", respuesta del Señor que, en primer lugar, es una
invitación y una apuesta a recuperar lo mejor que hay en los discípulos y así no dejarse
derrotar y encerrar por lógicas mundanas que desvían la mirada de lo importante. "No
será así entre vosotros" es la voz del Señor que salva a la comunidad de mirarse
demasiado a sí misma en lugar de poner la mirada, los recursos, las expectativas y el
corazón en lo importante: la misión. Y así Jesús nos enseña que la conversión, la
transformación del corazón y la reforma de la Iglesia siempre es y será en clave
misionera, pues supone dejar de ver y velar por los propios intereses para mirar y velar
por los intereses del Padre. La conversión de nuestros pecados, de nuestros egoísmos no
es ni será nunca un fin en sí misma, sino que apunta principalmente a crecer en fidelidad
y disponibilidad para abrazar la misión. (Homilía de S.S. Francisco, 28 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer una obra de misericordia con amor consciente a Dios y a los demás.
www.BibliaStraubinger
35 ss. Estos “hijos del trueno” (3, 17) recordaban los doce tronos (Mt. 19, 28) y
pensaban coma los que oyeron la parábola de las minas (Lc. 19, 11), como los del
Domingo de Ramos (11, 10), como todos los apóstoles después de la Resurrección (Hch.
1, 6), que el Reino empezaría a llegar. Jesús no condena precisamente, como algunos
han creído, esta gestión que sus primos hermanos intentan por medio de su madre la
buena Salomé (Mt. 20, 20) y que, si bien recuerda la ambición egoísta de Sancho por su
ínsula, muestra al menos una fe Y esperanza sin doblez. Pero alude una vez más a los
muchos anuncios de su Pasión, que ellos, como Pedro (Mt. 16, 22), querían olvidar, y les
reitera la gran lección de la humildad, refiriéndose de paso a arcanos del Reino que San
Pablo habría de explayar más tarde en las Epístolas de la cautividad.
39. Ese bautismo a que Jesús alude no parece ser sino el martirio. Véase Lc. 12, 50.
Ambos apóstoles lo padecieron (Hch. 12 y nota), si bien Juan salió ileso de su “bautismo”
en aceite hirviendo. Cf. Jn. 21, 22 y nota.
42 ss. Véase Lc. 22, 25-27.
45. Véase Lc. 22, 27 y nota.
http://www.ciudadredonda.org
Servir y dar la vida. El texto de este Evangelio del domingo vigésimo noveno, Mc 10,
35-45, es un ejemplo más del contraste entre la actitud de Jesús y la de los discípulos.
Frente a la búsqueda de gloria humana por parte de los discípulos, Jesús aparece una
vez más como el “Siervo” que da su vida en rescate por todos. Y su gloria consiste
precisamente en justificar a una multitud inmensa “Mi Servidor justo justificará a muchos
y cargará sobre sí las faltas de ellos”. (Primera Lectura Is 53,10-11).
Para moderar las ansias de grandeza de los discípulos Jesús ante todo exhibe su
conducta y su estilo; más que muchas explicaciones, les pone ante los ojos el camino
que Él mismo sigue: del mismo modo, el que quiera ser realmente grande y primero no
tiene otro camino que hacerse siervo y esclavo de todos. La actitud de Jesús es
normativa para la comunidad cristiana. Ejercer la autoridad no es tiranizar, sino servir y
dar la vida.
Jesús propone el modelo de su propia vida. Como en tantos otros pasajes, Jesús
corrige a sus discípulos sus ideas excesivamente terrenas, sobre todo en su afán de
poder y dominio. Apuntados al seguimiento de Jesús, el Maestro, también nosotros
hemos de dejarnos corregir en nuestra mentalidad no evangélica. La Iglesia, comunidad
de los seguidores de Jesús, no es una sociedad o institución cualquiera: el estilo de Jesús
es radicalmente distinto al del mundo.
Frente a las pretensiones de grandeza, de superioridad e incluso de dominio sobre los
demás, Jesús propone el modelo de su propia vida: la única grandeza es la de servir.
Esto es lo que Él ha hecho: El eterno e infinito Hijo de Dios se ha convertido
voluntariamente en esclavo andrajoso –y hace falta entender todo el realismo de la
palabra, lo que era un esclavo en tiempos de Jesús: alguien que no contaba, que no tenía
ningún derecho, que vivía degradado y humillado–, en esclavo de todos, y ha ocupado
en último lugar.
Pero Jesús no es sólo un esclavo, con todo lo que tiene de humillante; es “el Siervo de
Yahvé”, que ha cargado con todos los crímenes y pecados de la humanidad, que se ha
hecho esclavo para liberar a los que eran esclavos del pecado. Su servicio no es
insignificante. Su servicio consiste en dar la vida en rescate por todos. Y nosotros,
apuntados a la escuela de Jesús, somos llamados a seguirle por el mismo camino:
hacernos esclavos de todos y dar la vida en expiación por todos, para que todo hombre
oprimido por el pecado llegue a ser realmente libre.
• La Iglesia debe presentar una imagen distinta a la sociedad civil. En esta última
frecuentemente el poder adquiere la forma de tiranía y opresión. En la Iglesia, por el
contrario, la autoridad ha de ser un servicio. Por eso, todo intento de configurarla a
imagen y semejanza de una sociedad civil, contradice el Evangelio.
1. El mismo Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir
“Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: Maestro,
queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. En el Evangelio de San Marcos
son Juan y Santiago los que hacen la petición a Jesús, en cambio en el Evangelio de San
Mateo es su madre. Ambas divergencias se compaginan bien, porque ellos lo piden por
su madre, como recurso más discreto y hábil, o posiblemente se debe a las fuentes. En
el fondo de la petición posiblemente hubiese razones de posible parentesco, (Junto a la
cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y
María Magdalena Jn 19:25), Esta fuerza de parentesco, era de costumbres en esos
tiempos.
Ellos le dijeron a Jesús, “cuando estés en tu gloria”. En San Mateo se pide que se sienten
junto a Él en tu reino. Parecería que se tratase de la fase celeste. Sin embargo, en el
medio ambiente se esperaba que el reinado del Mesías precediese aquí a la fase final del
reino de Dios. Esto es lo que piden, (“Los que estaban reunidos le preguntaron: Señor,
¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?”(Hech1:6). Sin
embargo, parece aludir a la parusía, (“cuando venga en la gloria de su Padre con los
santos ángeles” Mc 8:38), aunque es discutible a qué aluden estos textos. La frase no es
ajena a la teología de San Marcos. Jesús les pone su ejemplo de servidor que vino a dar
la vida en redención por muchos; “Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Jesús censura la ambición de esta pretensión; “Jesús les dijo: “No saben lo que piden,
¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que Yo recibiré?”, y luego se
daría por buena, al excusarla con la predestinación del Padre. “En cuanto a sentarse a mi
derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlos, sino que esos puestos son para
quienes han sido destinados”.
La ambición que reflejan aquí los dos apóstoles está en la misma línea de incomprensión
de un Mesías doliente y de su reino espiritual. Para ellos se pide los dos primeros puestos
en su reino. Se lo concibe como terreno. La petición no miraba sólo a los puestos de
honor, sino también a los de ejercicio y poder. Estos dos puestos correlativos de su
derecha e izquierda eran los dos primeros puestos de una serie. Santiago y Juan, son
primo de Jesús y quieren hacer prevalecer este parentesco.
2. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?
En la respuesta de Jesús les corrige el enfoque de su concepción terrena del reino. Este
es de dolor, entonces Jesús les pregunta; “¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir
el bautismo que Yo recibiré?”, entonces nos preguntamos ¿Podrán ellos beber el cáliz
que a Él le aguarda de su pasión?, la pregunta es un contexto lógico, para precisarles
bien la naturaleza del reino. El martirio — testimonio — estaba bien experimentado en la
Iglesia a esta hora.
En la literatura judía se presenta frecuentemente el cáliz como imagen de alegría y
fortuna, derivando acaso su uso de los festines, pero luego, por influjo de la copa de la
venganza divina, que usaron los profetas, vino a significar también, y preferentemente,
el sufrimiento y la desgracia El mismo sentido tiene en la literatura rabínica. El cáliz que
Jesús bebería era el de su pasión y muerte.
A la pregunta que les hace Jesús si estarían dispuestos a “beber este cáliz” y a
sumergirse, como El en este dolor, “Podemos”, le respondieron”. No era una respuesta
de fácil inconsciencia. Y Jesús les confirma, con vaticinio, este martirio de dolor. De
hecho, Santiago el Mayor sufrió el martirio sobre el año 44, por orden de Agripa; (“Hizo
morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan”-Hech 12:2), siendo decapitado. Juan
murió en edad muy avanzada de muerte natural; (“Corrió, pues, entre los hermanos la
voz de que este discípulo no moriría”. Jn 21:23) Pero, antes de ser desterrado a la isla de
Patmos, sufrió el martirio, pues fue sumergido en una caldera de aceite hirviendo, de la
que Dios le libró milagrosamente.
Quedaba con ello corregido el erróneo enfoque sobre la naturaleza de su reino. Y les
aprobaba su coraje cristiano, cuyo ímpetu se refleja en otras ocasiones. Pero había en
esta petición un plan más profundo del Padre que no competía a Jesús el cambiarlo;
había en todo ello una predestinación: “esos puestos son para quienes han sido
destinados” y Dios dispone libremente de sus dones: de la donación gratuita de su reino
y de los puestos del mismo.
3. Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra
ellos
“Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos” por esta
pretensión y proposición. Al ver aquella disputa, Jesús los llamó. Y va a restablecer la
armonía con una gran lección de humildad, dada especialmente para los que van a tener
puestos jerárquicos, para ellos, que son apóstoles y se sentarán en tronos en su reino -Lc
22:30-. Les va a dar una lección por capítulo doble, primero con la verdadera doctrina
del mando, y luego con su mismo ejemplo. Es así como Jesús les dice; “Ustedes saben
que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si
fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad”.
En el mundo, los que gobiernan las naciones fácilmente abusan de su poder, y, en lugar
de ser en servicio benéfico del bien común, lo es en provecho propio, y así oprimen a los
pueblos. Los apóstoles comprendieron y asumieron como misión el hecho político y
social desigual de su época. Eran galileos y habían oído hablar de los abusos de Herodes
el Grande, de Arquelao y Antipas, lo mismo que de los abusos de algunos de los
procuradores romanos. Y Jesús les pide a sus amigos; “Entre ustedes no debe suceder
así”... En efecto, sucede de hecho, ya que no es ésa la misión del poder entre
gobernantes de pueblos, no ha de ser así entre los que son apóstoles y se sentarán en
tronos del reino para juzgar a las doce tribus de Israel.
4. El que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes
Jesús luego les dice, “Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de
ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos”. Porque que
éstos no son para honor ni provecho propio, sino para ministerio, servicio y provecho
directo del bien común. No siendo para provecho propio, en lugar de tener esos
sentimientos de ambición, si alguno pensase en ello, que piense que ha de tener
sentimientos, en este orden, de servidor y de servidor de todos. Pues ha de tener los
sentimientos de servicio. Deberá ser servidor de todos. Así enfocados, los puestos
jerárquicos y de mando cobran su auténtica proyección y excluyen automáticamente las
apetencias en el Reino terreno. Pues nadie tiene apetencia por egoísmo de ser servidor
de todos.
Y luego de la doctrina, pone el gran ejemplo de su vida, que es el Rey-Mesías. “Porque el
mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate
por una multitud”. No vino a ser servido. Sus sufrimientos, su pobreza, las intrigas
armadas contra El, la perspectiva de su pasión y muerte, hacían ver bien que no vino a
ser servido, sino a servir; al contrario, vino a dar su “vida en rescate por una multitud”.
Esta enseñanza de Jesús, responde a la idea de la liberación por rescate, una liberación
mediante un sacrificio, es decir dar su vida por salvar a los hombres.
5. Una gran lección de humildad
Hay que saber beber a tiempo el cáliz amargo de la Pasión, las contradicciones, las
penas, las amarguras, las tristezas y enfermedades, las persecuciones y las malas
interpretaciones, pero todo esto nos ayudará a purificar nuestros corazones y lo
preparará la gloria de la resurrección y luego, para la alegría del triunfo en unión con
Jesús, nuestro Señor.
Jesús nos da en este fragmento del Evangelio una gran lección de humildad, algo que
para nosotros es necesario comprender, nos llega a nuestro amor propio, o por que
sufrimos si otros nos aventajan, o porque queremos ser los primeros en todas partes,
sobresaliendo en todo y sin importar si estamos relegando a los demás. El tratar de ser
primeros, sin importar como y a costa de quien, no está conforme al espíritu cristiano.
Jesús no enseño a ser humildes por amor a Él.
El que tiene que sobresalir siempre, es Jesús y nosotros no ser notado.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay oración. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux
2 Señor Jesús, como Santiago y Juan, también nosotros con frecuencia «queremos que
nos concedas lo que vamos a pedirte». No somos, en efecto, mejores que tus dos
discípulos; sin embargo, también como ellos hemos escuchado tu enseñanza y
querríamos recibir de Ti la fuerza para llevarla a cabo, esa fuerza que condujo después a
los hijos de Zebedeo a dar testimonio de Ti con la vida...
Jesús, ayúdanos a comprender el amor que te impulsó a beber la copa del sufrimiento
por nosotros, a sumergirte en las olas del dolor y de la muerte para arrancarnos de la
muerte eterna a los pecadores. Ayúdanos a contemplar en tu extrema humillación la
humildad de Dios. Libéranos de la necia presunción de someter a los otros e infunde en
nuestro corazón la caridad verdadera, que nos hará sentirnos alegres de servir a todo
hermano con el don de nuestra vida.
Dócil Siervo de YHWH, que con tu sacrificio expiatorio te has convertido en el verdadero
sumo sacerdote misericordioso, Tú conoces bien las flaquezas de nuestro espíritu y las
pesadas cadenas de nuestros pecados: Tú, que por nosotros derramaste tu sangre,
purifícanos de toda culpa. Tú, que ahora estás sentado a la derecha del Padre, haznos
siervos humildes de todos. www.santaclaradeestella.es
3 ¡Señor Dios nuestro!, aparta a los discípulos de tu Hijo de los caminos fáciles de la
popularidad, de la gloria a poco precio, y llévalos sobre los caminos de los pobres y de
los afligidos de la tierra, para que sepan reconocer en sus rostros el rostro del Maestro y
Redentor. Da ojos para ver los senderos posibles que llevan a la justicia y a la
solidaridad; oídos para escuchar las peticiones de salvación y salud de tantos que
buscan como a tientas; enriquece sus corazones de fidelidad generosa y de delicadeza y
comprensión para que se hagan compañeros de camino y testimonios verdaderos y
sinceros de la gloria que resplandece en el crucificado resucitado y victorioso. Él vive y
reina glorioso contigo, oh Padre, por los siglos de los siglos. www.ocarm.org
4 ¡Padre Nuestro, que escuchas todos nuestros pedidos para cubrir las “necesidades”, y
que siempre las respondes… cuántas con la misma respuesta de tus dos apóstoles: «No
saben lo que piden». Y pensar que muchas veces estos pedidos incluyen el «no» sufrir,
«no» permitir una enfermedad, «no, no y no». Cuando el Hijo del Hombre, nuestro Señor
Jesucristo, Hoy nos recuerda que para seguirlo hay que abandonarlo todo, recibir su
Cruz; beber la Copa y bautizarnos como Él; esto es, «Vivir los sufrimientos y la Muerte de
Jesús».
No hay duda que queremos ser los «elegidos» por Ti Abbá Padre, pero debemos
entender que dichos puestos han sido reservados para otros. Permítenos por tu gracia y
la presencia de tu Espiritu, mas bien, nos concedas lo que te vamos a pedir: Humildad;
para saber llegar a los necesitados, Misericordia; para saber llegar a los afligidos, Amor,
para saber ocupar los ultimos puestos que son los verdaderos lugares de «servicio y
rescate de las almas». Ten piedad de nosotros por las llagas de tu Hijo Amado. Amén.
www.dario.res
5 Guiame, Luz buena, entre tanta tiniebla espesa, illevame tú! Estoy lejos de casa, es
noche prieta y densa, illevame tú! Guarda mis pasos. No pido ver confines ni horizontes,
sólo un paso mas me basta. Yo antes no era asi, jamas pense en que tu me llevaras.
Decidia, escogia, agitado, pero ahora illevame tú! Yo amaba el lustre fascinante de la
vida y, aun temiendo, sedujo mi alma el amor propio: no guardes cuentas del pasado.
Si me has librado ahora con tu amor, es que tu Luz me seguirá guiando entre paramos
barrizos, carcavas y breñales, hasta que la noche huya y con el alba estalle la sonrisa de
los ángeles, la que perdí, la que anhelo desde siempre. (J. H. Newman, Guíame, Luz
buena). www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Ya está, aquellos dos discípulos de nuestro Señor, los santos y grandes hermanos
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, como hemos leído en el evangelio, desean del Señor,
nuestro Dios, poder sentarse en el Reino uno a su derecha y el otro a su izquierda. Es
una gran cosa lo que desean, y no se les reprocha por el deseo, sino que se les llama al
orden. En ellos ve el Señor el deseo de las cosas grandes y aprovecha la ocasión para
enseñar el camino de la humildad. Los hombres no quieren beber el cáliz de la pasión, el
cáliz de la humillación. ¿Desean cosas sublimes? Que amen a los humildes. Para
ascender a lo alto es preciso, en efecto, partir de lo bajo. Nadie puede construir un
edificio elevado si antes no ha puesto abajo los cimientos.
Considerad todas estas cosas, hermanos míos, y partid de aquí, construíos en la fe a
partir de aquí, para tomar el camino por el que podréis llegar a donde deseáis [...].
Cuanto más altos son los árboles, más profundas son sus raíces, porque todo lo que es
alto parte siempre de lo bajo. Tú, hombre, tienes miedo de tener que hacer frente al
ultraje de la humillación; sin embargo, es útil para ti beber ese cáliz tan amargo de la
pasión. «¿Podéis beber el cáliz de los ultrajes, el cáliz de la hiel, el cáliz del vinagre, el
cáliz de las amarguras, el cáliz lleno de veneno, el cáliz de todos los sufrimientos?» Si les
hubieras dicho eso, más que animarles les habrías espantado. Ahora bien, donde hay
comunión hay consuelo. ¿Qué miedo tienes entonces, siervo? Ese cáliz lo bebe también
el Señor (Agustín, Sermón 20A, 5-8). www.santaclaradeestella.es
Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo, diciéndole: Ordena que se siente uno a tu
derecha y el otro a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para hacerles ver que lo
que piden no tiene nada de espiritual y que, si hubieran sabido lo que pedían, nunca se
hubieran atrevido a hacerlo, les dice: No sabéis lo que pedís, es decir: «No sabéis cuán
grande, cuán admirable, cuán superior a los mismos coros celestiales es esto que pedís».
Luego añade: ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber o de bautizaros con el
bautismo con el que yo me voy a bautizar? Es como si les dijera: «Vosotros me habláis
de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo de
premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la vida presente es tiempo de
muertes, de guerra y de peligros».
Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a
un aliciente. No dice: «¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra
sangre?», sino que sus palabras son: ¿Sois capaces de beber el cáliz? Y para animarlos a
ello, añade: Que yo he de beber; de este modo, la consideración de que se trata del
mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más
generosa. Y a su Pasión le da el nombre de «bautismo», para significar, con ello, que sus
sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo. Ellos
responden: Lo somos. El fervor de su espíritu les hace dar esta respuesta espontánea,
sin saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de que de este modo alcanzarán
lo que desean.
¿Qué les dice entonces el Señor? El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizarán
con el bautismo con el que yo me voy a bautizar. Grandes son los bienes que les
anuncia, esto es: «Seréis dignos del martirio y sufriréis lo mismo que yo. Vuestra vida
acabará con una muerte violenta y así seréis partícipes de mi Pasión. Pero el sentarse a
mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para aquellos para
quienes lo tiene reservado mi Padre». Después de que ha levantado sus ánimos y ha
provocado su magnanimidad, después de que los ha hecho capaces de superar el
sufrimiento, entonces es cuando corrige su petición.
Los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Ya veis cuán imperfectos eran
todos, tanto aquellos que pretendían una precedencia sobre los otros diez como también
los otros diez que envidiaban a sus dos colegas. Pero -como ya dije en otro lugar- si nos
fijamos en su conducta posterior, observamos que están ya libres de esta clase de
aspiraciones.
El mismo Juan, uno de los protagonistas de este episodio, cede siempre el primer lugar a
Pedro, como leemos en los Hechos de los Apóstoles. En cuanto a Santiago, no vivió por
mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar por su gran vehemencia y, apartando
a un lado toda aspiración humana, obtuvo muy pronto la gloria inefable del martirio
(Juan Crisóstomo, Homilías, 65, 2-4).
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Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el
perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)
Comparezcamos confiados -hemos escuchado- ante el trono de la gracia y oremos para
alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
- Por el papa y los obispos, y por todos los que han recibido alguna responsabilidad en la
Iglesia. Roguemos al Señor.
- Por los que han recibido el poder de decidir a todos los niveles de la sociedad.
Roguemos al Señor.
- Por todos los que llevan sobre sí, con ánimo generoso, las cargas de los demás.
Roguemos al Señor.
- Por los que sufren indefensos opresión, violencia, injusticias, afrentas. Roguemos al
Señor.
- Por nosotros, que, a imitación de Cristo Jesús, debemos servir y dar la vida por todos.
Roguemos al Señor.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
• A Dios, que nos sirve de tantas maneras, pidámosle que queremos aprender de su Hijo
Jesucristo a no evitar la molestia de servir, para evitársela a los demás. Respondamos a
cada petición diciendo: R/ Señor, haznos siervos de tu amor.
- Por la Iglesia, para que sirva al mundo alzándose en favor de la justicia y la paz, y
defendiendo la libertad y dignidad de la persona humana, roguemos al Señor.
- Por los que tienen autoridad en la Iglesia, para que no se vuelvan simples funcionarios,
sino “ministros”, es decir, humildes “servidores” de sus hermanos, roguemos al Señor.
- Por nuestras familias cristianas, para que los padres, por su cuidado y servicio
compartidos, preparen a sus hijos a prestar servicio a otros, roguemos al Señor.
- Por los muchos que nos sirven de diversas maneras para proveernos las cosas y la
ayuda que necesitamos: -sirvientes, chóferes, enfermeras, técnicos y todos los demás,
demasiados para nombrarlos a todos - para que les estemos siempre muy agradecidos,
roguemos al Señor.
- Por nosotros y por nuestras comunidades, para que todos nosotros seamos menos
exigentes y estemos muy atentos, los unos de los otros, y sirvamos con creces a las
necesidades de los demás, roguemos al Señor.
Señor Dios nuestro, te pedimos que nos conviertas a las exigencias del evangelio.
Ayúdanos a convertirnos en siervos, los unos de los otros, junto con el Siervo de todos,
Jesucristo nuestro Señor.
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
Concédenos, Señor, estar al servicio de tus dones con un corazón libre, para que, con la
purificación de tu gracia, nos sintamos limpios por los mismos misterios que celebramos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor Dios nuestro: Mientras tu Hijo Jesús nos sirve a la mesa eucarística en los signos
de pan y vino, nos pides beber con Él la copa de servicio sacrificado. Que tu mismo Hijo
nos colme con aquel amor que solamente puede comprender que ser grande es servir a
otros y utilizar nuestras vidas para dar a nuestros hermanos más pobres una
oportunidad para vivir. Y que no busquemos otra recompensa que compartir el destino
de Jesús nuestro Señor y Salvador que vive y reina por los siglos de los siglos.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.
Levantemos nuestro corazón y nuestra voz para dar gracias a Dios por darnos a Alguien
(Jesús) que experimentó nuestra debilidad y se hizo uno de nosotros para servirnos y
salvarnos a todos, y para hacernos servir al Padre y servirnos los unos a los otros.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio IX dominical del tiempo Ordinario. La acción del Espíritu en la Iglesia
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque nos concedes en cada momento lo que más conviene y diriges sabiamente la
nave de tu Iglesia, asistiéndola siempre con la fuerza del Espíritu Santo, para que, a
impulso de su amor confiado, no abandone la plegaria en la tribulación, ni la acción de
gracias en el gozo, por Cristo, Señor nuestro.
•• Gracias Jesús por concederme este momento de encuentro y diálogo contigo. Gracias
porque te hiciste hombre, para que podamos alcanzar la salvación, la plenitud de
nuestra vida humana. No dejes, Buen Señor, que el temor me haga flaquear y que se
debilite mi fe. Que siempre encuentre en Ti la fortaleza; como Pan Vivo bajado del Cielo,
para afirmar tu verdad y pueda iluminar al mundo entero con tu Palabra de vida.
– (Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
A quien alaban los cielos y la tierra, los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada persona
de la tierra.
• Oremos con Jesús a nuestro Padre del cielo para que sepamos hacer su voluntad y
sirvamos a su reino.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro...
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor, de todos los males. Líbranos del deseo incontenible de buscar puestos
de honor y poder a expensas de los otros. Ayúdanos a pagar con nuestro servicio el
costo de la paz y el amor, mientras esperamos con gozosa esperanza la segunda venida
gloriosa entre nosotros de nuestro Salvador Jesucristo.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de la comunión Sal 32, 18-19
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión
Señor, haz que nos sea provechosa la celebración de las realidades del cielo, para que
nos auxilien los bienes temporales y seamos instruidos por los eternos. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Oh Padre amoroso: Tu hijo ha estado con nosotros en esta celebración eucarística como
el sirviente de todos nosotros. Que Él disponga nuestros corazones y nos dé valor para
comprender y aceptar a los otros, para acompañarles en el camino de la vida, para sufrir
y compadecer sus penas, regocijarse con sus alegrías y llevar los unos las cargas de los
otros, para que Él esté con todos nosotros ahora y por los siglos de los siglos.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
– Encomendémonos a nuestra Madre rezando:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh siempre
Virgen, gloriosa y bendita!
✞ ✞ ✞ Bendición
Hermanos: El mensaje del evangelio de hoy es incómodo. El que se nos diga que
tenemos que servir más que ser servidos, estar dispuestos a ahorrar molestias a los
otros no ahorrándonoslas a nosotros mismos por el bien de los demás y a renunciar al
deseo incontenible de poder, todo eso va contra el principio de nuestra arraigada actitud
humana. Pero esta es la dura verdad con la que Cristo nos ha confrontado hoy.
Como Cristo, pues, intentemos en nuestros hogares, en nuestras comunidades, en la
Iglesia, gastarnos desinteresadamente por los demás, con la bendición de Dios
todopoderoso, el Padre, el Hijo ✠ y el Espíritu Santo.
¡Vayamos a servir al Señor en su pueblo!
R/ Amén.
Podemos ir en paz. R/. Demos gracias a Dios.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu
gracia y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y
en Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16
Papa Francisco
ÁNGELUS. Plaza de San Pedro. Domingo, 21 de octubre de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La página del Evangelio de hoy (cf. Mc 10, 35-45) describe a Jesús, que una vez más y
con gran paciencia, intenta corregir a sus discípulos convirtiéndolos de la mentalidad del
mundo a la de Dios. Le brindan la ocasión los hermanos Santiago y Juan, dos de los
primeros que Jesús encontró y llamó a seguirlo. Ya han recorrido un largo camino con Él
y pertenecen al grupo de los doce Apóstoles. Por eso, mientras se dirigen a Jerusalén,
donde los discípulos esperan con ansia que Jesús, con ocasión de la fiesta de Pascua,
instaure finalmente el Reino de Dios, los dos hermanos se arman de valor, se acercan y
dirigen al maestro su petición: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu
derecha y otro a tu izquierda» (Mc 10, 37). Jesús sabe que Santiago y Juan están
animados por un gran entusiasmo por Él y por la causa del Reino, pero sabe también que
sus expectativas y su celo están contaminados por el espíritu del mundo. Por eso
responde: «No sabéis lo que pedís» (Mc 10, 38). Y mientras ellos hablaban de «tronos de
gloria» en los que sentarse junto a Cristo Rey, Él habla de un «cáliz» para beber, de un
«bautismo» a recibir, es decir de su pasión y muerte.
Santiago y Juan, siempre mirando al privilegio esperado, dicen deprisa: ¡sí «podemos»!
Pero tampoco aquí se dan cuenta de lo que verdaderamente dicen. Jesús preanuncia que
su cáliz lo beberán y su bautismo lo recibirán, es decir, ellos también, como los demás
apóstoles, participarán en su cruz, cuando llegue el momento. Sin embargo –concluye
Jesús– «sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es
para quienes está preparado» (Mc 10, 40). Como diciendo: ahora seguidme y aprended
el camino del amor «con pérdida», y el Padre celestial se hará cargo del premio. El
camino del amor es siempre «con pérdida», porque amar significa dejar a parte el
egoísmo, la autorreferencialidad, para servir a los demás. Jesús se da cuenta de que los
otros diez Apóstoles se enfadan con Santiago y Juan, demostrando así que tienen la
misma mentalidad mundana. Y esto le ofrece la inspiración para una lección que se
aplica a los cristianos de todos los tiempos, también para nosotros. Dice: «Sabéis que los
que son tenidos como jefes de las naciones las dominan como señores absolutos y los
grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros; sino que el que
quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor» (Mc 10, 42-44). Es la
regla del cristiano. El mensaje del Maestro es claro: mientras los grandes de la Tierra
construyen «tronos» para el poder propio, Dios elige un trono incómodo, la cruz, desde
donde reinar dando la vida: «Tampoco el Hijo del Hombre –dice Jesús– ha venido a ser
servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45).
El camino del servicio es el antídoto más eficaz contra la enfermedad de la búsqueda de
los primeros puestos; es la medicina para los arribistas, esta búsqueda de los primeros
puestos, que infecta muchos contextos humanos y no perdona tampoco a los cristianos,
al pueblo de Dios, ni tampoco a la jerarquía eclesiástica. Por lo tanto, como discípulos de
Cristo, acojamos este Evangelio como un llamado a la conversión, a dar testimonio con
valentía y generosidad de una Iglesia que se inclina a los pies de los últimos, para
servirles con amor y sencillez. Que la Virgen María, que se adhirió plenamente y
humildemente a la voluntad de Dios, nos ayude a seguir a Jesús con alegría en el camino
del servicio, el camino maestro que lleva al Cielo.
Homilía canonización XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, 18 de octubre de
2015.
Las lecturas bíblicas de hoy nos hablan del servicio y nos llaman a seguir a Jesús a través
de la vía de la humildad y de la cruz.
El profeta Isaías describe la figura del Siervo de Yahveh (Is 53, 10-11) y su misión de
salvación. Se trata de un personaje que no ostenta una genealogía ilustre, es
despreciado, evitado de todos, acostumbrado al sufrimiento. Uno del que no se conocen
empresas grandiosas, ni célebres discursos, pero que cumple el plan de Dios con su
presencia humilde y silenciosa y con su propio sufrimiento. Su misión, en efecto, se
realiza con el sufrimiento, que le ayuda a comprender a los que sufren, a llevar el peso
de las culpas de los demás y a expiarlas. La marginación y el sufrimiento del Siervo del
Señor hasta la muerte, es tan fecundo que llega a rescatar y salvar a las muchedumbres.
Jesús es el Siervo del Señor: su vida y su muerte, bajo la forma total del servicio (cf. Flp
2, 7), son la fuente de nuestra salvación y de la reconciliación de la humanidad con Dios.
El kerigma, corazón del Evangelio, anuncia que las profecías del Siervo del Señor se han
cumplido con su muerte y resurrección. La narración de san Marcos describe la escena
de Jesús con los discípulos Santiago y Juan, los cuales, sostenidos por su madre, querían
sentarse a su derecha y a su izquierda en el reino de Dios (cf. Mc 10, 37), reclamando
puestos de honor, según su visión jerárquica del reino. El planteamiento con el que se
mueven estaba todavía contaminado por sueños de realización terrena. Jesús entonces
produce una primera «convulsión» en esas convicciones de los discípulos haciendo
referencia a su camino en esta tierra: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis ? pero el
sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para
quienes está reservado» (Mc 10, 39-40). Con la imagen del cáliz, les da la posibilidad de
asociarse completamente a su destino de sufrimiento, pero sin garantizarles los puestos
de honor que ambicionaban. Su respuesta es una invitación a seguirlo por la vía del
amor y el servicio, rechazando la tentación mundana de querer sobresalir y mandar
sobre los demás.
Frente a los que luchan por alcanzar el poder y el éxito, para hacerse ver, frente a los
que quieren ser reconocidos por sus propios méritos y trabajos, los discípulos están
llamados a hacer lo contrario. Por eso les advierte: «Sabéis que los que son reconocidos
como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre
vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor» (Mc 10, 42-
43). Con estas palabras señala que en la comunidad cristiana el modelo de autoridad es
el servicio. El que sirve a los demás y vive sin honores ejerce la verdadera autoridad en
la Iglesia. Jesús nos invita a cambiar de mentalidad y a pasar del afán del poder al gozo
de desaparecer y servir; a erradicar el instinto de dominio sobre los demás y vivir la
virtud de la humildad.
Y después de haber presentado un ejemplo de lo que hay que evitar, se ofrece a sí
mismo como ideal de referencia. En la actitud del Maestro la comunidad encuentra la
motivación para una nueva concepción de la vida: «Porque el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10, 45).
En la tradición bíblica, el Hijo del hombre es el que recibe de Dios «poder, honor y reino»
(Dn 7, 14). Jesús da un nuevo sentido a esta imagen y señala que él tiene el poder en
cuanto siervo, el honor en cuanto que se abaja, la autoridad real en cuanto que está
disponible al don total de la vida. En efecto, con su pasión y muerte él conquista el
último puesto, alcanza su mayor grandeza con el servicio, y la entrega como don a su
Iglesia.
Hay una incompatibilidad entre el modo de concebir el poder según los criterios
mundanos y el servicio humilde que debería caracterizar a la autoridad según la
enseñanza y el ejemplo de Jesús. Incompatibilidad entre las ambiciones, el carrerismo y
el seguimiento de Cristo; incompatibilidad entre los honores, el éxito, la fama, los
triunfos terrenos y la lógica de Cristo crucificado. En cambio, sí que hay compatibilidad
entre Jesús «acostumbrado a sufrir» y nuestro sufrimiento. Nos lo recuerda la Carta a los
Hebreos, que presenta a Cristo como el sumo sacerdote que comparte totalmente
nuestra condición humana, menos el pecado: «No tenemos un sumo sacerdote incapaz
de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como
nosotros, menos en el pecado» (Hb 4, 15). Jesús realiza esencialmente un sacerdocio de
misericordia y de compasión. Ha experimentado directamente nuestras dificultades,
conoce desde dentro nuestra condición humana; el no tener pecado no le impide
entender a los pecadores. Su gloria no está en la ambición o la sed de dominio, sino en
el amor a los hombres, en asumir y compartir su debilidad y ofrecerles la gracia que
restaura, en acompañar con ternura infinita, acompañar su atormentado camino.
Cada uno de nosotros, en cuanto bautizado, participa del sacerdocio de Cristo; los fieles
laicos del sacerdocio común, los sacerdotes del sacerdocio ministerial. Así, todos
podemos recibir la caridad que brota de su Corazón abierto, tanto por nosotros como por
los demás: llegando a ser «canales» de su amor, de su compasión, especialmente con
los que sufren, los que están angustiados, los que han perdido la esperanza o están
solos.
Los santos proclamados hoy sirvieron siempre a los hermanos con humildad y caridad
extraordinaria, imitando así al divino Maestro. San Vicente Grossi fue un párroco celoso,
preocupado por las necesidades de su gente, especialmente por la fragilidad de los
jóvenes. Distribuyó a todos con ardor el pan de la Palabra y fue buen samaritano para los
más necesitados.
Santa María de la Purísima, sacando de la fuente de la oración y de la contemplación,
vivió personalmente con gran humildad el servicio a los últimos, con una dedicación
particular hacia los hijos de los pobres y enfermos.
Los santos esposos Luis Martin y María Azelia Guérin vivieron el servicio cristiano en la
familia, construyendo cada día un ambiente lleno de fe y de amor; y en este clima
brotaron las vocaciones de las hijas, entre ellas santa Teresa del Niño Jesús.
El testimonio luminoso de estos nuevos santos nos estimulan a perseverar en el camino
del servicio alegre a los hermanos, confiando en la ayuda de Dios y en la protección
materna de María. Ahora, desde el cielo, velan sobre nosotros y nos sostienen con su
poderosa intercesión.
DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo B. Vigésimo noveno domingo del Tiempo Ordinario.
La muerte redentora de Cristo en el diseño de la salvación.
LA MUERTE REDENTORA DE CRISTO EN EL DESIGNIO DIVINO DE SALVACIÓN
"Jesús entregado según el preciso designio de Dios"
599 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación
de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica S. Pedro a
los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: "fue entregado según el
determinado designio y previo conocimiento de Dios" (Hch 2, 23). Este lenguaje bíblico
no significa que los que han "entregado a Jesús" (Hch 3, 13) fuesen solamente ejecutores
pasivos de un drama escrito de antemano por Dios.
600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por
tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta
libre de cada hombre a su gracia: "Sí, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad
contra tu santo siervo Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones
gentiles y los pueblos de Israel (cf. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han cumplido todo
lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías predestinado" (Hch 4, 27-28). Dios ha
permitido los actos nacidos de su ceguera (cf. Mt 26, 54; Jn 18, 36; Jn 19, 11) para
realizar su designio de salvación (cf. Hch 3, 17–18).
"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"
601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53,
11; cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de
redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del
pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que dice
haber "recibido" (1Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las
Escrituras" (ibidem: cf. también Hch 3, 18; Hch 7, 52; Hch 13, 29; Hch 26, 22-23). La
muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53,
7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz
del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de
las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles
(cf. Lc 24, 44–45).
"Dios le hizo pecado por nosotros"
602 En consecuencia, S. Pedro pudo formular así la fe apostólica en el designio divino de
salvación: "Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres,
no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin
tacha y sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado
en los últimos tiempos a causa de vosotros" (1P 1, 18 - 20). Los pecados de los hombres,
consecuencia del pecado original, están sancionados con la muerte (cf. Rm 5, 12; 1Co
15, 56). Al enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo (cf. Flp 2, 7), la de una
humanidad caída y destinada a la muerte a causa del pecado (cf. Rm 8, 3), Dios "a quien
no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de
Dios en él" (2Co 5, 21).
603 Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado (cf. Jn 8, 46). Pero,
en el amor redentor que le unía siempre al Padre (cf. Jn 8, 29), nos asumió desde el
alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en
nuestro nombre en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15,
34; Sal 22, 2). Al haberle hecho así solidario con nosotros, pecadores, "Dios no perdonó
ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros" (Rm 8, 32) para que
fuéramos "reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo" (Rm 5, 10).
Dios tiene la iniciativa del amor redentor universal
604 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre
nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra
parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1Jn 4, 10; cf.
1Jn 4, 19). "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía
pecadores, murió por nosotros" (Rm 5, 8).
605 Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja perdida que este amor es sin
excepción: "De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se
pierda uno de estos pequeños" (Mt 18, 14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos"
(Mt 20, 28); este último término no es restrictivo: opone el conjunto de la humanidad a la
única persona del Redentor que se entrega para salvarla (cf. Rm 5, 18-19). La Iglesia,
siguiendo a los Apóstoles (cf. 2Co 5, 15; 1Jn 2, 2), enseña que Cristo ha muerto por todos
los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya
padecido Cristo" (Cc Quiercy en el año 853: DS 624).
CRISTO SE OFRECIÓ A SU PADRE POR NUESTROS PECADOS
Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre
606 El Hijo de Dios "bajado del cielo no para hacer su voluntad sino la del Padre que le
ha enviado" (Jn 6, 38), "al entrar en este mundo, dice: … He aquí que vengo … para
hacer, oh Dios, tu voluntad … En virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la
oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb 10, 5-10). Desde el
primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su
misión redentora: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a
cabo su obra" (Jn 4, 34). El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero" (1Jn 2,
2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: "El Padre me ama porque doy
mi vida" (Jn 10, 17). "El mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre
me ha ordenado" (Jn 14, 31).
607 Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida
de Jesús (cf. Lc 12, 50; Lc 22, 15; Mt 16, 21-23) porque su Pasión redentora es la razón
de ser de su Encarnación: "¡Padre líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora
para esto!" (Jn 12, 27). "El cáliz que me ha dado el Padre ¿no lo voy a beber?" (Jn 18, 11).
Y todavía en la cruz antes de que "todo esté cumplido" (Jn 19, 30), dice: "Tengo sed" (Jn
19, 28).
"El cordero que quita el pecado del mundo"
608 Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores
(cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo" (Jn 1, 29; cf. Jn 1, 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo
doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53, 7; cf. Jr 11, 19) y carga con el
pecado de las multitudes (cf. Is 53, 12) y el cordero pascual símbolo de la Redención de
Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-14;cf. Jn 19, 36; 1Co 5, 7). Toda la vida
de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10, 45).
Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre
609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los
amó hasta el extremo" (Jn 13, 1) porque "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida
por sus amigos" (Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se
hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los
hombres (cf. Hb 2, 10. 17-18; Hb 4, 15; Hb 5, 7-9). En efecto, aceptó libremente su
pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar:
"Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (Jn 10, 18). De aquí la soberana
libertad del Hijo de Dios cuando él mismo se encamina hacia la muerte (cf. Jn 18, 4 - 6;
Mt 26, 53).
La humillación de Cristo es para nosotros un modelo a imitar.
520 Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo (cf. Rm 15, 5; Flp 2, 5): él es el
"hombre perfecto" (GS 38) que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su
anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar (cf. Jn 13, 15); con su oración atrae a
la oración (cf. Lc 11, 1); con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las
persecuciones (cf. Mt 5, 11-12).
Cristo, el Sumo Sacerdote.
467 Los monofisitas afirmaban que la naturaleza humana había dejado de existir como
tal en Cristo al ser asumida por su persona divina de Hijo de Dios. Enfrentado a esta
herejía, el cuarto concilio ecuménico, en Calcedonia, confesó en el año 451:
"Siguiendo, pues, a los Santos Padres, enseñamos unánimemente que hay que confesar
a un solo y mismo Hijo y Señor nuestro Jesucristo: perfecto en la divinidad, y perfecto en
la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma
racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con
nosotros según la humanidad, `en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado' (Hb
4, 15); nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por
nuestra salvación, nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios,
según la humanidad. Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en
dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La diferencia de
naturalezas de ningún modo queda suprimida por su unión, sino que quedan a salvo las
propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un solo sujeto y en una sola
persona" (DS 301-302).
540 La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios,
en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16, 21-23) le
quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro: "Pues no
tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino
probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15). La Iglesia se une
todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el
desierto.
La celebración de la Liturgia celestial
1137 El Apocalipsis de S. Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente
que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4, 2): "el Señor
Dios" (Is 6, 1; cf Ez 1, 26-28). Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5, 6; cf Jn
1, 29): Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero
(cf Hb 4, 14-15; Hb 10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que
es dado" (Liturgia de San Juan Crisóstomo, Anáfora). Y por último, revela "el río de Vida
que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22, 1), uno de los más bellos símbolos del
Espíritu Santo (cf Jn 4, 10-14; Ap 21, 6).